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Psicoanálisis a distancia: reflexiones en torno al tratamiento en un tiempo

globalizado, tecnológico y conectado a través de internet*

Psicoanálisis a distancia: reflexiones en


torno al tratamiento en un tiempo
globalizado, tecnológico y conectado a
través de internet*
Psychoanalysis from a distance: Reflections on
treatment in a globalized, technological and internet-
connected time
Sofía Czalbowski**, Amparo Bastos*** y Esther Roperti****

Resumen: Con el advenimiento del auge de las nuevas tecnologías se ha


producido un cambio en la atención psicoanalítica. La consulta no es el
único ámbito donde esta relación, analista-analizado, se establece. Actual-
mente se realizan tratamientos vía telefónica o por Skype, Hangouts o
programas similares. Esto marca un cambio de paradigma que lleva a exa-
Sofía Czalbowski
minar su influencia en el terapeuta, el paciente, su vínculo y los aspectos
relacionados con el encuadre. Se analiza en este artículo la importancia de
los aspectos migratorios, tanto geográficos de los integrantes de la dupla
analítica como en la modalidad de atención (de presencial a la modalidad a
distancia). También se examina el concepto de privacidad y las condiciones
que se requieren para su establecimiento en este tipo de tratamientos. Se
reflexiona sobre el lugar del cuerpo en tratamientos no presenciales. Por
Amparo Bastos
último, las autoras ponen de relieve la importancia de la mirada y la interven-
ción de la cámara como un tercero mudo pero que dispara nuevos efectos
en la subjetividad de ambos participantes.
Palabras clave: Psicoanálisis a distancia, ordenador, cámara, encuadre,
privacidad, migración, mirada, dispositivos digitales, psicoterapia.

Esther Roperti

* Trabajo presentado en el 30º Congreso de FEPAL (Federación Psicoanalítica de América


Latina). Realidades y Ficciones. Celebrado en Buenos Aires (Argentina) del 3 al 6 de Septiembre
de 2014.
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** Psicóloga. Miembro Asociado de Quipu Instituto. Especialista universitaria en niños/as y su


familia por la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid. DEA de Suficiencia Investigadora por
la Universidad Complutense de Madrid. Psicoterapeuta de adultos, niños/as y adolescentes.
Integrante del Taller Internacional sobre Psicoanálisis a Distancia 2013/14. E-mail:
sofiaczal1@gmail.com.
*** Psicóloga. Psicoterapeuta especialista en Psicología Clínica. Experta en Psicoterapia de ado-
lescentes, adultos y Grupos. Miembro Asociado y Docente del Instituto Quipu de Psicoterapia.
Integrante del Taller Internacional de Psicoanálisis a Distancia 2013/14. E-mail:
amparobastos@gmail.com.
**** Psicóloga. Master en Orientación Familiar por la Universidad Pontificia de Salamanca. Doctora
en psicología clínica por la Universidad de Salamanca. Miembro Asociado de Quipu Instituto.
Integrante del Taller Internacional sobre Psicoanálisis a Distancia 2013/14. E-mail:
estheroperti@yahoo.es.

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Sofía Czalbowski, Amparo Bastos y Esther Roperti

Abstract: The extended use of new technologies has produced a change


in the psychoanalytic attention. The consultation-office isn’t any longer the
only place wherein this relation, analyzed-analyst, is established. Nowadays,
analytic treatments are not only carried on by phone, Skype, Hangouts or
similar programs. This means a shift of paradigm that leads to an examination
of the influence of this new means on the therapist, the patient, their relation
and the aspects related to the setting. In this article, the importance of the
migratory aspects, both the location of the members of the analytical dyad
and the modality of attention (from face-to-face to distant modality), is
considered. Also, the paper reflects on the notion of privacy and the
conditions required for its establishment. Another concerning issue taken
into account is the corporal presence. Finally, the authoresses emphasize
the importance of the gaze and the intervention of the camera itself as a
mute third one that brings about new effects in the subjectivity of both
participants.
Key words: Distant psychoanalysis, computer, camera, setting, privacy,
migration, gaze, digital devices, psychotherapy.

