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Amor, magia y… ¿feminismo?

Análisis de Como agua


para chocolate de Laura Esquivel
Love, magic and… feminism? Analysis of Como agua
para chocolate by Laura Esquivel

Silvia Sanz Rojas


Universidad Autónoma de Madrid

Resumen
La novela de Laura Esquivel Como agua para chocolate (1989) es una de las obras más
trascendentes de la literatura mexicana del siglo XX. Además de ser uno de los textos
representativos del realismo mágico latinoamericano, contiene un valioso mensaje
transgresor y discutiblemente feminista. Dicho mensaje, sin embargo, se ve ensuciado
por algunas contradicciones que analizaré a lo largo de este trabajo. Para asegurar un
buen análisis de la novela, en primer lugar, voy a dedicar un apartado a poner en relieve
las ideas de Laura Esquivel en torno al feminismo, tomando como fuente sus
declaraciones en algunas entrevistas. Después, comenzaré la exposición sobre el
contenido de la novela analizando cómo ejerce su denuncia contra la opresión hacia las
mujeres, a lo que seguirá un examen detallado de los personajes más relevantes. Por
último, ofreceré una reflexión sobre si las ideas que defiende esta novela son realmente
feministas.

Palabras clave: feminismo, realismo mágico, opresión, mujeres.

Abstract
Laura Esquivel’s novel Como agua para chocolate (1989) is one of the most
transcendent works of 20th century Mexican literature. In addition to being one of the
representative texts of Latin American magical realism, it contains a valuable
transgressive and arguably feminist message. This message, however, is tainted by some
contradictions that I will analyse throughout this paper. To ensure a good analysis of the
novel, first, I will dedicate a section to highlighting Laura Esquivel’s ideas of feminism,
taking as a source her statements in some interviews. I will then begin my discussion of
the content of the novel by analysing how she denounces oppression against women,
followed by a detailed examination of the most relevant characters. Finally, I will offer a
reflection on whether the ideas defended by this novel are truly feminist.

Key words: feminism, magical realism, oppression, women.

Laura Esquivel y el feminismo


Antes de comenzar a analizar la novela en sí, es conveniente tener en cuenta el
pensamiento de la autora, las ideas fundamentales de las que nace Como agua para
chocolate, que, como veremos, pueden vincularse con el feminismo y con la
reivindicación de la libertad de la mujer en la sociedad.
Si sintetizamos las declaraciones de Laura Esquivel en distintas entrevistas,
repartidas entre programas de televisión y artículos periodísticos, se puede extraer una
tesis muy concreta que a priori parece no tener nada que ver con el tema de la mujer o
del feminismo: la cocina es un arte fundamental, la fuente principal de conocimiento.
En una entrevista de televisión concedida a City University of New York (CUNY) en
1994, Esquivel cuenta que ella misma creció entre fogones, descubriendo que su
vinculación con la cocina, como disciplina y como espacio, es tan estrecha como la de
la protagonista de su novela. Lo compara con un laboratorio de alquimia 1 y asegura que
en tal espacio aprendió más que en la universidad, ofreciendo una consciente
reminiscencia a Sor Juana Inés de la Cruz, que en su «Respuesta a Sor Filotea» dice:
Pues ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he descubierto
estando guisando? Veo que un huevo se une y fríe en la manteca o aceite y, por
contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida
basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta
agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos,
que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no. Por no cansaros con tales
frialdades, que sólo refiero por daros entera noticia de mi natural y creo que os causará
risa; pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo
Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir
viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito. (Juana
Inés de la Cruz, s.f. [1691])

