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Historia

y
cultura
Dirigida por:
Luis Alberto Romero
LA ARGENTINA
EN LA ESCUELA
La idea de n ación
en los textos escolares

coordinado por
Luis Alberto Romero
por
Luciano de Privitellio
Silvina Quintero
Luis Alberto Romero
Hilda Sabato
Siglo veintiuno editores Argentina s.a. Índice
TUCUMÁN 1621 7º N (C1050AAG), BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA

Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.


CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D. F.

Prefacio 11

1. Los textos escolares y el sentido común 17

2. Los textos de Historia: el relato del pasado 39

3. Los textos de Geografía: un territorio para la nación 79

4. Los textos de Civismo: la construcción del argentino ideal 123

5. Ren ovación editorial y n uevos en foques 149

6. Balance y apertura 197

Notas 223

Portada de Peter Tjebbes


Apéndice 233
Imagen de portada:

1ª edición argentina: 3.000 ejemplares


© 2004, Siglo XXI Editores Argentina S.A.

ISBN 987-

Impreso en Artes Gráficas Delsur


Alte. Solier 2450, Avellaneda,
en el mes de abril de 2004

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en Argentina – Made in Argentina
Para Sofía Correa, Alfredo Riquelme
y Gonzalo Cáceres
Prefacio

Un libro con historia

De acu erd o con la con ocid a frase d e Ad am Fergu son , la


h istoria suele ser la suma de los resultados n o queridos de las
accion es h uman as. Este libro es el producto fin al, y de algun a
man era in esperado, de un proyecto de in vestigación promo-
vido in icialmen te, en 1996, por la Embajada de la República
d e Ch ile en la Argen tin a. El em bajad or Ed u ard o Rod rígu ez
Guarach i impulsó por en ton ces distin tos proyectos culturales
con jun tos, con ven cido de su importan cia para susten tar las re-
lacion es en tre ambos países, que por en ton ces se estaban con -
solidan do en lo econ ómico y en lo político.
In vitados por el embajador a sugerir ideas, propusimos un a
in vestigación d e acu erd o con el m od elo d e la qu e realiza el
Georg Eckert In stitut de Braun sch weig, Aleman ia. Ese in stitu-
to está dedicado al estudio comparado de los libros de texto de
Aleman ia y de los países vecin os con los que el estado alemán
h abía ten id o largos y cru en tos con flictos. Esos estu d ios son
realizados por equipos de in vestigación de dos países, que exa-
m in an en los libros d e texto cu áles son los elem en tos qu e
con stru yen o p erp etú an vision es estereotip ad as, agresivas o
descalificadoras de los vecin os, y propon e los cambios n ecesa-
rios. Posteriormen te el campo de observación se amplió a otros
países y region es, como América latin a. De ese in terés surgió
un a in vestigación , coordin ada por Cecilia Braslavsky y Mich ael
Rieken berg, en la que participaron , en tre otros in vestigadores
argen tin os, H ilda Sabato y Luis Alberto Romero.
De aquella experiencia surgió este proyecto. Son conocidas
12 LUIS ALBERTO RO MERO PREFACIO 13

las actitudes prejuiciosas y descalificadoras, así como las sospe- tituto de Sociología “Gin o German i”. Por la un iversidad ch ile-
chas recíprocas, que existen en algunas zonas de las sociedades na, su Facultad de Ciencias Sociales, a través del Departamento
de ambos países, Argentina y Chile, traducidas inicialmente en de Sociología. Se constituyeron dos equipos de investigación. En
un a fórmula modesta: “los ch ilen os” o “los argen tin os” son de el chileno, coordinado por el sociólogo Manuel Antonio Garre-
una cierta manera. Esa fórmula englobadora descarta las eviden- tón , participaron tres h istoriadores: Sofía Correa, Alfredo Ri-
tes complejidades de las respectivas sociedades, y suele subrayar quelme y Gonzalo Cáceres. El equipo argentino, coordinado por
algún aspecto usualmente negativo. Se trataba, entonces, de bus- el historiador Luis Alberto Romero, incluyó una geógrafa, Silvi-
car en los libros de texto las marcas de esas actitudes prejuicio- n a Quin tero, un sociólogo, Néstor Coh en , y dos h istoriadores:
sas, y de proponer las modificaciones que los hicieran compati- Hilda Sabato y Luciano de Privitellio.
bles con la man ifiesta volun tad de acuerdo e in tegración de El proyecto consistió en el análisis de un conjunto de libros
ambos estados, y también con su nueva realidad política, funda- de texto relevantes de ambos países, y su examen conjunto por
da en ambos casos en la afirmación de los valores republicanos ambos equipos, para encontrar esas marcas del prejuicio y la des-
y democráticos. Un rápido examen de la cuestión permitía an- calificación. Por otra parte, se proyectó una pequeña investiga-
ticipar que las actitudes hostiles hacia el vecino se relacionaban ción exploratoria en establecimien tos educacion ales de ambas
fácilmente con concepciones de la identidad nacional intransi- capitales y de las zonas fronterizas, para conocer de qué modo
gentes, autoritarias y agresivas, cuya manifestación extrema ––el lo proveniente de los libros de texto se combinaba con experien-
con flicto de 1978, y también algun os aspectos de la Guerra de cias y prácticas de directivos, alumnos y docentes.
Malvin as en 1982–– los argen tin os y los ch ilen os ten íamos por Aunque se trató de una investigación colectiva, hubo respon-
entonces bien presentes. sabilidades específicas. Por el lado argen tin o, Silvin a Quin tero
La Embajada de Ch ile auspició el proyecto. El embajador tuvo a su cargo la investigación sobre los libros de Geografía; Lu-
Rodríguez Guarach i ––jun to con la agregada cultural An a Ma- ciano de Privitellio desarrolló la investigación sobre los de His-
ría Palma–– puso todo su empeño en su concreción y en la ob- toria; ambos analizaron en conjunto los textos de Civismo; Nés-
ten ción de los recursos n ecesarios. La Fun dación An torch as, tor Cohen realizó el trabajo de campo, que contó con el apoyo
uno de los con tribuyen tes, se h izo cargo de su gestión , y su di- de autoridades y docentes de la Universidad Nacional del Coma-
rector general, José Xavier Martini, trabajó con convicción en la hue, e Hilda Sabato realizó la revisión general. Por el lado chi-
concreción de la iniciativa. Los respectivos ministerios de Rela- len o, Sofía Correa trabajó sobre los libros de Historia; Alfredo
ciones Exteriores se interesaron por el proyecto, y lo incluyeron Riquelme y Gonzalo Cáceres se ocuparon de los de Geografía y
en el temario de distintas reuniones bilaterales dedicadas a cues- Civismo, y Manuel Antonio Garretón estuvo a cargo de la inves-
tiones culturales. tigación de campo. Ambos equipos trabajaron duran te 1997 y
Para su realización fueron con vocadas la Un iversidad de 1998, y realizaron cuatro reuniones de trabajo, en Buenos Aires
Buenos Aires y la Universidad de Chile. Por la primera partici- y Santiago de Chile. El diálogo con los historiadores chilenos fue
paron la Facultad de Filosofía y Letras, a través del Instituto de excelente, y las perspectivas de ambos grupos se enriquecieron
Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” y de su y consolidaron. El trabajo de los historiadores chilenos nos apor-
Programa de Estudios de Historia Económica y Social America- tó un importante término de comparación para comprender la
na ( PEHESA) , y la Facultad de Ciencias Sociales, a través del Ins- singularidad del caso argentino.
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En octubre de 1998 el grupo argentino, con la colaboración En cambio, constatamos que la imagen de la Argentina y de
de la editorial A-Z, realizó un seminario para discutir la versión los argentinos era tan sólida, compacta y consistente que no re-
provisoria de sus con clusion es. Participaron alrededor de cin - quería construirse contra nadie en particular. La seguridad so-
cuenta profesionales, vinculados con la escritura de libros de tex- bre su destino de grandeza era paralela a la sospecha sobre las
to, la elaboración de diseños curriculares y la formación docen- fuerzas ocultas que impidieron su concreción. Esta sospecha en-
te. Silvia Fin occh io, An a María O rradre, José Sch vartzman y focaba a un otro gen érico, circun stan cialmen te en carn ado en
Adriana Villa hicieron los análisis críticos en que se basó la dis- un o u otro país. Se trataba, en suma, de la imagen de la Argen-
cusión. Luego, Silvia Finocchio revisó algunas de las partes, y nos tina, y ésta podía ser presentada sola, en su soberbia arrogancia
estimuló a con cluir la empresa. En jun io de 1999 la in vestiga- y en su desmedida paranoia.
ción de la parte argen tin a estaba con cluida. Sus resultados se De modo que, por las astucias de la Razón , o quizá por los
presen taron en varios artículos, escritos con jun tamen te por el designios inescrutables de la Providencia, los minúsculos even-
grupo o in dividualmen te por los respon sables de cada parte.* tos que impidieron la aparición del libro originalmente previs-
El in forme completo se colocó en la págin a web del In stituto to quizá permitieron que la in vestigación , sin satisfacer las ele-
“Ravignani” y se distribuyó en soporte electrónico a quienes lo vadas aspiracion es que la in iciaron , en con trara fin almen te su
solicitaron. En suma, tuvo una razonable difusión en el ámbito forma más adecuada para ser presentada a los lectores.
académico argentino. Sólo restaba, para concluir las tareas pre-
vistas, la preparación de un breve libro conjunto, que resumiría
las conclusiones y propondría una serie de recomendaciones a
las autoridades educativas respectivas. Lamentablemente no pu-
do ser. Casi cuatro años después de terminada la investigación,
hemos decidido publicar la parte argentina, y de ella lo relativo
estrictamente a los manuales escolares. Para ello hemos debido
reformular el enfoque originario, descartando los aspectos com-
parativos y centrándolo en el caso argentino.
Esta versión, aunque no es la deseable desde el punto de vis- * Luis Alberto Romero, “Las ideas de Nación y de Estado en los libros de
ta de las intenciones y del diseño del proyecto original, se ajus- texto”, Novedades Educativas, 94, 96 y 97, Buenos Aires, 1998. Luciano de Privi-
tellio, “Los otros en la historia escolar: las ‘naciones extranjeras’ en los manua-
ta sin embargo a los resultados de la investigación. Hemos cons- les de H istoria Argen tin a en tre 1956 y 1989”, Entrepasados, 15, 1998. Silvin a
tatado que en los libros argentinos no existe una preocupación Quintero, “El país que nos contaron. La visión de Argentina en los manuales
específica y negativa por Chile, que en ese plano nunca deja de de Geografía ( 1950-1997) ”, Entrepasados, 16, 1999. Silvina Quintero y Luciano
ser un “país amigo”. En con tramos que h ay en algun os grupos de Privitellio, “La formación de un argentino. Los manuales de Civismo entre
1955 y 1995”, Clio & Asociados, La historia enseñada, Universidad Nacional del
sociales actitudes enemistosas hacia los chilenos, sobre todo en Litoral, 4, n oviembre de 1999. Luis Alberto Romero, Néstor Coh en , Lucian o
la zon a de fron tera, pero ello parece obedecer a un a reacción de Privitellio, Silvina Quintero, Hilda Sabato, “Educación e identidad nacional:
bastante habitual en estos casos, que de todos modos no ha ca- la visión de Chile en el sistema escolar argentino ( 1940-1995) ”, Anales (Nueva
lado tan h on do como para con stituir un estereotipo n egativo. Epoca Nº 2) Ciudadanía y Nación , Instituto Iberoamericano, Universidad de Go-
temborg, 1999. Néstor Coh en , “Cuan do la visión del otro se basa en la visión
En cualquier caso, no estaba presente en los libros de texto.
de las diferen cias”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 40-41, Buen os Aires,
16 LUIS ALBERTO RO MERO

2000. Silvina Quintero, “La visión de la Argentina y de los países vecinos en los
manuales de Geografía”, Enseñanza de la Historia y la Geografía en el contexto del
1. Los textos escolares y el sentido común
Mercosur, Santiago de Chile, Oficina Regional de Educación de la UNESCO para
América latina y el Caribe, 2001. Luciano de Privitellio, “Nosostros y los otros
en los manuales de Historia Argentina”, Enseñanza de la Historia y la Geografía en
el contexto del Mercosur, Santiago de Chile, Oficina Regional de Educación de la
UNESCO para América Latin a y el Caribe, 2001. Lucian o de Privitellio, Silvin a
Quin tero y Luis Alberto Romero, “La iden tidad n acion al en los man uales de
Historia y Civismo entre 1960 y la reforma educativa”, Martha Rodríguez y Pal-
mira Dobaño Fernández (comp.), Los libros de texto como objeto de estudio: una apro- ¿Qué es la Argentina? ¿Qué nos pueden decir de ella los li-
ximación desde la historia, Buenos Aires, La Colmena, 2001. bros de texto escolares? Una respuesta surge con naturalidad: la
Luis Alberto Romero, Luciano de Privitellio y Silvina Quintero, “La construc-
Argentina es un país, el país de los argentinos. Pero conduce a
ción de la identidad nacional: la idea de nación en los libros de texto, 1945-1997”, otra pregunta: ¿qué son los argentinos? Yen este terreno las res-
en IVas Jornadas de Investigadores de la Cultura, Facultad de Ciencias Sociales, puestas no son simples ni obvias. Las discusiones sobre la iden-
UBA, 1998. Néstor Cohen, “La construcción prejuiciosa de las diferencias”, IVas tidad de los argentinos suelen ser apasionadas, y se desarrollan
Jornadas de Investigadores de la Cultura, Facultad de Ciencias Sociales, UBA,
1998. Néstor Cohen, “Exploraciones en la dimensionalidad del prejuicio étnico”,
en los ámbitos más diversos: las conversaciones cotidianas, el pe-
IIIas Jornadas Nacionales “Debates de actualidad en la Universidad Argentina”, riodismo, la política o el mundo académico. Hay respuestas sen-
Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Rosario, 1998. Néstor Cohen, cillas, de sentido común, que identifican un rasgo, quizás arbi-
“La construcción prejuiciosa del otro”, VIas Jornadas sobre Colectividades, Insti- trariamen te, y otras elaboradas y complejas, desarrolladas por
tuto de Desarrollo Económico y Social, 1998. Néstor Cohen, “Diferencias y dis-
intelectuales de la envergadura de Esteban Echeverría, Domin-
tancias entre nosotros y los otros”, Seminario Internacional “Racismo, xenofobia,
exclusiones”, Centro Franco-Argentino de Altos Estudios de la Universidad de go Faustin o Sarmien to, José H ern án dez, Leopoldo Lugon es,
Buenos Aires, 1999. Silvina Quintero y Luciano de Privitellio, “Nosotros y los otros Ezequiel Martínez Estrada, Juan José Hernández Arregui o Jor-
en los manuales de Historia, Geografía y Civismo”, Seminario Internacional “Ra- ge Luis Borges. La definición del ser nacional ha sido y es uno
cismo, xenofobia, exclusiones”, Centro Franco-Argentino de Altos Estudios de la
de los terrenos más característicos de la controversia intelectual.
Universidad de Buenos Aires, 1999. Néstor Cohen, “El lugar del otro en el mun-
do globalizado”, XXII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociolo- En cambio, son pocas las discusion es sobre lo que es la Ar-
gía, Concepción-Chile, 1999. Luciano de Privitellio, “Sociedad e historia en los gen tin a. H ay un a n oción compartida, que se apoya en con sen -
manuales de Civismo. 1955-1983”. VIIas Jornadas Inter Escuelas/ Departamentos sos básicos y remite a imágen es fuertes y n o discutidas. No es
de Historia, Universidad Nacional del Comahue, 1999. Luciano de Privitellio, extrañ o que sea así. Much as de ellas h an sido acuñ adas en un a
“Fortalecer y afianzar. La identidad nacional en los manuales de Historia y Civis-
mo entre 1960 y la Reforma”, Encuentro de Fin de Siglo “Latinoamérica: Uto-
experien cia escolar común a todos los n iñ os y adolescen tes ar-
pías, Realidades y Proyectos”, Universidad Nacional de Salta, 1999. Luciano de gen tin os, y allí quedaron . ¿Que con tien en esas imágen es? Un
Privitellio, “Nosotros y los otros en los manuales de Historia Argentina”, II Semi- mapa en primer lugar, o más exactamen te un croquis. Luego,
nario Bianual sobre enseñanza de Historia y Geografía, Montevideo, 1999. Lucia- un a versión estilizada del pasado común , jalon ada por las fe-
no de Privitellio, “Lo propio y lo ajeno en los manuales de Historia Argentina.
1956-1989”, VIIIas Jornadas “Los libros y la historia”, Comité Argentino de Cien-
ch as con memorativas, las “fiestas patrias”. Además, un con jun -
cias Históricas, Tucumán, 2000. to de prin cipios e in stitucion es jurídicas que son relacion adas
con la Con stitución , sin en trar en mayores precision es. Fin al-
men te, un a idea sobre el futuro, in scripta en el Preámbulo de
la Con stitución , don de se augura para esta colectividad un fu-
18 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S ESCO LARES Y EL SENTIDO CO MÚN 19

turo de gran deza. Todas estas imágen es, sumadas, combin adas caso de la An tártida, el estado h a suscripto tratados que sus-
e in tegradas dibujan un a n ación . Naturalmen te, la Argen tin a pen den cualquier reclamo o alegato de soberan ía. Pero el cro-
es un a n ación . quis está allí, en n uestra memoria de escolares, en n uestro ima-
gin ario de argen tin os.
En la imagen del pasado se en cuen tran aspectos más con -
La Argentina en el sentido común troversiales. La qu e la escu ela tran sm ite h a sid o a m en u d o
cuestion ada fuera del ám bito escolar. Den un ciar la “h istoria
Este libro se ocupa de la idea de la Argen tin a que se tran s- oficial”, lamen tarse por “lo que n un ca fue con tado” y presen -
mite en los man uales escolares. Aquellas imágen es básicas h an tarse como quien es capaz de revelarlo es a la vez un a moda
arraigado en el sen tido común , prin cipalmen te por obra de la in telectual y un excelen te n egocio mediático. ¿Debilita esto el
escuela. Se trata de un caso del “saber olvidado” de Max Sch e- sen tido común con formado en la escuela? No parece ser así.
ler: lo que queda en el fon do de n uestra con cien cia un a vez Como decía un an tiguo profesor de la Un iversidad de Buen os
que olvidamos los con ten idos específicos que aquellas n ocio- Aires, si se le pregun ta de sopetón a un h istoriador graduado
n es portaban . Las imágen es parecen n aturales, pero n o lo son : cuán do comien za la h istoria argen tin a, respon derá sin vacilar:
n o son n eutras, n o remiten de man era directa a realidades un í- el 25 de Mayo de 1810. La imagen escolar del pasado es an u-
vocas e in con trovertibles. H ay detrás de ellas ideas, o más exac- dada ya en los primeros grados ––an tes de que la H istoria co-
tamen te un a ideología, de la que n o somos cabalmen te con s- mo materia sea en señ ada––, en las llamadas “efemérides”. Por
cien tes. Esas im ágen es tien en tan ta m ayor cap acid ad p ara un azar provech oso, las prin cipales se alin ean en el cron ogra-
operar cuan to más ocultas están a cualquier examen crítico. ma escolar an ual de forma tal que dibujan un esquema bási-
Sin que lo sepamos, guían n uestros juicios y n uestras accion es. co de n uestra h istoria política: el n acimien to de la patria el 25
Con stituyen n uestro sen tido común . de Mayo, su in depen den cia el 9 de Julio, su con solidación y
Un croquis de la Argen tin a, que es pura fron tera, marcada proyección con tin en tal el 17 de Agosto. Con su cortejo de h é-
con trazo grueso, implica un a cierta idea sobre la man era co- roes fu n d ad ores, las fech as p rin cip ales com p en d ian breve-
mo el estado y la sociedad argen tin os se relacion an con los es- men te un a man era de mirar n uestro pasado ––¿cómo n o lla-
tados y sociedades vecin os: la fron tera es un muro que divide marlo argen tin o?–– que los programas y man uales desarrollan
de man era tajan te. En esa imagen n o h ay lugar para los múlti- de man era más explícita y matizada, pero sin cuestion arla en
p les y flu id os con tactos qu e, segú n sabem os p er fectam en te, lo esen cial.
ocurren cada día en Tarija, Clorin da o Neuquén . Ese mismo La imagen de la Constitución, por su parte, evoca en el sen-
croquis, que requiere la aprobación del In stituto Geográfico tido común gen eral un respeto gen érico por la ley: la idea de
Militar ––es decir del estado y su in stitución militar–– in dica que la con viven cia se ajusta a algún prin cipio jurídico último.
que la Argen tin a se compon e de tres partes: un a con tin en tal, Muchas generaciones de argentinos han sido educadas en tiem-
otra in sular y otra an tártica. Todas deben figurar en el mapa, pos en que la realidad política se apartó de la práctica constitu-
así sea en escala reducida. Sin embargo, ese territorio atribui- cion al. La realidad se en con traba distan te de la Con stitución ;
do por el croquis a la Argen tin a in cluye partes sobre las que el pero además, en la escuela se procuró instalar versiones diferen-
estado n o ejerce realmen te la soberan ía alegada; in cluso, en el tes acerca de la sociedad, el estado y la ley, por ejemplo la inspi-
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rada en las enseñanzas de Tomás de Aquino. Esas versiones no feren cia de los casos an teriores, en globa materias que h an cam-
llegaron a cuajar pero contribuyeron a debilitar y hacer impre- biado much as veces de n ombre.
ciso aquel sentido común del constitucionalismo liberal. Las ideas sobre el pasado argentino comenzaron a ser orga-
nizadas por la Generación de 1837, que proclamó a Mayo como
el momen to fun dador de la n acion alidad. Las bosquejó Sar-
Las disciplinas y el sentido común mien to, y Bartolomé Mitre escribió la primera gran versión de
la h istoria argen tin a, que con sagró en términ os cien tíficos la
La escuela h a ten ido un papel estratégico y decisivo en la idea de que la nación había nacido en 1810. A principios del si-
construcción de ese sentido común. Es sabido que la institución glo XX los historiadores de la Nueva Escuela Histórica refinaron
escolar está en cargada, como in dica la Ley Federal de Educa- la versión y reforzaron su legitimidad erudita con un aporte dis-
ción sancionada en 1995, de “fortalecer la identidad nacional” ciplinar y metodológico que por entonces era el más moderno.
y “[ afianzar] la soberanía de la Nación”, un propósito enuncia- A mediados del siglo XX se había conformado una versión con-
do y ampliamen te compartido desde much o tiempo atrás. Su sistente y ampliamente aceptada del pasado, que en algunos as-
realización supuso un conjunto de decisiones voluntarias, toma- pectos recogió aportes del nacionalismo militar y católico, muy
das por el estado y sus autoridades gobernantes, que en muchos presen te en el ritual patriótico de las efemérides. Esta versión
casos hasta se pueden fechar con precisión: cuándo se reformó fue confrontada por el revisionismo histórico, pero conservó su
un plan de estudios, cuándo se introdujo una efemérides, cuán- entereza, y hasta logró incorporar, de manera subordinada, par-
do se estableció un ritual. A veces sus gestores y promotores las te de los puntos de vista controversiales. Su larga hegemonía so-
consideraron naturales; en otros casos, sabían que se trataba de bre la gran mayoría de los textos de enseñanza de la historia es
decisiones militantes y controversiales. En todos los casos se re- fácil de percibir.
lacionaban con ideas y creencias vigentes, relativas a la nación, Las ideas sobre el espacio geográfico argentino se nutren de
el estado, la historia, el habitante, el ciudadano, la ley, la comu- dos escuelas en boga desde fines del siglo XIX y durante la pri-
nidad, la raza. mera mitad del siglo XX: el region alismo y la geopolítica. La
Tales ideas y creen cias estaban , en algun os casos, avaladas geografía regional tiene un sólido sustento académico; estudia
por las disciplin as cien tíficas respectivas, y por ello parecían ser el territorio como un conjunto de dones naturales, puestos a dis-
más n eutras y n aturales; en otros casos, surgían directamen te posición de la comunidad humana que lo habita, organizada en
del con flictivo proceso de con fron tación ideológica. Pero esta un estado, que va haciendo uso de ellos de manera armónica y
distin ción es más an alítica que real, pues en las propias disci- concurrente. La geopolítica estudia las relaciones entre el terri-
plin as cien tíficas estaban arraigados los criterios ideológicos. torio, y en particular su forma, y los modos de expansión del es-
Casi todas las disciplin as con tribuyen en algun a medida a este tado, y supone que entre ambos términos hay una relación na-
propósito, como por ejemplo la en señ an za de la len gua, den o- tural y n ecesaria. En sus version es tradicion ales se trata de un
min ada la len gua n acion al. En este libro se an alizarán tres dis- enfoque fuertemente ideológico que, aunque hasta los años no-
ciplin as ín timamen te relacion adas, las que más directamen te ven ta gozó de escasa legitimidad académica, se desarrolló am-
con curren a la formación del sen tido común acerca de la n a- pliamente en ámbitos diplomáticos y militares. La injerencia de
ción : la H istoria, la Geografía y el Civismo, un rótulo que, a di- la in stitución militar en cuestion es geográficas, y el débil y tar-
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dío desarrollo universitario de la disciplina y de enfoques alter- len gua n acion al, la h istoria n acion al y los rituales patrióticos.
nativos, concurrieron para conferirle un peso importante en la A prin cipios del siglo XX aparece otra idea: la Argen tin a tien e
escuela. Regionalismo y geopolítica constituyen enfoques diver- un destin o de gran deza, asociado con la prosperidad econ ómi-
sos pero concurrentes: son dos maneras de considerar el estado ca, la un idad in terior y la expan sión . Desde su formulación , tal
desde el punto de vista de su territorio, erigido en principal fac- promesa implicaba un a poten cial frustración , que se h izo ca-
tor causal. También , son dos man eras de subestimar o ign orar da vez más clara a medida que la realidad se alejaba de los pros-
el tipo de sociedad que opera en él y con él. pectos. Dio lugar a un a actitud en tre soberbia y paran oica: h a-
A diferencia de lo que ocurrió con la Historia y la Geografía, bía resp on sables d el fracaso argen tin o, en em igos qu e se
las ideas relativas al Civismo no han llegado a asentarse de mane- en con traban fuera ––los vecin os celosos, la “pér fida Albión ”––
ra unívoca. El constitucionalismo liberal, que debía ser su susten- an tes de que, a la luz de las doctrin as de la Seguridad Nacio-
to lógico, no llegó a arraigar debido a la reiterada violación de la n al, comen zara a buscárselos aden tro.
Constitución durante buena parte del siglo XX. Tampoco arrai- También de prin cipios del siglo XX data otra idea que ca-
gó la concepción de la sociedad y el estado del catolicismo tomis- ló h on do: la asociación de la n ación y de su destin o con la in s-
ta, esgrimido por algunos sectores como alternativa frente al cons- titución militar. El Ejército “n ació con la patria”, es el sostén
titucionalismo liberal. En la tradición escolar se encuentran último de sus valores y el respon sable fin al de su gran deza. La
yuxtapuestos fragmentos de uno y otro, que no llegan a confor- impron ta militar, vin culada desde 1930 con la con flictiva h is-
mar un sentido común sólido y consistente. A la vez, sin las res- toria política, se combin ó con otra idea paralela y complemen -
tricciones de una tradición disciplinar, los contenidos ideológicos taria: de acuerdo con la Iglesia, la Argen tin a era un a n ación
impulsados por el estado se desplegaron libremente y cambiaron católica; su realización in tegral como tal requería de un a vo-
con las coyunturas políticas: el peronismo primero, luego el anti- lun tad política fuerte, en carn ada en el Ejército, la tradicion al
peronismo, posteriormente la época de la Guerra Fría y la lucha espada al ser vicio de la cruz. Fin alm en te, la Guerra Fría ter-
contra la subversión, y finalmente la reciente construcción de la min ó de articular estas ten den cias y ubicarlas en un con texto
democracia. mun dial: la Argen tin a perten ecía al orbe occiden tal y cristia-
El caso del Civismo muestra con claridad algo que, más ve- n o, cuyos en emigos estaban ocultos en el in terior de la fron -
ladamen te, también se advierte en la Geografía y la H istoria: tera y debían ser expurgados.
las ideas y creen cias de raíz cien tífica se despliegan a lo largo La idea de un a n ación ín tegra y un án imemen te patriota, y
de un proceso h istórico con flictivo, en que cada avatar agrega de un estado vertebrado por el Ejército, pudieron acoplarse con
un a h uella, un a marca. La h uella más profun da es la de la Ar- facilidad en el relato histórico y el geográfico, mientras que los
gen tin a con stitucion al y liberal que se con formó en torn o de tópicos relativos al catolicismo y a la Guerra Fría, ajenos al tron-
la Con stitución de 1853 y su apelación a “todos los h ombres de co cien tífico prin cipal, se desplegaron , con men or eficacia, en
buen a volun tad que quieran h abitar el suelo argen tin o”. O tra el Civismo. Luego de 1983 fueron examinados críticamente, en
h uella se marca desde las décadas fin ales del siglo XIX, cuan - el contexto de la construcción de un sistema político democrá-
do se man ifiesta un a preocupación h on da, que llega a ser ob- tico y liberal. Desde en ton ces, la democracia aparece como la
sesiva, por la n acion alidad argen tin a; por en ton ces se asign a a herramienta principal, no sólo para la específica elección de los
la escuela un papel cen tral en su con strucción , a través de la gobernantes sino para enfrentar todos y cada uno de los proble-
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mas de la sociedad y el estado. Sobre todo, la democracia pasó temáticos y sólidamen te fun dados para in troducir cambios, co-
a ser la clave de un nuevo tipo de convivencia, en la que se reco- mo en aquellos otros don de tales propósitos se man ifestaron
nocía la importancia de la diferencia y la tolerancia, valores que de man era men os explícita: la H istoria y la Geografía. En el Ci-
por primera vez se abrieron paso en el sentido común, con difi- vismo, a la in versa, los cambios de orien tación fueron tan rei-
cultad pero con legitimidad. terados y drásticos que, en defin itiva, surgen las mismas dudas
respecto de su eficacia.
Las ideas corrientes acerca de la Argentina y del ser argenti-
La escuela y el sentido común n o n o se limitan a las n ocion es escolares. Éstas forman la base
del sentido común; pero otros discursos, mejor adaptados a las
Tales son las ideas, provenientes del campo disciplinar y del circunstancias cotidianas, se desarrollan en paralelo con el espa-
político e ideológico, que con fluyen en la in stitución escolar, cio escolar, en ámbitos y circunstancias que les confirieron sin-
donde son amasadas y también achatadas. Además de lo relati- gular eficacia. El servicio militar obligatorio tuvo el propósito de
vo a la transposición didáctica ––cuestión importante pero aje- afianzar la nacionalidad, y en algunos casos el de suplir las defi-
na a este estudio––, en la escuela se realiza una cierta selección ciencias de una escolarización incompleta; al hacerlo, asoció la
y combinación de aquellas ideas: lectura e interpretación de los argentinidad con valores que, sin estar ausentes, no se hallaban
materiales y elaboración de un compuesto nuevo, que es origi- en el centro de la versión escolar. Tal es el caso de los correspon-
nal, aunque las huellas de sus insumos permanezcan visibles. dien tes a la n ación católica y militar, que en la escuela resulta-
¿Con qué criterios? Como se dijo, uno de los principales pro- ron frenados por arraigadas versiones anteriores.
pósitos de la escuela es “hacer argentinos”, al igual que en otros Otras versiones sobre la argentinidad provinieron de la po-
países se trata de h acer italian os, aleman es o ch ipriotas. A ese lítica o de la prensa, y algunas circulaban en ámbitos sindicales,
fin se orienta la tarea de definir la Argentina, a través de muchos o en reductos de militantes e intelectuales alternativos. Las dos
de los contenidos ––la enseñanza de la lengua es fundamental–– grandes fuerzas políticas del siglo XX, el radicalismo y el pero-
y particularmente de estas tres disciplinas aquí estudiadas: la His- nismo, que se identificaron con el pueblo y con la nación, desa-
toria, la Geografía y el Civismo. rrollaron un a n arración del pasado que con firmaba esta idea.
En el siglo XX la escuela lo h a h ech o eficazmen te: como se Del mismo modo lo h icieron la Iglesia Católica y las propias
señ aló an tes, logró establecer en el imagin ario de los argen ti- Fuerzas Armadas. En estos casos se desplegaron versiones alter-
n os un con jun to de ideas, n ocion es, valores y actitudes h on da- nativas de los saberes escolares, particularmente en la Historia.
men te arraigados y n aturalizados. H ay un sen tido común acer- La corriente del revisionismo histórico propuso lecturas del pa-
ca de lo que sign ifica ser argen tin o, que está in stalado en la sado que, a diferen cia de las escolares, satisfacían la deman da
propia in stitución escolar, sus agen tes, sus prácticas y sus n or- de los sectores más politizados, quien es aspiraban a utilizarlas
mas. La escuela es un a in stitución con ser vadora, que cambia como armas de combate. Esas version es h an decan tado y pue-
muy len tamen te y resiste ––para bien o para mal–– los impul- den encontrarse hoy en mucho de lo que circula por los medios
sos para modificar sus criterios y su comportamien to. Esto se de comunicación masiva.
advierte tan to en aquellos campos como la en señ an za de la len - La competen cia de relatos es propia de la H istoria, y se pro-
gua, don de en las últimas décadas h an h abido propósitos sis- lon ga en algun os aspectos del Civismo, mien tras que la Geo-
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grafía se man tuvo al margen de esas disputas. La fuerte dimen - Textos, programas, autores y editoriales
sión ideológica de sus plan teos h a sido sometida a un a crítica
much o men or, aun que distin tos relatos de la Geografía circu- Sin duda, el libro de texto es un elemento más en un proce-
lan en relación con el turismo, las cuestion es ambien tales o las so educativo complejo; pero es fun damen tal, y su presen cia se
discusion es públicas sobre el desarrollo region al. Respecto del descubre más allá de lo que es su función específica. En primer
Civismo, son con ocidas las discusion es acerca de los méritos in - lugar, el manual es un currículo en acto, que incluye los saberes,
trín secos del orden amien to político y civil fun dado en la Con s- las formas didácticas y hasta las actividades prácticas, de acuer-
titución , cuestion ados n o sólo por las dictaduras militares, si- do con una tendencia que se ha acentuado en las últimas déca-
n o p or am p lios sectores p olitizad os d u ran te las d écad as d e das. En muchos casos el libro es la principal fuente de informa-
1960 y 1970. ción del docen te, sobre todo cuan do, luego de completar su
Pese a ser diferentes o alternativas, estas imágenes de la Ar- formación profesional, no siguió actualizando sus conocimien-
gentina no se construyen al margen de la formada en la escue- tos. No son pocos los docentes que preparan sus clases de acuer-
la. A veces son tributarias de ella, y en otros casos encuentran su do con el libro de texto. Casi siempre, el libro es la fuente exclu-
susten to en el desafío que propon en a la versión escolar, a la siva de con ocimien to escolar de los n iñ os, sobre todo en los
“historia oficial”, a la que gustan contraponer la “otra historia”, casos en que decaen an tiguos h ábitos como buscar fuen tes de
la “del pueblo”, de “los vencidos” o simplemente ––como es cos- in formación complemen taria. De modo que el estudio de la
tumbre h oy–– la “h istoria secreta”, “con fiden cial” o “n o con ta- imagen de la Argentina en los libros de texto, con remitir a una
da”. Nada de esto tendría sentido por sí mismo si no se apoyara, realidad parcial, no parece absurdo.
de una u otra manera, en la imagen de la Argentina construida Un texto escolar n o es un objeto aislado y autón omo. Está
en la escuela. condicionado por los programas de estudio a los que debe ajus-
En suma, nuestra imagen de la Argentina debe mucho a la tarse y también por los procesos de su producción, que involu-
escuela. A la vez, la Argentina ocupa un lugar central en la vida cran a autores y editoriales. En ambos casos ha habido en los úl-
escolar. Pero la escuela es una institución compleja, difícilmen- timos años cambios de importancia.
te reducible a un a fórmula ún ica. Los actores de la in stitución H asta la reforma recien te del sistema escolar, aún en cur-
escolar son muchos, y en sus prácticas se manifiestan tantas con- so, la en señ an za estaba dividida en dos n iveles: un o primario de
vergencias como divergencias. Las prácticas escolares que se re- siete añ os, obligatorio, y otro secundario, de cin co añ os. En el
lacionan con la formación de la imagen de la Argentina son va- n ivel primario, los programas y plan es de estudio eran respon -
riadas: las clases, las con memoracion es, el ritual cotidian o, la sabilidad de las distin tas jurisdiccion es provin ciales. El Con se-
oración patriótica, la can ción Aurora. A través de los docen tes, jo Nacion al de Educación , con autoridad en la Capital Federal
junto con las ideas prescriptas por la institución, se incorporan y los Territorios Nacion ales, dictaba los programas para las es-
mensajes provenientes de otras fuentes, como las mencionadas cuelas n acion ales establecidas en las provin cias ––con ocidas co-
anteriormente. ¿Qué lugar ocupa en todo esto el libro de texto, mo “escuelas Layn es”–– y también formulaba orien tacion es ge-
el objeto de este estudio? n erales, que circulaban a través de algun os can ales específicos
––El Monitor de la Educación Común , los in spectores o las escue-
las que el estado n acion al establecía en las provin cias–– pero
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qu e ad em ás se d ifu n d ían d ebid o a su en orm e p restigio. En Luego de transferirse a las jurisdicciones provinciales la res-
1978 el Con sejo Nacion al de Educación fue disuelto, y todas ponsabilidad del nivel medio y la gestión de las escuelas medias
las escuelas primarias se tran sfirieron a las provin cias. En el n i- “nacionales”, se inició una reforma profunda de todo el sistema
vel medio, en cambio, la fijación de plan es y programas com- educativo, que plasmó en la Ley Federal de Educación san cio-
petía específicamen te al Min isterio de Educación de la Nación , nada en 1993. Las provincias, integradas en un organismo fede-
que sosten ía la mayoría de los establecimien tos de ese n ivel, ral, acordaron los elementos comunes del sistema, y determina-
usualmen te den omin ados “n acion ales”. ron cuáles eran las cuestion es de resolución jurisdiccion al. La
En el nivel primario la Historia, la Geografía y el Civismo, co- organ ización en dos n iveles, primario y medio, fue reformula-
mo disciplin as autón omas, comen zaban a en señ arse desde el da, de acuerdo con un diseño que por entonces se estaba apli-
cuarto grado, con programas específicos, pero a cargo de un can do en Españ a y en varios países h ispan oamerican os. Al pri-
único docente e incluidas en un área común, que se llamó du- mer tramo, el nivel Inicial ––cuyo último año era obligatorio––
rante mucho tiempo “desenvolvimiento” y luego “estudios socia- seguía el nivel de la Educación General Básica ( EGB) , de carác-
les”. En la escuela media, en cambio, constituían cursos comple- ter obligatorio y de nueve años de duración. Luego, el nivel Po-
tos e in dividualizados, distribuidos a lo largo de los añ os de limodal, de tres años, con distintas variantes de acuerdo con las
cursado, que generalmente eran cinco. salidas profesionales o universitarias elegidas.
Los programas eran escuetos, y distribuían por añ os lecti- La EGB se dividió en tres ciclos escolares de tres años cada
vos los gran des temas, con un mín imo en un ciado de con ten i- un o. Las disciplin as que estamos con sideran do aparecen en el
dos. En 1941 se h izo un a sistematización completa, que en ge- segundo ciclo de la EGB, con las modalidades que antes tenían
n eral rigió sin gran des n ovedades h asta la reforma educativa en la escuela primaria, es decir integradas en un área y dictadas
in iciada en 1993. En H istoria h ubo ajustes men ores en 1956; por un docente. En el tercer ciclo de la EGB se acentúa el per-
en 1979 se realizó un a modificación de importan cia, al combi- fil de cada disciplina pero se mantiene la integración dentro de
n ar los cursos de H istoria gen eral con los de H istoria argen ti- un área de “ciencias sociales”. Cada jurisdicción debía decidir si
n a, pero se trató sólo de un a redistribución de con ten idos. En los con ten idos serían impartidos por un ún ico docen te, en un
Geografía la distribución por añ os lectivos se man tuvo in tacta ún ico espacio curricular, o por distin tos docen tes, en espacios
duran te estas cin co décadas, pero h ubo algun os cambios sign i- curriculares diferen ciados. Tal cuestión es h oy el tema de un a
ficativos en los con ten idos, en relación con cuestion es de in te- viva discusión.
rés estatal: fron teras, soberan ía y seguridad n acion al. En el ca- En materia de con ten idos, el organ ismo federal estableció
so del Civismo, la impron ta política fue sign ificativa, a partir los Con ten idos Básicos Comun es ( CBC) para cada un o de los
del n ombre mismo de la asign atura: Cultura Ciudadan a ( 1952- niveles y ciclos, distinguiendo entre tres tipos de contenidos: los
1955) , Educación Democrática ( 1956-1973) , Estudio de la Rea- de conocimientos, los de procedimientos y los de actitudes. So-
lidad Social Argen tin a ( 1973-1976) , Formación Cívica ( 1976- bre esa base, cada jurisdicción debía elaborar su propio currícu-
1978) , Form ación Moral y Cívica ( 1979-1983) , Ed u cación lo. A diferen cia de los an tiguos programas y plan es de estudio
Cívica, desde 1983. Con secuen temen te, también fue importan - de la escuela media ––en la primaria existía una tradición de cu-
te la modificación de los con ten idos, aun cuan do su en un cia- rrículos densos y detallados––, se preveía que los nuevos currí-
ción fue, como en H istoria y Geografía, muy gen eral. culos contuvieran indicaciones precisas sobre los alcances de los
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distintos contenidos y la distribución en los respectivos espacios 1950, solía h aber en tre sus autores algun os académicos desta-
curriculares, así como distintas precisiones didácticas. cados, cuya presen cia aseguraba un a relación sólida en tre lo
En la formulación de los CBC, se declaró la in ten ción de enseñado y el saber erudito: Emilio Ravignani, Ricardo Levene,
aproximar lo que se en señ aba en la escuela al “estado del ar- José Luis Romero, Federico Daus o Carlos Sán ch ez Viamon te.
te” de cada disciplin a. Para solucion ar el problema de la bre- Posteriormen te comen zaron a predomin ar quien es proven ían
ch a existen te en tre las disciplin as y la escuela, que se recon o- del campo de la en señ an za media: profesores con larga expe-
cía con siderable, h ubo un a amplia con vocatoria a especialistas rien cia d ocen te p ero m en or relación con la p rod u cción d el
y un debate gen eralizado, al cabo del cual se con ocieron los saber académico: Juan Carlos Astolfi, José Cosmelli Ibáñ ez, Al-
Con ten idos Básicos Comun es. Aun que gen érica y exten sa, esa fredo C. Rampa o Floreal Rossi. Los libros de texto cristaliza-
enunciación era mucho más explícita que la de los antiguos pro- ron en formas de presentación, organización y desarrollo de los
gramas, y estaba acompañada de una serie de textos y documen- contenidos que se fueron alejando de las dominantes en el cam-
tos referidos a las intenciones y los alcances. Se trataba, sin em- po académico. Por ejemplo, textos escolares perman ecieron
bargo, de un material de base, un insumo a partir del cual cada ajen os a las modificacion es que en la producción h istoriográfi-
jurisdicción formularía su propio currículo. Muchas jurisdiccio- ca estaba producien do la corrien te gen éricamen te den omin a-
nes han puesto en marcha la nueva estructura del sistema edu- da “h istoria social”, o lo que de man era similar producía la geo-
cativo con sus n iveles y ciclos; sin embargo, h asta el momen to grafía h uman a, pese a que estas orien tacion es estaban lejos de
son pocas las que han completado la confección de sus nuevos ser un a n ovedad.
currículos. Luego de 1983, a medida que crecía el consenso acerca de
Por otra p arte, el im p u lso reform ista, qu e ya se ad vertía la necesidad de renovar los contenidos, las editoriales comenza-
d esd e 1983 en d istin tos esp acios d e la in stitu ción ed u cativa, ron a in corporar a autores proven ien tes del ámbito un iversita-
cobró n ueva fuerza desde que se con ocieron los CBC. An tes rio, que acercaron tales novedades a los libros de texto, aunque
de que existieran diseñ os curriculares ––que debían resolver de man era parcial e irregular. Por otra parte, un a n ovedad di-
cuestion es tan fun damen tales como por ejemplo la existen cia dáctica cambió la estructura y la apariencia de los textos: la apa-
de un docen te en “cien cias sociales” o docen tes por discipli- rición de las “actividades”, propuestas para los docentes e incor-
n a en el tercer ciclo de la EGB–– la adecuación de los CBC a poradas al libro, que se fue convirtiendo gradualmente en texto
un currículo real fue obra de los libros de texto, que recogie- y carpeta de trabajo a la vez.
ron e in terpretaron , de acuerdo con sus criterios, las in ten cio- El in icio de la reform a educativa aceleró estos cam bios y
n es de la reforma educativa. Esto lleva a la segun da cuestión : profun dizó algun os de los aspectos. La aparición de los Con -
el papel respectivo de editoriales y autores en la elaboración ten idos Básicos Curriculares llevó a las editoriales a desarrollar
de los man uales escolares. textos que recogieran su sen tido, an ticipán dose a un a n orma-
Tradicion almen te, y h asta n o h ace much o tiempo, éstos te- tiva más específica, que tardó en dictarse o simplemen te n o se
n ían u n au tor, lo qu e les asegu raba u n a u n id ad d e criterio. dictó. Las editoriales recurrieron sistemáticamen te a docen tes
Por otra parte, los libros ten ían un a existen cia más que pro- e in vestigadores un iversitarios, quien es impulsaron la actuali-
lon gada, even tualm en te con leves retoques para que se ade- zación en sus respectivos campos, de modo que los textos se
cu aran a los p lan es d e u n a u otra m od alid ad . H acia 1940 o poblaron n o sólo de n uevos en foques, sin o de discusion es so-
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bre su s d iferen cias; h u bo n u evos tem as y u n a p reocu p ación Estudiar los textos buscando el sentido común
por dar cuen ta de much as zon as de la realidad, que los an te-
riores textos sólo trataban in ciden talmen te. El propósito de este libro es estudiar la idea de la Argentina
A la vez, en las editoriales se instaló una nueva concepción que se transmite a los escolares a través de los libros de texto. Es
del libro de texto. Para los editores, era importan te tratar de conveniente señalar algunos límites y supuestos de la investiga-
atrapar la atención del lector con recursos experimentados en ción realizada. No se estudiaron otros men sajes, paralelos y al-
otros medios de comunicación: textos breves, imágenes, recua- ternativos, dentro y fuera del ámbito escolar, que como se seña-
dros, colores, actividades, resúmen es reemplazaron al tipo clá- ló tienen un peso indudable; se ha creído que los provenientes
sico de libro, en el que el texto cen tral ocupaba el lugar prin ci- de los textos tienen suficiente densidad, coherencia y significa-
pal. La h eterogen eidad temática an tes men cion ada se adecuó ción como para merecer una consideración específica. No se ex-
bien a los nuevos criterios gráficos. El diseño ––la “maqueta”, se- plora aquí un aspecto esen cial de esta h istoria, a saber: las dis-
gún se dice en España, de donde provenían muchas de las no- tin tas man eras como el men saje, básicamen te un iforme, es
vedades–– ayudó a la elaboración de un texto más fragmentario recibido, decodificado y resign ificado. Se puede presumir que
que unitario. h ay diferen cias importan tes, según los tiempos, y según los lu-
Por otra parte, el autor ún ico fue remplazado por el gru- gares geográficos y sociales ––lo con firma algun a exploración
po de autores, respon sables cada un o de algun os de los capí- h ech a––1 pero a la vez puede supon erse que la base común es
tu los, p osteriorm en te in tegrad os p or u n coord in ad or ed ito- importante y significativa.
rial, figura clave y a la vez n o visible del producto fin al. H oy el Los man uales escolares documen tan con viccion es arraiga-
coordin ador corrige, reescribe, empalma, diagrama, seleccio- das acerca de lo que es o debería ser la Argentina. Aunque cada
n a actividades y articula el trabajo más específicamen te técn i- uno es en principio el fruto de la reflexión de un autor, con se-
co-acad ém ico con las orien tacion es d e la ed itorial, tam bién guridad sus con viccion es n o son sólo person ales, n i provien en
aten ta a las ten den cias del mercado. Por otra parte, estos pro- exclusivamente de fuentes académicas. En otras palabras, el au-
d u ctos ed itoriales su elen d u rar p oco tiem p o en oferta, y en tor del manual es un emisor, pero también un testimonio, par-
tres o cuatro añ os son reemplazados por otros, más “n ovedo- ticularmente rico, de lo que la sociedad en general y el sistema
sos”, p u es la n oved ad es, d esd e en ton ces, el p rin cip al argu - educativo en particular entienden por Historia, Geografía y Ci-
men to de ven ta. vismo nacionales.
En suma, el texto escolar cumplió la función de llenar los va- Esta perspectiva determin a los én fasis y los límites de este
cíos dejados por una elaboración curricular incompleta, que sin estudio: en con trar sobre todo aquellos con ten idos que con s-
embargo había borrado una tradición largamente asentada. Tal titu yen con viccion es com u n es y arraigad as, d escartan d o las
tarea n o fue obra de autores in dividuales, respon sables de su posibles con tradiccion es, que sin duda también existen y se-
producción, sino de una compleja producción editorial, atenta guramen te serían resaltadas en otro tipo de in vestigación . No
tanto a la renovación de enfoques y contenidos como a las ten- se h abla aquí de n in gún autor en particular. El propósito es
dencias del mercado. an alizar un con jun to de textos como un bloque; señ alar las di-
feren cias cuan do son muy sign ificativas, pero sobre todo ob-
ser var aquellos con ten idos a tal pun to in cuestion ados y n atu-
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ralizados que h an llegado a con vertirse en un sen tido común lización. Se verá cómo en ese relato la nación se encarna princi-
sobre la Argen tin a y la iden tidad n acion al. palmente en un territorio, y finalmente en un estado que le da
Esa imagen de la Argen tin a presen te en los libros de texto, forma y existencia jurídica y política.
que se examin ará en los sucesivos capítulos, es sin duda firme En los textos, estas dos cuestion es articulan los momen tos
y resisten te. Puede ser relacion ada con las con ductas, los com- clave de la narración: la instalación de los españoles, la creación
portamien tos y los valores más gen erales de un a sociedad esca- del Virrein ato del Río de la Plata, el proceso de la in depen den -
samen te plural y toleran te, que en este plan o de las man ifesta- cia, los con flictos en torn o de la forma estatal, y su resolución
cion es ––n o n ecesariamen te en el de los h ech os–– h a ten ido con la san ción de la Con stitución de 1853 y la afirmación del
gran des dificultades para establecer relacion es con viviales con estado un ificado en 1862. Allí con cluye el relato político ––lo
sus vecinos y con otros países. Cabe preguntarse hasta qué pun- que sigue es un a en un ciación de la obra de los distin tos gobier-
to las orientaciones de los manuales más recientes, y los Conte- n os––, pero se man tien e abierta la cuestión del territorio, los
nidos Básicos Comunes que los inspiraron, han podido modifi- problemas n o resueltos de los límites y la agresión de otras po-
carla y hacerla más acorde con las circunstancias actuales de la ten cias. Toda la h istoria de los ajustes de fron teras, que se pro-
construcción de un sistema político y de formas de convivencia longa hasta finales del siglo XX, sirve para fundamentar la iden-
democráticas. tidad argen tin a: los argen tin os están siempre un án imemen te
En los capítulos que componen el cuerpo de este volumen alin eados tras de su estado, en fren tados con poten cias extran -
se analizará un conjunto de libros de texto usados en el último jeras amen azan tes.
medio siglo. En el apéndice se da cuenta de los criterios con que En el tercer capítulo se analizan los textos de Geografía, y se
se conformó la muestra. La fecha inicial elegida para la investi- señala la confluencia de las perspectivas regional y geopolítica.
gación ––alrededor de 1950–– se refiere a un momento de rela- Se encuentran en ellos los dos temas señalados como centrales
tiva estabilidad en este terreno, luego de las reformas curricula- en los de Historia: el territorio y el estado, que es guardián de
res de com ien zos de la década de 1940, cuan do los criterios su integridad y expresión de una sociedad homogéneamente ali-
proven ien tes de las disciplin as ya estaban asen tados en dich os n eada detrás de él. La narración de la constitución del territo-
libros. Cada un o de los tres capítulos que siguen a esta In tro- rio coincide casi puntualmente con la de los textos de Historia.
ducción an aliza un a de las disciplin as o materias, mien tras que A ella se le suma otra sobre su población y clima, que define la
el capítulo quinto considera los cambios posteriores a 1983, de- singularidad argentina en el conjunto de Latinoamérica: la po-
rivados tanto de la instauración del régimen político democrá- blación es “predominantemente blanca”, y el clima “templado”.
tico como de la reforma educativa iniciada en 1993. Se analiza luego la impronta dejada en los libros por las políti-
En el segundo capítulo se analizan los libros de Historia. Se cas estatales, que se fue profundizando con los años. La afirma-
subraya la presencia dominante, en programas y textos, de la tra- ción de sus tres partes territoriales ––con tin en tal, in sular y an -
dición historiográfica de la Nueva Escuela Histórica, y la mani- tártica–– acompañ a otras referidas a actos de reivin dicación
festación sólo marginal del revisionismo histórico, más significa- estatal sobre territorios de soberanía controvertida. Respecto de
tivo en otros campos de con troversia sobre el pasado. En el las fronteras, éstas aparecen consideradas como límites categó-
relato histórico se examina la presencia de la cuestión de la na- ricos y como zon as críticas, que requieren con solidación y de-
ción argentina, su carácter esencial y a la vez su progresiva rea- fensa por parte del estado. Tras las fronteras, otros estados con
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políticas definidas y de largo plazo, constituyen potenciales ame- te de la apertura al saber universitario. Desde 1993, la reforma
nazas, traducidas a veces en reclamos y controversias limítrofes. educativa acelera esa tran sformación , de man era con curren te
Al respecto, los man uales reproducen ampliamen te los argu- con otra, sustancial, de los modos de producción editorial de los
mentos del estado. textos. Cambios profun dos, que h acen a la con cepción del sa-
El cuarto capítulo está dedicado a los textos de Civismo, en ber disciplin ar y al proyecto de con strucción ciudadan a ––n o
los que suelen coexistir dos partes claramente diferentes. La pri- siempre bien plasmados–– coexisten con elemen tos residuales
mera, apoyada en las cien cias jurídicas, con siste en la in struc- de las antiguas versiones, en textos que, en muchos casos, resul-
ción constitucional; su explicación incluye mínimas referencias tan ambiguos y contradictorios.
a las situaciones políticas reales, que en esos años casi nunca se En el sexto capítulo se integran las conclusiones de los ante-
ajustaron a la norma legal. En la segunda parte los textos suelen riores en una perspectiva común: la imagen de la Argentina y la
proponer un modelo de nacionalidad y de “hombre argentino”. identidad de los argentinos presente en los libros escolares. Esa
Confluyen aquí, de manera no siempre bien articulada, elemen- imagen surge en con fron tación con un “otro”, amen azan te y
tos de la Geografía y de la Historia ––aunque sin el contrapeso agresivo, que sucesiva y alternativamente se encarna en los esta-
de los criterios más rigurosos de sus respectivas disciplin as––, dos limítrofes o en enemigos lejanos, y que también puede alo-
con otros proven ien tes de discursos ideológicos: el n acion alis- jarse en el seno mismo del territorio patrio. Se señalan las cone-
mo integrista, el neotomismo y las teorías del totalitarismo y la xion es en tre esa imagen y ciertos rasgos fuertes de la cultura
Seguridad Nacional. La concepción neotomista, convertida a fi- ciudadan a y política de la sociedad argen tin a y se an alizan los
nes del siglo XIX en la filosofía de la Iglesia Católica, aparece en cambios acaecidos en las últimas décadas, así como las continui-
la caracterización del h ombre, la familia y el mun icipio, con si- dades, reveladoras del arraigo en el sentido común de algunas
deradas como instituciones naturales; sobre ellas se construye el imágenes y conceptos.
estado, claramente diferenciado de la nación. Es la nación la que El capítulo se cierra con una reflexión acerca de una cues-
informa los valores del patriota, modelo de “hombre argentino”. tión debatida h oy en el ámbito escolar y fuera de él: cuál es la
La democracia n o es aquí un régimen político sin o un a forma idea de nación adecuada para una sociedad que ha elegido vivir
de vida, tradicional de la nación, que está amenazada por los to- en democracia. La crítica de las concepciones esencialistas de la
talitarismos. Las doctrin as de la Guerra Fría y de la Seguridad nación ha acompañado el proceso de construcción democráti-
Nacional definen la posición de la Argentina ante sus enemigos, ca, y en los libros de texto esto se h a profun dizado luego de
externos e internos, como lo son el comunismo y más en gene- 1997, cuando al concluir nuestra investigación de campo adver-
ral la subversión. Pero además, la argentinidad se relaciona con tíamos sus primeros efectos, todavía limitados. Hoy parece im-
la soberan ía; al respecto se den un cian las múltiples formas de portante seguir avanzando en ese rumbo crítico de un sentido
su violación y se afirma la necesidad de su defensa militante y co- común que ha tenido consecuencias deplorables. Pero a la vez,
tidiana. cabe preguntarse cuál ha de ser la nueva identidad deseable pa-
En el quinto capítulo se estudian los cambios posteriores a ra los argentinos, integrativa y plural a la vez, que se correspon-
1983, con la instauración de la democracia. Desde entonces, los da con una comunidad democrática, tolerante y plural pero ne-
libros de texto registran tanto las modificaciones de la sensibili- cesitada de la adh esión y el compromiso de sus miembros. En
dad política como una renovación de los contenidos provenien- ambos sentidos, los libros de texto tienen un papel que cumplir.
2. Los textos de Historia:
el relato del pasado