Introducción

Reflexionar en torno al Psicoanálisis a distancia exige articular algunas caracterís-


ticas del nuevo tiempo que se evidencian y se colocan como elementos de primer
orden en este tipo de tratamiento. Porque el siglo XXI, globalizado, tecnológico y
conectado a través de internet, es diferente a cualquier época anterior en la histo-
ria.

Los psicoanalistas no podemos obviar las nuevas coordenadas organizadoras de


esta era en la que, sin lugar a dudas, estamos inmersos y somos conscientes de
que la tecnología es uno de los principales elementos que modifica la cultura ac-
tual. Como sujetos de nuestro tiempo, hemos incluido las nuevas tecnologías como
herramientas de comunicación con nuestros pacientes y estamos por lo tanto,
obligados a investigar sobre los efectos, las diferencias y las semejanzas del mé-
todo «a distancia» y del método habitual de trabajo en el consultorio. Hay psicoana-
listas que son fervorosos entusiastas de las nuevas tecnologías, otros tienen gran-
des reticencias a usarlas y un tercer grupo, en el que nos encontramos, está cada
vez más abierto a investigar sobre los efectos de su uso.

Tal como expresa Levy (2011) los medios técnicos (o tecnológicos) condicionan, lo
que significa que abren ciertas posibilidades y no todas serán escogidas. No son ni
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buenos ni malos ni tampoco neutros. Incluso pueden presentarse como amenaza-


dores y pueden desbordar.

En palabras de Bleichmar (2007) el psicoanalista no debería quedar por fuera de los


estilos de comunicación de las personas producto de los cambios sociales y tec-
nológicos de la época. Actualmente la tecnología atraviesa la subjetividad, impacta
en ella y produce una subjetividad diferente.

Vamos a detenernos en tres de las características del nuevo tiempo que se paten-
tizan en el psicoanálisis a distancia:

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— El duelo migratorio y el lenguaje.


— El nuevo concepto de privacidad e intimidad.
— La preponderancia de lo visual.

EL duelo migratorio y el lenguaje

A partir de Freud conocemos los efectos del desvalimiento ligado a situaciones


traumáticas (Freud, 1920/1981c, 1926/1981e). Las migraciones muchas veces lo
son y esta circunstancia probablemente influye en la demanda de analistas para
tratar a pacientes connacionales que han emigrado a otros países. Actualmente el
analista también se traslada. Cuando no existían las posibilidades de la comunica-
ción a distancia, el tratamiento se restringía al espacio físico del consultorio. Aho-
ra, gracias a numerosos dispositivos, el analista puede tener las sesiones con sus
pacientes si él mismo se traslada geográficamente.

Si bien el análisis transcurre en la mente de la dupla analítica, no debemos descar-


tar las posibles influencias que puedan tener en la labor analítica el cambio de
horario, de lugar, actividades, etc. Es muy importante que el analista pueda regis-
trar y tener en cuenta estas variables pues cambian notablemente el encuadre.

Negar estas influencias nos haría incurrir en una fantasía omnipotente. Además si,
por un lado, ponemos límites a la demanda indiscriminada por parte de los pacien-
tes a través de las distintas vías de comunicación ahora disponibles, tendríamos
que revisar si nosotros no ampliamos la oferta de una manera excesiva alimentan-
do la fantasía de la disponibilidad absoluta.

El dispositivo Skype u otro similar, permite a paciente y a analista ver cuándo el


otro está conectado, lo cual alimenta la fantasía sobre ocupación del terapeuta y
su vida personal, otro tanto ocurre con respecto al paciente. Nuevamente es mate-
rial que se incluye en el trabajo analítico del día para que no opere como ruido de
fondo y conviene esclarecer en el encuadre que el encuentro tendrá cabida sólo en
el horario estipulado para las sesiones.

