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Grandes temas cintillo

TRAS LA HUELLA DE
VAN GOGH
París regaló un tren con rumbo a Arlés el 20 de febrero de 1888. En él
viajaba un desconocido artista llamado Vincent Van Gogh, quien con
35 años dejó la capital francesa en busca de la luz mediterránea. Ese
viaje supuso el comienzo de su época artística más productiva: 300
obras en poco más de un año.
Texto Zuriñe Lafon [Com 09]

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EL PUENTE DE LANGLOIS. “Por lo que respecta LA CASA AMARILLA. “Mi casa aquí está
al trabajo, hoy he traído una tela de 15; es un pintada por fuera de un amarillo manteca
puente levadizo sobre el cual pasa un pequeño y las contraventanas son de un verde fuerte.
coche que se perfila contra el cielo azul -el río Está situada a pleno sol, en una plaza donde
igualmente azul, los ribazos anaranjados con también hay un parque verde con plátanos,
verdura, un grupo de lavanderas con sus trajes adelfas y acacias. Por dentro todas las paredes
caseros y sus gorros pintarrajeados-” están blanqueadas y el suelo es de baldosas
rojas. Por encima, el cielo de un azul intenso.
En esta casa puedo verdaderamente vivir,
respirar, reflexionar y pintar”.

sólo la estación de tren de arlés recibió aquel el canal que corría por el sur de la ciudad francesa. ¿Qué muestra? El cuadro que pintó en el lugar ele- la casa amarilla. Cuadro tras cuadro, Van Gogh
mediodía a Vincent Van Gogh. Hacía mucho frío, y Que corría y corre. Agua que el pincel no pudo gido y una cita textual de las cartas que escribió a su consiguió que la habitación del hotel Carrel se le
lo primero que pisó en aquella ciudad fueron “60 cen- inmortalizar aquel mayo de 1888. Pero sí el puente hermano. Así encuentran lo que inmortalizó aquel quedase algo pequeña. Necesitaba un taller donde
tímetros de nieve caída”, como recuerda una de las de Langlois que tanto visitó el artista. Entonces: ca- lienzo, más lo que las exigencias del siglo xxi han guardar sus obras hasta que reuniese dinero para
cartas a su hermano Theo. Nada más bajar del viejo ballos, carros, lavanderas y ferrocarriles. ¿Hoy? Un colocado en aquel paisaje. Las carretas tiradas por mandárselas a su hermano Theo. Éste las intentaría
ferrocarril, dejó las vías atrás para buscar un sitio en el pequeño cartel avisa de que el puente Van Gogh está caballos dieron paso a los automóviles. Así que, sin vender en París entre el pequeño círculo de excep-
que alojarse. Llamó a las puertas del Hotel Carrel, en próximo. Pero unas vías de tren olvidadas indican ánimo de frustrar a futuros curiosos del arte, mantu- ciones que admiraba el comienzo de un nuevo estilo
la calle Cavalerie 30, donde alquiló, por cinco francos que aquel lugar no es más que un punto de encuentro vieron la obra de ingeniería que tanto visitó el pintor, pictórico: el post-impresionismo, del que Van Gogh
al día, una habitación lo suficientemente amplia co- para turistas. El hierro oxidado que hace un siglo tenía pero construyeron a unos veinte metros un tímido será el principal exponente.
mo para poder pintar. contacto directo con las ruedas de los trenes queda puente de cemento y hierro forjado en las barandillas. Caballete y pinturas en mano, salió del número
De aquello ha pasado más de un siglo. Hoy la ciudad ahora escondido entre abundante matorral. Sin pisa- Funcional, consigue pasar desapercibido para los que 30 de la calle Cavalerie para llegar a la plaza Lamar-
costera tiene más de 50.000 habitantes. Se encuentra das, tan sólo alguna huella tímida de coche que quedó van en busca de la huella de Van Gogh. tine, en la otra punta de Arlés. Bien pudo rodear la