Los historiadores y la historia de la nación

La in dagación por el pasado está guiada h abitualmen te por


la pregun ta acerca de la propia iden tidad: quién es somos, de
dón de ven imos, a dón de vamos. En cualquier comun idad com-
pleja, con in tereses diversos y proyectos diferen tes, coexisten
distin tas version es del pasado, pero en tre tan tas voces, la del es-
tado es la más fuerte. En el mun do in augurado por la Revolu-
ción Fran cesa, desaparecidas las legitimidades tradicion ales de
las viejas mon arquías, los estados se iden tificaron con n acion es.
Ellas preexistían a los estados, los fun damen taban y legitima-
ban . Para estos estados, con struir un relato de su n acion alidad
aceptable para la sociedad fue y sigue siendo una tarea esencial.
Los h istoriadores profesion ales participan de ella, y pon en
a su ser vicio el prestigio de su saber. Un a parte de su actividad
está regida por las n ormas de su oficio: el deseo de in quirir so-
bre lo descon ocido, el rigor y la aspiración a la verdad. Pero es-
te saber h istórico su ele estar ín tim am en te relacion ad o con
aqu ella otra p ráctica, m ás p rop ia d e la con cien cia h istórica,
pues ambos in tereses coin ciden en el h istoriador ciudadan o.
Duran te el siglo XIX y buen a parte del siglo XX la práctica pro-
fesion al tuvo como tema y sujeto prin cipal al estado n acion al.
Por esa vía, la tarea de un saber especializado y riguroso se h a
in tegrado con aquella otra del estado, cuyo propósito es ex-
plicar y a la vez con struir la n acion alidad en la sociedad por él
regida. En esa tarea, la escuela h a sido su in strumen to prin ci-
pal. La H istoria fue en la escuela n o sólo un a disciplin a de sa-
ber, sin o un poderoso in strumen to para iden tificar con la co-
40 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 41

mun idad n acion al a cada futuro ciudadan o que pasaba por sus vínculos directos, personales o familiares, con los temas que es-
aulas. tudiaban, ya que en su mayoría pertenecían a familias de inmi-
Es posible examinar la obra de los historiadores profesiona- grantes recientes. Pero sin duda resultó determinante el hecho
les desde esa perspectiva: la construcción de la nacionalidad. Los de que se tratara del primer grupo de historiadores que adecuó
textos fun dadores de Bartolomé Mitre y Vicen te Fidel López su producción a una serie de parámetros de legitimidad y rigor
proyectaban h acia el pasado la existen cia de un a n ación que con siderados cien tíficos y académicos. Esta adecuación se dio
ellos mismos, y sobre todo el primero, estaban construyendo des- de un modo natural, pues se trataba de parámetros e institucio-
de sus funciones en el estado. Con la llegada del siglo XX, mien- nes que ellos mismos estaban creando. En conclusión, la Nueva
tras José María Ramos Mejía se ocupaba desde el Consejo Nacio- Escuela no sólo reunió la primera camada de historiadores pro-
nal de Educación de dar forma a los principios de la “educación fesionales, sino que ellos fueron quienes definieron el significa-
patriótica”, un conjunto de jóvenes historiadores tomó como ta- do mismo de la profesionalidad historiográfica.
rea propia la elaboración de un relato del pasado adecuado a es- Desde esta sólida posición, elaboraron una imagen de la dis-
te objetivo: en tre ellos se en con traban Emilio Ravign an i, Ricar- ciplin a y del pasado en la que ––a los fin es de este estudio–– es
do Levene, Rómulo Carbia y Diego Luis Molinari, quienes más posible destacar un prin cipio: la disciplin a y el relato de la h is-
tarde serían reconocidos como los creadores de la Nueva Escue- toria debían ten er como objetivo la formación de la n acion ali-
la H istórica Argen tin a. A lo largo de varias décadas de in ten sa dad y la difusión de un con jun to de valores asociados con ella.
actividad, este grupo elaboró una imagen del pasado argentino La n ación era el prin cipio organ izativo y estructurador de todo
tan con sisten te que se tran sformó en sen tido común , al pun to relato o explicación del pasado. La idea de n ación que subyace
que aún hoy es fácil encontrar sus rastros en diferentes ámbitos en sus textos se asien ta en un a defin ición territorial y jurídica,
educacionales y académicos. y sólo en men or medida en presupuestos sociales o culturales:
Ese éxito tan notable no fue casual. Cumplieron con efica- por esta razón sus relatos suelen con cluir en 1862, con la defi-
cia la tarea de ofrecer una “historia nacional” con todos las se- n itiva in corporación de Buen os Aires a la Con federación , o en
ñales y los avales del rigor historiográfico. Crearon las instancias 1880, con la derrota de Buenos Aires por el gobierno nacional,
académicas e institucionales que constituyeron en adelante los y la integración a su control de los territorios ganados a los in-
peldañ os de un a verdadera profesión h istórica. Establecieron dígenas. Dentro de esta estrecha versión del pasado narrable, el
una estrecha y fluida relación con una elite social y política preo- in terés se cen traba sobre todo en el momen to de con stitución
cupada por con struir un a iden tidad n acion al median te el uso de la nación, es decir la etapa revolucionaria y posrevoluciona-
privilegiado de la disciplina histórica.2 Por último, se preocupa- ria, h asta la llegada de Rosas al poder. A partir de 1862, la n a-
ron por difundir su producción entre un público amplio, inclu- ción se consideraba definitivamente instalada y capaz de conte-
yendo el uso de las diversas instancias del sistema educativo.3 n er todos los disensos. Temas como la inmigración de fines del
A pesar de las m últiples diferen cias en la producción de siglo XIX apenas entran dentro de sus preocupaciones. Estos au-
cada un o de ellos, los h istoriadores de la Nueva Escuela com- tores se alejaron de Mitre ––a quien seguían en su preocupación
partieron un a serie de rasgos. Se h a señ alado su iden tidad ge- por la prueba documental–– cuando se preocuparon por reins-
n eracional; también, que se trata de la primera camada de inte- talar a los caudillos federales, incluyendo al propio Rosas, den-
lectuales que reflexion ó sobre el pasado n acion al sin ten er tro del pasado nacional legítimo. Para ello, rescataron los prin-
42 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 43

cipios del federalismo, y a la vez instalaron el tema de la pasión vestigacion es H istóricas “Juan Man uel de Rosas”. En cambio,
por la defensa de la soberanía nacional que habría caracteriza- discutieron la preten sión del valor irrefutable de la prueba do-
do a dichos caudillos. cu m en tal: com o h abía sosten id o Vicen te Fid el Lóp ez en su
La prim era crítica im portan te a esta perspectiva provin o con troversia con Mitre, para ellos la erudición no sustituía a la
d e u n am p lio con ju n to d e vision es d el p asad o qu e h abitu al- interpretación. Estos historiadores cambiaron el sentido de los
men te se con ocen como “revision ismo”. Aun que sus autores datos reun idos por los h istoriadores “liberales” y con struyeron
gen eralmen te tuvieron presen cia en las in stitucion es oficiales in terpretacion es diferen tes y an tagón icas. Con el tiempo, mu-
y académicas, querían presen tarse como revestidos de un a ro- ch os de estos h istoriadores revision istas man ifestaron in terés y
mán tica margin alidad y como creadores de un a suerte de “con - hasta devoción por la prueba documental, pero sólo en el caso
trah istoria”.4 La crisis ideológica de la primera posguerra, y la de que ésta confirmara una interpretación previa, que no surgía
difusión de prin cipios organ icistas y n acion alistas, pron to re- necesariamente de ella.
percutieron en las miradas sobre el pasado. Alen tados por el Con la llegada del peronismo, muchos revisionistas ––no to-
impulso del golpe de septiembre de 1930, un con jun to de in - dos–– creyeron que había llegado la hora de la victoria. Encon-
telectuales buscó rein terpretar el pasado en un a clave n acio- traron algunos espacios en ámbitos oficiales o universitarios, pe-
n alista militan te. Ésta se apoyaba en dos temas prin cipales: el ro el estado peronista se negó a adoptar como propio el credo
odio a Gran Bretañ a, con la con siguien te relectura positiva del revisionista. Para el régimen, era mucho más importante ligar-
legado h ispán ico-católico, y el rescate militan te de la figura de se con un pasado heroico más difundido y establecido, como era
los caudillos, y en particular de Rosas. Este giro in telectual tra- el de la Nueva Escuela Histórica, que buscar su legitimidad en
tó de ofrecer un a n ueva visión del pasado n acion al para un a versiones heterodoxas y demasiado conflictivas. Luego de 1955
elite tradicion al que debía ren ovarse; a la vez, buscó dar res- esta situación cambió. Con la proscripción del peronismo, y su
puestas a la crisis de un con jun to de valores, que en globaban calificación como “segunda tiranía”, y en el marco de la llama-
bajo el rótulo de liberal. Por otra parte, basán dose en el mo- da “resistencia”, el movimiento peronista encontró en la inter-
delo de los caudillos y de Rosas, in ten tó establecer n uevas al- pretación revision ista un a explicación del pasado acorde con
tern ativas para la vin culación en tre esas elites políticas y las ma- su propia realidad. Por un a parte, ésta establecía un lin aje pa-
sas, que h asta ese momen to profesaban un a férrea lealtad al ra la estrech a relación en tre el pueblo, portador del alma de
radicalismo yrigoyen ista. Así, esta primera gen eración de h is- la n ación , y su líder; por otra, Rosas y Perón compartían un a
toriad ores revision istas ––su s in tegran tes, com o los Irazu sta, proscripción san cion ada por elites a las que se iden tificaba co-
Carlos Ibarguren o Ern esto Palacio, proven ían de familias tra- mo “liberales”, “oligárquicas” y “en ajen adas a los in tereses ex-
dicion ales–– ten ía poca simpatía por un a perspectiva del pasa- tranjeros”. De acuerdo con la tradición romántica que informa
do en la que los sectores populares tuvieran algun a auton omía esta versión , el pueblo era la expresión prístin a de la n ación .
en sus accion es. Creció así una versión más popular y plebeya del revisionismo,
Los autores revision istas retomaron de la Nueva Escuela el delineada ya en los años treinta. Sin descartar el tema clásico de
interés por la cuestión nacional, la preocupación por la difusión la enajenación de las elites y del líder que encarna al pueblo, in-
amplia de sus textos y la creación de instancias académicas e ins- tentó subrayar el protagonismo popular en el pasado y ponerlo
titucionales de legitimación propias, como fue el Instituto de In- en con son an cia con la resisten cia peron ista. El más destacado
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exponente de esta versión fue José María Rosa, cuyas obras tu- Dad a la fu erza d e estas trad icion es h istoriográficas, con -
vieron una enorme difusión. fron tadas pero coin ciden tes ––con excepción de la “h istoria
Por su parte, a medida que fue aproximán dose al peron is- social”–– en cuan to a la sign ificación de la n ación en la con s-
mo, la izquierda política se acercó a estas versiones del pasado. tru cción d el relato h istórico, resu lta fácil d e exp licar qu e la
Lo hizo en el marco de las claves ofrecidas por la lucha antiim- H istoria escolar sea también un relato sobre la iden tidad y el
perialista, los procesos de descolonización y sobre todo la Revo- ser n acion al. El prin cipio de n acion alidad se apoya en un su-
lución cubana. Muchos de estos autores aportaron cierta actua- puesto categórico: la in man en cia y la tran sparen cia de la n a-
lización teórica a una corriente muy heterogénea pero que, en cion alidad. Sin embargo, los con ten idos de lo que se h a con si-
este aspecto, no había innovado prácticamente en nada. De es- derado la n ación h an sido diversos y variaron h istóricamen te.
te modo, en su espectro total, el revisionismo llegó a incluir ver- En con secuen cia, es legítimo in terrogarse sobre las caracterís-
tientes tan distintas como la aristocratizante, el integrismo cató- ticas de la n ación que se despliega en los man uales: el ton o es-
lico, el populismo o el filomarxismo. tatalista, un ívoco y sospech oso respecto de todo lo exterior que
Entre 1955 y 1975 los revisionistas, en sus variadas versiones, se descubrirá en ellos, n o se despren de n ecesariamen te de su
se esforzaron por imponer su presencia en el espacio público. La en foque n acion al y requiere de explicacion es complemen ta-
heterogeneidad teórica y política no fue una dificultad, e incluso rias. En la Argen tin a de los añ os trein ta y cuaren ta esta ten den -
la plasticidad del discurso ayudó a ocupar zonas diversas. Recu- cia formaba parte de un un iverso cultural much o más exten di-
rrieron a todo tipo de canales, emulando el espíritu de empresa do que el de los textos escolares; n uestra pregun ta se refiere a
militante de la izquierda socialista en los años veinte y treinta: edi- la man era como éstos, in strumen tos del sistema educativo, ela-
toriales de libros y de revistas, conferencias, manuales escolares. boraron tales con viccion es y valores gen erales, y los tran sfor-
El éxito de estas iniciativas en el marco de la polarización política maron en saberes ritualizados, certidumbres y lugares comu-
de fines de los sesenta y comienzos de los setenta fue rotundo; al n es sobre el pasado de la nación argentina.
concluir este período, José María Rosa podía suponer, sin equivo-
carse demasiado, que su interpretación ya era parte del sentido
común de los argentinos. Luego de 1975 la presencia del revisio- La construcción del relato histórico
nismo fue declinando, al tiempo que cambiaban las preocupacio-
nes de la política. Una mirada distinta de la historia provino de la El análisis de los manuales se iniciará con la reforma de pla-
“historia social”, una corriente más estrictamente académica que nes de estudio de 1956, que consagró un modelo curricular an-
comenzó a desarrollarse en la Universidad en los años sesenta, pe- terior. En él se destinaba el tercer año de la escuela media a un
ro fue eliminada tanto por las sucesivas dictaduras como por la curso de Historia argentina que sucedía a dos cursos de Histo-
ola de politización de los setenta, que encontró más afinidades ria general: uno de Historia antigua y medieval y otro de Histo-
con el revisionismo. Durante los años de la última dictadura, y en ria modern a y con temporán ea.5 Por otra parte, por aquellos
ambientes académicos alternativos, la “historia social” adquirió un años se instaló una nueva modalidad en la producción editorial
predominio que se consolidó en las universidades luego de 1983. de textos escolares de Historia; una característica fue la presen-
Pero por entonces no estableció diálogo ni polémica con el revi- cia dominante de un grupo de autores provenientes del ámbito
sionismo, que fue diluyéndose del debate público. de la enseñanza media, que desplazaron a aquellos que venían
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del campo académico historiográfico. Estos profesores hicieron gundo y tercer año, junto con las partes correspondientes de la
de la escritura de man uales un a parte importan te de su profe- H istoria gen eral. Sin embargo, las editoriales cortaron y pega-
sión, sin incursionar ellos mismos en las tareas de investigación, ron fragmentos de los viejos manuales para adecuarlos a los nue-
que la Nueva Escuela había impuesto como paradigmáticas de vos programas, con lo que se prolongó su vigencia por unos años
la historia profesional.6 más.
La llegada de nuevos autores reprodujo y cristalizó la hege- O tra característica compartida por este con jun to de textos
monía de la versión del pasado elaborada por la Nueva Escuela. es el recorte de aquello que con sideran el pasado n arrable de
Alejados de toda práctica h istoriográfica, su con dición de tra- la Argen tin a. Sigu ien d o los p rogram as d iseñ ad os sobre las
ductores hizo inevitable este resultado. Aunque en menor pro- perspectiva de la Nueva Escuela, la h istoria n acion al se in icia
porción, por estos años el revisionismo también inspiró algunos con la llegada de los primeros europeos al territorio del actual
manuales escolares; a través de ellos llegó al ámbito educativo la estado argentino, a través de las llamadas corrientes colonizadoras;
polémica que man ten ían en espacios culturales más amplios.7 en ocasiones, esto puede incluir una descripción de las culturas
No se trasladó por ello a la escuela el estilo polémico y hasta fac- aborígenes. A continuación, se analiza la evolución de la orga-
cioso característico de esos otros espacios; se trató de versiones nización administrativa española, sobre la base del mismo esce-
más moderadas, tal vez consideradas más adecuadas para la lec- nario. La narración de los acontecimientos del siglo XIX ––un
tura de niños y adolescentes. Esto concurría a una homogenei- período que se abre con la primera in vasión in glesa de 1806 y
dad de las versiones del pasado destinadas a la escuela, que per- se cierra en 1862 o en 1880–– insume la mayor cantidad de pá-
mite explicar la persistencia de estos autores y su fuerza residual ginas. Finalmente, se incorpora un breve apartado en el que se
en algun os man uales presen tados como ren ovadores luego de describe la etapa subsiguien te, que puede llegar h asta 1912,
1983. 1930 o tal vez 1945: se trata de una exposición sumaria de la obra
Por otra parte, este recambio de autores estuvo acompaña- de los sucesivos gobiernos. En suma, desde el desembarco de los
do de algunas novedades en las propuestas editoriales. Aunque primeros españoles, se descubre la presencia de una nación, que
se mantuvo el manual de texto compacto y extenso, interrumpi- es anterior al estado; una extensa exposición sigue las alternati-
do por frecuen tes títulos y subtítulos, las ilustracion es fueron vas de éste, hasta su definitiva consolidación. Para los autores, la
más abundantes, se incorporaron propuestas de actividades di- certeza sobre este hecho basta para concluir que no es necesa-
dácticas, como preguntas referidas a los contenidos, y se agrega- rio seguir dando cuenta del pasado nacional.
ron documentos a modo de ilustración. Aunque es difícil com- La estructura narrativa se construye sobre un relato político-
probarlo, es probable que la ventaja fundamental que editoriales militar, aun cuando no faltan puntos breves, aislados y frecuen-
y profesores hayan advertido en estos nuevos textos fuera el uso temente inconexos en los que se describen algunas característi-
de un lenguaje considerado más llano y sencillo que el de los li- cas de la sociedad y la economía. Se trata de una historia política
bros anteriores. Como sea, el éxito de las editoriales que lanza- en la que, sin embargo, se encuentra ausente todo contenido es-
ron estos nuevos autores al mercado fue rápido y contundente pecíficamente político, es decir un campo de disputa por el po-
y esos manuales se utilizaron por años. La reforma aprobada a der en tre in dividuos y grupos con in tereses, ideas y objetivos
fin es de 1978 pudo h acerlos in adecuados para los n uevos pro- cambiantes, diversos y enfrentados. Más que de una historia po-
gramas, que repartían la Historia argentina en los cursos de se- lítica, se trata de una epopeya patriótica. No se ignoran los con-
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flictos, como los que dividen a unitarios y federales, pero siem- Esta incongruencia en un relato histórico que carece de una
pre quedan diluidos frente a un proceso mítico e integrador de perspectiva h istórica es el logro más destacado de los textos y,
con strucción , desin teresada, patriótica de la nación primero y probablemen te, un o de los tópicos más exitosamen te difun di-
del estado después. Ciertos personajes son criticados de un mo- dos a través del sistema educativo en general. La Historia argen-
do categórico por algún autor; pero n o tan to por la posición tina escolar opera menos como la explicación o el desarrollo de
propiamen te política, sosten ida en valores de la época, como procesos del pasado, que como un ritual pedagógico, de preten-
por su mayor o menor capacidad para encarnar la historia míti- dida base científica, necesario para cumplir con la prescripción
ca y unívoca de la epopeya nacional. de una educación patriótica destinada a la formación del “hom-
Paradójicamente, en unos textos en los cuales el mito del ori- bre argentino”.
gen nacional organiza toda la narración, este origen carece de
una manifestación empírica concreta.8 El gesto explícito de una La ocupación del territorio argentino
búsqueda arqueológica de la nación supone la traslación hacia En ausencia de una cultura indígena importante o de un ac-
el pasado de un a esen cia que, en sus rasgos determin an tes, se to ún ico de fun dación jurídica por parte de los españ oles que
considera completa y acabada desde el mismo momento en que pudiera ser convertido en referencia de la nación, el primer ele-
se aborda la primera página del manual y se identifica a los abo- mento que garantiza su existencia material en el pasado es el te-
rígenes “argentinos”. A partir de ese instante, esta esencia atra- rritorio, reconocible de un modo impreciso a partir de los lími-
viesa años y períodos, siempre igual a sí misma. La nación, que tes del actual estado argentino. El territorio es el principal, y por
funciona simultáneamente como sujeto protagónico y principio el momento único, camino para encontrar a la Argentina en el
último explicativo de todo el devenir histórico, es radicalmente pasado colon ial. Esta premisa puede ser observada reiterativa-
ajena a toda historicidad. Puede especularse que, de quedar es- men te en diferen tes pasajes de los man uales y en los propios
tablecido un origen con creto, la con siguien te h istorización de programas, que prescriben el estudio del “Descubrimien to y
la n ación h aría n ecesario pen sar en un a en tidad in completa y ocupación del actual territorio argentino” ( bolilla 1 del progra-
variable; pero esto es inconcebible en los manuales.9 ma de 1941) . Esto con trasta con otras h istorias n acion ales, co-
A partir de este criterio inicial es posible descifrar el modo mo la de Ch ile, don de la n ación esen cial aparecería completa
como se estructura el relato, pues la mirada cen trada en un a en el acto de fundación de la ciudad de Santiago por Pedro de
esencia inalterable debe ser compatibilizada con una narración Valdivia.10
que asuma una perspectiva cronológica. De este modo, van apa- En los libros de texto argen tin os, la elección de un fun da-
reciendo sucesivos momentos fundacionales; cada uno de ellos mento territorial tiene como primer propósito ofrecer un crite-
vuelve a inaugurar una entidad que, de todos modos, existe com- rio un ificador para sucesos que de otro modo aparecerían co-
pleta desde siempre. Las instancias de estas sucesivas inaugura- mo in con exos. El actual territorio argen tin o fue descubierto,
ciones rituales de la nación han sido establecidas canónicamen- ocupado y gobern ado desde distin tos cen tros admin istrativos
te por décadas de historiografía: la llegada de los españoles, su mayores, para los cuales estas regiones de frontera ocupaban un
organ ización admin istrativa ––en particular el virrein ato––, las lugar marginal. Sin embargo, es muy poco lo que se estudia so-
in vasion es in glesas, la crisis revolucion aria y la in depen den cia, bre esos centros principales, prefiriéndose atender a las subuni-
las luchas entre federales y unitarios, la organización del estado. dades administrativas instaladas dentro del actual territorio ar-
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gentino. En el manual de Ibáñez se busca resolver el problema y la evolución admin istrativa h asta la creación del virrein ato,
de la diversidad de orígenes que suponen las tres corrientes co- es h abitual que se utilicen mapas que destacan los límites ac-
lonizadoras: tuales de la Argen tin a.11
Una vez que la identificación del territorio ha permitido ex-
“Está plenamente comprobada la unidad, o mejor dicho, la vincu- trapolar la nación al período de la conquista y la colonización,
lación de las tres corrientes pobladoras de nuestro territorio ( …) los autores pueden in cluir los con ten idos formales de un a h is-
la obra civilizadora no derivó de un simple capricho, sino que se toria patriótica y moralizante:
llevó a cabo de acuerdo con un plan preconcebido” ( Ibáñez, 30) .
“El actual territorio argen tin o fue descubierto y colon izado por
El plan preconcebido, la obra civilizadora, funden la diver- hombres que penetraron por el norte ( desde el Perú) , por el es-
sidad en la unidad, al tiempo que ofrecen al mito nacional una te ( desde España) y por el oeste ( desde Chile) . Todos ellos mere-
base racional y progresista. Pero esta explicación es sólo un agre- cen nuestra admiración, porque para lograr su propósito tuvieron
gado a la de la unidad territorial, más destacada: con excepción que vencer las múltiples dificultades…” ( Etchart-Douzón, 19) .
del texto de Fernández Arlaud, que por su fundamentalismo ca-
tólico en cuen tra en la religión un a segun da señ al de un idad y La un idad territorial permite tran sformar a los protagon is-
continuidad, ni siquiera la cultura es utilizada como una marca tas en objeto del culto patriótico; se trata de uno de los registros
posible de identidad en el pasado. Para este autor, la continui- fun damen tales de la h istoria n acion al que se despliega en los
dad con la empresa religiosa con duce, además, a privilegiar el manuales.
período de los Habsburgo, por sobre el de los Borbones ilustra- El arraigo territorial de la nacionalidad no es un componen-
dos; en los demás manuales, en cambio, cualquier continuidad te original en la tradición historiográfica; sin embargo, a partir
espiritual con el pasado colonial sólo puede ser encontrada des- de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX la sensibilidad so-
de la llegada de los Borbones al trono español. bre esta cuestión se exacerbó por el ascenso de los análisis geo-
Además de ser la garan tía de la un idad del origen de la n a- políticos durante los años de la Guerra Fría, tal como se explica
ción , el territorio es exaltado como el compon en te primero y en el Capítulo 3. Las versiones escolares del pasado nacional re-
esen cial de la n acion alidad; por lo tan to, su men ción y su ima- gistran esta sensibilidad exacerbada: sus explícitos objetivos pe-
gen desempeñ an un papel prepon deran te en la defin ición de dagógicos, dirigidos a la formación de una conciencia nacional,
lo n acion al, tan to en el pasado como en el presen te. Así, es co- las hacen particularmente permeables a los componentes de sos-
mún leer frases como ésta: “[ San cti Spiritu] fue la primera po- pecha, paranoia y militarismo que caracterizan el discurso de la
blación de blan cos levan tada en tierra argen tin a; allí se culti- geopolítica. El territorio, fundamento de la nación y de su pasa-
vó por primera vez en n uestro suelo” ( Astolfi, 5) . La reiterada do, es también un territorio amenazado.
utilización del posesivo nuestro refuerza el efecto de iden tifica- Para comprender este razonamiento, es preciso subrayar que
ción d el lector con el p asad o y con el territorio. Este efecto la cuestión territorial sufre una radical deshistorización. Una de
también se en cuen tra presen te en un despliegue cartográfico sus con secuen cias es la primera defin ición del nosotros y los ex-
que tien de a asociar la n acion alidad con un determin ado con - tranjeros en un juego de asociaciones positivas y negativas cons-
torn o gráfico: para el estudio de la con quista, la colon ización truidas a partir de ese territorio. La asociación positiva se da con
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España: incluso en la pluma de autores no hispanistas, la presen- se traspasaban territorios con total libertad, se an alizan con el
cia de peninsulares en el territorio denominado argentino esta- len guaje territorial propio de los modern os estados-n ación .12
blece una continuidad indiscutible entre el Imperio español y la Esto supon e un a n otable con fusión acerca de la fun ción que
actual República Argen tin a. El mecan ismo de esta asociación los territorios ten ían para estas mon arquías; sobre todo, se in s-
identitaria se basa en una concepción nunca explicitada por los tala y con sagra en el pasado más lejan o un a mirada crispada,
autores, pero que resulta fundamental para comprender su ra- basada en el irreden tismo territorial, es decir, en la idea según
zon amien to. Con siste en la an acrón ica atribución de todos los la cual un territorio perten ece in discutiblemen te a un a n ación
rasgos de los modern os estados n acion ales ––en cuan to forma por ser un compon en te esen cial de ella, ya sea por razon es h is-
de organ ización del poder político de los estados y de las rela- tóricas, de len gua, de raza o cualquier otra similar.
ciones que se establecen entre ellos–– a los estados anteriores al Así, las potencias extranjeras son naturalmente agresivas y ex-
siglo XIX, momento en que aparece históricamente esta moda- pansivas, una afirmación fácil de probar empíricamente en ple-
lidad de organización estatal. Este recurso, que es la condición no período de expansión colonial, si se comparten esos supues-
misma del an álisis en el caso argen tin o, se reproduce en cual- tos. Por su parte, el Imperio españ ol resulta ser siempre un
quier otro caso, ya se trate de la monarquía española, de sus ri- estado pacífico y agredido, que sólo defien de sus derech os in -
vales ––como las monarquías británica o portuguesa–– o, como dudables; se trata de una certidumbre mucho menos evidente,
se verá, de las restan tes naciones que forman parte del Imperio en ese mismo con texto, pero que en los man uales se defien de
español en América. con in gen ua con vicción . En primer lugar Portugal ––que con
Si la n ación españ ola es, al men os en parte, la n ación ar- n aturalidad se tran sforma en Brasil, y en men or medida Gran
gen tin a, portugueses y britán icos son n ecesariamen te extran - Bretaña y Holanda, hacen su ingreso en los manuales como eter-
jeros. El programa de H istoria argen tin a utilizado desde 1956 nos culpables, con ocultos intereses que se materializan en pre-
titula la descripción de las in cursion es de h olan deses, in gle- tensiones territoriales. La utilización de los principios territoria-
ses y portugueses sobre el territorio ocupado o reclamado por les irredentistas en la explicación del funcionamiento de la mesa
el Im p erio esp añ ol com o los “am agos extran jeros”. Los m a- de negociación de las monarquías, es uno de los procedimien-
n uales an alizados usan casi siem pre este m ism o giro u otros tos más incongruentes de las miradas nacionales del pasado. Sin
similares, como por ejemplo: “Los amagos extran jeros sobre embargo, su éxito en el sen tido común sobre el pasado n acio-
n uestro territorio” ( Fern án dez Arlaud, 65) o “In cursion es ex- n al es in dudable: n o sólo es h abitualmen te usada por h istoria-
tran jeras en el Río de la Plata” ( Miretzky, 118) . Esta versión es dores y autores de manuales, sino también en ámbitos políticos,
defin itivamen te un án ime cuan do se trata de afirmar los dere- diplomáticos y militares.
ch os de la mon arquía españ ola sobre las islas Malvin as. De es- El territorio asimismo permite diferenciar a la Argentina de
ta m an era, los con flictos y las rivalidades en tre las poten cias las otras naciones pertenecientes al Imperio español. El relato va
mon árquicas, duran te la expan sión ultramarin a del n úcleo eu- siguiendo los sucesivos cambios de la administración colonial so-
ropeo de los siglos XVI a XVIII, son estudiados en un a clave bre el actual territorio argentino; como se ha visto, esto obliga a
an acrón ica, completamen te ajen a a su tiempo. Los frecuen tes los autores a describir fragmentos muchas veces marginales de
acuerdos y desacuerdos militares y diplomáticos, las in trin ca- un idades admin istrativas mayores, cuyas sedes se en con traban
das n egociacion es en los que las mon arquías de base din ástica lejos de esta unidad territorial. Esta curiosa mirada tiene como
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con secuen cia la in mediata n acion alización ––y la con siguien te ciones indigenistas que circulan en nuestros días. Mientras que
extranjerización–– de lo que hoy son Chile, Paraguay, Perú y el éstas se basan en el reconocimiento de sus diferencias e identi-
Uruguay. La clave territorial que permite n acion alizar la h isto- dades étnicas, en los manuales se trata de extender la idea de la
ria colonial argentina, a la vez nacionaliza la de los actuales es- homogeneidad nacional a cualquier zona posible de un pasado
tados limítrofes ––o mejor dicho, la de las administraciones que identificado simplemente por la ocupación del “territorio argen-
en mayor o menor medida coinciden con sus territorios actua- tino”. La ausencia de una cultura autóctona desarrollada ––al es-
les––, cuya entidad se construye especularmente sobre la propia tilo de las que se atribuyen a México, Bolivia o Perú–– impide
imagen de la nacionalidad argentina. Esta mirada, común en los que la nacionalidad argentina incorpore rastros del mundo in-
textos de Historia argentina que circularon hasta 1978, desapa- dígena: la nacionalización de las poblaciones autóctonas es re-
rece en parte en los posteriores, pues al incorporarse la historia sultado exclusivo de su presencia en el territorio nacional.
nacional en una historia general con centro en Europa, se pres-
ta más atención a la organización de toda la administración es- El virreinato argentino
pañola en América. Al llegar al momen to de la creación del virrein ato, los tex-
Más que una historia administrativa, los manuales siguen la tos comienzan a realizar con mayor facilidad la traslación al pa-
senda a través de la cual los territorios argentinos van unificándo- sado del principio de nacionalidad. La estructura narrativa esta-
se naturalmente bajo una única administración, proceso que cul- blecida postula diversas y sucesivas fundaciones de una entidad
minará con la creación del virreinato. La clave territorial de la esen cial, la n ación , que sin embargo es con cebida como com-
presencia de una nación en el pasado también tiñe las miradas pleta antes de esos momentos fundantes. De acuerdo con ella,
sobre los grupos indígenas precolombinos. Nuevamente, los lí- la organización administrativa de 1776 le da a la nación una nue-
mites del actual estado argentino sirven para recortar el univer- va partida de nacimiento; a partir de ese momento, el territorio
so de los grupos que quedan dentro o fuera del manual. Para Et- se asocia con un principio jurídico-político para conformar una
ch art-Douzón , éstos son los in dígen as que “poblaron n uestro unidad invulnerable. Debido al carácter eminentemente políti-
territorio” ( 9) ; para Fern án dez Arlaud, “los in dios que h abita- co de estos relatos del pasado, la autoridad centralizada en Bue-
ban estas tierras” ( 9) . Tampoco en este caso se trata sólo de un nos Aires permite sostener el mito de los orígenes de un modo
simple recorte. Si las poblacion es in dígen as son autócton as res- más sólido y n atural. Para Fern án dez Arlaud, la creación de
pecto del territorio argen tin o, ¿n o deberían compartir la n a- “nuestro virreinato” supone la definitiva implantación del prin-
cion alidad y ser parte de ella? De esta man era, el gen tilicio se cipio de “integridad geográfica” ( 71, 73) que se refuerza por la
extien de del territorio a las mismas poblacion es: así, Ibáñ ez definitiva incorporación de las zonas del Tucumán y Cuyo. “Evi-
men cion a a los “in dígen as rioplaten ses” ( 8) , Rampa y Drago a dentemente, la cordillera separaba de Chile a los cuyanos y Car-
los “aborígenes argentinos” ( 89 y 69) y Drago recurre al integra- los III, al crear el virreinato, así lo comprendió” ( Fernández Ar-
dor “nuestros indígenas” ( 70) . Para Fernández Arlaud, la condi- laud, 40) . La unidad territorial es previa al acto de creación de
ción de incorporación de los indígenas a la nacionalidad es ade- la unidad administrativa, y en todo caso, esta última se concre-
más el resultado de la obra misionera de los clérigos ( 9) . tó naturalmente apenas tal evidencia fue reconocida por quie-
En todos los casos, esta incorporación de las poblaciones au- n es ten ían la capacidad para defin ir límites admin istrativos en
tóctonas a la nación está muy lejos de asimilarse a las reivindica- América.
56 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 57

Esta nueva fundación de la nacionalidad vuelve también so- el momento en que los habitantes de esta unidad territorial y po-
bre la visión de la extranjeridad agresiva de ingleses y portugue- lítica adquieren con cien cia de su perten en cia. Otra vez es un a
ses: se insiste en que las razones geopolíticas y las amenazas te- agresión extranjera la que permite la nueva fundación de la na-
rritoriales extranjeras fueron determinantes para la decisión de ción. Aunque para la visión de los manuales la identidad de los
la corona. La materialidad jurídica de la nación argentina nace h abitan tes n o es un requisito in dispen sable para su existen cia,
de un gesto de sospech a h acia los extran jeros: en el texto de igualmente celebran el momento en que esta identidad se mani-
Rampa, la sección correspondiente se titula “Fundación del Río fiesta. Según Lafon t, “las in vasion es demostraron a los propios
de la Plata: una medida impuesta por la geopolítica” ( 288, bastar- americanos su valor como colectividad” ( 32) ; para Astolfi “reve-
dilla nuestra) . laron a los criollos su importancia como pueblo” ( 104) ; Etchart-
En este punto se abre una nueva dificultad que se manifes- Douzón dicen que “el pueblo adquirió en ellas conciencia de su
tará plen amen te en los apartados siguien tes: la iden tificación valor” ( 99) ; para Ibáñez, “el pueblo adquirió conciencia de sus
del virrein ato con la Argen tin a, en un esquema en que la ten - propias fuerzas” ( 115) ya que “era eviden te que sólo el pueblo
sión por el territorio es tan marcada, expande de un modo por mantenía la gloria del triunfo sobre los ingleses” ( 105) . Hay una
demás arbitrario los límites nacionales, que hasta ese momento idea central: un pueblo identificado con una nación que adquie-
habían permanecido dentro de las fronteras actuales. El virrei- re conciencia de sí mismo; también resultan significativos los ad-
nato con sede en Buenos Aires ofrece una primera realidad ju- jetivos atribuidos al pueblo, ya que despliegan todo el repertorio
rídica al mito territorial, pero esta realidad incluye territorios de de la grandeza nacional: fuerte, importante, valeroso, glorioso.
otros futuros estados: en términos generales, los textos aceptan Pero también se advierte que las invasiones no crean un pueblo
esta repentina expansión con natural orgullo, y esto se transfor- con estos atributos; sólo lo hacen consciente de su existencia. Co-
mará en la base de un nuevo mito, que se desplegará a raíz del mo cualquier otro componente de la nacionalidad, el pueblo no
estallido revolucionario. tiene un origen histórico concreto sino que siempre estuvo pre-
En varios manuales, la creación del virreinato es la ocasión sen te. Como afirma Ibáñ ez, las in vasion es fueron “un sacudi-
en que se desarrollan algun os pun tos, breves y margin ales, so- mien to en el espíritu aletargado de los h abitan tes del Plata”
bre economía y cultura. En ellos puede observarse la aparición ( 115) : el pueblo estaba allí, sólo faltaba que una gesta sacudiera
de ciertos rasgos también atribuidos a la nacionalidad, en parti- su letargo.
cular la aparición de la economía pastoril y de la figura del gau- Si en términos generales las invasiones son el momento en
cho. Pero, a tono con los ejes eminentemente políticos de estos que una nación ya existente adquiere conciencia de sí misma, es-
textos, se trata de elementos secundarios. ta revelación se alimenta de una serie de contenidos concretos.
El primero de ellos, y tal vez el más frecuentemente citado, es la
Los argentinos enfrentan las invasiones inglesas definitiva separación de la nación respecto del ser español. Esta
Las invasiones inglesas desempeñan un papel fundamental separación se manifiesta en el par que ocupará un lugar central
en la construcción del mito de la nacionalidad: así como la uni- h asta 1820: criollo/ españ ol. La iden tidad criolla es un a con di-
dad territorial es un supuesto ahistórico de partida, y la creación ción elemental de la nacionalidad, y en adelante ambos concep-
del virreinato permite identificar un momento donde se mani- tos funcionan como sinónimos. Es la aparición del “alma criolla”
fiesta la presencia política de la nación, las invasiones inglesas son ( Lafont, 28) que de aquí en más se alzará contra el “mandón eu-
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ropeo” ( Lafont, 29) ya que “el elemento nativo se organizó mili- la conciencia, se materializa ahora en la creación de gobiernos
tarmente y ( …) desde entonces surgió el antagonismo entre es- propios e independientes. Esta situación reviste una especial im-
pañoles y criollos” ( Etchart-Douzón, 99) . Hasta las invasiones, la portancia ya que, para la idea moderna de la nacionalidad, la in-
existencia de estos dos bandos y de sus antagonismos apenas si dependencia estatal constituye, si no una condición excluyente
había sido esbozada; sin embargo, una vez que el ser criollo se ha de la nación, al menos uno de los atributos fundamentales que
asociado a la nación, no importa mucho rescatar un origen ma- distingue a las naciones completas de aquellas que no lo son del
terial o real para esta forma de identidad, sino simplemente cons- todo.13 Los diez años que van de 1810 a 1820 ofrecen, además,
tatar su manifestación como una esencia nacional. el escenario por excelencia de la epopeya nacional: se observa
La extensión natural de esta idea es la aparición de la volun- la presencia de un único gran objetivo que mueve todos los hi-
tad de independencia. La única excepción es el manual de Fer- los de la historia. Aunque la epopeya reconoce un alto grado de
nández Arlaud, que no coincide con la tónica general; para él, las popularidad, y por momen tos su actor puede ser un gen érico
invasiones inglesas no derivan en ningún tipo de ideal indepen- “pueblo”, “criollos” o “patriotas”, por lo general se trata de acto-
dentista: de esta forma comienza a delinear su hipótesis sobre la res individuales elevados a la categoría de próceres, cuyos actos
continuidad esencial entre España y la nacionalidad argentina, son gloriosos y transmiten su grandeza al futuro. Los lectores de
que tiene su eje en la religión católica. Por otra parte, para Fer- los manuales se ven limitados a rendir culto a una gran época y
nández Arlaud la idea de independencia nacional no podría es- a cada uno de sus actores, y a saber interpretar sus enseñanzas
tar asociada con el libre comercio ––un origen demasiado mate- para poder aplicarlas en un presente que vive el legado de una
rial––, tal como lo sostienen los libros de texto restantes. nacionalidad que no está en discusión, pero que nunca alcanza
El último contenido al que suele aludirse es el carácter de- el grado de per fección del período mítico.
mocrático de la nacionalidad argentina, que también tendría su Aunque el relato transita siempre sobre una clave eminente-
expresión durante las invasiones. Leemos entonces en el manual mente político-militar, la política en sentido estricto se conside-
de Lafon t que las in vasion es “tuvieron un a con secuen cia emi- ra completamente ajena al período. Con excepción del libro de
n en temen te democrática, al brin dar al pueblo porteñ o la oca- Fernández Arlaud, donde los patriotas más radicales o jacobinos
sión de manifestar por vez primera su soberanía” ( 33) ; o en As- son ampliamente criticados, la denominación de “patriotas” con-
tolfi, que el Cabildo abierto del 14 de agosto es “la primera vierte a todos los actores en los personajes de una epopeya que
manifestación de la democracia argentina”; y en Drago, que es se desarrolla en un único sentido posible. Esto no significa nece-
la “imposición de la volun tad popular ( …) primera man ifesta- sariamente que los autores no adviertan la existencia de las dife-
ción de la democracia argentina” ( 283) . La utilización del gen- rentes facciones; en este caso se recurre a una mirada condescen-
tilicio n o permite n in gun a duda sobre el carácter in con trasta- diente: se trata de explicar que cada grupo buscaba el bien de la
blemente nacional de la democracia. patria por caminos que eran apenas un poco diferentes. Minimi-
zando el sentido de los conflictos, se destaca la causa común. En
El período revolucionario y la “nación desgarrada” algunos textos, el gesto de incomodidad es explícito: puede leer-
La serie de sucesos abiertos en Mayo de 1810 marca el mo- se entonces que las derrotas posteriores a Suipacha se deben a
mento de la definitiva consagración de la nacionalidad. Lo que que “en las filas patriotas ( …) se infiltró la política, formándose
hasta entonces existía en el territorio, en la administración y en bandos de morenistas y saavedristas” ( Etchart-Douzón, 120) . Pa-
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ra el relato de la epopeya, la política entendida como lucha de revolución sólo inaugura un “fenómeno político de segregación
faccion es es disolven te y suele ser el origen de la derrota de la natural, por lo tanto, inevitable” ( Astolfi, 113) , una “revolución
causa patriota. Por otra parte, la idea de que la política se infiltra legal que puso fin a la dominación española en nuestro país: en
supone, por la ausencia de un sujeto que la encarne, una imagen esa gloriosa jornada, el pueblo, representado por sus más carac-
de irrupción de algo que es ajeno a la nacionalidad y al patriotis- terizados vecin os porteñ os, reasumió su soberan ía y dispuso la
mo: ni los patriotas saavedristas, ni los patriotas morenistas tie- cesación de las autoridades pen in sulares” ( Drago, 306, b/ n ) .
nen estrictamente que ver con esta irrupción. Luego, Fernando VII “nos declaró ‘rebeldes’ ( …) . Nuestro país,
El amplio despliegue de las campañas militares, habitualmen- ante tamaña incomprensión, declaró en 1816, su total indepen-
te acompañadas por ilustraciones y cartografía, ofrece la posibi- dencia” ( Drago, 329) : ruptura de la dominación española, pero
lidad de representar el momento supremo de defensa de la pa- a la vez continuidad de “nuestro país” ––el del autor y el de los
tria y de la exaltación del sentimiento de la nacionalidad. Ésta es lectores del manual–– que es el sujeto preexistente que se pro-
una tendencia que va de la mano con el paulatino avance de una clama libre.
versión militarizada de la historia, que en la Argentina cristaliza Fernández Arlaud presenta la imagen menos habitual de los
a partir de los años treinta. La batalla permite materializar, me- años revolucionarios, porque se apoya en la idea de un movimien-
diante el lenguaje y las imágenes, la oposición que ofrece el sen- to político de raíz hispánica, y se opone a cualquier intento de fi-
tido de iden tidad y perten en cia: argen tin os/ criollos/ patriotas liarla con las ideas de la Ilustración, como es habitual en otros li-
enfrentados a los realistas/ peninsulares/ españoles. Por esta ra- bros de texto:
zón, las escaramuzas en las que se enfrentan unos pocos cientos
de soldados mal pertrechados se transforman en réplicas nacio- “Tres siglos de dominación hispánica conformaron la idiosincrasia
nales de Austerlitz o Waterloo, y los improvisados generales son de los hombres que actuaron en los sucesos de Mayo. Estos sucesos
presentados como Napoleones. no fueron fruto de la improvisación, sino la consecuencia lógica de
La narración de los sucesos revolucionarios mantiene la ima- un largo proceso de crecimiento y maduración iniciado desde el mo-
gen de España como enemiga; no obstante, siempre se encuen- mento mismo en que los españoles llegaron por primera vez a es-
tra latente la convicción más profunda de una continuidad con tas tierras” (105, b/ n).
quien luego se convertirá en la Madre Patria. Los conflictos re-
volucion arios son vistos como el resultado de un a pasajera in - La tesis de la continuidad es necesaria para sostener su imagen
comprensión por parte de los peninsulares ––tal vez mal gober- de una nación católica: la revolución, el gran acontecimiento de
nados por un rey poco brillante–– hacia los patrióticos anhelos la nacionalidad, no puede ser filiado con un movimiento intelec-
de los criollos. Esta incomprensión desaparece de los manuales tual de corte racionalista y mundano. Una consecuencia de esta
en cuanto se dobla la página de la batalla de Ayacucho. Más allá imagen es que los gobiernos revolucionarios nunca son asociados
de los matices acerca del grado de ruptura que implicó la revo- con la nación, sino simplemente con Buenos Aires ––a cuyos sec-
lución y la independencia, los textos escolares plantean una con- tores más radicales desprecia–– y los años posteriores a 1810 son
tinuidad fundamental entre el virreinato, la revolución y la na- caracterizados como una guerra civil. El texto de Fernández Ar-
ción, basada en que, tal como se ha venido señalando, la nación laud está lejos de asemejarse a otros actualmente vigentes, que sos-
está defin itivamen te presen te desde el pasado colon ial. Así, la tienen ideas similares: sólo intenta mostrar una continuidad, basa-
62 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 63

da en el catolicismo, que acompaña a la nación, lo cual le permi- “El territorio en el cual se desen volvía el proceso h istórico n a-
te reafirmar la imagen de la nacionalidad preexistente.14 cion al h abía llegado, h acia 1830, a su exten sión casi defin itiva.
La con tin uidad en tre la colon ia y la n ación tien e un a im- Los 5.000.000 de kilómetros cuadrados ( h eredados del gobier-
portan te con secuen cia en la mirada sobre la cuestión territo- n o españ ol en In dias) se h abía reducido a 2.800.000, por el des-
rial: si el virrein ato es ya la Argen tin a, en ton ces es legítimo que m em bram ien to sucesivo del Paraguay, el Alto Perú y la Ban da
su territorio sea con siderado también argen tin o. Éste n o sólo O rien tal. ( …) la desintegración fue entonces concluyente. Estas
es un prin cipio con struido por los h istoriadores, sin o un argu- con siderables pérdidas se agravaron con otra ––en 1833–– cuya
men to estatal, fun damen tal duran te la segun da mitad del si- permanente repercusión jurídica y moral no dejó de crecer en im-
glo XIX, cuan do el n acien te estado argen tin o em pren dió la portancia: la de las islas Malvinas. ( …) el territorio nacional se ha-
tarea de iden tificar un territorio de domin io exclusivo y exclu- bía reducido en dos quintos” ( Rampa, 53) .15
yen te; argumen to utilizado también por los otros países h ispa-
n oamerican os. La con tin uidad de derech os resultó ser el prin - La con tin uidad atribuida en tre el Virrein ato del Río de la
cip al razon am ien to fren te al con cierto in tern acion al. La Plata y una única nación ( la Argentina) tiene su base fundamen-
h istoria argen tin a elaborada en esta misma época ––y por los tal en el territorio. Con la revolución, el razonamiento se torna
mismos protagon istas de la con strucción de este estado–– re- circular: dado que se ha escrito una historia donde la identidad
tomó a esta razón jurídica y la con sagró como parte de las ex- territorial permite la asociación entre el virreinato y la Argenti-
plicacion es del pasado. Duran te el siglo XX, la tesis de la con - n a, en ton ces es totalmen te legítimo que el territorio virrein al
tin u id ad d e d erech os jam ás fu e revisad a y sigu e sien d o u n sea considerado un componente original de la nación.
importan te sostén para los reclamos de soberan ía, como el de La imagen de la nación desgarrada tiene varias consecuencias.
las islas Malvin as. La primera es que la Argentina es una eterna perdedora de terri-
Cuan do se pasa del argumen to jurídico a la n arración del torios frente a sus vecinos. La segunda, que las otras naciones de-
pasado n acion al se en cuen tra rápidamen te la eviden cia de su ben, en parte, su propia existencia a estas pérdidas. La tercera,
naturaleza ficticia: de la desestructuración del virreinato no na- que hay una cierta grandeza moral en la actitud de los argentinos,
ce una nación, sino al menos cuatro ––Uruguay, Paraguay, Boli- que aceptan resignados sus desgarros para asegurar la existencia
via, Argen tin a––, y además, parte del territorio virrein al se re- de los demás. La última, que se desprende de la anterior, asegura
parte entre otras dos: Brasil y Chile. Tampoco estos nacimientos que si la misma entidad como nación de los países vecinos se de-
son el resultado automático de la desestructuración. La solución be en parte a esta muestra de buena voluntad, cualquier reclamo
a este problema no es la revisión de la hipótesis, sino la creación ––en especial los limítrofes–– no sólo constituye una injusticia, si-
de una imagen complementaria que hace de la Argentina, aso- no también un acto de profundo desagradecimiento.
ciada al virreinato, una nación que ha venido perdiendo lo que, El desgarro y las deudas ajenas organizan la mirada sobre el
sin duda, le correspondería frente a otras naciones: he aquí de- Alto Perú y el Paraguay. En el segundo caso, es notable la persis-
lineada la imagen de la “nación desgarrada”, nueva lente a tra- tencia de una imagen que, luego de hacer referencia a la fraca-
vés de la cual, en adelante, se construirá parte del relato sobre sada expedición militar de Belgrano, recuerda exultante su éxi-
la nacionalidad argentina: to ideológico: “los jefes y oficiales paraguayos imbuidos en los
principios liberales que los argentinos sustentaban” (Etchart-Dou-
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zón, 123, b/ n) . De todos modos, en una historia donde lo mili- lívar, ún ico person aje comparable–– n adie puede exh ibir de
tar prima por sobre las ideas, el fracaso militar y la consecuente un modo tan per fecto y acabado.
“pérdida” del Paraguay no transmiten la misma dosis de heroís- La Banda Oriental remite a un problema diferente, en tan-
mo que otros acontecimientos. En referencia al caso del Alto Pe- to involucra a una figura polémica como José Artigas, junto a las
rú, la sen sación de derrota militar y pérdida carece in cluso de eternas naciones agresoras, Gran Bretaña y Portugal/ Brasil. La
este consuelo: “El Alto Perú quedó definitivamente perdido pa- historia de los manuales escolares oscila entre la incorporación
ra las Provincias Unidas del Río de la Plata” ( Astolfi, 192) , o “La de Artigas al panteón de los próceres nacionales y su radical ex-
derrota de Huaqui fue un desastre nacional, ya que ocasionó la clusión, en ambos casos, con argumentos igualmente válidos des-
pérdida de las provin cias del Alto Perú, que jamás volvieron a de la perspectiva del mito de los orígenes. Esta perplejidad pue-
unirse a la Argentina” ( Drago, 314) . De todos modos, siempre de diferen ciar un libro de texto de otro, pero en gen eral se
se destacan los esfuerzos h ech os en cada un a de las campañ as in stala in con scien temen te en el in terior de cada un o de ellos:
para liberar estos territorios del dominio realista. Artigas se asocia con la Argentina cuando el conflicto se estable-
El caso ch ilen o despliega la versión más acabada del estilo ce con los realistas y, fun damen talmen te con Portugal/ Brasil,
autolaudatorio, lo que acrecien ta la m agn itud de la deuda y pero se tran sforma en un extran jero uruguayo cuan do el pro-
las con secuen cias del desgarro n acion al. A la exten sión del ac- blema se plantea entre el caudillo y el gobierno de Buenos Ai-
tual estado ch ilen o sobre region es con sideradas parte del vi- res. Drago, por ejemplo, asegura que Artigas “defendía como el
rrein ato se su m a la ep op eya d e San Martín , qu ien ya en los que más la integración argentina”, porque “insistía en mantener
añ os cuaren ta y cin cuen ta del siglo XX se h abía tran sforma- la argen tin idad, pero respetan do los derech os region ales”, lo
do en el prócer máximo de la n acion alidad argen tin a. Por esa que lo transforma en un verdadero “Héroe de la argentinidad”
razón , la n arración de los con flictos limítrofes con Ch ile apa- ( 372, 375, 423) . Esta imagen es compartida prácticamente por
recidas h acia fin es de siglo XIX tien en un cierto ton o de re- la totalidad de los manuales aunque en un tono más moderado;
proch e por la desagradecida respuesta. H asta la reforma cu- por ejemplo, se abstienen de acusar al gobierno del Directorio
rricu lar d e 1979, las cam p añ as d e San Martín m erecen u n por lo que algunos llaman su complicidad con la invasión por-
capítulo especial en los textos, dedicados a detallar h asta las tuguesa. Sin embargo, en ellos Artigas aparece también como el
men ores cuestion es militares. Se trata de la expedición de un jefe de un estado que, aunque no se lo dice explícitamente, es
h éroe o prócer in dudablemen te argen tin o que ––ejemplo de considerado extranjero. La paranoia reaparece y Artigas es vis-
la in fin ita gran deza y despren dimien to que caracteriza a esta to como un jefe extranjero, agresivo y expansionista que invade
n ación ––, decide luch ar por la in depen den cia de los países ve- y atenta contra territorios soberanos argentinos: “…el Director
cin os. San Martín “con sideraba a los países de América como impuso para acceder el previo reconocimiento de la soberanía
Estad os h erm an os. ( …) esta visión con tin en tal d e la gu erra argentina en la zon a domin ada por Artigas” ( Etch art-Douzón ,
con tra la metrópoli con stituye un rasgo del gen io san martin ia- 202, b/ n ) . Rampa acusa a Artigas por su “política expan siva y
n o” ( Astolfi, 219) : parte de la gen ialidad san martin ian a h abría agresiva” ( 461) .16
con sistido en su visión american ista de la in depen den cia. Le- La mirada sospech osa sobre el Uruguay tien de a desapare-
jos de h acerlo men os argen tin o, da a esta n acion alidad un bar- cer en el momento de la derrota de Artigas; pero el proceso de
n iz de despren dimien to que ––con la relativa excepción de Bo- su in depen den cia vuelve a pon er en primer plan o la cuestión
66 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 67

