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G\O\L\A\

LOGIA NUEVA GRANADA NRO. 53


LOS 5 PRINCIPIOS DEL HOMBRE
C:.M:. Manuel Chúzig
V\M\ y QQ\HH\ en todos sus Grados y Dignidades:

Estos cinco principios constitutivos del ser humano pueden ser simbolizados por las tres
partes fundamentales de una columna: la base, el fuste y el capitel, así como el pedestal
y el arquitrabe o cornisa que completan la arquitectura de un edificio.

Comenzando de abajo hacia arriba, el pedestal que se apoya en la tierra de la vida


material representa claramente nuestro cuerpo físico visible, la manifestación externa
o cortical de nuestro ser, a través del cual nos percibimos como seres orgánicos dotados
de vida y razón.

La base, que descansa sobre el pedestal, aparece como un simple reflejo o duplicado del
cuerpo, diseñado para sostener el fuste de la columna que representa la expresión
personal de nuestra individualidad inteligente. Por lo tanto, la base corresponde al doble
del cuerpo o "alma sensible", también conocida como cuerpo astral por los teósofos y
ocultistas, y periespíritu por los espiritistas.

Mientras que el cuerpo es el órgano de la acción, el alma sensible es el instrumento


interno de la sensación y la emoción, que recibe y transforma las impresiones externas
en sensaciones, reflejando en emociones o "movimientos internos" cualquier impulso
activo y volitivo.

El fuste de la columna representa la parte más desarrollada en el edificio de nuestra


arquitectura individual, ya que predomina en el estado evolutivo humano debido a su
importancia y valor. Por lo tanto, representa nuestra mente o inteligencia, el asiento de
la individualidad y el origen de la personalidad, es decir, el principio pensante en el que
vivimos nuestra vida interior, elaborando los planes de nuestra actividad o construcción
externa.

Nuestro "yo" es el hueco central de la columna, que debe ser individualmente perforado
en toda su extensión para establecer una comunicación perfecta de arriba abajo y de
abajo arriba, caracterizando así la evolución superior del hombre. Esto convierte al fuste
de la columna en el verdadero Árbol de la Vida del que simbólicamente habla el Génesis.

La Columna Individual del Iniciado debe ser hueca, distinguiéndose así de las columnas
profanas en las que predomina la inercia oscura y subconsciente de su masa material. A
través de toques, el Masón puede comprobar esta cualidad interior que produce una
resonancia correspondiente, distinguiendo al iniciado del profano, incapaz de "resonar"
o responder al toque simbólico de la Verdad.
Cuanto mejor y más desarrollado sea el hueco interior, mejor será la calidad del metal
en que se transforma la piedra, y más clara y armónica será la resonancia emitida. La
verdadera columna del Compañero es metálica, precisamente de bronce (el metal que
mejor conserva su pureza interior), y no de piedra como la del Aprendiz.

Toda columna debe tener un capitel, perteneciente a uno de los cinco órdenes, estando
en armonía con el tipo de fuste al que está destinado a soportar. El capitel corresponde
al principio que corona trascendiendo y completando nuestra Inteligencia ordinaria,
manifestándose en ésta como la luz de la Intuición.

Este principio, correspondiente al Nous platónico y al Dáimon socrático, es nuestra Alma


Espiritual, origen del Genio individual que el Compañero debe esforzarse en buscar en
su último viaje y que determina la belleza y perfección del capitel de la columna y el
orden o grado evolutivo al que pertenece.

Este principio es el "Christos" o "Chrestos" de los iniciados gnósticos, del cual nos habla
San Pablo como algo que ha de crecer y manifestarse individualmente en nosotros,
haciéndonos (con su bautismo de Fuego y de Espíritu Santo) cristianos en el sentido
iniciático de la Palabra. A través del mismo nos relacionamos con el arquitrabe, es decir,
el Espíritu, el Principio Universal de la Vida, el Quinto y Supremo Principio Impersonal
del hombre, del cual su Columna Individual ha de ser una siempre más clara, perfecta y
gloriosa expresión.

Es mi palabra V:. M:.


C:.M:. Manuel Chúzig

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