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Contraportada
Ilustraciones
Presentación de Personajes
Página de Título
Epígrafe

La segunda ventaja de introducir las Hadas Artificiales en el campo de


batalla es la siguiente:

No actúan fuera del ámbito de sus órdenes. No hay cobardía, ni


deserción, ni impurezas que impidan la actividad operativa en forma
de su voluntad individual.

En otras palabras, su introducción nos permite levantar una de las


capas de niebla que se cierne sobre el campo de batalla.

—VIKTOR IDINAROHK,
DESCRIPCIÓN DE HADAS ARTIFICIALES
PRÓLOGO:
LA TIERRA SAGRADA DE MARY
BLUE

Mele vivía en el municipio especial de Marylazulia, al norte del


Imperio Giadiano. Se pasaba el día jugando de sol a sol con niños de
su edad que vivían en el mismo bloque. Allí estaba su mejor amigo,
Otto, que vivía en el mismo piso que él. Milha y Yono, del piso de
abajo. Rilé e Hisno, del edificio de al lado, y Kiahi, que era como un
hermano mayor para todos ellos. Cada bloque tenía su propio parque
o una pequeña zona forestal construida sobre ríos secos en las afueras.

Marylazulia estaba en el territorio de producción de Shemno, en la


frontera del País de los Lobos. Comparada con otros territorios de
producción, que eran comunidades agrícolas típicas que no habían
cambiado de aspecto en el último siglo, la ciudad de Marylazulia debía
de parecer un mundo completamente distinto. Calles pavimentadas y
limpias, sin una mota de polvo a la vista. Cada bloque de edificios
estaba construido y coloreado de manera uniforme, uno al lado del otro
formando modernos complejos de apartamentos de hormigón. Sus
grandes almacenes estaban siempre repletos de artículos de primera
necesidad.
Mele, Otto y los niños de este pueblo nunca habían ido descalzos.
Tenían zapatos, pan fino, carne fresca y ropa bonita. La riqueza de los
territorios se repartía activa y preferentemente entre su ciudad. Gracias
a la autoridad de la Casa Mialona, sus gobernantes; y a los esfuerzos
de la Casa Rohi, los protectores de la ciudad, su maravillosa patria pasó
de ser una comunidad agrícola común a una ciudad rica que
proporcionaba abundante energía de vanguardia.

La gran central eléctrica de las afueras enriqueció el municipio


especial y el territorio. Esta central, la Central Eléctrica de Rashi, era
el único vestigio del antiguo nombre de la ciudad después de que fuera
rebautizada como Mary the Blue-Mantled (Mary Lazulia), en honor a
la esposa del gobernador de hace dos generaciones, que dedicó su vida
a investigar y planificar la construcción de la central. Fue ella quien
sacó a los abuelos y bisabuelos de Mele y sus amigos de una vida de
arar campos y cuidar cerdos. Fue ella quien estableció esta instalación,
que llegaría a prometer a estos niños comida, higiene y empleo.

Una chica saludó desde la entrada del parque, con el cabello de un


ahumado tono chocolate único de los Cairns, la noble raza de los
Ferruginea que gobernaba esta tierra. Los mechones castaños estaban
atados en dos colas, cada una adornada con una gran cinta de encaje
de fantasía tejida a mano.

“Mele, todos, así que aquí es donde estaban.”

“¡Ah, Princesa!”

“¡Es la princesa!”
“¡Princesa Noele!”

Mele y sus amigos vitorearon y se apresuraron a acercarse a la


chica. Era Noele, la hija del cabeza de familia de los Rohi.

“La Princesa Niam de la Casa Mialona me prestó una película.


Vamos a verla juntos.”

“¡Película! ¡Quiero ver la película!”

“¡Sí!”

Mele y los demás siguieron entusiasmados a Noele. Noele era


guapa e inteligente y la princesa colectiva de la ciudad, y para Mele y
los demás también era una líder fiable. Todos en la aldea la
escuchaban.

“Princesa, ¿de qué va la película?”

“Se trata de los leviatanes, monstruos marinos que asolan a nuestros


vecinos de los Países de la Flota. Son muy grandes y pueden hundir
fácilmente sus barcos.”

“¡He oído hablar de ellos!” Otto levantó la mano con entusiasmo.


“¡Antes, cuando aún existía el río Roginia, los leviatanes remontaban
a nado su corriente!”

“¡¿Qué?! ¡Qué miedo!” Yono, una de las chicas más pequeñas, se


encogió de miedo.

Noele, sin embargo, se hinchó de confianza.


“No te preocupes. Si aparece uno, padre y Lord Mialona, y el joven
maestro y la Princesa Niam ¡lo ahuyentarán! Y yo también lucharé, por
supuesto, como orgullosa miembro de la nobleza imperial.”

Todos los niños la miraron con ojos brillantes.

“¡Guau! ¡Es impresionante!”

“¡Princesa, yo también quiero luchar!” Mele se inclinó hacia


delante con entusiasmo, y Noele asintió. Sus hermosos ojos eran del
color del chocolate dulce: era su pequeña reina personal.

“Por supuesto, Mele. Mientras me sigas, ¡podemos hacer cualquier


cosa!”

Así era el apacible ambiente del crepúsculo del Imperio, seis meses
antes de la revolución.

*****

En el norte del continente, frente a la costa de los Países de la Flota


Regicida, los témpanos de hielo llegaban a la deriva desde mar abierto
a principios de otoño hasta el final del invierno. Las costas negras,
arenosas y azotadas por las olas estaban cerradas por muros de grandes
bloques de hielo. Los campos blancos se extendían hasta donde
alcanzaba la vista, y el hielo sobresalía como las aletas dorsales de un
dragón marino.

Y en algún lugar de aquellas orillas, una sombra se arrastraba,


mirando a su alrededor como si se hubiera perdido. Brillaba con el
color de la nieve helada, como la luz de la luna a través de una ventana
de cristal escarchado. Su forma era esbelta y delicada, como el velo de
una novia y la cola de su vestido. Era tan hermosa como una princesa
sirena deslizándose por un salón de banquetes formado por los
témpanos de hielo.

Pero era más alto que cualquier príncipe —o incluso que el guerrero
más grande y robusto—, con más de tres metros de altura. En la sombra
de su velo había tres globos oculares en su pecho, sus iris tenían forma
de diamante y su brillo metálico resplandecía en colores de pavo real.

Los clanes del Mar Abierto la llamaban Leuca, una subespecie de


los leviatanes que gobernaban los mares abiertos. Su velo y su vestido
eran una membrana semitransparente que protegía sus escamas
acorazadas. La parte que parecía su cabeza era un órgano convergente
exclusivo de esta especie de leviatán. Producía ondas sónicas que le
permitían funcionar como un sonar activo.

Cuando un espécimen adulto emitía sus ondas ultrasónicas al


máximo rendimiento, podía producir un pulso de burbujas capaz de
atravesar el blindaje de sentina de un buque de combate, por lo que los
Leuca recibieron el apodo de sirenas devoradoras de hombres de alta
mar.

Pero la Leuca que se arrastraba ahora sobre el hielo distaba mucho


de ser una criatura tan aterradora. Era un espécimen pequeño y joven.
Había sido arrastrada junto con el hielo, separada de los mares del
norte, y había acabado a la deriva en la costa.
La joven Leuca volvió los ojos a este mundo desconocido, al
dominio de la humanidad. Y como un pequeño zarzal, la sirena perdida
alzó su voz en una llamada lastimera.
CAPÍTULO 1:
EL BELLO Y AMABLE MUNDO
PROMETIDO POR LA BELLA Y
AMABLE REINA MARY

“Al final no eres más que una Mascot. ¿Por qué te sentirías responsable
por los Ochenta y Seis? ¿Por simples soldados?”

Si de verdad no fuera más que una mascota, no necesitaría cargar


con esta responsabilidad.

Cuando le hicieron esa pregunta de improviso, Frederica pensó que


por fin había llegado el momento. La casa imperial Adel-Adler había
quedado reducida a meros gobernantes títeres y rara vez se mostraba a
los nobles de bajo rango, por no hablar de los plebeyos. Desde que su
padre, el emperador, murió y ella fue entronizada cuando aún era una
infante, era natural que un nacional de otro país no la reconociera por
lo que realmente era.

Pero la serpiente a la que se enfrentaba ahora era Amethystus, de la


Casa Idinarohk, cuyos poderes esper le conferían una sabiduría y una
perspicacia que rozaban lo sobrenatural. Frederica no era tan ingenua
ni optimista como para creer que podría ocultarle su secreto para
siempre.

Así que se enfrentó a él con cuidado, manteniendo una máscara de


compostura para que no se diera cuenta.

“Yo…”

Sobre el papel, los antecedentes de Frederica decían que era hija


ilegítima de un poderoso noble. La nobleza del Imperio aborrecía a los
hijos de sangre mezclada, por lo que su familia nunca la reconoció
públicamente, pero como hija noble, recibió una buena educación. Uno
de los nobles que apadrinaba al presidente, Ernst Zimmerman, la puso
bajo su tutela y, por deseo de su familia biológica, fue enviada al Grupo
de Ataque Ochenta y Seis, que servía tanto de unidad de élite como de
refuerzo propagandístico.

Frederica se preparó para decir en voz alta la respuesta que había


preparado de antemano basándose en estos falsos antecedentes. El tipo
de respuesta que uno esperaría de la hija de un noble imperial
militarista.

“Yo, Frederica Rosenfort, soy la única noble imperial en este Grupo


de Ataque. Aunque mis antepasados no me reconozcan, defenderé el
orgullo de la nobleza de este país y me plantaré en el campo para dirigir
a los soldados en la batalla. Por muy Mascot que sea, sigo siendo un
soldado, y mantener la moral es mi deber soberano.”
Vika parpadeó una vez. “Ya veo. Así que tienes circunstancias que
no puedes revelar.”

“¡…!”

“Dejar escapar algo que no te han preguntado es como admitir


abiertamente una invención… Mientes muy mal.”

Esta vez, Frederica se quedó sin habla. Vika la miró fríamente


mientras se le iba el color de la cara. Llevaba el corazón en la manga.
Bastaba con ponerla un poco nerviosa para que palideciera.
¿Realmente era necesario endurecerse tanto para decir una sola
mentira?

Si de verdad hubiera nacido en la nobleza, la habrían entrenado


adecuadamente desde la infancia para controlar sus emociones y su
expresión, pero Frederica parecía no haber recibido nunca tales
lecciones. Y si su familia biológica no la apreciaba lo suficiente como
para enseñarle esas cosas, probablemente sus circunstancias no eran
tan importantes como Frederica pensaba o como Vika había
sospechado.

“Bueno.” Empezó. “No puedo decir que me importe mucho tu


situación, así que dejaré las cosas así. Sin embargo…”

El príncipe serpiente hizo ademán de continuar, pero luego ladeó la


cabeza. Ahora que lo pensaba, Frederica era muy parecida a Shin,
quizá oriunda de la República, pero descendiente directa del Marqués
Nouzen. Si había nacido como un vástago de ese linaje, podría haber
asumido erróneamente que el poder y el deber de la Casa Nouzen eran
suyos. De ser así…

“… ¿qué intentas proteger? ¿A los soldados o a tu propia


conciencia, que teme abandonarlos y hacerles daño?”

“Pues… veras…”

“Debes saber hacer esa distinción. Si el miedo a traicionar tu


conciencia te lleva a insistir en involucrarte cuando careces del poder
para protegerlos, y tus intentos de ayudar fracasan y sólo consiguen
que huyas, entonces habría sido mejor abandonarlos desde el
principio.”

*****

<<No Face a Red de Área.>>

Al igual que en la primera ofensiva a gran escala, contemplar las


ruinas de su patria no le produjo ninguna emoción.

Cuando la vista del cuartel general del ejército nacional en llamas


volvió a reflejarse en su sensor óptico, este pensamiento cruzó la mente
del Dinosauria designado como No Face, el Pastor antaño conocido
como Václav Milizé.

Su fuselaje y su torreta daban la espalda a la estatua de Santa


Magnolia, que se desmoronó entre las llamas.

<<Todas las zonas de la República de San Magnolia tomadas con


éxito. Todas las fases de la Operación Passionis han concluido.>>
Aparentemente contentos con este resultado, las unidades de
mando circundantes volvieron sus sensores ópticos hacia No Face.
Todas ellas eran Dinosauria poseídos por la odiosa convicción de niños
soldado, convertidos en vengativas unidades de la Legión.

Una vez fueron conocidos como Ochenta y Seis. Pero su nuevo


nombre era—

<<No Face a todas las unidades de comandantes en Red de Área—


dirigiéndose a todos los Agnus.>>

Utilizando los datos recopilados del prototipo de Tipo de Alta


Movilidad desarrollado por Zelene Birkenbaum —nombre en clave
Mistress— y los experimentos con el Tipo de Acorazado Anfibio
Ofensivo, Schwertwal, y el Tipo de Acorazado de Superficie,
Ferdinand, las unidades comandantes fueron capaces de alcanzar la
inmortalidad. Habían ascendido hasta convertirse en Agnus,
inasequibles a las cuchillas de la humanidad y capaces de resucitar tras
la muerte.

<<Para aniquilar los bastiones restantes de la influencia humana, la


siguiente operación comenzará ahora. La Primera Red de Área tiene la
tarea de trabajar para la conquista de la República Federal de Giad
mediante la recopilación de información de las fuerzas de la República
supervivientes.>>

*****
A pesar de que ya había pasado la hora de acostarse, Lena no podía
dormir. Sentada frente al escritorio de su habitación, vestida con un
chal y un negligé, su mente bullía de pensamientos incesantes.

La base de operaciones del Grupo de Ataque, Rüstkammer, ya no


era segura. A esas horas de la noche, todas las cortinas debían estar
completamente cerradas y, con el apagón en vigor, la oficina estaba
bastante oscura. Ahora que todo el mundo dormía, la atmósfera de la
base era sofocante, y TP se sentó somnoliento bajo la luz de la lámpara
del escritorio, claramente irritado. Lena miró al gato con una sonrisa
tensa.

“… A ver, podrías irte a dormir.”

El gato le maulló, probablemente en señal de negación, como si


quisiera decir que no deseaba dormir sin ella, o que estaría demasiado
ansioso para descansar, o algo por el estilo. El mimado gato negro
parpadeó con sus ojos verdes. Lena le dio una palmadita cariñosa en la
cabeza y volvió a sumirse en sus sinuosos pensamientos.

Un tren en llamas. Gritos y alaridos y el color de las llamas. Su


patria, la República de San Magnolia, sellada y convertida en un
decadente banquete de venganza. Ciudadanos de la República huyendo
hacia el Gran Mur en busca de seguridad. Disparos rugiendo cual
estridente ovación. Brasas ondeando como hogueras. Los muros
derruidos de la fortaleza que no pudo salvar, que abandonó, que dio
por muerta. Los colores del fuego y la sangre. Las voces del odio y el
resentimiento. Las bandadas de mariposas de Micromáquina Líquida,
elevándose hacia el firmamento como si ascendieran a los cielos.

Los fantasmas de los Ochenta y Seis, que, al elegir el odio y la sed


de venganza, se convirtieron en Pastores y se unieron a las filas de las
máquinas de matar. Sus voces, cantando y ladrando y exigiendo una
cosa: masacre.

Nos vengaremos.

Un grado de odio y resentimiento que simplemente no coincidía


con su imagen del Teniente Lev Aldrecht. El hombre que, por el deseo
de salvar a su mujer y a su hijo, decidió ocultar su identidad como Alba
y viajar al Sector Ochenta y Seis para luchar. El mismo hombre que,
en los barracones del Escuadrón Spearhead en su último destino y
lugar de eliminación, se preocupó por aquellos niños y sus
Juggernauts. Que los veía caminar hacia la muerte una vez cada seis
meses.

¿Consiguió satisfacer su rencor?

Estaba dispuesto a dejar que le mataran los niños a los que cuidaba.
Se consideraba culpable por el mero hecho de ser ciudadano de la
República. ¿Morir a manos de Rito era la expiación que deseaba?

Si incluso Aldrecht era culpable, ¿se permitía expiar con su muerte


a los demás ciudadanos de la República que murieron por la furia de
los Ochenta y Seis?
¿Era esa visión del infierno, ese averno de muerte y resentimiento,
lo que aquellos innumerables Ochenta y Seis caídos, lo que ese viejo
jefe de mantenimiento deseaba al final de su odio? ¿Al final de su
furia? Si era así…

Aquellos pensamientos atormentaban a Lena, robándole el preciado


sueño. Cada vez que cerraba los ojos, oía los gritos de los ciudadanos
de la República y el odio de los Ochenta y Seis. ¿Cómo podía alguien
descansar en ese estado?

Pero, de repente, unos suaves y reservados golpes en la puerta


cortaron el silencio de la noche. TP aguzó el oído y se adelantó a Lena
hasta la puerta.

“¿Lena? ¿Sigues levantada?”

Era Shin.

Lena se puso en pie, preguntándose qué le había traído hasta aquí.


En cuanto oyó su voz, se le levantó un poco el ánimo y enseguida se
sintió culpable por aquel momento de excitación desenfrenada.

“Sí.” Dijo ella. “¿Pasa algo?”

Abrió la puerta y encontró a Shin de pie, con expresión amarga. A


pesar de ser de noche, iba vestido de servicio, con la corbata
perfectamente alisada. Detrás de él estaba la ayudante de Lena, la
Teniente Segundo Isabella Perschmann.

“La Teniente Segundo lo dijo, pero… veo que es verdad.”


“¿Eh?”

*****

Había pasado casi un mes desde que Zelene fue abandonada en su


contenedor blindado, aislada de todo contacto con el mundo exterior.
Tras el inicio de la segunda ofensiva a gran escala, Shin no había ido
a visitarla ni una sola vez. Vika solo la vio una sola vez después de la
ofensiva y desde entonces no la había vuelto a visitar. El personal de
inteligencia que se había ocupado de ella hasta entonces tampoco
aparecía por ninguna parte.

Si fuera humana, este largo periodo de confinamiento en absoluto


silencio y oscuridad habría sido insoportable, pero Zelene era una
unidad de la Legión, así que su aislamiento era un asunto
insignificante. Los militares de la Federación lo sabían, así que no
debía de ser un interrogatorio ni una tortura.

O bien estaban revisando la información que ella les proporcionaba


o bien habían renunciado a considerarla una fuente fiable de
inteligencia.

… Sólo podía esperar que esto último no fuera cierto.

Eso pensó Zelene en un suspiro sin voz, sentada en la silenciosa


oscuridad de sus confines. Se dejó capturar por la Federación para que
la Legión no destruyera a la humanidad y para detener a los Pastores,
que ahora no estaban impulsados por la orden final del Imperio, sino
por su propia sed de venganza. Pero ahora toda la información que les
había contado quedaba en entredicho, y probablemente también
descartarían la información sobre el procedimiento de cierre de la
Legión como información falsa. No podía permitirlo.