1
Ella responde «es un gran laboratorio de alquimia» cuando le preguntan qué es la cocina para ella en
una entrevista concedida al programa de radio BBC Estudio 834:
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_4705000/4705417.stm
En relación con los roles femeninos establecidos por la sociedad, también considera que
la cocina, muy vinculada con el amor de acuerdo con su opinión, le sirve a la mujer para
invertir los roles sexuales con su pareja masculina. Mientras que tradicionalmente la
mujer adopta el rol pasivo y el hombre el rol activo, en el momento en que ella le
prepara a él algo para comer, que Esquivel considera un «acto de amor» 2, esos papeles
se invierten, siendo la mujer el sujeto activo —cuando una mujer cocina, lo hace con
generosidad y no por interés, da amor— y el hombre, el pasivo —recibe y se deja
penetrar por ese amor en forma de comida—.
Si bien el feminismo radical de los 70 considera la cocina un espacio represivo de la
mujer, Laura Esquivel trata de cambiar la perspectiva con la que se observa: ella lo
considera un lugar sagrado y una fuente de poder para la mujer (Balutet, 2016: 60, 61).
Otra opinión interesante que Esquivel ha manifestado públicamente gira en torno a la
tradición. Si bien la importancia de la cocina es un elemento esencial en la novela,
también es relevante en la obra el tema de la tradición, que convierte en víctimas a
muchas personas; habitualmente, a mujeres, que, al igual que la protagonista, se ven
privadas de libertad, del poder de decisión sobre sus propias vidas. Laura Esquivel trata
de luchar contra esas tradiciones, vengan de parte de la sociedad en general o de la
familia específicamente, que ella cualifica de «castrantes» y «dolorosas». La solución
que propone para romper con ese tipo de tradición es hacer «morir en uno esa tradición
y no pasarla a la nueva generación»3.
En definitiva, Laura Esquivel tiene un ideal que apoya plenamente la libertad de las
mujeres y ello es lo que la empuja a escribir. Tanto Como agua para chocolate como el
resto de sus novelas nacen del deseo de hacer entender a víctimas de tradiciones
opresoras que para cambiar las cosas es necesario impedir que esa tradición continúe en
la siguiente generación. Esquivel es, además, una gran defensora de la importancia que
tiene dar rienda suelta al amor y una de sus maneras preferidas para hacerlo es
recurriendo a la cocina, su pilar fundamental en la vida. Ahora bien, sabiendo esto, cabe
preguntarse si Laura Esquivel puede considerarse realmente una mujer feminista. Lo
cierto es que su discurso no tiene tantas cosas en común con lo que se entiende por
2
Palabras textuales extraídas de una entrevista concedida a El País en 2021:
https://elpais.com/mexico/2021-12-25/laura-esquivel-soy-la-mas-feliz-en-la-cocina-cocinar-es-un-acto-
de-amor.html. También describe el acto de cocinar de esta manera en la entrevista vinculada en la nota
anterior.
3
Estas declaraciones proceden de una rueda de prensa publicada por El País en 2012:
https://elpais.com/cultura/2012/11/29/actualidad/1354215600_1354225282.html. El término
«castrante» lo utiliza a menudo al referirse a la sociedad o a la tradición, apareciendo también en otras
entrevistas.
feminismo a día de hoy, pero sí hay una clara intención por parte de Laura Esquivel, tan
subrayable como admirable, de que las mujeres conozcan sus derechos, especialmente
su derecho a la libertad, y luchen juntas por mantenerlos, o incluso conseguirlos en el
caso de mujeres que se encuentren en un estado grave de vulnerabilidad.

