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Grupo HISCOMALC
De la piedra al pixel
Innovaciones y reciclamientos en el campo de la
Historia de los Medios
PARTE II
Colección Didáctica HM
Grupo HISCOMALC – Colección Didáctica HM
De la piedra al pixel.
Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
ISBN: 978-987-86-8327-0
Archivo Digital: descarga y online
Facultad de Ciencias Sociales
PARTE II
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La ocasión nos recuerda, una vez más, las homologías estructurales que el mundo
hispanoamericano presenta tanto en su común herencia colonial como en los
recorridos que, aún con diferencias, llegan a la construcción de naciones y Estados
vinculados al nuevo mercado mundial capitalista propio de la era industrial, entre
ellos, su prensa periódica, matriz del sistema de medios de comunicación
contemporáneo.
1Publicado originalmente en: Revista Ciencias Sociales N° 91, julio de 2016. ISSN 1666-7301.
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de buenos Aires.
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Esta experiencia de décadas de periodismo estatal, durante muchas de las cuales fue
éste el único modo de periodismo, contrasta con las expectativas de sus protagonistas.
La intención de habilitar una prensa libre –en el marco de la ley- es en los gobiernos
patrios tan temprana como lo ejemplifican el primer ensayo reglamentario de marzo
de 1811, o el decreto del 2 de octubre de 1811 que resuelve un conflicto con el redactor
indicando que la Gaceta de Buenos Aires –que el Estado había fundado y sostenía
con recursos- era “un papel particular”. Desde el punto de vista de la opinión, son
notables tanto la resignificación de la frase de Tácito: “Tiempos de rara felicidad son
aquellos en que puede pensarse lo que se quiera y decirse lo que se piensa”, lograda
por Moreno al elevarla al encabezado de la Gaceta de un Estado que iniciaba un
proceso de ruptura institucional, como las apelaciones que ya en 1810 y en la pluma
del mismo Moreno o de Alberti, agregaban términos como “opinión pública” al
arsenal de tópicos que comenzaba a abrirse.
Desde entonces, prácticamente todos los gobiernos expresaron interés por promover
una prensa en manos particulares, semejante a la que se había desplegado en Gran
Bretaña y más recientemente en Estados Unidos y Francia, y otras tantas veces
juraron haberlo logrado y ser ejemplo de ello. Pero una y otra vez, la concreción de tal
interés no pudo realizarse plenamente hasta bien entrada la segunda mitad del siglo
XIX.
A ello se agrega que, cuando desde la década de 1820 comienzan en Buenos Aires
tímidos ensayos de periodismo privado –informaciones económicas y prácticas,
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Modelos periodísticos
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Como resultado, la transición del Estado al mercado se realizó por medio de dos
modelos predominantes: El de sustitución, que pone recursos y personal del Estado
para sostener periódicos estatales supliendo la ausencia de un sector privado, y el
modelo de transferencia, que intenta entregar una masa de recursos y auxilios a
actores privados (de la propia facción en una época de conflictos y guerras civiles)
para constituir la masa crítica de actores por fuera del Estado.
El modelo de sustitución surge por necesidad: ante la inexistencia del actor privado,
es el Estado quien cumple tanto las funciones de prensa como la promoción de las
condiciones para que surja un periodismo libre, basado en la sociedad civil,
independiente del Estado. Se forja durante la década revolucionaria de Mayo (1810-
1820) iniciado con la Gaceta de Buenos Aires, continuado con la proliferación
periodística de 1816, y completado en las décadas siguientes: El Argos de Buenos
Aires (1821-24), los periódicos encargados por Rivadavia, Viamont y Rosas a De
Ángelis, son buenos ejemplos de la continuidad de esta práctica que espera de sí
misma desaparecer cuando las condiciones cambien. Pero la lógica territorializada de
la brutal y prolongada guerra civil (sólo puede haber prensa de una facción allí donde
su propia fuerza armada controla la plaza) hace del modelo sustitutivo una elección a
largo plazo: Rosas no carecía de recursos propios para hacer uso de dispositivos de
prensa privados, pero opta por hacerlo desde el Estado, tanto en Buenos Aires como
en las provincias, modernización tecnológica, organizativa, temática y estilística
incluidos, Lo ejemplifican la Gaceta Mercantil, el Diario de la Tarde o el Archivo
Americano durante su segundo gobierno. Mientras asegura con mano de hierro la
unanimidad de discurso político en la prensa, permite, en cambio, el ingreso de
tipógrafos españoles y su establecimiento privado con ánimo de lucro, siempre que
no se ocupen de política y sobre todo, no insinúen críticas al gobierno. Mientras tanto,
la prensa en las provincias interiores es enteramente estatal, y no parece haber en ella
expectativas de cambio en otra dirección. El periódico oficia así de boletín oficial,
fuente de noticias, de posicionamientos del Estado frente a problemas y conflictos, de
información comercial y estadística y de fuente de material literario. Los periódicos
pueden girar 180 grados su posición respecto de la guerra cuando un enemigo toma
la plaza, pero no cambia la perspectiva de que no es necesario más que este periódico
en el lugar.
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Cuando sucede la Revolución de Mayo de 1810 no existe ningún actor privado que
solicite inmediatamente publicar: Belgrano continúa normalmente su Correo de
Comercio, y la primera Junta inicia la edición de una Gaceta. Pero tanto las simpatías
de los líderes de Mayo como –poco más tarde- los requerimientos externos
favorecerían el reconocimiento diplomático por el parlamento británico, presionan
en dirección a una prensa libre e independiente del Estado.
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Los esfuerzos que se realizan son notables: intentos de abrir la Gaceta oficial a voces
no oficiales, la invitación a publicar ideas sin censura, la reglamentación de la libertad
de imprenta en 1811, 1813, 1815 y 1817, los intentos de publicar periódicos
simultáneos por el Estado en 1811, 1815 y 1817, la habilitación para dos fugaces
periódicos de facción en 1812 –a cargo de Monteagudo- las declaraciones en los
propios periódicos, lo demuestran con creces. Pero hasta mediados de 1815 ninguna
de estas experiencias logra transferirse a agentes no estatales.
De algún modo nuestra simbología nacional honra tal origen: celebra el Día del
Periodista el 7 de junio, aniversario del primer número de la Gaceta de Buenos Aires,
en una las primeras –y contundentes- medidas de la primera Junta de Gobierno
patria puesta en funciones el 25 de mayo de 1810. Su organizador y redactor, Mariano
Moreno, aparece junto a la Gaceta como protagonista del paso fundador del
periodismo argentino.
Pero el eje de la decisión que opta por el 7 de junio está puesto en la ruptura
fundamental que se produce en el Estado aquel 25 de mayo, y en la comprensión
implícita de que una prensa cambia de naturaleza como consecuencia de tal ruptura.
Los periódicos de Belgrano, incluso el Correo de Comercio que llega hasta abril de
1811 aparecen así como una experiencia rica y valiosa pero propia de un ciclo histórico
que concluye con la ruptura de Mayo; la Gaceta de Buenos Aires impulsada por el
secretario de la Junta, aun reproduciendo todas las prácticas del gacetismo estatal de
la época absolutista, preanuncia una nueva era de transformación. Su peso simbólico
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se nota, entre otros detalles, en el hecho de que una década más tarde (1823) el primer
periódico diario en la región, impulsado por un impresor particular y amparado por
el Estado al punto de subsistir más de ocho mil números y tres décadas, elige como
nombre una combinación ecléctica de elementos precedentes y novedosos: La Gaceta
Mercantil. Lejos de asociar el término a un arcaísmo, lo absorbe como propio.
Es que no es menor el giro que supone la Gaceta de Buenos Aires. Dos siglos de
tradición de prensa absolutista asignaban un rol muy preciso a una “Gaceta de…” en
cada país: cada Estado absolutista publica una Gaceta desde mediados del siglo XVII,
y bajo ninguna circunstancia permite una segunda voz de estas características:
cuando en el siglo XVIII se habilitan otras publicaciones, son de otra índole: o
publicaciones eclécticas de conocimientos útiles, o compilaciones de ensayos
asociados a las sociedades patrióticas impulsadas por el propio Estado en cabeceras
estatales. El resto son los tradicionales sueltos de noticias de sucesos. Por ello una
Gaceta era símbolo de unidad y supremacía del Estado, defendida como bien militar,
como lo atestigua la evacuación de la imprenta del Estado desde París durante una de
las maniobras militares durante la Fronda en la Francia del siglo XVII.
Por ello la Gaceta de Buenos Aires, cuyo decreto de fundación data de apenas una
semana después del inicio del gobierno (2 de junio) encuentra su réplica en el único
centro urbano que disputa su legitimidad con otra Junta: Montevideo, que ya en
agosto de 1810 publica la Gaceta de Montevideo como voz legítima y oficial de su
propia Junta. Cuando en 1814 las tropas patriotas tomen Montevideo, lejos de
habilitarse una prensa favorable allí, se envía la imprenta a Buenos Aires. La voz del
Estado en Montevideo debe ser, más que nunca, la Gaceta de Buenos Aires.
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moderación necesaria para tal debate, que se desarrollaría “sin faltar al respeto
debido a los magistrados, al público y a los individuos en particular”, fijándose
complementariamente un tribunal de imprenta. Una tenue proliferación acompañó a
esta simultaneidad impulsada una vez más por el Estado: desterrados españoles o
retornados criollos de destierros londinenses se sumaron a funcionarios locales para
llevar la cota de títulos a media docena, capaces de abrir nuevas secciones o debates
políticos sobre la forma de gobierno.
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2 Publicado originalmente en: Pineda, Adriana, y Gantús, Fausta (Comp.): Miradas y acercamientos a la prensa decimonónica.
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica e
Instituto Mora. México, 2013.
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En el marco de los sinuosos pero muy acelerados tránsitos desde la economía colonial
hasta el modelo agroexportador, y desde el virreinato al Estado nacional, el
periodismo argentino realiza un recorrido que puede resumirse, parafraseando a P.
Flichy, en la expresión “del Estado al mercado”: en un extremo de la línea de tiempo,
la imprenta estatal organizada con todas las características de una concesión propia
de la época absolutista, y un primer semanario, a partir de 1801, a imagen y semejanza
de los que se habían editado en España en la segunda mitad del siglo XVIII, al amparo
de los reinados aperturistas ante la ilustración, de Fernando VI y Carlos III. En el
otro, un amplio y variado mercado para la industria gráfica, con grandes diarios y
revistas nacionales configurando la matriz fundamental de la industria cultural
argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Durante este recorrido de cien años, el interés por las cuestiones educacionales,
formativas de la nueva civilidad es una constante, incluso entre modelos muy
diferentes de prensa y periodismo. Las inquietudes a favor de las virtudes, las luces,
las artes, las ciencias, el comercio, aparecen ya en el período tardo colonial, en torno
a la Sociedad Patriótica y del Buen Gusto, el semanario Telégrafo Mercantil, primero
en la región, y las iniciativas progresistas de la elite comercial y funcionarial. La
Revolución de Mayo hereda estas preocupaciones, expresadas en el impulso a nuevas
iniciativas educacionales, la creación de la primera biblioteca pública, su interés por
el periodismo, y nuevas inquietudes industriosas que incluyen la esperanza de
fabricación local de papel. La época más dura y polarizada de las guerras civiles
muestra sorprendentes coincidencias en los discursos de los contendientes cuando se
trata de los proyectos a consolidar cuando triunfe la propia facción: crear un sistema
de gobierno republicano, extender la educación básica, fomentar la inmigración, las
vías de comunicación, la prensa libre, los derechos ciudadanos, el progreso
económico. La consolidación de la organización constitucional del país refuerza esta
perspectiva, y en ese marco, la prensa halla para sí un marco de evolución natural
desde las preocupaciones iluministas y neoclásicas de los primeros años, pasando por
las dos generaciones románticas y llegando a la generación de 1880 atravesada
simultáneamente por el positivismo y las nuevas preocupaciones espirituales del
modernismo. A su vez, a lo largo de todo este período histórico, la evolución de los
modos y sentidos de las nociones de representación, opinión, y luego opinión pública,
presenta mutaciones equivalentes en rapidez y magnitud: desde la rígida estructura
piramidal de la sociedad colonial, donde las prácticas representacionales concuerdan
con la hoy clásica nominación habermasiana de publicidad representativa, y hacen
presente una primacía de las condiciones indiciales por sobre las más plenamente
simbólicas, hasta la emergencia y consolidación de un régimen político-electoral de
legitimación de la autoridad estatal basado en la conquista de la opinión, donde la
prensa periódica ocupa un rol destacado. La historiografía argentina de las últimas
dos décadas ha abordado en profundidad esta veloz transición hacia nuevas formas
representacionales y de rol de la opinión en la construcción de las instituciones y de
los modos de reconocimiento de las autoridades legítimas (Molina, 2008; Ternavasio,
2002, 2007; González Bernaldo, 2008; Garavaglia, 2007; Lettieri 2003; Lettieri y
Sábato, 2003; Herrero, 2006; Díaz, 2005, 2012). Aunque existen diferencias de
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¿Cómo evoluciona una prensa rioplatense que nace en las postrimerías de la colonia
y es vista como práctica inherente a los modernos Estados hacia los que mirarán las
elites criollas apenas iniciada la guerra contra la metrópoli? ¿Sigue los mismos
trayectos que la transformación de las nociones de representación y opinión en
relación con la construcción del Estado y la sociedad civil? ¿O establece sus propios
recorridos en esa trama de relaciones? En este trabajo consideraremos un período
decisivo de esta configuración: los primeros seis años de la década que transcurre
entre la Revolución de Mayo y la disolución de la autoridad nacional en 1820. Se trata
de una década de fuertes expectativas en la ilustración y las crecientes libertades
esperables de las nuevas formas de gobierno que comienzan a discutirse tras el
colapso de la autoridad metropolitana y el mayor contacto con las experiencias
parlamentaristas. Por ello, de enormes expectativas en la prensa periódica y los roles
que –según las “corrientes del Siglo”- puede y debe cumplir.
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resultando bastante claro que el momento de cese de la publicación tiene que ver con
la imposibilidad de difundir más noticias sobre la guerra contra la invasión
napoleónica sin dar cuenta de la derrota, y con ella, de que la legitimidad del virrey
podía subrogarse.
Esas condiciones favorables parecían sostenerse sin grandes transformaciones en
relación con las reglas de la autoridad colonial incluso en los meses sucesivos a la
Revolución de Mayo: el Correo de Comercio no cambió en lo más mínimo entre sus
publicaciones realizadas antes y después de la Revolución, hasta su cese en abril de
1811. Sus contenidos podrían haber sido los mismos si la Semana de Mayo no hubiese
sucedido. La ambivalencia del contenido del ensayo más “político” de Belgrano,
referido a las causas del progreso de las naciones, permitía –como hubiese sucedido
50 años antes en la metrópoli- realizar afirmaciones que hicieran felices a las mentes
más progresistas de las sociedades patrióticas, y a las autoridades del Estado, cosa
que explícitamente recuerda Belgrano en sus Memorias. Lo mismo puede afirmarse
con respecto a la fundación de la Gaceta. Su presencia no sólo cuenta con el
antecedente de 1809, sino con una larga historia de impresiones en capitales de países
o provincias importantes, y muy especialmente, en momentos en que es preciso
afianzar la unidad del discurso de legitimidad de la autoridad estatal. De allí que
mientras en las grandes capitales imperiales europeas la gaceta oficial se mantuvo en
forma ininterrumpida desde el siglo XVII, en las zonas más conflictivas y en riesgo de
apropiación por otros Estados o fuerzas, esta práctica se hace presente ad hoc durante
los momentos más álgidos de conflicto, y cesan porque sin el interés estatal por
sostenerlas, tampoco existe un marco de lectores y contratantes de avisos para hacer
viable su mantenimiento por concesión.
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se hizo cargo como empleado con sueldo. Pero tras la creación del Triunvirato (23 de
septiembre), el redactor no quedó en buena posición respecto de la fracción
triunfante. El 3 de octubre se publicaba en la Gaceta una aclaración dejando
constancia de que ella no era un periódico ministerial (es decir, una “Gaceta” en el
sentido que se le había dado en Europa bajo el absolutismo, cuando “ministerial” era
una confirmación de origen explícita y positiva en sus connotaciones), sino un “papel
particular” (es decir, un periódico en el moderno sentido burgués):
Teniendo presente este gobierno, que generalmente se cree, que la Gaceta de esta capital es un
periódico ministerial, por el que explica el mismo gobierno sus principios: ha venido en declarar,
que no es el citado periódico más que un papel particular. Y así, para remover equivocaciones en el
artículo de Buenos Aires, cuando haya que publicar algo del gobierno, se pondrá la nota: de oficio.
Buenos Aires, 2 de octubre de 1811 – Feliciano A. Chiclana, Manuel de Sarratea, Dr. Juan José Paso.
– Bernardino Rivadavia, secretario5
5 Supremo Triunvirato, “Decreto”, Gaceta de Buenos Aires N° 71, 3 de octubre de 1811. Reproducida
en: Gaceta de Buenos Aires, Reproducción facsimilar. Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática,
1910-1915, t. II p. 779.
6 Decreto del Supremo Triunvirato, 5 de octubre de 1811. Texto reproducido en: Beltrán, Oscar R.,
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7Supremo Triunvirato, “Decreto sobre libertad de imprenta”, Gaceta de Buenos Aires N° 75, 31 de
cctubre de 1811. En: Gaceta de Buenos Aires, Reproducción Facsimilar, Buenos Aires, Junta de
Historia y Numismática, 1910-1915, t. II, pp. 840-842.
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inserta el decreto dado por el gobierno en este particular, se previene que las gacetas número 12 y
14 son del nuevo editor, y que las que en adelante trabaje el antiguo llevarán las iniciales de su
nombre. Vicente Pazos Silva9
Monteagudo contestó en la Gaceta del día viernes 27. Anunciaba que, dado que el
gobierno es sólo un ministro de la ley, cuando el mismo se saliese de los cauces legales
lo atacaría sin miramientos, porque para ello le daba derecho incontestable “la parte
de soberanía” que reside en cada ciudadano. La sucesión de sueltos autoafirmatorios,
la poca experiencia de coexistencia de voces y la participación de ambos en las intrigas
en curso llevaron a ambos a un sordo enfrentamiento. Monteagudo busca reafirmar
su lugar de escritor público avalado por el gobierno. En ese mismo número publicaba
que había presentado su renuncia en la creencia de que el gobierno “había tomado a
mal” un suelto suyo, y que aclaradas las cosas y ratificado el apoyo a “la libertad de
imprenta”, la renuncia le había sido rechazada. Los partidarios de Monteagudo, por
su parte, quemaron simbólicamente en un encuentro en el café de Marco algunos
ejemplares de la Gaceta del 31 de diciembre, repudiando el siguiente suelto de Pazos.
El Censor y la Esfera Pública inexistente
Una semana después, Pazos Kanki reacciona frente a esta afrenta con un acto que
presuponía posible la pluralidad de voces en Buenos Aires, bajo el presupuesto
estatal: transforma, desde el martes 7 de enero de 1812, la edición de los martes de la
Gaceta, en El Censor, semanario que ahora aparecía como la contraparte de la Gaceta
de los viernes. Mientras tanto, el grupo de Monteagudo intentaba una maniobra tan
novedosa como riesgosa: formar una sociedad patriótica pero no ya como un espacio
donde estuviese reunida toda la elite local, como lo había hecho el Virrey de Avilés en
1801, sino sentando las bases de lo que podría transformarse en un club político,
reagrupando a los jóvenes más briosos que en 1810 habían secundado el amago de
independencia de Moreno respecto de la jefatura de la Junta. Desbandados tras el
movimiento del 5 y 6 de abril de 1811, consideraban propicio el momento, con
Monteagudo, su referente y mejor orador, a cargo de la Gaceta. El 10 de enero la
propia Gaceta publica el anuncio de reunión constitutiva de la sociedad patriótica
para el día 13. Esta sociedad acrecentaría su influencia en los asuntos del Estado a lo
largo del año, particularmente por medio de su acercamiento a los recién llegados San
Martín, Alvear y Zapiola, esto es, a la logia Lautaro.
La duración de la primera experiencia de simultaneidad de periódicos en Buenos
Aires no podía ser mucha. Aunque la intención existió, como lo demuestra el decreto
del 20 de febrero que asignaba mil pesos anuales a cada uno de los redactores como
pago por sus servicios, menos de tres meses después de iniciada, la experiencia se
cortó por decisión del propio gobierno, en un momento de crisis que incluyó el retiro
de Juan José Paso del gobierno por algunos meses. El 25 de marzo de 1812, el
gobierno hace cesar ambos títulos fundamentando la decisión en evitar el extravío de
9 Pazos Silva, Vicente, “Aclaración”, Gaceta de Buenos Aires N° 16, 24 de noviembre de 1811,
Reproducción Facsimilar, Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática, 1910-1915, t. III, p. 68. El
número 16 de la Gaceta corresponde a la reiniciación numérica de noviembre de 1812. Equivale al
número 91 de la serie original iniciada el 7 de junio de 1810.
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10 Cfr. Beltrán, Oscar R., Historia del Periodismo Argentino, Buenos Aires, Sopena, 1943. Sobre este
tópico todas las historias generales del periodismo posteriores (J. R. Fernández, C. Galván Moreno, o
más recientemente, Miguel Ángel de Marco, abrevan, a su vez, en el trabajo de Juan Canter:
Monteagudo, Pazos Silva y El Censor de 1812, Buenos Aires, Peuser, 1924.
11 Cfr. Canter, Juan, Monteagudo, Pazos Silva y El Censor de 1812, Buenos Aires, Peuser, 1924.
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para dirigir la opinión pública”); el periódico es algo diferente del Estado y a su vez
tiene una misión en cuanto a su buena marcha (“yo estaré siempre alerta para apoyar
o impugnar las opiniones ministeriales, aunque cargue sobre mí la execración de los
tiranos y el escándalo de los esclavos”); explícito apoyo a la independencia (“será un
escándalo ahorrar la sangre de nuestras venas cuando se trata de consolidar la
independencia del Sud”)12. Pero la experiencia, siendo la más avanzada hasta
entonces, tampoco tenía posibilidades de durar. Y el cierre se debió nuevamente, a
vaivenes en las relaciones de fuerza al interior de las fracciones que conducían el
Estado en esta transición: el modo en que fue convocada la Asamblea, los conflictos
en cuanto a las representaciones del interior, y sobre todo, su condición de suprema
o no respecto del gobierno. El triunfo de este último y la disolución de la Asamblea y
del Ayuntamiento cerraría por algunas semanas el capítulo.
Un mes después del cese de Mártir o Libre, la Sociedad Patriótica y Literaria volvía a
la carga con el El Grito del Sud. Tras un prospecto invitando a la suscripción, apareció
el número 1, simbólicamente, el 14 de julio. El Grito del Sud fue también un
semanario, con salida los martes, impreso en la misma imprenta mencionada. Se
asigna su redacción a Francisco José Planes, presidente de la Sociedad en ese
momento, y firmante de varios de sus artículos. Esta experiencia tendría una duración
mucho mayor que el Mártir o Libre, alcanzando los 30 números, cesando el 2 de
febrero de 1813. Esta vez, el periódico aparecía explícitamente como órgano de la
sociedad, presentando las actividades que ésta realizaba y difundiendo sus puntos de
vista, constituyéndose en el primer órgano no estatal regular de nuestro país. Ya en el
prospecto inicial indicaba:
Propiedad, libertad, seguridad, todos esos dotes naturales y preciosos están hoy en nuestras manos.
Sólo un exceso de apatía e indolencia pudieron conducirnos nuevamente al miserable estado en que
yacíamos, cuando por un esfuerzo sólo digno de los habitantes de la América, sacudimos de una vez
y para siempre las ignominiosas cadenas que nos oprimieron, hasta el (…) memorable día del 25 de
mayo de 1810. El suelo del que aún no éramos dueños, con ser nuestro, lo hemos tomado ya en toda
propiedad; los brazos, antes libres sólo para forjar nuestras cadenas, y trabajar en provecho de unos
inicuos opresores, podemos aplicarlos sin cesar en el fomento de la agricultura y de las artes, única
riqueza permanente, y a que nos llama con imperio la situación local de nuestros países; el
pensamiento y la razón, degradados hasta aquí por el envilecimiento de la esclavitud, han recobrado
su libertad y su energía y podrán ser aplicados en el adelantamiento de la industria y de las ciencias
sin las cuales debe ser necesariamente precaria y dependiente la felicidad de los Estados. 13
Como puede observarse en esta cita, los discursos de Monteagudo, si bien resultan
incendiarios en relación con el grado de opresión de las conciencias con que se vivió
hasta 1810 (censura, carencia de derechos, persecuciones, arbitrariedades), no
parecen ajustarse a la imagen de “jacobinos” con que quiso pintarse muchas veces a
Monteagudo o a Moreno. El texto precedente es más análogo a las reivindicaciones
de derechos de la creciente burguesía inglesa en la época de 1648 que a las de la
12 El Grito del Sud, “Prospecto” (sin firma), El Grito del Sud, Prospecto, 14 de julio de 1812,
Reproducción Facsimilar, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961.
13 Ídem.
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Hacia la independencia
El breve e intenso lapso del directorio de Alvear en los primeros meses de 1815 provocó
cambios decisivos en los modos de afrontar las perspectivas de construcción estatal en
el Río de la Plata; y abrió, luego, cambios aún más profundos, acordes con la magnitud
de las nuevas amenazas exteriores, así como los conflictos interiores ya plenamente
desatados. La derrota decisiva de las esperanzas de recuperar el Alto Perú, y el diseño
de una estrategia defensiva de largo alcance para impedir un nuevo avance realista
sobre Salta y Tucumán por parte de San Martín, coincidieron con las nuevas
amenazas que implicaba la reconstitución de la monarquía española. La vuelta de
Fernando VII no sólo dejaba sin sustento legal al gobierno que hasta entonces decía
representarlo, sino que implicaba una inminente invasión militar contra los patriotas,
en un contexto de derrota de todos los movimientos independentistas americanos: en
Chile, en México, en Colombia. En semejante situación, el tema de la independencia
entró en agenda de inmediato. La tendencia a partir de 1815 sería hacia la plena
independencia y hacia una organización estatal que daría pasos hacia instituciones al
menos formalmente parlamentarias y republicanas, aún a pesar de importantes
minorías en estas elites criollas que intentarían formas monárquicas constitucionales o
al menos fuertemente aristocráticas como propuesta organizativa.
En tal contexto, se presenta una significativa novedad en el campo periodístico: el
mismo día en que asumió Alvear su cargo como Director Supremo, (10 de enero de
1815), apareció el periódico El Independiente. Este periódico fue una iniciativa de
parte de la elite en el gobierno, para afrontar el grave período que se avecinaba.
Existió mientras duró el directorio de Alvear, comenzando el mismo día de su
asunción (10 de enero) y cesando el 11 de abril (coincidiendo con su crisis y caída). El
encargado de su publicación fue el Ministro de Gobierno del gobierno saliente y del
entrante, Nicolás Herrera, quien a su vez encargó su redacción a Manuel Moreno. Era
Sarratea quien desde Londres sugirió abrir un periódico no ministerial, que apuntase
a impulsar en la opinión pública y a su vez mostrase hacia el exterior –sobre todo
hacia Londres- las intenciones independentistas del Río de la Plata y sobre todo su
más absoluta ruptura con Fernando VII. El modelo parlamentario británico
comenzaba a insinuarse con simpatía: leyes liberales para el comercio y la conciencia,
periódicos independientes como instructores y a su vez vehículo de la opinión pública,
el conjunto de naciones “más civilizadas” como tribunal internacional de opinión
pública, etc. “Los periódicos han llegado a ser la piedra de toque de la instrucción
nacional de un pueblo”, dice en la introducción al primer número, asumiendo una
ruptura con la noción de las viejas gacetas, pensadas como únicas en cada región,
abriendo juego a la perspectiva del debate político:
No ha sido la distancia a que está colocada la América del centro de los acontecimientos, la que ha
retardado su ilustración, tanto como la falta de buenos periódicos que pusiesen al alcance de sus
habitantes todo lo que las naciones de Europa discurrían en las artes y las ciencias y perfeccionan
con su industria. A esta falta también se puede atribuir el estado torpe en que se hallaba la España
a principios de este siglo, y casi se puede decir ha sido el origen de todos los males (…) La miserable
Gazeta de Madrid, que igualmente llegaba a las Colonias, no era más que un catálogo de las
promociones y empleos, ni daba noticias más importantes que las fiestas de gala de la Corte:
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prostituida desde el principio de la alianza a las miras de los Franceses, sólo servía de dar incienso
a la adulación pero en nada contribuía a las artes liberales, o al ensanche de los conocimientos
útiles” (…). En todo el país, la ciencia de la política es la más necesaria: ella es la que funda los Estados,
y de ella depende su prosperidad y su conservación. Jamás será demasiado trabajo que se tome en
cultivar sus principios, y la aplicación de éstos está tan complicada con el conocimiento del corazón
humano, con los resortes que deben moverse para estimular las virtudes útiles a la Patria, con las
circunstancias de cada pueblo y con la experiencia de los siglos pasados (…) Nuestro periódico se
ocupará principalmente de la política. (Prospecto)14
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honores y de las gracias (…) Buenos Aires por su localidad es enteramente comerciante. Lo reciente
de su fundación había impedido que se formasen grandes fortunas, y por consiguiente reducidos
sus habitantes a una medianía abundante, obligados todos a observar una frugalidad honesta
(compañera inseparable de la democracia) que era la única capaz de conservar los frutos de su
industria, no conocían los excesos del lujo, ni experimentaban el poder de los grandes y refinados
placeres que son propios de las poblaciones antiguas… y desde entonces no han podido formarse
caudales gigantes que introduzcan desigualdad notable en la condición de los ciudadanos, sin la
cual las prerrogativas de clase son puramente ideales (…) Sin rentas, sin patrimonio, sin dedicación
y sin principios pretenden con todo ser los favoritos de la Patria, en el ilustre y poderoso cuerpo de
estos aristócratas mendicantes (…)Sólo quisiera que mis conciudadanos, deponiendo quimeras,
aspirasen a distinguirse por la senda del mérito y de la virtud, que es lo único apreciable de la
Patria.17
A lo largo de los apenas noventa días que duró la publicación, el redactor se mantuvo
en fuerte sintonía con los objetivos del Directorio: Orientar la opinión pública contra
la monarquía española y en simpatía con el modelo británico, buscar la unión de
fuerzas al interior del Río de la Plata, y cuando no se pudiese, denigrar al contrincante
(v.gr. Artigas). En cuanto a lo primero, ocupándose de “libertad política y civil”, marca
diferencias entre británicos y españoles frente a sus respectivas colonias: En tanto los
ingleses siempre respetaron los derechos privados de los habitantes de Norteamérica,
España “tiranizaba también al ciudadano”. “Los primeros [los norteamericanos],
aunque con sobrada justicia, pelearon sólo por la libertad del Estado; los de América
del Sur combaten por ella también, pero además aspiran a la libertad civil, que bajo
el yugo de sus antiguos opresores no pudieron disfrutar jamás”18. Así continuó con
otros temas asociados, como la posibilidad de control de los jueces, o la forma de
gobierno. Respecto de esta última, la calidad estilística del texto es inferior a los
anteriores, probablemente porque Moreno ya simpatizaba con alguna forma de
federalismo, pero debía escribir en contra de él en tanto el gobierno se había
enemistado a muerte con Artigas. Mientras que frente a Fernando VII es posible
oponer la contundencia del argumento democrático, frente al federalismo, sólo le
resta denigrar la persona de quien lo sostiene, acusándolo de motivaciones espurias:
Entre la multitud de maquinaciones con que se pretende extraviar el espíritu público, la más
artificiosa es el proyecto de una federación, bajo la cual quieren constituir desde luego los Pueblos
Unidos, alterando así la forma presente con la cual son administrados, y tentando una variación de
que esperan el logro de sus pretensiones privadas.19
El Independiente duró sólo 13 números, tres meses, pero marcó un punto de inflexión
en cuanto a la explicitación de un nuevo marco de organización política que, a pesar
de los violentos conflictos internos, mostraba unidad en torno a cuestiones claves
como ruptura con España y el absolutismo, acercamiento al modelo británico,
17 Ibídem.
18 El Independiente, “Federación”. En: El Independiente N° 6, 14 de febrero de 1815, Reproducción
Facsimilar, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961.
