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Lección 3.

Demografía y movimientos migratorios

Este crecimiento tiene implicaciones económicas, sociales, culturales y medioambientales


indudables y extremadamente complejas. Disponer de una amplia población se considera un
factor valioso que promovía la riqueza y el poder de las naciones. Robert Mathus hablo de los
efectos que podía tener la excesiva carga poblacional sobre los recursos y posibilidades
productivas de un país. El proceso de industrialización ha solido acompañar un crecimiento
demográfico sin que ello tradujera un deterioro en las condiciones de vida de la población.

En el siglo XX se ha hecho compatible el crecimiento homogéneo con el progreso de los niveles


de renta promedio de la población, impacto de una productividad en contante ascenso. Hoy en
buena parte de los países desarrollados el problema no es el crecimiento demográfico, sino es
el estancamiento y el progresivo envejecimiento de la población. Una tendencia que afecta a la
capacidad de las sociedades para asumir la innovación y el cambio técnico, incrementa la
factura social derivada de los gastos en pensiones y en salud y resta dinamismo productivo a
las economías.

INDICADORES DEMOGRÁFICOS BÁSICOS

Tasa de natalidad= (nº de nacimientos / Población total) x 1000

El número de nacidos vivos por cada 1000 habitantes en un año. Las comparaciones
internacionales en la tasa pueden generar distorsiones debido a los distintos niveles de
distribución por edad y sexo entre poblaciones.

- Tasa de fecundidad por edad específica= (Nº de nacimientos en mujeres de X años de


edad / Nº de mujeres de X años de edad) x 1000
- Tasa global de fecundidad= Nº medio de hijos que una mujer hubiera tenido al final de
sus años reproductivos si se hubiera ajustado a las tasas promedio de fecundidad por
edad específica durante cada año de su vida reproductiva.
Este indicador evita las imprecisiones de la tasa de natalidad y es más utilizado en las
comparaciones internacionales.
- Fecundidad a nivel de reemplazo= nivel de fecundidad al cual las mujeres tienen el
número suficiente de hijas para reemplazarse dentro de la población.

Tasa de mortalidad= (Nº de muertes / población total) x 1000

Es un indicador cuyo valor está condicionado por la estructura de edad (mayor en sociedades
envejecidas, aunque tenga buenas condiciones sanitarias y económicas).

- Tasa de mortalidad por edad específica: (muertes en personas de X años de edad /


población total de X años de edad) x 1000

Esperanza de vida: es la estimación del número promedio de años adicionales que una persona
podría esperar vivir si las tasas de mortalidad por edad específica para un año permanecerían
durante el esto de su vida. En las comparaciones internacionales se utiliza la esperanza de vida
al nacer.

Tasa de crecimiento natural= ((nacimientos en año X – muertes en año X) / población total en


año x) x 100

Tasa neta de migración= ((nº de inmigrantes – nº de emigrantes) / población total) x 1000


Tasa de crecimiento= ((nacimientos en año X – muertes en año X +/- migración neta en x) /
población total en X) x 100)

Tiempo de duplicación= 70/ tasa de crecimiento (%)

Indica cuanto tiempo costaría a una población en duplicarse dada la actual tasa de crecimiento

1. La transición demográfica y sus componentes: mortalidad y natalidad

La demografía de las naciones sigue pautas de evolución relacionadas con el desarrollo


económico. Esa relación ha transitado por tres grandes regímenes, según señala la teoría
unificada del crecimiento:

- El régimen maltusiano explica las primeras etapas del desarrollo de las economías en
las que, ante un progreso técnico nulo, todo crecimiento del producto se traduce en
una expansión equivalente de la población. Como consecuencia de ello la renta per
cápita fluctúa en torno a un nivel estable y se mantienen el producto y la población en
una relación básicamente invariable a largo plazo.
- El régimen postmaltusiano caracteriza a aquellas economías que han conseguido
superar la pobreza y en las que un factor productivo clave, el avance tecnológico,
comienza a hacerse más presente. El progreso tecnológico promueve un incremento
en el output superior al de la población, dando lugar a un crecimiento de la renta per
cápita. Aunque con particularidades se considera que este régimen está vigente en la
totalidad de los países en desarrollo.
- El régimen de crecimiento moderno rige las fases más avanzadas de las economías
capitalistas. En él se que mantiene la aceleración del progreso técnico y el incremento
de la renta per cápita propio del régimen anterior. Otra variable explicativa del
crecimiento es el capital humano, que incentiva a los padres a tener menos hijos e
invertir más en cada uno de ellos. Por ello en las sociedades desarrolladas y a
diferencia de las postmaltusianas, los mayores niveles de renta per cápita vienen
asociados a menores tasas de crecimiento de su población.