británica, y especialmente la brasileña. En ocasión de la guerra ve, los manuales siguen un camino ya consolidado por la Nueva
de 1829, Brasil vuelve a ser el país con la valoración negativa más Escuela, consistente en la incorporación de los caudillos federa-
consensuada y contundente. Como ya se ha visto, esta creencia les al panteón histórico, como defensores de la nacionalidad y
favoreció una consideración que, desde los primeros descubri- la soberan ía. El caso más relevan te y paradigmático es, previsi-
mien tos europeos, h a h ech o de Portugal/ Brasil un extran jero blemente, el de Juan Manuel de Rosas: si bien no siempre desa-
peligroso y agresivo. Son aún más duros aquellos textos de abier- parecen las críticas por su autoritarismo o su resistencia a orga-
ta simpatía con los caudillos federales: a través del ataque a Bra- n izar un gobiern o n acion al, todos recon ocen su acción en
sil se busca en ellos denostar además a Rivadavia. Las opiniones defensa de la soberanía. Para ello, se construye una historia del
sobre el Brasil no son muy diversas; por ejemplo, Etchart-Dou- período que siempre separa tan tajante como arbitrariamente,
zón acusan a los caudillos federales por su escaso apoyo al go- bajo distintos títulos, los temas políticos “internos” ––en especial
bierno nacional durante la contienda: un esquema simétrico al los levan tamien tos armados–– de los “extern os”. Los primeros
de autores como Fernández Arlaud o Drago, que adhieren a va- pueden dar pie a la crítica al autoritarismo rosista; los segundos,
lores revision istas. En ambos casos, el argumen to es el mismo: en cambio, permiten desplegar las razon es patrióticas vin cula-
Brasil es una nación agresiva, al tiempo que la valoración positi- das con temas que hacen a la soberanía. En el primer caso, pue-
va o negativa sobre los personajes locales se define en relación de haber diferencias, dudas o reproches; en el segundo, sólo una
con su aporte a la victoria, finalmente escamoteada. cerrada defensa del bien común afectado; unos y otros apenas
El mito de la nación desgarrada, que comienza a iluminar la tienen alguna relación en estos textos.
historia nacional a partir de la epopeya abierta en mayo de 1810, Este esquema aparece, por ejemplo, cuando se tratan los blo-
sienta las bases de una mirada sobre la nacionalidad propia, do- queos an glofran ceses, y muy especialmen te en relación con el
minada por la grandeza moral y el desprendimiento. La Argen- tratamiento de la batalla de la Vuelta de Obligado. Un texto cla-
tina, libertadora de otras naciones y sostenedora de una razón ramente antirrosista destaca que el intento frustrado de detener
histórica de indudable grandeza, aparece como el sujeto prota- a los navíos ingleses que remontaban el Paraná fue una defensa
gónico y unívoco de un relato centrado en temas políticos, béli- del mon opolio del puerto, pero in mediatamen te asegura tam-
cos y territoriales. Sobre esta base se recortará, en adelan te, la bién que “Rosas aparece defendiendo enérgicamente la sobera-
visión que enfatizará la sospecha sobre los otros. nía nacional ante las pretensiones extranjeras de disponer de li-
bre trán sito en los ríos in teriores” ( Miretzky, 45) . Fern án dez
Los años de la anarquía Arlaud, más favorable a Rosas, asegura que el gobern ador de
Fin alizados los añ os de la revolución y las guerras de in de- Buenos Aires tenía “un concepto fuertemente telúrico de la pa-
pendencia, dos elementos estructuran las explicaciones y evalua- tria; de ahí que considerara como traición todo intento de esci-
ciones de los textos sobre la época que se cierra en 1852. El pri- sión territorial” ( 351) , para luego concluir:
mero es la idea de que la nación se encuentra definitivamente
constituida y sólo se asiste a debates y luchas para definir su for- “( …) cualquiera sea la opinión que merezca el férreo gobierno de
ma de gobierno; el segundo, que la defensa de esa nacionalidad, Rosas en el plano interno, es evidente que defendió brillantemen-
en términos de su soberanía territorial, resulta ser un elemento te nuestra soberanía contra la injusta agresión extranjera. No fue
definitorio para la ponderación de los protagonistas. En esta cla- igual la actitud de algunos ofuscados adversarios ideológicos que
68 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 69

se aprovech aron de las guerras in tern acion ales para un irse a los dign o de la Con federación Argen tin a rein corporar Tarija por
agresores ( …) sin tener en cuenta que favorecían a las corrientes la fuerza” ( Ramallo, 19) .
colonialistas europeas” ( 363) . Como contrapartida de la grandeza moral vernácula, apare-
ce la fundación chilena de Puerto del Hambre o Punta Arenas
Sobre finales del período, otro manual que trata a Rosas con en 1843. Este acontecimiento es la primera manifestación con-
simpatía asegura: creta de la nueva perspectiva limítrofe que, en adelante, regirá
todas las consideraciones dedicadas a Chile en los manuales es-
“( …) esta Con federación , cuyo artífice fue el gobern ador de la colares. No sólo se asegura que “Ch ile exten dió su ocupación
provincia de Buenos Aires, no se organizó por una asamblea cons- hacia la Patagonia” ( Astolfi, 336) , o que procedió a la “toma” de
tituyente, sino empíricamente, o sea a través de la experiencia; y Punta Arenas ( Miretzky, 42) ; también se acusa a la nación agre-
se basó en la defen sa del territorio y de los in tereses n acion ales sora de haber aprovechado la debilidad de la Argentina, en mo-
amenazados por potencias europeas ( …) ” mentos en que se producía el bloqueo anglofrancés, para tomar
posesión del estrecho de Magallanes ( Ibáñez, 403) .
y la batalla de Vuelta de Obligado “constituye un símbolo de la Aunque no se trata de una perspectiva general, sino sólo de
defen sa de la soberan ía con tra la agresión extran jera” ( Rama- una observación de los autores de simpatías revisionistas, es in-
llo, 20, 28) . teresante esta derivación de la imagen de Rosas como defensor
El fun damen to territorial de la n oción de defen sa de la so- de la soberanía, en la acusación a Urquiza por lo contrario:
beran ía se impon e como len te para observar los problemas con
otros estados, desplazan do o cubrien do cualquier otra posible “Rosas h abía domin ado todas las reaccion es un itarias: en largos
razón . Esto sucede en el relato de la guerra con tra la con fede- años de dura prueba resistió los asaltos de sus adversarios y deshi-
ración Peruan o-Bolivian a. Luego de un as breves alusion es a la zo con su h abilidad los plan es tortuosos de quien es preten dían
actividad de algun os exiliados an tirrosistas in stalados en Boli- disgregar el patrio solar. Un enemigo hubo, sin embargo, contra
via, se con sign a como causa del con flicto la con troversia por la quien Rosas se estrelló: el Brasil, quien, en sus trabajos de disgre-
soberan ía de la zon a de Tarija. La mecán ica se repite: es ah o- gación territorial llegó a propon er a Urquiza el recon ocimien to
ra Bolivia quien en carn a al “ambicioso vecin o” ( Ibáñ ez, 379) de la nueva nación” ( Fernández Arlaud, 454) .
que preten de un territorio argen tin o, lo que obliga a este últi-
mo país a in gresar en la guerra: por momen tos, los textos pa- Nuevamente es la ambición territorial del Brasil la causa de
recen in capaces de advertir otra razón para un con flicto que una desgracia local.
n o sean el territorio y los límites. An te la eviden cia, que los ma-
n uales alcan zan a registrar, de la escasa preocupación de Ro- Las Malvinas argentinas
sas por la cuestión de Tarija, el argumen to n o sólo n o es revi- La cuestión de las Malvin as es un tema recurren te, porque
sado, sin o que se descubre un a n ueva veta para demostrar la aparece prácticamente en la totalidad de los manuales y porque
gran deza moral de los argen tin os: “Rosas man ifestó que n o de- la temática, que se abre con el virreinato, se prolonga ––según
seaba posesion arse de parte algun a del territorio con siderado diversas estrategias de exposición–– hasta el momento de la es-
de su perten en cia por el país vecin o”. ( Ibáñ ez, 379) , “n o era critura de los manuales. Es, además, el más importante de todos
70 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 71

los conflictos internacionales que involucran a la Argentina, no Prácticamente la totalidad de los libros de texto se ocupa de
tan to por la magn itud del con flicto ––en comparación con la la h istoria de las islas an tes de 1810 con la in ten ción de subra-
guerra con el Brasil o con el Paraguay–– como por su carácter in- yar el origen y ejercicio de los derech os españ oles, y asegurar
sistente e inacabado. El tema Malvinas arrastra como ningún otro así la validez de los reclamos actuales de la Argen tin a. Aquí se
la prescripción de visiones, actitudes y comportamientos, para los man ifiesta el an acron ismo ya citado respecto de los modern os
autores y los lectores, en tan to miembros del cuerpo n acion al. prin cipios territoriales. Por otra parte, se man ifiesta un a pro-
Como sucede en todo conflicto abierto, dominan las argumen- gresiva in con gruen cia en tre la n arración que aparece en los
taciones de parte, que se van haciendo cada vez más sesgadas: se textos y los proclamados derech os españ oles. Al prin cipio se
trata de justificar un a situación de h ech o con argumen tos que trata de un relato expositivo: por ejem plo Astolfi ( 55) n arra
mezclan lo emotivo con lo tenido por científico, y entre otras, se los su cesivos acon tecim ien tos h asta la exp u lsión com p u lsiva
recurre también a la autoridad de la Historia. Esta actitud es co- de las islas de fran ceses e in gleses en el siglo XVIII, lo mismo
mún a ambas partes del conflicto; sin embargo, como se verá, los que Etch art-Douzón ( 57) . En cambio, Ibáñ ez los describe co-
posibles argumentos de la otra parte son absolutamente ignora- mo la expulsión de los “in trusos” por parte de los españ oles,
dos por la casi totalidad de los textos analizados. de “n uestras Malvin as” ( 61) , ign oran do, por ejemplo, la reser-
Éstos parten de un a premisa que en n in gún momen to es va de derech os realizada por los britán icos al ser expulsados.
puesta en duda, ni sometida a prueba alguna: los derechos de la Luego dice: “con este últim o episodio, el últim o país quedó
Argentina sobre las islas son obvios e indiscutibles. A la hora de en legítimo poder de las islas” ( 62) . Es in teresan te advertir el
exponer los conflictos, concurren cuatro características del dis- deslizamien to en tre la perten en cia a Españ a y el uso del pose-
curso de la nacionalidad: la preeminencia del criterio territorial; sivo nuestras.
la confusión entre la función de los derechos territoriales en los En el caso de Fernández Arlaud, la cuestión de las Malvinas
estados dinásticos y patrimoniales y en los modernos estados na- le permite destacar una vez más su visión prohispánica y antibri-
cion ales; la in con gruen cia en tre el relato de los acon tecimien - tán ica: in icialmen te los españ oles n o se in teresan por las islas,
tos anteriores a 1810 y los derechos incontrastables que España simplemente por “su ubicación”, mientras que los ingleses y ho-
ten dría sobre las islas; fin almen te, la poten cialidad autoritaria landeses las ignoran “ya que aparentemente carecían de rique-
de los discursos de la reivindicación territorial, que un verdade- zas codiciables” ( 68) . El espíritu de religión y aventura mueve a
ro argentino no puede discutir. los españoles, mientras que los ingleses sólo reaccionan ante las
El único manual analizado escrito en los años treinta (Lafont) tentaciones materiales. De todos modos, la ocupación de parte
prácticamente no se ocupa de esta cuestión. La reforma de 1941 de las islas por los fran ceses en 1764 es catalogada como un a
introduce el tema como ítem obligatorio, posiblemente como usurpación sin que se establezca ninguna razón: lo mismo dice
consecuencia del auge de los discursos nacionalistas antibritáni- de la ocupación británica a la cual opone “la innegable justicia
cos, y del militarismo que se difunde en estos años. Esta obligato- de los títulos exhibidos por el gobierno de Buenos Aires” ( 68) .
riedad es mantenida por la reforma de 1979, con el agregado del Las razon es de la in n egable justicia n o se expon en en n in gún
clima antibritánico que antecedió y sucedió a la guerra de 1982, momento.
que a su vez originó una mayor dedicación y un lenguaje más be- Los man uales posteriores a la reforma de 1979 man tien en
licoso e inflamado, presente durante toda la década de 1980. el tratamien to prioritario y prescriptivo del tema. También se
72 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 73

trata de sostener los indiscutidos derechos de España sobre las mentos ingleses a los que llama “sus derechos” ( 122) ; menciona
islas con frases como la que utiliza Rampa, “Las islas Malvin as, así el repudio a la autoridad pontificia y sus propias expedicio-
un descubrimiento español” (253). En contrapartida, los que an- nes, en particular la de 1690. De todos modos estos argumentos
tes eran exploradores extranjeros ahora se transforman en “pi- son descartados y el ítem se cierra recordando que en 1774 In-
ratas ingleses y holandeses” ( Drago, 101) . glaterra evacuó las islas como resultado de un acuerdo con Es-
En algunos casos ––tal vez porque se advierte la escasa contun- paña y que “a partir de 1810 pasó a integrar el territorio de Bue-
dencia de los argumentos, o quizá sólo por fuerza inercial–– se su- nos Aires” ( 123) . De todos modos, Miretzky no tuvo imitadores;
ceden olvidos significativos, como los cometidos por Drago, que en caso de conflictos, la razón de los argumentos argentinos se
afirma que luego de la retirada francesa e inglesa se produce el refuerza ignorando los ajenos.
reconocimiento de los derechos españoles, o Rampa que asevera Cuan do se pasa al acon tecimien to de 1833, el ton o de los
que “Los incuestionables derechos españoles sobre la región fue- textos se hace uniforme, alrededor de la idea de la usurpación.
ron ampliamente reconocidos” (255).17 Una de las frases más sig- Un ejemplo basta:
nificativas, en tanto resume buena parte de las preocupaciones de
los autores al tratar este tema, se lee en Miretzky (121): “El derecho argentino sobre las islas es permanente, pues ellas in-
tegran un a prolon gación de la plataforma con tin en tal patagón i-
“( …) nuestro patrimonio sobre el archipiélago de las Malvinas, en ca y nuestro país ha heredado de España los justos títulos de po-
el orden legal y hereditario, se basa sobre el derecho de prioridad sesión que defiende y sobre los cuales no hay ni puede haber ninguna
de descubrimien to, comprobado por la cartografía de los siglos duda” ( Ibáñez, 378, b/ n) .
XVI y XVII y en las concesiones pontificias de 1493 y 1494”.
Historia y geografía respaldan de forma científica, neutral y
La traslación al pasado de la identidad nacional cobra en es- contundente los derechos argentinos y justifican la calificación
te caso un sentido directo, al asimilarse nuestro derecho con el de los hechos de 1833 como una usurpación.
descubrimiento español. Además, se despliegan varias tesis, po- Luego de la reforma de 1979, la tesis de la usurpación tiene
co fundadas, que tienen gran fuerza en la opinión general. En derivaciones todavía más duras. Por ejemplo, para Rampa el tí-
primer lugar, la prioridad debida a un descubrimien to que en tulo más adecuado es: “La usurpación inglesa de Malvinas: un ac-
realidad, según se despren de de los mismos man uales, n i ocu- to pirático”, en el que predomin a “la fuerza sobre el dere-
rrió con seguridad ni fue seguido por algún tipo de ocupación. cho”( 35) . De todos modos, los argumentos de la continuidad de
En segundo lugar, la capacidad atribuida a los imprecisos mapas derechos y de la geografía siguen siendo los mismos. Una excep-
del siglo XVI y XVII como elemento probatorio en un conflicto ción , que matiza la imagen de In glaterra en relación con este
del pasado y de la actualidad. Finalmente, la aceptación de la au- punto, se registra en el manual de Miretzky ( posterior a la refor-
toridad papal como fuente de razón y derecho, desconociendo ma de 1979 pero anterior a la guerra de 1982) ; afirma que la re-
los innumerables conflictos religiosos que desde el siglo XVI se tención de las islas por los ingleses es apenas “una mancha en las
vinculan con la negativa de los estados a reconocerle al papado relaciones entre dos estados tradicionalmente unidos por sólidos
una autoridad universal. Miretzky, a diferencia de cualquier otro intereses comunes y una afrenta a la soberanía nacional” ( 29) .
manual analizado, dedica unas líneas para considerar los argu-
74 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 75

La organización nacional en defensa de la verdad. Sólo cuando es llevada por los otros a
Para un a h istoria con struida sobre el mito n acion al, el pe- una situación extrema, la Argentina responde con la firmeza ne-
ríodo de la organ ización se tran sforma en el momen to culmi- cesaria. Éste es el camino propuesto para abordar la Guerra del
n an te. La n acion alidad alcan za la totalidad de sus poten ciali- Paraguay, aun que más allá de los alin eamien tos de la Triple
dades a través de la organ ización y con solidación del estado. Alianza, las críticas se dirigen más a Brasil que al Paraguay. Para
Aun que el período n o alcan za el grado de un an imidad h eroi- buena parte de los libros de texto, Brasil es el responsable direc-
ca de la década revolucion aria, la aparición del ideal compar- to de la guerra. En uno se asegura que Paraguay incrementó y
tido de la nación moderna, civilizada y poderosa vuelve a colo- modernizó su ejército por estar rodeado de “naciones podero-
car a los lectores en un escen ario casi mítico. El relato de un sas o expansionistas” ( Rampa, 126) ,19 y en otro se advierte que
período cruzado por feroces con flictos políticos y facciosos se Paraguay se defendió del expansionismo brasileño, mientras que
recon struye en un a clave armon iosa que n i siquiera la disputa la Argentina carecía de todo interés en el conflicto y sólo inter-
entre Buenos Aires y la Confederación llega a alterar del todo. vino a causa de la ocupación de Corrientes ( Ramallo, 89) . Estos
El mito nacional encuentra así su broche definitivo: la Argenti- razonamientos se limitan a los problemas limítrofes. La comple-
na ya no es un a n ación más, sin o un a gran n ación , comparable ja política de in tereses que gira alrededor de la cuen ca riopla-
a las más importantes del mundo, un umbral en el que no ingre- tense y las afinidades políticas entre grupos de los diferentes es-
sa n in gún otro país latin oamerican o. El én fasis que pon en los tados escapan, por lo general, a su atención; en cambio, aflora
manuales en temas como el Panamericanismo o la doctrina Dra- reiteradamente la preocupación por la integridad territorial de
go apunta menos al reconocimiento de una comunidad latinoa- la nación.
merican a que a la celebración del lugar h egemón ico de la Ar- Las acusacion es con tra el Brasil prosiguen a lo largo de to-
gentina en dicha comunidad, sitio sólo comparable con el que da la guerra. Así, su impericia a la h ora de bombardear la for-
ocuparían los Estados Unidos. taleza de Curupaytí es la causa de los fun estos resultados para
En este con texto, se con solida defin itivamen te un a mirada las tropas argen tin as; se destaca la pacífica actitud de los argen -
sobre los otros con struida sobre un a perspectiva diplomática, tin os, que se man tien en al margen de la acción mien tras los
aten ta sobre todo a los problemas limítrofes: las n acion es ex- brasileñ os saquean la ciudad de Asun ción . Fin almen te, se in sis-
tran jeras sólo son men cion adas cuan do estalla algún con flicto te en la n egativa de la Argen tin a a sosten er reclamos territoria-
territorial. Esto sucede con los dos gran des episodios bélicos les, según el prin cipio de que “la victoria n o da derech os”, en
del período, la Guerra del Paraguay y la Con quista del Desier- con traste con las gan an cias del prepoten te Brasil que “impuso
to, y sobre todo, con las con stan tes referen cias a Ch ile. En con - sus directivas y trató de obten er ven tajas territoriales, a la vez
traposición , la mirada sobre la in migración , aun que escasa, es que se opuso a los reclamos de la Argen tin a basados en las cláu-
un án imemen te positiva: los aspectos n egativos sólo se vin culan sulas de la Triple Alian za” ( Ibáñ ez, 449) . La guerra del Para-
con los con flictos sociales, y en particular con el an arquismo.18 guay subraya la imagen de un a Argen tin a virtuosa, siempre res-
El modelo de an álisis de los con flictos in tern acion ales es petuosa de los derech os, pacífica, con traria a toda política
compartido: el origen se encuentra en la agresividad y la actitud expan siva y aten ta a las reglas de la legislación in tern acion al,
expansiva de los otros, a la que la Argentina responde siempre en oposición a su vecin o brasileñ o, que en carn a todos los prin -
con acciones pacíficas, respetuosas del derecho internacional, y cipios con trarios.
76 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE H ISTO RIA: EL RELATO DEL PASADO 77

También es sign ificativo el an álisis de la Con quista del De- También que
sierto. Así como los indígenas que poblaban la región antes de
la con quista españ ola podían ser asimilados a la n acion alidad “( …) el gobierno nacional ––ante la belicosa actitud de los salva-
argen tin a por el solo h ech o de ocupar el territorio que luego jes–– estaba impedido de ejercer la soberanía efectiva sobre la ac-
sería argen tin o, la reaparición de la cuestión in dígen a a fin es tual provincia de La Pampa y la región patagónica ( …) favorecía
del siglo XIX produce el efecto exactamen te con trario: al opo- las aspiracion es de Ch ile, cuyo gobiern o reclamaba esos territo-
n erse por las armas a la in tegridad territorial de la n ación , po- rios ante la falta de ocupación efectiva” ( Ibáñez, 456) ;
n ien do en riesgo su soberan ía por su propia presen cia y por
las preten sion es de Ch ile, se tran sforman repen tin amen te en o que
enemigos. Los otrora “aborígenes argentinos” pasan a ser el “ca-
cique ch ilen o Calfucurá” y su “h orda” ( Rampa, 138) , jun to a “El éxito de la campaña permitió a nuestro país ejercer su sobera-
otros dos mil araucanos “llegados de Chile” ( Rampa, 142) , o tal nía efectiva sobre la región pampeana y patagónica, desvanecien-
vez los “derrotados salvajes” ( Miretzky, 157) . De este modo se do las aspiraciones chilenas sobre ese territorio” ( Ramallo, 104) .
asegura que
En la cuestión de la expansión militar hacia el sur se recono-
“La ciega desesperación del indio por resistir en defensa de lo que ce siempre un doble problema: por un lado el de los propios abo-
creían eran sus tierras y sus derechos impuso, no obstante, enor- rígenes; por otro, la presencia siempre temible de las pretensio-
mes esfuerzos ( …) solución dura pero quizás más acorde con los nes chilenas. “Las pretensiones de Chile sobre parte de nuestra
tiempos que se vivían y las necesidades inmediatas del país…” ( Mi- Patagonia habían provocado ––desde tiempo atrás–– conflictos
retzky, 158) . de gravedad” (Ibáñez, 472); “protestó aduciendo que éstas eran
tierras chilenas” (Etchart-Douzón, 400); “llegó a pretender el te-
Aunque ningún otro manual llega a un extremo tan recalci- rritorio íntegro de la Patagonia” (Ramallo, 182); “Las ambiciones
tran te, sin embargo, n in gun o duda sobre la legitimidad de los chilenas sobre la Patagonia ya habían creado graves tensiones en
derechos del estado argentino sobre los territorios ocupados por diversos momentos” (Miretzky, 231); “fue el punto de partida de
indígenas y conquistados por las armas. Tal vez se critiquen los una serie de agresiones y expansiones ilegítimas con las que Chi-
métodos, pero su in tegración a un a n acion alidad preexisten te le demostró su deseo de extenderse hacia el Este, a expensas de
se da siempre por supuesta; se asegura: las fronteras argentinas” (Rampa, 223). A partir de 1880 los con-
flictos limítrofes con Chile ocupan la parte principal y más exten-
“La pen etración ch ilen a en el territorio patagón ico, comen zada sa de los apartados en los que, dentro de cada una de las presi-
en la época de Rosas, con tin uó con ten den cia a tran sformarse dencias, se abordan las relaciones internacionales. La tónica es
en un a ocupación total ( …) la con quista del desierto y el rápido reiterada y similar: las pretensiones del siempre expansivo Chile
avan ce del ejército argen tin o en las region es australes afirmaron sobre territorios indudable e históricamente argentinos. A esto se
de h ech o n uestra soberan ía, como le correspon día de derech o” agrega la predisposición de la Argentina a dirimir sus disputas por
( Astolfi, 382) . vías pacíficas siguiendo la legalidad internacional, actitud que con-
trasta con el ambicioso expansionismo militar chileno.
78 LUIS ALBERTO RO MERO

De esta man era, la h istoria desplegada en los man uales es- 3. Los textos de Geografía:
colares a partir de fin es de los añ os cin cuen ta con struyó un a un territorio para la nación
imagen de la Argen tin a sólida, con sen suada y mon olítica. Es-
to ocurrió más allá de algun as divergen cias, sólo men ores, en -
tre las posturas de aquellos autores más o men os cercan os a la
Nueva Escuela o el Revision ismo. Esta imagen del pasado se co-
rrespon dió con un tipo de libro de texto que también perdu-
ró por décadas sin mayores cambios. Más allá de cualquier re-
flexión sobre la recepción de estos libros ––un tema que no se La Geografía en la Argentina
h a in vestigado en este trabajo––, este n otable con sen so, suma-
do a la perduración de los textos, pueden ser interpretados co- Indagar la responsabilidad del saber geográfico en la forma-
mo un indicador de la sólida implantación en la sociedad de es- ción de opiniones, categorías y miradas sobre el territorio argen-
ta imagen del pasado, que era reproducida cotidianamente en tino no es tarea fácil. Habitualmente la Geografía es abordada
los rituales escolares. A partir de los años ochenta esta imagen como si entre el relato y los hechos narrados no existiera ningu-
monolítica comenzó a resquebrajarse, como consecuencia de un na distancia, ninguna tensión, ninguna producción de sentido.
conjunto diverso de cambios, entre los que sobresale el estable- En esta versión, que habita en el sentido común y que la propia
cimiento de un régimen político democrático. disciplina se ha encargado de instalar, el relato geográfico no es
más que la transcripción cuidadosa de una configuración de he-
chos que se ordenan sobre la super ficie terrestre según alguna
pauta visible.
En vistas de esta tradición, la revisión de los textos de Geo-
grafía requiere, más que en otros casos, reconocer en la Geogra-
fía un modo de escritura. Aquí se entenderá la Geografía como
un saber que produce visiones de la sociedad a partir de discur-
sos sobre sus organizaciones espaciales.20
Este capítulo se aboca a examin ar un o de esos discursos,
aquel que formó parte de los sistemas escolares que desde el si-
glo XIX intervienen en la construcción de identidades naciona-
les asociadas a la formación de los estados. Como ocurre con la
Historia y el Civismo, la Geografía del sistema escolar ha sido an-
te todo un discurso sobre la nación, que ha tomado como tema
central el territorio del estado. Los territorios estatales constitu-
yen uno de los objetos en torno de los cuales se construyen iden-
tidades y alteridades. La geografía descriptiva de los países, que
en el siglo XIX se popularizó en la literatura comercial y en los
80 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 81

sistemas educativos, ha venido ofreciendo representaciones de pacio un iversitario destin ado a formar profesores, in vestigado-
los otros sociales median te represen tacion es de los otros espa- res, profesionales, coincide prácticamente con el inicio del pe-
ciales.21 Estas represen tacion es, an cladas en un etn ocen trismo ríodo de este estudio.
nacional, han concebido los estados nacionales como entidades No obstan te, el campo un iversitario se forma sobre el tras-
socioespaciales que se convierten en alteridades significativas pa- fon do de in stitucion es preexisten tes, que ven ían fun cion an do
ra construir la propia identidad. como ámbitos de referencia para la enseñanza de la Geografía.
Aunque los esquemas descriptivos son formalmente muy si- Por un lado, los in stitutos de formación docen te separados de
milares, el modo en que se h an llen ado de con ten ido en cada las universidades ––las Escuelas Normales y el Instituto del Pro-
país remite a la propia historia social, y al lugar que se ha asig- fesorado Secundario y sus similares–– y, por otro lado, la Socie-
nado a los otros en la construcción de la propia identidad. Por dad Argentina de Estudios Geográficos ( GÆA) , una asociación
otra parte, los elementos dominantes en cada relato ––factores científica fundada en 1922 que se convirtió en referente institu-
naturales, recursos, escalas, toponimia, regiones, modos de vida cional de la disciplina antes de que existiera alguna carrera pro-
y otros–– constituyen una selección singular que ha influido en fesional de estatuto universitario. Pasará un buen tiempo hasta
las formas de mirar el propio país. En la medida en que esta mi- que los espacios académicos universitarios ofrezcan elencos de
rada se asocia con un saber particular, la Geografía, las caracte- profesionales y obras especializadas que estén en condiciones de
rísticas del campo disciplinar y profesional en cada país favore- disputar a las viejas instituciones no universitarias su enorme in-
cen el énfasis en determinados aspectos, la hegemonía de ciertas fluencia sobre el campo educativo.
tradiciones teóricas o la construcción de tópicos dominantes. Pa- Estas características de la geografía profesional en la Argen-
ra comprender algunas tendencias que se observan en la litera- tina deben tenerse en cuenta para comprender los procesos de
tura escolar revisada, y antes de avanzar en el análisis de conte- transposición didáctica de las innovaciones disciplinares. Si los
nidos, se hará un breve repaso de las características del campo discursos escolares nunca son transposiciones lineales de los sa-
geográfico en la Argen tin a y su in ciden cia en las perspectivas beres disciplinares, ya que el campo de la educación es un lugar
teóricas más arraigadas en los textos escolares. de decan tación y circulación de vision es que provien en de va-
rias fuentes, en el caso de la Geografía este aspecto se potencia
Campo disciplinar y Geografía escolar por la debilidad del campo disciplinar local como generador de
La constitución de un campo disciplinar de Geografía en la contenidos. El espacio curricular de la Geografía recibió la im-
Argentina es bastante reciente y su historia no ha sido aún sufi- pronta de discursos sobre el territorio argentino que difícilmen-
cientemente estudiada.22 Una de sus características es la tardía te pueden ser referidos en forma directa a la producción local
profesionalización, una situación que contrasta con la de la his- de la disciplina, y que encuentran sus fuentes en el ensayo his-
toriografía, analizada en el capítulo anterior. Los primeros ins- tórico y sociológico, en el saber estadístico y geológico, y en ela-
titutos de in vestigación datan de fin ales de la década de 1940 boraciones de los círculos diplomáticos y militares. Los conteni-
––1947 en la Universidad de Buenos Aires, 1948 en la Universi- dos de la Geografía se convierten así en un lugar de encuentro
dad Nacional de Tucumán––, y las primeras carreras universita- de visiones sobre la nación argentina de orígenes diversos y a ve-
rias se forman en la década del 50: 1954 en Buenos Aires, Cuyo, ces indefinidos, que el discurso didáctico se ocupará de ordenar
La Plata y Tucumán . De esta man era, la con stitución de un es- y canonizar como contenidos escolares de Geografía.
82 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 83

Un comen tario especial merece la cuestión de la cartogra- nes fueron a su vez recogidas y desarrolladas en los textos esco-
fía, dados sus vín culos con la Geografía escolar. La militariza- lares, cuya cartografía debía obtener la aprobación del IGM pa-
ción de la tarea cartográfica en la Argen tin a se remon ta a la ra que el libro pudiera ser publicado.
formación de las primeras estructuras admin istrativas del esta- Esta política cartográfica se impuso también a otros orga-
d o n acion al d u ran te la segu n d a m itad d el siglo XIX. Desd e n ismos estatales de in formación , como el Ser vicio Estadístico
1904, el In stituto Geográfico Militar ( IGM) se con virtió en el Nacion al ( más tarde INDEC) . Como resultado de ello, el Cuarto
prin cipal órgan o estatal dedicado a la producción de cartogra- Cen so Nacion al, realizado en 1947, in cluyó por primera vez en
fía de base geodésica, y en las siguien tes décadas fue asumien - sus medicion es el “Sector An tártico e Islas del Atlán tico”. Los
d o crecien tes fu n cion es d e fiscalización sobre la cartografía sucesivos Cen sos Nacion ales ( 1960, 1970, 1980 y 1990) debie-
producida y publicada en la Argen tin a. Luego de varias medi- ron en un ciar el Territorio de Tierra del Fuego con su “n ombre
das parciales, en octubre de 1940 se decretó que toda obra que completo”, y h acer sumas y restas de super ficie y población pa-
incluyera mapas del país debía ser remitida previamente al IGM ra distin guir las cifras referidas a territorios efectivamen te ar-
para comprobar su con ten ido. La Ley de la Carta, san cion ada gen tin os de las cifras correspon dien tes a territorios de sobera-
en 1941, con sagró la exclusividad de este organ ismo militar en n ía con trovertida.
las tareas de levan tamien to topográfico y con trol de la cartogra- El 3 de n oviembre de 1983, an tes de que asumieran las au-
fía publicada en el país.23 toridades democráticas electas, el presiden te, gen eral Bign o-
Estas facultades tienen importantes efectos sobre la imagen n e, firmó un a n ueva Ley de la Carta ( Decreto Ley Nº 22.963) ,
del territorio argentino que desde entonces se divulgó en nues- que rige h asta la actualidad. Además de ratificar la orien tación
tro país. En 1946 el IGM editó el Mapa de la Zona Austral en es- de la legislación an terior, esta ley amplió las fun cion es de cen -
cala 1:5.000.000, donde se destacaba en color la “soberanía ar- sura del organ ismo militar h acia el texto escrito, al otorgarle
gentina en el Sector Antártico”. Unos meses después, un decreto el con trol sobre “la descripción o represen tación parcial o to-
prohibió la publicación de mapas “que no representen a la Re- tal del Territorio Con tin en tal, In sular y An tártico de la Repú-
pública Argen tin a en toda su exten sión ”, aludien do al “Sector blica Argen tin a”. En sus fun damen tos se alegaba la n ecesidad
An tártico Argen tin o” y a las islas “O ceán icas” y “Suban tárticas”. de “con tar con un a ún ica versión oficial de cuál es el territorio
En 1957, se creó el “Territorio Nacion al de la Tierra del Fuego, sometido a n uestra soberan ía, y que toda publicación que to-
Islas Malvin as, An tártida e Islas del Atlán tico Sur”, in tegran do que el tema, en cualquier formato y con cualquier propósito,
todos los territorios reclamados a un a división política de la Re- sea coin ciden te con ella”.25 En sus con troles de rutin a, el IGM
pública Argen tin a. Yen 1961, el IGM editó el mapa de la Repú- recomien da a autores y editoriales “utilizar la den omin ación
blica Argen tin a en escala 1:10.000.000, que represen ta sin re- correcta y completa del estado n acion al”, y “ajustar la traza li-
cuadros n i cortes de escala la imagen del territorio argen tin o mítrofe in tern acion al y la adjudicación de las islas cuan do co-
extendiéndose hasta el Polo Sur.24 Como se explica más adelan- rrespon diera, a la posición del estado en cuestion es de sobera-
te, estas ampliaciones se fueron trasladando a programas esco- n ía”. 26 La legislación cartográfica legad a p or la d ictad u ra
lares de Geografía bajo la forma de una supuesta denominación militar sigue vigen te h asta h oy. Por este motivo, la topon imia
“correcta” del territorio argentino, lo que implicaba una forma utilizada en los mapas o el uso de ciertos giros para describir
igualmen te “correcta” de medir su exten sión . Tales afirmacio- el territorio ––parte con tin en tal, parte in sular–– n o siempre
84 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 85

pueden ser imputados a los autores y editoriales, pues debe ser las relaciones internacionales a partir de atributos geométricos de
con siderada la vigen cia de esta legislación . los territorios cartografiados. De la geografía regional, un esque-
Con vien e aclarar, sin embargo, que la política cartográfica ma de interpretación de las diferencias internas de un país, que
puesta bajo la gestión del Ejército n o in ven ta las reivin dicacio- busca explicar las sociedades y sus destinos en relación con carac-
n es territoriales señ aladas. Como h a mostrado Lilia An a Ber- terísticas naturales de los territorios que habitan. Ambas líneas de
ton i, el n acion alismo como ideología política atraviesa todo el pensamiento sólo se desarrollan en la Argentina durante la déca-
p en samien to de las décadas fin ales del siglo XIX.27 Esto vale da del veinte, y por ello reciben la influencia de las versiones más
también para el nacionalismo territorial, ya que la reivindicación dogmáticas y deterministas de estas tradiciones, que se consolida-
sobre la Patagonia y el Chaco data de la década de 1870 y pre- ron durante el período de entreguerras en Europa y los Estados
cede a la ocupación militar y poblacional de esas áreas, mientras Unidos. Vale la pena recorrer brevemente el derrotero de las co-
que la reivindicación sobre las islas Malvinas conoce su primer rrientes teóricas que actuaron como referente de la Geografía
expresión cartográfica en los mapas publicados desde 1885 por producida y enseñada en la Argentina.
el Instituto Geográfico Argentino, una sociedad científica de ex- En sus primeras version es, las obras del geógrafo alemán
plícita orientación nacionalista que contó con el auspicio de va- Friedrich Ratzel constituyen un referente indiscutible. La Geo-
rios gobiernos.28 Sin duda, la consagración en la cartografía ofi- grafía política buscaba explicar la posición mundial y el destino
cial de estas reivindicaciones durante las décadas de 1930 y 1940 potencial de los estados a partir de las configuraciones físicas de
acompañó un clima de ideas donde los tópicos territoriales del los territorios en los que se desarrollaban. Hacia principios del
temario n acion alista se popularizaron y cobraron sign ificacio- siglo XX este programa teórico fue duramente cuestionado en
nes ideológicas ambiguas, como ha mostrado Rosana Guber en los círculos científicos y académicos ––especialmente los france-
relación con la cuestión de las Malvinas.29 Quizá la invención in- ses–– por su tendencia evidente hacia el determinismo natural
telectual que puede atribuirse con más propiedad al Ejército sea de la h istoria y la política, e in cluso por su abierta vin culación
la del Triángulo Antártico Argentino, que le brinda a la imagen con las ambicion es expan sion istas aleman as. Margin ada de los
de la Argentina una nueva dimensión escalar, al llevar la exten- circuitos científicos y académicos, en lo que resta del siglo esta
sión del territorio hasta el Polo Sur.30 línea se siguió desarrollando en países de Oriente y Occidente
al amparo de las instituciones estatales de política exterior y de-
Las perspectivas dominantes en la enseñanza fensa militar;31 a la vez, fue identificándose cada vez más con el
Desde la década de 1940 hasta fines de la década de 1980, los término “geopolítica”, acuñado durante la Primera Guerra Mun-
libros de Geografía publicados en la Argentina muestran una gran dial. Si bien fueron los estrategas del régimen nazi ––en particu-
homogeneidad de enfoque, que puede reconocerse en la combi- lar Karl Haushofer–– quienes le dieron célebre y nefasta popu-
nación híbrida de dos tradiciones intelectuales, cuyos orígenes se laridad, la geopolítica n o fue, como suele querer un cómodo
remontan a la formación de la disciplina, a finales del siglo XIX: reduccion ismo, patrimon io del expan sion ismo alemán . Todas
la geopolítica y la geografía regional. Las categorías y los supues- las potencias occidentales han dado al campo geopolítico algu-
tos de esas dos tradiciones permiten recortar un discurso sobre el na notabilidad local, y muchas de ellas aparecen en posiciones
estado y la sociedad que atraviesa los contenidos enseñados. De clave para la gestión de aspectos territoriales durante las dos gue-
la geopolítica puede reconocerse un modo de pensar el estado y rras mundiales.32
86 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 87

La geopolítica clásica ha sido definida como “el estudio del prestigioso en el ámbito in tern acion al fue la escuela de geogra-
estado considerado como organismo geográfico o fenómeno en fía h uman a formada en torn o del h istoriador y geógrafo fran -
el espacio”.33 La relación entre territorio y estado sólo puede en- cés Paul Vidal de la Blache. La geografía humana propuesta por
tenderse en términos de determinaciones causales, desde el mo- Vidal desarrolló en forma origin al un a preocupación compar-
mento en que su lectura participa de un positivismo evolucionis- tida por otras figuras clásicas de la tradición geográfica, como
ta rudimentario, que fue habitual en las derechas europeas de Alexan der von H umboldt, Karl Ritter y el propio Ratzel. Se tra-
principios del siglo XX. Condimentado con elementos vitalistas, taba de compren der la variación de paisajes y organ izacion es
este organicismo conduce a una personalización de los estados, h uman as sobre la base de las combin acion es de elemen tos n a-
que se expresa en la tendencia a corporizarlos en sus territorios turales que distin guen la super ficie del plan eta.
y a interpretar su pasado y su futuro en clave biológica. En la ma- A partir de la idea ––ampliamen te aceptada en la época––
yoría de esos textos geopolíticos los estados se caracterizan a par- de que los factores de origen natural tenían una incidencia más
tir de la forma y la posición de sus territorios dentro de los ma- decisiva y temporalmen te an terior a la acción h uman a, Vidal
pas mun diales. Recien temen te se h an comparado los textos buscó en las regiones la expresión material de los modos en que
geopolíticos con verdaderos “libretos” don de los estados, con - se singulariza la relación entre un grupo humano y un lugar. Pe-
vertidos en actores, desarrollan un “drama” en el que se juega ro a diferencia de la versión más ambientalista que ofrecía la An-
su destino. Se ha sugerido que el propósito de este libreto es “tra- tropogeografía aleman a, la escuela fran cesa puso el acen to en
zar leccion es h istóricas, gen eralizacion es y leyes sobre el creci- el partido que las sociedades h an sabido sacar de las con dicio-
miento de los estados”, que permitan diseñar un proyecto de ex- nes naturales originarias, a partir de actividades productivas y re-
pansión ––en principio no necesariamente territorial–– para el productivas mediadas por la técnica y las formas de organización
estado al cual dicen servir.34 social. Dicha interacción, de larga duración en el tiempo, se plas-
En la Argentina, Brasil y Chile existe un campo geopolítico maba en una región, diferenciada tanto por su paisaje como por
local importante. Durante los años de la Guerra Fría, estos paí- su modo de vida, que el geógrafo debía detectar y estudiar siste-
ses mostraron un desarrollo espectacular de centros, revistas es- máticamente, con el propósito de acumular estudios compara-
pecializadas y cátedras de geopolítica en institutos de formación bles para ulteriores generalizaciones.36 Con este planteo, la geo-
militar y diplomática.35 Es in evitable vin cular el desarrollo del grafía region al de Vidal se en cuadró en un movimien to más
campo geopolítico con los proyectos de legitimación de los úl- amplio que buscaba modernizar las humanidades; se trataba de
timos regímenes militares. desarrollar métodos de investigación rigurosos que no se limita-
En cambio, la geografía region al fue, desde prin cipios del ran a reproducir los de las ciencias naturales.
siglo XX, sin ón imo de Geografía modern a y cien tífica. Un a pri- Según esta tradición, la Geografía no habla de la sociedad, si-
mera varian te, que solía llamarse “fisiográfica”, se volcó al estu- no de un elemento que se encuentra fuera de ella, con el cual
dio de region alizacion es n aturales en el plan eta y en el in terior entabla una interacción duradera: la naturaleza o el medio físi-
de cada territorio n acion al. Tuvo un gran desarrollo en las un i- co. El territorio se representa como un soporte físico de atribu-
versidades aleman as, y con stituyó la prin cipal in fluen cia en los tos o “dones” que la naturaleza ofrece y que se va transformando
in icios de la formación de un campo de Geografía cien tífica en a lo largo del tiempo por efecto de la acción del grupo humano
la Argentina. Sin embargo, por la misma época el referente más que lo habita. Al contrario de lo que ocurre en la tradición geo-
88 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 89

política, el estado opera aquí como una presencia silenciosa, un in terpretar la n aturaleza del territorio argen tin o sobre la base
supuesto necesario pero nunca mencionado; una consecuencia de gran des diferen cias geológico-mor fológicas, llamadas h abi-
es la aparente ausencia de la política en este enfoque. En un mo- tualmente “regiones naturales”. Su modo de encarar el estudio
mento de su evolución, cada sociedad habría dado forma jurídi- del territorio consistía en un temario fijo, organizado según una
ca a su asociación de hecho, fundada en un vínculo más profun- secuencia de planos de análisis, que pretendía expresar un en-
do, en el que suelen recon ocerse los rasgos tipificadores de la cadenamiento causal. El resultado eran textos cuyos índices rí-
“comunidad”. Pero ese momento está borrado de la geografía re- gidos eran considerados modelos para una descripción riguro-
gional clásica. El momento existió sólo para marcar los contor- sa: situación y límites, clima, geología, orografía, h idrología,
nos de aquellas unidades de la naturaleza con las que distintas clima, fitogeografía. También en esta tradición , la descripción
sociedades establecen el vínculo descripto. de las fronteras políticas, forma, extensión y posición del terri-
Duran te el período de en treguerras la geografía region al torio estatal se vinculan causalmente con la geografía física, for-
francesa se convirtió en referente hegemónico de la consolida- mando el capítulo inicial de la descripción.
ción internacional del campo disciplinar, especialmente bajo el Mientras tanto, la geografía referida al mundo de lo social o
liderazgo del discípulo de Vidal, Emmanuel de Martonne, figu- humano permanecía fiel al estilo inventarial y enciclopédico de
ra clave en la articulación de las instituciones geográficas nacio- la geografía comercial y política decimon ón ica, sin acusar in -
n ales bajo la Un ión Geográfica In tern acion al.37 Con vertida en fluencias de la geografía humana vidaliana. En la Sociedad Ar-
modelo oficial de geografía científica ––en contraposición con gentina de Estudios Geográficos ( GÆA) , se advierte durante sus
la “mala” geografía aleman a, asociada al crecimien to del régi- primeros quince años una presencia mayoritaria de profesiona-
men nazi––, la geografía regional fue adquiriendo un tono más les de ciencias de la tierra e ingenierías aplicadas al estudio del
dogmático en sus principios teóricos y más esquemático en sus territorio, y una inclinación a considerar el objeto y los métodos
propuestas metodológicas. La prin cipal diferen cia respecto de de la Geografía ––incluso los de la geografía regional–– en afi-
la geografía vidaliana clásica fue su deliberada intención de nor- nidad con la línea sistemática de la geografía física alemana.
malizar los modos de explicar las conexiones entre hechos na- Sólo duran te la década de 1930 aparecen las primeras re-
turales y hechos sociales, tomando como punto de partida regio- feren cias a la geografía h uman a y sus temas, especialmen te es-
nalizaciones naturales. En sus versiones más deterministas, esta p acios ru rales y u rban os, sistem as d e circu lación y region es
geografía regional deduce la orientación productiva y las formas geográficas. Sin duda esta in fluen cia se vio favorecida por la vi-
de organización social de las características atribuidas a la región sita de Eman uelle de Marton n e a Río de Jan eiro y Buen os Ai-
natural. res en 1933. Combin ada con la h eren cia fisiográfica aleman a,
Probablemente, debido al gran prestigio de la ciencia alema- la geografía region al argen tin a dio lugar a esquemas bastan te
na y la fuerte presencia de académicos de ese origen en las ins- dogmáticos, que exten dieron los razon amien tos causalistas y
titucion es cien tíficas y educativas locales, la geografía h uman a los métodos rígidos de la geografía aleman a a los aspectos et-
francesa no penetró en la Argentina durante los años de su apo- n ográficos, demográficos y econ ómicos. La geografía region al
geo en Europa.38 De la mano de científicos y pedagogos alema- físico-h uman a comen zó a in cluirse en la en señ an za con las re-
nes, en la Argentina se difundió en las primeras décadas del si- formas de 1936 y 1948-9, y bajo la in fluen cia de Federico Daus
glo XX un a geografía física de sesgo positivista que propon ía se volvió h egemón ica en los añ os cin cuen ta. Su expresión pa-
90 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 91

radigmática es el esquema de las och o “Region es Geográficas Los autores que podrían ser ubicados en esta corrien te ––par-
Argen tin as”, cuyos n ombres y formas fueron apren didos can ó- ticularmen te Elen a Ch iozza, y varios más jóven es n ucleados a
nicamente por varias generaciones de argentinos: Llanura Pam- su alrededor–– n o in cursion aron en la producción de libros de
pean a, Llan ura Ch aqueñ a, Mesopotamia, Sierras Pampean as, texto. Aun así, desarrollaron proyectos de divulgación de n ue-
Noroeste, Cuyo o An des Áridos, Meseta Patagón ica y An des Pa- vos en foques que tuvieron gran in fluen cia en la formación de
tagón icos. Estas “region es” también forman parte del imagin a- los futuros profesores y profesionales. Se publicaron dos impor-
rio territorial de la n ación . Como las piezas de un mosaico de tan tes series de divulgación : El país de los Argentinos y Atlas Total,
en castre per fecto, jun tas compon en la figura del territorio es- ambas bajo la dirección de Elen a Ch iozza.39 La producción de
tatal, y se con vierten en un a poten te metáfora de la in tegración estas dos obras fue en sí misma un h ech o sign ificativo, pues ge-
de las diversidades en la un idad n acion al. El esquema de las re- n eró para much os jóven es geógrafos ámbitos de formación en
giones geográficas dominó los modos de organizar la visión glo- en foques altern ativos a los promovidos por la “vieja guardia”.
bal de la Argen tin a en la en señ an za de la Geografía h asta el fi- Por su circulación en forma de fascículos seman ales, ambas se-
n al de los añ os och en ta. ries brin daron a un público muy amplio un a mirada sobre el te-
En sín tesis, duran te el período estudiado se combin aron rritorio que enfatizaba su formación histórica y su estructura so-
estos dos movimien tos: por un lado, la con solidación de un a cioecon ómica compleja, sin aban don ar la sín tesis region al. Los
geografía region al fuertemen te an clada en un a geografía físi- efectos de esta corrien te se volcaron en la en señ an za h acia fi-
ca positivista, que cobró la fun ción de explicar las vocacion es n ales de los añ os och en ta. H asta en ton ces, la Geografía tradi-
econ ómicas y culturales “n aturales” de la n ación argen tin a co- cion al, alimen tada por un region alismo esen cialista y por im-
mo conjunto y de sus diferentes regiones. Simultáneamente, la portan tes elemen tos de la geopolítica, man tuvo su h egemon ía
mirada sobre el estado y el territorio recibe crecientes influen- sobre los libros de texto, y la con ser vó h asta la ren ovación de
cias de un pensamiento geopolítico en ascenso, y encuentra en los añ os n oven ta.
figuras como Raúl Rey Balmaceda divulgadores activos del pen- La geografía regional y la geopolítica constituyen dos de los
samien to geopolítico en el campo pedagógico. Esta combin a- discursos posibles sobre la territorialidad del estado modern o.
ción fue la que dominó el enfoque y el tono de los contenidos Los teóricos de la política internacional han sido criticados por-
de Geografía argentina en programas y libros de texto hasta fi- que, al dar a conocer sus teorías, se sitúan imaginariamente en
nales de los años ochenta. el lugar del estadista, del militar o del diplomático, como si sus
Mien tras esto ocurre en el campo de la en señ an za, en el conclusiones fueran a afectar los intereses de estado en una con-
campo académico y profesion al se advierten len tos y tímidos tienda militar y diplomática.40 Algo similar ocurre en la escritu-
procesos de producción de n uevos en foques. Desde los añ os se- ra de los textos de Geografía de este período. Los autores pare-
sen ta se per filó un a lín ea bastan te ecléctica en su perspectiva, cen situarse en el lugar del estadista e in vitan también a los
n o exen ta de vocación region alista, que trataba de in terpretar alumn os a ocupar ese lugar, desde el cual con templan el terri-
la h eterogen eidad territorial en relación con procesos h istóri- torio y la sociedad como quien realiza el in ven tario de su patri-
cos y estructuras socioecon ómicas. Cultivada por profesion ales mon io. Aquí se h a borrado toda imagen de la sociedad como
de compromisos más explícitamen te democráticos, se vio aco- complejo plural de actores y relaciones. La imagen de la socie-
sada por las sucesivas in terrupcion es del orden un iversitario. dad está subsumida en el concepto de “población”, conjunto de-
92 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 93

mográfico sobre el cual el estado tiene potestad en virtud de una imagen de la Argentina, frente a la cual ellos mismos definen su
idea patrimonial de la soberanía estatal. Más aún, puede decir- propia identidad. Así, en relación con esos tres temas, se exami-
se que en los textos de Geografía esa población es también nará el modo en que se va perfilando la imagen de Chile, que en-
––junto con las formas del relieve, los climas o los componentes tra y sale de manera fugaz en un escenario donde la Argentina de-
bióticos–– un atributo del territorio, parte de su dotación física, sempeña el papel principal. Más allá de las particularidades de la
de sus don es. Esta con strucción con ceptual reduce las relacio- imagen de cada uno de los otros países, en este proceso de cons-
nes sociales al plano de las relaciones interestatales e impide per- trucción puede observarse un mismo diseño: mientras que la ima-
cibir la complejidad de una sociedad nacional. gen de la Argentina se mantiene constante, invariable, la de los
La visión de que el territorio es la base natural del estado, y otros se adapta a las necesidades argumentales de esa visión.
n o el resultado de sus in terven cion es, es un o de los supuestos Desde la década del 50 h asta el establecimien to de la de-
de la geografía decimonónica que todavía anida en el discurso mocracia en 1983, la propuesta de las editoriales de textos es-
escolar. La territorialidad de los estados se ve reducida al juego colares con sistió en un desarrollo de lo in dicado por el Min is-
de relaciones políticas del sistema internacional. En contrapar- terio d e Ed u cación . En el n ivel secu n d ario, lu ego d e las
tida, hay un olvido teórico de otras dimensiones de la territoria- reformas de 1953/ 1956, n o h ubo más variacion es; de ese mo-
lidad de los estados modernos, asociadas a los sistemas de repre- do, todos los libros de n ivel secun dario correspon dien tes a es-
sentación y de elección política, y a los mecanismos de gestión te período tien en un mismo ín dice de con ten idos. H ay capí-
estatal.41 Lo que se desprende de esta visión del territorio es “un tulos que con tien en las vision es más fuertes y explícitas sobre
estado sin ciudadanos”.42 la iden tidad argen tin a y la de los países vecin os, sobre los que
se basa este an álisis. En los man uales de Geografía de Améri-
La imagen de la Argentina ca, se trata de las in troduccion es gen erales del con tin en te, las
A continuación se desarrollarán tres grandes temas que es- descripcion es de Ch ile y de la Argen tin a, y un capítulo desti-
tructuraron la mirada sobre Argentina. El primero se refiere a n ado a la An tártida, que pon e en relación a la Argen tin a con
la visión sugerida sobre la nacionalidad argentina a partir de una su vecin o trasan din o. En los libros de Geografía física de la Ar-
asociación entre clima y población muy relacionada con concep- gen tin a, las vision es sobre la Argen tin a y los países limítrofes
ciones racistas. El segundo tema se refiere a la visión que se cons- aparecen en los dos capítulos in troductorios: “El territorio ar-
truye acerca del estado y la sociedad a partir del tema de la ex- gen tin o” y “Cuestion es de límites”; en el de Geografía h uma-
tensión del territorio y las fronteras. El tercero, a la visión de la n a de la Argen tin a, se trata de los referidos a “La formación
con strucción h istórica de la n ación a partir del relato sobre la del territorio” y “La población ”. Los man uales del n ivel prima-
formación del territorio. En el primer caso, se dibujan afinida- rio, aun que h an sido objeto de mayores reformas curriculares,
des y diferencias entre países, definiendo rasgos de la naciona- n o tien en con ten idos diferen tes, sin o un a simplificación de los
lidad, de manera positiva o negativa. En el segundo y el tercero que aparecen en los man uales del secun dario; de ese modo las
se per filan con cepcion es sobre el estado y la n ación , y a partir referen cias a ellos permiten presen tar las mismas ideas en for-
de ellas se sugieren actitudes y valores sobre la participación en ma más cruda y directa.43
colectivos políticos y sociales.
Varios países intervienen en el proceso de construcción de la
94 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 95

