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Tomado del libro De Horomico a Hormigueros: 400 años de resistencia. San Juan: 360 Grados.
232 págs.
A principios del siglo 20 el interés por Hormigueros como tema intelectual llamó la
atención de observadores de una diversidad de orígenes. La invasión de Puerto Rico por las tropas
estadounidense, alteraron de modo dramático las expectativas de la gente común ante el futuro
del país. De igual modo, promovieron una revisión de sus opiniones en torno al pasado español
que se dejaba atrás por la fuerza de las armas. Para la mayor parte de la población, el cambió de
soberanía representó un giro esperanzador, aunque ello no significa que no hubiese una
relaciones con el Reino de España. El giro político y cultural que impuso la presencia de Estados
Unidos, forzó a los puertorriqueños a formularse el asunto de la identidad ante una situación, el
1898, que colocaba al pasado y el futuro en posiciones antagónicas. Para algunos testigos el
pasado español y el futuro americano parecían excluirse mutuamente.1 En el caso de
arquitectónica más visible de la municipalidad, había sido un agente activo de la vida material de
las elites y el pueblo durante todo el siglo 19, y desde 1880 había obtenido su independencia de
las autoridades eclesiásticas de San Germán decisión que la integró de una manera definitiva a
la comunidad y a la vida municipal. Por otro lado, no puede ponerse en duda, que aquel culto
sintetizaba las aspiraciones espirituales de la gente común y de las elites católicas desde hacía
siglos. Las referencias sus legendarios milagros podían trazarse hasta fines del siglo 16 y principios
capacidad para movilizar a la gente hacia el adoratorio. La mayor parte de los comentaristas e
investigadores hasta Albino Plugues y Zayas Micheli, pasan por alto el detalle. Las peregrinaciones
y procesiones masivas a sitios de culto representaban para los fieles el retorno a un espacio
sagrado que había marcado la vida de una colectividad y, con posterioridad, de toda una nación.
1
El Dr. José Anazagasty Rodríguez y yo, hemos dedicado dos libros a la discusión de ese fenómeno recientemente:
“We the People”: La representación americana de los puertorriqueños, 1898-1926 (2008) San Juan: EMS editores; y
Porto Rico: hecho en Estados Unidos (2011) Cabo Rojo: Editora Educación Emergente.
La peregrinación es un sacrificio ritual que marca a la gente que la ejecuta. Sobre ese fenómeno
cristianismo alrededor del año 1000 de la era cristiana, uno de sus momentos de mayor crisis y
tensión ideológica en aquella fe.3 El cristianismo fue una religión que se desarrolló bajo el signo
de lo apocalíptico y el finalismo por lo que el milenio de la muerte de Jesús, es decir el año 1033,
significaba para muchos fieles la cercanía de la segunda venida del Salvador, el subsecuente fin
de los tiempos y la posibilidad de la reconciliación con Dios. El hecho de que la vida continuara
tras el esperado 1033, reavivó la fe cristiana en numerosas direcciones. Los esfuerzos por
de contacto directo de fiel con los representantes de la fe, adquirió mayor importancia, a la vez
que aumentó la veneración de la cruz como signo del Mesías que había sido sacrificado por la
humanidad. La pasión se convirtió en uno de los polos del culto. En aquel marco maduró también
2
M. Eliade, El mito del eterno retorno (2001) Buenos Aires: EMECÉ: 15.
3
Sobre la crisis del año 1000 pueden consultarse R. Lacey y D. Danziger, The year 1000. What life was like at the turn
of the First Millenium (1999) Boston: Little, Brown and Company; y R. Erdoes, AD 1000. Living on the Brink of
Apocalypse (1995) New York: Barnes and Noble Books.
