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La transición al periodismo industrial de tres periódicos mexicanos.

Finales
del siglo XIX y principios del XX.

Autor:
Celia del Palacio Montiel
Institución:
Universidad de Guadalajara
Síntesis:
La transición al periodismo industrial de tres periódicos mexicanos. Finales
del siglo XIX y principios del XX.

Celia del Palacio Montiel


Departamento de Estudios de la Comunicación Social
Universidad de Guadalajara
celiadelp@yahoo.com.mx

En el presente trabajo procuraremos analizar los procesos de transformación del


periodismo decimonónico al periodismo industrial a principios del siglo XX en tres
regiones de México: La Gaceta de Guadalajara, en Jalisco; El Correo de la
Tarde en Sinaloa y El Diario Comercial, en Veracruz, procurando dar cuenta de las
diferencias regionales de los procesos.
¿Por qué analizar estas regiones?

Después de realizar estudios en torno a los inicios de la prensa en diversos


lugares del país, estoy convencida que mucho depende del carácter regional y
otras determinaciones que tienen qué ver con el desarrollo material y cultural de
las diversas regiones el cómo y cuándo se inicie con la tarea de imprimir libros y
producir periódicos y el desarrollo que la prensa tendría posteriormente.

Antes que nada, resulta imperativo definir el concepto principal que se aborda
aquí: región. Resulta sin embargo difícil establecer qué concepto se usará, ya que
las regiones a que me refiero aquí no corresponden siempre a los “estados”:
denominaciones territoriales basadas en criterios jurídicos y políticos,
históricamente determinados, que actualmente conocemos.

No quiero aquí, sin embargo, abundar demasiado en la definición de región, que


ha ocupado a diversos historiadores y teóricos[1]. Si nos ceñimos a la definición
más elemental, región es la división que se hace de un territorio para su estudio,
tomando en cuenta sus características o elementos que la identifiquen como tal.
Así, dentro de México como país existen diversas regiones culturales, geográficas,
gastronómicas que no siempre coinciden con las denominaciones territoriales
jurídicamente conformadas. En el caso del presente artículo, adoptaré esta
definición elemental y procuraré probar que, en efecto, existen algunas
características regionales que diferencian a un lugar de otro y que estas
características dan un carácter distintivo a cada una de las regiones estudiadas y
las maneras que tuvo cada una de ellas de establecer primero y utilizar después la
tecnología (es decir la imprenta) para producir impresos y posteriormente
periódicos (el producto cultural propiamente dicho).

Se ha preferido el enfoque comparativo ya que creemos que éste puede


proporcionar al estudioso de la historia, elementos que permitan encontrar qué hay
de específico, de único en un fenómeno, en una región y dónde pueden
encontrarse regularidades y patrones.[2] Así, podría llegarse a conclusiones más
certeras respecto a la historia de la prensa y del periodismo en México, ya que
hasta hace muy poco tiempo, estas historias pretendían homogeneizar todo el
territorio del país e igualarlo a lo sucedido en la ciudad de México.

Por otro lado, estamos entendiendo como moderno, al periodismo que comenzó a
circular a finales del siglo diecinueve en México y que a diferencia de los órganos
inminentemente políticos del siglo XIX, empezó a tener algunas de las
características de los periódicos que hasta hoy conocemos.
Como algunos otros estudiosos de la prensa,[3] pensamos que la génesis de las
características de la prensa actual se manifiestan hace un siglo, precisamente en
esa etapa histórica que todavía define muchos de los rasgos de la organización
social presente: el Porfiriato.

Fue a partir de 1880 que la prensa tuvo un fuerte empuje. El periodismo de


combate tuvo una libertad casi absoluta durante la primera etapa gubernamental,
pero Díaz fomentó las subvenciones a los periódicos oficiosos y dio empleos y
prebendas a los periódicos adictos, al mismo tiempo que procuraba hacer el vacío
oficial respecto a los disidentes. Se dio luego una segunda fase de la lucha contra
la prensa de oposición que fue práctica: consistió en reformar las legislaciones de
imprenta, por lo que los periodistas quedaron en manos de los jueces, expuestos a
toda clase de represiones.

Durante estos años, se operó un cambio decisivo que culminaría más adelante en
la prensa de masas. De momento, se inició una nueva concepción de la empresa
periodística.

Esta nueva situación se vio reforzada con la aparición en 1888 de El


Universal (julio) fundado por Rafael Reyes Spíndola. En él se suprimieron todas
las firmas editoriales y los demás artículos que eran característicos de la prensa
hasta entonces. Spíndola fracasó económicamente, pero había iniciado una nueva
forma de concebir la empresa periodística.

El Universal pasó a manos de Ramón Prida, convirtiéndose en el órgano oficial del


Partido Científico, periódico tristemente célebre por haber llegado a consagrar el
fraude político. Otros periódicos que pueden ser considerados precursores de la
modernidad periodística en México fueron El Federalista que desde 1872 comenzó
a desarrollar en México los géneros periodísticos de la noticia y el reportaje. Otro
periódico importante fue El Noticioso, de Manuel Caballero, que ha sido llamado
“el primer repórter de México”; este salió a la luz en 1880.[4]
Por otro lado, también fue en el Porfiriato, y con la paz conseguida, que se
estabilizaron las tendencias literarias de la época y se produjo el lento
deslizamiento hacia el modernismo.