19 El Independiente, “Federación”. En: El Independiente N° 7, 21 de febrero de 1815, Reproducción
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Uno de los periódicos, según el Estatuto, sería la propia Gaceta, que volvía a su
nombre original; el otro estaría pagado por el Cabildo, y debía ser encargado a un
“sujeto de instrucción y talento”, y su título, ratificando su función de “otra voz”
debería ser “El Censor”. Su finalidad sería “analizar la conducta de los funcionarios e
ilustrar al pueblo acerca de sus derechos”, en tanto que la Gaceta haría su tarea
“satisfaciendo a las censuras, discursos o reflexiones de El Censor”. El Directorio y el
Cabildo se encargarían de la moderación necesaria para tal debate, que se
desarrollaría “sin faltar al respeto debido a los magistrados, al público y a los
individuos en particular”, fijándose complementariamente un tribunal de imprenta.
Tras algunas demoras, el 8 de agosto se nombró al Dr. Antonio Valdés, español liberal
(nacido en Cuba) emigrado tras la restauración, “con la dotación de 500 pesos anuales
y cargo de dar dos papeles por mes”. Poco después se elevó a un número por semana,
y el pago a 750. Ante un nuevo pedido a fin de año, la dotación fue elevada a mil pesos.
Una de las grandes novedades de este momento, fue el ingreso de personajes como
Valdés, así como de las primeras imprentas privadas.
El Censor apareció el 15 de agosto de 1815 y, además de afirmar esta particular
manera de conformar un “espacio de disenso”, expresó también otros adelantos: su
duración fue particularmente larga para tratarse de un segundo periódico (junto a la
Gaceta), y su impresión fue realizada durante parte de su existencia en una imprenta
privada. Desde el primer número hasta el número 63, en la de Gandarillas; desde el
64 hasta el 70, en la del Sol, y del 71 al 177 (el último, fechado febrero 6 de 1819), en
la de los Niños Expósitos. Este periódico, redactado hasta el 17 de febrero por Valdés,
y desde entonces por Fray Camilo Henríquez (quien había estado a cargo de la
Gaceta), continuó la línea general de afirmación del discurso de gobierno,
sosteniendo la conveniencia de instituciones liberales y soberanía popular, así como
la conveniencia de la libertad de imprenta, a la que dedicó artículos, transcripciones
de periódicos extranjeros y publicación de la sección correspondiente del Estatuto
Provisional.
Valdés no sólo produjo adelantos a través de la experiencia de El Censor: también
generó una publicación simultánea de carácter privado, llamada La Prensa
Argentina. Valdés ocultó que redactaba este periódico, para no comprometer su
puesto oficial en El Censor. Comenzó a editarlo el 5 de setiembre de 1815, y cesó el 12
de noviembre de 1816, una duración récord para la época, más aún tratándose de
propia iniciativa. Incorporó a esta publicación un criterio más actualizado en cuanto
a secciones: Política, variedades (con notas de periódicos extranjeros), “impresos”,
donde se analizaba las editoriales de otros periódicos, especialmente las de El Censor.
Además, comenzaba a hacerse estable la sección “Comercio”, que daba noticias de
movimiento de barcos, mercancías y precios. Todavía un ejemplo más ilustra el
cambio operado en 1815: el 18 de noviembre aparece Los Amigos de la Patria y la
Juventud redactado por Felipe Senillosa, otro emigrado de España. Senillosa había
combatido a los franceses en España, cayendo prisionero en 1809. Luego prestaría
servicios al ejército francés, emigrando a Inglaterra cuando la restauración. En
Londres tomó contacto con Belgrano y Rivadavia cuando éstos llegaron allí en misión
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parte del esfuerzo político de facciones con apoyo, más o menos explícito, de sectores
del propio Estado, como fue el caso de Sarratea, quien influyó en la línea de El
Independiente en 1815, y luego aportó la imprenta que usaría Pazos Silva para La
Crónica Argentina.
Disipada parte de la grave amenaza con que se había iniciado 1815, los cambios en la
prensa esbozados entonces se estabilizaron. El contexto había disminuido la presión
externa sobre los patriotas: San Martín desarrollaba desde Mendoza su estrategia de
invasión a Chile, mientras en el Norte se había aceptado su plan de sostener una
estrategia defensiva de largo plazo en Salta, sin reintentar el ataque frontal al Alto
Perú. La invasión española se dirigió a Venezuela y no al Río de la Plata. Y el gobierno
central logró establecer un marco de representatividad básico entre las provincias y
declarar la independencia. Aún Artigas, que no permitió participar a las provincias
litorales, era entonces independentista, y en una maniobra riesgosa y de duros costos
en el largo plazo para las Provincias Unidas, quedaba solo frente a la amenaza
brasileña. La aparición de más de un periódico simultáneo, los primeros discursos de
prensa sostenidos en el tiempo a favor de la libertad de prensa y de las condiciones
liberales de su regulación, la expansión de la temática de los periódicos, la publicación
de algunos de ellos por facciones de origen “privado” (y no oficioso), la simultaneidad
de más de una imprenta (pronto llegarían a cinco), la fundamentación de la función
constitucionalmente protegida de la prensa como articulador de relaciones entre
ciudadanía y Estado, comenzaron entonces y continuaron, a pesar de su condición
extraordinariamente tenue: era el propio Estado el que debía inventar esta pluralidad
y –a su vez- el que no podía aún permitirse su estabilización plena. Ayudaron sin
embargo a esta expansión, las nuevas condiciones opresivas en España que obligaron
a muchos sostenedores del movimiento liberal de 1813 a emigrar. Las dos fuentes de
preparación de redactores y de importación de imprentas, fueron en primer lugar
Gran Bretaña (con un modelo a seguir, intereses diplomáticos activos e intrigantes,
punto de partida del envío de imprentas, escritos y líneas discursivas como la que
expresó Sarratea y base en la cual se capacitaron y asociaron a logias redactores como
Manuel Moreno y Pazos Silva), y emigrados españoles (en algunos casos con
imprentas), como Valdez, Wilde y otros. Se sumaron a este instante Pedro Agrelo,
funcionario y abogado, con El Independiente que, como su homónimo de 1815 (pero
editado desde el 15 de setiembre de 1816), intentó sumarse a quienes defendían
explícitamente el modelo constitucional británico. El 23 de octubre, finalmente, un
patriota de origen español, Bartolomé Muñoz, sacerdote también formado en Charcas
y Chuquisaca, comenzó la edición desde la imprenta de la Independencia de un
periódico llamado El Desengaño, que intentaba hacer la crítica de las
argumentaciones favorables a los realistas, para reafirmar la causa americana, de allí
su nombre. Tomaba y glosaba documentos de los jefes militares enemigos, etc.
Esta situación expansiva marca una tendencia definitiva hacia la búsqueda de una
prensa periódica de características modernas, y ya no se volvería atrás en lo logrado
en ningún momento posterior de la historia del Río de la Plata. Existirían, sin
embargo, crisis recurrentes producto de la propia transición. La debilidad de la
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El período en el que hemos focalizado nuestra atención: los seis años entre la
Revolución de Mayo y la Declaración de Independencia, nos muestra tanto la
intención como las limitaciones de la elite criolla para forjar instituciones de la
sociedad civil cuando ésta aún no se halla plenamente desplegada: es unánime la
expectativa de construcción de un periodismo a imagen y semejanza de la moderna
prensa burguesa europea: capaz de debatir los temas públicos, criticar a gobiernos y
partidos, subsistir en manos particulares sin ayuda del Estado y portar inquietudes
civilistas. La realidad, sin embargo, muestra los límites de esta expectativa: sólo el
Estado puede sostener económicamente las iniciativas de prensa, y constituir temas
públicos. La paradoja reiterada es un Estado estimulando y aún sustituyendo el rol de
los actores privados –económicos y políticos- pero resultando incapaz de soportar las
consecuencias inmediatas de una prensa libre, pues los debates se tornan de
inmediato crisis de régimen. El resultado de estos seis años será, sin embargo,
auspicioso, en tanto logra una prensa que perdura en el tiempo, tiende
paulatinamente a acostumbrar a las facciones y al público a la pluralidad de
periódicos y consolida en ellos la del tránsito hacia una prensa moderna.
Estos desfasajes entre las expectativas de la elite gobernante respecto de la prensa y
las condiciones efectivas en las que esta prensa podría desarrollarse muestran, por un
lado, la relación inescindible entre los ámbitos de la circulación económica, de la
legitimación político-estatal, y de la cultura letrada, pero a su vez, también muestra
que se trata de dimensiones distintas entre sí, no reductibles una a la otra.
Bibliografía
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Coordinado por la Dra. Adriana Pineda Soto, el libro "Los periódicos oficiales en
México. Doce recuentos históricos" (2016, editado por el Senado de la República de
México y Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica), aborda
para el caso mexicano un problema recurrente de la prensa hispanoamericana: la
importancia de las gacetas y periódicos oficiales en los procesos de integración
territorial, los procesos de consolidación institucional y política, la promoción de la
actividad económica y los recorridos –en muchas ocasiones conflictivos- para la
construcción del Estado moderno y la nacionalidad.
Abordar los periódicos oficiales como objeto de indagación en historia de la prensa
requiere una compleja trama de delimitaciones conceptuales. Si el modelo “canónico”
de prensa oficial es hoy la idea del “Boletín oficial”, órgano de publicación oficial de
leyes, decretos y sentencias que es pilar de la publicidad de los actos de gobierno, su
conformación histórica no fue en Hispanoamérica un hecho automático, sino el
resultado de un recorrido largo, sinuoso y no exento de contradicciones, en el que se
entrelazan la tradición estatalista de la prensa colonial, la presencia del Estado como
impulsor de las primeras publicaciones periódicas mucho antes de que la lógica de
mercado pudiera sostenerlas, las recurrentes guerras civiles, y la presencia de
periódicos tanto oficiales como “oficiosos” y “ministeriales”, sostenidos por y desde el
aparato de gobierno, más adelante desde redes políticas y logias en apoyo a los
mismos.
Sobre el trasfondo de esta compleja trama, el periódico oficial cumplió en el siglo XIX
un rol de vanguardia al hacerse parte de la consolidación del Estado democrático
representativo, articular las relaciones entre poderes y entre estos y la ciudadanía,
pero también habilitar contenidos propios de la prensa en manos particulares,
propendiendo a la construcción de identidades y consensos, la defensa de los
intereses regionales o –en situaciones de guerra civil- la reafirmación de legitimidad.
Si esta primera aproximación supone un complejo entramado conceptual, un
abordaje más profundo y detallado supone, por ende, una imprescindible discusión
metodológica, la búsqueda de estudios comparados y la construcción de un relato
historiográfico de conjunto.
A esta tarea se ha abocado un conjunto de prestigiosos investigadores mexicanos,
para lograr el libro que con apoyo del Senado de la República y de la Red de
Historiadores ha comenzado a circular tanto en versión electrónica como en una
cuidada edición papel con imágenes facsimilares.
21
Publicado originalmente en Revista Perspectivas en Historia de los Medios, N° 3, 2016.
http://historiaymedios.uba.ar
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La Dra. Fausta Gantús abre el primero de los doce aportes que hilan el trabajo,
precisamente con “Apuntes para una discusión conceptual y metodológica”, en la que
se pone en cuestión las sucesivas miradas desde el propio Estado de lo que debían ser
la prensa y sus funcionas , sobre todo aquella a su cargo directo, en tensión con los
conflictos –cuya réplica en países como Argentina también se hizo presente- en torno
al apoyo estatal a actores de la prensa política, así como la necesidad de diferenciar
procesos de conformación territorial con o sin presencia directa de conflictos político-
militares en curso, los cuales afectan, por su propia dinámica, la posibilidad de
expresar “al conjunto” desde la prensa estatal, sin deslindar un enemigo a batir.
Sobre la base de esta primera aproximación problemática, los once trabajos restantes
construyen el objeto común desde las realidades regionales presentes en el proceso
de configuración nacional en el siglo XIX: Jalisco (Jaime Olveda), Oaxaca (Carlos
Sánchez Silva y Francisco Ruiz Cervantes), Nuevo León (Miriam Martínez Wong),
Veracruz (Miguel López Dominguez), Zacatecas (Marco Antonio Flores Zavala),
Michoacán (Adriana Pineda Soto), Chiapas (Sarelly Martínez Mendoza), Guanajuato
(José Elías Guzmán López), Estado de México (Laura Edith Bonilla de León),
Querétaro (Margarita Espinosa Blas) y Ciudad de México (Luis Felipe Estrada
Carreón).
Su lectura permite ensamblar la prensa oficial decimonónica mexicana tanto en el
marco histórico del desarrollo de la prensa en Occidente (con el apogeo de las Gacetas
vinculadas a las monarquías absolutas desde 1631, y su versión en el mundo colonial
hispanoamericano desde 1722), como también en los notables elementos homólogos
entre las experiencias de cada Estado mexicano, así como entre estas y las de otras
naciones hispanoamericanas en proceso de conformación tras las guerras de
independencia. “el significado histórico de los periódicos oficiales –nos recuerda
Pineda Soto en la Presentación- nos acercará al Estado-Nación que con las
revoluciones burguesas se impulsarían”. Pero a su vez, nos acerca a sus posibilidades
como objeto de estudio y a su vez fuente: "El periódico oficial ofrece claves para la
interpretación histórica tanto por lo que publica —y su valordocumental— como por
quién lo publica —y los intereses que defiende—, llegando a convertirse en medio
decisivo en el proceso histórico de la construccióndel Estado liberal”.
Los textos abundan en hallazgos cuyo interés trasciende los casos. Por ejemplo, El Dr.
Sarelly Martínez Mendoza –quien, por cierto, ha abordado recientemente estudios
sobre casos de prensa semiestatal en el Buenos Aires de la década de 1810- nos
recuerda, a través del caso chiapaneco, el peso relativo de la prensa oficial en la mayor
parte de las capitales de Estados en el interior mexicano: "[el] paisaje informativo del
decimonónico se conformó por estos tres tipos de periódicos —oficiales, semioficiales
y de particulares—, con una presencia fundamental de los primeros, no sólo por la
regularidad en sus ediciones, sino por su área de distribución e importancia de sus
contenidos que marcaban la vida administrativa y política de la entidad (…) fueron
los más importantes, tuvieron las mejores maquinarias y sus redactores percibieron
sueldos con regularidad, lo que constituía una rareza en aquellos tiempos". La Dra.
Laura Bonilla, por su parte, explicita una implicancia presente en el resto de los
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22Publicado originalmente como: Ojeda Alejandra y Moyano Julio (2019): “En la forja de un diario
moderno”. En: Ojeda, Alejandra, Moyano Julio y Levenberg Rubén (2019) Prácticas de oficio e
innovación tecnológica. Tensiones y estrategias en dos momentos clave del diario argentino La
Nación. IEALC – UBA: Buenos Aires. Páginas 11 a 35.
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sufrir un breve exilio nuevamente por unos meses, retornó a Santiago y concluyó
este último destierro voluntariamente apenas enterado del Pronunciamiento de
Urquiza, en 1851. Tras la caída de Rosas (febrero de 1852), tomó contacto en Buenos
Aires con el empresario tipográfico español Benito Hortelano, con quien llega a un
ventajoso acuerdo para redactar el efímero diario Los Debates. Su rol en la defensa
de la ciudad de Buenos Aires frente al sitio de Lagos en el primer semestre de 1853
lo catapultó a su mayor prestigio público, espacio que le sirvió para acceder a la
redacción del reconocido diario El Nacional. Más adelante, durante la campaña que
lo llevaría al cargo de Gobernador, fundaría un nuevo Los Debates, de existencia
breve y de su propiedad, ya sin Hortelano, así como publicaciones menores de tono
mordaz, y finalmente, el diario La Nación Argentina, nacido al impulso de su
histórica presidencia en 1862, reconvertida en sociedad anónima con el nombre de
La Nación desde el 4 de enero de 1870.
Primeros pasos
Los primeros pasos de Mitre en el periodismo abarcan poco más de una década y se
realizan en el destierro, primero en Montevideo, más adelante en La Paz (Bolivia) y
finalmente en Valparaíso y Santiago de Chile. En esas tres escalas de su aprendizaje,
se manifiestan acercamientos crecientes a la comprensión de la lógica comercial del
arte de la impresión y a la potencial dimensión lucrativa de una práctica tan asociada
a las luchas políticas y facciosas como es el periodismo. En Montevideo, sus
colaboraciones periodísticas se asocian a su inscripción en el grupo de emigrados
argentinos más ligado a la confrontación anti rosista, y en el pico de la guerra, al
antioribismo. Su participación en el periódico El Iniciador, luego en el diario El
Nacional y finalmente en La Nueva Era, poco antes de su destierro hacia Bolivia, se
enmarca en su pertenencia al campo anti rosista, y aunque sus aportes también
incluyen elementos no directamente militantes, tampoco busca espacios distintos al
que lo encuadra en los enfrentamientos de su tiempo. La experiencia boliviana es ya
una adscripción contractual con el Estado, en cuyo marco hace uso del poco margen
de autonomía disponible, hasta que los resultados de los enfrentamientos políticos
lo dejan fuera del bando vencedor, y debe exiliarse nuevamente. En su etapa chilena,
en cambio, si bien nuevamente paga las consecuencias de participar en la prensa
militante, no es menor su inmersión en una sociedad en la que las imprentas son ya
un negocio lucrativo para cuyo buen funcionamiento, sobre todo en el campo
periodístico, es tan importante el apoyo de un sector del gobierno, como un buen
aporte de capital y una adecuada gestión comercial.
Montevideo
Como parte de una generación atravesada por facciones políticas irreconciliables y
enfrentadas en una cruel guerra civil, Mitre -cuya familia adhería a la facción anti
rosista- comenzó su vida adulta en el exilio montevideano.
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Allí llegó desterrada su familia23 en 1831 siendo él un niño -había nacido en 1821- y
allí se formó, en la Escuela Militar de Montevideo, como artillero militar. Allí
también comenzó su formación periodística, en un contexto en el que los periódicos
e imprentas dependían fundamentalmente del aparato estatal, se hallaban sujetos
al sostén de suscriptores y subsidios de la propia facción, y contenían materiales en
que predominaba la confrontación político-militar. Pero también funcionaban los
periódicos como articuladores de ámbitos de intercambio intelectual, artístico y
literario, así como circuladores de información de interés mercantil, movimiento de
barcos y transporte de pasajeros, etc.
23 Su padre, funcionario con formación contable, halló refugio en Uruguay y llegó a ser tesorero del
gobierno nacional.
24 No se trataba de dificultades impuestas por los controles o censuras estatales pues, al contrario,
los editores militaban en el bando vencedor. Pero ambos debieron hacerse cargo de la segunda época
del diario El Nacional, y Lamas debió aportar su manejo de la pluma como Auditor de Guerra del
Ejército, tarea que suponía partir al frente y redactar periódicos, boletines, panfletos, proclamas y
otros textos
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La Paz (Bolivia)
Partió a Bolivia, pues fue contratado por el gobierno como militar (dada su
experiencia, y sobre todo, su formación como artillero), en carácter de asesor. Allí
se encontró con varios exiliados argentinos con experiencia militar (como
Wenceslao Paunero) o de escritura (como Domingo de Oro, Félix Frías, el mismo
Paunero o Facundo de Zuviría). Paunero tenía lazos de familia (por vía del
matrimonio) con el presidente de Bolivia, José Ballivián. Colaboraba regularmente
en el periódico oficial La Época25, en tanto que el riesgo de guerra con Perú y los
rescoldos del conflicto con la Confederación Argentina habilitaron la participación
de Mitre, Paunero y Oro en la fundación de una Sociedad Patriótica -Oro poseía
experiencia en este tipo de sociedad- que los puso en estrecho contacto con la elite
política, económica y militar del país, en apoyo al presidente Ballivián y con la
explícita intención de uniformar la opinión pública en su apoyo y en la actitud a
tomar frente a Perú en la paz o en la guerra. La Sociedad firmó su acta constitutiva
el 25 de mayo de 1847, y estos reacomodos habilitan que Mitre pase ser redactor del
periódico.
A pesar de hallarse contratado para un periódico político-militar de Estado y verse
en la necesidad de escribir materiales por mandato, Mitre presenta ya en La Época
las preocupaciones típicas de quien desea no sólo mostrar señales de modernización
periodística y cumplimiento de las reglas de la libertad de expresión, sino buscar el
aprendizaje de los oficios conexos -tipografía, literatura, periodismo- con la
intención de aplicarlos en el futuro como empresario particular. Pero dado que su
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contrato también era como militar artillero -y como instructor, llegando a ser
director del Colegio Militar de Bolivia- debió dejar la redacción para continuar como
parte del ejército con destino a Oruro y Potosí, sin dejar de enviar materiales como
corresponsal al diario. El 7 de noviembre de 1847 participó en la batalla de Vitichi a
cargo de la infantería, siendo muy elogiado por la facción oficialista (Ordóñez López
y Crespo, 1912: 278). La situación política, sin embargo, siguió siendo inestable 26, y
hacia fines de 1847 Ballivián dio por perdida -al menos por el momento- su
situación, y aceptó el cargo de Encargado de Negocios en Chile. La caída de Ballivián
dejó a Mitre y sus compañeros argentinos sin trabajo y en situación amenazante.
Fue escoltado hasta la frontera peruana, de allí se dirigió a la costa y a Valparaíso,
donde hizo tierra el 24 de abril de 1848, encontrándose con la comunidad de
exiliados argentinos, con algunos de los cuales había compartido en algunos casos
(como Juan María Gutiérrez y Juan Bautista Alberdi) la experiencia montevideana.
En Santiago fue recibido y ayudado por Domingo Faustino Sarmiento.
Santiago de Chile
En esta tercera estación de su exilio, Mitre encuentra una sociedad más desarrollada
en la estabilidad de su régimen constitucional y sus instituciones, así como un
ambiente de negocios en expansión. En el ambiente periodístico le precedían varios
argentinos (Sarmiento, Alberdi, Tejedor, entre otros). Allí, a diferencia de las
naciones del Plata y de Bolivia, el periodismo, sin llegar a ser plenamente
independiente, habilitaba algunas prácticas enmarcadas en la sociedad civil, aunque
sin posibilidad, aún de imaginar una iniciativa periodística alejada de la
dependencia de los aparatos ministeriales y las facciones políticas.
Alberdi, por ejemplo, se hallaba en Chile desde abril de 1844. Allí había logrado
ocupar cargos públicos y colaborar con periódicos. Según comentarios de él mismo,
buscó habilitar allí su matrícula de abogado para, ejerciendo esta profesión, lograr
mayor autonomía como escritor. En 1844 fue folletinista de El Progreso y poco
después, en junio, pasó a ser redactor de El Mercurio. Tras su estancia como
funcionario municipal en Concepción, en 1846 el ministro del Interior Manuel
Montt le encargó una biografía de Bulnes como propaganda para las próximas
elecciones presidenciales. Esta tarea, realizada anónimamente, le granjeó todavía
más confianza en el gobierno. Tras concluir la biografía, Alberdi tomó nuevamente
la dirección de El Mercurio, mientras que Tejedor ocupaba la de El Progreso. Que
la pluma de Alberdi poseía gran influencia lo muestran no sólo de la circulación de
sus publicaciones, sino el hecho de que los pocos periódicos que circularon en el
centro y oeste argentino en este período se ocuparon ex profeso de combatir sus
opiniones referidas a los asuntos internos de la Confederación, y que en 1847 le llegó,
por la vía del coronel argentino Mur, la invitación para ocupar tareas periodísticas
favorables a Rosas en Buenos Aires, propuesta que resolvió negarse a contestar.
26Belzú atacaba a Ballivián desde el norte, conspiraciones y tensiones atravesaban el ejército y las
capas sociales, al punto de notarse el armamento general de las clases acomodadas en La Paz.
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Mientras tanto, Montt se retiraba del Ministerio y del gobierno, dejando a Alberdi
en situación comprometida, que se saldó cuando José Santos Tornero, formando
una sociedad con Javier Rodríguez y Pascual Ezquerra, formó con participación de
Alberdi la Imprenta Europea (o Europa), desde la que se lanzó, con apoyo del nuevo
ministro del Interior Manuel Camilo Vial, (gabinete de la segunda presidencia de
Bulnes), El Comercio de Valparaíso, a partir del 20 de noviembre de 1847. Alberdi
colaboró con contenidos para el periódico, pero declinó redactarlo por el éxito que
estaba teniendo en su profesión de abogado, recomendando a Mitre, quien sería
contratado el 2 de mayo de mayo de 184827.
Sarmiento, detenido y desterrado de San Juan (Argentina) a fines de 1840, se halló
desde comienzos de 1841 en Chile. Allí logró trabar relación con Manuel Montt,
importante dirigente conservador, gracias a sus crecientes contactos con la elite
intelectual y política, colaborando en El Mercurio, recibiendo además el empleo de
director de la Escuela Normal de Preceptores. En El Mercurio conoció numerosos
avances en la prensa, pues su propietario, Manuel de Rivadeneyra, era un
empresario español al tanto de las novedades de la industria impresora, logrando
hacer fortuna con la comercialización de libros por entregas en Chile, además del
diario. Incorporado Sarmiento a las filas conservadores sin romper con los exiliados
argentinos simpatizantes del partido liberal (encabezados por el prestigioso general
Las Heras), Montt lo puso a cargo de la dirección del periódico El Nacional, órgano
del gobierno. Terminada la campaña presidencial (y cerrado por ello el periódico),
se lo contrató como redactor de El Mercurio (que en ese momento se hallaba todavía
en Valparaíso). Cuando el diario cambió de propietarios en septiembre de 1842
(comprado por José Vicente Sánchez y Santos Tornero), Sarmiento optó por
retirarse en noviembre de ese año, siendo remplazado por el también emigrado -y
futuro periodista de la prensa católica argentina- Félix Frías.
De regreso en Santiago, logró fundar El Progreso, primer diario de la capital chilena,
desde donde mantuvo polémicas intelectuales y literarias con medios
conservadores. Aunque el periódico cerró y Sarmiento debió afrontar un juicio por
injurias de una particular, logró salir absuelto y retomar la actividad. No así la
publicación de los emigrados anti rosistas (El Heraldo Argentino), tras la derrota
completa de los anti rosistas en los combates en Cuyo, el Noroeste y finalmente
Entre Ríos. En El Progreso publicó Sarmiento numerosos materiales sobre
educación, literatura, gramática y otros temas de interés sobre progreso económico
e institucional, y en formato folletín, publicó su Facundo en 1845. Poco después fue
enviado a Europa y Estados Unidos a estudiar sus sistemas educativos. A su regreso,
su matrimonio con la rica viuda Benita Agustina Martínez Pastoriza le brindó una
27 Puede observarse aquí una novedad significativa en comparación con la experiencia boliviana, e
incluso, con la de Montevideo: la gestión de periódicos requiere, por un lado, el acuerdo explícito con
autoridades gubernativas, y por otro, de una gestión administrativa en la que ya juega un creciente
rol el manejo comercial orientado al mercado. José Santos Tornero es, en ese momento, una
referencia clave: próspero librero, con amplios conocimientos de edición de libros. Cuando Mitre
regrese del destierro a Buenos Aires, sus procedimientos de inserción en el campo periodístico
tomarán muy en cuenta esa experiencia. No casualmente, su primer ingreso a la actividad se hará en
el marco del contrato con el impresor, editor y librero español Benito Hortelano.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
28Irigoyen, joven abogado, fue enviado a fines de 1844 como Oficial de la Legación Argentina en
Santiago de Chile. En septiembre de 1843 Chile había instalado una colonia penitenciaria en la zona
del Estrecho de Magallanes, en tanto que la prédica de Sarmiento y el grupo de emigrados ya se hacía
notar en la prensa trasandina. Retirado Sarmiento a Europa y alejados los riesgos de nuevas
invasiones unitarias, la legación fue levantada en 1846, pero Rosas encargó a Irigoyen permanecer
en Mendoza. Allí lo encontró el retorno de Sarmiento y la tarea de redactar La Ilustración Argentina
(Herrera Vegas, 2002).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
de lo primero fueron los casos de los españoles Manuel de Rivadeneyra y José Santos
Tornero, decisivos en la adquisición y expansión de la imprenta que editó El
Mercurio de Valparaíso en la década de 1840 -periódico que compró Rivadeneyra
ya en funcionamiento- y fue la piedra de toque de la expansión como grandes
editores y libreros de Rivadeneyra -ya de regreso en España- y Santos Tornero (con
su cadena de librerías en Chile). Sarmiento, por su parte, lograría los recursos
decisivos para su actividad periodística independiente por la vía de la fortuna que le
llegó al casarse, asociándose más tarde con el impresor francés Julio Belín -quien
además será su yerno-para fundar el periódico La Crónica en 1849. Mitre lograría,
ese mismo año, el apoyo del empresario tucumano Tezanos Pinto para adquirir su
propia imprenta.
Esta situación, decisiva en la formación de Mitre en el rubro, no implica que el
periodismo chileno estuviese en ese momento exento de la dependencia del
Ministerio del Interior ni de asonadas que pudieran concluir en arrestos o destierros
o intentos de ahogo de periódicos para forzar su cierre, pero la diferencia con los
países vecinos era notable. Por regla general, el éxito de los periódicos requería ya
una adecuada inversión de capital en imprenta, los periódicos conservaban su
nombre a lo largo de varios años, aun cambiando redactores, y se emulaban los
mejores avances en contenidos y en estrategia comercial que se conocían de Europa.
La imprenta de Belín, por ejemplo, no sólo promocionaba la calidad y belleza de los
sus trabajos en la impresión del periódico, de eventuales libros y en servicios a
particulares (comercio, uso familiar, material para correspondencia, estampas),
aspectos en los que, si bien la imprenta se hallaba a la vanguardia en Chile, eran ya
utilizados en la promoción de los servicios de imprenta en Hispanoamérica.
Avanzando más allá de esta forma tradicional de reclame de servicios, La Crónica -
en pluma de Sarmiento- volcaba en sus páginas no sólo reclames propiamente
dichos sino también notas con titulación.
“Desde Rivadeneira hasta acá, el arte tipográfico ha hecho en Chile grandes progresos, sin
que pueda decirse que como industria haya ganado mucho. Este último progreso está a punto
de hacerse, y D. Julio Belin será el que lo lleve a cabo” (La Crónica, 28 de enero de 1849).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Rosas, principio que Mitre forzaría en 1849, para molestia de Alberdi, en una serie
de eventos que los distanciaría para siempre.
