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EJERCICIOS ESPIRITUALES 2024

“De inmediato, el Espíritu impulsó a Jesús al desierto, donde Satanás lo puso a prueba durante
cuarenta días. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían” (Marcos 1,12-13)

Diócesis de San Juan de los Lagos

“AÑO DE LA DIGNIDAD HUMANA”

1
LA VOZ DEL PASTOR
“De inmediato, el Espíritu impulsó a Jesús al desierto,
donde Satanás lo puso a prueba durante cuarenta días.
Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían”
(Marcos 1,12-13)
El texto bíblico nos menciona el momento en el que Jesús es llevado al desierto por el Espíritu
y es tentado por Satanás durante cuarenta días. Nos revela la importancia de tomar distancia para
reflexionar y fortalecer nuestra vida espiritual como preparación para cumplir una misión. Así como
Jesús se retiró al desierto para fortalecerse a través de la oración y el ayuno, la Cuaresma nos
ofrece un período similar: un tiempo para reflexionar sobre nuestra fe, para buscar la renovación
espiritual y para fortificar nuestro compromiso como cristianos.
El desierto representa un lugar de aislamiento, de silencio y de confrontación interna. Es en ese
espacio de quietud donde encontramos la oportunidad de enfrentar nuestras propias luchas
internas y tentaciones, las cuales nos permiten reconocer nuestras debilidades. Al igual que
Jesús, preparémonos mediante la oración, el ayuno y la penitencia para salir fortalecidos,
renovados en nuestra fe y en nuestro compromiso con la misión que nos ha sido encomendada
como comunidad cristiana.
En el contexto de nuestra Diócesis, este período que hemos vivido en oración y silencio del
nuevo pastor es crucial. Como miembros de esta Iglesia, se nos llama a tomar conciencia como
Iglesia peregrina: llevar la Buena Nueva, liberar a aquellos que están cautivos por diversas
situaciones y ser mensajeros de esperanza en un mundo que muchas veces se ve inmerso en la
oscuridad (cf. Lc 4, 18-19).
La Cuaresma, entonces, se convierte en un tiempo favorable para reflexionar sobre nuestro
papel como seguidores de Cristo y renovar así nuestro compromiso de ser instrumentos de amor,
compasión y justicia en el mundo. Es un período de preparación que nos encamina hacia la
celebración de la Resurrección, recordándonos con ello que es el centro, culmen y la alegría de la
vida nueva que Cristo nos ofrece.
En este camino hacia la celebración de la Pascua, es esencial recordar la dignidad inherente a
cada ser humano. Por ello, les presento los títulos de cada uno de los encuentros que estamos
ofreciendo como un valioso recurso para sumergirnos en la profundidad de este tiempo sagrado,
teniendo como mística general: “El encuentro sanador y liberador con Cristo nos hace
promotores de una vida digna” y la cita generadora que ilumina el conjunto de reflexiones
corresponde al texto bíblico del Buen samaritano Lc 10,25-37.
Estas reflexiones nos inspirarán e impulsarán a vivir con una alegría renovada y una plenitud
que brota del reconocimiento del triunfo de Jesús sobre las tinieblas del pecado, para así juntos,
entonar el “ALELUYA” como un canto que resuena con la victoria de la luz sobre la oscuridad,
recordándonos que, en cada paso hacia la Pascua, estamos celebrando la redención y la dignidad
que nos ofrece como hijos e hijas amados de Dios.
Encuentro 1: Hombre y mujer los creó: fundamento de la dignidad humana.
Encuentro 2: La misericordia del Padre es el lugar del reencuentro de la dignidad humana
Encuentro 3: Jesús vino a rescatar nuestra dignidad caída
Encuentro 4: dignidad compartida: respetando mi propia dignidad respeto la de los demás.
Encuentro 5: la Iglesia anuncia y reconstruye la dignidad humana
2
La vivencia de la Pascua es un momento de especial relevancia en nuestra fe cristiana. Por
ello, les ofrecemos adicionalmente reflexiones tanto para los domingos de Cuaresma como para
los domingos de Pascua, presentadas en forma de Lectio Divina.
Además, les extendemos la invitación a celebrar la velada de Pentecostés “Los 7 movimientos
del Espíritu por la Dignidad humana”, un momento que nos conecta con la presencia viva y activa
del Espíritu en la Iglesia, motivándonos a avanzar con confianza y determinación.
Reconocer, que Cristo resucitado vive entre nosotros, infundiendo su vitalidad, nos incita a
abrazar la vida desde una perspectiva renovada. Celebrar la Pascua es abrir los ojos a una
existencia transformada, donde la presencia del Resucitado se manifiesta en cada aspecto bueno,
bello y puro que florece en nuestro ser, revelándose como una promesa de infinito. Que, guiados
por el Espíritu Santo, podamos experimentar esa luz que nos conduce hacia las puertas de la vida
plena y redimida de Cristo.
Que este tiempo de reflexión sea fuente de renovación y crecimiento espiritual y que cada
momento de introspección nos acerquen más a la luz de la Resurrección, iluminando nuestros
corazones con esperanza y alegría. Que el gozo de este tiempo nos acompañe en cada paso,
recordándonos siempre el triunfo del amor sobre cualquier sombra de la vida.

¡Felices Pascuas de Resurrección!

+ Jorge Cavazos Arizpe


Arzobispo de San Luis Potosí,
Administrador apostólico de San Juan de los Lagos.

3
Encuentro 1
HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ:
FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD HUMANA

Lic. Francisco Javier Jiménez López


Objetivo:
Reflexionar en las implicaciones de haber sido creados por Dios «varón y mujer», para hacer
conciencia de que nuestra dignidad exige cuidar, aceptar y respetar nuestra humanidad como ha
sido creada.
Notas pedagógicas
En el espacio donde se va a compartir este encuentro, colocar una ilustración de la creación,
donde se vea Adán y Eva al lado de nuestro Padre Dios.
Asimismo, alternar imágenes de hombres y mujeres que conviven en armonía, con otras en
donde se presenten mujeres que sufren violencia; y por último, algunas imágenes de matrimonios
con hijos, otras con parejas del mismo sexo y/o personas manifestándose a favor del llamado
matrimonio igualitario.
Texto generador
«Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. […] somos llamados a custodiar
nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada»1.
Oración inicial
Texto bíblico: Génesis 1, 26-30:
Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden
en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y
en todos los reptiles que reptan por la tierra.
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los
creó.
Y los bendijo Dios con esas palabras: «Sean fecundos y multiplíquense, y saturen la tierra y
sométanla; manden en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre
la tierra».
Dijo Dios: «Vean que les he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la
tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; les servirá de alimento.
Y a todo animal terrestre, y a toda ave del cielo y a todos los reptiles de la tierra, a todo ser
animado de vida, les doy la hierba verde como alimento». Y así fue.
Imploramos la presencia del Espíritu Santo, y le pedimos que nos permita reflexionar en la
altísima dignidad de los seres humanos, que al haber sido creados «varón y mujer», han sido
llamados al amor, y han recibido de Dios el don de la fecundidad para ‘llenar hasta la saturación la
tierra y someterla’.

BIENVENIDA Y UBICACIÓN
Con el gozo de encontrarnos congregados por la fe en Jesucristo, les damos la más cordial
bienvenida a este espacio de encuentro y reflexión.
4
En este año pastoral, hemos tenido la oportunidad de reflexionar en distintos momentos en lo
que implica la dignidad humana, cuyo origen se remonta al momento de la creación; Dios nos creó
por amor, y en su amor creador se fundamenta la riqueza de nuestra persona. Ahora bien, Dios
nos creó «Varón y mujer», por lo tanto, hombres y mujeres somos sus hijos; diferentes y a la vez
complementarios, con la misma y altísima dignidad.
De manera particular, en la Palabra que hemos escuchado descubrimos al menos dos
presupuestos de nuestra antropología cristiana: la igualdad en dignidad entre hombres y
mujeres, así como la complementariedad que nace de su diferencia sexual; sobre ellos girará
esta reflexión.
Es importante señalar aquí que el pasado 18 de diciembre de 2023, el Dicasterio para la
Doctrina de la Fe publicó –con la aprobación del papa Francisco– la Declaración Fiducia
supplicans, mediante la cual se permite bendecir a las personas que viven en pareja en
situaciones irregulares y en parejas del mismo sexo, y aunque al principio generó confusión en
algunos fieles, sobre todo por ambigüedades en las redes sociales, la Declaración no desconoce
los citados presupuestos antropológicos, que ratifica expresamente: «[…] lo que es constitutivo del
matrimonio, como «unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente
abierta a engendrar hijos […] Esta convicción está fundada sobre la perenne doctrina católica del
matrimonio. Solo en este contexto las relaciones sexuales encuentran su sentido natural,
adecuado y plenamente humano. La doctrina de la Iglesia sobre este punto se mantiene firme»2.

ME ASOMO A LA REALIDAD (ver)


I. Dios nos creó «varón y mujer», por lo tanto, hombres y mujeres somos sus hijos; diferentes y
a la vez complementarios, con la misma y altísima dignidad; de ahí que afirmamos que
ciertamente una mujer no vale más que un hombre, pero tampoco vale menos. Ahora bien, siendo
poseedores de la misma dignidad, advertimos que «La cultura actual tiende a proponer estilos de
ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano […]»3; entre dichos estilos
destacan el machismo y la ideología de género.
Así, mientras que la dignidad de los hijos de Dios implica la igualdad en dignidad entre
hombres y mujeres –presupuesto de nuestra antropología cristiana–, el machismo: «defiende y
justifica la superioridad y el dominio del hombre sobre la mujer; exalta las cualidades masculinas,
como agresividad, independencia y dominancia, mientras estigmatiza las cualidades femeninas,
como debilidad, dependencia y sumisión»4; el machismo que prevalece entre nosotros, es –entre
otras causas–, fuente de violencia contra las mujeres; de hecho, en nuestro país un 71% de
mujeres mayores de 15 años ha sufrido a lo largo de su vida una o más situaciones de violencia –
emocional, económica, física, sexual o discriminación– en los espacios escolar, laboral,
comunitario, familiar o en su relación de pareja5.
II. Ahora bien; en el momento en que Dios creó al ser humano «Varón y mujer»: «los bendijo
[…] con esas palabras: «Sean fecundos y multiplíquense […]», en ellas encontramos un segundo
presupuesto de la antropología cristiana –la complementariedad que nace de su diferencia
sexual–, diferencia que hoy niega la ideología de género, misma que propone un estilo de vida
que atenta contra la dignidad del ser humano, en particular cuando pretende desconocer la
diferencia sexual y la natural complementación entre «varón y mujer».
Para los promotores de esta ideología, todos somos autónomos para ‘construir’ el género;
niegan categóricamente la diferencia entre ‘varón y mujer’, considerando que somos idénticos: el

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ser humano no es ni varón ni mujer, afirmación que implica la destrucción de su núcleo
antropológico, así como de la riqueza que supone su natural complementariedad.
Todavía hace pocos años el matrimonio era definido como la unión de un hombre con una
mujer. Pero, a consecuencia de dicha ideología, tal concepción hoy es cuestionada, porque
«existe una guerra mundial para destruir el matrimonio. Hoy existen colonizaciones ideológicas
que destruyen, pero no con las armas, sino con las ideas».6 Es a través de la ideología de género
como se pretende destruir el matrimonio negando la «diferencia y reciprocidad natural de hombre
y de mujer»7.
Esta ideología de género ha avanzado en México mediante proyectos legislativos que han
modificado la definición de matrimonio, describiéndolo como la unión de dos personas –con
independencia de su sexo–; y esta colonización ideológica se está llevando a cabo por medio del
Poder Judicial Federal, que a partir del 22 de junio de 2015 legalizó en todo el país el matrimonio
entre personas del mismo sexo8. La imposición de tal ideología en lo que ve al matrimonio dio un
paso importante cuando la propia Corte declaró el 26 de enero de 2016: «inconstitucional
cualquier definición del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer en los códigos civiles
de los Estados»9; razón por la cual todas las entidades federativas han modificado sus
ordenamientos civiles para ajustarlos a tal criterio.
El papa Francisco señala que «[…] es preciso defenderse de las colonizaciones ideológicas»10;
de ahí la importancia de estar atentos a la realidad de nuestra Diócesis, porque no estamos ajenos
a la crisis antropológico-cultural que se vive en todas partes, y que tiene a nuestras generaciones
«ante la influencia de ideologías que desvirtúan el matrimonio y la familia, además de imponer una
mentalidad antinatalista caracterizada por la anticoncepción, la esterilización y el aborto»11; esto
último, atenta contra el don de la fecundidad y su corresponsable obligación de la generación de
los hijos.