Es importante tener en cuenta los efectos del trauma migratorio en los cambios de
residencia tanto del paciente como del analista. Si bien el análisis puede continuar
a través de otro método (a distancia), no sólo se deberá realizar el duelo por la
situación analítica presencial perdida sino atender a los efectos del trauma migra-
torio, con sus consecuencias de impacto por el cambio de contexto y su influencia
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en la identidad (Grinberg, 1984). La pérdida masiva de costumbres, lenguaje, nor-


mas de la cultura cotidiana, entre las muchas privaciones que acaecen al migrar,
generan en el inmigrante un estado de indefensión que puede colocarlo en una
posición regresiva (Nicolussi, 2003).

El cambio de contexto es un tema a trabajar. El contexto, que es el entorno no


diferenciado, se establece como una estimulación rítmica y monótona. Al cambiar
bruscamente genera alteraciones en la economía psíquica. Por eso debiera ser
una variable a tener en cuenta para que, como ya hemos puntualizado, el encuadre
sea «silencioso» y no perturbe la labor asociativa.

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Ser migrante o nativo digital.

Encontramos en la actualidad gran cantidad de analistas que son «migrantes


digitales» (Carlino, 2010). No pertenecen a la generación «Z» o nativos digitales,
(quienes han nacido ya en pleno desarrollo de la tecnología digital). Por lo tanto, se
encuentran entre las personas que deben realizar un aprendizaje y una asimilación
en la inmersión de las nuevas tecnologías.

Esta «migración», aunque de otra índole, no está exenta de situaciones de pérdida


a resolver, ya que la introducción de una nueva posibilidad, la del psicoanálisis a
través de medios tecnológicos, implica redefinir conceptualizaciones y compartir
aspectos de un nuevo paradigma. Esto, como en los casos anteriormente citados,
puede llevar a sentimientos de desorganización y extrañeza.

Tal como lo plantea Ricardo Rodulfo (2012), son generalmente los adolescentes
los que introducen lo digital en el ámbito del consultorio. Para las nuevas genera-
ciones los dispositivos forman un «suplemento» de su subjetividad con pleno dere-
cho. Así, una paciente adolescente cuando su ex la elimina de su Facebook y de
su Whatsapp expresa en sesión «no me puede hacer eso, es como si me amputara
un brazo o una pierna».

La distancia favorece el intercambio multicultural donde se pueden observar por


ejemplo, los efectos en el lenguaje, que es uno de los elementos más tradicionales
de la cultura y del sujeto. El lenguaje organiza y es un elemento primordial de la
identidad.

Al producirse una migración se da el reemplazo de la lengua habitual por la extran-


jera. Aunque sea entre países que comparten la lengua castellana, el modo de
utilizarla, el tono, la armonía que conlleva, se modifica. A veces se puede implementar
el uso de un «diccionario» común. Así ocurrió en el caso de un tratamiento a
distancia de una paciente americana con una analista española. El diccionario que
construyeron permitió usar la lengua materna y acercarse mejor a entender los
matices propios de cada «habla».

Desear analizarse en el lenguaje de origen podría relacionarse con la nostalgia y el


querer recuperar lo perdido. Por otro lado, analizarse en una lengua extranjera, a
veces permite formular conflictivas que son casi impensables en la lengua original
por lo traumático. O también podría volverse una resistencia.
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Una joven, que no había podido hablar de los abusos sufridos, puede hacerlo cuan-
do elige analizarse en una lengua que domina pero no es su lengua materna. Sin
embargo, como acto fallido, cuando se refería a determinados aspectos de su
sexualidad, utilizaba expresiones de su idioma natal.

Privacidad, intimidad y consideración del cuerpo

En el contexto de la sociedad contemporánea existe un fenómeno de masas harto


interesante que es el de la exhibición de la intimidad a través de internet. Se trata

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de una atmósfera que estimula la hipertrofia del yo hasta el paroxismo, que enaltece
y premia el deseo de «ser distinto» y de «querer siempre más». Algo que viene a
denominarse como el «show del yo» y que concibe la intimidad como espectáculo
(Sibilia, 2008).