Tanto Mitre como Alberdi hicieron aportes al periódico, aprovechando, además, las
simpatías progresistas del ministro, un estilo moderno, con traducciones propias de
calidad tanto de artículos de periódicos extranjeros como fragmentos literarios. Se
incluyó una sección de folletín (la novela Soledad, Memorias de un botón de rosa,
de Mitre y producciones europeas), una completa sección de periódicos extranjeros,
una sección nacional, otra de temas históricos y literarios, y otros materiales
misceláneos con fines educativos y de entretenimientos, además de la defensa de los
puntos de vista políticos de su mandante, cuestión que lo llevó a confrontar con El
Mercurio, en enero de 1849, en torno a la posibilidad de que periodistas extranjeros
ejercieran el periodismo político en el país (él defendió la postura de una
“ciudadanía americana”), y en torno a las inminentes elecciones presidenciales
(optó por demorar la explicitación del nombre que se apoyaba). El periódico tenía,
por acuerdo de Alberdi con el ministro, el compromiso de apoyarlo en el siguiente
turno electoral, a pesar de que la tendencia favorecía notoriamente a los
conservadores y su candidato Montt. En estas circunstancias, la relación de Mitre
con Alberdi se deterioró, colaborando en ello motivos diversos (ambos darán
razones distintas en el futuro), y optando Mitre por buscar otras opciones laborales
en Santiago, a comienzos de 1849. Alberdi, que había logrado una importante
clientela como abogado -representaba al empresario naviero y ferrocarrilero
William Wheelwright y al diario El Mercurio-, ejerció simultáneamente la redacción
de en El Comercio de Valparaíso tras la salida de Mitre hacia Santiago, situación
que agravaría el alejamiento entre ellos.
De este modo, cuando en mayo de 1849 Mitre asumía el cargo de redactor de El
Progreso, tres grandes medios chilenos eran redactados por emigrados argentinos
opositores a Rosas, y los tres hallaban en la actividad no sólo un sustento sino las
características de una prensa moderna algo más consolidada que en cualquiera de
las dos riberas del Plata. Sarmiento dirigía La Crónica, Alberdi redactaba El
Comercio de Valparaíso, y Mitre El Progreso, otrora fundado por Sarmiento, en el
marco de convenientes acuerdos comerciales que potenciaban una mayor
autonomía que la de un mero redactor contratado o de un buscador de
suscripciones, aunque la posición de Mitre es menos autónoma, pues no ha recibido
todavía el aporte de capital de Pintos.
En 1850 el clima preelectoral se tensa y deriva en conatos de violencia y motines. La
Crónica deja de publicarse en enero, y Sarmiento pasa a colaborar activamente con
los órganos conservadores La Tribuna de Santiago y El Mercurio de Valparaíso,
junto al uruguayo Juan Carlos Gómez, en defensa de Montt, mientras al mismo
tiempo edita por su cuenta el quincenario Sudamérica, cuya vida se extiende de
enero a octubre. Mitre logra los recursos de capital gestionados, y logra comprar El
Comercio de Valparaíso, incorporándole una prensa completamente nueva. Como
era normal en esa época, los tonos más satíricos y mordaces se reservaron a
periódicos más pequeños, anónimos, pero de los cuales todos sabían su origen. Los
conservadores editaron El Corsario, y los liberales El Timón, en el cual colaboró
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Buenos Aires
Hortelano había llegado a Buenos Aires poco más de dos años antes, en el año nuevo
de 1850. Emigrado de España por razones políticas, durante su destierro en Francia
se entusiasmó con los relatos de oportunidades económicas en el Río de la Plata y
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
En ese contexto, cuando Urquiza toma control de Buenos Aires en febrero de 1852,
favorece cierta continuidad del sistema de diarios preexistente, aunque con cambios
en las redacciones y -más aún- las tendencias políticas defendidas. Así, de las cenizas
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
del Diario de la Tarde surgió, a cargo de Dalmacio Vélez Sarsfield, El Nacional, que
también fue, por varios años, vespertino, hasta que los rigores de la competencia con
La Tribuna lo hagan pasar a la mañana. Este último nombre, La Tribuna, se
conformará, el 7 de agosto de 1853, con los restos del aparato de gestión de El
Progreso, pero en lugar de alquilar la imprenta del Estado, utilizará la imprenta que
perdieron los sitiadores federales en julio de ese año cuando debieron retirarse
derrotados, tras la traición de la flota de Coe. El espacio matutino fue ocupado por El
Progreso, pero al tratarse de un diario formalmente oficial, bajo órdenes de Urquiza,
la transición de lectores no se produjo del mismo modo desde la Gaceta Mercantil
como sí estaba sucediendo con el Diario de la Tarde. Este hiato fue inmediatamente
aprovechado por la continuidad de El Agente Comercial del Plata30. Tras Caseros y a
pesar del tono fuertemente rosista de esta publicación -y de un pasquín emitido
anónimamente por el mismo equipo, El Infierno- el periódico tardó unos pocos días
en salir nuevamente a la calle eliminando toda huella rosista, siendo por dos semanas
el único en circulación, lo que lo fortaleció. Un acuerdo con el recién llegado Bartolomé
Mitre derivó en su incorporación como redactor y -a sugerencia de éste- al cambio de
nombre por Los Debates a partir del 1° de abril. Benito Hortelano lo recuerda así en
sus memorias:
“Desde el día primero de febrero nuestro diario, El Agente Comercial, no había vuelto a
aparecer; tampoco el Diario de Avisos ni el Diario de la Tarde. El día cinco propuse a los
socios que debíamos continuar, en lo que encontré resistencia por algunos; pero al fin, mis
razones los decidieron y dimos por la tarde una hoja suelta, que fue leída con avidez y
entusiasmo por el nuevo lenguaje que en ella empleábamos. Al siguiente día salió el número
completo, iniciando una política arreglada a la nueva situación, anatematizando lo que
cuatro días antes habíamos santificado. ¡Así es y será en todos tiempos y en todas las naciones
la prensa! Hacer bueno hoy lo que ayer era malo. Como era consiguiente, y como yo esperaba
al aconsejar la continuación del diario, éste tomó una popularidad extraordinaria. Era el
único diario y, por consiguiente, las muchas disposiciones gubernativas de aquellos días
interesaban a todos, por lo que se hizo necesario a la población.
Había venido en el ejército un joven precedido de alguna fama como periodista y hombre de
esperanzas; este joven era el comandante don Bartolomé Mitre, quien pronto se puso en
relaciones con nosotros y a quien encomendamos la dirección del diario con la asignación de
cuatro mil pesos papel mensuales. Propuso al hacerse cargo de la redacción, el cambio del
nombre de El Agente por el de Los Debates, para que no tuviese punto de relación ninguna
con las doctrinas que el Agente había sostenido. El primero de marzo se hizo cargo con tan
brillante éxito que el público corrió a suscribirse al diario de moda, y a fe que lo merecía,
porque fue un diario como no había habido otro ni después ninguno lo había igualado. Dos
mil trescientos suscriptores llegamos a contar en nuestros libros, cosa sin ejemplos en estos
países. Los Debates ha dejado nombre, pero lo que nosotros trabajamos en aquella época es
incalculable, y a ello, más que a otra cosa, se debió un magnífico éxito” (Hortelano, 1936:
212).
30Este periódico, dirigido por un grupo de seis socios entre los que sobresalían los españoles Benito
Hortelano y Manuel Toro y Pareja junto a los tres propietarios de la Imprenta Americana, había
alcanzado gran crecimiento merced no sólo a su calidad general, sino a la inclusión de fascículos del
Semanario Pintoresco Español, entre otros beneficios comerciales que Hortelano propuso a partir de
su experiencia comercial en Madrid y París (Hortelano, 1936).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Los Debates poseía ya una adecuada tensión entre la ubicación en el espacio político,
participando activamente en los debates parlamentarios de abril y mayo -de allí lo
atinado de la propuesta de cambio de nombre de Mitre- y la adecuada estrategia
comercial: un producto tipográficamente excelente para su tiempo, con avisos
abundantes, contenidos variados y, como había hecho su antecesor, la inclusión
gratuita de material bibliográfico por entregas. La tirada alcanzó los 2300
ejemplares, y cerca del 20 por ciento de la facturación se alcanzó por cobro de avisos
pagos, siempre según Hortelano, lo que constituye una novedad para la época. Mitre
obtenía un excelente salario -cuatro mil pesos papel- que muestra hasta qué punto
el periódico era un buen negocio para Hortelano. De este modo el periódico mostró
a Mitre el potencial económico de una empresa periodística en Buenos Aires si las
condiciones políticas fueran otras, y mostró también, el poder político de
interpelación a la opinión pública en el Buenos Aires que entraba en la segunda
mitad del siglo.
El cambio de nombre se produce pocos días antes del inicio de los debates más
intensos, tanto en la legislatura como en la prensa. Incorporado a la nueva
legislatura provincial como diputado, Mitre utiliza su oratoria y su participación en
el diario en forma coordinada. El historiador de la prensa Néstor T. Auza destaca
esta participación al referirse al diario oficial El Progreso:
"...fue blanco del lenguaje punzante, agresivo y socarrón del diario Los Debates, que
redactaban Bartolomé Mitre, Juan Carlos Gómez, Pantaleón Huergo y Luis L. Domínguez,
entre otros". Atacaban fundamentalmente el carácter oficial del periódico” (Auza, 1978: 41).
31 Se denomina así a los debates en la legislatura porteña en la que la oposición liberal se opone
frontalmente al Acuerdo de San Nicolás con amplio apoyo de la prensa afín que generan un clima
político adverso al gobierno de Buenos Aires y una crisis que deriva en el golpe de Estado de Urquiza
el 24 de junio de 1852.
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"Poco se necesitó para poner la plaza en un estado inexpugnable de defensa: unas zanjas en
algunas calles, empalizadas en las otras, fue lo suficiente para que durante siete meses no
pudiesen penetrar 14.000 hombres que la sitiaban. El coronel, hoy general, Mitre resolvió un
problema (...), Desde entonces ya nadie duda de que los gauchos de Buenos Aires son
vencidos siempre que haya una débil tapia o zanja por la que el caballo no pueda saltar"
(Hortelano, 1936: 218-219).
La exitosa defensa, concluida con un pleno triunfo porteño sobre los sitiadores a
mediados de 1853, habilita el amplio ascenso de Mitre en la carrera militar y en la
política. Llegará a general y a Gobernador. Mientras tanto, continúa ejerciendo el
periodismo, primero como redactor junto a Palemón Huergo de El Nacional, y luego,
en 1857, durante su propia campaña para la gobernación, con un diario de su
propiedad, que retoma el exitoso nombre precedente, Los Debates, iniciado en mayo
de ese año, momento de agitación política previa a la elección de Valentín Alsina como
gobernador. Este diario, que logra un nivel de contenidos, secciones, calidad
tipográfica y formato de los más altos de la ciudad, dura hasta mediados de 1858,
cuando Mitre se incorpore al gabinete de Alsina como ministro de Gobierno y
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“Hasta entonces los periódicos se habían sostenido casi exclusivamente del importe de sus
suscripciones (pues la venta callejera aún no existe), y de los ochenta mil pesos de entradas
mensuales de “Los Debates” de 1852, sólo la octava parte provenía de los avisos. Mitre es el
primer hombre en concebir en nuestro país a éstos como primordial fuente de ingresos (...)
no vacila en publicar con sus iniciales, un llamado a los comerciantes para que se
acostumbren a la publicidad de sus artículos, expresando que ‘es un hecho demostrado que
el anuncio es el medio más poderoso de multiplicar las transacciones, y que todo dinero
empleado en anuncios es como un capital puesto a interés que reditúa cuatro veces el interés
corriente...’ termina elogiando la sección avisos de los diarios, pues equivale ‘a un bazar de
feria, en que todo se encuentra, cruzándose la oferta y la demanda’” (Mitre, 1943: 131-132).
1.2. Del seno del Partido Nacional mitrista a la forja de dos grandes
empresas: La Nación y La Prensa.
El diario La Nación es en la actualidad uno de los dos diarios argentinos más
importantes del país (junto con el diario Clarín) en tirada, volumen de contenidos,
articulación con complejas redes empresariales multimedios e influencia política y
cultural. Fue impulsado por Bartolomé Mitre durante su mandato presidencial,
primero bajo el nombre de La Nación Argentina (1862-1869) y luego –desde el 4 de
enero de 1870- con su nombre actual. Excepto tras la derrota mitrista de 1874,
cuando permaneció casi un año sin publicarse, y dos breves suspensiones más, el
diario ha tenido circulación ininterrumpida que se aproxima a la celebración de su
sequicentenario bajo su nominación actual.
El hito de fundar un diario que ha de superar el siglo y medio de existencia y ocupar
un puesto clave en volumen y prestigio en todo el mundo hispanoamericano tras
haber surgido en competencia con diarios más consolidados en su tiempo, se suma
a otros logros que muestran a los Mitre como la primera familia política capaz de
comprender simultáneamente la centralidad política de la prensa en la democracia
moderna, y la necesidad de desplegar la actividad como un negocio empresarial
capaz de readecuarse a las cambiantes circunstancias del mercado, la competencia
y las tecnologías. De allí que a la irrupción de La Nación deba agregarse la del diario
La Prensa, otro de los grandes diarios del siglo XX, con una duración superior a un
siglo, surgido de otra familia empresarial, pero del riñón de la facción política
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
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destierro, pero también en la que pudo apoyarse en sus momentos de mayor auge
político. Tras sus experiencias montevideana, boliviana y chilena, y su rutilante
ingreso en la escena política e intelectual de Buenos Aires a partir de 1852, Mitre
ingresa en la década de 1850 en su etapa de mayor prestigio militar y político. Tras
la victoria de Caseros, encuentra rápidamente un lugar en la política que lo llevará
al parlamento bonaerense. Pero también un rápido ingreso a la escena periodística
porteña, participando en el diario Los Debates del español Benito Hortelano, desde
el que intentó tanto influir en la tribuna política, como lograr un rendimiento
empresarial positivo32.
Su inteligente uso de la prensa en forma simultánea a su intervención parlamentaria
le permite llegar a la revolución del 11 de septiembre de 1852 (por medio de la cual
el partido porteñista expulsa a las fuerzas de Urquiza y del Partido Federal de esa
provincia) en condiciones ventajosas tanto en prestigio como en la posición
ocupada. Pero es su rol frente a la respuesta del presidente Urquiza y sus partidarios
en los meses siguientes el que le permite acceder a un altísimo grado de prestigio en
la ciudad-puerto: Las fuerzas federales ponen sitio a la ciudad durante muchos
meses (6 de diciembre de 1852 a 13 de julio de 1853) hasta que el mismo es derrotado
por varias vías33. Mientras tanto, las 13 provincias interiores sancionan la
32 Esta primera experiencia de Los Debates ha sido narrada en primera persona por Benito Hortelano
en sus Memorias (Hortelano, 1936: 212-213 y 215-216)) su editor y empresario. Muestra tanto los
avances como los límites de las posibilidades de una prensa empresarial privada en la Buenos Aires
post-Caseros: una imprenta bien administrada puede obtener ganancias con la edición de un diario
en la ciudad apenas comenzado este, aunque requiere de un contrato estatal por cierta cantidad de
ejemplares para asegurarlo. Sin embargo, la inestabilidad política, que resulta en clausuras a todos
los periódicos o suspensiones a algunos en particular arruina su negocio en ese momento. Los
Debates en realidad no era un periódico nuevo, sino la reformulación de El Agente Comercial del
Plata fundado por Hortelano y Pareja en 1851. Pero Mitre propone, al hacerse cargo a cambio de un
sueldo, que se cambie el nombre, e incorpora innovaciones aprendidas en su experiencia del exilio
chileno. El diario pronto supera los 2300 ejemplares, cifra muy alta para la época, aunque
insuficiente para un gran despegue empresarial, dado que los avisos no constituían aún un ingreso
clave. Adolfo Mitre (1943: 131) recapitula: "Hasta entonces los periódicos se habían sostenido casi
exclusivamente de sus suscripciones (pues la venta callejera aún no existe) y de los 80.000 pesos de
entradas mensuales de "Los Debates" de 1852, sólo la octava parte provenía de los avisos”.
33 Como se hace notar en –entre otros trabajos- el clásico estudio de Scobie (1964), el sitio es batido
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34 Si bien su triunfo militar en Pavón no anula las decisivas fuerzas entrerrianas de Urquiza, al pactar
con este último que no invadirá la provincia de Entre Ríos (Ruiz Moreno, 1981; Scobie, 1964), logra
vencer y derrocar todos los gobiernos federales del interior del país (con excepción de la mencionada
Entre Ríos), instalar gobiernos favorables (De Marco, 1998) y paralelamente, tras anular la prensa
favorable al Partido Federal sostenida hasta entonces por los Estados provinciales, instalar una
prensa afín en cada capital (De Marco, 2006; Moyano, 2008a; De Marco, 1969; García Soriano, 1971).
35 La importancia de los diarios La Nación Argentina (1862-1869) y La Nación (1870-actual) en los
combates políticos de Mitre fue decisiva, pero Mitre también ejercía el padrinazgo o apoyo a
numerosas otras publicaciones, en una actividad (generosa, pero no exenta de beneficios políticos)
de subsidios tanto estatales como particulares, para publicaciones locales y sectoriales, como lo
fueron todos los diarios porteños favorables a la política de confrontación con la Confederación entre
1853 y 1861, el apoyo al periódico “de color” El Proletario en 1857 –práctica de apoyo a esta
colectividad que continuará todavía en la década de 1870, o el apoyo a periódicos liberales del interior
del país (Moyano, 1996; Moyano y Ojeda 1999). La inmigración española o italiana, las colectividades
de color de Montserrat y San Telmo, las asociaciones literarias o científicas o los grupos políticos
locales encuentran en Mitre un generoso mecenazgo para sus publicaciones, aunque al costo de verse
exigidos a participar en defensa de su facción política. Cfr. De Marco, 2006; Moyano, 1996, 2008a;
Mitre, 1943.
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ingresos comercial, sólo podía imaginarla desde un contrato con el Estado para
emitir el contenido político que éste decida. En ciudades portuarias de mayor
desarrollo empresarial –Valparaíso, Lima, Buenos Aires- o de plena ligazón con él –
Santiago de Chile- los mecanismos eran mixtos: florecían imprentas en manos
particulares, pero la edición de periódicos continuaba ampliamente apropiada o al
menos controlada por el aparato estatal. En el Buenos Aires de la década de 1850,
separado institucionalmente del resto de las provincias argentinas (nucleadas en el
gobierno de la Confederación Argentina), este control procedía por medio de
subsidios directos que se otorgaban y quitaban, compra garantizada de cierta
cantidad de ejemplares por tirada, provisión gratuita o subsidiada de insumos,
acceso a las redes de transporte del Estado para distribución, permiso formal o
informal a empleados públicos –en especial oficiales primeros y segundos de
gobierno- para ocuparse del periodismo a tiempo parcial, etc. (Moyano,1996, 2015).
El 3 de mayo de 1860 Mitre alcanza el cargo de gobernador del Estado de Buenos
Aires, que mantendrá hasta el 11 de octubre de 1862, cuando inicia su presidencia
constitucional (que había ejercido de facto desde febrero). En su rol de gobernador,
Mitre continuó ejerciendo la pluma, pero también ejerció el control de la prensa.
Durante su primer año de mandato gubernativo, por ejemplo, hizo suspender los
subsidios otorgados a El Nacional y La Tribuna, los dos diarios de mayor
antigüedad y prestigio político en Buenos Aires, a fin de obligar a las facciones
porteñas a moderar sus arengas favorables a la guerra con la Confederación,
mientras el gobernador intentaba avanzar en sus tratativas diplomáticas con los
líderes de esta última, el presidente Derqui y el general Urquiza.
Cuando inicia su mandato constitucional, Mitre toma rápidas medidas para contar
con un poderoso diario afín durante su presidencia. El 13 de septiembre de 1862 se
imprime el primer número de La Nación Argentina, predecesor directo de La
Nación. Cuenta con todo el apoyo estatal, incluida la dirección a cargo del secretario
del presidente, don José María Gutiérrez. Es un momento políticamente crítico: se
acercan el aniversario de la batalla de Pavón (17 de septiembre de 1861) y la asunción
del mandato constitucional del presidente de facto, ahora electo (asumirá el 12 de
octubre de 1862). Si bien su director afirma en el número 1 que el diario ha surgido
de la opinión (“ha nacido espontáneamente de ella”), todas sus características
muestran que, sin contradecir esta posibilidad, el diario surge de las entrañas del
aparato estatal nacional, recientemente reunificado (Cfr. Mitre, 1943; De Marco,
2006).
El diario apuntala sus pretensiones electorales, pues las elecciones argentinas, según
el mandato de su Constitución, eran de tipo indirecto: los electores de las provincias
elegían representantes al Colegio Electoral, y eran estos los que, tras complejas
negociaciones y alianzas, podían elegir al nuevo presidente.
Las elecciones habían sido en agosto, y si bien Mitre contaba con el previsible apoyo
de la mayoría de los representantes, era en septiembre cuando las deliberaciones lo
definirían (De Marco, 1998, 2006; Ruiz Moreno, 1981). El Colegio, en efecto,
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nombre recortado a La Nación), debe hacer un recuento. Allí dirá que el diario no
tuvo “la triste misión de defender los actos de gobierno”, sino que defendió dogmas
y doctrinas políticas “en el gobierno y fuera de él”, aunque no puede evitar reconocer
la heredada indiferenciación entre las esferas del combate periodístico, electoral o
aún militar: “… batiéndose en la prensa como en los comicios, como en el tumulto,
como en el campo de batalla, para conseguir el triunfo definitivo" (La Nación
Argentina, 29 de diciembre de 1869).
Pero las reglas de juego del periodismo político bajo un Estado parlamentario y del
periodismo con expectativas de lucro bajo una notoria expansión y consolidación de
las reglas de libre mercado comenzaban a hacerse notar, y a mostrarse
crecientemente estables. Ya desde la consolidación posterior a Caseros y la
revolución septembrina (1852), Buenos Aires había atravesado una etapa económica
y demográfica de notable expansión, aún en el contexto de cíclicas amenazas de
guerra.
Aún a pesar de que esas amenazas acercaban peligrosamente prácticas de anulación
estatal de las libertades de prensa –el gobierno hostigó, formal e informalmente, a
todo intento de prensa favorable al partido federal- Buenos Aires conservó a lo largo
de la década de su separación de la Confederación una notable estabilidad de su
aparato parlamentario y de sus elecciones regulares de legisladores y gobiernos. En
su marco, florecieron periódicos que –sin salirse de la defensa de los intereses de
Buenos Aires contra la Confederación- apoyaban una u otra fracción parlamentaria,
fijaban posiciones propias, intentaban incidir en la opinión pública, debatían entre
sí, etc. (Moyano, 1996, De Marco, 2006, Moyano, 2015). Desde la breve gobernación
Urquiza en los primeros meses de 1852, Buenos Aires no tuvo ya un periódico
emitido directamente por el Estado, dando paso a otros que contaban con el apoyo
mayor o menor del gobierno de turno, pero en manos privadas, aun cuando esta
privacidad tuviese su origen en la venta a precio ínfimo de una imprenta estatal o
confiscada a los federales (De Marco, 1969; Moyano, 2008a). Los dos diarios más
importantes, de mayor duración y estabilidad, fueron El Nacional (1852-1893) y La
Tribuna (1853-1884). Ambos fueron, pues, importantes diarios que formaban la
principal competencia comercial –y eventualmente política- con Mitre, al iniciarse
su presidencia y su nuevo diario. Éstos le llevaban una década de ventaja en una
época de prosperidad económica. Aún no dejaban de depender del Estado,
realizando constantes gestiones para lograr la compra de ejemplares a cambio de la
publicación de los documentos oficiales (leyes, decretos, proclamas, avisos de
licitación, etc.). Eran diarios que habían duplicado sus nóminas de suscripción (que
ahora superaban los dos mil ejemplares por número) y ampliado notoriamente las
secciones de avisos: si en 1852 los avisos se repetían hasta el hartazgo para evitar la
reducción de la superficie reservada a ellos, ahora ocupaban un tercio, y en
ocasiones hasta la mitad de la superficie impresa total. Por ello desde 1862 en
adelante los tres diarios –El Nacional, La Tribuna y La Nación Argentina- fueron
mutuamente sus interlocutores periodísticos y su competencia. A ellos se agregaría,
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36 La República, sostenida por el dirigente alsinista Nicaso Oroño y redactada por Manuel Bilbao,
apareció en diciembre de 1867 y logró sostenerse hasta junio de 1881. Apareció para sostener la
candidatura de Alsina, y luego apoyó a Sarmiento cuando el alsinismo hizo lo propio.
37 Otros diarios habían logrado relativo éxito en la década anterior, aunque con duraciones promedio
muy menores: La Reforma Pacífica, de Nicolás Calvo, había aparecido el 1° de diciembre de 1856,
pocos meses antes de los comicios de renovación de autoridades provinciales, y se sostuvo hasta junio
de 1859 (y reapareciendo en 1860-61) a pesar del acoso oficialista que incluyó multas leoninas,
amenazas e intentos de atentar contra la imprenta, hasta los dos ceses del periódico. El Orden, de
Félix Frías y Luis L. Domínguez había sobrevivido tres años (1855-58) alcanzando prestigio por su
estilo sobrio y poco orientado a las palabras agresivas y mordacidades, y expresando una corriente
católica conservadora moderada en la provincia; La Prensa, dirigida por Monguillot y financiada por
Urquiza logra subsistir entre julio de 1857 y marzo de 1858. En la década de 1860 también
convivieron con El Nacional, La Tribuna y La Nación Argentina otros diarios de significación: El
Siglo, de Federico de la Barra y José Cantilo (1862-63), El Pueblo, de Juan Chassaing, afín al grupo
en que activaban Nicolás Avellaneda y Ovidio Lagos (1864-68). En la década de 1860 la cantidad de
diarios con duración mayor a un año fue menor, pues la consolidación de los principales ocupó lo
espacios posibles desde la política y desde los prolegómenos de un mercado capaz de sostenerlos por
suscripciones o avisos. Pero fue notoria la aparición de numerosas revistas –intelectuales,
especializadas, ilustradas, de caricaturas- y periódicos que, como The Standard and Argentine News,
mantuvieron vivo el sector de prensa en lenguas extranjeras, alcanzando la periodicidad diaria
durante varios períodos y realizando innovaciones de vanguardia en varias oportunidades (por
ejemplo, la adquisición de las primeras máquinas linotipo en el país. Desde su aparición en mayo de
1861, tuvo continuidad semanal o diaria hasta 1959.
38 La experiencia en la primera mitad de la década de 1830, a cargo de Bâcle en la Litografía del
Estado, incluye las colecciones periódicas de Trajes y Costumbres de la provincia de Buenos Aires
(colección de estampas) y el Diario de Anuncios y publicaciones oficiales de Buenos Aires, con
inclusión de litografías. Es decir, no son aún periódicos ilustrados propiamente dichos, uno por no
incluir contenido periodístico, el otro por no incluir imágenes como elemento principal ni constante.
Distinta es la Revista del Plata (1853-55) cuyo objetivo es emular a las exitosas revistas ilustradas
europeas surgidas en la década anterior, a cargo de Carlos (Charles Henri) Pellegrini. Pellegrini era
ingeniero y dibujante, graduado en la Escuela Politécnica de París. Llegó a Buenos Aires a los 28 años
(en 1828) contratado por el gobierno argentino en la especialidad de ingeniería hidráulica. Suprimido
su puesto durante el gobierno de Viamonte, fue contratado por el taller de Bâcle y se ganó la vida
como litógrafo y retratista, alcanzando gran prestigio en el oficio, realizando cientos de retratos a
pedido y logrando ahorros que invirtió en la compra de campos. En 1841 fundó la Litografía de las
Artes, desde la cual publicó dos álbumes de estampas. En 1853 emprende una revista ilustrada, la
Revista del Plata que busca emular las exitosas revistas ilustradas de Londres, París y Madrid: con
grabados propios y de intercambio con otras publicaciones, presenta imágenes de maquinaria
agrícola, especímenes botánicos, estampas de paisajes y edificios, personajes célebres, etc. siguiendo
la línea de las revistas que emula. Logró sostenerla durante dos años, pero abandonó la publicación
cuando fue contratado en 1855 para dirigir la construcción del edificio del Teatro Colón. Todavía el
negocio distaba mucho de competir con un buen contrato de ingeniería civil.
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Introducción
"Al fundar en esta ciudad una revista mensual de historia, de literatura, de legislación
y economía política, tenemos por objeto reunir en una publicación regular y
sistemada [sic], los trabajos serios o amenos de todos los argentinos, propendiendo á
la difusión de las ideas provechosas, cualesquiera que sea el color político de sus
autores y la actitud que asuman en la política militante. Creemos que la Revista será
un medio eficaz para propender a la formación de un círculo literario nacional, que se
consagre preferentemente al estudio de nuestro país y lo dé a conocer en todos sus
aspectos; que preste a la historia, literatura y legislación americana una atención
especial, poniéndonos al corriente del movimiento intelectual de la repúblicas
Hispano-americanas. Fundamos esta revista, además, porque estamos convencidos
que es necesario desviar en lo posible a las inteligencias argentinas de la polémica
ardiente y apasionada de la prensa política…” (Quesada, V.: Revista del Paraná,
Prospecto)
Alma mater y director de la Revista fue don Vicente Quesada. La cita precedente
39Fragmentos de trabajos publicados originalmente en: Revista del Paraná: la construcción del
campo intelectual en la Argentina de 1861. Remedios de Escalada: Área de Metodología de la
Investigación, Departamento de Humanidades y Artes, 2008. ISBN 978-950-29-1111-3, y “La Revista
del Paraná” En: Patria de Luz Tomo VI. Concepción del Uruguay, Universidad Nacional de Entre Ríos.
ISBN: 950-698-109-4. Salvo que afecte la legibilidad, se ha optado por conservar las grafías originales
en las citas textuales de material de época.
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Protagonistas
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Un nuevo espacio
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“Las Revistas son una publicación indispensable donde quiera que haya prensa libre.
No pueden ser suplidas por los diarios, cuya índole, asuntos favoritos, tono, todo es
peculiar y diferente. Los dos géneros se completan mutuamente, lejos de dañarse.”
(Cit. por V. Quesada, Revista del Paraná N° 7, agosto de 1861)
A ello se agregaban otras tareas que comenzaban a configurar en nuestro país el rol
específico de las revistas, las que hacia fin del siglo XIX comenzarían a disociarse en
formas especializadas siguiendo el patrón europeo: la revista como revisión exhaustiva
de un campo temático y espacio de intercambio científico (“pasar revista,“ Review,
Revue), antecedente de las publicaciones especializadas y académico-científicas; la
revista como revisión serena y más profunda del material cotidiano de los diarios (en
el sentido original de la expresión “Re-vista”, palabra que aparecía en algunos
periódicos encabezando grupos de artículos provenientes de otros, tanto nacionales
como extranjeros), antecedente de los semanarios masivos de comienzos del siglo XX,
etc. La labor periodística de Quesada-Navarro Viola-Casavalle significó también la
ampliación y consolidación de un modo nuevo de publico lector, la aceptación por ese
público de un modo periodístico que más adelante, cuando la modernización
permitiese abordar un mercado editorial amplio y heterogéneo, favorecería tanto el
boom de las revistas especializadas como el surgimiento de los magazines masivos.
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Don Vicente G. Quesada nació el 5 de Abril de 1830, en Buenos Aires, donde realizó
sus estudios, primero en el Colegio de Larroque y más adelante en la Universidad de
Buenos Aires. Allí se graduó de Abogado en 1849. Integrante generacionalmente de la
llamada “segunda generación romántica”, su trayectoria se entrecruza con la de otros
hombres porteños que, habiendo realizado sus estudios superiores en los últimos años
del gobierno de Rosas, se hallaron siendo muy jóvenes ante la encrucijada de Caseros,
sin haber tenido tiempo de formar parte activa principal en ninguno de los bandos en
pugna. A este grupo generacional, con algunos años más o menos, pertenecían Miguel
Navarro Viola, Eusebio Ocampo, Vicente Quesada y Benjamín Victorica, entre otros.