ME DEJÓ ILUMINAR POR DIOS (pensar)


«Y dijo Dios: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra’ […] Creó,
pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y
los bendijo Dios con esas palabras: «Sean fecundos y multiplíquense»; ante estas palabras, es
importante hacer eco de lo señalado el papa Francisco: «Lo creado nos precede y debe ser
recibido como don. […] somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo
aceptarla y respetarla como ha sido creada».
I. Cuidar nuestra humanidad implica reconocer que la igual dignidad entre hombres y
mujeres exige que las mujeres sean valoradas y respetadas, lo cual no ocurre entre nosotros para
un alto porcentaje. Por desgracia, la violencia contra las mujeres no es exclusivo de nuestro país
ni de este tiempo; históricamente se les ha dado un trato que no corresponde a su dignidad de
hijas de Dios, con el pretexto absurdo del machismo; el papa Francisco dice: «La historia carga las
huellas de todo eso. Pensemos, por ejemplo, en los excesos negativos de las culturas
patriarcales. Pensemos en las múltiples formas de machismo donde la mujer era considerada de
segunda clase. Pensemos en la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la
actual cultura mediática»12.
Esta situación de discriminación y violencia ha generado en distintas épocas movimientos que
buscan el reconocimiento de los derechos que en justicia les corresponden a las mujeres; tarea en
la que ellas no deben estar solas porque su lucha es legítima y por tanto es de todos. En la
Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, el propio Pontífice señala que: «Hay quienes
6
consideran que muchos problemas actuales han ocurrido a partir de la emancipación de la mujer.
Pero este argumento no es válido, es una falsedad, no es verdad. Es una forma de machismo»13.
Lo que debemos evitar es que se pretenda alcanzar el reconocimiento de su dignidad a costa
de eliminar al otro. «Pensemos en la reciente epidemia de desconfianza, de escepticismo, e
incluso de hostilidad que se difunde en nuestra cultura —en especial a partir de una comprensible
desconfianza de las mujeres— respecto a una alianza entre hombre y mujer que sea capaz, al
mismo tiempo, de afinar la intimidad de la comunión y custodiar la dignidad de la diferencia»14. El
papa Francisco expresa su aprecio por los movimientos que buscan el reconocimiento pleno de la
dignidad de la mujer: «Valoro el feminismo cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la
maternidad»15. «La idéntica dignidad entre varón y mujer nos mueve a alegrarnos de que se
superen viejas formas de discriminación, y de que en el seno de las familias se desarrolle un
ejercicio de reciprocidad. Si surgen formas de feminismo que no podamos considerar adecuadas,
igualmente admiramos una obra del Espíritu en el reconocimiento más claro de la dignidad de la
mujer y de sus derechos»16.
II. Cuidar nuestra humanidad supone también aceptar y respetar la diferencia sexual. Ante los
embates de la ideología de género, recurrimos a la Palabra y al Magisterio Eclesial; de particular
importancia resulta para nosotros el VI Plan Diocesano de Pastoral, en el que se nos invita a
volver la mirada al Evangelio del Matrimonio y la Familia, así como a bendecir al Señor «por haber
creado al ser humano varón y mujer (cf. Gn 1,27)17. Estamos convencidos de que «Pertenece a la
naturaleza humana el que varón y mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad y
complementariedad, como expresión fiel y exclusiva de semejanza al amor fecundo de la Trinidad
(cf. DA 116). Reconocemos que este es el proyecto original de Dios para la humanidad (AL 61-
66)18. En el Plan Divino «la diferencia sexual viene a ser el presupuesto para la donación
recíproca»19.
III. Así pues, cuidar nuestra humanidad –y la igualdad en dignidad entre hombres y mujeres,
así como la complementariedad que nace de su diferencia sexual–, exige superar el machismo y
un feminismo radical, para ello es apremiante tener claridad y consciencia de que por naturaleza
«el hombre es todo para la mujer y la mujer es toda para el hombre»20. Es importante que todos
comprendamos que «la diferencia entre hombre y mujer no es para la contraposición, o
subordinación, sino para la comunión y la generación, siempre a imagen y semejanza de Dios […]
Es indudable que debemos hacer mucho más en favor de la mujer, si queremos volver a dar más
fuerza a la reciprocidad entre hombres y mujeres. Es necesario, en efecto, que la mujer no sólo
sea más escuchada, sino que su voz tenga un peso real, una autoridad reconocida, en la sociedad
y en la Iglesia»21. Urge hacer vida el Evangelio del matrimonio y la familia; atender el Plan Divino
nos llevará a hacer de nuestros hogares –para varones y mujeres– comunidades de vida y amor,
en los que no haya espacio para ningún tipo de violencia.
Ni machismo ni feminismo, lo que se ajusta al proyecto de Dios es la complementariedad, por
eso «Proclamamos que “la antropología cristiana resalta la igual dignidad entre varón y mujer, en
razón de ser creados a imagen y semejanza de Dios […] En una época de marcado machismo, la
práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible […] La
figura de María, discípula por excelencia entre los discípulos, es fundamental en la recuperación
de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia”»22. Es importante tener claridad y
consciencia de que «la relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua.
Se trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos. La mujer es corresponsable,
junto con el hombre, por el presente y el futuro de nuestra sociedad humana»23.

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Superar ideologías que proponen que el varón es superior o pretenden dividir a hombres y
mujeres es imprescindible para que podamos responder al Plan de Dios. Su gran sueño para cada
uno de nosotros –varones y mujeres– es el amor; y ese Gran Sueño se hace realidad cuando
hombres y mujeres nos tratamos con respeto: «La tierra se colma de armonía y de confianza
cuando la alianza entre hombre y mujer se vive bien. Y si el hombre y la mujer la buscan juntos
entre ellos y con Dios, sin lugar a dudas la encontrarán. Jesús nos alienta explícitamente a
testimoniar esta belleza, que es la imagen de Dios»24.

ME COMPROMETO Y TRANSFORMO LA REALIDAD (actuar)


Se advierte la necesidad de fortalecer la educación de niños, adolescentes y jóvenes. Es
imperativo asumir con responsabilidad nuestra obligación de educar conforme a las exigencias de
la antropología cristiana; en la Iglesia debemos redoblar esfuerzos en la catequesis infantil, de
manera que los niños entiendan que el sacramento del matrimonio, como Dios lo diseñó, exige el
reconocimiento de la igualdad fundamentan entre hombres y mujeres. Habrá que acompañar a los
adolescentes y jóvenes para que, al llegar el momento del noviazgo, se vean como personas: que
los varones reconozcan y respeten la dignidad de las mujeres –y viceversa–.
Primer compromiso fruto de este encuentro (personal): ¿A qué nos comprometemos los
varones para que las mujeres que viven a nuestro lado sean tratadas con respeto? ¿A qué nos
comprometemos las mujeres para promover una cultura de respeto mutuo?.
Segundo compromiso (como comunidad parroquial, en nuestro barrio o sector): ¿A qué nos
comprometemos para:
 Educar para el respeto?
 Ofrecer formación permanente sobre la antropología cristiana?
 Capacitar agentes para que atiendan los efectos del machismo, la ideología de género y el
feminismo radical; así como para estar al pendiente de las políticas gubernamentales que
promueven tal ideología?
 Establecer talleres y programas de formación afectivo sexual para las familias?
 Ofrecer espacios de formación cristiana para presentar la belleza y santidad del
matrimonio?
 Promover una actitud de escucha y orientación ante la ideología de género?
 Capacitar agentes para atener y acompañar familias con hijos con atracción hacia el mismo
sexo?25.

AGRADEZCO A DIOS (celebrar)


Todos: Padre bueno, queremos agradecerte por habernos creado a tu imagen y semejanza,
por habernos creado «varón y mujer», ayúdanos a cuidar de nuestra humanidad, así como la has
creado.
Varones: Te agradecemos Señor por nuestras madres, abuelas, hermanas, hijas, esposas;
ayudamos para que todos seamos conscientes de la riqueza de su dignidad, y les garanticemos
vivir en un ambiente de paz y armonía en el que siempre sean tratadas con respeto.
Mujeres: Te agradecemos Señor por nuestros padres, abuelos, hermanos, hijos, esposos;
ayudamos para crear un ambiente en el que su dignidad sea también siempre valorada.

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Todos: Te agradecemos profundamente Señor por habernos creado ‘varón y mujer’, y por
habernos regalado en tal diferencia la complementación y el don de la fecundidad; ayudamos a
promover una cultura a favor del matrimonio y de la generación de la vida.

ASIMILO
«Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. […] somos llamados a custodiar
nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada».

Notas:
1
Papa Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 56.
2
Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fiducia supplicans, sobre el sentido pastoral de las bendiciones, n. 4.
3
Documento de Aparecida, n. 387
4
Cf. JOSÉ MORAL DE LA RUBIA, SANDRA RAMOS BASURTO, «Machismo, victimización y perpetración en
mujeres y hombres mexicanos», en Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, vol. XXII, núm. 43, pp. 37-66, 2016;
en
https://www.redalyc.org/journal/316/31646035003/html/#:~:text=Se%20puede%20definir%20al%20machismo,com
o%20debilidad%2C%20dependencia%20y%20sumisi%C3%B3n.
5
Cf. INEGI, Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, Informe del 30 de agosto de
2022, en https://www.inegi.org.mx/programas/endireh/2021/
6
PAPA FRANCISCO, Discurso del 1º de agosto de 2016, en el Encuentro con sacerdotes, religiosos, religiosas,
seminaristas y agentes de pastoral, con motivo de su viaje apostólico a Georgia.
7
PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 56.
8
Tal legalización se llevó a cabo mediante una resolución de fecha 05 de diciembre de 2012 que recayó al
amparo en revisión 581/2012; y que hoy representa el primer precedente de la Tesis de Jurisprudencia 46/2015
(10a.), aprobada por la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
9
Tesis: 1a./J. 43/2015 (10a.).
10
PAPA FRANCISCO, Discurso del 1º de agosto de 2016.
11
VI Plan Diocesano de Pastoral, n. 153.
12
PAPA FRANCISCO, Audiencia general del 22 de abril de 2015.
13
PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 54.
14
PAPA FRANCISCO, Audiencia general del 22 de abril de 2015.
15
PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 173.
16
Ídem, n. 54.
17
VI Plan Diocesano de Pastoral, n. 181
18
Ídem.
19
Ídem, n. 182.
20
PAPA FRANCISCO, Audiencia general del 22 de abril de 2015.
21
PAPA FRANCISCO, Audiencia general del 15 de abril de 2015.
22
Documento de Aparecida, n. 451.
23
VI Plan Diocesano de Pastoral, n. 183.
24
PAPA FRANCISCO, Audiencia general del 15 de abril de 2015.
25
Cf. VI Plan Diocesano de Pastoral, nn. 201-205.

9
Encuentro 2
LA MISERICORDIA DEL PADRE ES
EL LUGAR DEL REENCUENTRO DE LA DIGNIDAD HUMANA

Pbro. Ramón Orozco Muñoz

Notas pedagógicas:
 Para la Oración inicial, preparar una imagen de la Divina Providencia, la Sagrada Escritura
y un cirio encendido, para entrar en procesión y colocarlos enfrente de los participantes.
 Para el momento del Ver la realidad, preparar quienes pudieran escenificar algunos
episodios de nuestra vida familiar y eclesial.
 En el Pensar se puede escenificar la parábola del Hijo pródigo (Lc 15,11-31), para favorecer
en los participantes la centralidad de las palabras y los gestos que el evangelista Lucas nos quiere
transmitir.
 Preparar varios letreros para animarnos a la conversión y ser utilizados en el Actuar.
 Los cantos se pueden hacer con la letra, con audios o videos, según se tengan los recursos
disponibles.

Ambientación:
Buenas tardes (noches). A todos, les invitamos a disponernos con un momento de canto y
alegría para nuestro encuentro.
Se entona el canto: “El amor de Dios es maravilloso…”
https://youtu.be/W_hhJkJjIL8?si=fjEc2pKpoQd0H8dS

Bienvenida y ubicación: Nos alegra encontrarnos por segunda vez en estos Ejercicios
Espirituales de Cuaresma, para reflexionar juntos la Palabra de Dios que nos lleva a redescubrir
constantemente nuestra Dignidad humana en la relación con Dios, fuente de todo don y gracia.
Sean todos bienvenidos.
Hoy el título de nuestro encuentro es: La Misericordia del Padre es el lugar del reencuentro de
nuestra Dignidad Humana.
Nuestro objetivo es: Reconocer que en la Misericordia del Padre podemos reencontrar nuestra
dignidad humana para vivirla desde la gracia inmerecida del Perdón y anunciarla con alegría en
nuestras familias, en la Iglesia y en la sociedad.
Les invitamos a participar con atención y devoción para que el Espíritu Santo derrame
abundantes frutos de santidad entre nosotros. Por ello nos disponemos para nuestra oración.

