Está en la página 1de 2

*El silencio no siempre es oro*

Desde que Adán y Eva desobedecieron a Dios, la tendencia a cubrir nuestro pecado ha
formado parte de nuestra naturaleza pecaminosa (Gen. 3:7-8). Aún después de haber
sido redimidos en Cristo y que el Espíritu Santo more en nosotros, a menudo
batallamos con el _engaño_, y Dios no puede trabajar en bendecir ni avivar un corazón
que se rehúsa a la verdad.

David aprendió esta lección “por las malas”. Aunque fue elegido por Dios para ser un
líder, rechazó la ley de Dios y cometió el pecado de adulterio (2 Samuel 11). Podría
haberle evitado a su hogar y a su reino muchos meses de angustia si simplemente
hubiera decidido ser honesto acerca de su falta. En vez de eso, eligió esconderlo,
cubrirlo y negar su mala conducta.
David le mintió a la mujer con la que cometió adulterio, al esposo, a sus guardias. Vivió
una mentira frente a su pueblo. Se mintió a sí mismo actuando como si lo que hizo no
hubiera sido tan malo, pensando que podía salirse con la suya y que no habría una
consecuencia mayor. Por encima de todo, David *le mintió a Dios tratando de cubrir su
pecado y rehusándose a reconocerlo y confesarlo*.

El *Salmo 32* es el relato de David contando el proceso por el cual él descubrió el gozo
profundo de experimentar la misericordia y el perdón de Dios.
Por casi un año, David vivió con *el Espíritu Santo dándole convicción y presionando su
alma*. Guardar silencio acerca de su mal obrar, rehusándose a confesar su pecado,
solo profundizó la angustia en David. Se deterioró física, emocional y espiritualmente.
Si le pasó a David, nos puede pasar a nosotros. Somos tan vulnerables a las trampas
del pecado como él lo era, y tan hábiles como él para tratar de enmascarar nuestra
falta, ¡aún sin darnos cuenta! Por esto es tan importante examinarnos diariamente en
intimidad con Dios y pedirle que traiga a la luz, delante de nosotros, todo aquello que
haya oculto y nos esté impidiendo tener gozo, paz y ser utilizados por Él plenamente.

Cuando leemos los versículos que inician el Salmo 32, casi podemos escuchar el gozo y
alivio que vuelve al espíritu de David. Cuando finalmente renunció a su orgullo, se
humilló y fue honesto con Dios y con los demás acerca de su pecado, el alivio del cielo
se derramó sobre él, el peso de su iniquidad fue levantado y perdonado su pecado.

*Dios está dispuesto a cubrir todo pecado que estemos dispuestos a descubrir delante
de Él, en honestidad, confesándonos y arrepintiéndonos verdaderamente*.

Como hijos, ministros y siervos del Señor, sabemos que es de suma importancia
mantenernos en un estado constante de humildad delante del Señor, dispuestos a ser
honestos con Él y con los demás acerca de nuestra condición espiritual. Sabemos que
podemos fallar y caer, ¡pero no podemos quedarnos ahí! Si confesamos nuestras
transgresiones y nos arrepentimos verdaderamente, hallaremos la misericordia de
Dios, y Él nos brindará de su gracia para superar lo que sea necesario. Y, lejos de ser
condenados (por Dios o por las personas), experimentaremos el gozo, la paz y la
libertad que trae la honestidad.
Doy gracias a Dios por este grupo de amigos con quienes es posible (y necesario)
hablar de todo, lo bueno y lo malo. No importa lo que cada uno esté atravesando, es
bueno saber que contamos los unos con los otros para animarnos, acompañarnos,
alegrarnos, ayudarnos, etc., y esto también agrada al Señor: vivir en comunión con Él y
entre nosotros.

También podría gustarte