Poco después de Caseros, siendo empleado del Ministerio de Relaciones Exteriores,
pasó Quesada a desempeñarse como secretario del Gobernador de Buenos Aires, Dr.
Vicente López y Planes, momento a partir del cual formó parte del mundo político de
la Confederación. Tuvo oportunidad de recorrer el interior del país en el año 1853,
luego de una fallida misión diplomática a Bolivia en que acompañaba a Don Ángel
Elías, y en 1856 fue electo Diputado Nacional por la provincia de Corrientes, en la que
poco después se radicó, colaborando con la administración del Dr. Juan Pujol como
ministro y también como redactor del periódico El Comercio, que editaba por ese
entonces, bajo financiamiento del Estado, la imprenta del francés Pablo Coni.
Concluido el mandato de Pujol acompañó a éste a Paraná, colaborando con él en el
Ministerio del Interior y actuando como Legislador por la provincia de Corrientes.
Cuando se encuentra con Casavalle en Paraná y decide emprender con él la iniciativa
de la Revista, Quesada tenía 30 años y era ya un intelectual reconocido, con una
importante trayectoria como hombre de Estado, numerosos proyectos e inquietudes,
una rica red de amistades y contactos suficiente como para pensar en colaboraciones
de diverso origen geográfico, tanto nacional como de otros puntos del Cono Sur, y que
pronto aprovecharía en el proyecto de la revista.
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lograda luego de la batalla de Cepeda (1859) y el viaje posterior a Buenos Aires del
presidente Derqui y el Jefe del Partido Federal Don Justo de Urquiza (1860), le
permitieron contactarse y lograr la concesión de la imprenta oficial en Paraná,
instalando no sólo su moderno equipo tipográfico sino también su librería, en pleno
centro de la ciudad capital, a un paso de su plaza principal, sobre calle Monte Caseros.
La concesión de las tareas de imprenta oficial a Casavalle significó un inmediato
conflicto entre Derqui y Urquiza: otros acuerdos en el marco de las negociaciones entre
el Estado Confederal y la Provincia de Buenos Aires incluían la satisfacción de un
insistente reclamo porteño: el cese del órgano periodístico oficial de la Confederación:
El Nacional Argentino. Este periódico, que se editaba en Paraná desde 1852, había
sido redactado durante la campaña de Cepeda por la potente y punzante pluma de
Francisco Bilbao, y durante el primer semestre de 1860 por Juan Francisco Seguí,
quien se ocupaba sistemáticamente de impugnar, una por una, las propuestas de
reformas a la Constitución sostenidas por Buenos Aires. El acuerdo entre el presidente
Derqui y el gobernador Mitre, que involucraba a Casavalle, implicaba que el Gobierno
de la Nación dejaría de sostener publicaciones periodísticas, ocupándose
exclusivamente de la publicidad de los actos de gobierno por medio de un Boletín
Oficial, que se editaría diariamente, y cuyo armado e impresión sería otorgado en
concesión a Casavalle. El tipógrafo aceptó las condiciones contractuales y poco
después, el 25 de octubre de 1860, El Nacional Argentino dejaba de existir y nacía en
su reemplazo el Boletín Oficial. El cambio se produjo en medio de vicisitudes
novelescas: Seguí abandonó el diario a comienzos de septiembre, denunciando una
conspiración en un artículo titulado “El triunfo de una intriga”; muy pocos días
después, el propio Seguí era nombrado convencional constituyente por orden de
Urquiza y abandonaba sus posiciones anteriores sobre las reformas, pasando no sólo
a apoyarlas, sino a solicitar que se las apruebe por aclamación. Simultáneamente,
sucedía por primera vez en Paraná la coexistencia en el tiempo de dos periódicos: junto
a las últimas semanas de El Nacional Argentino surgía, con apoyo de Urquiza y edición
responsable del tipógrafo Olayo Meyer, el periódico El Correo Argentino, redactado
por Seguí, quien dirigió duras críticas al gobierno. La respuesta a esos ataques llegó
por medio de El Nacional Argentino, a cargo de un joven redactor aún desconocido:
Don José Hernández, el futuro autor del Martín Fierro. Tal era el clima de
enfrentamiento, faccionalismo e intriga que se vivía en ese momento en Paraná, y por
ello destaca más aún el esfuerzo de Quesada y Casavalle por dar a luz una publicación
a salvo de tal ambiente de enfrentamiento fratricida.
Con sus nueve mil habitantes Paraná era, a comienzos de 1861, la Capital Federal
Provisoria de la Confederación y receptora por ello de una dinámica inmigración
compuesta por funcionarios, profesionales y comerciantes provenientes de todas las
regiones del país. Se asentaba en una provincia pujante que alcanzaba los noventa y
tres mil habitantes –quince por ciento de la población nacional- luego de un rápido
crecimiento económico y demográfico que duplicó su población en apenas doce años.
Poseía por ello varias ventajas para la concreción de un proyecto como el de la revista.
En la ciudad se habían desarrollado clubes en los que se reunían los “hombres del
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Paraná”. Eran el club Socialista y el Club Argentino, fusionados en 1859 como Club
Socialista Argentino. El primero de ellos se había formado en 1853 y lo integraban
entre otros Nicanor Molinas, Lucio V. Mansilla, el tipógrafo de la imprenta del Estado
y regente de El Nacional Argentino Jorge Alzugaray, José Hernández y Evaristo
Carriego. El Club Argentino estaba integrado entre otros por Alfredo Marbais du Graty,
quien fue durante varios meses redactor de El Nacional Argentino y en 1861 se hallaba
en el Paraguay, Santiago Derqui, Ramón Puig, José Antonio Alvarez de Condarco,
Menuel Martínez Fontes y dos jóvenes de la generación de Victorica: Eusebio Ocampo
y Juan Francisco Monguillot. Casi todos ellos ejercieron la pluma incursionando –con
suerte diversa- en el periodismo y la literatura y aseguraron una tenue pero regular
actividad artística. Reuniones y tertulias en casas particulares permiten apreciar
conciertos de cuerdas, lecturas de piezas poéticas y oratorias, materiales periodísticos
y debates sobre el camino del progreso del país. Es conocido al respecto este pasaje de
D. Juan Giménez, extraído de su libro Recuerdos Históricos de Paraná, Capital de la
Confederación:
“Había entonces mucha voluntad y gusto por las reuniones familiares recreativas,
haciéndose en ellas buena música, donde se pasaban agradables horas de solaz. El Dr.
Ocampo, el Dr. Luque, el Intendente de Policía Moreno, abrían frecuentemente sus
salones y el baile y los conciertos amenizaban aquellas alegres y entretenidas horas de
sociabilidad. El Coronel Alvarez de Condarco, entusiasta diletante y notable pianista,
reunía en su casa a los amigos; allí dábanse espléndidos conciertos. Asistía también con
su violoncello Eduardo Guido Spano, hermano del poeta”.
Preparada con varios meses de anticipación, la Revista del Paraná mostraba desde su
primer número evidentes señas del gran esfuerzo realizado y de la calidad lograda:
impresión esmerada y cubierta con tapa color; ambiciosa tirada de 600 ejemplares –
que sería por cierto desbordada ya en el primer número- aceitado y amplio sistema de
distribución, suscripción y corresponsalías, y un plantel de colaboradores de lujo para
su época, sólo limitado por los nubarrones de guerra civil que nuevamente arreciaban,
y que impidieron el acercamiento del grueso de los intelectuales porteños.
El contexto no podía ser más peligroso: Igual que en 1859, los sucesos de San Juan,
esta vez más dolorosos y sangrientos, habían provocado el máximo de tensión entre
las partes y la guerra se aproximaba. Fue precisamente hacia mediados de febrero,
cuando quedó claro que no habría acuerdo posible, y luego del rechazo de los diputados
porteños -justificado por el Gobierno Nacional en la presencia de vicios de forma en su
modo de elección- sólo se avizoraba el combate. Al clima de tensión se sumaba la
dificultad para que los escritores porteños aceptasen de buen modo escribir para una
publicación cuyo impresor se ocupaba del Boletín Oficial del ahora nuevamente
enemigo, cuyo director era funcionario nacional y cuya edición se hacía en una Capital
Federal no aceptada. A ello debían agregarse los inconvenientes de provisión de
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“La Revista del Paraná saldrá una vez al mes, se compondrá de un volumen
de 60 páginas en cuarto mayor, esmerada impresión y buen papel; cada
entrega llevará su cubierta de papel de color, y cada semestre se publicará el
índice general de las materias publicadas y una carátula para su conveniente
encuadernación”.
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artículos totalizando catorce páginas sobre un total de cuatrocientas ochenta –es decir,
menos del dos por ciento- en los ocho números. Las dos principales secciones fueron
Historia y Literatura. Tuvieron un desarrollo relativamente parejo, ocupando la de
historia doscientas páginas –41.7 por ciento- la de literatura ciento noventa y tres –40
por ciento- y la de jurisprudencia (restando el prospecto y el índice), las restantes 72,
el 15 por ciento. Es notable la preeminencia de las secciones de Historia y Literatura,
situación acorde con la tarea histórica planteada. La de historia fue, además,
especialmente extensa debido a la necesidad de transcribir en detalle documentos
históricos completos, en tanto en la de literatura se incluyeron algunos estudios
biográficos y especialmente los trabajos geográficos referidos a provincias y regiones
de América. El mismo Quesada anunció en el Número 2 que la sección de Historia
recibiría atención preferencial, pero fue la de literatura la que presentó mayor variedad
de producción.
“Los apuntes que iniciamos para servir a la Revista del Paraná –dice
Victorica- tienen por objeto salvar datos útiles a la historia de esta Provincia,
del peligro de que desaparezcan con documentos que existen inéditos, según
creemos. Sin pretensiones por nuestra parte, y aprovechando momentos de
ocio, simples narradores, nos limitaremos a copiar, o extractar casi siempre,
con exactitud, los documentos que hemos tenido ocasión de estudiar al dar
forma a esta breve crónica, que puede completar la que publicó en el Uruguay,
hace cuatro años, nuestro geógrafo Martín de Moussy”.
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La sección de Literatura también fue iniciada, como la de historia, por Ramón Ferreira,
quien trazó un panorama del “Estado de la literatura hispano americana” en el primer
número. En los números 3 y 4 agregó este autor un ensayo sobre el origen y progreso
de las “bellas letras y artes” y “su influencia en la mejora individual y social”, artículo
que él presenta como apunte: “no es para los literatos sino para los que están en la vía
del aprendizaje”. Allí, junto a reflexiones programáticas en pos de la construcción de
una literatura americana y la superación del faccionalismo, aparecen reflexiones sobre
lenguaje, tecnologías gráficas y bellas artes. Tanto como en historia, Quesada fue el
redactor siempre presente en esta sección, con trabajos propios y comentarios:
bibliográficos, necrológicas, presentaciones y datos biográficos de autores. Su aporte
específico se refirió a la provincia de Santiago del Estero: un trabajo sobre el idioma
Quichua en esa provincia (presentado en realidad en la sección de historia) y un relato
de costumbres, también ambientado en aquella provincia: “El Harpa”, y su condición
de instrumento típico de la música Quichua de allí. Por supuesto, fue Quesada quien
se encargó, con profundo sentimiento personal, de la necrológica y biografía del Dr.
Juan Pujol, publicada en el número 7.
Una figura de oro en la sección de literatura fue la señora Juana Manuela Gorriti.
Quesada la presentó como colaboradora en el número 2:
“Empezamos a publicar en este número el precioso episodio histórico que con el título
que encabeza estas líneas, ha publicado en la ciudad de Lima la Señora Doña Juana
Manuela Gorriti, natural de Salta, e hija del General Gorriti. Nos abstenemos de
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animado por todos los amores (…) así también, el desterrado reconoce la fisonomía,
el acento, la palabra de la eterna patria, en las conquistas de la ciencia, en todo acto
de heroísmo, en las victorias de la justicia, en las transfiguraciones de los mortales,
en la rehabilitación de los caídos, en la marcha de los hombres y pueblos a la
fraternidad en la verdad. Y qué importa entonces llevar el sello del destierro si la
alegría del himno primitivo nos comunica el ritmo para marchar adelante (…) ¡Feliz
el que vuelve a su patria! Pero más feliz aún, el que la lleva consigo viviendo en justicia
y bendiciendo la vida.”
“…El poeta que ha podido expresar los conceptos que van a leerse no era un salvaje ni
un bárbaro, revela un corazón sensible a las mil armonías de la creación, y manifiesta
un alma culta capaz de concebir los misterios de la vida del espíritu. El pueblo que en
una asamblea de notables escuchaba esos cantares no es un pueblo inculto, y el
idioma que servía para transmitir esos conceptos prueba la civilización de ese pueblo.
Es sabido que entre los mexicanos era costumbre transmitir los grandes hechos a sus
antepasados por figuras pintadas sobre pieles, sobre telas de algodón o sobre cortezas
de árbol, las que el fanatismo de los primeros misioneros, considerándolas como
monumentos de idolatría las redujo a las llamas; pero entre las costumbres de aquel
pueblo primitivo y sorprendente, había una que la providencia tal vez reservaba para
probarnos la cultura de los súbditos del imperio de Moctezuma. Ente los mexicanos
se consideraba como esencial a la educación, enseñar a sus hijos las canciones
históricas de sus grandes poetas, y tal vez por este medio pudo llegar al conocimiento
de los conquistadores el cantar del poeta Netzahualcoyotl, que publicamos hoy en la
Revista. Ignoramos cuándo y quién lo ha traducido español, pues el primer
conocimiento que de él tenemos es por las siguientes palabras del señor Bilbao:
‘Adjunto a Ud. Una notable poesía mexicana indígena. Creo que es a más de una
poesía, un documento para la Revista’…”.
“El erudito y distinguido escritor sud- americano don Francisco Bilbao, nuestro
amigo y colaborador, nos ha dirigido la interesante y notable carta que publicamos,
llamando la atención sobre la importancia de los estudios filológicos de las lenguas
primitivas de América. El documento que sugiere esas observaciónes al señor Bilbao
está en español, aimará, quichua y guaraní, y pertenece a su biblioteca…”.
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Bilbao, por su parte, presentaba las cuatro versiones del breve decreto
sancionado por la -Asamblea del año XIII, bajo la firma de Tomás Antonio Valle e
Hipólito Vieytes, con una intención doble: la primera, destacar su sentido libertario y
americanista; la segunda, su interés filológico. Decía Bilbao en su carta al Director:
“Siendo uno de los principales objetos de la Revista que usted ha fundado y que bajo
tan felices auspicios continúa, el presentar una tribuna a la inteligencia americana
especialmente consagrada a las cosas de América, creo satisfacer uno de ellos,
comunicando a usted un documento de los tiempos de la independencia. Ese
documento que adjunto, es relativo al decreto que abolía el tributo, mita,
encomiendas, yanaconazgo y servicio personal de los indígenas, noblemente
redactado con el laconismo de la verdad y la dignidad de la justicia, y al mismo tiempo
traducido a los idiomas Quichua, Aymará y Guaraní, para que fuere entendido por los
que habitan las orillas del Paraná, del Bermejo, los valles de Bolivia y las sierras del
Perú hasta el Ecuador, revela a juicio mío otro aspecto que se quiere desconocer hoy
día de la Independencia Americana. Ese aspecto era, la solidaridad de causa, la
fraternidad humana, la igualdad de las razas que se convocaban a tomar parte de la
formación de la nueva ciudad que levantaban nuestros padres…”.
“Ahora me queda tan solo que expresar un voto por el estudio de los idiomas de
América. Creo que la filología resolverá un día grandes problemas filosóficos relativos
a las primeras creencias, a los dogmas fundamentales, al esclarecimiento de la
formación y propagación de la especie humana, a la solución del problema de las
razas, al establecimiento de una gramática general, a la explicación del misterio del
origen de la palabra y de su desarrollo tan variado sobre la superficie de la tierra. Bien
sé que tales resultados no podrán operarse sino obrando sobre una multitud de datos.
El estudio de las lenguas orientales ha hecho grandes progresos y preciosos resultados
se le deben; y es por eso que el estudio de las lenguas de América, será indispensable
para coronar la obra y conocer el origen y migraciones de nuestros primeros
habitantes (…) presentaremos a la inteligencia del filólogo un hecho que arroja el
examen numérico de las vocales empleadas en los idiomas del documento
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transcripto:
Idioma
Vocal
Aymará Quichua Guaraní
E 36 23 89
I 120 101 79
O 1 5 58
U 57 64 47
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Hasta aquí un breve resumen de los contenidos, que nos muestra una labor por cierto
no pequeña: Recopilación de valiosa documentación inédita, reflexiones históricas,
esbozos de debate, compilación de artículos geográficos sobre el interior del país,
valorización ante el público argentino de la persona y obra de Juana Manuela Gorriti,
un poema avanzado para su época del joven y recién retornado al país Carlos Guido
Spano, y por supuesto, haber cumplido el compromiso de una publicación de calidad
orientada al espacio intelectual por encima de las luchas “de la política militante”.
Algunos planteos problemáticos como el sugerido por Bilbao en filología eran
estimulantes y acordes con el nivel del debate intelectual de su época en el mundo
occidental. Incluso en la más humilde labor de intercambio, de formación de un
“estado de la cuestión” y de reproducción de materiales, la sola mención de los
participantes que logró incluir la revista inspira respeto. Entre los medios de los que
se reprodujo material hallamos también un criterio de calidad y apertura, aunque
también limitado, como el de colaboraciones, por el alcance de la red de contactos de
Quesada y por la imposibilidad de superar la barrera del conflicto civil en ciernes.
Faltaban por ello reproducciones de material proveniente de los escritores porteños o
de sus mejores contactos. Un breve recuento de orígenes de las reproducciones
muestra este perfil: El Nacional Argentino, El Pacífico, Revista de Sudamérica,
Revista de Lima, El Comercio de Lima, Museo Literario, El Constitucional, La Gaceta
de Bolivia, La Reforma Pacífica, El Foro, La Revue Britanique.
Inconvenientes, vicisitudes
Las 360 páginas del primer tomo, al cumplirse los seis meses de edición, se cierran con
un índice completo del contenido. Al presentar el número 7, que comienza su
numeración nuevamente con la página 1, abriendo el segundo tomo, la ocasión era
propicia para un recuento y balance. Quesada lo hacía del modo siguiente:
“Al fundar la Revista del Paraná decíamos en el prospecto estas palabras: ‘no estamos
desanimados, vamos a hacer este esfuerzo, porque abrigamos la esperanza que el
pueblo de la República protegerá las sanas tendencias de la Revista’; y así ha sucedido,
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Las dificultades, como puede observarse, no eran pocas, pero no ponían en duda la
continuidad. Otros asuntos fueron aún más dificultosos, sobre todo aquellos
orientados a lograr un alcance verdaderamente nacional en la red de colaboradores
con presencia de miembros de todos los partidos:
“El pueblo que sostiene publicaciones de este género, revela ya necesidades cultas del
espíritu, pues mantienen un periódico ajeno a los intereses de los bandos políticos y
a la lucha apasionada de los partidos. Los suscriptores pertenecen a todos los colores
políticos, y creemos haber sido leales a nuestro prospecto, manteniendo la Revista
prescindente de la política militante (…) Invitamos por medio de circulares a todos
los hombres que creíamos capaces de ayudarnos, prescindiendo absolutamente del
partido político a que pertenecían; sentimos decirlo, las pasiones políticas han
dominado a muchos, que no han querido escuchar nuestra invitación. Ingenios
notables han permanecido indiferentes a nuestro llamamiento, absorbidos por la
lucha. Decimos esto, para que no se crea que hemos hecho exclusión de nadie, cuando
se note que faltan entre los colaboradores algunos literatos argentinos que figuran
con honra en la república de las letras”.
Fue ésta una de las dificultades mayores: a seis meses de iniciada la publicación, no se
lograba evitar entre los escritores porteños la sensación de que se trataba de un
emprendimiento del Estado confederal. A esta carencia Quesada no sólo le hizo frente
explicitando la situación ante sus lectores, sino también mostrando un listado de
colaboradores que –dadas las circunstancias descritas- mostraba un éxito no menor,
aunque confirmativo de que no lograba trascender los límites del espacio de militantes
y simpatizantes de la causa: En Paraná: Ramón Ferreira, Baldomero García, Manuel
Lucero, Nicolás Calvo, Juan Francisco Seguí, Fernando Arias, Gerónimo Espejo,
Eusebio Ocampo, Facundo de Zubiría, Manuel Leiva, José María Zuviría, José
Francisco López, Carlos María de Viel-Castel. En el resto de Entre Ríos: Benjamín
Victorica, Ángel Elías. En Buenos Aires. Francisco Bilbao, José Tomás Guido, Miguel
Navarro Viola, Emilio de Alvear, Damián Hudson. En Corrientes: Juan Pujol, José
María Rolón, Miguel Vicente López, Juan Nepomuceno Alegre. En de Santa Fe:
Avelino Ferreira, Evaristo Carriego, Manuel A. Pueyrredon. En Córdoba: Ramón Gil
Navarro. En Tucumán: Juan Elías. En Salta: José Manuel Arias. En Jujuy: Manuel
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“contamos en París con el conocido y estimado escritor sud- americano don J.M.
Torres Caicedo, redactor de la parte política del Correo de Ultramar, quien ha tenido
la bondad de aceptar nuestra invitación y nos dice en carta datada en París a 22 de
Abril último, estas palabras. ‘No fallaré en excitar a los literatos y publicistas
americanos para que envíen a usted sus producciones. Usted y yo estamos de acuerdo
en la idea capital de reunir intelectual, política y comercialmente a los Estados de la
raza latina-americana´’. El Doctor don Juan Bautista Alberdi en carta datada en París
a 23 de abril último nos dice: ‘tendré mucho gusto en remitirle todo lo que yo crea que
puede ser útil a la Revista, de las cosas que aparezcan en la prensa de Europa.’.”
“Para dejar en libertad a los numerosos colaboradores con que contamos, hemos
establecido por base: La redacción no es colectivamente responsable de las ideas o
principios contenidos en los diversos artículos de la Revista, cada cual responde de lo
que lleva su firma, por cuya razón no aceptamos el anónimo,
Otro modo de presentar la repercusión amplia que tuvo la revista fue el de mostrar sus
ecos en la prensa nacional y extranjera, que “…se ha mostrado interesada en la
prosperidad de la Revista, con muy raras excepciones…”. En este caso sí pudo darse el
lujo Quesada de dar cuenta de repercusiones al otro lado del Arroyo del Medio:
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
cargo del General Urquiza, que contestó con una carta elogiosa, que Quesada
transcribe, y una suscripción por veinticinco ejemplares. El Gobierno de la Provincia
de Buenos Aires se suscribió por diez ejemplares. El de Corrientes, por veinte, y
adjuntando una nota también muy conceptuosa firmada por el Gobernador. El
Gobierno de Santa Fe se suscribió por cuatro ejemplares. En notorio contraste con
estas respuestas, pasa Quesada a transcribir la carta de respuesta del Gobierno
Nacional, acompañada de un lacónico comentario:
“El Gobierno Nacional contestó en los términos siguientes: Ministerio del Interior,
Paraná, Marzo 14 de 1861. Señor don Carlos Casavalle. En vista del Acuerdo del 5 de
octubre último y motivos en que se funda, el Gobierno no puede prestar apoyo oficial
a publicación alguna periódica; y aunque la Revista del Paraná –por su carácter
literario y científico- merece especial atencion por parte del Gobierno; sin embargo,
cumpliendo la disposición citada, ha provisto con esta fecha, no acordando la
suscripción solicitada, lo que comunico a V. A sus efectos. Dios guarde a V. José María
Zubiría. Parece que una estricta economía ha impedido al Ejecutivo hacer la más
mínima erogación a favor de una publicación, la primera en su género que se inicia
en las provincias argentinas”.
“Los gobiernos de Entre-Ríos, Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe, han mostrado por
el hecho de suscribirse el deseo de proteger y estimular las letras argentinas. Les
damos las gracias por ese acto de protección que los eleva sobre los que no pueden o
no quiere comprender la importancia de protegerlas. Mientras algunos gobiernos
volvieron desdeñosamente la espalda a la publicación que se iniciaba en la Capital de
la República, el pueblo, con ese instinto y buen sentido que lo distingue, acogió y
protegió la idea, habiéndose agotado la primera edición de 600 ejemplares del primer
número, y viéndonos obligados a reimprimirlo. Hoy mismo está agotada la edición de
835 números que se tiran; no habiendo podido reservar el editor ningún ejemplar.
Habíamos pensado hacer quincenal la Revista, como una prueba del deseo de
corresponder a la numerosa suscripción; pero la situación política nos impide por
ahora que realicemos esta mejora. Nuestros lectores comprenden bien lo que han
aumentado los gastos, haciéndose más difícil la correspondencia, desde que están
suspendidas las líneas de vapor que ligaban los ríos Paraná y Uruguay con los
mercados de Buenos Aires y Montevideo, y estas causas nos impiden por ahora
introducir esa mejora. Sin embargo, apenas desaparezca esta crisis, trataremos de
mejorar nuestra publicación”.
Como puede observarse en estas líneas, las dificultades no eran pocas y la molestia por
la falta de apoyo del gobierno nacional y de muchos gobiernos provinciales no era
menor. Sin embargo, nada indica la posibilidad de cerrar la publicación. Por el
contrario, el anuncio es que en el futuro los servicios podrían ampliarse. Estamos a
fines de agosto, y resulta por ello difícil de aceptar el comentario del biógrafo principal
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
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El final, el principio
El fin de la Revista del Paraná –y con él, los comienzos del proyecto de la revista en
Buenos Aires- sobrevino, pues, con la crisis final de la Confederación. Tal como había
sucedido a Coni en Corrientes en la década anterior, las posibilidades de desarrollo en
una ciudad del interior –aún una ciudad importante- estaban, para un impresor y
librero profesional con ansias de progreso, atadas a acuerdos contractuales con el
Estado, y si estos se perdían, debía el emprendedor retornar a Buenos Aires. Así
sucedió con Casavalle. Se quedó en Paraná hasta el último minuto y sólo se marchó
cuando no hubo más nada que hacer. Recordemos que –a pesar de los graves
inconvenientes causados por la guerra y el bloqueo- la Revista podía sostenerse hasta
tanto se recuperase la paz, en la medida en que el Estado Nacional mantuviese sus
contratos con Casavalle, que los gobiernos provinciales apoyasen la iniciativa con
suscripciones y otras medidas de respaldo, que el sistema de correos y postas
funcionase mínimamente, que Quesada continuase como Funcionario de la Nación y
que el número mínimo necesario de suscriptores pudiese sostenerse con la tenue capa
dirigente de funcionarios de los tres poderes radicada en Paraná. En agosto de 1861
todo parecía indicar que se repetiría la campaña de 1859, al menos todo parecía
indicarlo en el microclima político de la Capital de la Confederación. Pero el 17 de
septiembre abrió paso a la victoria de Buenos Aires, situación que fue consolidándose
con el correr de los días, y que las fuerzas del general Mitre pudieron aprovechar. El
resultado de esto fue el inmediato caos: cese de pagos del Estado, incertidumbre, vacío
de poder, intrigas, y las fuerzas porteñas avanzando sobre el interior: Rosario primero,
hacia Córdoba de inmediato, amenazando pronto a Santa Fe. Nada indica que
Casavalle tuviese previsto el retorno a Buenos Aires en el mes de Julio, como se
desprende de la biografía escrita por Piccirilli. El impresor continuó a cargo de las tres
publicaciones a lo largo de todos los preparativos militares. El número 8 de la Revista
del Paraná (que sería el último), apareció el 30 de septiembre, es decir, casi dos
semanas después de la Batalla de Pavón (librada el 17 de Setiembre).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
baluarte (…) habrá sucumbido probablemente a estas horas bajo el poder de las armas
nacionales triunfantes en Pavón…” (26 de setiembre). Pero a partir de mediados de
octubre desaparecieron tanto las referencias a los sucesos en marcha como la cantidad
habitual de documentos. Casavalle debió entonces recurrir a materiales de relleno. El
8 de noviembre, debe publicar la renuncia de Derqui a la presidencia. Las tropas
porteñas avanzaron hacia el norte; el 22 de noviembre se produce la tristemente
célebre matanza de Cañada de Gómez, y ya el 1ª de Diciembre se reciben en Paraná las
indicaciones del General Urquiza de que debía entregarse todas las instalaciones de la
Confederación a la Provincia, la cual reasumía la soberanía sobre su territorio, incluida
Paraná. La última edición del Boletín Oficial se dio al público el 3 de diciembre de 1861.
La semana subsiguiente fue dedicada por Pedernera a organizar una entrega lo más
ordenada posible del gobierno, que cesó en sus funciones el día 12 del mismo mes. La
Revista del Paraná no volvería a editarse. Para Quesada y Casavalle, había llegado la
hora de retornar a Buenos Aires.
En Entre Ríos, el impulso aportado por la Revista del Paraná sumado al de los
periódicos impulsados por Urquiza en las principales ciudades entrerrianas, y a la
irrupción en escena de las primeras camadas de egresados del Colegio del Uruguay,
dio rápidamente frutos con la aparición de las primeras revistas literarias (como El
Alba y El Cóndor) en la década de 1860, la continuidad de los estudios históricos
provinciales y el desarrollo de una era dorada del periodismo, la poesía y la
dramaturgia provinciales. A medida que el territorio de autonomía del campo cultural
se fue desarrollando junto a la reformulación de las relaciones de fuerzas sociales (en
las que la burguesía portuaria sería finalmente subordinada a la pujante clase
terrateniente), también en Entre Ríos pudo articularse no sin dificultad tales espacios.
Así, los debates entre Andrade y Carriego sobre el rol de Urquiza en la modernización
circulaban en carril distinto que la creación literaria del primero, quien a su vez llegaría
a ser reconocido como poeta nacional por los otrora enemigos. Mitre llegaría incluso a
reconocer el carácter pionero del Colegio del Uruguay en el impulso dado a la literatura
nacional e incluso en la creación de la primera cátedra de Literatura Nacional
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implantada en Sudamérica. Hacia el fin de siglo, figuras surgidas del Colegio del
Uruguay como José S. Álvarez (Fray Mocho), Onésimo Leguizamón y Emilio Onrubia,
con las experiencias de una revista masiva de interés general, un diario moderno y una
estrategia comercial de producción teatral respectivamente, así como el impacto del
arielismo y el modernismo, mostrarían hasta qué punto la transición cuyo origen
rastreamos aquí estaba concluida, y las revistas de construcción del campo dejarían su
lugar a nuevas experiencias.
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0. Abstract
Si bien la dura derrota del mitrismo en 1874 y sobre todo la Conciliación política de
1877-78 producen diferencias entre los propietarios-directores de La Nación
(Bartolomé Mitre) y La Prensa (José C. Paz), una y otra vez hallarán puntos de
coincidencia para enfrentar en común al nuevo hombre fuerte del país desde 1880: el
general Julio Argentino Roca, así como defender sus coincidencias. Pero a su vez, sus
diarios hallarán en el marco de la modernización económica e institucional del país,
el lugar de prósperas empresas cuyo valor patrimonial superará con creces su
funcionalidad política. De allí que la innovación y diversificación de medios ensayada
por la familia Mitre y sus colaboradores políticos del ámbito periodístico impactará
no sólo en la política, sino también en la formación de una industria gráfica
plenamente moderna.