Posición, clima y raza lidos” ––o a veces “tórridos” o “tropicales”–– según su ubicación
latitudin al, un iforman do territorios h eterogén eos. Luego, se
Uno de los gestos paradigmáticos de la enseñanza tradicio- suele inferir de esta clasificación latitudinal/ climática el carác-
nal de la Geografía consiste en localizar las unidades espaciales ter más o menos “favorable” de las condiciones ambientales pa-
que se propone estudiar. La lectura de las relaciones espaciales ra la vida social o para la explotación econ ómica. Estas asocia-
en clave cartográfica parte de geometrizar la super ficie terrestre ciones no siempre se encuentran encadenadas causalmente en
y convierte a los territorios en áreas bidimensionales, que se ana- un mismo párrafo o sección; aparecen con giros casi impercep-
lizan como figuras planas, dotadas de atributos geométricos: ex- tibles dentro de los capítulos de “población”, en lugares diferen-
tensión, forma, perímetro, disposición y otros. La presentación tes a los dedicados a los razonamientos climáticos.
de América como figura cartográfica es un tema obligado en to- La “población” de América es otro de los capítulos obligados
dos los libros tradicionales. Unas cuantas páginas son dedicadas de todos los libros, y allí las caracterizaciones climáticas fundamen-
a describir la forma y disposición de América dentro del plano, tan clasificaciones étnicas de los países. Estas ideas se expresan en
en umerar los h itos geográficos elegidos para marcar los “pun - el apartado “composición de la población”, un concepto que alu-
tos extremos”, enunciar sus “límites” ––en un ademán idéntico de a un mosaico de grupos humanos cuya combinación define las
al que se utiliza para los territorios estatales––, y ofrecer cifras características del colectivo social que habita en cada país. Esa
de distancias y extensiones en comparación con otras masas con- combinación se expresa en porcentajes de población categoriza-
tinentales del globo. De estas características se infiere una “po- da como “blanca” (o “de origen europeo”), “amerindia” (o “abo-
sición geográfica” o también una “posición mundial”; a partir de rigen” o “indígena”), “negra” (o “de origen africano”), “mestiza”,
este concepto, se salta del registro geométrico a una interpreta- “mulata” y “amarilla” (o “asiática”). Sobre la base de la combina-
ción geopolítica y económica, a menudo con connotaciones es- ción porcentual de estas categorías poblacionales se indica en ca-
tratégicas, del lugar que cada figura-país tien e en el espacio da país un “predominio”. Así, aparecen “países predominante-
mundial. El concepto de “posición” sirve para interpretar el lu- mente mestizos”, o “mayoritariamente blancos”, o “netamente
gar de América en el mundo y también brinda parámetros para blancos” o “con alto grado de participación del componente ne-
explicar las diferencias entre los países americanos, según el sec- gro”, por citar algunos ejemplos.
tor del continente en el que se emplacen.44 Tan to si estos rótulos preten den design ar grupos abierta-
Esta interpretación se inicia con la asociación directa entre mente marcados como “raciales”, como si se los llama “étnicos”
la “extensión latitudinal” y la “variedad de climas” que caracte- ––muchas veces con esto se quiere significar origen nacional––,
riza al continente americano. Se trata de una gran simplificación esta clasificación apela a marcas de distinción vinculadas con la
de los modelos de clasificación climática, ya que los cortes con - tradicional categoría de “raza”, es decir, caracteres que se supo-
vencionales que se establecen a partir de franjas geodésicas so- nen inscriptos en la información genética de los miembros del
lo permiten in ferir temperaturas medias an uales y estacion ali- grupo, ya sea que se expresen en rasgos físicos visibles –– la piel,
dades. O tros factores ––como la dirección de los vien tos, la la altura o los rasgos faciales––, o en rasgos culturales distintivos,
altura, la proximidad a los océanos y otros de tipo local–– inci- como las costumbres, el potencial intelectual y otros.45 Hasta me-
den en el resultado final de lo que se llama el clima. Sin embar- diados del siglo XX, la aplicación del concepto de raza a los gru-
go, los libros clasifican a los países en “fríos”, “templados” y “cá- pos humanos parece haber sido corriente en el discurso escolar
96 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 97

en general, mientras que en los manuales de Ciencias Naturales latina respecto de la América anglosajona. En esta visión sobre-
este concepto prácticamente desaparece desde 1945, lo que ha- vuela la imagen de “impureza” del subcon tin en te en el que se
ce más significativa su pervivencia en los textos de Geografía.46 ubica, inevitablemente, a la Argentina. Sin embargo, por medio
Durante varias décadas, la idea de “composición de la pobla- de una regionalización dentro de América latina se distinguen
ción ” fun cion ó como clave para establecer distin cion es y afin i- los diferentes países, recurriendo a la noción de “posición geo-
dades entre países, y para elaborar una suerte de Geografía ra- gráfica” y a los argumentos ambientalistas que marcan a los paí-
cial de América. La primera de las divisiones de este mapa, y la ses según la asociación latitud-clima. La taxonomía climática per-
más persistente, es la que distingue una “América anglosajona” mite distin guir en América latin a países con cierta disposición
y una “América latina”. El límite entre ambas Américas se ubica al predominio de la raza blanca ––“templados” o también “del
entre Estados Unidos y México. Hasta los años ochenta, esta dis- Plata”––, países más propensos al mantenimiento de aborígenes,
tinción se fundamentaba exclusivamente a partir de diferencias y en definitiva “predominantemente mestizos” ––“andinos”––, y
raciales. Todos los textos escolares coinciden en considerar a an- países marcados por un importante porcentaje de “negros” ––o
glosajones y latinos como grupos de “raza blanca”, pero distin- también “descendientes de esclavos negros”––, llamados “tropi-
guen a ambos grupos según su comportamiento respecto de las cales”. Un ejemplo tomado de un viejo manual de la escuela pri-
otras razas. A diferencia de los anglosajones, los blancos de ori- maria sirve para apreciar todos los prejuicios que pueden ocul-
gen latino se “mezclaron” con negros y aborígenes. A partir de tarse detrás de este razonamiento:
aquí, la idea de “mezcla” se vuelve fundamental en la mirada so-
bre las identidades nacionales americanas. “Las grandes civilizaciones se han desarrollado en climas templa-
Por lo general, la “mezcla” es entendida como “cruzamien- dos; en la selva cálida lo mismo que en la tundra fría, el hombre
to” de dos individuos de distintas razas. Así se lo explica en uno de raza europea no encuentra ambiente propicio para el desarro-
de los manuales: “mulatos ( cruza de un individuo de raza blan- llo de sus actividades, tanto físicas como intelectuales: el calor y la
ca con uno de raza negra); mestizos (cruza de un individuo blan- humedad excesivos embotan la inteligencia y la voluntad. ( …) El
co con un indio) ” ( Quarleri, 1983) . Si bien algunos autores in- elemento indígena, acostumbrado a los rigores del clima caluro-
troducen alguna idea de mestizaje ––habitualmente a través del so, prevalece sobre el europeo” ( Calderaro, 1943, 142) .
tópico del “crisol de razas”––, parten de aceptar también la divi-
sión gen ética de la especie h uman a según categorías de raza Todos los libros ubican a la Argentina en una zona climáti-
( Daus, 1958 y Alemán y López Raffo, 1982) . En estos casos se re- ca “templada” y deducen de manera más o menos explícita una
conoce una variante presente en otros discursos sobre la identi- propen sión del territorio a man ten er un predomin io de raza
dad argentina. Se declara valorar el mestizaje como fusión o hi- blanca, ya sea por eliminación natural de otras razas o por atrac-
bridación étn ica y cultural, pero se termin a desvalorizan do el ción de un a población mayoritariamen te blan ca. La artificiali-
resultado, como un a iden tidad “impura”, que se defin e por lo dad de este argumento queda de manifiesto en el hecho de que,
que ya no es, antes de por lo que ha llegado a ser.47 aun que in fieren esta disposición de la localización latitudin al,
La importancia de esta concepción negativa del mestizaje ra- no dicen lo mismo sobre Chile. En cambio, a lo largo del texto
dica en que para la mayor parte de los libros, esta h ibridez o se va dibujando una idea difusa de andinidad, una identidad ét-
mezcla racial es el signo identitario de la totalidad de América nica y geográfica a la vez, en donde se ubica a Chile junto con
98 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 99

otros países sudamerican os, como Bolivia, Perú, Ecuador, Co- fijación del límite internacional. Sin embargo, en esa visión del
lombia y Venezuela. Cuando se utiliza la categoría de lo “andi- territorio el estado h a operado como un a premisa silen ciosa,
no” para distinguir regiones del propio territorio argentino, se aunque tal concepto prácticamente no aparece en el discurso.
subraya su asociación con lo no-templado y, por carácter transi- En los manuales existe, como un supuesto, un concepto de
tivo, con lo no-blanco. En un texto se califica las regiones andi- estado, pero es difícil iden tificarlo, salvo a través de las formas
nas del territorio argentino como “zonas menos aptas para el es- de con cebir el territorio estatal. La visión de ese territorio se
tablecimiento del blanco”, y explica así que en esas regiones “el construyó a partir de tres tópicos: la extensión, sus límites y los
elemento indígena siga constituyendo una gran parte de la po- litigios suscitados por su fijación, y el relato de su formación his-
blación” ( Soto-Hall y Rampa, 1948, 12) . En los libros que adop- tórica. En los textos escolares se estudia en primer lugar la ex-
tan un estilo más in ven tarial se deslizan razon amien tos simila- ten sión del territorio, con razon amien tos exclusivamen te geo-
res: “Raza blan ca. Está localizada en las zon as en las que se métricos y geodésicos: el territorio estatal se manifiesta un objeto
observan los distintos tipos de clima templado de ambas Améri- físico cuyos rasgos más importan tes son su forma y magn itud.
cas” ( Quarleri, 1983, 106) . Tanto este punto como el de la fijación de los límites internacio-
La asociación entre latitud, clima y composición de la pobla- nales se desarrolla dentro del curso de Geografía física argenti-
ción está orientada a librar a la Argentina de las consecuencias de na. Curiosamente, el relato sobre la formación histórica del te-
la regionalización racial, que distingue a ambas Américas, y fun- rritorio estatal, que da cuenta de la construcción de las fronteras
damentar así las diferencias entre este país y la América latina y de los conflictos asociados con ellas, se ubica, completamente
“mestiza”. Una vez clasificada la Argentina como país “templado”, escindido, en el curso de Geografía humana. De esta forma, la
este motivo sirve para explicar la “desaparición” de los aborígenes propia estructura de los contenidos tiende a naturalizar la visión
y la posterior afluencia de migraciones de origen europeo. Por es- de los territorios estatales.
te camino, la Argentina es situada en el lugar predominantemen- O tros aspectos de la territorialidad de los estados moder-
te “templado” y “blanco” de Sudamérica, se la diferencia de los es- n os recibieron much a men os aten ción que la cuestión de la ex-
tados vecinos y se la acerca a los países noroccidentales. La ten sión y las fron teras. La formación de los estados provin cia-
Argentina está localizada en América latina en términos de geo- les está ausen te en los relatos de la con stitución territorial del
grafía física, pero se encuentra étnicamente separada de ella, de- estado, que saltan de la Revolución de Mayo a las campañ as mi-
bido a su singular combinación de clima y raza; todo ello sugiere litares con tra los in dígen as en el último cuarto del siglo XIX.
el carácter no-latinoamericano de su identidad nacional. La organ ización política in tern a del territorio estatal n o se pre-
sen ta como resultado de un a “formación ”, sin o de un a “divi-
sión ”, que aparece como un a en umeración de las provin cias y
Estado y territorio sus capitales. Nin gun a men ción a las in stitucion es del gobier-
n o y la admin istración , n i siquiera a la Con stitución Nacion al,
La primera impresión que deja la lectura de un libro tradi- colaboran en la compren sión de esas lín eas in tern as que dibu-
cional de Geografía es que los temas de lo público, lo político y jan el mapa del país como un rompecabezas colorido. En las
lo estatal estaban ausentes de los contenidos de esa materia es- raras ocasion es en que es men cion ado, el estado aparece co-
colar, excepto en relación con los diferendos diplomáticos en la mo un actor mon olítico, que represen ta los in tereses de la n a-
100 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 101

ción fren te a los de otras n acion es. H acia aden tro de las fron - cas ( San dwich del Sur y Georgias del Sur) , a las que algun os
teras, en cambio, el territorio que dibujan los libros de Geo- textos h abían sumado las “islas en litigio” o también “islas con -
grafía n o registra distin ción de actores, in tereses, partidos o tin en tales” ( Picton , Nueva y Len n ox en la zon a del can al de
fraccion es.48 Por lo tan to, el ún ico con flicto social del que se Beagle) . Por último, la tercera parte es la “an tártica” o “An tár-
ocu p a la Geografía trad icion al es el qu e en fren ta p oten cial- tida Argen tin a”, e in volucra el sector reivin dicado por el esta-
men te a los ciudadan os de países distin tos. do argen tin o además de otras islas suban tárticas, como las O r-
cadas del Sur y las Sh etlan d del Sur.
Extensión, forma y posición del territorio Esta forma de en un ciar la exten sión del territorio argen ti-
En los manuales, el estudio de un país se inicia siempre con n o rem ite a u n a h ip ótesis d e exp an sión territorial sobre el
la definición de la extensión, la forma, los límites y la posición Atlán tico Sur y territorios an tárticos que las fuerzas armadas
relativa en el plano de una figura cartográfica que representa el argen tin as desarrollaron a partir de la década de 1940.50 Ade-
territorio del estado. La extensión del territorio argentino cobra más de las declaracion es de soberan ía y los actos de ocupación
en los libros de Geografía el carácter de “cuestión”. Varias pági- m ilitar, la estrategia con tem p ló la con fección d e cartografía
nas se dedican a comentar las super ficies resultantes de distin- n ueva del país, don de se in dicaban como propios los territo-
tas mediciones y a enunciar los llamados “puntos extremos”, hi- rios preten didos. Como se adelan tó, la in corporación de estas
tos geográficos que marcan el punto geodésico más alejado en h ipótesis expan sivas en la en señ an za se produjo por dos vías:
alguno de los cuatro puntos cardinales, un tema conectado con las reformas curriculares de los programas primarios y secun -
litigios limítrofes. A esta preocupación por la extensión se sumó, darios de Geografía, y la crecien te in ter ven ción del In stituto
desde la década del 40, otra cuestión, que se mantiene hasta la Geográfico Militar sobre la cartografía p ara u so escolar. En
actualidad: se enseña que el territorio argentino es mucho más 1946 los programas in cluyeron por primera vez, en el capítulo
extenso de lo que en realidad es. sobre cuestion es limítrofes, la reivin dicación sobre territorios
Desde fin ales de dich a década, los libros in corporaron la an tárticos.51 Dos añ os después se in troduce la fórmula “In te-
idea de que el territorio argen tin o está in tegrado por tres “par- gración geográfica del territorio argen tin o: a) parte con tin en -
tes” o “porcion es”. A partir de en ton ces, palabras más, palabras tal; b) islas oceán icas; c) sector an tártico”.52 Desde en ton ces es-
men os, todos repiten un mismo texto: “el territorio de la Re- ta fórmula se reproduce y desarrolla en los libros de texto de
pública Argen tin a está in tegrado por un a parte del con tin en - n ivel primario y secun dario como en un ciación cierta ––y n o
te sudamerican o, un a serie de islas oceán icas y la región an tár- preten dida–– de la exten sión del territorio argen tin o. El razo-
tica”.49 Con esta in troducción , se agregó al territorio argen tin o n amien to circular que se propon e en tre el mapa y la en un cia-
un con jun to de tierras sobre las que el estado n o ejerce sobe- ción se eviden cia en un a actividad propuesta por un man ual
ran ía recon ocida in tern acion almen te. La llamada parte “con - de primaria ( Peuser, 5º grado, 1980) , que in vita a los alumn os
tin en tal” o “sudamerican a” compren de el país real, es decir, las a “comprobar” “median te la obser vación del mapa” “que el te-
vein ticuatro provin cias, la Capital Federal y el an tiguo Territo- rritorio argen tin o compren de tres partes: la con tin en tal, el sec-
rio Nacion al de Tierra del Fuego ( in cluida la isla de los Esta- tor an tártico y las islas oceán icas”.53
dos) , luego provin cializado. La parte “marítima”, “oceán ica”, Ninguno de los libros revisados pone en duda la validez de
“in sular”, in cluye las islas Malvin as y las llamadas islas O ceán i- esta anexión simbólica de territorios ajenos a la soberanía esta-
102 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 103

tal. A la enumeración de las “partes” siguen los “cálculos” de la sugerir que los límites n aturales n o supon en con ven cion es n i
extensión del territorio, que dan lugar a cifras ficticias de super- acuerdos, se sobreen tien de que, cuan do surge un desacuerdo
ficie. La imagen de un a Argen tin a tripartita se formula en los respecto de un límite “natural”, alguno de los dos países miente
textos como un axioma, sin sugerir que exista al respecto algu- o está equivocado. Es elocuente una frase del mismo libro: “Co-
na controversia. mo la cordillera de los Andes corre por el oeste de América del
Sur, el territorio chileno es mucho más estrecho y menos exten-
Las fronteras so que el argen tin o”. Este argumen to podría con fron tarse con
La segunda clave de lectura del territorio estatal son los “lími- muchísimos ejemplos contrarios, donde la cordillera de los An-
tes y fronteras”. Aun cuando parece evidente que se trata de una des no divide países, sino que atraviesa un mismo territorio esta-
relación política, expresada en una configuración espacial, este tal, como Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Sin em-
tema es encarado como un rasgo de la Geografía física del propio bargo, más importante que su falsedad empírica es el concepto
país. En los libros pueden reconocerse dos tendencias en la con- que se enseña, a saber: que fue la naturaleza ––y no la historia, la
ceptualización de las fronteras del estado. La primera imagina las política o la acción social–– quien dictó el lugar por donde debe
fronteras como instrumentos de clausura del territorio estatal; la correr el límite interestatal entre la Argentina y Chile.
segunda como zonas críticas, de choque, conflicto o tensión. La segun da ten den cia con cibe las fron teras como zon as crí-
En el primer caso, “límite” y “frontera” se utilizan casi como ticas, de ch oque o de ten sión , debido a que están sometidas a
sinónimos, y se tiende a ver en ellos una línea demarcatoria an- dos fuerzas que tien den n aturalmen te a la expan sión . Esta vi-
tes que una región o área; una línea que permite separar y dis- sión llega a ser domin an te desde mediados de los añ os sesen -
tinguir dos estados y dos sociedades, y administrar adecuadamen- ta, especialmen te en los libros del n ivel secun dario.55 L. Dag-
te sus intercambios. Para representarlos se recurre a metáforas n in o Pastore represen ta la versión más explícita y extrema de
como “barreras” y “muros”. Las fronteras son áreas vacías de so- esta ten den cia:
ciabilidad, zonas de tránsito regulado ––por lo tanto militariza-
das––, que permiten comunicar lugares de ambos países que es- “A uno y otro lado surgen, primitivas, rudimentarias, dos sobera-
tán emplazados fuera de las regiones fronterizas. nías. La una y otra, quedan separadas por una franja neutral, su-
Esta concepción de las fronteras predomina en los primeros ficientemente ancha para impedir el contacto ( …) . La presión ha-
libros del período ( Daus, 1949; Rampa, 1961) . En ellos subyace cia la periferia va acen tuán dose con el progreso h uman o y a
una distinción entre “límites naturales” y “artificiales”, y los pri- medida que la civilización crece, ( …) se con vierten en region es
meros son considerados más efectivos para la clausura del terri- de alta ten sión ( …) . Tan pron to como los dos pueblos vecin os,
torio.54 La cordillera de los Andes suele constituir el ejemplo pa- ( …) van tomando contacto, el ajuste del límite se torna indispen-
radigmático de límite natural. Esta idea es mucho más fuerte en sable, a no ser que uno de ellos ––el inferior–– tolere el avance del
los manuales de nivel primario, y lleva a afirmaciones como ésta: otro, que en una penetración gradual, irá desplazando a su favor
“cuando la línea divisoria entre dos países sigue la de los acciden- la divisoria latente ( …) . El mayor grado de precisión de las fron-
tes geográficos se dice que el límite es natural ( …) . Si los límites teras se alcanza en los pueblos de gran cultura.” ( Dagnino Pasto-
se indican en los mapas con líneas trazadas de común acuerdo re, 1966, 15) .
por los países, se llaman convencionales” ( Estrada, 6º, 1973) . Al
104 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 105

Según esta perspectiva, el contacto entre países fronterizos titución del estado argentino, como el caso de las islas Malvinas.
no puede ser sino conflictivo, y en ese conflicto habrá un gana- Entremezclados con los anteriores, suelen aparecer lamentos de
dor: el que logre avanzar “penetrando” en el territorio del otro pérdidas de territorios que se considera que deberían haber si-
y desplazando a su favor el límite. La expansión territorial se va- do argentinos, invocando derechos hereditarios de la corona es-
lora como signo de superioridad, y la imprecisión de las fronte- pañola; es el caso de los llamados “desmembramientos”, deno-
ras como signo de incultura. En la misma línea transita la obra minación dada a la formación de los estados independientes de
de Rey Balmaceda, cuya producción y trayectoria justifican que Paraguay, Uruguay y Bolivia.
se lo con sidere in spirador del con cepto de fron teras, presen te Fin almen te, se agregan territorios que son objeto de estra-
en los libros que escribe junto con Lorenzini. El punto “límites tegias militares y diplomáticas de expan sión territorial más mo-
y fronteras” es una síntesis de las ideas que Rey Balmaceda pro- dern as, posteriores a la formación del estado n acion al, sobre
puso en una obra publicada en 1979 con el mismo título. En ella cuya soberan ía territorial h ay un a competen cia en tre estados.
se condensa una noción de territorio que predomina en la ma- Es el caso de las plataformas con tin en tales, los espacios acuáti-
yoría de los man uales de la época: el territorio es con siderado cos llamados “mar territorial”, “patrimonial” o “epicontinental”,
una posesión o patrimonio del estado y al mismo tiempo una di- las tierras an tárticas, sus mares adyacen tes y un a can tidad de is-
mensión casi física de la existencia del estado. Ninguna idea de las localizadas den tro del llamado casquete polar an tártico; su
sociedad parece sostener la imagen del estado que se propone.56 régimen jurídico está sujeto a acuerdos in tern acion ales simila-
A pesar de los matices, puede afirmarse que en líneas gene- res a los que rigen otros aspectos del derech o in tern acion al, co-
rales los libros de Geografía han propuesto una visión expansio- mo los llamados “espacios aéreos y extraterrestres”. En los libros
nista de las fronteras: cada estado es expansivo o bien debe cus- an alizados, el relato n o distin gue los distin tos tipos de reivin di-
todiar sus fron teras fren te a los impulsos expan sivos de los cación y los h omologa bajo la discutible categoría de “con flic-
estados vecin os. Si bien esta idea es más explícita en los textos tos limítrofes”.
que participan de la segunda vertiente, la presencia en los pri- En el tema de los litigios limítrofes, es común que el texto se
meros de las ideas de “penetración”, “barreras efectivas” e “inte- escriba en clave de alegato. La ubicación de este tema en los li-
gridad nacional” muestra que su visión de las fronteras no es aje- bros de Geografía física no impide que el texto tome allí un to-
na a la idea expansionista, aunque esa idea sea adjudicada a los no abiertamente patriótico. Otro rasgo común es la ausencia ca-
otros países, y se promueva en consecuencia una disposición de si absoluta de referencias al contexto político interno y externo
alerta defensiva en los ciudadanos argentinos. en que distintas gestiones diplomáticas comprometieron las re-
laciones internacionales del estado argentino, lo que permitiría
Los litigios limítrofes interpretar el signo ideológico de las iniciativas. En estos relatos
Bajo el rótulo de “conflictos limítrofes” suelen incluirse rei- prácticamente no se señala ninguna diferencia conceptual entre
vin dicacion es territoriales de muy diversa ín dole. Por un lado, estado y gobierno, ni mucho menos las diferencias político-ideo-
áreas que han dado lugar a diferendos entre las cancillerías de lógicas entre los distintos grupos que desde el gobierno diseñan
estados vecinos en la delimitación o demarcación de sus límites y ejecutan las políticas diplomáticas. Todas estas diferen cias se
in tern acion ales. Jun to con ellos, territorios sobre los cuales se ocultan detrás de la imagen de un único sujeto actuante llama-
reivindica una soberanía originaria dudosa y anterior a la cons- do la Argentina.
106 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 107

Lo mismo ocurre con la imagen de los otros países que apa- teras como líneas de clausura, como en los libros de Daus (1949)
recen en el relato sobre los “con flictos” de Argen tin a. Los ac- y Rampa ( 1961) . El discurso belicoso se combin a con la visión
tores son Ch ile y la Argen tin a, Brasil y la Argen tin a, Bolivia y más abiertamen te expan sion ista de las fron teras ( Loren zin i y
la Argentina, Gran Bretaña y la Argentina. En ocasiones, las ex- Rey Balmaceda, 1984; Sarrailh y otros, 1989b) .57 Se advierte que
presion es “el estado argen tin o”, o también “n uestro país” y “el el discurso belicoso tuvo más adherentes que el amistoso, y em-
país vecino” se utilizan como sinónimos de esta imagen personi- pieza a generalizarse hacia la década del 70. Tanto en unos co-
ficada. De esta forma, a partir de lo que cuentan sobre las accio- mo en otros, el país y cada uno de los ciudadanos son identifi-
nes de los cuerpos diplomáticos, los libros esbozan ciertas imáge- cados de man era total con el accion ar imputado a ambas
nes sobre las sociedades que se suponen representadas. cancillerías. El involucramiento de autor y lector son reforzados
Hay en los textos similar apreciación de los supuestos bási- mediante el uso del posesivo: “nosotros”, “el perito que nos re-
cos, pero diferencias en el tono y el contenido en la referencia presentaba”, “nuestro país reclama”.
a los países con los que existen conflictos y diferencias. Se pue- El texto de Rampa combin a el n acion alismo explícito con
den distin guir dos version es, un a amistosa y otra belicosa. La un ton o amistoso h acia Ch ile. Refirién dose al sector an tártico
amistosa tiende a situar los conflictos limítrofes en el terreno del señala: “la superposición entre los 53° y 74° O es un problema
malentendido. Sin dejar sombra de duda sobre los derechos de que ambos países h abrán de resolver con la ecuan imidad y la
la Argentina, no imputa intenciones deshonestas al otro país y comprensión que siempre caracterizó sus estrechas relaciones”
recon oce la legitimidad de algun os reclamos. El otro es el de ( 1961; 14) . Sin embargo, en varios pasajes del texto niega legi-
“país h erman o” o “país vecin o”. La Argen tin a es un a sociedad timidad a los reclamos que se imputan a Chile, presentando te-
noble y generosa, pero también exitosa en la construcción de su rritorios en conflicto ––como el sector antártico y las islas al sur
territorio; en ocasiones se sugiere que el país se expandió, o aún del Beagle–– como si fueran defin itivamen te argen tin os. En
se sigue expandiendo, sobre zonas consideradas res nullius ––los otra versión de ton o amistoso, Daus ( 1949) sugiere un a con cu-
territorios indígenas en el siglo XIX, la Antártida en el XX––, y rren cia pacífica con Ch ile sobre la An tártida, basada en un a
no a expensas de sus vecinos. “posición geográfica” compartida. En la demarcación del lími-
La versión belicosa imputa intenciones deshonestas al otro te cordillerano el texto asume el lugar de la defensa de las pre-
país, identificado con el accionar de sus cancillerías. A diferen- ten sion es argen tin as ( “el perito argen tin o demostró”, “la clari-
cia de la primera, aquí se brin da mayor in formación sobre los dad del alegato argen tin o”) . Recon oce que la soberan ía sobre
fundamentos esgrimidos por el otro en sus reclamos diplomáti- las islas del Beagle está en disputa, pero al describir las partes
cos, con la intención de refutarlos y a veces de demostrar su ma- que la in tegran las adjudica a la Argen tin a. Es común en estos
licia. El otro país es visto como adversario o como amenaza. La libros el énfasis en la disposición pacifista de la Argentina: Daus
Argentina es un país acechado por la expansión de los otros; pe- invita a ver en las actitudes de la “Argentina” un “ejemplar espí-
ro también es un país perdedor, cuyo destin o de gran deza se ritu conciliatorio ( …) . Tal conducta internacional constituye pa-
frustra por la debilidad o la falta de patriotismo de las elites go- ra n uestro país un título h on roso, que lo h ace acreedor al res-
bern an tes, y especialmen te por los errores de las gestion es di- peto y a la sincera amistad de sus vecinos”. Y Rampa reproduce
plomáticas. un texto oficial que se convertirá en cliché en años posteriores:
El discurso amistoso aparece junto con la visión de las fron- “En todos los casos in tern acion ales, n uestro país ( …) n o recu-
108 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 109

rrió jamás al uso de la fuerza, sometiéndose voluntariamente a de estas claras estipulaciones, Chile siempre pretendió crear una
la decisión de árbitros, cuyos fallos acató con notable disciplina espuria cuestión de límites”.
y noción del derecho internacional” ( Rampa, 10) . Por lo gen eral, los man uales para la escuela primaria tien -
El expon en te más an tiguo del discurso belicoso es Loren zo den al discurso amistoso, como en este párrafo en que se rela-
Dagn in o Pastore. O bsérvese el modo en que presen ta la posi- tan los conflictos de principios de siglo XX: “El desacuerdo era
ción de Chile en el litigio por las islas del Sur: “Por supuesto, que tal que en determinado momento la guerra entre los dos países
no consideramos como cuestiones de límites cualquier intento hermanos, parecía inminente. La serenidad de los presidentes
de ocupación de territorio argentino y en el cual ejercemos, por de ambas naciones ( …) evitó el conflicto” ( Estrada, 6º , 1973, 8-
lo tanto, una total y absoluta soberanía”. En el libro de Floreal 9) . Algunos de estos libros de texto muestran una combinación
Rossi se encuentra el primer ejemplo de combinación entre to- de discurso amistoso y discurso perdedor, como se expresa en
no belicoso y visión de la Argen tin a como país perdedor. El au- este fragmento: “Nuestro país se enorgullece de haber aceptado
tor enuncia primero el argumento clásico: “La República Argen- siempre los fallos arbitrales, aunque en casi todas las oportuni-
tina ( …) no recurrió nunca a la fuerza…”. Pero en una nota a dades le fueron desfavorables” ( Peuser 5º, 392) . Es de destacar
pie de página, transcribe un párrafo de Ernesto Fitte: “Es inne- que cuando se realizan estos comentarios, el ejemplo elegido es
gable que el país no ha sido afortunado en el terreno de los arre- casi siempre algún conflicto limítrofe con Chile.
glos de límites. Si obser vamos un mapa de la época colon ial,
apreciamos la magnitud de nuestros renunciamientos”.
Sin duda es Raúl Rey Balmaceda quien mostró una verdade- La formación histórica del territorio
ra militancia en la actitud belicosa hacia Chile y en el discurso
que lamenta las “pérdidas territoriales” de la Argentina. En el li- Hasta 1989, este tema está incluido en los libros que desarro-
bro de Geografía argentina que escribe en colaboración con Lo- llan la llamada “Parte humana” de la Geografía argentina. La vi-
renzini, aclara: sión de la formación histórica del territorio queda así escindida del
análisis de sus fronteras. Por otro lado, se alude a esta cuestión en
“las cuestion es de límites n o se produjeron por an sias de expan - relación con otros países americanos ––sobre todo los países limí-
sión territorial d e n u estro p aís sin o com o con secu en cia d e la trofes––, pero en un contexto donde la propia nación, proyectada
im p recisión d e los lím ites vigen tes h asta 1810; ( …) tod as las en el territorio, aparece como la protagonista del drama histórico.
cuestiones, lamentablemente, han sido resueltas de manera abso- Sacado del contexto americano, se ofrece una visión autocentra-
lutamente perjudicial para nuestro país”. da de la historia argentina. La historia nacional se traduce en la
epopeya de una conquista territorial, en la que una nación laten-
Tras lo cual se presen tan varios ejemplos referidos a “erro- te en esencia alcanza la plenitud cuando obtiene la porción de su-
res” que “favorecieron al país trasandino”. perficie terrestre en la que estaba destinada a desarrollarse.
En relación con los Pactos de Mayo firmados en 1902, ad- Aparecen aquí dos temas: la formación de la configuración
vierte al lector que “la lín ea limítrofe fue separada de la costa actual de los límites internacionales y la formación demográfica
para evitar que la Argentina tuviera una salida al océano Pacífi- y étnica de la población argentina. En ambos casos, se comien-
co”; y en cuanto al estrecho de Magallanes, afirma que “a pesar za con la Conquista y se culmina en el presente.
110 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 111

Respecto de la formación territorial, se propone una visión ción étnica y cultural de la nacionalidad, y aparece, por esta ra-
del estado y la nación argentinos que puede resumirse así: la his- zón, como un atributo del territorio antes que de la población.
toria de la n ación comien za duran te el siglo XVI y alcan za un
primer punto de llegada en el Virreinato del Río de la Plata, ima- Las migraciones fronterizas
ginado como una suerte de estado antes que el estado, cuyo te- Como en el caso de los litigios limítrofes, el tema de las mi-
rritorio represen ta un a “Argen tin a posible”. Este proyecto se gracion es fron terizas está con siderado en los man uales desde
frustra a raíz de los “desmembramientos”. Hasta ese momento, una perspectiva autocentrada. Aunque se alude a una relación
el relato de la formación territorial funciona como velada histo- entre dos territorios, dos estados y dos sociedades, la migración
ria de la formación de los estados sudamericanos. Tras los movi- aparece como un proceso que se origina en el exterior y afecta
mientos independentistas, se habría iniciado otro proyecto, con al propio país. En otros textos se relaciona la cuestión migrato-
la conquista efectiva de un territorio formalmente “argentino” ria con el tema de los límites internacionales. En ambos casos se
por herencia colonial, pero dominado por un “otro étnico” que plantea como un problema para el país, una amenaza que pro-
h ubo de ser violen tamen te extermin ado y reemplazado por el vien e del exterior, fren te a la que se sugieren peligros y pérdi-
“blan co europeo”. Cumplido este proceso, se in icia el camin o das, ocasionadas por una disposición excesivamente amistosa o
hacia un nuevo mito territorial, una nueva “Argentina posible”: descuidada de la propia sociedad frente al proceso.
la Argentina “extraterritorial”, “oceánica” o “antártica”. La mirada sobre las migraciones fronterizas retoma los mo-
En cuanto a la evolución demográfica y étnica, se muestra que tivos geopolíticos y los articula con el prejuicio racista. Como se
la Argentina es el país más blanco ––o quizás el único netamente dijo, el concepto de “posición geográfica” permite caracterizar
blanco–– de América latina. El relato también se remonta a la a la Argen tin a como “país templado”. Duran te la década de
Conquista, y en algunos casos se refiere a la “población argentina 1980, la idea de “país templado” es reemplazada por la de “país
en el período pre-hispánico, colonial, independiente” ( Rossi, con gran variedad de climas” en virtud del “desarrollo en lati-
1975). Aun así, los textos se orientan a separar a la población ar- tud” del territorio, pero esta caracterización no trae cambios so-
gentina respecto del pasado indígena y de cualquier concepto de bre la con clusión que se saca de ello: distin guir a la Argen tin a
mestizaje. Si el Virreinato del Río de la Plata se presentaba como de los países vecinos ( Lorenzini y Rey Balmaceda, 1986; Quarle-
hito fundacional en la construcción del estado, la llegada de la in- ri, 1983) . Es sign ificativo que todos estos autores señ alen estas
migración masiva de origen europeo de fines del siglo XIX y prin- peculiaridades climáticas únicamente para “el territorio argen-
cipios del XX se convierte en el momento de la definición racial tino”, y no para todo el cono sur o área similar.
y cultural de la nacionalidad argentina. Se le adjudica haber “ci- De las con dicion es climáticas se derivan ven tajas excepcio-
mentado la unidad espiritual de nuestro pueblo” (Daus, 1953); el nales para las actividades agrícolas, que explican la afluencia ma-
fomento de valores ajenos al “criollo”, como la “laboriosidad” o la siva de in migración blan ca de origen europeo. Algun os argu-
“jerarquización del concepto de familia” (Rossi, 1975), y el haber mentan por ello una “superioridad” cultural y económica de la
permitido que en el país se desarrollara una “clase media” (Ros- Argentina frente a otros países sudamericanos ( Dagnino Pasto-
si, 1975, Lorenzini y Rey Balmaceda, 1986). re, 1966, 278-279) . Otros encuentran que la “equivalencia en la-
En toda esta construcción narrativa, la argentinidad parece titud” de Argentina con los países europeos es la causa de la “asi-
preceder a la organización institucional del estado y a la defini- milación de los colonizadores e inmigrantes” ( Daus, 1953, 21) ,
112 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 113

lo que propone la idea de una “natural” disposición del territo- evitada la que “afecta o puede afectar la unidad espiritual de la
rio argentino a la integración exitosa de la inmigración blanca Nación y su patrimon io tradicion al”; que “puede perjudicar al
o europea. obrero nativo, si hay suficiente mano de obra” y los inmigrantes
La afluencia masiva de inmigración europea aparece como que “se niegan a mezclarse” con la población nativa ( 46) . Luego
el punto de origen de la nacionalidad argentina, de modo que de distinguir la inmigración europea de principios del siglo XX
ni el pasado indígena ni el pasado colonial y republicano prein- y la “nueva inmigración” señala que “las condiciones han varia-
migratorio remiten a un pasado compartido con el resto de los do” y que por esta razón, “la política seguida actualmente es la
países sudamerican os. Las raíces étn icas argen tin as están del de selección de la inmigración, en función de las condiciones in-
otro lado del océano. Esto se refleja en la visión de las fronteras trín secas de los can didatos y de las n ecesidades específicas del
como áreas de contacto con la población de los países vecinos. país” (47). Aclara que la “nueva inmigración” se compone de “un
El in greso de in migran tes latin oamerican os es visto como un cierto número de extranjeros oriundos de los países vecinos que
proceso de even tual ch oque cultural, ya sea porque se afirme son atraídos hacia el nuestro por diversas causas, principalmen-
que la población argentina es “naturalmente” de raza blanca y te económicas” y que “es obvio que la distribución de estos inmi-
la de los países vecinos casi siempre mestiza ––a excepción a ve- grantes corresponde a los lugares de frontera”. Las conexiones
ces del Uruguay––, o porque su población actual tiene una iden- son fáciles de establecer, sobre todo si se recuerda que para Daus
tidad étnica cuya raíz es diferente de la de los países vecinos. las fronteras son como “muros” que permiten “impedir el acce-
Esta inmigración sería una novedad de las décadas centrales so de inmigrantes indeseables”, con algunas “puertas” para per-
del siglo XX y un “problema” para la Argentina. Los migrantes mitir intercambios comerciales y culturales entre los países.
vien en en busca de mejores con dicion es de vida, econ ómicas, En el caso de Quarleri ( 1983) , a las distinciones raciales ya
sociales y políticas, motivos que n o se señ alan para la in migra- señaladas se agrega que
ción europea finisecular. Con ello, se abren ciertas dudas sobre
las consecuencias de la “nueva inmigración”, proveniente de los “el desplazamien to de población ( …) de países vecin os ( como
países limítrofes, que como los textos en señ an , se in tegra por ocurre en la Argen tin a, por ejemplo, don de la mayoría de los bo-
personas no puramente “blancas”. En algunos libros se plantea livian os y paraguayos llegan a la capital sin ten er medios para su
el tema de la competencia por mercados laborales, pero en ge- alojamien to y para un a vida decorosa) h a creado, en lugares pe-
neral el motivo étnico ––en clave más racial o más cultural–– do- riféricos a la capital y a otras gran des ciudades, con cen tracion es
mina la imagen de estas migraciones. A ello se le agrega el mo- de vivien das precarias en terren os n o propios, que determin an
tivo geopolítico, pero únicamente en el caso de los dos históricos las ciu d ad es m argin ad as, d en om in ad as en Argen tin a villas d e
adversarios: Brasil y Ch ile. Es in teresan te con statar que ambos emergen cia”.
son también estados que no se reclaman como partes perdidas
de una Gran Argentina identificada con el ámbito territorial del En claro contraste con el papel adjudicado a las migraciones
virreinato. de origen europeo, las migraciones desde países vecinos se aso-
Paradigmáticamente, este razonamiento se expresa en el li- cian al incremento de la pobreza y la marginalidad urbanas.
bro de Daus ( 1953) , quien desarrolla extensamente los “incon-
venientes que se atribuyen a la inmigración”. Señala que debe ser
114 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 115

La visión de los países vecinos: el caso de Chile po limítrofe: en Soto-Hall y Rampa ( 1948) , y en Lorenzini y Rey
Balmaceda ( 1984) ; sólo en este último libro el capítulo se llama
El análisis del capítulo dedicado a Chile en los libros de Geo- “países limítrofes”. La excepción a este criterio es Quarleri, que
grafía de América permite mostrar cómo la mirada centrada en incluye a Chile dentro de los países de la “región andina”.
los otros se adecua a los requerimientos de una visión única so- En esta nueva lógica de agrupamiento de países, puede ver-
bre el propio país. Los capítulos de países se agrupan much as se un gesto ya comen tado en estos libros: organ izar la mirada
veces en partes o secciones que sugieren una cierta regionaliza- del mun do desde un pun to de vista cen trado en algun a visión
ción , y Ch ile aparece den tro del con jun to de los “países an di- del propio país. Ch ile aparece primero como país an din o por
nos”. En esta clasificación se articulan dos criterios: uno geográ- sus propias características, que parecen distinguirlo de la Argen-
fico, que remarca la importan cia de la cordillera en las tina por motivos étnicos y geográficos. Pero luego se lo agrupa
condicion es físicas y ambien tales de su territorio, y otro étn ico, con los países “afin es” a la Argen tin a ( Brasil, Uruguay y Para-
que apela al peso cultural y racial que las sociedades aborígenes guay) en un conjunto de “países limítrofes”. Nuevamente, se re-
h istóricamen te asen tadas en los An des ten ían en la iden tidad fuerza la idea de que el prin cipal vín culo en tre la Argen tin a y
del país. Sin embargo, en el capítulo particular sobre Chile esta Chile es compartir una larga y conflictiva frontera.
ubicación se desdibuja. Como prescribe el esquema descriptivo de la Geografía tra-
En primer lugar, su identidad étnica no parece del todo “ple- dicional, el discurso sobre el otro país comienza enunciando las
na”. Se afirma que la población chilena se conformó a partir de propiedades espaciales de la figura de su territorio: forma, ex-
la “cruza” entre españoles y aborígenes ( o amerindios) ; por otra tensión y posición. Tal como se explicó al analizar el caso de la
parte, suele destacarse que existe una parte importante de “blan- Argen tin a, en este primer aspecto los países son iden tificados
cos”, pero que la inmigración de los siglos XIX y XX no la ha fa- con los estados, éstos con sus territorios, y los territorios con una
vorecido con contingentes importantes de personas de este co- porción de naturaleza y con una figura cartográfica. Lo intere-
lor. Por esta razón , Ch ile en caja en la etn icidad mestiza de san te de esta presen tación de Ch ile es que se plan tean formas
América latin a, pero también aparece como un o de los países de mirar y de in terpretar muy diferen tes de las que se utilizan
menos indígenas de entre los andinos. para hablar de la forma y posición del territorio argentino.
En segundo lugar, la regionalización sugerida en la sección Se dijo que la Argentina es, ante todo, un país extenso, el se-
de los capítulos dedicados a los países no replica la que se pro- gun do de América y el sexto ––séptimo u octavo según el au-
pon e en la visión gen eral del con tin en te. En lugar de in tegrar tor–– del mun do. La Argen tin a es un país templado; pero su
la parte de los “países andinos” junto con Venezuela, Colombia, gran “extensión latitudinal” lo dota con una gran diversidad cli-
Perú, Ecuador y Bolivia, el capítulo dedicado a Chile se agrupa mática, biótica y paisajística que explica su “riqueza n atural”.
con los de Brasil, Uruguay y Paraguay. Supóngase que este crite- Examínese cómo se encara la Geografía de Chile:
rio responde a un agrupamiento implícito: “países limítrofes de
la Argentina”; en ese caso, la llamativa ausencia de Bolivia en es- “La República de Chile ( se extiende) en forma de larga y estrecha
te grupo llevaría a con cluir que h ay países más limítrofes que franja ( …) . Esta faja, de 39 grados de extensión en el sentido nor-
otros (Daus, 1958; Dagnino Pastore, 1961; Rampa, 1961; Alemán te-sur, o sea 4.300 km, en ningún lugar alcanza un ancho de 400
y López Raffo, 1982) . Sólo en dos casos Bolivia se integra al gru- km” ( Soto-Hall y Rampa, 1948, 375, b/ n) .
116 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 117

“El territorio chileno ( muestra) una forma desarmónica entre el lar- petitivo con que se presen tan las cifras de la super ficie del te-
go y el ancho ( …) . A tan dilatada dimensión en el rumbo de los rritorio argen tin o, el h ech o de destacar la “pequeñ ez” de Ch i-
meridianos no corresponde, ni con mucho, una amplitud concor- le puede ser visto como otro modo de mostrar la “gran deza” de
dante en el sentido de los paralelos.” A esa “descomunal extensión la Argen tin a. Pero además, la escasa an ch ura es un argumen to
N-S” se deben “las manifiestas diferenciaciones de este territorio” usado para explicar los “apetitos” territoriales de Ch ile. En un
( Daus, 1958, 243, b/ n) . artículo, “Testimon ios cartográficos del expan sion ismo ch ile-
“Su anchura es muy reducida ( …) en la latitud de la zona más pobla- n o”, Raúl Rey Balmaceda se pregun ta:
da es en promedio de sólo 150 km y hay lugares en que se reduce
a 100 km” ( Daus, 1979, b/ n) . “¿Qué razon es dan pie a un a geofagia que parece n o ten er fin ?
“Su larga y angosta figura lo hace inconfundible” ( Alemán y López Por cierto que la Geografía de Chile ––la ‘loca geografía’ de algún
Raffo, 1982, 371, b/ n) . autor–– explica esas ansias expansionistas territoriales, si bien no
“Chile es una República Unitaria extendida 4.200 km en el senti- la justifican. Todos los países limítrofes han soportado las conse-
do de las latitudes y con poco desarrollo en el sentido de las longitu- cuencias de los apetitos territoriales chilenos”.58
des” ( Quarleri, 1993, 263, b/ n) .
Significativamente, en el texto dedicado a Chile, el libro de
Es evidente que por su forma territorial Chile comparte con Lorenzini y Rey Balmaceda ( 1984) no recurre a estas imágenes,
la Argen tin a la “gran exten sión latitudin al”. Sin embargo, la sin o que lo califica como un “país an din o y oceán ico a la vez”.
Geografía chilena no es interpretada a la luz de esta expresión. Puede supon erse en estos autores que esta expresión remite a
Y las pocas veces que se la sugiere ( Quarleri, 1993) no se dedu- un a lectura geopolítica de la posición geográfica de Ch ile; de
ce de esta característica la ventaja de la variedad de climas, bio- manera coherente con la actitud que se ha calificado como be-
mas, paisajes, y la consecuente dotación natural excepcional que licosa, prefieren hacer una advertencia sobre lo que ven como
se destaca en la Argentina. Esta característica de Chile es presen- una ventaja estratégica en el territorio chileno. Por eso señalan:
tada más bien como una dificultad que como una ventaja. Cuan-
do se lo adjetiva, el territorio se con sidera “desarmón ico”, “es- “( …) la ubicación geográfica de Chile, considerada adversa en re-
trech o”, “descomun al”. La con clusión que se extrae de la lación a los grandes circuitos económicos y comerciales mundia-
“largura” de Chile es su difícil geografía, que podría filiarse en les, se presenta progresivamente como extraordinaria por la faci-
la idea de “loca geografía” acuñada por el escritor chileno Ben- lidad de comunicación marítima con continentes que acceden al
jamín Subercaseaux. En comparación con la Argen tin a, Ch ile desarrollo económico, como Asia y Oceanía. Es por esto que la po-
no ha salido beneficiado por los “dones” de la geografía. lítica chilena procura afianzar su dominio en los grandes pasos in-
En esta idea se con den san dos imágen es: la primera es la de teroceánicos, como los de Hoces y Magallanes, en vista de un nue-
“deformidad”, derivada de un a an tropomor fización del territo- vo ordenamiento económico y comercial del mundo” ( Lorenzini
rio y que resulta con sisten te con las vision es organ icistas de la y Rey Balmaceda, 1984) .
soberan ía. La segun da es la de escasez de espacio vital, prove-
n ien te de las lecturas geopolíticas de Ratzel y con ectada con la En suma, la Geografía de Argentina y la de Chile son inter-
visión expansionista de las fronteras. Si se recuerda el tono com- pretadas según criterios distintos, incluso apelando a un mismo
118 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 119

esquema con ceptual. Luego, al subrayar la escasa an ch ura del te en la categoría “población”, descripta como una identidad ét-
territorio chileno se sugiere cierta disposición “natural” a la ex- nica difusa: andina y mestiza, pero no tanto como en otros paí-
pansión territorial hacia los países vecinos. En esto deben de ha- ses de esa clasificación. Como se dijo, Chile es presentado como
ber pen sado quien es en la edición 1979 agregaron al libro de el menos indígena de los países andinos, pero también el menos
Daus este dato: “la zona más poblada” de Chile tiene “sólo 150 blanco de los países del Cono sur. Aunque se señala el compo-
km y hay lugares en que se reduce a 100 km”. nente indígena, varios autores subrayan que la mayoría de la po-
En el texto de Geografía de América, y también en el de la blación pertenece a la “raza blanca”, en una proporción que ron-
Argentina, la proximidad geográfica con la Antártida es presen- daría el 90% ( Rampa y Soto-H all, 1948; Rampa, 1961, 413;
tada como un argumento para reclamar derechos sobre un sec- Alemán y López Raffo, 1982, 327; Loren zin i y Rey Balmaceda,
tor de ese territorio. Esta característica aparecía much as veces 1984, 104) . Pese a esas cifras elevadas, los autores no hacen so-
compartida con Chile, y en este argumento los autores no se des- bre Chile las mismas generalizaciones que realizan para Argenti-
dicen: subrayan la relación entre su localización y sus pretensio- na. En otras palabras: si en Chile la mayoría de la población es
nes sobre la Antártida. En los libros más antiguos se acepta que de raza blanca, esto no hace a Chile un país blanco. Compárese
Chile tiene “derechos” semejantes a los de la Argentina “por cau- por ejemplo cómo organiza Quarleri el inventario de la Argenti-
sas geográficas y políticas” ( Rampa y Soto-Hall, 1948, 375) . En na y el de Chile. En la síntesis de Chile se lee: “Raza: blancos, mes-
los de los añ os och en ta, la posición geográfica se señ ala como tizos y amerindios”; en la de la Argentina: “Raza: blanca, con pre-
motivo de sus “pretensiones” ( Quarleri, 1983; Alemán y López domin io de latin os; también existen criollos y mestizos”. Algo
Raffo, 1982, 321) . similar ocurre con el ítem “religión”: en el caso de Chile se indi-
Ésta es la única mención a cuestiones de límites y de reivin- ca “predominantemente católica. La profesa el 89% de la pobla-
dicaciones territoriales que mantiene el estado chileno. No hay ción”; en la Argentina se lee: “católica apostólica romana. Existe
nada similar a una historia del territorio de Chile, excepto en el libertad de cultos”. Y con las lenguas: mientras que en Chile se
libro de Lorenzini y Rey Balmaceda ( 1984) , que ofrecen un “es- reconoce la presencia de lenguas indígenas ( “español; se habla
bozo histórico”. Allí puede leerse que desde 1830 también el mapuche y el alakaluf”) , no ocurre lo mismo con la
Argentina ( “lengua: español”) .
“se inicia un período de prosperidad y tranquilidad política. Se da El modo como se con struye la descripción sobre Ch ile ofre-
gran impulso a las actividades comerciales, culturales y, sobre to- ce un a muestra de la fun ción que la visión de los otros cumple
do, a la política de expansión territorial. ( …) Su victoria sobre Pe- en la Geografía tradicion al. En ella se refuerzan los rasgos bá-
rú y Bolivia le permite an exarse las pampas salitreras ( …) . Tam- sicos de las diferen cias de Ch ile con la Argen tin a, pero n o se
bién desde fines del siglo pasado mantiene largos conflictos con profun dizan las lín eas de con flicto pasado, presen te o poten -
la Argentina por la delimitación de la Patagonia y los espacios ma- cial con ese país, que sólo aparecen en el relato cen trado en la
rítimos entre ésa y la Antártida” ( 200) . Argen tin a. La ausen cia de lín eas de con flicto se vuelve más evi-
den te en el pun to que suele cerrar cada capítulo por país, de-
Los libros tampoco retoman el tema de las migraciones fron- dicado a las “relacion es con la República Argen tin a”. En este
terizas desde ese país hacia la Argentina. Como en todos los ca- marco se en un cian las relacion es existen tes en tre Argen tin a y
sos, la visión de la sociedad chilena está centrada exclusivamen- Ch ile en todos los plan os; siempre son positivas, y en n in gún
120 LUIS ALBERTO RO MERO LO S TEXTO S DE GEO GRAFÍA: UN TERRITO RIO PARA LA NACIÓ N 121

momen to recuerdan los con flictos por cuestion es limítrofes n i ficaron a partir de un temario que perman eció prácticamen te
los problemas que las migracion es fron terizas pueden acarrear. inalterado durante el período estudiado. El saldo, hacia los años
Un autor como Daus, que en su libro sobre Argen tin a abun da- ochenta, deja una tradición consolidada en la que pueden reco-
ba en con sideracion es sobre los peligros de esta in migración , n ocerse tres ten den cias fuertes: un ton o belicoso en el trata-
in dica en esta sección : miento de las fronteras y la relación con los países vecinos, una
visión de la población argen tin a domin ada por el prejuicio ra-
“desde la común gesta emancipadora y no obstante la separación cial y una concepción monolítica de la nación y el estado sin ac-
física de magnitud que establece la cordillera, el intercambio de tores sociales, conflictos ni diferencias internas.
ideas y de personas ha sido incesante. En las provincias meridio-
nales de la Argentina es elevada la cantidad de trabajadores chile-
nos ––especialmente oriundos de la isla de Chiloé, llamados chi-
lotes–– que acuden a las estan cias y lugares de laboreo min ero
( …) [ como muestra de los] estrechos vínculos espirituales [ entre
ambos países] ” ( Daus, 1953, 249) .

Los libros que proponen visiones más positivas de estas rela-


ciones argentino-chilenas son los de Daus y los de Rampa. Ade-
más de los intercambios comerciales, centrados en los principa-
les rubros de exportación-importación, acuerdos bilaterales de
comercio, y “relacion es culturales estrech as” referidas a in ter-
cambio editorial, se comen ta la firma de tratados, como el de
1953, como ejemplo “de una hermandad indisoluble entre dos
pueblos que marchan unidos en pos de sus venturosos destinos”
( Rampa, 1961, 418) . En cambio, Dagnino Pastore ( 1961) Quar-
leri ( 1983) y Lorenzini y Rey Balmaceda ( 1984) , representantes
del tono más belicoso, no se pronuncian sobre las relaciones ar-
gentino-chilenas.

