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MOVILIDAD JUBILATORIA Y LEY DE EMERGENCIA ECONÓMICA.

COMENTARIO
TÍTULO:
AL FALLO “CALIVA”. EL PRINCIPIO DE PROGRESIVIDAD
AUTOR/ES: Toyos, Julia T.
PUBLICACIÓN: Temas de Derecho Laboral y de la Seguridad Social
TOMO/BOLETÍN: -
PÁGINA: 295
MES: Abril
AÑO: 2020

MOVILIDAD JUBILATORIA. REAJUSTE DE HABERES. ANSeS. PRINCIPIO DE


PROGRESIVIDAD. LEY 27541 DE SOLIDARIDAD SOCIAL Y REACTIVACIÓN
PRODUCTIVA EN EL MARCO DE LA EMERGENCIA PÚBLICA

Se hace lugar parcialmente a la demanda por reajuste de haberes promovida contra la Administración Nacional
de la Seguridad Social y -en consecuencia- se ordena que se recalculen las prestaciones integrantes del haber
inicial del beneficio jubilatorio del actor. Asimismo, se difiere para la etapa de liquidación el análisis de la
movilidad jubilatoria, suspendida por ley 27541 de emergencia y solidaridad, al no haber vencido aún el plazo
para que el Poder Ejecutivo fije los incrementos trimestrales pertinentes, oportunidad en la que podría ser
subsanada la posible omisión del Estado en garantizar el goce y protección de los derechos económicos y
sociales, conforme al principio de progresividad de raigambre constitucional e internacional.
CALIVA, ROBERTO DANIEL C/ANSeS S/REAJUSTES VARIOS - JUZG. FED. SALTA - N° 1 - 5/2/2020 - CITA
DIGITAL IUSJU000103F

MOVILIDAD JUBILATORIA Y LEY DE EMERGENCIA ECONÓMICA. COMENTARIO AL FALLO “CALIVA”.


EL PRINCIPIO DE PROGRESIVIDAD

Nota al fallo

Julia T. Toyos(*)

I - El fallo “Caliva”: Juzgado Federal de Salta N° 1


El juez Julio Leonardo Bavio fundamentó la sentencia recaída en los autos “Caliva, Roberto c/Anses” en su
derecho a resolver sobre las cuestiones existentes al momento de la resolución de la causa y decidió diferir
para la etapa de liquidación la movilidad correspondiente al período posterior a la sanción de la ley 27541 de
solidaridad social y reactivación productiva en el marco de la emergencia pública, sancionada el 21/12/2019 y
promulgada el día 23/12/2019 en el Boletín Oficial.
El fundamento principal es que a la fecha del dictado de la sentencia -5/2/2020-, el Poder Ejecutivo no fijó
los aumentos trimestrales, por lo que carece de elementos suficientes para determinar si los mismos cumplen
con la garantía de movilidad jubilatoria del artículo 14 bis de la CN y si se respeta el principio de progresividad
o de prohibición de regresividad de los derechos económicos y sociales, establecido por el artículo 26 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en el artículo 2.1 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales -ambos de jerarquía constitucional- y por la Convención Interamericana
sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores -ratificada por el Estado Argentino por L.
27360, ya que no se puede disminuir ni posponer el goce y la protección de derechos ya alcanzados.
II - Antecedentes del caso
El señor Roberto Daniel Caliva es ingeniero en electrónica. Ingresó a trabajar en la Provincia de Salta en la
Dirección Provincial de Energía en el año 1977, trabajando luego de su privatización en empresas eléctricas,
contando al final de su vida laboral con 36 años de aportes con tareas encuadradas en el decreto 937/1975.
