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OPOSICIÓ N BOMBERO –

TEMA 21

TEMA 21: CONSTRUCCIÓN E INCENDIOS.

INTRODUCCIÓN:

El dominio práctico del fuego constituye uno de los principales factores que favorecieron el progreso de
la raza humana. Sin embargo, el uso continuo y cada vez más profuso de materias combustibles y de
diferentes y novedosas fuentes de ignición hace que se produzcan, con mucha frecuencia, fuegos no
deseados que se propagan incontroladamente en el tiempo y en el espacio, causando lesiones
personales, muertes, daños a la propiedad y la degradación del medio ambiente. Es en este caso
cuando aparece el concepto de incendio (fuego no deseado ni controlado).

Las estadísticas indican que los incendios representan uno de los riesgos que más pérdidas
económicas ocasionan, tanto humanas como materiales, debidas tanto al efecto directo del fuego
(generación de calor y llamas), como a los efectos indirectos (generación de gases calientes tóxicos
y/o corrosivos). Son muchas las actividades del ser humano en las que coexisten focos de ignición y
materias susceptibles de incendiarse con facilidad, no siendo una excepción las actividades laborales
que se desarrollan en los centros de trabajo.

Por ello, el riesgo de incendio está siempre presente en mayor o menor medida en el ámbito laboral y
tendrá que ser identificado en las evaluaciones de riesgos, debiendo el/la empresario/a adoptar las
medidas necesarias para su prevención y protección. Surge así el concepto de Seguridad contra
incendios, que comprende todas aquellas técnicas y principios cuyo objetivo son tanto evitar el inicio
de este (prevención de incendios), como controlar y eliminar su propagación (protección de incendios),
incluyendo la protección de estructuras y bienes, la lucha contra el fuego y su propagación y la
protección humana (evacuación).

- Concepto de fuego:

El fuego es una combustión (o reacción de combustiones) controlada en su duración y extensión


espacial, que se caracteriza por la emisión de luz y calor acompañados de humos, llamas o ambos. A
su vez, se entiende por “combustión” una reacción química de oxidación-reducción fuertemente
exotérmica.

Por lo tanto, exige la presencia de un material “oxidante” y de otro “reductor”. El material oxidante más
frecuente es el oxígeno y el material reductor corresponderá a los diferentes tipos de combustibles que
pueden encontrarse en estado sólido, líquido o gaseoso.

Esta reacción química, según la velocidad de propagación del frente de las llamas, puede recibir
diferentes nombres.

- Combustión, para una velocidad inferior a 1 m por segundo.


- Deflagración, para una velocidad superior a 1 m por segundo.
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- Detonación, para una velocidad superior a la del sonido.

Formas de transición del calor en un incendio:

Conducción: es la transmisión del calor a través de un cuerpo sólido cuando existe variación de
temperatura entre distintos puntos de este; cuanto mayor sea la diferencia de temperatura, más
calor se transmitirá. Los buenos conductores del calor tienden a desprenderse del mismo. En
edificios, es muy frecuente encontrarnos con estructuras de acero que, tras alcanzar temperaturas
de 500º C, pierden sus propiedades mecánicas, no aguantan el peso que tienen que soportar y la
estructura se derrumba.

Convección: es la transmisión del calor por el movimiento de fluidos. En un incendio sucederá por
el movimiento de los humos y gases calientes dentro del aire de la zona afectada.

Radiación: es la transmisión del calor por ondas electromagnéticas sin ningún medio o soporte
material. Cuando un fuego adquiere serias proporciones, las llamas emiten radiación térmica a las
superficies colindantes, consiguiendo que comiencen a arder.

Contacto directo o con partículas incandescentes: transmisión del calor por el contacto directo con
las llamas o por el desplazamiento de partículas incandescentes desprendidas como
consecuencia de tensiones o sobrepresiones internas generadas en los combustibles sólidos o
líquidos al calentarse o quemarse.

Cadena del incendio, ¿Cómo se desarrolla?

Los elementos que son necesarios para que se inicie un fuego son tres y deben coexistir en el tiempo
y en el espacio, dando lugar a lo que se conoce como “triángulo del fuego”. Son los siguientes:

El combustible: es la sustancia que se quema y que actuará como reductor. Se puede encontrar
en estado sólido, líquido o gaseoso. Por ejemplo, carbón, madera, papel, textiles, hidrocarburos,
etc. Por el proceso de pirólisis, el combustible generará iones o radicales libres.

El comburente: es la sustancia oxidante y provoca o favorece la combustión al mezclarse por


difusión con el combustible. Normalmente es el oxígeno del aire, presente en un 21% de
concentración en la atmósfera. Con un contenido en oxígeno del aire por debajo del 15% la
combustión es imposible. Otros comburentes pueden ser el ozono, los halógenos (flúor, cloro,
etc.), los nitratos, los cromatos, etc.

Energía de activación: es el calor o energía suficiente, aportado por los focos de ignición, para
que se inicie la combustión de la mezcla generada por el combustible y el comburente.

El fuego, además de iniciarse debe mantenerse. Para que se facilite su propagación es necesario un
cuarto elemento: la reacción en cadena, conociéndose entonces como el “tetraedro del fuego.

Reacción en cadena: proceso que se genera durante la reacción química de oxido-reducción por el
cual, el oxígeno del aire (habitualmente) reacciona con los gases e iones liberados en la pirólisis del
combustible previamente calentado, dando lugar a radicales libres o iones y calor; estos, a su vez,
vuelven a reaccionar con el oxígeno del aire en varias reacciones sucesivas que se “encadenan” una y
otra vez, generando sucesivas combustiones mientras existan elementos reactivos suficientes. Si se
introduce algún elemento químico que interfiera en esta reacción, esta se parará. Por ejemplo: los
gases halocarbonados con el calor se descomponen en elementos que se combinan con los átomos
de hidrógeno, oxígeno y los radicales OH liberados, inhibiendo la reacción en cadena.
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NORMATIVA:

En este tema vamos a estudiar el Real Decreto 2177/1996, de 4 de octubre, por el que se aprueba la
Norma Básica de la Edificación «NBE-CPI/96: Condiciones de protección contra incendios de los
edificios» con el objeto de establecer las condiciones que deben reunir los edificios para la protección y
seguridad de las personas frente a riesgos originados por los incendios.

Dicha Norma Básica establece en su parte general las prescripciones aplicables a todo tipo de edificios
y, en sus anejos, las condiciones particulares que, además, deben cumplir los edificios y
establecimientos destinados a uso de vivienda, hospitalario, administrativo docente, residencial y de
garaje o aparcamiento, dejando para etapas posteriores la aprobación de las condiciones específicas
aplicables a los edificios destinados a otros usos.

Posteriormente, por el Real Decreto 1230/1993, de 23 de julio, fue aprobado el anejo C «Condiciones
particulares para el uso comercial», de la Norma Básica NBE-CPI/91, que vino a complementar el
contenido de la citada Norma en relación con los edificios dedicados a este uso. La Comisión
Permanente de las Condiciones de Protección contra Incendios de los Edificios, reorganizada por el
mencionado Real Decreto 279/1991, de 1 de marzo, ha procedido a analizar la experiencia derivada
de la aplicación de la norma vigente, recogiendo las observaciones, estudios y avances tecnológicos
producidos en esta materia y, muy especialmente, las tendencias actualmente existentes en la Unión
Europea, y ha considerado oportuno introducir una serie de modificaciones en su texto con el fin de
actualizar su contenido.

¿Cuál es el objeto de esta norma?

Esta norma básica dirige sus objetivos a la protección contra el incendio una vez declarado éste. Las
medidas dirigidas a evitar las causas que pueden originarlo son materia propia de la reglamentación
específica de las instalaciones y equipos susceptibles de iniciar un incendio o de las normas de
seguridad aplicables a las actividades desarrolladas en los edificios. La definición de las condiciones
dirigidas a proteger servicios o actividades cuya continuidad se considere necesaria en caso de
incendio, corresponde al titular de la actividad.