La persona del siglo XXI construye su subjetividad con una línea que adelgaza la
frontera entre los ámbitos público y privado y se vale de las nuevas tecnologías de
la información para apuntalar su identidad. Se habla de «sociabilidad líquida» del
hombre postmoderno que potencia un tipo de yo más superficial y dúctil, que busca
exhibirse en «la piel de las pantallas» (Sibilia, 2008).

Los que practicamos psicoterapia a distancia sabemos que hacer sesiones usando
el teléfono fijo o móvil, el skype con o sin videocámara, el chat, o el correo electró-
nico, etc. supone atravesar un espacio público para tener acceso a un encuentro
que busca profundizar en la intimidad y en la confidencialidad. Para el trabajo
elaborativo de las sesiones este asunto es de capital importancia. Es difícil mante-
ner un estado de atención flotante y asociación libre si en la comunicación que
establecemos con el paciente no hay suficiente garantía de privacidad. Si hay
desconfianza, si hay ruido ambiente y se sospecha que el paciente no está en un
lugar que permita la reflexión y el silencio propios de un clima de intimidad, no se
trabaja con calidad. Una de las garantías del encuadre analítico es que se consiga
crear un clima de intimidad y privacidad.

En el tratamiento a distancia ha de haber un compromiso equitativo entre la pareja


analítica, ambos, y no sólo el analista —como ocurre en el trabajo en el consulto-
rio—, han de garantizar por igual que se genere y permita un microclima propio.

Una paciente, que estaba siendo tratada de modo presencial, por razones de salud,
continuó siendo atendida a distancia. Al inicio de esta nueva etapa la paciente
hablaba mucho de las dificultades que había tenido para construir dentro de su
casa un espacio lo suficientemente privado e íntimo que garantizara la intimidad y
la privacidad necesarias. La confianza, que en el contexto del consultorio se cons-
truye entre otros elementos, mediante la cercanía corporal, ha de conseguirse
mediante la pertinencia de lo señalado y lo interpretado al paciente. Es decir, hay
que buscar elementos de contención que suplan la falta de presencia física (Carlino,
2010).

Para poder trabajar en buenas condiciones surge la necesidad de establecer un


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contrato que no solo hable de la asociación libre y la modalidad de pago, sino que
se expliciten las mínimas condiciones de privacidad necesarias. Que el analista lo
aclare no significa que el paciente lo cumpla, con lo que ya entramos en el uso que
el paciente hace del contrato terapéutico, elementos que serán trabajados median-
te la transferencia.

¿Y el cuerpo?

El nacimiento del psicoanálisis está completamente relacionado con el cuerpo. Los


primeros pacientes estudiados por Freud fueron casos de conversión y somatización,

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pacientes histéricos que dejaban de caminar o presentaban cegueras, o parálisis


como expresión metaforizada de un mal psíquico que no podía ser expresado con
palabras. El cuerpo hablaba en su propio lenguaje y había que aprender a traducir-
lo.

En el trabajo con pacientes a distancia perdemos gran parte de información (com-


plexión física, estilo, atuendo, olor, congruencia o incongruencia entre su tono
discursivo y su lenguaje corporal) con lo que es imposible obviar que la ausencia
de la cercanía corporal marca una gran diferencia en el análisis a distancia respec-
to al análisis clásico. Y este es un escollo que resolver.

El hecho de ver o no el cuerpo del paciente no implica que sea un tratamiento


exento del cuerpo de sus participantes. El cuerpo está presente sólo que mediante
otra forma de presentación, si se trata de una terapia a través del teléfono sería a
través de la voz, y si hay cámara, a través de una imagen. Es interesante ver cómo
juegan todos los «otros» sentidos al servicio de la dinámica de la sesión.

La mirada en el psicoanálisis a distancia

«Y tú, cuya mirada me crea eternamente, sopórtame»


Sartre.