Pudiéndose jubilar de manera anticipada, por tener servicios eléctricos considerados insalubres, trabajó
hasta los 63 años, superando ampliamente la edad y los años de aportes requeridos. En todo el período
tomado por la Anses para el cálculo del haber inicial, percibió remuneraciones superiores al haber máximo
sujeto a aportes, adquiriendo el derecho al haber jubilatorio el 17/4/2014 y obteniendo una jubilación que no
era sustitutiva de su salario en actividad.
El 11/2/2016 se inició demanda de reajuste contra la Anses, donde recayó la sentencia ahora comentada,
la cual además de diferir para la etapa de ejecución el índice de movilidad que se aplicaría con posterioridad a
marzo/2020, difiere la valoración del índice para actualizar la PBU, la procedencia de la tasa de sustitución y
los planteos de inconstitucionalidad de la aplicación de los topes, tiene la particularidad que mientras se
encontraba con llamado de autos, se cambió dos veces la ley de movilidad, ya que se dictó la ley 27426, y
luego la ley de emergencia que suspendía la aplicación de la misma.
III - Del principio de progresividad y la delimitación de los adultos mayores como sujetos
vulnerables
Lo interesante de la sentencia comentada es la valoración que hace Julio Leonardo Bavio del principio de
progresividad, sustentado en los tratados internacionales de derechos humanos y apoyándose en la reciente
ley 27360 que ratifica la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las
Personas Mayores, y que si bien no lo menciona, va en consonancia con la acordada 5/2009 de la CSJN, que
adhiere a las Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia de las Personas en Condición de Vulnerabilidad, con
el artículo 26 de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos y con el artículo 2.1 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y con la jurisprudencia de la CSJN que en los
últimos fallos relevantes en materia previsional, como fueron “Blanco”(1) y “García”(2), identifica a los adultos
mayores como sujetos vulnerables, dejando claro que los condicionamientos en esta etapa de su vida son los
que fueron dando lugar a regulación internacional para su protección, y que es en épocas de crisis cuando
mayor respuesta institucional debe dárseles a los grupos más débiles, lo cual no ha sucedido con la suspensión
de la movilidad jubilatoria mediante la ley 27541 y su posterior reglamentación por medio del decreto
163/2020.
La República Argentina, desde hace décadas, viene adhiriendo y ratificando numerosos tratados
internacionales en los que se reconoce la vigencia efectiva de los derechos económicos, sociales y culturales y
se establecen las consiguientes obligaciones de los Estados Parte.
Estos ítems adquirieron, además, un cariz muy especial a partir de la reforma constitucional de 1994, que
dotó de jerarquía constitucional a varios de esos instrumentos internacionales, especialmente y en lo que aquí
interesa, al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (y su Protocolo Facultativo) y al
denominado Pacto de San José de Costa Rica [art. 75, inc. 22), CN].
Así, desde 1994, en nuestro sistema jurídico, hay determinados principios que resultan aplicables a los
derechos económicos, sociales y culturales y que gozan de jerarquía constitucional, lo que implica que, por
ende, no pueden ser dejados de lado por los órganos de poder del Estado.
Entre ellos, aquí resultan de relevancia el principio de progresividad y el principio de no regresividad
mencionados por el juez de grado en sus considerandos, al que obviamente se debe añadir el principio pro
homine.
El principio de progresividad está reconocido expresamente en el artículo 2.1. del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) y en el artículo 26 del Pacto de San José de Costa Rica.
El artículo 2.1 del PIDESC establece que “cada uno de los Estados Parte en el presente Pacto se
compromete a adoptar medidas, tanto por separado como mediante la asistencia y la cooperación
internacionales especialmente económicas y técnicas, hasta el máximo de los recursos de que se disponga,
para lograr progresivamente, por todos los medios apropiados, inclusive en particular la adopción de medidas
legislativas, la plena efectividad de los derechos aquí reconocidos”.