Durante la mayor parte del tiempo la población ha sido relativamente estable creciendo
sólo en una etapa intermedia y relativamente breve. La estabilidad demográfica que
caracteriza a los regímenes maltusiano y moderno viene acompañada de parámetros
demográficos diferentes. En el mundo occidental, a mediados del siglo XIX, la esperanza de
vida al nacer era de 35 años, la mortandad era elevada y las mujeres tenían por término
medio 5 hijos. Actualmente la esperanza de vida se aproxima a los 80 años, la mortalidad
ha retrocedido y las mujeres tienen, en promedio, 1,6 hijos.

Los factores demográficos que explican este cambio son los que forman la llamada
transición demográfica, responsable del período de más crecimiento de la población. Esta
transición se desarrolló en Europa y EEUU durante los siglos XIX y XX. En los países en
desarrollo, esa transición se produjo en la segunda mitad del siglo XX, incluso en algunos
países están todavía en ese tránsito. La transición demográfica común se concreta en las
siguientes etapas:

1) Se observan altas tasa de natalidad y altas tasas de mortalidad que producen un bajo o
nulo crecimiento demográfico (este es el modelo demográfico tradicional).
2) Caen las tasas de mortalidad a largo plazo y aumenta la esperanza de vida sin que se
altere la natalidad, lo que provoca un crecimiento demográfico intenso.
3) La natalidad comienza su progresivo descenso hasta alcanzar niveles cercanos a los de
la mortalidad.
4) La combinación de bajas tasas de mortalidad y natalidad, deriva un crecimiento
demográfico lento, modelo demográfico moderno.

El perfil de la transición demográfica en los distintos países y épocas muestra un rasgo


común: la caída en la mortalidad antecede a la de natalidad dando lugar a una rápida
expansión de la población hasta consolidar el modelo demográfico moderno. El retraso en
la caída de la natalidad expresa las dificultades que los agentes sociales tienen para
adaptar el tamaño de familia a las nuevas condiciones que impone una reducción de la
mortalidad. Este retraso se explica por el hecho de que la natalidad está condicionada por
patrones sociales y culturales que evolucionan lentamente. El crecimiento demográfico
intenso propio de la transición demográfica se va aminorando a medida que la fecundidad
asimila la caída de la mortalidad.

La intensidad temporal propias de la transición demográfica varían de unas naciones a


otras dependiendo de su cultura, su grado de desarrollo económico y sus circunstancias
políticas. Los países más desarrollados la han completado en intervalos de tiempo muy
diversos (185 Francia, 90 Italia) y lo han hecho de forma gradual. En estos países a día de
hoy la población apenas crece y retrocede en algunos casos, con una tendencia general
hacia el envejecimiento. Los países en desarrollo se pueden agrupar en dos colectivos: el
primero (Latinoamérica y una parte de Asia) agrupa a países que están próximos a
culminar la transición demográfica, con tasas de natalidad en tendencial reducción y
población que empieza a percibir los procesos de envejecimiento; el segundo (países del
África Subsahariana) agrupa a países más retrasados en el proceso de transición, con alto
peso de población joven y elevadas tasas de natalidad. Como consecuencia, estos países
siguen experimentando a día de hoy un crecimiento demográfico a otra escala, que vivió el
mundo desarrollado hace un siglo.

LA TRANSICIÓN DE LA MORTALIDAD

La caída en las tasas de mortalidad que tiene lugar en el tercer cuarto siglo XIX en los
países desarrollados y desde la II Guerra Mundial en los países en desarrollo. Debido a esto
a comienzos del siglo XXI hay una tasa de mortalidad en los países desarrollados un 10‰ y
en los países en desarrollo un 7‰. La razón de esta diferencia es la distribución por
edades, con una población muy envejecida en los países más desarrollados. Las diferencias
son más evidentes en el indicador esperanza de vida, donde tienen un indicador en la
esperanza de vida bastante mayor frente a los no desarrollados ,77 frente a 69 años en
hombres, 82 frente a 73 en mujeres y en la mortalidad infantil con un 4‰ frente a 34‰.

Los países menos desarrollados tienen unas tasas de mortalidad que acaba de iniciar su
descenso, pero todavía se mantienen altas las tasas de mortalidad infantil (49‰), la
natalidad (33‰) y el crecimiento demográfico (2,6%). La gran caída de las tasas de
mortalidad debido a la transición demográfica se relaciona con razones que tienen que ver
con la mayor salud de las personas como puede ser las reformas en la sanidad pública, los
avances en el conocimiento médico, las mejoras en la higiene personal y los aumentos en
la renta que reducen o eliminan la escasez de alimentos e incrementan su calidad.

Son leves las diferencias entre las tasas de mortalidad del mundo en desarrollo y el
desarrollado (mayor el primero), en cambio con la esperanza de vida hay más diferencia y
es mayor en el mundo en desarrollo. Los desiguales niveles de renta per cápita entre los
países desarrollados apenas se reflejan en la esperanza de vida deduciendo que a partir de
cierto umbral de bienestar una mayor riqueza no tiene efectos inmediatos sobre la
supervivencia.