ORACIÓN INICIAL:
Canto: “Si yo no tengo amor…”
https://youtu.be/Ql7v6mLV5UU?si=LjsbeP5dym7K3bU6
+ Mientras se hace el canto se recibe en procesión una imagen de la Divina Providencia, la
Biblia y un cirio encendido, que se ponen en una mesa frente a todos los asistentes. Se concluye
la oración con el Padrenuestro y el Ave María.
10
ME ASOMO A LA REALIDAD (ver)
Para ayudarnos a ver algo de nuestra realidad podemos escenificar dos maneras de ver el
Pecado en el ser humano:

1.- Abandonarse a la dinámica del pecado, trivializando la Misericordia


+ Se presenta la escena de un joven agente de pastoral que invita a otro joven, alejado, a vivir
los Ejercicios Espirituales de Cuaresma:
Joel (Agente de pastoral): ¿Qué onda Kevin? ¿Cómo estás?
Joven Kevin: A todo dar, wey. Listo para el reventón del fin de semana, habrá chavas, cheves,
grifa y cristal al por mayor. Además, ya solucioné el pedo de mi chava. ¿Te acuerdas de que te
platiqué de su embarazo? Pues ya fuimos a deshacernos del producto, abortó y todo salió bien.
También me enrolé en un jugoso negocio por internet donde con “only fans” estoy ganando mucha
lana, para seguir disfrutando de la vida. A ti ¿cómo te va Joel?
Joel: Gracias a Dios, bien. Sigo con mi trabajo de mecánico y estamos haciendo un buen
equipo para capacitarnos con las nuevas tecnologías que traen los últimos automóviles y parece
que va bien la cosa. Con mi esposa estamos bien, ya nuestro tercer hijo acaba de recibir el
Bautismo. Mis Papás están bien; mis abuelos están enfermos, pero entre los nietos estamos
ayudando a cuidarlos. Por cierto, estamos por comenzar los Ejercicios Espirituales de Cuaresma,
¿te gustaría asistir? Quizá te puedan ayudar a reconocer que muchas de las cosas que hacemos
nos hacen daño y nos pueden poner en camino de perder nuestra salvación, ¿qué dices?
Kevin: Ya sabes, Joel, que yo no creo en todas esas ondas que traen los curas sobre el pecado
y otros bisness; son solo maneras de querernos controlar en nuestra conciencia. Además, Dios es
bien buena onda y misericordioso al cien y todo nos perdona chido, mira, unos días después del
aborto, mi novia se confesó con un padrecito que no anda con mamadas de excomunión ni otras
jaladas, y quedó todo listo, “borrón y cuenta nueva”. Así que hay que gozar la vida a tope, y
después nomás te confiesas y listo, no pasa nada.
Joel: Dios es misericordioso y siempre nos perdona, siempre que haya un verdadero dolor de
los pecados, tristeza por ofenderlo y trastornar su plan, y el propósito de no pecar más, de lo
contrario sólo sería jugar con la gracia de Dios. Porque Él justifica al pecador, pero nunca puede
aceptar el pecado.
Kevin: Mira, esos royos no los entiendo ni me interesan, mejor luego me sermoneas en otra
ocasión, ahí nos vemos luego… Ciao.

2.- Creer que podemos vencer el pecado con nuestros propios méritos, y juzgar a los
demás, creyéndonos los buenos de la vida.
Se presenta la escena de dos agentes de pastoral de distinto grupo parroquial:
Brenda: Buen día Martín, ¿cómo estás? Gusto en verte.
Martín: Buen día Brenda, gracias a Dios muy bien, vengo de mi grupo parroquial donde la
semana pasada tuvimos un encuentro muy fuerte con el Señor. Eso sí es espiritualidad, no como
los otros grupos en que había estado, donde todo es mediocridad y medias tintas. Éstos sí son
fieles a las cosas del Señor, con tantos dones tan maravillosos y una oración que se siente.

11
Brenda: Ah qué bien. Y, por cierto, ¿qué apostolado hacen? ¿ayudan a los presos, apoyan a
los discapacitados, visitan a los enfermos? ¿orientan a los adictos?
Martín: No, nosotros nos dedicamos a la oración y la alabanza para sanar milagrosamente los
corazones de las personas. No salimos con los demás para no contaminarnos o contagiarnos de
los pecados de los otros. Porque con el encuentro que hemos tenido con el Señor, ya quedamos
libres de toda maldad y tenemos que cuidar nuestro estado de gracia. Nos confesamos al menos
una vez a la semana. Evadimos a los adictos y viciosos, y también a los que promueven el mal,
porque Dios es un Dios que no quiere la maldad, ni a quienes la hacen, ya que han desprestigiado
el nombre de Dios con su comportamiento, y han acabado con la dignidad que Dios les dio en su
Bautismo. Nosotros no nos juntamos con “los malos”, ni con los pecadores públicos, porque tú
sabes que una manzana podrida pudre a las demás. Por eso para entrar a nuestro grupo tienes
que dar muchas pruebas de que ya has superado el pecado.
Brenda: Pero si Dios quiere que todos nos salvemos y nos ha encomendado la misión de
ayudar a la salvación a todos los que nos encontremos. Además, sólo la Gracia de Dios puede ir
venciendo el pecado en nuestras vidas, no nuestro esfuerzo o capacitación.
Martín: Sí, pero hay casos que ya no tienen remedio, están condenados en vida, no hay que
perder el tiempo con ellos. Por eso ni juntarnos con ellos.
Brenda: Pero si la Misericordia de Dios justifica al pecador, aunque aborrece el pecado. Dios
ama al pecador, pero odia al pecado. Mientras estemos en el mundo, no dejará de haber
tentaciones, que no podemos vencer sin la ayuda de la Gracia. Y hasta el más justo peca, si
descuida la Gracia.
Martín: No confundas ni me confundas, mejor ahí nos vemos.

Preguntas para dialogar:


1. ¿Qué opinas de cada una de estas posturas?
2. ¿Cómo tratas a los demás cuando sabes que han cometido un error, un delito grave o un
pecado mortal y público?
3. ¿Qué quiere dar a entender el dicho: “el que con lobos anda, a aullar se enseña”?
4. ¿Qué hay que hacer con la manzana podrida de la canasta?
Para reconocer la Misericordia del Padre en nuestra vida, es necesario reconocer que somos
pecadores delante de Dios, por ello nos podemos preguntar:
5. ¿Ve Dios de modo diferente a los seres humanos que son pecadores?
6. ¿Con el pecado perdemos nuestra dignidad humana? ¿Un pecador empedernido tiene
menos dignidad que un santo? ¿tiene la misma dignidad Judas Iscariote que Pedro? ¿Cuál es la
diferencia entre Hitler y San Francisco de Asís?

ME DEJO ILUMINAR POR DIOS (pensar)


Puntos de Reflexión:
1. La palabra dignidad se define en el diccionario como “la calidad o el estado de ser valorado,
honrado o respetado.” Es un conjunto de cualidades y rasgos de valor que percibimos y valoramos
de nosotros y en los demás.

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2. Podemos hablar de tres significados sobre la dignidad humana que nos pueden ayudar a
ahondar en el Texto bíblico que nos ilumina:
a. Dignidad ontológica (en el plano del ser): Es la cualidad inseparablemente unida al ser
mismo del hombre, siendo por tanto la misma para todos. Es el valor que tiene todo ser humano
por el mismo hecho de ser y existir, por lo que reclama ante sí y ante los demás, estima, custodia
y realización. Esta dignidad está sustentada en la naturaleza espiritual del ser humano.
b. Dignidad ética (en el plano del comportamiento): Es el ser individual que se realiza y se
expresa a sí mismo en tanto que entiende, quiere y ama. Es la expresión y ejercicio de la dignidad
ontológica, que implica: consciencia de sí mismo, racionalidad, capacidad de distinguir lo
verdadero de lo falso y el bien del mal. La dignidad ética se refiere al obrar, la dignidad ontológica
se refiere al ser.
c. Dignidad teológica (en el plano de la relación con Dios): El valor último y absoluto del ser
humano le viene dado por Dios. Es el regalo de ser imagen y semejanza de Dios, redimidos por Él
asumiendo nuestra humanidad y muriendo para rescatarnos, y destinarnos a la gloria. Desde la
antropología teológica el ser humano procede de Dios, es sostenido por Dios y está orientado al
Bien último que es Dios. Por lo tanto, Dios es el origen y el fin, el sustento y la razón de su
dignidad.
Texto de iluminación: Lucas 15, 11-31: Parábola del Hijo pródigo.
Se puede leer el texto y escenificar.
Ofrecemos reseña y extractos de la reflexión que hizo el PAPA SAN JUAN PABLO II en su Carta
Encíclica Dives in Misericordia apartado IV. Quien guste puede leerlo completo. Lo dividimos en
cinco puntos:

1. Conciencia de la pérdida de la gracia y la justicia:


Aquel hijo recibe del padre la parte de patrimonio que le corresponde y abandona la casa para
malgastarla en un país lejano, «viviendo disolutamente». Es el hombre de todos los tiempos,
comenzando por Adán que primeramente perdió la herencia de la gracia y de la justicia original.
Toca indirectamente toda clase de rupturas de la alianza de amor, toda pérdida de la gracia,
todo pecado… Aquel hijo, «cuando hubo gastado todo..., comenzó a sentir necesidad», tanto
más cuanto que sobrevino una gran carestía «en el país», al que había emigrado después de
abandonar la casa paterna. Sin dinero, sin amigos, sin posibilidades de salir adelante. En este
estado de cosas «hubiera querido saciarse» con algo, incluso «con las bellotas que comían los
puercos» que pastoreaba por cuenta de «uno de los habitantes de aquella región», pero también
esto le estaba prohibido.
El patrimonio que había recibido de su padre era un recurso de bienes materiales, pero más
importante que estos bienes materiales era su dignidad de hijo en la casa paterna. La
situación a que llegó cuando ya había perdido los bienes materiales, le hizo consciente, por
necesidad, de la pérdida de esa dignidad. No lo había valorado antes. Y parece que tampoco
era consciente al decirse a sí mismo: «¡Cuántos asalariados en casa de mi padre tienen pan en
abundancia y yo aquí me muero de hambre!». Él se mide a sí mismo con la medida de los bienes
que había perdido y que ya «no posee», mientras que los asalariados en casa de su padre los
«poseen». Estas palabras esconden el drama de la dignidad perdida, la conciencia de la
filiación echada a perder.

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2. Tomar la decisión de volver a la casa del Padre:
Es entonces cuando toma la decisión: «Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he
pecado, contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Trátame como a
uno de tus jornaleros». Estas palabras revelan más a fondo el problema central. A través de esa
compleja situación material a que llegó el hijo pródigo por su ligereza y su pecado, había ido
madurando el sentido de la dignidad perdida. Cuando decide volver a la casa paterna, pedirá a
su padre que lo acoja, no con el derecho de hijo, sino en condiciones de mercenario, por razones
del hambre y la miseria en que ha caído. Este motivo está impregnado por la conciencia de una
pérdida más profunda: ser un jornalero en la casa del propio padre es una gran humillación
y vergüenza. No obstante, está dispuesto a afrontarlas. Sabe que ya no tiene ningún otro
derecho, sólo ser mercenario en la casa de su padre. Su decisión es tomada en plena
conciencia de lo que merece y a lo que puede aún tener derecho según las normas de la
justicia. En el centro de su conciencia emerge el sentido de la dignidad perdida, la que brota de la
relación del hijo con el padre. Con esta decisión emprende el camino.

3. La fidelidad del Padre salva la dignidad perdida del hijo


La imagen del estado de ánimo del hijo pródigo nos permite comprender con exactitud en qué
consiste la misericordia divina. La figura del progenitor nos revela a Dios como Padre: fiel a su
paternidad, fiel al amor que desde siempre sentía por su hijo. Se expresa con la inmediata
prontitud en acogerlo habiendo malgastado el patrimonio; aún más con aquella alegría y aire
festivo tan generoso, que suscita contrariedad y envidia en el hermano mayor, quien no se
había alejado nunca del padre ni había abandonado la casa.
La fidelidad a sí mismo por parte del padre —«hesed» del Antiguo testamento— se expresa
singularmente impregnada de amor. Cuando el padre divisó de lejos al hijo, «le salió conmovido al
encuentro, le echó los brazos al cuello y lo besó». Obra ciertamente a impulsos de un profundo
afecto, que explica también su generosidad hacia el hijo, que indignará tanto al hijo mayor. Las
causas de la conmoción hay que buscarlas más en profundidad. El padre es consciente que ha
salvado el bien fundamental de la humanidad de su hijo. Aunque había malgastado el
patrimonio, ha quedado a salvo su humanidad, y ha sido de algún modo encontrada de
nuevo. Dice al hijo mayor: «Había que hacer fiesta y alegrarse porque este hermano tuyo había
muerto y ha resucitado, se había perdido y ha sido hallado» … La fidelidad del padre a sí mismo
está totalmente centrada en la humanidad del hijo perdido, en su dignidad. Así se explica
ante todo la alegre conmoción por su vuelta a casa.
El amor que brota de la esencia misma de la paternidad obliga al padre a tener solicitud por
la dignidad del hijo… La misericordia tiene la forma interior del amor (ágape en el Nuevo
Testamento), capaz de inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y
singularmente toda miseria moral o pecado. Así, el que es objeto de misericordia no se
siente humillado, sino «revalorizado». El padre le manifiesta su alegría por haber sido
«hallado de nuevo» y por «haber resucitado». Esta alegría indica un bien inviolado: un hijo,
por más que sea pródigo, no deja de ser hijo real de su padre. Indica un bien hallado de
nuevo: la vuelta a la verdad de sí mismo.