al sur de Francia, a medio camino entre España e Ita- en punto muerto para visitar aquel escenario. A la pareja le han bastado siete minutos para en- orilla del Ródano, o bien pudo cruzar lo que es hoy
lia, aunque más cerca de la primera. Los cuadros del Por lo general, los turistas que llegan allí no duran contrar las diferencias en aquel juego de realidad y el casco antiguo de la ciudad, y ver por el camino el
artista se reproducen hasta el infinito en el resto del más de diez minutos. Con la precisión de un bisturí, ficción. Ya pueden volver al coche y a casa para con- anfiteatro, el foro romano con sus galerías subterrá-
mundo, pero Arlés admira en silencio el arte de aquel la mirada de Vincent Van Gogh logró introducir tar que todo seguía intacto. Así que se montan en su neas, la iglesia románica de San Trófimo o las termas
visitante que apoyó firme el caballete en este suelo en aquel paisaje algo más que lo meramente visible. Peugeot azul y entorpecen el paso a otra familia que de Constantino. Pero fuera cual fuera su decisión,
durante quince meses. Quizá no había personas, sino sombras. Tampoco ha venido a visitar las reliquias. “Hemos ido a la ofi- llegaría al noreste de la ciudad, donde encontró un
El puente de Langlois con lavanderas fue un comienzo agua, sino colores en movimiento. Pero los curiosos cina de turismo y después, aquí. Hemos empezado pequeño estudio que cubría sus necesidades más a
difícil: poco dinero y pocos amigos. Más bien ningu- buscan sólo lo primero. Una pareja se ha bajado del la ruta por este puente, pero es que no había manera corto plazo. En septiembre de ese mismo año, aquel
no. No conoció a nadie, así que tuvo que prescindir coche del que deja las puertas abiertas. La visita, por de encontrarlo”, dice el cansado padre de familia. local se quedó pequeño y decidió alquilar el edificio
de modelos que posaran para él y conformarse con lo visto, será rápida. Quizá tengan más intención que Ya no es el puente de Langlois, sino el puente de entero: la Casa Amarilla.
un solo género pictórico, el paisaje. Árboles, colinas, atención, pues se dirigen directamente al cartel con Van Gogh. Sin embargo, ¿Quién puede evitar buscar Era perfecta para Van Gogh aquel año. Año de
puentes y cabañas de pescadores. Vincent Van Gogh las características propias de aquellos que la “Ruta de reojo las lavanderas que protagonizan el cuadro obsesión por el color amarillo. Por la luz de los pai-
visitó los alrededores de Arlés tratando de encontrar Van Gogh” ha salpicado por toda la ciudad. del pintor? sajes japoneses que encontró en Arlés. “Me centro

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FRENTE AL CAFÉ NOCTURNO. “Un café por la


INTERIOR DE CAFÉ NOCTURNO. “En mi noche visto desde fuera. En la terraza están sen-
cuadro del café nocturno he tratado de expresar tadas pequeñas figuras bebiendo. Un enorme
que el café es un sitio donde uno puede arrui- farol amarillo ilumina la terraza, la fachada de la
narse, volverse loco y cometer crímenes. Me- casa, la acera, e incluso extiende su resplandor
diante la contraposición de un rosa pálido, un hasta la calle adoquinada que adquiere una to-
rojo sangre y un rojo vino, y de un suave verde nalidad rosa - violeta. Las fachadas de las casas
veronés y un Luis XV en abierto contraste con de la calle, que se alarga bajo el cielo estrellado,
los tonos amarilloverdosos y los duros verde- son azul oscuras o violetas; ante ellas se en-
sazulados -todo en la atmósfera infernal de un cuentra un árbol verde. Aquí tienes un cuadro
horno al rojo vivo y de un pálido amarillo de nocturno sin negro, sólo con un bello azul, con
azufre- he querido transmitir el sombrio poder violeta y verde; y en este ambiente la plaza ilu-
de una taberna” minada se tiñe de un pálido amarillo azufre
y un verde limón”