la devoción de su madre, María la Virgen.4 La Sagrada Familia adquirió el significado que todavía
El “santo viaje” también se asociaba en aquel tiempo a los portentos y los milagros, ya
fuese una curación espectacular o la salvación de un peligro inminente de cualquier tipo. Este
tipo de fenómeno sobrenatural y mágico está relacionado con el culto y recordación de los
extenderse desde mediados del siglo 5 de la era cristiana.5 No sólo eso, las romerías o marchas
de fieles llamaban la atención por su carácter popular y porque creaban un espacio simbólico y
idónea para la integración de los pobres y la gente del “abajo” social con las aristocráticas
autoridades eclesiásticas. Con los peregrinajes se abrió también un lugar para la participación de
las mujeres en una religión que debido a la influencia judía era eminentemente patriarcal y
masculina por no decir que anti-femenina, aspecto en el cual la recuperación de María fue
perentoria. Una peregrinación masiva no dejaba lugar para la segregación por género u origen
Las mujeres, los pobres, los aristócratas, los esclavos, los campesinos, los sin tierra, se
reunían alrededor de una piedad y una creencia compartida, acorde con la fraternidad simbólica
que reclamaba el cristianismo desde sus orígenes. Ello no debe, sin embargo, interpretarse en un
sentido utópico. La ofrenda de unos y otros fieles solía ser distinta, y las jornadas de los feligreses
4
Un estudio detenido de ese proceso puede consultarse en M. Eliade, Historia de las creencias y las ideas religiosas.
De Mahoma a la era de las reformas. Volumen III (1992) Barcelona: Paidós: 124-126.
5
Ibid: 78-79.
6
Ibid: 81.
estaban marcadas por su condición de clase. Sin embargo, la idea de que todo se equiparaba en
aquellos actos de masas, puede ser aplicada lo mismo a la peregrinación, a la fiesta patronal que
puertorriqueña durante el siglo 19 y a principios del siglo 20, había reconocido en el catolicismo
uno de los engranajes de la identidad nacional a la vez que daba legitimidad al respeto de la
hispanidad que había sido responsable de instituirlo. Aquella presunción fue crucial, como ya se
ha sugerido antes en este libro, para el desarrollo del Nacionalismo Político por lo menos hasta
nacionalista Pedro Albizu Campos y algunos de sus más cercanos colaboradores fueron, sin duda,
el mejor ejemplo de ello. Dadas aquellas condiciones, el retorno al tema del culto a la Virgen de
Hay que apuntar que una parte significativa de las alusiones al Barrio Hormigueros de San
Germán como una realidad histórica y social anteriores al 1898 también tenían que ver con esa
tradición religiosa. Lo que cambió el 1898 fue la actitud y la mirada en torno a ese asunto. Lo más
notable fue que el culto de la Monserrate dejó de descifrarse como una expresión cultural y
pietista local, a la vez que se le concedió un papel más significativo en la discusión del problema
no sería el mismo.
En la bibliografía española, extranjera y criolla previa al 1898, la tradición milagrosa de
Hormigueros había sido utilizada para afirmar y celebrar el catolicismo sincero y la hispanidad,
desde una perspectiva que se debatía entre sus contenidos aristocráticos y populares. Las
metáforas del milagro a veces apelaban al populacho y en otras a la “gente señera”. Ya se sabe
que en las crónicas españolas de la Guerra Hispanoamericana en Puerto Rico, se cita a la Iglesia
lo anecdótico y se resaltó el pintoresquismo exótico del lugar. Los espacios que la rodeaban
agricultura y el turismo exótico podrían cumplir un papel protagónico. Esta afirmación es cierta
lo mismo para los textos escritos que para los documentos fotográficos. El 1911, poco antes de
cerrar labores, la firma “The Rotograph Company” ubicada en Nueva York en el 684 de la avenida
Broadway y con oficinas en el 215 de la avenida Wabash en Chicago, difundió dos tarjetas
estadounidenses y europeos ansiosos de observar paisajes exóticos. Aquella empresa había sido
fundada en 1904 y tenía filiales en Hamburgo, Berlín, Londres y París. En aquellos años publicó
más de 60,000 imágenes bajo dirección de Arthur Schwarz, su presidente. El lugar de culto que
tanto significaba para los hormiguereños se internacionalizó pero, de paso, se redujo al paisaje
exótico.
