Está en la página 1de 5

Semana 01 Ética

Introducción
La actual situación, año 2021, en la que se encuentra nuestro país y el mundo ha puesto en boca de todos los conceptos de
Ética. Ya sea en referencia a una supuesta crisis en la imagen política y el repudio generado hacia sus representantes, o las
radicales posturas hacia fenómenos como la inmigración a nivel global, el concepto de ética ha sido traído a colación en
innumerables oportunidades e instancias en los últimos tiempos. Este proceso alerta en torno a la necesidad de reflexionar
en materia de ética y en las implicancias morales presentes en todo ámbito. El presente documento es parte y busca
contribuir precisamente en esa discusión.
Como se estipula en el programa de la asignatura, el curso de Ética Profesional se propone entregar al estudiante
conocimientos teóricos y prácticos en las áreas de la moralidad aplicadas al ámbito laboral, en pos del establecimiento de
criterios éticos que rijan la actuación de los individuos en las diversas dimensiones en que se desenvuelve. Junto con ello, el
curso busca la generación de instancias reflexivas, donde se identifiquen las principales problemáticas morales existentes y
los procesos históricos que las han gatillado y entregado su actual fisonomía, todo esto mediante la revisión de modelos de
razonamiento moral y dilemas éticos.
Es precisamente una de esas problemáticas morales el tema central de nuestra primera semana de aprendizaje: la relativa
a la profesión y sus distintos fines, tanto internos como externos, construidos históricamente y en directa concordancia con
la dinámica social en la actualidad, es decir, tensionada por el carácter del sistema y las problemáticas éticas salidas a la luz
en los últimos tiempos. Son estos acontecimientos una de las principales razones que justifican la revisión y reflexión en
torno a la ética profesional.
En esta primera semana de trabajo, correspondiente a la unidad introductoria, se abordarán dos de los objetivos centrales
de la asignatura:
• Comprender la ética profesional como el estudio teórico sobre la moral, y a esta como el conjunto de principios, valores,
normas y costumbres que determinan que hay de correcto o incorrecto en cada acción, de acuerdo con el contexto en
que el ser humano se desenvuelve.
• Analizar críticamente la evolución del concepto de trabajo a través del tiempo, los procesos que le han entregado su
actual fisonomía y las principales problemáticas y tensiones desde un punto de vista moral.

En cuanto a otros objetivos, de carácter específico, se espera:


• Distinguir a nivel conceptual las diferencias existentes entre los conceptos de Ética como una reflexión sistemática sobre
códigos concretos y moral en su carácter normativo.
• Conocer la evolución histórica de la moralidad en Occidente, dando cuenta de su carácter cultural y la relevancia que
tiene la justificación de opiniones y creencias generales.
• Analizar críticamente las formas actuales de ejercer la profesión, en relación con la escisión producida entre la dimensión
económica y los aspectos social y personal.

Ideas Fuerza
• Las distinciones a nivel conceptual entre la ética, la moral y la deontología, además de las dimensiones donde convergen.
• Los tipos de leyes –naturales y culturales-, sus características y las respectivas sanciones que las norman, tanto exteriores
como interiores.
• El carácter cultural de la moral y sus implicancias en el plano valórico y prescriptivo.
• Los orígenes históricos de la profesión, sus principales definiciones y los fines que la componen, tanto internos como
externos.
• Los aspectos social, económico y personal de la profesión y sus implicancias en la dimensión moral.