Pero entonces las cámaras y los micrófonos conectados al


contenedor se encendieron desde el exterior.

“No estás muerta… Bueno, no, supongo que técnicamente estás


muerta. Pero no te has derrumbado, ¿verdad, Zelene Birkenbaum?”

En las imágenes pixeladas de la cámara barata se veía a un joven


agente desconocido. Parecía tener unos veinte años. Un Onyx de
sangre pura con ojos y cabello negros como el carbón, que recordaban
a un cielo nocturno sin estrellas. Tenía los rasgos pálidos típicos de la
nobleza imperial, su expresión era fría y cruel como una lanza y sus
ojos oblongos brillaban con severidad. Era como una hoja mortalmente
afilada, una que cortaría sin ruido y sin esfuerzo a cualquiera que se
atreviera a tocarla.

Su brazalete tenía la insignia de la unidad, una mano esquelética


empuñando una espada larga que ardía con una llama espectral. Zelene
se sintió invadida por una hostilidad glacial. Incluso su voz electrónica,
tan artificial como sonaba, tenía un toque de resentimiento.

<<… El Clan Nouzen.>>

Las insignias pertenecían a una unidad de élite al servicio de la


familia que gobernaba el Imperio y del ejército imperial. Eran
expedidas personalmente a medida del Feldreß y estaban formadas
únicamente por aquellos que poseían sangre Nouzen: eran la carta de
triunfo más fuerte de los Onyx.

“Yatrai Nouzen. El heredero Nouzen al mando de la División Crazy


Bones.”

Su voz grave resonó en la sala, a juego con su porte digno y el brillo


frío y sereno de sus ojos. La agudeza de su tono habría intimidado a la
mayoría, pero Zelene no se inmutó.

<<No tengo nada que decir a ningún Nouzen salvo a Shinei,


descendiente de los conquistadores.>>

Que alguien volviera aquí significaba que la Federación quería


sonsacarle más información. Puede que no confiaran en Zelene ya que
era una unidad de la Legión, pero, como concluyó astutamente,
acabaron aceptando que la información que podía proporcionarles era
precisa.

En ese caso, todavía había margen para este tipo de negociación.


Incluso si eso significaba permitir que la Legión continuara y dejar sus
pecados sin expiar, de todas las personas ella se negaría a hablar con
ellos.

Yatrai esbozó una fina sonrisa, como si se hubiera dado cuenta de


sus intenciones. Era una sonrisa de frío cálculo. La sonrisa de un
gobernante que no tiene piedad de los que pisotea.
“Ahora que lo pienso, procedes de una humilde familia Pyrope,
¿verdad, Birkenbaum? De hecho, tendría sentido que guardaras rencor
a un Onyx.”

<<…>>

Su odio hacia los Onyx. Hacia los conquistadores como él. Una
indignación acumulada a lo largo de mil años de repetidas deshonras:
el sentimiento era demasiado intenso para ser calificado de «rencor».

“Pero no estás en posición de decir nada de eso, monstruo de


chatarra.”

Aunque eran de la misma estirpe, aquel muchacho de buen corazón


nunca haría lo que hizo aquel Nouzen: llamarla sin miramientos con el
término despectivo que los humanos solían utilizar para referirse a la
Legión. Le recordó que ya no era humana, sino un trozo de chatarra
que había que desechar y destruir.

“Si te niegas a compartir lo que sabes, nos dará igual. Simplemente


nos desharemos de ti… y con ello solo tu perderías. Si te niegas a
hablar, será tu deseo el que no se cumpla, no el nuestro. Pesará sobre
tu conciencia, y no te quedará nada que esperar. Todo por lo que
trabajaste se desmoronará en la nada.”

Su silencio ya no era una herramienta de negociación.

“Ahora que no eres más que una máquina sin vida, ansías la
oportunidad de hacer algo bueno y salvar vidas. ¿No es así, Zelene
Birkenbaum? Si estás reteniendo alguna información, escúpela. Aquí
y ahora. Y entonces…”

Seguramente había visto a través del silencio de Zelene, llegando


así directamente a sus pensamientos. Este Nouzen de nueva generación
la miró con una sonrisa arrogante y cruel, propia de la estirpe de los
conquistadores.

“… decidiremos si lo que dices vale algo.”

Después de ordenar a un oficial de inteligencia que le sacara hasta la


última gota de información, Yatrai abandonó la sala de confinamiento.
Con la retirada del frente occidental, el contenedor de Zelene también
tuvo que ser trasladado. La sede actual de la oficina de información se
encontraba en un pueblo abandonado, y su contenedor estaba guardado
en la cripta de su iglesia. Colocar a una mujer que había muerto hacía
diez años y ahora era un fantasma mecánico en un lugar de descanso
para los muertos tenía un toque de ironía.

Yatrai pasó por delante de las gruesas puertas metálicas instaladas


en la entrada de la cripta y, de repente, bajó los hombros y empezó a
refunfuñar.

“Aaaah, Dios mío. Hacer esto es tan estresante.”

Agachó la cabeza y frunció el ceño, con la espalda encorvada hacia


delante, sin una pizca de dignidad o motivación. Su duro
comportamiento de hacía un momento, el aire intimidatorio del
próximo jefe de la gran casa guerrera Nouzen, ambos desaparecieron
sin dejar rastro. El Teniente Primero que hacía las veces de oficial de
seguridad lo miró con abierta sorpresa, olvidándose
momentáneamente de mostrarle cortesía. Yatrai no se ofendió por la
descortesía del oficial, o más bien, no pareció registrarla en absoluto.
Al igual que la realeza del pasado, los plebeyos no eran dignos de su
atención, como tampoco lo sería una mosca en la pared.

“Como si no bastara con el enervante tercer hijo de los Ehrenfried


y el maldito presidente, aterrador como siempre, ahora la maldita bruja
Brantolote ha perdido los estribos. Todo el mundo es tan opresivo.
¿Por qué tengo que aguantar todo esto? ¿Qué he hecho para merecer
esto?”

Mientras Yatrai se desplomaba abatido, Joschka, que le esperaba


fuera, le llamó con voz burlona.

“Así que, Nouzen, por fin has admitido que vas a ser el próximo
jefe… De esa forma te presentaste a la Sra. Zelene, ¿verdad?”

Yatrai hizo un mohín de disgusto.

“Eso es porque mi hermano mayor, Mitz, fue nombrado sucesor.


No tengo ningún deseo de seguirle, pero lo único que tuvo fueron hijas,
y mi otro hermano, Totsuka, murió en batalla, lo que me convierte
técnicamente en el siguiente en la línea de sucesión al título… Claro
está, preferiría no hacerlo.”
Debía de odiar tanto la idea de la sucesión que, incluso después de
aceptar que era inevitable, se sintió presionado para recalcar lo mucho
que no deseaba ese papel, no una, sino dos veces. La Casa Nouzen, una
familia que era antigua incluso cuando el Imperio era joven, era
prolífica, con muchos miembros entretejidos en el gobierno, el ejército
e innumerables corporaciones. Pero servir como jefe de una familia así
no era tan atractivo como podría creerse.

Aunque el cargo prometía un gran poder, las responsabilidades y


decisiones que uno tendría que asumir eran igual de grandiosas, por no
hablar de las intrigas y la codicia a las que uno se vería expuesto…
junto con un milenio de historia, rencores y muertes.

“Y luego está el nieto del actual jefe, que fue descubierto el año
pasado. Al final, se abstuvo de participar en la carrera sucesoria de los
Nouzen.”

Joschka canturreó y se cruzó de brazos. Todos los hijos del actual


jefe de familia Nouzen, Seiei Nouzen, se habían fugado o habían
muerto por enfermedad o en combate, lo que planteaba un problema
de sucesión con el que la Casa Nouzen llevaba lidiando muchos años.
Joschka, miembro de la noble familia Maika, había oído hablar de ello.
Las luchas por el poder en el seno de la Casa Nouzen se habían
calmado cuando Mitz —el hijo mayor del hermano menor del Marqués
Nouzen— y su hermano pequeño, Yatrai, fueron nombrados
herederos.
Pero entonces se reveló que el nieto del marqués, Shinei, seguía
vivo, lo que agitó aún más el asunto de la sucesión entre bastidores.

“Es decir, Shin no tiene respaldo.” Dijo Joschka. “No recibió el tipo
de educación que tienen los nobles imperiales, así que aunque lo
instalaras a la fuerza como heredero, no sabría qué hacer.”

“Si se casara con una de las hijas de Mitz, tanto Mitz como yo le
apoyaríamos de buen grado, por supuesto.”

Pero las familias de la rama Nouzen tenían hijas en edad de casarse,


y las hijas del Marqués Seiei se habían casado con otras grandes
familias nobles. Pensando que probablemente le habían sugerido algo
parecido, Joschka replicó:

“Tal cosa no echará raíces.”

Después de todo, Shin ya tenía novia. Además, la idea de un


matrimonio concertado con fines políticos, quedando las relaciones
románticas reservadas a concubinas y amantes, era un valor de la
Federación. A Shin, oriundo de la República, le costaría aceptarlo.

“Sí, eso parece.” Resopló Yatrai. “El actual jefe no quiere cargar a
su nieto con el apellido Nouzen. Y probablemente ocurra lo mismo con
los Maika.”

“… Bueno, sí. La marquesa quiere que Shin siga siendo su precioso


niño y seguir siendo a sus ojos una abuela amable.”

Joschka podía entender, tanto lo que sentía la Marquesa Gelda


Maika, como lo que sentía el Marqués Nouzen. Shin era un niño que
poseía su sangre, pero con el que no tendrían que actuar como jefes de
familia. Un nieto al que podrían criar sin tener que considerarlo un
peón para la supervivencia del clan o un soldado para reforzar su poder,
un nieto al que podrían amar incondicionalmente.

Un niño así era algo que a ellos, como antiguos nobles imperiales,
nunca se les había permitido esperar.

Yatrai, sin embargo, puso una expresión un tanto peculiar.

“… No, tanto el jefe de familia como la Marquesa Maika pueden


pensar así, pero no se trata sólo de eso.”

Joschka miró a Yatrai con curiosidad, pero no le devolvió la mirada.


Sus ojos negros, esa mirada despiadada, estaban envueltos en la
oscuridad de la línea de sangre Nouzen.

“El Reaper sin Cabeza del Grupo de Ataque. El as y comandante


de la unidad de élite de la Federación… El rey guerrero de los Ochenta
y Seis. Tanto el Marqués Nouzen como la Marquesa Maika no son tan
tontos como para molestarle con que cargue con el apellido de la
familia, no con la situación de guerra tan mala como está. A eso es a
lo que realmente se reduce.”

*****

Sólo había transcurrido medio mes desde la operación en la República.


Las líneas del frente habían retrocedido decenas de kilómetros y, a
estas alturas, el lejano estruendo de la artillería se había convertido en
el ruido de fondo cotidiano de la base de Rüstkammer. Y del mismo
modo, la vida cotidiana de los capitanes y sus tenientes segundo
también había cambiado, con la adición de los entrenamientos
regulares de mando de alto nivel.

Mientras escuchaba una conferencia del personal de suministros de


la 2ª División Blindada, Raiden reflexionaba sobre la actual escasez de
oficiales personal en el ejército. Muchos soldados, suboficiales y
oficiales de personal murieron durante la segunda ofensiva a gran
escala, y muchos más perdieron la vida tras ella en un intento de
mantener el estancamiento en cada frente.

Por otro lado, el Grupo de Ataque contaba con un número superior


al reglamentario de oficiales de personal, destinados a ayudar a los
oficiales de compañía como Raiden y a los demás capitanes y
vicecapitanes que carecían de autoridad. Esos oficiales de personal
podían ser reasignados en cualquier momento para ayudar a las
unidades en otros frentes. Así que, para asegurarse de que los jóvenes
soldados no quedaban incapacitados para manejar situaciones en su
ausencia, los oficiales de personal se ofrecían voluntarios para
ofrecerles por turnos clases especiales como esta.

Pero mientras tanto, el Grupo de Ataque aún no había recibido sus


próximas órdenes.

En realidad, el próximo lugar al que serían enviados ya estaba


decidido, pero las órdenes sobre su próxima misión, o cualquier
información sobre ella, aún no habían llegado a Raiden. ¿Tenían
problemas para determinar el destino exacto o temían que se filtrara la
información?

“… No es que hayan dejado de confiar en nosotros ni nada por el


estilo.”

El pensamiento brotó silenciosamente de sus labios. Todos sus


logros habían quedado reducidos a la nada, y hacía dos semanas habían
fracasado en la operación de rescate de la República. Técnicamente
habían tenido éxito en su objetivo prioritario —a saber, ayudar a la
retirada de la expedición de socorro—, pero su comandante Richard
Altner había muerto en acto de servicio, y la República había caído.

Para Raiden, se trataba de una misión fallida, y tuvo que


preguntarse si tal fallo había influido en el enfoque de los militares de
la Federación.

Por el momento, consideraba que la Federación les proporcionaba


el tiempo libre prometido durante el mes de octubre. Afortunadamente,
a diferencia de lo que ocurría en el Sector Ochenta y Seis, sus tutores
legales les enviaban abundantes distracciones, como películas, dibujos
animados y cómics, por lo que no les faltaban cosas que hacer. La
guerra que se libraba contra ellos tampoco había empezado a influir
aún en la cantidad o la calidad de sus alimentos.

Incluso la ciudad vecina de Fortrapide, que había evacuado a la


mayoría de sus ciudadanos, aún mantenía abiertos algunos de sus
cafés, tiendas y pubs para atender a los miembros de los Vargus y el
Grupo de Ataque.
Pero aun así.

“Siento que deberíamos movernos en algún momento…”

La amarga sensación de inutilidad dejada tras la operación en la


República—la retirada que les había obligado a dejar atrás a
ciudadanos de la República… No quería que esa fuera la nota con la
que se marcharan.

“El trabajo ajetreado ayuda a mantener la mente distraída, ¿no?”

Además de los capitanes y vicecapitanes, que eran los principales


destinatarios de esta conferencia especial, todos los Ochenta y Seis que
tenían rango de capitán de pelotón o superior también debían asistir,
ya que podían acabar sustituyendo a sus superiores si surgía la
necesidad. Esto significaba que Kurena y Anju también tenían que ir.

Pero como eran tantos, por consideración a los deberes diarios


habituales de los Procesadores, los dividieron en varias clases. En ese
momento era la clase de la mañana, para los vicecapitanes, y la lección
de las dos chicas era más tarde ese mismo día, después de comer. Las
dos estaban estudiando detenidamente el texto que les habían dado
para preparar la clase. Estaban en la habitación de Anju, que había
decorado elegantemente con flores secas y adornos variados, aunque
Kurena tuvo que traer una silla de su propia habitación.

… Hasta ahora, Kurena había eludido a menudo hacer los deberes,


por lo que le costó prepararse para la clase. Kurena hizo un mohín: si
se hubiera tomado el tiempo de estudiar y hacer sus lecciones hacía un
mes las cosas habrían sido distintas. Y pensar que ahora, con lo mal
que iba la guerra y sin tiempo para nada, tendría que esforzarse por
recuperar el tiempo perdido.

Mientras Kurena hacía girar la pluma en su mano al compás de sus


pensamientos, Anju sólo pudo sonreír irónicamente.

“De verdad creo que te vendría bien repasar lo básico.”

“Mm… Supongo. Pensé que no había tiempo suficiente para eso,


pero probablemente tengas razón…”

Cerró el texto de preparación y abrió el archivo del manual de


fundamentos. Tenía la típica portada voluminosa e inaccesible de los
textos militares. El diseño la desanimó de inmediato, pero Kurena se
tragó su disgusto y abrió el archivo.

Mientras Kurena hojeaba el capítulo correspondiente y empezaba a


repasarlo con el ceño fruncido, Anju volvió al tema que le ocupaba.

“Tal vez organizaron estas conferencias especiales para


mantenernos demasiado ocupados para cavilar sobre la situación.
Pero…”

“Sí. No podemos simplemente dejar de pensar en ello, pero al


mismo tiempo no queremos excedernos distrayéndonos.” Kurena
terminó su frase.

Ambas suspiraron, pensando en la misma persona.


“… Lena.” Dijo Kurena.

“¿Superará lo ocurrido?”

Lena llevaba uniforme, pero la maleta que tenía a su lado estaba llena
de ropa de calle. También incluía sus objetos personales y algunas
antologías de poesía que estaba leyendo, pero nada relacionado con el
trabajo. Y al lado estaba el portaequipajes de TP.

Junto a su equipaje, Lena permanecía abatida, con los hombros


caídos.

“… Lo siento.” Dijo.

Estaban en el aeródromo de la base de Rüstkammer, esperando un


avión de transporte. Con una mano, Shin sujetaba el transportín de TP
y negaba con la cabeza. El gato había estado maullando repetidamente
como si estuviera suplicando por algo.

“No te preocupes. Me alegro de haberme dado cuenta antes de que


te esforzaras demasiado.”

Miró la cara de Lena —que, aparte de fruncir el ceño, estaba un


poco pálida— antes de continuar suavemente:

“Sé que puede resultar difícil cambiar de marcha de forma


repentina y entrar de permiso, pero piénsalo así: saber cuándo
descansar también forma parte del trabajo.”
“Vio cómo destruían su patria ante sus ojos y, encima, tuvo que
presenciar cómo mataban a tiros y quemaban a tanta gente. Debió de
ser duro para ella. Ni siquiera nosotros estábamos impasibles, así que
imagínate lo que debió de sentir ella.”

“… Sí. Sólo de recordarlo me pongo enferma.” Dijo Kurena


asintiendo a la vez que fruncia los labios.

La forma en que la Legión masacró sin piedad a tantos inocentes…


La forma en que la República acribilló sin piedad a su madre y a su
padre. Cuando luchaba en la República, y más tarde, cuando se
retiraron, Kurena fue capaz de mantener la compostura. En ese
momento, ni siquiera pensó en ello.

No tenía tiempo para pensar en la muerte de sus padres en medio


de la batalla, ya que estaba concentrada en la marcha y en la seguridad
de su entorno.

Pero cuando volvieron a la base de Rüstkammer —a la comodidad


de una especie de hogar—, cuando entró en su habitación y por fin
pudo relajarse, los recuerdos volvieron a ella, apuñalando sus viejas
heridas.

Vio cómo asesinaban a sus padres en un sueño y se despertó


gritando. Sólo cuando la chica de la habitación de al lado —una chica
de su pelotón— se acercó a preguntarle qué le pasaba, Kurena se dio
cuenta de que sólo había sido un sueño.

¡¿Kurena, estás bien?!