Como se sabe, Hormigueros fue tomado por las tropas estadounidenses, tras alguna
resistencia en la zona del Puente Silva, poco después de la ocupación de San Germán. El hecho
separación de Puerto Rico del Reino de España y su re-anexión a Estados Unidos guiaba las tropas.
región, quien además era pariente de la familia del fenecido líder separatista independentista y
El desinterés de los invasores por el carácter sacro del lugar se comprende cuando se
toma en consideración que los autores estadounidenses, dada su formación republicana y su celo
evangélico, veían en los símbolos y espacios que apelaban al catolicismo y la hispanidad, meros
fetiches del antiguo régimen y signos de las monarquías feudales que el capitalismo había ido
dejando atrás.7 El catolicismo institucional lo mismo que el popular, fueron prácticas devaluadas
por los invasores por su vinculación con la tradición monárquica y el pasado hispánico. El
catolicismo era la religión oficial de la Monarquía. Las nuevas autoridades aspiraban a que
numerosas ocasiones en abierto desprecio al pasado español y su cultura, actitud que muchos
sajones. Resultaba comprensible que experiencias como la del culto de la Monserrate, las
peregrinaciones y los milagros, no llamaran la atención de los recién llegados en el mismo sentido
7
Ese fue el caso del Alguacil de la Corte Federal de Estados Unidos en Puerto Rico Edward S. Wilson para el cual el
sello de Porto Rico aprobado por una legislatura del Partido Unión de Puerto Rico recordaba “the badges of church
domination”. Edward S. Wilson, Political development of Porto Rico (1905) Columbus: Fred J. Heer: 111. Hay edición
facsimilar moderna publicada al cuidado de Luis González Vales: San Juan: FPH / APH / OHPR / NEH, 2005.
Como contraparte y en vista de la actitud de los estadounidenses, la intelectualidad
puertorriqueña que sabía que no podía desprenderse de su pasado, terminó por reformular
En la práctica, seguir siendo católico se transmutó en una precondición para seguir siendo
de la cultura estadounidense que resultaban ofensivos para una sociedad conectada con los
valores de su pasado. La americanización cultural fue el aspecto más temido por los
jurídica, no parece haber producido tantas reservas como aquella y, por el contrario, en esas
esferas las reformas fueron recibidas por una parte significativa de las elites y la gente común
español era real. La percepción de los pastores que llegaron con los invasores era que Porto Rico,
como lo denominó el Congreso en 1900 en el texto de la Ley Joe Foraker, debía ser re-
evangelizado para que superase las taras del catolicismo obtuso y corrompido que había sufrido
desde 1512 cuando se instituyó el Obispado en Caparra. Insisto en que, aquella situación acabó
por convertir la conservación de la pureza del pasado hispánico en un acto de rebeldía legítimo.
Ello explica que, en el plano popular, el país viviera un periodo de avivamiento católico y el papel
investigadores debido a una diversidad de factores. En cierto modo, el desprecio de los invasores
rebelión colectiva.
La lógica cultural del siglo 20 representó un reto lo mismo para las elites intelectuales que
para las masas populares por el hecho de que desafiaba numerosas prácticas y concepciones que
habían sido válidas durante el siglo 19 español. En aquel siglo que se dejaba atrás como producto
de una guerra, las elites intelectuales de tendencias liberales y radicales habían interpretado el
Catolicismo Español como uno de los grandes aliados de la Monarquía Absoluta y de su Gobierno
Militar en la isla. Una y otra estructura desvalorizaba y oprimía al colono, al insular, al criollo y al
puertorriqueño, sobre la base de consideraciones étnicas y raciales que habían sido sacralizadas
por la Iglesia Católica Española, entidad que actuaba como una agencia estatal caracterizada por
más distintivo de todo lo que la Revolución Francesa y las Guerras de Independencia habían
querido superar, la Iglesia Católica Española era su más firme valladar defensivo y, por lo tanto,
Segundo Ruiz Belvis y Antonio Ruiz Quiñones su hermano, ambos nacidos en Hormigueros y
masones activos, o de Ramón E. Betances Alacán, el médico de Cabo Rojo tan cercano a ambos,
tiene que ser entendido en el contexto de ese tejido. El 1898 y el cambio de soberanía impuso
un giro cultural tan dramático que acabó por forzar una revisión de aquel consenso.