Las causas más relevantes de la mortalidad en los países desarrollados son las
enfermedades degenerativas como pueden ser las cardiovasculares, cerebrovasculares o el
cáncer. Además de los accidentes de tráfico o el abuso del tabaco, el alcohol o las drogas.
En los países en desarrollo, a estas enfermedades se suman como causas más relevantes
de muerte las enfermedades digestivas y respiratorias, ambas vinculadas con la pobreza.

El año 2020 marca un hito en la evolución de la mortalidad en el mundo debido al


comienzo de una pandemia en China que se extiende por todo el mundo. Para pasar esta
pandemia se implantaron política económica que permitirían contener el impacto sanitario
y económico de la crisis entre ellas técnicas de rastreo de casos, restricciones al
movimiento dentro de los países y a través de las fronteras o la implementación de
medidas de distanciamiento social. En un año llegaron las primeras vacunas, el COVID-19
afecto a un 1,5% de la población mundial de las cuales habían muerto 2,6 millones y se
habían recuperado 98.

LA TRANSICIÓN DE LA FECUNDIDAD

La reducción en las tasas de fecundidad y natalidad se inicia en el mundo desarrollado en


el siglo XIX y aunque se extiende esa tendencia al resto del mundo desde los 70, todavía
persisten importantes diferencias entre regiones. En la segunda década siglo XXI, los países
industrializados tienen una tasa de fecundidad de 1,6 hijos por mujer. Como consecuencia
ninguno de ellos supera el nivel de reemplazo y solo los que tradicionalmente han recibido
un fuerte flujo migratorio pueden confiar en mantener tasas de crecimiento demográfico.

Mientras los países en desarrollo continúan con la transición de la fecundidad transcurre


mucho más acelerada: los niveles de fecundidad de partida eran mucho más elevados que
los de la Europa y existen más medios contraceptivos. No obstante, entre los países en
desarrollo es posible diferenciar dos modelos de comportamiento: la transición de
fecundidad se encuentra en sus últimas fases en Asia y Latinoamérica, pero se encuentra
en sus primeros pasos en África Subsahariana, donde tienen tasas de fecundidad muy
elevada de más de 6 hijos por término medio.

El crecimiento de la población en los países desarrollados ha sido explicado de varias


formas. Por un lado, tenemos el régimen de crecimiento moderno (teoría microeconómica
de la fecundidad de Gary Becker), que establece que los padres demandan más o menos
hijos dependiendo del coste/precio de los mismos y no solo de sus niveles de ingreso. El
efecto positivo que un incremento en la renta tiene sobre la fertilidad se ha visto
compensado en las sociedades instaladas el régimen de crecimiento económico moderno
por el efecto negativo de un incremento en el coste de tener hijos.

Dos factores que ayudan a explicar este incremento en costes: Por un lado, la
incorporación de la mujer al trabajo y el aumento de su salario relativo, que eleva la renta
familiar e incrementa el coste de oportunidad que supone dedicarse a tener y cuidar hijos.
Por otra parte, la aparición de un mercado laboral exigente reclama un incremento
considerable de la formación y cualificación necesarias para aquellos que quieren acceder
a un puesto de trabajo bueno. Esto incentiva a los padres a invertir en la formación del
capital humano de sus hijos, lo que en se traduce en una reducción del número de hijos
para poder invertir en su formación. En los países desarrollados la tasa de actividad de las
mujeres como las exigencias formativas de los jóvenes son mayores que en los países en
desarrollo, lo que explica que el coste que comporta tener hijos sea más elevado.

A su vez, los hijos generan beneficios para la familia, algunos son puramente afectivos y
otros son económicos. En los países en desarrollo abundan las explotaciones de tipo
familiar, por lo que los hijos se convierten en un factor de ayuda en la generación de renta
familiar. A su vez, los hijos son un mecanismo de aseguramiento para la protección de los
padres cuando estos no se encuentran ya en condiciones de trabajar. Una familia grande
en un país pobre es una forma de ampliar las rentas familiares y un mecanismo para
asegurar la vejez. En el caso de los países desarrollados este tipo de beneficios son
menores porque domina el trabajo asalariado y porque el Estado provee servicios de
aseguramiento de protección frente a la enfermedad o la vejez.

En definitiva, este conjunto de factores ha elevado el coste y precio de los hijos y reducido
el beneficio que compensa el efecto positivo que la elevación de la renta puede tener
sobre la fecundidad, por lo que determina el comportamiento de la tasa de natalidad de
los países desarrollados y en desarrollo. Entre esos factores destaca el protagonismo
creciente de las necesidades de inversión en capital humano.