Desarrollo
Distinciones conceptuales: ética, moral y deontología

El término ética deriva del griego êthos, que significaba, originalmente, estancia o lugar donde se habita. Lo ético se
puede traducir como “el modo o forma de vida” en el sentido más profundo de su significado.
Aristóteles, con posterioridad, desarrolló este sentido y, desde ahí, pasó a significar “manera de ser o carácter”, es
decir modo de ser que se consigue por hábito, por repetición.
El término moral, por su parte, proviene de la expresión latina moralis, que, a su vez, derivaba del término mos,
que también significa costumbre, hábito, en el sentido de
conjunto de normas o reglas adquiridas por medio del hábito.
Generalmente, los conceptos Ética y Moral son utilizados como sinónimos. Escuchamos hablar, por ejemplo, de falta de
ética o falta de moral. Sin embargo, ambos conceptos difieren en su significado, pese a la comunión que deberían poseer.
En cuanto a la Ética –concepto que da nombre a esta asignatura- se refiere al estudio filosófico sobre la moral. Su
principal tarea es analizar y evaluar las normas y los códigos morales, precisamente aquellos que, impuestos por
convenciones, nos obligan a realizar ciertas conductas o a evitar otras; es decir, se mueve en el nivel teórico, instando a
responder a la pregunta ¿Por qué debo obedecer las normas morales? La Ética es un saber para actuar.
En cuanto al objeto de estudio de la ética, podemos señalar que se trata de los Actos Morales, es decir los actos
humanos libres y conscientes.
“La ética enfoca sus actividades en esa zona netamente humana, como es la conducta del hombre, su realización
como hombre, sus decisiones libres, sus intenciones, su búsqueda de la felicidad, sus sentimientos nobles, heroicos, torvos
o maliciosos. Éste es el objeto material de la ética”. (Gutiérrez Sáenz, 1996, pág. 21)

La moral, en cambio, corresponde al conjunto de principios, criterios, normas y valores que dirigen nuestro
comportamiento, y que obliga a actuar de una determinada manera. Y la ética es la encargada de discutir y fundamentar
reflexivamente ese conjunto. La moral tiene que ver con el nivel práctico de la acción y trata de responder a la pregunta
¿qué debo hacer?
Para comprender mejor sus diferencias, puedes revisar el siguiente cuadro:

Junto con ambos conceptos, asoma un tercer término necesario de conocer: el de deontología. La Deontología es
aquella parte de la ética que trata de los deberes y principios que afectan a una profesión, es decir, el estudio de las
obligaciones morales. Cabe señalar, que la deontología se encuentra vinculada al aspecto normativo, en el sentido en que
hace mención a criterios extrínsecos al sujeto, establecidos desde planos institucionales –por ejemplo, los distintos gremios
de profesionales al estipular códigos de ética para su colegio- y respaldados por un poder sancionador, en caso que se
cometa algún tipo de incumplimiento.

Etimológicamente, el concepto Deontología se construye del griego deon, es decir, "lo debido", y de logía, que, por su
parte, viene a significar "conocimiento" o "estudio". El término fue acuñado por Jeremy Bentham en 1832.
Es posible de rastrear códigos deontológicos de profesiones tan variadas como la ingeniería, psicología, periodismo
o en el ámbito de las leyes y la medicina. Estos códigos han emergido ante la necesidad de consensuar con el conjunto de la
sociedad cuáles son los límites que no deben ser traspasados, estableciendo de antemano pautas éticas de
comportamiento que legitime al grupo ante ese conjunto de ciudadanos.
En estos códigos se incluyen normas de conducta que también se encuentran en los textos legales y que, por lo
tanto, obligan jurídicamente, por lo que existe una doble sumisión a la norma por parte del individuo:
▪ Como miembro de un colectivo profesional debe regirse por una conducta ética prescrita por la agrupación,
cumpliendo con su código deontológico respectivo;
▪ Y en tanto que ciudadano debe prestar atención a las leyes, que obligan jurídicamente.

El ejemplo más emblemático de código deontológico lo encontramos en el ámbito de la salud con el célebre
Juramento Hipocrático, el primer documento histórico que señala el compromiso con una profesión y que ha tenido
diversas versiones a través de los siglos. En él se pueden rescatar elementos tan relevantes como el compromiso personal y
vital con el ejercicio de la profesión, el sentido de solidaridad con los otros profesionales, el secreto profesional o las
prohibiciones éticas en el ejercicio de la profesión, entre otros importantes tópicos.