Cuando la chica dijo eso, Kurena estaba demasiado helada para
responder. La chica, preocupada, le preparó cacao caliente —cada
habitación estaba equipada con un hervidor eléctrico— y Kurena no se
tranquilizó hasta que se lo bebió.

Eso siguió ocurriendo durante unas cuantas noches. Empezó a tener


miedo de irse a dormir, y unos días después, justo cuando empezaba a
plantearse consultar al personal médico si no conseguía descansar, las
pesadillas cesaron. Por ahora estaba bien, pero…

“No me gusta ver morir a la gente… Y pensar que el Teniente


Aldrecht y todos esos Ochenta y Seis que no conocemos sufrieron lo
suficiente como para desear su situación a otros también duele…”

“… Sí.”

Ver a Ochenta y Seis, igual que ellos, invadidos por tanto odio, y
presenciar cómo la gente moría de forma tan espantosa y terrible era
una experiencia dolorosa, aunque no estuvieran en ninguno de los
bandos del intercambio. Era realmente doloroso, incluso para los
Ochenta y Seis, que estaban acostumbrados a ver cadáveres
destrozados… que estaban acostumbrados a ver a gente atrapada en el
horrible equilibrio de estar demasiado herida para sobrevivir, pero no
lo suficiente para morir rápidamente. Algunos de ellos tuvieron que ir
a terapia después de la operación y se les ordenó que se tomaran un
tiempo libre para recuperarse.

Y aunque Lena fuera la Reina de los Ochenta y Seis, la República


era su patria, y sus gentes, sus compatriotas.
“Al menos Shin estaba cerca y se dio cuenta de que Lena había
dejado de comer.”

Al darse cuenta de que algo iba mal, preguntó a la Teniente


Segundo Perschmann, quien confirmó que Lena tampoco había
dormido. Se dio cuenta de que Lena, tal y como era su personalidad,
se llevaría a sí misma al límite, así que informó a Grethe, que programó
una reunión con el equipo de salud mental.

El tratamiento prescrito fue que Lena fuera apartada de sus


funciones durante un mes y puesta en excedencia, y la enviaron a
recuperarse en el vuelo de transporte de ese mismo día.

Lena se sorprendió al oír las órdenes del médico y pronto se sintió


desanimada y arrepentida. Los días que transcurrieron entre la visita
médica y el vuelo los pasó deprimida.

“… Dustin y Annette estaban bien, aparentemente. ¿Cómo es que


soy la única persona a la que se le ordena descansar…?”

“He oído que a Dustin también le dijeron que se abstuviera de


participar en el combate activo, así que no podemos llevarlo a la
próxima operación. Y, para empezar, Rita no estaba en el campo de
batalla.”

Lena hinchó las mejillas malhumorada. “… Su nombre es Annette,


Shin.”

“Vamos, puedes dejarlo pasar.” Shin se rio.


“No. Llámala Annette.”

“Bien, bien, Annette… Cuídate, Lena.”

Al oír esto, Lena finalmente logró una pequeña sonrisa. “Lo


intentaré.”

Entonces juntó las manos y se inclinó hacia delante, tratando de


animarse.

“Por lo visto, el centro médico militar al que voy tiene su propio


rancho y te enseñan a interactuar con los animales. Creo que iré a
visitarlo. A lo mejor aprendo a montar a caballo. ¿Sabes montar uno,
Shin?”

“Nunca he montado a caballo… Sí sé montar en bici, y tuve que


sacarme el carné de conducir como parte de mi formación.”

Las motos se utilizaban para el reconocimiento y los automóviles


para el transporte, así que, a pesar de que Shin era operador de Feldreß,
recibió clases y formación básica sobre el manejo de otros vehículos.
No sabía manejar grandes remolques y similares, y por el momento
sólo la guardia de honor y las unidades de reconocimiento de
determinadas regiones utilizaban caballos, por lo que tampoco sabía
montarlos.

Shin la miró con una sonrisa burlona.

“Pero antes deberías aprender a abrir un huevo.”


“¡Puedo abrir huevos perfectamente, y lo sabes! Los dos
estudiamos cocina como asignatura optativa.”

Hubo un tiempo en que estudiaron en una escuela construida en


Fortrapide durante su permiso programado. Asistían más alumnos que
cuando se creó el Grupo de Ataque, y fue allí donde Lena aprendió que
no necesitaba un martillo para abrir un huevo, y Shin descubrió que,
mientras siguiera la receta, podía producir comida de sabor decente.

Mientras siguiera la receta……

La Teniente Segundo Perschmann se acercó a ella. Tenía los ojos


verdes y el cabello rojo recogido en un moño. Su figura era delicada,
llevaba gafas de montura plateada y permanecía de pie con la espalda
muy recta.

“Les dije que te eligieran un caballo dócil.” Dijo con naturalidad.


“Además, he oído que el jefe del centro médico hace muy buenas
tortillas, así que deberías pedirle que te enseñe… Puede que acabes
haciéndolas mejor que cierto capitán cuyo nombre se omitirá, que
sigue descuidando pasos tan sencillos como batir el huevo.”

Shin levantó las manos, como pidiéndole que dejara de burlarse


tanto de él.

“Parece que te diviertes.” Dijo Lena, esbozando una sonrisa,


aunque un poco forzada.

“Sí, bueno… Está de vacaciones, Coronel. Trate de divertirse.”

“Bien…”
“Sinceramente, estoy un poco celoso de Lena… Las vacaciones deben
de ser agradables.” Musitó Rito, inclinando la silla en diagonal hacia
atrás y mirando al techo.

“¿De verdad te sientes así?” Preguntó Mika, que estaba sentado


frente a él con la mejilla apoyada en la mano.

“Claro que no.” Respondió Rito con indiferencia.

Nunca dejaría atrás a sus camaradas para hacer un viaje por el


campo, y Lena probablemente no se sintiera más cómoda con la idea
que él. Más que nada, la idea de dejar atrás a Shin en el campo de
batalla e irse a algún lugar lejano probablemente no le sentaba nada
bien.

“Quiero decir, míranos ahora. Estamos descansando porque nos


dijeron que debíamos, pero… como que todos estamos al límite.”

Sentían que tenían que hacer algo… como si no pudieran quedarse


quietos. Pero no había nada que hacer en esta situación, dejándoles
perdidos.

“Es porque tenemos pánico y estamos confusos… que tenemos que


descansar adecuadamente.” Dijo Michihi.

Se les dijo que se tomaran un tiempo libre para disipar sus


emociones conflictivas e inquietas o que, de lo contrario, se las
tragaran y reprimieran.
“¿Así que quieren que nos tumbemos en la cama, como si
estuviéramos heridos?”

“Supongo que está bien que nos den tiempo para descansar.”

Como cada escuadrón del Sector Ochenta y Seis tenía un número


determinado de miembros, ni siquiera los heridos y los enfermos
podían ser excluidos de los combates. Era difícil creer que se les
concediera tiempo para daños mentales o emocionales.

“Supongo que también es bueno para Claude.” Shiden miró a un


lado de la mesa. “Le dio la oportunidad de encontrar a su hermano y a
su padre.”

“Sin embargo, Claude estaba muy molesto con ellos.”

“Cualquiera lo estaría, considerándolo todo…”

Su hermanastro por parte de padre había servido como Handler en


la unidad de Claude sin decírselo y luchó junto a él antes de la primera
ofensiva a gran escala. Después, Claude perdió el contacto con él. Su
hermano estaba demasiado avergonzado para revelar su nombre, pero
ahora que la República había caído por completo, se había alistado
como soldado voluntario preocupado por la situación.

Ni que decir tiene que la posibilidad de que su hermano hubiera


muerto durante la ofensiva a gran escala pesaba mucho sobre la mente
de Claude, por lo que la conmoción que le produjo este descubrimiento
hizo que su ira aumentara. Durante la primera reunión que los militares
de la Federación organizaron para ellos, Claude se enfureció tanto que
tuvo que posponerla.

Tohru, Grethe, la anciana y el cura tuvieron que intervenir para


calmarlo y convencerlo de que aceptara otro intento. Pero incluso
entonces, Claude le había gritado a su hermano, preguntándole qué
derecho tenía a mostrar su cara de mierda después de tanto tiempo.

Cuando los demás le miraron, el humor de Claude pareció caer en


picado. El mero hecho de que mencionaran a su hermano le irritaba.

“… Bueno, supongo que tener que lidiar con ese imbécil es una
buena distracción.”

“Lo mismo digo…” Dijo Tohru lánguidamente desde el asiento de


al lado.

A pesar de ser su camarada más cercano y antiguo, Tohru nunca


había visto a Claude reaccionar con tanta rabia… con nadie. Así que
tener que estar cerca de él mientras estaba de ese humor era agotador.
A pesar de eso, como decía Claude, les ayudaba a mantener la mente
alejada de cosas como la matanza de los ciudadanos de la República,
el odio de los Pastores, que ahora albergaban las mentes de sus
camaradas caídos, y la irracional antipatía de los ciudadanos de la
República.

Todo eso eran preocupaciones innecesarias para las que Claude y


Tohru estaban demasiado ocupados. Y tal vez, al preocuparse por
Claude, esto también se aplicaba a la anciana y al sacerdote, que
acababan de experimentar la pérdida irreversible de su país.

“Pero, Claude, ya es hora de que perdones a tu hermano. Si le


rechazas con demasiada dureza, podría echarse atrás, y si les pasa algo
a alguno de los dos, el que quede se arrepentiría para siempre.”

“Cállate… ya lo sé.” Claude entornó los ojos con amargura detrás


de sus gafas. “Hablaré con él la próxima vez.”

Luego volvió sus ojos blancos como la nieve hacia Rito.

“Hablando de distracciones, tú debes ser quien lo tiene más difícil,


Rito. ¿No deberías intentar hacer algo para distraerte?”

Rito se sobresaltó al ser llamado. Claude probablemente se refería


a cómo había tenido que matar a Aldrecht.

“Oh, ¿yo…? Estoy bien…”

“““No te fuerces.””” Shiden, Mika y Michihi hablaron al unísono.

“Ese Pastor que derrotaste era alguien que solías conocer,


¿verdad?”

“Cuanto más le das vueltas a algo, más pesada se vuelve la carga


emocional. Incluso Lena tuvo que tomarse un tiempo libre.”

“Si te está pesando, asegúrate de descansar un poco. O eso o haz lo


que dijo Claude y busca una distracción.”

“Mm…” Dijo Rito tras una pausa. “Bien. Pediré permiso para
tomarme tiempo libre y salir de la base mañana. Quizá pueda dar un
paseo o buscar libros raros en la biblioteca y comer mucho pastel en
una cafetería.”

“Espera, ¿la biblioteca está abierta?”

“Ahora sólo están el bibliotecario jefe y su mujer. Siguen sacando


libros, proyectan películas en lugar de un teatro y hacen de
cuentacuentos para los hijos de los Vargus.”

“El comedor y el economato de la base también están organizando


algunos eventos. Si necesitas un cambio de ritmo, puedes ir a verlos.”
Dijo Shin al entrar en la habitación.

Si estaba aquí, significaba que el vuelo de Lena había partido.


Después, Raiden regresó de su conferencia, seguido por una Kurena
extrañamente agotada y una Anju tranquila.

“Puede que sea un poco tarde para sugerirlo, pero hagamos una
fiesta antes de nuestra próxima misión. Para celebrar Halloween y
subir la moral.”

La mayoría del personal del comedor y del economato no eran


soldados, sino civiles que habían entrado en el servicio militar. Como
el frente había retrocedido y la base estaba más cerca de los combates
que nunca, no cabía duda de que tenían miedo, pero hacían lo que
podían para mantener el ánimo alto. Organizar una fiesta también sería
una buena forma de mostrar agradecimiento por todo lo que habían
hecho.
“Suena divertido, ¡me apunto!” Dijo Rito, inclinándose hacia
delante. “Y, Cap, ¡puedes llevar un disfraz de Segador!”

“No, los disfraces no son obligatorios, así que no me disfrazaré.”


Shin negó con la cabeza.

“No, Shin, deberías. Hay que animar las cosas, ¿sabes?” Raiden le
interrumpió.

“En el momento en que dejas de sonreír, pierdes, ¿no?” Anju rio


entre dientes. “Aprovechemos para hacer un visionado de la luna,
como quería Kujo.” Sonrió.

“¿Eh? ¿Cómo así que «un visionado de la luna»?” Claude reaccionó


ante la palabra desconocida.

“¿Van a hacer pasteles de luna?” Michihi, que conocía el término,


preguntó extrañada.

Todos repitieron la palabra, confusos. “¿Pasteles de luna?”

“Dustin, ¿tienes un minuto? Tengo las solicitudes para la próxima


sesión de proyección.”

“Oh, gracias.”

Cuando se cruzaron de camino al comedor, Marcel llamó a Dustin


y le entregó un bloc de notas, que él aceptó agradecido. Tras una severa
advertencia del consejero del equipo de salud mental, se decidió que
Dustin no participaría en la próxima operación. También le dijeron
que, por el momento, no asistiera al entrenamiento, así que, aunque su
mente podía estar ocupada, tenía mucho tiempo para quemar. Por eso
había empezado a organizar noches de cine.

Cada día, cambiaban de género —un día acción, al siguiente


romance— y él colocaba sillas plegables en salas de reuniones vacías
y atenuaba las luces para simular el ambiente de un cine. En cuanto se
enteraron de la idea de Dustin, Olivia y los expedicionarios de la
Alianza pidieron al personal del economato que instalara puestos de
venta de palomitas y bebidas gaseosas.

Las proyecciones siempre eran un éxito. Algunos de los


Procesadores solicitaron un maratón de películas de sangrientas, y
Dustin tuvo que preguntarse si había sido una buena idea después de
su última operación. No había estado allí para verlo en persona, pero
hizo que Vika supervisara en su lugar. El propio Vika lo vio y,
contrariamente a lo que le preocupaba a Dustin, los Procesadores se
rieron con entusiasmo mientras la sangre volaba por toda la pantalla
como trozos de tomate maduro.

Dustin sólo pudo concluir que esta también era una forma de aliviar
el estrés.

El frente occidental de la Federación había retrocedido mucho más


que cuando se fundó el Grupo de Ataque, incluso más que dos años
atrás, cuando rescataron a Shin y su grupo. Tras la operación de ayuda
a la República, que fue esencialmente una derrota, la mayoría de los
Ochenta y Seis fueron situados en esta base, donde permanecieron.
La patria de Vika, el Reino Unido, también tuvo que continuar su
retirada durante el último mes. Las comunicaciones continuaban, por
lo que sabía que su padre, el rey, y su hermano, el príncipe heredero,
seguían vivos. Las tierras de cultivo del sur se habían convertido en un
campo de batalla, pero aun así habían conseguido recoger la cosecha.
A pesar de ello, no se sabía qué harían después del próximo invierno.

El propio Dustin era capaz de mantener la mente en blanco gracias


a esta idea suya. Y como ventaja de ser el organizador, siempre podía
conseguir los mejores asientos para las películas románticas que Anju
quisiera ver y, si tenía la oportunidad, verlas con ella.

Sin embargo, Zashya y Annette lo miraron como si fuera basura


humana por hacerlo. Lo que le recordó…

“Oye, Marcel… Estos últimos días no he visto a Annette por estos


lares. ¿La has visto en algún lado?”

Marcel se detuvo a pensar.

“Ahora que lo pienso, tampoco la he visto. Me pregunto dónde


estará.”

Actualmente Theo se encontraba destinado en una base a las afueras


de la capital de Giad, Sankt Jeder. En comparación con el mes pasado,
los pasillos estaban llenos de soldados de reserva reunidos para
ejercicios prácticos. Mientras caminaba por los pasillos con sus nuevos
compañeros, cargados de material de entrenamiento, Theo divisó un
familiar destello de color blanco plateado y se detuvo en seco.

“¿Qué pasa, Theo?” Le preguntó uno de sus colegas.

“Oh, nada, sólo pensé que vi a alguien que conozco…”

¿Se lo estaba imaginando? No, al volver a mirar, realmente era


alguien a quien reconocía. Su uniforme azul prusiano destacaba entre
el mar de uniformes color acero de la Federación, junto con su esbelta
figura, impropia de un soldado. Se alejó, con una expresión más severa
y sombría que nunca…
IMAGEN
“¿Annette…?”

¿Qué hacía ella aquí?

Justo antes de la comida, Dustin y Marcel entraron en el primer


comedor. Sin embargo, incluso después de que empezara la bulliciosa
comida, Annette seguía sin aparecer por ninguna parte. A medida que
la sala se iba llenando, Grethe y su ayudante se unieron, habiendo
llegado a un punto muerto en su trabajo. Shin levantó una mano,
señalándoles dos asientos vacíos. Raiden retiró las sillas, y Tohru y
Claude fueron a buscarles bandejas, ya que ambos parecían agotados.

“Gracias.

“Ni lo mencione… Coronel, ¿sabe dónde está Annette? No vino a


despedir a Lena.”

Shin hizo la pregunta despreocupadamente, pero Grethe y su


ayudante callaron brevemente.

“Ella fue a Sankt Jeder por negocios… Va a conocer a los Ochenta


y Seis más jóvenes. Aquellos niños que eran demasiado jóvenes para
llevarlos al campo de batalla.”

Un extraño silencio flotaba en el aire. Raiden, Anju, Kurena,


Shiden y Rito miraban a Grethe, confusos. Shin también la miró
perplejo.
“… Pero no quedaban niños tan pequeños en el Sector Ochenta y
Seis.”

Había hablado de esto con Lena una vez, hacía mucho tiempo, antes
incluso de que se conocieran cara a cara.

¿Pero qué pasa con los Ochenta y Seis? ¿Cuántos quedamos?

Creo que en dos o tres años todos habremos desaparecido. La


gente de los campos de internamiento no puede reproducirse, y la
mayoría de los que eran niños cuando se produjo el internamiento ya
han muerto.

En el Sector Ochenta y Seis no había medicinas ni saneamiento


adecuados, y con sus padres y tutores muertos, la mayoría de los niños
no sobrevivieron al primer invierno. Los pocos que sobrevivieron
fueron vendidos en el Gran Mur para no volver jamás.

Los tres años menores que Shin —la cohorte de Rito— eran la
generación más joven superviviente de los Ochenta y Seis. En el Sector
Ochenta y Seis, donde los niños habían sido enviados a luchar en su
adolescencia temprana, no había tal cosa como ser “demasiado joven”
para ser puesto en el campo de batalla.

No se dejaba a esos niños en el Sector Ochenta y Seis.