En 1894 surgió la Revista Azul, que fundaría en México la idea del suplemento
cultural encartado los domingos en el periódico. Se le ha llamado la primera
publicación moderna donde se propone la construcción de un gusto cultural y un
canon literario.[5] En este mismo sentido, en 1898, surgió la Revista
Moderna (1898-1911).

Los distintos adelantos tecnológicos aparecidos en el transcurso del siglo XIX,


como la litografía, introducida a México en 1826 y que se volvió de uso cotidiano
en los periódicos desde 1876; o la prensa rotativa de Hoe que empezaría a usarse
en México en la última década del siglo, resultaron especialmente significativos.
Otros adelantos aplicados a la prensa fueron el telégrafo (1844), el teléfono
(1876), así como la máquina de escribir; aunque sería sin duda el linotipo el más
importante de ellos. Éste llegó a México en 1885 y dio un vuelco a los talleres
tipográficos de la época aumentando la velocidad de tiro hasta en 1,700 y 3,500
ejemplares por hora.[6]

El desarrollo económico trajo consecuentemente un avance importante en las


técnicas de impresión, lo cual permitió la aparición de múltiples diarios. Este
mismo crecimiento impulsó actividades especializadas y sus respectivas ediciones
periodísticas. Por tanto, el espectro temático, formal, ideológico de la prensa en el
periodo era enorme y difícil de abarcar.

Todos estos adelantos transformaron la manera de concebir al periodismo, la


prensa periódica en general y los contenidos de la prensa; esto permitió que en
1896 naciera el periodismo moderno con la aparición de El Imparcial, de Reyes
Spíndola.
Entendemos por periodismo moderno a los inicios de la prensa industrial, en la
que en el mismo lugar se desarrollan todas las fases de la producción, hay una
relativa especialización de los trabajadores (director, redactor en jefe, redactores,
reporteros y gacetilleros) y cuyo fin fundamental es la comercialización y la
masificación del producto comunicativo gracias a una tecnología que así lo
permite.[7]

El Imparcial, a diferencia de sus antecesores El Monitor Republicano y El


Siglo XIX, comenzó a utilizar esta nuevas técnicas y se valía de otros ardides para
su venta, que estaban muy cercanos a los del periodismo amarillo norteamericano
de la época: publicación de temas de interés para el gran público, reducción de los
precios de venta (el primero de los famosos periódicos de un centavo) y aumento
de la publicidad en todas sus páginas.

Con este periódico se inició pues, la etapa del periodismo industrializado en


México bajo la protección oficial.[8]

Esta situación de protección por una parte y de éxito debido al amarillismo y al


abaratamiento del precio, por otra, contribuyó a que la prensa independiente se
viera obligada al cierre, como le sucedió precisamente a El Monitor Republicano,
que desapareció ese año.

La táctica de las persecuciones políticas no sólo no iba a disminuir a principios del


siglo XX, sino que solía aumentar a medida que se aproximaban las nuevas
elecciones. En 1908 tuvieron eco importante los movimientos sociales registrados
en Coahuila y Chihuahua, a lo que se sumó el incremento de la actividad política
suscitada por las declaraciones de Díaz al periodista norteamericano James
Creelman, en cuanto a que su gobierno había sido una dictadura provisional para
educar al pueblo mexicano para la democracia, en la que él mismo creía, y
aseguró que se retiraría al terminar el periodo constitucional, pues el pueblo
estaba listo para la vida democrática.

La última reacción violenta del gobierno, desencadenando la represión hacia la


prensa independiente, fue a partir de septiembre de 1908, permitiendo que el
aparato judicial aplastara a los periódicos de la oposición que se vieron obligados
a desaparecer, entre ellos, el famoso Diario del Hogar.

Así como El Imparcial inició la era del periodismo moderno en la ciudad de México,
en otros estados de la república la modernidad periodística no se hizo esperar
mucho tiempo: La Gaceta de Guadalajara, de 1902, fue la que emuló al periódico
de Reyes Spíndola, ayudada por la llegada del linotipo a la ciudad de Guadalajara
en 1904. En el estado de Veracruz, el periodismo moderno comenzó a
desarrollarse desde 1880 con El Diario Comercial y de manera definitiva, con El
Pueblo, de 1915, aunque el linotipo llegó al puerto en 1909, para ser utilizado por
el hasta hoy decano de la prensa nacional: El Dictamen[9]. Mientras que en
Sinaloa, tocó el privilegio de inaugurar el periodismo moderno a El Correo de la
Tarde, que comenzó a presentar signos de modernidad desde su nacimiento en
1885.

