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Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Escuela de Artes Plásticas y Visuales

Antropología.
Andrés Felipe Ospina Enciso

Autoreconocimiento y su relación con la otredad


¿Cómo conocer a la otredad desde el conocimiento qué tenemos de nosotros mismos?
Elizabeth Daniela Rojas Mora

Colombia, Tunja
30 de Marzo, 2024
¿Cómo nos reconocemos a nosotros mismos de acuerdo con la forma en que los otros nos
ven o reconocen?

Siempre he pensado que quienes me rodean, hablan en gran medida de mí y de quien soy,
es algo que escuchaba de niña y aún hoy constantemente resuena en algunas
conversaciones. En ese entonces había en mi cabeza muchos juicios sobre cada persona,
pensaba que mi amiga más cercana hablaba poco, pero aún así era ella mi compañía
preferida en el colegio, ahora pienso que era más bien porque yo hablaba mucho. Creo que
mi percepción de los otros ha venido cambiando constantemente con el paso del tiempo,
cada vez me cuestiono más sobre quién soy y quiénes son los otros y saber esto me resulta
enigmático y un tanto imposible, pues nada permanece y todo está en constante cambio.
Me quise considerar mujer, pero de niña odiaba el color rosado porque no quería ser vista
como una persona débil o delicada, aspecto que está ligado a la feminidad, odiaba todo
aquello que me ligara simbólicamente al concepto de mujer. Me quise considerar humana,
pero en definitiva ahora detesto muchas de las actitudes humanas que habitan en mi, mis
contradicciones y mis rastros de incoherencia moral me sobrepasan y eso me hace
humana, aunque lo trate de evitar. En últimas, al crecer he ido aceptando, en la medida de
lo posible, estos rasgos de mi existir, lo que soy, lo que no se que soy, lo que no soy y lo que
no se que no soy.

Otro punto importante que pienso sobre estos cuestionamientos es que mi actuar se ve
altamente influenciado por los demás, en mi cabeza aparece siempre el imaginario de lo
que los demás piensan de mi y esto me lleva a condicionar mis acciones o mi manera de
interactuar con el otro. A veces pienso que esta idea, que aparece sin pedir permiso en mi
cabeza, me vuelve un tanto ansiosa, pero reconocer y aceptar ese anhelo de querer
pertenecer, de querer ser aceptada me lleva a apropiarme de mi vida, entendiendo por
supuesto, la complejidad de convivir con otros. Crecer en sociedad, hacer parte de un
colectivo siendo un individuo, es algo que resulta un tanto incoherente pero que hace parte
de la naturaleza primitiva de la humanidad y solo desde este lugar de enunciación y
autopercepción es que logro acercarme a entender que el hecho de existir, de ser humana
involucra la represión de mil actitudes y pensamientos que me habitan y que serían
problemáticos si los dejo libres bajo el entendido de que hago parte de una sociedad y por
tanto de un sistema, quizá por este motivo es que las mujeres lechuza ocultan su
conocimiento y sus creencias, pues están tan implantadas las creencias eurocentristas que
si profesan con libertad las propias serían repudiadas socialmente, así que aunque todos lo
sepan, nadie lo dice.

Estoy de acuerdo con la tesis de Merleau-Ponty en la que expone que mi visión invade la
visión de otros sin abandonar la mia y aparece un mundo común anónimo que habita a las
dos partes, pues relacionarme con otros es un esfuerzo muchas veces pactado de salir de
la individualidad para habitar un lugar común, me es imposible determinar una postura
frente a cualquier cosa que sea totalmente mía, pues yo soy porque hay otros, porque vi a
otros, porque escuche a otros, si jamás hubiera conocido a un otro no tendría ni la más
mínima idea de mi misma, ni de mis gustos o comportamientos, sería yo alguien mucho más
animal que humana. A veces creo que no me pertenezco, sino que le pertenezco a una
serie de reglas e ideas estipuladas globalmente, soy lo que debo ser y los otros son lo que
tienen que ser, así funcionamos, diría yo que por instinto y en esa medida, nadie es en
esencia sí mismo, todos somos apariencias, reproducciones, artificios y la línea entre ser,
tener y aparentar es cada vez más borrosa, la esencia ahora se nos presenta como
apariencia y me gustaría decir que dudo de todo pero la verdad es que aunque resulte algo
decepcionante, cada vez me creo más parte de este compleja red de control.

Quisiera saber como seria mi idea del ser humano si yo fuera externa a su sociedad y a sus
culturas, pensaría quizá algo cercano a lo que describe Jaime Garzon al inicio de su
discurso en 1994 en la Universidad Autónoma de Occidente (minuto 2:35
https://www.youtube.com/watch?v=fxpBytf1ZOM), una lectura cuanto más interesante que
me hace pensar que no puedo desligar mi pensamiento de los arquetipos que ya hacen
parte de mi cultura.

Finalmente, para ahondar más en las preguntas iniciales, creo que el conocimiento que
tengo de mi misma está sumamente basado en el contexto histórico, cultural, social,
económico en el que habito, creo que el sistema en el que estamos inmersos nos da una
gran variedad de espectros identitarios en los que nos podemos reconocer, lastimosamente
estas identidades responden a una estructura jerárquica en la que unos valen más que
otros y por tanto hay inmersas unas luchas de poder y de sumisión frente al otro, así que al
relacionarnos con otros consciente o inconscientemente estamos analizandolos desde estas
perspectivas de poder lo que genera una tensión entre el otro desconocido, el otro que no
hace parte de mi identidad ya sea territorial, de género, cultural, etc. y esto resulta dejando
en evidencia la necesidad del conflicto para la supervivencia en la pirámide social que suele
determinar y antagonizar una idea de “mejor” cultura que ahora es occidental, aún europea
y cada vez menos nuestra.

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