“Ya veo… Supongo que eso es lo que debió parecerte.” Grethe


suspiró suavemente. “Pero, de hecho, los había. Sí, los Procesadores
que rescatamos junto con ellos estaban conmocionados. No creían que
quedara ningún niño pequeño, y nos contaron lo dura que era la vida
en los campos de internamiento, que ninguno debería haber
sobrevivido. Aun así, la Federación mantenía la esperanza de que
algunos niños hubieran sobrevivido.”

La Federación simplemente no entendía lo dura que era la vida en


los campos de internamiento. No se daban cuenta de que había sido tan
difícil que los que estaban dentro no podían creer que un niño hubiera
sobrevivido.

Los niños fueron eliminados. Niños que no podían luchar, o que


perdieron la capacidad o la voluntad de hacerlo.

Entre los Ochenta y Seis acogidos por la Federación, había niños


demasiado jóvenes para luchar, otros que habían sufrido heridas
incapacitantes en la batalla y otros que se negaron a alistarse en el
ejército. Estos niños fueron enviados a centros o adoptados por
familias de acogida de la Federación.

La Federación había acogido a estos niños que no deberían haber


existido.

Los ojos violetas de Grethe se llenaron de odio y repugnancia.

“Los pequeños que soportaron la enfermedad y el frío fueron


vendidos, ¿verdad? Y enviados de vuelta dentro de los muros de la
República…”

La casa de sus “nuevos padres” en Sankt Jeder era grande y bonita.


Tan grande que le hizo sentirse incómodo después de acostumbrarse a
la estrechez de los barracones del campo de internamiento que había
conocido cuando era pequeño.

Antes de que lo devolvieran al campo de internamiento, había


estado recluido en otra finca grande y bonita desde que tenía uso de
razón, y esta casa le recordaba a ella. Esto también le asustaba y le
inquietaba.

Tenía mucho miedo, pero sabía que si dejaba traslucir ese


sentimiento, le gritarían. Así que fingió una sonrisa que pareció
satisfacer a sus nuevos papás.

También su amo le había exigido siempre que sonriera. Y entonces,


también, había fingido desesperadamente una sonrisa para
complacerlo.

Sintió un cosquilleo de calor en la nuca.

Cerdito asqueroso.

La voz de alguien —la voz de una persona que no podía estar en


esta casa— resonó en sus oídos. Se quedó inmóvil. Una vez más, se
vio arrastrado de vuelta a aquella mansión grande y bonita, a los
confines de la jaula estrecha y fría de su amo.

Cerdito asqueroso. Mi adorable y asqueroso cerdito. ¿Qué eres tú?


Dilo. Dilo con tu propia voz.
Esa maldición se había grabado a fuego en su mente en aquel
entonces.

“Soy un cerdito asqueroso que debería estar contento de que lo


mantenga el Amo.”

Tenía que decirlo. Cada vez que le preguntaban, tenía que


responder directamente. Si no lo hacía, pasarían cosas horribles. Lo
azotarían, lo sumergirían en agua helada o incluso lo matarían, como a
sus hermanas pequeñas.

… Aunque, incluso cuando daba la respuesta correcta, el Amo


seguía haciéndole cosas horribles. Todas sus hermanas menores
murieron mientras tanto, y sólo sobrevivió él. Después de un tiempo,
el Amo dijo que ya no lo necesitaba y lo envió de vuelta al campo de
internamiento.

Entonces la República había caído ante el ataque de la Legión y,


siendo aún un niño, se había trasladado al campo de internamiento de
la Federación, de donde había sido adoptado en este hogar.

Sin embargo…

Bien. Ahora para tu próximo orden.

… el Amo dio otra orden. Desde que fue adoptado por segunda vez,
el Amo había vuelto a dar órdenes. A diferencia de cuando estaba en
la finca, ahora sólo usaba su voz. El Amo ya no se dejaba ver, pero
seguía dando órdenes sin ser visto.
Pídele esta información a tu padre. Acosa a tu padre y dile que
quieres saber adónde va esa unidad. Ve a ver a los Ochenta y Seis
heridos, diles que estás allí para desearles lo mejor y ordéñalos para
obtener información.

Sólo era la voz de su Amo. Nunca volvió a ver al hombre cuando


recibió sus órdenes. Pero había sido vendido a la República desde los
campos de internamiento cuando aún era un bebé. El terror le había
sido inculcado, controlándole desde que tenía uso de razón.

El miedo a la desobediencia se había grabado en sus huesos, así


que, incluso hoy en día, estaba bajo el control de su Amo. Tanto que
no podía comprender que ahora, cuando estaba bajo la protección de
la Federación, su Amo ya no podía tocarlo.

Se le ordenaba, y así tenía que obedecer. Este era el único


pensamiento que se le permitía tener, por lo que, incluso en el presente,
era incapaz de cualquier otra cosa.

“Con mucho gusto. Haré todo lo que me digas.”

Esta fue la única respuesta que se le permitió dar.

Buen chico. Ahora—

El Amo habló, con una voz diferente a la del Amo que había sido
su propietario y el de sus hermanas. Era otra voz, otra persona. Pero le
daba órdenes y le exigía obediencia, así que esta persona también era
su Amo.

Debo obedecer.
Debe obedecer.

Debe obedecer.

Debe obedecer.

Cada orden, incluso las que dan miedo y las dolorosas. Todo lo
que me digan, debo obedecerlo.

Como siempre, que tu padre te diga: ¿a qué campo de batalla irán


después los Ochenta y Seis?

Thoma Hatis era oficial de suministros y comunicaciones en el cuartel


general de Sankt Jeder. Desde la segunda ofensiva a gran escala y el
consiguiente retroceso de todas las líneas del frente, sus días habían
sido bastante ajetreados y agitados. Pero ese día, por fin, le dieron
tiempo libre. Se tomó su tiempo para despertarse, desayunó tarde sin
prisas y tomó un café que acababa de preparar su mujer mientras
retomaba un libro que había dejado a medias.

Esa tarde tenía intención de ir a los grandes almacenes a hacer unas


compras anticipadas con su mujer y su hijo pequeño para el próximo
Santo Cumpleaños. Thoma tenía dos hijas biológicas, ambas ya
casadas, pero su hijo era un niño adoptado que había acogido hacía un
año.

Desde el día en que lo adoptaron, el chico siempre tenía una sonrisa


falsa en la cara. Thoma tenía la impresión de que temía algo
constantemente. Se daba cuenta de que algo terrible había ocurrido en
el pasado del niño, pero no quería preguntar. Después de todo,
recordarle esos sucesos podría reabrir viejas heridas, y él no quería
obligar a un niño asustado y atemorizado a pasar por ese dolor.

De repente, Thoma oyó un fuerte golpe en la puerta principal.

“¿Quién es?” Dijo.

“¿Esperamos invitados?” Preguntó su mujer.

La Casa Hatis era una familia de la nobleza de bajo rango, una casa
hereditaria de caballeros, y cuando el Imperio se convirtió en la
Federación, fueron despojados de su título y dominio. Se les permitió
conservar una modesta fortuna, que incluía esta pequeña mansión en
la capital. Thoma recorrió los pasillos de la finca, demasiado grande
para una familia de tres miembros, y se acercó a la puerta principal.

“Usted es el Coronel Thoma Hatis, ¿verdad?”

Al abrir la puerta, Thoma fue recibido por el familiar uniforme


color acero de la Federación, pero las personas que se encontraban en
su puerta eran un grupo desconocido. Sus brazaletes llevaban grabadas
las letras PM. ¿Qué hacía la policía militar en la puerta de Thoma
cuando no estaba de servicio?

“Lo soy. ¿Puedo preguntar a qué vino…?”

“Discúlpenos.”

El oficial que dirigía la unidad empujó suave pero firmemente a


Thoma y entró en la casa. Su mujer asomó la cabeza para mirar, pero
los soldados que le seguían dentro la retuvieron. Al entrar en el salón,
el oficial se arrodilló en silencio. Frente a él, en el sofá, estaba el hijo
pequeño de Thoma, visiblemente tenso ante el insólito suceso.

“Ren Hatis, antes de ser adoptado en este hogar, tu nombre era Ren
Kayo, ¿correcto?”

“… Sí.”

“Revísalo.”

Dio instrucciones a uno de los policías militares que le escoltaban


para que se encarara con el niño, al que dio la vuelta con movimientos
que, sin ser violentos, no permitían resistencia. Sus repetidas ofensas,
dirigidas a un niño pequeño, hicieron que la ira de Thoma se
desbordara.

“¡¿Qué estás haciendo?!”

Hizo ademán de acercarse, pero otro PM se interpuso en su camino.


Con el sonido de unos tacones, una chica esbelta salió de detrás de la
puerta abierta y entró. Tenía el cabello corto y argénteo y los ojos del
mismo color. Vestía un uniforme desconocido de color azul prusia con
una elegante falda bolero.

Un elegante uniforme azul prusiano: la República.

Al ver aquel uniforme y el color de su cabello y sus ojos, su hijo


contorsionó su rostro querúbico con más miedo y terror del que Thoma
había visto nunca.
“¡Eeeek…!”

Al notar su reacción, Annette hizo una mueca, pero pronto se la


quitó de encima y habló, apuntando con un dedo a la nuca del esbelto
cuello del Ochenta y Seis suprimido.

“Allí. Escanéalo.”

Un policía militar levantó un sencillo escáner y lo encendió. Se


trataba de una tecnología empleada por los médicos de combate,
desarrollada por los equipos médicos de los campos de batalla del
ejército de la Federación a lo largo de diez años de lucha contra la
Legión. Detectaba fracturas y localizaba rápidamente balas o
fragmentos de proyectiles que hubieran penetrado en el cuerpo.

La pantalla que indicaba los componentes casi biológicos se


iluminó y el aparato emitió un pitido.

En la gran sala de reuniones del cuartel general integrado del frente


occidental, el jefe de oficiales de personal del frente occidental,
Willem Ehrenfried, apagó el Para-RAID al recibir el informe.

“Confirmado… El micrófono espía en Sankt Jeder ha sido


eliminado.”

*****

“Creo que ya informé de que el Para-RAID no está relacionado con la


fuga de información, Jefe de Oficiales de Personal Ehrenfried.”
“Sí, te he oído. ¿Pero estás realmente segura de que es verdad,
Henrietta Penrose?”

Como Annette no intentó disimular sus sospechas y recelos, el jefe


de personal continuó.

Era de noche en el despacho de Annette, cuando el Grupo de


Ataque se había desplegado en los Países de la Flota y la base de
Rüstkammer estaba vacía.

En cuanto a la serie de casos en los que la Legión parecía saber


dónde se estacionaría el Grupo de Ataque y era capaz de prepararlos e
interceptarlos con precisión, Willem se había convencido de que la
información se estaba filtrando fuera de la República cuando un oficial
de la República se presentó irreflexivamente ante el Grupo de Ataque
en el Reino Unido.

Willem hizo perseguir en secreto al oficial y comprobar sus


antecedentes, y llegaron a la respuesta sin tener que interrogar al propio
hombre. No trabajaba con la Legión, por supuesto, pero su descuidada
comunicación inalámbrica probablemente estaba siendo interceptada
por el enemigo.

Eso sólo dejaba la cuestión de dónde se filtraba la información en


la Federación, y cómo. Las comunicaciones Para-RAID llevadas a
cabo durante las operaciones no eran, en efecto, el problema.

“Los militares de la República fueron los que desarrollaron y


utilizaron el Dispositivo RAID.” Dijo Willem. “La Federación sólo lo
copió. La Resonancia Sensorial era una tecnología que sólo empleaba
el ejército, sólo los soldados. ¿Estoy en lo cierto?”

“¿Qué quieres decir?”

“Tecnología que permite compartir los sentidos con otro, sin


obstáculos de distancia ni barreras físicas. Es inimaginable que un
invento así sólo se utilice para las comunicaciones en el campo de
batalla. Sus aplicaciones en otros campos no tienen fin.”

Por ejemplo, podría utilizarse para vigilar los campos de


internamiento con la ayuda de reclusos amigos. O para realizar un
seguimiento seguro y detallado de los lugares de pruebas humanas
cuando se experimenta con enfermedades letales. O simplemente para
ver las emocionantes “cacerías de hombres” que tienen lugar en los
campos de internamiento.

“A fin de cuentas, los militares de la República podían hacerle


cualquier cosa a los Ochenta y Seis. Para los soldados de la República,
eran infrahumanos, sin derechos básicos, ganado con forma humana…
Oh, perdón. No intentaba ser sarcástico contigo.”

Mientras Willem hablaba, con sus ojos negros llenos de un frío


glacial que no se correspondía con la sonrisa de sus labios, notó cómo
el color se iba desvaneciendo poco a poco en el rostro de Annette. No
estaba siendo cínico, sólo estaba exponiendo los hechos.

Pero, en efecto, a pesar de ser todavía una niña en plena


adolescencia, Henrietta Penrose era una comandante militar y se había
presentado voluntaria para venir a la Federación, sabiendo muy bien
cómo la verían los demás. Tratarla como a una joven incapaz de
enfrentarse a la fría crudeza de la realidad habría sido un insulto.

“Si hubiera Dispositivos RAID de los que el ejército de la


República, como mínimo, no tuviera conocimiento abiertamente —
implantados con fines no militares, probablemente de forma ilegal—,
¿serías capaz de rastrearlos? ¿O quizá conozcas alguna limitación
tecnológica que excluya esa posibilidad?”

Annette permaneció congelada y pálida sólo un instante. Mientras


Willem la observaba, recuperó la compostura, tal como él había
esperado. Sus ojos argénteos pronto se volvieron pensativos. Pensaba
con rapidez, deshaciéndose de cualquier consideración ética o
suposición de sentido común que pudiera entorpecer su juicio. No
había tiempo para culpas.

“Sí. No es imposible. Tecnológicamente hablando, se puede hacer.”

La existencia de Dispositivos RAID utilizados fuera del campo de


batalla y su aplicación como escuchas telefónicas eran posibles.
Annette asintió y le miró, con sus ojos plateados brillando con luz
firme.

“Entendido, Jefe de Oficiales de Personal Ehrenfried.” Dijo. “Voy


a revisar la documentación antigua en el laboratorio. Si encuentro
algún registro de sintonización de Dispositivos RAID no identificados,
podremos empezar a rastrearlos desde allí.”
*****

“Entendido—parece que también hemos capturado el receptor del lado


de la República. Agradecemos su cooperación, Mayor Penrose.” El
capitán de la policía militar asintió, apagó el Dispositivo RAID y se
inclinó ante Annette.

Estaban de vuelta en la base de Sankt Jeder, en una sala de


reuniones custodiada por policías militares que impedían a cualquiera
entrar o salir. Todos los niños Ochenta y Seis detenidos tenían
implantados en sus cuerpos cuasi cristales nerviosos idénticos a los
Dispositivos RAID utilizados en el Sector Ochenta y Seis. Todo ello a
pesar de que los implantes de cada uno de los niños soldados, que
habían sido incrustados para que pudieran servir como Procesadores
de Juggernaut, fueron extraídos cuando fueron rescatados por la
Federación.

“Estaban en los campos de internamiento, no en el campo de


batalla, y como supusimos que eran demasiado jóvenes para luchar,
nunca lo comprobamos.” Dijo el capitán de la Policía Militar. “Pensar
que plantarían Dispositivos RAID en niños tan jóvenes y los usarían
como escuchas…”

Para un grupo militar, cómo y dónde se estacionaban y movilizaban


las unidades y los soldados era información sensible y de alto secreto.
Esto era especialmente cierto en el caso del Grupo de Ataque, que
realizaba excursiones altamente clasificadas y de alto perfil en el
territorio de la Legión. Aquellos que necesitaban conocer los destinos
de sus despliegues y los objetivos de sus misiones no podían revelar
esta información a nadie, ni siquiera a sus familias.

Pero en la tranquila atmósfera de sus hogares, en presencia de sus


familias, a algunos se les soltaba la lengua. Y si el que preguntaba era
un niño inocente, uno se volvía aún menos cauto. Y si dicho niño era
uno de los Ochenta y Seis, salvado de las garras de la persecución y el
abuso, y preguntaban por los logros y el célebre servicio de los Ochenta
y Seis mayores, algunas personas podrían incluso sentirse impulsadas
a responder.

“Y todos los guardianes legales de los Ochenta y Seis son viejos


nobles y funcionarios del gobierno.” Continuó el capitán. “Serían
fuentes de información de primer orden. Quienquiera que esté detrás
de esto probablemente predijo que tales personas aceptarían
convertirse en guardianes como parte de sus deberes cívicos, y en el
poco tiempo antes de que rescatáramos al Ochenta y Seis, implantaron
los dispositivos en secreto. Quienquiera que haya ideado esto es tan
capaz como despiadado.”

Aunque se sospechaba que los Ochenta y Seis eran la fuente de la


filtración de información, se tardó tanto en detenerlos a todos debido
al estatus de sus tutores. No se podía arrestar sin más a los hijos de los
altos funcionarios sin ninguna prueba.

Annette, sin embargo, tenía una opinión diferente. Le dirigió una


mirada sobria.
“Ah… Eso no es exactamente correcto. No fue tan brillante como
lo haces sonar.”

El capitán de la policía militar miró a Annette, cuyas palabras


destilaban veneno. Para él, seguía siendo una niña, lo bastante joven
como para ser su hermana pequeña, y por más de unos cuantos años.
Su rostro pálido se contorsionó con disgusto.

“Lo más probable es que implantaran los Dispositivos RAID a los


niños desde el principio y simplemente los reutilizaran para esto…
Básicamente son juguetes. Una vez que han cumplido su propósito y
se agotan, son desechados.”

Su mirada plateada, firme y grave, se torció de disgusto. El Para-


RAID no sólo servía para transmitir sonido. Podía comunicar cualquier
cosa captada por los sentidos. Sólo la vista y el oído se consideraban
prácticos para los militares, pero que los otros tres no se consideraran
beneficiosos no significaba que no pudieran utilizarse. Se podía
configurar el Para-RAID para transmitir el olfato, el gusto y el tacto.
Para compartir emociones en la misma medida en que uno las sentiría
en una conversación cara a cara.

Y habían abusado de ello.

Annette apretó los dientes. Cuanto ultraje. ¿Cómo pudieron


cometer semejante… atrocidad inhumana?

“Implantaron Dispositivos RAID en niños que tomaron del Sector


Ochenta y Seis, y luego jugaron con ellos. Los torturaban, los
violaban… los mataban. Y todo el tiempo, Resonaban su sentido del
tacto y sus emociones a otros a través del Para-RAID, para poder
deleitarse con su agonía. Y cuando se aburrían de ellos, tiraban a los
supervivientes, de vuelta a los campos de internamiento.”

Shin levantó la cabeza sorprendido. La sincronización de todo era


demasiado conveniente—seguramente, eso no significaba…

“Coronel Wenzel… ¿No me diga que la razón por la que ha hizo


descansar hoy a la Coronel Milizé ha sido por esto?”

