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Mama Panya cantaba mientras apagaba el fuego del desayuno tirándole arena por encima

con su pie descalzo". Casi cada fin de semana, mi hijo me pide para desayunar unas
deliciosas tortitas dulces. Comerlas en familia o con las personas a las que queremos es
siempre un disfrute que no tiene precio. Con las crepes de Mama Panya sucede lo mismo,
en un lugar diferente y con unas circunstancias distintas. ¡Y las crepes son picantes! :) La
historia de este precioso cuento tiene lugar en un pueblecito rural de Kenia. En muchos
pueblos africanos, subsistir es una necesidad diaria y compartir es fundamental. Con poco
que se pueda ofrecer, siempre se obtiene una recompensa. Compartir ya lo es. Una
mañana, Mama Panya estaba decidida a preparar unos crepes y así sorprender a su hijo.
Sin embargo, su pequeño Adika era un niño muy listo y, de camino al mercado, éste le hizo
saber a su madre que ya se imaginaba que iba a hacer tales crepes. Contento como estaba,
cada vez que se encontraba con un amigo o amiga, Adika no dudaba en invitarlo a cenar y
a disfrutar con ellos del delicioso manjar que su madre prepararía. Mama Panya,
preocupada, no estaba segura de poder hacer crepes para todos ellos. Temía que la harina
no fuese suficiente. Su dinero era muy justo. Con todo, su hijo animaba a su madre
diciéndole que sólo necesitaban "un poco y un poquito más". Al final, los amigos y amigas
a los que Adika había invitado no llegan con las manos vacías. Todos hacen una pequeña
aportación y la cena bajo el baobab resulta un éxito. Adika sabe que su madre no tardará
en volver a hacer crepes.

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