En sentido similar, el artículo 26 de la Convención Americana reza: “Desarrollo progresivo. Los Estados
Parte se comprometen a adoptar providencias, tanto a nivel interno como mediante la cooperación
internacional, especialmente económica y técnica, para lograr progresivamente la plena efectividad de los
derechos que se derivan de las normas económicas, sociales y sobre educación ciencia y cultura, contenidas en
la Carta de la Organización de los Estados Americanos, reformada por el Protocolo de Buenos Aires, en la
medida de los recursos disponibles, por vía legislativa u otros medios apropiados”.
Ahora bien, como afirma Courtis, de esta obligación estatal de implementación progresiva de los derechos
económicos, sociales y culturales, pueden extraerse algunas obligaciones concretas. La obligación mínima
asumida por el Estado al respecto de la obligación de no regresividad, es decir, la prohibición de adoptar
políticas y medidas y, por ende, de sancionar normas jurídicas que empeoren la situación de los derechos
económicos, sociales y culturales de los que la población gozaba al momento de la adopción del tratado
internacional, o bien con respecto a cada mejora “progresiva” posterior.(3)
Es que, dado que el Estado se obliga a mejorar la situación de estos derechos, simultáneamente asume la
prohibición de reducir los niveles de protección de los derechos vigentes o, en su caso, de derogar los derechos
ya existentes.
La obligación asumida por el Estado es ampliatoria, de modo que la derogación o reducción de los
derechos vigentes contradice claramente el compromiso internacional asumido.
Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, “el carácter progresivo con que la mayoría de
los instrumentos internacionales caracteriza las obligaciones estatales relacionadas con los derechos
económicos, sociales y culturales implica para los Estados, con efectos inmediatos, la obligación general de
procurar constantemente la realización de los derechos consagrados sin retrocesos. Luego, los retrocesos en
materia de derechos económicos, sociales y culturales pueden configurar una violación, entre otras
disposiciones, a lo dispuesto en el artículo 26 de la Convención”.
La prohibición de regresividad puede ser entendida, en este contexto, como una veda a las normas y
medidas estatales que, por debilitar o retraer el nivel de protección otorgado, reinstauran obstáculos para la
satisfacción de sus necesidades básicas o, en términos más amplios, hacen renacer obstáculos de carácter
económico y social que limitan de hecho la libertad y la igualdad de las personas, e impiden el pleno desarrollo
de la persona humana y la efectiva participación de todos en la organización política, económica y social de un
país (Courtis, pág. 20).
Desde el punto de vista conceptual, la obligación de no regresividad es una limitación que los tratados de
derechos humanos imponen sobre los Poderes del Estado. Limita las posibilidades de reglamentación del
Ejecutivo y veda al legislador la adopción de medidas que reduzcan el nivel de los derechos económicos,
sociales y culturales de que goza la población. Desde la perspectiva del titular del derecho, esta obligación
constituye una garantía de mantenimiento de los derechos sociales y culturales de los que goza desde la
adopción del instrumento de derechos humanos que los consagre, y de toda mejora que hayan experimentado
desde entonces.
Se trata de una garantía de carácter sustantivo, es decir, de una garantía que tiende a proteger el
contenido de los derechos vigentes al momento de la adopción de la obligación internacional, y el nivel de goce
alcanzado cada vez que el Estado, en cumplimiento de su obligación de progresividad, haya producido una
mejora.
Según la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), las medidas regresivas son
incompatibles con la vigencia plena del Protocolo. Y por tales se entienden todas aquellas disposiciones o
políticas cuya aplicación signifique un retroceso en el nivel del goce o ejercicio de un derecho protegido.
Esta definición de regresividad involucra dos nociones. Son regresivas: a) las políticas que impliquen un
retroceso en los resultados, mesurable a través de indicadores o referentes empíricos; b) las disposiciones
normativas que impliquen un retroceso en la extensión concedida a un derecho. Al comparar una norma
anterior con una posterior, el estándar de juicio de regresividad normativa consiste en evaluar si el nivel de
protección que ofrece el ordenamiento jurídico ante una misma situación de hecho ha empeorado.