El gobierno militar de 1898 y el gobierno civil inaugurado en 1900, marcaron una serie de
pautas. Primero, contrario a los valores españoles que se oponían a ello, decidieron que había
costo. En julio de 1899 existía una Junta Insular de Educación encabezada por John Eaton (1829-
1906), la cual diseñó un sistema escolar que se apoyaba en la creación de 6 distritos escolares y
en las Juntas Escolares locales. Eaton había sido el segundo comisionado de educación de Estados
Unidos entre 1870 y 1886, por cierto. El sistema no solo copiaba los métodos estadounidenses
sino que enfatizaba en la necesidad de la enseñanza del inglés a los estudiantes locales con la
una situación interesante que, si bien confirmaba que los invasores devaluaban la cultura de los
a los puertorriqueños en “good american citizens” cuando aún no tenían la ciudadanía, condujo
a que a partir de 1905 se hiciera obligatoria la enseñanza en inglés en todos los niveles
escolares.10
8
En Mayagüez se aprobó el mismo tan temprano como el 7 de noviembre de 1898. M. R. Cancel Sepúlveda,
“Mayagüez 1898: la ciudad y los manejos del poder” en Los arcos de la memoria. El ’98 de los pueblos puertorriqueños
(1998) San Juan: Oficina del Presidente de la Universidad de Puerto Rico / Comité del centenario de 1898 / Asociación
Puertorriqueña de Historiadores / Postdata: 48.
9
C. Gómez Tejera y D. López Cruz, La escuela puertorriqueña (1970) Sharon: Troutman Press: 151-152.
10
G. de Granda, Transculturación e interferencia lingüística en el Puerto Rico contemporáneo 1898-1968 (1972) Río
Piedras: Editorial Edil: 33-34.
puertorriqueños. La situación sugería un retorno simbólico al Reformismo Evangélico apasionado
del siglo 16 que tanta incomodidad había producido a la Iglesia Católica Española y a la Romana.
Metodista, Congregacionalista y Bautista para, mientras oraban sobre un mapa de Puerto Rico,
pedir a su Dios que defendiera a los misioneros de la hostilidad de los lugareños cuando se
acercaran a ellos.11 Los recursos que utilizaron para lograr este segundo objetivo fueron
numerosos.
posibilidad de una Iglesia Oficial en el país, elemento clave en el proceso de sacralización del
culto y clero, remedo de los diezmos abolidos a principios del siglo 19, desaparecieron. La nueva
situación fue celebrada por los intelectuales progresistas en el país por el hecho de que con ella
no sólo se emancipó al Estado de la responsabilidad de sostener los gastos de la Iglesia, sino que
se le restaba poder e influencia pública a esa institución identificada con la hispanidad. Una
consecuencia de ello fue que las parroquias se vieron amenazadas con la ruina o, por lo menos,
en ese sentido se expresaron algunos párrocos. El Patronato Estatal de la Iglesia Católica Española
11
M. R. Cancel Sepúlveda y H. R. Feliciano Ramos, Puerto Rico: su transformación en el tiempo (2008) San Juan:
Cordillera: 251.
El proceso de modernización de la colonia se aceleraba con ello, a no dudarlo. Pero el
problema ético de todo ello radicaba en que el discurso cultural de los invasores identificaba la
Modernidad con su lengua y con los valores evangélicos. La revolución que se trataba de imponer
desde arriba no funcionó. El inglés nunca llegó a ser el idioma común de la gente y el catolicismo
estadounidenses y revisó algunas de las prácticas de todos los días de los católicos, no estaba en
posición de atentar contra las tradiciones populares más enraizadas en los fieles de la colonia. La
puertorriqueño.12
Para la Iglesia Católica en Puerto Rico, el 1898 se redujo a un cambio en la cúpula. Los
Obispos de Puerto Rico fueron nombrados por el Papa, pero como cabeza de la misma, se
nombraban prelados estadounidenses. En todo ello había una lección política concreta: la Iglesia
Católica Romana en el Puerto Rico estadounidense, tenía que ser fiel a la nueva soberanía tanto
como lo había sido la Iglesia Católica Española a la suya hasta 1898. En la práctica se manejaba al
Secretario de Instrucción o el Fiscal General, entre otros. El celo estadounidense por el control
total del engranaje colonial y por suprimir cualquier foco de oposición al poder en el territorio no
12
Un panorama de aquella crisis y ajuste puede leerse en L. P. Sánchez Longo, “Monseñor William Jones: ¿hombre
al servicio de Dios o del César? en Tras las huellas del pasado (1987) San Juan / Humacao: Isla Negra editores /
Recinto de Humacao (UPR): 39-64.