De este modo, hacia fines del siglo XIX varias de las experiencias periodísticas
argentinas más innovadoras en lo técnico, comercial, periodístico y estilístico
aparecen asociadas a figuras de la primera y segunda línea de la antiguamente
predominante facción mitrista, la cual, aún tras sucesivos fracasos políticos, no pierde
la esperanza de volver al gobierno. El inicio del segundo período presidencial de Roca
(1898) hallará –una vez más- suficientes puntos de coincidencias entre ellas desde la
oposición, como para hacer causa común en el grueso de los tópicos tratados. A los
dos grandes diarios se sumarán la nueva (tercera) época de El Nacional (bajo la
dirección de Pedro Bourel) y la novedosa revista Caras y Caretas (por Bartolomé
40
Moyano, Julio y Ojeda, Alejandra (2015) “Del estado al mercado: el periodismo mitrista en la
modernización de la prensa argentina (1862-1904)”. En: Pineda, Adriana y Gantús, Fausta: Recorridos
de la prensa moderna a la prensa actual. México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
Red de Historiadores de la Prensa y el Periodismo en Iberoamérica y Universidad Autónoma de
Querétaro. Pág. 55 a 89.
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Mitre y Vedia, hijo del General y director de La Nación por más de una década, y el
español Eustaquio Pellicer). Esta red periodística atraviesa en el decisivo segundo
período roquista una rápida transición entre la primacía de la función política de la
prensa y la primacía de su condición de próspera industria: paradójicamente, el
notorio fracaso político de esta red contrastará con la impactante innovación técnica,
estética, económica y estilística de esta prensa.
1. Introducción
Entre 1894 y 1904 la tecnología gráfica de diarios y revistas vive una auténtica
revolución, tanto a escala mundial como en su impacto en la República Argentina: la
irrupción de las máquinas linotipos y monotipos para la composición en caliente, los
nuevos adelantos en rotativas, mejoramiento en las técnicas de cromolitografía y de
fototipia, el patentamiento de las máquinas de huecograbado para la impresión color
de calidad, el patentamiento y generalización de la fotocromía y de la técnica de half
tone para la impresión de fotografías en las masivas tiradas de prensa, son sólo
algunas de las transformaciones, que a su vez se ven acompañadas por nuevos
dispositivos y prácticas de uso: revistas ilustradas, magazines de interés general,
inclusión habitual del fotograbado en la prensa diaria, profesionalización del oficio
de fotografía de prensa, cámaras más versátiles, masificación del pegado de afiches
callejeros, intercambio internacional de postales, etc., por mencionar en una lista
ecléctica algunos de los de mayor impacto en los propios relatos de prensa
contemporáneos a los cambios41.
41Si bien en los cuatro principales países protagonistas de la revolución técnica en la impresión, la
fotografía y otras técnicas asociadas –Gran Bretaña, Francia, Alemania, Estados Unidos- ven
desplegarse más tempranamente su aplicación en la prensa diaria (y poco después, en el novedoso
mercado de magazines), la expansión del mercado mundial producida por la revolución industrial
permite una rápida colocación de maquinarias de avanzada en países asociados al naciente modelo
agroexportador, como es el caso de la Argentina, y a partir de ello, una rápida adaptación de modelos
de negocio triunfantes en los países a la vanguardia de la industria. La reducción del tamaño de los
pliegos se generaliza en el país quince años después de su irrupción en Estados Unidos, pero a
comienzos del siglo XX las imitaciones de los cambios de estrategia o incorporaciones técnicas se
producirá en muchos casos con una diferencia de meses. Los magazines masivos triunfan en Argentina
una década después que en Estados Unidos (Caras y Caretas se funda en 1898); la aplicación de
técnicas avanzadas de grabado y fotograbado se incorporan a las revistas ilustradas con menos de dos
años de diferencia respecto de sus pares europeas, tanto tras los avances de comienzos de la década de
1880, como tras el salto tecnológico producido en 1894 en Francia y Estados Unidos, en tanto la
inclusión de la imagen fotográfica en el diarismo se presenta con una diferencia apenas mayor (Cfr.
Tell, 2009; Szir, 2009; Ojeda, 2009; Romano, 2005).
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Sin embargo, los grandes protagonistas del periodismo argentino de fines del siglo
XIX y comienzos del XX se encuentran –todos- vinculados a la elite política y a las
luchas por el acceso al poder gubernativo. Y como los periódicos siguen dependiendo
en gran medida del apoyo estatal, los enfrentamientos electorales incluyen épicas
batallas por disponer de una red lo más amplia posible de periódicos subsidiados con
compras masivas, exenciones de circulación, avisos de empresas amigas, subsidios
directos o puestos en el Estado (Cfr. Alonso, 2010, 2008; Scobie, 1964). No escapan
a ello siquiera los “grandes apellidos” de la prensa ya consolidada como gran empresa.
269
De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Mitre, nacido en 1821, había ejercido el periodismo desde muy joven, en el exilio de
las corrientes antirrosistas, protagonizando o fundando periódicos en Uruguay,
Bolivia y Chile, pero había saltado al primer plano de la política de Buenos Aires con
la revolución de septiembre de 1852, y sobre todo, con la defensa de la ciudad durante
el sitio de Lagos (1852-53). Ejerció el periodismo en varios medios de la década de
1850, especialmente en El Nacional y en Los Debates, este último, de su propiedad
en su nueva etapa de 1857. En la misma década fue comandante militar de la
provincia y Gobernador. Luego, entre 1862 y 1868, fue Presidente del país unificado,
y al concluir su mandato intentó continuar siendo el “hombre fuerte” de la política
nacional. Alzado en armas contra el resultado electoral de 1874, sufrió una
catastrófica derrota política y militar, de la que no habría de recuperarse, pero
continuó intentando retornar a la presidencia hasta sus últimos años, manteniendo
el liderazgo de su fracción política.
Mitre conocía muy bien los delicados mecanismos de apoyo y control del Estado sobre
la prensa: pago de sueldos a empleados de imprenta, provisión de insumos, subsidios
directos, compra de cantidades de ejemplares por número, permiso informal a
empleados públicos para ocupar parte de su tiempo en el periodismo, etc. En 1860,
por ejemplo, se había visto obligado, en su rol de Gobernador de la Provincia de
Buenos Aires, a suspender los subsidios a los dos diarios más importantes de la ciudad
(El Nacional y La Tribuna) como medida de presión frente a su discurso guerrerista
en medio de las negociaciones con Urquiza (Cfr. Moyano, 2008).
270
De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
1943). Nace con "cerca de dos mil suscriptores", destacando que este hecho "es nuevo
en Buenos Aires, y tiene la más alta significación".
"Contando la imprenta por la que se publica La Nación Argentina, con una poderosa
máquina á vapor. y con la variedad más completa de tipos que posea establecimiento
alguno en la ciudad, podemos asegurar á los Sres. que se dirijan á hacer uso de
nuestras columnas, que publicaremos los avisos en la forma, tamaño y gusto que
pidan los interesados. Advirtirndoal [Sic] mismo tiempo, que, poseyendo el
establecimiento un sistema nuevamente inventado para grabar sin buril, se pueden
dotar á los avisos de las láminas o indicaciones que quisiesen agregarse, mediante una
pequeña retribucion sobre el precio del aviso sencillo, pudiendo despues disponer el
dueño de la plancha.
Como la publicidad es una gran palanca para hacer fortuna, llamamos la atención del
público sobre las ventajas que ofrece La Nación Argentina sobre los otrosdiarios [Sic],
y esperamos que los amigos nos favorezcan con sus trabajos.
Quedarán satisfechos tanto por la modacidad de los precios, como por la perfección y
la forma en que se hará la publicidad de los avisos" (La Nación Argentina, N° 4, 17
de septiembre de 1862).
Como puede notarse, a pesar de que el medio se hallaba anclado en el aparato estatal,
Mitre no perdía la fe –compartida por los políticos de su generación- en la
construcción de una prensa en manos privadas, capaz de autosostenerse a través de
suscripciones y avisos, como lo demostraba ya la prensa europea. Esta prensa, por
otra parte, buscaba demostrar su propia objetividad, independencia y compromiso
271
De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
con la expresión de la opinión pública. De momento, sin embargo, tal cosa está lejos
de suceder.
42 Los rumores y comentarios sobre enriquecimiento ilícito habían arreciado a lo largo de la década de
1860, y han quedado plasmados en numerosas denuncias, escritos públicos y cartas privadas. Algunos
de ellos, apuntan a la corrupción estatal en el sistema de proveedores del Estado para la guerra del
Paraguay, incluyendo aspectos especialmente escandalosos como el robo de instrumental médico y
sanitario. Los hombres del entorno más íntimo de Mitre son sistemáticamente señalados. Debe
tomarse en cuenta, sin embargo, que la corrupción había afectado a todas las facciones, y las denuncias
cruzadas –y en ocasiones magnificadas- eran parte cotidiana del arsenal pendolista del periodismo
faccional. Por otra parte, varias fortunas habían crecido en un contexto de rápida valorización de
tierras, propiedades urbanas y expansión del volumen de comercio. Este momento histórico aparece,
en tal sentido, como una suerte de “acumulación originaria”, donde el manejo de los resortes del
Estado asegura la consolidación de fuerza empresarial, y brinda a sus actores ventajas comparativas
decisivas cuando el mercado sea el principal regulador de la industria periodística.
272
De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Nación Argentina / La Nación, como un solo diario que arranca en 1862. Esto lo
transforma en el diario actualmente en circulación más antiguo de la Argentina, y uno
de los primeros si tomamos como punto de partida el año 1870. Antes que La Nación,
se fundaron La Capital de Rosario (1867) y La Prensa (1869).
El esfuerzo de Mitre por ser el "gran elector" de su propio sucesor en la Presidencia por
medio de la candidatura de su Ministro de Relaciones Exteriores, compañero político y
socio comercial Rufino de Elizalde, fracasó rotundamente; su carta desde el frente del
Paraguay43 orientada a lograrlo pasa a ser con ello conocida como su "testamento
político": aunque Mitre no cejaría en su esfuerzo de retorno la presidencia, ya nunca
volvería a disponer del poder militar y político acumulado en la década de 1860. El 12
de abril de 1868, una fórmula inesperada meses antes, producto de las cambiantes
alianzas entre gobernadores, partidos y mandos militares, compuesta por Sarmiento y
Alsina, se alzó con la victoria. A partir de este momento, Mitre y su partido comprenden
que pasarán a la oposición.
Así, apenas se distribuyen las noticias del resultado electoral de abril de 1868, el
mitrismo dedica un gran esfuerzo a preparar un andamiaje periodístico que no sólo
ofreciera una voz opositora al nuevo gobierno (Sarmiento-Alsina, cuyo triunfo sería
confirmado por el colegio electoral en octubre), sino que fuese claramente distinta al
previsible tono amigable con Sarmiento y Alsina que podría surgir de El Nacional y La
Tribuna, y que sea capaz de competir con ellos con éxito.
En Mayo de 1868, tras la elección de abril, el Presidente Mitre inaugura en Buenos Aires
el Hospicio de Inválidos construido con donaciones impulsadas por la Asociación
43 La carta estaba dirigida a su secretario y Director de La Nación Argentina Juan María Gutiérrez;
fechada en Tuyu Cué, 28 de noviembre de 1867, fue publicada ex profeso en La Nación Argentina.
273
De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
fundada –por el militante mitrista José C. Paz- para asistir a los lisiados argentinos de
la guerra del Paraguay, y especialmente por su crecientemente exitoso semanario El
inválido Argentino, creado en 1867 con el mismo fin, y que recibe amplio apoyo del
Estado. La Nación Argentina, por su parte, continúa defendiendo a su Presidente, y
preanunciando la disconformidad del mitrismo con el reparto de poder que se iniciaría
con la presidencia Sarmiento. Poco después cesa El Inválido Argentino, dando por
cumplida su labor con la inauguración del Hospicio, y ante el retiro de la casi totalidad
de fuerzas argentinas del frente paraguayo. Y José C. Paz comienza a organizar la
publicación de un nuevo diario: La Prensa, que defenderá al partido mitrista.
“...su casa fue negociada por agentes y obtenida la suscripción de los proveedores que
mediante despilfarro de la rentas han ganado millones, como Lezica, Lanús, Galván,
que al fin costearon casi en su totalidad (…) Mitre sabe que con un poco de insistencia
con amaños conocidos, con muchos hombres que le deben o la impunidad o la fortuna
mal adquirida todo se puede conseguir44.
Los apellidos nombrados por Sarmiento en tono de denuncia, eran en ese momento
bastante conocidos y denunciados por las fuerzas opositoras como parte del entorno
íntimo de la presidencia Mitre. Anacarsis Lanús era la cabeza de Lanús Hermanos,
empresa que había multiplicado abruptamente su fortuna durante los años de la
guerra. El poeta y periodista paraguayo Natalicio Talavera, quien moriría de cólera
en 1867 durante la guerra, denunciaba el año anterior: “Lanús, socio del Presidente
Mitre, es proveedor general del ejército…”45. Otras menciones a los vínculos
comerciales de los donantes como contratistas del Ejército y del Estado (tanto
nacional como provincial y municipal) abundan en cartas privadas y acusaciones en
la prensa. Apenas once meses después de la donación, una Sociedad Anónima
quedaba constituida legalmente para relanzar el diario La Nación Argentina como La
Nación. La constituían diez integrantes y era ésta, junto con la reducción del nombre
del diario y una nota editorial que prometía cambios en la actitud del diario frente a
la política, las principales novedades, dado que el diario continuaba igual, al punto tal
que el folletín por entregas que venía publicándose en La Nación Argentina continuó
en el episodio siguiente en el número 1 de La Nación, el 4 de enero de 1870.
44 Sarmiento a Sarratea. Buenos Aires 17 de marzo de 1869. Archivo de la familia Sarratea Prats. Citado
por F. Nieto del Río: “Cómo recordaba Sarmiento a Chile”, en El Mercurio. Artículo en la edición
especial del centenario. Valparaíso. 12 de septiembre de 1927. Citado también por García Mellid, Atilio
(1964, tomo II, pág. 283).
45Talavera, Natalicio: “Crónica de la guerra”. Campamento de Paso Pucú, octubre 27 de 1866. Cartas
publicadas en El Semanario (Asunción) N° 653. Citado por García Mellid (1964) en su tomo segundo,
página 281 (La mención a Paso Pacú es una errata tipográfica, N. de los A.).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
José C. Paz, por su parte, lanza el nuevo diario La Prensa poco antes, el 18 de octubre
de 1869, y replica la estructura organizativa de El Inválido Argentino, ahora con
periodicidad diaria. Apela a los mismos suscriptores, a los mismos contratantes de
avisos por palabras y por superficie; ofrece en su edificio toda clase de servicios y
ayudas, característica que mantendrá y profundizará en las décadas siguientes:
asesoramiento jurídico, clases de música, etc. Al comenzar 1870, frente a los dos
diarios consolidados de la ciudad, se alzan dos esfuerzos favorables al mitrismo, con
una suscripción superior a los mil ejemplares diarios cada uno, un inicio promisorio.
Mitre ya había retomado plenamente la lucha política “desde el llano”, no sólo como
senador nacional por la provincia de Buenos Aires, sino como jefe político de su partido,
y como director del nuevo proyecto de diario político y empresa periodística. El ex-
presidente publicó en su diario el 18 de diciembre de 1869:
"Voy a hacerme impresor (...) hijo del trabajo cuelgo mi espada que no necesita mi
patria y empuño el componedor de Franklin. Invito a Ud. a venir a mi imprenta,
comprada (...) por una sociedad anónima de la que seré accionista y gerente. Allí, en
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Los modos en que se entrelazan los recursos e integrantes del diario son equivalentes a
su compañera La Nación: José C. Paz proviene del riñón de la elite mitrista, y tanto su
patrimonio económico como social (contactos, posibles contratantes de avisos y
suscriptores) han crecido abruptamente en los años de la guerra. Paz se ha incorporado
a las redes semi-secretas de las logias y clubes de lobby muy en boga en ese momento.
La Prensa comienza a tirarse en la Imprenta “Buenos Aires”, propiedad del escritor
Estanislao del Campo, la misma imprenta que tuvo el contrato de impresión de El
Inválido Argentino. Del Campo era miembro activo del Club del Progreso y de la logia
de Libres y Aceptados Masones de la ciudad de Buenos Aires, núcleos en los que Paz
traba relaciones que luego fructifican en acuerdos comerciales y políticos. Paz, de hecho,
llega a ser secretario y vicepresidente del Club del Progreso. El editor responsable del
diario es Jorge E. Cook, y el primer director, Cosme Mariño. En los años
inmediatamente posteriores las relaciones entre este grupo fundador del diario La
Prensa, el de La Nación, las logias, el partido mitrista y el funcionariado se hacen notar:
La “Imprenta de Jorge E. Cook” tiene a cargo la impresión de la Memoria Municipal de
1872; Cosme Mariño deja la dirección del diario sin dejar testimonio escrito de sus
motivos, salvo presuntas presiones de su padre y hermano para que concluya la carrera
de derecho, mencionadas genérica y escuetamente en una breve autobiografía muchos
46 Mitre, Bartolomé, y Gómez, Juan Carlos: Polémica de la Triple Alianza. Correspondencia cambiada
entre el General Mitre y el Dr. Juan Carlos Gómez. La Mañana, La Plata, 1897. Pág. 134-35. Por cierto,
en esta polémica se utiliza todo el armamento formulario de la vieja prensa faccional: cada
contendiente se ocupa de recordarle al otro deslealtades, intereses mezquinos en sus decisiones
políticas, incluidas decisiones relativas a la guerra, o deudas de lealtad para con el otro, así como
realizar la propia apología donde se es la persona ejemplar de humildad, decencia, amor al trabajo,
valor, heroísmo, etc.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
años después. Mariño tenía amistad personal estrecha con Paz al punto de compartir
vivienda vacacional en San Fernando, y mantendría dicho contacto en los años
siguientes, enviando además algunas colaboraciones a La Prensa. Avanzada la década
de 1870, adhirió al espiritismo kardeciano, manteniéndose en estrecha cercanía con
Pedro Bourel y con Rafael Hernández, hermano menor del poeta y político del
autonomismo. Bourel, a su vez, tendrá un rol importante posteriormente en la
incorporación de nuevas técnicas de reproducción de imágenes en el periodismo en las
décadas siguientes. Del Campo, por su parte, había comenzado la publicación de sus
versos en el antiguo diario Los Debates de Mitre en el año 1857; actuó en el ejército
mitrista, y fue secretario personal de Valentín Alsina, además de secretario de la Cámara
de Diputados de la Provincia durante muchos años, incluyendo los de la fundación de
los diarios que nos interesan. Un aportante fundamental de capital para la creación de
La Prensa, finalmente, fue Ataliva Roca, hermano del futuro presidente. Esta presencia
muestra otra línea de contactos que será decisiva tras la Conciliación de 1877 (que puso
fin a la proscripción de los derrotados de 1874), y especialmente al iniciarse el ciclo
roquista.
El 4 de Enero de 1870 se inició la publicación del diario La Nación, que aún hoy continúa
en circulación, habiendo superado, en el año 2010, los cincuenta mil números. El primer
número tiene una nota editorial escrita por José María Gutiérrez (director de La Nación
Argentina y ex secretario de Mitre durante la presidencia) cuyo título era "Nuevos
horizontes", en la que se comentaba que La Nación era en realidad una segunda parte
de La Nación Argentina (1862-1869), y que el cambio de nombre cierra una época y daba
paso a nuevos horizontes:
"El nombre de este diario es sustitución del que le ha precedido. 'La Nación'
reemplazando a 'La Nación Argentina' basta para marcar una transición, para cerrar
una época y para señalar los nuevos horizontes del futuro. 'La Nación Argentina' era
un puesto de combate. 'La Nación' será una tribuna de doctrina (...) Hoy el combate
ha terminado (...) La discusión por la prensa cambia pues de combate y de medios (...)
La Nación Argentina fue una lucha. La Nación será una propaganda (...) La pluma del
escritor no será ya, porque no es necesario, la espada del combatiente..." (La Nación,
N° 1, 4 de enero de 1870).
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"Propendámonos todos, a que se destierren de las columnas del diarismo los insultos
brutales, los desahogos torpes e indignos, adoptando por regla la responsabilidad
moral de todo lo que se publique bajo el título de un diario..." (Editorial de La Nación,
27 de febrero de 1870).
"Me permito adjuntar a usted el nuevo diario que bajo el título de La Nación empieza
a publicar esta sociedad desde esta fecha, esperando que usted le prestará su
protección suscribiéndose a él y favoreciendo el establecimiento con la remisión de
sus avisos" (Transcripta en: Mayochi, 1977: 318).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
"la gran cantidad de avisos, cada vez más crecientes, nos hace retirar del diario y pasar
a una hoja suelta los materiales siguientes: documentos del Ministro de Justicia, Culto
e Instrucción Pública, sobre la Biblioteca de San Juan. Otro sobre estudios científicos
del doctor Stelzner, de la historia natural en Mendoza y San Juan, y un acuse de recibo
del Enviado Extraordinario de Chile sobre canje de libros de ambas repúblicas.
Noticias del Rosario, Córdoba, Perú, Estado Oriental, y otras extranjeras, y la
"condenación" de Aben Xoar (…) dando así más espacio a este diario para dar cabida
en parte a la inmensa cantidad de avisos que no podemos insertar tanto por
abundancia de estos como de otros materiales"(La Nación, 19 de septiembre de 1872).
Pero ya en 1869 las relaciones con Sarmiento eran sumamente tensas. El sanjuanino
comenzaba a dar forma a una creciente amalgama económica y política entre las elites
agrarias de Buenos Aires y el Interior, equilibrando fuerzas con el jefe del Buenos Aires
autonomista, su propio vicepresidente el Dr. Alsina. Por eso, ya en los primeros
números de La Nación se expresó este enfrentamiento en polémica periodística, y en el
número 5, a menos de una semana del cambio de nombre, se trenza con el presidente
Sarmiento en un enfrentamiento tipográfico de neto cuño faccional, en que se cruzan
acusaciones y defensas hasta de despilfarro en la adquisición de muebles para la casa de
gobierno.
La imparcialidad crítica del diario debería esperar varios años. De momento, la tensión
política y militar fue en aumento y Mitre se encontraría en 1874 en la jefatura militar de
un intento de golpe revolucionario contra Avellaneda, el nuevo presidente electo. Mitre
declara que "la peor de las votaciones legales vale más que la revolución", pero prepara
la revolución. "Es natural; está dentro de la lógica de los acontecimientos [se excusa
Adolfo Mitre, uno de los descendientes y biógrafos] que el diario del jefe de los
47 Citadoen La Nación, un siglo en sus columnas, 1970, en la página 232. El libro, editado por el propio
diario La Nación, indica que la cita corresponde al año 1970, pero no indica fecha. Adolfo Mitre, por
su parte, había hecho referencia a una cita muy similar en Los Debates de 1857: "Es un hecho
demostrado que el anuncio es el medio más poderoso de multiplicar las transacciones, y que todo
dinero empleado en anuncios es como un capital puesto a interés que reditúa cuatro veces el interés
corriente (…) la sección de avisos de un diario equivale a un bazar o una feria en que todo se encuentra,
cruzándose la oferta y la demanda" (Mitre, A., 1943: 132).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Entre septiembre y noviembre de 1874 la derrota de los partidarios de Mitre fue total,
tanto en sus operaciones militares terrestres como navales. Mitre es sometido a consejo
de guerra, condenado a la pena capital, luego indultado. Sus partidarios son perseguidos
y hostigados, proscriptos de la política y de los espacios en el poder estatal. Desde 1875
se intentan sutiles y secretos diálogos que permitirán a Mitre salir de la cárcel, a los
diarios favorables volver a la circulación, y finalmente, con los acuerdos denominados
De la Conciliación, en 1877, a la recuperación de la normalidad política, aunque todavía
en 1880, 1890 y 1893 habría notables conatos de violencia. Pero, paradójicamente, en
esta ocasión, al igual que cada vez posterior en que Mitre sufrió una derrota política, su
diario salió fortalecido en suscripción y en contratación de avisos. No será la primera
vez que, en el proceso formativo de sociedades civiles, los actores políticos derrotados y
subordinados a un heterogéneo esquema de hegemonía son los que primero consolidan
sus prácticas y medios de prensa estables. Sucedió con las fracciones conservadoras del
parlamento británico tras la victoria de los Whigs luego de la Glorious Revolution de
1688. Sucedió con los empresarios periodísticos que dispusieron de capacidad de
acuerdo con Napoleón durante su último decenio en el poder, con los empresarios
franceses luego de las revoluciones de 1830 y 1848, etc. Sucederá, además, en otros
lugares, y en el futuro. Pero este caso resulta de especial contundencia, porque tras la
derrota del alzamiento, todo parecía indicar el aniquilamiento de la fracción mitrista.
A diferencia de las luchas entre actores sociales en pugna que regaron de sangre el país
entre 1856 (alzamiento de Costa aplastado con el fusilamiento en masa de los
prisioneros) y 1873 (segundo alzamiento de López Jordán en Entre Ríos), la revolución
de 1874 no termina con el aniquilamiento del núcleo dirigente derrotado ni de su base
social. Por el contrario, la pena de muerte a Mitre decidida por corte marcial es
conmutada primero por prisión, luego por libertad, y finalmente por amnistía. Mitre
permanece preso menos de un año. No se trata ahora de una guerra de aniquilamiento,
sino de un conflicto para dirimir la jefatura política y la fracción principal de un bloque
48 Documentos oficiales, avisos e información comercial ya están separados desde mucho antes;
literatura, revista de periódicos extranjeros y notas que hoy llamaríamos "sociales" lo hacen más
recientemente; más reciente aún es la diferenciación del espacio para artículos doctrinarios muy
generales referidos a las grandes líneas de construcción del Estado (educación, ferrocarril,
inmigración, etc.). Cfr. Halperín Donghi, 1985; Moyano, 2008.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Cuando Mitre viaja a la Colonia para tomar el mando del ejército de la "Revolución
Popular", el diario La Nación apareció con la noticia de columnas locales en blanco. Y
esta es una de las primeras operaciones connotativas a nivel gráfico que podemos
detectar en el periódico. El blanco es sinónimo de silencio. No era posible contar la
verdad (los movimientos del ejército revolucionario) por una cuestión estratégica, y no
estaba dentro de las operaciones éticas posibles el falsear los hechos, el mentir.
Entonces, calla. De una manera visual: deja un espacio vacío, un espacio que existe, que
tiene un contorno y está reforzado en su carácter intencional por las líneas de puntos,
delimitado por las demás noticias. Ese 26 de Septiembre el diario fue cerrado, hasta el
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Tras aquel año terrible 1874-75 que lleva al mitrismo a la pérdida de todo su poder
militar y político y a la reducción de su red faccional a la mínima expresión, se produce
una relativamente rápida reconstrucción no sólo de la propia fuerza sino también de los
lazos con el Partido Autonomista Nacional que sostiene al gobierno de Avellaneda.
Varios protagonistas de la primera y segunda línea del mitrismo, involucrados
directamente en La Prensa y/o en La Nación participan de las negociaciones, en tanto
otros retornan del exilio y/u ostracismo una vez obtenidos acuerdos y garantías. Lo
hace, por ejemplo, Adolfo E. Ávila, amigo personal de José C. Paz y miembro de otra
familia tradicional del interior, quien logra así retornar a la ciudad, doctorarse en
derecho en la Universidad de Buenos Aires e incorporarse a La Prensa como figura
clave de la etapa subsiguiente: fue cronista, redactor, director por muchos años y
luego, cuando el hijo del fundador, Ezequiel P. Paz, asumió dicha dirección, continuó
como jefe de redacción. El joven Estanislao Zeballos, quien se había destacado
colaborando con José C. Paz durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871 y como
líder de protestas estudiantiles, se incorpora a La Prensa poco antes del alzamiento.
Pasará un tiempo en prisión y luego deberá sobrevivir como empleado particular,
hasta que la Conciliación lo reponga en la actividad periodística y política, llegando a
ser redactor jefe y director del diario La Prensa, y publicando, a pedido del ya
Ministro Julio Argentino Roca, el libro La Conquista de Quince Mil Leguas, en 1878,
en apoyo a la Campaña del Desierto, aún en proceso de debate parlamentario.
Zeballos tendría desde entonces una carrera sólida entre sus inclinaciones científicas,
el periodismo y el funcionariado estatal. Otros miembros del partido renuevan sus
contactos entre sí de un modo que se entrelazará en forma decisiva durante la etapa
periodística siguiente (1886-1905). Cosme Mariño, primer director de La Prensa, se
instala en el pueblo de Dolores, y allí, huyendo de la derrota revolucionaria, llega en
1874 Pedro Bourel, quien será su contacto con el equipo de La Prensa.
Bourel era entonces muy joven (24 años); formaba parte de las primeras cohortes del
Colegio Nacional de Buenos Aires, fundado por Mitre a comienzos de su presidencia.
Tras su egreso, se lo incorpora como “meritorio” en la Policía, con apenas dieciocho
años. En 1871 comenzó sus colaboraciones con la Revista de Policía, dirigida por Daniel
Flores Belfort (1871-72) siendo aún funcionario. En 1873, con veintiuno, funda la
Revista Criminal. Este tipo de revistas, por el especial interés que tenía en el retrato de
criminales y escenas de crimen, estableció una temprana relación con el universo
fotográfico como elemento a comunicar. Al comienzo, esto sucedió insertando en un
espacio especialmente reservado, las copias fotográficas una por una, en ocasiones
especiales. Pero más adelante, el ámbito policial y criminalístico fue pionero en la pronta
incorporación de todas y cada una de las técnicas de reproducción de la imagen visual:
Litografías, distintos tipos de grabado en madera y metal, y los sucesivos métodos de
fotograbado, hasta finales de siglo. El ambiente policial fue, al respecto, uno de los
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
pilares de este cambio, junto con el de los espectáculos itinerantes, las publicidades de
las nacientes marcas comerciales, el ámbito de la tecnología de reproducción de mapas,
planos y croquis propio del universo ingenieril y del dibujo técnico, y finalmente, el
ámbito de las bellas artes. Dada la dificultad para incorporar litografías a la prensa diaria
(por su costo y dificultad de compaginación), las primeras incorporaciones habituales
fueron las reproducciones de mapas, planos o croquis, luego las publicidades de marcas
importadas con clisés elaborados en casas matrices, luego el ámbito de la criminalística,
luego el espectáculo, especialmente la ópera, y finalmente la adaptación de los artistas
grabadores y fotógrafos a las potencialidades visuales de la gráfica industrial.
En el pueblo de Dolores, Bourel instala una oficina como agente judicial y se vincula con
Cosme Mariño, mientras aguarda que las aguas se aquieten. Mientras tanto, ejerce el
periodismo discretamente. Pero cuando se logra la Conciliación, y el mitrismo sale del
ostracismo político, recuperando espacio en el terreno legislativo primero, y en las
negociaciones con vistas a la conformación del gobierno que sucederá a Avellaneda poco
después, Bourel se prepara para retornar a Buenos Aires, con un proyecto en plena
relación con los grupos periodísticos afines al mitrismo, pero con un perfil claramente
diferente: Una revista cuya gran diferencia fuese contar con todas las ilustraciones
posibles. Su nombre: La Ilustración Argentina, publicada a partir de 1881 y con gran
influencia en el conocimiento y adaptación de los nuevos recursos visuales de la gráfica
industrial en la ciudad de Buenos Aires, tanto para el naciente mercado de las revistas,
como para el de los diarios. En 1893, Bourel se encontrará con Adolfo Dávila, director
de La Prensa, para participar en un segundo proyecto todavía más innovador en el
campo de la imagen: La Ilustración Sudamericana, proyecto periodístico que fue
incorporando todas las innovaciones en reproducción de la imagen que fueron
probándose con éxito en Europa durante los últimos años del siglo, y que permitieron
su trasvase a los dos grandes diarios a comienzos del siglo XX, especialmente entre 1901
y 1904.
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Con este acto la empresa, que de hecho era patrimonio de Mitre, pasa a ser por derecho
"la empresa de Mitre".
