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*¿He _muerto_ verdaderamente?

Al acercarnos a Cristo, lo primero que encontramos, junto con su gracia y perdón, es el


conocimiento de la ley (aquello que nos dice lo que está bien y lo que está mal) y, con esta, el
conocimiento del pecado. Entonces comenzamos un camino de arrepentimiento de nuestra vida
pasada o anterior, de nuestra vida fuera de Cristo. Gracias a la ley conocemos el pecado. Antes
vivíamos atrapados en los deseos y pasiones de la carne, en el pecado, pero no lo sabíamos,
porque no teníamos conocimiento de la vida Eterna en Cristo, no éramos aún habitación o templo
de Espíritu Santo porque no habíamos reconocido a Jesús como nuestro Salvador y, por lo tanto, el
conocimiento y la convicción de pecado no formaban parte de nuestra realidad. Pero una vez que
tomamos la decisión de Seguir a Jesús, nos determinamos morir a nuestra vieja vida, volver a
nacer para meternos en los asuntos del Padre, del Reino, y tomar nuestro lugar en el plan de Dios.
Pero aun siendo cristianos y habiendo tomado la decisión de seguir a Cristo, a veces es posible
percibir todavía, hábitos, costumbres y una cultura de vida que alimenta en los corazones los
deseos de la carne. Sabemos que las obras de la carne van en contra de las obras de Espíritu de
Dios (Romanos 8:6-7) y aún estando “en Cristo” podemos tener áreas en nuestra vida que todavía
no hayan muerto, y por ende en ellas, estar operando desde la vieja naturaleza, desde la “vieja
vida” o el viejo hombre, que aún no ha muerto y vuelto a nacer.
A medida que vamos creciendo en el conocimiento de Dios, nuestros deseos van cambiando (o
deberían hacerlo): ya no nos enfocamos en nosotros, en nuestros deseos, en satisfacer nuestras
necesidades, sino en lo que el Padre quiere de nosotros. Pero, ¿qué pasa si aún siento que no está
pasándome esto?, ¿Qué pasa si todavía sigo haciendo lo que no quiero y lo que sé que no debo, tal
como le pasaba a Pablo? (Romanos 7:19-20), ¿Qué pasa si aún me siento atraído o atraída por lo
que mi condición humana me impulsa a hacer más que lo que mi espíritu anhela hacer? Puede
suceder que todavía esté atrapado/a en la transición de la ley (lo que me “marca” qué es correcto
y qué no) y la vida del espíritu (cuando los deseos de mi corazón están alineados a los del Padre).
Una pregunta muy importante: _*¿cómo se si he muerto al pecado, al “viejo hombre”
verdaderamente?*_ Morir al viejo hombre no es poner diezmos o dejar de decir “malas palabras”,
morir al viejo hombre es dejar de desear todo aquello que la ley dice que no podemos hacer, es
aplastar la ley que nos lleva a no hacer cosas que en realidad sí deseamos y que no las hacemos
porque “no se puede”. _*Morir es dejar de desear, no es dejar de ejecutar acciones porque la
biblia dice que es pecado, sino que realmente dejen de formar parte de nuestra naturaleza*_.
_(David E. Fornero)_.
Si siento que aún estoy en ese lugar de transición entre querer hacer lo que debo pero hacer lo
que no quiero, es porque todavía no he muerto por completo. Entonces es momento de tomarse
un tiempo para conversar con el Señor, pedirle que traiga a la luz aquello que hay en nosotros, y
revisar: ¿qué aspectos de la vieja naturaleza aún habitan en mí?, ¿en qué asuntos está puesta mi
mente la mayor parte del tiempo?, ¿en qué pienso?, ¿de qué cosas estoy alimentando mi corazón,
mi alma?, ¿qué deseos hay en mi corazón?, ¿conozco al Padre y lo que Él desea, su plan, sus
propósitos?, ¿Cuánto tiempo ocupo en buscar de Dios?, ¿para qué lo busco cuando lo hago?, ¿sigo
pensando más en mí que en Él?
Y recordemos lo que dice Hebreos 4:15:16. Tenemos un sumo sacerdote que conoce todas
nuestras debilidades y pecados, porque en todo ha sido tentado como nosotros, pero sin pecado.
Por lo tanto, podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y
gracia para la ayuda oportuna.

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