Grethe lanzó un suspiro de hartazgo. Se dio cuenta de que era la


conclusión natural y supuso que alguien se lo preguntaría.

“No, es sólo una coincidencia.”

Shin la miró con desconfianza, pero Grethe no se movió. Continuó


con un tono tranquilo y paciente, como el de un profesor reaccionando
ante un alumno modelo cuya respuesta, sin embargo, no había tenido
en cuenta algo básico.

“Para empezar, Capitán Nouzen, fue usted quien me informó de que


la Coronel Milizé se encontraba mal. Sólo por ese informe la hice ver
al equipo de salud mental… Y además, el Teniente Segundo Jaeger,
que también es de la República, sigue aquí, ¿no?”

Shin parpadeó una vez. Con todas las miradas puestas en él, Dustin
—que estaba sentado en un rincón de la sala como el olvidado perro
de la familia— levantó nerviosamente la mano.
Shin, que efectivamente se había olvidado de Dustin hasta ahora,
recobró la compostura. Como señaló Grethe, había sido él quien le
había informado del mal estado de salud de Lena. Y cuando antes le
preguntaron dónde estaba Annette, Grethe respondió que había ido a
ver a los niños Ochenta y Seis. Todo ello implicaba que toda la serie
de acontecimientos se había realizado en coordinación con la
contrainteligencia militar de la Federación.

“… Mis disculpas, Coronel.” Shin agachó la cabeza torpemente,


con la cara roja.

Grethe le sonrió, divertida. “No te preocupes. Volverá cuando se


sienta mejor. Tan solo espera.”

Sentado frente al Jefe de Oficiales de Personal Willem, el Teniente


General que ejerció de comandante del frente occidental tarareó y
asintió.

“Jefe de Oficiales de Personal, nosotros mismos podemos dar un


buen uso a la red de comunicaciones de las escuchas, ¿no?”

“Por supuesto. La Legión sólo se dará cuenta de que los han perdido
como fuente de información cuando se percaten de que están viendo
noticias aburridas sin ninguna mención al combate.”

“Bien.”

Para asegurarse de que la Legión no se diera cuenta de que las


escuchas habían sido confiscadas, la Federación reunió a todos los
interceptores de la República que las operaban. De ese modo, podrían
estudiarlo todo, desde los cifrados utilizados para contactar con las
escuchas hasta la jerarquía entre los interceptores, lo que les permitiría
asumir sus identidades y reconfigurar la red de comunicaciones para
adaptarla a sus propios fines.

A partir de ese breve intercambio, el teniente general se dio cuenta


de que incluso la libertad de prensa de la Federación, que se suponía
garantizada, estaba siendo suprimida temporalmente.

“Filtrar información falsa sobre el frente occidental, especialmente


en lo referente a los movimientos del Grupo de Ataque. En las dos
semanas hasta que la unidad se despliegue realmente, podemos hacer
que la Legión malgaste recursos sin motivo en lugares donde el Grupo
de Ataque no aparecerá realmente. Y mientras tanto, terminar de
construir el perímetro defensivo y reorganizar el ejército, ¿entendido?”

“Todo va según lo previsto.” Respondió el Jefe de Oficiales de


Personal, Willem, de forma distendida. “Incluido el cañón ferroviario
Kampf Pfau. Estamos planeando establecer la primera línea defensiva
con los soldados voluntarios que sacamos de los refugiados de la
República. La traición de la República será pagada, con sus ciudadanos
arriesgando la vida para compensarla.”

*****

La general de división que ejercía de jefa de oficiales de personal del


segundo frente norte de la Federación era una mujer Deseria con una
hermosa piel del color de la noche y un liso cabello negro.
“Ahora repasaré nuestra próxima operación.”

El ejército del segundo frente del norte estaba formado por tres
divisiones acorazadas, lo que significaba que tenía menos soldados y
Feldreß en comparación con el frente occidental, que tenía cinco
divisiones.

A diferencia del campo de batalla principal en las llanuras, cuyo


terreno era difícil de defender, el segundo frente del norte estaba
protegido por el gran río Hiyano, que lo dividía de norte a sur. El río
se interponía en el camino de una invasión terrestre y, desde la
antigüedad, los cruces fluviales habían servido como fortificaciones
naturales que obligaban a las facciones a dividir sus ejércitos a través
de las dos orillas.

El bombardeo por satélite había obligado al ejército del segundo


frente del norte a retirarse y, como resultado, habían perdido el control
de esta fortificación natural.

Habiendo sido empujados de nuevo a terreno abierto, las fuerzas de


este ejército, que se construyeron en torno a la defensa de las orillas
del río, no iban a durar mucho contra las fuerzas blindadas de la
Legión. Pero con la falta general de mano de obra del ejército de la
Federación, no podían esperar que se reforzaran sus filas. Los frentes
oriental y meridional, que también utilizaban obstáculos naturales
como montañas y ríos para ahorrar mano de obra, también habían
tenido que retroceder, y tanto ellos como los otros tres frentes
septentrionales necesitaban urgentemente más soldados.
Así que para superar este aprieto…

El jefe de los oficiales de personal habló. Se trataba de una reunión


entre los comandantes supremos de cada frente, los jefes de personal,
así como el comandante y los oficiales de personal de cada división
acorazada, pero muchos de ellos estaban demasiado ocupados para
participar. Por ello, todos menos los jefes de personal, los comandantes
de frente, los comandantes de división acorazada y los oficiales
personal operativo participaron a distancia, con holo-ventanas
suspendidas sobre sus asientos vacíos.

“Nuestro objetivo prioritario es avanzar nuestra actual línea


defensiva y reconstruirla a lo largo del río. Al mismo tiempo,
convertiremos toda la zona disputada en un lodazal para impedir el
avance de las fuerzas acorazadas de la Legión. Para ello, el Grupo de
Ataque Ochenta y Seis servirá como nuestra unidad de avanzada en
una operación para destruir las presas de control de inundaciones.”

La Teniente Segundo Noele Rohi era una de los innumerables


comandantes de compañía destacados a lo largo del frente norte y
descendiente de un caballero regional, el rango más bajo de la nobleza
imperial. Acababa de recibir un nuevo parte de bajas, en el que se le
informaba de que más habitantes de su territorio habían muerto en
combate.
Se confirmó que Tsutsuri, Nukaf y Lurei murieron durante la
segunda ofensiva a gran escala el mes pasado. Y este mes, Kina y Elam
se unieron a los muertos.

“Nadie murió en mi unidad. ¿Por qué murió tanta gente en las otras
unidades?”

Se mordió el labio ligeramente rugoso mientras agarraba la carta


que había recibido de las familias de los soldados fallecidos. Hijos que
se habían adelantado a sus padres, esposas despojadas de sus maridos,
hermanos despojados de sus hermanos mayores, hermanas menores
privadas de sus hermanas mayores, hijas en duelo por sus padres.

A través de esta carta, escrita por el jefe del pueblo, sus vívidas
voces llamaron a su corazón.

Princesa, por favor. Hija y princesa de la sabia y gran Casa Rohi,


que gobernó nuestro pueblo. No dejes que nuestros hijos mueran más.
Protege a tus súbditos. Elimina las penurias que se ciernen sobre
nosotros. Destierra la amenaza mecánica y guíanos a través de este
cataclismo. Como nuestra gobernante, con tu sabiduría, tu valor y tu
misericordia, sálvanos a nosotros, tus débiles y escasos súbditos.

“… Se hará. Después de todo, soy su gobernante.”

Sus ojos ahumados de cacao se llenaron de pena mientras asentía.


Esos ojos únicos de los Cairns. Su cabello suave y bien cuidado, del
mismo color que sus ojos, estaba recogido en trenzas que se deslizaban
por los hombros de su uniforme militar.
No dejaré que nadie más muera. No puedo permitir que mis
preciados súbditos carguen con este dolor. Demasiados han muerto
ya durante estos once años de guerra contra la Legión: en la primera
ofensiva a gran escala en el verano del año pasado, y en la segunda
ofensiva a gran escala hace un mes, cuando llovieron estrellas
ardientes de los cielos y un maremoto de acero arrasó la tierra.

Muchos murieron. Oficiales, suboficiales y, sobre todo,


innumerables soldados. A este paso, sus súbditos restantes también
tendrían que alistarse. La guerra les costó la central eléctrica que hacía
rica a su ciudad. Perdieron su empleo y, al no poder volver a ganarse
la vida como antes, se empobrecieron. Ahora, la segunda ofensiva a
gran escala les había obligado a evacuar; tenían que alistarse para
garantizar que sus familias tuvieran techo.

Y esta vez, incluso más de ellos morirían. Ella no podía dejar que
eso sucediera.

“Debe haber algo, alguien que está mal aquí. Algo no cuadra.
¿Cómo si no tiene sentido tanta muerte?”

Sí. Esto estaba mal. No tenía sentido que la gente muriera así. Tanta
gente muriendo estaba mal. Este país, su gobierno, su presidente, sus
nobles… todos fueron demasiado negligentes y tomaron a la ligera la
vida de la gente. No estaban haciendo su trabajo, y por eso las cosas
acabaron así.
Pero no era demasiado tarde para poner las cosas en su sitio. Si
había un error, había que corregirlo. Sí, aún no era demasiado tarde,
aunque tuviera que hacerlo ella misma.

“Debe haber algo que pueda hacer… Piensa, Noele.”

*****

La noticia de las “escuchas” no se hizo pública y no se divulgó ni


siquiera dentro del ejército de la Federación, pero los implicados en el
caso fueron interrogados en secreto.

“… Hmm, creo que fue Ren Hatis quien apareció en mi habitación


del hospital.”

“¿De qué hablaste con él?”

“Nada. Habló con mi compañero de piso, Kigis, sobre dónde vivía


y su padre, pero su conversación no mencionó el Grupo de Ataque.”

Mientras Theo respondía a las preguntas del oficial de policía


militar, creyó sentir un desagradable cosquilleo en la nuca… donde le
habían implantado el Dispositivo RAID en el Sector Ochenta y Seis
para que fuera inamovible.

Al pequeño Ochenta y Seis que había venido a visitarle al hospital


le pasó lo mismo. Vino, de la mano de su padrastro uniformado, a
visitar a Theo y a los demás en el hospital a pesar de no conocer a
ninguno de ellos. En aquel momento, la mente de Theo estaba
demasiado agobiada por su propia herida como para cuestionárselo, y
a sus compañeros de habitación les ocurría lo mismo.
Ahora se daba cuenta de que no era natural: ¿por qué un niño de
esa edad, que no podría haber sobrevivido en el Sector Ochenta y Seis,
visitaría a un compañero que ni siquiera conocía? Pensándolo ahora,
era dolorosamente obvio.

“¿A ti también te pasó, Rikka?” Preguntó Yuuto, en la misma sala


de reuniones que Theo. “También vino a visitarnos un chico.
Probablemente era el mismo.”

“Una niña se pasó por mi habitación.” Dijo Amari, que estaba en el


mismo centro de rehabilitación. “Dijo que estaba allí para ver a sus
hermanos mayores Ochenta y Seis.”

Los policías preguntaron qué les habían preguntado y cómo habían


respondido. Al poco rato, el interrogatorio había terminado.

“Gracias por su cooperación… Contáctennos si recuerdan algo


más.”

“Hmm, ¿también podemos preguntar algo? ¿Qué van a hacer con


los niños retenidos que tenían las escuchas?”

Los policías asintieron con indiferencia.

“Sí, tiene sentido que estén preocupados. Retiramos sus


Dispositivos RAID, y les estamos preguntando sobre los ciudadanos
de la República que les ordenaron reunir información.”

Al ver el cambio en la expresión de Theo, el policía levantó la ceja


en tono de broma.
“Son sólo preguntas, no un interrogatorio. Sé que a los soldados
como usted no les gustamos los policías militares, pero no vamos a
maltratar a los niños. Tenemos hogares a los que volver y familias a
las que mirar a los ojos después de esto.”

“¿Y sus casas?” Preguntó Yuuto en voz baja.

“Los devolveremos si podemos… pero es difícil saberlo. Sus


padres de acogida tendrán que ser interrogados por violar las normas
oficiales. ¿Quién sabe si querrán volver a acoger a esos niños después
de haber sido cómplices de una fuga de información? Bueno, en todo
caso, hay orfanatos en la capital a los que podemos llevarlos, para que
no los echen a la calle.”

“¿No podemos hacer que estén con nosotros?”

“¿Qué, quieres jugar a las casitas y criar niños mientras luchas en


una guerra?” El oficial de policía militar esbozó una sonrisa sarcástica.
“Son Operadores. Su trabajo es destruir a la Legión. No podemos
permitir que se burlen de esa responsabilidad.”

Lo dijo de forma brusca pero informal, como si le diera un


coscorrón a un perro que ladra. Y fue ese tono despreocupado, más que
su brusquedad, lo que hizo que Theo y los demás tragaran saliva
nerviosos. El cruel azote de sus palabras se produjo con la misma
naturalidad con la que disciplinaría a un sabueso de caza.

El policía no se dio cuenta de la alarma silenciosa de estos jóvenes


soldados. O tal vez simplemente no le prestó atención.
“Y luego tendremos que reunir y revisar a los otros Ochenta y Seis
que no están confirmados como escuchas.”

“¡¿Reunirlos…?!” Theo levantó la vista, tenso.

“Ah, perdona la expresión. No acorralaremos a ningún Ochenta y


Seis que se haya alistado como tú. Ya les hemos comprobado los
Dispositivos RAID, y sabemos de los logros del Grupo de Ataque.
Trabajaste duro. No nos referíamos a ti o a tus compañeros directos,
sino a los Ochenta y Seis que no se alistaron.”

Theo se tragó sus palabras por ahora y dejó que el PM continuara.


Él no parecía notar o preocuparse por lo que Theo o los silenciosos
Yuuto y Amari estaban pensando.

“Además, hay un grupo que abandonó sus casas e instalaciones


familiares y desapareció justo cuando detuvimos las escuchas. Y
aunque no son la fuente de la filtración de información, son claramente
sospechosos. Queremos poner a esas chicos bajo nuestra protección lo
antes posible… Cuanta más munición tengamos contra el gobierno de
la República evacuada, mejor.”

*****

Cuando los proyectiles llovieron del cielo como un juicio divino,


seguidos de innumerables asaltos de la Legión, el segundo frente del
norte se vio obligado a retroceder, dejando tras de sí muchos muertos,
heridos y desaparecidos.
Al final, ¿quién tuvo la culpa? ¿Quién merecía la culpa? Esa
pregunta ardía en el interior de Mele, uno de los jóvenes soldados del
frente norte.

Mele no tenía respuestas, pero sí sabía una cosa: desde que la


Federación tomó el poder, nada había salido como ellos querían.

Hace once años, cuando la Federación aún era el Imperio, Mele era
sólo un niño. Su ciudad natal se enriqueció gracias a la vanguardista
central eléctrica que allí se construyó. Cuando se produjo la
revolución, todos los adultos dijeron que haría de la ciudad un lugar
mejor.

Pero nada bueno salió de ello.

La central fue abandonada a causa de la revolución y la guerra.


Todos los niños se vieron obligados a ir a la escuela, algo que nunca
antes se les había pedido. Su pueblo se empobreció y sus vidas se
hicieron más difíciles.

Hasta ahora, no habían tenido que pensar en su futuro empleo.


Simplemente heredarían el trabajo de sus padres. Pero ahora tenían que
decidir una profesión futura, y el trabajo de sus propios padres —
limpiar la central eléctrica— había desaparecido. Y tampoco tenían
forma de retomar el trabajo agrícola de sus bisabuelos.

Así que, sin más remedio, Mele se alistó en el ejército. Pero allí le
obligaron a someterse a un entrenamiento y una educación que no
quería.
“… ¿Cómo es que las cosas terminaron así?” Refunfuñó Mele.

Tenía el cabello color cebada de un ámbar. Los ojos azules que


había recibido de su abuela eran algo de lo que secretamente se sentía
muy orgulloso, porque la princesa de su pueblo le dijo una vez cuando
eran pequeños que sus ojos eran bonitos.

Estos últimos diez años habían sido un mal tras otro, así que ¿por
qué nadie hacía algo al respecto? El presidente Ernst, que lideró la
revolución, o los nobles, oficiales y suboficiales que no dejaban de
presionarle para que hiciera cosas que no quería… ¿por qué nadie hacía
algo?

Habían pasado tantas cosas malas, todos sabían lo horrible que era,
así que ¿por qué no lo resolvían todos de inmediato? No tenía sentido.

Alguien tenía que hacer algo. Alguien… Esta vez tenían que hacer
las cosas bien.

“Puedo hacerlo.”

De repente Noele se dio cuenta… que había una manera. Una forma
de acabar con la Legión. Un medio para librar a su pueblo de la muerte.
Una bala de plata para concederles la salvación rápida, y al igual que
el pájaro azul de la felicidad, todo el tiempo había estado en sus manos,
brillando a la espera de ser notado.

Y ahora que había dado con esta maravillosa solución, todo parecía
demasiado sencillo. ¿Por qué al presidente, a los antiguos nobles y a
los generales no se les había ocurrido hacerlo? ¿Eran simplemente
negligentes?

En el territorio que antes poseía la familia de Noele, habían


construido unas instalaciones con la ayuda de la Casa Mialona, los
gobernadores, que habían convertido Marylazulia en un municipio
especial a la vanguardia de la ciencia. Todo lo que necesitaban era
aquello que impulsaba a la ciudad—

“—Energía nuclear.”

*****

Ernst era visto como un héroe de la revolución, lo que le granjeó un


gran apoyo de los ciudadanos. Pero las pérdidas y los sacrificios que
conllevó la segunda ofensiva a gran escala, junto con las numerosas
bajas y los gastos de guerra del último mes, provocaron un acusado
descenso de su índice de aprobación.

“No tengo ningún problema en reclutar tropas voluntarias entre los


refugiados de los Países de la Flota y de la República, dado que
aceptaron de buen grado… pero me opongo a obligar a los voluntarios
a ir al frente. Deberíamos centrarnos en construir instalaciones
defensivas. Siempre podemos reconstruir edificios, pero no se pueden
recuperar las vidas perdidas.”

A pesar de sus palabras, el presidente se mostró totalmente


imperturbable ante esta situación. Más que nada, daba más importancia
a salvar una sola vida que a mantener el frente y la supervivencia de la
propia nación. Incluso ahora, sentado en su asiento de cuero de la
residencia presidencial, proclamaba este idealismo lógicamente
incoherente.

Esta era la digna justicia sobre la que se estableció la República


Federal de Giad, dijo. El ideal al que todos deben adherirse para que la
humanidad conserve su orgullo y su dignidad.