Como agua para chocolate: una denuncia contra la opresión


La novela Como agua para chocolate es el resultado de un primer intento de denuncia
por parte de la autora contra la opresión que sufren aquellas mujeres condenadas a
cumplir con una tradición que les corta las alas y les arrebata la capacidad de decisión
sobre sí mismas. Como acabamos de ver, Laura Esquivel tiene especial interés en
reivindicar el arte de cocinar, que resulta muy evidente en este libro, pero también por
visibilizar a aquellas mujeres cuyas vidas están escritas desde su nacimiento, o incluso
antes, y demostrar que, si de verdad quieren cambiar eso, deben hacerle frente a esa
opresión y evitar convertirse ellas mismas en opresoras de sus descendientes.
En líneas generales, esta novela nos cuenta la trágica historia de amor entre Tita, una
mujer que vive prácticamente toda su juventud junto a los fogones de la cocina del
rancho familiar, y Pedro, un joven que se enamora perdidamente de ella. A pesar de que
se enamoran muy intensamente el uno del otro desde la primera vez que se ven, se trata
de un amor imposible, dado que Tita, que es la menor de sus hermanas, está condenada
a cuidar de su madre hasta que esta muera debido a una tradición familiar que así lo
dicta. Su madre quiere respetar a toda costa esta tradición y prohíbe a Tita casarse. Para
evitarlo, casa a su hija mayor, Rosaura, con Pedro, ya que es la que está destinada a
casarse por ser la primogénita, y él acepta el enlace pensando que así podrá estar cerca
de Tita. De toda esta situación resulta interesante que la persona que ejerce activamente
la violencia y la opresión contra Tita sea su madre, es decir, una mujer. No el hecho de
que una mujer se comporte de esta manera, sino lo que representa este personaje.
Teniendo en cuenta el encuadre temporal de esta historia (finales del siglo XIX), la
madre de Tita es la personificación de la sociedad patriarcal que desea tener bajo control
a las mujeres y relegarlas a papeles muy concretos, como el ser madres, esposas o
ambas a la vez: madresposas4. A veces, como en el caso de Tita, incluso privarlas de
ello, obligándolas a cuidar de sus padres de por vida, o a ingresar en un convento, por
ejemplo. Uno de los pasajes de la novela deja muy clara la relación entre la opresión por

4
Madresposa: mujer cuyos únicos cometidos en la vida son formar una familia con un hombre —para no
quedarse sola— y complacerlo tanto afectiva como sexualmente (Lagarde, 2001: 50-51).
parte de la madre hacia Tita y la opresión por parte de la sociedad patriarcal a las
mujeres: tras enterarse de la muerte de su primer sobrino, Tita estalla de rabia y planta
cara a su madre. Esto lo hace justo en el momento en el que está cocinando un plato
cuyo ingrediente principal es el chorizo, sujetando uno entre sus manos. En medio de la
discusión comienza a cortar violentamente los chorizos:
Tita sintió que una violenta agitación se posesionaba de su ser: enfrentó firmemente la
mirada de su madre mientras acariciaba el chorizo y después, en lugar de obedecerla,
tomó todos los chorizos que encontró y los partió en pedazos, gritando enloquecida.
(Esquivel, 1994: 90)
Tener el chorizo —símbolo fálico y por tanto del patriarcado, símbolo de poder— entre
sus manos hace que Tita sienta la fuerza de enfrentarse a su madre y destruirlo ilegitima
la autoridad de su madre (Balutet, 2016: 65). De esta forma, se rebela simbólicamente
ante el orden patriarcal.
Tita se convierte, por tanto, en una transgresora, en la puerta hacia la libertad de las
mujeres que vendrán después de ella, como su sobrina Esperanza o la narradora de la
historia, su sobrina nieta. Impide que la tradición continúe en las próximas
generaciones. Pero además de este logro, Tita muestra un poder del que ella misma no
es consciente: cada vez que cocina, la mezcla resultante de los ingredientes y sus
propias emociones le otorgan mágicamente el control sobre los demás (Balutet, 2016:
63). Sus elaboraciones le dan el poder de romper las cadenas de la opresión; así, tras
probar sus platos, su hermana Gertrudis consigue huir del rancho junto a su amante, y
los comensales de la boda de Esperanza y Alex dan rienda suelta a su amor junto a sus
parejas sin pudor alguno ni nada que se lo impida. Se trata de eventos maravillosos
propios de los textos adscritos al realismo mágico, pero tienen su importancia en el
sentido de que manifiestan el deseo de la autora de que en la vida triunfe siempre el
amor.

Análisis de los personajes


Como agua para chocolate presenta a una serie de personajes cuyo papel en la novela
merece ser analizado. No hablaremos de todos los que aparecen a lo largo del libro,
porque muchos no nos interesan; simplemente, de los más relevantes, que son Tita,
Pedro, Mamá Elena, Rosaura, Gertrudis y John.

