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Dos años después de que el poder militar de Myanmar lanzara un golpe de

estado contra el gobierno elegido democráticamente, el país se ha hundido


como nunca antes en una crisis y ha sufrido un retroceso generalizado en
cuestión de derechos humanos.

«En casi todos los parámetros posibles que se analicen, y en todas las áreas de
los derechos humanos: económicos, sociales y culturales, así como los civiles
y políticos, Myanmar ha sufrido un enorme retroceso,» declaró el Jefe de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas Volker Türk.

A pesar de las obvias obligaciones legales que tiene el poder militar de


proteger a los civiles mientras se desarrollan hostilidades, ha existido un
desprecio constante por las normas del derecho internacional al respecto. En
lugar de ser mantenidos al margen, los civiles han resultado ser los objetivos
reales de los ataques, siendo víctimas de disparos de artillería y de ataques
aéreos indiscriminados y dirigidos contra ellos y ellas, de ejecuciones
extrajudiciales, del uso de tortura, así como de la quema de pueblos enteros.

Según afirman fuentes fiables, al menos 2,890 personas han resultado muertas
a manos de los militares y de otros que colaboran con ellos, de las cuales al
menos 767 habían sido previamente detenidas. Esta viene a ser con certeza
una infravaloración del número real de civiles muertos como resultado de las
acciones militares. Otros 1.2 millones de personas han sido desplazadas
internamente y más de 70,000 han abandonado el país, uniéndose a otro
número superior al millón de personas.

Informaciones creíbles señalan que más de 34.000 estructuras civiles,


incluyendo viviendas, clínicas, escuelas y lugares de culto, han sido
incendiadas en los últimos dos años. La economía de Myanmar ha colapsado
y casi la mitad de la población vive ahora por debajo del umbral de pobreza.
Desde que se llevó a cabo el golpe de estado, los militares han encarcelado a
los líderes del país que habían sido elegidos democráticamente y, en meses
posteriores, han detenido a otras más de 16,000 personas, la mayor parte de las
cuales se enfrentan ahora a acusaciones falsas en tribunales controlados por
los militares, lo que constituye una violación de los derechos al debido
proceso y a un juicio justo, en relación con su negativa a aceptar las medidas
del poder militar.

«Debemos encontrar una salida a esta situación catastrófica, la cual nos deja a
diario escenas de mayor sufrimiento humano y de violaciones de derechos,»
«Dos de las condiciones fundamentales que se acordaron: detener todo acto de
violencia y permitir el acceso de ayuda humanitaria, no se han cumplido. De
hecho, hemos sido testigos de todo lo contrario. La violencia está fuera de
control y se ha restringido en gran medida la ayuda humanitaria.» Volker
Türk.

El Alto Comisionado señaló otras medidas que serían cruciales para conseguir
unos cimientos políticos para resolver esta crisis: la puesta en libertad de todos
los prisioneros y prisioneras políticos, incluyendo a la Consejera de Estado
Aung San Suu Kyi y al Presidente U Win Myint, tal como solicitó el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas; un diálogo inclusivo con todas las
partes, en el que participen tanto la Presidencia de la ASEAN como el Enviado
Especial de las Naciones Unidas; así como permitir un acceso significativo al
país a la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas con el objeto
de que supervisen la situación de manera independiente e imparcial.

«El restaurar el respeto por los derechos humanos es clave para acabar con esta
crisis, para terminar con esta situación donde los generales de Myanmar están
tratando de apuntalar por la fuerza bruta un sistema de décadas de funcionamiento
en base al cual no tienen que obedecer a nadie fuera del poder militar,»

«Aquellos responsables de los ataques diarios contra civiles y de violaciones de


derechos humanos deben responder plenamente por sus actos. Los militares han de
quedar sujetos a una supervisión real y efectiva por parte de civiles. Esto será difícil
de conseguir, pero todos estos elementos son básicos para devolver cualquier
apariencia de gobierno democrático, de seguridad y estabilidad al país.» declaró
Türk.
En su primer año de independencia, Myanmar fue uno de los primeros Estados
Miembros de las Naciones Unidas en votar en favor de la Declaración Universal de
Derechos Humanos. Desgraciadamente, al tiempo que celebramos 75 años desde la
aprobación de la Declaración, los militares parecen estar dedicados de forma activa
a violar los valores, principios y derechos fundamentales consagrados en la misma,»
se lamentó el Alto Comisionado.

«¿Cómo puede un militar que afirma defender un país, haber llevado a su propio
pueblo, que integra a todos los sectores de la rica y diversa sociedad de Myanmar, a
tal punto de desesperación?»

«El mes pasado, el Consejo de Seguridad se unió para adoptar una resolución
pionera que exigía un final inmediato a la violencia, entre otros pasos urgentes.
Ahora ha llegado el momento de que el mundo se una y adopte medidas conjuntas
para detener los asesinatos, proteger al pueblo de Myanmar y garantizar el respeto
por sus derechos humanos universales.»

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