La indagación sobre los libros de Geografía ha tenido como


principal propósito examinar el papel que la mirada sobre el te-
rritorio cobró en la con strucción de la visión sobre la Argen ti-
na. Sus resultados permiten observar que durante largo tiempo
la enseñanza de las características del territorio nacional propu-
so visiones autocentradas, ahistóricas y por momentos autorita-
rias sobre el estado y la sociedad nacionales. Estas visiones se edi-
4. Los textos de Civismo: la construcción
del argentino ideal

A diferencia de lo que ocurre con la Historia y la Geografía,


las asignaturas que, con distintos nombres, han conformado el
área genéricamente denominada como “Civismo” no remiten a
una disciplina científica específica. Tradicionalmente el punto de
referencia era el Derecho, pues originalmente se asignó a esta ma-
teria la función de la “alfabetización constitucional” de los nuevos
ciudadanos. Posteriormente, mientras disminuía el interés por las
cuestiones constitucionales, se apuntó a algo más ambicioso: la
comprensión de las instituciones de la sociedad. Por esta vía, las
asignaturas del Civismo se vincularon con la Sociología, la Econo-
mía o la Ciencia Política. También se incluyen contenidos prove-
nientes de la Geografía y la Historia. El énfasis puesto en los as-
pectos morales introdujo la Filosofía, y en especial la Ética, así
como elementos provenientes de las creencias religiosas, y en es-
pecial de la doctrina de la Iglesia Católica. En realidad, este com-
ponente ideológico está presente también en la selección de las
teorías académicas o científicas provenientes de las Ciencias So-
ciales. El peso diferente de cada una de estas referencias discipli-
nares tiene que ver con la historia de un área curricular donde
––a diferencia de la Historia o la Geografía–– las continuidades
han sido menores que las novedades, a menudo muy fuertes, re-
lacionadas con los cambios de las coyunturas políticas.
Las diversas asign aturas correspon dien tes al área del Civis-
mo, que se suceden desde los añ os cin cuen ta, h an ten ido dos
fun cion es diferenciadas. En primer lugar, buscan instruir a los
alumn os en los principales componentes del sistema institucio-
nal y jurídico del estado, como la Constitución, las formas de go-
124 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 125

bierno y demás. Para ello, despliegan una serie de contenidos, gobernantes prestaron particular atención a los contenidos de la
que sólo en ocasiones son analizados tomando en cuenta sus di- materia. La importancia que atribuye a estos cursos el poder po-
mensiones teóricas o históricas. En segundo lugar, incluyen otro lítico, preocupado por imponer a los estudiantes modelos de so-
conjunto de contenidos, más variado y menos específico, en par- cialización, contrasta con el lugar reducido que se les asigna en la
te prescriptos por el Ministrio de Educación, a través de políti- distribución horaria y el escaso rigor con que habitualmente los
cas cambian tes, y en parte in troducidos por los autores de los profesores encaraban esas clases.
manuales; ellos corresponden al propósito de hacer del alumno En 1950, el gobierno peronista inició una fuerte ofensiva sobre
un “argen tin o ideal”. Éstos con ten idos in cluyen cuestion es va- el sistema educativo.59 Su objetivo era transformar las aulas en ins-
riadas, desde las ambien tales h asta los prin cipios que determi- tituciones de adoctrinamiento partidario. Dos años después creó
nan las relaciones internacionales, pasando por la familia, los va- una asignatura destinada a la escuela primaria y al ciclo básico de
lores religiosos y morales, o los problemas de límites con los la secundaria, denominada Doctrina Nacional y Cultura Ciudada-
países vecinos. Éstos y otros temas conforman un temario gene- na; reemplazó los viejos cursos de Instrucción Cívica, cuyo princi-
ral, del cual los textos dan cuenta de forma diversa. pal objetivo era la enseñanza de la Constitución. En el nivel secun-
Mientras que los contenidos orientados al primer objetivo con- dario, la asignatura se estructuró en tres años, y cada uno de ellos
forman el perfil más original y específico de la materia, aquéllos correspondía a uno de los “postulados fundamentales” de la Cons-
vinculados al segundo reiteran ––generalmente de manera más rá- titución Justicialista de 1949, donde se habla de una nación “social-
pida y menos sistemática–– los contenidos de otras materias, como mente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Así,
Historia y Geografía. Mientras que en éstas la función prescriptiva había un curso sobre lo social, uno sobre lo económico y otro so-
debe articularse en relación con una lógica científica y disciplinar, bre lo político. Cada curso, a su vez, se dividía en dos secciones, una
en los manuales de Civismo la función prescriptiva predomina por correspondiente a la historia anterior al peronismo y otra a las mo-
completo y determina las formas y la medida en que se desarrolla dificaciones llevadas a cabo por el régimen peronista.60
cada uno de los temas. Por ejemplo, respecto de las campañas mi- Luego de la caída del peronismo, el gobierno de la Revolu-
litares de San Martín, no interesa tanto exponer su relación con ción Libertadora suprimió los programas de la asignatura Doc-
una explicación razonada del pasado sino presentar la grandeza y trin a Nacion al y Cultura Ciudadan a,61 reemplazán dola por la
el valor moral de sus hazañas; tampoco importa analizar en deta- nueva asignatura Educación Democrática.62 Según se fundamen-
lle las características del relieve de la Argentina, sino mostrar has- tó, la anterior asignatura tenía como
ta qué punto el relieve incide sobre el ser de los argentinos.
Otra notoria diferencia con las disciplinas Historia y Geogra- “( …) único objetivo ( …) apropiarse solapadamente de la volun-
fía es el cambio frecuente y habitual tanto en la denominación de tad de los estudiantes en beneficio de una doctrina política parti-
la asignatura, como en los programas. A lo largo de todo el perío- daria, mediante el uso de falsas informaciones, la adulteración de
do que va de 1950 a 1983, los cursos de Civismo son considerados los h ech os h istóricos, la den igración del pasado argen tin o, y la
por las autoridades educativas de los sucesivos gobiernos como un creación de odios, recelos y suspicacias”.
espacio esencial para la socialización de los niños en el conjunto
de la nación. Por esta razón, y en el marco de la profunda inesta- Aunque en principio los contenidos de Educación Democráti-
bilidad política que caracteriza el período, los sucesivos elencos ca tenían como propósito atacar al peronismo ––definido como un
126 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 127

“régimen totalitario”, o “la segunda tiranía”––, rápidamente la cues- El hombre argentino


tión local del antiperonismo dejó paso a los problemas más genera-
les vinculados con la Guerra Fría.63 El comunismo, definido siem- Más allá de las modificacion es que cada gobiern o impuso,
pre de un modo muy vago y general, es en estos manuales el “otro es posible observar continuidades profundas en lo que respecta
peligroso” por excelencia; la tendencia se acentuó por la prolifera- a la manera de considerar la sociedad y la política. Entre estos
ción de militantes católicos entre los autores de los libros de texto.64 elementos, se observa la fuerte influencia del neotomismo y la
La dictadura militar iniciada en marzo de 1976 suprimió la doctrina social de la Iglesia en las explicaciones de la sociedad,
asignatura Estudios de la Realidad Social Argentina ( ERSA) ––un así como un a desmesurada importan cia de las opcion es vin cu-
programa impuesto en 1973 que no llegó a producir una oferta ladas con la Guerra Fría.
editorial significativa–– y creó una nueva materia con el nombre Sin importar la procedencia o la ideología del autor, los ín-
de Formación Cívica.65 Este cambio fue posteriormente comple- dices obligan a deslizarse por estas perspectivas. Los autores pue-
mentado por diversas resoluciones del Ministerio, que a fines de den elegir entre un enfoque más “liberal”, donde el neotomis-
1978 decantaron en una nueva denominación más acorde con mo y la doctrina social de la Iglesia pueden ser compatibles con
los contenidos de la materia: Formación Moral y Cívica. Según un progresismo laico que reivindique la Revolución Francesa, o
un documento que se reproduce en la primera página de uno bien el en foque del catolicismo in tegral, que satura los textos
de los man uales an alizados ( Kech ich ian ) , los objetivos del Mi- con los principios más radicales de esta visión. En los libros de
nisterio de Educación eran: texto que correspon den a la última dictadura militar es man i-
fiesta la influencia de la Iglesia Católica en el diseño de los índi-
“Can alizar los in tereses y preocupacion es del alumn o h acia un ces y de las principales perspectivas. En muchos sentidos, la ma-
conjunto de ideales y valores acordes con los valores supremos de teria se asemeja a un curso de Filosofía que no se asume como
la nacionalidad. tal. En un prólogo del manual de Blas Barisani, firmado por la
Acentuar su formación cívico-nacional y per feccionar el desarro- editorial Estrada, se asegura que se estudiará “la vida social, no
llo de actitudes ético-religiosas que impliquen una capacidad de como resultante de procesos históricos ni como dato mecánico,
reacción personal ante nuevas situaciones. sin o como tarea moral, fruto del esfuerzo en común de todos
Valorizar la familia como fundamento de la vida del hombre; y for- los miembros de la sociedad” ( portada) .
talecer la comprensión de las relaciones familiares para tener capa- Junto con el neotomismo y el anticomunismo, el tercer ele-
cidad para asumir en el futuro las responsabilidades consiguientes. mento que impone una continuidad en los textos está dado por
Apreciar y respetar los valores de la cultura occidental y cristiana. la defin ición del in dividuo que se propon en con struir a través
Ejercitar y fortalecer actitudes de amor con scien te y de respeto de sus prescripciones, al que se denomina con insistencia como
por la Patria, asumiendo actitudes de buen ciudadano. el “h ombre argen tin o”. Este giro, que luego de la reforma de
Asimilar la democracia como estilo de vida. 1979 pasa a convertirse en la base de la organización de los pro-
Adquirir actitudes positivas respecto de la integración de los pue- gramas curriculares del Ministerio, se impone en tanto conden-
blos americanos y de éstos con el mundo.”66 sa los dos grandes ejes que atraviesan estos manuales: por un la-
do, la visión abstracta del “h ombre”, man ifestación de un
humanismo cristiano y moralizante que se considera opuesto a
128 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 129

los valores del materialismo individualista y del colectivismo co- La patria y el patriotismo
munista; por otro, la atención a la dimensión “nacional” de ese
humanismo. En el manual de César García y Apolinario García En todos los man uales se registra un a distin ción en tre los
se explicita la doble dimensión, universal y nacional, de los va- con ceptos de n ación y estado. La n ación es defin ida en térmi-
lores que se proponen desarrollar en los alumnos: n os de un a un idad esen cial, con raíces en un pasado n un ca to-
talmen te defin ido, que puede ubicarse, in cluso en un mismo
“Formar un hombre argentino que viva en una nación argentina respeta- libro, en algún momen to en tre la época de los primeros in dí-
da y en armonía con las otras naciones del mundo ( …) para que forme gen as y 1810. El estado remite a las in stitucion es que ejercen
una continuidad de hombres libres dentro de una nación llama- el poder den tro de la n ación : su organ ización , su gobiern o y
da Nación Argentina o República Argentina y unida por una mis- sus leyes. Se presen ta un detallado an álisis de la Con stitución
ma lengua, instituciones, creencias y tradiciones comunes” ( 135 y y los poderes del Estado, sin h acer referen cia algun a a la rea-
137; b/ original) . lidad política e in stitucion al, que en la mayor parte del perío-
do en que estos textos escolares se escribieron y usaron se ase-
Un poco antes, en una especie de prólogo que funciona co- meja poco a este marco legal.
mo una declaración de principios, en el mismo libro se asegura: Existe un a n otable distan cia en tre el ton o altamen te pres-
criptivo y emotivo con el que se hace referencia a la nación y la
“Los conceptos fundamentales que constituyen la esencia de nues- identidad nacional, y la manera apagada y técnica que caracte-
tra nacionalidad se hacen carne en el joven quien se encuentra en riza los apartados sobre el sistema institucional. Esta diferencia
condiciones de individualizarse como argentino y aceptar que su se refuerza con el uso de términ os como “patria”, “patriota” o
nacionalidad no reside en el hecho de haber nacido en un terri- “patriotismo”, que den otan un a actitud más cálida que la que
torio determinado, sino en haberse formado en él. denota la idea de “nación”. También, porque en general los ma-
”Ese objetivo se logra a través del contacto vivo con el relieve geo- n uales n o se preocupan tan to por defin ir las categorías como
gráfico, con su historia, con los defectos y las virtudes del hombre por alen tar a los estudian tes para que asuman comportamien -
y de la sociedad argentina y con sus ideas y creencias. tos patrióticos.
”Pero ese civismo nacional también debe encontrar su prolonga- La patria incluye una serie de contenidos esenciales que, en
ción natural en las relaciones del país con los hermanos de Amé- conjunto, conforman una entidad homogénea. En aquellos ca-
rica y con los pueblos del mundo, dado que nuestro destino se en- sos en los que se recon oce un cierto pluralismo, estas diferen -
cuentra íntimamente ligado al de otros países, compartiendo con cias terminan por remitir igualmente a una esencia superior que
ellos el patrimonio cultural de la humanidad” ( portada) . los integra.“La Patria es una integración, en lo fundamental, de
puntos de vista que pueden ser antagónicos, diferentes y hasta
Así, el “hombre argentino” es a la vez el criterio que da sen- inconciliables en lo accesorio” (López Basanta, 74). Para este au-
tido y unidad a los diversos temas que se tratan en los textos, y tor, esta integración fundamental consiste en la doctrina nacio-
el sujeto que esos textos pretenden construir. nal justicialista, mientras que los restantes libros de texto, aun-
que elimin an el elemen to peron ista, coin ciden en términ os
generales con la postura general de José López Basanta. Puede
130 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 131

leerse en un manual Peuser, bajo un título que aparece en todos interesados en definir los comportamientos patrióticos que de-
los manuales de nivel primario,“El Niño y la Patria”: ben imitar los estudiantes. Para López Basanta, la mejor defini-
ción de patriotismo proviene del mismo Perón, a quien cita pa-
“Patria expresa la idea de una unidad de sentimientos fraternales, ra decir:
de solidaridad y de unión de hombres, que persiguen un ideal co-
mún ( …) es el resultado del sen timien to de solidaridad y de se- “h ay un a moral para cumplir, un a familia que defen der, un a Pa-
mejan za de ideas, de aspiracion es, alen tados por los h ech os de tria que honrar [ para introducir a todos los argentinos] en esa ci-
nuestra historia, cuyo conocimiento es la base de todo sentimien- vilización que trae el respeto por la tradición y las costumbres, por
to hacia la patria” ( Peuser, 5º, 378) . la familia, por la Patria y por el honor de la Nación” ( 79) .

En otros casos, el listado de los componentes de la amalga- Para Barisani:


ma patriótica es puntillosamente detallado:
“El patriotismo es una virtud social que debe regular las acciones
“La patria es el país donde se ha nacido, con la suma de vínculos de los individuos. Es el amor a la patria, acompañado del cumpli-
morales que lo acompañan. Estos vínculos son: a) tradiciones his- miento de aquellos deberes que contribuyen a su grandeza, a su
tóricas ( …) ; b) unidad espiritual, que asocia y hermana a los hom- prosperidad y a su existencia misma. El amor a la patria supone:
bres de la misma nación, y le da a ésta personalidad propia; c) mi- ––Una actitud de respeto hacia su pasado y de reconocimiento ha-
sión histórica, que debe desempeñar la patria por medio de todos cia los que en él lucharon para fundar sobre sólidas bases la que
y cada un o de sus h ijos. Si n o quiere desaparecer, la patria debe es hoy nuestra nación.
man ten erse idén tica a sí misma ( …) La patria represen ta algo ––Una conciencia del presente, que nos hermana en el esfuerzo
grande y sagrado. ( …) La idea de patria está en la misma natura- cotidiano.
leza del hombre” ( Alexandre, 86) . ––Una responsabilidad de futuro, que nos obliga a legar a las ge-
neraciones venideras lo que hemos recibido, per feccionado espi-
Este párrafo resume, en buen a medida, los con ten idos de ritualmente y materialmente aumentado en la medida en que el
los man uales de Civismo que se dedican a h acer un repaso de buen sentido y la prudencia lo permitan.
estos compon en tes, desde las características n aturales del país El patriotismo supone también la lucha por mantener la vigencia
“don de se h a n acido”, h asta los con ten idos de la “misión h is- de los valores morales, de la tradición n acion al y de la dign idad
tórica” que obliga y a la vez en altece a su pueblo. Fin almen te, del ser argentino” ( 16) .
su carácter esen cialista se justifica n o sólo como un a con dición
de la defin ición de n ación , sin o también como la respuesta a El carácter esencial de la patria, su capacidad para atravesar
un a posible amen aza de disolución que, como se verá, con sti- el tiempo sin verse modificada, impone a los lectores una obli-
tuye un a preocupación importan te para los autores de los tex- gación que es constante: de respeto hacia el pasado, de acción
tos escolares. común en el presen te y de respon sabilidad de mejoramien to
Aunque los manuales se preocupan por desplegar los conte- material y espiritual h acia el futuro, siempre bajo la luz de los
nidos de lo que entienden por patria, por lo general están más valores que definen la identidad de la patria y del ser argentino.
132 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 133

Lo patriótico se proyecta sobre la totalidad de los comporta- se caracteriza por su un idad católica. El ateísmo, ajen o a la co-
mientos cotidianos, pero adquiere un carácter particularmente mun idad n acion al, es un o de los elemen tos cuya presen cia
intenso en el momento de prescribir la actitud que debe seguir- muestra la subversión de los valores nacionales. En aquellos tex-
se fren te a los símbolos patrios, cuyo carácter perman en te de- tos de n eto carácter católico, como el de Barisan i ––afín con el
muestra la grandeza de la patria frente a lo efímero de cada uno O pus Dei––, el cristian ismo se correspon de además con el se-
de los hombres: guimien to estricto de la doctrin a del Vatican o y de la Iglesia lo-
cal. En otros, como los de Án gela Luch en io o García y García,
“el reflejo de nuestra tradición y la imagen de nuestro patriotismo aun que el catolicismo con stituye un rasgo esen cial de la patria,
(…) Ahí radica, precisamente, el sentido de veneración de los sím- su defin ición es más gen érica y n o está tan iden tificada con las
bolos patrios, pues al representar los más puros sentimientos na- lín eas de la in stitución eclesiástica.67
cionales se proyecta por encima de los hombres y las circunstan- A partir de estos prin cipios fun damen tales, los libros esco-
cias: la Patria, sus símbolos y sus tradiciones permanecen, en tanto lares suelen recordar el imperativo con stitucion al de la toleran -
que los hombres son siempre transitorios” ( Luchenio, 114) . cia religiosa, pero con dos con dicion es: la exclusión radical del
ateísmo y la con sideración de las otras religion es como ajen as
A lo largo de todo el período, y sin que h aya variacion es o a la iden tidad n acion al. La Argen tin a es in discutiblemen te ca-
matices, los con ten idos del patriotismo son con siderados en los tólica, aun que también es capaz de tolerar la presen cia de otras
man uales como actitudes morales y espirituales que atraviesan religiones y otros cultos. En este sentido, no es casual que se aso-
la h istoria, siempre iguales a sí mismos, sin origen y a la vez sin cie esta toleran cia con la promoción de la in migración euro-
posibilidad de cambio. Fren te a esa etern idad, los h ombres son pea: la categoría de “extran jero” en globa n o sólo a quien h a n a-
sólo “tran sitorios”. En ciertos casos, estos comportamien tos se cido en otro país, sino también a quien profesa creencias ajenas
asocian con la tradicional idea de una “misión nacional”: la apli- a la religión n acion al. Algun os autores recurren in cluso a los
cación de los prin cipios morales de la patria, ún icos e in discu- habituales tópicos antijudíos característicos del catolicismo pre-
tibles, tan to a las accion es cotidian as como a las extraordin a- con ciliar, y recuerdan la respon sabilidad de los judíos en la
rias. Fren te a este imperativo, los actores ––en este caso los muerte de Cristo ( García y García, 150) .
alumn os lectores de los man uales–– n o pueden ejercer la críti- La nación cristiana se integra en una “comunidad nacional”,
ca: deben acatarlo, y h acer así h on or a la patria y al patriotismo, concebida de acuerdo con los principios neotomistas del catoli-
o correr el riesgo de quedar fuera de la comun idad de los ar- cismo social. Un manual de primaria resume esta perspectiva de
gen tin os. un modo elemental:

“Un grupo de familias constituye lo que nosotros conocemos con el


Sociedad cristiana y familia nombre de barrio. El conjunto de barrios forma una ciudad o loca-
lidad. A su vez todas las ciudades dan lugar a la formación de los par-
La patria, además de un a forma h omogén ea de espíritu y tidos y éstos a su vez constituyen una provincia. Como tú ya sabes, el
de moral, es también un a religión y un modelo de sociedad. En conjunto de las provincias forman el país” (Estrada 6º, 1981, 326).
materia de religiosidad n o h ay pluralismo: la patria argen tin a
134 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 135

La sociedad se concibe como una progresión jerárquica de bora un a idea de la democracia que rompe con el con stitucio-
instituciones naturales, que comienza por la familia y termina en nalismo liberal en nombre de una versión corporativa, caudillis-
la nación. Estos dos polos, familia y nación, son temas fundamen- ta y plebiscitaria del Estado, los restantes libros escolares se amol-
tales en los textos escolares, mientras que el barrio, la localidad y dan en prin cipio a los con ten idos de la Con stitución de 1853
hasta las provincias son temas cuya atención queda a elección de para definir las bases de un sistema político democrático.
los autores. Familia y nación son comunidades naturales, homo- Para López Basan ta la democracia debe ser defin ida como
géneas y de características tan evidentes como inmutables. una unidad espiritual entre el pueblo y un líder conductor, que
La familia es, en general, el resultado del amor. Se subraya es con struida por la doctrin a y se susten ta en ella ( 161 y 162) .
la autoridad patern a y el respeto y obedien cia debidos por los Luego de 1955, los manuales complementan el repudio oficial
hijos. La mujer aparece como madre y ama de casa, aunque al- a las prácticas del peron ismo con un a vuelta al estudio de la
gunos textos mencionan, sin mucho énfasis, su presencia en el Con stitución de 1853. Sin embargo, este estudio aparece com-
mercado de trabajo. Los autores que son católicos militantes su- pletamente desligado tanto de la situación política contemporá-
brayan la n aturaleza in mutable de la in stitución , recordan do nea como de los valores asumidos por los propios textos en otros
que la unión matrimonial es un sacramento ( Barisani, 39) . En apartados, que much as veces con trastan con los con ten idos
contrapartida, todo aquello que atente contra la unidad familiar constitucionales.
es considerado ajeno a la nación e incluso peligroso para su su- Los programas oficiales prescriben un a detallada con side-
pervivencia, como sucede con el aborto, el divorcio o el “amor ración de las in stitucion es y los prin cipios políticos de la Con s-
libre”. En el tono paranoico que caracteriza a los manuales, es- titución . Esto in cluye el tema de la con strucción de un a tradi-
tos elementos son asociados con la subversión intencionada de ción democrática, originada en las antiguas libertades españ olas
los valores nacionales: un libro de texto considera la desunión e in glesas, la In d ep en d en cia n orteam erican a, la Revolu ción
familiar como parte de una estrategia comunista: Fran cesa, y la propia h istoria n acion al, aun que la búsqueda de
sus orígen es podría llevar h asta Grecia, Roma y el cristian ismo
“No olvidemos que el mayor peligro para nuestra patria es la subver- p rim itivo. Lu ego d e d esp legar estos p u n tos, los m an u ales se
sión en todos los órdenes. Precisamente, para obtener la subversión abstien en de men cion ar algun a de las tan tas situacion es polí-
de la persona, la agresión marxista internacional se vale, entre otros ticas con temporán eas que h acían del régimen con stitucion al
procedimientos, de la destrucción del concepto de familia, con lo argen tin o un a mera referen cia académica. Nada se dice sobre
cual se destruye el profundo concepto de patria” (Barisani, 16). los golpes de estado n i sobre las reiteradas violacion es de los
derech os establecidos en la Con stitución y en umerados por los
mismos textos.
La democracia, una “forma de vida” Ésta es la base de un a con cepción de la democracia como
“forma de vida”, muy difun dida en los textos escolares. La de-
En unos textos siempre atentos a las opciones de la Guerra mocracia tien e así dos sen tidos: “un o de carácter político, que
Fría, la Argentina se ubica dentro del mundo al que denominan busca la exaltación de la democracia como forma de gobierno
“democrático”. En esta coincidencia general puede reconocer- y como estilo de vida, lo cual equivale rech azar todo tipo de to-
se un matiz: mientras que en el manual de López Basanta se ela- talitarismo” ( Luchenio, 113) . Toda vez que la democracia en la
136 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 137

Argentina no puede ser exhibida como un régimen de gobier- 1955. Una vez que ha quedado claro el repudio al comunismo,
n o efectivo, se la presen ta como un estilo de vida, afín con los en cuanto se alude a los valores y las tradiciones, también se pre-
postulados generales sobre el hombre argentino: fiere distinguir a la Argentina de las naciones donde, de acuer-
do con la con cepción católica, predomin a el “in dividualismo
“( …) soberanía popular, acatamiento de la ley, respeto a la liber- egoísta”.
tad y seguridad de las person as, acceso a fun cion es públicas, su-
presión de todo tipo de discrimin acion es ( políticas, sociales, ra- “Es necesario insistir con respecto a los rasgos fundamentales de
ciales o religiosas) , libertad de expresión y de opinión, protección nuestra cultura nacional que nuestras deidades no son los átomos
a la familia, respeto a la honra y reputación de las personas, dere- ni las moléculas que forman la realidad que manipula el materia-
cho al goce y disfrute de la propiedad, derecho de seguridad so- lismo, n i el h ombre tal como lo con cibe el h uman ismo ateo, un
cial y sanitaria, derecho al trabajo y a una remuneración justa, ga- fin en sí mismo, angustiado y estéril. Nuestra cultura nacional se
rantía de la imparcialidad de la justicia” ( Luchenio, 113) . basa en la creen cia de los fin es superiores de los actos h uman os
orientados al cumplimiento de la voluntad de Dios, que da senti-
Este listado se despliega en un manual editado en 1977, du- do a nuestra existencia” ( Barisani, 62/ 63) .
rante la última dictadura militar, lo cual desnuda las claves del
razon amien to: se citan ritualmen te los prin cipios de la Con sti- Según los textos, existen dos tipos puros de organ ización
tución, se agregan los valores morales y sociales prescriptos en económica: el individualismo capitalista y el colectivismo de par-
otras partes del texto y se ign ora la realidad. De esta man era, tido único; luego, hay variantes mixtas más aceptables, como en
queda definida la idea de la democracia como forma de vida. Pe- el caso de la Argentina ( Luchenio, 91) . La notoria similitud en-
ro los libros escolares se ocupan tan to de los con ten idos de la tre los contenidos de la doctrina justicialista desplegados en el
democracia como de aquello que sería su exacta contrapartida: manual peronista, originariamente inspirados en la doctrina so-
la “antidemocracia”. De acuerdo con la idea de democracia co- cial de la Iglesia, y aquellos que desde el catolicismo social pre-
mo forma de vida, la antidemocracia no consiste en el descono- sentan esta otra variante de la tercera posición explica la conti-
cimiento sistemático de las normas de la Constitución, sino que nuidad profunda entre unos y otros.68
describe esencialmente el comunismo, y en menor medida, se- Rara vez se identifica cuáles son los estados que forman par-
gún las épocas, el nazifascismo y el rosismo. te del mun do sin iestro del comun ismo: excepcion almen te se
La mirada positiva de la sociedad argentina y su democracia despliega algún plan isferio con ambos bloques coloreados de
como forma de vida se proyecta sobre el fon do n egativo del forma general e imprecisa ( Alexandre, 131) . Lo mismo sucede
mundo comunista, denominado indistintamente con los térmi- con el bloque individualista. Carecen de referencia concreta no
nos “marxista”, “colectivista”, “ateo”, “imperialista”, “antidemo- sólo por este estilo general de los manuales, sino también por-
cracia” o “totalitarismo”, que se usan por separado o combina- que los estados que participarían de ese bloque son , al mismo
dos. Frente a este mundo de lo siniestro, la Argentina se instala tiempo, los abanderados del mundo occidental en lucha contra
claramente en el bando llamado democrático. Sin embargo, la el verdadero enemigo comunista.
línea afín con la tercera posición peronista, presente en el ma- Pero la falta de referen cias a países extran jeros se debe so-
n ual de López Basan ta, n o desaparece por completo luego de bre todo al reconocimiento de que el peligro comunista se en-
138 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 139

cuentra también dentro de los límites de la Argentina. El comu- llos que, simultán eamen te, sufrían la desaparición física a ma-
nismo es un enemigo a la altura de la “misión nacional”, y por nos del régimen militar. La “patria” y la “democracia como for-
lo tanto no puede encarnarse solo en un territorio y un estado ma de vida” resultan fin almen te el discurso que legitima el te-
concretos. Eso lo hace más peligroso y abyecto. Bajo el título “La rrorismo de estado.69
subversión de los valores argentinos” se muestra cómo la “agre-
sión marxista internacional” ingresa en el ámbito del estado ar-
gentino con el propósito de concretar “la conquista de la pobla- Los límites y el concierto internacional
ción mundial partiendo del dominio de la psique del hombre”
( Barisan i, 75) . Los man uales in vitan explícitamen te a luch ar El argumento general de los manuales define un “nosotros”
contra este enemigo oculto, a “desenmascarar y oponerse al co- y un “otros” de acuerdo con un a con cepción dicotómica que
munismo [ ya que] es hacer, no sólo obra democrática, sino obra transforma al otro en algo ajeno a la comunidad nacional y, en
esencialmente patriótica y humanitaria” ( Alexandre, 190) . algunos casos, a la humana. Junto a él, aparece también una vi-
Acorde con el carácter impreciso y omn ipresen te del peli- sión más normalizada del mundo, donde los otros estados y na-
gro comunista, los textos escolares definen de un modo similar ciones pierden ese carácter a la vez abstracto y omnipresente del
aquellas accion es que revelan la agresión : se trata de “toda ac- comunismo para adquirir materialidad y legitimidad. Al tratar-
ción clandestina o abierta, insidiosa o violenta que busca la alte- se temas como las “Relaciones internacionales”, el “Problema de
ración o la destrucción de los criterios morales y la forma de vi- las fronteras” o la “Soberanía nacional” se abre un paréntesis, y
da de un pueblo” ( Barisani, 119) . La oposición entre los valores los textos abandonan el registro de la lucha contra un complot
de la patria y la amen aza omn ipresen te del marxismo permite de carácter genérico, en favor de un análisis de casos empíricos.
comprender un razonamiento político de esos años, que es tras- Este cambio no supone una variación definitiva del estilo de los
ladado en forma casi literal a los textos de civismo: la subversión manuales, sino sólo un cambio de tono, necesario para el desa-
es la prolongación de una avanzada que no tiene su origen en rrollo de estos temas. La mención de casos empíricos nunca va
la Argen tin a, y por lo tan to está excluida del cuerpo político y más allá de la referen cia a n acion es h omogén eas, totalmen te
social de la nación. Ajenos a la esencia del “hombre argentino”, identificadas con la acción de sus gobiernos.
los subversivos pierden simultáneamente su condición de argen- Estos contenidos relativos a la posición internacional del país
tinos y de humanos: los derechos constitucionales que se impu- tienen como objetivo imponer una conciencia general sobre el
tan a los ciudadanos no los incluyen. problema de la soberanía, entendida como una unidad entre el
poder del estado, la iden tidad n acion al y el domin io sobre un
“Como la acción subversiva afecta a todos los campos del queha- territorio. Aquí los libros de texto despliegan un discurso geo-
cer nacional, su neutralización o eliminación no es una responsa- político, el único que se considera adecuado para encarar estos
bilidad exclusiva de las Fuerzas Armadas, sino del país y la socie- temas. La inclusión de este registro modifica el enfoque de ca-
dad toda, a través de sus instituciones” ( Barisani, 119) . rácter gen eral, abstracto y moralizan te que predomin a en los
otros capítulos. La idea de fortaleza amenazada, parte del occi-
La negación de la condición de argentinos a quienes se con- dente cristiano, que enfrentaba a un atacante tan amenazador
sidera subversivos supone la desaparición de los textos de aque- como vago, remite ah ora a un a amen aza más con creta, que se
140 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 141

hace efectiva en las fronteras del territorio. Así, toda nación ex- límites in tern acion ales, y depen día del in terés de cada autor
tranjera se convierte en una amenaza potencial, y las fronteras prestar más o menos atención a la cuestión. Recuérdese sin em-
son muros que protegen la in tegridad territorial de la n ación , bargo que ésta aparece en los libros de Historia y sobre todo en
aunque eventualmente también puedan ser consideradas como los de Geografía. En la distribución curricular, a los textos de Ci-
vías de comunicación con los vecinos: vismo le quedaba reservado el tema de la ubicación de la nación
en el mundo de la Guerra Fría.
“El territorio argen tin o está, en la mayor parte de su perímetro, Esta situación cambia luego de 1976, cuando se hace obliga-
delimitado por notables accidentes geográficos. Posee un conjun- torio in cluir en los textos la cuestión de los límites. La in tegri-
to de fron teras que son al mismo tiempo muros que sirven para dad territorial de la nación se transforma en un tema de primer
defen der la in tegridad del territorio y puertas de comun icación orden . Esta modificación n o es casual. Es sabido que luego de
con los países vecinos” ( Barisani, 138) . 1978 la “lucha antisubversiva” dejó de estar en el centro del dis-
curso político del régimen militar. Desde en ton ces, se apeló a
En esta idea pueden reconocerse matices: el mundo de las las cuestiones de soberanía y de límites como uno de los temas
relaciones internacionales admite también la colaboración; por que podían gen erar con sen so: las cuestion es limítrofes in citan
otra parte, la atención de los manuales a los problemas de lími- a la unidad nacional y justifican el ejercicio militar del gobierno
tes había sido relativamente escasa hasta la última dictadura mi- de la nación amenazada, obligada a estar en vigilia armada.70
litar, cuando se modificó esta tendencia. La visión militarizada del poder y de la sociedad aparece en
La prescripción de un comportamiento patriótico, definido los man uales en escasa medida, pues los textos son más católi-
en relación con la grandeza de la propia nación, admite también cos que militaristas; la cuestión de los límites es una buena puer-
que la Argen tin a “forma parte de la comun idad mun dial y co- ta de entrada para esta mirada militante de la sociedad. En un
mo miembro de la humanidad debe amar y respetar a los hom- libro escolar esta in ten ción queda defin itivamen te explicitada,
bres de otras razas y de otros países” ( Kapelusz, 7º, 273) . Con es- cuando unifica dos de los grandes argumentos legitimadores de
te punto de partida es posible realizar una detallada descripción la dictadura. Los militares
de los prin cipales organ ismos in tern acion ales y sus n ormas: la
O NU, la O EA, la Declaración de los Derech os H uman os y los “en algunos casos lucharon por la defensa del territorio amenaza-
distin tos tratados region ales. También aparecen men cion ados do por la agresión extran jera, y en otros, la luch a in tern a, por
el panamericanismo, las doctrinas Monroe y Drago, e incluso los mantener un estilo de vida recibido en herencia y aceptado por la
ideales y proyectos de unidad hispanoamericana de los próceres mayoría” ( Kapelusz, 7º, 266) .
de la Independencia. En todos los casos se intenta demostrar el
gran protagonismo que tuvo la Argentina en estas iniciativas de La cuestión de los límites y la frontera es desarrollada en un
cooperación internacional y su desinterés y desprendimiento. registro geopolítico: la fortaleza asediada. Los títulos sugeridos
Sin embargo, la preocupación por el dominio territorial del por el Ministerio como “La soberanía nacional: defensa integral
estado y por el establecimiento de sus límites termina por hacer y seguridad” o “La defensa de la soberanía nacional”, subrayan
sospechosos, de un modo u otro, a los países extranjeros. Antes la n oción de defen sa militan te, que supon e implícitamen te la
de 1976, los programas del Ministerio no incluían el tema de los existencia de un atacante de igual magnitud. Los temas limítro-
142 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 143

fes se refieren, por lo general, a tres o cuatro casos: Inglaterra, las analizadas en el capítulo dedicado a la Geografía. En princi-
por el diferendo de las islas Malvinas; Brasil, por la cuestión de pio, se la considera definitivamente incorporada a la soberanía
la utilización de los recursos hídricos de la cuenca del Plata y el nacional, sin que ninguno de los manuales mencione que no se
Alto Paraná; Chile, por el conflicto del Beagle y el problema ge- trata de una incorporación efectiva sino de un simple reclamo:
neral de la Antártida. En lo que respecta a las islas Malvinas, no “El territorio antártico incorporado a nuestra soberanía nacio-
es mucho el espacio que se le dedica y en él se despliegan los ar- nal…” ( García y García, 21) . Sin embargo, recuerdan la existen-
gumen tos tradicion ales, ya an alizados en ocasión de los textos cia de otros estados que “reclaman jurisdicción sobre dicho te-
de Historia y Geografía. García y García agregan un punto, vin- rritorio” (García y García, 21). Estos reclamos no son calificados,
culado con las políticas y negociaciones pacíficas anteriores a la aun que se los con trasta con la certeza de los derech os sobera-
guerra de 1982, que es interesante pues todavía no se observa el nos argentinos.
ton o an tibritán ico que luego de ese añ o será característico de En relación a la cuestión del Beagle, los autores aseguran
todo discurso sobre las islas Malvinas: que se trata del conflicto más virulento, y a la vez el que hunde
más profun damen te sus raíces en el pasado ( García y García,
“Aún bajo la dominación británica, sus habitantes son aceptados 17) . El man ual de Kapelusz de 7º es el ún ico que explicita en
por nuestro país como argentinos. Ya existen malvinenses que han parte las posiciones de Chile, una actitud del todo original, y se
adoptado nuestra ciudadanía [ esto revierte lo que] casi dos siglos congratula por la mediación papal ( 143) .
de ocupación inglesa habían deformado” ( 20/ 21) . Aunque el tono general es moderado, en especial porque los
reclamos argentinos son considerados verdades indiscutibles, los
La cuestión de la utilización de los recursos del Alto Paraná manuales recuerdan la necesidad de una actitud vigilante, en un
tuvo durante los años de la última dictadura cierta relevancia ofi- discurso que suele estar vinculado con una vindicación de la fun-
cial, en particular luego de la inauguración de la represa de Itai- ción de las Fuerzas Armadas en la sociedad. En un libro de tex-
pú. Este con flicto pasó rápidamen te a los n uevos man uales de to de la escuela primaria, luego de un breve recordatorio de las
Formación Moral y Cívica, en un tono también muy moderado. situacion es prebélicas en tre Ch ile y Argen tin a a fin es del siglo
XIX y principios del XX, se dice:
“( …) h abién dose origin ado un a competen cia econ ómica en tre
ambas naciones [ Argentina y Brasil] nuestro país ha sostenido la “Si lo recordamos es para señalar que no nos faltó jamás la deci-
tesis de la soberanía limitada para evitar que por aplicación de la sión ni el coraje necesarios para afrontar cualquier situación; de
política brasileña se deriven desventajas difíciles de reparar o irre- manera que nuestro acatamiento del fallo de los árbitros no pue-
parables para nuestro país” ( García y García, 19) . de interpretarse como debilidad de carácter, sino como leal cum-
plimiento de los compromisos contraídos, y como prueba de nues-
De todos modos, los autores también reconocen que parte tro sincero amor por la paz” ( Kapelusz, 7º, 142-143) .
de las posibles consecuencias negativas de Itaipú se deben a que
la con strucción de las represas argen tin as n o h abía avan zado La amenaza de los estados extranjeros a la soberanía del esta-
con la misma velocidad que la de las brasileñas. do argentino se manifiesta también de otras maneras: los hábitos,
Las referen cias a la cuestión de la An tártida se asemejan a costumbres y valores nacionales de los habitantes de zonas fron-
144 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 145

terizas son amenazados por la inmigración clandestina y la difu- error de los otros. Esta seguridad, que como se vio da lugar a un
sión de hábitos extraños a esa nacionalidad. Un manual (Luche- ton o firme pero moderado, se complemen ta con la n ecesidad
nio, 17) incluye un artículo para La Nación (30 de noviembre de de demostrar que la Argentina es siempre partidaria de la reso-
1975) de Jorge Emilio Gallardo: “Presencia brasileña en el linde lución pacífica de los conflictos limítrofes, antes y después de la
misionero”. Allí se llama la atención sobre un “problema grave”: escalada militar de 1978:
la penetración de intrusos brasileños, siguiendo la política de
“fronteras vivas” que aplica el gobierno del Brasil. Otro libro cita “La Argentina tiene una hermosa tradición pacifista y respetuosa de
un documento del Departamento de Seguridad Nacional de la los derechos. Es suya la sentencia tan llena de sentido humanitario
Secretaría de Estado de Educación en el que se asegura que y democrático: ‘La victoria no da derechos’” (Alexandre, 139).
“La República Argentina, siempre respetuosa del derecho, respon-
“Las sucesivas oleadas inmigratorias han provocado problemas de dió con la fuerza de su razón. Porque nuestra Patria ––la historia
integración y de identidad cívica. En esas zonas vienen ocurrien- lo ha demostrado–– es un país abierto a todos los hombres que en
do desde hace muchísimos años fenómenos de irradiación, migra- paz y libertad hagan culto del respeto a su tradición soberana” (Ba-
ción e infiltración, cuya gravedad se acentúa por los problemas so- risani, 153) .
ciales y san itarios que suscita la presen cia de un a mayoría “( …) la conducta de la República Argentina, en los problemas de
migratoria clan destin a, en region es don de n uestra n acion alidad límites, se ha basado siempre en una doctrina pacifista ( …) ni mu-
debe ser fuertemente afianzada” ( Barisani, 140) . cho menos se ha apoderado de territorios que no le pertenecían”
( Estrada, 6º, 340) .
El temor a la penetración en las zonas de frontera se apoya
en otro tópico nacionalista: el principio de nacionalidad propio Paz, firmeza y verdad en los argumentos representan un nue-
es siempre débil y puede ser amenazado por cualquier otro, que vo conjunto que unifica a la totalidad de los argentinos por so-
siempre es más poderoso, está consolidado y cuenta con el res- bre cualquier interés sectorial: “En la defensa de esta soberanía
paldo de políticas estatales consecuentes. coincidió siempre todo el pueblo argentino, al margen de los in-
Junto con la sospecha hacia el otro, las cuestiones de límites tereses de sector y teniendo como base una férrea unidad nacio-
conllevan la más absoluta seguridad acerca de la indiscutible va- n al” ( Barisan i, 153) . Nuevamen te es un a lógica de la h omoge-
lidez de las posiciones propias: es una verdad a priori, jamás so- neidad la que construye un ideal nacional.
metida a discusión. De este modo, se asegura que la “Argentina
tien e pen dien tes algun as situacion es con otros países respecto
del reconocimiento indiscutible de su soberanía sobre determi- El civismo, entre el bien y el mal
nados territorios” ( García y García, 17) . Lo que constituye un di-
feren do limítrofe n o es el en cuen tro en tre dos posicion es en - Hasta 1984, se observa en los textos varias continuidades, por
con tradas, sin o la n ecesidad de obten er el recon ocimien to de encima de las diferencias en cuanto a denominación y conteni-
un a posición ún ica, la argen tin a, que es la correcta. Los argu- do de las asignaturas. El tono general es prescriptivo. Los auto-
mentos ajenos no son siquiera dignos de mención: el diferendo res asumen la tarea de definir los contenidos de una moral nacio-
es sólo el resultado de la mala fe o, en el mejor de los casos, del nal, es decir, de socializar al alumno en un conjunto de valores
146 LUIS ALBERTO RO MERO LOS TEXTOS DEL CIVISMO : LA CONSTRUCCIÓN DEL ARGENTINO IDEAL 147

que atribuyen a una identidad nacional esencializada, con el fin En este espacio binario los argumentos doctrinarios del cato-
de “formar al hombre argentino”. Hasta las reformas de ese año, licismo resultan clave para anudar opciones filosóficas con opcio-
la n ación es un a categoría clave en los libros, fun damen to de n es políticas ––el comun ismo con el ateísmo–– o en lazar éstas
otro tipo de invocaciones: la patria, la democracia, los valores de con su doctrina social, como al asociar la democracia con la fa-
Occidente. milia. Esta doctrina, además, es la base sobre la cual se desarro-
A través de distin tos con ten idos, los man uales van in dican - lla un matiz o una alternativa en la versión bipolar: entre el ma-
do dón de residen el bien y la verdad, y desde allí defin en un a terialismo capitalista y el comunista hay una tercera posición, de
serie de opciones ideológicas como “malas” o “erradas”. Existen base espiritual. Esa doctrina permite la curiosa coexistencia de
grados ––sugeridos como “confusiones”, “desviaciones”, y “peli- un a visión an tiliberal de la sociedad y un discurso saturado de
gros”––, pero en última in stan cia su efecto es en cuadrar cual- conceptos como “libertad”, “democracia”, y en los últimos años
quier realidad en términos de pares antagónicos, con patrones “pluralismo”.
claramen te defin idos acerca de “lo buen o” y “lo malo”. Los li- Al ser llevadas a ese plano metafísico y doctrinario, estas ca-
bros van ubicando los valores que se imputan a la esencia de la tegorías se presentan como universales, esencias sin historia, aso-
n ación en el espacio más amplio de los valores un iversales del ciadas con una verdad y una falsedad absolutas. Éste es el caso
bien y la verdad. de la “familia”, que es an alizada como un a in stitución n atural,
Así, la visión de “los otros” se integra en un nosotros más am- que n o admite variacion es h istóricas y culturales. En la misma
plio, como aliados o amigos, o como acechantes o enemigos de lógica entran las categorías de nación, humanidad, libertad e in-
la nación. En cuanto a los “otros” específicos ––países, regíme- cluso democracia.
nes políticos, ideologías––, los textos anteriores a 1984 evitan ca- Luego de 1955, es recurren te la defin ición de democracia
si completamente las referencias concretas; los valores y las ame- como un “estilo de vida” y n o como un régimen político in sti-
nazas se mantienen siempre incluidas en categorías universales. tucion al. Con esta defin ición se preten de pon er en segun do
H asta aquí llegan las coin ciden cias. En cada período, los dife- plan o el aspecto político e in stitucion al de la democracia y re-
ren tes autores h an propuesto valores distin tos para defin ir el ferirla fun damen talmen te a un a moral derivada de la doctrin a
“nosotros” y “los otros”. social de la Iglesia Católica. Al mismo tiempo, se con struye un a
En los textos correspondientes a “Doctrina Nacional y Cul- tradición de la “democracia occiden tal” que tien e su origen en
tura Ciudadan a” ( 1950-1955) h ay un a iden tificación casi abso- la antigüedad grecorromana y se continúa en el cristianismo pri-
luta entre los valores de la nación y los del movimiento político mitivo, la Carta Magna y el Parlamento ingleses, los concejos cas-
gobernante. La nación es el Justicialismo, y quien ataque al Jus- tellanos, la Revolución francesa, la Independencia norteameri-
ticialismo atenta contra la nación. Los “otros” son el capitalismo can a y la propia h istoria n acion al. A través de esta ecléctica
y el comunismo, frente a los cuales el Justicialismo se presenta tradición se señala la continuidad de la democracia como esen-
como la tercera posición. A partir de 1955, el mapa del bien y el cia de un “estilo de vida occidental y cristiano”, y se relativiza el
mal se organiza alrededor del clivaje mundial de la Guerra Fría. contenido político e institucional de las democracias reales. En
De la “tercera posición ” se pasa a un a oposición en tre dos tér- la medida en que se afirma que la nación argentina forma par-
minos: el Bloque Occidental y el Bloque Comunista. Esta oposi- te de esa cultura, esta idea de democracia también se postula co-
ción se traduce en términos de democracia y antidemocracia. mo parte de la esencia de la identidad nacional.
148 LUIS ALBERTO RO MERO

Si bien este esquema es común a los libros correspondientes 5. Renovación editorial y nuevos enfoques
a Educación Democrática ( 1955-1976) y Formación Moral y Cí-
vica ( 1976-1984) , hay que señalar dos diferencias entre ambos.
Mientras que en los manuales de los años sesenta el mundo del
“otro” comun ista se asocia siempre con el exterior del país, a
partir de la última dictadura esto es complementado por la apa-
rición de la subversión interior, que es la extensión de la acción
de un enemigo externo, ni argentino ni occidental, que amena- A partir de los añ os och en ta comen zaron a producirse cam-
za a la nación porque constituye la negación de su esencia, y que bios sign ificativos en la oferta de man uales escolares, que in -
de alguna manera debe ser excluido o eliminado del cuerpo de fluyeron tan to sobre los con ten idos y las propuestas pedagógi-
la nación. cas como sobre el aspecto material de los libros. Para quien es
En los manuales del período de la última dictadura, el ene- estudiaron con aquellos viejos man uales a los que se h a h ech o
migo in tern o tien e tan ta importan cia como el en emigo exter- referen cia en los capítulos an teriores, h ojear un texto editado
no. Las fronteras adquieren un novedoso valor simbólico: repre- a mediados de los añ os n oven ta con stituye casi un en cuen tro
sen tan la figura de la n ación . La idea de soberan ía alcan za en con lo descon ocido: tan diferen tes son un os de otros que ape-
los textos un contenido claramente autoritario: se refiere al mo- n as puede establecerse algún tipo de comparación . Sin embar-
nopolio de la fuerza por parte del estado, con independencia de go, por debajo de estos cambios n otorios, también pueden ad-
la legitimidad del poder y de las normas institucionales que re- vertirse con tin uidades, en especial vin culadas a los con ten idos.
gulan y limitan su ejercicio. En esa visión de las fronteras, cobra Varias son las causas de esta modificación. En primer lugar,
fuerza la imagen de “penetración”, lo que repercute sobre la vi- la construcción desde 1983 de un régimen democrático. El Ci-
sión de la inmigración proveniente de países limítrofes. Aun así, vismo fue n aturalmen te la asign atura más rápida y profun da-
la tensión depositada en los problemas concretos de cada fron- mente transformada por el cambio político. En Historia y Geo-
tera es inferior a la que se advierte en la definición del “hombre grafía, aun que el n uevo clima de ideas se advirtió claramen te,
argentino” en relación con el mundo bipolar. Se trata, en todos los cambios fueron más lentos e irregulares. En 1993 se lanzó la
los casos, de man uales más preocupados por in culcar valores reforma educativa, que implicó no sólo un cambio en la estruc-
universales que por enseñar cuestiones concretas. tura de los ciclos de enseñanza, sino una reformulación profun-
da de los con ten idos, que comen zó con la elaboración de los
Contenidos Básicos Comunes para cada uno de los ciclos. Aun-
que la reforma avanzó luego más lentamente, y con ritmos dife-
rentes según las jurisdicciones, la formulación de los CBC bastó
para impulsar a las editoriales a renovar sus manuales. Los equi-
pos de autores comenzaron a estar integrados por egresados de
las un iversidades n acion ales ––don de también desde 1983 los
cambios fueron importantes––, por lo que se modificaron drás-
ticamente las perspectivas y los contenidos. Muchos de ellos tra-
150 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 151

bajaron simultán eamen te en la elaboración de con ten idos cu- alumnos a la búsqueda y el procesamiento de otra información.
rriculares y en tareas de capacitación y actualización , de mo- Así, las actividades podían complementar contenidos que no fi-
do que el n uevo impulso tuvo cierta h omogen eidad, con tin ui- guraban en los textos centrales o recuadrados. Nuevamente, la
dad y profun didad. Esta ren ovación curricular y didáctica tuvo con sign a gen eral parece ser la de ampliar el espectro de mira-
amplia acogida en la comun idad académica, embarcada en el das posibles sobre el tema y de los recursos para acceder a ellas.
programa de lo que se llamaba la actualización . En este traba- Pero la nueva modalidad, más abierta, implicaba un peligro
jo sólo se seguirá el primer tramo de estas tran sformacion es, que los editores de los manuales no siempre pudieron eludir: la
h asta aproximadamen te 1997. Coin cidió con el desarrollo de fragmentación de la información, que en muchos resulta abru-
n uevas modalidades editoriales, derivadas de la implan tación madora, al pun to de gen erar dificultades a la h ora de recon s-
en la Argen tin a de prácticas desarrolladas en Europa, y en es- truir los procesos de un modo claro para el lector. Este peligro
pecial en España. Acorde con el espíritu general de transforma- se profundizó como consecuencia del uso de herramientas que
ción ––cierto culto por “lo nuevo”––, desde entonces uno de los seguían la moda pedagógica, como las redes o los mapas con -
ejes de la competencia entre editoriales se basa en una constan- ceptuales. A través de ellos se in ten tó explicar los procesos so-
te renovación de la oferta de manuales. Esto rompe con la tradi- ciales y sus relaciones mediante un nuevo lenguaje que, en casi
ción de textos que perduraban por años y décadas: desde 1984, todos los casos, se materializó en gráficos tan intrincados como
la vida útil de un manual difícilmente supere los cinco años. incomprensibles, aun para historiadores profesionales.
Los cambios afectaron inicialmente el diseño gráfico. La “ma- La fragmentación de la información, inducida por cambios pe-
queta”, notablemente modificada, quedó en el centro de cada dagógicos y editoriales, se produjo paralelamente con la desapari-
propuesta editorial, y a ella se ajustó el trabajo de autores y edito- ción de la figura del autor y su remplazo por el equipo autoral. Con
res. En los nuevos diseños, los textos centrales se hicieron más bre- frecuencia sus miembros trabajan separadamente; la tarea de com-
ves y hubo más espacio para ilustraciones, textos recuadrados, cua- patibilizar las miradas de autores diferentes queda en manos de un
dros, páginas con temas especiales, mapas conceptuales, fuentes editor, que no siempre conoce en profundidad la disciplina, de
y citas de autoridades científicas, y sobre todo numerosas activida- modo que los resultados son notoriamente desparejos. La respon-
des. Así se fue conformando un modelo de manual que, al tiem- sabilidad de los contenidos fue pasando de los autores a la edito-
po que desplegaba múltiples caminos para el aprendizaje, inten- rial; así, hoy es común que los textos escolares sean reconocidos
cionalmente abría paso a diferentes voces y miradas sobre el tema por el nombre de la editorial y no por el de sus autores.
tratado. Esta tendencia hacia el pluralismo empalmaba natural- Como puede advertirse, los cambios tien en orígen es varia-
mente con su nueva valoración política: los libros de texto debían dos, que obedecen a distin tas lógicas temporales. Por con si-
registrar la diversidad de opiniones y suministrar los elementos guiente, las modificaciones se produjeron de manera desigual y
para que cada uno llegara a su propia conclusión. con ritmos diversos. Más allá de las diferencias que se observan
También se modificó el estilo de los ejercicios y de las activi- en cada disciplina, los manuales fueron cambiando lentamente,
dades, que pasaron a ocupar un espacio significativamente ma- sin que faltaran ensayos fracasados y retrocesos, e incluso dudas
yor, en páginas especiales o también en pequeños recuadros de acerca del sentido último de esos cambios.
las páginas comunes. Además, ya no se limitaban a trabajos que
podían realizarse con el propio manual, sino que invitaron a los
152 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 153

Los nuevos manuales de Civismo cional, las persistencias han perdido mucho de su significación,
pues aparecen fragmen tadas y caren tes de la articulación de
Con la in stalación del régimen político democrático a fin es los añ os an teriores.
d e 1983 se p rod u ce u n a n u eva reform a qu e crea la m ateria
Educación Cívica.71 En los man uales escolares, esto se man i- Democracia y convivencia
fiesta en un a n ueva formulación de los temas vin culados con Se ha señalado la centralidad que adquiere el concepto de de-
la formación del ciudadan o y de la sociedad democrática: la mocracia en la articulación de diversos valores éticos y políticos. Si
democracia, sus aspectos formales y los referidos a la práctica bien la idea de democracia estaba presente antes de 1984, apare-
política; el respeto de los derech os h uman os, y con secuen te- cía subordinada a otros principios más centrales, como el esencia-
men te el comien zo de la discusión sobre h omogen eidad, plu- lismo argentino y la concepción tomista de la sociedad; en cone-
ralidad y pluralismo; la relación en tre los estados en el marco xión con ellos, tomaba un carácter básicamente moral, antes que
de un sistema de organ izacion es in tern acion ales. La n oción de político e histórico, manifiesto en la definición de democracia co-
estado democrático pasa al primer plan o. El estado argen tin o mo “estilo de vida”. En los manuales de esta etapa, la “democracia”
es y debe ser democrático; debe garan tizar la vigen cia de los es propuesta ante todo como un sistema político. Aun cuando al-
derech os h uman os, civiles y políticos; debe ajustar sus accion es gunos textos insistan en la existencia de un “estilo de vida” demo-
a las n ormas de con viven cia in tern acion al. En un estado demo- crático ––como enseña uno de los textos más nuevos, “se ejercita
crático, el “ciudadan o” es la figura ideal de la sociedad políti- en la familia, en el club, en el sindicato” (Kapelusz, 1996, 6º, 25)––,
camen te organ izada. se trata de referencias agregadas a una definición principal que re-
Los libros de texto sólo volvieron a cambiar a partir de 1994, mite al sistema político. La idea clave es que la democracia es el
con el lanzamiento de la reforma educativa, cuando se observa sistema político institucional que permite a una sociedad convi-
un a profun dización de los criterios in stalados desde 1983. Los vir pacíficamente, en lo interno y en su relación con otras socieda-
Contenidos Básicos Comunes para la Educación General Básica des-estados, y garantizar el respeto a los derechos humanos.
transforman la anterior asignatura en Formación Ética y Ciuda- La intención de los programas ministeriales parece ser la de
dana. En los contenidos curriculares propuestos se destaca el de- infundir a la idea de democracia un contenido básicamente po-
finitivo abandono de las referencias al mundo bipolar de la Gue- lítico y realista. De allí que se prescriba n o sólo el tratamien to
rra Fría; el retroceso de las con cepcion es de la sociedad de de los aspectos in stitucion ales de la democracia y la república,
inspiración católica y tomista y el creciente espacio de dos tópi- sin o también de las otras in stitucion es que la democracia real
cos: la ecología y el pluralismo identitario. Una consecuencia im- supon e: “la opin ión pública”, “los partidos políticos”; también
portante es la reconsideración del lugar otorgado a la nación co- aparece el tema de un posible “quiebre del orden institucional”
mo principio de construcción de identidad.72 o de los “golpes de estado”. Por entonces, en el contexto de la
Esto n o impide la persisten cia de ton os, estilos y afirmacio- reciente y todavía frágil democracia argentina, ese programa im-
n es m u y sim ilares a los an alizad os en el p eríod o an terior a ponía alguna referencia al pasado reciente y cierta toma de po-
1984. H ay textos m ás com p rom etid os con estos cam bios, y sición de los autores frente a esas cuestiones. El resultado es que,
otros que adecuan la visión tradicion al den tro del n uevo for- con matices, los man uales abun dan en referen cias al pasado y
mato curricular. Pero en el n uevo con texto político e in stitu- presente nacional e internacional.
154 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 155

