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INSTITUTO TECOMENSE DE ESTUDIOS SUPERIORES BENITO JUÁREZ

LIC. EN FERMERIA

MATERIA: ANTROPOLOGIA DE LA SALUD

GRADO Y GRUPO: “1-C”

NOMBRE DEL ALUMNO: RAMON CORONA ARIAS


INDICE:
INTRODUCCIÓN: ..................................................................................................................................................... 1
OBGETIVO GENERAL:........................................................................................................................................... 2
JUSTIFICACIÓN....................................................................................................................................................... 3
LA MUERTE (BIBLIOGRAFIA/HISTORIA) ...................................................................................................... 4
INTERPRETACIÓNES FILOSOFICAS............................................................................................................... 6
LA REALIDAD DEL SUFRIMIENTO: REPRESENTACIÓNES Y SIGNIFICADOS ............................... 7
CARACTERISTICAS Y MOMENTOS: ................................................................................................................ 9
........................................................................................................................................................................................ 9
EL ACOMPAÑAMMIENTO HUMANO ...............................................................................................................10
ETAPAS DEL DUELO.............................................................................................................................................11
LA MUERTE COMO REALIDAD HISTORICA Y SOCIAL...........................................................................12
LA BUSQUEDA DEL SENTIDO ..........................................................................................................................13
.......................................................................................................................................................................................14
EL ACOMPAÑAMIENTO EN LA TERMINALIDAD .......................................................................................15
CONCLUCIÓN ..........................................................................................................................................................17
REFERECINCIAS BIBLIOGRÁFICAS ...............................................................................................................18

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INTRODUCCIÓN:

La muerte es parte intrínseca de la vida, y hablar de las probabilidades de evolución de una enfermedad,
incluyendo la muerte y la agonía, es una parte importante de la atención sanitaria. Cuando se tratan estos temas
hay diferencias notables entre médicos y afectados tanto en el lenguaje que utilizan como en el nivel de
naturalidad con que los abordan.

También varía entre unas personas y otras el nivel de serenidad respecto a la cantidad de información que
desean conocer y a su participación en las decisiones que haya que adoptar. Por lo general, las personas
gravemente enfermas y sus seres queridos deben tratar de comprender el probable curso futuro de su
enfermedad, así como las opciones disponibles para convivir con su discapacidad y su situación familiar.

Biológicamente, la muerte no es otra cosa que la descomposición de un organismo y la pérdida de los nexos que
necesariamente se dan en una determinada estructura orgánica. Para la biología la muerte es un fenómeno
absolutamente natural que se define negativamente en relación a la vida como "cesación" de la misma
Reflexionar sobre nuestra muerte es reflexionar sobre nuestra vida. La muerte es una dimensión de la vida. Para
Martin Heidegger, filósofo existencialista, la muerte es el acontecimiento esencial en la aventura humana. La
muerte es un misterio, la consideramos como el momento de decir adiós a todo, es el viaje de irás y no volverás.
¿Por qué nacimos, si vamos a morir? Cuando el cuerpo enfermo siente sensación de declive, de fragilidad,
desarmonía, malestar, disolución… se vislumbra un momento trágico de desaparición con pérdida de todo:
familia, posición social, patrimonio, fortuna… La muerte se produce al cesar las funciones fundamentales:
actividad cardíaca y actividad respiratoria, lo que representa el cese de las funciones cerebrales. Existe la muerte
biológica o muerte cerebral y la muerte total de todo el organismo. Nos preguntamos si existe la vida después
de la vida (Moody, Raymond A.) ¿Morir es pasar a otra dimensión? El gran filósofo, pensador y político francés
Edgar Morin separa hombre-cultura, vida-naturaleza, física-química.

No es posible bioquímicamente la inmortalidad. Hay muchísimas reacciones metabólicas irreversibles. No se


acepta la muerte, hay una cultura negadora de la muerte, y es una actitud inmadura. La muerte no es el
enemigo. En las facultades de Medicina se tiene esta creencia. Hablar de la muerte es un tema antisocial, un
tabú. Pero la vida del hombre se define por el fin del mismo, como un camino a cuya meta conduce. La vida es
el tiempo que transcurre entre nacimiento y muerte, o mejor dicho, es el conjunto de actos que un viviente
realiza.

Pierre Teilhard de Chardin estudia profundamente el tema de la muerte relacionado con el cristianismo. Teilhard
de Chardin era pensador, filósofo, sacerdote y jesuita. La muerte es el acontecimiento esencial en la aventura
humana. En «El medio divino» expone que la creación, la encarnación y la redención son indisociables. La
historia de la cosmogénesis, de la biogénesis y la antropogénesis se presenta como un esfuerzo de síntesis
convergente hacia la existencia de un fin último que Teilhard de Chardin llama punto omega. En la muerte es
como en un océano, viene a confluir nuestras disminuciones, bruscas o graduales, y la muerte es el resumen. La
muerte es una debilidad incurable de los seres corporales. El mismo autor tiene los ojos fijos en Cristo
resucitado, hacia quien toda la creación aspira y en quien encuentra su consistencia. Cristo ha vencido la muerte.
Acepta la verdad de la muerte como posibilidad propia e ineludible del ser humano.

1
OBGETIVO GENERAL:
Entender el estudio de la muerte en la materia de antropología para la salud del instituto de estudio superior Benito Juárez
para así tener conocimiento de este, durante el periodo de la tercera parcial

2
JUSTIFICACIÓN
Explicar Qué Gracias a la muerte programada los seres humanos estamos aquí tal como nos conocemos. Al parecer, la
naturaleza ha creado a los seres vivos para reproducirse y evolucionar, ya que muchos de los seres vivos mueren al final
de la reproducción.