Mediante el dictado del decreto 163/2020, se estableció un aumento de 2,3%, más una suma fija de $
1.500 para marzo/2020, para todos los jubilados, lo que en el caso de los haberes mínimos representa un
12,96%, es decir, un 1,4% más que lo que le correspondería si se respetara la ley y se aplicara el 11,56% de
la ley 27426 ahora suspendida, en números finales son $ 197 pesos más para los beneficiarios de la mínima.
No hay que olvidar que el 11,56% que mencionáramos, que debería ser el aumento según la fórmula de la
ley 27426 para el mensual marzo/2020, ya devengó, pues se toma el período julio a setiembre/2019; y para el
trimestre octubre a diciembre a abonarse en junio/2020, el aumento será de un 10,91%. Un trimestre entero
estaba consumado y al segundo, solo le faltaban 8 días.
¿No existe un derecho adquirido a la movilidad de marzo/2020? ¿Y a la de marzo de 2018? Habiéndose
fijado por decreto 163/2020 que el aumento del mes de marzo será de 2,3% más $ 1.500, el mismo
representa para los haberes mínimos un 12,96%, pero para el mandante que percibe el haber máximo
jubilatorio, la quita es del 7,8%, que se suma al 8,9%, aumento que no percibió en marzo/2018. No obstante,
el eje de la inconstitucionalidad no es si la quita es o no considerada confiscatoria, es un merma en su haber y
que, como bien dijo la CSJN en el fallo “Américo Pellegrini”(4), “la quita es improcedente aun cuando no exceda
el 10%, porque contradice el derecho del jubilado a ver incrementada su prestación conforme la ley aplicable,
de lo contrario quedaría privado de una porción de sus haberes sin causa legal produciéndose una nueva
confiscación”.
De los poco más 2.2 millones de jubilados afectados por esta medida, 1.7 millones percibe un haber que
se encuentra por debajo de la canasta básica del jubilado, $ 38.000, o si se quiere, por debajo de lo que se
considera que una familia tipo necesita para no caer en la pobreza, por lo que cualquier quita, por más
pequeña que sea, es regresiva y perjudica a los jubilados.
Independientemente de los datos expuestos, debe tenerse presente que ellos han sido acompañados a
mero título ilustrativo, ya que la consagración de los principios de progresividad y no retroactividad trae
aparejadas ciertas consecuencias procesales, entre ellas, la inversión de la carga de la prueba, sobre todo
cuando estas medidas regresivas afectan en forma directa e inmediata a grupos considerados desaventajados,
como es el caso de los jubilados y pensionados del régimen general.
Es que como afirma Rossi(5), las medidas regresivas respecto de grupos vulnerables deben ser más
excepcionales aún y sujetas, entonces, a un escrutinio más estricto. La deferencia hacia el Estado sobre la
adopción de medidas regresivas respecto de estos grupos debe ser mínima. Al igual que el contenido mínimo
de un derecho no admite restricción posible, tampoco la admite el estado de goce y ejercicio de un derecho por
grupos considerados desfavorecidos.
La prohibición de regresividad agrega un nuevo criterio al control de razonabilidad de las leyes y
reglamentos cuando se examina judicialmente la adopción de normas que reglamentan derechos económicos,
sociales y culturales.
En efecto, la obligación de no regresividad implica un control “agravado” del debido proceso sustantivo. La
obligación de no regresividad agrega a las limitaciones vinculadas con la racionalidad otras limitaciones
vinculadas con criterios de evolución temporal o histórica: aun siendo racional, la reglamentación propuesta
por el legislador o por el Poder Ejecutivo no puede empeorar la situación de reglamentación del derecho
vigente, desde el punto de vista del alcance y amplitud de su goce.
La regresividad de las medidas adoptadas por el legislador en el artículo 55 es manifiesta y abiertamente
inconstitucional.
