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COBERTURA DIVINA EN LAS TORMENTAS DE LA VIDA.

Texto Bíblico: Hechos 27:20-25 20  Y no apareciendo ni sol ni estrellas


por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya
habíamos perdido toda esperanza de salvarnos. 21  Entonces Pablo,
como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de
ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme
oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y
pérdida. 22  Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá
ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.
23 
Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy
y a quien sirvo 24  diciendo: Pablo, no temas; es necesario que
comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que
navegan contigo. 25  Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque
yo confío en Dios que será así como se me ha dicho.

INTRODUCCIÓN
Cuando uno lee este penú ltimo capítulo de los Hechos pareciera estar
oliendo el aire salado del mar, escuchando el canto de las aves ribereñ as,
así como el sonido del viento y del mar, mientras el barco se desliza
suavemente. Pero la historia que Lucas va a narrar tiene que ver con una
tormenta repentina y a Pablo como protagonista. 
Así que la historia ha cambiado. Ya Pablo no está al frente de ningú n
concilio ni de gobernantes. Ahora es un prisionero que está en un barco y
va rumbo a Roma, la ú ltima parada de su vida terrenal. Sin embargo, las
pruebas no han terminado.
Lo que vamos a estudiar hoy nos recuerda que en la vida hay días
hermosos, llenos de luz y una brisa calmada, pero también hay días llenos
de nubarrones donde una tormenta repentina pudiera cambiar la
tranquilidad de la vida y luego crear un estado de zozobra con el que se
roba la paz. Nos recuerda que no hay miel sin abejas, ni rosas sin
espinas. Sólo picará la abeja a quien torpe la maneja. Salmo 32.8,9
“No se hizo la miel para la boca del asno”, nos da a entender que las
cosas delicadas o primorosas sólo lo son para quien tiene
discernimiento y gusto para conocerlas.
Le pregunto ¿có mo reaccionaría usted al saber que el barco en el que
navega se le ha notificado que va rumbo a la boca de una tormenta?
¿Có mo reaccionó Pablo? Como siempre lo hizo.
Las veces que estuvo preso, terminó siendo el líder de la cá rcel. Cuando
estuvo frente a los reyes como prisionero, terminó siendo el juez. Ahora
véalo en el barco como un prisionero, pero pronto siendo el capitá n de la
nave.  Así que mientras los presos estaban paralizados de pá nico, algunos
dispuestos salir y huir por la tormenta, él les invita a calmarse, a comer y
tener buen á nimo.
Pablo estaba seguro en el barco porque sabía que su Señ or estaba con él.
Hay muchas formas de enfrentar las tormentas. La tecnología moderna
nos ayuda para no tomar riesgos innecesarios para enfrentar una
tormenta si hemos sido avisados.
Pero hay otras tormentas que no avisan y si no estamos preparados
cuando vienen nos pueden afectar enormemente. ¿Quién estaba
preparado para la tormenta del Coronavirus? Vino de repente y hoy
asistimos a lo que algunos llaman una “tormenta perfecta”. ¿Qué debemos
saber cuá ndo hay una tormenta repentina?
Las tormentas de la vida son para limpiar el corazón ...de vez en
cuando es bueno dejar que los vendavales se lleven lo que nos hace
mal.
DIOS quita, pero cuando devuelve, MULTIPLICA... Buenas cosas vienen
para los que creen, para aquellos que son pacientes, pero las Mejores
vienen para los que no se rinden.
I. ALGUNAS TORMENTAS YA HAN SIDO ADVERTIDAS
a. En el invierno no debe viajarse (verss. 9-10)
Casi nadie viajaba en el invierno. La advertencia de Pablo fue muy clara.
Como hombre y profeta de Dios algo ya le decía que aquel viaje estaría
acompañ ado de fuertes tempestades. Su radar espiritual ya había
identificado un eminente peligro en la distancia.
En la intervenció n de Pablo percibimos la diferencia entre meterse en una
tormenta por las acciones deliberadas, donde solo actú a la sabiduría
humana, que aquellas que nos vienen repentinamente. La confianza en la
experiencia humana no siempre funciona para mantener el barco a
flote en medio de la tormenta.
Puede que usted sea un gran conocedor de los “mares de la vida”, pero
debe recordar que Dios es el dueñ o de las tempestades. En este pasaje se
puede ver có mo en ocasiones los hombres le dan má s crédito a la
supuesta “sabiduría” del mundo que a los hombres que tienen una
relació n con Dios (vers. 11). Así que no resulta extrañ o que seamos
arrastrados hacia el “ojo del huracá n” por las decisiones de otros. Hay que
oír primero la voz de Dios para entonces seguir el consejo de los hombres.
¿A quién oye primero cuando está en una tormenta?
b. La brisa suave no siempre es una señal segura (vers. 13)
Hay hombres que son má s dados a seguir las señ ales de los tiempos que
usar la sabiduría y las advertencias de los má s sabios; pero, sobre todo,
las advertencias de la palabra misma. Los protagonistas de esta larga
travesía dieron por sentado que la brisa suave que ya sentían y que
divisaban en el horizonte era suficiente para seguir un viaje que a todas
luces se veía muy peligroso. Mis hermanos, las tempestades tienen
muchos orígenes y siempre vienen cuando los hombres está n má s
confiados. Cuando se desató el diluvio todos estaban en sus propios
negocios y no creyeron las advertencias del predicador Noé. Cuando se
levantó la tempestad en el barco donde iba Joná s se debió a que él no oyó
a Dios. Pero también es cierto que algunas veces una tempestad se levanta
cuando el mar está sereno. Este fue el caso de los discípulos al cruzar el
mar. Allí el Señ or demostró su poder.
Hay tempestades que vendrá n en el momento má s inoportuno, cuando
menos la esperamos. Esto es lo que está sucediendo ahora. El mundo
parecía vivir en una gran bonanza, como si nada pudiera pasar, pero
ahora una gran tormenta ha tocado la embarcació n de nuestras vidas y
nuestro barco está colapsando.

