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Sara Rivera

MELODIAS DE UNA
SALIDA

9°1
Editorial Luis Madina

Sara Rivera’s graphic design.


A mi madre, que me ha inspirado en

parte a escribir esta historia y tuvo un gran

lugar en ella.

INDICE.
Cap. 1 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Cap. 2 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Cap. 4 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Cap. 5 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Cap. 6 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
1.
Era primero de agosto de 1939, la brisa resoplaba en los campos de Berlín –
Alemania. La gente transitaba como normalmente se espera que lo haga; madres
con sus hijos en los mercados llevándoselos junto a ellas para resguardarlos de los
militares, y hombres de la fuerza armada en todos lados patrullando de norte a sur.
Algo abrumado, me encontraba en uno de los campos de esta extensa ciudad, en
donde había elaborado un acogedor refugio hace años atrás con mi madre;
recostado pensando en que sería de nosotros. “¿Podrá mejorar?”, una pregunta
que retumbaba en mi cabeza a medida que las nubes pasaban arrastradas por el
viento. Tantos recuerdos que aparecían en mi mente como bombas de agua helada,
aquel campo, tan colorido y extenso, traía tantas memorias que probablemente no
se irían hasta mi muerte. Como cuando mi madre me llevaba en su espalda
corriendo y riendo, olvidándonos de que el mundo existía por unas horas, horas que
eran y son mágicas en mi mente todavía; como la vez que recogí minuciosamente
hoja por hoja, y flor por flor a lo largo del campo para hacerle un bonito adorno que
se veía de maravilla en su cabeza.
“Está mal, tiene que mantenerse en constante descanso o irá de mal en peor”.
Esas palabras que salían de la boca del doctor Hoffman se volvían como jeroglíficos
indescifrables que se repetían en mi mente sin cesar; mi madre, que antes irradiaba
luz y alegría, que transformaba un lugar oscuro en un lugar lleno de vida y esperanza,
estaba recostada en una cama, casi inmóvil por una extraña enfermedad que
avanzaba poco a poco, silenciosamente. La medicina comenzaba a elevar su precio,
no podíamos pagar mucho, solía ayudar vendiendo flores que adquiría de praderas
vecinas en el mercado, pero no era suficiente.
El gobierno hacía de las suyas, el periódico enseñaba los horribles cambios que
generaba un tal Adolf Hitler en el país, y a pesar de que todo parecía calmarse, era
todo lo contrario, íbamos cayendo poco a poco, destierro por destierro;
definitivamente tenía que aprovechar el tiempo, en cualquier momento podíamos
desaparecer.
Realmente quería hacer algo, no simplemente estar de un lado en otro con los
brazos cruzados sin hacer nada, tenía que pedir ayuda.
El mismo hijo del doctor Hoffman, Edward Hoffman era mi gran amigo, desde jardín
de infantes me había brindado su apoyo y confianza, yo hice lo mismo por él; podía
reír, llorar y crear planes para nuestro futuro que permanecían como sueños en su
compañía, y nada iba a salir de su boca.

Me encontraba en su casa, una muy grande edificación que fácilmente podrían


confundir con una mansión; discutiendo sobre la vida, lo corta que es y lo mucho
que desperdiciamos en ella.
Una fuerte explosión se escuchó desde la puerta principal.

Habían entrado a la fuerza, se escuchaban pisadas a lo lejos, pisadas que cada vez
se volvían más fuertes a medida que iban avanzando. Ahora realmente tenía miedo,
era hora de actuar.

2.

"Quiero agradecerte, madre, te esfuerzas por mí, aunque la situación no sea


tan buena, has estado para mí incondicionalmente".
Y aunque no podría hablar mucho, logró decir un "te amo", aquel te amo que sería
fundamental para mí de ahora en adelante, un " te amo" que calentaba mi corazón
en cuanto mis oídos lo percibían.
Mi madre siempre había sido la mejor, y hasta el día de hoy lo sigue siendo, a pesar
de que sufríamos por la decadencia del país, alegraba mis días y verla ahí,
batallando en una guerra silenciosa, me destrozaba el corazón.
Salí al campo para despejar un poco los aviones y helicópteros del ejército
sobrevolaban la ciudad. "¿Porque no puedo ayudarla?", Me preguntaba, quizá
quería que mis pensamientos se ahogaran en el mar; pero no podía, no en ese
momento, así que decidí tomar una siesta, realmente necesitaba un descanso.
- ¡Jim!, ¡Ven aquí, niño mío! -Decía mi madre con dulzura, su rostro se tornaba
borroso cada vez que intentaba identificarlo, su silueta, sin embargo, se notaba cada
vez más y se deformaba a medida que mis pasos avanzaban hacia ella.
En el instante en el que me encontré en su lugar, desapareció, y fui transportado a
otro escenario; estaba en un desierto y era de noche, de repente escuché disparos
que llegaban a mi rápidamente, yo, con un rifle en las manos, escasamente puede
disparar de regreso dándole así a un soldado en la cabeza.

