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10 DE ABRIL

ORANDO ANCLAMOS NUESTRA VIDA A DIOS


Cita del día:
Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma; nos conduce a través
de la cortina al santuario interior de Dios.
—Hebreos 16:9

Los que procuran refugiarse en el Señor pueden amarrarse a la confianza que


inspiran sus promesas y a la entereza de su carácter. Para ayudarnos a
entender el efecto que puede tener esta postura sobre nuestra vida, el autor
emplea una de las geniales alegorías que aparecen con tanta frecuencia en las
Escrituras: un ancla.

● La capacidad de una nave para deslizarse por el agua se ve facilitada por


ese fenómeno peculiar que permiten los líquidos: la flotación.
● Este efecto reduce al mínimo la resistencia que experimenta la
embarcación.
● Además, por estar en el agua, se evita el desafío de los obstáculos que
existen sobre la tierra: árboles, rocas, ríos, montañas, acantilados y otras
manifestaciones de la naturaleza que pueden entorpecer grandemente el
avance hacia un objetivo.
● La misma libertad de movimiento que tanto facilita el movimiento del barco
en el agua, se vuelve un problema, sin embargo, a la hora de detenerse.
● No tiene a qué aferrarse, ni tiene modo de evitar el arrastre natural de las
corrientes que son parte del mar.
● Aun cuando baje las velas o apague el motor, continuará deslizándose por
el movimiento natural que hay en el agua.
● Los navegantes resolvieron este problema con la invención del ancla.
● De esta manera, proveyeron para las embarcaciones un punto de fijación
que no existe en la superficie.
● Cuando el capitán de un buque decide detenerse en un lugar, lo primero
que hace la tripulación es bajar el ancla.
● Esta se arrastrará por el fondo del mar hasta lograr enterrarse lo suficiente
como para sujetar el buque.
● No importa cuán profundo esté el ancla, porque la cadena es la que une la
firmeza del ancla con la libertad del barco y, efectivamente, lo inmoviliza.
● El ancla permanece in-móvil, aun en medio de una violenta tempestad, y
esta inmovilidad es la que le da seguridad al barco.
● Así es el discípulo que ha amarrado su vida a la persona de Jesús y sus
incondicionales promesas.
● Él reina de manera inconmovible, una roca firme que ninguna tormenta
puede afectar.
● El discípulo, en cambio, puede encontrarse en medio de burlas,
cuestionamientos, pruebas, dudas, desánimo y persecución.
● Todas estas condiciones podrían fácilmente disuadirlo de seguir
caminando con Jesús.
● Una vez que se suelta de la mano de Cristo, queda a la deriva
«zarandeado por las olas y llevado de aquí para allá por todo viento de
enseñanza» (Efesios 4.14, NVI).
● La confianza imperturbable en Dios es la cadena que lo sujeta al ancla: la
persona de Cristo mismo.
● Ninguna tormenta logra desviarlo de su cometido, que es seguir a Jesús
dondequiera que vaya.

Pensamiento del día:


«Mi corazón está confiado en ti, oh Dios; mi corazón tiene confianza. ¡Con razón
puedo cantar tus alabanzas!» —Salmo 57.7

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