Está en la página 1de 5

Disciplinas espirituales para hoy

por Jonathan Mikes

“En la vida espiritual, la palabra disciplina significa ‘el esfuerzo para crear un espacio en el cual
Dios puede actuar’” (Henri Nouwen)
¿Qué son las disciplinas espirituales? Podríamos resumir las principales con la siguiente lista: la
adoración, el asesoramiento, el ayuno, la castidad, la celebración, la confesión, la convivencia, el
descanso, el estudio, la meditación, la oración, el sacrificio, el secreto, la sencillez, el servicio, el
silencio, la soledad, la sumisión.
¡Qué lista! Estas actividades son ideas bíblicas, pero nunca vemos en la Biblia una lista de las
disciplinas espirituales como tal. Más bien, nace esta lista por la experiencia cristiana con Dios a
través de los siglos. Por lo mismo, sería posible añadir aún más. Si fuéramos a hacer una encuesta de
los grandes de la fe (famosos y no) a través de la historia, del cómo profundizar nuestra experiencia
con Dios, lo más seguro es que nos contestarían con sugerencias de la lista mencionada.
Todos queremos ser más como Cristo. En términos sencillos, las disciplinas nos ayudan hacia ese
fin.
Si tomamos la idea del famoso escritor Henri Nouwen, las disciplinas abren un espacio en nuestras
vidas, normalmente tan ocupadas y distraídas, por medio del cual Dios puede actuar. Sin duda, él da el
crecimiento, pero a nosotros nos toca destapar este lugar para ser sensibles al mover del Espíritu.

El entrenamiento de un atleta
Cuando yo era adolescente, me encantaba jugar el basquetbol. Participaba en un equipo durante mi
tiempo en la secundaria y preparatoria. Un día llegaron unas amigas a ver un partido nuestro y
después me comentaron: “Jonathan, ¡de veras te viste como un jugador profesional!” No opinaron
nada sobre mi juego en sí. Lamentablemente, vestirme como jugador profesional del básquet no me
hizo jugar como profesional.
El escritor Dallas Willard relata que muchas veces en el deporte un joven busca imitar a su héroe,
tal vez en la forma de vestir o de hacer ciertos movimientos. Sin embargo, difícilmente logra reflejar
su éxito en la cancha. ¿Por qué? Porque lo que realmente debe copiar no es sólo lo que ve de su héroe
durante un partido, sino también toda la vida de preparación que le ha costado para llegar a ser
campeón.
Debe emular sus largas horas de entrenamiento mental y físico. El éxito en la cancha no viene por
la forma de vestir, sino como resultado de una rigurosa disciplina que nadie ve.
En muchos sentidos, la vida espiritual es así también. Queremos responder como Cristo ante
cualquier situación, pero no es tan fácil; lograrlo requiere preparación. Para el deportista, el éxito
público es resultado de la entrega privada, y para un seguidor del Señor, no es tan diferente.
Difícilmente podemos reflejar a Cristo en público si no tenemos una disciplina privada buscándolo de
manera constante.
De hecho, el apóstol Pablo nos anima a imitar a los atletas en nuestro caminar espiritual: “¿No
saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran pues
de tal modo que lo obtengan” (1 Corintios 9:24). La disciplina privada de un cristiano empieza con la
práctica de disciplinas espirituales.

Una oportunidad, no una obligación


Tal vez la verdad más importante de las disciplinas espirituales es que son una oportunidad, no una
obligación. No nos salvamos por estudiar la Biblia. No nos salvamos por ayunar. No nos salvamos
por orar. La salvación es por la fe en Cristo. En la entrada al cielo, Dios no nos preguntará cuántas
veces como promedio tuvimos un tiempo devocional cada semana. Pero no queremos llegar al cielo
celebrando: ¡Viví mi vida al mínimo! Seguramente queremos entrar proclamando: ¡Viví mi vida al
máximo!
La meta es finalizar contentos, satisfechos y pensando: Aproveché toda oportunidad que Dios me
dio para ser más como Cristo. Las disciplinas espirituales ofrecen una oportunidad para dedicarnos a
ser más como él.
Platiqué recientemente con una pareja que comparaba su experiencia en dos Iglesias. En la
primera, si faltaban algún domingo, el pastor les llamaba el lunes. Ir al templo para ellos se volvió una
obligación. En la segunda Iglesia, les dijeron: “Si quieren llegar, bien. Si quieren servir, bien.
¡Ustedes deciden!” Asistir en ese caso era una oportunidad.
¿Y qué creen? Este verano la pareja ha viajado por todos lados como líderes de escuelas bíblicas
de vacaciones, una semana en el Distrito Federal, una semana en Pachuca, una semana en Acapulco.
Antes su vida espiritual era una obligación, una presión impuesta por otro. Carecía de pasión. Ahora
donde participar en la Iglesia es una oportunidad, ¡la aprovechan al máximo!
¿Queremos ser más como Cristo? Tenemos una buena oportunidad de hacerlo, al practicar las
disciplinas espirituales.