Guadalajara.-
La instalación de la imprenta en Jalisco (Nueva Galicia en ese momento) tuvo
lugar a fines de 1792 con Mariano Valdés Téllez Girón. Debido a la enorme
centralización que siempre ha operado en el estado, hablar de los inicios de la
prensa en Jalisco es, en verdad, hablar de los inicios de la prensa en Guadalajara.

Nunca se albergó ninguna duda respecto al lugar donde la imprenta debía


establecerse: Guadalajara era el centro de la actividad comercial y social del
occidente, ninguna otra población de la zona llegaría a tener una importancia
relevante desde el punto de vista de publicaciones, hasta casi finales del siglo XIX.
Existía San Juan de los Lagos con su enorme feria comercial, sin embargo la
actividad de la población se reducía a unas pocas semanas al año. Por otro lado,
Lagos de Moreno, cuna de cierta actividad intelectual, a pesar de ser un punto
importante de los circuitos comerciales del Caminio real de Tierra Adentro, no
desarrollaría ninguna actividad periodística sino hasta entrado el siglo XIX.

El segundo taller de imprenta de Guadalajara fue el de Mariano Rodríguez, que


empezó a funcionar con parte de la maquinaria de la imprenta de Fructo Romero
en 1821. En esta imprenta salieron a la luz más de 89 impresos entre 1821 y
1824. Este taller siguió funcionando con distintos nombres hasta 1936.

En el mismo año de 1821 se fundó el tercer taller de imprenta, bajo la mano de


Urbano San Román, quien lo puso a disposición del Gobierno de Jalisco. De esas
prensas saldría la mayor parte de la producción de periódicos y opúsculos
federalistas.[10]

En Guadalajara, el proceso de transición hacia la prensa industrial fue lento y la


ruptura con la época dorada del periodismo decimonónico no se da con la misma
virulencia que en Veracruz o en la ciudad de México; los cambios en las
publicaciones periódicas fueron graduales y no se puede hablar, sino hasta
entrado el siglo XX, de periodismo moderno. A pesar de que algunas empresas
editoriales de fin de siglo modifican sus técnicas de impresión y aumentan el tiraje,
los formatos y contenidos no cambian fundamentalmente sino hasta años
después. De hecho, el primer periódico que puede considerarse “moderno” es La
Gaceta de Guadalajara, que empezó a aparecer en 1902 y que sin embargo no
incorporó el linotipo ni las estrategias comerciales a su elaboración y venta, sino
hasta 1904.

Precisamente en ese periodo es cuando se consolida la ya inminente emigración


hacia la ciudad de México de intelectuales pertenecientes a la burguesía ilustrada;
esto, aunado a la represión ejercida contra los periodistas y escritores, da como
con resultado una prensa que no refleja las inquietudes políticas ni literarias de los
tapatíos.

Al acercarse las elecciones de 1909, los periódicos toman partido, los grandes
diarios reducen considerablemente el espacio dedicado a otros temas y se
convierten en instrumento de propaganda política. Es importante pues recalcar
que además de aquellos periódicos llamados “electoreros”, todos los grandes
periódicos se convertían en instrumento de promoción del dictador.

Entre las publicaciones más importantes y longevas de la época, encontramos al


bisemanario La Libertad (1898-1909), que se presenta como “bisemanario
netamente independiente dedicado a la defensa de los derechos sociales”, bajo la
dirección de Francisco L. Navarro. En sus 1,095 números encontramos artículos
de fondo, literatura y crónicas citadinas.

El Correo de Jalisco, diario de la tarde, dirigido por Victoriano Salado Álvarez y


Manuel M. González, nace en 1895; en 1896 pasa a manos de José Ignacio
Cañedo y adquiere, a través de su jefe de redacción Antonio Ortiz Gordoa, “el
carácter de radical con ribetes de jacobino”.[11] En 1897 publica una edición
matutina llamada El Correo, de 1899 a 1901 una edición ilustrada
llamada El Domingo, y en 1905 una literaria de gran importancia: El Correo
Literario, bajo la dirección del poeta modernista Manuel Puga y Acal. En ella
colaboraron famosos literatos como Victoriano Salado Álvarez, Jesús María
Flores, Joaquín Gutiérrez Hermosillo e Higinio Vázquez de Santa Ana. En julio de
1909, el periódico pasa a ser el órgano vocero del Club Reeleccionista Ramón
Corral, que apoya la candidatura de este político a la vicepresidencia de la
república. Los editores son enviados a prisión y “apaleados por los esbirros” del
gobernados Curiel.

El tercer gran periódico de la época es La Gaceta de Guadalajara, que aparece en


1902, y que tendría una larga vida, hasta la entrada de las tropas obregonistas a
Guadalajara el 8 de julio de 1914. Primero bajo la dirección de Luis Manuel Rojas
(luego fundador de Revista de Revistas en la ciudad de México), pasó luego a ser
propiedad del político colimense Trinidad Alamillo, bajo cuya dirección el órgano
se convirtió en un periódico “moderno”, con linotipos y estrategias comerciales de
venta, que lo hicieron el más importante de su tiempo. La Gaceta de
Guadalajara tuvo desde 1902 su propio taller de imprenta, funciones
especializadas para sus trabajadores, y a partir de 1904, funcionó con el flamante
linotipo y sus máquinas eran movidas por su propia planta eléctrica. Ya antes de
1910, el periódico tenía su propia “marcha”, su propio noticiero en los cines locales
y concursos de diferentes materias que auspiciaba. Los sorteos donde se rifaban
objetos a los suscriptores eran muy frecuentes y llegaron a asegurar tener un tiraje
de casi quince mil ejemplares en sólo su edición matutina (ya que tenía una
vespertina y una dominical) antes de 1914.