Tipos de leyes y sus sanciones


Anteriormente, se revisaron las distinciones entre ética y moral. Ahora es tiempo de ver sus similitudes.
La principal de ellas es que ambas son producciones humanas, creadas para mejorar las condiciones de existencia
y regular la convivencia. Esta regulación humaniza y establece la diferencia entre el ser humano y el resto de la naturaleza.
Al decir esto, habrá que recordar la tradicional distinción entre las leyes físicas y las leyes culturales, tradicional en el
sentido en que la discusión remonta hasta la antigüedad clásica, cuando diversos pensadores griegos distinguieron entre
aquello que era natural (physis) de aquello que existe por convención (Nómos).
El término ley tendrá entonces sentidos diferentes según se interprete con relación a la naturaleza o a la cultura:

▪ Hablamos, por ejemplo, de leyes naturales, tales como la ley de la gravitación universal o de la ley de
Conservación de la materia, que no podemos transgredir (no podemos flotar en el aire porque la fuerza de
gravedad nos baja al suelo),
▪ Y las leyes culturales que si se pueden transgredir como la ley moral, lo que resulta el origen de toda regulación: la
omnipresencia de la trasgresión. La ley moral debe cumplirse porque mi conciencia me dicta que ese es mi deber.
▪ Finalmente, la ley jurídica que es de cumplimiento obligatorio.
Las leyes en el ámbito de lo humano se expresan con normas. No hay sociedad sin normas, ni normas sin
sociedad. Las normas y los códigos responden a finalidades fundamentales: son prescripciones a través de las
cuales cada sociedad o grupo plasma aquellos valores en los que se reconoce y en los que fundamenta su propia
cultura. Por esto, a nuestro conjunto de elementos que definen la moral, podríamos sumar preceptos, mandatos,
prohibiciones, permisos o patrones de conducta, propio de un colectivo concreto en una determinada época
histórica y forma de vida. Es precisamente el momento en que esas “moralidades” se encuentran y chocan
cuando la reflexión y la tolerancia toman mayor importancia, como ha quedado evidenciado en instancias de
diversa naturaleza, desde mítines políticos hasta encuentros deportivos.

En conclusión, podemos sostener que la moral no solo resulta cultural, sino también múltiple, de acuerdo con cada
grupo humano

Si hablamos de leyes, no podemos dejar de lado las diversas sanciones en caso de incumplimiento. Esto dependerá
directamente de la naturaleza de la ley transgredida. En general, tenemos dos tipos de sanciones:
1. Exteriores: Son aquellas que se dan en el ámbito jurídico-penal, o la que se da en el terreno social.

2. Interiores: Son aquellas que se dan en el ámbito de la moral y de la conciencia individual, constituyendo por lo
general una auto sanción que se expresa en forma de remordimiento.

Las sanciones exteriores se producen, por ejemplo, al transgredir leyes del Estado quien reprime a través de sus
instituciones –policía, tribunales, gendarmería, etc.- a quien cruce el límite de lo permitido. Pero también, las sanciones
exteriores pueden ser resultado del incumplimiento de leyes sociales, como normas de cortesía, higiene, modales, etc.,
propias de una correcta convivencia.
En la administración de las sanciones interiores, por su parte, ni el Estado ni la sociedad poseen mayor injerencia.
La sanción se origina en la conciencia moral del individuo, definida como la capacidad que poseemos de emitir juicios o
apreciaciones morales acerca de lo que debe considerarse justo o injusto, debido o indebido. Si no se hace caso a la
conciencia moral la sanción se impone en forma de culpa moral.