Tita
Naturalmente, la protagonista es uno de los personajes sobre el que debe hacerse zoom.
Tita es una mujer vinculada con la cocina desde su nacimiento; ahí es donde su madre la
trae al mundo y donde crece, siendo criada por Nacha, la cocinera del rancho. Su familia
sigue una tradición según la cual la primera hija mujer debe ser la que continúe la
cadena familiar casándose con un hombre y la última debe permanecer soltera para
servir al cuidado de su madre hasta el fallecimiento de esta. Para su desgracia, Tita es la
tercera y última hija de su madre, por lo que esta tradición familiar le impide establecer
una relación con Pedro Muzquiz, a quien ama, al menos no públicamente. Si
observamos esta situación con más atención, nos damos cuenta de que en realidad no es
la madre de Tita quien la obliga a cumplir con esa imposición, sino una sociedad
patriarcal que quiere tener a las mujeres controladas y relegadas al deber de casarse o de
permanecer soltera, según interese.
El papel de Tita en la novela, como ya hemos ido viendo anteriormente, es el de ser
la oveja negra de la familia, la heroína, la mujer que discrepa de la tradición y decide
que es hora de cambiar las cosas, impidiendo que las mujeres de las siguientes
generaciones sigan viviendo atadas a un destino que les han impuesto y tengan el poder
de diseñar sus propias vidas. Por otro lado, en relación con el tema de la cocina, que no
hay que olvidar que es fundamental en la obra, el personaje de Tita también se puede
considerar transgresor en el sentido de que transforma la cocina, considerada un espacio
opresivo para la mujer, en un lugar liberador y creativo (Lawless, 1992: 267). Coincido
con Cristina Ortiz (1996: 125, 126) en que esto remite a las tretas del débil enunciadas
por Josefina Ludmer:
La treta (otra típica táctica del débil) consiste en que, desde el lugar asignado y aceptado,
se cambia no sólo el sentido de ese lugar sino el sentido mismo de lo que se instaura en
él. Como si una madre o ama de casa dijera: acepto mi lugar pero hago política o ciencia
en tanto madre o ama de casa. Siempre es posible tomar un espacio desde donde se puede
practicar lo vedado en otros; siempre es posible anexar otros campos e instaurar otras
territorialidades. Y esa práctica de traslado y transformación reorganiza la estructura
dada, y cultural: la combinación de acatamiento y enfrentamiento podían establecer otra
razón, otra cientificidad y otro sujeto del saber. (Ludmer, 1985: 53)
Además, preparar la comida se convierte en un código secreto con el que es capaz de
comunicarse con su amante y transmitir toda la pasión que siente por él, llegando a
transmitir mágicamente su deseo de rebeldía a otras personas (Meacham, 1998: 121),
porque es un personaje que alberga magia desde su nacimiento.
Tita es la gran víctima de la novela. No solo en cuanto a su situación de no poder
decidir sobre sí misma, sino también en cuanto al trato que recibe por parte de su
familia, específicamente por parte de su madre. Más que como a una hija, parece tratarla
como si fuera una simple sirvienta cuyas tareas se limitan a hacer la comida, ayudar a su
madre a asearse y atenderla en todo lo que necesite. Además, Mamá Elena es una madre
que no duda en agredir físicamente a su hija cada vez que esta la contradice en algún
aspecto. En este sentido, Cherie Meacham ve relaciones directas entre esta novela y el
cuento tradicional de la Cenicienta, como, por ejemplo, en cuanto al conflicto madre-
hija, a la relación entre hermanas, a la búsqueda del compañero —es decir, marido—
adecuado y en el empoderamiento del ámbito doméstico (Meacham, 1998: 117). De
acuerdo con su artículo, esa batalla que tiene Tita con su madre conduce la historia de la
protagonista a través de una estructura argumental típica de los cuentos de hadas: el
personaje parte de una situación de sufrimiento y desesperación para llegar a un final
feliz en el que todo se recupera (Meacham, 1998: 120). Otro elemento que contribuye a
pensar que hay un paralelismo entre esta obra y los cuentos de hadas, insistiendo en el
caso de la Cenicienta, es la magia. Sin esta, la heroína de la historia no tendría nada que
hacer contra las fuerzas que la oprimen (Meacham, 1998: 122). De igual manera, Tita
jamás hubiera podido hacer el progreso que hace si la magia no estuviera de su lado.
Para concluir con el acercamiento al personaje de Tita, cabe subrayar que su valor
reside especialmente en que inicia una revolución desde dentro, desde una cocina
aparentemente represora que en realidad juega a su favor por ser el lugar en el que ella
encuentra una manera especial de expresarse. Además, más que luchar por su propia
libertad, lucha y se sacrifica por la libertad de las mujeres de las próximas generaciones,
empezando por su sobrina Esperanza, quien iba a tener que sufrir en el futuro lo mismo
que ella si no fuera porque la tradición muere con Tita.