La nueva situación convirtió el proceso de reevangelización en el equivalente de un
mercado libre en el cual una diversidad de denominaciones competirían por la seducción de los
potenciales fieles bajo condiciones controladas. El monopolio católico sobre las almas había
terminado. La libertad de cultos fue celebrada por numerosos ciudadanos por su carácter
modernizador, mucho más cuando las oportunidades que se presentaban para la libre discusión
Abrían también las puertas para la expresión pública sin coacción de propuestas ideológicas que
Puerto Rico estadounidense. Su liderato y sus acólitos no tenían porqué oponerse a la nueva
realidad impuesta por la invasión de Estados Unidos. Pero lo que más preocupaba a los católicos
eran los avances del evangelismo que, durante aquellos primeros años del siglo 20, fueron más
que visibles. Las necesidades espirituales de los puertorriqueños en tiempos de cambio y crisis, y
evangélicos en un segmento de las elites educadas y entre notables sectores del populacho.
tradición, protegerla en caso de coacción con el fin de usarla para la afirmación de una fe en la
cual se confiaba. Pero la novedad de la situación, expresa en la presencia concreta de Estados
religioso puertorriqueño.
El único recurso que, me parece, permaneció incólume fue la fuerza de la tradición. Sobre esa
La Iglesia Católica administrada por prelados estadounidenses debía servir de apoyo a los
invasores y legitimar la situación colonial inaugurada por la Ley Foraker de 1900. En el sentido
ideológico la institución no era sino una más de las avanzadillas de la asimilación. Pero el
producto neto de las nuevas prácticas políticas fue una Iglesia débil ante un Estado que creció
e intereses. Desde una perspectiva sociológica la Iglesia Católica, que veía en la modernización
una fuerza opositora, se vio forzada a reconstituirse y elaborar una serie de transacciones entre
católicos sencillos de la ruralía. En aquella actitud de resistencia al cambio había una voluntad
inconsciente por recuperar los valores elementales o fundamentales del Cristianismo Primitivo,
fe entusiasta, sencilla y esperanzada que había crecido en el seno de las primeras generaciones
Después de todo, la Iglesia es ante todo la gente que le es fiel y no la institución burocrática que
espontáneo que condujo a los fieles a practicar una fe que, reducida a sus fundamentos,
resultaba menos compleja y estricta que las fórmulas académicas y oficiales que dominaban a la
jerarquía de la institución. La intención obvia de todos ello era consolidar un catolicismo fuerte
pero, a la vez, accesible a la gente común precisamente por el hecho de que era formulado desde
la base por gente también común. Ante el proyecto de reevangelización de los invasores se
levantó otro de reevangelización católica de base. Sólo de ese modo se podría asegurar la
protección de la fe tradicional ante la situación de emergencia que había generado el cambio del
direcciones y formas.
necesidad de romper con muchos de los prejuicios y prácticas burocráticas del catolicismo
académico y rígido que se estilaba en las estructuras eclesiásticas. Ante el viejo catolicismo
español y el nuevo catolicismo romano y estadounidense, el catolicismo popular echó mano de
de la puertorriqueñidad. Debo aclarar que las expresiones simples del catolicismo popular, lo
mismo bajo la soberanía española que estadounidense, eran observados con ojeriza y rechazo
por la elite católica intelectualizada y los intelectuales laicos católicos. La Iglesia Católica, antes y
después de 1898, reflejaba los valores de clase y los sistemas ideológicos y culturales de los
aristocrático.