Ética profesional: la profesión y sus orígenes


Los conceptos como profesión y vocación tienen origen religioso. Profesión hace mención a profesar un tipo de
vida, consagrar, dedicar y comprometerse con una labor; vocación, por su parte, alude al carácter de elección, que en los
primeros tiempos provenía del sacerdote, del profeta o del rey -pues deriva del latín vocāre que significa llamar, lo que
explica el por qué se habla de sentir un llamado a la hora de dedicarse, ya sea a una carrera o labor.
Pero estos conceptos son además testimonio de la conformación histórica de las profesiones desde un seno
eclesiástico. Originalmente, el sacerdote –o el shamán en el caso de comunidades primigenias-acumulaba, junto a sus
funciones religiosas, otro tipo de responsabilidades -desde tareas curativas a judiciales-que con el tiempo fue perdiendo o
delegando, producto naturalmente de la masificación de las demandas. A quienes se encargaron de las tareas delegadas los
conocemos como los pioneros de las diversas especializaciones hoy existentes, pues fueron ellos quienes al momento de
asumir sus actividades prometieron, a partir de juramentos, obedecer las reglas propias de su “gremio”.
La edad moderna vino a consolidar las distintas profesiones. Debido al proceso de secularización, la vida mundana y
sus actividades se valorizan y conciben como otra forma válida de salvación y vivir la vocación. Nuevas actividades humanas
pasan a ser profesionales; de ahí surgen ingenieros, economistas o contadores. Todo este proceso dará inicio al “espíritu
del capitalismo” a formalizarse desde mediados del siglo XVIII. La profesión había sido amoldada y ameritaba una
definición.
Han sido numerosos los esfuerzos por definir la profesión. Uno de los intentos que mayor eco ha tenido ha sido el
postulado por el célebre humanista alemán Max Weber, quien en su clásica obra La ética protestante y el espíritu del
capitalismo, definió la profesión como la actividad especializada y permanente de un hombre que, normalmente,
constituye para él una fuente de ingresos y, por tanto, un fundamento económico seguro de su existencia.

La profesión es la actividad especializada y permanente de un hombre que, normalmente, constituye para


él una fuente de ingresos y, por tanto, un fundamento económico seguro de su existencia

Sin embargo, y pese a ser una de las definiciones mayormente utilizadas, ha recibido cuantiosas críticas por el
hecho de acentuar el carácter individual y económico de la profesión, y reconocerla simplemente como un medio
instrumental de subsistencia de los individuos. Sin duda, este enfoque resulta muy limitado, porque omite los fines y la
actividad social de las profesiones.
La finalidad de la profesión no se limita a la fuente de ingresos, sino que la profesión misma tiene finalidad, siendo
el logro de dicha finalidad lo que da sentido a la profesión. Como ha sostenido Ceballos (2014:164) la diferencia entre una
mera actividad o un medio de vida, y una profesión propiamente dicha, radica en su función de construcción, tanto de la
subjetividad de quien la ejerce, como de la propia sociedad, “por eso su repercusión ética desde la responsabilidad
personal del profesional, alcanza también la obligación de contribuir al bien común”.
El mismo autor insiste en cuan necesario se hace considerar las profesiones, no como meros instrumentos de
enriquecimiento personal, sino principalmente como el cauce a través del cual la sociedad es irrigada por los principios
éticos, que es lo único que puede garantizar una sociedad verdaderamente próspera. La profesión, además de ser una
actividad individual, es una actividad colectiva que realiza una cierta comunidad profesional, que tiene los mismos fines,
utiliza un lenguaje y métodos comunes y con un ethos propio, es decir, con un modo de ser particular. Por lo anterior, el
ingreso en una actividad y en una comunidad profesional determinadas, dota al profesional de una peculiar identidad y
genera en él un sentido de “pertenencia”.
Debido a esta serie de cuestionamientos al postulado weberiano, nuevos intentos por definir la profesión han
asomado en la literatura contemporánea. Es precisamente una de las autoridades en materia ética, Adela Cortina, quien
aporta con la siguiente definición:

Una actividad social cooperativa , cuya meta consiste en proporcionar a la sociedad un bien específico e
indispensable para su supervivencia como sociedad humana, para lo cual se precisa la participación de la
comunidad de profesionales que como tales se identifican ante la sociedad
A pesar de que la palabra profesión tiene múltiples usos- porque sirve para designar tanto a un médico, un
profesor, un futbolista y hasta suele hablarse de un delincuente profesional-, la definición propuesta puede ayudar a
discernir cuándo estamos en presencia de una profesión. En nuestra época se han difuminado los límites entre profesiones
y oficios. Podemos eliminar esta confusión atendiendo a dos criterios: Por razón de la actividad y por los fines de cada
profesión, siendo estos últimos Internos y Externos.
Esta lógica tiene su origen en Aristóteles, para quien toda actividad tiene un fin, lo cual constituye su bien. En
cuanto a la primera categoría, la actividad profesional es de carácter social y contiene fines internos. Esto ocurre cuando la
actividad está orientada hacia un fin noble: es decir, el servicio a los demás: el curar, enseñar, informar, la convivencia
justa, etc. Una ética profesional requiere reconocer el bien interno que busca realizar determinada profesión; de lo
contrario, la actividad no tendrá sentido y legitimidad social. El logro de esos bienes internos produce excelencias o
virtudes en los individuos que las realizan.
En cuanto a los fines externos, estos, pese a ser legítimos, se obtienen de las prácticas, como el dinero, el
reconocimiento social o status, etc., pero no son el sentido de la actividad. Lo que mayor repercusión acarrea esto, es que
la corrupción de una actividad se produce cuando se reemplazan los fines internos por los externos.