Pedro
El segundo personaje que interesa estudiar es Pedro Muzquiz, el amante de Tita. Se
podría decir que es el motor que mueve a Tita a querer salvar a las mujeres de esa
tradición castrante, la razón por la que cuestiona las órdenes de su madre. Pedro es un
joven apasionado e impulsivo, ya que se deja llevar por su amor por Tita, aunque en
ciertos momentos demuestra no tener la osadía suficiente como para desafiar las normas
sociales y luchar de verdad por ella; la justa para satisfacer su deseo sexual. Es por eso
por lo que ha sido descrito como un ser pasivo (Martínez, 2004: 30). Ni siquiera se
opone ante la orden de Mamá Elena de marcharse a Estados Unidos con su mujer y su
hijo para separarle de Tita, lo que contradice su intención de estar cerca de ella al
casarse con su hermana mayor. Incluso hay un pasaje en la novela en el que Pedro
prueba un plato preparado por Tita y en el que pasa a ser indudablemente un sujeto
pasivo: «De esta manera penetraba en el cuerpo de Pedro, voluptuosa, aromática,
calurosa, completamente sensual. […] Pedro no opuso resistencia, la dejó entrar hasta el
último rincón de su ser sin poder quitarse la vista el uno del otro» (Esquivel, 1994: 50).
Ahí queda perfectamente representada la idea que tiene Laura Esquivel sobre la
capacidad que tiene la mujer de invertir los roles sexuales al cocinar para la pareja.
Al mismo tiempo, Pedro llega a mostrar un carácter posesivo y manipulador. Durante
gran parte de la novela, parece carecer de iniciativa en cuanto a tener el valor de
acercarse a Tita romántica y sexualmente, pero cuando Tita se compromete con John
Brown —ya muerta Mamá Elena—, él arde en celos, manipulándola para convencerla
de no casarse con ese hombre y acechándola todo el tiempo hasta acostarse con ella por
primera vez. Antes de este cambio de actitud ante la posibilidad de perder a Tita por otro
hombre, Pedro simplemente acata las órdenes de Mamá Elena sin oponer resistencia y
es espectador del romance lujurioso entre Gertrudis, la otra hermana de Tita, y Juan
Alejándrez, un soldado villista5. Tras presenciar la huida de Gertrudis con el villista —
totalmente desnuda sobre el caballo de este— comienza a despertar su deseo sexual por
Tita, explotando en el momento en que le arrebata la virginidad casi forzosamente. Ese
momento en el que los protagonistas al fin consuman su clandestina relación es muy
controvertido: «Pedro, sin responderle, se acercó a ella, apagó la luz del quinqué, la jaló
hacia donde estaba la cama de latón que alguna vez perteneció a Gertrudis su hermana y
tirándola sobre ella, la hizo perder su virginidad y conocer el verdadero amor»
(Esquivel, 1994: 139). Lo que hace Pedro podría considerarse una violación, una acción
machista con la que pretende adueñarse de Tita, hacerle entender sexualmente que es
suya, encadenarla a él. No le permite hacer su vida con otro hombre pese a que él, sin
dudarlo, accedió a casarse con Rosaura. Por tanto, Pedro acaba ejerciendo un poder
patriarcal inconscientemente opresor tanto sobre Tita como sobre su esposa, Rosaura;
las dos son manipuladas por él a su antojo. Una como a la mujer a la que quiere y otra
como una mera excusa, como un objeto, como la llave que le da acceso hacia Tita.