II. HAY TORMENTAS QUE OBLIGAN A SOLTARLO TODO


Cuando el barco queda sin nada y a la deriva solo quedamos al amparo del
Altísimo. Esto lo supo Pablo y nos deja esta verdad.

a. Podemos tener confianza en la tormenta (verss. 22-23)


La percepció n que uno tiene de este pasaje es que hay 275 personas
aterrorizadas. El rugir de las olas, el ataque inclemente del viento junto
con mucha lluvia, el movimiento del viejo barco soná ndole todo su
caparazó n, había hecho que aquello pareciera una escena de terror, donde
se oyen gritos y se ve una ansiedad continua.
Pero allí está un hombre sereno, con una gran paz en la tormenta. Allí está
un creyente que conoce al Dios de las tormentas, por lo tanto, él sabe que
no está n solos. Ese hombre ya había echado una de sus poderosas anclas
en el mar: la de la comunió n con su Señ or. Por lo tanto, si la presencia del
Señ or forma parte inseparable de nuestras vidas, aú n un “Euroclidó n”
será una breve brisa.   “Cuando hay una tormenta  los pajaritos se
esconden, pero las águilas vuelan más alto”
b. Se requiere de buen ánimo (vers. 25)
Una tormenta repentina es la má s grande prueba para saber cuá l es el
tamañ o de nuestra fe en Dios. Se ha dado cuenta que ni el capitá n del
barco, ni los que dirigían las velas, ni el centurió n pudieron animar
aquella congregació n llena de pá nico.
No vemos en los demá s tripulantes que algunos de ellos clamasen a algú n
dios, pero el Dios de Pablo, a quien habla y él responde, es aquel en quien
se puede confiar. Y es que la situació n era tan angustiante que tenían
catorce días sin comer (vers. 33).
Estaban encerrados por una tormenta que los tenía paralizados. ¿Y có mo
podían comer en medio de tanta zozobra? Hay pruebas que nos quitan el
apetito y lo que má s pensamos es que lo peor va a suceder mientras
avanzamos en medio de la tormenta. Solo la confianza en Dios trae paz en
la tormenta.
c. La importancia de la gratitud (vers. 35)
Una cosa interesante de las tormentas que Dios permite que nos sucedan
es asegurarnos que el pan que hay en el barco no perezca. Si bien es cierto
que ya en la nave no quedaba nada que no fuera echado en el mar, Dios se
aseguró no solo de salvar las vidas, pero también alimentarlas.
Fue así como Pablo, con la autoridad que Dios le había dado y sin
avergonzarse de orar en presencia de una congregació n de paganos, hizo
una oració n de gratitud al Padre por la comida, y a juzgar por los
resultados, fue una tremenda bendició n para todos (vers. 38).
La gratitud es la actitud que sostiene nuestra débil embarcació n. Nada nos
ayudará má s a vencer las pruebas que en medio de ellas apartemos
tiempo para agradecerle a Dios por todo.
III. ALGUNAS TORMENTAS GOLPEAN EL BARCO, PERO NO LA VIDA
No tengo temor de las tempestades, porque estoy perfeccionando y
aprendiendo a navegar.
a. Que nadie abandone el barco (vers. 31)
Dios te permite que llores, en ocasiones que grites, lo que
nunca va ha permitir es que te rindas.
El viento huracanado había hecho su trabajo en la “nave alejandrina”
(vers. 6). La desesperació n por alcanzar tierra mantenía a toda la
població n en vilo. Pero cuando los marineros pretendían abandonar el
barco, Pablo salió al encuentro con estas palabras: “Si éstos no
permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros”.
Pablo como el nuevo capitá n del barco ahora ha dado un “golpe de
autoridad”. É l sabe de la importancia de permanecer juntos en el barco
para ser salvos. Siempre que nos golpea una tormenta, la reacció n
humana es querer huir del momento por la desesperació n.
El asunto es que no podemos abandonar lo que Dios ha comenzado. La
tendencia de muchos creyentes es huir ante el primer problema.  Las
tormentas no cesará n porque abandonamos el barco. La tormenta
continuará hasta que se disminuye su furia, pero Dios nos llevará hasta la
orilla de la salvació n.
b. Salvándose como puedan (vers. 44) Se nos prometió una llegada
segura, no un viaje fácil
A Lucas no se le escapó ningú n detalle de este naufragio. Ningú n
tripulante, como lo había dicho Pablo, se perdió . Al final, y aunque el
