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El gobierno de Juan Bosch fue en gran medida una rareza en la historia dominicana
en ese momento: unas elecciones libres legitimaron un gobierno liberal democrático,
que expresó su preocupación por el bienestar de todos los dominicanos,
especialmente los de circunstancias modestas, aquellos cuyas voces nunca antes
habían sido realmente escuchadas en el Palacio Nacional.
En abril de ese año una nueva constitución garantizaba los derechos civiles e
individuales y respaldaba el control civil de los militares. El nuevo documento
otorgaba libertades que nunca se habían conocido en el país; se declaraba algunos
derechos laborales, así como a sindicatos, fueron tomadas en cuenta también las
mujeres embarazadas, las personas sin hogar, la familia, los niños y los jóvenes, los
agricultores y los hijos ilegítimos. Estos y otros cambios, como la reforma sobre las
posesiones de tierra, golpeaban a los terratenientes conservadores y militares, sobre
todo cuando se expuso en contra de tres décadas de autoritarismo somnoliento bajo
el régimen de Rafael Leónidas Trujillo. La jerarquía de la Iglesia Católica también
reprochó el carácter laico de la nueva Constitución, en particular la disposición de la
legalización del divorcio. La jerarquía, junto con la cúpula militar y la élite
económica, también temían la influencia comunista en el país y advirtieron de la
posibilidad de "otra Cuba". El resultado de esta preocupación y la oposición fue dar
un golpe militar el 25 de septiembre de 1963.
El golpe de Estado efectivamente negaba las elecciones de 1962 mediante la
instalación de una junta civil, conocida como el "Triunvirato", dominada por los
remanentes trujillistas. El líder inicial del Triunvirato fue Donald reíd Cabral. El
Triunvirato no logró establecer su autoridad sobre las facciones conservadoras, ni
dentro ni fuera del ejército, tampoco convenció a la mayoría de la población de su
legitimidad.