en el sol y en la luz del sol”, le escribió a su hermano por el salón parisino, sería el maestro y cabeza del La obra El café de noche es una crónica de lo que la el objetivo, mantener los objetos tal y como estaban la
Theo. José Javier Azanza, historiador del Arte en la grupo de pintores. O al menos este era el deseo de oscuridad de hace más de cien años escondía. “El café noche de septiembre de 1888. Una de las veces que se
Universidad de Navarra, cuenta cómo la etapa que Van Gogh. Todos instalados en la Casa Amarilla. Este es un sitio donde uno puede arruinarse, volverse loco reformó el café, se instaló la tela amarilla que cubre las
Van Gogh pasó en Arlés fue la más feliz de su vida: edificio hoy no existe, pues fue bombardeado en la II y cometer crímenes. Una atmósfera infernal de horno meses de la terraza. Incluso las sillas y mesas también
“Muestra una visión amable, casi idílica de la natu- Guerra Mundial en 1944. En su lugar hay unos cuantos al rojo vivo que transmite el sombrío poder de una fueron diseñadas como aquellas que aparecen en el
raleza. Abandona la pincelada dividida, la técnica coches aparcados en la acera del edificio tras la Casa taberna”, escribe Van Gogh poco después de pintar cuadro del artista, y simulan seguir en perfecto estado
impresionista, para volver a las grandes superficies. Amarilla. Tampoco Van Gogh pudo ver la fuente los interiores del café. con más de un siglo de edad. Es el poder del turismo,
Es la primacía del color que adquiere una importancia que hoy luce en el centro de la rotonda de la plaza Pero ya es muy distinto. Fuera, la camarera man- capaz de detener el tiempo en un pequeño espacio de
hasta entonces desconocida”. Pero, ¿por qué el ama- Lamartine. Ni las señales de tráfico que calman a los tiene la mirada sobre los dos grupos de turistas que 40 metros cuadrados para que la gente siga disfrutan-
rillo? “Cuando se veía obligado a pedirle a Theo que coches al pasar por debajo del puente. Las personas se sacan fotos en la terraza. “¡Vi´te! ¡Acá, acá, con el do de aquello que, creen, sigue estando allí.
comprase pinturas, el amarillo siempre era el primero que trabajan las tierras, con vestidos anaranjados y cartel!”. Son argentinos, y están los cinco (menos el Y allí sucedieron muchas cosas. “Aquí está el prin-
de la lista”, añade Azanza. “Solía explicarle a su her- sombrero de paja para protegerse del sol, hoy se han que sujeta la Canon) sentados en las sillas de la terra- cipio del fin de Van Gogh. Está siempre pintando
mano la impotencia que sentía porque no conseguía convertido en peatones con prisa que se apresuran za. El otro grupo son españoles: “Parece un escenario a ritmo frenético”, Javier Azanza, historiador de
con su paleta la fuerza de la luz de Arlés”. a coger el coche. Lejos de lo que las cartas a Theo de Hollywood”, dice uno de ellos. Tiene 23 años y viste Arte, sigue contando qué consiguió que Van Gogh
Hoy esa luz que obsesionó a Van Gogh, en pleno cuentan: “En esta casa puedo verdaderamente vivir, algo desordenado. No sólo mira el Café, sino que diri- llenase un lienzo de rojo y verde. “Se alimenta mal,
diciembre, obliga a ponerse las gafas de sol. La clari- respirar, reflexionar y pintar”. ge su mirada a toda la plaza Du Forum. apenas duerme mucho, lleva una vida desordenada…
dad se apodera del día. Pero Arlés desaparece en las Las casas son bajas, como todas en Arlés. Suelen no tiene control. Su pintura irá mostrándose más
sombras a las cinco de la tarde. Tan sólo los edificios el café de noche. Pintar, pero no sólo con to- tener tan sólo dos plantas, pero con bajos de techo al- angustiosa, comienzan a surgir ciertos síntomas de
que quedan iluminados ayudan al turista a seguir nalidades de amarillo, sino con los colores que le to, de unos 4 ó 5 metros. Todas son amarillas y llama- perturbación mental en el autor”.
observando las calles que pisó el artista. Un buen permitieron expresar “las terribles pasiones de la tivamente claras con la maravillosa luz de mediodía. La camarera del café La Nuit invita a los turistas
indicativo para el viajero que no sabe cómo encontrar humanidad, el rojo y el verde”, cuenta Van Gogh Las ventanas, en cambio, están pintadas de colores amablemente a pasar al interior. Allí, aquella mesa de
aquello que no sabe que busca. en otra de sus cartas. El sueño atolondrado no le fuertes, como el azul o el verde. Tal y como las recogió billar, imán de muchas angustias y problemas de los
Pero Van Gogh sí lo sabía. Necesitaba transformar permitió abocetar un horario fijo, así que su vida, sus Van Gogh en sus cuadros de Arlés hace más de cien arlesianos de la época, ya no está. En su lugar, mesas
los tres pisos en una colonia de artistas, El Estudio del relaciones, sus aficiones, las llevó a la oscuridad de años. También el exterior del Café –la única terraza en preparadas para aquellos con ganas de sentarse a
Sur. Su amigo Gauguin, otro expresionista rechazado la noche. pleno diciembre– ha quedado intacto. Porque ése es descansar un rato. Es martes y el local está casi lleno.