Esta norma básica establece las condiciones que deben reunir los edificios para proteger a sus ocupantes
frente a los riesgos originados por un incendio, para prevenir daños en los edificios o establecimientos
próximos a aquel en el que se declare un incendio y para facilitar la intervención de los bomberos y de los
equipos de rescate, teniendo en cuenta su seguridad. Esta norma básica no incluye entre sus hipótesis de
riesgo la de un incendio de origen intencional.

1. Uso hospitalario:

La evacuación de un hospital en caso de incendio queda seriamente comprometida por la reducida


movilidad de los pacientes hospitalizados. Por ello, se parte del principio de evacuación progresiva
horizontal, aplicando mecanismos de sectorización, especialmente en las áreas de hospitalización.

Además de la hospitalización, un hospital cuenta con otras áreas, tales como los servicios
ambulatorios, los de tratamiento y diagnóstico, los generales de apoyo a la asistencia, las áreas de
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docencia e investigación y las de instalaciones, que tienen características diversas en cuanto a sus
actividades, ocupación y riesgos potenciales. Es, por tanto, necesario hacer referencia específica a
cada una de ellas, en cuanto a dimensionamiento de sectores y salidas, así como a instalaciones y
sistemas de protección contra incendios.

La hospitalización constituye una parte cada vez menor de la actividad que se realiza en un hospital y
existe una tendencia cada vez mayor a la actividad ambulatoria intra y extra-hospitalaria.

Esta situación tiene un reflejo claro y directo sobre los nuevos hospitales y sobre las actuaciones que
se realizan sobre los hospitales en funcionamiento, de tal manera que las áreas destinadas a
hospitalización representan entre el 25 y el 30 por 100 de la superficie total de un hospital, existiendo
otras áreas (servicios centrales de tratamiento y diagnóstico, servicios de atención ambulatoria y
servicios generales), con características técnicas y funcionales muy distintas a las destinadas a
hospitalización y en las que las condiciones de seguridad son significativamente distintas por este
sector.

La tendencia general es la de reducir progresivamente la estancia media de los pacientes en el


hospital y desarrollar la atención ambulatoria. En este sentido, los pacientes internados tendrán una
movilidad cada vez más limitada durante su estancia en el hospital.

Los edificios de uso hospitalario deben ser diseñados, construidos, mantenidos y gestionados de tal
manera que se minimicen las posibilidades de una emergencia por fuego que requiera la evacuación
de los pacientes hospitalizados. Lo anterior obliga a:

Disponer una compartimentación diseñada y construida de manera apropiada.

Disponer un sistema de detección, alarma y extinción adecuado.

Adoptar medidas de prevención mediante la formación del personal y el establecimiento de planes de


emergencia para el aislamiento del incendio, el traslado de los ocupantes a sectores seguros o la
evacuación del edificio.

El término hospitalario es de aplicación a los edificios asistenciales sanitarios que cuentan con
hospitalización de 24 horas (hospitales, clínicas, sanatorios, etc.), y que están ocupados por personas
que, en su mayoría, son incapaces de cuidarse por sí mismas.

A los centros sanitarios de carácter ambulatorio les serán aplicables las condiciones particulares para
el uso administrativo. Los centros sanitarios de carácter ambulatorio que no disponen de
hospitalización (ambulatorios, centros de especialidades, centros de salud, centros de diagnóstico,
consultorios, etc.) tienen significativas diferencias asistenciales, organizativas, dimensionales,
funcionales y técnicas respecto a los anteriores.

Por ello, no les son aplicables las condiciones particulares para el uso hospitalario. Cuando dos o más
actividades se produzcan en un mismo edificio o espacio, las medidas de protección contra incendios
que hay que adoptar (de diseño, constructivas, de protección, de evacuación, etc.) serán las que
correspondan a la situación más desfavorable.

A los despachos médicos, consultas, áreas destinadas al diagnóstico y tratamiento ambulatorio


(separadas de las destinadas a pacientes internados) se les aplicarán los requerimientos
correspondientes al uso administrativo. A los salones de actos, capillas, áreas de residencia del
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personal, habitaciones para médicos de guardia, y otros usos conectados con la actividad sanitaria, se
les aplicarán las disposiciones correspondientes a dichos usos.

Las funciones básicas de un hospital son las de hospitalización, diagnóstico y tratamiento, atención
ambulatoria, docencia e investigación. Para ello, cuentan con unos servicios generales que aseguran
el funcionamiento del hospital.

Además de las condiciones generales, se cumplirán las siguientes:

Las plantas en las que existan zonas de hospitalización o unidades especiales (quirófanos, UVI,
etc.) estarán compartimentadas al menos en dos sectores de incendio. Cada sector deberá contar
con superficie suficiente para albergar a los ocupantes de otros sectores colindantes cuya
evacuación esté prevista hacia el sector considerado, conforme a lo establecido en los artículos
H6 y H.7.1.6.b.

Los sectores que contengan zonas de hospitalización o unidades especiales sólo podrán contener
dichos usos y su superficie construida no podrá exceder de 1.000 m2 . b) La movilidad reducida
de muchos pacientes impide que, en caso de incendio, puedan utilizar rápidamente las escaleras
para abandonar la planta. Por tanto, la prescripción del articulado pretende que, en el mismo nivel
exista la posibilidad de pasar a otro sector distinto de aquél en el que se ha producido el incendio,
y se pueda proceder a la posterior evacuación ordenada y paulatina, si fuera necesario. Las
características de los pacientes internados deben ser evaluadas para fijar los criterios de
localización de las salidas.

Las zonas destinadas a apoyo de diagnóstico y las entidades a tratamientos que no requieran
hospitalización, estarán compartimentadas en sectores de incendio cuya superficie construida, en
uno o más niveles, sea menor que 1.500 m2.

Deberán constituir sector de incendio las zonas del edificio o establecimiento destinadas a
viviendas, a residencia cuya ocupación sea mayor que 20 personas, a uso Docente cuya
superficie construida sea mayor que 300 m2 o a uso Administrativo cuya superficie construida sea
mayor que 1.000 m2.

No podrán destinarse a hospitalización ni a tratamiento intensivo, aquellas zonas cuya evacuación


hasta alguna salida del edificio precise salvar una altura mayor que 2 m en sentido ascendente.

No obstante, podrán destinarse a trabamiento intensivo con radioterapia zonas cuya evacuación
precise salvar alturas mayores que la indicada en el párrafo anterior, siempre que dichas zonas
cumplan las condiciones que se establecen para ellas en el apartado H.7.2.2. Las condiciones
constructivas que precisan los locales destinados a radioterapia exigen su disposición en sótanos.

2. Uso comercial:

Esta norma básica es de aplicación a los edificios y a los establecimientos destinados al uso comercial,
excepto a sus zonas no accesibles al público y destinadas al almacenamiento de productos o a la
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fabricación, la reparación, el empaquetado, la distribución, etc., de los mismos, cuando la carga de


fuego total acumulada en dichas zonas sea mayor que 3.000.000 MJ (720.000 Mcal). Estas zonas se
considerarán de uso industrial y se regularán por la reglamentación de protección contra incendios
específica para dicho uso. No obstante, las citadas zonas deben cumplir, con carácter subsidiario, las
condiciones que en esta norma básica se establecen para los locales y zonas de riesgo especial alto.

Véanse los valores medios de densidad de carga de fuego que, a título orientativo, se incluyen en el
comentario al apartado C.19.1. Los recintos o zonas citados constituyen zonas de riesgo especial,
conforme a lo establecido en el artículo C.19, cuando la carga de fuego acumulada en ellos no exceda de
3.000.000 MJ (720.000 Mcal), pero sea mayor que 50.000 MJ (12.000 Mcal), por lo que deben cumplir las
condiciones que se establecen para dichas zonas.

Se considera que un edificio o un establecimiento es de uso comercial cuando su


actividad principal es la venta de productos directamente al público o la prestación de
servicios relacionados con los mismos.

Las condiciones particulares para el uso comercial son de aplicación, tanto a las tiendas y
a los grandes almacenes que suelen constituir un único establecimiento, con un único
titular, como a los centros comerciales, ya sean mercados, galerías, «multi-centros»,
«hipermercados», etc. Dichos centros comerciales se caracterizan por una configuración
que agrupa diversos establecimientos comerciales y frecuentemente también otros de
pública concurrencia: cines, cafeterías, restaurantes, etc.; cada uno de ellos tiene su
correspondiente titular y es accesible al público desde las zonas comunes de circulación
del centro. El conjunto constituye, a su vez, un establecimiento, con un titular que
habitualmente gestiona, entre otras, las cuestiones relacionadas con la seguridad global
del centro.