El alto funcionario sentado frente a él no hizo ningún esfuerzo por


disimular su disgusto. El presidente se preocupaba por la vida de los
extranjeros, dándoles prioridad sobre la supervivencia de su propio
país y su gente. Y eso no era todo.

“Nuestros propios hombres morirán como resultado de esas


políticas. Y si, además de todas esas muertes, subes los impuestos para
ampliar nuestras instalaciones defensivas, tus índices de aprobación
caerán aún más.”

“Imagino que sí.” Dijo Ernst, con expresión inquebrantable. “¿Y


qué?”

Sus ojos cenicientos parecían sonreír burlonamente detrás de sus


gafas. En ese momento, el alto funcionario no pudo contenerse más.

“Señor, usted habla de proteger los ideales de la gente, pero en


realidad eso no le importa lo más mínimo, ¿verdad?”

A Ernst no parecían importarle lo más mínimo sus índices de


aprobación o su autoconservación. Al igual que no parecía importarle
el destino del frente o de su nación, tampoco parecía valorar su propia
vida. O los mismos ideales que decía defender.

La expresión de Ernst no se movió. Sus ojos cenicientos parecían


el interior de un dragón escupe fuegos cansado del mundo, cuyas
llamas se hubieran extinguido por completo. El alto oficial gimió.
Había luchado junto a este hombre como camarada en la revolución de
hacía once años. Este hombre había dirigido la Federación durante más
de una década.

Una vez lo había visto como un amigo y alguien digno de su


respeto. Ahora todo lo que veía era un monstruo.

“Señor. Soy… Sólo somos humanos. No podemos ponernos del


lado de un dragón. Si vas a insistir en actuar así, no podremos seguirte.
Y si continúas a pesar de saberlo… nos estarás traicionando a todos.”

*****

El comandante de la compañía mandó que todos se reunieran, y así


Mele, junto con los miembros de su pelotón —Kiahi, Otto, Milha, Rilé
y Yono— se reunieron en el almacén de su unidad. La gente de su
municipio especial había sido asignada a unidades de combate o
ascendida rápidamente a suboficiales y estaba dispersa por distintas
unidades de la división acorazada. Esta compañía, comandada por la
princesa de su linaje de caballeros regionales, era la única compuesta
únicamente por los de su municipio especial.
Muchos de los que habían ido a otras unidades acabaron muriendo
en la batalla, pero todos los de su unidad sobrevivieron, ya que tenían
a la princesa para guiarlos.

“Tenemos una solución.”

Por eso, cuando la princesa se dirigió apasionadamente a la


compañía de tropas de transporte de Mele, así como a otras tres
compañías similares, todos la observaron entusiasmados sin dudar una
palabra de lo que decía. Cuando la primera ofensiva a gran escala asoló
la Federación, su graduación en la academia de oficiales se aceleró, y
su princesa Noele se erigió ahora en una respetable comandante de
compañía.

Junto a Noele había oficiales más jóvenes de su mismo año: hijos e


hijas de caballeros regionales de otras aldeas. Al igual que la princesa
de Mele, eran jóvenes héroes que lideraban compañías de soldados de
sus dominios.

“Tenemos un medio para destruir la Legión. Un medio de poner fin


a esta guerra. Los altos mandos militares simplemente aún no se han
dado cuenta. O tal vez sólo lo están ocultando, para que los altos nobles
en el congreso puedan seguir con su pequeño vals. Después de todo,
son tan buenos pisándose los unos a los otros.”

Se burlaba del Congreso Imperial, que tendía a estar demasiado


atrapado en rivalidades entre facciones como para tomar decisiones,
pero su metáfora era en sí misma indicativa de su educación de clase
alta, y se les escapó a Mele y a los demás soldados, que no tenían ni
idea de lo que era un vals.

“… Así que lo que estás diciendo es que la cúpula militar, el


presidente y los nobles son culpables de todo.”

Kiahi, que era como un hermano mayor para todos ellos, resumió a
grandes rasgos sus palabras, y así era como Mele también lo veía. El
ejército, el presidente, los grandes nobles… ellos eran los culpables.
Los generales que los dirigían, Ernst, el gobierno y los nobles que
comandaban el ejército eran los culpables de todo el dolor provocado
por la segunda ofensiva a gran escala y la Guerra de la Legión.

Kiahi sonrió, con sus ojos amarillo pálido brillando de júbilo.

“Eso significa que la revolución de hace diez años fracasó.” Dijo


Noele. “Pero… esta vez, todo irá bien. Venceremos a los malos y
cambiaremos el mundo. Esta vez, seguro. Nos convertiremos en
héroes.”

Miró a Kiahi, a los soldados, a Mele, sus palabras parecían


respaldar sus expectativas.

“Debemos corregir los errores de la Federación ahora. Y para ello,


debemos desencadenar una batalla por la justicia que saque a la
Federación de su letargo. Están perdidos en la oscuridad de la ilusión,
así que encenderemos las llamas azules para guiarlos.”

Noele hizo su gran declaración, soportando el peso del mundo


sobre sus hombros, con una expresión de dolor y pena. Todos
aclamaron a su radiante princesa general, su apasionada muestra de
aprobación llenó el almacén. Kiahi levantó el puño y aulló. Otto, Rilé,
Milha y Yono gritaron el nombre de la princesa.

Todos tenían la premonición de que ella… no, ellos estaban a punto


de hacer algo realmente grande para salvar al mundo en tiempos de
crisis. Mele también se sintió impulsado a gritar como los demás.

Hasta ese momento, todo había ido mal, pero a partir de ahora todo
iría bien. No pasaría mucho tiempo antes de que las cosas se arreglaran.
Después de todo, tenían a la princesa para decirles quién era el culpable
de todo lo malo, para dejar claro a quién tenían que vencer. Toda su
ira, ansiedad y descontento estaban justificados, y la princesa había
encontrado a los responsables y probado sus crímenes.

Todo iba a salir bien. Todo saldría bien. Su sabia y fiable princesa
lo arreglaría todo. Lo único que Mele tenía que hacer era seguir sus
consejos.

“Por favor, únanse a mí para que podamos defender su patria, sus


familias y este país.”

Sus palabras llenaron a Mele de alegría y alivio.

Al amparo de la noche, cuatro de las compañías de transporte del


segundo frente norte del 92º Regimiento de Apoyo desaparecieron
simultáneamente. Los suboficiales, subordinados y oficiales de las
unidades desaparecieron. El informe mencionaba la posibilidad de
deserción.

En el ejército, desertar bajo fuego enemigo era un delito grave.


Inmediatamente se envió una unidad de policía militar en su busca, que
empezó a rastrear sus movimientos. Al parecer, los soldados desertores
se dirigían a su lugar de nacimiento, un municipio especial de la región
de Shemno. Tal vez esperaban esconderse en su tierra natal: los
oficiales de la policía militar fruncieron el ceño ante la ingenuidad del
plan.

Pero cuando llegaron al municipio especial de Marylazulia, los


soldados desertores no aparecían por ninguna parte. Los ciudadanos
del pueblo fueron evacuados durante la segunda ofensiva a gran escala,
pero el personal de las instalaciones enviado por el gobernador
regional y sus familias seguían viviendo aquí. Y cuando la policía
militar visitó a ese personal, recibió noticias sombrías.

Los desertores habían pasado por una instalación a las afueras de la


ciudad. Tomaron algo que guardaban allí y se marcharon.

La instalación en cuestión era una central eléctrica abandonada. Se


construyó en los últimos años del Imperio, se destruyó durante la
revolución y, cuando estalló la Guerra de la Legión, se consideró
demasiado peligrosa por su proximidad al frente y se desmanteló.

… Y esa central albergaba un reactor nuclear.


CAPÍTULO 2:
LA MARCHA DE MARY SUE

Dejándose caer por los huecos del hielo, la joven Leuca rastreó la
superficie del mar en su camino de vuelta a aguas abiertas, pero con
gruesos témpanos de hielo bloqueando su camino, se encontró
abandonando el puerto y vagando hacia un gran río.

La Leuca, de varios metros de largo, recorrió tranquilamente la


masa de agua de varios cientos de metros de ancho. Nadando a
contracorriente, la sirena blanca como la nieve miraba a los peces con
ojos despiadados.

Al salir a la superficie, la Leuca examinó su entorno. El otoño tardío


había llegado al norte con una niebla fría y espesa, y el follaje
translúcido cubría la orilla del río. Cada hoja formaba un mosaico de
carmesí, naranja amargo y amarillo, y la niebla colgaba sobre todo
como una cortina de gasa. Por toda la brumosa orilla septentrional se
veían los contornos de grandes máquinas aracnoides autónomas: un
enjambre de tanques con múltiples patas, que caminaban como pilas
de ladrillos grises.

Y a la deriva, desde lo más profundo de la niebla, apareció una


barca, flotando silenciosamente por el canal recién abierto.

*****
El comandante del segundo frente norte fue informado rápidamente de
la deserción de las cuatro compañías de transporte.

“¿Qué saquearon los usurpadores de la central eléctrica de Rashi?”

“Como se temía, robaron residuos radiactivos. El director de la


instalación testificó que se llevaron una unidad de combustible usado
que estaba en proceso de enfriamiento.”

“Combustible nuclear… Sé que la red de suministro se colapsó


durante la ofensiva a gran escala, pero ¿de verdad dejamos algo así tan
cerca del frente?”

La jefa de los oficiales de personal ladeó la cabeza con elegancia,


como un cisne. Su cabello, largo incluso después de estar recogido,
crujía como la seda contra la espalda de su uniforme.

“La central de Rashi fue desmantelada hace once años. No


podíamos transportar el combustible antes de que terminara de
enfriarse.”

“Lo sé.” El comandante suspiró. “La central eléctrica de Rashi fue


establecida por mi abuela. Y los desertores son todos originarios de esa
región.”

“La 2ª Compañía del 3er Batallón de Transporte del 92º Regimiento


de Apoyo. Una unidad formada por ciudadanos Marylazulianos.”

Alrededor de la jefa de oficiales de personal se abrieron


innumerables holo-pantallas, algunas de las cuales mostraban las
fichas policiales y personales de los desertores, algunas de las cuales
amplió con un movimiento de la mano. Cuatro oficiales subalternos,
que aún parecían niños.

“Se cree que el comandante de la compañía es el cabecilla: Noele


Rohi, caballero regional de Marylazulia. Además, está el comandante
de la 4ª compañía del mismo batallón, Ninha Lekaf, caballero regional
de la aldea de Lukh; y dos comandantes del 2º batallón de transporte:
Rex Soas, hijo del caballero regional de la región de Kowa, y Chilm
Rewa, de los caballeros regionales de la aldea de Sul. Cada uno de ellos
es seguido por los soldados de sus respectivas compañías de
transporte.”

“En otras palabras, los señores y su gente. Un puñado de gallos y


gallinas.”

El comandante de la división blindada escupió este insulto a través


de la radio. Gallos y gallinas—términos despectivos para referirse a la
clase servil, que implicaban que inclinaban la cabeza hacia el suelo
para picotear en busca del pan de cada día. Al igual que en los otros
frentes, los generales del segundo frente norte descendían de los
gobernadores de Wolfsland y sus territorios circundantes.
Consideraban que tanto los gallos siervos como los señores que los
dirigían —a los que llamaban perros guardianes— no eran más que
ganado.

El comandante del cuerpo de infantería tomó la palabra a


continuación.
“Así que no son unidades de combate, sólo de apoyo, y no tienen
suboficiales… Ah, eso es porque los suboficiales que tenían asignados
eran de otra región, y se negaron a unirse y denunciaron la deserción…
¿Por qué no tenían ninguna unidad de combate a sus órdenes ni ningún
suboficial de su región?”

“Ambas preguntas tienen la misma respuesta: no eran lo bastante


capaces para alcanzar esos rangos o funciones. No pudieron seguir el
ritmo de su plan de estudios después de alistarse, por lo que no fueron
destinados a unidades de combate ni ascendidos a suboficiales.”

El equipamiento y las tácticas empleadas en la guerra moderna


exigían que incluso el más simple de los soldados rasos completara al
menos su educación secundaria. Los operadores tenían que pilotar
Vánagandrs de cincuenta toneladas a cien kilómetros por hora; los
soldados de artillería tenían que volar objetivos ocultos más allá del
horizonte; la infantería acorazada tenía que ponerse exoesqueletos
blindados con fuerza y potencia suficientes para aplastar un vehículo.
Todo ello requería no sólo una resistencia desarrollada, sino también
nociones básicas de física y matemáticas.

Las unidades de apoyo incluían funciones que requerían una


formación y unos conocimientos aún más amplios, pero al durar tanto
la guerra, la constante falta de personal planteaba un grave problema.
Apilar suministros según especificaciones exactas o seguir el vehículo
del comandante de un batallón en viajes de ida y vuelta por carreteras
seguras firmemente dentro de las líneas amigas eran tareas que sólo
requerían resistencia y ninguna pericia en particular.

Sin embargo, la culpa de la deserción de estos soldados no podía


achacarse directamente a los propios desertores. En el Imperio, la
educación había sido monopolizada por los nobles, sus criados y los
institutos de investigación bajo sus alas. Los aldeanos de sus dominios
no tenían derecho a la educación. Generaciones de siervos pasaron
toda su vida sin poder siquiera escribir su propio nombre y sin ver
jamás una letra. Se inculcaron ciertos valores a las clases bajas, valores
que los diez años transcurridos desde la creación de la Federación no
bastaron para borrar.

Para estos antiguos siervos, aprender a leer y escribir era inútil, un


pasatiempo de ociosos. Despreciaban la educación como una dolorosa
pérdida de tiempo.

“Y su comandante tuvo que «saltarse grados» en la academia de


oficiales: es un perro desechable al frente de una unidad de gallos y
gallinas. Imagino que los suboficiales atrapados en esa unidad lo
habrán pasado mal.”

“Ya veo. Así que esta Noele Rohi y los demás se mantuvieron fuera
de la unidad de la casa principal. El Regimiento de Lady Bluebird es
la unidad más preciada de la Casa Mialona, así que no dejarían que un
cadete oficial desertor —alguien que apenas pasa por noble— la
dirigiera.”
Al igual que a los oficiales jóvenes de la academia especial de
oficiales, para compensar las numerosas bajas entre los oficiales
subalternos, a algunos de los cadetes existentes en la academia de
oficiales se les permitió “saltarse cursos” y participar en la guerra. Sin
embargo, no eran los alumnos más aventajados, sino más bien los de
peor rendimiento. Fueron enviados como peones para ganar tiempo y
que la academia pudiera formar adecuadamente a los alumnos más
prometedores.

Muchos oficiales del ejército de la Federación eran hijos de nobles,


una clase que se enorgullecía de ser guerrera y ponía mucho énfasis en
el militarismo. A los nobles que abandonaban la academia de oficiales,
la primera fase del servicio militar, no se les consideraba con la misma
sangre azul corriendo por sus venas.

El jefe de personal se mofó con la arrogancia y el orgullo propios


de un Deseria cuya familia había ascendido a la categoría de noble
mayor, a pesar de la extrema rareza de su raza en el Imperio.

“Antes la princesa de la Casa Rohi hizo una gran proclamación.


Debo pedirles que se preparen para no morir de rabia y escuchen lo
que tiene que decir.”
Un soldado de infantería acorazado miró con desconfianza su radio
cuando esta crepitó con un ruido agudo. Estaba apostado en una
trinchera situada en la zona disputada del segundo frente norte.

“¿Hmm? ¿Ere fue el Dispositivo RAID? ¿Alguien intentó


Resonar?”

Todos los demás en la trinchera respondieron con un signo de mano


que significaba negación. Al llevar el exoesqueleto Úlfhéðnar, la
forma y la posición del casco dificultaban el asentimiento. Además,
sus guantes tenían forma de manopla, lo que limitaba la variedad de
gestos que podían hacer para comunicarse.

Durante la ofensiva a gran escala del año anterior, la Federación no


pudo producir en masa suficientes Dispositivos RAID, pero con una
línea de producción ya establecida, su uso se generalizó en el frente.
La radio, que no podía recibir transmisiones Para-RAID, quedó
relegada a una herramienta de reserva. Cualquier transmisión
retransmitida a través de ella no podía ser formal.

Pero cuando el soldado de infantería acorazado miró la radio con


desconfianza, la hermosa voz de una mujer joven empezó a salir del
altavoz.

“A nuestros queridos camaradas del otro lado del segundo frente


norte.”
Era una declaración dirigida a todas las unidades del segundo frente
norte, con el objetivo de llegar hasta la residencia del presidente en la
capital. Mientras su voz sonaba en todas las frecuencias a máxima
potencia, Noele apretó su manuscrito con dedos rígidos y nerviosos.

Se trataba de un discurso destinado a sacar de su letargo a los


militares, al presidente y a los nobles de la capital. Un discurso que
probablemente dejaría su huella en los libros de historia. Ese
pensamiento le hizo un nudo en la garganta.

“A nuestros queridos camaradas del otro lado del segundo frente


norte. Soy la Teniente Segundo Noele Rohi, comandante del
Regimiento Libre de Salvación Hail Mary.”

Afortunadamente, no le tembló la voz. Se sintió sorprendida y


aliviada por la claridad y serenidad que mantuvo. Sus compañeros la
miraron, y su mejor amiga, Ninha, le sonrió orgullosa. Sus preciados
súbditos la observaban con ojos expectantes, y ver aquello la llenó de
fuerza y confianza.

Mele, su amiga de la infancia de la misma edad, la miraba con sus


ojos azul tenue. Eran del color del cielo, un color que le gustaba desde
que era pequeña. La mayoría de los habitantes de Shemno eran
Ferruginea, y Marylazulia estaba ocupada por Ambers, por lo que
alguien con sangre Celesta y ojos azules era algo inusual.

El color del cielo de su tierra natal, del mar que se extiende junto a
las montañas del norte, de la luz azul y parpadeante del reactor nuclear.
Era el color más bonito del mundo.
“El Regimiento Hail Mary no somos desertores asquerosos, ni
muchos menos cobardes. Somos mensajeros de la justicia, alzándonos
para salvar el segundo frente del norte, la Federación y a toda la
humanidad.”

Justicia, sí, justicia. La Legión era una amenaza para la Federación,


y se alzaron para impartir justicia a ese enemigo. Y como eran justos,
eso significaba que tenían razón, y como tenían razón, no podían
perder.

Noele levantó la cara con decisión. Sin darse cuenta, hinchó el


pecho mientras miraba al público al que no podía ver.

Todos, escuchen.

“Tenemos una carta de triunfo. Una llama sagrada que erradicará al


enemigo mecánico. Un martillo de justicia, formado con la tecnología
más puntera.”

Como hija de la Casa Rohi del municipio especial de Marylazulia,


la tierra santa del progreso tecnológico, Noele sabía cosas. Conocía el
reactor atómico, capaz de extraer energía inagotable del combustible,
y el arma capaz de convertir esa energía ilimitada en poder destructivo.