5
La novela tiene como marco temporal la época de la Revolución Mexicana. Se conocía como villistas a
los soldados que luchaban a favor de la Revolución Mexicana bajo el liderazgo del general Francisco Villa.
Al final, Pedro, contagiado por las directrices de la sociedad patriarcal que le ha
inculcado ideas erróneas de lo que es el amor y la pareja, también es un agente represivo
para Tita, aunque ella esté cegada por el amor.

Mamá Elena
La madre de Tita es, quizá, el personaje más importante después de la protagonista. Si
Tita es la víctima, Mamá Elena es la que ejerce la violencia sobre ella, tanto física como
psicológica, su opresora directa, incluso después de muerta, atormentándola con la
presencia casi constante de su espíritu. Además de castigarla en varias ocasiones con
agresiones físicas, Mamá Elena se empeña en arrebatarle cualquier vestigio de
autoestima e independencia a Tita, cumpliendo con el modelo que establece el personaje
de la madre en el cuento de la Cenicienta mencionado anteriormente: relega a Tita a ser
una sirvienta más de la casa, aprovechándose de ella para realizar las tareas más
desagradables y así destruir cualquier rastro de autoestima que la empuje a desafiar sus
órdenes (Meacham, 1998: 118). Al hilo de esto, Meacham señala que hay una relación
de jerarquía que posiciona a Mamá Elena en la cima y a Tita en el escalón más bajo, que
le priva de cualquier privilegio (118).
Otro aspecto de este personaje que demuestra su representación del poder patriarcal
es que se libera del espacio femenino que es la cocina, dejándoselo a las cocineras de la
casa entre las que se encuentra su propia hija Tita (Martínez, 2004: 29). Esto quizá
puede ser analizado también como una muestra de transgresión por parte de este
personaje: siendo consciente de su posición jerárquica suprema en la casa —por su
condición de madre y dueña del rancho ante la ausencia de un padre, que falleció poco
después de nacer Tita; quizá por edad también—, se toma la libertad de desvincularse de
espacios «femeninos».
Ha quedado claro que Mamá Elena es una mujer que aplica una opresión castrante
hacia sus hijas, una mujer autoritaria, que no da su brazo a torcer. Sin embargo, nada es
casual en esta novela, y tampoco lo es esta actitud por su parte. En un punto de la
novela, cuando Mamá Elena ya ha fallecido, Tita descubre que su madre en el pasado
también tuvo un lío amoroso con un hombre, que además era mulato. Cuando sus
padres descubrieron esa relación, la obligaron a casarse inmediatamente con Juan De la
Garza, quien sería el padre de Rosaura y Tita, pero no de Gertrudis, que es fruto de la
relación que seguía manteniendo en secreto con José Treviño, que así se llamaba su
amante. La tradición y las normas sociales de conducta «moral» le impidieron disfrutar
exitosamente de esa relación, lo cual explica, pero no justifica, su insistencia en respetar
la tradición, la violencia que ejerce sobre Tita especialmente.

Rosaura
La hija mayor del matrimonio De la Garza es otro personaje interesante de analizar
como víctima del sistema patriarcal manifestado a través de Mamá Elena. No es tan
evidente como en el caso de Tita, pero de igual manera es forzada a cumplir con una
obligación, que es casarse y tener descendencia. Ella nunca replica ni se opone al
respecto, pero si lo hiciera, sufriría lo mismo que su hermana.
Rosaura podría considerarse la antítesis de Tita. La primera oposición entre ellas es
todo esto de la tradición familiar según la cual una debe contraer matrimonio y la otra
no debe aspirar a otra cosa que no sea atender a su madre. La segunda es que una acata
órdenes sin rechistar y la otra continuamente cuestiona el papel que le ha tocado
cumplir, con el deseo de desafiarlo. Y la tercera, quizá la más interesante, es que
Rosaura rechaza el mundo de la cocina. Igual que su madre, nunca se involucra en las
tareas culinarias, pero en su caso se debe a que de pequeña se quemó por accidente con
un comal que estaba caliente. Su alejamiento del mundo de la cocina podría
considerarse un desafío al pensamiento de que todas las mujeres saben cocinar —y si
no, deben aprender— y disfrutan haciéndolo, como si la habilidad culinaria fuera
inherente al género femenino.
Por último, en relación con el asunto de la tradición familiar, si no fuera por los
esfuerzos y el sacrificio de Tita por frenar esa tradición, Rosaura se hubiera convertido
en la próxima Mamá Elena. Estaba dispuesta a criar a su hija Esperanza tal y como le
correspondía por ser la última niña en nacer, porque Rosaura no iba a poder tener más
hijos; estaba dispuesta a condenarla a sufrir y a encadenarla a ella para siempre. Esto es
porque Rosaura representa a la mujer que no lucha contra lo que le impone la sociedad
patriarcal, por miedo a las consecuencias o por haber heredado una ideología
conservadora.