Sobre todo, porque se trata de un derecho -el de la movilidad de los haberes previsionales- cuyo
reconocimiento efectivo en nuestro país llevó mucho tiempo y esfuerzo doctrinario, normativo y
jurisprudencial.
Por mencionar solo algunos antecedentes, recuérdese que la Corte Suprema de Justicia de la Nación
sostuvo la movilidad jubilatoria con énfasis en “Itzcovich, Mabel”(6), “Sánchez, María de Carmen”(7), “Badaro”(8),
“Elliff”(9) y “Blanco”(10), entre muchos otros.
Si el Máximo Tribunal, en el fallo “Blanco, Lucio”, del 18/12/2018, hace un poco más de un año, falló en el
marco de la crisis económica anterior que había motivado el dictado de la ley 27426 y declaró la
inconstitucionalidad de la resolución (ANSeS) 56/2018 y (SSS) 1/2018, expresó en su considerando 26: “Cabe
destacar que es precisamente en tiempos de crisis económica cuando la actualidad de los derechos sociales
cobra su máximo significado. En tales etapas críticas, deben profundizarse las respuestas institucionales en
favor de los grupos más débiles y postergados, pues son las democracias avanzadas y maduras las que
refuerzan la capacidad de los individuos y atienden las situaciones de vulnerabilidad en momentos coyunturales
adversos”, se advierte correcta y en consonancia con la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
la postura asumida por el juez de grado de buscar respetar el principio de progresividad y no ceder de manera
automática a los vaivenes económicos que condenan a los jubilados a una vejez indigna, ya que con cada
cambio de gobierno las crisis la pagan los mismos y las jubilaciones están cada vez más lejos de ser
sustitutivas del salario.
Dentro de ese marco, entonces, la suspensión de la movilidad establecida en el artículo 55 de la ley 27541
resulta constitucionalmente inaceptable y coloca a la República Argentina, además, en situación de
incumplidora de las obligaciones asumidas internacionalmente.
A los jubilados siempre les tocó perder contra el Estado. Es importante destacar que donde mayores
ambigüedades cobran apariencia de legitimidad y donde más desprotegido se halla el ciudadano, es frente al
Estado. Y así, mientras los derechos pecuniarios de los particulares se diluyen bajo el peso de otros derechos
jerarquizados como de mayor preeminencia -y sin que esto sea una crítica al resguardo de aquellos-, no
debería ser tolerado que el sistema avasalle constantemente a los administrados, máxime cuando integran un
grupo especialmente vulnerable. La cancelación de deudas que el propio Estado asumió como obligación
debería respetarse y no tornarse ilusorio el derecho de quien ha suscripto, por ejemplo, el convenio de
reparación histórica, desistiendo para ello del proceso judicial y de derechos que, en principio, son
irrenunciables. No puede hablarse propiamente de un verdadero estado de emergencia económica nacional y
apelarse a la solidaridad social, cuando se da un tratamiento totalmente diferenciado respecto de determinados
grupos de jubilados.
En el presente caso, se hace insostenible aseverar la existencia de tal momento crítico desde que se
privilegia a determinados sectores y el esfuerzo recae sobre otros que, en comparación, se encuentran en
peores condiciones. En el artículo 56 de la ley 27541, surge palmaria la discriminación por cuanto para el grupo
de jubilados que integran los regímenes especiales la movilidad se mantendrá hasta tanto se revise la
sustentabilidad económica, financiera y actuarial y proponga el Congreso de la Nación las modificaciones que
considere pertinentes relativas a la movilidad o actualización, afectándose así el principio de igualdad.
Continuar permitiendo ello torna absolutistas las prerrogativas del Estado, desvirtuándose, con carácter de
permanente, garantías que son fundamentales e irrenunciables.
Lamentablemente, los postulados de nuestro preámbulo de procurar la paz social, afianzar la justicia,
promover el bienestar general hoy en día son casi letra muerta y están lejos de alcanzarse por estos medios.