“En otras palabras, la reliquia sagrada que hemos tomado de la


Central Eléctrica de Rashi: el combustible atómico. El combustible
milagroso que el maravilloso reactor consume para producir energía
infinita puede utilizarse para crear un rayo sagrado. Eso es lo que
haremos. Primero, lo usaremos para obtener una victoria abrumadora
aquí en el segundo frente norte. Una victoria que abrirá los ojos de la
alta nobleza a la verdad.”

Y entonces todos se levantarán y seguirán mis pasos. Que nuestra


brillante victoria devuelva la esperanza a sus corazones.

“¡Quemaremos a la Legión con el armamento nuclear de llama azul


más poderoso de la humanidad!”

No era posible que la transmisión inalámbrica del Regimiento Hail


Mary llegase lo bastante lejos como para alcanzar la capital de la
Federación. Ernst detuvo la grabación que había recibido allí y suspiró,
incapaz de enmascarar su disgusto.

“… ¿Quiere usar armamento nuclear?”

Podría haber sido confiscado por la Legión, pero ella estaba


hablando de su propia tierra.

“Hay que ver, que tontos.”

Al oír la transmisión del Regimiento Hail Mary, los soldados de


infantería blindada se entusiasmaron. No sabían lo que era el
armamento nuclear: procedían de aldeas de los territorios fronterizos
de la Federación, y sólo aprendieron a leer y escribir y adquirieron los
conocimientos necesarios para sus funciones en el ejército después de
alistarse. No tenían tiempo para asimilar información que no fuera
relevante para sus estudios, así que no tenían ni idea del tema en
cuestión.

¿Pero un arma que simplemente pudiera quemar a la Legión?

“¿Tenemos un arma tan asombrosa como esa? ¿Es algo nuevo que
han desarrollado en los institutos de investigación?”

“Si puede vencer a la Legión tan fácilmente… ¿quizás la guerra


termine antes del Santo Cumpleaños?”

Sus voces se llenaron de expectación, mientras que el


experimentado y fiable sargento mayor y el joven pero educado
comandante de la compañía se sumieron en un amargo silencio. Casi
se les podía ver hacer muecas detrás de sus viseras.

“… ¿Sargento Mayor?”

“¿Comandante de Compañía, señor?”

Ambos respondieron al unísono.

““… Por supuesto que no tenemos un arma como esa.””

Después de que la grabación de esa misma transmisión terminó de


reproducirse, un largo y pesado silencio se cernió sobre los oficiales
del ejército del segundo frente norte.

“… De todas las cosas, ¿ella quiere «abrir nuestros ojos a la


verdad»? Me sorprende que la ignorante tenga el descaro de decir eso.”
No había terror en esas palabras, ni tampoco expectación. Sólo
exasperación.

“Ni siquiera un Dinosauria sería capaz de resistir una bomba


nuclear, pero… suponiendo que derrotes a todas las unidades de la
Legión en esta zona, eso no nos acercará a derrotar a la Legión en su
conjunto. Es exactamente por eso que hasta ahora no hemos utilizado
armas nucleares.”

En efecto, la energía nuclear es la fuente de energía más potente


que ha adquirido la humanidad, pero eso no la convierte, ni a ella ni a
las armas que alimenta, en una bala de plata capaz de resolver todos
los problemas.

“Aunque quisiéramos usarla para eliminar a los Weisel, no


podemos precisar sus posiciones en los territorios de la Legión. Y
tampoco podemos permitirnos el lujo de disparar bombas nucleares a
ciegas por todas partes. Incluso suponiendo que esto de alguna manera
tuviera éxito, las unidades de combate de la Legión en el frente
seguirían en libertad. No acabaría con la guerra.”

Por esta misma razón, la idea del bombardeo táctico, tan apreciada
en los albores de la revolución aeronáutica, fue descartada
instantáneamente contra la Legión. Aunque un ejército bombardeara
bases estratégicas distantes para paralizar la capacidad de producción
del enemigo, no afectaría inmediatamente a las líneas del frente, ya que
no repercutía en los suministros ya entregados. Y cuando se luchaba
contra la intrépida Legión, no había esperanza de bajar la moral.
Para empezar, cualquier misil guiado o plataforma aérea que
pudiera transportar una cabeza nuclear a los territorios de la Legión
sería inoperable debido al bloqueo de la Eintagsfliege. Y puesto que
no había forma de saber si había países humanos supervivientes dentro
de los territorios de la Legión, disparar una bomba nuclear corría el
riesgo de atrapar a cualquiera de esos grupos en el fuego cruzado.

Y lo que es peor, los cuerpos metálicos de la Legión eran resistentes


tanto al calor como al impacto, lo que hacía que el alcance efectivo de
un arma nuclear fuera mucho menor contra ellos que contra los
humanos. Y antes de que un arma nuclear pudiera quemar a la Legión,
la lluvia radioactiva bloquearía la luz solar, lo que pondría en peligro
a la Federación.

“Y para empezar… ¿van a fabricar armas nucleares? ¿Con el


combustible nuclear gastado que robaron?” Preguntó dudoso un oficial
de personal de una división blindada de infantería. Hacer algo así no
era técnicamente imposible, pero…

“¿Siquiera tienen los medios para hacerlo? No había ninguna


instalación de reprocesamiento anexa a la central de Rashi, pero…
¿había algo más en la zona? ¿O señales de que se estaba construyendo
una en secreto?”

“No existe tal instalación, y no hay fondos ni tiempo para


construirla, ni personal con los conocimientos necesarios.”
“En otras palabras, ¿ni siquiera saben que, aunque tanto el
combustible nuclear como el armamento nuclear utilizan uranio,
requieren diferentes tasas de enriquecimiento?”

Tanto el armamento nuclear como el combustible nuclear se


fabricaban enriqueciendo el mismo isótopo de uranio llamado uranio-
235. Con la tasa de enriquecimiento más baja del combustible nuclear,
no se produciría la rápida reacción nuclear de fisión en cadena
necesaria para crear un arma. El aumento de la tasa de enriquecimiento
del uranio exige una instalación designada a gran escala, y el
reprocesamiento del combustible nuclear usado requiere
contramedidas constantes contra el calor de desintegración y la intensa
radiación producida.

Si estos soldados hablaban de “fabricar armas nucleares” mientras


carecían de los medios para enriquecer el combustible nuclear, eso…

“… Eso sólo empeora las cosas.” Refunfuñó el comandante por lo


bajo. “El hecho de que sean tan ignorantes significa que no podemos
predecir lo que harán. Si su comandante no sabe lo que se necesita para
fabricar un arma nuclear, en el peor de los casos, puede que sus
soldados ni siquiera sepan lo peligrosa que es la radiación.”

“Y no podemos descartar la posibilidad de que la Legión se apodere


del material nuclear. Sabemos que tienen prohibido usar armamento
atómico, pero… los residuos radioactivos podrían ser una zona gris.
Sabemos que algunos Almirantes y Rabe utilizan reactores nucleares,
y se ha confirmado que la Legión utiliza proyectiles de uranio
empobrecido. Esto significa que son capaces de enriquecer uranio.”

El uranio empobrecido era un subproducto producido durante el


enriquecimiento del uranio, y si lo utilizaban para fabricar proyectiles
y blindajes…

“Incluso si se les prohíbe fabricar armas nucleares, no está claro


hasta qué punto se les permite usar materia nuclear menor. Y aunque
sea ineficaz contra ellos, es eficaz contra los humanos.”

Eso era cierto tanto si el material nuclear se convertía en un arma


en toda regla como si no.

El comandante asintió y dio la orden. Antes de que la situación


empeorara…

“Continúen reuniendo información, debemos capturarlos


rápidamente y recuperar lo que robaron.”

*****

Los detalles del siguiente despliegue del Grupo de Ataque no les


fueron revelados por razones de contrainteligencia. Poco después de
que se descubrieran y recuperaran las “escuchas”, se les ordenó
desplazarse al segundo frente del norte.

Esta segunda línea defensiva abarcaba el centro y el oeste de las


regiones septentrionales de la Federación, con sus primeras líneas en
lo que antes de la guerra había sido la frontera del Imperio con los
Países de la Flota.
Las bases de la división acorazada en esta zona se construyeron con
colinas delante para protegerlas de los bombardeos; la línea de fuego
enemiga no alcanzaba los picos, sino el pie de las colinas. De pie en lo
alto de una de esas colinas, Shin contempló el campo de batalla.

Miró hacia abajo.

“… ¿Es todo el campo de batalla una cuenca?”

El extremo sur descendía a lo largo de las colinas Neikuwa, y toda


la superficie de la zona era salvaje, cubierta de barro y hierba corta y
salpicada de bosques vírgenes. Entre las colinas del sur y del norte se
extendía la línea Roginia, la fortificación defensiva del frente.

Las montañas Shihano, que cortaban el campo de visión de Shin y


marcaban el lado occidental del campo de batalla, corrían de norte a
sur. Y aunque estaban demasiado lejos para ser visibles desde donde
él se encontraba, el distrito montañoso oriental y la zona montañosa
septentrional, detrás de los territorios de la Legión, también rodeaban
el campo de batalla.

“Las montañas Shihano atraviesan el primer frente septentrional


adyacente y conectan con la cordillera del Cadáver del Dragón, que
forma la frontera del Reino Unido. Los Países de la Flota están más
allá de la zona montañosa del norte. Y por cierto…”

Siri, que había participado en una operación cercana en los Países


de la Flota y se había enterado del estado de los combates en el frente
norte, continuó su explicación.
“… durante la segunda ofensiva a gran escala, esta cuenca estaba
salpicada de cuarteles y bases. Antes de la guerra era una zona agrícola,
lo que la hacía útil para las unidades logísticas, pero un pobre campo
de batalla.”

Las zonas abiertas eran el terreno preferido de las unidades de


blindados pesados de la Legión: los tanques Löwe y los tanques
pesados Dinosauria. El bombardeo con misiles de satélite obligó a
todas las líneas del frente a abandonar sus posiciones defensivas y
retroceder, pero en este caso tuvieron que retirarse a terrenos agrícolas
abiertos, que eran extremadamente difíciles de defender.

“Por eso nos desplegaron aquí. Quieren cambiar la dirección de un


río abandonado para usarlo de nuevo como línea defensiva. Parece una
locura.”

La Federación estaba tan escasa de tropas que tuvo que recurrir a


refugiados extranjeros como voluntarios.

Del mismo modo, no podían permitirse que una unidad blindada


extranjera permaneciera inactiva, aunque estuviera bajo el mando
directo de la realeza, y Vika tampoco tenía intención de quedarse de
brazos cruzados. Del mismo modo, Olivia y la unidad de instrucción
enviada por la Alianza iban a unirse de nuevo al Grupo de Ataque
como fuerza de combate activa a partir de esta misión.
Vika contempló la línea Roginia, la cuenca desecada que antaño
estuvo ocupada por un río. Corría de oeste a este paralela al río Hiyano,
la posición del segundo frente del norte antes de su retirada.

Mientras Vika permanecía de pie, Lerche, que siempre estaba a su


lado, ladeó la cabeza con curiosidad.

“Cuesta creer que la línea Roginia y el río Hiyano ocupen


posiciones tan convenientes.”

Este vasto río había permitido a la Federación defenderse de la


Legión en esta frontera durante una década, y dividía limpiamente las
esferas de influencia de la Legión y la Federación a lo largo de sus
orillas oriental y occidental.

“No es casualidad; los pusieron aquí. Cambiaron las corrientes de


los ríos existentes de diversos tamaños durante la reclamación de
tierras, formando el río Hiyano para crear una frontera nacional que
pudieran defender fácilmente. ¿Lo ves? Hay muchos vestigios de las
antiguas riberas.”

Lerche siguió la mirada de Vika, pero las simples orillas sólo le


parecían pequeños senderos elevados. Muchos de ellos atravesaban la
cuenca, interrumpidos por trincheras y las secuelas de los bombardeos.

“… Así que esas son las huellas de innumerables ríos, grandes y


pequeños, unidos como una malla. Excavar tantos de ellos… Debió
llevar un tiempo y un trabajo considerables.”
“Esta zona era originalmente un humedal, ya que el agua fluía hacia
ella desde todas las direcciones. En el transcurso de un siglo, la tierra
fue ganada para uso agrícola. La línea de Roginia también era
originalmente un río utilizado para la defensa, que se secó debido al
mismo proceso de recuperación de tierras. Es lamentable que tengamos
que deshacer el trabajo de quienes nos precedieron, pero…” Vika
suspiró suavemente. “Parece que esta guerra no permite
sentimentalismos.”

Al oír el clamor de pasos familiares, Shin volvió los ojos para mirar.
Bajando por las laderas de las colinas de Neikuwa y adentrándose en
la cuenca había Feldreß del color del hueso seco: modelos que conocía
demasiado bien del Sector Ochenta y Seis.

El M1A4 Juggernaut. Los orgullosos ataúdes de aluminio de la


República estaban, por alguna razón, en el campo de batalla de la
Federación.

Tras un momento de silencio, Shin preguntó: “… ¿Esos también


son de antes?”

“No.” Respondió Siri con expresión dudosa. “Es la primera vez que
los veo aquí.”

Sin embargo, no se desplegaban como armas blindadas, como era


habitual. Eran escoltados por infantería blindada mientras remolcaban
morteros pesados y sistemas portátiles de misiles antitanque. Algunos
de ellos arrastraban obuses de 155 mm o cañones antitanque de 88 mm
hacia los campos de artillería.

Los Juggernauts eran, al menos sobre el papel, armas blindadas. Su


blindaje podía ser patéticamente delgado y sus torretas de tanques
ineficaces, pero seguían teniendo una potencia considerable. Esto sin
duda puso esa fuerza a buen uso.

“Así que se les trata como a la infantería blindada…” Dijo Siri.

“Ahora que lo pienso, recuerdo que se recuperaron algunos de la


República durante la operación de evacuación para ayudar a
transportar suministros…”

Pero para Shin y los demás, que habían utilizado a estos


Juggernauts como sus monturas y compañeros cuando luchaban contra
la Legión, esto se presentaba como una conclusión bastante patética —
si no francamente lamentable— para las máquinas.

Finalmente fueron reducidos a mulas de carga.

“—Como dijiste, los Juggernauts que incautamos están siendo


utilizados como exoesqueletos blindados no humanoides de cuatro
patas.” Dijo una mujer con una voz dulce y ligeramente aguda.

Se dieron la vuelta y se encontraron de frente con una oficial vestida


con una chaqueta panzer. Tenía el cabello ahumado y color café de una
Cairn. Llevaba el cabello suelto recogido en una coleta y sus atractivos
rasgos faciales estaban ligeramente maquillados. Como todos los
oficiales sobre el terreno, se había quitado la insignia de rango, pero la
de su rama era la misma que la de Shin: un caballo desbocado, el
símbolo de la división blindada.

“Son exoesqueletos muy útiles. Son más resistentes y tienen más


potencia de fuego que un Úlfheðinn, y su capacidad de carga es
extraordinaria. Si me preguntas, empezar a usarlos como Feldreß fue
un error.”

Se acercó a ellos, pisoteando la marchita hierba otoñal, y les tendió


la mano amistosamente. La alta belleza, ligeramente más alta que Shin,
esbozó una sonrisa confiada.

“Es un placer conocerles, damas y caballeros del Grupo de Ataque.


Soy la Teniente Coronel Niam Mialona, comandante del Regimiento
Lady Bluebird, el 1er Regimiento de la 37ª División Blindada en el
segundo frente norte.”

“—El objetivo del Grupo de Ataque en esta misión se encuentra en el


extremo occidental de la línea del frente: destruir las presas de las
montañas Shihano.”

El Grupo de Ataque estaba estacionado en la base de la 37ª División


Blindada, creada hacía sólo un mes. Dado que la mayoría de los niños
soldado combatían en países extranjeros, los módulos de refugio
uniformados que formaban la base eran una novedad.

Los módulos eran plegables, lo que facilitaba su transporte a granel


y su desmontaje en caso de evacuación rápida. Había módulos básicos
que podían unirse entre sí para alojar a un número determinado de
tropas, así como módulos únicos que podían añadirse para estructuras
con fines especiales, como salas de reuniones, barracones, comedores,
hangares e incluso instalaciones médicas. Estas constituían las
instalaciones residenciales polivalentes del ejército de la Federación.

En un módulo de sala de reuniones bien utilizado, la Teniente


Coronel Mialona se movía entre los procesadores y la holo-pantalla
que proyectaba el mapa de la zona de combate.

“Para ser exactos, tienes que ayudar a tomar y mantener el control


sobre las presas de control de inundaciones en la cuenca de Kadunan,
en las montañas de Shihano, mientras los ingenieros de combate las
demuelen. Esto devolverá la totalidad de la cuenca de Womisam a su
antiguo estado de pantano de antes de la recuperación de tierras,
convirtiéndola en un cenagal que la Legión tendrá problemas para
cruzar.”

El cauce del Kadunan y las presas estaban resaltados en el mapa.


El río artificial y sus afluentes fluían desde el sur, avanzando hacia el
norte a través de las montañas de Shihano con veintidós presas a lo
largo del camino. Con las presas deteniendo por completo el flujo de
estos ríos, sólo sus huellas secas se extendían hacia el este hasta la
cuenca del Womisam.

Si estos ríos se restauraran por completo, la cuenca se convertiría


de hecho en un humedal que impediría el paso de armas blindadas. Los
Dinosauria se verían entorpecidos por su propio peso y no podrían
desplazarse adecuadamente por un terreno así.

“Al mismo tiempo, la fuerza principal del ejército del frente norte
destruirá la presa de Roginia en el nacimiento del cauce de Kadunan,
y luego bloqueará la compuerta de Tataswa en la base del nuevo cauce
de Tataswa. Esto restaurará la línea de Roginia como un río, que se
interpondrá en el camino de los monstruos de chatarra en lugar del río
Hiyano, ahora bajo control de la Legión.”

A continuación, se destacó en el mapa el trazado del río Roginia


restaurado, que atravesaba el campo de batalla de este a oeste. Por
cierto, el antiguo cauce de Tataswa se redirigiría al sur de las colinas
de Neikuwa, desembocando en el río Roginia, que se extendería y
conectaría con el río Hiyano a través del nuevo cauce de Tataswa.

“Su zona de operaciones abarcará sesenta kilómetros de norte a sur,


desde la presa de Roginia hasta la presa de Recannac, al final de la
avenida de Kadunan. Los quince kilómetros que van de la presa de
Yosa a la de Recannac están bajo control de la Legión, pero la mayor
parte de la operación tendrá lugar dentro de la zona disputada. Viendo
cuántas incursiones han hecho ya en los territorios de la Legión, me
temo que esta operación será un poco insatisfactoria.”