La Gaceta de Guadalajara, en su formato y contenidos puede decirse que tenía un


patrón casi actual y sin duda fue la empresa periodística más grande e influyente
de su tiempo hasta la entrada de las tropas obregonistas a Guadalajara en 1914.

Veracruz.-
La llegada de la imprenta al primer puerto del país, Veracruz, data de la última
década del siglo XVIII. El primer impreso que se reconoce como veracruzano, son
unas Alabanzas a San José, impresas en 1794 por Manuel López Bueno. El
periodismo en el estado de Veracruz se inició en 1795 con la Gaceta del Real
Tribunal del Consulado, editada por el mismo López Bueno, aunque el primer
periódico en toda forma que se conserva es El Jornal Económico Mercantil de
1806.

Este estado, a diferencia de otros de la república conserva desde principios del


siglo XIX una diversidad de órganos de prensa distribuidos según sus diferentes
regiones en varias ciudades. A lo largo del siglo XIX encontramos periódicos de
alguna importancia en por lo menos cinco ciudades (Veracruz, Xalapa, Orizaba,
Córdoba y Tlacotalpan), mientras que se publicaban algunos periódicos en otros
trece lugares.

Este desarrollo de la imprenta se debe a la tendencia de regionalización particular


de Veracruz, la cual obedece a la peculiar geografía de aquel estado, a la cual hay
que aunarle la dificultad en los transportes y escasez de carreteras que
comunicaran a todo el territorio; el estado sufrió una fragmentación importante, lo
cual dio lugar a regiones autónomas con necesidades económicas propias,
manifestaciones culturales particulares y también periodísticas.

Desde los inicios del periodismo en Veracruz se pueden apreciar algunos rasgos
de modernidad y de adelanto en relación con el de otras partes de la república, sin
embargo sería también en las últimas décadas del siglo XIX que se percibirían las
mismas características del periodismo moderno señaladas más arriba.

También en Veracruz, como en el resto de la república, vemos que coexistieron en


esa época los diarios políticos sobrevivientes de la Reforma como los ya
mencionados Siglo XIX y Monitor Republicano (en el caso de Veracruz, fue El
Conciliador el que ocupó ese papel), aunque también los periódicos políticos o
propiamente “electoreros”[12] con los nuevos periódicos escritos bajo otros
principios: privilegio de la ligereza informativa por encima de la polémica y la
inclusión de políticas comerciales del periodismo amarillo norteamericano. Aunque
el periodismo en el estado surgió ejerciendo el diarismo, luego sufrió la tendencia
contraria: alrededor de 1840 aparecerían más semanarios, hecho que se prolongó
hasta fines del siglo diecinueve.[13]

1878 fue el año de mayor producción periodística en todo el país. De los 238
órganos de prensa nacional, a Veracruz corresponden 31. La mayor parte de
estos órganos de prensa son efímeros, muchos de ellos sólo alcanzaron a vivir
unos meses, sobre todo aquellos con finalidades electorales o de coyuntura
política, que una vez pasado el acontecimiento, dejaban de publicarse. Hay un
crecido número de periódicos en 1879-1880 y 1883, años que coinciden con las
luchas electorales en el estado. No se puede averiguar mucho acerca de los
tirajes y suponemos que deben haber sido bajos.

En este periodo ya existían muchas imprentas en las ciudades que hemos


mencionado. En el puerto de Veracruz localizamos 13, en Córdoba cinco, en
Orizaba doce y en Xalapa cinco Existían por supuesto dificultades para la
circulación y ésta se efectuaba a grandes distancias a pesar de todo. Los lectores
de periódicos seguían siendo las élites: los mismos periodistas, políticos,
administradores, comerciantes, industriales, maestros y algunos estudiantes
adinerados. Sin embargo, no se pueden dejar de lado algunas otras posibilidades
no convencionales de lectura, como la colectiva. De hecho, este último
acercamiento al periódico es mucho más común de lo que se piensa, es decir, a
través de una persona que lee para el grupo o bien por medio de los comentarios
que se hacen en torno a las noticias en ciertos centros de reunión.[14]

En ese momento el contenido de las publicaciones era político. La ausencia de


partidos que auspiciaran la participación pública o su reducción a reducidos
sectores, hizo de la prensa un buen sustituto para la organización política. Era
considerado como deber del periodista criticar al gobierno desde la prensa. Éste, a
su vez, utilizó a la prensa para justificarse y darle sustento a sus decisiones.