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creciente de anunciantes con los que contaba el diario, al punto que en ocasiones fue
necesario agregar una página exclusiva para publicidad comercial. La Prensa replicaba
prácticamente las mismas acciones y resultados.
El problema central con el que se encontraba el director del periódico a la hora del cierre
en el período anterior consistía en la falta de material (o la sobra de espacio). La manera
de resolverlo era algún artículo que había quedado de reserva o una crónica hecha de
apuro por un cronista de guardia. En la década de 1880, en cambio, esta necesidad se
combinaba con una “espera” para encontrar lugar para publicar materiales que exigían
espacio, porque la cantidad de avisos se multiplicaba exponencialmente. Por ello en este
período la división temática es mucho más completa que en los anteriores. La sección
editorial está mejor delimitada y separada taxativamente del resto, y se identifica ya así
"El editorial". Los telegramas ya conforman una sección aparte. Y se estabiliza una
sección específica –“Campo neutral”- para la opinión libre, en que se publica cartas de
diverso origen, artículos de debate, etc. Su título expresa con mucha claridad el grado
de disolución del faccionalismo en prensa. A su vez la totalidad de nuevas secciones se
encuentra a salvo de los vaivenes de la política de enfrentamiento e incluso va
conformando sub-géneros.
49Rivera, Jorge: El Escritor y la Industria Cultural. Gutiérrez había alcanzado un éxito formidable
con su publicación de “Juan Moreira” como folletín en el diario La Patria Argentina, entre 1879 y 1880.
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grande del mundo utilizado hasta ese momento en la impresión cotidiana: 94 cm de alto
por 62 de ancho, a nueve columnas de seis cm cada una. El tamaño de la caja -superficie
impresa- era de 85 cm de alto 57 de ancho. El nuevo clisé fue presentado al público lector
y a los anunciantes a comienzos de 1886 –se acostumbraba presentar los cambios en la
primera edición de enero- y su utilización habría de durar hasta 1893, a pesar de las no
pocas quejas de los lectores por la dificultad para leerlo con comodidad. Así como en
1886 La Nación mostraba orgullosa su monumental tamaño, desde enero de 1894
reduciría el pliego exactamente a la mitad –pero con más páginas- como signo de los
tiempos50.
Se cuenta, entonces, con las condiciones necesarias para un nuevo período: Las guerras
van quedando atrás, el Estado nacional se ha consolidado, la economía prospera (a
pesar de sus ciclos de crisis económicas e institucionales), el mercado lector crece, los
oficios ligados a la prensa se expanden, y las redes de vinculación fortalecidas en las
luchas faccionales y en los clubes de contactos y lobby se han potenciado al máximo. En
La Prensa se estabiliza una conducción de Paz, quien vive entre sus roles diplomáticos
y comerciales en Europa y la dirección de sus negocios en el país, delegando la tarea de
dirección a Dávila y al equipo de redactores de su confianza, mientras que en La Nación,
en 1883, Bartolomé Mitre y Vedia ("Bartolito", hijo del general) sucedió en el cargo a
Antonio Ojeda, conduciendo el diario -en ocasiones era reemplazado por su hermano
Emilio- hasta 1893. Definido por uno de sus descendientes como "auténtico innovador
del periodismo", intentará imprimirle al diario rasgos que eran fruto de las
características de la empresa periodística moderna: el esfuerzo por volver el periódico
más ameno, grato, accesible, preocupado por la satisfacción de sus clientes lectores (J.
50 Este tamaño –94 por 62 cm- fue, en efecto, el más amplio del mundo en impresión de diarios a lo
largo de un período largo de publicación regular, en este caso, ocho años (1886-1893). Existieron, sin
embargo, números extraordinarios y publicaciones por períodos breves que alcanzaron y aún
superaron este enorme tamaño. Tal fue el caso del estadounidense Illuminated Quadruple
Constellation, fundado en 1859, cuyas hojas alcanzaron... ¡118cm de ancho por 126 cm de alto! (Cfr.
Ojeda, 2009). Estos pliegos megalómanos correspondieron al momento final de una tecnología de
impresión que permitía más contenidos y avisos por medio de la ampliación de la superficie del pliego.
La revolución tecnológica de las rotativas permitió pronto aumentar la cantidad de pliegos en las
tiradas diarias sin atrasar la salida del diario, lo cual pronto permitió volver a tamaños más amigables
para la lectura, manipulación y guardado de los diarios. Este lugar de “único en el mundo” fue
reivindicado por La Nación como probable. Al despedir el gran pliego en un artículo titulado del “La
Nación Grande”, se indicaba: "Pero la gran página de La Nación, atípica en el periodismo argentino y
tal vez en el universal, incorporada a la historia de un importantísimo período de nuestra vida nacional,
tenía necesariamente que desaparecer, más temprano o más tarde, por grandes que fuesen sus títulos...
(...) La mata, pues, a la gran página, su propio progreso, y surge en su lugar la que hoy sale a circulación
y lleva estas líneas a los lectores (…) ganándose algún espacio sobre las cuatro páginas antiguas, en las
ocho que las reemplazan, y pudiéndose agregar cuantas sean necesarias para atender debidamente las
diarias exigencias de la publicidad" (La Nación, 1° de enero de 1894).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Rivera, 1998).
Ambos diarios deberán sobrellevar una difícil relación con el roquismo: Se lo critica en
numerosos puntos, al tiempo que se le reconoce pertenencia a un marco común, y se le
agradece las decisivas gestiones de reconciliación y acceso de miembros de la facción
mitrista al funcionariado, del cual es exponente el embajador Paz. El fundador de La
Prensa ejerce desde entonces y por muchos años gestiones diplomáticas como
embajador en España y Francia. Allí aprovecha para hacer gestiones comerciales para
su empresa, y negociará también la compra de armamento para el Estado argentino,
tema que impactará en el tratamiento dado por el diario La Prensa, en los años
siguientes, a los conflictos limítrofes y el riesgo de guerra con Chile.
En 1885 se inauguró en el solar adyacente a la casa de Mitre uno de los edificios que
ocuparía el diario hasta 1970. Era la tercera sede del diario, preparada para recibir las
nuevas máquinas recién incorporadas. Mitre (padre) se había alejado del control directo
de la dirección, sobre todo de los asuntos comerciales, y fueron directores
sucesivamente sus hijos. En esa sucesión, este período tiene, en el caso de La Nación,
dos momentos diferentes, uno correspondiente a la dirección de Bartolito (Bartolomé
Mitre y Vedia, 1883-1893) y la otra durante la dirección de su hermano Emilio (1894-
1909), esto es, hasta su fallecimiento.
"Estas nuevas máquinas han sido, puede decirse, inventadas por La Nación, a fin de
responder a las necesidades crecientes de espacio y rapidez de impresión. Era un
desiderátum buscado con afán y con tesón por nuestra administración desde hacía
muchísimo tiempo…" (La Nación, 1° de junio 1890).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
el que el grueso de los periódicos redujo sus tamaños, tanto en sus versiones sábana
como tabloide, y el desafío pasó a ser sumar más pliegos, en la medida que la facturación
publicitaria lo permitiese y demandase. El diario La Prensa desistió de continuar
imitando las ampliaciones de columnas de La Nación, y La Nación, de hecho, optó por
una lógica reducción de tamaño, con vistas a una mejor comodidad de lectura,
ampliamente demandada por el público. Tal reducción fue contundente: a la mitad,
mientras se duplicaba la cantidad de páginas, a partir del 1° de enero de 1894, cuando
Emilio Mitre y Vedia comenzaba a hacerse cargo de la dirección (Cfr. Ojeda, 2009). Los
avisos se trasladan a la primera página en ambos diarios, pero no los avisos pagos de
marcas, sino los avisos por palabras: espectáculos, fúnebres y clasificados en La Nación,
espectáculos y clasificados en La Prensa.
El esfuerzo por integrar este diario a las huestes del periodismo moderno se hizo notar
muy pronto en la diagramación. En este año -1894- en que Emilio Mitre se hace cargo
de la dirección, asistimos a un claro empeño por empezar a diseñar la información desde
el punto de vista visual. Así, podemos encontrar en el número del 22 de Julio una
importante nota ilustrada sobre la construcción el cementerio de La Chacarita, proyecto
en el cual estaba especialmente interesado Mitre. A partir de esta nota el número de
grabados se incrementó vertiginosamente, y los cambios que inmediatamente se
sucedieron transfiguraron al periódico más que en los 35 años anteriores. La imagen de
una página diseñada con equilibrio entre espacio tipográfico, imágenes y espacios en
blanco que facilitan el recorrido visual dejaría pronto de ser excepcional en el diario,
aunque por un tiempo estaría lejos, también, de ser cotidiana, o de ocupar la tapa,
reservada desde el 1° de septiembre de ese año y por dos décadas más para avisos por
palabras (clasificados, fúnebres, espectáculos). Otros ejemplos de primeras planas
ilustradas muestran que se trata de temas de alto interés político para el director,
planificables con suficiente tiempo de antelación como para prever costos y plazos de
elaboración de los bellos grabados y diagramaciones, como sucedió con la tapa del 4 de
agosto de 1894 dedicada al puerto de Buenos Aires a raíz de la llegada de los restos de
Eduardo Madero. El ingeniero Emilio Mitre había dirigido personalmente una campaña
a favor del desarrollo del puerto y de la apertura del canal por él proyectado que lo uniera
al río Paraná. A su vez, en las páginas interiores del periódico, se podrán encontrar
durante este año, numerosas notas abundantemente ilustradas, como la del 15 de
Agosto del mismo año, sobre la ampliación del parque 3 de Febrero.
El diario La Prensa mantuvo durante estos años semejanzas notables con su par, y las
mismas diferencias heredadas del período anterior: Ambos defendieron a Mitre,
288
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52No eran raros los artículos que –al informar cambios en los equipos- daban cuenta de estos avances
técnicos: “… dando forma práctica a sus indicaciones que el constructor Marinoni, de París, ha llevado
a cabo, después de un año de trabajo, la ejecución de estos instrumentos de la tipografía moderna (…)
justamente con ellas hemos debido instalar, a ese efecto, un motor de gas de 2 cilindros, que es también
una novedad en Buenos Aires y el mayor de su clase que existe en esta ciudad” (La Nación, 1° de junio
de 1890).
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entre los grabadores, son los mismos que mencionamos al referirnos a Bourel: Los
estudios fotográficos provenientes de la criminalística, los materiales de difusión
visual de las compañías de ópera y teatro, los croquis y estudios equivalente realizados
por personas del oficio técnico y la arquitectura, la ilustración científica trasvasada a
grabado, la ilustración editorial de libros y álbumes, la fotografía científica,
especialmente la de viajes.
“Pudiéramos relatar algunos incidentes cómicos que se han producido durante el acto
electoral con aquellas personas a depositar su voto en la urna, y se encontraron con
que en los registros aparecían ya entre los que había votado (…) ” (La Prensa, 11 de
abril de 1898, N° 10.026. pág. 4-5).
“No nos detendremos a citar, ni a echar responsabilidades precisas sobre tal o cual
agrupación, a todas alcanzan nuestras censuras de esta elección a destajo, en que las
urnas se han convertido en cubiletes de escamoteo, y han vomitado millares de
votantes nominales (La Nación, 12 de abril de 1898, N° 8757).
“La capital de la República ha sido teatro, una vez más, de la enternecedora farsa
electoral, que por quitas y atenuantes que quiera oponérsele, resultará siempre
condenada por la opinión imparcial del país. Es un hecho el franco abandono de los
atrios por la mayoría de los ciudadanos conscientes; y en su lugar, capitaneados por
caudillejos de barrio, a cuyo lado debería ser inexplicable la presencia de algunas
personas de significación, han figurado tandas de elementos, verdaderos
profesionales del voto, transformistas sin habilidad, a quienes supo a gloria atribuirse
media docena de individualidades” (Caras y Caretas, 15 de marzo de 1902, año V, N°
180).
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Sin embargo, la ruptura del acuerdo no significa el paso a una oposición frontal y
revolucionaria, sino la construcción de un discurso opositor capaz de negociar nuevas
condiciones de participación y lograr expectativas de triunfos electorales futuros.
Para ello, Mitre y su red de amigos políticos repiten la estrategia de 1868-70, 1880-
83 o 1890-94: ampliar su red de prensa desde la ampliación de posibilidades de
articulación entre relaciones políticas y relaciones de mercado. A La Nación y La
Prensa, cuyas diferencias de intereses no impedían navegar un mismo curso opositor,
se sumaron El Nacional, relanzado para una tercera época con dirección de Pedro
Bourel cuando la derrota era evidente, y un medio completamente nuevo, la revista
en formato magazine semanal Caras y Caretas. Esta revista lanzó un número
“circular” (equivalente a un número cero) de invitación a anunciantes y lectores en el
mes de julio, y el número 1 propiamente dicho el 8 de octubre, en la misma semana
de toma de posesión del cargo por el presidente Roca.
54 “Su enorme proliferación durante la década de 1890, había obligado a los periódicos a considerarlas
con verdadera alarma, como fuertes competidoras en el interés de lectores y anunciantes. El éxito de
revistas como Munsey´s (1889), McClure´s (1893), Cosmopolitan (1886), Harpers Weeklly, Leslie´s,
Puck, Life, Judge, The Veredict (1898), se debía a su combinación de contenido misceláneo e
ilustraciones y al bajo costo para el lector” (Rogers, 2005). Rogers refiere también un artículo
publicado por Rubén Darío en La Nación en 1899: “Los Estados Unidos han enseñado al mundo la
manera como se hace un magazine (…) los adelantos de la fotografía y el ansia de información (…)
ponen a los ojos del público, junto al texto que los instruye, la visión de lo sucedido (…)” (La Nación,
20 de Junio de 1899).
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el disfrute del humor mordaz que expresaban las tapas, aunque no necesariamente
con efectos de aumento de las simpatías opositoras por parte de los lectores.
Los medios de esta red se apoyaron mutuamente. Caras y Caretas, en su edición del
24 de junio decía de su colega Bourel:
En la misma página, bajo el título “La enfermedad de Bartolito”, decía del ex director
de La Nación: “Para Caras y Caretas esta no era la perspectiva de una desgracia así
como se quiera, sino la amenaza de un verdadero golpe físico; porque fue el bizarro
espíritu de Bartolito quien dio a esta empresa el más brillante impulso inicial – fue el
prestigio de su nombre el primer traje de gala que vistió este periódico”.
La Prensa conserva matices de diferencia con respecto al resto del grupo de medios.
El diario adopta un fuerte tono opositor mucho antes que La Nación, criticando
incluso a La Nación por no acelerar la ruptura de los acuerdos con Pellegrini. No
habrá tópico en el que no exista oposición, ni presión por intereses propios, intereses
que incluyen un secreto a voces: los Paz desean fervientemente la candidatura
presidencial de Ezequiel, proyecto que se demostrará inviable. La Prensa mantendrá,
en los años siguientes, una línea sumamente regular en torno a tópicos
históricamente defendidos: la preparación militar para la defensa del territorio
nacional frente a amenazas extranjeras, la incorporación de sectores postergados,
tanto étnicos (indios) como sociales (obreros, mujeres) a los beneficios de la
educación, la participación en la economía y los derechos y deberes ciudadanos, etc.55.
Durante 1898 José C. Paz y su hijo Ezequiel dotan a La Prensa de máquinas de última
generación, en un edificio propio construido tras las expropiaciones motivadas por la
55Por ejemplo, el 26 de Abril de 1901, La Prensa no escatima términos para criticar la campaña al
Chaco para someter a los últimos indios cimarrones: “La barbarie en el Chaco- Guerra de exterminio.
Las tolderías chaqueñas-escenas de horror. Cacería de seres humanos- El fracaso de la campaña”.
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creación de la Avenida de Mayo, que une las sedes del Poder Ejecutivo y Legislativo.
Esta avenida había generado conflictos que debieron llegar a la Corte Suprema de
Justicia, y dio lugar a escandalosas denuncias de corrupción. En el caso de La Prensa,
que el autor del proyecto de la Avenida de Mayo fuese el entonces intendente Cané,
asiduo colaborador de La Prensa, acrecentó rumores y acres comentarios. El edificio
se ubicaba en el epicentro político y económico del país, y constituyó un punto clave
de la vida urbana, con su belleza, su gigantesca biblioteca pública, sus consultorios
médicos y jurídicos gratuitos, sus servicios de enseñanza y el propio diario. Ezequiel
Paz heredó de su padre la dirección del diario poco después de esta gran inauguración.
La frustración del proyecto presidencial de Ezequiel llevará al diario hacia una
definitiva orientación empresarial, que transformará a La Prensa en uno de los más
prestigiosos del mundo en idioma castellano.
En forma semejante, La Nación mantiene el perfil político opositor, pero una parte
creciente del contenido del diario deja de centrarse en la lucha política frontal,
continuando la apertura hacia una visión más orientada al mercado iniciada al asumir
definitivamente Emilio Mitre y Vedia, en 1894, su dirección. El inesperado
fallecimiento de Bartolomé Mitre y Vedia en abril de 1900 no modificará
sustancialmente este proceso, aunque sí lo profundizará, aprovechando elementos de
su éxito con Caras y Caretas: Se crean suplementos con motivo del cierre y comienzo
de cada año, los cuales cuentan con una producción de grabados –y desde 1902,
fotograbados- material literario, informes científicos, artículos de costumbres y
ensayos. Los suplementos habrán de ampliar su rol y –en 1901- se agregará a ellos la
oferta de libros económicos conformando una colección denominada “Biblioteca La
Nación”, de éxito masivo. El espacio asignado a la publicidad supera el tercio del
espacio impreso. En la sección general, la información se diversifica, y el aumento de
páginas de las tiradas (que pasará de un promedio de 8 a 16 durante el sexenio de
Roca) se completa con una participación creciente de los tópicos no asociados
directamente a la lucha política: prestigiosas colaboraciones extranjeras, notas de
interés científico-pedagógico, folletines, telegramas noticiosos, información de
interés social (espectáculos, homenajes, fiestas, etc.), a lo que se agregaban los
distintos tipos de espacios pagos: avisos por palabras, avisos de remates
agropecuarios e inmobiliarios, reclames propiamente dichos.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
círculo de confianza, Carlos Correa Luna, quien dirigiría la revista en los años
siguientes. Correa Luna integraba la Junta de Historia y Numismática Americana, y
colaboraba con Mitre en una etapa en que –retirado de la disputa de cargos políticos-
buscaba su lugar definitivo en la historia nacional, lugar reservado incluso por el
Presidente Roca en el último tramo de su mandato, el de prócer.
En 1904 el crecimiento del mercado editorial había alcanzado un rango tal que los
ejercicios de segmentación ensayados en los años anteriores comenzaron a cuajar, y
nuevos actores de la industria aparecerán, más interesados en la detección de
segmentos de mercado vacantes que en la concreción de logros políticos. El
matrimonio Bourel-Allen dejó de publicar El Nacional tras el fallecimiento de
Bartolomé Mitre y Vedia, pero continuó publicando La Columna del Hogar como
revista independiente, primero semanal y luego –por varios años- en lujosa edición
trimestral, y ensayando –junto a Francisco, hermano de Pedro Bourel- nuevas
experiencias de publicaciones para el segmento infantil, mientras Pedro continuaba
actuando en el periodismo y en la política argentina y uruguaya desde su bufete
jurídico en La Plata. En 1904, la empresa Editorial Haynes se lanza al mercado con
un magazine que tendrá formidable éxito comercial: El Hogar. Caras y Caretas, por
su parte, sufre una escisión impensable años atrás: El descontento de Pellicer con la
elección de Correa Luna como nuevo director, lo lleva a retirarse de la revista junto
con un grupo de integrantes de la misma, para crear un nuevo magazine con un
planteo muy semejante a Caras y Caretas y que tendrá un éxito inmediato: PBT,
revista que llevaba a su más extrema expresión la reducción de tamaño propia de los
magazines: la mitad que su predecesora, aunque con igual número de páginas. En
1912, un nuevo conflicto interno, esta vez de orden laboral, prácticamente vaciará a
Caras y Caretas con un retiro en masa de trabajadores para fundar Fray Mocho: el
mercado había crecido lo suficiente como para brindar éxito a las tres experiencias
simultáneamente. Lo mismo sucedía en el mundo de la prensa cotidiana: Nunca había
habido tanta oferta de diarios, y sobre todo, de diarios de grandes tiradas y grandes
ofertas para atraer público. Sin embargo, La Nación y La Prensa pudieron, en ese
contexto, continuar su expansión.
De este modo, las dos familias pioneras del periodismo mitrista ven desdibujarse sus
expectativas de poder político, mientras sus empresas inician su período de mayor
esplendor en rendimiento económico y en prestigio. La Nación y La Prensa son
grandes empresas que disputan el lugar de principales diarios en español, tanto en
tirada como en tecnología, inversión, servicios, variedad y cantidad de contenidos.
Caras y Caretas permanecerá vigente hasta fines de la década de 1930, abriendo en
el país el nuevo mercado de revistas magazine. Los ensayos de publicaciones
segmentadas realizados por los Bourel en décadas anteriores abrirán paso a las
exitosas publicaciones que aprovecharán nuevos protagonistas editoriales como
Haynes desde 1904, o Vigil, desde 1916.
La sostenibilidad económica de los medios del grupo afín a Mitre en esta etapa es
notable, por ejemplo, en comparación con el diario El Pais, del vicepresidente
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Los cambios en la organización profesional son tan bruscos como los aumentos de
tiradas. Los magazines (El Hogar, Caras y Caretas, PBT, etc.) han normalizado en la
industria gráfica la narración fotográfica, el diseño de página y la armonización de
publicidad y texto. Han profesionalizado, además, la labor periodística y la
fotográfica, y han asumido claramente la segmentación como parte de la propuesta
empresarial, y estos cambios impactan en la prensa diaria en la década siguiente. La
profesionalización de escritores, fotógrafos, grabadores, tipógrafos y empresarios del
sector se hará completa en el transcurso de una generación.
56Caras y Caretas provee constantemente los datos se sus tiradas en los sucesivos números. Con menos
asiduidad, también lo hacen La Prensa y La Nación, que tienden a publicar datos de este tipo cada vez
que se producen adelantos técnicos o mejoras sustanciales en las tiradas.
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presión sobre los grabadores de avisos para que ahorren espacio. Entre 1898 y 1904
numerosas empresas acrecientan el esfuerzo creativo puesto en sus avisos, que gozan
de fácil visibilidad en la página por medio de creativos contrastes, afirmaciones
sorprendentes o imágenes llamativas, pero su tamaño decrece rápidamente. Las
novedosas campañas seriadas, o complementadas entre distintos medios gráficos y
callejeros, iniciada tempranamente por el empresario Bagley en 1867, ahora apuestan
a series cuyo efecto acumulativo no decrece por cambios de orden de publicación, o
por interrupciones. Las series son “variaciones sobre un tema”, lo que permite su uso
con mayor versatilidad, como lo demuestran con gran éxito los casos pioneros de
cigarrillos París, cervecería Quilmes, jabón Cuticura, Tónico Apio de Paine,
cinturones eléctricos del Dr. Sanders, el té Diamond, emulsión para la tos del Dr.
Angier, jabón para el cabello Koko y otras (Ojeda, 2013). La marca es decisiva en la
propuesta comercial de una empresa, y con ello, lo es la circulación publicitaria,
habilitando así una nueva era en la articulación entre política, medios y mercado. Para
el momento en que la reforma electoral de 1912 cambia las reglas del juego electoral
por la universalización del voto secreto y obligatorio, abriendo nueva autonomías a la
prensa en relación con las facciones, el crecimiento de ingresos por avisos era ya
monumental. Mientras Los Debates de 1852, dirigido por Hortelano y Mitre, lograba
resultados estimulantes con unos ingresos por avisos que cubrían el 13 por ciento de
su facturación bruta, en 1913 el diario La Prensa ingresa un promedio de cuatro mil
avisos por día, facturados en función de un público que supera largamente las
doscientas mil personas por número, convirtiéndose así en una gran industria basada
en la publicidad (Cfr. Hortelano, 1972; Moyano, 2008).
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definitivamente como una Sociedad Anónima, sellándose con esta operación, en forma
definitiva, el fin del "puesto de combate". La opinión, la "tribuna de doctrina", seguirá
presente en el diario, pero quirúrgicamente diferenciada de la información "objetiva", y
organizada como "opinión periodística independiente", amparada en el derecho de los
propietarios de una empresa periodística moderna. La muerte de Emilio Mitre, director
desde 1894, ponía fin al último intento de colocar al periódico al servicio de
candidaturas y puntos de vista partidarios de miembros de la familia, y esto fue aclarado
apenas después de la despedida necrológica a su director fallecido. La Nación quedaba
emancipada del antiguo Partido Nacional (Cfr. Sidicaro, 1993).
El argumento central del periódico había pasado de la acción política a vender público
a sus anunciantes e información al público, núcleo de la industria cultural capitalista.
Para ello, La Nación debía constituirse en una mercancía atractiva, moderna, eficaz.
Hacia estos objetivos orientarán los diarios y revistas nacidos de las iniciativas mitristas
todos sus esfuerzos, llegando a consolidarse La Prensa, La Nación y Caras y Caretas
como como los diarios y revista más importantes de la Argentina durante muchas
décadas más.
5. Bibliografía.
Alonso, Paula: Jardines Secretos, legitimaciones públicas. El partido Autonomista
Nacional y la política argentina a fines del siglo XIX. Edhasa, Buenos Aires, 2010
Alonso, Paula: Entre la Revolución y Las Urnas: Los Orígenes de la Unión Cívica
Radical y la Política Argentina en Los Años Noventa. Sudamericana y Universidad
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construcción de la “Argentina moderna” en la década de 1880”. En: Construcciones
impresas. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004.
Butera, Alejandro: Pioneros del Tabaco. Bariloche, 2012.
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De Marco, Miguel Ángel: Historia del periodismo argentino. Desde los orígenes
hasta el centenario de Mayo. Educa, Buenos Aires, 2006.
Díaz, Laura: “Periodismo afro-argentino: una mirada exploratoria sobre
publicaciones porteñas en el siglo XIX”. Tesis, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Buenos Aires, 2004.
Halperin Donghi, Tulio: José Hernández y sus mundos. Sudamericana, Buenos Aires,
1985.
Hortelano, Benito: Memorias. Eudeba, Buenos Aires, 1972
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Mayochi, Enrique: Carlos Pellegrini periodista. Academia Nacional de Periodismo,
Buenos Aires, 2007
Mitre, Adolfo: Mitre Periodista. Museo Mitre, Buenos Aires, 1943.
Moyano, Julio: Prensa, modernidad y transición. Universidad de Buenos Aires,
Carrera de Ciencias de la Comunicación, Buenos Aires, 2008.
Ojeda, Alejandra: De la arenga faccional al reclame comercial: lenguajes y
relaciones en el periodismo moderno argentino. El caso del diario La Nación.
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Alejandra V. Ojeda
RESUMEN:
Pensar la publicidad como fenómeno histórico supone una aproximación contextual que nos ayude a
obtener un marco teórico adecuado a la naturaleza del problema. Tratándose de un campo de prácticas
culturales multideterminado por aspectos económicos, políticos, tecnológicos, estéticos, etc., resulta
esencial conocer la trama específica que esas determinaciones conforman para constituirse en el
núcleo mismo del objeto de estudio. El período histórico analizado en este trabajo es la transición
argentina entre las guerras civiles post independencia y la consolidación del Estado moderno,
aproximadamente entre 1862 y 1880, y la correlativa transición en la prensa, desde una faccional pre-
moderna, hacia una moderna, en una sociedad civil organizada por una economía de mercado
agroexportadora y enmarcada por un Estado parlamentario conectado con el mercado mundial. Este
proceso se completa en las primeras décadas del siglo XX y converge con el nacimiento de una industria
cultural nacional basada no sólo en la prensa, sino también en nuevos medios sonoros y visuales. Es
en este período transicional cuando la prensa obtiene las bases de sus características y funciones
modernas, reorganizando los soportes gráficos, las posibilidades técnicas y las identidades estéticas
heredadas del período anterior, anticipando las innovaciones que tiempo después serían adoptadas
por el conjunto de la organización visual de diarios y revistas, y que no sólo transformaron las
dimensiones estéticas o de organización visual, sino las estrategias económicas y discursivas de la
prensa como un nuevo gran componente de la economía y de la relación entre sociedad civil, empresas
y Estado.
1. Introducción
57Publicado originalmente en: Revista Pensar la Publicidad, año 2010, nº 2, UCM, España.
58 En numerosos países latinoamericanos, y en particular en la región rioplatense, se utiliza desde el
siglo XIX hasta la actualidad el vocablo «aviso» (del francés avis) para referirse a los espacios
publicitarios en prensa. Los periódicos aquí analizados, de fuerte influencia francesa hasta la década
300
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de 1890, utilizaban exclusivamente este término una vez caído en desuso otro nombre usual de
influencia francesa, «reclame». El término «anuncio», sin embargo, era también conocido. Se opta en
este artículo por el uso exclusivo de «anuncio» por ser el vocablo más extendido actualmente en el
mundo hispanoparlante.
59 FLICHY, P. (1991): Una historia de la comunicación moderna. México, Gustavo Gili, 1993, 83.
60 MOYANO, J. (2008): Prensa, Modernidad y Transición: problemas del periodismo argentino en el
301
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3. Procesos de diferenciación
Al abordar el corpus con el objeto de intentar una tipología de anuncios, nos hemos
encontrado ante la dificultad no sólo de clasificar, sino de identificar qué era y qué no
era publicidad, debido a que el momento estudiado corresponde a una etapa arcaica
de su evolución. En este sentido, a lo largo de los veintitrés años analizados, se pudo
ver un doble movimiento: por un lado se fueron distinguiendo los anuncios
del periodismo moderno argentino. El caso del diario La Nación. Buenos Aires, Universidad de
Buenos Aires, Cd-ROM, 24-33.
302
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64 El folletín era un espacio literario generalmente de ficción, recortable y encuadernable como libro,
donde se solían publicar materiales más ligados al entretenimiento que el resto del material del
periódico, como novelas por entregas, poesía, relatos históricos, geográficos, ensayos y biografías. El
cambio de financiamiento antes mencionado para la prensa europea desde la década de 1830 acrecentó
la importancia de la novela por entregas, que se tornó de lectura masiva, y disminuyó correlativamente
la de otros géneros, así como la importancia del carácter recortable y encuadernable del material (Cfr.
RIVERA, J. (1973): El escritor y la industria cultural. Buenos Aires, Atuel, 2000).
.
65 Nombre coloquial de los vendedores ambulantes de periódicos en la región rioplatense.
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67Un ejemplo muy interesante de alteración de la textura tipográfica en una unidad redaccional puede
verse en el ejemplar aparecido el 25 de septiembre de 1874, donde el espacio del «Editorial» aparece
ocupado por veinte líneas de punto a una columna, en alusión al alzamiento contra el gobierno
nacional que se iniciaba ese mismo día.
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6. La innovación de Bagley
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7. La ilustración
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Cabe preguntarse en este punto, cuáles eran las formas posibles de producción de
imágenes en la prensa gráfica. Recordemos que el primer daguerrotipo68 había llegado
a la Argentina en 1843, pero
aunque ya se podían realizar las
primeras imágenes cuasi-
fotográficas, faltaban numerosos
pasos para que éstas pudieran
compatibilizarse con el sistema
tipográfico de impresión. Por lo
tanto, durante las primeras
décadas, la historia de la fotografía
y la de la prensa seguirán
desarrollos tecnológicos que se
influirán mutuamente pero
transitando caminos
independientes69.
analizamos-, es en la publicidad donde se inicia la utilización de nuevas técnicas y criterios estéticos, como
por ejemplo las líneas ornamentales y orlas en general, las ilustraciones como eje de una pieza de
comunicación gráfica, la ruptura del eje vertical central como articulador de líneas de texto, etc.