Gertrudis
La última De la Garza que queda por examinar es Gertrudis, uno de los personajes más
transgresores y el más cercano de todos a ideas radicalmente feministas. Gertrudis es la
única que logra gozar de libertad, al contrario que Tita y Rosaura, por ser la hermana
mediana; quizá en parte por ser el producto de una aventura amorosa de su madre con
otro hombre, lo que le da a Mamá Elena una razón de más para no tomarla muy en
cuenta.
Gracias al influjo mágico procedente de uno de los platos que cocina Tita, que
funciona como un encantamiento afrodisíaco, Gertrudis siente despertar en su interior
un deseo sexual muy intenso, acompañado de un incremento exagerado de su
temperatura corporal, teniendo en mente al villista con el que había cruzado miradas
días atrás. La magia hace su trabajo y ese deseo se ve cumplido poco después, cuando
un olor a rosas que desprende su cuerpo atrae al soldado a su encuentro para llevársela y
dar rienda suelta a la pasión y a la lujuria. Tiempo después vuelve al rancho convertida
en generala del ejército revolucionario.
Teniendo en cuenta la época en la que se desarrollan los acontecimientos, la imagen
de una mujer que ha conseguido un rango militar destacado y que se hace respetar por
los hombres que están bajo su liderazgo es muy rompedora. No es algo extraordinario,
pues claro que había mujeres que participaban activamente por la causa revolucionaria,
de acuerdo con varios artículos periodísticos, pero sí reivindicativo de la libertad de las
mujeres, alegando simbólicamente, sumado a todo lo comentado anteriormente, que las
mujeres deberían tener la autodeterminación de decidir a qué dedicar sus vidas borrando
etiquetas sobre lo que es de hombres y lo que es de mujeres. También resulta interesante
comprobar que cuando Gertrudis regresa al rancho con su pequeña tropa de hombres,
incluyendo a Juan, el que se la llevó de allí, todos ellos la respetan y permanecen un
paso más atrás que ella; es como si, una vez más, los papeles se hubieran invertido y
Gertrudis los tratara igual que los hombres han tratado siempre a las mujeres. Victoria
Martínez opina y aclara que la novela no sugiere la conquista por parte de las mujeres
del patriarcado, sino que estas simplemente han ejercido los privilegios de su clase
(2004: 33).

John
Por último, cerrando la lista de personajes que nos interesa analizar se encuentra John
Brown, un médico estadounidense que suele atender a las De la Garza. En el episodio
del nacimiento del primer hijo de Rosaura y Pedro, cuando John conoce a Tita, él se
enamora de ella, siendo la primera vez que se fija en una mujer desde el fallecimiento
de su esposa. Capítulos más tarde, tras el fuerte enfrentamiento de Tita contra su madre
al enterarse de la muerte del pequeño al que había ayudado a nacer y al que había estado
amamantando milagrosamente mientras pudo, él la refugia en su casa en lugar de
llevarla a un manicomio como había ordenado Mamá Elena. La cuida y pacientemente
espera a que se recupere del duelo por la muerte del bebé, durante el cual Tita no le
dirige la palabra. Finalmente, acaban comprometiéndose, aunque resulta inevitable que
a Tita le asalten las dudas al respecto de casarse con él, sobre todo después de creerse
embarazada de Pedro. Tita se lo confiesa y John le da total libertad para elegir.
A simple vista, John no tiene una función muy relevante en esta historia, pero lo
cierto es que este personaje también tiene su relevancia en el sentido de que se muestra
como el hombre ideal, el que cuida y apoya incondicionalmente a la mujer que ama y no
cae en los celos ni juegos de manipulación, que son una fuente de maltrato. Se le
presenta como una mejor alternativa para Tita, pero aun así, ella elige a Pedro, a quien
considera el verdadero amor por el que debe luchar.