La estructura de tales periódicos privilegiaba al editorial, el artículo de opinión y la


crítica. Costaban de cuatro páginas, generalmente ocupando la primera y la
segunda con textos largos. En los periódicos de Veracruz de esa época no
aparecen grabados o ilustraciones. Las noticias eran de poca importancia y
aparecían en la tercera y cuarta página bajo el nombre de “generala”. La mayor
parte de ellas eran locales o nacionales siendo muy pocas las internacionales. Sin
embargo, incluso en la sección informativa hay una clara intención política.
También circulaban periódicos que se han confundido con obreros, pero estos
últimos aparecerían hasta años más tarde en el estado.

En la década de 1880, abundaban aún los semanarios y comienzan a surgir con


mayor fuerza las revistas especializadas, en especial las culturales y literarias. La
prensa científica y literaria forma un brillante capítulo de ese periodo, gracias a la
reorganización de las escuelas primarias y preparatorias, así como a la creación
de las sociedades literarias al calor del renacimiento literario de los años setenta.
Por otro lado, la reforma en la enseñanza primaria iniciada por Carlos A. Carrillo,
Enrique Laubscher y Enrique Rébsamen, trae una serie de trabajos que se reflejan
en la publicación de periódicos educativos.

Podemos afirmar que fue a fines de los años noventa cuando comenzó a
desarrollarse el periodismo moderno en Veracruz. En la escena periodística, como
en toda transición, coexistía en la última década del siglo, el periódico “moderno”,
que recibía protección de Porfirio Díaz y a su vez defendía a las clases en el
poder, junto con otros periódicos artesanales de poco tiraje y largos editoriales y
artículos políticos que por no poder defender su independencia, fueron muriendo
poco a poco.

En Veracruz, en 1898, el gobierno estaba en manos de Teodoro Dehesa, quien se


distinguió por el impulso que le dio a esta entidad en todos los ramos
administrativos y por su odio implacable a los científicos.[15] Sobre todo se
destaca por haberle dado un gran impulso a la instrucción pública. Se respiraba un
aire de paz y prosperidad en el puerto de Veracruz: a la vuelta del siglo, el
patriciado porteño estaba de plácemes, no sólo por el agitado movimiento
comercial que vivía la plaza, sino porque a lo largo del Porfiriato, nunca hubo
conflictos importantes. Las clases subalternas sufrieron en Veracruz mucho menos
que en otras regiones el monopolio de la violencia que el Porfiriato impuso sobre
sus opositores.[16]
El auge material e intelectual del Porfiriato se reflejó en la prensa: al igual que en
la ciudad de México y Guadalajara, Veracruz comenzó a presentar los adelantos
técnicos que definieron esta transición de taller artesanal a manufactura. Serían de
vital importancia la utilización del linotipo y el uso de la electricidad en la
maquinaria; asimismo, la integración de país por el sistema de ferrocarriles
constituiría un factor importante para la mayor distribución y alcance de la prensa.
Este surgimiento de una estructura manufacturera de relativa importancia, que
también tuvo su representación en los talleres donde se elaboraba el periódico,
estaba localizado sobre todo en las principales ciudades como México,
Guadalajara y Puebla, o en sitios que se volvieron estratégicos por el tendido de
líneas férreas, y en caso de Veracruz, en Orizaba.[17] No es pues nada extraño
que después de Veracruz Puerto, la ciudad donde más publicaciones periódicas
encontramos, es en Orizaba.

Decíamos más arriba que el proceso de modernización de los periódicos no se dio


del mismo modo en Veracruz que en otras partes del país, ya que en general el
periodismo veracruzano conservó una tendencia mucho más progresista, dando
gran importancia a las noticias, procurando una mayor circulación y cierta
importancia a la publicidad. Sin embargo los mayores tirajes y el menor precio de
venta se registraron hasta los últimos años del siglo XIX.

Entre estos periódicos modernos o en vías de serlo, se encuentra El Diario


Comercial. Este periódico comenzó a publicarse en 1880 y sobreviviría hasta
1907. Defendería “los intereses morales, mercantiles y materiales de la localidad”;
en sus contenidos encontramos sobre todo publicidad, hermoseada con grabados
que anunciaban ya los productores extranjeros de enorme popularidad como la
Emulsión de Scott y diversos elíxires para curar todo mal. Este periódico fue un
caso interesante por su longevidad, ya que a través de él podemos ver cómo se
iban operando las transformaciones en la prensa: del periódico poco atractivo y
tedioso del siglo XIX, a aquél que atendía primordialmente a los intereses
comerciales del siglo XX. Un artículo publicado en él resaltaba los intereses del
periódico “moderno”: mejor elemento tipográfico, más esmerada factura, la
introducción y profusión de fotograbados. En cuanto a contenidos, se aprecia la
variedad de noticias nacionales e internacionales, sin embargo, esta modernidad
del periódico era lamentable si se considera que se leía por sus artículos
amarillistas, mientras que las materias más serias apenas tenían cabida, por el
nulo interés de los lectores.[18]

Afirmaban tener corresponsales para publicidad de toda Europa en la casa M.M:


Mayence y Cie. En París. Otros elementos que aseguraban su modernidad ya en
1906 eran las reseñas sociales en primera plana (“Lazo de rosas” crónica de una
boda) o bien, la nota roja, espectacular y enorme, con titulares de mayor tamaño,
fotografías o gráficas (“Crímenes espectaculares: 5 niños degollados”) entre otros
muchos.

