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REFLEXIÓN

Una reflexión es la práctica de tomarse el tiempo para examinar en oración su propia vida. Si
quiere seguir creciendo en la intimidad con el Señor, es bueno tomarse regularmente un tiempo
para reflexionar y considerar lo que Dios está haciendo dentro de usted.

La práctica de la reflexión se originó con los jesuitas. La sociedad de Jesús, mejor conocida
como los jesuitas, fue una orden de sacerdotes fundada por Ignacio de Loyola y Francisco Javier.
Los jesuitas creen que la reforma cristiana comienza dentro de cada creyente individualmente.
Dos pilares importantes de la sociedad son la autoconciencia y la indiferencia.

El examen de la autoconciencia era un ejercicio diario para los jesuitas. (Puede leer más sobre
este grupo de hombres en Heroic Leadership (Liderazgo Heroico) por Chris Lowney.) Antes de
que los jesuitas fueran enviados a ministrar, hacían una rigurosa evaluación de quiénes ellos eran
según Dios y buscaban la sanación espiritual y emocional de sus heridas del pasado.

Cada día los jesuitas pasaban tiempo examinando sus propios corazones. Primero, se recordaban
a sí mismos su identidad en Cristo. Luego, reflexionaban sobre las cosas que los acercaban a
Cristo y las que los alejaban de Él. Por último, evaluaban su llamado y consideraban si su tiempo
lo dedicaban a cumplir ese llamado.

El segundo pilar, la indiferencia, tiene un significado totalmente distinto al que tiene hoy en día.
Ignacio describió este concepto como “vivir con un pie levantado”. Los jesuitas siempre estaban
listos para hacer lo que sea que Dios les dijera —de forma inmediata y sin dudar. En lugar de no
preocuparse, se preocupaban tanto por la misión de Dios que estaban dispuestos a ir a cualquier
parte en cualquier momento.

La siguiente reflexión proporciona una breve oportunidad para buscar la autoconciencia que los
jesuitas perseguían. Tómese el tiempo para entender quién usted es según fue creado por Dios
para que esté listo para vivir su vida con “un pie levantado”, listo para decir “sí” a Jesús una y
otra vez.

QUIETUD.
Concentre su atención en Jesús. Invítelo a establecerle en Su amor por usted. Ore este versículo
de las Escrituras en primera persona: “Para que habite Cristo por la fe en [mi corazón], a fin de
que, [arraigado] y [cimentado] en amor, [yo sea] plenamente [capaz] de comprender con todos
los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para [ser lleno] llenos de toda la plenitud de Dios”
(Efesios 3:17-19).

REFLEXIÓN.
Considere es estado de su corazón haciendo estas preguntas:
• ¿En qué soy bueno? (Considere sus dones y habilidades espirituales.)
• ¿Qué es importante para mí? (¿Qué valoro? Por ejemplo, las relaciones, la excelencia, la
integridad, etc.)
• ¿Qué tipo de vida quiero vivir? (¿Qué es lo que me apasiona? ¿Qué fruto espiritual quiero
que produzca mi vida?)
• ¿Está alineada la forma en que gasto mi tiempo y energías con mis dones, valores y
pasión?

CONCIENCIA.
Descubriendo el llamado o propósito de su vida:
• “Dios, ¿qué me impide vivir la vida que tienes para mí?”
• “Dios, dame la fuerza y el coraje para dejar ir todo menos a Ti”. Hable con Dios sobre
esas cosas específicas a las que se aferra. Por ejemplo, “Dios, te confío
_______________________ (pecados ocultos, arrepentimientos, miedos, etc.)”.
• “¿Qué quieres para mí?” No sólo busque a Dios para hacer más cosas, también pídale que
le muestre qué actividades debe dejar de hacer.
• “Dios, me gustaría que ___________________________”. Haga una lista y ore
específicamente por esas cosas.

AGRADECIMIENTO.
Tome un tiempo para agradecerle a Dios por quién es y por el llamado o propósito que tiene para
su vida.

CELEBRACIÓN.
Alabe a Dios por Su presencia durante este tiempo de reflexión. Alábelo por los pensamientos y
las escrituras que usó para hablarle a usted. Alábelo por lo que Él le permitirá hacer y ser.
Alábelo por lo que Él está haciendo a favor de usted.

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