3
LA MUERTE (BIBLIOGRAFIA/HISTORIA)
El estudio de la muerte siempre ha estado ligado a la antropología desde sus inicios. La
relación entre hombres, dioses y espíritus fue entendida inicialmente desde el plano de
lo sobrenatural, en la relación que existe entre el mundo en que vivimos y el que se
encuentra más allá de las estrellas. De esta forma, entender qué es lo que el hombre
hace en vida, es a la vez entender también el proceso de su muerte. De esta forma, desde
la antropología, el estudio de la muerte puede situarse en tres grandes periodos. El primero de ellos comprende
las percepciones y teorías evolucionistas de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI hasta antes de la expansión
teórica del estructuralismo lévi-straussiano a mitades del siglo pasado. El segundo periodo, un poco más corto
que el anterior se ubica desde el estructuralismo hasta el gran apogeo de la antropología simbólica encabezada
por CliffordGeertz Y finalmente, un tercer y último periodo, que se enmarca en los años 90’s y hasta la actualidad
caracterizada por la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad de las ciencias sociales y humanas sobre la
muerte como objeto de estudio y la modernidad como espacio de reflexión. Para los evolucionistas del siglo
XIX como E. B. Tylor, la muerte es un suceso más sobrenatural que real. de (1871), Tylor sostiene que la muerte
es un fenómeno que explica dos cuestiones muy importantes. Por una parte, nos permite entender cómo el ser
humano ha ido construyendo la religión a través de la veneración de los muertos (pasando del politeísmo al
monoteísmo); y por otra, ha generado la idea de que todo individuo posee un alma (animismo), para lo cual se
hace referencia a comprender que cuando algo muere no necesariamente desaparece puesto que “aunque un
hombre pueda morir y ser enterrado, su fantasma continúa presentándose a los vivos en visiones y sueños”
(Tylor 1973: 403) debido a que su espíritu permanece como elemento protector o castigador del grupo familiar
y social. Décadas más tarde, Freud entendería que la muerte no es un proceso de transferencia del espíritu, sino
más bien que, el proceso de comprensión de la muerte (o pulsión de muerte) es un punto central para entender
por qué sólo pensamos en la muerte cuando se hace visible en primera persona. En su texto, “De guerra y
muerte. Temas de actualidad” (1915), Freud sostiene que, “mientras que cuando la muerte se nos es ajena, el
sentido de inmortalidad nos permite entender según Freud que el mundo gira a nuestro alrededor, y que la
muerte es un acto cotidiano pero impersonal ya que “nuestro inconsciente (…) no conoce absolutamente nada
negativo (…) y por consiguiente tampoco conoce la propia muerte, a la que sólo podemos darle un contenido
negativo. Entonces, nada pulsional en nosotros solicita a la creencia en la muerte”. De estas dos primeras
posturas antropológicas sobre la muerte se desprende una tercera perspectiva que sitúa a la muerte.

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DESARROLLO:

Constitutivo de la vida humana, que permite generar no sólo prácticas de acompañamiento ritual, sino también, permite

entender que la muerte es también una necesidad básica que todos los seres humanos debemos satisfacer con respecto
al grupo al que pertenecemos. Esta institucionalización de la muerte está regida por un conjunto de normas sociales que
permiten no sólo determinar el tipo de ritual, sino a su vez, clasificar el estatus e importancia del sujeto a quien el ritual
mortuorio acompaña, así como de las respectivas funciones y otorgamientos de los familiares y deudos. Desde la
antropología se ha abordado ampliamente el tema de la muerte.

Autores como Marc Auge, Jean Baudrillard, o Philippe Ariès, reflexionan sobre la actual “ausencia” de la presencia de la
muerte en nuestras sociedades. También tenemos los estudios del ya clásico Thomas Louis-Vincent donde aborda los
distintos tipos de muerte. Dentro de la antropología de nuestro país es de destacar autores como Caro Baroja o Miguel
Barandiarán quienes nos sitúan en la primera parte del siglo veinte abordando las costumbres dentro de la cultura vasca
en relación al rito funerario. Por su parte, Marcial Gondar, en el contexto cultural gallego, se aproxima al estudio de dos
aspectos de la muerte: el aspecto relacionado con el rito y el mundo de su representación mental en el mismo. Si bien son
más los autores que trabajan la temática, sólo nombro algunos de ellos. En mi aportación abordaré en el tema de la muerte
de forma comparativa a dos culturas: la vasca y la gallega, profundizando en su mundo de representación mental a lo largo
de todo el siglo veinte y a nivel intergeneracional. Por ello, voy a presentar en este trabajo, la importancia de las creencias
para abordar las situaciones no sólo ya con enfermos Hasta este momento, se ha dado un paso muy importante para la
enfermería y han sido los estudios en profundidad realizados sobre el proceso de la muerte, traídos por Elizabeth Kubler-
Ross y Ernest Becker. Ellos nos han dejado unas importantes bases científicas, pero nos queda mucho camino por abrir, y
éste lleva a profundizar en el mundo de las creencias y a establecer unas diagonales en universales comunes, para
manejarnos así ante diversas situaciones de la muerte. Pero entre estos universales tenemos que señalar que el miedo a
la muerte, se halla en la base de toda la simbolización, bien negándolo, negociando con él o manifestándolo. Para Baker,
la motivación primaria del comportamiento humano es la necesidad biológica de controlar nuestra ansiedad básica, de
negar el terror a la muerte. Las personas somos seres ansiosos por naturaleza porque, en última instancia, nos
encontramos indefensos y abandonados en un mundo donde nuestro destino es morir.