También se consideran de uso comercial los establecimientos en los que se prestan


directamente al público determinados servicios no necesariamente relacionados con la
venta de productos, pero cuyas características constructivas y funcionales, las del riesgo
derivado de la actividad y las de los ocupantes se puedan asimilar más a las propias de
este uso que a las de cualquier otro . Como ejemplo de la asimilación que contempla el
articulado pueden citarse las lavanderías, los salones de peluquería, etc.

3. Uso docente:

Se considera que un establecimiento es de uso docente, cuando en él se desarrolla esta actividad en


cualquiera de sus niveles: escuelas infantiles, centros de enseñanza primaria, secundaria, universitaria
o formación profesional. De acuerdo con el apartado 2.2, las zonas de un establecimiento docente
destinadas a actividades subsidiarias de la principal, como cafeterías, comedores, salones de actos,
administración, residencia, etc., cumplirán las condiciones relativas a su uso.

A los establecimientos docentes que no tengan las características propias de este uso (básicamente,
el predominio de actividades en aulas de elevada densidad de ocupación) se les aplicarán las
condiciones del uso más fácilmente asimilable. Como ejemplos de los casos a los que se refiere el
articulado pueden citarse los centros universitarios de proceso de datos y algunos centros de
investigación, que deben regularse según las condiciones particulares para el uso administrativo, o las
colonias de vacaciones, escuelas de verano o zonas de internado en centros docentes, que deben
regularse según las condiciones particulares para el uso residencial.
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Los establecimientos de uso docente estarán compartimentados de forma tal que los sectores de
incendio en que queden divididos tengan una superficie construida menor que 4.000 m2. Cuando
solamente tengan una planta, pueden no estar compartimentados en sectores de incendio. Las zonas
de un establecimiento docente destinadas a residencia de más de 20 personas deben constituir uno o
varios sectores de incendio diferenciados del resto del edificio.

Las características de los edificios docentes, con escasa carga de fuego y funcionamiento
sometido a horario, es decir, que puede preverse la presencia habitual de personas en la mayor
parte de sus locales, permiten suponer que un incendio no alcanzaría proporciones muy severas.
Por tanto, los sectores de incendio pueden ser de mayor superficie que la establecida con
carácter general. Si además el edificio es de planta única, la facilidad en la evacuación disminuye
el riesgo hasta hacer innecesaria la compartimentación en sectores.

Las zonas de uso comercial de los establecimientos o de los centros comerciales podrán constituir un
único sector de incendios cuando dicho establecimiento o centro comercial ocupe totalmente un
edificio exento, cada planta disponga de salidas de edificio aptas para toda la ocupación de la misma,
conforme a las condiciones de evacuación que se establecen en esta norma básica, y el edificio esté
protegido en su totalidad con una instalación de rociadores automáticos de agua y cuente con
sistemas que garanticen un eficaz control de los humos producidos por un incendio.

La adecuación de dichos sistemas debe justificarse en la documentación a la que se hace referencia


en el artículo 3. En dichos edificios, las zonas de uso industrial a las que se refiere el apartado C.2.1
deben constituir uno o varios sectores de incendio diferenciados de las zonas de uso comercial, en las
condiciones que se determinen en la reglamentación específica que les sea de aplicación o,
subsidiariamente, en esta norma básica.

Los establecimientos comerciales integrados en centros o en otros establecimientos comerciales no


precisan constituir, por sí mismos, sectores de incendio diferenciados. Los establecimientos destinados
a uso de pública concurrencia integrados en centros o en establecimientos comerciales no precisan
constituir, por sí mismos, sectores de incendio diferenciados cuando su superficie construida sea
menor que 500 m2, excepto en el caso de cines, teatros, discotecas, salas de baile o establecimientos
como restaurantes o cafés en los que se prevea la existencia de espectáculos.

La seguridad contra incendios y la arquitectura:

La protección contra incendios es una materia de conocimiento multidisciplinar y transversal que afecta
al conjunto del edificio y de su proceso proyectual: disposición del programa, estructuras, construcción.

Un texto aproximativo como este, corre el riesgo de ser demasiado generalista o de centrarse solo en
algunos de los detalles, olvidando otros. En todo caso, ha de buscarse la consecución de tres
objetivos: Seguridad de personas, protección de bienes, y continuidad, a ser posible, de las actividades
teniendo que considerar dos conceptos:

Prevención. Medidas tendentes a evitar que el riesgo se convierta en accidente o siniestro,


evitando que, por conjunción de factores, se inicie el fuego.

Protección. Medidas tendentes a evitar la propagación o a limitar sus consecuencias en el caso de


que, a pesar de la prevención, el accidente o siniestro se produzca, tanto en pérdidas humanas
como en pérdidas materiales. Todo ello debe ir conjugado con un plan de lucha contra incendios,
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que incluya sistemas de detección, alarma y extinción.

Para una mejor explicación vamos a realizar un esquema de gestión del diseño de protección contra
incendios. Se trata de un esquema nacido de la práctica académica, pero que se aplica sin
modificación alguna a la práctica profesional. Un esquema que como tal, supone una simplificación de
la realidad, pero que resume con claridad los principales factores a tener en cuenta en el estadio inicial
del diseño de la protección contra incendios:

- Uso, distribución del programa del edificio.


- Sectorización.
- Evacuación.
- Resistencia y reacción.
- Instalaciones de protección activa.

Sobre protección contra incendios hay mucho escrito e investigado, y de hecho hay que tener en
cuenta que la protección contra incendios va mucho más allá de la colocación de unas instalaciones
más o menos sofisticadas. De hecho, una buena parte de la carga de seguridad de un edificio está
asociado al correcto diseño 'pasivo' de arquitectos e ingenieros desde los primeros estadios de la
concepción del edificio. Las medidas de protección frente a un incendio se pueden clasificar en pasivas
y activas.

Las primeras están encaminadas a facilitar la evacuación del edificio y a asegurar la contención del
mismo dentro de un recinto hasta la llegada de los servicios de extinción (exigencias estructurales de
resistencia al fuego y de los elementos constructivos). Estas medidas también repercuten en otros
sistemas, por ejemplo, las instalaciones de climatización cuyos conductos atraviesa distintos sectores
de incendios y deben aislarse frente al fuego, aunque la primera lógica medida sería plantear los
recorridos de los conductos por sectores de incendios independientes.

Las medidas activas comprenden las instalaciones de detección y los diversos sistemas de alarma,
señalización y extinción.

A. EL USO DEL EDIFICIO. ¿En qué cosiste?

Como se señala, el primer paso es el uso del edificio. Pero el uso del edificio en la actualidad, con
programas complejos e integradores de varios usos simultáneamente en el mismo edificio (concepto
anglosajón del 'mixed use building'), ha llevado a plantear este apartado como una reflexión sobre los
parámetros que afectan a varios usos o tipologías, lo cual sirve para exponer información extrapolable
a otros casos, remitiendo a la normativa para una definición más detallada.

Residencial. A diferencia de Estados Unidos, donde hay un incendio residencial aproximadamente


cada minuto, en Latinoamérica las viviendas son más seguras porque están construidas con
materiales poco combustibles, como el ladrillo o el cemento.

Hospitalario. Son los edificios más importantes de la comunidad, por lo que en numerosos
aspectos suelen presentar las soluciones más avanzadas de su época. Por supuesto, tienen sus
particularidades, como priorizar la evacuación horizontal a otros sectores de incendios en la
misma planta, para trasladar con rapidez y seguridad a los enfermos, en cuyo caso además hay
que establecer recintos de evacuación intermedios que cuenten con instalaciones específicas
(oxígeno, vacío, tomas eléctricas,) para atender a los enfermos críticos hasta que acudan los
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servicios de extinción.

