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Reflexiones sobre el insomnio, al que me lleva el vértigo inevitable, de la caída profunda, hacía

el desasosiego y la desesperanza...

"Tal vez exista otro lugar, donde vivir no parezca un tormento eterno" Esta es la idea que nos ha
hecho matarnos entre nosotros mismos. Buscar, de manera desesperada, la forma de vivir, en un
estado de tranquilidad y pasividad y a la vez eterna, pues junto con lo tormentoso que implica
vivir, está la contraposición del miedo a la muerte, al olvido, al no ser. Dejar la consciencia, que
para nosotros es el existir.

Los Seres Humanos estamos obsesionado con las estrellas, con encontrarle las respuestas a la
existencia en el cosmos, en el más allá, en la satisfacción de saber que nuestra permanencia pue
ser eterna y memorable, la búsqueda de la inmortalidad nos ha llevado a un culto por la
resurrección de la carne y esto es el culto narcisista hacía el valor de nuestra subsistencia como
creadores y transformadores del entorno.

Debemos aceptar que, estamos desesperados por mantenernos en el tiempo y en el espacio, lo


que ha hecho que abracemos desesperadamente a dioses desconocidos, que son el reflejo de
nosotros mismos. Tenemos la capacidad transformadora de nosotros mismos y de lo que nos
rodea, dándonos así las facultades para incidir en la evolución por decisión y voluntad. Eso incluso
explica la aptitud de apreciar la estética desde el valor elevado y romantizado, el valor y la
obsesión por la supremacía desde lo intelectual y excesivamente racional, pues lo que asumimos
acerca de la suficiencia como especie pensante, nos lleva a asumirnos como especiales dentro de
la diversidad evolutiva de las otras especies e incluso de la diversidad de las habilidades de nuestra
misma especie.

La fe en el intelecto falla cuando desconocemos que somos seres que actuamos por instinto, por
las pasiones y por habilidades emocionales como la empatía. El equilibrio entre lo apolíneo y lo
dionisiaco. Entender que también somos animales y que la supervivencia depende de la naturaleza
y de las relaciones colaborativas con otras especies, entendiendo que mutualismo es diferente a
explotación.

La justificación de la existencia está en la vida misma, en que la vida es energía y la energía busca
el camino para fluir. Somos hijos de una explosión energética que desarrolló las condiciones
específicas para generar lo que llamamos vida. Un planeta es otro ser vivo que acoge más seres
diminutos, entre esos, el frágil ser humano que es azotado fácilmente por la intensidad de la
fuerza de la naturaleza y el universo, pero que tiene la capacidad de darle un valor semántico a los
astros. Nuestra consciencia y habilidad creadora, son la misma fuerza energética que busca la luz
y la vida, que aporta al desarrollo y la evolución de la especie, pero que si no desarrollamos más
las aptitudes empáticas y mutualistas, si no llevamos nuestro raciocinio de la mano con el respeto
hacia la madre naturaleza, podemos truncar el camino de nuestra especie como respuesta al
camino de la luz, retroceder como especie fallida y ser eliminados por la misma fuerza que nos dio
la vida, defendiéndose por medio de anticuerpos representados en el cambio climático y el
desarrollo de otros organismos que también luchan por generar su aporte a la razón de la vida y la
existencia que, así como fractales, ramifican la energía para continuar fluyendo.

Pensamos que el siguiente paso evolutivo podría estar asociado a la mejora de nuestras
capacidades cognitivas, influyendo en las mejoras científicas y tecnológicas, pero dicho paso no
podría ser sostenible y viable si no va de la mano con el desarrollo de nuestras aptitudes afectivas,
sociales y comunicativas que influenciarían en la construcción y mejora de habilidades mutualistas
incluso entre especies, que justamente eso es lo que nos gritan muchas de ellas, de las cuales
necesitamos aprender. También nos encontramos con nuestra propia diversidad, aquella que
incluso en sus muestras de vulnerabilidad e incapacidad de cumplir con las normas de
productividad de un sistema insostenible, nos muestran que tienen otras aptitudes y herramientas
que enriquecen la manera en la que percibimos la realidad, dándonos respuestas para mejorar
nuestro estilo de vida.