a censurar a los fieles y, en ese sentido, mucho más plural lo cual convergía en una relación más
inclusiva. La actitud contrastaba con el carácter excluyente y exclusivista del Catolicismo Español
que se dejaba atrás, pero también cuestionaba la ortodoxia del Catolicismo Romano impuesto
por la nueva soberanía. Entre ambos catolicismos había notables diferencias. Si el Catolicismo
Español había mostrado algún respeto por la práctica de los creyentes de ofrecer rústicos santos
Catolicismo Romano, con el fin de favorecer un mercado de imágenes que ellos pudieran
El otro rasgo distintivo de aquel catolicismo popular fue su carácter mesiánico, una
actitud comprensible en tiempos percibidos como críticos por la aceleración del cambio. El
mesianismo era una actitud que centraba su pensamiento en la necesidad de aceptar la cercanía
del fin de los tiempos. Su discurso aspiraba crear la confianza en la posibilidad de la reconciliación
con Dios, camino a la salvación humana en el sentido agustiniano de la palabra. Hoy puede
resultar extraño, pero el 1898 había sido interpretado por numerosos testigos como una señal
del cambio de soberanía, no tenía por necesidad que desembocar en un espíritu políticamente
antiestadounidense pero dejaba un espacio abierto para ello. La base del planteamiento se
del año 1000, que en el 1517. Pero, dado que en el caso puertorriqueño se trataba de una
moralizantes y conservadoras.
a la espera del fin de la historia o el tempus, como le denominaba el Padre de la Iglesia y teólogo
la reconciliación con Dios. En aquel contexto los líderes católicos populares elaboraron sus
advertencias contra el evangelismo, tendencia que asociaban al nuevo régimen y en la cual veían
que dramatizaban la distancia que había entre la Iglesia Católica Romana bajo la soberanía
decirse de su relación con la Iglesia Católica Española, por cierto: el catolicismo popular siempre
ha sido interpretado como una deformación de la fe por la elite jerárquica institucional. Un hecho
relevante de la manifestación de aquel catolicismo popular fue que, poseyendo Puerto Rico una
En 1898 una joven conocida como la Hermana Eudoxia, una apasionada de María la
la Madre Elenita de Jesús realizó un reto similar en un barrio de San Lorenzo. Madre Elenita se
hizo muy popular, cuando la joven de origen campesino se trasladó a la Sierra de Cayey.13 El Cerro
La Santa, entre Cayey y San Lorenzo, se convirtió en el destino de peregrinos y romeros de toda
la isla. El santuario que allí se levantó ha sido el escenario de una serie de alegados actos
Monserrate dominaban el panorama simbólico Mariano, Madre Elenita fue identificada como
una manifestación de la Virgen del Carmen. La muerte y sepelio de Elenita en 1909, fue uno de
los acontecimientos más notorios en la zona de la montaña y en el país en aquel entonces. Detrás
de aquella advocación de María, la Virgen del Carmen, hay una historia interesante que servirá
para aclarar el porqué simbólico de la elección de ella por Madre Elenita. La del Carmen era
reconocida como la patrona del mar y fue la patrona de la Armada Española. En el ámbito
13
M. R. Cancel Sepúlveda y H. R. Feliciano Ramos, Op. Cit.: 252.
libertador argentino José de San Martín y Matorras (1778-1850), y también fue la “patrona del
Criollismo” y de la capital, Lima en Perú. La del Carmen era una imagen rebelde que apelaba a la
resistencia.
Con Madre Elenita no terminó aquella historia. En el año 1902, el arecibeño José de los
Santos Morales alias Cheo, comenzó a predicar en las montañas del norte de Ponce. Se trataba
de un hombre común cuya prédica enunciaba un notable espíritu de cruzada religiosa o guerra
santa. Una de sus expresiones más polémicas fue cuando aseguró que se debía “formar un
ejército de campesinos y defender con las armas” la fe católica heredada de los ancestros.14 La
imagen de cristiano como un soldado o cruzado dispuesto a vencer o morir por la fe, estaba
estadounidenses habían venido a Puerto Rico a imponer el evangelismo, y que aquel proyecto
conduciría a la destrucción el culto a la Virgen María en el país. Aquel líder, reconocido como el
fundador del movimiento de los Hermanos Cheo, manejaba una propuesta mariana radical.
La guerra santa de liberación soñada por el “cheísmo” nunca se dio y se redujo a un acto
retórico. Morales se mudó luego a Jayuya, otro signo de la identidad puertorriqueña, en donde
se le unió el señor José Rodríguez, también conocido como Cheo. Ambos predicadores realizaron
una alianza que se conoció como el “Pacto Cheo”, el cual los comprometía a defender el
catolicismo contra la agresión del evangelismo. “Los Santos” o “Los Escogidos”, como se les
14
Ibid: 253.