3.
Tenía que hallar la forma de escapar, no podía quedarme viendo cómo podían
llevarnos a Edward y a mí.
Corrí todo lo que pude, rodé por las escaleras que llevaban al patio trasero, Atravesé
la cerca que se encontraba en los alrededores y hui.
Después de mucho tiempo corriendo y corriendo durante varias vías, logré llegar a
casa, agitado y cansado por tanto correr, definitivamente las horas que pasé
recogiendo flores y llevándolas en el cesto habían servido de algo; entré a la
habitación de mi madre, ahí estaba el doctor Hoffman quien la estaba examinando,
tenía llaves de la casa así que podía entrar con facilidad.
-Está mejor hoy, es un cambio muy bueno, no habíamos visto esto en meses…
Observé a mi madre, aquel día su rostro expresaba comodidad, sus mejillas estaban
rojas, era buena señal; realmente quería abrazarla, pero dormía plácidamente y no
quería molestar su sueño.
Era martes, a eso de las 2:00am desperté, el sonido de las aves me calmaba un
poco, pero el calor era insoportable, era extraño ya que generalmente hacía frío a
esas horas; así que fui a la sala de estar y observé. El césped de un jardín ardía en
llamas a escasos metros de nuestra casa, eso lo explicaba todo.
Como primera reacción corrí a la cocina para tomar algunos envases de agua que
habíamos reservado para casos extremos; a lo lejos vi a un hombre correr, era alto
y llevaba una boina en la cabeza, ¿Habría sido el origen del fuego causado por
aquel hombre? ¿Tendría que ver con el atentado en casa de Edward? ¿Era algún
soldado de las fuerzas polacas?
No dormí mucho después de eso realmente, preguntas que atacaban mi mente y
corazón de nuevo, vaya comienzo de mañana…
Cuando mamá despertó lo primero que hice fue abrazarla, una amplia sonrisa se
formó en su rostro, la Anna Reich de antes estaba regresando paso a paso, el brillo
de sus ojos poco a poco volvía a resplandecer con la misma fuerza con la que lo
hacía hace unos años, finalmente podríamos vivir en paz en nuestro mundo.
- Jim, hola. –Mamá soltó con algo de facilidad, hace mucho no escuchaba mi
nombre saliendo de su boca, mi corazón dio un vuelco.
- Mamá…- Logré decir con un nudo en la garganta, estaba realmente feliz. –
Te amo, podré no ser de mucha ayuda para ti, podré no ser el mejor hijo,
podré ser un inútil en esta casa, pero realmente te adoro y lo haré hasta el
fin de mis días.
Al día siguiente alguien llamó a la puerta, al abrir no encontramos nada, ni a nadie,
solo un pequeño sobre color ocre que brillaba con la bandera de nuestro país; lo
dejé pasar un rato, tenía que hacer algunos quehaceres del hogar y el mercado,
vender y ofrecerles flores a decenas de comerciantes alemanes no era tarea sencilla.
- Hoy llegó un sobre- Le comenté a Edward, quien estaba atontado jugando
con los vendajes en sus manos, parecía algo despreocupado.
- ¿Un sobre de qué?, hoy no ha llegado nada para mí, o bueno, Edward no me
ha dado razones de parte de nadie; desde aquel incidente en nuestra antigua
casa, se aseguran de que todo lo que llegue al correo sea totalmente seguro,
para mí y para todos aquí.
- Realmente no lo sé, no lo abrí, tenía demasiadas cosas que hacer y abrir un
sobre era el menor de mis problemas en ese entonces, el sobre era color
ocre y había una pequeña bandera alemana en una esquina, ¿Será algo
malo?
- Hermano, son cartas del ejército. –Soltó sin más, se me heló la sangre.

¿Qué querría el ejército de mí?, no era más que un humilde vendedor y conocedor
de las flores que existía como cualquier otro tipo de humano en el planeta…

“Jim Anthon Reich, cordial saludo


Debido a las negligencias que el país presenta hasta la fecha, presentamos a
usted la información que requiere por medio de esta carta.
Alemania necesita combatientes, personas que son reclutadas y entrenadas para
servir al país, y usted, y todos los hombres alemanes no judíos que cumplan con
la mayoría de edad.
No es una solicitud, es una orden de parte de Adolf Hitler y el gobierno alemán.
Por favor presentarse en el batallón antes de los 21 días del mes de agosto.
Muchas gracias”.