Pública concurrencia. En edificios de pública concurrencia es necesario que se generalice la


implementación de los sistemas tradicionales con otros adicionales para las personas con algún
grado de minusvalía, ya sea visual (señales acústicas secuenciadas, paredes con señalización en
relieve) o auditiva (pilotos de balizado secuenciados, bucles magnéticos).

Industrial. Cabría la posibilidad de hablar en realidad de actividades industriales, donde cada


conjunto de operaciones desarrollada en los edificios, debería tratarse de un modo muy específico
para valorar las medidas de seguridad contra incendios.

Espacios de gran volumen. En estos casos, aunque no se trate de un uso en sí mismo, es


habitual por ejemplo en los centros comerciales, donde la normativa admite soluciones especiales
si se cumple una determinada configuración volumétrica en la relación entre las superficies
delimitadoras, paredes y techos, y la superficie construida.

Así por ejemplo, la protección contra incendios puede completarse con la colocación de exutorios
en la parte superior que se abren en caso de incendio, aunque no es un sistema siempre
recomendable, ya que, en función de la carga de fuego interior, los servicios de extinción pueden
considerar más adecuado ser ellos quienes los accionen manualmente para controlar el caudal de
aire en la zona del incendio.

Edificios en altura. Para definir qué es un edificio en altura, se consideran tres parámetros: que
estén fuera del alcance de los equipos de los bomberos accionados desde el suelo, que presente
gran posibilidad de efecto chimenea, y que su altura imposibilite un tiempo de evacuación
razonable.

Los edificios en altura presentan algunos problemas que no se encuentran normalmente en otros
edificios. Los relacionados con la seguridad de las personas llegan porque el tiempo de
evacuación incrementa en proporción con la altura. El tiempo requerido puede ser mucho mayor
que el tiempo de desarrollo de las condiciones insostenibles del humo en escaleras y otras partes
del edificio alejadas del fuego.

Surgen dos preguntas: ¿Es más importante el retraso en la detección en los edificios de gran altura
que en otros edificios? ¿Es posible la evacuación total en un tiempo razonable? La detección en un
edificio de gran altura no debe ser planteada a priori en términos de evacuación total del edificio, por lo
que la detección temprana puede ser menos importante que en otros edificios. Si se plantea la
evacuación selectiva (parcial), la decisión debe ser qué parte de los ocupantes debe ser avisada y la
forma más eficaz de alerta.

Conforme los edificio son más grandes y altos y los requerimientos de protección más estrictos, el
factor peso forzará a los diseñadores a usar más una protección contra incendios ligera. Soluciones
singulares. Respetando la normativa en vigor, existen multitud de posibilidades adaptadas a la
casuística arquitectónica: depósitos de agua de incendios exteriores que se usan como piscinas,
disposiciones constructivas y urbanísticas para dificultar la propagación del fuego, escaleras exteriores
por fachada para facilitar la evacuación, etc.

B. LA SECTORIZACION. ¿Qué es?


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La eficacia de la lucha contra el fuego disminuye rápidamente a medida que el incendio se propaga,
por lo que la sectorización se revela como pieza fundamental del engranaje de la protección contra
incendios. Para poder aislar del fuego un espacio hay que tener en cuenta cómo influyen las
características de un edificio en su desarrollo:

Volumen del recinto donde se inicia el fuego. Cuanto más pequeño sea, más rápidamente se
desarrollará el fuego, porque el aire contenido se calentará con mayor rapidez, y con él los
combustibles presentes.

Altura del recinto. Cuanto menor sea la altura, más rápidamente se desarrollará el fuego, porque
la concentración de gases combustibles en el humo será mayor y estos alcanzarán antes su
temperatura de ignición. Cuando arden los gases contenidos en el humo, el incendio se propaga a
gran velocidad a todo el recinto inundado por el humo, ya que los gases ardiendo propagan el
fuego a otros combustibles alejados del foco original incluso antes de afectar a combustibles más
próximos al foco. En recintos de techo alto, el humo se enfría y se diluye más rápidamente, sin
propagación del fuego por gases en combustión.

Ventilación. Si hay aporte suficiente de aire, el fuego se desarrolla con rapidez, mientras que si el
edificio es hermético, el oxígeno libre en la atmósfera interior va disminuyendo al irse combinando
con los combustibles durante el incendio, y la intensidad del fuego irá decreciendo al disminuir el
comburente. Si el aporte de aire se produce por más de una abertura, se generarán corrientes
que aportarán oxígeno al fuego con mayor rapidez. Por tanto, el tamaño, número y disposición de
las aberturas de ventilación condicionará la evolución del incendio.

A estas características del edificio se unirán las de los combustibles involucrados, e incluso su posición
dentro del recinto, por lo que el número de variables es tan amplio que el desarrollo seguido por un
incendio puede ser muy diferente de un edificio a otro.

Para que un edificio quede convenientemente compartimentado, los pasillos y escaleras como vías de
escape, así como los conductos verticales de todo tipo, sean ascensores, conductos o tendidos de
cableado eléctrico, tienen que estar aislados por elementos cortafuegos y por puertas antifuego de
cierre automático a fin de impedir la propagación del fuego y de productos de la combustión a través
del edificio, evitando que la propagación del calor y las llamas cause una ignición en un piso o recinto
adyacente.

Y, por último, no hay que olvidar que el humo y los gases se mueven a través del edificio con mayor
rapidez y facilidad que las llama.

COMPORTAMIENTO ANTE EL FUEGO DE LOS MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN Y


ELEMENTOS CONSTRUCTIVOS. PROTECCIÓN ESTRUCTURAL DE EDIFICIOS Y LOCALES:
SECTORIZACIÓN:

En el caso de que las medidas de prevención adoptadas no hayan sido suficientes, será necesario
emplear técnicas de protección contra incendios que, no eliminando el riesgo, limitan sus
consecuencias.

Los sistemas de protección pasiva son aquellos métodos, materiales, equipos e instalaciones que se
incorporan, no con el fin de extinguir el fuego, sino para hacer más difícil su acción sobre ellos, es
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decir, dificultar la destrucción de los mismos, para así poder controlar el avance del fuego más
fácilmente. Dentro de estos sistemas están los siguientes:

- Elementos constructivos de carácter estructural, acabados y revestimientos.


- la sectorización de incendios.
- los sistemas de lucha contra el humo.
- la señalización y la iluminación de emergencia.

En relación con la protección proporcionada por los elementos constructivos y los productos de
construcción, cuando estén afectados por el requisito esencial de seguridad en caso de incendio,
deben clasificarse según sus condiciones de comportamiento ante el fuego conforme a las nuevas
clasificaciones europeas establecidas (Euroclases) por el Real Decreto 842/2013, de 31 de octubre,
por el que se aprueba la clasificación de los productos de construcción y de los elementos
constructivos en función de sus propiedades de reacción y de resistencia frente al fuego, y a las
normas de ensayo y clasificación que en él se indican (normas UNE-EN 13501-1 Clasificación a partir
de datos obtenidos en ensayos de reacción al fuego; y UNE-EN 13501-2 Clasificación a partir de datos
obtenidos de los ensayos de resistencia al fuego excluidas las instalaciones de ventilación).

Se entiende por resistencia al fuego de un elemento constructivo la capacidad que tiene de mantener,
durante un periodo de tiempo, la estabilidad estructural y la estanqueidad o integridad al fuego frente a
los humos y gases calientes derivados de la combustión. Se mide en base al REI:

Capacidad portante o estabilidad al fuego (R): es la capacidad que tienen los elementos
estructurales con funciones portantes para mantener su estabilidad cuando quedan expuestos al
fuego. Esta resistencia se mide mediante el tiempo que la estructura mantiene su estabilidad
hasta el comienzo del colapso.

Integridad (E): es la capacidad que poseen los elementos constructivos que actúan como barrera
ante las llamas y los gases durante un incendio. El elemento separador debe estar construido por
un material que soporte el contacto con el fuego en la cara expuesta, evitando la propagación a la
no expuesta. El periodo de tiempo durante el cual dicho componente impide el paso de las llamas
entre los dos sectores de incendios marcará su integridad.

Aislamiento (I): es la capacidad que poseen los elementos constructivos que actúan como barrera
ante las llamas de evitar el traspaso de calor desde el lado expuesto al fuego al no expuesto. La
variable tiempo definirá la resistencia del elemento en cuanto a aislamiento térmico.