Las tendencias en la mortalidad y la fecundidad descritas han conducido a una situación en


la que las poblaciones con mayor esperanza de vida muestran las más reducidas tasas de
fecundidad, lo que le sitúa en una tasa de crecimiento demográfico prácticamente nula.
Por el contrario, los países menos desarrollados tienen una mortalidad en descenso y una
fecundidad superior a los niveles de reemplazo, lo que ha provocado un boom
demográfico en estas naciones en los últimos 70 años. A pesar de que va cambiando aún
se perciben grandes diferencias.

2. La población mundial en el siglo XXI: situación y perspectivas

La evolución de la población mundial en los dos últimos siglos ha consolidado la división


del mundo en dos bloques demográficos con rasgos y perspectivas de futuro bien
distintos: los países desarrollados y en desarrollo. Es cierto que algunos rasgos como el
envejecimiento de la población o la senda de urbanización empiezan a ser compartidos,
pero aun así las diferencias son visibles.

En primer lugar, hay una clara desigualdad en la distribución geográfica de la población,


China e India abarcan un 36% de la población mundial. Les siguen, Estados Unidos,
Indonesia, Pakistán y Brasil, lo que hace que seis países más poblados concentran el 50%
de la población mundial, mientras que 60 naciones tienen una población inferior a 2
millones de habitantes. La asimetría es todavía mayor si se compara la distribución de la
población con la distribución de la renta, en 2020 América del Norte, Europa, Japón y
Oceanía agrupan cerca del 17% de la población y disponen del 45% de la renta. Pero el
83% restante de la población mundial se reparte el 55% de la renta mundial.

La distribución por sexo y edad presenta también un perfil muy diferente en el mundo
desarrollado y el mundo en desarrollo. Dicho perfil se registra en las Pirámides de
Población, donde el porcentaje de individuos que pertenecen a cada grupo de edad y sexo
se representa por un rectángulo horizontal, que se escalona de acuerdo a la sucesión de
años de cada segmento. Los países en desarrollo, presenta una base amplia, que se
corresponde con una población muy joven y con tasas elevadas de crecimiento al mismo
tiempo que la pirámide se estrecha en los tramos superiores. Los países desarrollados
tienen una base más estrecha que el centro de la pirámide (reflejo de la reducción en la
fecundidad) y presenta una cúspide más ancha, consecuencia del envejecimiento de la
población y del alargamiento de su esperanza de vida. Aquellos países en desarrollo que
han avanzado más en su transición demográfica (Latinoamérica) tienen pirámides más
abombadas, siendo los países más pobres (África Subsahariana) los que mejor presentan
los rasgos antes señalados.

La pirámide de población de los países ricos expresa una estrecha base debido a una baja
natalidad (suponiendo que las tasas de fecundidad actuales se mantengan) y los abultado
de sus tramos centrales es el anuncio de una población crecientemente envejecida en el
futuro. La estructura piramidal de los países en desarrollo asegura la continuidad del
crecimiento demográfico, incluso aunque la tasa de fecundidad caiga debido al gran
número de mujeres que entrarán en la edad de poder ser madres en las próximas décadas.
También en estos países, sobre todo los de mayor desarrollo, se aprecia una progresiva
caída de las tasas de crecimiento y un progresivo envejecimiento de su población. De
hecho, el envejecimiento de la población es una de las tendencias que dominarán el
comportamiento de la demografía mundial en el futuro.

Estas diferencias tienen consecuencias económicas que se aprecian claramente si se divide


la población en tres grandes grupos: los menores de 15 años (población en formación), los
mayores de 65 años (población jubilada) y el resto (población activa). La población activa
debe sustentar a la población jubilada y a la población en formación, mostrando por qué
en los países de bajo ingreso es más difícil mejorar los niveles de bienestar agregados de la
sociedad pues gran parte de la población es improductiva (población infantil). La tasa de
dependencia en los países de renta baja es de un 83% (76% menores de 15 años), en los
países de renta media la tasa desciende es de un 51% (39% en menores de 15 años) y en
los países de renta alta tienen una tasa de dependencia de un54% (28% población mayor
de 65 años) que va a incrementarse en el futuro como consecuencia del envejecimiento de
la población.

En los países ricos, el incremento en la tasa de dependencia debido al peso de la población


mayor y a la reducción de aquella en edad de trabajar, provoca caídas en el ahorro y por
tanto en la inversión y en el crecimiento del output. Además, el presupuesto público y la
sostenibilidad del Estado del Bienestar se verán afectados por unos mayores gastos en
pensiones, sanidad, cuidado residencial y una menor recaudación impositiva procedente
de la población trabajadora. El mundo en desarrollo sufrirá un proceso de envejecimiento
demográfico no se verá hasta 2050. Pero los cambios en la estructura pueden promover el
crecimiento económico al otorgar a estos países un dividendo demográfico, es decir, un
impulso a la renta per cápita asociado a la caída de la fertilidad. Dicha caída reduce las
tasas de dependencia de los jóvenes, al tiempo que aumenta la proporción de
trabajadores y ahorradores en la población. No obstante, el dividendo demográfico debe
catalizarse a través de un adecuado diseño de políticas e instituciones que garanticen la
eficacia en el funcionamiento de los mercados, la protección social suficiente y el carácter
inclusivo del proceso de desarrollo.