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que los íconos pre-diseñados con los que contaba el tipógrafo y que se utilizaban para
identificar las diferentes secciones (por ejemplo: «marítimas», o «diligencias»).
Si bien durante estos 23 años sólo vamos a encontrar dibujos, se puede observar
una transformación en la forma de producirlo, donde se notará cada vez más la
influencia que la fotografía está provocando sobre la codificación de la imagen visual.
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Alejandra V. Ojeda
Hacia fines del siglo XIX, desdibujada la primacía en la prensa argentina de la lógica
estatal-facciosa –y aun político facciosa- la lógica de mercado se instala en primer
plano: las empresas periodísticas aumentan su volumen de negocios gracias al
aumento del público lector, del volumen de avisos y de la estabilidad institucional72.
En tal marco, circunstancias políticas, económicas, sociales, culturales y biográficas
convergieron en que los dos principales diarios del antiguo partido mitrista, La
Nación y La Prensa, se transformasen en los más importantes del país –en tiradas,
prestigio, venta de avisos, variedad temática, innovaciones técnicas y estilísticas- en
la primera mitad del siglo XX73. Es por ello que ambos se hallan a la vanguardia en la
71
Publicado originalmente en: Ojeda, Alejandra (2018) “Dibujantes, grabadores y orladores en el
diario La Nación: consolidación del oficio entre el campo artístico y los trabajos para la industria
(Buenos Aires, 1894-1900)”. En: Laguna Platero, Antonio y Martínez Gallego, Francesc (comp) El
negocio de la prensa en su historia iberoamericana. Fragua, Madrid.
72 Las empresas periodísticas más poderosas –y poco después, capitales provenientes de otros rubros
Cfr., Ojeda y Moyano, 2015; De Marco, 2006; Valenzuela, 2002; Mitre, 1943; Sidicaro, 1993. Los
aumentos de tirada son notables: el diario La Nación pasó de mil ejemplares diarios en sus comienzos
a más dos mil a fines de la década de 1860. En 1875, tras el levantamiento de la clausura, logra el récord
de 10.700 ejemplares (1° de marzo de 1875). En la década de 1880 logra alcanzar un promedio de
18.000 ejemplares diarios, dato corroborado por el Censo Municipal de 1887. El 31 de diciembre 1889,
superaba ya los veinte mil, según informa el propio diario en la edición de ese día. Vuelve a duplicar
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Si bien se nota la presencia de estilos propios forjados por los dibujantes artistas que
participan en la prensa diaria en estos años, el grueso de las incorporaciones ya había
sido ensayado en otros ámbitos. Por un lado, en los países industrializados, donde las
revistas ilustradas habían forjado desde la década de 1840 los adelantos técnicos,
comerciales, de profesionalización, de géneros y de aplicaciones comunicacionales de
las imágenes que se incorporarían al diarismo en esta decisiva década77. Por otro,
hubo en Argentina una evolución de las revistas ilustradas locales que permitió
probar técnicas, géneros, estrategias y ámbitos de oficio (Szir, 2009a; Romano, 2004;
su tirada en los quince años que le siguieron, para llegar al asombroso volumen de cien mil ejemplares
diarios tras la consolidación empresarial de 1909 y de la reforma electoral de 1912, según informa La
Guía Periodística Argentina de 1913. La Prensa presenta un recorrido semejante, con 1.000
ejemplares en su primera edición, pasando a 2.000 antes de la clausura; supera los 10.000 a comienzos
de la década de 1880, pero en veloz ascenso llega a los 55.000 ejemplares en 1895, según informa el
Anuario de la Prensa Argentina editado por Navarro Viola (1897). Para 1913 alcanza ya los 160.000
ejemplares, según el la Guía Periodística Argentina (Lerose y Montmasson, 1913), cifra que lo ubica
como el diario más vendido del país, por encima de La Nación, que editaba aproximadamente 100.000
ejemplares, y ocupando la suma de ambos diarios el 50 % de la tirada diaria promedio total de diarios
editados en Buenos Aires. En esta etapa ambos diarios despliegan suplementos, cuentan con
colaboradores prestigiosos provenientes de una docena de países, edificios e imprentas propios de
tecnología avanzada, servicios diversos a la población, corresponsalías, conexión a amplios servicios
de telegrafía de agencias de noticias, etc. (De Marco, 2006; Saitta, 2013; Mitre, 1943).
74 Cfr. Sidicaro, 1993; Saitta, 2013; Alonso, 1997, 2010; De Marco, 2006; Mitre, 1943; Ojeda y Moyano,
2015.
75 Se utiliza este término en referencia al hecho de que el armado del aviso se realiza en un ámbito
distinto que el del diario, por lo que, cuando se lleva el clisé a este último para publicar, el mismo afecta
el armado tradicional de columnas verticales. Muchos clisés rompen el límite horizontal de la columna:
los hay a dos, tres o más. Y se presentan en diversas alturas, desde un centímetro hasta todo el alto de
la página. En pocas décadas, las innovaciones en el campo del aviso impactan tanto en el armado
general de la página como en la adopción de sus recursos por el resto de los contenidos del periódico.
76 Para el estudio de procesos de pre configuración del diseño de página en los grandes diarios
argentinos de la segunda mitad del siglo XIX, Cfr. Ojeda, 1999. Para el paso del aviso tradicional
preindustrial hacia el aviso marcario industrial en la prensa argentina, Cfr. Ojeda, 2010.
77 Un rol especial cupo al Correo de Ultramar, que contó con abundante suscripción en Argentina y
expresó estos adelantos, incluyendo en sus páginas no solo producción propia sino aquella tomada –
por intercambio- de todas las principales revistas ilustradas del mundo, así como, en la década
siguiente, la revista El Americano, editada y dirigida por Héctor Varela desde París (1872-1874), y
distribuida por suscripción en numerosos países hispanoamericanos. Pero no sólo éstas sino todas las
revistas ilustradas –incluida la pionera Illustrated London News- estuvieron a disposición de la elite
social local, por medio de suscripciones particulares y por clubes como el Club Progreso.
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Tell, 2009). Casi todas ellas se hallaron ligadas directa o indirectamente (por lazos
políticos o comerciales), a las familias mitristas fundadoras de los dos diarios que son
objeto de este trabajo (Moyano, 2015).
La década de 1890 generó así una edad dorada del grabado, y anticipó el boom de la
fotografía de prensa que se produjo en la década siguiente. Consolidó la imagen como
parte de secciones permanentes, con funciones específicas y ocupando un espacio
importante en superficie impresa, muchas veces el más importante. En ese marco la
imagen visual cumple un rol decisivo: aporta el dibujo y luego la fotografía como
recursos de lenguaje para ilustrar, ejemplificar, describir, sintetizar o argumentar;
promueve la ruptura del formato columna vertical tradicional; habilita relaciones
sistemáticas entre texto e imagen (relevo y anclaje); incorpora el mapa, el cuadro y el
esquema como recursos complementarios. Los dibujos, basados en las modernas
técnicas del grabado y la litografía, viven un esplendor hacia fines del siglo XIX (1894
78 El fotograbado de medio tono, logrado por The Daily Graphic en 1880 no llega a aplicarse a la revista
La Ilustración Argentina, cuyas grandes innovaciones visuales se concentrarán en la reproducción de
dibujos por medio de las más modernas técnicas del grabado y la litografía, así como ensayos con la
fototipia. Las técnicas mejoradas por Max Levy en 1890, en cambio, tuvieron impacto inmediato,
primero en la prensa ilustrada europea (desde 1891) y poco más tarde en Argentina, sobre todo a través
de la revista La Ilustración Sudamericana. La técnica mejorada, conocida en Argentina, en su uso
coloquial, con los términos sinónimos de fotograbado de medio tono, halftone, heliografía o autotipia,
es propagandizada por litógrafos y grabadores -como Ortega- en el nombre de los negocios y en la
oferta principal de los anuncios de sus talleres, así como en el estímulo a su publicación en revistas
ilustradas. El primer fotograbado con esta técnica se publica en La Ilustración Sudamericana en junio
de 1894, aunque Félix Ugarteche (1929) hace notar que el primer fotograbado corresponde a La Voz
del Arte en 1893.
En La Nación, con motivo del segundo Salón Anual de El Ateneo de artistas, el 3 de noviembre de
1894, presenta reproducciones de siete cuadros, seis en concurso y el cuadro “Sin pan y sin trabajo” de
De la Cárcova (que no había competido por ser su autor jurado. Allí, el comentario indica:
“Los dibujos que presentamos ilustrando este artículo, son ejecutados por los mismos pintores de los
cuadros, como garantía de exactitud, pero es natural que no alcancen sino a dar apenas una idea de lo
que las obras son realmente (…) La sequedad de la pluma en comparación con el pincel, de un lado, y
la sobriedad que exige a los grabados la impresión en máquina rotativa, por otro, alejan mucho las
copias del original (…)”. Diez años más tarde, en el mismo diario, cuando la fotografía se extiende y se
constituye en protagonista, se dice: “...Hoy en día, la impresión de fotograbado con máquina rotativa,
que hace algo más de dos años era un problema más difícil, es un punto resuelto" (La Nación, 1° de
enero de 1904).
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a 1902) para ser luego subrogados por la fotografía como principal insumo del
lenguaje visual (Ojeda, 1999, 2010; Szir, 2013; Malosetti y Costa Et Al., 2009).
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79Más adelante, desde 1885, la veta española de la caricatura y el humorismo sería reimpulsada por
Sojo a través del a publicación Don Quijote. Para un estudio completo del Correo del Domingo, Cfr.
Auza, 1980; para El Mosquito y Don Quijote, Cfr. Matallana, 1999, 2010; Laguna Platero, 2015;
Román, 2005, 2013).
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La Nación establece un vínculo de trabajo con algunos de los artistas que se habían
agrupado en uno de los primeros núcleos de referencia e identidad intelectual –El
Ateneo- en el cual combinaban la defensa de intereses comunes, la búsqueda de
contactos sociales y laborales, y un ámbito de discusión, aprendizaje y promoción.
Destacan –entre los primeros incorporados a La Nación- Martín Malharro y Augusto
Ballerini. Pero además apela a casas litográficas y grabadores profesionales de
altísima calidad, y ensaya el fotograbado de medio tono ya en el año 190081. Esta
80 La publicidad no sólo ha crecido enormemente en variedad y volumen, sino que está cambiando su
propia naturaleza en tanto se pasa del aviso genérico al aviso de marca comercial, sistemático y
permanente. Pero su importancia para los grabadores en términos de ingresos siguió contrastando con
la falta de prestigio de la actividad: mientras los grabados relativos a temas informativos, históricos,
periodísticos, arquitectónicos, policiales o artísticos llevaban firma en la mayor parte de los casos, los
avisos publicitarios no la llevaban casi nunca, excepto cuando se trató de avisos de gran importancia,
como los institucionales de página entera que solían publicarse en coincidencia con festividades de
ciclo anual.
81 La presencia de fotograbados arranca en 1900 –esporádicamente- en La Prensa, sobre todo de
fotografía policial, como la del filicida Ampuero, en la edición del 5 de agosto de 1900, pero aún no
logran siquiera empatar la legibilidad y calidad visual de los dibujos, que continúan siendo más
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
apertura a nuevos espacios de oficio estuvo signada por la influencia de los cambios
en los formatos novedosos de revistas, primero las “ilustradas”, luego las de interés
general (Caras y Caretas, PBT, El Hogar). Las primeras fueron pioneras en la prueba
de técnicas y géneros visuales; las segundas incorporaron la presencia cotidiana de la
imagen y el diseño de página que combinaba texto, imagen y publicidad en un todo
coherente y atractivo.
En todos los casos, los primeros años de esta década muestran exclusivamente
grabados y litografías, hasta que desde el segundo semestre de 1900 comienzan a
aparecer los primeros retratos fotográficos en fotograbado: imágenes de dignatarios
extranjeros, policiales, y fotografías de caballos campeones en competencias. Hacia
mediados de 1903, la fotografía claramente desplaza al dibujo como principal formato
de representación de la imagen visual, al menos en la función informativa (pues la
imagen publicitaria, dado el requerimiento de síntesis visual que supone, todavía
puede hacer del dibujo su principal herramienta), tornándose la técnica hegemónica
de reproducción visual y poniendo en decadencia el momento dorado de los artistas
grabadores que reforzaban su buena fama firmando sus trabajos para los diarios y
revistas.
Entre otros factores, pesa en esta fecha el retiro de Bartolomé Mitre de la actividad
política (en 1901) y el notable éxito de la fotografía de prensa en Caras y Caretas, lo
que lleva a adoptarla con mayor sistematicidad en el diario, notándose prontamente
los resultados. Como el propio diario La Nación indica, entre 1901 y 1903 se logra,
además, una gran mejora en la calidad de la reproducción de imagen sobre plancha.
frecuentes incluso en el retrato policial. Al principio, el diario La Prensa incorpora el fotograbado para
registrar retratos de delincuentes y de policías heridos en cumplimiento del deber, en imágenes que
ocupan el ancho de una columna. El 5 de agosto de 1900, al registrar “el filicida Ampuero”, incorpora
el plano americano. La Nación, mientras tanto, incorpora su primer fotograbado el 24 de octubre de
1900, cuando se publica en la portada el retrato fotograbado del presidente del Brasil Dr. Manuel
Ferraz de Campos Salles. En 1901 se tornan, mes a mes, más regulares. Es notable que al principio no
hay comentario alguno de ambos diarios sobre la innovación, en un contexto de fuerte interés por
informar noticias científicas y tecnológicas, más aún del propio diario. Probablemente la aún baja
calidad de imagen en comparación con el dibujo e incluso con las fotografías en general, el atraso en
incorporar la innovación respecto de diarios europeos o la constante experimentación para lograr una
mejora definitiva en la impresión de imagen por rotativa (que se lograría en 1903) influyesen en esta
decisión.
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Durante este período, finalmente, la imagen es integrada –hasta donde sea posible-
en la puesta en página, buscando los armadores formar un conjunto visualmente
armónico en cada página, aunque no siempre con éxito. Su uso sistemático ya no es
patrimonio del reclame, sino que todos los géneros periodísticos tienden a hacer uso
al menos mínimo de la presencia de las imágenes: noticias, notas científicas, crónicas
de viajes y descubrimientos, notas pedagógicas, notas de teatro y ópera, policiales,
relativas a los novedosos “sports”, notas políticas nacionales o internacionales,
sucesos llamativos, visitas ilustres, efemérides, folletines, etc. A la vanguardia de esta
incorporación sistemática, están en cada diario sus respectivos suplementos literario,
ilustrado y de aniversario, en los que todos los géneros visuales, incluido un amplio
despliegue de ornamentación artística con firma de autor (como lo muestra el ejemplo
paradigmático de Ramón de Castro Rivera), se hacían presentes en su máximo
esplendor. No se había logrado en Buenos Aires un equivalente argentino al The Daily
Graphic, pero los diarios incorporaban la imagen visual como parte de su
cotidianeidad, y la desplegaban aún más en sus formatos semanales (suplementos,
revistas magazines, etc.).
Liberadas las energías del mercado, no sólo crece la masa de lectores gracias a la
inmigración y la creciente alfabetización; también se forja una capa de lectores más
formada, producida tanto por la experiencia lectora de las décadas precedentes en el
campo periodístico, como por la existencia de una creciente capa de potenciales
lectores con estudios equivalentes a primario y/o secundario completo82. Esta capa
se suma a la tradicional letrada y es destinataria de la creciente diversificación de las
secciones y subgéneros periodísticos. El dibujo, para ellos constituye un lenguaje
relativamente conocido, pues se lo ha incorporado al curriculum en el sistema
educativo: el dibujo técnico, el retrato, las imágenes científicas y de exploraciones
geográficas, el croquis o el gráfico son una novedad decodificable cuando aparece en
el diario. Pero también porque se ha desarrollado desde la década de 1870 una
educación visual estimulada por los nuevos formatos generados por el desarrollo de
las marcas empresariales: el reclame de prensa, pero también el empaque, el cartel y
el afiche callejero.
82El Colegio Histórico del Uruguay se hallaba activo desde 1850, sumándose al Histórico Monserrat
de Córdoba, en tanto el sistema de Colegios Nacionales se había puesto en marcha durante la
presidencia Mitre (1862-68), y el de Escuelas Normales durante la de Sarmiento (1868-74). Además
de su impacto sobre el volumen de público lector, estas instituciones favorecieron la irrupción de una
generación de periodistas, dramaturgos y escritores como José S. Álvarez (Fray Mocho), Onésimo
Leguizamón, Emilio Onrubia, etc. (Rivera, 1998; Ojeda y Moyano, 2003; Bosch, 1949; Marengo, 1991;
Puiggrós, 2003).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
En Estados Unidos o Gran Bretaña, o incluso México, hacia 1896 no sólo surgía una
amplia generación de magazines y en el diarismo surgían los llamados “diarios
sensacionalistas” completamente separados de facción política alguna e interesados
exclusiva y explícitamente en el rendimiento empresarial. En Buenos Aires La Nación
y La Prensa, mantenían una perspectiva que los ubicaba en la “prensa seria”, sin
perder aún sus lazos con la política, pero ya encaramados definitivamente a la lógica
empresarial industrial (Rivera, 1998; Sidicaro, 1993; Saitta, 2013). Contaban con
maquinaria de última generación –al punto tal que pudieron derivar maquinaria
obsoleta de excelente calidad para su proyecto de colección de libros a precio
económico iniciada en 1901 (la colección Biblioteca La Nación)-, imitaban los
mejores avances de la industria en el mundo, e incorporaban contenidos para
segmentos específicos, como deportes, temas para la mujer, el suplemento cultural,
etc. (Rivera, 1998).
83 Hasta fines de la década de 1900 no aparecen en el país diarios con un planteo sensacionalista en el
conjunto de su estrategia comercial y discursiva, y no aparecerá uno definitivamente exitoso hasta la
reorganización de Crítica hacia 1920 (Saitta, 2013), a diferencia de Estados Unidos, que cuenta con
casos paradigmáticos plenamente desplegados a mediados de la década de 1890, o de México en el
mundo hispanoamericano, con la fundación de El Imparcial en 1896 (HISNECOM, 2015). Pero sí se
adoptan elementos sensacionalistas en texto e imágenes para la cobertura de sucesos policiales, la
ilustración de folletines, la referencia a ciertos espectáculos urbanos y la miscelánea de curiosidades.
84 El suplemento Páginas Literarias, del diario La Prensa, comenzó a publicarse el 1° de enero de
1900; La Nación publica, por su parte, en 1901, el Suplemento Literario. El 1° de enero de 1902 se
inicia la tradición de la Edición Extraordinaria, publicada anualmente. Por último, el 4 de septiembre
de 1902 publica el primer número del Suplemento Ilustrado de La Nación, el que a partir del 5 de
noviembre de ese mismo año absorbe al Literario, publicándose semanalmente (datos obtenidos por
consulta de ambas colecciones).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Las llegadas al país se producen en tres oleadas: Una a fines de la década de 1820,
cuando llegan numerosos franceses que se incorporan a las fuerzas militares y a
numerosos negocios y oficios, incluidos periodistas y, en el tema que nos interesa,
litógrafos y retratistas. Otra –sobre todo en el campo de la impresión tipográfica- se
hace presente a comienzos de la década de 1850. Viene con inquietudes
empresariales, conoce los adelantos técnicos pero, sobre todo, las nuevas ideas de
negocio gráfico como los diarios de gran masividad, la expectativa de financiamiento
con avisos y las revistas ilustradas. La tercera la lideran Meyer y Stein, ambos de
apenas 20 años de edad, provenientes de la formación brindada por el nuevo modelo
educativo napoleónico que los capacita en dibujo. Conocen el oficio y sus
potencialidades y buscan en él, una vez cerradas otras oportunidades, todas sus
posibles puertas abiertas: las caricaturas políticas que llaman la atención, los dibujos
naturalistas que impactan por su detalle y calidad, la participación en revistas
85Así, podemos mencionar los casos pioneros de Jean Baptiste Douville y su socia –luego esposa- Anna
Athalie Pillaut-Laboissiere (quien completa el nombre comercial del negocio: Douville y Laboissiere)
en 1827, del suizo francés César Hipólito Bacle y su socio inicial Arthur Onslow desde 1828, y de
Charles Henri Pellegrini desde ese mismo año, llegados al país durante la guerra con el Brasil (1826-
28), los impresores Bernheim y Coni, llegados al país en el tramo final del rosismo, libreros como el
propio Hortelano (llegado el 31 de diciembre de 1849) o el francés Lucien, o Henri Stein y Henri Meyer,
quienes revolucionan el mundo de la ilustración de prensa rioplatense en la década de 1860.
Por lo general, no vienen expresamente orientados a vivir de sus saberes de dibujantes, sino que
descubren la vacancia y oportunidad en contraste con fallos en otros campos. Pellegrini viene
contratado como ingeniero en un alto cargo –que pierde poco después-, Douville se presenta como
científico y librero, Stein quiere ser apicultor, Coni sueña encontrar oro en California. Esta vacancia
no les requiere una importante inversión en tecnología importada: la encuentran aquí disponible, salvo
excepciones. Para ellos los contratos laborales o empresariales con el Estado o con facciones políticas
que lo controlan definen su progreso. Algunos tienen sus mejores contratos fuera del oficio, como
Pellegrini. Otros en oficios afines, como José Alejandro Bernheim, Pablo Coni y Benito Hortelano en
impresión, o Stein en enseñanza del dibujo. Algunos logran que sus contratos se concentren en la
actividad, como Bacle o Meyer. De allí que para Pellegrini sus períodos de retratista y de editor de
publicaciones ilustradas se concentre en momentos en que no tiene tales contratos, supliendo ingresos,
en tanto que otros como Coni hallan en el Estado la posibilidad de continuar en el oficio impresor.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
La segunda oleada incluye las primeras emulaciones a las revistas ilustradas europeas
de nueva generación surgidas tras el formidable y pionero éxito de la Illustrated
London News a partir de 1842, como lo ejemplifica la experiencia de Pellegrini con El
Plata Ilustrado, pero se nota especialmente en la innovación en talleres tipográficos,
desde comienzos de la década de 1850 cuando inmigrantes provenientes del destierro
español (Benito Hortelano, Manuel Toro y Pareja, Cfr. Hortelano, 1936) o de Francia
(Bernheim, los hermanos Stein87 que llegan con él, Pablo Coni, etc.). Coni sería, por
ejemplo, el primer grabador de sellos postales oficiales de la provincia de Corrientes
–y primeros en el país-, mientras administró la imprenta del Estado en dicha
provincia.
Tal es el contexto de inicio de los oficios que nos interesan al comienzo de nuestra
etapa: Los talleres exitosos son cuna de atracción de migrantes formados o de nuevos
aprendices que serán las siguientes camadas en las que habrán de apoyarse los
hermanos Pedro Bourel o Rafael Contell en las últimas dos décadas del siglo para
iniciar la era de las revistas especializadas en lustración artística de prensa en
Argentina y vinculadas, a su vez, al incipiente campo de artistas de las artes visuales.
Szir (2011) caracteriza el momento de irrupción de las revistas de Bourel y Contell:
“Del mismo modo, las publicaciones periódicas ilustradas en las décadas de 1880 y 1890,
aunque sin el despliegue visual y la calidad de sus pares europeas, multiplicaron la cantidad de
títulos. En 1887 el Anuario bibliográfico de Alberto Navarro Viola refiere 23 publicaciones
86 Douville es detenido, embargado y desterrado por falsificar billetes con su prensa el mismo año 1827
en que inició el negocio litográfico. Bacle es detenido bajo acusación de entregar mapas de valor militar
a la Confederación Peruano- Boliviana en un momento de conflicto con la Argentina.
87 Los hermanos Stein no son familiares de Henri Stein. De origen alemán, llegan con el alsaciano
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
ilustradas. En 1888 surgen Buenos Aires Ilustrado -que en sus 25 entregas reproduce un total de
56 grabados- y El Sud Americano, editado por la Compañía Sudamericana de Billetes de Bancos.
Ya en la década de 1890, aparece La ilustración Sudamericana (1892), dirigida por Rafael Contell,
que incluía fotografías, representando retratos individuales y colectivos, vistas y actualidad. De
rasgos diversos, todos los periódicos se encontraban con similares dificultades técnicas y
económicas frente a la inversión que suponía la edición de una revista ilustrada.” (Szir, 2011: 71).
Pellegrini logró tanto éxito con sus retratos y litografías a pedido que llegó a
enriquecerse, pero la actividad no competía con los ingresos que podía suponerle una
contratación estatal en su profesión, la ingeniería.
Stein y Meyer, en cambio, pudieron vivir prósperos del oficio del dibujo para la prensa
aun cuando no había sido ese su plan original de inmigración a la Argentina. Se
involucraron en las primeras publicaciones ilustradas de gran duración (El Mosquito,
el Correo del Domingo), participaron en otras publicaciones más breves, y colocaron
sus ilustraciones en la prensa diaria, además de realizar numerosos dibujos por
contrataciones particulares, así como trabajos especiales, como el que contrató la
Sociedad Rural en 1875.
88 Fundado en New York el 4 marzo de 1873, The Daily Graphic fue el primer diario ilustrado del
mundo, utilizando a escala diaria la estrategia de las revista: algunos pliegos impresos en plancha
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Debido a que los grabados de este período comenzaban a aparecer firmados, se hace
posible reconstruir un mapa parcial de quiénes los realizaban. En algunos casos, aun
cuando no tuvieran su firma, las publicaciones los mencionaban dentro de su staff.
De esta manera hemos podido reconstruir parcialmente el grupo de ilustradores que
trabajaban en medios impresos hacia el período estudiado. Muchos de ellos
provienen del campo artístico constituido en esos años; otros han atravesado
distintos proyectos editoriales, siendo en algunos casos, además, sus fundadores,
directores o editores. Tal como se verá en las siguientes páginas, la influencia
española atravesó el campo, no como un rasgo anecdótico sino como un elemento
constitutivo:
litográfica y otros en tipográfica. Al cumplir 7 años, una nota editorial recapitulaba: “La audacia del
experimento, cuando se propuso iniciar y mantener en Nueva York un diario ilustrado, era capaz de
quitar el aliento. Se decía que iba contra todas las reglas intentar hacer lo que Londres y París no habían
hecho. En esas dos ciudades se habían publicado los más grandes semanarios ilustrados del mundo.
Cada una tenía un gran cuerpo de artistas entrenados, que pudiesen suministrar el material adecuado
para el staff de un diario ilustrado, y aun así, aunque el proyecto de establecer un diario de esas
características se había abordado, el plan nunca se había puesto en práctica. No se trataba, por
supuesto, de falta de capital, pero el capital no había podido ser inducido a invertir en el proyecto. Se
argumentaba que en tanto Nueva York no contaba con un gran cuerpo de artistas entrenados del que
nutrirse, el experimento de la Graphic Company sería aún más peligroso que el intento de fundar un
diario ilustrado en Londres o París. Pero el experimento se llevó a cabo” (The Daily Graphic N° 2164,
Nueva York, 4 de marzo de 1880, “Our Birthday”, pág. 30, trad. del autor).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
“…la imagen arquetípica del bohemio de corbata voladora y chambergo aludo, una figura
convencional que también atravesaba las escenas de ciertos sainetes, y que pasó a integrar,
como una suerte de estereotipo urbano, la galería iconográfica del chafe, el compadrito, el
encargado del conventillo, el mayoral de tranway, el milico ´veterano´ y los negros del
Congreso” (Rivera, 1981: 1)89.
Este estereotipo es complejizado por María Isabel Baldasarre (2009) quién describe
los retratos fotográficos tomados a los artistas plásticos finiseculares y publicados en
periódicos ilustrados, marcando diferencias entre ellos, tales como las que se dan
entre aquellos se dedican a al campo del arte, como es el caso de Ernesto de la
Cárcova, y aquellos otros con una carrera más variada, como es el caso de Martín
Malharro:
“En el caso particular de Malharro, éste aparece con delantal, detrás de un atril, mirando fija
y seriamente a la cámara. Sobresalen sus tupidos bigotes, que se convertirán en una de sus marcas
distintivas, mientras su gesto trasmite una fuerza algo adusta, opuesta a la delicadeza de la pose
elegida por de la Cárcova. De hecho, el epígrafe de la foto destacaba que: “Malharro emigró de
Buenos Aires, librado a su propio esfuerzo, sin subvenciones de ningún género, ni otra fuerza
monetaria propia que los francos justos para vivir el primer día.” (Baldasarre, 2009: 54)
“En 1895 logró concretar un viaje de estudio a París –considerado imprescindible por
entonces para los artistas locales- a pesar de sus dificultades económicas, manteniéndose en
aquella ciudad gracias a su oficio como ilustrador, oficio que además encuentra valorado allí como
expresión artística: “Aquí la ilustración está considerada como arte y no desdeñan los mejores
89 Esta cita, proveniente de “La bohemia literaria” (en: La vida de nuestro pueblo Una historia de
hombres, cosas, trabajos, lugares, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1981) ha sido
retomada por Eduardo Romano (2004: 170) en Revolución en la lectura.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
maestros en abandonar por momentos los pinceles, para tomar el buril, la pluma o el lápiz
litografía” (Welti, 2011: 1).
” Por su parte, un artista que había viajado sin financiamiento estatal como Martín Malharro
también elige representarse en su taller parisino repleto no sólo de yesos y bocetos sino de cuadros
terminados. La imagen había sido enviada por el propio Malharro a su amigo el escritor
Grandmontagne desde París, a manera de un recuerdo afectuoso pero también para hacer patente
la labor realizada en el Viejo Mundo.” (Baldasarre, 2009, pág. 52)
Es interesante destacar esta imagen del artista ya no como bohemio sino como
alguien que lleva adelante un trabajo esforzado, manual, que pone a muchos de estos
artistas como Clérici o Malharro en una mirada más afín con la actividad desarrollada
por los gráficos. No es casual, entonces, que Malharro haya navegado por ambas
aguas a lo largo de toda su carrera. Este artista, que va a ser conocido por ser el que
introdujo el estilo impresionista en Argentina, también estuvo a cargo de la
Inspección Técnica de Dibujo del Consejo Nacional de Educación (en adelante CNE)
entre 1904 y 1909, por su aporte a la enseñanza del dibujo90 .
Hacia el final de su artículo y más allá de las diferencias entre los casos descriptos,
Baldasarre concluye con una visión de conjunto:
“De los gentlemans y damas decimonónicos, pasando por algunos casos que tratan de
escapar a estas representaciones distinguidas acercándose al artista bohemio u obrero, la
recurrencia con que las fotografías de pintores y escultores aparecen en la prensa ilustrada de
comienzos del siglo XX es un síntoma visible de este camino, no sin retroceso, en pos de la
profesionalización de la actividad artística en nuestro país. Pero estas imágenes no son sólo eso.
De modo recíproco, las propias fotografías contribuyen, a partir de su presencia, a dar entidad y
a hacer perceptibles las fórmulas viables de ser artista, que en mayor o menor medida debían
tener algo de elegante, burgués, mundano, sofisticado, culto y moderno.” (Baldasarre, 2009: 76)
“La prensa ilustrada, que no contaba en un principio más que con dos o tres representantes
destinados a la caricatura política, aumenta paulatinamente en calidad y número (…) Hasta los
mismos diarios no vacilan ya en intercalar, en sus columnas, grabados que no siempre satisfacen
los deseos de un público cada vez más exigente.” (Anuario de la prensa argentina, 1896)91
90 La defensa del “método natural” en detrimento del “método geométrico”, a la que le dedicó
numerosos escritos, le va a valer tanto elogios como críticas en el contexto de su época, fue uno de los
factores decisivos de su alejamiento del cargo en 1908. Para un estudio detallado del paso de Malharro
por la Inspección Técnica de Dibujo, Cfr. Welti, 2011.
