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TALLER DE LITERATURA N°1 ROMANTICISMO Y COSTUMBRISMO

NOMBRE: Sofia anchila GRUPO: __8b__

1. Luego de escuchar la introducción a la literatura del romanticismo y el costumbrismo a través de videos, clase expositiva y
socialización, lee y responde.
María

El reloj del salón daba las cinco. Mi madre y Emma me esperaban paseándose en el corredor. María estaba sentada
en los escalones de la gradería, y vestida con aquel traje verde que tan hermoso contraste
Formaba con el castaño oscuro de sus cabellos, peinados entonces en dos trenzas con las cuales jugaba Juan medio
dormido en el regazo de ella. Se puso en pie al desmontarme yo. El niño suplicó que lo paseara un ratico en mi
caballo, y María se acercó con él en los brazos para ayudarme a colocarlo sobre las pistoletas del galápago,
diciéndome:
_Apenas son las cinco: ¡qué exactitud! Si siempre fuera así…
¿Qué has hecho hoy con tu Mimiya? -le pregunté a Juan luego que nos alejamos de la casa.
_Ella es la que ha estado tonta hoy- me respondió.
_ ¿Cómo así?
_Pues llorando.
_ ¡Ah! ¿Por qué no la has contentado?
_No quiso, aunque le hice cariños y le llevé flores; pero se lo conté a mamá.
¿Y qué hizo mamá?
_Ella si la contentó abrazándola, porque Mimiya quiere más a mamá que a mí. Ha estado tonta, pero no le digas
nada.
María me recibió a Juan.
¿Has regado ya las matas? -le pregunté subiendo.
-No; te estaba esperando. Conversa un rato con mamá y Emma-agregó en voz baja-. y así que sea tiempo. Me iré a
la huerta.

Temía ella siempre que mi hermana y mi madre pudiesen creerla causa de que se entibiase mi afecto hacia las dos: y
procuraba recompensarles con el suyo lo que del mío les había quitado.
María y yo acabamos de regar las flores. Sentados en un banco de piedra, teníamos casi a nuestros pies el arroyo, y
un grupo de jazmines nos ocultaba a todas las miradas, (…)

Los rayos lívidos del sol, que se ocultaba tras las montañas de Mulaló medio embozado por nubes cenicientas
fileteadas de oro, jugaban con las luengas sombras de los sauces, cuyos verdes penachos acariciaba el viento.

Habíamos hablado de Carlos y de sus rarezas, de mi visita a la casa de Salomé, y los labios de María sonreían
tristemente, porque sus ojos no sonreían ya.
_Mírame_ le dije.

Su mirada tenía algo de languidez que la embellecía en las noches en que velaba al lado del lecho de mi padre.
_Juan no me ha engañado_ agregué.
_ ¿Qué te ha dicho?
_Que tú has estado tonta hoy…no lo llames…que has llorado y que no pudo contentarte: ¿es
cierto?
_Sí. Cuando tú y papá ibais a montar esta mañana, se me ocurrió por un momento que ya no
volverías y
que me engañaban. Fui a tu cuarto y me convencí de que no era cierto, porque vi tantas
cosas tuyas que no podías dejar. Todo me pareció tan triste y silencioso después que
desapareciste en la bajada, que tuve más miedo que nunca a ese día que se acerca, que
llega sin que sea imposible evitarlo ya… ¿Qué haré? Dime, dime que debo hacer para que
estos años pasen. Tú durante ellos no vas a estar viendo todo esto.
Dedicado al estudio, viendo países nuevos, olvidarás muchas cosas horas enteras; y yo
nada podré olvidar… me dejas aquí, y recordando y esperando voy a morirme (…)
_No hables así, María _ le dije con voz ahogada y acariciando con mi mano temblorosa su
frente pálida-; no hables así; vas a destruir el último resto de mi valor.
_ ¡Ah! Tú tienes valor aún, y yo hace días que lo perdí todo. He podido conformarme-agregó
ocultando el rostro con el pañuelo-, he debido prestarme a llevar en mí este afán y angustia
que me atormentan, porque a tu lado se convertía eso en algo que debe ser la felicidad …
Pero te vas con ella, y me quedo sola…y no volveré a ser ya como antes
era… ¡Ay! ¿Para qué viniste?
Sus últimas palabras me hicieron estremecer, y apoyando la frente sobre las palmas de
las manos, respeté su silencio, abrumado por su dolor (…)
_María _le respondí levantando el rostro, en el cual debió ella deber algo extraño y
solemne, pues me miró inmóvil y fijamente_ no te quejes a mí de mi regreso; quéjate al que
te hizo compañera de mi niñez; a quien quiso que te amara como te amo; cúlpate entonces
de ser como eres…quéjate a Dios. (…)
_No, no… ¿Qué te dije, ¿qué? Yo soy una muchacha ignorante que no sabe lo
que dice. Mírame- continúo Tomando una de mis manos_: no seas rencoroso
conmigo por esa bobería. Yo tendré ya valor… (…)
Mientras enjugaba yo sus últimas lágrimas, besaban por vez primera mis labios, las ondas de
cabellos que le orlaban la frente, para perderse después en las hermosas trenzas que se
enrollaban sobre mis rodillas.
Tomado con fines pedagógicos de: https://es.wikisource.org/wiki/Mar%C3%ADa_(Jorge_Isaacs)_(Versi
%C3%B3n_para_imprimir)