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EL PATIO DEL HOSPITAL DE ARLÉS. “Cuanto


EL JARDÍN DEL POETA. “Supón ahora un abe- más feo, más viejo, más maligno, más enfermo
to verde inmenso, extendiendo sus ramas hori- y más pobre me vuelvo, tanto más intento recu-
zontales sobre un prado muy verde y la arena perar lo perdido dotando a mis colores de una
manchada de luz y de sombra. El rincón del jar- luminosidad y un resplandor equilibrados”.
dín, muy simple, está alegrado por parterres de
geranios de tipo anaranjado en los fondos, bajo “Está rodeado por un claustro blanqueado, con
las ramas negras. Dos figuras de enamorados arcadas como las de los edificios árabes. De-
se encuentran a la sobra del gran árbol”. lante de estos arcos hay un viejo jardín con un
estanque en el centro y ocho macizos de flores,
nomeolvides, rosas de Navidad, anémonas, re-
núnculos, alhelíes, margaritas, etc.

Catorce personas cenan en silencio. “El dueño, que de divertirse, pasear o leer la prensa matutina. Hoy perder la razón, como me ha pasado a mí”, escribe re- Van Gogh y la Boutique Junior. En el primero todos
está al lado, parece un fantasma”, dice Javier Azan- leen Aujourd´hui en France en Le Malarte, a pocos signado a su hermano en febrero de 1889. Éste sería el los artículos imaginables sobre el artista: paraguas
za, mientras resbala su dedo índice por el billar del metros de la entrada a los jardines y pasean por las principio del fin para el pintor: despedida de un amigo por 74,50 euros; corbatas con detalles de La noche es-
cuadro. Hoy la camarera no es ni mucho menos un estrechas calles de la ciudad. Como la Rue de la Répu- que traería locura, persecución y un legendario acto trellada por 19,70; postales a 5 euros o marcapáginas,
fantasma, sino alguien que, haciendo crujir la madera blique. “Assurez-vous d’avoir très froid”, una mujer de automutilación. Así que por petición de los vecinos calendarios, pósters, joyas, vasos, tazas… En la de los
del suelo, sube las escaleras para mostrar la joya más ha frenado sus prisas con cariño para darle algo de de Arlés, el artista fue ingresado definitivamente en más pequeños: puzzles, llaveros o disfraces.
que escondida: ese billar. Ya está muy viejo, y se en- conversación a un vagabundo que pide apoyado en la clínica, bajo los cuidados de un médico y un sacer- El Espacio Van Gogh fue uno de los lugares donde
cuentra entre sillas, mesas, papel para los servicios y una fachada. Posiblemente venía de hacer la compra dote. Hoy, ni médicos ni sacerdotes. Ni psiquiatras ni con más valor el artista apoyó el caballete. El pueblo
demás objetos que están por si acaso. Encima de ella en alguna de estas pastelerías que presiden cada man- enfermos. En 1973 se cerró el hospital y se transformó que rechazó al pintor por los problemas que causaba
reposa una caja registradora antigua, posiblemente zana de la ciudad, pues tan sólo lleva en las bolsas pan, en centro cultural bautizado con el nombre de Espa- como consecuencia de la epilepsia, el alcoholismo y