El éxito de los países desarrollados ha supuesto el incremento de la esperanza de vida, que


se ha convertido en una amenaza para la futura sostenibilidad del sistema. Ellos, y también
China con su política de un único hijo se enfrentan a la necesidad de producir con un
menor número de trabajadores activos una riqueza creciente para mantener los niveles de
vida.

3. Migración y mercado laboral internacional

TENDENCIAS RECIENTES

Los procesos de desarrollo suelen comportar movilidad de las personas a la búsqueda de


nuevos lugares de residencia y trabajo. Esa migración puede producirse en el seno de un
país (desde el interior a la costa), pero también a escala internacional cuando se cambia de
país de residencia. Las Naciones Unidas considera como migrantes internacionales a todos
aquellos ciudadanos que viven y trabajan de forma temporal o de forma permanente en
un país distinto al que nacieron.

Las causas de las migraciones internacionales pueden ser muy diversas: pretender acceder
a una formación que no existe en su país de origen, para salvaguardar su vida cuando en
su país de nacimiento existe un conflicto o una amenaza de persecución, derivada de
causas ambientales, el reagrupamiento familiar cuando algunos de sus familiares residen
ya en el exterior o buscar en suelo ajeno las posibilidades de renta y progreso que en su
país de origen se les ofrecen.

La migración es tan antigua como el ser humano. Observamos que hay etapas de mayor
apertura internacional en la que el flujo migratorio tiende a intensificarse, como sucedió
en la segunda mitad del siglo XIX y hasta la primera década del XX, período en el que más
de 55 millones de europeos abandonaron ese continente para desplazarse hacia América y
Oceanía, otro flujo de dimensiones parecidas se desplazó desde Asia meridional y oriental
hacia América, el Caribe y África. Es la primera gran oleada migratoria, que acompaña la
globalizadora del período. Entonces los flujos migratorios tomaron como destino
preferente países de baja densidad demográfica, que mantenían políticas activas de
poblamiento que favorecían la inmigración.

La segunda gran oleada migratoria es la que se pone en marcha a partir de 1960 y se


prolonga hasta la actualidad, en este caso animada por el proceso de creciente apertura e
interdependencia internacional. El número de inmigrantes era de 75 millones de personas
en 1960 y en 2020 de 280 millones (un 3,6% de la población mundial). Durante el último
cuarto de siglo la migración internacional ha crecido a una tasa del 2% anual. En esta
segunda oleada migratoria se diversifican las fuentes de origen y destino de los flujos,
convirtiéndolo en un fenómeno crecientemente global.

En el año 2020, la población migrante 40% era población del mundo en desarrollo que
busca en otro país en desarrollo mayor nivel de renta que su destino, en torno a un 35% se
desplaza países en desarrollo hacia países desarrollados, una cuota menor 21% procede
del mundo desarrollado y se dirige a otro país desarrollado y un 4% de la población que
procedente de un país desarrollado se dirige hacia un país en desarrollo.

Asia es la región del mundo con un mayor volumen de inmigrantes acogiendo al 31% del
total mundial. Si se distingue entre mundo desarrollado y en desarrollo, el mundo
desarrollado es el destino preferente de los migrantes, acogiendo al 56% del total de
inmigrantes internacionales. En términos relativos del lugar de acogida sobresale Oceanía,
donde los migrantes suponen el 20% de la población.
El país con mayor stock inmigrante es Estados Unidos (un quinto del total mundial),
seguido por Alemania y Arabia Saudita. También hay países en desarrollo que figuran entre
los principales receptores de inmigración como India. Algunos países como India, Reino
Unido o Kazajistán son países emisores, receptores y de tránsito de corrientes migratorias.
España se encuentra en la décima posición por el volumen de población recibida.

Un 41% eran originarios de Asia y un 22% de Europa. Las otras dos regiones con un
volumen importante de población emigrante son Latinoamérica y África. Por países, India,
México, Rusia, Reino Unido y China. Los países receptores son bastantes diversos, aunque
la mayoría de los países son desarrollados también hay países en desarrollo entre los
principales receptores de inmigración como India. Por otro lado, cuando hablamos del
panorama de los países emisores no encontramos con mayor presencia países en
desarrollo, aunque también nos podemos encontrar países desarrollados como Reino
Unido.

Al contrario que en la oleada migratoria precedente ahora son muchos los países
receptores que mantienen restricciones importantes a la inmigración, a pesar de que
requieran de mano de obra foránea para nutrir sus mercados laborales y compensar el
bajo crecimiento y progresivo envejecimiento de su población nativa. Este hecho ha
conducido a la presencia en los países receptores de importantes contingentes de
población en situación irregular, con coste para los afectados, se estima que en torno al
10/15% de la población migrante se encuentra en situación irregular en Estados Unidos y
en Europa. Este hecho dificulta la integración de los migrantes y alimenta las reacciones
xenófobas de algunos sectores sociales en los países desarrollados.