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4. Sólo la humildad nos hace gustar y reencontrar la verdad de sí mismo y la
misericordia del Padre
Lo que ha ocurrido en la relación del padre con el hijo, en la parábola de Cristo, no se puede
valorar «desde fuera». Nuestros prejuicios sobre la misericordia son resultado de una valoración
exterior: percibimos una relación de desigualdad entre quien la ofrece y quien la recibe. Deducir
que la misericordia difama a quien la recibe y ofende la dignidad del hombre. La parábola del hijo
pródigo demuestra cuán diversa es la realidad: la relación de misericordia se funda en la
común experiencia de aquel bien que es el hombre, sobre la común experiencia de la
dignidad que le es propia. Esta experiencia común hace que el hijo pródigo comience a verse a
sí mismo y sus acciones con toda verdad (semejante visión en la verdad es auténtica
humildad). Para el padre, el hijo se convierte en un bien particular: el padre ve el bien que se ha
realizado con una claridad tan límpida, gracias a una irradiación misteriosa de la verdad y del
amor, que parece olvidarse de todo el mal que el hijo había cometido.

5. La conversión es el camino de la Misericordia


La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la
conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de la presencia de la
misericordia en el mundo humano. Su significado no consiste sólo en la mirada compasiva dirigida
al mal moral, físico o material: revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de
mal existentes en el mundo y en el hombre. Es el contenido fundamental del mensaje
mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión. Así la practicaban sus discípulos y
seguidores. Se revelaba en sus corazones y acciones, como una prueba creadora del amor que
no se deja «vencer por el mal», sino «vence con bien al mal».

ME COMPROMETO Y TRANSFORMO MI REALIDAD (actuar)


Sólo una conciencia movida por la acción del Espíritu Santo puede moverse desde la
Misericordia y ayudar a mover la conciencia de quienes le rodean o le están confiados en su
familia, en su grupo, en su trabajo, en la Iglesia, en la sociedad.
Para este momento se preparan algunas frases de comportamientos en referencia al hijo
pródigo que regresa a la casa del Padre y en referencia al hijo mayor que sin alejarse de la casa
del Padre, se queda afuera de su Misericordia.
Teniendo la imagen de la Santísima Trinidad (Divina Providencia) en el centro y al frente,
alguien representa al hijo menor que se pone a la derecha de la imagen de la Divina Providencia,
viéndola, como en camino hacia la Trinidad. En cambio, alguien que representa al hijo mayor se
pone a la izquierda, dándole la espalda a la Trinidad, enroscado sobre sí mismo.
Quien dirige reparte los letreros a los participantes quienes van pasando al frente, lo leen y
según juzguen se van hacia uno de los dos hijos. Se invita a todos los participantes a reconocerse
personalmente en los comportamientos y asumir un compromiso personal de conversión
desde la Misericordia para reencontrar en ella la propia dignidad y la de los demás.
Frases hijo mayor:
1. ¿Por qué el Señor me castiga y me manda esta enfermedad? Si no me he portado mal,
otros son mucho peores y les va muy bien en todo.
2. Hay que sufrir para merecer.
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3. Ojalá, Dios ya acabe con este mundo tan corrompido.
4. Los que no se comportan como nosotros son unos condenados.
5. No te juntes con ellos, porque son malos y te pueden corromper.
6. Con la gente tóxica, mientras más lejos, mejor.
7. Dios no quiere a los pecadores.
8. Yo no he robado, ni matado, no necesito confesarme.

Frases hijo menor:


1. Yo quiero vivir mi vida a mi manera.
2. Mi gusto es y ¿quién me lo quitará?
3. Ya estoy cansado de tantos mandatos y deberes, mejor me voy a disfrutar de la vida.
4. Ya no puedo con este vacío y amargura, lo he perdido todo.
5. Me estoy muriendo de hambre, he dañado a mi familia, a la Iglesia, a los demás.
6. Soy un alcohólico, un drogadicto, un mentiroso, un adicto al mal, de todo me arrepiento.
7. Quiero convertirme y cambiar de vida.
8. Ya no merezco ser considerado como hijo.

AGRADEZCO A DIOS (celebrar)


Como oración final se hace el canto: “Hazme un instrumento de tu paz”
https://youtu.be/SVQJ35JDmNQ?si=xTF7myX3CRUEFdXR.
Se canta el “Padre nuestro”.
Se reza el “Oh Señora mía…” en consagración a la Virgen María, Madre de Misericordia.

Asimilo: Memoricemos la siguiente frase: Sean Misericordiosos como el Padre es


Misericordioso.

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Encuentro 3
JESÚS VINO A RESCATAR NUESTRA DIGNIDAD CAÍDA

Pbro. José Guadalupe Muñoz Porras

Texto Bíblico: Lucas 19, 1-10 (Encuentro de Jesús con Zaqueo).


Objetivo: Encontrarnos con Jesús nuestro Salvador, para que, con el poder de su gracia
sanadora, levante nuestra dignidad caída por la realidad dolorosa del pecado, e impulsemos un
proceso de conversión permanente y presentarnos ante Él como hijos suyos.
Notas pedagógicas
Tomamos en cuenta nuestro ritmo pastoral. Según nuestro Curso de Acción, estamos
celebrando el Año de la Dignidad Humana. Por tanto, debemos tener claro lo que hace valiosos a
los seres humanos.
La Dignidad Humana Caída. En la visión cristiana de la humanidad, descubrimos que la
realidad dolorosa del pecado se hizo presente en forma de soberbia y grave desobediencia. Esto
provocó, entre otras cosas, que se empañara lo más valioso que Dios puso en cada uno de sus
hijos. Su dignidad inicial quedó caída y necesitada de redención.
Jesucristo, al rescate de la humanidad. La historia de la salvación nos enseña que, a pesar
de tantas caídas, Dios nunca nos abandona. La presencia redentora de su Hijo Jesús se
manifiesta en tantas personas que lo reciben y, con Él, la salvación que a todos nos trae.
Como Zaqueo, recibimos a Dios. De ser posible, y si hay sacerdotes disponibles, al finalizar
el tema se podría celebrar Sacramento de la Reconciliación.
Texto generador: Lucas 19, 1-10 El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que
estaba perdido.
El texto bíblico elegido para este tema nos enseña el propósito de la venida de Jesús a la
tierra: buscar y salvar lo que se había perdido a causa del pecado. Él vino a redimir y elevar la
dignidad de la humanidad a través de su sacrificio y su mensaje de amor, perdón y reconciliación.

Oración inicial
¡Señor, como a Zaqueo ayúdame a bajar del árbol de mi egoísmo y mis comodidades y ven a
mi corazón endurecido por las pruebas!
Como a Zaqueo, me dices que quieres entrar en mi casa. Entra cuando quieras, Señor, y envía
tu Espíritu para que limpie mi interior y te sientas más cómodo.
No te sorprendas, Señor, cuando observes tanto desajuste y tanto desorden. Solo ten
compasión de mí y permite que experimente tu amor, tu gracia, tu cercanía, tu perdón y tu
misericordia.
Quiero que, como a Zaqueo, me mires con amor, me sonrías con la bondad y me acerques la
mano con la serenidad del que sabe que va a perdonar.
Señor, ya sé que no te importa lo que soy porque lees en mi interior y sabes que tengo
intención de cambiar, de crecer como persona y como cristiano.