IV - Conclusión
Para que se configure la emergencia económica, la misma debe cumplir los siguientes requisitos: a) debe
ser declarada por ley del Congreso (principio de legalidad); b) debe ser razonable; c) debe ser proporcional; d)
debe ser limitada en el tiempo; e) debe respetar los principios de los artículos 16 y 28 de la Constitución
Nacional.(11)
Claramente, el principio de igualdad del artículo 16, el de razonabilidad de las leyes del artículo 28 de la
Constitución Nacional y el de proporcionalidad no se respetan, dado que solo se suspende la garantía de
movilidad para un solo grupo de jubilados, la mayoría de ellos de bajos ingresos, por lo que, sin duda, esta
excesiva delegación de facultades atenta contra el equilibrio de poderes de las instituciones de nuestra
República.
Es dable destacar que en el fallo “Caliva” fue el juez federal de primera instancia quien, de oficio, ha
decidido respetar y garantizar la movilidad de los haberes del actor, sin aceptar de manera automática lo
dispuesto por el Poder Legislativo, que delegó en el Poder Ejecutivo su facultad de fijar la movilidad, usando los
recursos destinados para el aumento de todos los jubilados para hacer frente a un fuerte ahorro fiscal y poder
afrontar las obligaciones económicas asumidas internacionalmente; pero esa medida va en contra de las
obligaciones de respeto a los derechos humanos de los adultos mayores, también asumidas
internacionalmente.
Otro dato que considero relevante es que la Anses, al expresar agravios, ha omitido agraviarse respecto
del punto movilidad, guardando silencio al respecto.
El fallo “Caliva”, sin duda, va en consonancia con el desarrollo jurisprudencial que viene teniendo la justicia
federal de Salta, al igual que otras jurisdicciones del país, que desde el dictado del fallo “Pedraza”(12) se han
capacitado en la materia, han demostrado a través de sus sentencias que, más allá de ser juzgados
multifueros, asumieron con responsabilidad el estudio del derecho de la seguridad social, especializándose en
el mismo, y que han sido replicados en todo el país, como sucedió con el fallo “García, Miguel c/Anses
s/Reajustes Varios”, del 31/7/2018, donde la Sala II de la Cámara Federal de Salta dispuso la inaplicabilidad de
la resolución 56/2018, contrariamente a lo que resolvían los juzgados federales de seguridad social de Capital
Federal -fuero especializado en la materia- y que luego la CSJN, en el fallo “Blanco”(13), declaró la
inconstitucionalidad de las resoluciones (ANSeS) 56/2018 y (SSS) 1/2018, lo que demuestra que en el interior
del país, lejos de ampararse en la competencia multifueros, y de los escasos recursos con los que cuenta el
fuero sobre todo en materia previsional, al menos en esta jurisdicción, se han dedicado a la resolución de los
casos concretos sometidos a su jurisdicción, demostrando, la mayoría de sus integrantes, la voluntad de estar
a la altura de las circunstancias, que no es otra que administrar justicia.
Sin duda, queda mucho por hacer y por aprender, pero ese es el gran desafío para todos los operadores
de la seguridad social ante los vaivenes políticos y económicos que existieron, existen y existirán en nuestro
país y que afectan directamente a los adultos mayores.

