Cita del día: Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma; nos conduce a través de la cortina al santuario interior de Dios. —Hebreos 16:9
Los que procuran refugiarse en el Señor pueden amarrarse a la confianza que
inspiran sus promesas y a la entereza de su carácter. Para ayudarnos a entender el efecto que puede tener esta postura sobre nuestra vida, el autor emplea una de las geniales alegorías que aparecen con tanta frecuencia en las Escrituras: un ancla.
● La capacidad de una nave para deslizarse por el agua se ve facilitada por
ese fenómeno peculiar que permiten los líquidos: la flotación. ● Este efecto reduce al mínimo la resistencia que experimenta la embarcación. ● Además, por estar en el agua, se evita el desafío de los obstáculos que existen sobre la tierra: árboles, rocas, ríos, montañas, acantilados y otras manifestaciones de la naturaleza que pueden entorpecer grandemente el avance hacia un objetivo. ● La misma libertad de movimiento que tanto facilita el movimiento del barco en el agua, se vuelve un problema, sin embargo, a la hora de detenerse. ● No tiene a qué aferrarse, ni tiene modo de evitar el arrastre natural de las corrientes que son parte del mar. ● Aun cuando baje las velas o apague el motor, continuará deslizándose por el movimiento natural que hay en el agua. ● Los navegantes resolvieron este problema con la invención del ancla. ● De esta manera, proveyeron para las embarcaciones un punto de fijación que no existe en la superficie. ● Cuando el capitán de un buque decide detenerse en un lugar, lo primero que hace la tripulación es bajar el ancla. ● Esta se arrastrará por el fondo del mar hasta lograr enterrarse lo suficiente como para sujetar el buque. ● No importa cuán profundo esté el ancla, porque la cadena es la que une la firmeza del ancla con la libertad del barco y, efectivamente, lo inmoviliza. ● El ancla permanece in-móvil, aun en medio de una violenta tempestad, y esta inmovilidad es la que le da seguridad al barco. ● Así es el discípulo que ha amarrado su vida a la persona de Jesús y sus incondicionales promesas. ● Él reina de manera inconmovible, una roca firme que ninguna tormenta puede afectar. ● El discípulo, en cambio, puede encontrarse en medio de burlas, cuestionamientos, pruebas, dudas, desánimo y persecución. ● Todas estas condiciones podrían fácilmente disuadirlo de seguir caminando con Jesús. ● Una vez que se suelta de la mano de Cristo, queda a la deriva «zarandeado por las olas y llevado de aquí para allá por todo viento de enseñanza» (Efesios 4.14, NVI). ● La confianza imperturbable en Dios es la cadena que lo sujeta al ancla: la persona de Cristo mismo. ● Ninguna tormenta logra desviarlo de su cometido, que es seguir a Jesús dondequiera que vaya.
Pensamiento del día:
«Mi corazón está confiado en ti, oh Dios; mi corazón tiene confianza. ¡Con razón puedo cantar tus alabanzas!» —Salmo 57.7