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Envíame tu Espíritu, Señor, para que me ayude a optar por la santidad ¡Gracias, Señor, porque
tú lo puedes todo y puedes sanar mi corazón!
Bienvenida y ubicación
Bienvenidos a nuestro tercer encuentro. Hoy nos vamos a esforzar en descubrir la importancia
que tiene el saber que somos valiosos ante Dios y ante los demás. Que tenemos una dignidad que
se ha de reconocer y defender, porque somos hijos de Dios.
Desafortunadamente también descubrimos que hay indicios de que algo o alguien está
“abaratando” la Dignidad humana, devaluando lo que en un principio Dios creó como algo muy
valioso.
No obstante, una humanidad caída por la realidad del pecado, nuestro Señor se hace presente
con su gracia redentora para rescatar lo que estaba perdido. Su amor nos infunde la posibilidad y
la esperanza de convertirnos.
Nos vamos a inspirar en Zaqueo, un personaje del Evangelio que refleja en gran parte nuestra
condición humana, así como la esperanza de quien busca a Jesús para que le lleve la salvación y
le ayude a recobrar la dignidad humana caída.
Me asomo a la realidad (Ver)
Al asomarnos a la realidad de nuestro mundo encontraremos algunas situaciones que nos
ayudan, y otras que nos dificultan el cumplimiento del plan que Dios diseñó desde el principio para
nosotros. Nos asomaremos a la realidad que vivió Zaqueo y la que nos toca vivir a nosotros.
Los romanos sometían a los pueblos mediante pactos. Si no querían que los destruyeran por
ocupación militar, aceptaban un sometimiento a través de impuestos y control de vida. Y elegían a
algunos miembros del pueblo para que les sirvieran de funcionarios para cobrar los impuestos y
ejecutar las acciones de presión o de castigo. Y éstos completaban su sueldo con extorsiones y
actos corruptos, para congraciarse con los que estaban más arriba y mantenerse en el puesto o
ascender. Colaboraban así en el empobrecimiento y sumisión del pueblo, y de ese modo se
enriquecían a costa de sus conciudadanos. Eran los publicanos.
Zaqueo, hombre rico (cf. Lc 19,2). No sólo es publicano, es decir, de los cobradores de
impuestos, judíos que, por concurso, han logrado asumir el puesto, sino es jefe de publicanos,
bastante rico con lo que había legalmente robado. Pensemos en lo poco o mucho que tenemos en
bienes materiales y consideremos el uso, o el abuso, que hemos hecho de esos bienes.
Zaqueo, odiado por todos. Los romanos utilizan a Zaqueo, y sus paisanos judíos lo
odian. Para los romanos es una fuente de ingresos; los judíos lo odian porque sirve al pueblo que
los conquistó, traicionando a los suyos. La calidad de nuestras relaciones con los demás, con
frecuencia, tiene qué ver con el modo en que adquirimos los bienes materiales, o con el estilo de
vida que adoptamos ante los demás. Se manifiesta en el aprecio o desprecio de nuestra
comunidad.
Zaqueo quiere ver cómo es Jesús (cf. Lc 19,3). Tal vez insatisfecho por los bienes
que posee y dándose cuenta del odio de sus paisanos, pero siente que algo le falta, hay un vacío
interior, y por eso quiere ver a Jesús. Pero desafortunadamente no lo consigue en medio de tanta
gente, por su baja estatura. La realidad de Zaqueo, y la que tal vez podríamos nosotros vivir, en
cierto modo es deprimente. Su mucho dinero le impide alcanzar una buena estatura moral, y le
hace incapaz de adquirir buenos amigos y aprecio en su comunidad. Sus
rentas y ambiciones son altas, pero muy baja su autoestima. Trata a muchas personas de las
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cuales recibe dinero, pero ninguna le ofrece una amistad sincera. Su dignidad se ha caído. Sin
embargo, algo brilla en su interior: quiere ver a Jesús porque eso podría cambiar su vida.
Me dejo iluminar por Dios (Pensar)
Necesitamos dejarnos iluminar por Dios ante la realidad tan contrastante que vivió
Zaqueo, pues sus rasgos no han cambiado mucho en nuestro tiempo, para que aclare las
sombras de nuestra dignidad, como aclaró la vida de Zaqueo.
Querer y no poder (Lc 19,3). Pareciera que Jesús y Zaqueo se buscaban mutuamente. Los
dos tenían razones para encontrarse. Zaqueo quería ver cómo era Jesús (cf. Lc 19,3) y Jesús
buscaba a Zaqueo porque quería hospedare en su casa (cf. Lc 19,5). Zaqueo buscaba a Jesús
porque sentía un vacío que no lograba llenar con todo su dinero, y Jesús buscaba a Zaqueo
porque vino precisamente a salvar lo que estaba perdido (cf. Lc 19,10).
Obstáculos que impiden el encuentro. Aunque Jesús y Zaqueo se buscaban mutuamente,
ambos debían superar algunos obstáculos: la estatura de Zaqueo a quien nadie quería y la
multitud que no veía bien el encuentro de Jesús con un pecador. Probablemente en nuestros días
nos enfrentemos a estos mismos obstáculos. No seamos un estorbo para quienes, de por sí, son
pequeños y bajos en estima; para quien sus bajos ingresos o méritos no alcanzan la altura de su
dignidad; para quien su nivel educativo o relacional es insuficiente para colocarse en el mercado
laboral; para quien, por diversas razones (vicios, familia problemática, rencillas pasadas…), no
logran tener el aprecio de su comunidad. Revisemos nuestros vacíos existenciales. Son los vacíos
que aprovecha Dios para hacerse presente. Aunque nos vaya bien haciendo las cosas mal, Dios
aprovecha cualquier descuido. No ve el hartazgo de los bienes que poseemos, sino el vacío del
BIEN que nos falta. Todos necesitamos ver un horizonte de esperanza para cambiar.
La alegría del encuentro (Cfr. Lc 19, 4-6). Para superar su baja estatura, Zaqueo se adelantó
corriendo y se subió a un árbol para ver a Jesús cuando pasara por allí. Cuando llegó Jesús al
lugar, miró hacia arriba y le dijo: 'Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu
casa. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Tal vez, por primera vez, Zaqueo escucha
que alguien le habla por su nombre y con cariño. Por eso acepta enseguida. Descubre que es
amado por Jesús con un amor distinto. No se sabe qué se dijeron, pero conocemos el antes y
después de este encuentro. Zaqueo, que andaba mal y era mal amado, se ha convertido en un
corazón amado y que ama. Esto sigue sucediendo en la vida de cada uno de nosotros. Jesús se
hace el encontradizo y nos habla por nuestro nombre y también quiere hospedarse en nuestra
casa. Eso es motivo de alegría.
Presencia que interpela nuestra vida. La sola presencia de Jesús en casa de Zaqueo, y en la
vida de cada uno de nosotros, cuestiona las actitudes de quienes protagonizaron y atestiguaron
este particular encuentro. Zaqueo era una causa perdida para los judíos, pero era un hijo de
Abraham para Jesús (cf. Lc 19, 9). La gente odiaba a Zaqueo por su comportamiento deshonesto,
pero Jesús lo vio como una persona valiosa y digna de su amor. En Zaqueo, y en cada uno de
nosotros, Jesús ve posibilidades de cambio y supera todos los prejuicios que nosotros podamos
tener.
El poder transformador de Jesús. Ante la presencia de Jesús Zaqueo sintió que su vida se
transformaba. Se sintió amado y aceptado por primera vez en su vida. La mirada de Jesús para
zaqueo no es para dejarlo que siga explotando a los pobres. No es complicidad con el pecador.
Acepta a la persona como es, pero no la deja como es. La gracia de Jesús es completamente
inmerecida y no se basa en nuestro comportamiento o en nuestras obras, sino en su amor
incondicional. Esto lo llevó a arrepentirse de sus pecados y a querer reparar el daño que había
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hecho a las personas que había defraudado. De hecho, Zaqueo ofreció dar la mitad de sus bienes
a los pobres y restituir cuatro veces el daño a aquellos a quienes había defraudado. Esta es una
muestra clara de la transformación que ocurre cuando nos encontramos con Jesús (cf. Lc 19, 8).
El gozo de la salvación. Zaqueo se siente inundado de alegría por la salvación que ha llegado
hasta su casa, como le declara el mismo Cristo (Lc 19,9). Esa alegría va acompañada de obras de
justicia: "Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien le
restituiré cuatro veces más" (Lc 19, 8). Esto es bueno recordarlo porque muestra que la grandeza
del perdón recibido se expresa de manera natural en la magnitud del cambio de actitudes y en los
actos de restitución y justicia, sobre todo para con los más pequeños y pobres. Sólo cuando esas
palabras brotan de labios de Zaqueo, Jesús añade que la salvación "ha llegado".
La verdadera conversión lleva a la caridad. Como fruto del encuentro de Jesús con Zaqueo,
éste queda convencido de que, en su vida, muchas cosas deben cambiar. Por eso exclama: si a
alguna persona perjudiqué, le devolveré cuatro veces más. Y de lo que me queda, es decir, lo que
sí gané honestamente, voy a dar la mitad a los pobres. La verdadera conversión nos lleva a la
caridad con el prójimo. A resarcir el mal cometido y a ayudar al prójimo necesitado. Es imposible
decir amo a Dios y estoy cambiando mi vida, si no hay signos concretos de amor al hermano.
Porque amamos a Dios, sirviendo al hermano que nos necesita.
Me comprometo y transformo la realidad (Actuar)
Después de reflexionar sobre una dignidad caída, a partir de la historia bíblica de Zaqueo,
sugerimos asumir algunos de los siguientes compromisos:
Reconocemos que estamos viviendo el flagelo de la corrupción en todos los ámbitos sociales.
Sin embargo, Jesús no duda en hospedarse en la casa de un rico, de un recaudador, de un
“pecador” y no en la de un individuo intachable. Esto nos invita a ser honestos y a evitar la
corrupción desde el lugar donde se desarrolla nuestra vida (familia, trabajo, amigos, vecinos, etc.),
pero sin rechazar a los corruptos, sino ofreciéndoles cercanía y oportunidad de convertirse.
En la medida de mis posibilidades y capacidades podemos hacer una donación o un aporte a
las personas o instituciones que se dedican a ayudar a los más necesitados de nuestra
comunidad.
Agradezco a Dios (Celebrar)
(Dirijamos a Dios, a dos coros, la siguiente oración):
Como Zaqueo, Señor, quiero ser pequeño, para comprobar que Tú eres lo más grande. Quiero
sentir mi vulnerabilidad, para gustar que Tú eres la santidad y la gracia.
Como Zaqueo, Señor, quiero ascender al árbol de la oración y, agarrado a sus ramas, saber
que Tú en ella me tiendes la mano y me acompañas me proteges y, al oído, siempre me hablas,
me auxilias y, en mis caminos, me alumbras con la luz de Tu Verdad.
Como Zaqueo, Señor, a veces me siento pecador y egoísta usurero y con afán de riquezas.
Por eso, Señor, como Zaqueo quiero ser grande en aquello que es pequeño y, diminuto, en
aquello que soy gigante.
¿Me ayudarás, Señor? No pases de largo, Jesús mío. Que son muchos los tropiezos los que
he de saltar para llegarme hasta tu encuentro, que son incontables los intereses y, a veces las
personas, que me impiden darme el abrazo contigo.

20
Como Zaqueo, Señor, en la noche oscura de mi alma haz que nunca me falte un árbol donde
remontarme, una rama donde agarrarme, un tronco donde apoyarme para que, cuando pases, me
digas: ¡En tu casa quiero yo hospedarme! (Extracto de la oración de Javier Leoz)

Asimilo
La historia de Zaqueo nos enseña sobre la misericordia y la compasión. Jesús no juzgó a
Zaqueo por su pasado ni lo condenó por sus pecados. Se acercó a él para mostrarle su gracia
sanadora capaz de levantar su dignidad caída.
Zaqueo nos presenta un acto de restitución social por la situación de corrupción y desigualdad
que, con frecuencia, caracteriza algunos aspectos de nuestra sociedad. Es una agenda pendiente
restituir la dignidad que, por nuestro comportamiento, muchos han perdido.
Lo que Jesús cambia en Zaqueo es su experiencia de Dios y, por consiguiente, su relación con
Él. Por eso fue capaz de restituir lo robado y compartir con los pobres lo honestamente ganado.
Elementos para un Examen de Conciencia
Zaqueo estaba lleno de dinero, pero estaba vacío aprecio en su comunidad. ¿Hay algún vacío
en nuestra vida que deba ser llenado por la gracia de Dios?
La multitud impedía el encuentro de Zaqueo con Jesús ¿hemos sido un estorbo para nuestros
hermanos se encuentren con Cristo?
Zaqueo encarna una enérgica declaración de honestidad. Sabía que había robado mucho y lo
reconoció en la presencia de Jesús. ¿Hemos robado la dignidad de nuestros hermanos?

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Encuentro 4
DIGNIDAD COMPARTIDA:
RESPETANDO MI PROPIA DIGNIDAD RESPETO LA DE LOS DEMÁS.

Pbro. Miguel Ángel Dávalos Díaz

Objetivo: Valorar la dignidad personal, desde la mirada de Dios expresada en su Palabra, para
comprometerse en el cuidado y promoción de la dignidad de todo el ser humano y todos los seres
humanos.

Notas pedagógicas:
+ Anima a los participantes a reflexionar sobre su percepción de la dignidad propia y ajena y a
cuestionar las situaciones que pueden socavarla y cómo actuar ante ellas. Te puedes valer para
ello ejemplos que desafíen la percepción de la dignidad en la sociedad actual.
+ Puedes enriquecer este tema proponiendo debates en grupos pequeños sobre cómo se
manifiesta la dignidad en diferentes aspectos de la vida diaria y cómo cada uno puede promoverla
en su entorno. O bien, presenta casos o situaciones hipotéticas donde se ponga en juego la
dignidad personal y social, pidiendo a los participantes que propongan soluciones respetuosas.

Texto generador:
“Un experto en la Ley le preguntó a Jesús: ‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante
de la Ley?’. Jesús le respondió: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma
y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es
semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan
toda la ley y los profetas’” (Mt 22,35-40).

Oración inicial:
Dios de toda vida:
Ayúdanos a valorar el gran don que es la vida humana formada a tu imagen, reflejo de tu
santidad.
Ayúdanos a reconocerte en todos los que has creado, comenzando con nosotros mismos, con
los hermanos, sobre todo con los más necesitados.
Ayúdanos a dar testimonio de la dignidad de todos los que has creado, sin importar la etapa de
la vida, la riqueza, la habilidad, el color o el credo, porque cada persona es completamente igual
ante tus ojos amorosos.
Comparte con nosotros tu santo conocimiento de que todos somos tus hijos, cada uno dotado
de dignidad inherente.
¡Que tu justicia reine para siempre! Amén.

Bienvenida y ubicación:

22
Estamos iniciando el tercer día de nuestros ejercicios espirituales, el día de ayer estuvimos
reflexionando que el lugar de encuentro con la dignidad humana se da a través de la Misericordia
que experimentamos en el amor del Padre. Hoy daremos un paso más en cuestión de la dignidad
humana, puesto que es compartida mediante el compromiso, cuidado y promoción de la dignidad
de todo hombre y de todos los hombres.
En este tercer día de nuestros ejercicios espirituales, seguimos profundizando sobre la
dignidad humana. Ayer, reflexionamos sobre cómo el encuentro con esta dignidad se manifiesta a
través de la Misericordia, un regalo del amor paternal. Hoy, damos un paso adelante al reconocer
que la dignidad humana no solo se experimenta, sino que se comparte y se fortalece a través del
compromiso, el cuidado y la promoción de la dignidad de cada ser humano. Nos adentraremos en
este encuentro, en la responsabilidad conjunta de salvaguardar y fomentar el valor inherente a
cada persona, buscando así honrar la dignidad de todos y cada uno.

ME ASOMO A LA REALIDAD (ver):


Nuestra realidad suele confrontarnos, sacudirnos y, por supuesto, retarnos. No se diga en el
tema de la dignidad humana, con sus tantas expresiones y esfuerzos de promoción y defensa, y a
la vez innumerables acontecimientos dolorosos que manifiestan el poco aprecio y la falta de una
firme promoción de ella.
Partamos del hecho que todos y todas nacemos con Dignidad. Es un valor que no se compra,
no se gana y no se concede, es inherente a nuestra existencia. Por la fe entendemos, de forma
clara, que nuestra dignidad es un don de Dios al crearnos “a su Imagen y Semejanza” (Gn 5,1-3),
pero también es una hermosa tarea que exige amarla, conservarla y promoverla. Sin embargo, en
ocasiones somos responsables de lastimar, devaluar, vulnerar y, tristemente, incluso perder dicha
dignidad.
Dignidad humana significa que un individuo siente respeto por sí mismo y se valora, al mismo
tiempo que es respetado y valorado. El respeto por la dignidad comienza por reconocer cada uno
su existencia, su autonomía y su individualidad.
Vemos con agrado y esperanza grandes esfuerzos de personas e instituciones que promueven
la dignidad humana. Sin embargo, las personas en su vida ordinaria manifiestan signos, actitudes,
comportamientos y decisiones que lastiman su propia dignidad personal. A ello se añaden tantas
expresiones de pensamiento que se han convertido en tentación para todos: individualismo,
cultura del descarte, cultura de la muerte y el materialismo, la narco cultura, el relativismo (VI PDP
480).
Una persona lesiona su propia dignidad si se deja utilizar por otros y así, instrumentalizada y
menospreciada, atenta contra sí mismo o contra otros, con actos indignos y crueles. Recordemos
la parábola del hijo pródigo que por decisión personal se aleja de quien le da dignidad y se dedica
a malgastar y pisotear su ser de persona. Con esta imagen constatamos que vulneras tu dignidad:
 Cuando no vives tu vida según tus valores.
 Cuando no escuchas tu conciencia. Permaneces atado al sentimiento de desaprobación y
culpa, devaluando la posibilidad de crecimiento. Normalizando actitudes o acciones que van en
contra de tu dignidad.
 Cuando no respetas la dignidad de los demás o cierras los ojos para no ver, ni
comprometerte, tomando una posición privilegiada e indiferente.