En 2020 el COVID afectó gravemente a los flujos de migración internacional. El cierre de


fronteras nacionales y las interrupciones del transporte a nivel internacional obligaron a
inmigrantes a cancelar sus viajes al extranjero sin poder regresar a sus lugares de origen o
a adelantarlos en aquellos casos en los que la pérdida de trabajos forzó el retorno. Provocó
una reducción de 2 millones de inmigrantes, con una caída del 27% en el crecimiento de
flujos migratorios.

LA TEORÍA DE LA MIGRACIÓN

La teoría económica ha tratado de identificar los factores que determinan el fenómeno


migratorio, centrándose en el carácter económico. Un marco interpretativo para explicar
la movilidad humana lo proporciona el modelo neoclásico, se entiende que las personas se
moverán desde países en donde abunda la mano de obra (en relación con el capital) donde
la productividad laboral es baja y por tanto también su retribución hacia aquellos países en
donde la mano de obra es relativamente escasa y son altas su productividad y retribución.
El diferencial en las retribuciones del trabajo entre países se entiende como la movilidad
laboral. Como consecuencia la migración internacional genera algunos efectos:

- Permitir que la mano de obra se desplace desde donde es menos hacia donde es más
productiva, se generará un incremento en la eficiencia agregada a escala internacional.
- Los salarios medios tenderán a subir en el país emisor (que es el más pobre donde
abunda la mano de obra) y a bajar en el país receptor (que es el más rico donde
escasea la mano de obra), con lo que la migración tenderá a promover una
convergencia en la retribución de los factores y por tanto en la renta per cápita entre
los países implicados.
- Si se considera que las rentas del capital son propias de los sectores sociales ricos y las
rentas laborales nutren los ingresos de los sectores más pobres, la emigración
generará un incremento en la desigualdad del país receptor, en el que bajan los
salarios y un aumento en la equidad del emisor donde suben.

A este esquema originario se le formularon algunas precisiones posteriores. Michael


Todaro sugirió que el factor determinante en la decisión de emigrar no son las diferencias
absolutas en los salarios reales que se observan en un determinado momento de tiempo,
sino la diferencia de las rentas esperadas a lo largo de la vida activa entre los lugares de
origen y destino. La consideración de las rentas esperadas a lo largo del ciclo migratorio es
lo que explica que la población migrante sea dominantemente joven. Por su parte, como
fundamentó Larry Sjaastad, no basta con considerar los beneficios, sino también es
necesario considerar los costes (tanto económicos como afectivos) asociados a la
emigración. A la hora de decidir si se desplaza o no el sujeto saca del beneficio que espera
obtener, el coste de la emigración y solo si el beneficio supera al coste el individuo emigra.

La dinámica migratoria tiene mucho de acumulativa, como demostró el sociólogo Douglas


Massey. A medida que se amplía la diáspora en un determinado país se reducen los costes
de instalación en ese país de un nuevo migrante de similar origen. La colonia de
compatriotas ya instalada en el país de destino actúa como un factor de seguridad para el
nuevo emigrante, ayudándole a encontrar residencia y empleo. También los costes de
instalación se ven reducidos si el migrante conoce el idioma o la cultura del país de destino
lo que explica la mayor intensidad de los flujos migratorios entre países próximos, la
pertenecientes a una misma comunidad lingüística. También los costes asociados al
fenómeno migratorio lo que justifica que no sean los más pobres los que emigran, para
emigrar es necesario disponer de un patrimonio previo que posibilite el tránsito.

En un entorno de mercados laborales crecientemente segmentados en los países


desarrollados, Michael Piore señala que lo relevante para explicar la migración no es tanto
la carencia agregada de mano de obra sino las restricciones laborales que se perciben en
determinadas profesiones, tareas o cualificaciones en el país de destino. Esto hace que las
migraciones se concentren en los dos extremos del mercado laboral: aquellas actividades
de alta cualificación (migración de profesionales) y los trabajos no cualificados en
actividades no deseadas por la población local. En este caso la migración no sería tanto
sustitutiva sino como complementaria de la población nativa, debido que el tipo de
ocupaciones a las que acceden los migrantes o no pueden o no quieren ser cubiertas por
los trabajadores locales.