Nuestra vocación de aprender, pensar y sentir de una manera más consciente son nuestras
herramientas para subsistir, como dije anteriormente, nuestra habilidad para decidir y nuestra
voluntad van a influir en ese enfoque creativo y pensante para seguir contribuyendo al desarrollo
de la vida y la existencia, pues cada ejercicio y esfuerzo de aprendizaje quedara en la memoria
genética o la memoria de otras especies y organismos que también aprenden y se adaptan al
artificio de nuestro estilo de vida. Es entender que no solo es la construcción histórica de nuestra
especie y nuestras costumbres, sino también de la responsabilidad y el cuidado de otras especies
que han tenido un camino importante y complejo en el desarrollo de elementos que, por selección
natural, han permitido su evolución y su subsistencia, ganándosela con los papeles importantes
que cumplen en el clico de la vida, haciéndolos imprescindibles para mantener el equilibrio.

Nuestro papel en el planeta parece sin sentido. Como que la única razón posible de existir es
poseer las competencias para ser conscientes de la existencia, que ese papel de observador,
quizás podría influir en la manera en la que se comporta la realidad, pero esto sería seguir
repitiendo que lo real y lo palpable, pertenecen a un reflejo de una realidad virtual y no a que la
realidad es eso que observamos, sentimos y vivimos. No hay otra explicación que no tener razón
alguna para existir, al menos deberíamos agradecer y colocar todos nuestros esfuerzos en
mantener vivo al planeta y no solo a nosotros mismos. Pero esa falsa ayuda humanitaria, que trata
desesperadamente de abrazar y salvar al planeta de su misma humanidad es otro absurdo de la
especie, mientras cae rendida a la extinción inevitable. Estamos condenados...Y sería nuestra
condenación a la desaparición, a la oscuridad de la nada, la respuesta necesaria para la
supervivencia de la vida misma, ya que nuestra destreza transformadora se ha vuelto un papel
virulento y autodestructor.
Podría decirse que, aunque al suicidio se le atribuya generalmente a un estado de locura, es el
acto más noble, valiente y razonable. Y es importante que lo último que hagamos al menos sea
noble y hermoso, que sobre todo renunciemos a nuestra egolatría, a ese antropocentrismo
enfermizo y nos reconciliemos con la muerte. Lo que nos espera es la extinción total, ¿para qué
seguirnos aferrando a la existencia si el panorama es evidentemente desalentador? Hemos
perdido la batalla, contra el imposible de contraponernos a la misma naturaleza cruel de nosotros
mismos. Lo que vio Nietzsche, fue que el caballo está fuera de lo que podemos observar, porque
para entonces, estaremos exhaustos y aguardando a la muerte, de la misma manera que el caballo
puede estar. No lo sabemos, porque lo único seguro es el oscuro, solitario y eterno abismo de la
muerte y el olvido. O aguardamos siendo parte de los incendiarios, o nos recluimos en la locura, el
delirio del añorado mundo de las ideas, mientras esperamos la condena, o damos un paso
adelante y decidimos darnos, al menos, fin por mano propia.

El visionario mundo que nos profetizó Zarathustra, la esperanza vitalista puesta en la idea del
súper hombre y la voluntad de poder, la transfiguración que desencadena un paso adelante en la
evolución y el desarrollo humano, no es más si no un pensamiento y otra sombra del mundo de las
ideas. El hombre nihilista, el último hombre, no será el puente hacia la luz, será el ocaso hacía la
eternidad de la muerte, no nos espera ninguna aurora. El inevitable al que le hemos huido siempre
y el reflejo de que la rueda del eterno retorno también se desgasta, pierde la energía y se detiene.
Y aquí cito unas palabras sabias y ancestrales, llenas de poesía e iluminación:

Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?

Nada es para siempre en la tierra:

Sólo un poco aquí.

Aunque sea de jade se quiebra,

Aunque sea de oro se rompe,

Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

No para siempre en la tierra:

Sólo un poco aquí

Pero ¿Qué me impulsa a seguir haciendo las cosas, si he podido llegar a la máxima justificación de
la resignación? la misma efímera vida que, aunque mantiene intrínseca la realidad de la muerte, es
lo único que tenemos, un corto periodo de tiempo, del que disponemos para hacer lo que
podamos para contribuir en lo que sea necesario, más que el simple hecho de seguir
manteniéndonos con vida. Y no por la esperanza de que haya algo más allá o que me transfigure
en la próxima especie “Dominante” del planeta, si no precisamente en el volver al origen que es la
energía pura y potente que no tiene otro propósito más si no fluir. Despojarse por completo de
uno mismo, no obsesionarse con el destino que no es más si no la misma fuerza cósmica que por
alguna razón es alterada por nuestra observación y consciencia, pero no por eso es controlada o
asimilada.

Meyah Inti

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