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 Cuando no pones límites, ni evalúas tu tipo de relaciones (sin respeto, con humillaciones,
manipulaciones, etc.) o cuando consientes que se lo hagan a otras personas.
Todo ello se va manifestando en expresiones que parecen incrementarse en nuestras familias
y comunidades:
 En torno a la aceptación personal: se experimenta tristeza, sinsentido de vida, incapaces
para algo, sin oportunidad, sin autoestima, abandonados a sí mismos, sin valor ni esperanza,
apagados, obscuros o grises. Sin valor.
 En torno a las decisiones: opciones por el crimen organizado, alcoholismo, drogadicción,
pornografía, prostitución, relaciones riesgosas, cutting (conducta que consiste en cortarse
generando heridas superficiales sin buscar el suicidio, en diferentes partes del cuerpo), suicidio,
violencia, descuido de la salud, etc.
 En torno a las actitudes: egocentrismo, libertinaje, consumismo, búsqueda de placer sin
límites, se cree que es un derecho equivocarnos, herirnos, lastimarnos, poner nuestra vida en
riesgo.
Todas estas cuestiones ponen de relieve que la dignidad depende de muchos aspectos de la
vida de una persona, unos que son completamente de la responsabilidad de cada uno y otros que
dependen del entorno social - cultural. Sin embargo, conviene recordar con firmeza que toda
ofensa, herida o violencia a la vida personal (también a la de otro) es un ultraje a Dios creador.

ME DEJO ILUMINAR POR DIOS (pensar):


El Catecismo nos recuerda: “El hombre es creado a imagen de Dios en el sentido de que es
capaz de conocer y de amar, en la libertad, al propio Creador. Es la única criatura, sobre esta
tierra, que Dios ha querido por sí misma y que ha llamado a participar, por el conocimiento y el
amor, de su vida divina. El, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene la dignidad de persona: no
es cualquier cosa, sino alguien, capaz de conocerse, de donarse libremente y de entrar en
comunión con Dios y con las otras personas” (Compendio del Catecismo, n. 66).
De aquí podemos decir que las dimensiones de la persona que se ven implicadas, tocadas por
la maravilla de ser creado a Imagen de Dios son: la dignidad; la unidad de cuerpo y alma; su ser
de hombre o mujer; su relación con Dios, consigo mismo, con otras personas, con el mundo.
Este enfoque espiritual y visión del ser humano desde la Palabra de Dios no puede separarse de
su dimensión física, social o histórica. Por ello, esto lo afirmamos de todo el hombre y de todos los
hombres.
El Concilio Vaticano II subraya que esta dignidad es inalienable, porque “ha sido creada a
imagen de Dios” (GS 12). Es el fundamento de toda la vida social y determina los principios
operativos. En la cultura moderna, la referencia más cercana al principio de la dignidad inalienable
de la persona es la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Los derechos no son solo
individuales, sino también sociales; son de los pueblos, de las naciones. El ser humano, de hecho,
en su dignidad personal, es un ser social, creado a imagen de Dios Uno y Trino. Nosotros somos
seres sociales, necesitamos vivir en esta armonía social, pero cuando hay egoísmo, nuestra
mirada no va a los otros, a la comunidad, sino que vuelve sobre nosotros mismos y esto nos hace
malvados, egoístas, destruyendo la armonía.
Por ello, podemos afirmar que cuando cuidamos, protegemos y promovemos la dignidad del
otro, estamos cuidando, protegiendo y promoviendo nuestra propia dignidad. Cuando herimos con

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nuestras visiones, decisiones y actos nuestra propia dignidad entonces es muy probable que
hiramos la dignidad de los demás.
Recordemos el segundo mandamiento que Jesús comparte al doctor de la ley, que le
preguntaba sobre el mandamiento más importante, “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt
22,34-40). En este mandamiento aparecen dos destinatarios del amor: el prójimo y uno mismo.
Más aún, parece que el amor a uno mismo es condición del amor al prójimo. Si el prójimo debe ser
amado como uno mismo, entonces el amor a uno mismo es la medida de nuestro amor al prójimo.
De hecho, quienes tienen dificultades para aceptarse a sí mismos son los que también tienen
dificultades para relacionarse con los demás. Pero, por otra parte, hay un supuesto amor a uno
mismo que impide amar a los demás: es el egoísta, que piensa que para ser grande los demás
tienen que ser pequeños; como si el bien de los demás fuera una sombra que nos hiciera menos
buenos.
Hay que cuidar mucho el tipo de relación y amor que tenemos con nosotros mismos. Es una
tarea fundamental de toda persona, más del hombre de fe, vigilar su propia dignidad, formarse de
manera permanente en el respeto y promoción de ella. Educarse en cómo se auto percibe, cómo
se autoevalúa, cómo genera su propia paz y bien, qué tal cuida su salud, sus pensamientos, su
tipo de relaciones, etc. Generando en él una continua conversión que lo libre de todo pecado y de
todo aquel uso de libertad que lo lleva a actos indignos.
En esta formación la familia juega un papel fundamental, como recuerda el papa Francisco. La
familia es condición necesaria para que una persona tome conciencia y valore su dignidad: en
nuestra familia se nos trajo a la vida, se nos aceptó como valiosos por nosotros mismos. Si la
familia no reconoce la dignidad de la persona por sí misma, la sociedad no logra percibir este valor
en las situaciones límites. Sólo una mamá y un papá pueden decir con alegría, orgullo y
responsabilidad: vamos a ser padres, hemos concebido a nuestro hijo. En la familia se respeta al
ser humano más pequeño e indefenso, en ella se adoptan medidas que preservan la vida y
crecimiento de todos y se buscan de forma creativa y valiente caminos que lo lleven a su pleno
desarrollo y realización.
La vida en familia es la gran oportunidad para que los papás inculquen tanto el respeto a la
dignidad de las demás personas, como el respeto a la propia dignidad.

ME COMPROMETO Y TRANSFORMO LA REALIDAD (actuar):


Algunas ideas que pueden potenciar tu creatividad en torno a tu dignidad y el amor y respeto a
la dignidad del otro. Pues nuestra dignidad jamás está separada de la dignidad del otro.
 Vive según tus valores (esos que has bebido desde la fe y conocemos como valores del
Evangelio). Observa y descubre si eres coherente; abandona malos hábitos; corrige la mala
educación; vive la generosidad, la amabilidad, la gratitud, el servicio y la comprensión.
 Trata de estar muy comprometido con la formación de tu conciencia. Trabaja los
sentimientos de desaprobación de uno mismo, la culpa y el remordimiento sin rumbo. Pues una
conciencia formada nos ayuda a poner atención en reforzar nuestra humanidad y por tanto nuestra
dignidad. Nos permite reflexionar y llevarnos a buenas decisiones mediante el discernimiento.
Gracias a ello respetamos nuestra dignidad y la de los demás.
 Respetar la dignidad de los demás hace que nuestra dignidad sea sólida. Comprométete
participando en la promoción de la dignidad de los demás.

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 Evita relaciones que pongan en riesgo tu bien personal. No permitas ni consientas que se
trate mal o se ponga en riesgo la dignidad de otra persona.
 Aprender a perdonarse a uno mismo; Ser consciente de que no todo se puede controlar;
Cuidar la salud física; Cuidar la salud mental; Escoge muy bien a tu círculo más íntimo; Expresa
tus emociones sin miedo; Sé empático contigo, etc.

AGRADEZCO A DIOS (CELEBRAR):


Señor Jesús te damos gracias, porque nos has creado a tu imagen y semejanza, a todos nos
has dado la misma dignidad como personas, te damos gracias porque nos has creado con amor, y
nos has dado cuanto necesitamos en nuestra vida, te pedimos por todas las personas que han
perdido la dignidad, para que Dios en su infinito amor les devuelva la alegría y la esperanza, dales
cuanto necesitan en sus vidas, Señor te pedimos nos des tu gracia, para que respetemos los
derechos de todos sin hacer excepciones, por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

ASIMILO:
La dignidad nos pertenece como seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios. A lo
largo de nuestra vida nos enfrentaremos a situaciones en las que podemos perderla o en las que
la pierdan otros. Es nuestro deber hacer que se respete.
Valorando, cuidando, formando y promoviendo nuestra dignidad personal favorecemos la
dignidad de los otros. Por ello, vive en coherencia con tus valores, escucha tu conciencia, respeta
y haz respetar, pon límites y aprende a decir que no. Así podrás conservar la dignidad y vivirás
una vida responsable.

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Encuentro 5
LA IGLESIA ANUNCIA Y RECONSTRUYE LA DIGNIDAD HUMANA

Pbro. Jaisiel Gregorio Ruiz Cervantes

Objetivo: a partir de los testimonios que tenemos en nuestra Iglesia y del encuentro con la
Palabra de Dios, se busca suscitar un serio compromiso a fin de que, desde nuestra identidad de
bautizados, busquemos que todas las actividades de la Iglesia promuevan y construyan de
manera integral la dignidad del ser humano.
Notas pedagógicas: Este es el último día de nuestros Ejercicios Espirituales y por lo mismo
tenemos que hacer conciencia de hacer un buen cierre suscitando el compromiso como fruto de
estos ejercicios. Habría que prever el material necesario, sobre todo si para la sección del “ver”, se
van a exponer algunos de los videos propuestos para el tema, o si se puede conseguir la
fotografía de algún sacerdote o laico, que, en vida, promovió significativamente a la comunidad
como fruto de su fe.
Texto generador: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido para dar buenas nuevas
a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en
libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia” (Lc 4,18-19)

Oración inicial
+ Se pide que todos se tomen de las manos, se coloca un cirio pascual al centro haciendo
conciencia que es el Señor que nos convoca como Iglesia y que es el Señor que nos envía a
seguir haciendo realidad en toda circunstancia la construcción de su Reino. Considerando que
unidos podemos hacernos fuertes y podemos hacer más, rezamos la oración “Manos unidas” de
Pedro Casaldáliga:
Que seamos, Señor, manos unidas en oración y en el don.
Unidas a tus manos en las del Padre,
unidas a las alas fecundas del espíritu,
unidas a las manos de los pobres.

Manos del Evangelio, sembradoras de vida,


lámparas de esperanza, vuelos de Paz.

Unidas a tus manos solidarias, partiendo el pan de todos.


Unidas a tus manos traspasadas en las cruces del mundo.
Unidas a tus manos ya gloriosas de pascua.

Manos abiertas, sin fronteras, hasta donde haya manos.


Capaces de estrechar el mundo entero,
fieles al tercer mundo, siendo fieles al Reino.

Tensas en la pasión por la justicia, tiernas en el amor.

Manos que dan lo que reciben, en la gratuidad multiplicada,


siempre más manos, siempre más unidas. Amén.
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Me asomo a la realidad (ver)
La Iglesia como continuadora de la obra de Cristo, en todas las épocas y en muchas
circunstancias ha tratado de promover la dignidad del ser humano en toda su integralidad. Es por
ello que, en este momento de nuestro encuentro, sería bueno recordar, agradecer y valorar
algunos ejemplos de cómo la Iglesia ha promovido la dignidad de la persona humana, que
podamos proponerles a quienes asisten a los ejercicios. Este ejercicio se propone realizarlo en
dos niveles: con ejemplos de la Iglesia universal, y con ejemplos de la Iglesia local o a nivel
comunitario, buscando concientizar el papel que la comunidad de creyentes siempre ha tenido en
la promoción de la dignidad humana.