La nueva Economía de la Migración Laboral ha propuesto explicaciones más complejas del


fenómeno migratorio, explorando los factores microeconómicos que inspiran la decisión
del migrante. Se cuestiona que este opere exclusivamente orientado por la disparidad de
rentas entre países y desde la perspectiva macroeconómica se discute la concepción de la
migración como un simple movimiento de nivelación entre la oferta y demanda de trabajo
de los distintos países. Los individuos no adoptan la decisión de emigrar de forma
individual y aislada, sino como parte de una estrategia familiar para incrementar las rentas
y disminuir los riesgos de la unidad familiar, en un entorno de mercados imperfectos. Por
ello, las razones que explican que un miembro de la familia emigre son las mismas que
justifican que otros miembros de la familia se queden en el país de origen. A través de la
migración se diversifican las fuentes de procedencia de los ingresos, las remesas que son
los ahorros enviados por el emigrante a su familia. La desigualdad actúa como un factor
explicativo de la emigración, en entornos de baja movilidad social, el migrante busca en un
mercado ajeno las posibilidades de mejora social que su país no le permite.

Las propuestas teóricas mencionadas no son necesariamente excluyentes, pudiéndose


encontrar formulaciones eclécticas que tratan de integrar algunos de estos factores
explicativos. El movimiento migratorio es el resultado de la interacción de una complejidad
de causas, que podrían agruparse a efectos clasificatorios en factores de empuje y de
atracción en los países de origen y de destino.

LOS EFECTOS ECONOMICOS DE LA MIGRACIÓN

Efectos sobre las economías receptoras

1. Efectos sobre el mercado laboral. La mayoría de los trabajadores inmigrantes llegan a


representar un 18.5% de la fuerza de trabajo, empleados en un país desarrollado, un
porcentaje muy superior al que muestran en las naciones de renta media o baja. La
región con mayor participación de los trabajadores inmigrantes sobre la fuerza de
trabajo son los Estados Árabes (40.8%) seguida de Norteamérica (20.6%) y Europa del
Norte, Sur y Oeste (17.7%). Aun en los casos donde la presencia inmigrante no es
cuantitativamente elevada, siempre es cualitativamente importante. En la OCDE los
inmigrantes representan un 9,3% de las ocupaciones que requieren alta cualificación,
un 6,6% de las de cualificación media y un 8,7% de las que exigen cualificaciones bajas.
La distribución de los inmigrantes en función de su nivel educativo en muchos países
de la OCDE tiene forma de U, con una presencia destacada de los trabajadores
altamente cualificados o no cualificados.
- Cualificados. la creciente presencia de los trabajadores con un nivel educativo elevado
en las corrientes migratorias internacionales favorecida por políticas de inmigración
muy selectivas de algunos países
- No cualificados: nutre puestos de trabajo en ocasiones no deseados por la población
nativa como los llamados “3D”, sucios, peligrosos y tediosos.
2. Efecto desplazamiento. En el país de acogida la inmigración suscita el temor al efecto
desplazamiento en los niveles de empleo y a la bajada de salario de los nativos. Esta
inquietud ha sido especialmente intensa en Europa, donde los niveles de desempleo
son elevados y también lo es el porcentaje de desempleo de larga duración sobre el
desempleo total. Sin embargo, tales efectos pueden apreciarse para categorías
específicas de trabajadores a nivel agregado tanto las presiones sobre los salarios
reales como el incremento en el desempleo de los nativos son temporales y más bien
de corto plazo.
La tasa de desempleo de los inmigrantes en los países de la OCDE es claramente
superior a la de los nativos especialmente desde la Gran Recesión. Entre 2008 y 2013,
la tasa de desempleo de los inmigrantes se elevó por encima de la de los nativos como
consecuencia de que trabajan en sectores más sensibles a las fluctuaciones
económicas como la construcción o el comercio y tienen situaciones contractuales
menos seguras. Desde 2013 la recuperación económica ha reconducido las tasas de
desempleo de los inmigrantes hacia los niveles previos a la crisis en la mayoría de los
países de la OCDE.
La pandemia mundial ha afectado a los mercados de trabajo internacionales y de
forma especial a los trabajadores inmigrantes. En 2020 las horas de trabajo a nivel se
redujeron por pérdida de empleo como consecuencia la población parada ha
aumentado lo que eleva la tasa de desempleo a nivel mundial hasta un 6.5%. Los
trabajadores inmigrantes un 4.7% de la población trabajadora total han sufrido
especialmente la crisis por trabajar en primera línea de numerosos servicios esenciales
y enfrentarse a mayores niveles de discriminación y xenofobia tras sufrir un deterioro
de sus condiciones laborales y de vida.
3. Uso de los servicios sociales. El uso de los servicios sociales que efectúa el inmigrante
(cobertura del desempleo, sistema educativo, servicios sanitarios) este impacto
preocupa a Europa, donde el envejecimiento de la población cuestiona la
sostenibilidad de un Estado de Bienestar especialmente generoso cuando se compara
con el de la mayoría de los países de origen. No debiera ser tanto el coste
considerando la aportación que los trabajadores inmigrantes hacen a las arcas públicas
por la vía impositiva. El impacto económico neto sobre el país receptor es
relativamente pequeño, teniendo en cuenta que la población inmigrante suele tener
una tasa de actividad mayor que la población nativa (por ser población más joven), con
lo que su contribución fiscal neta al Estado tiende a ser también mayor en términos
relativos.

