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Una primera versión de este artículo ha sido publicada por los mismos autores en Scripta
nova, X, 214, junio de 2006.
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LaDyOT. CC 507, (5500) Mendoza (Mendoza), Argentina. Tel.: 54-261-524 4102,
int. 12, Fax: 54-0261-5244101, E-mail: abraham@lab.cricyt.edu.ar
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comunes (resolviendo en todo caso los ejes de conflicto) para pasar luego a
las fases de diseño de proyectos de intervención y a la evaluación y el
monitoreo.
Otro concepto que nos interesa clarificar es el de las escalas, que resulta
básico y elemental, pero sujeto a numerosas interpretaciones. En primer
lugar, considerando las múltiples dimensiones del fenómeno de la
desertificación, se hace necesario trabajar no sólo con una escala espacial
sino también con una escala temporal.
La escala se fija en función del objetivo del trabajo, teniendo en cuenta que
para la representación en el mapa hay que definir previamente las áreas
mínimas cartografiables en relación con su representatividad y legilibilidad.
En los mapas 1:1.000.000 la unidad cartográfica mínima es de 2.500 ha,
que coincide con 0,25 cm2 del mapa.
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Esta etapa abarca el porqué se justifica una intervención y cómo debe ser
ésta. A lo largo de todo el proceso se ve favorecida la participación de los
actores sociales que tengan injerencia en el tema, para establecer conjunta
y consensuadamente los objetivos que se quieren alcanzar. Dentro de los
objetivos se definen tanto los principales como los secundarios y todos ellos
son enumerados en un estricto orden de prioridad. Es un ordenamiento que
requiere el máximo de cuidado, por cuanto de él dependerán las decisiones
posteriores. Así, por ejemplo, un área puede ser reservada
fundamentalmente, para la protección de un determinado ecosistema –que
por la fragilidad de sus características sólo admite el uso de conservación-
y, secundariamente, puede ser utilizada para asentamiento, recreación,
excursiones, turismo. En etapas posteriores, el tipo de recursos a
inventariar y la calidad y cantidad de información básica necesaria, serán
consecuencia de los objetivos establecidos.
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III. DIAGNÓSTICO
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Una vez definidos los recursos a inventariar –en función de los problemas y
objetivos identificados y priorizados- se efectuará la colección de datos
considerando la información bibliográfica disponible y la que resulte del
desarrollo de los relevamientos de campo necesarios. La información
obtenida permitirá elaborar un mapa básico del área en estudio y un banco
de datos que serán la base de los estudios temáticos para conocer en
profundidad los recursos del sistema. La confección de estudios y mapas
temáticos se basa en el análisis de los elementos del ecosistema actual
para la obtención de la información básica del soporte físico-biológico
(potencial abiótico y utilización biológica) y del sistema socioeconómico
(utilización antrópica). Se organiza inicialmente la información en mapas y
estudios temáticos. Culmina con una reconstrucción parcial de la dinámica
ambiental a través de la determinación de las unidades ambientales de
referencia (UAR), que proporcionan una primera aproximación sintética del
estado actual del ecosistema y guiarán la obtención de indicadores de
desertificación, los cuales deberán ser lo suficientemente consistentes (ver
criterios de selección) para facilitar su evaluación y su evolución en el
tiempo.
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IV. EVALUACION
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Si bien el primer marco ordenador (OECD, 1991, 1998) que se utilizó para
definir indicadores de desertificación fue el de Presión - Estado – Respuesta
(PER), el mismo ha sido superado en los últimos años y en la actualidad el
marco de análisis más utilizado es el de Fuerza conductora o motriz/
Presión / Estado / Impacto / Respuesta (DPSIR). Este método, derivado del
PER, fue introducido por la Agencia de Ambiente Europea como una base
para su programa sobre indicadores medioambientales y, actualmente, es
el método recomendado por la UNCCD y utilizado en la mayor parte de los
proyectos internacionales que utilizan indicadores para evaluar la
desertificación.
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Una vez conocidos los atributos más valorados para el caso y los posibles
indicadores, se deberán seleccionar los indicadores a utilizar por problema y
por unidad ambiental de referencia. Para desarrollar esta etapa se debe, en
primer lugar, presentar y discutir los criterios de valoración y selección
de indicadores posibles. Convendrá explicar los atributos deseables de
los indicadores: los ligados a su confiabilidad, validez científica,
disponibilidad, adecuación y economía, a su pertinencia, representatividad,
cobertura geográfica y respuesta al cambio y a la utilidad que revisten para
los usuarios, relevancia, facilidad de comprensión, existencia de valores de
referencia, capacidad de predicción y potencial de comparación. Una vez
aclarados los atributos, se deberá ponderarlos. Por ejemplo: ¿La economía
y la disponibilidad de datos son -en el caso en cuestión- atributos más
valorados que la capacidad del indicador para dar cuenta de la evolución de
los procesos?
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La ventaja del método histórico en este caso es que permite discernir con
seguridad entre las modificaciones causadas por fenómenos naturales y las
de origen antrópico. El análisis de las fuentes documentales nos permite
desvelar en algún grado el entramado de procesos culturales que
caracterizan un área, así como también la percepción ambiental de los
emisores. Se accede por esta vía a las tendencias ambientales y climáticas
generales y a una visión diacrónica del ambiente.
Ya contando con los indicadores a ser utilizados, deberá organizárselos para que
los datos a obtener no aparezcan aislados y, por lo tanto, desprovistos de
sentido en términos de dar cuenta de la dinámica estudiada. Para esto será
necesario valerse del conocimiento del sistema efectuado en la etapa anterior y
organizarlos en un modelo de datos que represente la complejidad de la
realidad y los vincule en relaciones de causa-efecto. Puede que en el
momento de construir este modelo de datos se advierta la ausencia de algún
indicador necesario, que deberá ser corregida.
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Bibliografía
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WINOGRAD, M., (1994). Environmental indicators for Latin America and the
Caribbean: towards land-use sustainability. GASE Ecological Systems
Analysis Group. Washington, D.C. World Resources Institute,
De referencia
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