“Este es el terror de haber emergido de la nada, tener un nombre, conciencia de sí mismo, sentimientos íntimos
profundos, un agudísimo anhelo de vivir y auto expresarse, y, sin embargo, pese a todo esto, morir”. Quiero añadir a estas
reflexiones que mi investigación me lleva a sostener que la simbolización que cada uno de nosotros tenemos de nuestra
muerte, dinamiza la forma en que vivimos. En la enfermería se está articulando con fuerza el estudio de los cuidados y la
antropología. Esta mirada hacia la antropología hunde sus raíces en la especialidad de esta ciencia en determinar los
comportamientos culturales de los diversos grupos étnicos. Descubrir la presencia de la cultura en los cuidados, da una
comprensión nueva a la profesión y construye en un dinamismo Constante la ciencia del cuidar. Los cuidados culturales

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permiten apreciar los componentes fundamentales del cuidado humano, a partir de una perspectiva transcultural. La
cultura como concepto clave de la antropología, permite dar significado a lo que nos rodea, y está constituida, por un
mundo de valores, creencias, maneras de vivir y tradiciones que se transmiten de generación en generación. Pero todo
ello se halla, si bien asienta terminales sino con la enfermedad en sí misma, debido a que ésta despierta de un modo u
otro la alerta de la muerte.

INTERPRETACIÓNES FILOSOFICAS

Todo ser vivo debe morir. Se considera a la muerte como ineludible, la cual
deberá llegar en cualquier tiempo y espacio por el que vivan los seres vivos.
Para los humanos, la muerte debe y puede explicarse a partir de la cultura en
que se desarrolló –morirá/murió–; desde la perspectiva cultural, se consideran
dos dimensiones para conceptualizar la muerte, como se presenta enseguida:
Universal: como si fuera un “fenómeno externo o ajeno” que invade nuestra
vida, situado fuera de nosotros y que suele alcanzarnos o tocarnos en ciertas
condiciones o circunstancias, dándole existencia propia a una “entidad
universal, implacable, absurda y fantástica” que “decide” quién muere en su
tiempo y espacio. Personal: como un “fenómeno intrínseco a la naturaleza de los seres vivos”, donde la separación de uno
de los elementos constitutivos del ser humano holístico definirá el momento del deceso o, como lo justifica la ciencia,
como un “proceso biológico”.

El ser humano, en su propio egoísmo, decide de alguna manera desconocida la separación del alma del cuerpo y del
espíritu, con lo que se presenta su muerte. Por otro lado, la ciencia médica hace toda una explicación acerca de la fisiología
y la clínica del proceso de morir. En el mismo orden de ideas, y considerando el punto de vista social, la muerte tiene dos
posibilidades para ser analizada: como acción individual y como fenómeno social-colectivo. En la primera circunstancia el
acto es morir y esto sólo lo “vive el muriente”; en el segundo caso la muerte se vive como una experiencia colectiva: un
fenómeno social que acompañan al muerto con sus lágrimas, su pena, su dolor, su luto, su parafernalia, sus creencias. Es
decir, el duelo. Además, el ser humano vive la fantasía de que vence a la muerte a través de la fe y la ciencia. En el primer
caso la existencia transmortal del alma en un cielo o infierno, como premio o castigo al estilo de vida personal y con la
creencia del arrepentimiento y el perdón al muriente, el sobreviviente cree desde su fe que Dios, en su infinita
misericordia, le da al alma del humano la posibilidad de una vida eterna. Por su parte, la ciencia médica futurista ha
enfocado sus conocimientos de ingeniería genética en una supuesta evitación de la enfermedad y la muerte con el manejo
del genoma. Ocurre de igual manera con los trasplantes de órganos y toda la tecnología que se concentra en mantener la
función en un cuerpo y no necesariamente la vida humana, como es habitual. Por medio de los sistemas religiosos la fe
nos hace creer en una vida transmortal, en un “más allá”, en la reencarnación, en el mito del eterno retorno, en el culto a
los antepasados, en un cielo e infierno, en el espiritismo.

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En fin: para aminorar el impacto de la muerte, el ser humano ha creado formas de vida posterior a la muerte en las que
“se vivirá” de distintas maneras según la cultura donde se crezca y se desarrolle, proyectando así ante la muerte una vida
transhumana. En cuanto a las tradiciones antiguas podemos considerar el embalsamamiento y la momificación con la idea
de que en el más allá es necesaria la conservación de la forma para enfrentar lo que corresponda. Durante siglos la
alquimia intentó buscar el elixir de la vida eterna; en el mismo sentido lo ha hecho la ciencia a través de la criogenización
o la búsqueda para evitar el envejecimiento con el uso de fármacos e incluso el uso del dan para mantenerse jóvenes y
evitar la muerte, como si todo esto fuera una garantía para volver a vivir.

