Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
BATALLA.
Al mediodía del 7 de noviembre, la avanzada realista avistó a una división del ejército
patriota. Igualmente, Balcarce había situado a parte de sus soldados, infantería y
artillería, en los ambientes circundantes. Las dos tropas se formaron frente a frente,
aunque ninguna comenzó las hostilidades hasta cerca de las tres de la tarde. Antes de
empezar, los realistas del Ejército del Norte poseían 600 hombres y 7 cañones,
mientras que los revolucionarios contaban con 750 soldados y 6 piezas de artillería. La
batalla comenzó cuando 200 patriotas, con dos cañones, se adelantaron en el campo
por orden de Balcarce, y atacaron a los enemigos. En respuesta, Córdoba mandó a
varias unidades de guerrilla hacia las líneas de los revolucionarios. Ante ello, Balcarce
sumó fuerzas a su ofensiva, mientras que, por su parte, Córdoba hizo lo propio. Luego
de un largo rato de combate, Balcarce desarrolló un simulacro de retirada del sitio, con
un desorden aparente. Córdoba cayó en la trampa y ordenó a sus tropas que
persiguieran a los contendientes, por lo que llegaron hasta las cercanías de la
quebrada de Choroya. A su llegada, los revolucionarios cambiaron de actitud y
reanudaron las hostilidades. La infantería y la artillería salieron rápidamente de sus
escondites y efectivizaron la emboscada contra los españoles. Estos, pese a su
inferioridad numérica, combatieron con todas sus fuerzas contra un ejército muy
superior. Momentos más tarde, los españoles emprendieron la retirada del lugar.
Nieto había divisado la llegada de más enemigos a la zona y creyó que lo conveniente
era tomar distancia. Sin embargo, estos resultaron ser indígenas que observaban la
batalla desde un sitio seguro. Sólo media hora duró esta confrontación, en la que los
realistas dejaron todas sus piezas de artillería.
Históricamente la victoria de
Suipacha es el único triunfo
CONSECUENCIAS.
patriota en el intento de Luego de la batalla de Suipacha, los españoles
recuperar el Alto Perú. Pero, para habían perdido no sólo 40 soldados, sino que,
sorpresa de las tropas y de la
posteridad, desde Buenos Aires también, cuatro cañones, sus tiendas de campaña,
se ordenó no avanzar más allá de armas, municiones, 10 mil pesos en plata, víveres
las fronteras del ex Virreinato y
negociar con el enemigo, lo que y 150 hombres tomados prisioneros. Mientras
permitió a los realistas obtener que, los patriotas solamente tuvieron poco más de
refuerzos, víveres y armamentos,
reorganizarse y meses más tarde una docena de bajas. En tanto, esta fue la primera
derrotar al Ejército Expedicionario victoria de los revolucionarios en su campaña
en Huaqui. Con esa derrota se
perdió todo lo logrado en independentista. El éxito hizo tambalear a los
Suipacha. líderes realistas del Alto Perú, lo que produjo
levantamientos en varias ciudades del virreinato, como Potosí, Chuquisaca, La Paz y
Cochabamba. Luego del combate, Juan José Castelli, el representante de la Junta en la
región, fue el encargado de redactar el parte de batalla. A él debió acudir el general
Córdoba, quien, en un intento desesperado por salvar su vida y la de sus soldados,
reconoció que la Junta tenía el control de todas las provincias del Alto Perú. Sin
embargo, Castelli recibió órdenes de Mariano Moreno para erradicar la presencia de
europeos de la zona. En tanto, Balcarce, Castelli y Güemes se encargaron de asegurar
el control de los patriotas sobre el lugar, por medio del asentamiento del diplomático
en Potosí. Desde allí, Castelli instaló un gobierno provisional, al que los funcionarios
locales debieron jurarle fidelidad. Luego, el enviado de la Junta se encargó de
reorganizar el ejército, purgar la administración pública y, finalmente, depositar el
control del gobierno en el Ayuntamiento. Aunque se siguió sembrando el terror en la
zona, para que no quede español alguno en el Alto Perú. Posteriormente se decretó el
destierro de cerca de 50 soldados españoles y se castigó con la pena capital a
comandantes realistas como Nieto, Sanz, Córdoba, González Socasa, Goyeneche,
Cañete y al obispo de La Paz, La Santa y Ortega.