Es precisamente este tipo de elementos, al decir de los mismos articulistas del


periódico, lo que aseguraría su lectura y la evolución del periódico “de información
y reportazgo” hacia la modernidad, mientras que la prensa especializada apenas
había hecho algún progreso. Haciendo una reflexión sobre la permanencia de
dichos contenidos, aquel autor asegura que son los lectores los que los piden, por
ello “eso es lo que tiene que servir el periódico que desee ampliar su
circulación”.[19]

Otro elemento, eran los artículos de mejoramiento social, que se enfocaban a


combatir los vicios, el juego, el alcoholismo y la estulticia en todas sus
formas.[20] Este tipo de artículos, presentes en los nuevos periódicos de todo el
país, provenía de la herencia de instructor que tenía el periódico y que le fue
inculcada desde los inicios del periodismo en México y que, sin embargo, había
quedado adormecida por las discusiones políticas a todo lo largo del siglo.

El Dictamen es un caso muy interesante para analizar la modernización de la


prensa veracruzana. Comenzó a publicarse en 1898, como semanario, bajo el
nombre de El Dictamen Público, que seguía muchos de los parámetros del
periodismo decimonónico, aunque ya movido por una prensa de vapor. No fue
sino hasta 1904 que el periódico sufriría los cambios más radicales: ya se
publicaba en forma cotidiana y en este año, comenzó a circular, además, una
versión matutina del mismo, con mayor espacio dedicado a las noticias y una
“sección popular” donde los lectores podrían enviar sus comentarios. Durante
1905, el periódico llegó a publicar tres ediciones diarias, sostenidas únicamente
por las suscripciones y la publicidad. En 1909, El Dictamen se convirtió en el
primer periódico veracruzano que utilizó el linotipo, logrando tirar “hasta ocho mil
ejemplares por hora”.[21] De esta manera, los contenidos del periódico se vieron
también modificados, ocupando a partir de entonces las noticias, los reportazgos y
la nota roja, el mayor espacio dentro del cotidiano. Es importante recalcar además,
que la publicidad llegó a ocupar en este periodo, el 75% de la superficie del
periódico.

Concluyendo el ciclo de modernización de los periódicos en Veracruz, está El


Pueblo, de 1915, que contaba ya con un servicio telegráfico directo para conseguir
las noticias de la revolución. Sus diferentes departamentos como empresa
periodística estaban ya perfectamente diferenciados (se mencionaba incluso un
departamento de publicidad), tenía secciones definidas, columnas específicas,
grabados y fotos, lo cual constituyó un adelanto considerable respecto a los
periódicos anteriores. Su tiraje manifiesto es de 19,000 ejemplares, de los cuales
destinan a la venta local 5, 400, a los agentes foráneos 11,875 y al extranjero y
varios (donación a bibliotecas, por ejemplo) 1,725. Su precio, cinco centavos.
Anuncian, además, que son “el único periódico de la localidad que tienen noticias
directas del extranjero”. Se había ya llegado en Veracruz a la modernidad
periodística en toda forma.

Sinaloa.-
Las gestiones iniciales para llevar una imprenta a Sinaloa comenzaron con el
gobierno de Guadalupe Victoria, en octubre de 1824. El presidente adquirió una
pequeña imprenta con valor de 4,500 pesos al presbítero Joaquín Furlong. El
vicegobernador Francisco de Iriarte y Conde, hombre culto educado en
Guadalajara, fue el encargado de gestionar la compra y el traslado, vía
Zihuatanejo, de la imprenta destinada a la provincia de Sinaloa. Fue también él
quien contrató los servicios del impresor José Felipe Gómez, tipógrafo
descendiente de Ignacio Gómez, primer impresor de Michoacán. Don José Felipe
había servido a los hermanos Rayón e incluso a José María Morelos y Pavón.

No se tiene noticia exacta de la fecha en que salió la imprenta de la ciudad de


México, pero parece ser que la tardanza de los trámites oficiales, la contrata de los
impresores, el empaque y traslado a lomo de mula del taller de imprenta hasta el
puerto guerrerense, retardó la llegada de la imprenta a la Provincia de Sinaloa
hasta octubre de 1825.

El primer impreso de Sinaloa fue la Convocatoria para las elecciones y las Bases
Generales para la integración del Congreso, ley publicada y sancionada el 8 de
noviembre de 1825.

La imprenta funcionó en la ciudad de El Fuerte, desde el día 8 de noviembre de


1825 hasta el 28 de agosto de 1826, en que se hizo el cierre de sesiones del
primer periodo del Congreso Constitucional de Occidente.