Efectos sobre las economías receptoras

1. Fuga de cerebros. La migración del trabajo cualificado, aunque ventajosa para los
países receptores, genera preocupación en los países en desarrollo dado que produce
una pérdida inmediata de ingresos tributarios y de capital humano, que es un bien
valioso y escaso en los países más pobres. Este fenómeno ha afectado a algunas
actividades de forma más acusada (médica o la informática) y supone para algunos
países pequeños de bajo ingreso, una sangría de capital humano muy importante. La
salida de profesionales y personal cualificado conlleva una pérdida de la inversión
pública efectuada en la formación de esas personas y daña el desarrollo institucional y
las perspectivas de crecimiento en el país emisor. El hecho de poder migrar estimula la
inversión educativa de una parte de la población del país emisor pero ese efecto es
difícil que compense la pérdida de recursos humanos valiosos en los países de mayor
intensidad de este tipo de emigración. La salida de profesionales ha estado
acompañada de una política de retorno por parte del país emisor, para atraer a sus
expatriados una vez adquieren formación y experiencia en un país ajeno más
desarrollado. La migración circular al que estas políticas aluden es como un
componente central de la futura política migratoria con objeto de lograr que la
movilidad internacional del trabajo convierta a ambas economías (receptora y
emisora) en más eficientes.
2. Remesas. Los ahorros que los emigrantes envían a sus familias en su país de origen. Las
remesas constituyen, tras la inversión extranjera directa, el segundo gran flujo de
capital internacional que reciben los países en desarrollo. La tendencia seguida por las
remesas ha sido creciente y más expansiva y cuantiosa que la ayuda internacional. Si
se tiene en cuenta que las cifras de la ayuda neta recibida por los países en desarrollo
sumaban 168 millardos de dólares, las remesas multiplican por tres la ayuda
internacional. En 2020 la pérdida de empleo e ingresos de los inmigrantes ocasionada
por la crisis sanitaria y económica provocó el colapso de las remesas, con una caída
estimada de 110 millardos de dólares en este flujo de capital. Aunque los principales
receptores de remesas son países de renta media como India, China o México, el peso
relativo de estos recursos es más elevado en el caso de los países más pobres y
pequeños que tienen menos fuentes alternativas de financiación suponiendo más del
30% del PIB en Tayikistán. Los efectos de las remesas en las familias son diversos: por
una parte, elevan la capacidad económica y las posibilidades de inversión de la familia,
mejorando sus niveles nutricionales, de salud o de educación de sus miembros más
jóvenes; por otra, pueden fomentar el consumo suntuario de los perceptores. Un
efecto neto positivo de las remesas que se expresan muy especialmente en la
reducción de los niveles de pobreza y vulnerabilidad de las comunidades de origen.

El movimiento migratorio puede tener otros efectos positivos que pueden favorecer la
creación de redes sociales internacionales a través de las cuales se fomenta el transporte,
el turismo, la transferencia de tecnología, las telecomunicaciones y el comercio entre el
país receptor y el de origen. Además, en ocasiones las asociaciones de inmigrantes envían
remesas colectivas para financiar inversión social e infraestructuras en las comunidades
locales. Los inmigrantes son portadores de nuevos valores y habilidades que transfieren a
sus comunidades de origen en sus contactos permanentes, visitas y eventual retorno.

Es un fenómeno complejo que en ocasiones es mal entendido en las sociedades


receptoras. Pese a que necesitan de la migración, sectores mantienen posiciones
contrarias a la entrada de migrantes. Frente a estas reacciones es conveniente analizar la
migración en su complejidad y entender que se está ante un fenómeno que habrá de
permanecer en el futuro, no solo por la desigual distribución de oportunidades entre
regiones y países, sino también por las necesidades que imponen los mercados laborales
dinámicas demográficas dispares. Los gobiernos de los países desarrollados debieran
elaborar políticas en colaboración con los países emisores, para gestionar adecuadamente
estos flujos de personas y asegurar la adecuada integración de los trabajadores extranjeros
y de sus vástagos en los mercados laborales y naciones de destino. Aunque el clima político
adverso al fenómeno compuesto por partidos xenófobos no siempre favorece la
implantación de políticas y marcos normativos que favorezcan una gestión ordenada de los
flujos de migración.
La teoría del capital humano

En los países en desarrollo, aún mayor importancia la inversión en capital humano por
constituir un motor de transición demográfica y económica. Hace falta cierto umbral de
capital humano para crear tecnología y absorber la foránea, para acercarse al crecimiento
de los desarrollados. Con frecuencia, se mide por la tasa de alfabetización, que ha
mejorado mucho en la última década (76 al 85%), y con la tasa de matriculación escolar
(primaria, secundaria, terciaria). También es importante estimar la calidad del capital
humano (PISA).

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