15
Ibid: 252.
Jesús, otro código de la nacionalidad por tratarse del nombre ancestral de la colonia desde
tiempos colombinos.
Los Hermanos Cheos crecieron como una sociedad semisecreta articulada sobre la base
de simbolismos y rituales que recuerdan, no cabe duda, las poco estudiadas prácticas hieráticas
de los reformistas cristianos de los siglos 14 y 15. Sus predicadores alegaban que, al momento de
la predicación, por boca del pastor hablaba el santo. La Iglesia Católica Romana, dominada como
se sabe, por prelados estadounidenses, señaló aquello como una pretensión que guardaba
relación con las alegadas posesiones que atestiguaban los médiums espiritistas y estigmatizó a
los Hermanos Cheos como si se tratara de una herejía. Lo cierto es que los Cheos, una
si sus miembros demostraban que estaban cumpliendo con los sacramentos de la Iglesia.16
Estados Unidos en la isla. No solo eso, cumplió una función protagónica en el proceso de
afirmación de la respuesta del catolicismo popular al siglo 20 americano que apenas iniciaba. El
Primero, poseía una leyenda milagrosa que involucraba a la Virgen María y reafirmaba su
Monserrate la hija de Geraldo, Giraldo o Gerardo González, representaba bien aquella idea de la
16
Ibid: 253-254.
“madre protectora” que sugerían ambos episodios. Segundo, aquellos relatos hablaban de un
mundo que, a pesar de que era parte de un pasado premoderno remoto poblado por estancieros
17. El hecho de que un acontecimiento tan remoto e improbable justificara una peregrinación
aquel centro de culto poseía un enorme poder institucional y un prestigio extraordinario como
que recuerda las grandes confrontaciones contra los infieles que caracterizaron la época de las
evangélicos, reformistas o protestantes. Pero ahora los infieles eran los evangélicos y aquellos
que se convertían, en medio de la crisis del cambio, a la fe del imperio sajón. Las posibilidades de
que aquello desembocara en una resistencia política y militar como la que condujo a la Guerra
de los Cristeros en el México de Plutarco Elías Calles Campuzano (1877-1945) entre 1926 y 1929,
eran pocas. Pero la transición de un orden religioso al otro no iba hacerse sin tropiezos. A la larga,
los tropiezos no condujeron a una confrontación. Las tensiones se fueron atenuando y la pasión
La relevancia de todo esto es que entre 1898 y 1903, las relaciones entre los
reactivo del catolicismo popular ante la presencia estadounidense no deja duda respecto a ello.
Aquel año de 1903 Rosendo Matienzo Cintrón (1855-1913), abogado, orador, periodista y
espiritista convencido, inició una campaña pública a favor de la creación de una Unión
Puertorriqueña amplia y no partidista para enfrentar la relación colonial con Estados Unidos. En
1904, José de Diego Martínez (1867-1918), abogado, poeta de formación católica; y Luis Muñoz
Rivera (1859-1916), periodista, poeta y autodidacto, hicieron suyo el plan de Matienzo Cintrón y
fundaron el Partido Unión de Puerto Rico en 1904. Aquella organización ganó de inmediato las
elecciones generales bianuales con una plataforma abierta y tolerante en cual los estadoístas, los
Puertorriqueño, que había sido fundado en 1899 con un programa estadoísta, no regresó al
poder hasta el crítico año de 1932 cuando la mayor depresión económica del siglo 20 minaba la
que marcó la historia del país de una manera contundente. Cuando el abogado nacionalista Pedro
Albizu Campos, como se comentó en otra parte de este libro, se refirió a la Virgen de la
No me cabe la menor duda de que la sacralidad y antigüedad de este signo son claves
reformulación de una identidad nacional que fuese funcional bajo la nueva soberanía,
dependieron mucho de esta tradición ancestral que hoy parece disolverse. Esta reflexión es una
propuesta para que eso no suceda. Hormigueros, la Monserrate y la gente de todos los orígenes
que hizo posible que este culto sobreviviera, están en la base de una concepción de la
puertorriqueñidad que se generalizó y dominó la discusión cultural por lo menos entre 1920 y
1960. Reconocer ese hecho es el mejor homenaje que se puede disponer a esta comunidad del