Una introducción a las disciplinas


Dos excelentes libros que tratan el tema de las disciplinas espirituales son Alabanza a la disciplina,
de Richard Foster, y El espíritu de las disciplinas, de Dallas Willard. Sus listas son muy parecidas a
las disciplinas históricas, pero los organizan de forma distinta e interesante.
Willard describe dos divisiones: las de abstención –la soledad, el silencio, el ayuno, la austeridad,
la castidad, el secreto y el sacrificio--; y las de acción –el estudio, la adoración, la celebración, el
servicio, la oración, la convivencia, la confesión y la sumisión.
Foster las divide en tres categorías: las internas –la meditación, la oración, el ayuno y el estudio--;
las externas –la sencillez, el retiro, la sumisión y el servicio--; las colectivas –la confesión, la
adoración, el asesoramiento y la celebración.
Juntando las listas de estos dos expertos, tendríamos unas diecinueve disciplinas en total. En
seguida las apunto todas, con una descripción de cada una, aunque en verdad cada disciplina merece
toda una plática.
• La adoración. Expresar a Dios nuestra admiración por él. Apocalipsis 4:11: “Señor, digno eres
de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad
existen y fueron creadas”.
• El asesoramiento. Buscar el consejo de gente sabia. Proverbios 15:22: “Los pensamientos son
frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman”.
• La austeridad. Parecida a la sencillez (descrita en el número 14)
• El ayuno. Abstenerse de forma significativa de la comida y bebidas. Mateo 4:4: “Él respondió y
dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios”.
• La castidad. Abstenerse de la actividad sexual. 1 Corintios 7:5: “No os neguéis el uno al otro, a
no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y
volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia”.
• La celebración. Tomar tiempo de disfrutar con Dios. Filipenses 4:4: “Regocijaos en el Señor
siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”
• La confesión. Reconocer nuestro pecado ante otra persona. Santiago 5:16: “Confesaos vuestras
ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo
puede mucho”.
• La convivencia. Participar en comunidad y amistad con otros cristianos. Hebreos 10:25: “No
dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, y tanto más,
cuando veis que aquel día se acerca”.
• El estudio. Estudiar la Biblia y buenos libros cristianos, y escuchar buena enseñanza. 2 Timoteo
3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir,
para instruir en justicia”.
• La meditación. Más allá del estudio o tal vez el resultado del estudio. Salmo 119:14: “Me he
gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza”.
• La oración. Simplemente conversar con Dios. Filipenses 4:6-7: “Por nada estéis afanosos, sino
sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús”.
• El retiro. Parecido a la soledad (descripción más adelante).
• El sacrificio. Abstenernos de poseer o disfrutar de algo necesario para el diario vivir. Lucas 21:2-
4: “Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo,
que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios
de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía”.
• El secreto. Abstenernos de dar a conoce nuestras buenas obras. Mateo 6:1, 17-18: “Guardaos de
hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis
recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. . . Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y
lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu
Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.
• La sencillez. Rechazar ciertos lujos o comodidad, viviendo con lo necesario. Mateo 3:4: “Y Juan
estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida
era langostas y miel silvestre”.
• El servicio. Disponer de nuestros bienes y de nuestras fuerzas para otros y para Dios. Juan 13:14:
“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los
pies los unos a los otros”.
• El silencio. Más allá de la soledad, separarnos de un ambiente de ruidos, música o palabras. Isaías
30:15: “Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos;
en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis”.
• La soledad. Abstenernos de interacción con otros seres humanos. Lucas 4:42: “Cuando ya era de
día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían
para que no se fuera de ellos”.
• La sumisión. Someterse mutuamente entre creyentes. Efesios 5:21: “Someteos unos a otros en el
temor de Dios”.