barco fue golpeado por la tormenta cualquier parte de su estructura
sirvió para la salvació n de todos. ¿No es esto maravilloso?
Era necesario permanecer juntos para ser salvos.  Pablo había dado una
contundente advertencia (vers. 31). Dios hizo la provisió n de la salvació n
en la persona de su Hijo Cristo. Fuera de su cobertura estamos todos
perdidos. É l ha dejado sus instrumentos para que los hombres lo tomen y
al final sean salvos.
a. El ángel de Dios en el barco (vers. 23)
Lucas nos dice que el total de la tripulació n que navega hacia el “ojo del
huracá n” era de 276 personas (vers. 37). Pero la verdad es que nadie sino
solo Pablo sabían del tripulante 277 cuyo nombre era “el á ngel de Dios”.
¿Y quién era este nuevo integrante?
Pues nada menos que el Señ or Jesucristo. Pablo les dice que la noche
anterior tuvo una reunió n con él y que una vez má s le había ratificado que
ninguno de ellos moriría. ¡Qué alivio es este tipo de noticias!
"Las tormentas de la vida no indican la ausencia de Dios, así como las
nubes no significan la ausencia del Sol". "En la noche más oscura
JESÚS no abandona tu casa y en medio de la más fuerte tempestad,
tampoco abandona tu barca". Cuando el Señ or está presente en el barco
podrá haber pérdidas materiales, pero jamá s habrá pérdidas espirituales.
La sabiduría humana los había llevado a esta condició n. Pero ahora
el “á ngel de Dios” le dice: “No temas”.
Esta es la palabra má s importante que podemos escuchar cuando nos
encontramos en alguna tormenta. De acuerdo al estudio hecho, esta
palabra aparece 365 veces en la Biblia.  ¿No es curioso que estos sean
exactamente los días de un añ o?
b. La gran confianza (vers. 34)
Hay algo que queda muy claro en este viaje accidentado. Si bien es cierto
que hay un barco que navega hacia la tormenta, por la mala decisió n de
los que dirigen, el que tiene el control final de todo es Dios.
Cuando Pablo estuvo en Jerusalén este mismo “á ngel de Dios” le había
dicho también que no temiera, pues, así como había testificado en
Jerusalén era necesario que también lo hiciera en Roma. Entonces, ¿cuá l
va a ser el resultado de la tormenta? “Que el Señ or cumplirá su propó sito
en mi” como dijo el salmista.
¿Era la voluntad de Dios que el barco saltara después de la advertencia de
Pablo? ¡No! Pero la soberanía de Dios al final tornó todas las cosas para
bien. Las decisiones humanas no cambian los designios divinos. Pablo
llegaría finalmente a Roma. Los planes de Dios no los altera nada.
CONCLUSIÓN
Uno de los textos má s tristes de la Biblia aparece en esta historia: “Y no
apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una
tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos”
(vers. 20).
¿A caso no tiene una similitud este texto con lo que está pasando ahora
mismo en el mundo? ¿No es cierto que ahora mismo estamos en una
oscuridad abrumadora deseando que llegue el día?
¿Qué hace apreciado hermano cuando las estrellas se desvanecen de su
noche y cuando no aparece el sol de sus días? Pero la buena noticia de
esta tormenta repentina es que pasará pronto.
Si bien es cierto que ahora estamos en medio del ojo de la tormenta, en
medio de un huracá n llamado “Coronavirus” que está  haciendo estragos,
también es cierto que con nosotros está  “el Á ngel del Señ or” de quien
somos y a quien servimos mientras hacemos esta travesía.
Así que esta tormenta pasará pronto. Está por llegar la mañ ana gloriosa y
la vista de la tierra para estar a salvos. Es hora de confiar en el capitá n
que navega que nosotros en medio de este “Euroclidó n”, llamado también
“Coronavirus”. Y una vez que la tormenta termine, no recordarás como
lo lograste, como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la
tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa es segura. Cuando
salgas de esta tormenta, no serás la misma persona que entró en ella.
De eso se trata esta tormenta para los hijos de Dios. Todos
necesitamos días difíciles para aumentar nuestra dependencia de
Dios y aprender que “su gracia es suficiente”

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