La muerte es una parte natural y normal de la vida, un hecho sumamente difícil de aceptar por los humanos, ya que el
dolor de la ausencia del “otro como yo” hace que las emociones vividas con esa persona ahora no tengan la contraparte
histórico emocional que responda a tales situaciones. Ese vacío emocional lleva al humano a padecer el duelo por la
pérdida debido a la ausencia del “otro como yo”. El ser humano debe entender que la naturaleza creó la vida y sus diversas
formas como parte de un juego de creación-destrucción. Así, al nacer, todos los seres vivos estamos condenados a morir.
La muerte es un hecho de la vida cotidiana que todos debemos afrontar tarde o temprano. Ante esto debemos aprender
a hablar de ella sin temor ni resentimiento: hablar de la muerte significa hablar pronunciando la palabra “muerte”. Para
muchos humanos la palabra “muerte” significa mal agüero, mala suerte, derrota, pérdida, e incluso hay quienes tienen la
idea de que ésta se puede contagiar.

Se debe utilizar esta palabra para tratar de comprender los profundos misterios que se manifiestan entre los grupos
humanos en torno a su presencia ante la vida. “Para morir debemos vivir”: ésta es una condición elemental, no una
tontería, pues constituye todo el significado de la vida. Ante la experiencia de la muerte se despiertan en el humano las
más misteriosas, fantásticas y agudas reflexiones, las cuales debemos aprovechar para tratar de explicarnos su significado
en esta realidad tridimensional.

LA REALIDAD DEL SUFRIMIENTO: REPRESENTACIÓNES Y


SIGNIFICADOS

Dolor o sufrimiento humano, se trata de una cuestión ineludible para toda comprensión filosófica sobre el hombre. En
cierto sentido, la verdad del hombre entra en una profunda crisis ante su propio dolor. El sufrimiento humano reclama el
planteamiento renovado de las cuestiones fundamentales sobre el origen, el sentido y el destino del hombre. La vida
humana, a través del dolor, se halla en un estado de profunda indigencia, pendiente siempre de la exploración de la vía
del sentido de su propia existencia. Ciertamente el mal quiebra la existencia del hombre. El pasado se recuerda tantas
veces dramático; el presente se nos presenta angustioso; y el futuro se presagia incierto, dominado por un miedo que
amenaza con apoderarse del alma humana y de su libertad. El ser humano tiembla con el dolor. El hombre de todas las

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épocas, culturas y religiones se enfrenta permanentemente con la cuestión del sufrimiento, su verdad y su sentido, y, en
definitiva, con el drama concreto y real de su propio dolor.

Cada ser humano parece nacer a la vida amenazada por el mal del sufrimiento, que en cualquier momento puede hacer
acto de presencia en su existencia. Además, cada dolor es un preludio de la futura e ineludible muerte del hombre, de la
humanidad, que consiste en el mal extremo y último de su vida. El hombre muere. La humanidad muere individuo tras
individuo. La generación humana comporta tantas muertes como vidas generadas. En la tierra existen tantas cruces
plantadas, como vidas ha visto nacer. El nacimiento anuncia trágicamente la muerte. La historia del hombre está sembrada
de dolores “infinitos” y de “múltiples” muertes. Ante la realidad dramática del sufrimiento humano, he querido afrontar
la cuestión intelectualmente, tratando de realizar una reducción filosófica a su dimensión más profunda. Soy consciente
que se trata de una cuestión especialmente ardua, y “dolorosa” para la inteligencia. Junto a la universalidad y lo
personalísimo del dolor, afirmamos su profunda ininteligibilidad. Algunos autores contemporáneos insisten en este
aspecto oscuro del dolor, De ahí su enorme complejidad y su misterio permanente. Nos hallamos ante el misterio dolores,
de la misma manera que nos hallamos. La realidad humana es curiosa, ya que es posible no encontrar en los tratados de
fisiología secciones dedicadas a la muerte, y esto podríamos decir que es alarmante, sobre todo desde el punto de vista
de que los seres biológicos sólo pueden existir en dos estados de forma natural: vivos o muertos.

Para R. Spemann: “El temor ante la muerte no es en realidad miedo a estar muerto, sino miedo ante la situación en la
que mi corazón se llenará del máximo temor”. es necesario remarcar desde el comienzo y sobre todo desde el punto de
vista más humano, que no existe una dignidad específica de la vida en la cercanía de la muerte, como si el final de la vida
fuese una etapa diferente del resto, a la que le correspondiese otro tipo de dignidad. El final de la vida es una continuación
natural de la vida por lo que todos los principios que rigen la vida de un ser humano deben ser contemplados de la misma
forma al final de la misma. México es uno de los países con mayor diversidad natural, lingüística y cultural, además de
tener una cosmovisión única respecto a la muerte, de ahí que las celebraciones indígenas del Día de Muertos fueron
declaradas por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Nuestro país también ha llegado a ocupar la lista de los diez más visitados por turistas internacionales según la
Organización Mundial del Turismo, recientemente se posicionó en el primer lugar del medallero de los Juegos

Centroamericanos y del Caribe, es el de los que mayor número de especies en peligro de extinción tiene, y se ha situado
entre los primeros veinte lugares de las economías mundiales en captar inversión extranjera directa. Enfocándonos en el
tema de las tradiciones en torno a la muerte, somos una nación única, y es un infortunio que seamos igualmente
reconocidos como el país con más inseguridad y mayor número de homicidios.

Los términos muerte y morir no son sinónimos, la muerte es la cesación absoluta de las funciones vitales, es la vida
pasada, en donde las experiencias de muerte viven sujetas a nuestra cultura, mientras que el morir es el proceso por el
que se llega a la muerte.

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CARACTERISTICAS Y MOMENTOS:

La muerte implica el término de la vida, y todos los seres vivos enfrentaremos a esa experiencia. La antropología considera
al ser humano desde la visión holística (cuerpo-mente-espíritu), en tanto que la medicina se enfoca en la muerte del
cuerpo humano y sostiene que, si éste muere, también mue- re la mente.