Esto n o impide un a cierta esen cialización de la n oción de Con stitu ción o las in stitu cion es estatales–– n o p u ed en estar
democracia. H ay un sutil deslizamien to del registro patrióti- en con trad icción con los valores u n iversales, n i con las n or-
co h acia esta id ea: la Con stitu ción Nacion al se con vierte en mas de con viven cia aceptadas in tern acion almen te.
símbolo, la cita del Preámbulo se ritualiza, a men udo los valo-
res d e la d em ocracia liberal se p resen tan d esp ojad os d e su Estado y nación
con ten id o h istórico. Ju n to con ello, se ap recia en los libros Los libros de texto desarrollan extensamente los conceptos
más recien tes un a ten den cia a ampliar la con cepción de la de- de “estado y n ación ”. La distin ción en tre ambas n ocion es se
mocracia formal h acia un a visión más compleja de la vida po- mantiene como tema en los de Civismo, pero cambia de conte-
lítica y social, don de asoma la imagen de la sociedad civil. Los nido. Aun cuando el resultado sean conceptuaciones ahistóricas
textos escolares escritos en los añ os in mediatamen te posterio- y muchas veces inconsistentes, se abandona un discurso dogmá-
res a 1984 tien den a restrin gir la idea de ciudadan ía a los re- tico y defin itivo sobre la iden tidad n acion al. La defin ición del
quisitos formales del derech o al voto. La relación en tre socie- “nosotros” se vuelve, por lo tanto, más problemática.
dad civil y estado se limita a la relación en tre “gobern an tes y En las caracterizaciones generales sobre estado y nación hay
gobern ados”, sólo mediada por los partidos políticos. En cam- algunos puntos en común. La idea de nación se asocia general-
bio, en los libros posteriores se obser va un a in sisten cia en co- mente con un sentimiento, y la idea de estado con una organi-
locar, ju n to a los d erech os p olíticos, la vigen cia d e los d ere- zación jurídica. Es recurrente la cita a Ernest Renan para propo-
ch os civiles y el respeto a las diferen cias culturales, así como n er el origen volun tario y n o compulsivo de la formación y la
crecien tes referen cias a la diversidad de in stitucion es que par- perten en cia a un a n ación , don de se subraya que el recon oci-
ticipan en la vida pública de un país ( Aique, 1995 y San tilla- miento de un pasado común es uno de los principales elemen-
n a, 1996) . tos aglutin an tes ( A-Z, 1996; Sabsay y Jáuregui, 1996) .73 La mis-
Un con cepto vertebral es el de “con viven cia”, que puede ma distinción es sugerida cuando se presenta a la nación como
aplicarse a las distin tas “comun idades” de las que participa el hecho subjetivo, motivado en la razón o en el deseo, y al estado
ciudadan o: en primer lugar, un a comun idad “h uman a” de es- como hecho objetivo. Según los manuales, se nace en algún país,
cala plan etaria, cuyo código son los derech os h uman os; en se- lo que implica ante todo la participación en un estado que im-
gun do lugar, un a comun idad n acion al, en ten dida como un es- pone deberes y derechos; pero eso no implica necesariamente
tado democrático, susten tado en la legalidad con stitucion al y la pertenencia a una nación, un proceso de construcción subje-
las in stitucion es republican as y civiles; y en tercer lugar un a tiva que no es impuesto. En los textos del nivel primario también
comun idad in tern acion al, cuyo código es el que los distin tos se advierte este razonamiento: “nuestra identidad” se define co-
estados ( democráticos) acuerdan en el marco de organ ismos mo “un sentimiento de pertenencia a la sociedad de la que for-
y tratados in tern acion ales. En esta con strucción , los man uales mamos parte”, mien tras que el estado es el modo como “la so-
sugieren que en algun as cuestion es existe un a legalidad que ciedad se organiza para convivir” ( Kapelusz, 6º, 22) .
se en cuen tra por en cima de las in stitucion es locales o de sus En estos esfuerzos por reformular la tradicional vinculación
valores. En otras palabras, en cuestion es relativas a los dere- esen cial en tre las ideas de n ación y estado se advierte todavía
ch os h uman os ––un con cepto que en globa progresivamen te un a cierta desorien tación . Las defin icion es suelen ser más for-
n u evos cam p os––, los valores y las n orm as n acion ales ––la males que históricas, abundan los intercambios semánticos en-
156 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 157

tre ambas nociones y se incurre frecuentemente en inconsisten- afirma que “los miembros de una nación pueden ser de distin-
cias. Véase esto en dos ejemplos. tas razas, religiones o idiomas, como es el caso de la India”.
En el man ual de A-Z se defin e a la n ación como un grupo En el momento de proponer vínculos entre ambos concep-
social unido por “un pasado común, un presente solidario y la tos aparecen diferen tes argumen tos. Algun os, tras distin guir
perspectiva de un futuro común”, aclarando que “no es necesa- con ceptualmen te en tre la n ación y el estado, propon en como
ria la presencia de un territorio”. Luego se explica que el esta- imperativo político que ambas realidades coincidan. Otros afir-
do es “la nación jurídicamente organizada”, y que sus tres “ele- man que nación y estado son dos cosas distintas, que por lo ge-
mentos constitutivos” son “territorio, población y poder”. Acto neral no coinciden en los casos reales y que no existe ninguna
seguido se explica que el estado “surge cuando los habitantes de necesidad política de que coincidan.
la nación se dan sus propias instituciones políticas”, atribuyen- El libro de Pasel y Asborno ( 1993) ejemplifica la primera op-
do a la nación una población y un territorio. Finalmente se pro- ción . Propon e la siguien te con ceptualización : estado es “la or-
pone como ejercicio: “¿qué elementos comunes y qué elemen- gan ización jurídica, basada en leyes escritas, de un a población
tos diferentes tienen entre sí [ nación y estado] ?” ( 22) . que reside en un determinado territorio, dirigida por un gobier-
Una duda similar se manifiesta en Barela,Ventola, De Lucía no”. Nación es “una unidad cultural”, compuesta por personas
y González ( 1995) . Primero se presentan definiciones universa- que “comparten un a misma cultura”, que se man ifiesta en
les: “estado es la n ación jurídicamen te organ izada”; n ación es “ideas, creencias y valores”, “idioma y los usos de su vida cotidia-
una “sociedad natural de hombres a los que la unidad de terri- n a” y en ocasion es “la misma religión ” y “un origen racial co-
torio, de origen, de historia, de lengua y de cultura llevan a vi- mún ” ( 6) . El estado es un contrato jurídico, una entidad de ca-
vir en comunidad y crean la conciencia de un destino común”. rácter formal, mien tras que la n ación con stituye un a realidad
Más adelante se afirma que el “Estado Nación” es una “construc- an terior y trascen den te a la organ ización estatal, un a en tidad
ción histórica” vinculada con “las revoluciones liberales y el sur- cultural integrada y homogénea. El estado remite al formalismo
gimien to del capitalismo”, y que el estado-n ación se distin gue jurídico y la nación al esencialismo cultural. Respecto de las re-
tan to de la idea gen eral de “n ación ” como de “los estados que laciones entre ambas entidades, lo más “frecuente” es la coinci-
existieron en otros períodos históricos”. Se reconoce implícita- dencia entre estado y nación. Si no existe tal coincidencia, se co-
mente el papel del estado en la construcción de la identidad na- loca la unidad real en la nación, y se afirma la “arbitrariedad” de
cion al, al señ alar políticas educativas y culturales ten dien tes a los límites del estado. En este caso, debería o bien ajustarse el
“reun ir a todos los h abitan tes alrededor de ( …) participación estado a la n ación ––caso ejemplificado con la un ificación ale-
democrática, sentimiento de pertenencia, manera de ser común mana––, o bien crearse la nación desde el estado, mediante po-
( idiosin crasia común ) y valorización del pasado n acion al” ( 4) . líticas lin güísticas o culturales de in tegración , como en el caso
Este registro h istórico vuelve a perderse cuan do se afirma que propuesto sobre los estados africanos.
“un estado puede abarcar más de una nación, en cuanto grupo A partir de estas definiciones generales, la Argentina resul-
que comparte raza, religión , len gua o culturas diferen tes” ( se ta ser un ejemplo de coincidencia entre estado y nación. Se afir-
ejemplifica con la República Popular China) ; a la vez, “una na- ma que “la formación de la Nación Argentina es anterior al Es-
ción puede comprender dos estados” ( el caso de Alemania) . Fi- tado Argentino”, y se apela, como prueba de esa preexistencia,
n almen te, se con tradicen las defin icion es utilizadas cuan do se a la tradición historiográfica analizada en el Capítulo 2: “el sen-
158 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 159

timien to de n acion alidad” que se expresó en las in vasion es in - nos generales, queda desarticulado un modo de entender la so-
glesas, y que disparó la “lucha para establecer un estado nacio- ciedad y de prescribir sus valores a partir de una definición dog-
nal” ( 11-12) . El estado-nación es el modelo natural de organiza- mática del contenido de la identidad nacional argentina. Sínto-
ción social. Esta esen cialización de las iden tidades impide que ma de este viraje es el carácter “opinable” que, según sugieren
se plantee una visión de la nación considerada como construc- los textos, tiene el concepto de nación; esto se expresa elocuen-
ción histórica. El “patriotismo” se presenta en tono positivo co- temen te en la propuesta de que los alumn os realicen un a en -
mo “sentimiento de pertenencia solidaria” que “hermana a los cuesta en el aula para averiguar si sus compañeros “creen que la
integrantes de una nación”. Argentina constituye una Nación” ( Sabsay y Jáuregui, 14) .
El caso de Sabsay y Jáuregui ejemplifica la segun da visión ,
que distingue estado de nación como conceptos de entidad di- La amenaza de los otros: soberanía y fronteras
feren te y de relación n o n ecesaria. Apelan do a la referen cia a La ruptura de la visión bipolar del mundo, la reaparición de
Renan, se propone que el estado es “objetivo” porque “las per- un cierto registro antiimperialista a raíz de los alineamientos in-
son as que n acen den tro del territorio de un estado formarán ternacionales que se expresaron en la Guerra de las Malvinas, y
parte de él”. El estado ––y no la nación–– es el punto de llegada la aceptación de la posición periférica de la Argentina en el con-
de un camin o evolutivo de la h uman idad, que expresa la “ten - texto mundial, contribuyeron en modos diversos a la tematiza-
den cia n atural” a agruparse “forman do comun idades”. La n a- ción de los vínculos con los países latinoamericanos. Ese giro se
ción, en cambio, consiste en un “sentimiento”, una “convicción”, manifiesta en los programas oficiales. En los de nivel medio se
una “idea de pertenencia”, y por lo tanto es “subjetiva”. El “con- consideran las distintas “formas de soberanía”: política, econó-
cepto moderno de Nación” se aleja de “toda connotación racis- mica y cultural. Asociado con ello se in cluye el tema “El impe-
ta o religiosa” y se aplica a toda comun idad que recon ozca un rialismo” y también las “Formas de pen etración ”. El último te-
pasado compartido y una “voluntad común en el presente”. El ma de esta unidad es “Defensa de las fronteras”.
único factor que según los autores es determinante para la exis- Al hacerse cargo de estos contenidos, los manuales no esca-
ten cia de un a n ación , es la “volun tad de los h abitan tes de for- pan a cierta dualidad de criterios existente en los programas mi-
mar parte” de la misma. A partir de estas distinciones, explican n isteriales. Por un lado, la cuestión de las relacion es con los
que “la nación no siempre coincide con el estado”, pero quitan países vecin os sigue con cen trán dose en la cuestión de los lími-
toda connotación negativa o anormal a esa posible situación. A tes territoriales. Persiste en much os casos la imagen de que los
los ejemplos de n acion es sin estado ––judíos h asta 1948, gita- países vecin os son sociedades poten cialmen te expan sivas que
nos––, agregan el caso de “estados compuestos por más de una amen azan los compon en tes iden titarios de la n acion alidad ar-
nación”. gen tina, siempre débiles. Por otro lado, el imperativo de la con-
Tomados en conjunto, en los manuales de esta etapa el con- vivencia internacional, junto con el reconocimiento de la situa-
cepto de nación queda menos claro que el de estado y tiene un ción subdesarrollada y periférica de la Argen tin a, impulsan la
papel más débil en la construcción de un “nosotros”. A diferen- valoración de algun a “in tegración latin oamerican a”. Aquí el
cia de lo que ocurría en la etapa anterior, el peso recae en la per- con ten ido varía según los man uales: algun os procuran susten -
tenencia a una sociedad que se reconoce en su valoración de las tar la identidad nacional en alguna identidad regional ––histó-
n ormas de con viven cia política, en la “democracia”. En térmi- rica, económica, política, geográfica–– ( Pasel y Absborno; Sab-
160 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 161

say y Jáuregui; Barela) , y otros aprovechan este punto para vol- En el marco de este plan teo, que se repite prácticamen te
ver a reafirmar los vínculos históricos y naturales de la Argenti- en todos los textos con sultados, cualquier alusión a un a “sobe-
na con Europa ( A-Z; Bidart Campos y Donini, 1992) . ran ía popular” termin a desvan ecién dose fren te a la n oción de
En general, el concepto de soberanía que aparece en los tex- “supremacía del poder estatal”. Lo ilustra elocuen temen te el
tos escolares respon de a la n oción de mon opolio de la fuerza, texto de A-Z, cuyo capítulo sobre el tema “Soberan ía n acion al”
ejercido por el estado sobre un territorio y una población deter- se abre con la fotografía de un a man ifestación multitudin aria
minados. Si bien varios aluden a la idea de “soberanía popular” en Plaza de Mayo. La leyen da in dica: “En un Estado democrá-
( Barela, Sabsay y Jáuregui) , lo hacen refiriéndose a un momen- tico la soberan ía reside en el pueblo. El pueblo es el man dan -
to histórico o ideal de constitución de los estados modernos; se te y los gobern an tes son los man datarios”. Al dar vuelta la pá-
trata del fundamento de la delegación del poder por los ciuda- gin a este con cepto se aban don a, y se desarrolla la idea de un
dan os, a favor de quien es ejercen el gobiern o, que in mediata- “poder supremo” en el orden in tern o y extern o, “n o subordi-
mente pasa a ser identificado con el estado. Así, uno de los ma- n ado a otros poderes in tern acion ales públicos o privados”, que
n uales explica las diferen cias en tre la “soberan ía absoluta” de con siste en “la capacidad de decidir y man dar del Estado, en
los monarcas y la soberanía popular, que se asocia con “el triun- n ombre de la Nación ”.
fo de las ideas del constitucionalismo”. De allí se desprende que En otro sen tido, el términ o “soberan ía” se asocia con la ex-
“los habitantes del estado son soberanos porque eligen a sus au- ten sión territorial. Si bien en prin cipio esto deriva de la defi-
toridades de acuerdo con el modo y durante el tiempo que es- n ición jurisdiccion al, es decir del ámbito sobre el cual el esta-
tablece la constitución. El estado es soberano frente a todos los d o ejerce ese p od er su p rem o, se ad vierte en segu id a qu e
demás estados” ( Sabsay y Jáuregui) . A partir de aquí la sobera- ––com o an tañ o–– la “soberan ía territorial” alu d id a abarca
n ía se en tien de como “supremacía del poder”, tan to fren te a áreas sobre las cuales el estado argen tin o n o ejerce la “supre-
otros poderes externos como sobre los propios ciudadanos: so- macía de poder”. Así, fren te a la pregun ta “¿h asta dón de se ex-
beranía es tien de la soberan ía?” se propon e un a imagen expan dida del
territorio argen tin o, aludien do a las partes “con tin en tal, in su-
“el poder que tiene el estado para ejercer su autoridad sobre to- lar y an tártica”, sin aclarar que las dos últimas son territorios
dos los habitantes que se hallan dentro de su territorio ( soberanía preten didos ( Sabsay y Jáuregui) . O se refiere al llamado Sec-
interna) . Un Estado es soberano cuando no tiene otro poder por tor An tártico como “un a parte de n uestro territorio”, ya que si
encima de él, es independiente de todo otro Estado y no debe ren- bien se en cuen tra sometido a las con dicion es del Tratado An -
dir cuentas a otros Estados ( soberanía exterior) ” ( Barela, 138) . tártico, “la República Argen tin a tien e razon es h istóricas y geo-
gráficas p ara reclam ar su s d erech os”. Tam bién se m en cion a
“El estado es soberano porque su poder no reconoce ningún que “n uestro país tien e algun os problemas de soberan ía en el
vín culo de subordin ación o depen den cia” ( Pasel y Asborn o, Atlán tico Sur: man tien e reclamacion es sobre las islas Malvin as,
196) . “Cuando el Estado adopta alguna de estas decisiones ( re- Georgias del Sur y San dwich del Sur” ( Pasel y Asborn o, 197) .
lativas a la guerra, la paz y la cesión de territorios) lo hace ejer- O se propon e “la recuperación del ejercicio de los derech os ar-
cien do su soberan ía e in terpretan do, libremen te de toda otra gen tin os” “don de se los h aya perdido temporalmen te, como
autoridad, su interés como Nación” ( Sabsay y Jáuregui, 107) . ocurre en los arch ipiélagos irreden tos de Malvin as, San dwich
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del Sur y Georgias del Sur”, o en “los espacios marítimos que del sistema mundial. Puede distinguirse un primer grupo de li-
la República con sidera como propios” ( A-Z, 130) . bros que, al explicar su perspectiva sobre el mundo, se centran
Si se compara este en foque, que con serva las h uellas de la preferentemente en lo nacional. Así, tienden a distinguir tajan-
tradicional concepción de la soberanía territorial, con el viraje temente entre un interior ––el estado, el territorio, la nación––,
que se manifiesta en el tratamiento del tema durante este mis- y un exterior ––el resto del mundo, los otros––, y asignan a las
mo período en los manuales de Geografía, se advierte que el na- fronteras del territorio la función de clausura o de defensa de la
cionalismo territorial atado a enfoques geopolíticos tradiciona- nación. De ese modo, la explicación sobre la soberanía pone el
les se mantuvo mucho más firme en los textos de Civismo. acento más bien en las amenazas que en los intercambios. Tam-
El resultado paradójico de esta concepción de soberanía te- bién hay libros que mantienen la idea de imperialismo, enten-
rritorial es que contradice la definición ––por otra parte ya bas- dido como relaciones desiguales entre estados, pero que en lu-
tante autoritaria–– de soberanía como poder supremo de un es- gar de cen trar su mirada sobre la Argen tin a, colocan al país,
tado. En aquellas defin icion es, la soberan ía aparece como un junto con otros estados, en una común situación periférica den-
hecho, pero en el desarrollo de la idea, la soberanía se convier- tro de un sistema mundial de relaciones económicas desiguales.
te en una aspiración, una pérdida o un derecho no reconocido. En el primer grupo, un buen ejemplo es el manual de Pasel
Por otra parte, es común desarrollar largamen te los argumen - y Asborno. Las tres formas de imperialismo se entienden como
tos que fundamentan los derechos argentinos en cuestiones de modos de “dominación de un pueblo o estado sobre otro” (204):
límites y territorios reclamados; pero no es común, en cambio, política ( domin io militar sobre el territorio) , econ ómica ( em-
men cion ar las razon es alegadas por los países litigan tes. Esto presa tran sn acion al) y cultural ( “in vasión ” de los medios masi-
con sagra la idea de que las áreas en disputa son territorios ar- vos de comunicación y de hábitos de consumo ajenos a la cultu-
gentinos, ilegítimamente pretendidos por otros países. ra local) . Todos los “otros” amen azan tes del “n osotros” están
Además, las otras “formas de soberan ía” tien en como su- colocados en el “afuera” de las fronteras territoriales: las empre-
puesto los límites territoriales del estado, lo que le da a la “so- sas “transnacionales” y los medios de comunicación se conside-
beran ía territorial” un a jerarquía mayor. De ese modo, las con - ran “extranjeros”. Por esta razón, la “defensa” frente a esta “ame-
secuen cias de la ambigüedad en tre “h ech o” y “aspiración ” se naza” consiste en el refuerzo de la identidad nacional: “el peligro
proyectan también sobre las soberan ías econ ómica y cultural. de penetración cultural amenaza especialmente a aquellos pue-
En relación con estas otras “form as d e soberan ía”, los libros blos cuyo sentimiento de pertenencia es débil y su arraigo tradi-
muestran en gen eral un a perspectiva coin ciden te. La “sobera- cional escaso” ( 205) . Ambas formas de “penetración” están ínti-
n ía econ ómica” se explica como el “prin cipio de autodetermi- mamen te asociadas, ya que “el imperialismo cultural” provoca
n ación ” o “el derech o de un estado de decidir por sí mismo” “la pérdida de identidad nacional, lo cual favorece su domina-
en materia de política econ ómica; fren te a ella, el “otro” ame- ción en el aspecto económico” ( 206) .
n azan te p u ed en ser “las gran d es p oten cias” y “las em p resas Ejemplo del segundo grupo es el manual de Barela. La pre-
tran sn acion ales” ( Pasel y Asborn o; A-Z) , o también “otro esta- sen tación de los pun tos “Soberan ía econ ómica y política” está
do más poderoso” ( Barela) . orientada por la idea de que “las relaciones capitalistas han vin-
Los textos divergen levemen te en la man era de explicar la culado estados ricos con estados pobres en un a relación desi-
situación de la Argentina en relación con otros países o dentro gual”. Por eso, “prácticamente no existen estados aislados”; “los
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estados latin oamerican os están in ten tan do un a salida para el defen sa de las fron teras” con stituye un a “zon a crítica que recla-
ejercicio del poder soberano a través de tratados de integración ma la acción del Estado”, tras lo cual desarrollan exten samen -
entre ellos” ( 146) . Aquí la amenaza puesta en factores cultura- te las leyes de Zon as y Áreas de Fron tera. La visión de las fron -
les e identitarios es menor, y se señala sobre todo la capacidad teras con países vecin os tien e un sesgo decididamen te militar,
del estado para diseñ ar sus propias políticas econ ómicas. Un a y se vin cula la proximidad de esos países con la “n ecesidad de
de las claves para interpretar la situación de dependencia es la vigilan cia y protección a cargo de las Fuerzas Armadas y orga-
deuda externa, que conecta la dicotomía estados ricos y estados n ismos de seguridad” ( 220) .
pobres con la intervención de organismos económicos interna- El man ual de A-Z también ilustra esta lín ea de argumen ta-
cion ales ( FMI, Ban co Mun dial) , domin ados por los primeros. ción. Luego de afirmar que “la República debe ejercer efectiva
Las empresas transnacionales también son “otros” responsables y categóricamente su soberanía hasta el mismo límite del terri-
de la situación dependiente, pero “estas empresas no reconocen torio nacional y su franja marítima”, se indica que “esta defensa
fronteras e instalan filiales en diferentes países”. Finalmente, la no puede restringirse a la custodia armada de los límites”, ya que
“pen etración cultural” es la con secuen cia de la depen den cia “el nuestro es un país poco poblado ( y) en un mundo exterior
econ ómica, razon amien to in verso al que se h a visto en el caso superpoblado, cualquier intento de expansión sobre nuestro te-
anterior. rritorio tiene un campo de penetración mucho más fácil”. La de-
Resulta decisivo el tratamiento que en cada manual se da al pendencia de toda forma de soberanía respecto de la territorial
punto “Defensa de las fronteras”. En el primer grupo de libros termina militarizando la visión de las dimensiones política, eco-
las ideas de soberanía económica, política y cultural tienen co- nómica y cultural:
mo supuesto la existencia de una entidad esencial cuyos bordes
coinciden con los del territorio del estado; allí la “penetración” “Fomentar el desarrollo de la población fronteriza constituye un
se encarna en lo que los manuales presentan como indeseables medio eficaz de resguardar la soberanía nacional. [ Esto debe in-
flujos fronterizos. Desde esta perspectiva aparece cierta descon- cluir] la asimilación de los in migran tes que cruzan la fron tera
fianza respecto de la inmigración desde países vecinos. ( …) . Áreas de frontera lindantes con poblaciones extranjeras en
Pasel y Asborn o señ alan con preocupación la “margin ali- expansión ––como ocurre con la Mesopotamia vecina al Brasil––
dad” de las áreas de fron tera y las con ceptualizan como zon as deben ser cuidadas de modo tal que los emigrantes provenientes
de “iden tidades men os defin idas”, y de “in fluen cias de los co- del exterior sean asimilados dentro de la estructura nacional y no
lin dan tes” ( 219) . Aquí, “la in migración de países limítrofes” lleguen a con stituirse en islotes de len gua, cultura y lealtades al
aparece como amen aza: además de ser “con frecuen cia ( …) otro Estado” ( 131) .
clan destin a”, el mayor peligro reside en que “en las region es
fron terizas ( …) el predomin io de las in fluen cias del o de los Los m an u ales qu e corresp on d en al segu n d o gru p o tien -
países lin dan tes produce un a irradiación e in filtración de sus den a elimin ar completamen te el pun to “Defen sa de las fron -
características sobre el otro”. Éste es el caso de la mayoría de las teras” ( Sabsay y Jáuregui) o a propon er un a visión de las zo-
localidades fron terizas argen tin as, “permeables a la in filtración n as d e fron tera com o region es d e articu lación en tre d os
cultural”. También se in dica como causa “el vacío poblacion al, culturas n acion ales:
especialmen te de argen tin os”. Por todo esto, in dican que “la
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“En los documentos oficiales, en los mapas, los límites internacio- Los “otros” dentro de “nosotros”
n ales represen tan un a separación tajan te en tre los Estados. ( …)
Aun con contradicciones, los libros nuevos tienden a tomar
Pero, por sobre los acuerdos que fijan los límites, las característi-
distancia de la idea de nación como realidad natural. A esta des-
cas propias de la vida económica y social de estas zonas de fronte-
naturalización de la idea de nación se llega tanto si se afirma que
ra suelen crear una comunidad de expectativas, costumbres, len-
es una construcción histórica, como si se sugiere que su existen-
guas y tradiciones comunes” ( Barela, 149) .
cia es en gran parte “subjetiva” y no deviene necesariamente de
la existencia de un estado. Por esta razón, la integración de los
En definitiva, la soberanía es vista a veces como resultado del individuos en la sociedad nacional aparece más claramente aso-
monopolio de la fuerza por parte del estado y del reconocimien- ciada con la participación en una comunidad política ––ciuda-
to de esta legitimidad por el resto de los estados; pero a veces es danía formal, derecho a elegir representantes mediante el voto,
el resultado de una voluntad o un deseo de la nación: territorios el estado republicano y democrático––, que con la existencia de
a conquistar, proyectos económicos, defensa de la identidad. En un a comun idad cultural, que supon dría participación en un a
general, no hay conexión entre las ideas de soberanía, repúbli- comunidad de valores o de rasgos étnicos o idiosincráticos ho-
ca y democracia. La n oción de soberan ía surge de un a visión mogéneos.
profun damen te autoritaria del estado, se descon oce el proble- Paralelamente, la política interna es puesta en relación con
ma de la representación, delegación y control del poder, propio un orden jurídico internacional, que impone sus reglas, en cier-
de la democracia, y se examina casi exclusivamente la cuestión tos casos superiores a las de los gobiern os n acion ales, en cues-
de la defensa de las fronteras. Sólo en uno de los textos de nivel tiones relativas a la defensa de los derechos humanos y de las ins-
medio revisados se encontró una aclaración marginal acerca de titucion es democráticas. También aparece un a in cipien te
que este poder “está autolimitado por el derecho” ( A-Z) . tematización de la globalización financiera y cultural. La visión
Los manuales de nivel primario repiten estos esquemas; algu- descon fiada h acia los países vecin os se trasmuta en la celebra-
nos corresponden a las versiones más centradas en lo nacional (Ka- ción de los acuerdos in terestatales de in tegración , y en la pro-
pelusz) y otros a las más descentradas (Santillana). Sin embargo, es moción de un a vin culación más efectiva de la Argen tin a con
más común la preocupación por “democratizar” la mirada sobre el América latina, no sólo en el plano económico sino también en
papel de la sociedad en las políticas diplomáticas de los estados. En el político y cultural. Este viraje es claro en los libros más n ue-
el de Santillana se distingue entre estado y gobierno, desprendien- vos ( Barela; Sabsay y Jáuregui) , respecto de los primeros textos
do la idea de “soberanía estatal” de la idea autoritaria del ejercicio posteriores a 1984, o de las posteriores reedicion es de los que
del gobierno; también distingue entre gobierno y administración, son anteriores ( Drago, 1985; A-Z) .
lo que contribuye a ver en el estado una organización institucional El enfoque general sobre la sociedad global, revisado a la luz
que no se agota en la relación “gobernantes/ gobernados”. En el de del fin de la Guerra Fría y del mundo bipolar, instala una serie
Aique se explica que “el sistema de gobierno democrático posibili- de tópicos que provocan el resquebrajamiento de la noción más
ta la discusión y la reflexión acerca de los problemas internaciona- dura de soberanía estatal. El debilitamiento de las barreras esta-
les. Los ciudadanos participan a través de sus representantes en las tales, que en la mayoría de los libros se imputa a la globalización
decisiones sobre las relaciones con otros países” (111). de la cultura y la economía, margina de la agenda el tema de la
“defen sa de las fron teras”. La valoración de la in tegración con
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los países limítrofes en bloques supraestatales desautoriza implí- democracia argen tin a” que se justifican porque “arran can del
citamente los temores a la invasión de los vecinos, bajo la forma valor de la person a h uman a”. Desde estos con ceptos se h abla
militar, comercial y cultural: la “penetración” pasa a ser conside- de “n uestra iden tidad cultural”, “n uestro estilo de vida”, “n ues-
rada benéfica. tra visión del mun do”, que “surgen de un a tradición , un a h is-
Por último, la aceptación de la existencia de identidades di- toria y un a geografía propias e in sustituibles”. Ello
versas den tro de la n ación ––étn icas, religiosas, de gén ero––
multiplica la n oción de “otro” y quita la relación n osotros-los “no significa alentar políticas tendientes a hostilizar o desterrar di-
otros del plano estrictamente nacional. Esta última cuestión pa- ferencias que, aunque minoritarias, se presentan en algunos sec-
rece ser una de las más sensibles y por lo tanto, en la perspecti- tores sociales, por cuestion es religiosas, étn icas, culturales, idio-
va general de los textos funciona como divisoria de aguas. Se ob- máticas. Lo que debe fomen tarse es la in tegración social, que
ser van así dos ten den cias. Un a se expresa en el esfuerzo por consiste en evitar, disminuir y suprimir las discriminaciones y los
resistir la pérdida de la noción de identidad nacional a partir de conflictos que esas diferencias son capaces de provocar” ( 8) .
la demarcación más o menos clara de una “mayoría”. En esta lí-
n ea el problema de la in tegración aparece en la discusión so- Otros autores, en cambio, profundizan el discurso del “plu-
bre las formas de “tolerar” y “asimilar” las diferen cias. Esta va- ralismo”. De distintos modos se sugiere que los múltiples planos
rian te d om in a los textos m ás claram en te alin ead os en u n a de constitución de las diferencias, que definen conjuntos articu-
visión católica y tomista de la sociedad. Apoyados en un a clara lados de grupos e iden tidades, forman la sociedad n acion al:
demarcación del “n osotros”, respecto de “los otros” que h abi- “grandes, chicos, hombres, mujeres, comunidades indígenas, co-
tan “n uestro” país, man tien en un a visión esen cial de la iden ti- lectividades extran jeras, grupos religiosos, grupos ocupacion a-
dad argen tin a ––muy similar a la que domin a los man uales en les” ( Kapelusz, 6º, 18) . Se propone entonces que todos los gru-
el período an terior–– y la combin an con un a actitud “pluralis- pos “forman un a n ación ”, y que las “diferen cias culturales que
ta” entendida como “tolerancia de las diferencias”. En este caso, existen en tre las person as que forman n uestro pueblo n o son
los “otros” están colocados en el lugar de las “minorías”, en re- obstáculo para la convivencia” ( Barela, 26) .
lación con “la” iden tidad cultural argen tin a, que con stituye la En esta varian te, la idea de in tegración se desarrolla apelan -
“mayoría”. La argentinidad ––identidad o cultura nacional–– no do al recon ocimien to de “las iden tidades culturales an te la ley”,
es un atributo de esa sociedad heterogénea que se sugiere, sino “el derech o a la iden tidad”, “la capacidad para pen sar al otro”
de la mayoría homogénea. ( Barela) . En el cen tro de este discurso aparece un a idea ––por
El ejem p lo m ás claro es el d e Bid art Cam p os y Don in i momen tos esen cializada–– de “democracia” como sistema que
( 1992) , quien es explícitamen te fun damen tan su visión de la garan tiza la in tegración de lo diferen te en un a sociedad plural.
sociedad en la doctrin a católica. Primero se aclara que el “ca- A veces los textos combin an esta perspectiva con alusion es im-
rácter h omogén eo” de la población argen tin a es “útil y con ve- plícitas a la existen cia de un a mayoría, por ejemplo al sugerir
n ien te” y debe ser “recon ocido”, aun que “iden tidad cultural” que el fomen to de actitudes an tidiscrimin atorias es la ún ica for-
n o es sin ón imo de un iformidad, sin o de “variedad en torn o de ma de realizar un a efectiva “in tegración ” o “in corporación de
un n úcleo de valores básicos compartidos por todos”: “Nues- las min orías a la vida n acion al” ( Barela, 25) . O tras veces, ape-
tros valores sociales compartidos [ son ] los valores básicos de la lan a alguna identidad nacional que aglutine esta “sociedad plu-
170 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 171

ral” en torn o a algun os rasgos comun es además de los valores Por un a parte, las editoriales comen zaron a modificar el estilo
compartidos. Esto se expresa en fórmulas como: “vivimos en gráfico de los manuales, en el sentido señalado más arriba. Por
un a sociedad, compartimos un a cultura”, o en la defin ición de otra, la narración de la Historia argentina comienza a incorpo-
“n uestra iden tidad” como “un sen timien to de perten en cia a la rar el siglo XX, en concordancia con los contenidos de Historia
sociedad de la que formamos parte” ( Kapelusz, 6º, 23) . con temporán ea mun dial que los acompañ an . Se trata de frag-
En suma, estos primeros textos de Civismo se encuentran en mentos breves, pero su presencia es llamativa, considerando que
transición entre viejas formulaciones que no terminan de desa- h asta en ton ces casi n o se les prestaba aten ción . Sobre todo, la
parecer y otras nuevas que no alcanzan a emerger con claridad. historia del siglo XX llega hasta el presente, es decir el momen-
Las ideas de soberan ía vin culadas con el n acion alismo territo- to de escritura de los textos. En este caso, la intención ministe-
rial y los enfoques geopolíticos tradicionales se mantienen con rial parece ser bien clara: incorporar los temas de la Guerra Fría
más firmeza que en textos contemporáneos de Historia o Geo- y la situación de la Argen tin a en este con flicto, con la con si-
grafía. Estado y ciudadan ía se per filan como categorías claras, guiente justificación del propio gobierno dictatorial. Sin llegar
en relación con los principios de la democracia política, mien- a transformarse en un tema omnipresente, como sucede en los
tras que la nación sigue siendo una categoría de sentido ambi- manuales de Civismo, el temor al “peligro rojo” se encuentra de
guo: la crítica a su carácter n atural y esen cial se combin a con modo moderado en los manuales de Miretzky y Rampa, y de un
una cierta preocupación por la existencia de un principio de in- modo muy marcado en el de Ramallo. Luego de 1983 esta preo-
tegración de la comunidad que vaya más allá del contrato polí- cupación fue desapareciendo, pero no sucedió lo mismo con el
tico y lo sustente eficazmente. interés por la historia del siglo XX. La reforma educativa de los
años noventa la mantuvo en los planes del tercer ciclo, y además
incluyó en el nivel polimodal un curso completo de Historia ar-
Los nuevos manuales de Historia gentina del siglo XX.
Estos cambios, muy graduales al principio, venían a modifi-
El primer cambio sign ificativo en los plan es de estudio de car un a práctica de más de dos décadas, don de la persisten cia
h istoria en el n ivel medio se produjo duran te la última dicta- era la norma. Luego de 1983 las modificaciones se profundiza-
dura militar. A partir de 1979, los cursos de H istoria Argen tin a ron. Influyó la instalación del régimen democrático, que alentó
perdieron su auton omía y se in corporaron como parte de un a miradas sobre el pasado, la difusión de nuevos modelos pedagó-
h istoria gen eral del mun do occiden tal. En con cordan cia con gicos y editoriales, y también algunas preocupaciones más espe-
la división de la H istoria mun dial, los temas de H istoria argen - cíficamente relacionadas con la visión de la Historia. Las nove-
tin a fueron repartidos en dos añ os del n ivel medio, segun do y dades se fueron impon ien do paulatin amen te a lo largo de la
tercero. segunda mitad de los años ochenta y sólo se hicieron norma en
Inicialmente las editoriales se limitaron a intercalar los capí- los años noventa.
tulos correspondientes de los textos de Historia argentina en los Los cambios de las perspectivas historiográficas fueron len-
de Historia mundial, pero posteriormente modificaron sus ma- tos. Inicialmente los planteles de autores no se modificaron de-
nuales. Se insinúan entonces dos tendencias que se harán más masiado; in cluso varias editoriales siguieron editan do los mis-
pronunciadas a partir de la segunda mitad de los años ochenta. mos textos posteriores a 1979 con algun as modificacion es,
172 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 173

mínimas pero obvias, en los capítulos referidos a la historia más a temas como las costumbres y la vida cotidian a, las man ifesta-
reciente. Hasta fines de los ochenta las novedades se limitaron cion es culturales o el arte. También aparecieron n uevos en fo-
al ingreso de algunos temas de historia económica y social, que ques sobre la propia historia política, que superó el simple rela-
no alcanzaron a quebrar la hegemonía del relato político tradi- to de acontecimientos para incorporar el análisis de problemas
cion al. Los man uales de los primeros añ os del período demo- y procesos.
crático yuxtapusieron los temas socioeconómicos a los esquemas El resultado de estas modificaciones es muy variado, despa-
ya con ocidos. Como h ubo un a drástica reducción del n úmero rejo y heterogéneo. Reproduce las incertidumbres abiertas por
total de págin as, así como de la parte dedicada al texto prin ci- una reforma educativa de objetivos que no siempre son fáciles
pal ––en beneficio de recuadros, imágenes y actividades––, el re- de compren der, y además remite a la h eterogen eidad de posi-
lato de la historia política perdió peso relativo, aunque sus con- ciones que caracteriza el campo académico universitario. La ver-
tenidos siguieron los parámetros ya analizados en el Capítulo 2. sión can ón ica aban don ada, cristalizada en los man uales de los
La cuestión de la democracia ingresó como un nuevo paradig- años cincuenta y sesenta, basada en el mito de los orígenes y la
m a organ izad or d e los tem as d el siglo XX. Pero sim u ltán ea- primacía del relato político, n o h a sido reemplazada por otra
men te, un n acion alismo revitalizado por las con secuen cias de igualmente compacta y eficaz. Es probable que desde la perspec-
la gu erra d e 1982 y u n cierto sen tim ien to “an tiim p erialista” tiva de las autoridades educativas éste sea un resultado positivo.
que caracterizó los debates públicos de los añ os in mediatamen - Hay razon es para coin cidir con ellas. Pero también es fácil ad-
te posteriores a 1984, estimularon un a mirada cen trada sobre vertir cierto desconcierto que por momentos embarga a autori-
un a n ación esen cial y descon fiada. En cierto sen tido, esta mi- dades, profesores y alumnos.
rada se h izo más selectiva: por ejemplo, excluyó a los países la-
tin oamerican os ah ora recon ocidos como “h erman os”. Sin em- Nación y democracia
bargo, reavivó formas de con cebir la n acion alidad que se Los textos escolares de la segunda mitad de los años ochen-
ajustaron a la tradicional actitud paranoica. ta y de la primera de los noventa muestran una marcada hetero-
Desde comienzos de los años noventa, el elenco de los auto- geneidad en lo que respecta a sus visiones del pasado. La apari-
res se renovó sustancialmente, y en poco tiempo desaparecieron ción de n uevas temáticas n o afectó n ecesariamen te aquellas
aquellos que habían escrito hasta ese momento. Con el ingreso visiones del pasado fuertemente sostenidas en el mito de los orí-
de planteles de autores egresados de las universidades naciona- gen es. Sin embargo, h ay algun os casos en los que ese mito n o
les, muchos de los cuales desarrollaban tareas dentro de los ám- forma parte de los criterios explicativos, y hasta figura como uno
bitos académicos universitarios, las perspectivas se modificaron de los temas que los manuales analizan. El panorama es muy di-
radicalmente. Las tendencias historiográficas que servían de mo- verso, y aquí sólo se analizarán en detalle aquellos aspectos más
delo eran diversas, pero todas ellas superaban los esquemas de n ovedosos, advirtien do sobre la persisten cia de los ya plan tea-
la Nueva Escuela y el Revision ismo, que ya h abían agotado sus dos en el Capítulo 2.
aportes originales muchos años antes de este cambio. En estas version es, el mito de los orígen es n acion ales resul-
La historia social y económica, conocida desde los años se- ta, al menos, acotado. Permite explicar la historia del siglo XIX,
senta, adquirió mayor espacio e importancia a partir de esta re- pero en cambio es men os útil para abordar la del siglo XX. Por
novación. Pero además, los textos dedicaron espacio sustancial eso, los libros posteriores a la reforma de 1979 apen as in corpo-
174 LUIS ALBERTO RO MERO LA ARGENTINA EN LA ESCUELA 175

ran un os pocos temas del pasado más recien te, a pesar del in - claro ton o crítico, “democracia de mercado” ( Mapu, 349) ; sin
terés min isterial. En los últimos textos an teriores a 1983 se ad- embargo, la in satisfacción con la democracia “real” no deja de
vierte la n ecesidad de llegar a los añ os sesen ta y seten ta para de- remitir a un modelo esencial de democracia.
sarrollar justificacion es que le dieran legitimidad al gobiern o Los man uales de San tillan a y Aique ( 1997) muestran en un
militar y a la “lucha contra la subversión”. Pero el agregado tem- ton o más equilibrado las relacion es en tre el en tusiasmo demo-
poral genera desconcierto en los autores, que no alcanzan a for- crático de los primeros añ os del gobiern o del presiden te Al-
mular un prin cipio explicativo del pasado n acion al diferen te fon sín y las dificultades econ ómicas, sociales y políticas que ter-
del mito de los orígen es. En cambio, con el recambio de auto- min aron frustran do esas expectativas. Si se compara el an álisis
res posterior a 1983, n uevos criterios permiten desplegar expli- que los textos h acen de los procesos de la última mitad del si-
cacion es diferen tes del siglo XX, y el período adquiere mayor glo XX, es eviden te que las diferen cias n o son exclusivamen te
importan cia relativa. h istoriográficas sin o también políticas. Esto también es un a n o-
En algun os man uales, el eje es la democracia, en ten dida en vedad: a partir de los añ os och en ta, ya n o se con sidera tan im-
términ os in stitucion ales y con stitucion ales ( A-Z 3, San tillan a) ; portan te elimin ar estas posturas valorativas de los man uales es-
en otros también es la democracia, pero en ten dida en un a cla- colares, y el siglo XX es el período don de las vision es políticas
ve diferen te, más vin culada con las man ifestacion es políticas se despliegan preferen tem en te, aun que siem pre en un ton o
visibles de los sectores populares o los trabajadores ( Mapu y Ai- elíptico y moderado.
que) . En gen eral, la propia n oción de democracia es escasa- La democracia pensada en términos esencialistas se convier-
men te discutida; en cualquiera de las version es desplegadas, es te en principio explicativo. Como un complemento de esta pers-
con siderada más como un valor que como un problema h istó- pectiva, se presta una amplia atención a la última dictadura mi-
rico, situación similar a la de los man uales de Civismo con tem- litar y a la violación de los derechos humanos. Éste pasa a ser un
porán eos. tema canónico, ampliamente tratado no sólo a través de los tex-
La democracia es un principio que se respeta o se viola, nun- tos centrales, sino también a través de bibliografía ––incluyendo
ca un problema o un proceso histórico que necesite ser analiza- Nunca Más–– y fuentes directas que pueden incluir testimonios
do. De algún modo, como había sucedido antes con la idea de de detenidos torturados o familiares de desaparecidos.
nación, la democracia es una sustancia, y por eso puede conver- Aunque presente en todos los casos, la democracia no es el
tirse en principio explicativo, aunque como idea tenga un carác- único principio explicativo utilizado. Aquí se revela una segun-
ter menos monolítico que la de nación. Su capacidad explicati- da novedad: la ausencia de criterios unívocos para explicar los
va es también más matizada, dada la aparición de otros ejes, procesos históricos, una situación que reproduce cambios más
económicos y culturales, que apelan a sus propias explicaciones. generales en la Historia y las Ciencias Sociales. En estos libros ya
En un manual se dice que en 1983 “después de muchos años de no se considera que la historia política sea la única válida; tam-
gobierno de facto, de desencuentros y discrecion alidades, la Re- bién se despliegan ejes argumentales económicos y sociales. Pe-
p ú blica se reen cu en tra con la d em ocracia” ( A-Z 3, 245) . La ro esta vez no son simples agregados a un eje político capaz de
idea del reen cuen tro presupon e la asociación n atural del país explicar por sí mismo toda la h istoria. Se trata de vision es más
con el valor democrático. En cambio otro prefiere desligar el complejas del pasado, en las cuales las explicaciones se constru-
valor de la realidad posterior a 1983, llaman do al período, en yen a partir de la articulación entre los niveles político, social y
176 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 177

económico. En este contexto, la cuestión nacional puede apare- además, recuerda de manera positiva el apoyo recibido de otros
cer con un sentido diferente del que tenía en los viejos libros es- estados latin oamerican os; sus críticas se orien tan a las caracte-
colares: por ejemplo, en relación con la defensa de los “intere- rísticas improvisadas de las operacion es militares y al maltrato
ses económicos nacionales”. Sin embargo, el valor explicativo de de los con scriptos por los oficiales. Cabe señ alar que este ma-
este argumento no es comparable al de la historia política; siem- n ual se caracteriza por un a perman en te visión crítica de Gran
pre se trata de un a idea acotada a los pun tos sobre econ omía, Bretaña y de todos aquellos que, no sin cierta arbitrariedad, son
con un uso más bien descriptivo en algunos casos, y con un con- considerados como sus cómplices locales.
tenido valorativo en otros ( Mapu) . De todos modos, con excepción del de San tillan a que sim-
El problema de la nación aparece otra vez en la historia del plemen te n o toca el tema, los restan tes textos señ alan profu-
siglo XX, con motivo de la guerra con Gran Bretaña. La guerra samen te la absoluta validez de los derech os argen tin os, recu-
de 1982 es relatada en dos ton os diferen tes. El primero se en - rrien do a los mismos argumen tos de los viejos man uales, que
cuen tra en los man uales escritos por los viejos autores an aliza- extendían al estado argentino unos derechos provenientes del
dos en el Capítulo 2 y reeditados en version es ampliadas poco Imperio español, considerados indiscutibles.
después de la guerra. En el manual de Rampa, por ejemplo, se
señala que “la República Argentina a través de un operativo mi- La mirada sobre el siglo XIX
litar, intentó restituir las islas a la soberanía nacional cumplien- Los contrastes en la narración del siglo XX son muchos, da-
do así, con un unánime anhelo del pueblo argentino” ( 35) . Es- do que la propia atención por este período constituye una no-
ta frase vuelve a mostrar la facilidad con la cual los autores se vedad en sí misma: los manuales editados hacia fines de los años
deslizan de los temas territoriales hacia visiones autoritarias de ochenta y comienzos de los noventa son productos radicalmen-
la Argentina: el deseo de varios ––incluso posiblemente el de la te diferen tes de aquellos editados h asta esa fech a. En cambio,
mayoría–– es considerado un anhelo “unánime”. Por su parte el en las miradas sobre el siglo XIX pueden advertirse los cambios,
texto de Miretzky, luego de describir el acon tecimien to en un pero también las continuidades ya que, como se verá, no son po-
tono patriótico similar, recuerda las quejas por los métodos em- cas las marcas residuales de un relato basado en el mito de los
pleados, aunque las pone en boca de “algunos sectores” ( 336) . orígen es que se pueden localizar en las h istorias orien tadas al
La otra perspectiva se manifiesta en los libros escritos varios público escolar.
años más tarde del episodio, cuan do la guerra y sus man ifesta- De la muestra analizada, sólo dos manuales ( Santillana; Ai-
ciones de patrioterismo y desencanto ya habían abandonado las que, 1996) , plan tean el problema de la con strucción de la n a-
preocupaciones centrales de la opinión pública. Santillana y Ai- ción y la nacionalidad como paralelas a la del estado nacional.
que eluden toda manifestación acerca del problema de la sobe- La nación es concebida como un problema, una cuestión perti-
ran ía, para referirse exclusivamen te a las n ecesidades políticas nente para la reflexión historiográfica y no como un mito inte-
internas de la dictadura y a la nula participación de la población grador capaz de explicar y dar sentido a cualquier serie de acon-
en la decisión, aunque luego se destaca el apoyo popular que re- tecimien tos. En este con texto, el propio mito de los orígen es
cibió la medida. Una versión intermedia aparece en los manua- forma parte de esta reflexión, como un componente del proce-
les de A-Z y Mapu, que marcan el carácter popular y legítimo del so de construcción de una identidad nacional. En consecuencia,
acto de guerra para la reafirmación de la soberanía. El segundo, los análisis del período colonial y la crisis abierta por la Revolu-
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ción de Mayo adquieren un tono completamente ajeno a todo de la identificación territorial de la nación, tan arraigada en los
relato identitario. Así se advierte, por ejemplo, en el análisis de viejos textos. Por el contrario, la consolidación territorial del fla-
la crisis de 1820 cuando se afirma: mante estado nacional es vista como un proceso original y pro-
pio de la segunda mitad del siglo XIX.
“( …) aun que n o se aban don ó el proyecto de con stituir un a n a- Much o más n otorio es, en los man uales de A-Z y Mapu, el
ción unificada, los estados provinciales soberanos fueron, por más uso de una historia basada en la identificación de una naciona-
de treinta años, los protagonistas políticos ( …) Los estados autó- lidad esencial en el pasado. En el primer caso, aparecen nueva-
nomos provinciales, surgidos a partir de 1820, no serían produc- mente las marcas de identidad ya analizadas en el Capítulo 2. Pa-
to de la disgregación de una nación ( inexistente en 1810) sino el ra dar algun os ejemplos, se puede leer: “La vasta exten sión
punto de partida para una organización político-estatal, sobre la argentina estaba poblada con una variada densidad de naciones
única unidad sociopolítica existente en el período: la ciudad-pro- aborígenes. Eran los dueños de la tierra americana” ( A-Z 2, 39) ;
vincia” ( Santillana, 109-110) . o “Artigas dominaba el litoral argentino” ( A-Z 2, 279) ; o Rosas
“defendiendo los intereses nacionales [ defendía] , fundamental-
Esta cita correspon de a la h istoriadora Noemí Goldman , men te, los bon aeren ses” ( A-Z 3, 17) . Fin almen te, el ton o pres-
quien fue invitada especialmente para escribir sobre esta etapa. criptivo aparece de un modo explícito al mencionar la relación
Frases similares enfatizan esta tendencia en el análisis de otros en tre los lectores y los próceres: “El diccion ario n os dice que
períodos: “El actual territorio de la Argentina, que, por supues- prócer es una persona que se destaca y es respetada por su no-
to, no existía como tal en aquellos siglos…” ( Santillana, 9) . bleza y por sus acciones gloriosas. Por eso decimos que San Mar-
En cambio, en otros manuales, aun cuando la construcción tín es un prócer. Su conducta y su acción enorgullecen a los ar-
del estado y la nación forman parte de las problemáticas abor- gentinos” ( A-Z 2, 287) .
dadas, se deslizan en diversas dosis las manifestaciones del mito Esta tendencia es todavía más notable en el texto de Mapu,
de los orígen es. En algun os casos ( Aique) son apen as referen - claramente instalado en el mito de los orígenes, saturado de fra-
cias formales; en otros ( Mapu, A-Z) man tien en su lugar como ses destinadas a producir un reconocimiento identitario, en es-
eje explicativo. pecial a través de un uso constante y enfático de la primera per-
En el manual de Aique, las explicaciones no tienen ninguna son a del plural. Así, el lector es in volucrado en un a “amen aza
vin culación con el mito de los orígen es; sin embargo, se desli- de los portugueses a nuestro territorio” ( 13) ; para luego descu-
zan frases aisladas vinculadas con esa forma de concebir la his- brir la razón de la prohibición del uso de la bandera creada por
toria. Por ejemplo, el uso de títulos como “Los nombres de nues- Belgrano “para distinguir a nuestras tropas de las enemigas, por-
tro país” ( 1996, 16) o la afirmación de que Mayo de 1810 fue “el que todavía no habíamos declarado nuestra independencia co-
primer paso que llevó a transformar el Virreinato del Río de la mo para tener símbolos propios”; poco más adelante se informa
Plata en un país independiente” ( 1996, 16) . Esta frase, en la plu- que la Asamblea del añ o XIII se reun ió “para que in staure las
ma de autores provenientes del mundo universitario, muestra el bases de nuestro país. Nos deberíamos declarar independientes
arraigo que en la cultura histórica argentina tiene la idea de la y hacer una constitución” y que luego “dictó leyes que nos hicie-
continuidad entre el virreinato y la nación argentina. Sin embar- ron sen tir in depen dien tes” ( 13) . No se h a elegido por casuali-
go, en ese mismo libro, al igual que en el de Santillana, se elu- dad la cita de frases de una única página; ello revela que el rei-
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terado uso de la primera person a del plural satura el texto. El le ––y los europeos cuyos mapas ign oran los derech os argen ti-
manual involucra constantemente al lector con el pasado; el in- nos–– aparecen como naciones potencialmente agresoras y ex-
volucramiento cobra un mayor sentido de complicidad, pues se pansivas, capaces de alentar a los malones indígenas en la bús-
trata de una versión de la historia que no elude tomar partido, queda de sus objetivos.
sobre la base de una visión revisionista ( aunque no rosista) , don- Otros textos dan cuenta del fenómeno, pero poniéndolo en
de se mezclan criterios que a veces remiten a un impreciso mar- boca de los actores de la época, lo cual modifica totalmente la
xismo y otras a un populismo también vago. perspectiva: “Por otra parte, los jefes del ejército estaban preo-
Este con jun to de miradas más h eterogén eas sobre la pro- cupados por las facilidades con que el territorio del sur del país
pia n ación se correspon de con otras igualm en te diversas so- ––que consideraban despoblado–– ofrecía a los objetivos expan-
bre los “otros”. A ton o con el acotamien to de la importan cia sion istas de Ch ile” ( Aique 1996, 64) . “El in terés por ocupar el
de la h istoria política, las relacion es en tre estados ya n o se de- territorio se había incrementado también por la creciente des-
fin en exclusivamen te en términ os diplomáticos o bélicos, si- confianza del gobierno argentino con respecto a las pretensio-
n o que in corporan elementos económicos, poblacionales y has- nes chilenas sobre la Patagonia, a lo que se sumaba el hecho de
ta culturales. En este sen tido, los libros de texto in cluyen el que parte del ganado obtenido por los indígenas era vendido en
an álisis de las relacion es econ ómicas diferen ciales, pon ien do el sur de Ch ile” ( San tillan a, 156) . Sin embargo, es importan te
atención en la posición dependiente de la economía argentina reiterar que con excepción del manual de Mapu, los textos de
dentro del concierto del capitalismo mundial. Sólo en algunos los años noventa tienden a olvidar o a darle escasa importancia
casos ( Mapu) esta constatación adquiere un carácter de abierta a estos temas.
denuncia, aunque lo hace más al discutir los cambios políticos
que al hablar de la propia economía: “El yrigoyenismo represen-
taba un sector más nacional y popular. Es decir, más alejado de Los nuevos manuales de Geografía
los grandes intereses extranjeros que tanto habían influido has-
ta entonces en nuestra economía” ( Mapu, 165) . La apertura democrática n o tuvo un impacto in mediato so-
Jun to con el retroceso de la perspectiva diplomática y béli- bre los en foques de la en señ an za de la Geografía. Los grupos
ca, también suele desaparecer la tensión sobre la integridad te- académicos in n ovadores, que se in stalaron en las un iversida-
rritorial de la nación. En los manuales de Aique y Santillana, es- des, se con cen traron in icialmen te en la con solidación de la in -
ta perspectiva es bien clara: las únicas referencias a la cuestión vestigación y del trabajo profesion al técn ico. A prin cipios de
territorial se vinculan con la afirmación del poder del estado. En los n oven ta, el comien zo de la reforma educativa gen eró un a
cambio, siguen presentes en manuales como el de Mapu, don- deman da de especialistas un iversitarios, con vocados para la ela-
de, más allá de que se reconozca el problema de la afirmación boración de los n uevos con ten idos curriculares y para tareas
estatal, se in siste en los derech os irreden tos que correspon de- de capacitación y actualización didáctica. Much os de ellos, a su
rían a la Argentina: “El país asentó su dominio sobre un territo- vez, fueron con vocados por las editoriales de textos, para pro-
rio que para la cartografía europea no pertenecía a ningún país ducir los n uevos textos escolares, acordes con aquellos en fo-
civilizado. También se detuvieron las ambiciones territoriales de ques ren ovados.
Chile, siempre interesada en las tierras patagónicas” ( 118) . Chi- En Geografía, las editoriales que avan zan en la in n ovación
182 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 183

se adelan tan al proceso de maduración del ámbito un iversi- pequeña zona económica exclusiva en el océano Atlántico”. En
tario. El primer man ual de Geografía “n uevo”, tan to en los as- cuanto a la explicación sobre la formación del territorio, se re-
pectos formales como en el con ten ido de los textos, es el de plantea el tema de las pérdidas territoriales:
Geografía de América , p u blicad o p or San tillan a en 1990. Los
cam bios con sisten en la ren ovación con cep tu al, basad a en “La Argentina, por múltiples razones, es la legítima heredera de
aportes de las otras Cien cias Sociales; también , en el cuestio- ese virreinato. Una nota distintiva de nuestra historia es el progre-
n amien to de los tópicos del n acion alismo y el racismo y en la sivo desmembramiento o desintegración del citado virreinato y su
h istorización de los procesos territoriales. Las modificacion es consecuente disminución territorial, a tal punto que hoy la Argen-
en el diseñ o y la diagramación de los textos ayudaron a su vez tina sólo tiene 2.800.000 Km 2, aproximadamente, de una entidad
a p rop on er a los d ocen tes u n a estrategia p ed agógica m ás territorial originaria cuya super ficie ha sido estimada en algo más
abierta y problemática. Sin embargo, aún n o puede advertir- de 5.000.000 Km 2. ( …) En nuestros días deben considerarse, pa-
se un cambio en el en foque, proven ien te de n uevas orien ta- ra completar la integración territorial de la República Argentina,
cion es en el cam p o d iscip lin ar local. Éstas se ad vierten ya dos porcion es que presen tan problemas jurídicos varios: la por-
avan zada la década del 90 y se en cuen tran en plen o desarro- ción oceánica y la porción antártica” ( A-Z, 1997, 188-189) .
llo al momen to de escribirse este trabajo, de modo que aquí
sólo pueden con siderarse los primeros pasos de esa tran sfor- Poco h ay de n uevo en textos como éste, por lo que n o se
mación .74 volverá sobre ellos. Aun así con vien e recordar que todavía en
Los libros con enfoques tradicionales no desaparecieron.75 1997 segu ían ed itán d ose m an u ales qu e se h abían ren ovad o
La tran sformación sugerida por los cambios en el diseñ o y en desde el pun to de vista gráfico y temático pero con servaban sus
los índices, queda rápidamente desmentida luego de una lectu- características trad icion ales resp ecto d e las cu estion es aqu í
ra de los contenidos. Un ejemplo de esto se encuentra en la Geo- an alizadas.
grafía Argentina de la editorial A-Z ( 1997) . En lugar de enunciar ¿Qu é ocu rrió con las p rop u estas d e tran sform ación p ro-
inicialmente, como era habitual, la extensión, límites y posición fu n d a en en foqu es y con ten id os?76 No es fácil recon ocer en
del territorio, se llega a ello por pasos: se comienza por la “geo- ellas lín eas teóricas claras, quizá porque todavía se estaba en
grafía local”, se sigue con la “geografía regional”, hasta llegar a la etapa experimen tal, tan to en la in n ovación disciplin ar co-
la “geografía nacional”, donde finalmente se suministran cifras mo en la didáctica. También in fluyeron las men cion adas n ue-
de super ficie y población. Sin embargo, la tradicional idea de la vas m od alid ad es d e p rod u cción ed itorial, y en p articu lar el
Argen tin a tripartita se va filtran do desde la sección sobre geo- reemplazo del autor por el equipo autoral, lo que podría ex-
grafía local, a través de menciones a la “porción americana del plicar discon tin uidades e in con sisten cias en la ren ovación . Sin
territorio argen tin o” y a “la An tártida Argen tin a”. Ya en la sec- em bargo, puede recon ocerse la presen cia de dos lín eas aca-
ción de geografía region al, se agrega a las region es h abituales démicas diferen tes.
un a “Región oceán ica”, men cion ada en el subtítulo como “un Algunos libros, como los manuales de Santillana, se inspiran
espacio en disputa”. Al referirse al tratado que resolvió la “cues- en la “nueva geografía regional”, de acuerdo con líneas amplia-
tión del Beagle”, se lo presenta como “un tratado que entregó a mente desarrolladas en el ámbito francófono 77 y español, que in-
Chile todas las islas en disputa y que le permite disponer de una cluyen un importante trabajo en el campo didáctico. Esa tenden-
184 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 185

cia recupera de la tradición clásica su preocupación por la espe- Un o de los cambios más n otables es la h istorización de las
cificidad regional, el valor de la aproximación histórica y la bús- categorías de estado, nación y territorio, cuya aparición y desen-
queda de un método sintético riguroso. Pero a diferencia de aqué- volvimiento son explicados en el contexto de la crisis de los im-
lla, concibe los territorios como construcciones materiales y perios colon iales american os. Esto gen era tan to un descen tra-
simbólicas de grupos humanos que interactúan entre sí y no con miento y desnaturalización en la perspectiva relativa a la historia
la naturaleza. Si bien esa corriente dio lugar a enfoques novedo- del propio estado nacional, como un cambio en la visión sobre
sos y originales, en pleno desarrollo,78 también posibilitó la rea- los países vecinos.
parición de una geografía regional actualizada, que en lo concep- En los libros de Santillana, “la Argentina” es presentada co-
tual se aleja poco de los planteos clásicos.79 Debido a su conexión mo “un estado nacional, producto de un proceso histórico en el
más fácil con la enseñanza tradicional, esta última versión del nue- cual, al mismo tiempo que se forman la sociedad y el Estado, se
vo regionalismo es hoy la más difundida en el campo educativo. establece la organización política de su territorio” ( 1995, 14) . Se
Otros libros se inspiran en las corrientes de “geografía críti- aprecia un esfuerzo por romper con ciertos mitos tradicionales:
ca”, surgidas en los añ os seten ta y desarrolladas especialmen te se menciona la incorporación de “nuevos espacios” al territorio
por la geografía anglosajona y brasileña.80 Basadas en una eco- argentino, indicando que se trata, “en realidad [ de] grandes ex-
n omía política marxista, propon en compren der la con figura- tensiones pobladas especialmente por aborígenes ( Chaco, Lla-
ción del territorio como resultado de tendencias generales del nura Pampeana, Patagonia) ”. También se señala a México como
capitalismo mun dial, que se combin an con políticas econ ómi- ejemplo de un país “perdedor” de territorios, y la Argentina co-
cas y sociales locales. Los manuales publicados por Aique son los mo “ganador”, rompiendo con una visión que ––se apuntó–– es-
más representativos de esta perspectiva. taba firmemente arraigada en los textos ( 1996, 35) . Otra nove-
Ambas vertientes coinciden en un aspecto: se proponen in- dad es la consideración de la organización interna del territorio,
terpretar el territorio como el resultado de un proceso, y com- un tema que en los libros tradicionales se reducía a las “divisio-
pren der la organ ización espacial de las sociedades. Este aspec- nes políticas”. Aparecen temas como “el régimen federal”, “las
to, que atraviesa por igual las dos propuestas de los n uevos provincias en la historia argentina”, “los municipios” y “los terri-
textos, con stituye el prin cipal pun to de ruptura con los libros torios nacionales” ( 1995, 16) .
tradicionales. Estos libros proponen el estudio de la “geografía argentina”
como “la relación en tre la sociedad y su territorio, o dich o de
El territorio y el estado otra manera, conocer cómo la sociedad ocupa y organiza el te-
Hay un rasgo común en los libros nuevos: el estado abando- rritorio y cómo este proceso influye, a su vez, en la formación de
na la posición “detrás de la escena”, donde lo confinaba la Geo- la propia sociedad” ( 1995,14) . Esta con cepción , próxima a la
grafia tradicional, y se convierte en un concepto clave para ex- perspectiva de la “nueva geografía regional”, todavía se desarro-
plicar la Geografía argentina. Aunque se advierte una búsqueda lla en clave muy tradicional. Al recuperar un concepto clásico,
por reformular las relaciones entre los conceptos de estado, te- la geografía física se define como la “base natural del territorio”,
rritorio y sociedad nacional, en los textos conviven problemas y “una porción de la super ficie terrestre, que contiene una ofer-
explicaciones nuevos con párrafos casi idénticos a los de los ma- ta natural diversa” ( 14) . Perdura la visión del territorio como un
nuales tradicionales. suelo recortado por la existencia de un estado. La novedad ra-
186 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 187

dica en conceptualizar primero el estado como construcción po- ción del territorio, y se subraya la in ter ven ción de las políticas
lítica e histórica, y el territorio como un resultado derivado de públicas y del capital empresarial. En las siguien tes etapas ( “la
esa con strucción . A partir de en ton ces, los límites estatales pa- Argen tin a agroexportadora”, “la Argen tin a in dustrial” y “la Ar-
recen envolver unos datos naturales fijos y una sociedad homo- gen tin a estan cada”) aparecen sectores con distin ta capacidad
génea. No hay posibilidad de reconocer en los procesos estudia- p ara im p on er su s “p royectos p olíticos”: en la segu n d a etap a
dos a distin tos actores sociales: “con ocer las características de son los “gran des propietarios pampean os”; en la tercera, los te-
esta base n atural es in dispen sable para en ten der cómo ocupa- rraten ien tes “orien taron sus in version es h acia la in dustria lo-
mos el espacio los argentinos ( …) cómo nos apropiamos del te- cal” y en la cuarta se vieron “afectados los in tereses de los pe-
rritorio” ( 40) . queñ os y median os productores rurales e in dustriales” ( 1994) .
En consonancia con el enfoque de la “geografía crítica”, en En estos libros se aban don a la idea de un a “sociedad” como co-
los libros de Aique ( 1994 y 1996) el énfasis explicativo está pues- lectivo abstracto e in tern amen te h omogén eo que se relacion a
to en las políticas económicas y sociales. El estado aparece como con “su” territorio.
un actor in stitucion al cuya acción sobre el territorio n o se res- Respecto de las ideas de soberanía y de fronteras, los tópicos
tringe al ámbito diplomático. Se afirma que el estado ha tenido tradicionales son más persistentes. En Santillana ( 1995) se lee:

“( …) un rol protagónico en procesos de organización del territo- “La nación argentina se define, entre otras cosas, por la reivindi-
rio ( …) como productor de la infraestructura de transporte, co- cación de un territorio ( …) . La iden tificación de este territorio
mo regulador de la prestación de servicios públicos ( …) , como como ‘argentino’ también tiene su historia, que es la de la nación
promotor de políticas sociales, como garante de la seguridad pú- misma. ( …) La idea de n ación está vin culada a la de soberan ía.
blica y el bien común” ( Aique, 1996, 192) . La defensa de la soberanía se fue ampliando desde la afirmación
territorial h asta el aprovech amien to de los recursos y la defen sa
En lo que h ace a la con cepción sobre la formación de n a- de la cultura. ( …) Una nación es reconocida por las demás cuan-
cion es resurgen algun os con ceptos tradicion ales. Sobre la for- do se le reconocen sus derechos soberanos, principalmente su de-
mación territorial y la con strucción de los estados n acion ales, recho al territorio nacional” ( 16) .
se señalan cuatro etapas, signadas por “distintos proyectos eco-
nómicos y políticos que tuvieron efectos diferentes sobre la po- Este enfoque es muy notorio en el tema “La Argentina y sus
blación y el territorio n acion al” ( Aique, 1994, 31) . Aparen te- vecin os”; se traduce, según reza el subtítulo, en el tratamien to
mente, la imagen de “la Argentina latente” ha dejado lugar a la de “las fronteras”, asunto que se desarrolla en extenso. Esta preo-
de la construcción histórica. Pero en la primera etapa, la subdi- cupación preferen cial por los problemas de la demarcación li-
visión en un “período indígena”, un “período colonial” y “las pri- mítrofe parece remitir a la visión ya comentada del límite como
meras décadas de la Argen tin a in depen dien te” sugiere cierta clausura de una sociedad. Con el apoyo de nueve mapas de sec-
presen cia de los límites territoriales actuales sobre las con figu- tores de frontera, el libro propone un recorrido sobre avatares
raciones del pasado. diplomáticos e h itos geográficos. Aun que el plan teo parece si-
Por lo d em ás, se obser va la p reocu p ación p or d istin gu ir milar al an alizado en libros an teriores, tien e un a n ovedad: los
cuáles son los actores sociales que in ter vien en en la con figura- hitos fronterizos elegidos no son los accidentes geográficos con-
188 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 189

siderados para la demarcación fronteriza sino los lugares de en-


cuentro con el país vecino: puentes, ciudades, pasos. El límite se “( …) la Argentina tiene gran desarrollo en super ficie en el senti-
trasmuta en área de frontera, y ésta pierde su sentido geopolíti- do de los meridianos; se ubica en dos continentes, América y An-
co para ser considerada como área de socialización. tártida, conectados por un arco de islas. Su territorio abarca tres
Sin embargo, n o ocurre lo mismo cuan do se aborda la de- tipos de espacios que guardan íntima relación: el terrestre ( …) el
marcación del límite con Ch ile, que es presen tada como “la marítimo y el aéreo, cuyo dominio es condición obligada para el
cuestión fronteriza más difícil de resolver”. Ni las fotografías ni ejercicio de la soberanía nacional. En la Argentina las comunica-
los mapas ni los ejercicios promueven en este caso una mirada ciones marítimas desempeñan un papel preponderante para la in-
de las fron teras como zon as de in tercambio y de socialización . tegración física del Estado, ya que existen 950 km de distancia en-
El acento se pone en los hitos físicos de frontera y en la crónica tre la Tierra del Fuego y la península antártica, y 500 km entre la
diplomática. costa patagónica y las islas Malvinas”.
Las últimas dos páginas del capítulo sobre “las fronteras” es-
tán dedicadas a “la Argen tin a en la An tártida”. Es sign ificativo Sin embargo, a este tema no le sigue el desarrollo de las cues-
que el tema haya sido incluido en el terreno de los problemas de tiones limítrofes ni la descripción de los hitos fronterizos. En cam-
límites. El tono y el contenido del capítulo lo acercan a la visión bio, se propone una apertura conceptual de la idea de soberanía,
tradicion al: “n uestro país, basado en la tesis de la con tin uidad mediante la inclusión de fragmentos de distintos autores bajo el
continental ( …) ha reclamado derechos de soberanía ( …) . Las subtítulo “soberanía nacional o soberanía popular”; se señala que
Fuerzas Armadas argentinas sostienen bases permanentes con fi- se trata de un “tema polémico”, y se invita al alumno a “elaborar
nes pacíficos ( …) reivindicando con su presencia nuestra sobe- tu propia definición de soberanía”. La cantidad de lecturas desti-
ranía”. Aquí también hay matices que sugieren un esfuerzo por nadas a profundizar el tema “Islas Malvinas” muestra una inclina-
reformular la tradicional perspectiva geopolítica. Luego del ale- ción por los problemas de la soberanía territorial.
gato, se advierte que “son varios los países que ( …) han reivindi- El segundo manual de Aique ( 1996) muestra un avance en
cado derechos de soberanía. Chile, Australia ( …) ”. Se explican el intento de volver a conceptualizar el tema. Bajo el título “Las
los argumentos que esgrimen otros países, se incluyen gráficos fronteras en tiempos de integración”, se transcribe un texto pu-
de superposición de reclamos, así como mapas que muestran la blicado por los autores donde puede leerse:
península antártica con todas las bases existentes, lo que permi-
te apreciar la presencia efectiva de nueve estados en el sector que “( …) la noción de frontera ha ido mutando notablemen te en vir-
la Argentina presenta como parte de su territorio. tud del proceso de globalización o mun dialización de la econ o-
El primer man ual de Aique ( 1995) ofrece un a muestra de mía ( …) . A partir de la concepción de zona de choque o diferen-
las discontinuidades de enfoque dentro de un mismo libro. En ciación tajante entre dos sistemas de soberanía, políticos, militares
las primeras páginas, la presentación del territorio está poblada y económicos, se ha ido evolucionando hacia la configuración de
de intercambios semánticos entre los términos “Argentina”, “te- áreas de transición o inter fase” ( 35) .
rritorio”, “estado”, donde el país es concebido como figura car-
tográfica, y en el lenguaje domina un concepto patrimonial y or- La persisten cia del discurso geopolítico tradicion al proba-
ganicista de soberanía: blemen te deba relacion arse con el con trol que ejerce el In sti-
190 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 191

tuto Geográfico Militar sobre las represen tacion es gráficas y nales. La mirada sobre la Argentina se estructura en relación con
textos, señ alado en el Capítulo 3. En el man ual de San tillan a un mundo globalizado, visto como un sistema de relaciones po-
( 1995) ––que como se vio busca moderar la adjudicación au- líticas y económicas que definen posiciones cambiantes para los
tom ática d e territorios en cu estión –– se ofrece, sin n in gu n a distintos países y regiones. Los libros publicados en los años no-
aclaración , un cuadro con cifras de la super ficie “con tin en tal venta coinciden en mostrar a la Argentina como parte de con-
sudamerican a”, “con tin en tal an tártica”, “Islas Georgias del Sur” juntos regionales mayores; también presentan la fuerte depen-
e “Islas San dwich del Sur”, y se llega al “Total: 3.761.274 km 2”. den cia de las realidades locales con procesos más gen erales:
No h ay distin ción en tre territorios reclamados y territorios de “cualquier acontecimiento o conflicto que ocurre en alguna par-
soberan ía in tern acion almen te recon ocida ( 38) . Y en el de Ai- te del plan eta afecta, directa o in directamen te, al resto, y, por
que ( 1994) se presen ta un gráfico de tortas con la “Super ficie con siguien te, a n uestro país” ( Aique, 1994, 16) . Predomin a la
total: 3.761.274 km 2; 73% correspon den a la porción con tin en - intención de subrayar su pertenencia a América latina. También
tal sudamerican a y 27% a la porción an tártica e islas del Atlán - es recurrente su caracterización en el marco de categorías como
tico Sur” ( 14) . “países subdesarrollados”. Sin establecer relaciones conceptua-
Estos dos textos, los primeros en modificar radicalmente las les con la sección más política, en los capítulos dedicados a pro-
orientaciones tradicionales, muestran indicios de los derroteros y cesos económicos y culturales se relativiza el papel de las fronte-
las limitaciones de la renovación de enfoques en los manuales de ras. Por ejemplo, se señala que no constituyen barreras efectivas
Geografía. Por un lado, hay un intento de moderar por distintos para el movimiento del capital ni para la globalización de pau-
caminos el viejo discurso geopolítico: agregar matices pluralistas tas de consumo y tecnologías de información.
al discurso sobre los derechos territoriales argentinos (Santillana, Es probable que el proceso de renovación curricular y didác-
1995), eliminar del temario algunos tópicos de la vieja geopolíti- tica posterior a 1997 h aya profun dizado estos rasgos, que aquí
ca y abrir el debate sobre otros (Aique, 1994). Al mismo tiempo, se observan de manera incipiente. Los viejos tópicos geopolíti-
se advierte la dificultad para escapar de los encuadres tradiciona- cos prácticamen te termin an por desaparecer, y la visión de los
les en la explicación del territorio, probablemente por falta de territorios estatales se in cluye en un a in terpretación de la eco-
marcos interpretativos alternativos. No se propone una concep- nomía transnacional y la globalización cultural que relativiza el
ción diferente sobre las fronteras, sino una mirada sobre los paí- papel de las fronteras, las instituciones y las identidades nacio-
ses vecinos que abandona todo comentario receloso y celebra los nales, e incluso la escala nacional como marco pertinente para
procesos de integración cultural y económica. Sólo en casos muy la comprensión de los procesos espaciales contemporáneos.
específicos, las relaciones internacionales se articulan con las po-
líticas internas de los estados bajo gobiernos de diferente signo La identidad de la Argentina
político (Aique, 1996). En términos generales, la tematización de Los nuevos libros trataron de alejarse de la versión clásica se-
la territorialidad de las instituciones democráticas y republicanas gún la cual la iden tidad y las relacion es in terestatales de la Ar-
del estado permanece prácticamente ausente. gen tin a pueden deducirse de su posición geográfica. En el de
En cambio, al tratar los procesos económicos y culturales, se Santillana ( 1995) , para ubicar a la Argentina en el mundo se da
verá que los autores pueden ofrecer un en foque con sisten te y prioridad a los parámetros culturales:
completamente nuevo sobre los estados y las sociedades nacio-
192 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 193

“( …) la población argentina, y la cultura que le es propia, ubica a cepto sirvió para justificar la expansión colonial y el dominio de
n uestro país en determin ados espacios del mun do. Existe un es- una cultura ( …) y para justificar la explotación directa de un gru-
pacio definido por la lengua que hablamos, traída por la conquis- po humano por otro” ( Aique, 1996, 19) .
ta y la colonización españolas. También, las ideas religiosas y esté-
ticas domin an tes en n uestra sociedad, n uestros con ceptos sobre Pero en la misma página aparece un mapa sobre “Diversidad
el individuo, la libertad, la sociedad y la política, nos sitúan en el cultural en la América actual”, que rebate con su lenguaje visual
espacio más amplio de la cultura occidental” ( 19) . y toponímico todo el esfuerzo argumental del texto. Pinta zonas
de colores que deben leerse según las siguien tes referen cias:
En el de Aique ( 1995) , la posición se explica con parámetros “Predominio población indígena y mestiza”, “Predominio pobla-
socioeconómicos y políticos, y se justifica el lugar de la Argenti- ción europea y mestiza”, “Predominio población negra y mesti-
na en un espacio mundial organizado en bloques de alianzas po- za”, “Predominio europeo”. Éste quizá sea un efecto de las ya co-
líticas y económicas. mentadas características del proceso de producción editorial de
Aun así, la fórmula posición-extensión-límites siguió presen- los manuales.
te, iniciando el estudio de la geografía argentina en estos nuevos Combinado con estas persistencias, aparece el imperativo de
libros; aunque se advierte una silenciosa toma de distancia: se re- situar a la Argentina en América latina, afirmación que en algu-
ducen las páginas destinadas al tema, se precisa el lenguaje, se tra- nos pasajes cobra un carácter prescriptivo: la Argentina debe en-
ta de evitar asociaciones falaces entre posición, clima y razas, se tender que es parte de América latina, o debe integrarse a Amé-
procura eludir el tema de las razas de América, y se intenta des- rica latina. Según estos libros, las relaciones de la Argentina con
plazar el eje de las afinidades entre países desde el plano étnico y los países vecinos son una novedad, que contrasta con una his-
cultural al plano económico y a veces al de la historia política. Pro- toria de relaciones preferenciales con los países de Europa oc-
gresivamente, en la diferenciación de ambas Américas los argu- ciden tal. Las explicacion es que se en sayan para justificar este
mentos económicos se vuelven dominantes y van desplazando el cambio son variadas: “el surgimiento de intereses regionales y la
étnico-racial a un plano secundario. Sin embargo, cierto núcleo preocupación por la identidad cultural” ( Santillana, 1995, 19) ;
de esta geografía racial persiste en estos textos. Algunos libros han la tradicional centralización del país en torno de Buenos Aires
buscado incluir respuestas explícitas al discurso de caracterización como ciudad-puerto:
racial de las nacionalidades americanas:
“(…) la Nación se consolidó dando prioridad a aquel espacio que
“La división de América en anglosajona y latina no es una división se vinculaba mejor con el mundo que tenía como centro el conti-
racial, sino histórica y cultural. Raza es un antiguo concepto que nente europeo. (…) De este modo se fueron debilitando los víncu-
provien e origin ariamen te de la biología ––que in cluso está sien - los con los países vecinos, los que muchas veces parecieron más le-
do revisado y en algun os casos h asta aban don ado–– ( …) ¿Tien e janos que aquellos de más allá del Atlántico” (Santillana, 1995, 24).
utilidad para las ciencias sociales una clasificación racial? Y si no,
¿qué objetivo persigue? El racismo ––es decir, el uso ideológico También se alude al impacto de la inmigración europea: “La
del concepto de raza–– está basado en una teoría seudocientífica sociedad argentina actual, conformada en este siglo sobre la ba-
que se apoya en falsas diferencias biológicas o culturales. Este con- se de inmigrantes europeos, comienza ahora a identificarse con
194 LUIS ALBERTO RO MERO RENO VACIÓ N EDITO RIAL Y NUEVO S ENFO QUES 195

el resto de los países latinoamericanos” ( Aique, 1995) ; o a la ne- clásica; hay una breve descripción de cada uno de los países su-
cesidad estratégica de establecer alianzas: “La Argentina de hoy damerican os, que in tegra en prosa n arrativa algun os de los te-
( …) intenta profundizar el intercambio económico con Brasil” mas del inventario: aspectos de la geografía física, diversidad de
y formar el Mercosur, que es presentado como “alternativa para regiones en el interior de los límites del territorio, vinculación
crecer y competir en el mercado mundial” ( Aique, 1995) . entre la diversidad natural, las actividades económicas y los da-
En defin itiva, la latin oamerican ización de la Argen tin a se tos demográficos. Por esta razón , éste es el ún ico man ual que
apoya más en su caracterización como país subdesarrollado que ofrece una sección dedicada a Chile que pueda ser comparada
en una reelaboración profunda de la mirada sobre la población con los libros tradicionales.
y el pasado argentinos. Varias imágenes clásicas siguen articulan- Lo que se observa, una vez más, es una combinación de vie-
do la visión sobre la identidad argentina: las afinidades con los jos postulados con pinceladas de un enfoque nuevo que no lle-
países de Europa occiden tal y los Estados Un idos, por motivos ga a organizar una visión general coherente. Como antes, Chile
de origen étnico-racial y cultural, la percepción de lo indígena se incluye entre los “países andinos”, mientras que la Argentina
como algo ajen o a la con strucción de la iden tidad n acion al, la integra el grupo de “los países del Mercosur”. La caracterización
imagen de ruptura genética con el pasado indígena-hispánico a de lo “andino” discurre sobre varios criterios de identificación:
partir de las grandes corrientes inmigratorias de fines del siglo la presencia aborigen; la de la cordillera; la tradición histórica y
XIX y principios del XX, y la sensación de que la participación la economía. Así, Chile se caracteriza por un “desarrollo econó-
de la Argentina en América latina deriva de sus problemas eco- mico mediano”, con “sociedades segmentadas: un grupo mayo-
nómicos ––que se suponen originados en una “caída” de época ritario vive en la pobreza y otro grupo minoritario alcanza con-
muy reciente–– antes que de otro tipo de vínculos. dicion es de vida elevadas”. Se explica en ton ces que “Ch ile h a
tenido un desarrollo socioeconómico que lo diferencia del res-
La visión de los países vecinos: el caso de Chile to de los países andinos y que lo convierte, desde este punto de
En cuanto a los vínculos entre la Argentina y sus países veci- vista, en el menos andino de los países de la región ”, lo que en la prác-
nos, los cambios de enfoque didáctico tienen efectos sobre el de- tica jerarquiza el criterio econ ómico por sobre los otros ( 150;
sarrollo de los contenidos. Al abandonar la descripción inventa- b/ n) . Por su parte, “los países del Mercosur” no parecen formar
rial de cada un o de los países de América, los libros eligen sólo un conjunto por sus afinidades ( de hecho se señala que “presen-
algun os países para h acer un estudio particular. El man ual de tan situacion es econ ómicas, demográficas y laborales diferen -
Santillana ( 1990) se ocupa de los Estados Unidos, Perú, Brasil y tes”) , sino por la puesta en marcha del bloque regional. Las ca-
la Argentina, y se toman casos de otros países para ilustrar otros racterísticas de estos países prácticamen te n o se desarrollan , y
temas, como por ejemplo, la Ciudad de México para “el paisaje en su lugar se describe el proceso institucional de formación del
urbano en América latina”. El de Aique ( 1996) abandona com- Mercosur.
pletamente el estudio de “países”, para centrarse en problemas, En el resto de los libros de la década del 90, las n oticias so-
que se ilustran a partir de algun os estudios de caso. Por ejem- bre Ch ile están dispersas en las citas de ejemplos que ilustran
plo, para estudiar “el espacio urbano y las actividades industria- un problema o situación global o region al. Un rasgo importan -
les en América”, se elige “el caso de San Pablo”. El man ual de te en estos textos es la desaparición de toda con sideración so-
San tillan a ( 1996) en cambio, se aproxima más a la estructura bre la forma y exten sión de Ch ile ( y de cualquier otro país) .
196 LUIS ALBERTO RO MERO

Respecto de los países vecinos, y en particular de Chile, se aban- 6. Balance y apertura


don a todo comen tario receloso y se man ifiesta un a adh esión al
in cremen to de aquellos procesos de in tegración don de n o h ay
cabida para con flictos por motivos territoriales n i culturales.
Muy in clin ados a subrayar los vín culos de la Argen tin a con los
países latin oamerican os, los textos coin ciden en presen tarlos
como el resultado de políticas recien tes de acercamien to en tre
los estados; n o puede apreciarse, en cambio, si sus sociedades Cuan do in iciamos este proyecto de in vestigación , con jun -
están in teresadas en este acercamien to y cómo participan en él tam en te con un grupo de colegas ch ilen os, n os pregun tába-
diversos grupos sociales. mos acerca de la visión sobre el país vecin o que se imparte en
cad a sistem a escolar. Su p on íam os qu e en am bos estad os las
Como puede advertirse, los cambios experimentados por los ideas n acion alistas, que en el siglo XIX coadyuvaron a su orga-
textos escolares durante dos décadas han sido muchos y muy im- n ización y a la con stitución de las iden tidades n acion ales, se
portan tes; también lo son las con tin uidades, relacion adas con fueron orien tan do a lo largo del siglo XX en un sen tido exclu-
convicciones fuertemente arraigadas. Sin embargo, no es senci- sivista, reaccion ario y autoritario en lo in terior y ch auvin ista en
llo comparar ambos períodos. Los manuales editados entre los lo exterior, y que esa orien tación era decisiva en las percepcio-
años cincuenta y comienzos de los ochenta del siglo XX habían n es sobre el vecin o.
configurado un estilo sólido y reconocible, en contenidos como Nuestra investigación sobre los libros de texto de la Argen-
en formas. No sucede lo mismo cuan do se an aliza el período tina ha confirmado ampliamente este punto de partida. Si bien
subsiguiente. Al respecto, la investigación sólo pudo dar cuenta el tema de Chile ocupa un lugar en los textos, y es referencia es-
de cambios y ten den cias que están aún h oy en plen o en sayo y pecífica de algunas ideas y actitudes, aquello que se refiere a las
discusión, y acerca de cuyo destino final sólo es posible conjetu- percepcion es acerca de otros países, y en especial de n uestros
rar o señalar preferencias. vecinos, remite de manera fundamental a la propia imagen de
la Argentina, establecida y canonizada por los libros de texto. En
ellos, la imagen del otro deriva, en primer lugar y fundamental-
mente, de la percepción de nosotros mismos.
El con jun to de ideas que circula, y que con forma el ima-
gin ario d e los argen tin os es m ás com p lejo y con trad ictorio
que lo que aparece en esta versión , con den sada y h asta este-
reotipada, de los libros de texto. Pero n o es ajen o a ella, pues
lo que aparece en los man uales de H istoria, Geografía y Civis-
m o arraiga legítim am en te en id eas fu ertes en n u estra socie-
dad. Aquí se resumirán esas ideas, que con stituyeron el n úcleo
con ceptual de los textos escolares, y se h ará un balan ce de los
cambios y con tin uidades obser vables en los editados desde la
198 LUIS ALBERTO RO MERO BALANCE Y APERTURA 199

con strucción de la democracia, cuyo sen tido fin al aún es in - vo, existió siempre. Pero a la vez, ese ser potencial debía ser de-
cierto. sarrollado: la acción de los argen tin os se en camin ó siempre a
Al balance sigue el esbozo de una discusión nueva: cómo de- con struirla, respon dien do a un imperativo que surgía de ella
berían ser los nuevos manuales para una Argentina democráti- misma, de modo que la nación era a la vez sujeto y objeto de los
ca, que ha asumido los valores del pluralismo, los derechos hu- procesos históricos. La nación así concebida tenía una realidad
manos y la democracia. No se trata de una cuestión simple, y en trascendente. Sus rasgos eran el producto desarrollado de una
realidad las opciones que se desprenden de nuestro análisis son esencia originaria y no de la acción histórica de los hombres, de
complejas. Remiten a cuestiones más generales, como identidad, sus conflictos y acuerdos. A partir de un cierto momento, esa na-
ciudadanía, función de la institución escolar y hasta del estado ción se con creta en un estado, y desde en ton ces iden tidad n a-
mismo, y están condicionadas por el rumbo que haya de tomar cional e identidad estatal pasan a ser la misma cosa.
el país en general, y las instituciones educativas en particular. En Poseer esa iden tidad n acion al fue, en la primera mitad de
la conclusión de un estudio sobre libros de texto pretéritos, no este siglo, un imperativo gen eralizado, de modo que la n ecesi-
es razon able in cursion ar en profun didad sobre estos temas; es dad de la n ación es an terior a su eviden cia. ¿En qué fun darla?
posible, en cambio, formular pregun tas e h ipótesis sobre un a La raza y la cultura son dos elemen tos que fun cion aron ade-
discusión que hoy permanece abierta. cuadamen te bien en otros países, pero en la Argen tin a daban
lugar a cuestion amien tos y dudas. H ubo un largo debate acer-
ca de cuál era la “raza argen tin a”, y qué papel ten ían en ella
Tradiciones ideológicas los aborígen es y los in migran tes. Las version es más con sisten -
tes ––la h ispan ista y la gauch a–– ten ían que competir con otras,
La idea de nación que aparece en los manuales tradiciona- y en con secuen cia n o eran adecuadas para un a educación que
les se nutre de tradiciones ideológicas diversas, que en otros ám- sólo debía ofrecer certezas. De ah í que la n ación argen tin a re-
bitos coexisten men os armón icamen te que en los libros de tex- posó prin cip alm en te sobre el territorio. Sobre ese p rin cip io
to. Estas ideas ya ten ían h acia 1930 un a defin ición similar a la con fluyen las dos gran des tradicion es occiden tales referidas a
que observamos en nuestro estudio, aunque puede advertirse a la n ación : la que pon e el acen to en la fuerza iden titaria de la
partir de 1943, y sobre todo desde 1950, una profundización del tierra y la que recorta un a comun idad política de acuerdo con
estatalismo y el militarismo. el territorio que ocupa.
Más allá de las especificidades disciplinares, en las tres asig- El territorio cumple cabalmente el requerimiento de la atem-
naturas escolares existe un conjunto de ideas comunes sobre la poralidad. Desde siempre es portador de la argentinidad, y es ca-
nación. En primer lugar, la nación es anterior al estado. Ésta fue paz de transmitirla a quienes lo habitan, mucho antes de que la
la preocupación de los fundadores de nuestra historiografía, im- misma idea de argentinidad hubiera sido pensada. El territorio
buidos del historicismo romántico, cuya aspiración era precisa- determina las características de la sociedad y del estado, a través
mente legitimar el estado en construcción, remitiéndolo a una de las relaciones entre posición geográfica, clima y raza, o de la
nación que era preexistente. Posteriormente estos rasgos se fue- forma, el tamaño y la localización, que definen imperativos para
ron profundizando en un sentido esencialista y unitario. cada nación y trazan su destino manifiesto. Dos tradiciones aca-
La nación está más allá del devenir temporal: en lo sustanti- démicas fundan estas ideas: el regionalismo, que es central en la
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ciencia geográfica, y la geopolítica, una doctrina marginal en el mítrofe y posteriormente, en tiempos de la Guerra Fría y a me-
mundo académico pero de enorme fuerza en los círculos diplo- dida que se desarrollaba la idea de fronteras ideológicas, al otro
máticos y militares, que llegó por esa vía a los libros de texto. definido en términos políticos: el comunismo o la subversión.
Mientras que en los manuales escolares la nación esencial y Este conjunto de rasgos se presenta en los libros de texto co-
su territorio aparecen con rasgos definidos, la sociedad y el es- mo una unidad de pensamiento, indispensable para construir la
tado quedan más desdibujados. En Geografía, la sociedad se idea de una nación unitaria. Ha sido elaborada a partir de ideas
identifica básicamente con la población, cuyos rasgos mor foló- y de concepciones académicas y científicas diversas, que fueron
gicos ––composición , distribución y otros–– remiten prin cipal- amalgamadas, eliminando los puntos conflictivos, y a la vez ce-
men te a los criterios de razas y etn ias, básicos para establecer rrando la puerta a interpretaciones alternativas. En Geografía el
comparaciones entre países. Aun cuando no se deduzcan com- resultado no ofrece brechas, en parte por la fácil confluencia de
portamientos específicos, aparece sobreentendido el comporta- las dos tradiciones allí presentes ––el regionalismo y la geopolí-
miento más eficiente de la raza blanca. En Historia, la sociedad tica––, en parte por el esfuerzo específico h ech o por el estado
está prácticamen te ausen te, y suele reemplazarse por el “pue- para impon erla, en algun os temas clave como los con flictos li-
blo”, entre constitucional y romántico. En Civismo, en cambio, mítrofes o la cuestión antártica. Pero también se debe a que en
aparece una noción fuerte de sociedad: la sociedad natural y or- el campo académico ––n o muy desarrollado en el caso de esta
denada, ni activa ni conflictiva, de la concepción neotomista de- disciplina–– las interpretaciones alternativas sólo han comenza-
sarrollada por la Iglesia Católica desde fines del siglo XIX. Esta do a aflorar en la última década.
con cepción es poten cialmen te con gruen te con las an teriores, La situación ha sido distinta en Historia, donde las contro-
pero en los textos no hay un intento por integrarlas. versias académicas se han sumado desde los orígenes a las con-
Si bien el estado ocupa un lugar central en los relatos geo- troversias políticas. Existen corrientes divergentes, que son fuer-
gráfico e histórico, no es presentado como un problema sino co- tes y alcan zan a man ifestarse, aun que de man era débil, en los
mo un actor natural: es la expresión de la nación y, como aqué- libros de texto. Sus dos versiones extremas son la liberal nacio-
lla, es h omogén eo, un ívoco y h asta puede ser person alizado, n al y la h ispan ista revision ista; ésta h a seguido circulan do am-
para interpretar sus conductas. No es el resultado de los conflic- pliamente fuera de los círculos académicos, nutriéndose de nue-
tos sociales, n i siquiera de un pacto jurídico. La tradición con s- vos elemen tos explicativos. En el campo académico, la Nueva
titucionalista, propia de la Instrucción Cívica, está limitada aún Escuela Histórica ––la línea principal de la historia profesional
en el área del Civismo, donde debe competir con la idea tomis- a lo largo de buena parte del siglo XX–– logró eficazmente em-
ta de una sociedad política natural. La historia del estado, que palmar las tradiciones, cerrar la brecha entre academia y políti-
ocupa el mayor número de páginas de los textos, no remite a las ca y entre antirrosismo y federalismo.
luchas políticas y los conflictos. En Civismo la situación es más curiosa, debido a la falta de
El mundo se constituye de naciones y estados similares, cu- referente disciplinar de estas asignaturas, y a la manera como el
ya imagen es construida a partir de la imagen propia. Es el esce- poder político ha intervenido sobre ellas. El resultado es que se
n ario de la competen cia en tre los estados, de modo que cada ha formado una cierta tradición contradictoria pero decantada,
un o es, en prin cipio, con trin can te de n uestra n ación , y poten - en la que se combina el neotomismo, utilizado para explicar los
cialmente su adversario. Esto se aplicó principalmente al otro li- temas sociales y políticos, el con stitucion alismo liberal, para la
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instrucción específicamente cívica, y el anticomunismo, para la racterística del territorio siempre señ alada: el predomin io
identificación de los enemigos externos e internos de la nación. ––den tro de su exten sión –– de las zon as templadas, don de los
La unidad entre las tres disciplinas, fácilmente advertible, se blancos tradicionalmente se han adecuado mejor. Esto permite
consolida por su común voluntad prescriptiva. Su propósito com- definir la Argentina como un país predominantemente blanco,
partido, antes que un examen crítico de la realidad, es fundamen- y en todo caso, el más blanco de América latina. En ese sentido,
tar la existencia de una nación, que siempre fue, pero que a la vez y más allá de cualquier desmentido empírico, pudo decirse que
debe ser construida y robustecida continuamente, y para la que la Argentina tenía unidad racial. Dicho rasgo esencial se va con-
se reclama una lealtad sin dudas. La Historia es principalmente firmando progresivamente, a medida que retroceden y se extin-
ejemplificadora, la Geografía presenta los argumentos sobre los guen los indígenas, y que las migraciones europeas aumentan el
derechos internacionales, y el Civismo fundamenta el derecho del número de blancos. Existe sin embargo un peligro, que alimen-
estado a prescribir cómo es el hombre argentino. ta una segunda imagen de la Argentina amenazada o decaden-
te: las migraciones exóticas primero, y las fronterizas luego, afec-
tan la composición racial y deterioran su unidad.
Imagen de la Argentina El argumento de la unidad racial es poco convincente y no
llega a constituir una razón de peso, no sólo porque las ideas ra-
La unidad y singularidad de la nación argentina debía fun- ciales son ampliamente controvertidas sino, sobre todo, porque
darse en una serie de criterios que por la época se consideraban desde el comienzo del siglo XX no hay acuerdo sobre dónde re-
propios de una nación: la lengua, eventualmente la religión, la side la unidad racial argentina: si en el “crisol de razas”, es decir
raza, el territorio y la h istoria. De ellos, la len gua y la religión en la formación de una raza nueva a partir de múltiples aportes,
fueron in icialmen te poco sign ificativos, en tan to n o permitían o en la continuidad de una tradición originaria pura, que según
diferenciar la Argentina de otras naciones hispanoamericanas, se afirma, se remon ta a Españ a. Los prejuicios con tra el in mi-
nacidas del mismo tronco. Luego ocuparon un lugar importan- gran te italian o, fuertes en las primeras décadas del siglo, casi
te en la definición de la nacionalidad, en relación con la inmi- han desaparecido, pero no totalmente, y cuestionan o al menos
gración ––había que defender la lengua nacional––, y con el así debilitan el argumento de la unidad racial.
llamado comunismo, al que se contrapuso la nación católica. La
escuela n o recon oció que h ubiera un con flicto en torn o de la Así, la n ación reposa en primer lugar y de forma in dubita-
lengua, de modo que no apareció como rasgo nacional. En cam- ble en el territorio, que es argentino desde siempre, pese a que
bio, la religión se introdujo aunque por la puerta lateral del Ci- esa identidad inicial debe ir concretándose gradualmente.
vismo. Pero en los textos no llegaron a ser argumentos decisivos El razon amien to n o es sen cillo, pues la Argen tin a n o tien e
de la nacionalidad. por detrás un a gran cultura in dígen a, que le dé al espacio un a
primera un idad an tes de la Con quista, n i tampoco h ubo du-
Respecto de la raza, éste es un punto fuerte de la Geografía, ran te la Con quista un acto in icial, un a defin ición admin istra-
donde la idea de la superioridad del hombre blanco ––arraiga- tiva fácilmen te iden tificable con el actual territorio, como ocu-
da en la ciencia y en el sentido común–– ofrece una cierta base rrió en Ch ile. El territorio que será argen tin o fue colon izado
para la diferen ciación n acion al. Este rasgo se un e con un a ca- por tres corrien tes distin tas, que pen etraron en él desde tres
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espacios n acion almen te iden tificables, y duran te much o tiem- razonamientos funcionan complementariamente: si la Argenti-
po n o con stituyó un a un idad admin istrativa. Pero pese a todo, na antes de ser estado era su territorio, este estado posee legíti-
según la imagen de los textos, la Argen tin a existe desde siem- mamente incluso aquellos territorios sobre los que no tiene au-
pre, y h asta es capaz de argen tin izar aquellas tribus in dígen as toridad real. No hay en esta explicación la menor duda acerca de
qu e p oblaban este territorio, p ese a qu e p osteriorm en te n o estos derechos, ni tampoco de la carencia de derechos tanto de
fueron in corporadas a la iden tidad argen tin a, y en much as ver- los aborígenes como de los chilenos, que reclamaban al menos
sion es aparecen más bien como el en emigo que debe ser de- una parte de él.
rrotado para afirmar la n ación . El territorio tiene un límite, que marca el final de lo propio,
Este ambiguo origen inicial se regulariza con la creación del de aquello que como tal debe ser mirado y estudiado. También
Virreinato del Río de la Plata, que empalma el territorio virtual- puede ser la frontera, entendida como la zona de tensión entre
mente argentino y la administración colonial. Mejor aún, desde nuestra soberanía y otras, pues ser una nación soberana implica
la concepción de la nación que se impone, el virreinato surge co- casi inevitablemente tener problemas de límites con otras nacio-
mo respuesta a una agresión externa: los portugueses, y detrás de nes, regidas también por los imperativos de la geopolítica. Desde
ellos los ingleses, que se suman al primer enemigo interno, los esta perspectiva, la frontera demarca el escenario de un conflicto
aborígenes. Aunque el virreinato está lejos de coincidir con el es- insoslayable, en el que uno se beneficiará a costa del otro. Así co-
tado argentino, ciertamente existe una buena base para su iden- mo otras instituciones del estado se ocupan de elaborar hipótesis
tificación. A partir de ella, luego de que en 1810 se fracturara el sobre el desarrollo de esos conflictos, la Historia y la Geografía de-
imperio hispanoamericano, se postula esa continuidad y se afir- ben suministrar las razones que justifiquen nuestros derechos, en
man los derechos de la nueva nación a conservar los dominios del parte para argumentar ante la opinión internacional pero sobre
viejo virreinato. Esto lo hicieron muchos de los dirigentes políti- todo para concientizar a los argentinos. En este punto, la ense-
cos de la época, y por razones un poco distintas lo retomaron los ñanza alcanza su mayor nivel de prescriptividad.
historiadores que construyeron la idea de la nación preexistente. Según en señ a la geopolítica, del territorio surgen fuerzas
De hecho, tres porciones del virreinato formaron nuevos es- expan sivas, que llevan a reclamar derech os sobre territorios
tados: Uruguay, Bolivia y Paraguay. Desde esta perspectiva terri- en los que n o se ejerce soberan ía recon ocida. Éste es el caso
torial, pudo decirse que la nación argentina quedó desgarrada de la An tártida y de las islas del Atlán tico Sur. A la vez que se
y perdió una parte de sí. Esta situación no es señalada para fun- realizaban accion es efectivas ten dien tes a reclamar la sobera-
damentar movimientos irredentistas, sino para plantear dos argu- n ía, como el establecimien to de bases militares, se desarrolló
mentos muy propios de la autoimagen de la Argentina: la gene- un a argumen tación acerca de la argen tin idad de ese territo-
rosidad o “grandeza moral”, y la queja por un destino de grandeza rio, combin an do razon es geológicas, geográficas, h istóricas y
frustrado, que en el caso del Uruguay, particularmente, es atribui- ju ríd icas. El p royecto d e argen tin ización d e la An tártid a en
do a nuestros grandes enemigos: Brasil y Gran Bretaña. el im agin ario de los argen tin os, que se desarrolla a lo largo
Además, se explica el proceso, que se da a lo largo del siglo del período estudiado aquí, es sin gular. Se afirma categórica-
XIX, de ocupación efectiva por parte del estado del territorio le- men te que la Argen tin a se compon e en realidad de tres par-
gítimamente perteneciente a la Argentina, sobre el que hasta en- tes: con tin en tal, in sular y an tártica, y cuan do se h abla de su
tonces no se podía ejercer control, por la presencia indígena. Dos exten sión se suman las super ficies de las tres partes. A la vez,
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todo mapa argen tin o in cluye ––en versión reducida–– el sec- ritarismo, puede ser reivindicado como defensor de nuestra sobe-
tor an tártico. ranía, aunque en este punto la unanimidad no es plena.
La Organización Nacional, entre 1852 y 1880, es el punto fi-
Tanto como en el territorio, la nación se fundamenta en la na- nal del proceso por el que la nación se revela y encarna. Una vez
cionalidad, identidad constituyente de los argentinos. La nacio- concluido, comienza la administración ––registrada según la con-
nalidad existió desde siempre, aunque no se haya manifestado del tabilidad de las presidencias–– y el avance de la Argentina por la
mismo modo, y la historia es el proceso de su revelación. El suje- senda del progreso hacia su destino de grandeza. Por ello, se pre-
to de ese proceso histórico, y el sujeto del relato de los libros de fiere no enturbiar ese cuadro con la exposición de disidencias me-
texto, es “nosotros, los argentinos”. Bajo él quedan incluidos hoy nores, que no forman parte de la historia sino de la política.
todos los argentinos, más allá de sus circunstanciales diferencias. Esa grandeza, para la que la Argentina está indudablemen-
Por el mismo camino, los actuales argentinos se unen con sus an- te destinada, se fundamenta en una sólida base territorial: el país
tecesores y con quienes vendrán, para completar el prospecto del tiene todos los climas, y consecuentemente todas las posibilida-
futuro de grandeza anunciado por el pasado glorioso. des; posee además un a in men sa riqueza agropecuaria, que pa-
Si bien existen anticipaciones ––como Hernandarias, el pri- rece la garan tía in cuestion able de sus poten cialidades. Tien e
mer gobern ador criollo–– la n acion alidad se reveló en primer una base poblacional, los blancos, y un estado consolidado, del
lugar con las invasiones inglesas, e inmediatamente el 25 de Ma- que se destaca más su vigor que su juridicidad. Tiene, finalmen-
yo. En ambos even tos se con stituyen los “criollos”, que sin solu- te, una nación unida, con un estilo de vida democrático ––en el
ción de con tin uidad pasan a ser “los patriotas”, quien es pron to que el respeto a las formas políticas no es lo esencial–– y una fi-
man ifiestan su volun tad de in depen den cia y la realizan . losofía cristiana, elemento agregado más tardíamente pero que
Toda esta etapa se caracteriza por la unidad de los patriotas, termina de armar el cuadro de la cohesión nacional.
la unanimidad. Esa unidad se consolida plenamente durante las
guerras de la Independencia, que constituyen una epopeya. Es la
época de los héroes y los próceres, y en su transcurso se posterga Desconfiar del otro
la atención sobre aquellas cuestiones de controversia o desunión.
Una vez declarada la Independencia y asegurada la existencia, En el origen, la nación se constituyó en guerra con España;
más imaginaria que real, del estado que expresa la nación, pue- el Himno mantiene el registro de su papel de enemigo de la na-
den reaparecer los temas del disenso, que se circunscriben a la cionalidad naciente, y la referencia a ella es inevitable al tratar-
forma de su gobierno. Todo el largo período de las guerras civi- se las guerras de Independencia. Pero las razones de la disputa
les se explica en términos de diferentes contribuciones a la cons- desaparecieron totalmente en el momento de consolidarse la so-
trucción de un estado ordenado, en el que cada uno incorporó beranía. No quedan rencores, y en el Himno se silencian las par-
algo. Siguiendo la línea de la Nueva Escuela Histórica, los caudi- tes que recuerdan esa guerra. El proceso de constitución de la
llos, objeto de una disputa historiográfica y política, aparecen co- identidad nacional lleva a transformar a España en la “madre pa-
mo la expresión del principio federal, organizador de nuestras tria”, y desde entonces el hispanismo se convierte en ingredien-
instituciones, y como intérpretes del nacionalismo popular. Por te esencial de la nacionalidad.
la misma vía es incorporado Rosas quien, a despecho de su auto- Filiándose en España, la nación blanca no asume vinculación
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alguna con los aborígenes, y a partir de la ocupación final de los mo católico, que den un cia a la poten cia protestan te, y el más
territorios ––la “Conquista del desierto”––, aquellos que no esta- moderno antiimperialismo. Hasta 1982, la hostilidad hacia Gran
ban sometidos e integrados, y en proceso de disolución, son colo- Bretaña fue extendida, pero no excluyente, y de manera algo es-
cados en el lugar de los enemigos del estado, de los extranjeros. quizofrénica, incluía en otros registros su cuota de admiración
La imagen del otro se construye a semejanza del estado so- y hasta de solidaridad. Desde 1982, Gran Bretaña ha ocupado el
berano. Es su réplica. De ahí que el otro más significativo sea el lugar central entre los enemigos, resumiendo los motivos fron-
que se tien e en la fron tera, en el límite del propio territorio. terizos, económicos e ideológicos.
Nuestra mirada está fundamentalmente autocentrada: qué quie- Desde 1955 se agrega un nuevo enemigo: los comunistas. Es-
ren de nosotros, en qué nos perjudican, qué nos dan. ta segunda versión, que organiza el “nosotros” y el “otro” de ma-
Buena parte de ese otro fronterizo lo integran naciones que nera diferente, no alcanza la naturalización de la primera. Do-
h an surgido del desgarramien to de n uestra n acion alidad. Son mina ampliamente los textos de Civismo pero no ingresa en los
muy parecidas a n osotros, pues son parte de n osotros mismos de Historia y Geografía. Durante el período peronista, en la pri-
––aunque un poco menos blancas––, de modo que no son nues- mera etapa de la Guerra Fría, esos textos recogían la teoría de
tros enemigos. No hay reclamos irredentistas, pero se piensa que la Tercera Posición. Fue abandonada en 1955 y reemplazada con
esos estados le deben su existen cia a la Argen tin a, que h a sido un alineamiento definido con el “mundo occidental y cristiano”,
magnánima y generosa; por ello, el país tiene derechos adquiri- que implicó un a n ueva relación con los países american os, ge-
dos en cualquier querella menor que pueda subsistir. néricamente “hermanos”. Sin embargo, la nueva división políti-
La situación es distinta respecto del Brasil. Aquí la alteridad ca, y la lejan ía del en emigo cen tral, la URSS, n o elimin aron la
está bien marcada: surgimos de imperios coloniales diferentes y idea de frontera: la transformaron en ideológica. Así, el enemi-
competidores, las lenguas son diferentes, las razas también. Hu- go exterior se con vierte en el en emigo in terior, el subversivo,
bo una guerra explícita, que la Argentina ganó, aunque no con- que aunque jurídicamente sea argentino, es en realidad extran-
dujo adecuadamente las negociaciones de paz. Hubo luego un jero y antinacional.
largo y confuso conflicto por la cuenca del Plata, en el que acci- Las amenazas y acechanzas son muchas: cercanas o lejanas,
dental o equivocadamente, manipulados por nuestro otro gran exteriores o interiores. Pero esta manera de entender la naciona-
enemigo, nos aliamos con ellos. Hubo problemas fronterizos, re- lidad lleva fácilmente a unificarlas en una sola: una amenaza ge-
sueltos, y cuestiones todavía pendientes, como la de las represas nérica, un peligro latente, que impide la concreción de nuestro
del Paraná. Pero más allá de estas contingencias, hay una reali- destino de grandeza o que es el responsable de nuestra decaden-
dad geopolítica: su inmensa determinación geográfica, su desti- cia. Cuanto mayor es la frustración, más amenazas se perciben.
no manifiesto, lleva al Brasil a chocar con nosotros, y en verdad,
la misma geopolítica indica que no podemos con ellos. Chile no aparece de modo continuo o sistemático en los li-
Brasil aparece asociado con Gran Bretaña. Ya desde el siglo bros de texto. El desinterés tiene que ver con la imagen autocen-
XVII la “pér fida Albión” opera contra nosotros utilizando a los trada, de modo que la reconstrucción de la imagen de Chile re-
portugueses y brasileños. Esta inclusión de Gran Bretaña como mite, an tes que a un a elaboración de datos de la realidad
en emigo fron terizo, es decir de primer ran go, es un éxito visi- chilena, a una proyección de la propia imagen.
ble del revisionismo histórico, en sus dos vertientes: el hispanis- El conjunto de referencias configura una alteridad no total-
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mente definida. A veces Chile tiene la misma jerarquía que otros ni se toma en cuenta la argumentación de los chilenos. Por otra
países fronterizos, como Uruguay o Paraguay, y a veces es consi- parte, el tratado de 1881 confirma las razones argentinas.
derado tan diferente y amenazador como el Brasil. Hay temas y Luego, queda un a serie de cuestion es con cretas que resol-
situaciones en los que la Argentina y Chile son solidarios, que con- ver. El conflicto proviene de que Chile finalmente revela su na-
trapesan las otras situaciones litigiosas. La relación entre ambos turaleza expansionista y avanza sobre territorio argentino. En es-
factores es variable, aunque los aspectos conflictivos tienden a pre- te pun to, la relación se ten sa. La H istoria y la Geografía son
dominar. puestas al servicio de la legitimación de las aspiraciones argen-
A diferencia de la Argentina, Chile es un “país andino”. Con tinas. La territorialización de la nacionalidad se manifiesta aquí
esto no se hace referencia solamente a su posición sino sobre to- en toda su dimensión: el territorio en cuestión, recientemente
do a su población, que no es “predominantemente blanca” sino ocupado y todavía sin h abitar, es con vertido en parte de la Ar-
mestiza. La diferencia de criterios para mirarnos y mirarlos es aquí gentina, de un modo tal que cada parcela concedida es una ver-
evidente. Sin embargo, la idea de “nación mestiza” choca muy vi- dadera amputación . Se en tra en un camin o que con facilidad
siblemente con la experiencia empírica y no llega a arraigar con lleva a la exacerbación de las hostilidades y el belicismo.
fuerza, como para definir una diferencia consistente. Por otra par- Paralelamen te, en la cuestión de la An tártida, tan to la Ar-
te, Chile es una nación mal dotada en lo geográfico, con una for- gen tin a como Ch ile aspiran a h acer valer sus derech os an te la
ma “loca”, y consecuentemente, con aspiraciones a expandirse y comun idad in tern acion al, que h a fijado otros criterios. Allí es
lograr por la vía de la fuerza lo que la naturaleza no le dio. Por lo posible la colaboración , la asociación para la defen sa de un os
tanto, Chile es una nación de la que hay que desconfiar. derech os h ipotéticos, que también llegarán a ser con flictivos,
En tre Ch ile y la Argen tin a h ay un a larga h istoria de cues- aunque, eventualmente, se dirimirán más adelante.
tion es territoriales que se in icia en los orígen es. El con fuso n a- El con flicto suele aparecer con motivo de la migración de
cimiento del territorio argentino se contrapone con la claridad trabajadores chilenos y su instalación en zonas fronterizas. Este
del ch ilen o, que sin dificultad puede filiar su territorialidad en proceso social es considerado con la óptica geopolítica, en tér-
la gesta de Pedro de Valdivia. La pen etración desde allí de un a minos de penetración de extraños, aprovechando que hay una
de las corrientes colonizadoras de la Argentina tuvo como con- zona débil, que debe ser fortalecida y defendida.
secuen cia la adscripción de Men doza a Ch ile h asta que, con la Por otra parte, Ch ile aparece in evitablemen te en la h istoria
creación del virrein ato, esta región volvió a su lugar n atural, de la in depen den cia argen tin a, es decir en el proceso de con s-
por otra parte n un ca cuestion ado por el estado trasan din o. La titución de la n acion alidad: la h ora de los h éroes y de los pró-
In depen den cia de Ch ile n o gen eró un a situación traumática, ceres. En ese momen to mágico prima la con fratern idad, la co-
como la de Uruguay, Bolivia o Paraguay: a diferen cia de otros laboración , en el con texto de la epopeya h eroica. En la versión
países limítrofes, n o es un territorio perdido. de los libros argen tin os, esto es motivo para desarrollar el tema
A partir de 1810 las cuestiones territoriales son ocasionales, de la grandeza moral y la magnanimidad. La Independencia de
aunque suele mencionarse algo del expansionismo chileno con Ch ile fue un a in iciativa argen tin a, desarrollada por un argen ti-
motivo de la fundación de Punta Arenas. En 1879 el estado ar- n o, con la colaboración , ciertamen te importan te, pero subor-
gentino ocupa los territorios del sur que legítimamente le per- din ada, de un prócer ch ilen o. Esta in terpretación se acen tuó a
tenecen. Los derechos argentinos no son puestos en discusión, partir de 1950, cuan do San Martín es elevado por en cima del
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resto de los próceres. De todos modos, este momen to in icial de Desde el comienzo del proceso de construcción de la demo-
con fratern idad, más destacado aun por el desin terés h acia la cracia, en 1983, se produjeron algunos cambios. Fueron inicial-
posterior historia de Chile, ocupa un lugar importante, y balan- men te men os profun dos en H istoria y Geografía que en Civis-
cea en algun a medida la h istoria de los con flictos territoriales. mo. En aquellas asignaturas, los planes de estudio no cambiaron
En otros campos, y siempre que no se trate de la cuestión de y las diferencias tienen que ver con el estilo de los libros. Desde
los límites, se puede hablar de confraternidad y de colaboración. 1993, los cambios en los contenidos básicos curriculares se han
Ella se incluye en el contexto, siempre un poco vago, del ameri- traducido de manera despareja en nuevos diseños curriculares
canismo primero, y del latinoamericanismo después. Durante el de las jurisdicciones, aunque las editoriales los tomaron pronto
gobierno peronista se produjo una manifestación excepcional, como estímulo para reformular sus textos y profundizar algunos
con motivo de una declaración categórica de la amplia solidari- aspectos de estilo ya presen tes desde 1983. Dos rasgos caracte-
dad argentino-chilena. Esta idea es la que se ha desarrollado pro- rísticos de esos cambios han sido la renovación de los formatos
gresivamente, sobre bases más concretas, en el contexto de los gráficos y la in corporación de autores proven ien tes de la Un i-
tratados de colaboración económica. versidad, que han aportado criterios académicos más actualiza-
dos. La profundidad de estos cambios es variable, y se relaciona
en parte con la consistencia de los modelos académicos alterna-
Cambios y continuidades desde 1983 tivos a los vigentes hasta 1983.
En Historia, los cambios tienen que ver con la incorporación
La visión sistemática y consistente de la nación que se ha con- de criterios de las distin tas corrien tes h istoriográficas de la se-
solidado en el plano de las ideas con anterioridad al período estu- gunda mitad del siglo XX. Respecto de los temas vinculados con
diado en este libro, llega a los textos con algún retraso. Las refor- la nacionalidad, en muchos casos puede observarse una relativa
mas curriculares de la década de 1940 aportan muchos de sus con tin uidad de la visión n atural de la n ación argen tin a, aun
elementos, que se suman a factores más específicos: la política es- cuando los tonos militantes y las manifestaciones integristas es-
tatal sobre la Antártida y la idea de la Argentina tripartita, o la con- tán considerablemente atenuados. Los mayores cambios provie-
memoración del Año del Libertador. En conjunto, entre 1950 y n en del desarrollo de un con jun to de temas n uevos, con lo que
1983 hay un énfasis de los temas fuertes de la nacionalidad: la in- la importan cia relativa de los motivos n acion alistas dismin uye.
tegración territorial, la intransigencia en la cuestión de límites, la En Geografía, el modelo académico altern ativo, que acen -
militarización de la historia patria. Es difícil encontrar variantes im- túa las dimen sion es sociales y políticas de los problemas, está
portantes a lo largo de ese período, aunque es claro que muchos m en os con solid ad o, es m ás im p reciso y m en os con sisten te.
de esos rasgos se marcan aun más después de 1979. En el caso del Con secuen temen te, la in ten ción de cambiar se traduce en in -
Civismo la cronología es algo diferente, pues desde 1955 se elimi- novaciones fragmentarias. En los textos posteriores a 1983 se ob-
na toda la retórica peronista sobre la “Comunidad Organizada” y serva que tanto la concepción racial como la geopolítica, así co-
la “Tercera Posición” y se toma como eje el tema de la democracia, mo las cuestiones “nacionales” están más atenuadas y a veces son
considerada sobre todo como estilo de vida, es decir como un sis- explícitamente criticadas, pero siguen en la base de muchos de
tema que, sin grandes exigencias en cuanto a la práctica institucio- los textos. Por ejemplo, se insiste en mostrar que la Argentina se
nal, permite ubicar claramente a la Argentina en el “mundo libre”. compone de tres partes territoriales, pero al referirse a las pre-
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tensiones sobre la Antártida se pone el énfasis más en las bases Una nación para la democracia
científicas argentinas que en la ocupación militar. Estos cambios
de matices se observan en otros temas: no hay una revisión de la La sociedad argentina está recorriendo el camino de la de-
doctrina nacional establecida respecto de las fronteras, aunque mocracia, la institucionalidad y el pluralismo. Quizá por eso, hoy
se presta atención a los vínculos comerciales o culturales con los es capaz de enfrentar cuestiones relativas a la nacionalidad que
países limítrofes. h asta ah ora eran tabúes, sin que quien es lo h acen sien tan la
En el área del Civismo hay un cambio drástico: todo se rees- amen aza de ser descalificados como poco patriotas. Los libros
cribe en clave de la democracia. Sin embargo, muchos compo- de texto pueden acompañar e impulsar ese proceso y estimular
nentes antiguos sobreviven, a veces con la forma cambiada, pro- la reconstrucción de una idea de nación acorde con estas nue-
bablemen te más allá de las in ten cion es de los autores. H ay en vas circunstancias.
gen eral men os in terés en afirmar la idea de n ación como un i- Hemos tratado de hacer consciente un sentido común insta-
dad cultural, y más preocupación por el estado como entidad ju- lado en los manuales escolares que en muchos aspectos es incom-
rídica, que gobierna una sociedad plural. Pero estos criterios no patible con un régimen político democrático, y con los valores de
están totalmente establecidos. No es raro leer que la democra- los derechos humanos y el pluralismo: un cierto tipo de naciona-
cia es un “estilo de vida” que perten ece a “la esen cia de la n a- lismo traumático, que combina la soberbia con la paranoia y que
ción”, con lo que el criterio unitario esencialista reaparece, ba- ha alimentado algunas de las peores experiencias de la sociedad
jo otra forma. El latinoamericanismo se ha convertido en parte argentina. Se trata de un sentido común fuertemente enraizado,
del sentido común, y asociada con él suele aparecer la preocu- duro y resistente, contra el que han chocado muchos de los inten-
pación por el imperialismo, que sin embargo puede derivar en tos de revisarlo, de modo que una actitud consistente con el ca-
apelaciones a fortalecer la unidad nacional para resistir la pene- mino político e institucional elegido debe llevar a profundizar
tración foránea. Estas fórmulas no son dominantes, aunque tam- esos cambios. ¿Qué se puede seguir haciendo en ese sentido?
poco lo son las alternativas, y generalmente el producto es una Es posible avanzar en la desnaturalización de la idea de na-
mezcla poco definida. ción. Subrayar que ésta es el producto de la acción de sociedades
En 1997, al concluir nuestra investigación, estos cambios es- humanas que, en un momento de su evolución ––no hace tanto
taban en pleno proceso de gestación. El sentido de las transfor- tiempo, en realidad––, decidieron desechar identidades tradicio-
maciones no era unívoco, y de hecho en los últimos años se pue- nales, para asumir esa identidad nacional y asociarla con el esta-
de observar más de un cambio de rumbo en las cuestiones que do. También conviene insistir en la importancia de su carácter
hemos analizado, en parte por razones que hacen al país, y en plural. La nación no es una unidad homogénea, no es necesario,
parte por otras razones más específicas de las empresas editoras ni tampoco beneficioso, que lo sea. Incluso puede resultar peli-
y su competencia. Hay un debate abierto acerca de cómo deben groso: acomodar los procesos sociales, complejos y contradicto-
ser los libros de texto, que es parte de otro, más amplio, acerca rios que la han construido, en una matriz común, que elimine
de n uestra iden tidad n acion al. Queremos cerrar este estudio las diferencias ––tal la propuesta de los ideólogos de la naciona-
con algunas reflexiones relativas a ese debate. lidad, que los textos han recogido––, es autorizar a que el poder
obre en el mismo sentido. Obsérvese que esta proposición, aun-
que pueda parecer fácil de compartir, va en contra de uno de los
216 LUIS ALBERTO RO MERO BALANCE Y APERTURA 217