¿Qué había acabado de leer?, seguramente esa era mi sentencia de muerte, un


nudo se hizo presente en mi garganta, pero esta vez no de alegría, de tristeza,
miedo, preocupación y dolor. ¿Cómo podía una simple hoja de papel herirme de
esa forma?, definitivamente quería morir, pero no de esa manera. ¿Y mi madre?
¿Qué sería de ella?

4.
Otra vez mi sueño fue irrumpido por preocupaciones, ¿Qué nunca iba a poder
descansar?, empaqué mis cosas y las de mi madre en mochilas distintas, no eran
muy grandes así que tenía que elegir bien. Sin duda alguna escapar era un plan
apresurado, pero estábamos a 15 de agosto y los días pasan como los leopardos
corren.
Salimos, nuestra primera parada fue el refugio, recogimos todo, estábamos dejando
años de historias y memorias atrás que hacían de aquel pequeño lugar un castillo
mágico; medicinas, ropa y algo de comida que duraría bastante para poder
sobrevivir, nos quedamos una noche ahí para ahorrar energías. Sería un
largo…largo viaje.
Comenzamos por la vía Heimlich, esta llevaba a un pequeño pueblo en el que nos
podríamos mantener a salvo, conocía Berlín como la palma de mi mano.
- Jim, te quiero mucho, pero necesito beber agua o de lo contrario desfalleceré
pronto. -Soltó una pequeña risa, sentido del humor Reich…
- En seguida, aquí tienes; madre, debemos ser cautelosos en estas zonas,
generalmente son vigiladas por tropas armadas, no quiero que te pase algo.
En un instante Edward apareció en mi cabeza, en las muchas noticias que
llevábamos a nuestro lugar de encuentro para no dejar de hablar por horas cuando
apenas éramos unos adolescentes aprendiendo a explorar el mundo, o bueno, los
alrededores de Berlín.
- ¿En qué tanto piensas, hijo? Te veo algo distraído.
- Edward, madre, con él podía aprender tantas cosas… por el sé que vigilan
esta zona y lo dejé en Berlín, solo, sin siquiera decirle un “Adiós” …
- Mira, Jim, Edward es un gran muchacho, seguro que entenderá la situación
cuando se reencuentren.
La luna se hacía presente conforme pasaban las horas, las aves pasaban en
manadas por sobre nosotros.
Esa noche no dormí, realmente no quería hacerlo, no por mí, por mi madre y por el
miedo de ser atacados que cada vez se hacía más grande. ¿Pero por qué yo?,
deseé poder tener la habilidad de regresar al pasado, donde mi madre solía
prepararme panqueques con chocolate y el olor que estos emanaban, cuando mi
madre cocinaba en la cocina, cantando algunas de sus canciones favoritas, el olor
a café que me despertaba todas las mañanas.
Quería regresas ahí, cuando todo era bonito y alegre, pero no podía, no es como
que apareciera una máquina del tiempo de la nada, tenía que aceptar la realidad.
De la nada sentimos un gran estruendo, el refugio que no hace mucho habíamos
improvisado estaba siendo atacado, mi miedo se había cumplido.
- No de nuevo… - susurré para mí mismo.
En pocos segundos apareció un hombre, era el mismo que había observado la vez
que el jardín se incendió, misma boina, misma altura, mismo todo.
- Jim Anthon Reich. ¿Realmente creíste que podías escapar con tu preciada
madre tan fácilmente?
Como acto seguido apareció Edward, aquel chico por el cual había estado
preocupándome todos esos días, tenía una mirada inexpresiva, ¿Por qué estaba el
ahí? ¿Lo habían capturado?

- Tu bonito amiguito nos dio cada maldito detalle acerca de tu ubicación, ¿Por
qué crees que te enseñaba todas esas cosas? ¿Eh?, tu madre… se irá con
nosotros.
- NO.- Refuté, sabía que no podía hacer nada con eso, pero fue lo único que
salió de mi boca.
- ¿Ah sí? -Se reía irónicamente, su cara expresaba arrogancia.
Entre lágrimas, agarré a mi madre como pude, estaba algo dormida, y me la llevé
corriendo sin darle mucho contexto, pero escuchamos un disparo después, me miré,
no tenía nada, y luego miré a mi madre, quien estaba tendida en el suelo
agarrándose el pecho con las manos llenas de sangre. Me tumbé con ella, la
sostuve tanto tiempo como me fue posible.
- Jim, estoy orgullosa de ti…muy orgullosa…-Dijo mientras sus hermosos ojos
se cerraban lentamente.
Y ahí fue cuando supe que no podía hacer nada, la había perdido…lloré en silencio,
un gran vacío se apoderaba de mi alma a medida que procesaba la situación, una
y otra vez, mi mayor motivo de vida y alegría en el plano terrenal se había ido y
nunca iba a volver.
Puse su cuerpo en la pradera que se encontraba al costado de la vía, quería pensar
que solo estaba durmiendo, pero mi corazón era difícil de engañar.
- Te amo…- esas fueron mis últimas palabras para ella, su alma yacía en el
cielo, en donde la recibirían mejor que aquí.