Desde la visión cultural en la historia de la humanidad, y a partir de la cosmovisión, se ha generado una enormidad de
mitos que intentan explicar la muerte descontextualizados de la medicina científica. Entre los siglos xIx y xx diversos
autores ridiculizaron y plastificaron a la muerte y en el siglo xxi la influencia de la ciencia médica se concentró en explicarla
mediante procesos fisiológicos. No obstante, perviven mitos y ritos en torno a la muerte expresados sobre todo en la
festividad celebrada en su honor. Aquí se comenta la muerte de los otros, así como las perspectivas de este fenómeno a
lo largo de la historia. En el mismo orden de ideas, y considerando el punto de vista social, la muerte tiene dos posibilidades
para ser analizada: como acción individual y como fenómeno social-colectivo. En la primera circunstancia el acto es morir
y esto sólo lo “vive el muriente”; en el segundo caso la muerte se vive como una experiencia colectiva: un fenómeno social
que acompañan al muerto con sus lágrimas, su pena, su dolor, su luto, su parafernalia, sus creencias. Es decir, el duelo.
Además, el ser humano vive la fantasía de que vence a la muerte a través de la fe y la ciencia.

En el primer caso la existencia transmortal del alma en un cielo o infierno, como premio o castigo al estilo de vida personal
y con la creencia del arrepentimiento y el perdón al muriente, el sobreviviente cree desde su fe que Dios, en su infinita
misericordia, le da al alma del humano la posibilidad de una vida eterna. Por su parte, la ciencia médica futurista ha
enfocado sus conocimientos de ingeniería genética en una supuesta evitación de la enfermedad y la muerte con el manejo
del genoma. Ocurre de igual manera con los trasplantes de órganos y toda la tecnología que se concentra en mantener la
función en un cuerpo y no necesariamente la vida humana, como es habitual.

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EL ACOMPAÑAMMIENTO HUMANO

La Tanatología como “Ciencia encargada del estudio de la muerte”, actualmente engloba todo lo relacionado con la
muerte, el proceso de morir, las pérdidas y el duelo, visualizando al ser humano de forma integral, es decir, a través de
cada una de las dimensiones que lo conforman: física, psíquica, social, espiritual; así como todos los aspectos que - de
forma directa o indirectamente - se relacionan con el final de la vida y el pensamiento en torno a la muerte, el morir y lo
que sucede después de la misma. El estudio de la Tanatología comprende las raíces culturales de cada región, abordadas
desde la medicina, psicología, filosofía, antropología y la sociología: historia, religión o creencias, sentido de la vida,
sentido de la muerte, ritos, funerales, duelo, luto, aspectos sociales, éticos y legales de la muerte, cuidados paliativos,
suicidio y muchas otras más, con la finalidad de que partiendo del conocimiento personal, cultural, social y a la luz de la
ciencia podamos todos vivir y morir dignamente.

Otro de los objetivos de la Tanatología es el de enseñar a la población en general, especialmente a las nuevas
generaciones, “a desmitificar la muerte y el morir aprendiendo a convivir con ella”. La forma en que cada persona percibe
la muerte, es un fenómeno complejo e individual: cómo reacciona en conjunto y enfrenta la situación en las diferentes
dimensiones de su personalidad. Así, cada persona vivirá la experiencia de muerte de manera diferente y esto
condicionará el significado que dé a tales experiencias. Tradicionalmente en nuestro país, las culturas autóctonas han
tenido una relación muy estrecha con la muerte; sus creencias ancestrales acerca del ciclo continuo vida-muerte les
confiere una serena aceptación de esta realidad indiscutible, que los lleva a ver el duelo como una reacción normal que
cada quien debe asumir como mejor pueda

En la sociedad actual, hemos desterrado la muerte y el dolor de nuestras vidas, la muerte ha pasado de ser un hecho
normal, que ocurría en casa y en el que participaba toda la familia, a ser algo temido, de lo que no queremos ni hablar y
que tiene lugar en los hospitales. La experiencia de la pérdida de una persona amada es parte inevitable de la vida y es
vivida en un conjunto de situaciones culturales y sociales: la pérdida del sentido de trascendencia originado por la crisis
religiosa; la desintegración familiar y la falta de habilidades para establecer relaciones interpersonales profundas y
estables; la crisis de los valores tradicionales; el escaso valor que se le da a la vida en la muerte provocada por la violencia.
Estos fenómenos transforman la pérdida de un ser querido en una de las tragedias más graves que puedan sucedernos y
es poco lo que sabemos sobre cómo actuar con nosotros mismos o con nuestros familiares, amigos o conocidos.

El proceso de duelo se puede aplicar a todas las experiencias psicológicas y/o psicosociales que aparecen frente a
cualquier tipo de pérdida. De todos los duelos por los que tenemos que pasar a lo largo de nuestra historia personal,
probablemente el más doloroso sea el de la muerte, la nuestra y la de los que amamos. Estos acontecimientos tienen una
influencia determinante en nuestra existencia, ya que nos sumergen en una crisis personal cuyo significado es único,
individual; y, dependiendo de cómo lo elaboremos, saldremos de esta experiencia fortalecidos, con una visión diferente
del mundo y de nosotros mismos, o bien, nos quedaremos aferrados al dolor con las funestas consecuencias que marcarán
nuestra Vida.