Las tres características comentadas vienen definidas por la variable tiempo; por ello, siempre se
acompañan por un número en minutos (15, 30, 45, 60, 90, 120, 180, 240 o 360), que indica el tiempo
en que estos parámetros se cumplen.

Reacción al fuego de un elemento es la respuesta de un producto, contribuyendo con su propia


descomposición, a un fuego al que está expuesto, bajo condiciones especificadas. Se expresa
mediante un código que contiene una clasificación principal, comprendida entre “A” y “F” según sus
propiedades de combustión, un subíndice de opacidad de humos, comprendido entre “s1” y “s3”, y un
subíndice de gotas y escombros en llamas, de “d0” a “d2”. Cuanto mayor es el subíndice, mayor es la
reacción al fuego de ese producto.

En edificios ya construidos, la ignifugarían de los elementos constructivos o la aplicación de acabados


y revestimientos especiales, son técnicas que incrementan la resistencia y la reacción al fuego de los
mismos, constituyendo, con frecuencia, la última posibilidad de corregir situaciones deficientes en
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origen.

Cuando el edificio o empresa es de nueva construcción, la protección pasiva deberá introducirse ya en


el proyecto mediante la utilización de materiales de resistencia y reacción al fuego adecuadas en
estructuras, muros y demás elementos constructivos, junto con la compartimentación del edificio en
sectores de incendio no solo para limitar las posibilidades de pérdida, sino también para favorecer la
actuación sobre el fuego.

La compartimentación en zonas diferenciadas (sectores de incendio) en un edificio es lo que se


conoce como sectorización y tiene como objetivo dificultar la propagación del fuego (y de los humos).

La existencia de un sector de incendios implica que todos los elementos estructurales que lo integran
(paredes del recinto, muros de separación, techos, suelos, puertas y elementos de cierre de huecos
verticales y horizontales) tienen las mismas propiedades de reacción y resistencia al fuego. Esto se
deberá tener en cuenta cuando haya que reformar, reparar o sustituir algunos de estos elementos

SISTEMAS DE DETECCIÓN Y ALARMA:

Los sistemas de detección y alarma son los primeros elementos de lo que se conoce como protección
activa, que tiene como objetivo controlar y extinguir el incendio a través de equipos y dispositivos que
detectan, dan la alarma y extinguen el fuego.

El sistema de detección y alarma es un conjunto de elementos interrelacionados y ordenados que


tienen por objeto percibir un fenómeno propio de un incendio y transmitir el aviso de su existencia al
lugar afectado o a otro lugar establecido para este fin.

Los distintos elementos que forman este sistema son los siguientes:

Detector: es un dispositivo que contiene un sensor que controla de forma continua o a intervalos
un fenómeno físico o químico correspondiente a un incendio y que emite una señal.

Pulsador: es un elemento del sistema de detección y alarma que funciona por accionamiento
manual que transmite una señal.

Equipo de Control y Señalización.

Dispositivo de alarma: es un dispositivo que transmite una señal acústica y/u óptica.

Central de recepción: es el aparato receptor que recoge señales procedentes del Equipo de
Control y Señalización.

Sistema de accionamiento de sistemas de protección activa contra incendios.

La detección es el proceso de percepción del incendio y de transmisión de la señal de percepción. En


la percepción del suceso, en función del uso del local, se establecerá una:

Detección humana, en la que es el propio ocupante del recinto donde se produce el siniestro quien observa
su presencia y transmite el aviso posterior a una central de recepción (normalmente con los pulsadores
manuales) o al resto de los ocupantes del lugar donde se ha producido; o

Detección automática, que se realiza a través de detectores automáticos, que son los elementos
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encargados de enviar la señal.

Así, existen diferentes tipos de detectores en función de su sensibilidad al captar un determinado


fenómeno que se produce en una u otra etapa en la evolución de un fuego. Son los siguientes:

Detectores de humos: pueden ser de dos tipos: lineales u ópticos.

Detectores de llama: están especialmente indicados en el ámbito industrial por su facilidad para
detectar gases y líquidos de alto riesgo de combustión sin humo. Debido a que las llamas emiten
radiación infrarroja y ultravioleta, los detectores de llama se clasifican en tres tipos según la
naturaleza de las radiaciones que detecten (ultravioleta, infrarroja o una combinación de ellas).

Detectores térmicos: existen dos tipos: el estático, que actúa cuando se alcanza una determinada
temperatura (suele ser 58º C) y el termovelocimétrico, que actúa cuando la velocidad de
crecimiento de la temperatura supera un valor determinado (generalmente unos 8º C/min).

Detectores por aspiración: se basan en una alerta temprana por la detección rápida de los
primeros aerosoles que se producen en un incendio. Son muy útiles en salas limpias con altas
exigencias para la detección rápida de humo y gases del incendio. Están formados por un
dispositivo de aspiración (turbina o ventilador), un filtro y un equipo de detección; todo el conjunto
está conectado con una red de tuberías de las que salen capilares con boquillas de aspiración
que funcionan como tomas de muestreo.

Detectores óptico-térmicos: combinan las cualidades y la tecnología, tanto de los ópticos como de
los termovelocimétricos. Por esta razón, son una interesante opción para las instalaciones donde
se produzcan incendios de rápido crecimiento y propagación, así como en los que existan
partículas en suspensión de un cierto espesor.

La alarma de incendios:

Los dispositivos para la activación manual de alarma de incendio, es decir, los pulsadores de alarma
se situarán de modo que la distancia máxima a recorrer, desde cualquier punto que deba ser
considerado como origen de evacuación, hasta alcanzar un pulsador, no supere los 25 m.

Los pulsadores de edificios o establecimientos con licencia de obra posterior al 12 de septiembre de


2010 tendrán su parte superior a una altura entre 80 cm y 120 cm; y en los edificios ya existentes o
con licencia anterior a esa fecha, se bajarán a la altura indicada cuando suponga un ajuste razonable.

En cuanto a los propios dispositivos de alarma de incendios, en edificios o establecimientos en los que
existan personas con discapacidad auditiva, personas que tengan que llevar protección auditiva o
donde el nivel del ruido supere los 60 dB(A), estos dispositivos de alarma serán acústicos y visuales,
siempre y cuando hayan obtenido la licencia de obra en fecha posterior al 12 de septiembre de 2010.
En los edificios ya existentes o con licencia anterior a esa fecha, las alarmas serán acústicas y visuales
cuando suponga un ajuste razonable. Tanto el nivel sonoro como el óptico deberán ser percibidos en
cada uno de los sectores de detección en donde estén instalados.

Se entienden por “ajustes razonables” aquellas modificaciones y adaptaciones necesarias y


adecuadas del ambiente físico, social y actitudinal, a las necesidades específicas de las personas con
discapacidad que no impongan una carga desproporcionada o indebida, cuando se requieran en un
caso particular de manera eficaz y práctica, para facilitar la accesibilidad y la participación y para
garantizar a las personas con discapacidad el goce o ejercicio, en igualdad de condiciones con las
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demás, de todos los derechos (artículo 2 del Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre, por
el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley General de derechos de las personas con
discapacidad y de su inclusión social).

Los sistemas de detección y alarma, tanto en su diseño, señalización, instalación o mantenimiento


deberán ajustarse a lo establecido en el Reglamento de Instalaciones de Protección contra Incendios
(Real Decreto 513/2017). En relación con su mantenimiento, estos sistemas y cada uno de sus
elementos por separado serán revisados cada tres y/o seis meses, bien por personal especializado del
fabricante, o de una empresa mantenedora, o bien por el personal del usuario o titular de la instalación;
y anualmente por personal especializado del fabricante o por el personal cualificado de la empresa
mantenedora

C. LA EVACUACION. ¿En qué consiste?

No deja de resultar irónico que un incendio incontrolado se considere más una amenaza para la
propiedad que para la propia vida. Suele considerarse que los proyectos evacuación están bien
resueltos cuando cumplen la normativa, pero hay que tener en cuenta que el conocimiento en el área
de la conducta humana en incendios es relativamente reciente. Sus orígenes y repercusiones se han
investigado, a través de la disciplina denominada Diseño Basado en Prestaciones (PBD por sus siglas
en inglés Performance Based Design) de la que se habla más adelante.