El siglo XXI está dominado por la imagen. Lo visual ha adquirido un peso nunca
antes conocido. Las distancias se acortan gracias a la tecnología. Ya no solo
podemos escuchar a nuestros otros sino que podemos verlos. Podemos entrar a
sus casas, ver sus vidas. Ese «mirar y ser mirado» tiene otra dimensión.

La comunicación parece hoy en día pasar preferentemente por lo visual antes que
por lo auditivo: más que llamar por teléfono, la gente se envía mails, o sms, o
Whatsapp. El lenguaje escrito se llena de «dibujos», las letras no pertenecen solo
al discurso verbal para construir palabras, sino que vienen a ser caracteres que se
convierten en un mensaje pictórico. Tal vez en este tiempo, mirar y ser mirado
tengan un peso diferente al de otras épocas. Y esa diferencia haya hecho espacio
para que la transferencia en un proceso psicoanalítico pueda asentarse cómoda-
mente en un discurso visual.

Si existe una característica distintiva del psicoanálisis a distancia cuando se hace


a través de un dispositivo con cámara, es la presencia de la mirada. Una mirada
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constante porque el ordenador ofrece una imagen fija en primer plano del otro, y un
espejo que nos refleja.

Si en el encuadre tradicional -paciente acostado en el diván, analista sentado a su


espalda- el privilegio del material auditivo, del discurso verbal, estaba garantizado;
esta nueva forma de hacer psicoanálisis pone en primer plano la presencia visual
como otro elemento de acercamiento y/o de distancia.

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Lo visual: ¿Cómo afecta al paciente y al analista? ¿Se cambia la escucha?

Al discurso verbal, a la palabra, parece que se incorpora un lenguaje visual que


enriquece o distorsiona el mensaje oral.

Sabemos que cuando Freud sostiene el uso del diván como un elemento intrínseco
a la práctica del psicoanálisis, cuyo uso facilitará la asociación libre de ideas y la
atención flotante, está incidiendo en la necesidad de pasar imágenes a palabras:
«como en tanto que escucho al sujeto me abandono también por mi parte, al curso
de mis ideas inconscientes, no quiero que mi gesto procure al paciente materia de
interpretaciones o influya sobre sus manifestaciones.» (1913/1981a: 1668).

En el psicoanálisis a distancia con cámara incluida, el diván que ya no está presen-


te, no cumple la función de que el paciente no nos vea. Tenemos que mostrarnos.

Tal vez este punto pueda generar muchas dudas sobre cómo se puede dar un
proceso psicoanalítico si el analista no se sustrae.

La experiencia clínica parece dirigirse a que la imagen visual en lugar de restar


sumaría elementos en los que la transferencia se manifiesta. Como afirma Carlino:
«La transferencia / contratransferencia está atravesada por la totalidad de la situa-
ción analítica instalada» (2010).

Este es el caso de una paciente presencial que pasó a ser analizada por Skype
tras sufrir un accidente, la imagen fija de la pantalla del ordenador significó un
sostén para su primer sueño transferencial: en el material onírico, un hombre le
regala un pintalabios oscuro, de un color vivo. La paciente expresó: «Yo no uso
pintalabios, tú sí. Me fijo en eso, y es oscuro, de un rojo vivo y oscuro. Es el tuyo.»
Y es que para esta paciente en particular, en busca de su lugar, atrapada en el
duelo blanco de la madre muerta (Green, 1999), su lugar en el despacho queda
sustituido por un elemento visual que le significa lo vivo, como el vivo color del
pintalabios de la terapeuta, que ella mira en su pantalla en cada sesión.

Como analistas, cuando hacemos psicoanálisis a distancia a través de dispositivo


con cámara, nos servimos de lo que vemos, de la actitud del paciente. ¿Se arregló
para la sesión? ¿Se muestra como anfitrión para dejarnos entrar en su casa? ¿Se
mueve para subrayar lo que dice? ¿Se contradice entre el decir y el gesto?
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Por ejemplo el caso de una paciente que le dijo a su analista que por favor, ese día
prefería no usar la cámara web porque tenía un brote de acné. Sin lugar a dudas
este material fue muy importante en el trabajo analítico de esa sesión.