Tal vez en esta lista hayamos encontrado alguna disciplina nueva. Será importante buscar aprender
más de esa disciplina, tal vez preguntando a un pastor o mentor espiritual, dedicándonos a practicarla.
Muchas veces nuestra vida espiritual se vuelve seca porque simplemente nos aburrimos de hacer
las mismas cosas para cultivar nuestra relación con Dios. A mí me encanta leer y estudiar la Biblia,
pero de repente me aburre. Por supuesto, el problema no es que la Biblia sea un libro aburrido; es que
mi forma de leer o de estudiar se vuelve demasiado rutinaria. O que mi forma principal de conectarme
con Dios se concentre demasiado en la lectura bíblica nada más. Hace falta practicar disciplinas
diferentes.

La base de las disciplinas


Muchos de nosotros empezamos nuestro caminar en la fe cristiana concentrados en dos disciplinas
espirituales: el estudio bíblico y la oración. Efectivamente, son las bases de todas las demás. Van de
la mano con el ayuno, por ejemplo, y con la meditación porque reflexionamos en las verdades de la
Palabra que es nuestra fuente de conocimiento de todas las disciplinas.
Al lado del estudio bíblico y la oración existe otra disciplina básica: el servicio a Dios y a los
demás. Parece existir una enseñanza un poco escondida pero muy práctica en el libro de Romanos,
que si queremos vencer el pecado, una de las mejores formas es servir a Dios y a otros activamente.

El contexto de las disciplinas


Algunas las practicamos en comunidad, otras en la soledad, todavía otras en ambas. ¡Y estos
contextos son tan importantes que son disciplinas en sí! La soledad en sí es una disciplina, al igual
que la comunidad. El famoso mártir alemán Dietrich Bonhoeffer escribió en Vida en Comunidad: “El
que no sepa estar solo, que tenga cuidado con la vida en comunidad. . . El que no sepa vivir en
comunidad, que tenga cuidado con la soledad”.
Si nos es difícil la soledad, no es sano huir de ella para estar en el grupo. Si nos es difícil la
comunidad, tampoco es sano escaparnos de la gente para estar a solas. Las dos cosas son igualmente
importantes.
Henri Nouwen señala un modelo de Jesús, basado en el ejemplo en Lucas 6:12-19 donde empieza
con la soledad y luego se involucra en la comunidad para después poder hacer ministerio:
“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó
a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: a Simón, a quien
también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás,
Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a
ser el traidor.
Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran
multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para
verle, y para ser sanados de sus enfermedades, y los que habían sido atormentados de espíritus
inmundos eran sanados. Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos”.
• La soledad: En esta disciplina estamos a solas con Dios, como Jesús en la montaña en su noche de
oración. Es entonces cuando escuchamos la voz de afirmación de nuestro Padre y reconocemos
nuestra identidad como sus hijos amados. Sólo así, podemos soportar los éxitos y los fracasos,
porque nuestra identidad se encuentra en Cristo y no en nuestros logros o fallas.
• La comunidad: En la soledad Jesús fue guiado a hacerse parte de una comunidad. No fue una
comunidad ideal; señala Nouwen: “Es donde vive la persona con quien menos quieres vivir”. ¡En
la comunidad de Jesús vivía Judas!
• El ministerio: Después de formar su comunidad Jesús empieza a ministrar, y con gran poder. Sana
a los enfermos y da libertad a los endemoniados. La soledad y luego la comunidad, nos dan poder
para ministrar y servir a los demás. Dice Nouwen que el ministerio es algo en que tenemos que
confiar, y si sabemos que Dios nos ama y si seguimos perdonando a aquellos con los que vivimos y
celebrando sus dones, de nuestra vida saldrá un poder que sanará a muchos.