A nivel de la Iglesia Universal hay tres propuestas:


a) Se puede tomar el ejemplo de algunos santos que a la par de la obra espiritual promovieron
grandes proyectos sociales en los que se promovía a toda la persona.
Santa Teresa de Calcuta, santa Luisa de Marilac y san Vicente de Paul la caridad; San Juan de
Dios y san Camilo de Lelis los enfermos; San Jerónimo Emiliano los huérfanos; san Damián de
Molokai los leprosos; Beato Miguel Agustín Pro, san Tranquilino Ubiarco y san José Maria de
Yermo y Parres, las instituciones caritativas; san Juan Bautista de la Salle, san Juan Bosco y san
José de Calazans la educación; san Pedro Claver los esclavos; san Pedro Nolasco los cautivos.
b) Como ejemplos recientes, se propone a la Madre Teresa de Calcuta. Se puede proyectar el
siguiente video:
https://www.youtube.com/watch?v=zuDsODS7rZ8.
Otra opción que se sugiere es dar a conocer el testimonio actual del padre argentino Pedro
Opeka que se puede observar de manera resumida en el siguiente video “PADRE PEDRO
OPEKA de MADAGASCAR”: https://www.youtube.com/watch?v=1TxrEqiAHEk. O si se tuviera un
poco más de tiempo se puede proyectar esta entrevista “El hombre que puede salvar al mundo
(Parte 1): https://www.youtube.com/watch?v=7kmWXc6-RQM. O la Parte 2 de la entrevista:
https://www.youtube.com/watch?v=H7nNugnJ7HM.
c) Se pueden comentar los siguientes datos: según las cifras arrojadas este año 2023 por la
Agencia Fidei, es importante conocer que la Iglesia Católica en el mundo atiende las siguientes
instituciones en favor de la atención de las personas. En el campo de la instrucción y la educación
la Iglesia administra en el mundo 74.368 escuelas infantiles frecuentadas por 7.565.095 alumnos;
100.939 escuelas primarias con 34.699.835 alumnos; 49.868 institutos de secundaria con
19.485.023 alumnos. Además, sigue a 2.483.406 a alumnos de escuelas superiores y 3.925.325
estudiantes universitarios. En cuanto a los institutos sanitarios de beneficencia y asistencia
administrados en el mundo por la Iglesia engloban: 5.405 hospitales, 14.205 dispensarios, 567
leproserías, 15.276 casas para ancianos, enfermos crónicos y discapacitados; 9.703 orfanatos,
10.567 guarderías; 10.604 consultorios matrimoniales, 3.287 centros de educación social y 35.529
instituciones de otros tipos.

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A nivel de la Iglesia Local o de nuestras comunidades parroquiales
Sería también muy importante recuperar la memoria de laicos y sacerdotes, que en nuestras
comunidades parroquiales y como signo concreto del compromiso con su fe, fueron grandes
promotores de la dignificación y crecimiento de nuestros pueblos. (se puede investigar con
antelación el testimonio de algunos miembros del pueblo o de la ciudad que por su entrega y
servicio fueron referentes en la búsqueda y promoción de la dignidad humana).
[Sólo por mencionar algunos ejemplos podemos recordar en Tepatitlán al Sr. Cura Salvador
Zúñiga Torres, benefactor de la ciudad que apoyaba a estudiantes que iban a Guadalajara, hizo
casas para la gente pobre, y construyó un asilo. En Acatic, el Sr. Cura Miguel Ramos Domínguez
que hizo posible la electrificación de la comunidad junto con introducción del agua potable y el
alcantarillado. En Capilla de Guadalupe el Sr. Cura Esteban Vera Muñoz constructor de varios
centros educativos, la creación de una escuela especial para niños discapacitados. En Arandas el
Sr. Cura Alberto Martín Jiménez y el Sr. Cura Miguel Ángel Aguiñaga, quienes junto con la
construcción de templos promovían la urbanización de los barrios y la ayuda de despensa,
servicios o dinero a los más necesitados. El Sr. cura Aurelio Olmos en San Juan de los Lagos la
construcción, ayuda a pobres y el asilo, o el P. José María de la Torre con Cáritas, o el P. Luis
Guzmán la atención a los discapacitados. El P. Luis Carlos García Rea la recuperación de adictos
en Tepatitlán y Arandas. Y así pudiéramos seguir desgranando nombres de muchos sacerdotes y
laicos cuyos testimonios sería importante rescatar].
Después de mostrar los diferentes testimonios, se pueden comentar juntos algunas de las
siguientes preguntas:
1.- ¿Por qué es importante contemplar estos testimonios?
2.- Según estos testimonios, ¿cómo deberíamos de vivir nuestro compromiso con la
dignificación de nuestras comunidades?
3.- ¿Por qué la Iglesia tiene el deber de seguir promoviendo la dignidad de las personas en
todas sus dimensiones?
4.- ¿Por qué urge hoy, que los cristianos que conformamos la Iglesia, nos comprometamos aún
más a seguir promoviendo la dignidad humana?

ME DEJÓ ILUMINAR POR DIOS (pensar)


Después de haber sido interpelados por la realidad, dejémonos iluminar con la Palabra de Dios,
que es la fuente de inspiración del actuar de la Iglesia, lo haremos con un pasaje tomado del libro
de los Hechos de los Apóstoles (Hch 3,1-10). Este pasaje se propone en este encuentro como un
paradigma para que, a ejemplo de los apóstoles Pedro y Juan, nosotros que somos la Iglesia
podamos seguir luchando por la promoción de la dignidad humana en todas nuestras
comunidades:
Del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 3, 1-10)
“En cierta ocasión, Pedro y Juan subían al templo para la oración de la hora nona en el
momento en que llevaban a un hombre, cojo de nacimiento, al que ponían todos los días ante la
puerta del templo llamada Hermosa, para pedir limosna a los que entraban en el templo. El tullido
al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les pidió limosna. Pedro, acompañado por
Juan, fijó en él la vista y le dijo: "Míranos". Y cuando él los miraba atentamente, esperando recibir
algo,
29
Pedro le dijo: "No tengo ni plata ni oro; pero lo que tengo, eso te doy: en el nombre de
Jesucristo de Nazaret, levántate y camina". Y tomándolo por la mano derecha, lo levantó. Al
instante se fortalecieron sus pies y sus tobillos y, dando un salto, se puso en pie y echó a andar.
Entró con ellos al templo caminando, dando saltos y alabando a Dios. Toda la gente lo vio andar
por su propio pie y alabar a Dios; y reconocieron que aquél era el mismo que, sentado, pedía
limosna junto a la puerta Preciosa del templo, de modo que se llenaron de estupor y asombro por
lo que le había sucedido”.

Explicación del texto:


Después del gran acontecimiento de Pentecostés (cf. Hch 2), donde se infunde en la
comunidad el Espíritu Santo, con cuya fuerza ha comenzado la actividad misionera de la Iglesia y
los discípulos han sido capacitados para ser testigos del Señor Resucitado, la curación del cojo o
paralítico es el primer milagro o el primero de los signos realizados por los apóstoles. Dios acredita
así la predicación de los misioneros como había acreditado a Jesús. Enfoquémonos en tres
momentos:

a). - La situación del hombre que tiene lacerada su dignidad


El hombre que es objeto de la actuación de Dios no tiene nombre, todos le conocen ya sea por
su discapacidad o porque se dedica a pedir limosna, pero no por su nombre. Según nos lo narra el
mismo Lucas un poco más adelante, este hombre en el momento de ser curado contaba con más
de 40 años (Hch 4,22). La gravedad de la enfermedad está indicada por ser congénita, como dice
literalmente el texto griego, está así “desde el vientre de su madre”.
Es incapaz de valerse por sí mismo, de tal manera que es necesario que le lleven todos los
días al mismo lugar. El grado de desesperanza del tullido es de tal magnitud, que ya ni siquiera
pide para sí mismo superar la enfermedad que lo tiene postrado y pidiendo limosna, sólo espera lo
de siempre, unas cuántas monedas y nada más.
Finalmente, aunque está en el área del templo, este hombre está situado a los confines del
santuario como tal. La cojera lo coloca en un estado de impureza, que, sin condenar al lisiado, lo
excluye del sacerdocio (Lv 21,18) y lo mantiene apartado del Templo: “ni ciego, ni cojo entrarán en
mi casa” (2 Sm 5,8). Aislado de la vida social, este hombre parece ser otro elemento indeseable
de la decoración del templo, el tullido representa al hombre excluido, al hombre considerado como
un objeto.

b). -La intervención de los apóstoles: un juego de miradas y un Nombre que restablece.
La oración a la que se disponían a hacer Pedro y Juan es interrumpida por este tullido. San
Lucas es incisivo en el juego de miradas que se entrecruzan entre el tullido y los apóstoles. San
Lucas utiliza aquí varios verbos griegos para describirnos la acción de “ver” pero cada uno de ellos
tiene una acentuación distinta, que nos puede ayudar a entender mejor el pasaje.
Si el cojo los mira ordinariamente (orao), como ha visto a miles de hombres entrar en el
santuario, Pedro, por su parte, lo observa atenta y prolongadamente (atenitzo): esta mirada
penetrante busca más allá de las apariencias. Pedro ve al individuo tras la máscara social y sólo
mirándolo así, puede lanzarle la invitación: “¡Míranos!” (blepo), con este imperativo el apóstol invita
al tullido a entrar en esta nueva mirada sobre sí mismo que está recibiendo de los apóstoles. Al no
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lograrlo del todo, ya que el cojo lo único que puede esperar es una limosna, Pedro, en nombre de
Jesús, ordena que el cojo se levante y camine. Dar una orden en nombre de Jesús equivale a
invocar el poder salvífico y sanador de Jesús (cf. Hch 4,30; 16,18; 2,38). El resultado de esta
invocación será sorprendente, pero este prodigio no pudiera haber sido posible si los apóstoles no
hubieran “visto” de manera diferente a este hombre.

c). - Un hombre dignificado que salta y alaba a Dios por sus maravillas
Pedro confirma sus palabras con el gesto concreto de tomarlo con su mano derecha y
“levantar” aquel hombre. Indicar este “levantamiento” con el verbo griego egeiro utilizado muchas
veces en los Hechos para referirse a la resurrección. Lo que los apóstoles realizan con este
hombre es “resucitarlo”, hacerlo que deje su estado de postración, dependencia y precariedad.
Sus tobillos se robustecen, adquieren vigor y firmeza. Pedro y Juan, con el poder de Jesucristo,
restituyen a este hombre su dignidad; al que jamás había caminado naturalmente, siendo tullido
de nacimiento, le permiten hacerlo de manera libre.
La reacción del tullido es impactante: en cuanto experimenta sus pies llenos de vigor por
primera vez en su vida, comienza a saltar y alabar a Dios, y así, entrará glorificando al Señor al
templo, el lugar que evoca la salvación y la presencia de Dios, del que se sentía rechazado (según
los esenios, un grupo religioso judío de la época, en la gran batalla que anunciaba la llegada de
Dios, quedaban excluidos los cojos, los ciegos y los tullidos). Al entrar al templo, el cojo ha
abandonado la marginalidad socio-religiosa y goza de la plena participación en la vida ante Dios.
Por eso salta de alegría, porque se hace realidad la parábola de aquel rey que, después de
recibir la negativa de los primeros invitados a su gran banquete, envía a sus siervos a llevar a los
pobres, lisiados, ciegos y cojos (Lc 14,21) Son ellos los invitados a disfrutar del banquete del
Señor: los excluidos, cuya dignidad estaba minusvalorada, como el Señor Jesús sugería a los
fariseos, porque ellos no podían retribuirles o pagarles la invitación (Lc 14, 13-14).
El restablecimiento del tullido provoca en la gente un gran sentido de asombro que termina
direccionándose en alabanza a Dios. El gran signo siempre suscita en el corazón de las gentes la
fe y la alabanza a Dios y la Iglesia puede seguir restableciendo la dignidad del ser humano en
nombre de Jesús.
- ¿Qué parecido tiene la situación de ese tullido con la de muchas personas a las que hoy se
les minusvalora su dignidad humana?
- ¿Qué podemos aprender de la acción de los Apóstoles ante esta situación? Frente a las
necesidades tan apremiantes del ser humano ¿Qué es lo que la Iglesia puede aportar hoy? ¿Por
qué es importante que todo se haga “en nombre de Jesús”?
- ¿Por qué el signo de la dignificación de las personas se puede convertir para muchos en un
motivo auténtico para creer en Dios y para alabarlo?
Aplicación: la Iglesia, representada aquí por Pedro y Juan, a lo largo de los siglos y en las más
diversas culturas se ha encontrado con muchos que, como el cojo de este pasaje, no tienen
“nombre”, están descartados, viven una situación de precariedad física, psicológica, moral y
espiritual.
En esta situación se necesita la mirada profunda de la Iglesia para descubrir en cada ser
humano su dignidad; independientemente de los signos que desdicen la enorme valía de cada ser
humano, debe de ir más allá de las apariencias y los estándares sociales para proclamar el
31
nombre de Jesucristo que regenera y devuelve la dignidad al ser humano. Todo lo que la Iglesia
realiza en nombre de Jesucristo (su acción kerigmática y litúrgica concretizada en la caridad) es
para proteger, anunciar y elevar la dignidad de la persona en todas sus dimensiones. Esta tarea
ineludible de la Iglesia será la verdadera palabra que haga posible que el mundo de hoy pueda
creer y alabar a Dios, en quien la Iglesia tiene su esperanza.
Así lo expresaban nuestros obispos en el Documento de Aparecida: “Nuestra misión para que
nuestros pueblos en Él tengan vida, manifiesta nuestra convicción de que en el Dios vivo revelado
en Jesús se encuentra el sentido, la fecundidad y la dignidad de la vida humana. Nos urge la
misión de entregar a nuestros pueblos la vida plena y feliz que Jesús nos trae, para que cada
persona humana viva de acuerdo con la dignidad que Dios le ha dado […] Nuestra fidelidad al
Evangelio nos exige proclamar en todos los areópagos públicos y privados del mundo de hoy, y
desde todas las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la
dignidad de toda persona humana” (DA 389-390).
Nuestros obispos en México, en su relectura de la realidad de nuestro país, llegan a la
conclusión en el Proyecto Global de Pastoral 2031-2033, de la urgente necesidad de que la Iglesia
siga anunciando con todas sus acciones la dignidad de la persona: “Proclamamos con certeza y
hacemos nuestra la frase de San Ireneo: ‘La gloria de Dios es el hombre vivo’; la vida del hombre
es contemplar a Dios. Al contemplar a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre,
descubrimos en todo ser humano redimido por Él, la belleza, la grandeza y la dignidad de su ser.
Ante innumerables embates de esta nueva época por mutilar, distorsionar, cambiar y ensombrecer
la imagen del ser humano, la Iglesia está llamada a proclamar que toda persona tiene un valor en
sí misma, independientemente de su condición social, económica, política o religiosa y que por su
naturaleza es libre y trascendente” (PGP 172).
“Nuestro Señor Jesucristo, en su camino de Redención, ha venido para que el hombre tenga
vida y la tenga en abundancia (cf. Jn 10,10). Son muchas las limitaciones y los atropellos que se
cometen en contra de la vida humana y hay situaciones dolorosas en nuestro país que
imposibilitan que mucha gente viva con el mínimo de consideración humana y que se le reconozca
su dignidad, impidiendo que esa vida plena que Cristo ha venido a traer, se haga realidad en ellos.
En el centro de esta realidad se encuentra la fuerza del Reino de Dios, que como cristianos nos
lleva a construir las bases de una sociedad donde se reconozca, se valore y se construya
integralmente la dignidad de la persona” (PGP 173).