¿Realmente se defienden ideas feministas? Crítica a la novela y conclusiones


Una vez leída la novela y analizados algunos de sus aspectos más relevantes, cabe
cuestionar su cualidad de feminista en tanto a lo que se considera feminismo a día de
hoy. Entre los artículos que hablan de esta obra, las opiniones se dividen entre los que
niegan rotundamente que se trate de una novela feminista, con lo que estoy más bien de
acuerdo, y los que creen que sí lo es o que al menos acepta esa consideración.
Los que entran en el primer grupo no ven una ruptura real o un desafío exitoso del
patriarcado por parte de ningún personaje femenino, ni siquiera Tita y Gertrudis. En
cierto modo tienen razón: tanto una como la otra, pese a sus logros, totalmente loables,
permanecen continuamente atadas bajo el ala del patriarcado. Ambas muestran la
necesidad de pasar el resto de sus vidas junto a un hombre, de ser poseídas —
sexualmente— por ese hombre, y eso se debe a que a las mujeres se les inculca que
necesitan a un hombre para vivir felices, una estrategia originaria del amor burgués
confeccionada para proliferar la procreación según Marcela Lagarde (2001: 44). Ellas
en ningún momento se plantean permanecer solteras voluntariamente y ser felices por su
cuenta. Esta es una clara contradicción al feminismo que delata incluso cierto
conservadurismo en la autora. La única diferencia en este sentido entre estas dos
hermanas es que Gertrudis relega a su pareja y a los hombres que forman parte de su
tropa a un escalón inferior, mostrándose ella superior e incluso tratando a Juan como un
perro faldero, pero de igual manera, no se muestra como una mujer independiente.
Por otro lado, entre los que consideran que sí hay una relación entre el feminismo y
Como agua para chocolate, he leído una opinión que considero válida. Esa opinión es
expresada por Nicolás Balutet y propone que esta novela presenta un feminismo
híbrido, siendo un ejemplo de lo que se conoce como metafeminismo, término acuñado
por Lori Saint-Martin referente a aquellas obras que no se corresponden con la escritura
feminista radical y militante de los años 70 pero que emergen de ella y la prolongan en
nuevas direcciones, que tratan de interrogar el lugar de lo femenino en la historia y la
literatura, de examinar la relación entre madre e hija y entre hombres y mujeres, así
como de trastornar las fronteras entre los sexos (Balutet, 2016: 77). Todo esto cumple
con la novela de Laura Esquivel, y creo que es especialmente relevante eso último, el
trastorno de los límites entre sexos, que en este caso se da especialmente en torno a la
cocina.
En definitiva, esta novela es un mensaje de una mujer para todas las mujeres. En ella,
Laura Esquivel defiende principalmente que la cocina no es un espacio de represión
femenina, sino un lugar que otorga poder a la mujer y desde el que se puede luchar para
cambiar la sociedad. Demuestra también una intención de borrar los límites entre los
roles de género y enseñar que es posible invertirlos. Sin embargo, pese a que la
protagonista es un modelo aplaudible por su lucha y sacrificio, esta novela tiene puntos
criticables, siendo el más grave de ellos que ninguno de sus personajes femeninos llegan
a romper realmente las limitaciones que el patriarcado impone a las mujeres,
ateniéndose a ideas sobre el amor y el matrimonio propias de la sociedad burguesa, lo
que descarta esta novela como feminista, pero no anula sus aspectos más transgresores.

Bibliografía
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chocolate». Cuadernos del Hipogrifo. Revista de Literatura Hispanoamericana y
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