Es interesante la dinámica que Nouwen ve aquí. Muchos tendemos a un extremo u otro. Por
ejemplo, a una persona extrovertida le fascina estar en una comunidad cristiana; a un joven
introvertido le encanta la soledad con Dios. Cuando yo me entregué a Cristo a los dieciocho años de
edad, creo que fue la comunidad cristiana que me fortaleció de forma increíble. Pertenecía a un grupo
de creyentes en la universidad y por el ejemplo de ellos me quedé en la fe. Esa red de amistades con
gente amable, divertida e inteligente me convenció. Si hubiera hecho mis amistades universitarias en
otro lado, no sería el seguidor de Cristo que soy ahora. Mi propósito en la vida seguramente sería otro.
A la vez no soy al cien por ciento una persona extrovertida. Estando mucho tiempo en comunidad,
la verdad es que me empiezo a deprimir. Creo que tiene que ver con mi trasfondo familiar. Amo a mis
padres; mi meta como padre es ser como ellos porque han sido excelentes. A la vez quizá a mi
hermana y a mí nos dieron tanto amor que me sentía el centro del universo. Y a veces cuando estoy en
una actividad intensa y larga de comunidad sin descansos de soledad, y no soy el centro de atención,
me empiezo a deprimir.
Sé que lo que me hace falta en esos momentos es estar a solas con Dios, para escuchar su voz y no
la voz de la gente. Dice Nouwen que cuando buscamos de otras personas algo que sólo Dios nos
puede dar, actuamos perversamente: “Decimos ‘¡Ámame!’ y pronto nos volvemos violentos,
exigentes y manipulativos”.
Las dos disciplinas son necesarias para crecer en la fe y vivir sanamente. A mí me encanta el
internet y doy gracias al Señor por sus ventajas; sin embargo, luego con el correo electrónico y
Facebook y los mensajes de textos, nos quedamos en un mundo que no es soledad pero tampoco
comunidad. La mejor manera de vivir en comunidad es hacerlo en vivo.
La auténtica soledad no admite distracciones. Últimamente he tenido que cambiar una disciplina
que practiqué por años. Siempre pasaba un tiempo de oración en mi escritorio después de leer la
Biblia, pero me doy cuenta que ahora no lo puedo hacer. Empiezo a orar por alguien, me llega la idea
de escribirle un correo, y luego veo que otra persona me escribió algo que puedo contestar de forma
rápida. Sin darme cuenta ya estoy trabajando en mis propias actividades. ¡Desapareció completamente
mi tiempo de soledad con el Señor!
Ahora me pongo de rodillas en frente de un sillón en mi oficina, lejos de la computadora, y no me
distraigo.
Existen tantas distracciones hoy en día, que buscar la soledad con Dios de veras requiere de
compromiso y esfuerzo. Parece que siempre interrumpe una llamada, un mensaje de texto, un correo
para contestar. Cuidemos mucho las distracciones.

Un espacio para una revolución


Hoy en día vemos una enfermedad en muchas Iglesias y en todo el mundo cristiano: es que
muchas veces nuestra vida se basa más en la adrenalina que en el amor. Nos enredamos en tantas
actividades, muchas veces muy buenas, pero representan una tentación. Confieso que lucho con esto
en mi vida. Thomas Merton, un creyente que valoraba mucho las disciplinas espirituales, evaluaba
este estilo de vida así:
“El trabajo antinatural, frenético, angustiado, realizado bajo la presión de la avaricia, del miedo o
de cualquier otra pasión desordenada, no puede, hablando con propiedad, ser dedicado a Dios, porque
él nunca quiere tal trabajo directamente. Él puede permitir que sin culpa alguna por nuestra parte,
tengamos que trabajar loca y distraídamente, debido a nuestros pecados y a los pecados de la sociedad
en la cual vivimos. En este caso, tenemos que tolerarlo y aprovechar lo mejor posible aquello que no
podemos evitar. Pero no nos ceguemos a la distinción entre un trabajo sano y saludable y el afán
antinatural”.
Practicar las disciplinas espirituales es hacer una revolución en contra de la cultura de trabajo
afanado, dentro y fuera de la Iglesia actual. Trabajé un año como asistente personal de un gran líder
dentro del movimiento cristiano mundial. Era una experiencia increíble, porque era un estilo muy
diferente de hacer las cosas. Parte de mi descripción de trabajo incluía cada mes tomar un retiro
espiritual al lado de un lago hermoso. ¡Ese hombre me pagaba para tomar un retiro espiritual
mensualmente! Él valoraba la importancia de crear espacios para recibir guía de Dios. Para mí, era
algo revolucionario.
El cuarto mandamiento nos ordena tomar un día de reposo cada semana. Dentro de mi experiencia,
un número sorprendente de líderes cristianos ignora este consejo del Señor para refrescarnos y
descansar. Sí, toman en cuenta los otros nueve mandamientos, pero este lo consideran como opcional.
Casi todas las disciplinas espirituales exigen un contexto de dejar de trabajar, de descansar, para
crear un espacio cuando Dios pueda hacer una revolución en nuestras vidas. Dejemos de trabajar,
descansemos, abramos un espacio para disfrutar de todo eso. . . ¡y del mover de Dios en nuestra vida!

También podría gustarte