Es decir, los fines externos son legítimos -como ya mencionamos-, pero en tanto subordinados a los bienes internos; de
lo contrario, la actividad profesional deja de tener sentido y legitimidad social.

Esto último se vincula directamente al concepto de Profesionalismo entendido como una virtud pública en la
medida en que sirve a los intereses comunes de la sociedad, y como una virtud privada en la medida en que ayude al
individuo a serlo realmente, a ser autónomo y no esclavo de sus actividades. Se entiende que cuando los fines y los medios
los ponen la sociedad y su economía, no se permite una correcta práctica de la profesión, como ocurre, por ejemplo,
cuando al médico se le exige productividad y eficiencia, pero se ve obligado a reducir el tiempo de diálogo con sus
pacientes, descuidando tanto un examen cuidadoso como el trato humano que requieren los enfermos.

Conclusión
En el presente documento se han expuesto inicialmente las distinciones entre los conceptos de ética, entendida como la
reflexión teórica o filosófica en torno a la moral, y esta última entendida como el conjunto de principios, criterios, normas y
valores que dirigen el comportamiento humano, y que fuerza a actuar de una determinada manera. Adicionalmente, se
revisó el concepto de Deontología como aquella parte de la ética que trata de los deberes y principios que afectan a una
profesión, es decir, el estudio de las obligaciones morales.
A continuación, junto con graficar brevemente su gestación, se entregaron las definiciones más conocidas de profesión: la
definición clásica de Max Weber y el aporte más reciente de Adela Cortina. Junto con esto, se realizó la distinción entre
fines internos y externos de la profesión, resaltando la problemática emergente en el momento en que estos últimos se
posicionan por sobre los fines internos, generando la corrupción de la actividad.
Queda finalmente concluir en torno a los tres aspectos presentes en la profesión, fusionando las dimensiones rescatadas
por cada definición revisada, siendo la primera de esas conclusiones la existencia de un aspecto social de la profesión. Las
profesiones tienen por función satisfacer determinadas necesidades de los miembros de una sociedad. Este servicio se hace
de manera comunitaria, a través de organismos colegiados que propenden a la actualización, al respeto de los códigos de
ética y actualización.
En segundo lugar, podemos afirmar la existencia de un aspecto económico de la profesión. Pese a las críticas hacia la
definición de Weber, resulta innegable que la profesión tiene una dimensión marcadamente económica vinculada a las
necesidades humanas. Lo cuestionable apunta al sistema económico, quien ha convertido la sociedad en una “sociedad de
productores”, desvalorizando aquellas profesiones que no producen lo que el sistema requiere, tal como ocurre en el caso
de la filosofía, la literatura, la teología o el arte, entre otras áreas. Este aspecto resta a las personas de la concepción del
trabajo que dé sentido a sus vidas, sino meramente como medio para conseguir riqueza y poder.
Como antídoto a esta amenaza, se sostiene, finalmente, que la profesión posee un
aspecto personal. Las profesiones moldean todas las áreas de la vida de un individuo.
Debido a la profesión se explican hábitos, juicios, modos de ser y pensar, tipos de
familias, estilos de amistad, etc. El problema, sin embargo, es “la profesionalización
absoluta”, es decir, cuando la vida profesional ocupa toda la vida personal,
fragmentándola y remitiéndola a un espacio reducido, lo que implica una enorme
pérdida de la autonomía.

También podría gustarte