En este proceso, cuando se consideran varias medidas que pueden influir en la seguridad, es
aconsejable empezar por predecir el tiempo necesario para evacuar el edificio. Es más, cuando se
tolera la destrucción total de la propiedad, es posible modificar el concepto de diseño, ya que la
evacuación del edificio es el único rasgo que debe ser considerado.

Al plantear un proyecto de evacuación es necesario tener en cuenta dos factores:

Comportamiento humano: El comportamiento de los ocupantes suele mostrar una falta de asimilación
y análisis de la información que dificulta la toma de decisiones racionales.

Aunque es frecuente suponer que durante las grandes catástrofes cunde el pánico, y se producen
peligrosas avalanchas que contribuyen a aumentar las muertes en los edificios incendiados, lo cierto
es que el pánico, a diferencia de lo que muestran las películas, es un comportamiento poco frecuente
en un incendio. La ciencia del comportamiento humano ha llegado a la conclusión de que, en general,
el ser humano está programado para reaccionar lentamente ante una emergencia, salvo aquellos que
habían vivido previamente una situación de gran peligro o han sido entrenadas ante estas situaciones.

La causa predominante de las muertes en edificios incendiados es la asfixia o envenenamiento por


monóxido de carbono, que sorprende a la víctima cuando no consigue encontrar una vía de escape a
causa de las densas acumulaciones de humo.

Se ha demostrado la utilidad de contar con recintos de incendio convenientemente sectorizados,


capaces de albergar a las personas que, por cualquier causa, no puedan evacuar con seguridad la
zona. Conviene que estos sectores se sitúen en zonas comunicadas con el exterior y con posibilidad
de obtener aire fresco. La señalización debe ser claramente visible. Debe preverse que todos los
ocupantes puedan ser advertidos con tiempo suficiente para permitir su salida antes de que algún
tramo de la ruta se vuelva insostenible.

Vías de evacuación: Para asegurar la evacuación, los edificios deben estar sectorizados y provistos de
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escaleras protegidas del fuego y humo, con rutas de evacuación adecuadas. Una persona que salga
de una habitación debe tener dos vías de escape utilizables en dos direcciones distintas, de manera
que, si una de las vías está interrumpida por el fuego, la otra todavía puede utilizarse.

Se pueden prever formas alternativas de evacuación, como por ejemplo acceso a cubierta con vía
de escape a través del edificio adyacente, o pasarela desde una ventana que da acceso a otra
abertura similar del edificio contiguo. Cuando la escalera es la única vía de escape, debe tener
vestíbulo en cada piso. Si el sótano tiene una ocupación diferente a la del edificio y entrada propia
desde el exterior, se debe separar completamente del resto del edificio. Cuando el acceso se
realiza por la escalera interior del edificio, en planta baja la escalera debe separase con un
cerramiento resistente al fuego.

Las vías de evacuación deben ser evaluadas en conjunto con la resistencia al fuego del edificio y
su compartimentación, con sus acabados interiores, con los sistemas activos de supresión de
incendio y los sistemas de alarma, detección y notificación de incendios, entre otros.

En edificios con una cierta escala, resulta crucial abordar el diseño estos elementos desde el
primer momento. Piénsese que plantear la evacuación de un edificio con una escalera
especialmente protegida y con ventilación directa al exterior o por sobrepresión, puede generar
dos edificios que, con el mismo programa, sean formalmente diferentes. A diferencia de la a
solución por ventilación directa al exterior, el sistema por sobrepresión, requiere el mantenimiento
constante de una instalación.

D. PROTECCION ESTRUCTUAL. ¿Qué es?

No hay que confundir resistencia al fuego con incombustibilidad. La resistencia al fuego de un sector
de incendio debe ser tal que la carga de fuego que encierra puede quemarse sin que se propague el
fuego a otros sectores, al menos en teoría.

Además, si la compartimentación está bien planeada y construida, los ocupantes no deberían necesitar
evacuar el resto del edificio. Igual que sucede con la acción del viento, la de fuego depende en gran
medida de la tipología constructiva, de forma que de antemano puede dictaminarse que determinadas
construcciones poseen mejor resistencia al fuego. No obstante, no hay que olvidar que, para que haya
fuego, es necesario algo que pueda arder.

Este axioma elemental se olvida cuando, por ejemplo, se exige una resistencia al fuego de una, dos,
tres y a veces cuatro horas, a la estructura de un edificio de oficinas en el que, en cada local, pueden
encontrarse apenas algunos kilos de papel. Para prever un incendio de tan larga duración es preciso la
presencia de combustible suficiente para alimentarlo. Por ello, la carga de fuego ha llegado a ser el
criterio fundamental para la apreciación de la intensidad y la duración posible de un incendio.

En la actualidad, la mayoría de las decisiones sobre la resistencia al fuego requerida por los elementos
estructurales se basan en la clasificación de la ocupación, las alturas y las tablas de áreas de las
regulaciones correspondientes.

Lamentablemente, los valores concretos se basan en la tradición y el juicio, sobre todo en la


determinación de las áreas de los sectores de incendio, con poca o ninguna base empírica o teórica.
Es más, resulta preocupante comprobar como la resistencia al fuego de los elementos y sistemas
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estructurales se seleccione con frecuencia de catálogos o listados de los montajes ensayados. Si el


fallo de cerramientos o cubiertas puede afectar a la evacuación, producir víctimas o permitir la
propagación del incendio, es necesario dotar a estos elementos de la suficiente resistencia a fuego
para impedir su fallo, o prever recursos para disminuir la severidad del incendio.

Lo característico de la estructura es su resistencia, la capacidad de soportar grandes temperaturas


durante mucho tiempo sin fallo. Aumentar la resistencia al fuego de la estructura es a priori una ventaja
en el diseño de la protección contra incendios. Tanto la madera como el acero y el hormigón, a pesar
de los problemas de vulnerabilidad que presenta cada uno de ellos, pueden ser utilizados en
estructuras seguras frente al fuego. Únicamente es preciso disponer y utilizar correctamente los
materiales.

- Estructuras de madera: En todos los incendios donde intervenga la madera se dirá que este
material fue origen y alimento del siniestro, porque ardieron escaleras, vigas o revestimientos
de madera. Sin embargo, no se suele mencionar que la madera difícilmente puede ser la
causa, o que después del mismo, el edificio quedó en condiciones aceptables, y que los
bomberos pudieron actuar con seguridad ante la firmeza de sus estructuras. Por el contrario,
comparando este tipo de incendios con los que ocurren en edificios modernos, sin estructura
de madera, pero donde encontramos moquetas, telas o plásticos, se observa en éstos, por lo
general, derrumbamiento casi total de la estructura, víctimas por asfixia o envenenamiento,
dificultad en el salvamento, resbalamiento en escaleras durante la evacuación por fluidificación
de los plásticos, gran carga calorífica, etc. No hay que olvidar, además, que, aunque la madera
es combustible e inflamable en estado natural, su inflamabilidad puede eliminarse mediante
tratamientos ignífugos.
- Estructuras de acero: Con la esperanza de poder solucionar el problema de los grandes
incendios que asolaron a lo largo de la historia conjuntos enteros de edificaciones con
estructura de madera, se empleó el acero como material constructivo, comprobándose más
tarde que también presenta frente al fuego otros problemas específicos.
- Estructuras de hormigón: Si bien este material presenta buenas cualidades en su
comportamiento frente al fuego, estas solo se conservan durante un tiempo limitado, que
depende, fundamentalmente, de su grado de exposición al fuego. El deterioro de la resistencia
mecánica del hormigón se debe no solo a la destrucción por calcinación de sus componentes
químicos, sino también a la destrucción parcial de áreas superficiales por el choque térmico
producido por los chorros de agua fría empleados en la extinción del incendio. El resultado de
estos cambios bruscos y fuertes contrastes de temperatura en la cara exterior del hormigón es
una red de fisuras o microfisuras que alcanzan cierta profundidad. Pero, además, a causa de
las fuertes dilataciones sufridas por las armaduras, su capa de recubrimiento suele
desprenderse total o parcialmente, o bien queda mermada la adherencia entre ambas,
facilitando el desprendimiento del recubrimiento.