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ETAPAS DEL DUELO

La teoría del duelo de ELISABETH KLÜBER-ROSS propone 5 etapas del duelo:

NEGACIÓN:

El primer paso es negar lo que ha ocurrido, como si no fuera real.

IRA:

Luego se puede experimentar ira, tristeza, como una reacción a los sentimientos

NEGOCIACIÓN:

Como un intento de la realidad de evitar el hecho, una persona busca negociar depende sus
creencias o puede buscar formas de “vol.

DEPRESIÓN:

Se siente un vacío, y la persona se encuentra desesperanzada e insatisfecha, e incluso siente que


no tiene sentido su vida.

ADAPTACIÓN:

Es la última etapa e implica aceptar la realidad y la situación que se vive.

Pero es importante recordar que cada persona reacciona de diferentes maneras y puede pasar unas
etapas, pero no por otras, o pasar por estas en orden diferentes, o pasar por las mismas de una vez.
Estas etapas no se siguen de forma lineal, y es posible ir a una etapa y volver a la otra. Y luego estar
mal en otro momento.
También es posible pasar por todas, pero en el mismo orden. Es importante recordar que todo esto
es normal, y que hay muchas maneras acompañar en el duelo a la persona.

La teoría de KüBLER, era originalmente pensada para tratar con la muerte propia, pero muchos lo han
adaptado para otros tipos de pérdidas como perdidas profesionales, amorosas, seres queridos, ect.
Pero la teoría de la aceptación es una perspectiva útil para lidiar con muchos tipos de perdidas y es posible
que pueda ser de ayuda en tu vida.

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LA MUERTE COMO REALIDAD HISTORICA Y SOCIAL

En la antigüedad se valoraba la respiración como lo fundamental, de manera que cuando alguien dejaba de respirar, se
consideraba que estaba muerto. Así se describe en el Halakhah, que la muerte coincide con la cesación de los movimientos
respiratorios. Una de las formas de saber si un paciente estaba muerto era colocándole un espejo cerca de la nariz para
comprobar si transpiraba; de no hacerlo, se decía que estaba muerto. Por su parte, en Grecia, los médicos pensaban que
la muerte podía originarse en la cabeza, en los pulmones o bien en el corazón, pero solo este último era el lugar en que
asentaba la vida, pues era el primer órgano en comenzar a vivir y el último en morir; para ellos los latidos del corazón
distinguían los estados de vida y muerte.

El latido cardiaco era el único y definitivo signo vital; sin embargo, su confianza en este diagnóstico no era absoluta. todos
los signos que constituían la vida. Un descubrimiento trascendental ocurrió en el siglo XVI (en 1546), cuando el español
Miguel Servet describió la circulación pulmonar o circulación menor. Años después, ya en el siglo XVII, exactamente en
1628, Sir William Harvey enunció que la sangre se encontraba en movimiento circular permanente; en consecuencia, al
describir la circulación mayor se estableció científicamente el latido cardiaco como signo de vida. Desde entonces se
planteó clínicamente que la muerte llega con el cese de los latidos cardiacos. En general se llama muerte a todo fenómeno
en el que se produce una cesación.

En sentido más estricto, se refiere este término a la cesación de la vida y en especial a la cesación de la vida humana. El
relieve de este tema se debe, sobre todo, al concepto que se tenga de la muerte, responde a la concepción que se tenga
del mundo, y lleva en sí la pregunta sobre el sentido de la vida, sea que se considere posible la inmortalidad, sea que la
muerte se aborte como el límite absoluto de la existencia humana. Sobre la fuerza emocional telúrica de la muerte que
ha sido, es y será punto de partida del más grave raciocinio. La muerte a través de la historia ha demostrado que el hombre
común, el de la vida cotidiana; escritores, artistas y músicos poco se han sustraído al tema de la muerte. La muerte y el
amor, inseparablemente unidos, fecundan la conciencia del hombre y le sugieren ideas y sentimientos. La muerte destruye
para unos; el amor crea, para otros. Este crear y destruir, en riguroso turno de poder, forman la trama de la gran tragedia
de la vida.

En la sociedad actual la muerte ya no se interpreta, como en las sociedades tradicionales, como un proceso de renovación
de las generaciones, sino como el final de la vida individual, de ese sujeto único e indivisible creado por el pensamiento
científico moderno. La muerte es uno de los momentos de la vida del hombre, es el último acontecimiento en que
participa, pero es a su vez el suceso que pone fin a la existencia del individuo, por tanto morirse es una experiencia
individual y única que depende de la trayectoria, formación y condiciones así como el contexto social en que este se
desenvuelve, lo que trae consigo diferentes comportamientos y aceptaciones en la conocida o denominada fase terminal,
es precisamente este aspecto el que nos lleva a reflexionar cómo debe ser la actuación ética de nuestros profesionales en

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correspondencia con las exigencias de la Medicina Contemporánea y con las características de nuestro Sistema Nacional
de Salud. Nuestro trabajo es resultado de las interpretaciones hechas a las concepciones existentes en el mundo referido.

LA BUSQUEDA DEL SENTIDO

Los factores que posibilitan y configuran el encuentro con el sentido de vida provienen de la persona, de su núcleo
espiritual que, en este trabajo, se presentan como radicales antropológicos (Polo 1999) y de su existencia o biografía
personal, los entornos familiar, educativo, social y cultural presentados como líneas de orientación al sentido (Aranguren
Gonzálo 2000, 170-171). En esta combinación de aspectos se configura una dualidad de claves personales que por una
parte constituyen a la persona en su intimidad y, por otra, forman parte de sus manifestaciones externas o esenciales
porque facilitan o entorpecen la disposición al sentido, según sea la transparencia o apertura íntima de la persona. Si
desde la intimidad personal el hallazgo de sentido es posible, y con ello la esperanza, en el caso de opacarse o estrecharse
la apertura personal, el sentido se imposibilita, y sobreviene el sinsentido y con ello la desesperación. Se trata, por lo
tanto, de evidenciar los factores dinamizadores o inhibidores del sentido de vida (Lukas 1994, 267).