Pero el cuestionamiento pasa también por ser mirados. Porque a través del dispo-
sitivo vemos y nos ven. Y nos vemos en espejo en la pantalla.

Freud reconocía una razón personal cuando explicaba el uso del diván: «por un
motivo personal que seguramente compartirá conmigo mucha gente. No resisto

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pasarme ocho o más horas al día teniendo constantemente clavada en mí la mira-


da de alguien» (1913/1981a: 1668).

Decíamos que en el psicoanálisis a distancia la mirada del otro está presente. A


una distancia y en una fijeza que dista mucho de lo que ocurriría incluso en el
tratamiento presencial cara a cara. Y entonces las fantasías: nos sentimos más
vulnerables y en mayor riesgo que cuando, en presencial, controlamos el espacio
que acoge la mirada.

Puede elegirse, y de hecho hay quien lo elige, hacer el análisis sin imagen, salva-
guardando la presencia de la persona del analista al ojo del paciente. Pero la situa-
ción del tratamiento a distancia tiene sus propias características distintivas que no
son equiparables a la visión impedida del paciente por su postura en el diván. Y de
nuevo las fantasías. ¿Hay alguien más escuchándonos tras la pantalla en negro?
¿El paciente está en actitud de trabajo o hace otra cosa de las muchas alternativas
que ofrece el dispositivo?

Y es que en el tratamiento a distancia a través de un dispositivo como imagen


aparece un tercero, un tercer elemento: la cámara. A diferencia del encuadre tradi-
cional donde la dupla está garantizada, en estos casos, la cámara como posibili-
dad, esté encendida o apagada, siempre está presente.

En la obra de teatro del dramaturgo Juan Mayorga El arte de la entrevista, la cáma-


ra es un personaje más: «Una entrevista es un juego muy serio si se hace ante una
cámara que la registra. Una entrevista es una navaja».

En el análisis a distancia a través de un dispositivo con imagen, efectivamente, la


cámara está. Mostrándonos a la mirada del paciente y mostrándonos en espejo a
nuestra propia mirada. El rostro del paciente y una parte real de su entorno, están
visibles y en primer plano. Y es una cámara que también permite registrar el en-
cuentro. Y eso aparece en las fantasías.

En general, hemos aceptado en las comunicaciones con cámara (Skype, Face-


Time y otros) una distancia que está dada por el alcance de nuestras manos para
el manejo de los dispositivos. Cabe la pregunta si ésta es la distancia óptima, la de
estar situados tanto el analista como el paciente frente a una cámara hiper–vigilan-
te. Quizás se pueda proponer una perspectiva más alejada que incluso pueda per-
mitir un ángulo de 90 grados que sugiera la presencia pero sin imponer la expresi-
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vidad amplificada del rostro, con su trabajo añadido de decodificación.

Como en cualquier análisis, los elementos son en la medida en que se constituyen


en material de trabajo. En los que se les llena de contenido. Tal vez, entonces,
estos elementos distintivos de este tipo de trabajo vayan adquiriendo su propio
lugar en cada dupla analítica y a nivel general a medida que seamos más conscien-
tes de ellos. Porque lo que parece estar claro es que nuestro tiempo histórico está
marcado por lo visual como algo distintivo.

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Equiparar el uso de la comunicación con cámara con el paciente con el trabajo


«cara a cara»; y el no uso de la misma con el trabajo «en diván», no deja de ser una
comparación forzada. Es más útil pensar que es un recurso diferente que ofrece
potencialidades distintas y que depende más del aprovechamiento que cada ele-
mento de la dupla pueda extraer del método comunicativo empleado (Carlino, 2010).

A base de evaluar e investigar las similitudes y las diferencias del psicoanálisis a


distancia con respecto a la práctica tradicional habrá un momento que tengamos
que pensar en el psicoanálisis a distancia como una práctica con lógicas nuevas y
caminos que parten de los tradicionales pero también son propios (Ludmer, 2007).

Bibliografía

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