Notas:
(*) Abogada (Universidad Nacional de Tucumán). Máster en Administración y Gestión de los Sistemas de Seguridad
Social en la Universidad de Alcalá de Henares-OISS. Maestranda en Derecho Procesal de la Universidad Nacional de
Rosario. Maestranda en Justicia Constitucional y Derechos Humanos en la Universidad de Bolonia. Presidenta de la
Comisión de Derecho Previsional del Colegio de Abogados de Salta
(1) “Blanco, Lucio Orlando c/Anses” - CSJN - 18/12/2018 - Cita digital: IUSJU033962E. Consid. 26: “Que, por último,
cabe destacar que es precisamente en tiempos de crisis económica cuando la actualidad de los derechos sociales cobra
su máximo significado. En tales etapas críticas, deben profundizarse las respuestas institucionales en favor de los
grupos más débiles y/o postergados, pues son las democracias avanzadas y maduras las que refuerzan la capacidad
de los individuos y atienden las situaciones de vulnerabilidad en momentos coyunturales adversos”
(2) “El envejecimiento y la discapacidad -los motivos más comunes por los que se accede al estatus de jubilado- son
causas predisponentes o determinantes de vulnerabilidad, circunstancia que normalmente obliga a los concernidos a
contar con mayores recursos para no ver comprometida seriamente su existencia y/o calidad de vida y el consecuente
ejercicio de sus derechos fundamentales. Por ello, las circunstancias y condicionantes de esta etapa del ciclo vital han
sido motivo de regulación internacional, generando instrumentos jurídicos específicos de relevancia para la causa que
se analiza” (“García” - Cita digital: IUSJU036587E)
(3) Courtis, Christian: “La prohibición de regresividad en materia de derechos sociales: apuntes introductorios” en
Courtis, Christian (comp.): “Ni un paso atrás. La prohibición de regresividad en materia de derechos sociales” - CEDAL
y CELS - Ed. Del Puerto - Bs. As. - 2006 - pág. 3 y ss.
(4) “Américo Pellegrini” - CSJN - 28/12/2006 - Fallos: 329:5525
(5) Rossi, Julieta: “La obligación de no regresividad en la jurisprudencia del Comité de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales” en Courtis, Christian (comp.): “Ni un paso atrás. La prohibición de regresividad en materia de derechos
sociales” - CEDAL y CELS - Ed. Del Puerto - Bs. As. - 2006 - pág. 79 y ss.
(6) CSJN - 29/3/2005 - Fallos: 328:566 - Cita digital EOLJU124707A
(7) CSJN - 17/5/2005 - Fallos: 328:2833 - Cita digital EOLJU161431A
(8) CSJN - 8/8/2006 - Fallos: 330:4866 - Cita digital EOLJU123180A
(9) CSJN - 11/8/2009 - Fallos: 330:4866 - Cita digital EOLJU117472A
(10) CSJN - 18/12/2018 - Fallos: 341:1924 - Cita digital: IUSJU033962E
(11) En “Russo”, Aráoz de Lamadrid y Oyhanarte, en su voto concurrente, enumeraron sistemáticamente los requisitos
generales de validez de las normas de emergencia, según la jurisprudencia de la Corte Suprema. Allí se dijo que dicha
normativa está sujeta a cuatro requisitos: a) situación de emergencia definida por el Congreso de la Nación; b)
persecución de un fin público que “consulte los superiores y generales intereses del país”; c) transitoriedad de la
regulación excepcional; d) razonabilidad del medio elegido -en términos de adecuación de medios y fines- y respeto
del “límite infranqueable” fijado por el art. 28, CN (Fallos: 313:1513; 318:1887; 321:1984; 325:28; 330:3002, entre
muchos otros)
Más adelante, con motivo de la normativa de emergencia derivada de la crisis del año 2001, la Corte continuó
analizando la relación entre la regulación de emergencia y los derechos (en este caso, esencialmente patrimoniales) en
diversos pronunciamientos en los que no alcanzó a trazar principios jurisprudenciales firmes, sino que ha ido dejando
una huella con zigzagueos constantes (casos “Kiper”, “Smith”, “Provincia de San Luis”, “Cabrera”, “Bustos”, “Massa”,
“Rinaldi”, “Kujarchuk”, “Wainhaus”, “Longobardi”, “Benedetti”, “Bezzi”)
(12) CSJN - 6/5/2014 - Fallos: 337:530 - Cita digital EOLJU171016A
(13) CSJN - 18/12/2018 - Fallos: 341:1924

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