Es así como se hace necesario definir cada uno de los factores que intervienen en el sentido de vida, los radicales
antropológicos del sentido y las líneas de orientación al sentido de vida y sus diversos niveles. Se definen los radicales
antropológicos del sentido de vida como aquellos componentes que caracterizan a la persona humana como apertura y
la posibilitan o predisponen para el encuentro de su sentido personal y el de su existencia. Por tanto, de estos radicales
unos son constitutivos del núcleo personal, razón por la cual son iluminaciones únicas y singulares de cada quien, y otros
se hacen presentes en las dimensiones de la esencia y de la naturaleza humana.

Se entiende la esencia como la dimensión psíquica que comprende la inteligencia y la voluntad activadas por la persona
(Polo 1999). La dimensión natural se refiere a la realidad puramente sensible y biológica común a la especia humana.
Dicho de otra manera, los radicales antropológicos del sentido de vida son las notas de la persona humana que la capacitan
bio-psico-espitualmente para la búsqueda y el descubrimiento del sentido de vida.

Los radicales antropológicos del sentido así entendidos son el humus del sentido, su origen manifiesto en la persona,
presente en la verdad personal que cada quien es. Se constituyen entonces, estos radicales del sentido de vida, en fuente
de la luz, del logos, que se proyecta en la esencia humana y por ende en la existencia del hombre en su despliegue vital.

Según este modelo, los radicales antropológicos del sentido contemplan también la esencia humana; no porque ésta sea
su fuente, sino porque es preciso que dentro de un modelo antropológico existencial se encuentren contenidas todas las
características que presentan al ser humano como ser de sentido, tanto como acto de ser —el sentido de ser quien es—,
así como en su esencia —de lo que dispone para seguir siendo y haciendo una existencia con sentido— (Polo 1999) en
tanto posibilidad de desarrollo en plenitud de la persona humana multidimensional (Seligman 2003, 343).

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Se ha dicho que la persona es apertura que tiene una orientación natural al sentido. Ahora bien, esta disposición
antropológica del hombre de encararse frente a sí mismo y frente al cosmos lo lleva a configurar deliberadamente su
orientación existencial. Hay que añadir que toda vida humana está abierta al vector de la felicidad —tesis fácilmente
reconocible— y requiere además un sentido. Sentido y felicidad parecerían intercambiables; sin embargo, en sentido
estricto y con una observación más atenta, no lo son. Los clásicos han definido la felicidad como aquel regalo de la vida
buena, de la conquista de la virtud, del logro de la perfección posible (Aristóteles 2007, 283-290; Aquino 2001). En cambio,
el sentido se desvela o es descubierto por cada uno existencialmente en sus propios senderos, como un peregrino que
encuentra en él —en el sentido— su rumbo y su posada, el alimento que nutre su existencia, el descanso de su búsqueda
y el cielo que ilumina un nuevo amanecer. En fin, el sentido es al tiempo causa eficiente de la vida humana y causa formal
de sus contenidos y vivencias; y aunque parezca medio para la felicidad porque lleva a ella (Martínez 2011, 237) e incluso
sea su requisito (Marías 1987, 334) —una felicidad sin sentido resulta bastante triste—, puede afirmarse que ontológica
y existencialmente es preponderante el valor del sentido sobre el de la felicidad. Aún sin felicidad el sentido es una luz en
el horizonte que atraviesa la totalidad del ser humano: "podemos describirlo como la percepción de la trayectoria
satisfactoria o insatisfactoria de nuestra vida" (Yepes y Aranguren 1996, 164).

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EL ACOMPAÑAMIENTO EN LA TERMINALIDAD
La enfermedad terminal, es definida por Obrador A y otros. (2012), como
aquella persona que sufre de una enfermedad y que se encuentran en
etapa terminal o final de ella, sin esperanzas, ni posibilidades de
recuperación, ya sea porque no se conoce la cura específica a la condición
que se posee, o porque el estado de la enfermedad no permite mejora
alguna. Esta se caracteriza por la presencia de una enfermedad avanzada,
progresiva e incurable, con pocas o casi ninguna posibilidad de respuesta
al tratamiento, con numerosos síntomas intensos que se manifiestan de manera cambiante, con un gran impacto
emocional, tanto para el paciente como para todas las personas cercanas a él, en la que se da la presencia explícita o no,
de la muerte, y con un pronóstico de vida inferior a seis meses, así lo establece la Sociedad Española de Cuidados Paliativos.