ME COMPROMETO Y TRANSFORMO LA REALIDAD (actuar)


1.- ¿Cómo podemos seguir siendo en nuestras comunidades promotores de la dignidad
humana en todas las dimensiones de la persona? ¿Qué nos hace falta hacer?
2.- Siguiendo el ejemplo de los apóstoles que se detuvieron a mirar con detenimiento aquel
hombre excluido ¿qué situaciones, problemáticas de nuestra comunidad necesitan ser miradas
con detenimiento por nosotros para poder ofrecer a Jesucristo?
3.- ¿Qué acciones concretas y que están en nuestras manos pueden realizarse tanto personal
como comunitariamente para dignificar a las personas que conocemos y las comunidades donde
nos desarrollamos?

32
AGRADEZCO A DIOS (celebrar)
Al terminar este encuentro, agradezcamos al Señor la innumerable cantidad de testigos que
siguen haciendo que la Iglesia sea un signo palpable de este Dios decididamente comprometido
por elevar nuestra naturaleza a la dignidad de ser sus hijos muy amados. Pidamos al Señor la
fuerza, el compromiso y creatividad necesaria para que, como Iglesia, sigamos trabajando
incansablemente, a fin de que, en la proclamación del nombre de nuestro Señor Jesucristo,
queden dignificadas todas las personas. Concluimos con este canto:
https://youtu.be/8eI4kWwrF7w?si=LZWfL2VXulJX42FR
DANOS UN CORAZÓN GRANDE PARA AMAR
DANOS UN CORAZÓN FUERTE PARA LUCHAR

Pueblos nuevos, creadores de la historia


constructores de nueva humanidad.
Pueblos nuevos que viven la existencia
como riesgo de un largo caminar.
DANOS UN CORAZÓN…

Pueblos nuevos, luchando en esperanza


caminantes, sedientos de verdad.
Pueblos nuevos sin frenos ni cadenas
pueblos libres que exigen libertad
DANOS UN CORAZÓN…

Pueblos nuevos, amando sin fronteras


por encima de razas y lugar.
Pueblos nuevos al lado de los pobres
compartiendo con ellos techo y paz
DANOS UN CORAZÓN…

33
RITO PARA LA RECEPCIÓN DE LA CENIZA
FUERA DE LA MISA POR UN MINISTRO LAICO

“Tú, Señor, te compadeces de todos


y no aborreces nada de lo que has creado,
aparentas no ver los pecados de los hombres,
para darles ocasión de arrepentirse,
porque tú eres el Señor, nuestro Dios”.
(ANTÍFONA DE ENTRADA PARA LA EUCARISTÍA DEL MIÉRCOLES DE CENIZA).

14 DE FEBRERO DE 2024

*Esta celebración podrá realizarse en una iglesia, capilla, oratorio, el rancho, el barrio o sector
indicado.
*En el lugar se prepara un pequeño altar con un crucifijo, dos velas, la Biblia y la ceniza ya
bendecida por un ministro ordenado (conviene hacer el envío de los ministros en la noche del día
anterior y entregarles la ceniza, de preferencia en Misa).
*Prever los cantos necesarios, así como quienes proclamarán la palabra de Dios, y los demás
ministerios litúrgicos.

34
RITOS INICIALES

Reunida la comunidad puede entonarse el siguiente canto u otro apropiado:


Mi alma espera en el Señor,
mi alma espera en su palabra.
Mi alma aguarda al Señor,
porque en Él está la salvación.

Ministro: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


TODOS: Amén.
Ministro: Hermanos, bendigan al Señor, que nos invita misericordiosamente al arrepentimiento
en este tiempo especial de Cuaresma.
TODOS: Bendito seas por siempre, Señor.

Luego el ministro laico dice la siguiente oración (con las manos juntas):
Ministro: Señor, Dios nuestro, mira a tus hijos aquí reunidos para recibir la ceniza y quema en
nosotros, con el fuego de tu amor, todo orgullo y vana suficiencia, para que de veras nos sintamos
pequeños ante Ti y deseosos de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA
(Se lee el Evangelio del día: Mateo 6, 1-6. 16-18: LECCIONARIO I, pág. 697).
Monición
Al inicio de la Cuaresma, este texto nos hace un fuerte llamado a la conversión y a acompañar
a Jesús en su camino al calvario mediante la oración, el ayuno, la penitencia y la limosna. Hoy
aprenderemos cómo realizar estos actos de manera que sean agradables a Dios. Su palabra nos
iluminará.
El ministro laico, va al ambón y dice:
Ministro laico: Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Mateo.

Después de la proclamación del texto evangélico se guarda un momento de silencio, el ministro


laico lee el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma o el mensaje del párroco para la
Cuaresma, o bien, la siguiente reflexión:
Contemplamos cómo se realiza en nuestra vida lo que hemos escuchado, meditado y orado:
Cuando hablamos de actos de penitencia, esencial pero no exclusivamente nos referimos a tres:
a. AYUNO:
+ La experiencia cotidiana nos parece indicar que apenas contamos con lo necesario, que
nuestra vida “pende de un hilo”: si me quitan un poco de dinero, ya no podré seguir adelante, si
me quitan a esa persona ya no podré seguir viviendo, si pierdo tal cosa no será posible
continuar…
+ Cuando ayuno –haciendo una única comida normal durante la jornada, pudiendo tomar un
poco de alimento en la mañana y al atardecer– efectivamente voy a sentir hambre; sin embargo,
me daré cuenta de que, a pesar de sentir hambre, puedo realizar todas las mismas labores y
actividades que normalmente tendría que realizar.
+ Es decir, me deja descubrir que, de inicio, cuento con más comida que solo la necesaria para
vivir, que puedo comer menos y mi vida no se acaba; por extensión, puedo voltear la mirada al
resto de mi vida y descubrir que en ella hay más que solo lo necesario para vivir.

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+ Me doy cuenta de que, a pesar de que no me había dado cuenta y sentía que Dios no se
acordaba de mí y me tenía abandonado, en realidad el Señor me ha bendecido y lo ha hecho
abundantemente, aunque haya tanto más que yo desearía tener o conservar.
b. ORACIÓN:
+ Habiendo hecho esta experiencia del ayuno, puedo sentirme profundamente agradecido con
el Señor, que tanto me ha amado, y orar: agradeciéndole por lo que ahora me doy cuenta de que
ha hecho por mí; pidiendo su perdón porque me doy cuenta que no siempre he sabido
aprovecharlo, que incluso he llegado a desperdiciarlo o despreciarlo; orando para que, de ahora
en adelante, pueda yo ver, valorar y aprovechar todo lo que me da.
c. LIMOSNA:
+ Finalmente, y como consecuencia de lo anterior, tomando conciencia de la sobreabundante
bendición de Dios, material y espiritualmente, y sabiendo que es él quien cada día me provee del
“pan nuestro de cada día”, no me siento ya preocupado por tener que procurarme yo mi propia
vida, por guardar celosamente lo mío para no perderlo, sino que puedo compartir lo mismo con lo
que Dios me ha bendecido a mí, material y espiritualmente; así, dándome cuenta que del mismo
modo que otros han sido los instrumentos de Dios para bendecirme, a mí me toca hacer otro
tanto.

Terminada la reflexión, se dejan unos momentos de silencio para concretar el propósito para
esta Cuaresma.

RITO DE LA IMPOSICIÓN DE LA CENIZA

Se acercan los recipientes con la ceniza ya bendecida.


Nos ponemos todos de pie.

MONICIÓN PARA LA PRESENTACIÓN DE LA CENIZA.


Al disponernos a recibir sobre nuestras cabezas esta Ceniza, que ella nos recuerde que, para
seguir al Señor, hemos de dejar ciertos caminos que nos alejan de Él, de sus mandamientos y de
nuestros prójimos.

Ministro: Al recibir esta Ceniza, confesamos ante Dios y ante los demás nuestra miseria y la
identifiquemos con el arrepentimiento y la reconciliación. Recordemos que durante esta Cuaresma
hemos de acercaremos a celebrar el sacramento de la Confesión, para prepararnos a celebrar
gozosos la fiesta de la Pascua del Señor.

Después de un momento de silencio, el ministro laico hace la siguiente oración, invitando a la


asamblea a inclinar la cabeza o ponerse de rodillas.
Ministro: Señor Dios, que te apiadas de quien se humilla y te muestras benévolo para quien se
arrepiente, inclina piadosamente tu oído a nuestras súplicas y derrama la gracia de tu bendición
sobres estos siervos tuyos, que van a recibir la ceniza, para que, perseverando en las prácticas
cuaresmales, merezcan llegar, purificada su conciencia, a la celebración del misterio pascual de tu
Hijo. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Dan las indicaciones para acercarse en orden a la imposición de la Ceniza, diciendo a cada
uno de los presentes: “Conviértete y cree en el Evangelio” o bien, “Recuerda que eres polvo y al
polvo has de volver”. Luego, dejará caer la ceniza sobre la cabeza de cada uno de los fieles (no se
pone en la frente, sino sobre la cabeza).
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Mientras tanto se pueden entonar cantos: Amante Jesús mío, Perdona a tu pueblo Señor,
Perdón Oh Dios mío, etc. Puede utilizarse incluso el himno del año de la Misericordia:
“Misericordes sicut Pater”.

Terminado el rito de la imposición de la Ceniza, se continúa:

RESPONSORIO

Ministro: Habiendo recibido la Ceniza, ahora diremos:


R. Dios es bueno y misericordioso con todos.

Ministro: Renovemos nuestra vida con signos de penitencia; ayunemos y lloremos delante del
Señor, porque Él por su misericordia está siempre dispuesto a perdonar nuestros pecados. Por
eso, juntos digamos: Dios es bueno y misericordioso con todos.
TODOS: Dios es bueno y misericordioso…

Ministro: Renovemos y mejoremos nuestra vida, pues por ignorancia hemos pecado; no sea
que, sorprendidos por el día de la muerte, busquemos un tiempo para hacer penitencia, y ya no
sea posible encontrarlo.
TODOS: Dios es bueno y misericordioso…

Ministro: Ven en nuestra ayuda y en ayuda de todos los que esperan y confían en ti, Dios
salvador nuestro; por el honor de tu nombre, líbranos, Señor.
TODOS: Dios es bueno y misericordioso…

Después el ministro laico, de pie, introduce a la oración del Padre nuestro con estas palabras:
Ministro: Terminemos nuestra celebración, elevando nuestra oración a Dios misericordioso,
como Cristo nos enseñó: Padre nuestro...

Luego el ministro laico dice la siguiente oración (con las manos juntas):
Ministro: Mira, Padre de bondad, nuestras humildes prácticas cuaresmales; hazlas fructificar,
purifica nuestros corazones, haz que dejemos todo aquello que nos aleja de ti para que podamos
celebrar la pascua con una vida renovada. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

Luego el ministro laico invoca la bendición de Dios, y al mismo tiempo que él se santigua, los
demás también lo hacen, diciendo:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Todos aclaman: Amén.
Luego despide a la asamblea con la fórmula siguiente:

Ministro laico: Bendigamos al Señor.


TODOS: Demos gracias a Dios.

Después de la despedida de los fieles, el ministro laico, hecha la debida reverencia al crucifijo,
se retira y TODO CONCLUYE EN SILENCIO.

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