5.
Regresé caminando al lugar en dónde se encontraba responsable de la muerte de
mi madre, lleno de ira y dolor, miré a Edward, quien ahora se encontraba llorando
de rodillas.
- Jim…perdóname, e-ellos iban a asesinarme si no les decía, realmente lo
siento. - Dijo mientras el militar le apuntaba con un rifle en la cabeza, luego
le disparó a sangre fría, restos de su cabeza volaron por los aires.
- No merecía vivir, era un idiota débil de mierda, como tú. - Agarró mi brazo y
me llevó hasta una camioneta mientras me ataba las manos.
Llegamos al batallón, ya sin ánimos de nada, bajé de la camioneta, realmente todo
era insignificante para mí, mi madre había muerto a manos de un militar y Edward
me había traicionado de la manera más vil posible.
En su uniforme llevaba una placa que marcaba “B. Mussolini”, vaya nombre, no era
de por aquí…
- Mañana partiremos a Polonia, matarás a todo militar polaco que veas y a
cada maldito judío que te encuentres. Si es que logras sobrevivir.
Y así fue, me levantaron a golpes, después me dieron un instructivo general del
batallón que tenía que memorizar y después volamos hacia tierras polacas; si bien
tenía miedo, eso no iba a hacer que Mussolini tuviera un ataque de compasión y me
dejara libre.
Íbamos a invadir Polonia.
Era primero de septiembre, día de la batalla, me la pasé practicando
incansablemente, aunque había progresado tan solo un poco, seguramente era la
mayor decepción del ejército alemán ahora, pero teníamos a Francia e Inglaterra
como aliados.
- He decidido que no estarás en el campo de batalla, eres demasiado débil y
solo nos harías perder el tiempo; serás asignado a la cámara de rehenes. No
habrá comida ni agua, ni tratos bonitos para los que lleguen, ¿Entendido?
- Señor sí señor.

6.
Después de largos meses de trabajo, infinitos castigos por parte de Benito Mussolini,
montones de moretones aparecían en mi cuerpo día tras día. Realmente no lo
soportaba.
Veía como la gente luchaba por sobrevivir, sus gritos y llanto hacían que mis oídos
estuviesen a punto de estallar, la misma rutina todos los días, levantarse, bañarse,
leer el instructivo del día e ir a trabajar.
La capacidad de supervivencia de aquellos polacos encerrados en la cámara de
rehenes era exorbitante, comenzaban a comerse unos a otros para no morir de
hambre, y no dormían para mantener la guardia, sin embargo, había otros que aún
conservaban algo de cordura y se quedaban en las esquinas del establecimiento.
Necesitaba eliminar todo el dolor con el que estaba lidiando, se hacía cada vez más
y más grande, mi madre hubiese estado muy decepcionada de mí, viendo como
dejaba que gente inocente perdiera la vida sin más. Quería desaparecer y
definitivamente lo iba a hacer, algún día.
Me escabullí por los pasillos de los dormitorios y llegué a la terraza, aquella terraza
era enorme, y la había elegido como mi lugar “secreto” porque tenía vista a la luna,
y eso me recordaba a mi madre.
Coloqué un casete que contenía a “Frenesí” de Benny Goodman, era la favorita de
mi madre, Anna y me senté en un hermoso sofá que habían dejado en la terraza
semanas atrás. Agarré una botella de vino rojo “Red letters”, era el vino más caro
que podías conseguir en toda Alemania, lo serví en una copa, vertí unas 30 o 50
gotas de cianuro en el vino y lo bebí.
La melodía de la trompeta y el piano acompañaban mi dolor, mi mente se llenaba
de la armoniosa canción observando el mar de estrellas que se encontraban en el
cielo mientras mis ojos se cerraban lentamente.
- Madre, por fin volveremos a vernos…
BIBLIOGRAFÍA.
https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/world-war-ii-in-europe
https://historia.nationalgeographic.com.es/temas/segunda-guerra-mundial
armyupress.army.mil/Journals/Edicion-Hispanoamericana/Archivos/Cuarto-
Trimestre-2019/Como-se-llego-a-la-Segunda-Guerra-Mundial/

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