La palabra terminal, alude a la terminalidad de una enfermedad crónica y al proceso de agonía que se atraviesa en esa
etapa. En relación a este tema y a manera de digresión, sobre el uso del término paciente terminal: En lenguaje médico,
se dice entonces que se trata de un paciente “terminal” porque se presume que va a morir en un lapso de tiempo más o
menos previsible. Entre algunos meses y alrededor de un año es el período estimado e independientemente de cualquier
otra terapéutica que implementamos. El diagnóstico de terminalidad significa, entonces, que no existen recursos médicos
curativos de la enfermedad; no obstante, se puede acompañar a la persona hasta su muerte. Es decir, que, si bien no
existen tratamientos curativos, sí son posibles los tratamientos paliativos, hasta el final de la vida que es la muerte. Según
Calman, S. (1980), la cercanía de la muerte la perciben cuando se les ha diagnosticado con exactitud alguna patología. La
muerte no parece demasiado lejana y el esfuerzo médico ha pasado de ser curativo a paliativo, es allí cuando la familia
afronta la realidad. Siendo este un momento en el cual se presentan sentimientos encontrados, por parte del paciente
moribundo y del familiar impotente, ninguno de los miembros del equipo de salud se detiene para compartir una mirada,
una palabra de consuelo, algún gesto que muestre empatía, la simple presencia o brindar compañía al que muere, para
que no se sienta solo, y tener que partir sin compañía.

Quien acompaña a un ser querido próximo a la muerte emprende un recorrido junto al paciente que se inicia con el
reconocimiento de que no hay más posibilidades curativas y también experimenta la manifestación de diferentes
limitaciones que la enfermedad va imponiendo; a este proceso se denomina duelo anticipado. Para abordar este concepto
es necesario comprender, en primer término, qué es el duelo, definirlo y caracterizarlo. Con este fin se transcribe la
siguiente definición: Se conoce como duelo o luto, en términos de tiempo, al período que sigue tras la muerte de alguien
afectivamente importante. Desde un punto de vista más dinámico, el duelo es un proceso activo (y no un estado) de
adaptación ante la pérdida de un ser amado, un objeto o un evento significativo, que involucra las reacciones de tipo
físico, emocional, familiar, conductual, social, y espiritual que se presentan como respuesta a él. El duelo implica llevar a
cabo cambios que generan también ansiedad, inseguridad y temor.

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el término duelo anticipado hace referencia al duelo que se produce antes de la pérdida real. “En muchos casos la muerte
es un desenlace que ya se conoce de antemano, y durante este período de anticipación superviviente empieza las tareas
del duelo, así como también a experimentar las diferentes respuestas emocionales”.

En cuanto a los cuidados a los enfermos terminales, indican que la provisión de cuidados integrales a los pacientes en la
fase terminal de su enfermedad adquiere cada día mayor importancia. El acercamiento a una muerte tranquila, sin
tratamientos innecesarios, que prolongan la agonía más que la vida misma, en un clima de confianza, comunicación e
intimidad, donde la familia ocupa un lugar relevante cerca del paciente, procurándose apoyo mutuo y donde la meta de
la atención sea la preservación de la calidad de vida y el confort en los enfermos y familiares, mediante el control adecuado
de los síntomas, la satisfacción de sus necesidades y el apoyo emocional necesario, constituye la esencia de los cuidados.

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CONCLUCIÓN
Debemos de considerar que la muerte tiene una diversidad de significados desde la perspectiva religiosa y
cultural. Nuestro planteamiento es más bien desde el punto de vista social, porque también la muerte nos dice
de la forma en la que vivimos socialmente y eso también supone que podemos emprender acciones para
modificar una determinada realidad.

En otras palabras, la forma en la que morimos los mexicanos también nos habla de nuestras problemáticas
sociales en donde se puede intervenir de manera individual, pero también colectivamente. En este proyecto de
investigación vimos algunos puntos importantes sobre la muerte.

Miramos también la importancia del acompañamiento en el duelo ya que esto es importante por que te das
cuenta de como puedes consolar a una persona que esta pasando por esta situación. Conclusiones.

La actitud ante la muerte voluntaria es evidente que ha ido cambiando a lo largo de la historia, de acuerdo con
las concepciones ideológicas y religiosas de cada momento y lugar. En la sociedad española hasta hace muy
pocos años, por la influencia ejercida por la Iglesia y el franquismo, la única interpretación admitida sobre el
derecho a la vida, era el deber que teníamos todos de conservarla, por encima de cualquier otra consideración.
En muy pocos años la sociedad en general y la española en particular ha experimentado una gran
transformación, hasta el punto que, hoy la mayoría aboga por el reconocimiento del derecho a gestionar su
propia vida, lo ideal sería poder decidir el cómo y el cuándo. Hoy nadie quiere sufrir y todos nos rebelamos ante
la perspectiva de una larga agonía.

Es evidente que se han producido grandes avances en la protección de los derechos humanos y la dignidad de
los enfermos terminales como son los derechos que derivan de una muerte digna, a los cuidados paliativos, a la
autodeterminación en el tratamiento a seguir, y a la protección contra abusos. Todo esto está muy bien, pero
no es suficiente con que todos estos derechos estén legislados, es preciso que exista la voluntad de aplicarlos y
para ello es necesario asignar mayores dotaciones presupuestarias.

Los cuidados paliativos son la mejor medicina para determinado tipo de enfermedad y enfermos, hoy solo
pueden acceder a ellos, básicamente los enfermos terminales de cáncer de determinadas zonas. Los cuidados
paliativos, a pesar de ser perfectamente válidos y necesarios para determinado tipo de situaciones, no son la
panacea, puesto que existen otro tipo de enfermedades y enfermos que por razones distintas al dolor y aun no
encontrándose próximos a la muerte, pueden desear poner fin a su vida, ya que no quieren vivir una vida que
ellos no consideran digna.

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REFERECINCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

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ENFERMEDAD EN ETAPA TERMINAL [Internet]. Uclave.org. [citado el 13 de noviembre de 2023].
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