91 Artículo sin firma publicado en el Anuario de la Prensa Argentina de 1896, titulado “Nuevos rumbos
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
“A lo largo del siglo XIX el panorama de las artes en nuestro país se caracterizó por los
esfuerzos individuales, y en general aislados, de contados artistas, a pesar de la existencia de
ciertas unidades temáticas. Los pintores que desarrollaron labores artísticas y docentes en Buenos
Aires durante este período fueron extranjeros en su mayoría y los pocos nativos que lo hicieron,
siguieron los lineamientos marcados por estos precursores.
Al igual que en el resto de América, fue importante en nuestra evolución plástica el trabajo
de artistas viajeros en las ciudades y el campo argentinos. Dibujos, acuarelas, litografías, grabados
y óleos, impregnados del romanticismo y del gusto por lo exótico de moda en Europa, nos
permiten hoy una reconstrucción iconográfica de la urbe y del paisaje rioplatense y la
recuperación visual de numerosas costumbres del habitante de nuestra tierra durante el siglo
pasado, que de otra manera se hubieran perdido” (Gutiérrez Viñuales, 2003: 9-10).
El mercado del arte había encontrado una época de grandes ventas en la década de
1880, aunque la mayoría de la oferta plástica había sido traída desde Europa y por lo
tanto no había favorecido directamente a los artistas locales. Según Roberto Amigo
(2006: 18):
“La sobreproducción artística europea obligó a buscar nuevas bocas de expendio para
los talleres de Madrid, Sevilla, París y Roma: la joven riqueza de Buenos Aires la convirtió en
una opción, aunque poco legitimadora, desde el punto de vista artístico”. Rápidamente el
mercado local se vio inundado por los “sobrantes de talleres”, generándose una caída drástica
en las ventas hacia finales de esta década. “La crisis del noventa cerró el comercio del arte, su
regreso hacia mediados de la década se realizó en un contexto diverso: agentes y galerías
profesionales, acción de asociaciones culturales y del Museo Nacional de Bellas Artes. Antes
de ello, la sensación dominante era que nada había quedado de aquella fiesta de los ochenta.”
(Amigo, 2006:19).
Esta situación llevó a revisar y debatir el concepto de arte nacional, al mismo tiempo
que se comenzaron a imaginar nuevas formas de fomento de la actividad. Esta
discusión sobre lo nacional, fue llevada a cabo, paradójicamente, por un grupo de
artistas mayoritariamente inmigrantes:
“A grandes rasgos el caudal humano de plásticos españoles llegados a Buenos Aires no difiere
en esencia de los inmigrantes de otras procedencias. Y es que durante el arco cronológico
analizado (1880-1890, N.A.) acudieron a la capital del Plata artistas de todas las procedencias
nacionales, alentados por el proceso de engrandecimiento económico y cultural de la ciudad.
Franceses, italianos y españoles fueron en definitiva quienes suplieron al principio la escasez de
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
arte argentino para hacer frente a necesidades suntuarias requeridas por una sociedad en ascenso,
sentando las bases para la creación de una auténtica escuela nacional de caracteres originales.”
(Fernández García, 1997: 53)
Entre los integrantes de este grupo convocado por Carlos Guido Spano se encuentran
Ángel Della Valle, Eduardo Schiaffino, Eduardo Sívori y Augusto Ballerini. Este
último será uno de los ilustradores del diario La Nación entre 1895 (año en el que
vende su primer cuadro al Museo Nacional de Bellas Artes) y 1897.
La exposición tuvo mayor eco que la anterior en lo que a prensa se refiere y los
principales diarios le dedicaron amplio espacio. La nota de la muestra fue, a diferencia de la
primera exposición, la casi nula afluencia de artistas extranjeros quienes comprendiendo los
propósitos nacionalistas de la misma optaron por fundar paralelamente una sociedad rival
llamada "La Colmena Artística"93 que, a pesar de haber organizado algunas exhibiciones, no
llegó a tener influencia decisiva en la evolución del arte argentino que se estaba gestando.” 94
93 Este grupo se constituye en torno a las reuniones denominadas “la cafetera” convocadas por el
español José Bouchet, e integrado además por Luis Pardo, Carlos Santa Fe, Pablo Manzano, Joaquín
Vaamonte (SIC), Emilio Cantillón y Enrique Coll (Fernández García, 1997: 65). El nombre Vaamonte,
que ha sido reproducido en varios libros, es un error. El nombre correcto es Joaquín Vaamonde,
fallecido muy tempranamente (en 1900, a los veintinueve años, de tuberculosis). En 1903, se publica
por entregas en la revista La Lectura, una novela de Emilia Pardo Bazán, titulada La Quimera, en la
que lo representa –bajo el seudónimo de Silvio Lago, como la encarnación del artista bohemio
enceguecido por la aspiración de gran artista, dispuesto a poner su propia vida en segunda prioridad
con tal de lograr una dedicación absoluta a sus sueños de artista. Sin embargo, el grupo no
necesariamente expresaba posiciones bohemias, y poseía abundantes conexiones con sectores
acomodados.
94 En un trabajo posterior muy similar del mismo autor Gutiérrez Viñuales, 2004: 4, aclara que la
referencia a la poca influencia de La Colmena Artística es una afirmación “al decir de Schiaffino”, es
decir, una afirmación de parte interesada, que sin embargo tiene algo de verdad, pues en tanto “El
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Según Roberto Amigo (2006: 20), La Colmena Artística tuvo “dos rasgos que le
otorgan particularidad en el panorama artístico de fines del siglo XIX: el predominio
de artistas inmigrantes entre sus miembros y el inicial carácter humorístico de sus
actividades”. De allí que era El Correo Español la publicación que expresaba empatía
con La Colmena. Algunos de los más conocidos fueron Eduardo Sojo, Cao, Stein y
Manuel Mayol, y según este autor “Aunque siempre se recuerde lo realizado en los
medios gráficos, los dibujantes españoles subsistían realizando tareas del más diverso
tipo”, tales como viñetas y caricaturas para diarios y revistas, trabajos litográficos,
ilustraciones para libros, panneaux decorativos, telones de teatro, etc.
Uno de los eventos más difundidos de este grupo ha sido la “Exposición humorística”
llevada a cabo el 17 de mayo de 1896. Según Fernández García:
“…lo de salón de humoristas se convirtió casi en un título, puesto que al menos las piezas al óleo
eran en realidad obras sin ningún viso de comicidad. Entendemos, pues, que en este primer salón
de humoristas de Buenos Aires fue un pretexto para una exposición comunitaria del grupo
conformado por los miembros de La Colmena Artística, unidos por una honda amistad y, en su
mayoría, por su labor de irónicos críticos en la prensa porteña”. (Fernández García, 1997, pág.
68).
Entre los que integraban este grupo se encontraba Enrique Coll (hermano del
grabador Emilio Coll), quien dirigió El Cascabel. Semanario Festivo Ilustrado (El
Cascabel, 2016). En este periódico participaron ilustradores como Emilio Caraffa,
Ángel De la Valle, Demócrito II (José María Cao), Arturo Eusevi, Francesc Fortuny,
Martín Malharro, Nicolau Cotanda, Joaquín Vaamonde y otros, entre 1891 y 1892.
Ateneo” favoreció la constitución de sus integrantes como grupo consagrado en el ámbito artístico, “La
Colmena” ofició mucho más como espacio de protección del acceso al trabajo.
95
Mosqueda, A. (2012) “Condiciones de producción, formas y contenidos de los almanaques porteños en las
primeras décadas del siglo XX” (en línea). Primer Coloquio Argentino de Estudios sobre el Libro y la Edición,
31 de octubre, 1 y 2 de noviembre de 2012, La Plata, Argentina. En: Memoria Académica. Disponible en
http://memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.1942/ev.1942.pdf
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
“En su afán de hacer obra moderna, sin sujeción a arte ni estilo alguno que tenga visos de
seriedad y solidez, llevan el impresionismo y el simbolismo hasta los extremos del ridículo.
Esa producción decadente que lucha en vano por escalar las alturas defendidas por
reputaciones bien cimentadas, ha encontrado medio de exteriorizarse, enseñeoreándose de las
corrientes vulgares, callejeando sus producciones, poniéndolas al servicio de la reclame
industrial, comercial, artística y hasta pornográfica.
En el afiche han resuelto la manera de circular libremente esa producción híbrida, a favor de
la despreocupación que caracteriza a todas las masas de pueblo, que atenta solo a lo que hiere por
sorpresa su retina, viven ajenas a todo refinamiento artístico, que es consecuencia de una cultura
social y educación intelectual, patrimonio de los menos.
En el mismo texto Artal señala que, en España, gran parte de la producción de afiches,
salvo unas pocas excepciones, corre por cuenta de las casas litográficas y no de los
artistas, como en otros países europeos. Es de esperar que, en nuestro país, fuese
considerado de manera similar: como un arte menor, en el mejor de los casos.
La publicidad, que correrá con el mismo concepto será, desde la década del 80, una
fuente de ingresos para los ilustradores. En muchos casos, difícil de rastrear debido a
que no era un campo prestigioso y por lo tanto el dibujo grabado permanecía
anónimo, la presencia de los ilustradores en este campo se incrementa hacia fines del
siglo XIX en Argentina.
96
Reproducido en: Artundo, 2006: 60-61.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
“A Fortuny le cabe el honor de haber sido el primero en advertir sobre la necesidad de una
mayor fidelidad en la reconstrucción visual de la historia, para combatir de esta manera una
incipiente y desbordada proliferación de imágenes del pasado de dudosa certidumbre. Fortuny
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
Francisco Fortuny trabajó para diversos medios además de La Nación, entre ellos las
revistas Caras y Caretas, PBT y El Cascabel. Sus trabajos de reconstrucción de
escenas históricas, entre ellos los realizados sobre la Guerra del Paraguay, marcaron
un punto de inflexión en ese género, y lo llevaron a ser ilustrador de los Manuales de
Historia de la Editorial Estrada a partir de 1906:
Si antes de Fortuny lo esencial no fue tanto la reconstrucción visual del hecho histórico como
"documento", sino como herramienta operativa de un proceso pedagógico o de formación
cultural, a partir de su llegada comenzaron a cuestionarse algunas interpretaciones y
ambientaciones históricas sensibilizando a historiadores y al público en general sobre la
necesidad de un mayor rigor en las composiciones (Gutiérrez Viñuales, 2003:74-75).
97
Bernárdez, Manuel (1907) Tambos y rodeos (Crónicas de la vida rural argentina). Buenos Aires, Argos.
Citado en Romano (2004: 173).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
“Es importante subrayar el vínculo existente entre este estilo y la inmigración europea en
nuestro país, ya que el mismo fue importado y su desarrollo en nuestro contexto estuvo ligado a
las comunidades extranjeras, tanto en lo referente a la producción de las imágenes como en la
comitencia de las mismas.
La trayectoria del mencionado José María Cao Luaces, nacido en Cervo -España- en
1862, es un caso paradigmático de estos ilustradores que navegaron las aguas de la
industria cultural en pleno surgimiento. Integrante, como dijimos anteriormente, del
grupo La Colmena, entre otros, Cao trabajó de manera independiente o integrando
equipos varios de trabajo. Entre sus participaciones más destacadas cuentan “El
Quijote” y “Caras y Caretas”. En menor medida se menciona, en las numerosas
biografías que podemos encontrar de este dibujante, su participación en el diario La
Nación, fundamentalmente en la dirección artística de los suplementos en 1902 y
1903, donde podemos encontrar su firma en la mayoría de las tapas y en otros
grabados interiores. También hemos podido rastrear su participación en medios
menos famosos, como El Almanaque Gallego o El Cascabel, así como en publicidades
y afiches. Si tuviéramos que describirlo en analogía con las categorías de escritores
que define Jorge Rivera (1998), podríamos caracterizarlo como un ilustrador
profesional, alguien que no sólo se vincula al dibujo y grabado por la técnica, sino que
además vive de su tarea profesional más que de la exposición artística de su
producción, la cual ha sido clasificada como brillante, aunque no siempre bienvenida
en términos políticos y hasta morales, debido a su agudeza crítica.
El caso de Henri Stein (1843-1919) podría clasificarse en esta misma categoría. Llega
al país desde Francia en 1865, egresado del curso de Arte de la Association
Philotechnique de Saint-Denis, fundada en 1861 en la misma línea de la creada en
París (Polytechnique) hacia 1848, y cuya función era dar formación a los sectores
populares. Con una formación fuertemente técnica, se inmerge en el mundo de la
actividad gráfica, como dibujante, grabador, litografista, retratista, dirigiendo y/o
colaborando con numerosos medios impresos.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
También podemos ubicar en este grupo a Ramón de Castro Rivera (1870-1929), quien
además de trabajar en el diario La Nación, ilustró Caras y Caretas y otras
publicaciones conocidas, tales como PBT, Fray Mocho, Vida Moderna, etc. Podemos
notar la belleza de sus orlas -práctica en la que se especializó y alcanzó enorme
prestigio- en la Edición Extraordinaria de 1902 del diario La Nación, donde ilustra
páginas completas con dibujos inscriptos en la estética Art Nouveau y rubricados, sin
excepción, por su firma o sello.
El momento cumbre tanto de la sistematización de la presencia de imágenes como en
la profesionalización de los oficios ligados a ella, son los años transcurridos entre
1894 y 1912 (cuando la Revista Caras y Caretas tiene ya un cuerpo estable de
grabadores y sobre todo fotógrafos), pero especialmente entre 1894 y 1904, años que
llevan, en cuanto al ámbito de las artes visuales gráficas –dibujo, grabado, litografía,
fotografía de prensa, fotograbado- el signo de la profesionalización.
Es en este ámbito profesionalizado que sus integrantes potencian el uso de los
recursos visuales de la prensa diaria y reflexionan sobre sus posibilidades. Lejos de
excluirse con el campo artístico, se retroalimentan en un circuito común de
exposiciones artísticas, concursos de afiches y empaques, y publicitación de la obra
artística en el mismo diario que suele contratarlos, prácticas muy semejantes al modo
en que se entrelazan las actividades literarias y del oficio industrial entre los
escritores.
La década abordada muestra el momento de oro de los dibujantes y grabadores, que
logran, entre otras conquistas, firmar sus trabajos para la prensa. Todavía no es el
98
Por ejemplo, la descripción de los avatares económicos y profesionales que describe Jorge Rivera respecto
de Horacio Quiroga, ilustrando esta categoría.
99
Cfr. El sitio oficial de la Galería de Arte Stein, en la siguiente dirección electrónica:
http://www.steingaleriadearte.com.ar/Genealogias.php?PHPSESSID=200dc433bf1e894c7dfdd67f5a4a5f24
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
momento de oro del fotógrafo, que llegará en la década de 1910, pero ya se hacen
presentes los primeros materiales sistemáticos de fotografía, todavía dependientes de
géneros y técnicas heredados del dibujo para los cuales el dispositivo fotográfico –y
la formación profesional- se hallan en desventaja técnica en comparación con su
antecesor. Si el dibujo posee un poder de síntesis conceptual incontestable, la
fotografía de prensa no posee todavía, en 1904, la identidad propia en encuadres,
temas priorizados, capacidad de captar instantes o potencial descriptivo en detalle,
aspectos que tanto la tecnología como la maestría de los fotógrafos irán resolviendo
pronto.
De allí que los nuevos géneros de prensa posteriores a este período, como el deporte
y el novedoso star system deportivo local iniciado con la figura de Jorge Newbery,
vendrán asociados directamente a la fotografía sin pasar previamente por una etapa
basada en el dibujo, en tanto otros verán un rápido remplazo por la capacidad de
registrar numerosos planos de un evento en poco tiempo –que entrega a la fotografía
su predominio en la nota y la crónica ilustrada- o la capacidad de contar con registro
de instantes extremadamente breves –como se muestra en la cobertura de desfiles o
de eventos bélicos.
Complementariamente, lo que más adelante habrá de llamarse diseño gráfico de
prensa comienza a configurarse. El volumen disponible, tanto de imágenes como de
avisos publicitarios, obliga a redefinir el lugar de ambos elementos en un armado de
página que ya no admite el último cuarto de un único pliego impreso como su lugar.
Los recursos que evolucionaron trabajosamente en las décadas anteriores comienzan
a sistematizarse cuando la presencia del reclame elaborado con diversos formatos de
ancho y altura rompen, por su cantidad, los límites de la columna vertical como
criterio general de armado. En estos años no sólo la publicidad obliga a pensar el
armado como un plano de diseño, sino también la exploración de formatos que han
demostrado éxito en el público, como los álbumes, las enciclopedias ilustradas y las
muy novedosas revistas magazine, que diseñan tanto su tapa como sus páginas
interiores integrando texto, imagen y aviso en un todo armónico.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
exitosos en cualquier ramo, fuese éste el de novelas por entregas independientes del
diario o revista (como La Novela Semanal, cuyo éxito en España había sido
contundente), el de la reproducción de imágenes de alta calidad (La Ilustración
Sudamericana, Buenos Aires Ilustrado), el de los diarios con reproducción cotidiana
de imágenes y géneros periodísticos que mostraban éxito en el mercado a partir de
exploraciones comerciales (como la búsqueda de imágenes curiosas descriptivas o
satíricas), o el de los diarios con reproducción exitosa de materiales provenientes de
novedosas prácticas externas, como la distribución de retratos por la policía, o de
viñetas por organismos científicos, de retratos por diplomáticos o compañías de
teatro. En todos estos casos, el éxito de la inclusión llevó rápidamente a las gerencias
de los diarios a incorporarlos con mayor regularidad.
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Julio E. Moyano
Alejandra V. Ojeda
Luis Sujatovich
El momento fundacional de las revistas argentinas en formato magazine101 tiene un
caso pionero y paradigmático en Caras y Caretas, publicada desde 1898, y su primer
boom expansivo en 1904, cuando el mercado nacional pasa en pocos meses de una a
tres revistas de circulación masiva (Caras y Caretas, PBT, El Hogar). Seis años más
tarde, la irrupción de Fray Mocho como nueva escisión de Caras y Caretas, y el
primer ensayo masivo del fundador de editorial Atlántida Constancio C. Vigil -
Pulgarcito- muestran la veloz asimilación del formato en el mercado local de
periódicos. Sólo una década más tarde el formato estará ampliamente consolidado
con la formación de una amplia familia de revistas por cada gran empresa editorial,
con amplia capacidad de masificación y segmentación, así como de hibridación de
géneros. Entre los casos paradigmáticos destacarán Para Tí, El Gráfico y Billiken, de
Editorial Atlántida, El Hogar y Mundo Argentino por la Editorial Haynes, y Caras y
Caretas y Plus Ultra, de la casa editora de Caras y Caretas102.
100 Publicado originalmente en: Ojeda, Moyano, Sujatovich (2016) “La revolución del magazine”: la
forja de las empresas editoriales en Argentina (1904-1916). En: Revista Avatares de la Comunicación
y la Cultura N° 12, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. El presente trabajo fue
previamente presentado al XV Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores de la
Comunicación, Porto, Portugal, septiembre de 2017. Hace parte de la labor de los autores en el marco
del proyecto HISNECOM, Proyecto de I+D+i, del MEC, Código CSO2015-66667-R (MIMECO-
FEDER), 'Cambios en la empresa periodística: la estrategia del sensacionalismo. Su emergencia
histórica en España y América' (Universidad de Valencia, España, participando desde la Universidad
Nacional de Lanús y el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Universidad de Buenos
Aires), así como también el proyecto La Forja de la Empresa, Universidad Nacional de Lanús, 2016-
2017.
101 Caras y Caretas imitaba las exitosas revistas magazine que habían mostrado un formidable
tuvo nuevas épocas en las décadas de 1950, 1980 y desde 2008 hasta la actualidad. La acompañó con
éxito Plus Ultra, revista de interés general nacida en marzo de 1916 y con duración hasta diciembre de
1930, con ilustraciones artísticas de alta calidad dirigidas en su primera etapa con Manuel Mayol como
director artístico y numerosos autores tanto de imágenes como de escritos compartidos con Caras y
Caretas, en cuyos talleres se imprimió. PBT y Fray Mocho, escisiones de la primera, en cambio,
cesaron en 1918. Haynes tuvo su primer gran éxito con El Hogar, cuya publicación superará el medio
siglo, y comenzó un complejo proceso de expansión con Mundo Argentino, fundada en 1911, y
continuada con una docena de publicaciones exitosas para públicos masivos pero segmentados
(Mundo Infantil, Mundo Agrario, etc.), así como el diario El Mundo (fundado en 1928) y Radio El
Mundo (en 1935). De una rica experiencia con revistas propias (La Alborada, Pulgarcito, Germinal),
el uruguayo Constancio C. Vigil avanzó hacia la gestión de una publicación masiva y exitosa, dirigiendo
Mundo Argentino entre 1911 y 1917, para emprender por su cuenta al año siguiente Atlántida, pionera
de Editorial Atlántida, empresa que llegaría a ser una de las más grandes del país y que todavía existe
con éxito en 2017, editando decenas de emprendimientos exitosos, entre ellos El Gráfico (fundada en
mayo de 1919), Billiken (fundada en noviembre de 1919) y Para Ti (16 de mayo de 1922), publicaciones
emblemáticas con circulación hasta la actualidad.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
103El crecimiento de las tiradas de diarios en la segunda mitad del siglo XIX es formidable. El diario
La Nación, por ejemplo, tiraba entre dos mil y dos mil quinientos ejemplares en la primera mitad de
la década de 1870. En 1875, tras el levantamiento de su clausura, logró el récord de 10.700 ejemplares
(1° de marzo de 1875). En la década de 1880 llega a un promedio de 18.000 ejemplares diarios (Censo
Municipal, 1887). El 31 de diciembre 1889, superaba los veinte mil (La Nación, 31 de diciembre de
1889). Vuelve a duplicar su tirada en los quince años que le siguieron, para llegar a cien mil ejemplares
diarios en los primeros años de la década de 1910, según informa La Guía Periodística Argentina de
1913. El segundo gran diario de comienzos del siglo XX, La Prensa, tira mil ejemplares en su primera
edición (1869), dos mil en 1874, supera los diez mil a comienzos de la década de 1880 y los cincuenta
y cinco mil en 1895 (Navarro Viola, 1897). En 1913 tiraba ciento sesenta mil ejemplares (Lerose y
Montmasson, 1913). Dado que estos dos diarios ocupaban el cincuenta por ciento de la tirada promedio
total de diarios editados en Buenos Aires, puede estimarse en más de medio millón de ejemplares por
día la cantidad de diarios en el mercado editorial de la ciudad, aunque parte de estas ediciones se
destinaba al Interior del país y al extranjero (Mitre, 1943; Sidicaro, 1993; Valenzuela, 2002; De Marco,
2006; Saitta, 2014; Ojeda y Moyano, 2015).
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104 Como señala Butera (2012: 54 y s.s.) el primer gran impulso publicitario es dado por los propios
empresarios con experiencia en países más avanzados en el desarrollo de esta actividad. El empresario
tabacalero Malagrida afirma a comienzos del siglo XX: “La reclame es todo (…) La publicidad ha de
servir para avisar al público de una manera risueña, artística y original de los méritos de una marca”
(Butera, 2012: 22).
105 Vaccaro fue un personaje polifacético, dispuesto a vender ejemplares y avisos junto a billetes de
lotería u ofertas de cambio de moneda, actividad que logró decantar en un negocio fijo, como lo indica
un aviso publicitario en Caras y Caretas correspondiente al 22 de febrero de 1902 (N° 177, donde en
su contratapa un pequeño aviso indica que Casa Vaccaro incluye “Cambio de moneda, loterías y
comisiones en general”. Pero también era dibujante y llegó a tener un taller gráfico propio desde el cual
fue administrador de un intento pionero de periodismo de sucesos policiales no exento de
sensacionalismo: en mayo de 1898 publicaba Los Sucesos Ilustrados, periódico semanal de un pliego
cuyas páginas 1 y 4 eran impresas en tipografía, y la 2 y 3 en litografía, conteniendo escenas policiales
acaecidas en la semana.
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
pronto éxito. Pronto se agregaron a ellos varios agentes de Caras y Caretas en otras
ciudades, como la Agencia de Publicaciones de Carlos Carbonell, agente de Caras y
Caretas en La Plata, y La Literaria, de Georgino Linares, agente de Caras y Caretas
para Rosario, Córdoba, Santa Fe y Pergamino. Y aunque las Agencias de Publicidad
propiamente dichas (en el sentido que se les asigna en el siglo XX) comenzaron a
fundarse desde la década siguiente106, el impulso dado por estos arcaicos agentes fue
fundamental en el proceso de despliegue del reclame como elemento clave del
desarrollo gráfico argentino.
La innovación de revistas como Caras y Caretas, PBT o El Hogar no necesariamente
se encuentra en sus llamativas, festejadas y muy recordadas portadas, pues otras
publicaciones anteriores y contemporáneas utilizaron estrategias semejantes.
Tampoco en sus contenidos misceláneos, su utilización de la imagen visual a través
de bellos dibujos impresos en litografía o grabado, ni su apertura combinada a temas
políticos o de divulgación científica, a temas de la vida cotidiana familiar o individual,
al entretenimiento, la curiosidad o lo morboso.
En efecto, durante las décadas precedentes ya se había desplegado un amplio abanico
de revistas que, separándose de los modelos precedentes de revistas intelectuales,
científicas o sectoriales por profesiones y oficios, habilitaban la búsqueda de públicos
más amplios y heterogéneos. Las revistas satírico-burlescas de interés en la lucha
política, adornadas con caricaturas, fueron una constante en el último cuarto de siglo,
contaron con los mismos artistas que revistas y diarios más serios y realizaron no
pocas innovaciones, como por ejemplo la inclusión de impresiones litográficas
multicolor, incorporadas por La Cotorra en 1879. Además, de este tipo de revistas se
diferenciaron otras que, con gran éxito en la caricatura satírica, oscilaron entre la
inscripción en alguna de las grandes facciones político-electorales y una mayor
autonomía crítica, apostando a la circulación en el mercado tanto de revistas como de
estampas sueltas, de sus caricaturas. Con ello lograron que El Mosquito (1863-1893)
se convirtiese en una publicación legendaria, en la que Henri Stein forjó gran parte
de su fama como dibujante (llegando a ser propietario de la publicación) y que El
Quijote (1884-1903) de Eduardo Sojo lograse sobrevivir -y mejorar incluso sus tiradas
batiendo récords de masividad tras la revolución de julio de 1890 (Laguna Platero,
2015: 130).
Las revistas de temática policial habían comenzado a desplegarse tanto en dirección
a un seguimiento semiespecializado del quehacer policial, como a los primeros
esbozos de género policial sensacionalista, ya desde la década de 1870 107. También
anteceden a Caras y Caretas revistas que buscan mostrarse capaces de ofertar una
amplia gama de imágenes visuales de alta calidad como valor agregado en
comparación con otras publicaciones, forjar una orientación a contenidos de interés
106 En 1910 el suizo Paul (Pablo) Weber inicia su actividad publicitaria sistemática en Buenos Aires,
formalizando dos años más tarde (1912) la Agencia Exitus. Para ello contrata al francés Lucien Achille
Mauzán -quien tendrá un rol destacado en el desarrollo de las agencias en el futuro- y a Gino Bacasille.
Como indica De Luca (1974: 125) las siguientes agencias fueron Huergo-Manich (1913), Cosmos (1915),
Aymara (1917), Noé (1922) y Wisner (1923), aunque la maduración empresarial definitiva se producirá
entre las décadas de 1920 y 1930 (Alonso Piñeiro, 1974; Rocchi, 2016).
107 Entre las primeras destacaron la Revista Policial (1872), La Revista (1888-1890), la Revista de
Policía (1897-1936) y la Revista de Policía de la Provincia de Buenos Aires fundada en 1900. Entre las
segundas, la Revista Criminal (1873) dirigida por Pedro Bourel y con dibujos de Stein, Las Noticias
Ilustradas (1886), Los Sucesos de la Semana (1892) y Los Sucesos Ilustrados (1898-1899) de S.
Vaccaro, el futuro responsable de ventas de Caras y Caretas y fundador de una pionera agencia de
publicidad, quien dibujaba victimarios, víctimas y crímenes de la semana.
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publicidades sólo en portada y contraportada. La tirada de esta revista, de 35 mil ejemplares, si bien
no alcanzó los rangos de Caras y Caretas, es notable.
111 De hecho, fuera o dentro de las grandes redes editoriales, cada oleada que origina nuevas
publicaciones exitosas en el largo plazo, presenta otras breves. De la época del nacimiento de Mundo
Argentino es la Revista Argentina Compendium (1912-1913), en tanto que del momento fundacional
de grandes revistas de Editorial Atlántida son Vida Porteña: (1917-1929), Vida Ilustrada (1917-1929)
e Idea (1917-1918).
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112 En junio de 1900, la revista anuncia que aun poseyendo “un servicio completo de corresponsales
dentro y fuera del país”, habilitaba la colaboración “de todos los fotógrafos aficionados de la Argentina
y del exterior” comprometiendo un pago y nombre de autor al pie en caso de publicación. El pago era
significativo, de entre 5 y 18 pesos, equivalente al pago de colaboraciones escritas (Caras y Caretas N°
90, 23 de junio de 1900, página 6).
113 Casi todos los integrantes del grupo El Ateneo, fundado en 1893, participaron como artistas
transformaron la prensa diaria al permitir prescindir de la composición manual tipo a tipo. Bastaba
teclear cada línea de una columna de texto para contar, en cuestión de segundos, con la misma
compuesta en metal. Pero esto sucedía al costo de un oneroso sistema de fundido y enfriado del metal
en el molde en la misma máquina tipiadora, en un procedimiento que se llamó “composición en
caliente”. Las máquinas monotipo, en cambio, contaban con el proceso de tipiado en un equipo, y el
de fundido en otro. Sin la urgencia del diarismo, una revista podía tipiar en más de un equipo, pero
contar con una sola fundidora.
115 La Prensa publica su primer fotograbado en mayo de 1900, mientras que La Nación lo hizo en
octubre de ese año, a dos años de la publicación del primer número de Caras y Caretas.
116 “...Hoy en día, la impresión de fotograbado con máquina rotativa, que hace algo más de dos años
era un problema más difícil, es un punto resuelto" (diario La Nación, 1° de enero de 1904).
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117 The Daily Graphic fue el primer diario ilustrado del mundo, publicándose en New York entre 1873
y 1889. La mitad de su contenido era impresa en prensa litográfica, en tanto que la otra mitad, en
tipografía, donde también se insertaban grabados. En marzo de 1880 presentó, además, el primer
fotograbado halftone del mundo, mostrando una imagen proveniente de una fotografía sin mediación
de dibujo alguno. En Argentina no se había logrado la velocidad de proceso ni el cuerpo de artistas de
volumen suficiente como para intentar una edición diaria de ese tipo. La ilustración a ritmo diario y
constante se logró en el diarismo sólo a partir de 1903 en forma definitiva (Ojeda, 2016).
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Repositorios consultados: Biblioteca Nacional (Buenos Aires); Biblioteca del Congreso de la
Nación (Buenos Aires); Biblioteca Nacional de Maestros (Buenos Aires); Biblioteca de la
Universidad Nacional de La Plata (La Plata); Biblioteca de la Universidad Nacional de
Córdoba (Córdoba, Argentina); Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España;
hemeroteca digital Anáforas (http://anaforas.fic.edu.uy), Universidad de la República
(Uruguay).
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De la piedra al pixel. Innovaciones y reciclamientos en el campo de la Historia de los Medios
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