Después el taller estuvo inactivo ya que fueron trasladados los poderes al Real de
Minas de Cosalá, Provincia de Sinaloa, por el levantamiento armado de los indios
yaquis y mayos instigados por el cura párroco de Cocorit.

El señor Gómez reinstaló la imprenta en la población de Cosalá con alguna


tardanza motivada por la desintegración del Congreso, pero volvió a trabajar de
nuevo el día 27 de diciembre de 1826, permaneciendo hasta el 30 de noviembre
de 1827.
El Congreso de Occidente, en Cosalá, señaló capital y residencia de los poderes
del estado al Mineral de Álamos, con fecha de 26 de octubre de 1827, pero debido
a las discordias entre los legisladores, anduvo la Asamblea errante por la ciudad
Asilo del Rosario, hasta establecerse en el Real de la Purísima Concepción de los
Álamos el 18 de enero de 1828, lugar donde volvió a funcionar el taller de
imprenta y permaneció en este sitio hasta que se hizo la división de Estado de
Occidente en dos entidades federativas: Sinaloa y Sonora, el 13 de marzo de
1831.

Los materiales publicados en estos primeros años de la imprenta sinaloense, son


decretos, contrataciones, circulares, estado de las rentas del estado, memorias de
tesorería, informes de la administración pública, aranceles, dictámenes diversos y
leyes.

El primer libro impreso en Sinaloa fue la Colección de decretos expedidos por el


Honorable Congreso de Occidente, editada en 1826 bajo la dirección de José
Felipe Gómez.

La cuna del periodismo en Sinaloa fue el Real de Minas de Cosalá, donde se


publicó el primer periódico titulado El Espectador Imparcial en febrero de 1827. En
la población de El Fuerte, el primer periódico fue Celajes, que todavía se publicaba
en 1829. En Culiacán, capital del Estado después de la separación de las dos
provincias, se publicó Los Gracos, en agosto de 1832.[22]

El Correo de la Tarde apareció en Mazatlán en 1885, fundado por Miguel Retes e


impreso en el taller de este mismo. Pocos meses después de su aparición, la
Cámara de Comercio de Mazatlán lo toma como su órgano oficial. “El periódico se
convierte desde entonces hasta 1905 en vocero de ese grupo.”[23] Precisamente
ese año, Miguel Retes vendió su empresa periodística a Francisco Valadés y
Andrés Avendaño, comerciantes del puerto. Figuró como decano de la prensa
nacional, ya que circuló hasta fines de los años setenta del siglo XX.
Es sin duda, uno de los periódicos más importantes de fuera de la ciudad de
México por diversas razones. La imprenta en la que nació, se consideraba ya en
1898 como digna competidora de las mejores de Estados Unidos. Desde 1892,
tuvo una caldera de vapor de dos caballos para mover las prensas y el mayor
capital de la ciudad y en 1898, tenía máquinas de rayar, de grabados,
estereotipos, así como un sinfín de aparatos modernos. Las prensas eran de
cilindro y de pedal y la maquinaria, como ya se ha dicho, se movía por vapor.
Desde 1900, el taller se convierte en la “Imprenta, papelería y librería de Miguel
Retes y Compañía”.[24] El Correo de la Tarde está considerado como el más
moderno de la región noroeste de México

Por las características de su proceso técnico de impresión, formato, organización


de su espacio, sistemas informativos que posibilitan su interconexión con otros
periódicos, la presencia de repórters, corresponsales y fotógrafos para la caza de
noticias, su sistema de abonados y su diversidad tipográfica, entre otros.[25]

Algunas de estas características se presentaron en el periódico desde su


nacimiento, pero otras fueron presentándose con el tiempo, y por lo tanto, la
modernidad del diario puede considerarse como gradual y sin embargo precursora
en la región de noroeste. Fue significativo que este periódico no saliera a la luz en
Culiacán, la capital, sino en Mazatlán, puerto importante para el comercio, donde
llegaban las mercaderías y las noticias a través de los barcos y las diligencias, así
como del correo y posteriormente del telégrafo. El Correo de la Tarde contó con
este servicio desde 1886 y con teléfono desde 1898. La presencia en Mazatlán del
señor Antonio Verdinez, agente de periódicos de diversos lugares de México y del
extranjero fue crucial para el periódico, que se enriqueció con esta información y
pudo aumentar su circulación mucho más allá de las fronteras del Estado y del
país.
Todo esto repercutió naturalmente en los formatos y contenidos del periódico.
Desde 1896 se encuentran ilustraciones (grabados y fotografías) en la primera
página y gran cantidad de publicidad, no sólo local, sino nacional e internacional.

Sin embargo una característica que hace especial y diferente a este órgano
periodístico, es la posición crítica que guarda el periódico respecto a los
gobernantes en general, a excepción de Porfirio Díaz. Los mismos gobernantes
porfiristas se quejaron muchas veces de la posición crítica del periódico.