E. INSTALACION DE PROTECCION ACTIVA. ¿Qué son?

La mayor parte de las instalaciones de protección contra incendios, al contrario de lo que sucede con
las de climatización, eléctricas o sanitarias, no son verificables a través de su funcionamiento
cotidiano, y a pesar de ello deben poder garantizar unos niveles imprescindibles de eficacia y
fiabilidad. Es por ello que las funciones de selección, diseño, instalación, prueba, mantenimiento e
inspección periódica de los sistemas contra incendios deben ser realizadas por profesionales con
formación, conocimientos técnicos y experiencia. En opinión de los autores, las instalaciones pueden
agruparse en cuatro grandes grupos:
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a. Alumbrado de emergencia y señalización Para que estos elementos, fundamentales en caso de evacuación, cumplan su
función, deben resultar claramente visibles. Hay que integrarlos en el diseño, pero nunca esconderlos.
b. Detección Las oportunidades de evacuación solo son altas si hay instalado un sistema de detección temprana y de
alarma. Actualmente el mercado ofrece soluciones específicas de detección para la diversa casuística de la edificación.
c. Extinción Hay que tener en cuenta que para cada tipo de fuego existe un agente extintor apropiado, siendo inútiles
algunos agentes en fuegos concretos e incluso peligrosos o contraproducentes. Dentro de la extinción tenemos:

Rociadores de agua. Los sistemas de rociadores automáticos están normalmente diseñados para que
cada rociador individual reaccione ante el calor de un incendio y distribuya agua sobre la fuente de
calor. El sistema de rociadores es muy eficaz porque da la alarma y empieza a extinguir el incendio al
mismo tiempo. Su desventaja es el coste.

Agua nebulizada. Las gotas de agua son de muy pequeño tamaño, con lo que se optimiza la superficie
de intercambio de calor y su evaporación para ayudar a enfriar el incendio, al tiempo que se reducen
los daños producidos sobre equipos eléctricos. Es una tecnología que proviene del ámbito naval.

Espuma. Se realiza a través de la mezcla de agua, espumógemo y aire. Puede ser de baja, media o
alta expansión, siendo la expansión la relación entre el valor inicial del volumen de agua/espumógeno
y el volumen final de espuma. Tiene la capacidad de posarse sobre los combustibles separándolos del
oxígeno del ambiente 'ahogando' el fuego y enfriando el material.

Dióxido de carbono. Se emplea a menudo en aplicaciones donde el agua resulta insegura o ineficaz.
Se utiliza desde los años veinte en la extinción manual de incendios eléctricos y de líquidos
inflamables. Los sistemas automáticos de CO2 son eficaces para proteger grandes equipos no
confinados, así como para bienes que el agua podría dañar tanto como el fuego o el humo.

Agentes químicos. A principios del siglo XX, la tecnología de extinción sumó a los tres mecanismos de
extinción existentes –enfriamiento, eliminación de oxígeno y eliminación de combustible–, los
inhibidores de las reacciones químicas en la propia llama. En los años cuarenta fueron ampliamente
empleados como inhibidores los agentes halogenados, hasta que ensayos y experiencias en América
y Europa mostraron su alto grado de toxicidad y el de los productos de su descomposición.

El crecimiento de los centros de ordenadores y telecomunicaciones revivió la necesidad de un agente


rápido y seguro que extinguiera los fuegos eléctricos, lo que condujo al empleo de gases fluorados de
menor toxicidad e impacto ambiental. Por primera vez, la preocupación medioambiental superó la
preocupación por la protección contra incendios para determinar el agente extintor adecuado en
industria y vivienda.

Atmósferas con baja concentración de oxígeno. El sistema tiene como objetivo reducir el nivel de
oxígeno en las áreas protegidas hasta un porcentaje que impida la combustión. Aunque esta solución
no es tóxica, la falta prolongada de oxígeno produce deficiencias en la respiración y pérdida de
conciencia, por lo que su uso implica que esos espacios no puedan estar ocupados permanentemente.

F. DISEÑO DE LA SEGURIDAD CONTRA INCENDIOS:

Aunque el responsable del diseño de la protección contra incendios no puede impedir que se inicie el
fuego, puede asegurar mediante un diseño apropiado que las pérdidas sean mínimas. En el campo de
la protección pasiva, el hombre ha buscado materiales y métodos económicos y prácticos que
protegieran contra el fuego.

La búsqueda continua, y como los grandes incendios no pueden ser reproducidos en laboratorios, la
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historia proporciona una útil guía de resultados. Para incorporar eficazmente las defensas contra
incendios en el proyecto del edificio, primero deben identificarse los objetivos de seguridad para a
continuación determinar los medios para alcanzarlos.

El diseñador no tiene control sobre los peligros de la ocupación, el tamaño o eficacia del cuerpo de
bomberos, la distancia del parque de bomberos, el alcance de la escalera de bomberos y la longitud de
las mangueras, los códigos de construcción ni las condiciones físicas de los alrededores del edificio.
Pero sí tiene cierto control sobre las medidas que proporcionarán una extinción rápida y efectiva en
caso de que se inicie un incendio.

No es factible construir estructuras completamente a prueba de fuego, así que el diseñador debe
integrar los requisitos mínimos requeridos por los códigos y algunos adicionales que reduzcan los
costes del seguro de incendios. Así, el diseñador debe considerar la clasificación de la ocupación, la
clasificación de zona de fuego, el control de humo, las clasificaciones de los elementos constructivos
(combustibilidad, propagación de llama y resistencia al fuego), el presupuesto o el coste del seguro.
Tras las anteriores disquisiciones teóricas, examinamos dos cuestiones transversales: qué se entiende
por ingeniería de protección contra incendios, y la importancia de la estrategia de diseño del control de
humos.

1. Ingeniería de protección contra incendio:

Consiste en la aplicación de los conocimientos científicos y los fundamentos de ingeniería al diseño de


las medidas necesarias para la protección de las personas y su entorno frente a los incendios2. La
ingeniería de protección contra incendios es una disciplina poco conocida en España y carece de un
cuerpo de conocimiento previamente establecido, aunque está promovida por unos marcos legislativos
favorables y en continua evolución, como demuestra el Código Técnico de la Edificación.

Ha de atenderse a la realidad de que una cosa es conocer y aplicar los reglamentos, códigos y
normas, y otra diferente pero imprescindible, es conocer y saber aplicar los fundamentos, métodos y
tecnologías de la ingeniería de protección contra incendios para conseguir que los edificios, industrias
y transporte sean razonablemente seguros.

Es inevitable que la innovación técnica traiga nuevos problemas relacionados con el fuego. Estas
innovaciones enfrentan a arquitectos, bomberos, aseguradoras y legisladores con nuevas situaciones,
cuyas soluciones no siempre se pueden deducir a partir de experiencias del pasado.

La importancia del uso de esta estrategia de diseño está en que, dado que para tener riesgo cero en
los edificios el coste de inversión puede ser infinito, permite obtener soluciones de riesgo mínimo a
costes asumibles, esto es, permite alcanzar soluciones de diseño innovadoras que cumplan los
requerimientos establecidos, aunando los costes razonables y la flexibilidad de diseño. El éxito del
PBD recae en la habilidad para aplicar metodologías reconocidas, para probar la equivalencia (o
incluso mejora) de las soluciones dictadas por los códigos prescriptivos. Por tanto, el diseño
prestacional se sitúa al otro ‘lado’ del diseño prescriptivo: El prescriptivo utiliza las normas como algo
obligatorio, y en cambio el prestacional puede decirse que se sirve de ellas.

2. Control de humos:

En las áreas de refugio y escape, la concentración del humo debe mantener unos valores tolerables
por los ocupantes durante un periodo definido.
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Estas áreas deben incluir las escaleras, al menos un ascensor, y espacios en los pisos accesibles a
los ocupantes y suficientemente amplios para alojarlos. Por ello hay que entender los mecanismos de
flujo responsables de la contaminación por humo del edificio para diseñar las medidas para su control.
El efecto chimenea es el resultado de la diferencia de densidad del aire dentro y fuera del edificio
debido a su diferencia de temperatura. Una temperatura exterior más baja que la interior fuerza la
entrada de aire en los niveles inferiores y la salida en los superiores. En algún lugar en el medio hay un
plano de presión neutra donde no hay fuga de aire hacia el interior ni hacia el exterior.