En la Diestra de Dios Padre

Tomás Carrasquilla

Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta. Vivía en un pajarate muy grande y muy
viejo, en el propio camino real y afuerita de un pueblo donde vivía el Rey. No era casao y
vivía con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida.
No había en el pueblo quién no conociera a Peralta por sus muchas caridades: él lavaba
los llaguientos; él asistía a los enfermos; él enterraba a los muertos; se quitaba el pan de la
boca y los trapitos del cuerpo para dárselos a los pobres; y por eso era que estaba en la
pura inopia; y a la hermana se la llevaba el diablo con todos los limosneros y leprosos que
Peralta mantenía en la casa. "¿Qué te ganás, hombre de Dios -le decía la hermana-, con
trabajar como un macho, si todo lo que conseguís lo botás jartando y vistiendo a tanto
perezoso y holgazán? Casáte, hombre; casáte pa que tengás hijos a quién mantener".
"Cálle la boca, hermanita, y no diga disparates. Yo no necesito de hijos, ni de mujer ni de
nadie, porque tengo mi prójimo a quien servir. Mi familia son los prójimos". "¡Tus
prójimos! ¡Será por tanto que te lo agradecen; será por tanto que ti han dao! ¡Ai te veo
siempre más hilachento y más infeliz que los limosneros que socorrés! Bien podías
comprarte una muda y comprármela a yo, que harto la necesitamos; o tan siquiera traer
comida alguna vez pa que llenáramos, ya que pasamos tantas hambres. Pero vos no te
afanás por lo tuyo: tenés sangre de gusano".

Esta era siempre la cantaleta de la hermana; pero como si predicara en desierto frío.
Peralta seguía más pior; siempre hilachento y zarrapastroso, y el bolsico lámparo,
lámparo; con el fogoncito encendido tal cual vez, la despensa en las puras tablas y una
pobrecía, señor, regada por aquella casa desde el chiquero hasta el corredor de afuera.
Figúrese que no eran tan solamente los Peraltas, sino todos los lisiaos y leprosos, que se
habían apoderao de los cuartos y de los corredores de la casa "convidaos por el sangre de
gusano", como decía la hermana.

Una ocasioncita estaba Peralta muy fatigao de las afugias del día, cuando, a tiempo de
largarse un aguacero, arriman dos pelegrinos a los portales de la casa y piden posada:
"Con todo corazón se las doy, buenos señores -les dijo Peralta muy atencioso-; pero lo van
a pasar muy mal, porqu'en esta casa no hay ni un grano de sal ni una tabla de cacao con
qué hacerles una comidita. Pero prosigan pa dentro, que la buena voluntá es lo que vale".

Dentraron los pelegrinos; trajo la hermana de Peralta el candil, y pudo desaminarlos a


como quiso. Parecían mismamente el taita y el hijo. El uno era un viejito con los cachetes
muy sumidos, ojitriste él, de barbitas rucias y cabecipelón. El otro era muchachón, muy
buen mozo, medio mono, algo zarco y con una mata de pelo en cachumbos que le caían
hasta media espalda. Le lucía mucho la saya y la capita de pelegrino. Todos dos tenían
sombreritos de caña, y unos bordones muy gruesos, y albarcas. Se sentaron en una banca,
muy cansaos, y se pusieron a hablar una jerigonza tan bonita, que los Peraltas, sin
entender jota, no se cansaban di oirla. No sabían por qué sería, pero bien veían que el
viejo respetaba más al muchacho que el muchacho al viejo; ni por qué sentían una alegría
muy sabrosa por dentro; ni mucho menos de dónde salía un olor que trascendía toda la
casa: aquello parecía de flores de naranjo, de albahaca y de romero de Castilla; parecía de
incensio y del sahumerio de alhucema que le echan a la ropita de los niños; era un olor
que los Peraltas no habían sentido ni en el monte, ni en las jardineras, ni en el santo
templo de Dios.
Tomado con fines pedagógicos de:http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1794-
44492008000100012

Actividades:

1. Lee cada uno de los fragmentos anteriores y desarrolla las actividades


indicadas en este taller.
a. En qué movimiento literario se puede ubicar el fragmento N°1, sustenta tu respuesta.
Se podría argumentar que está escrita en el periodo de romanticismo pues resalta los sentimientos de los
personajes y las tristezas.
b. Caracterice los personajes que se mencionan en “María”.
MARIA: iba vestida con un traje verde y trenzas en ese momento estaba triste y se sentía engañada
por su su hermano
MADRE de maría
EMMA, la hermana de maría
JUAN: hermano pequeño de maria
MIMIYA:
CARLOS:
Hermano de maría

c. En el fragmento N° 1, subraye las frases que describan el paisaje.


d. Identifique características del costumbrismo en el fragmento, “En la diestra de Dios Padre” del autor
Tomás Carrasquilla y argumente su respuesta.
e. Identifique el narrador del relato y sustente su respuesta.
f. Escriba una comparación entre Peralta y Regina, con relación a la religiosidad de cada uno.
g. Resalte frases que describan y caractericen al personaje principal.
h. En un párrafo argumente porque la obra de Tomás Carrasquilla, es costumbrista.
i. ¿Crees que el romanticismo se encuentra actualmente? ¿Por qué?
j. Realiza un cuadro comparativo entre el romanticismo y el costumbrismo escogiendo frases de los
dos fragmentos del taller.
Valor de cada punto: 1.0

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