Conclusiones.-
Después de este recorrido a vuelo de pájaro por tres distintas regiones de México
y ver el desarrollo de su periodismo y la manera en que las publicaciones
periódicas se fueron modernizando a finales del siglo XIX, podemos concluir que si
bien no son tan importantes las diferencias regionales, ya que los periódicos
presentan más o menos las mismas características de modernidad, los mismos
contenidos y los mismos formatos, el punto que parecería tener mayor
importancia, es que la modernidad periodística no empezó con El Imparcial en
1896, como se ha repetido durante años en las historias del periodismo en México.

Vemos que desde 1885 en Mazatlán El Correo de la Tarde contaba con una serie
de ventajas materiales para la realización de un periódico en vías de ser moderno,
así como algo parecido ocurría en Veracruz desde 1880 con El Diario Comercial.
Parecería en este sentido que la población más rezagada fue paradójicamente,
Guadalajara, segunda en importancia en la República Mexicana, cuya modernidad
periodística se inició en 1904, con la utilización del linotipo por parte de La Gaceta
de Guadalajara, sin embargo, el carácter propiamente industrial de la prensa no se
llegaría a consolidar hasta después de 1917 (año de la fundación de El
Informador, periódico más longevo de la entidad y uno de los más importantes
hasta la fecha).
La posición geográfica privilegiada de los dos puertos, uno del Pacífico y el otro
del Golfo de México, ayudó a hacer posible la modernidad periodística.

Vayan estas reflexiones, todavía muy preliminares, como el intento de hacer otra
historia, alternativa, del periodismo en México, contándola desde las regiones.

Bibliografía.-

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Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, N.-109, julio-septiembre, México,
UNAM.

NOTAS

[1] Para el caso de México, resulta útil consultar la recopilación que hizo Pedro
Pérez Herrero, a manera de “manual” para el estudio de la región, donde incluye
artículos de los autores más representativos en la corriente de la historia regional:
Luis González y González, Carol Smith, Eric Van Young, Guillermo de la Peña,
P.E. Ogden, Robert Sack y Marcello Carmagnani, para diferentes factores que
determinan la regionalidad: los demográficos, económicos y políticos entre otros.
Otra colección de artículos que puede resultar muy útil, es la hecha en la Revista
Relaciones del Colegio de Michoacán en otoño de 1997.[]
2 Burke, 1997. p.34[]
3 Florence Toussaint, 1989. Esta autora fue la primera en recalcar la importancia
de estudiar los órganos de prensa de este periodo histórico para encontrar las
bases fundacionales de la prensa contemporánea. []
4 Se han estudiado últimamente con mayor profundidad estos antecedentes de El
Imparcial, cuya modernidad hasta hace poco parecía surgir de la nada. Ver
Bonilla, 2002 y Lombardo, 1992.[]
5 Esta revista fue elaborada por Carlos Díaz Dufoo y Manuel Gutiérrez Nájera,
siendo su editor Apolinar Castillo, ex gobernador de Veracruz y editor también del
periódico capitalino El Partido Liberal. Fue, de hecho, a sugerencia suya que
surgió esa idea. Rafael Pérez Gay, “Literatura y política nacional” Sección
Palomar, Nexos, Núm 215, noviembre de 1995, pp. 88-90[]
6 Ver. Toussaint, 1989. p.61[]
7 Del Palacio, 1995.[]
8 Aguilar Plata, 1982[]
9 Miguel López Domínguez. La Caricatura política en El Dictamen. Tesis,
Universidad Veracruzana. En proceso.[]
10 Cfr. del Palacio, 2001.[]
11 Juan B. Iguíniz. 1955.[]
12 Llamamos “electoreros” a los órganos de prensa que sólo surgían para apoyar
una campaña política, fuera ésta la del presidente de la República en tiempo de
elecciones (o reelecciones), o las de los gobernadores de los estados, siempre
fieles a Díaz. Ver Romeo Rojas, 1982[]
13 Ver. Del Palacio, 1999[]
14 Sobre la cuestión de los posibles lectores de un periódico, véase Guerra, 1992;
otros tipos de lectura, Chartier, 1991 y un mayor acercamiento a los lectores de
periódico en el siglo XIX en Guadalajara, Del Palacio, 2001.[]
15 Ver. Trens, T.IV, p.335[]
16 Más sobre el ambiente del Puerto en estos años en García Díaz, 1992[]
17 Ver Gracida, 1994[]
18 Diario Comercial. N.-169, 26 de julio de 1906.[]
19 Idem[]
20 Para muestra, varios botones: “Atendiendo al provenir: la niñez en las cantinas
y billares”, “En pro de la niñez, lo que saca del Barrio Latino. Los bailes en los
patios”. “Estulticia y mala fe, defensa sesuda”, “Consecuencias del alcoholismo.
Los niños recogidos en las cantinas”, “Cartilla popular antialcohólica”, “El ahorro y
la civilización” Del Diario Comercial, 1906[]
21 Miguel López Domínguez, op. Cit.[]
22 Cfr. Olea, 1995.[]
23 Briones, 1999.[]
24 La información referente al Correo de la Tarde, proviene de Briones, 1999 y
2003.[]

25 Briones, 2003. p.208

Categoría:
Artículo
Área de interés:
Historia Cultural

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