El efecto chimenea se incrementa con la altura del edificio y con la diferencia de temperatura, por lo
que el aumento de temperatura en la planta del incendio produce su propio efecto chimenea. En la
parte superior se acumulan los gases y humos calientes a temperatura similar a la del foco,
enfriándose a medida que desciende y se aleja de éste.

En los grandes espacios diáfanos, los humos se comportan de manera especial: se propagan
recorriendo todo el techo, mezclándose con el aire fresco y enfriándose, con lo que descienden
nuevamente e invaden con prontitud todo el volumen, reduciendo la visibilidad y extendiendo el
siniestro.

Real Decreto 2267/2004, de 3 de diciembre, por el que se aprueba el reglamento de


seguridad contra incendios en los establecimientos industriales:

Las industrias, tal como se definen en el artículo 3.1 de la Ley 21/1992, de 16 de julio, de Industria; los
almacenamientos industriales; los talleres de reparación y los estacionamientos de vehículos
destinados al servicio de transporte de personas y transporte de mercancías; los servicios auxiliares o
complementarios de las actividades comprendidas en los párrafos anteriores; todos los
almacenamientos de cualquier tipo de establecimiento cuando su carga de fuego total, calculada
según el anexo I del real decreto, sea igual o superior a tres millones de megajulios (MJ).

de este reglamento cuando su nivel de riesgo intrínseco, su situación o sus características impliquen
un riesgo grave para las personas, los bienes o el entorno, y así se determine por la Administración
autonómica competente.

Quedan excluidas del ámbito de aplicación de este reglamento las actividades en establecimientos o
instalaciones nucleares, radiactivas, las de extracción de minerales, las actividades agropecuarias y
las instalaciones para usos militares.

Igualmente, quedan excluidas de la aplicación de este reglamento las actividades industriales y talleres
artesanales y similares cuya densidad de carga de fuego, calculada de acuerdo con el anexo I, no
supere 10 Mcal/m2 (42 MJ/m2 ), siempre que su superficie útil sea inferior o igual a 60 m2 , excepto en
lo recogido en los apartados 8 y 16 del Anexo III.

Código Técnico de la Edificación, aprobado por Real Decreto 314/2006, de 17 de marzo.


Documento Básico “Seguridad en caso de Incendios” (en adelante DB-SI):

El DB-SI “Seguridad en caso de Incendio” del CTE tiene como objetivo reducir a límites aceptables el
riesgo de que los usuarios de un edificio sufran daños derivados de un incendio de origen accidental;
para ello, establece una serie de exigencias básicas en seis secciones (S1 a S6), que deben cumplirse
en fase de proyecto, construcción, uso y mantenimiento de dicho edificio. Las exigencias básicas en
establecimientos y zonas de uso industrial se cumplirán aplicando lo establecido en el Reglamento de
seguridad contra incendios en los establecimientos industriales, no en el CTE.
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Los requisitos que establece el CTE deben cumplirse por aquellos edificios o establecimientos que
obtuvieron la licencia de edificación a partir del 29 marzo de 2006. A los edificios ya existentes, no les
aplicará el CTE y tendrán que seguir cumpliendo (a menos que se realicen ampliaciones o reformas)
las exigencias establecidas en la normativa que estaba vigente cuando obtuvieron la licencia de obra,
visado del proyecto o licencia de edificación, entre las siguientes:

- Norma Básica de la Edificación, apartado Condiciones de protección contra incendios (en


adelante NBE-CPI) de 1981, obligatorio para edificios con Licencias de obra a partir de 18 de
septiembre de 1982.
- NBE-CPI/91, obligatorio para edificios con Licencias de obra a partir del 28 marzo de 1992.
- NBE-CPI/96, obligatorio para edificios con solicitudes de aprobación o visado de proyectos a
partir del 30 enero de 1997.

A lo largo de las secciones del DB-SI se establecen condiciones para evitar la propagación interior y
exterior del incendio, facilitar la evacuación de los ocupantes, definir el tipo y número de dotación de
instalaciones de protección activa contra incendios, así como la señalización de los medios manuales
de protección contra incendios.

La mayoría de las condiciones establecidas por el DB-SI dependerán del uso previsto del edificio o
establecimiento dentro de los que establece el CTE, que son: residencial vivienda, administrativo,
comercial, residencial público, docente, hospitalario, de pública concurrencia y aparcamiento. En
relación con esto, se tendrá en cuenta lo siguiente:

Los edificios, establecimientos o zonas cuyo uso previsto no se encuentre entre los mencionados
anteriormente, deberán cumplir, salvo indicación en otro sentido, las condiciones particulares del
uso al que mejor puedan asimilarse.

A los edificios, establecimientos o zonas de los mismos cuyos ocupantes precisen, en su mayoría,
ayuda para evacuar el edificio (residencias geriátricas o de personas discapacitadas, centros de
educación especial, etc.) se les debe aplicar las condiciones específicas del uso hospitalario.

A los edificios, establecimientos o zonas de uso sanitario o asistencial de carácter ambulatorio se


les debe aplicar las condiciones particulares del uso administrativo.

Desde el punto de vista de la prevención de riesgos laborales, tienen especial importancia tres
secciones del DB-SI: la Sección SI 1 “Propagación interior”, la Sección SI 3 “Evacuación de ocupantes”
y la sección SI 4 “Instalaciones de protección contra incendios”

La sección SI 1 “Propagación interior” relaciona las condiciones necesarias para limitar el riesgo de
propagación del incendio por el interior del edificio, por lo que trata aspectos relacionados con la
protección pasiva contra incendios. En ella, entre otros aspectos, se establece la obligatoriedad o no y
las características de los sectores de incendios que dependerán, según el caso, del uso del edificio, su
superficie máxima construida y/o del número de ocupantes.

También se establecen los requisitos de resistencia al fuego de las paredes, techos y puertas que
delimitan sectores de incendio, que dependerán del uso del edificio y de la altura de evacuación; los
requisitos de resistencia al fuego de espacios ocultos, tales como patinillos, cámaras, falsos techos,
suelos elevados, etc. y las características de reacción al fuego de los elementos constructivos,
decorativos y de mobiliario, que dependerán de dónde se encuentre el elemento. La Sección SI 1
también identifica qué locales o zonas se consideran de riesgo especial y los clasifica en tres niveles
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de riesgo: bajo, medio o alto en función del uso previsto del edificio o establecimiento y de su tamaño
(volumen o superficie).

La Sección SI 3 “Evacuación de ocupantes” relaciona los medios de evacuación adecuados con los
que debe contar el edificio para que los ocupantes puedan abandonarlo o alcanzar un lugar seguro
dentro del mismo en condiciones de seguridad.

Estos aspectos son fundamentales a la hora de evaluar el riesgo de incendio y para diseñar y elaborar
los Planes de emergencia, ya que se establecen aspectos relativos a la compatibilidad de los
elementos de evacuación; el cálculo de la ocupación por superficie; el número de salidas y longitud de
los recorridos de evacuación; el dimensionado de los medios de evacuación; los requisitos de los
elementos que se encuentran en los recorridos de evacuación, como escaleras, puertas, etc.; cómo
señalizar los medios de evacuación; cómo controlar el humo, y cómo evacuar a personas con
discapacidad en caso de incendio.

Respecto a este último punto, en función del uso del edificio y de la altura máxima de evacuación se
indican las diferentes medidas que se deben adoptar en relación con el establecimiento de itinerarios
accesibles que conduzcan a una zona de refugio, a un sector de incendio alternativo previsto para la
evacuación de personas con discapacidad, o a una salida del edificio accesible.

La Sección SI 4 “Instalaciones de protección contra incendios” relaciona los equipos e instalaciones de


protección activa contra incendios de los que tiene que estar dotado el edificio para hacer posible la
detección, el control y la extinción del incendio, así como la transmisión de la alarma a los ocupantes.

potencia la eficacia de una


organización

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