rasgos más arraigados del sentido común, y no sólo en la Argen- Lo más difícil quizá sea aplicar estos mismos criterios a la
tina: el que lleva a predicar algo de “los argentinos…” en conjun- convivencia entre los estados, y particularmente a la relación con
to. En rigor, los argentinos comparten algunas cosas y se diferen- aquellos vecin os con los que el estado argen tin o h a sosten ido
cian entre sí en otras muchas. conflictos por cuestiones territoriales. En lo que respecta a nues-
Nos parece importante poner en su contexto histórico la na- tra sociedad, h emos apren dido que es buen o respetar al otro,
ción, tradicionalmente considerada como un objeto autosuficien- que la verdad no está totalmente en ningún lado, y que de la dis-
te, que puede explicarse en sí mismo. Dar más relevancia, por cusión surgen los acuerdos que permiten la convivencia. No es
ejemplo, a los temas latinoamericanos, donde las singularidades tan fácil aplicar radicalmente esos mismos criterios a las relacio-
nacionales se expliquen a partir de lo mucho compartido. Incor- nes internacionales, pues aunque nos declaremos amantes de la
porar una imagen de la sociedad que muestre su complejidad y paz, es común que supongamos que nuestro país siempre tiene
diversidad, y la existencia de intereses contradictorios y conflicti- razón, al punto que las razones de los otros no importan.
vos. Muchos de ellos han de reflejarse en las políticas estatales, Nuestros textos deberían ayudar a que examin emos esas
que nunca son neutrales y asépticas: no sólo la frase “Los argenti- eventuales diferencias territoriales considerando que es posible
nos…” induce a error: algo parecido ocurre con las que se inician que el otro ten ga razon es tan válidas como las n uestras. Tam-
con la fórmula “La Argentina…”, que parece remitir a un estado bién, deberíamos pensar que un territorio es eso; que no tiene
indisolublemente identificado con el interés de “los argentinos”. incorporada una conciencia de cualquier tipo, ni una determi-
Fin almen te, es con ven ien te tratar de ampliar el repertorio nación nacional a priori, independientemente de los intereses
de los lugares expresivos de la iden tidad n acion al. En los tex- de quienes lo habitan, y que en un diálogo racional, que aspira
tos escolares fue h abitual relacion arla sólo con las fiestas pa- a llegar a acuerdos, lo que importa son las personas. Nuevamen-
trias, con ban deras, que expresan la soberan ía territorial, o con te, es fácil coincidir con estos enunciados generales; más difícil
símbolos militares. Esto es un a con secuen cia de la iden tifica- es aplicarlos a cuestiones aún abiertas, como es el caso de lo que
ción de la patria con sus orígen es míticos y con su territorio. nosotros llamamos las islas Malvinas, y sus habitantes identifican
Ciertam en te, son lu gares válid os e im p ortan tes, p ero n o los hoy como Falkland Islands.
ún icos. La sociedad n os deja múltiples h uellas de su existen cia
pasada; las formas de “hacer patria” han sido y son diversas, y no Examin ar críticamen te el sen tido común n acion al, y elimi-
se circun scriben a las gestas militares. Si se con sidera que un a nar de él aquellos aspectos juzgados nefastos, ha sido el propó-
identidad se reconstruye permanentemente, conservando y cam- sito de muchos de los que, de una u otra manera, intervinieron
bian do, y si se advierte que los tradicion ales símbolos iden tita- en el vasto proceso de la reforma educativa in iciado en 1993.
rios emocionan menos que lo que deberían emocionar, tal vez H ubo un grupo sólido, proven ien te de las un iversidades y del
corresponda preguntarse dónde reside hoy realmente la identi- mundo académico, que trabajó en la elaboración de nuevos tex-
dad de los argentinos ––en plural––, e incorporar esas esferas de tos escolares, diseño de planes y currículos, capacitación y actua-
su vida práctica al campo de la identidad reconocido como legí- lización o escritura de libros especializados. Su acción ha tenido
timo. Si de lo que se trata es de imaginar comunidades: ¿hay on- un efecto perceptible: en los man uales y en otros discursos es-
tológicamen te algo que pruebe que un a batalla es más impor- colares se observa, aunque sea de manera parcial, la desnatura-
tante que un partido de fútbol? lización de la idea de nación, el cuestionamiento de su esencia-
218 LUIS ALBERTO RO MERO BALANCE Y APERTURA 219

lidad y trascendencia, y su inclusión en el terreno profano de los identidad. El fracaso espectacular de las reformas de los años no-
procesos históricos. ven ta, asociadas con la apertura econ ómica y el ach icamien to
No se puede afirmar que triun fó esta postura ––un a en tre del estado, está gen eran do h oy un a crítica en n ombre de “lo
muchas, en una sociedad plural––, pero es seguro que ha deja- nuestro”. “Recuperar la identidad”, “recrear un proyecto colec-
do su marca. Es posible obser var, en distin tos ámbitos, que a tivo”, “asumirn os como somos” son fórmulas h abituales en las
vein te añ os de vigen cia de la democracia, la “iden tidad n acio- que resuenan ecos del esencialismo nacional.
nal” carece de su tradicional y sólida naturalidad, constituye un En ese contexto de inseguridad, de añoranza de antiguas cer-
tema de discusión y se dice de ella que “está en crisis”, como mu- tezas, los libros de texto escolares vienen proponiendo un exa-
chas otras cosas de la Argentina. Sería exagerado atribuir ese re- men crítico del sentido común nacional. Su éxito es sólo parcial,
sultado a los cambios introducidos en las prácticas educativas o como vimos; cabe insistir en esa línea, como sugerimos más arri-
en los textos por un grupo de especialistas. Hay otros factores, ba, pero a la vez parece importante preguntarse por las causas de
probablemente más significativos, que coadyuvan a ese malestar ese avance limitado. En parte, se trata de la lógica resistencia de
acerca de la identidad nacional. los elemen tos residuales de la an tigua versión : la subrepticia
El primero es la experiencia de veinte años de democracia, emergencia de viejas formas esenciales de concebir la nación, cu-
con la con siguien te valoración de la pluralidad, el disen so y el ya presencia se constató al evaluar los cambios en los manuales
pluralismo. ¿Quién aceptaría hoy que alguien hablara en nom- luego de 1983. Pero también existen elementos tradicionales que
bre de una “doctrina nacional”? Han retrocedido las grandes usi- son activos, y sobre todo reactivos. Operan sobre la preocupación
n as gen eradoras de iden tidades esen ciales, como lo fueron en generada por el cuestionamiento de las viejas certezas, por la sen-
su momen to las Fuerzas Armadas, la Iglesia o los movimien tos sación de vacío que se produce cuando no son reemplazadas por
políticos. Éstos se han transformado en partidos, adecuados pa- otras. Tal ha sido nuestra experiencia durante el ciclo de discu-
ra la práctica democrática, aunque probablemente con menor sión de n uestras primeras con clusion es, realizadas en distin tos
capacidad de identificación. Por otra parte, en el marco de la así ámbitos docentes. La crítica al sentido común nacional que pro-
llamada globalización, la Argentina se abrió al mundo, se bene- pon íamos parecía razon able, pero a partir de un cierto pun to
fició con algun as gran des in ven cion es de la modern idad, desi- afloraba la duda o la resistencia, habitualmente traducida en la
gualmen te repartidas, y buen a parte de los argen tin os recibió fórmula “¿Entonces, qué les digo a los chicos?”.
todo tipo de cachetadas, más fuertes cuanto más incapaz era su Se trata de un a duda razon able, que remite a la pregun ta
estado para atenuar su impacto. Finalmente, el empobrecimien- sobre la fun ción de la in stitución escolar. Nadie descree de que
to y la polarización social provocaron fenómenos de segmenta- la escuela debe formar a los n uevos miembros de su comun i-
ción y fragmen tación social que cuestion an la tradicion al con - dad, es decir a los argen tin os. La pregun ta es: ¿qué argen tin os
vicción acerca de una sociedad integrada en torno de creencias se quiere formar? No es un a cuestión sen cilla, n o sólo porque
y valores compartidos. la respuesta h a perdido su an terior n aturalidad sin o porque
Los factores que concurren a la crisis de las ideas tradiciona- h oy, comen zan do el siglo XXI, se formula en un con texto de
les acerca de la identidad nacional están lejos de tener un úni- an siedad social, don de los propósitos de 1983 aparecen como
co sen tido positivo para sus protagon istas, quien es a men udo promesas in cumplidas, y n o faltan voces que reclaman por las
asocian los aspectos negativos de esos cambios con la pérdida de viejas certezas.
220 LUIS ALBERTO RO MERO BALANCE Y APERTURA 221

Probablemente se coincida en que una sociedad que ha ele- dar en la tarea colectiva de la construcción identitaria. Los au-
gido la democracia quiere ciudadanos comprometidos e identi- tores de los manuales tienen una tarea importante, relativa a la
ficados con ella. Está claro también que con la democracia se ha unidad de sentido de los textos, que merece ser discutida, aun-
rech azado cualquier imposición de un a iden tidad ún ica y fac- que hay que tener en cuenta que existen otros importantes fac-
ciosa, y que se han aceptado los valores del pluralismo y la tole- tores concurrentes y a la vez limitantes.
rancia. Podría agregarse que, desde la perspectiva de la demo- En primer lugar, lo relativo a la producción editorial. Por ra-
cracia, el fun damen to de la n ación que podamos imagin ar n o zones que tienen que ver con las técnicas de mercado, los crite-
se encuentra en un mitológico origen común, ni en su territo- rios de edición gráfica y h asta con las orien tacion es pedagógi-
rio, n i much o men os en la len gua o la raza, an tes bien se basa cas, se profun dizó en los man uales aparecidos en los últimos
en el con trato político de sus ciudadan os, materializado en la vein te añ os un a ten den cia a la apertura y dispersión , sin duda
Constitución. Estas ideas de 1983 conservan hoy su vigencia, pe- presente en el enfoque y las convicciones de los autores, que se
ro n o agotan el problema. Es difícil imagin ar un a comun idad ha desarrollado probablemente mucho más allá de sus intencio-
humana, una sociedad y un estado, sin una imagen de sí misma nes. Mientras éstos criticaban el relato único, cerrado y autori-
en que recon ocerse. Hoy, la in tegración imagin aria de esta so- tario, el diseño gráfico reducía el lugar del texto principal y lle-
ciedad es menos un dato que un problema a resolver. naba las páginas con elementos complementarios y distractores.
Las dudas de los docentes parecen justificadas y legítimas; la A través de esos elementos, se incorporaban al relato principal
desnaturalización de la nación deja un lugar vacío en el ámbito otras voces, pero con tal fuerza que la prin cipal, reducida a su
de las creencias compartidas, y espontáneamente surge una ten- mínima expresión, se perdía en el conjunto. En suma, por la ac-
tación: llenarlo apelando a lo conocido, la patria esencial. El re- ción con curren te de los autores y de sus editores, los libros de
vitalizado tema de las islas Malvinas despierta antiguas pasiones, texto dejaron de ofrecer una versión, un relato de la geografía
y aquí y allá despunta la vieja paranoia, hasta con su poco de so- o la historia.
berbia. Los reclamos por recuperar la iden tidad, defen der lo Por otra parte, la reforma educativa subsumió las asignatu-
nuestro y otras expresiones similares, quizá formuladas de una ras que examin amos ––la Historia, la Geografía y el Civismo––
manera engañosa y con connotaciones peligrosas, son reflejo de en una entidad curricular nueva, denominada “Ciencias Socia-
un a preocupación real, a la que la escuela, y en su medida los les”. Ella debía integrar las disciplinas tradicionalmente existen-
textos, deben dar un a respuesta adecuada, con sisten te con el tes en un conjunto de existencia hipotética, sobre el que los li-
con jun to de los valores de la democracia. La formación de los neamientos curriculares no decían gran cosa. Los libros de texto
argen tin os h a de implicar también un a respuesta a la cuestión n o recogieron este requerimien to, que fue dejado más bien a
de la iden tidad. Un a iden tidad compatible con un a sociedad criterio de lo que cada docente hiciera en su aula. Los proble-
plural, despojada de toda connotación esencialista, que sea una mas que esto implica en relación con el saber disciplin ar son
y muchas a la vez, que tenga un contenido firme y sea capaz de en ormes, y h an sido ampliamen te debatidos. Respecto de la
expresar las transformaciones históricas de la sociedad. cuestión que nos ocupa, el resultado fue sin duda debilitar aún
Lo que los libros de texto pueden hacer en este terreno no más el men saje que los man uales escolares podían dar acerca
es desdeñable. En estos veinte años han contribuido a la crítica del pasado, del territorio y de lo que ambas cosas podían tener
y puesta en cuestión de las identidades naturales, y pueden ayu- que ver con la identidad de la sociedad argentina.
222 LUIS ALBERTO RO MERO

Apoyados en estos factores con curren tes, los n uevos textos Notas
pudieron cumplir eficazmente su función desnaturalizadora de
la identidad heredada, pero hicieron poco para remplazarla por
alguna otra. Autores, editores y probablemente docentes inter-
pretaron el pluralismo de un a man era discutible: elimin ar el
propio pun to de vista, ofrecer al alumn o un men ú de posibili-
dades muy amplio y dejar que cada uno se formara su propio jui-
cio. Tal idea conduce más bien a la prescindencia en la forma-
1 En la investigación que sirve de base a este libro, Néstor Cohen realizó esta
ción de ciudadanos. Concurrir a la construcción de una nueva
exploración entre alumnos y docentes de las ciudades de Buenos Aires y Neu-
identidad colectiva, que a la vez fortalezca el pluralismo y la to-
quén. Véase en la nota anterior la indicación de sus trabajos.
lerancia es una tarea mucho más compleja y requiere una inter- 2 Los cambios políticos afectan poco esta vin culación . Emilio Ravign an i, re-

vención activa. conocido militante de la UCR, delineó planes de estudio entre 1916 y 1930 y
En el caso de los libros, creemos que no se trata de abstener- Rómulo Carbia lo hizo durante los años treinta.
3 Así lo indica la temprana aparición, en 1912, del manual de Ricardo Leve-
se de toda opin ión y “dejar que el ch ico elija”, n i tampoco de
ne, Lecciones de Historia Argentina, en uso hasta los años cincuenta.
volver a las version es cerradas. Se trata de recuperar la un idad 4 Diana Quatrocchi-Woisson, Los males de la memoria. Historia y política en la Ar-

del texto, el sentido del relato histórico y geográfico, sin perder gentina, Buenos Aires, Emecé, 1995. Tulio Halperin Donghi, El revisionismo his-
por ello su apertura a otras voces, opiniones y problemas. Se tra- tórico argentino, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores Argentina, 1971. Tulio
ta de ofrecer una versión, una explicación, que sea a la vez con- H alperin Don gh i, La Argentina y la tormenta del mundo, Buen os Aires, Siglo
Veintiuno Editores Argentina, 2003.
sistente y abierta, que deje los márgenes y ofrezca los elementos 5 Sobre el tema de los cambios de planes y la oferta editorial, Hilda Lanza y
para su cuestionamiento. Una versión que, sin renunciar al des- Silvia Fin occh io, Curriculum presente. Ciencia ausente. La enseñanza de la Histo-
pliegue de la capacidad crítica de los alumn os, con ten ga en sí ria en la Argentina de hoy, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1993.
6 Estos autores son: Juan Carlos Astolfi ( 1949) , Martha Etchart y Martha Dou-
misma elementos valorativos que sirvan como herramientas de
zón ( en 1962 iban por la novena edición) , José Cosmelli Ibáñez ( 1961) , San-
formación y de confrontación.
tos Fernández Arlaud ( 1967) , J. F. Turrens ( 1966) . Más tarde se agregan ma-
En suma, nos parece que, enfrentados con el doble requeri- nuales de Juan Antonio Bustinza, Alfredo Drago, Alfredo C. Rampa o María
miento de formar ciudadanos críticos y comprometidos, los res- Miretzky, Susana Royo y Elvira Salluzzi. Un repaso de la relación entre la his-
ponsables de los textos escolares ––autores y editores–– navegan toriografía profesional y la producción de manuales se encuentra en Fernan-
do Devoto: “Idea de nación, inmigración y ‘cuestión social’ en la historiogra-
en aguas agitadas, amen azados por el Scilla del esen cialismo y
fía académica y en los libros de texto de Argen tin a ( 1912-1974) ”, Estudios
el Caribdis del vaciamiento conceptual. Ambos riesgos están pre- Sociales, 3, 2º semestre 1992.
sentes en otras esferas de la vida de la sociedad argentina; no sa- 7 Más allá de los manuales más antiguos escritos por los miembros reputados

bemos hacia dónde se orientará el barco en el futuro, y de qué del revisionismo, como el de Ernesto Palacio, o del éxito editorial de la His-
toria Argentina de José María Rosa ( que sin duda incluyó entre sus comprado-
peligros habrá que prevenir a su piloto. Pero los dos peligros es-
res a much os docen tes) , probablemen te, el más difun dido de los man uales
tán allí, y es bueno saberlo. de esta ten den cia h aya sido el del h ispan ista católico San tos Fern án dez Ar-
laud. En esta misma línea, aun cuando su calidad es muy inferior, puede men-
cionarse el de Alfredo Drago.
8 Sobre este tema en la historiografía argentina y latinoamericana, véase José

Carlos Ch iaramon te, El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana,


224 LUIS ALBERTO RO MERO NO TAS 225

Buenos Aires, Instituto Ravignani, FFyL, UBA, 1993 y Ciudades, provincias y es- cen poderosos modos de percepción , in terpretación y represen tación del
tados: orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Buenos Aires, Ariel, 1997. mundo; ordenan territorialmente nuestra aprehensión de la realidad; la ajus-
9 Como se verá en el Capítulo 3, un esquema análogo aparece en muchos ma- tan a escalas político-territoriales concretas; y, en definitiva, ‘crean’ o cuando
nuales de Geografía en relación con el espacio de dominio argentino inclui- menos ‘naturalizan’ y fijan simbólicamente cotos y fronteras en el continuum
do en el concepto de “cono de soberanía”. horizontal del espacio, el medio natural y la cultura”. Jacobo García Álvarez,
10 Sofía Correa Sutil y Eduardo López Bravo, Informe Final. Visión de Argentina Provincias, regiones y comunidades autónomas. La formación del mapa político de Es-
en los textos escolares de Historia de Chile, Mimeo, 1998. paña, Madrid, Temas del Senado, 2003, p. 73.
11 Sobre el carácter ideológico de los mapas y su pretensión de objetividad y 21 James Dun can , “Sites of represen tation : place, time an d th e discourse of

neutralidad científica, véase: Christian Jacob, L’ empire des cartes. Approche théo- the other”, J. Duncan y D. Ley, ( ed.) , Place, Culture and Representation , Londres,
rique de la cartographie à travers de l’ historie, París, Albin Michel, 1992. El tema Routledge, 1993.
se desarrolla también en el Capítulo 3. 22 Patricia Souto, “Geografía y Universidad. Institucionalización académica y le-
12 La identificación absoluta entre un territorio y una nación se vincula con gitimación científica del discurso territorial en la Facultad de Filosofía y Letras
el paulatin o aban don o del prin cipio din ástico y patrimon ial de los estados de la Universidad de Buenos Aires”, Cuadernos de Territorio, Nº 8, Instituto de
monárquicos, a medida que se alzan y consolidan los modernos estados na- Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1996; Perla Zusman, “Una geo-
cionales a lo largo del siglo XIX. grafía científica para ser enseñada. La Sociedad Argentina de Estudios Geográ-
13 Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780 , Barcelona, Crítica, 1991. ficos (1922-1940)”, Documents d’Analisi Geografica, 31, Universitat Autónoma de
14 De un modo much o más moderado, Drago también sostien e la h ipótesis Barcelona, 1997, 171-189; Marcelo Escolar, Silvina Quintero y Carlos Reboratti,
de la guerra civil, aunque su manual, mucho menos lúcido que el de Fernán- “Geography, territorial identity and patriotic representation in Argentina”, Da-
dez Arlaud, no se atreve a incursionar demasiado en un camino tan hetero- vid Hooson (ed.) Geography and National Identity, Londres, Blackwell, 1994.
doxo como éste. 23 Carla Lois, “Hacia una definición de un discurso cartográfico oficial en la Ar-
15 A continuación, el manual presenta un “Mapa geohistórico de las segrega- gentina, entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX”, Vincent Berdou-
ciones sufridas por el Virreinato del Río de la Plata. Según Osiris G. Villegas” lay y Héctor Mendoza Vargas (ed.), Unidad y diversidad del pensamiento geográfico
( 54) El mapa es de Sudamérica y se destaca en rayado el área del Virreinato en el mundo. Retos y perspectivas, México, UNAM-Instituto de Geografía / INEGI,
del Río de la Plata señ alán dose los límites de las n acion es actuales: en cada 2003.
una de ellas hay un número de referencia. Se cita el número y los textos de 24 Instituto Geográfico Militar, 100 años en el quehacer cartográfico del país (1879-

las referencias: “2. Segregación del Paraguay ( …) ; 3. Formación de la Repú- 1979), Buenos Aires, IGM, p. 162.
blica de Bolivia / …/ ; 4. separación del Uruguay ( …) ; 5. En el momento en 25 Citado en Carla Lois, “Hacia una definición…”, p. 174.

que Argentina libra la guerra contra el Brasil, Chile modifica su Carta Funda- 26 Instituto Geográfico Militar, “Guía de Trámites para la fiscalización y apro-

mental y extiende el límite al sur del Bío-Bío, hasta el cabo de Hornos, 1828; bación de cartografía y publicaciones que describan o representen el territo-
6. Usurpación de las Malvinas”. ( 54) rio de la República Argentina”, Buenos Aires, s/ f.
16 Este último manual, el que más explícita y agresivamente despliega una ver- 27 Lilia Ana Bertoni, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la

sión paranoica sobre la nacionalidad, se encuentra siempre dispuesto a sos- nacionalidad argentina a fines del siglo XIX , Buenos Aires, Fondo de Cultura Eco-
tener que todos los estados del mundo son expansivos menos la Argentina. nómica, 2001.
17 Esto es cierto en el caso francés, pero no en el inglés que, por el contrario, 28 En el mapa de la Argentina que inauguraba la edición en hojas sueltas del

cuando retira a sus colonos hace reserva de derechos. Atlas del Instituto Geográfico Argentino se pintaba por primera vez a las islas
18 Esto sucede especialmen te en libros abiertamen te reaccion arios como el Malvinas con el mismo color que el territorio argentino. El hecho suscitó co-
de Ramallo, pero también está presente en otros, en un tono menos recalci- mentarios de la prensa, reclamos del canciller británico y debates en el Con-
trante. greso de la Nación. Cfr.: Boletín del Instituto Geográfico Argentino, t. V, 1885.
19 Bolivia n o participa de la guerra y n un ca se duda sobre las buen as in ten - 29 Rosana Guber, ¿Por qué las Malvinas? De la causa nacional a la guerra absur-

ciones de la Argentina, de modo que la nación expansionista es Brasil. da, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001.
20 Como lo expresa Jacobo García Álvarez, “las formas en que las disciplinas 30 Sobre esta cuestión véase Carlos Escudé, “Contenido nacionalista de la en-

científicas dividen el territorio y describen sus paisajes y sus habitantes se ‘ins- señanza de la Geografía en la República Argentina, 1879-1986”, Ideas en Cien-
talan’ en la conciencia socio-espacial de la comunidad; producen y reprodu- cias Sociales, n° 9, Buenos Aires, Universidad de Belgrano, 1986.
226 LUIS ALBERTO RO MERO NO TAS 227

31 No hay mayores diferencias entre lo que aquí se llama geopolítica y la geo- n o. La territorialidad de las in stitucion es republican as y democráticas del
grafía política clásica. La primera surgió como desarrollo autónomo de la se- estado modern o tampoco in teresan al programa de la Geografía region alis-
gun da. Esta filiación es más aceptada en la bibliografía an glosajon a que en ta clásica.
los estudios enmarcados en la tradición de la geografía humana francesa; en 42 Sonia Fleury, Estado sin ciudadanos. Seguridad social en América latina, Buenos

esta última se in ten tó fun dar un a demarcación tajan te en tre la geografía Aires, Lugar, 1987.
“científica” y la geopolítica, que se asociaba con la geografía política alema- 43 Debido a las características de la investigación originaria, se dio prioridad

na. Véase Joan Nogué Font y Joan Vicente Rufí, “La tradición disciplinar. Un a aquellos aspectos don de la con strucción de la imagen de la Argen tin a se
siglo de geografía política y geopolítica”, Geopolítica, identidad y globalización , apoya en la mirada dirigida al otro, y en particular a Chile. Esto no agota to-
Barcelona, Ariel, 2001. dos los aspectos de la imagen de Argentina que ofrece la literatura geográfi-
32 Puede men cion arse como paradigmáticos a H alford Joh n Mackin der en ca para uso escolar. No se tratan temas que h an sido sign ificativos, como el
Gran Bretaña, Jacques Ancel y Emmanuel de Martonne en Francia, y Karl Ma- papel de las geografías regionales comentado en el apartado anterior.
ham e Isaiah Bowman en los Estados Unidos. Sobre la geopolítica durante el 44 En el razonamiento que se examina a continuación coinciden notablemen-

siglo XX, véase P. Taylor, Geografía Política. Economía-mundo, Estado-nación y lo- te todos los libros de América revisados ( Soto H all y Rampa, 1948; Rampa,
calidad, Madrid, Trama, 1994 y Joan Nogué Font y Joan Vicente Rufi, Geopolí- 1961; Dagn in go Pastore, 1961; Daus, 1979; Quarleri, 1983; Loren zin i y Rey
tica, identidad y globalización… Balmaceda, 1986; Sarrailh y otros, 1989) .
33 La defin ición es del politólogo sueco Rudolf Kjellen , en 1917. Citado en 45 Claudia Brion es, “Términ os con fusos, procesos complejos. Etn icización y

Ladis Kristof, “Th e origin s an d evolution of geopolitics”, Conflict Resolution , racialización de la aborigin alidad”, Actas de las jornadas de Antropología de la
vol. IV, 1, marzo, 1960, p. 25. Cuenca del Plata y IIas Jornadas de Etnolingüística, Escuela de Antropología, Fa-
34 Véase Klaus Dodds, “Geopolítica, estrategia y libretos de los expertos: ha- cultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, Antropo-
ciendo estratégico al Atlántico Sur”; y Leslie Hepple, “Metáfora, discurso geo- logía Social, tomo IV, 1997, pp. 119-127.
político, y los militares en América del Sur”, ambos en Geopolítica, Nº 48, Bue- 46 Sobre el tema racial en manuales de Geografía y Ciencias naturales, véan-

nos Aires, 1994. se las notas de A. Valerani, J. Cornejo y S. Gvirtz, en Novedades Educativas, Nº
35 Jack Childs, Geopolitics and conflict in South America. Quarrels among neighbors, 99 y 100, Buenos Aires, 1999.
Nueva York, Praeger, 1985. 47 Cfr. Claudia Briones, “Términos confusos, procesos complejos…”.
36 Paul Claval, Evolución de la Geografía Humana, Barcelona, Oikos-tau, 1974, 48 Así, aun que los datos estadísticos o pluviométricos se actualizaban rápi-

pp. 43-48; David Livingstone, T he Geographical Tradition , Londres, Basil Black- d am en te, la Geografía n o in corp oraba n u n ca en su s con ten id os la cam -
well, 1992, cap. 8. bian te distribución de la represen tación de las provin cias en la Cámara de
37 UGI, La Géographie à travers un siècle de congrés internationaux , París, UNESCO , Diputados; tampoco mostró en sus mapas el diferen te estatuto con stitucio-
1972. n al de provin cias y territorios n acion ales que duran te décadas distin guió
38 Todavía en 1922 se afirmaba en el prólogo a los Fundamentos de Fisiogra- la situación de los ciudadan os del país. Éstas y otras son cuestion es más o
fía Argentina de Fran z Kuh n que “los aleman es son in discutiblemen te los m en os aludidas en los textos de H istoria, cuya dim en sión espacial podía
que h oy con servan el cetro de las disciplin as geográficas” ( Buen os Aires, Bi- ser desarrollada y que sin embargo resultan in imagin ables en el temario tra-
blioteca del O ficial, 1922, p. II) . En con traposición , la visita del geógrafo vi- dicion al de la Geografía.
dalian o Pierre Den is a la Argen tin a en tre 1912 y 1914 para escribir la parte 49 Ejemplo tomado de Rampa, ( 1961) , p. 1.

sudamerican a de la célebre Geographie Universelle prácticamen te n o tuvo re- 50 Cfr. Jack Childs, Geopolitics and conflict in South America… ; y Carlos Escudé,

percusión local. “Contenido nacionalista…”.


39 Ambas fueron publicadas por el Centro Editor de América Latina. La pri- 51 Argentina, Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, Programa de Geogra-

mera, entre 1955-77; la segunda, entre 1981-87. fía para Colegios Nacionales, Liceos de Señoritas, Escuelas Normales y Escuelas Nacio-
40 Jon Bartelson, A genealogy of sovereignty, Cambridge, Cambridge University nales de Comercio, Resolución Ministerial del 11-3-46.
Press, 1995. 52 Argen tin a, Secretaría de Educación de la Nación , Plan de Estudios Ciclo
41 Nin gun o de estos problemas en tra en el campo de los in tereses geopolí- Básico (Bachillerato Elemental) y del Ciclo Superior del Magisterio, Decreto del
ticos, excepto cuan do se los vin cula, a través de la teoría de “la seguridad 20-2-48; y Programas para el 1er año del Ciclo Básico y 4to del Magisterio ( Res.
n acion al”, con la fun ción represiva de las fuerzas armadas en el plan o in ter- Min . del 23-3-48) ; Min isterio de Educación de la Nación , Planes y Programas
228 LUIS ALBERTO RO MERO NO TAS 229

de Estudios. Ciclo Básico (Bachillerato Elemental), 1ro, 2do, y 3er Año. Segundo sobre Pueblo, Nación y Estado. 5. Patria y Human idad. 6. La Libertad. 7.
Ciclo de Bachillerato, 4to y 5to año. ( Res. Min . del 8-3-49) . Deberes y derechos. 8. El ciudadano. 9. Democracia y Falsas Democracias.
53 La adjudicación de las “partes” se encuentra también en los distintos temas 10. El hombre en la Democracia y la Antidemocracia.
del inventario geográfico regional. En el libro de Geografía física de la Repú- 2 do añ o: 1. An teceden tes h istóricos de las modern as democracias: Espa-
blica Argentina de Rampa se dedica un capítulo entero a “El mar Argentino ñ a, In glaterra, Estados Un idos de América, Fran cia. 2. El Estado demo-
y los mares de la An tártida Argen tin a”. El capítulo destin ado a la evolución crático y represen tativo en las sociedades m odern as. 3. La República y
geológica se divide en “porción sudamericana” y “Antártida Argentina e Islas sus formas. 4. El Federalismo. 5. La vida en la democracia y la an tidemo-
Oceánicas”; en el capítulo “Clima”, cada tema ( temperaturas, vientos, preci- cracia. 6. Virtudes ciudadan as n ecesarias a la democracia. 7. Formas de
pitaciones) se desarrolla en tres partes: “porción sudamericana”, “Islas Oceá- solidaridad social. 8. Procedimien tos democráticos y an tidemocráticos.
nicas” y “Antártida Argentina”; el capítulo destinado a la “geografía biológi- 9. Peligros que acech an a las democracias. 10. La democracia y el bien es-
ca” an aliza la “región sudamerican a”, “región an tártica” y “faun a del Mar tar gen eral.
Argentino”. El capítulo que divide al territorio en “regiones geográficas”, agre- 3er año: 1. Espíritu democrático de América. 2. Principios democráticos de la
ga un a “Región de las Islas O ceán icas” y otra “Región An tártida”. Similares Revolución de Mayo. 3. Antecedentes constitucionales. 4. La tiranía de Rosas.
inclusiones a lo largo de todo el libro se ven en Daus ( 1949 y 1981) , Lorenzi- 5. Política. 6. Sufragio y gobierno. 7. La justicia. 8. La educación y la democra-
ni y Rey Balmaceda( 1984) y Sarrailh y otros ( 1989) . cia. 9. Libertad de pensamiento. 10. La segunda tiranía. 11. Patriotismo.
54 Esta idea fue ampliamen te desarrollada por Friedrich Ratzel en su obra 65 Decreto 1259 del 8 de julio de 1976.

Geografía Política, de 1897 ( véase “Les frontieres naturelles”, cap. 18 de: Rat- 66 Los programas de Formación Cívica (1976) establecían los siguientes puntos:

zel, Géographie Politique, trad. P. Rusch, Geneve, Editions Regionales Europeen- 1er año: 1. El hombre y el medio natural. 2. El hombre y el medio social. 3.
nes, 1988) . El h ombre y su vida en comun idad. 4. El h ombre, n ecesidades y activida-
55 Dagnino Pastore, 1966; Rossi, 1975; Lorenzini y Rey Balmaceda, 1985; Sa- des económicas. 5. Los ideales de vida en el mundo antiguo y medieval. 6.
rrailh y otros, 1989. La comunidad en que vivimos.
56 Cfr. Raúl Rey Balmaceda, Límites y fronteras de la República Argentina, Buenos 2do añ o: 1. Los recursos n aturales en el mun do modern o. 2. La organ iza-
Aires, Oikos, 1979. ción social moderna. 3. Los sistemas de gobierno en el mundo moderno.
57 El último de los mencionados responde en todos los aspectos a la perspec- 4. El hombre: necesidades económicas. 5. Los ideales de vida en el hombre
tiva dominante antes de 1990, por lo que a pesar de estar editado con poste- moderno. 6. La comunidad internacional.
rioridad, es incluido como un ejemplo más de la visión tradicional. 3er año: 1. El paisaje del hombre argentino. 2. La familia argentina. 3. El Es-
58 Raúl Rey Balmaceda, “Testimonios cartográficos del expansionismo chile- tado argentino. 4. El hombre argentino: necesidades y actividades económi-
no”, Geopolítica, Nº 45, Buenos Aires, 1992, p. 35. cas. 5. Los ideales de vida del hombre argentino. 6. La Argentina en el mun-
59 Mariano Plotkin, Mañana es San Perón, Propaganda, rituales políticos y educa- do de hoy.
ción en el régimen peronista (1946-1955), Buenos Aires, Ariel, 1994. Por su parte, la materia Formación Moral y Cívica (1978) se despliega en tres
60 Los programas establecían los siguientes puntos: años a partir de una estructura común que en cada año es llenada por los con-
1 er añ o: La sociedad argen tin a. a. Formación de la Sociedad Argen tin a, b. tenidos que corresponden a cada años. Esta estructura común establecía:
El Justicialismo social. 1. El hombre (en 2do y 3er se agrega “y sus acciones”). 2. La familia. 3. El hom-
2do año: La economía argentina. a. Formación de la Economía Argentina, bre y sus realizacion es culturales. 4. El h ombre y sus realizacion es econ ó-
b. El Justicialismo Económico. micas. 5. El hombre y sus realizaciones políticas.
3er añ o: La Política Argen tin a. a. Proceso de Formación Cívica y la Organ i- 67 Sobre las distintas corrientes en el catolicismo argentino y la progresiva in-

zación Política Argentina. b. La política Justicialista. fluencia de la Iglesia en las instituciones estatales y la educación, véase Rober-
61 Decretos 1023 del 17 de octubre de 1955 y 4217 del 29 de noviembre de 1955. to Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de la Iglesia en la Argentina. Desde la Con-
62 Decreto/ ley 7625/ 55. quista hasta fines del siglo XX , Buenos Aires, Grijalbo, 2000.
63 Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina. II 1943-1973 , 68 Sobre las cambian tes posicion es diplomáticas del estado argen tin o, véase

Buenos Aires, Emecé, 1978. Juan Archibaldo Lanús, De Chapultepec al Beagle. Política exterior argentina (1945-
64 Éstos eran los puntos de los programas establecidos: 1980), Buenos Aires, Emecé, 1980.
1er año: 1. El hombre. 2. La sociedad. 3. Organización Social. 4. Nociones 69 Sobre la argumen tación del estado terrorista, Hugo Vezzetti, El pasado pre-
230 LUIS ALBERTO RO MERO NO TAS 231

sente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires, Siglo Veintiu- Breves Contribuciones del Instituto de Estudios Geográficos, n° 9, 1993, pp. 67-130;
no Editores Argentina, 2002. y Josefina Gómez Mendoza, “Un mundo de regiones: geografía regional de
70 Hugo Quiroga, El tiempo del “proceso”. Conflictos y coincidencias entre políticos y geometría variable”, Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, nº 32, 2001,
militares, 1976-1983 , Rosario, Fundación Ross, 1994. Marcos Novaro y Vicen- pp. 15-33.
te Palermo, La dictadura militar, 1976/ 1983 , Buenos Aires, Paidós, 2003. Cier- 79 Expresada en obras como la de Paul Claval, La nueva Geografía, Barcelona,

tamente, no fueron éstos los únicos elementos utilizados para la construcción Oikos-tau, 1979.
de la legitimidad del régimen; por ejemplo, el Campeonato Mundial de Fút- 80 Entre las obras más influyentes en la Argentina se encuentran las de David

bol de 1978 también desempeñó un papel destacado. Harvey, Urbanismo y desigualdad social, Madrid, Siglo XXI Editores, 1985, y La
71 De acuerdo con la Resolución Ministerial 536 del 8 de marzo de 1984 los condición de la posmodernidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1998; y de Milton San-
contenidos de los nuevos programas eran los siguientes: Educación Cívica I. 1. tos, Por una geografía nueva, Barcelona, Espasa-Universidad, 1990.
Los grupos primarios. 2. La escuela. 3. La comun idad vecin al. 4. El mun ici-
pio. 5. Las provincias ( o “La Provincia” en cada una de ellas) . Educación Cívi-
ca II. 1. Organización política del Estado Argentino. 2. Forma de vida demo-
crática. 3. La Constitución Nacional. 4. Formación de la opinión pública. 5.
Quiebra del orden constitucional. 6. La soberanía. 7. La unidad latinoameri-
cana. Educación Cívica III. 1. Población de la República Argentina. 2. Proble-
mas de la población. Soluciones posibles. 3. Los partidos políticos. 4. Defen-
sa de los derechos humanos. 5. Convivencia internacional.
72 En los Contenidos Básicos Comunes publicados por el Ministerio de Edu-

cación en 1994 y actualmente en vigencia, la identidad se define como “la ca-


pacidad de la persona de autorreconocerse y autoestimarse como un sujeto in-
dividual y singular”, y su construcción se entiende como un proceso en el que
“intervienen modelos sociales y roles fijados, por ejemplo, a los varones y a las
mujeres, a los sanos y a los enfermos, a los ‘normales’ y a los ‘discapacitados’,
a los pobres y a los ricos, a los nativos y a los extranjeros, a los creyentes y a los
n o creyen tes” ( Min isterio de Educación , “Ética, In troducción ”, CBC para la
Educación General Básica) .
73 Lo hizo en ocasión de la polémica sobre Alsacia y Lorena, reclamadas por

Francia y Alemania con similares alegaciones a su esencia nacional. E. Renan,


¿Qué es una nación? Cartas a Strauss, Madrid, Alianza, 1987.
74 El texto más reciente considerado aquí es de 1997.
75 En tre ellos pueden men cion arse: Estrada ( 1995) , A-Z ( 1997) y Kapelusz

( 1996) .
76 Se considerarán, como ejemplo de esta renovación, los manuales de Santi-

llana para el nivel primario ( 1996) y secundario ( Bertoncello y García, 1995;


Bertoncello, García, López de Riccardini, Castro, Minvielle y Zusman, 1996)
y de Aique ( Cicolella, Fern án dez Caso, Gurevich y Mon ten egro, 1994; Fer-
nández Caso, Gurevich y Blanco, 1996) .
77 Esto incluye varios centros académicos, muy conectados entre sí, de Fran-

cia, Suiza francesa y Canadá francesa.


78 Revisiones en español sobre el desarrollo reciente de este campo de estu-

dios pueden leerse en R. Mata Olmo, “Sobre la evolución reciente de la Geo-


grafía regional: un estado de la cuestión”, Universidad Nacional de Tucumán,
Apéndice

Los textos utilizados para este estudio están lejos de agotar la


totalidad de los manuales editados durante el período de análisis.
Sin embargo, su elección no ha sido arbitraria. Se trata de una
muestra confeccionada luego de la lectura de un número de libros
mucho mayor que el analizado finalmente. Para llegar a la mues-
tra equilibrada, se tuvieron en cuenta algunos criterios básicos, de
modo de respetar las proporciones entre los subperíodos y entre
las principales editoriales y autores. También se intentó ofrecer una
muestra cabal del espectro ideológico y de las tendencias discipli-
nares presentes en la totalidad de los manuales editados.

Manuales de Nivel Primario

Arriola, Federico, Historia Americana. Curso Elemental, Buenos Ai-


res, Maly, 2º ed., 1941.
Calderaro, J., El sexto grado primario, Buenos Aires, Sopena, 1943.
Manual Peuser de la Nueva Escuela ( 4º Grad o) , Bu en os Aires,
Peuser, 1965.
Manual Peuser de la Nueva Escuela ( 5º Grad o) , Bu en os Aires,
Peuser, 1965.
Manual Peuser de la Nueva Escuela ( 6º Grad o) , Bu en os Aires,
Peuser, 1965.
Nuevo Manual Estrada ( 5º Grado) , Buenos Aires, Estrada, 1973.
Nuevo Manual Estrada ( 6º Grado) , Buenos Aires, Estrada, 1973.
Nuevo Manual Estrada ( 7º Grado) , Buenos Aires, Estrada, 1966.
234 LUIS ALBERTO RO MERO APÉNDICE 235

Manual Estrada 6 , Buenos Aires, Estrada, 1981. Bustin za, Juan An ton io y Grieco y Bavio, Alicia, Historia 2. Los
Manual Estrada 7 , Buenos Aires, Estrada, 1981. tiempos modernos y contemporáneos hasta 1830, Buenos Aires, A-
Manual Estrada ( 5º EGB) , Buenos Aires, Estrada, 1995. Z, 2a ed., 1991.
Manual Estrada ( 6º EGB) , Buenos Aires, Estrada, 1995. Bustin za, Juan An ton io y Grieco y Bavio, Alicia, Historia 3. Los
Manual del alumno ( 5º Grado) , Buenos Aires, Kapelusz, 1980. tiempos contemporáneos. Argentina y el mundo, Buenos Aires, Ai-
Manual del alumno ( 6º Grado) , Buenos Aires, Kapelusz, 1981. que, 1991.
Manual del alumno ( 7º Grado) , Buenos Aires, Kapelusz, 1982. Cosmelli Ibáñez, José, Historia Argentina, Buenos Aires, Troquel,
Aula Nueva ( 5º EGB) , Buenos Aires, Kapelusz, 1996. 1a ed., 1961.
Aula Nueva ( 6º EGB) , Buenos Aires, Kapelusz, 1996. Drago, Alfredo, Historia 2 , Buenos Aires, Stella, 1a ed., 1980.
Aula Nueva ( 7º EGB) , Buenos Aires, Kapelusz, 1996. Etchart, Martha B.; Douzón, Martha, Historia Argentina, Buenos
Ciencias Sociales ( 5º EGB) , Buenos Aires, Santillana, 1996. Aires, Cesarini, 9a ed., 1962.
Ciencias Sociales ( 6º EGB) , Buenos Aires, Santillana, 1996. Fernández Arlaud, Santos, Historia Argentina, Buenos Aires, Ste-
Ciencias Sociales ( 7º EGB) , Buenos Aires, Santillana, 1996. lla, 1a ed., 1967.
Ventana al Mundo. El manual de Aique ( 5º Grado) , Buenos Aires, Lafont, Julio B., Historia Argentina, Buenos Aires, Editorial FDV,
Aique, 1992. 1a ed., 1936.
Ventana al Mundo. El manual de Aique ( 6º Grado) , Buenos Aires, Luch ilo, Lucas; Roman o, Silvia O .; Paz Gustavo L., Historia Ar-
Aique, 1992. gentina, Buenos Aires, Santillana, 1995.
Ventana al Mundo. El manual de Aique ( 7º Grado) , Buenos Aires, Miretzky, María; Royo, Susana; Salluzzi, Elvira, Historia 2. La edad
Aique, 1992. moderna y el surgimiento de la Nación Argentina, Buenos Aires,
Ciencias Sociales. 5º Grado, Buenos Aires, El Ateneo, 1994. Kapelusz, 1991.
Ciencias Sociales. América ( 6º Grado) , Buen os Aires, El Aten eo, Miretzky, María; Royo, Susana; Salluzzi, Elvira, Historia 3. La or-
1996. ganización y desarrollo de la Nación Argentina y el mundo contem-
Sociales 7. Otras tierras, otras sociedades, Buenos Aires, El Ateneo, poráneo, Buenos Aires, Kapelusz, 2a ed., 1981.
1996. Ramallo, José María, Manual de Historia Contemporánea y Argenti-
na, Buenos Aires, Braga, 1981.
Rampa, Alfredo C. ( director) , Historia. La edad moderna. El surgi-
Manuales de Historia miento de la edad contemporánea. La Argentina hasta 1831, Bue-
nos Aires, A-Z, 10 a ed., 1995 ( 1a ed., 1982) .
Alonso, María E.; Elisalde, Roberto; Vázquez, Enrique, Historia. Rampa, Alfredo C. ( director) , Historia. La edad contemporánea. La
Argentina y el Mundo contemporáneo, Buen os Aires, Aique, Argentina de 1831 a 1982 , Buenos Aires, A-Z, 13 a ed., 1996 ( 1a
1996. ed., 1983) .
Alonso, María E.; Elisalde, Roberto; Vázquez, Enrique, La Argen- Recalde, Héctor; Eggers-Brass, Teresa, Historia III, Argentina den-
tina del siglo XX, Buenos Aires, Aique, 1997, 356 páginas. tro del contexto latinoamericano y mundial (1810-1995), Buen os
Astolfi, Juan Carlos, Curso de Historia Argentina, Buenos Aires, Ka- Aires, Mapu Editora, 1996.
pelusz, 1a ed., 1949.
236 LUIS ALBERTO RO MERO APÉNDICE 237

Manuales de Geografía Loren zin i, H oracio N. y Rey Balmaceda, Raúl ( directores) , Geo-
grafía. Tercer Curso. América y Antártida, 2a ed., Buen os Aires,
Alemán, Elida y López Raffo, Alberto, Geografía de América y An- A-Z, 1986.
tártida, Buenos Aires, Itinerarium, 12a ed., 1982. Loren zin i, Horacio N.; Rey Balmaceda, Raúl y Ech everría, Ma-
Berton cello, Rodolfo y García, Patricia A., Geografía Argentina, ría Julia, Geografía Económica. La Argentina y el mundo, Buenos
Buenos Aires, Santillana, 1995. Aires, A-Z, 1994.
Berton cello, Rodolfo; García, Patricia; López de Riccardin i, Sil- Negro, Juana L., Geografía Política y Económica de la República Ar-
via; Castro, H orten sia; Min vielle, San dra y Zusman , Perla, gentina, Buenos Aires, Kapelusz, 1993.
Sociedades y Espacios de América , Bu en os Aires, San tillan a, Pavicich, Mónica B. L.; Galante, Andrea S.; Sassone, Susana M.;
1996. Celotto, Aman da; Sosa Pujato, Leopoldo; Becerra, Darío;
Ciccolella, Pablo; Fern án dez Caso, M. Victoria; Gurevich , Ra- Piccolini, Patricia ( Coord.) , Geografía 3 , Buenos Aires, Santi-
quel; Montenegro, Irene, Geografía. Argentina, Buenos Aires, llana, 1996.
Aique, 1994. Quarleri, Paulina, Geografía Americana y Argentina, Buenos Aires,
Dagn in o Pastore, Loren zo, Geografía de América, Buen os Aires, Kapelusz, 1a ed., 1983.
Crespillo, 23 a ed., 1961. Rampa, Alfredo C., Elementos de Geografía Humana de la Repúbli-
Dagnino Pastore, Lorenzo, Geografía física de la República Argenti- ca Argentina , Buen os Aires, Kapelusz, 3 a ed., 1960 ( 1 a ed.,
na, Buenos Aires, Crespillo, 26a ed., 1966. 1956) .
Daus, Federico, Geografía de la Argentina, Parte Física, Buenos Ai- Rampa, Alfredo C., Geografía Americana y Argentina, Buen os Ai-
res, Estrada, 2a ed., 1949 ( 1a ed. 1945) . res, Kapleusz, 12a ed., 1961 ( 1a ed., 1950) .
Daus, Federico, Geografía de la Argentina. Parte Humana, Buenos Rampa, Alfredo C., Geografía física de la República Argentina, Bue-
Aires, Estrada, 1a ed., 1953. nos Aires, Kapelusz, 6a ed., 1961 ( 1a ed., 1956) .
Daus, Federico, Geografía, América-Argentina-Antártida, Buenos Ai- Rey Balmaceda, Raúl; Echeverría, María Julia y Capuz, Silvia M.,
res, Estrada, 3a ed., 1958. Geografía de la Argentina, Buenos Aires, A-Z, 1997.
Daus, Federico, Geografía de América-Argentina-Antártida, Buenos Rossi, Floreal, Geografía de la República Argentina. Segunda Parte,
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Daus, Federico, Geografía de la Argentina. Parte Física, Buenos Ai- Sarrailh , Efi E. O .; An din a, María, y Somoza, Elsa, Geografía de
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Galarza de García Miguel) . Sarrailh, Efi E. O.; Andina, María, y Somoza, Elsa, Geografía de la
Durán, Diana; Paso Viola, Luis F., Geografía. Argentina y el mundo: Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 5a ed., 1989. ( b) .
3er. ciclo de EGB, Buenos Aires, Estrada, 1a ed., 1995. Soto-H all, M. y Rampa, Alfredo, Curso de Geografía Americana,
Fern án dez Caso, M. Victoria; Gurevich , Raquel; Blan co, Jorge, Buenos Aires, Kapelusz, 1a ed., 1948.
Geografía. Espacios y sociedades de América contemporánea, Bue-
nos Aires, Aique, 1996.
Lorenzini, Horacio N.; y Rey Balmaceda, Raúl ( directores) , Geo-
grafía Argentina, Buenos Aires, A-Z, 1984.
238 LUIS ALBERTO RO MERO

Manuales de Civismo

Alexan dre, Mario, Educación Democrática ( Primer Añ o del Co-


mercial) , Buenos Aires, Civismo, 1971.
Barela, Lilian a; Ven tola, V.; De Lucía, D. y Gon zález, S., Educa-
ción Cívica 2 , Buenos Aires, Kapelusz, 1995.
Barisani, Blas, Formación Moral y Cívica 3 , Buenos Aires, Estrada,
1981.
Bidart Campos, Germán José y Donini, Antonio Oscar, Educación
Cívica III, Buenos Aires, Estrada, 1992.
Drago, Alfredo L., Educación Cívica 3 , Buenos Aires, Stella, 1985.
Educación Cívica II, Buenos Aires, A-Z, 1996 ( 1a ed., 1984) .
García, César Reinaldo y García, Apolinario Edgardo, Formación
Cívica 3 , Buenos Aires, Sainte-Claire, s/ f ( c. 1977/ 1979) .
López Basanta, José, Cultura Ciudadana III. La política argentina.
Buenos Aires, Fides, 2a ed., 1954.
Luchenio, Ángela E., Formación Cívica 3 , Buenos Aires, Kapelusz,
1977.
Pasel, Susan a; Asborn o, Susan a, Educación Cívica 2 , Buen os Ai-
res, Aique, 1993.
Sabsay, Dan iel y Jáuregui, Silvia, Educación Cívica 2 , Buen os Ai-
res, Santillana, 1994.
240 LUIS ALBERTO RO MERO

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