compañera de largas noches de 1888. napolitanas de chocolate y bollos de crema. Los ha cio Van Gogh. Sin embargo, el patio ha recuperado su la esquizofrenia que padecía. Huidas con navaja en
dejado a la vista, pero a él le atrae más la conversación aspecto del siglo xix gracias a los detalles aportados mano; noches de enajenación a causa del alcohol en la
el jardín del poeta. ¿Y la vida diurna en Arlés? que cualquier trozo de comida que ella ponga, sin por las pinturas, dibujos y cartas del artista.“Está ro- hoy Nuit de Van Gogh; según dicen, una adolescente
Quizá Van Gogh no la conoció tanto en esta época intención, a su lado. Necesitaba palabras, como las deado por un claustro blanqueado, con arcadas como embarazada que posó para él y rutas diarias por varios
desordenada de su vida, pues utilizaba las mañanas necesitó Van Gogh hace más de cien años paseando las de los edificios árabes. Delante de estos arcos hay burdeles de Arlés. Pero, ¿puede este dolor de un pue-
para descansar el cansancio de la noche. El insomnio por aquellas calles. Pero cerca de la calle de la Repú- un viejo jardín con un estanque en el centro y ocho blo durar más de un siglo?
que dejaban las malas cuentas tornaba aquellas no- blica sucedió aquello que todo el pueblo esperaba con macizos de flores, nomeolvides, rosas de Navidad, Tal vez más de uno deseara que aquel tren que
ches en pintura frenética. Pero la llegada de Gauguin ganas: arrastrarlo hasta el psiquiátrico de Arlés. anémonas, ranúnculos, alhelíes, margaritas… Y bajo regaló París el 20 de febrero de 1888 hubiese pres-
a la colonia de artistas entusiasmó tanto al pintor el claustro, naranjos y adelfas. Es un cuadro lleno de cindido de quien con sus pinturas y pinceles viajó
que decidió trabajar para mandar obras a su hermano el patio del hospital de arlés. Van Gogh ya no flores y del verdor de la primavera”, contaba a Theo. Y por Francia buscando la luz mediterránea y las vistas
Theo –y que éste las siguiese vendiendo en París– y era el de antes. Su amistad con Gauguin se deterioró a los demás, porque gracias a su carta, hoy se conserva de los paisajes japoneses. Pero, sin duda, Van Gogh
también para decorar la habitación de su maestro en tanto, que éste decidió marcharse, frustrando así el el mismo escenario de hace más de cien años. no podría imaginar que, con el tiempo, personas de
el Estudio del Sur. sueño de Van Gogh de crear una colonia de artistas. Pero además, bajo los arcos de este patio, han na- todo el mundo viajasen a Arlés en busca de las vistas
El jardín del poeta es una de estas obras que dedicó “Ya no me atrevo a pedirles a otros pintores que ven- cido dos tiendas de souvenirs llenas de pinceladas que inmortalizó en sus lienzos. En busca de la huella
a Gauguin. Mañanas soleadas y arlesianos con ganas gan aquí después de lo que me ha ocurrido; arriesgan en espiral y orejas vendadas. La Boutique L´espace de Van Gogh. Nt

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