Terminó su explicación con una broma.

“Sin embargo, lamentablemente, por el momento hay que aplazar


esta operación.”
Shin levantó la cabeza con curiosidad. No era inaudito que las
tornas de una batalla cambiaran mientras se estaba en movimiento,
pero cuando eso retrasaba una operación, las cosas solían ser serias.

La mirada de la Teniente Coronel Mialona adquirió un tono distante


y desesperado.

“Sinceramente, es tan estúpido que te ahorraré los detalles, pero…


mientras estabas en tránsito, una cabalgata de idiotas autodenominada
Regimiento Hail Mary desertó del ejército del segundo frente norte.
Robaron combustible nuclear gastado de un reactor con la intención
declarada de fabricar armas atómicas, y actualmente están al acecho en
las zonas disputadas, su posición exacta es desconocida.”

“… ¿Eh?” Dijo Shin, desconcertado.

Raiden, que se sentaba a su lado, y algunos de los Procesadores y


el personal de mantenimiento reaccionaron de la misma manera. La
mayoría de los Ochenta y Seis se limitaron a poner cara de duda, y
aunque Grethe, Vika y Olivia no alzaron la voz, sí levantaron la vista,
exasperados, o se llevaron una mano a la frente como si estuvieran
reprimiendo un dolor de cabeza.

La Teniente Coronel Mialona asintió con la cabeza.

“Ha sido una respuesta maravillosa, capitán, se lo agradezco


mucho. Ahora puedo presumir de cómo conseguí sacarle un «¿Eh?» a
Shinei Nouzen, el Reaper y As del Grupo de Ataque Ochenta y Seis.”
Aunque Shin nunca había visitado el frente norte, los rumores
inoportunos parecían haberle precedido. Y con adornos, además. Shin
rumió el rimbombante título de As, que había oído aquí por primera
vez. Al parecer, había incluso historias absurdas sobre él golpeando a
la Legión con una pala y tragándose a su líder.

A ver, no soy el cura.

“El Regimiento Hail Mary es una fuerza pequeña y no supone una


gran amenaza por sí sola, pero no podemos ignorar el combustible
nuclear que poseen. Especialmente si pretendemos restaurar el río. En
otras palabras, no podemos destruir las presas hasta que el combustible
nuclear esté a salvo. Hasta que eso ocurra, haremos que todos
permanezcan en defensa móvil.”

La radiación del combustible nuclear gastado no se descompondría


durante mucho tiempo. Si no recuperaran el combustible y este
quedara atrapado en el río, podría convertir la vasta cuenca en un
campo minado de radiación nuclear. Por otro lado, un intento de
recuperarlo requeriría mano de obra. Todo el personal desperdiciado
en la búsqueda podría emplearse mejor manteniendo las líneas del
frente. Con el ejército del frente norte tan escaso de personal, no podían
dejar que el Grupo de Ataque permaneciera inactivo.

“Como no sabrían comportarse cerca del combustible nuclear, el


Grupo de Ataque quedará fuera de la búsqueda, así como de cualquier
misión para suprimir al Regimiento Hail Mary. Sin embargo, en caso
de que esos imbéciles de hagan explotar el combustible, les
ordenaremos que evacúen, y deberán obedecer de inmediato… ¿Tienes
alguna pregunta, misteriosa belleza de ojos negros? Pregunta.”

“Teniente Segundo Reki Michihi, señora. Si explotan el


combustible, ¿significaría que han fabricado una bomba atómica?
Como… por ejemplo, del tipo que podrías ver en una película de
monstruos.”

La Teniente Coronel Mialona hizo una pausa. “No sería una bomba
atómica, pero… Hmm, digamos que sería algo parecido. Su efecto
sobre la Legión sería mínimo, pero sería tan peligroso para ti y para mí
como para los monstruos de la película.”

“¿Eh? ¿Sólo sería peligroso para nosotros…?” Preguntó Reki.

Vika le respondió, con cara de tener un fuerte dolor de cabeza. No


por la pregunta de Michihi, sino por la exasperación ante la unidad
desertora, que con sus esfuerzos por crear un arma atómica era
probable que produjera algo totalmente distinto.

“Lo que acabas de describir es un dispositivo de dispersión


radiológica, una bomba sucia, Reki Michihi. No tiene la potencia de
fuego de un arma atómica, ni ficticia ni real. No es más que una bomba
ordinaria, con la excepción de que dispersa materia radiactiva que no
le haría nada a la Legión pero que sería letal para los humanos. Un
Reginleif tiene algunas contramedidas para resistir ese tipo de
radiación, pero no puede bloquearla toda, así que tendrías que
evacuar… Por el momento, con entender eso debería bastar. Explicarlo
más llevaría mucho tiempo, y no es terriblemente relevante para
nuestra parte de la operación.”

Cuanto más escuchaba la explicación de Vika, más fruncía Michihi


el ceño, confundida. No porque no entendiera la explicación, ni porque
le disgustara que omitiera detalles irrelevantes, sino por una razón
mucho más básica.

“Si es sólo una bomba que no hace nada a la Legión y sólo es


peligrosa para nosotros… entonces, ¿qué espera conseguir esa gente?”

El Grupo de Ataque fue relegado a la defensa móvil y no fue enviado


para ayudar en la supresión del Regimiento Hail Mary, probablemente
por consideración al hecho de que no estaban acostumbrados a luchar
contra oponentes humanos.

“… Esto es absurdo.” Dijo Raiden, desconcertado. “¿Por qué


intentan fabricar armas atómicas? No es como hacer una tortilla.”

“Creen que sí, por eso acabarán fabricando una bomba sucia… No
tienen ni idea de cuál es el principio real de un arma nuclear.” Replicó
Shin con cansancio.

Las armas nucleares utilizaban la reacción en cadena producida por


la fisión nuclear o la fusión nuclear para desatar la gran cantidad de
energía contenida en un núcleo como fuerza destructiva. No era una
reacción que se pudiera crear mezclando cualquier uranio viejo con
explosivos, como si se mezclara sal con un huevo.
Y el retraso de la misión de destrucción de la presa se debía a
personas con un desconocimiento tan fundamental.

El Regimiento Hail Mary afirmó que salvaría el frente norte, pero


en realidad eran ellos los que lo ponían en peligro. Mientras
permanecieran escondidos en la zona disputada con el combustible
nuclear, el ejército no podría destruir las presas y restaurar la línea
defensiva a lo largo del río. Y mientras tanto, los soldados tenían que
luchar y arriesgar sus vidas en las instalaciones defensivas
defendiéndose de la Legión en su posición más ventajosa: terreno
abierto.

El Regimiento Hail Mary robando ese combustible nuclear iba a


costar la vida a la gente.

Raiden exhaló por la nariz, exasperado. Se dirigían a los


barracones, y el pasadizo que conectaba aquel módulo con la sala de
reuniones tenía el techo bajo. Él era alto y el espacio le resultaba
estrecho.

“Incluso si hicieran un arma nuclear, terminaría siendo inútil. Los


humanos morirían antes de que destruyera la Legión, e incluso si la
usaran para volar a los que están en el frente, luego no podríamos
ocupar esa tierra.”

La zona cero de una explosión nuclear quedó temporalmente


expuesta a una grave contaminación radiactiva. Y para cuando la
radiación se redujera a niveles en los que los soldados pudieran entrar
sin peligro en la zona, la Legión de las líneas de retaguardia se habría
desplazado para reocupar el territorio.

“En mi opinión, los desertores ni siquiera están pensando en ocupar


tierras.” Murmuró Bernholdt, que caminaba detrás de ellos.

Los dos se volvieron para mirarle, y él se encogió de hombros.


Estos jóvenes oficiales de tenían una experiencia en combate que
superaba con creces su edad, pero carecían de ella en otros campos,
como era de esperar.

“Probablemente sólo piensan que vencer a la Legión que pueden


ver es una victoria y no están planeando más allá de eso. Como
monstruos en una película.”

“Hmm… ¿Alguien podría ser tan despistado?”

“Incluso exculpando a los demás, era sería su líder… Noele Rohi,


¿no? Ella es un oficial, por lo que debería saber de estas cosas.”

Un ejército moderno no se limitaba a ir por ahí matando enemigos


a ciegas y presumiendo de cuántos asesinatos conseguía. Se centraba
en los enemigos cuya derrota contribuía a la consecución de objetivos
políticos, tácticos y estratégicos, y consideraba que los demás eran un
esfuerzo inútil. Esto se enseñaba como conocimiento básico en la
academia de oficiales especiales, e incluso Shin y Raiden, que fueron
ascendidos a los seis meses de su formación, sabían hacer esa
distinción.
“Como te dije antes, no deberías usarte a ti mismo como patrón para
medir a los demás. En este caso, sin embargo, no quiero decir que los
estándares en la República fueran una mierda… Esa gente no son
belicistas de pura cepa como los de mi clase, los nobles, o ustedes,
prodigios de los Ochenta y Seis. Son del tipo que no eran lo bastante
buenos para ser combatientes o personal de apoyo y acabaron siendo
enviados a hacer cualquier trabajo que hiciera falta. Eso es todo para
lo que servían. Así que para ellos, las armas nucleares son una especie
de superarma, y pensaron que podían usarlas.”

“Pero eso es estúpido… ¿Qué les haría pensar eso?”

En ese momento, oyeron el ruido de unas botas de combate que se


detenían detrás de ellos.

“Bueno, porque ya no soportan la guerra, así que se lanzaron a


cualquier forma de darle la vuelta a la tortilla de un solo golpe. Creo
que ustedes, más que nadie, sabrían lo que se siente.”

Se dieron la vuelta, sólo para ser recibidos por una figura que
levantaba la mano para saludar. Cabello claro y desteñido que siempre
olía a brisa salada, ojos verdes y un tatuaje de pájaro de fuego.

“Saber que mañana podrías salir a enfrentarte a la Legión, temer


morir y estar tan desesperado por escapar que empiezas a aferrarte a
cualquier pensamiento loco que se te cruza por la cabeza. Algunas
personas son tan tontas como para intentar cualquier cosa cuando se
ponen así.”
Igual que, durante diez largos años, la República trasladó a los
Ochenta y Seis todo el miedo y la humillación que sentían a causa de
la Legión y lo ocultó todo tras la tapadera de la discriminación.

“Coronel Ishmael… Estás vivo.”

“Gracias a ustedes.”

No vestía el uniforme índigo-marino de los Países de la Flota, sino


un uniforme de campaña negro metalizado de la Federación. Debía de
servir como voluntario en el ejército de la Federación. Sonrió y se tiró
del cuello de su uniforme de campaña, como para disipar la duda de
Shin.

“No sólo yo, sino todos los supervivientes de la flota de Mar


Abierto están aquí para ayudar a las fuerzas terrestres a despejar las
rutas de evacuación. Pensé que si la Federación está dispuesta a acoger
a toda nuestra gente, deberíamos ofrecer nuestra potencia de fuego
como tributo.”

En lugar de quedarse atrás y luchar para ganar tiempo durante la


evacuación, lucharon para despejar el camino y mantener la ruta de
evacuación para sus refugiados, y luego se pusieron a cubierto con
ellos bajo la protección de la Federación. Y, tal y como dijo, ofrecieron
a sus soldados como potencia de fuego a cambio de que cada uno de
los civiles de los Países de la Flota fuera aceptado en la Federación.

Todo ello con la vergüenza de haber “abandonado” a las tropas que


se habían quedado para detener a la Legión.
“… Soy el capitán, así que si muriera, no podría mirar a los ojos a
mis hermanos que murieron antes que yo. Tengo que seguir
tragándome mi vergüenza y seguir viviendo.”

Esas palabras hicieron que Shin se diera cuenta de algo. La vice


capitana de Ishmael, Esther, que siempre había estado a su lado en los
Países de la Flota, no aparecía por ninguna parte. Al ver que Shin
jadeaba al darse cuenta, Ishmael sonrió.

“Ser un niño significa que se te permite tener una confianza ciega,


Capitán, pero tienes que tener cuidado. A eso lo llamamos arrogancia.
No puedes asumir que las cosas que fallaste en proteger son culpa tuya.
Eso incluye a Esther, la operación que acabas de terminar, y todas las
operaciones que tienes por delante.”

No tienes que cargar con la culpa de mis hermanos y hermanas,


muchacho.

Shin asintió con la cabeza. El hombre que tenía delante se erguía


con orgullo y dignidad, el capitán que dirigía la flota de Mar Abierto y
a su gente.

“Mis disculpas, capitán.” Dijo Shin.

“Descuida.”

Después de responder con toda la dignidad y el orgullo del capitán de


la flota de Mar Abierto, Ishmael sonrió y le hizo una pregunta.
“Entonces, capitán, ¿usó ese ámbar gris? Recuerdo que Esther se lo
dio a esa chica guapa de cabello plateado de tu escuadrón cuando se
enteró de que tú y la Coronel Milizé se habían ennoviado.”

Se refería a Anju. ¿Fue ella quien le dio a Lena el ámbar gris? En


cualquier caso, Shin hizo una breve pausa antes de responder:

“Me acojo a mi derecho a permanecer en silencio.”

“Quiero decir, nosotros te lo dimos, así que tenemos curiosidad por


saber si le das uso. Esa cosa es bastante difícil de conseguir, ¿sabes?”

Shin sonrió ampliamente, lo que hizo que Raiden y Bernholdt se


apartaran de él asustados.

“Coronel… Está siendo insensible.”

“Sí, supongo que sí.” Ishmael se encogió de hombros con


indiferencia. “Lo siento.”

Para escapar de la persecución del ejército de la Federación, el


Regimiento Hail Mary se dividió en varias células que se escondieron
por los bosques vírgenes que salpicaban las zonas en disputa.

“—Bien. Esto debería ser lo último.”

Escondidos en las ruinas de una choza de carbonero que quedaba


en el bosque, los soldados de una de las células de producción de armas
nucleares depositaron con un thud la bomba nuclear que habían
fabricado. A cada célula de producción se le había asignado una barra
de combustible, y abrieron la carcasa de la barra y metieron las bolitas
del tamaño de una uña de su interior en un contenedor junto con
explosivos plásticos, produciendo su “arma nuclear” artesanal.

Los soldados se quedaron mirando fijamente la bomba que habían


construido, desconcertados por el extraño calor que desprendía, que
contrastaba con el frío clima otoñal del norte. Parecía bastante hecha
al paso, ya que se habían limitado a meter todas las piezas en un cubo
metálico, pero sobre todo…

“Creía que las armas nucleares eran bombas enormes, pero esto es
bastante pequeño y muy fácil de fabricar.”

El fino tubo que lo cubría estaba caliente al tacto, pero arrancarlo


fue, sinceramente, lo único difícil. Y como era tan grueso como el dedo
de un niño, utilizar una herramienta para cortarlo no fue demasiado
difícil.

El martillo de llamas azules que golpearía a la Legión se completó


con una facilidad casi anticlimática.

“No te preocupes por eso, sólo informa de que hemos terminado.


Estoy seguro de que la Princesa Chilm estará contenta si resulta que
nuestra célula de producción terminó su trabajo primero.”

Recordando la amable sonrisa de su comandante, Chilm Rewa, el


caballero regional de la aldea de Sul, tomaron la radio. El Regimiento
Hail Mary no utilizaba Dispositivos RAID. No sabían cómo
funcionaban, lo que los hacía parecer espeluznantes y aterradores.
Además, la dulce Princesa Chilm les dijo que no tenían por qué usarlos,
cosa que todos se alegraron de oír.

Todos empezaron a sentir un cosquilleo doloroso en la parte


posterior de la garganta, como si se hubieran resfriado, pero ninguno
le prestó demasiada atención.

Al llegar la noche, Olivia se dio cuenta de que Kurena salía sola de los
módulos de refugio de la base después de cenar, y se apresuró a
seguirla. A la sombra de las colinas de Neikuwa, que ocultaban la base,
sostenía un manojo de hojas marchitas, probablemente porque las
flores ya se habían marchitado en otoño.

“… ¿Teniente Segundo Kukumila?” Llamó a su espalda.

“Oí que alguien que conocía de los Países de la Flota —la Coronel
Esther— falleció.”

Había que hundir el Stella Maris para que la Legión no se apoderara


de él, y ella se había quedado en la nave para dirigir la operación. Y
con lo grande que era el superportaaviones, destruirlo llevaba tiempo.
Así que alguien tenía que estar allí para hacer frente a cualquier
imprevisto hasta que se hundiera, y para cuando su hundimiento fuera
seguro, la Legión se interpondría en el camino del equipo de
hundimiento, haciendo imposible alcanzar a los evacuados.

“Quería hacerle saber que ya estoy bien… Quería que lo viera con
sus propios ojos.”
“Cap… ¿Alguno de los Pastores de por aquí es Ochenta y Seis?”

Le preguntó Rito a Shin mientras observaban cómo remolcaban a


los Reginleif al hangar.

“Aún no puedo decirlo, pero creo que no.” Shin negó con la cabeza.

Los idiomas de la Federación y de la República eran similares, por


lo que le resultaba difícil discernir cuál de los dos estaba oyendo
mientras escuchaba los lamentos resonantes de las unidades de mando
en la distancia. Sin embargo, el lenguaje no parecía el de un Ochenta
y Seis: el dialecto era más anticuado, probablemente el de un antiguo
noble imperial.

Shin miró a Rito. Durante la batalla en la República, Rito había


luchado y derrotado a alguien que conocía.

“¿Se trata del Teniente Aldrecht?”

“Si fuera necesario, lo volvería a hacer. Pero prefiero evitarlo si es


posible.”

Si alguno de los Ochenta y Seis se convertía en Pastor, él quería


liberarlo, pero… incluso como Pastor, seguía siendo un Ochenta y
Seis, y Rito deseaba no tener que matarlo. Rito apretó los labios, con
el dolor brillando en sus ojos de agate.

“Yo tampoco quería matar al Teniente Aldrecht. Luchó en sus


batallas y murió, así que dijo que era hora de abandonar el Sector
Ochenta y Seis y reunirse con su mujer y su hija… y creo que eso
habría sido lo mejor para él.”

Pararse en lo alto de una colina muy visible era un suicidio en el campo


de batalla. Y así fue como Vika se situó entre las laderas,
contemplando las montañas Shihano desde un punto de escasa
visibilidad, con Lerche de pie a su lado.

“… Su Alteza.” Dijo.

“Padre y mi hermano Zafar están a salvo. Aunque el Hermano Boris


falleció.”

Boris era su medio hermano de distinta madre, y había actuado


como peón en la disputa sucesoria del segundo príncipe contra el
príncipe heredero, Zafar. Y aunque Boris era su hermano, Vika no lloró
mucho su muerte.

“Se quedó atrás en un campo de batalla caído con su consorte para


que la familia real no tuviera que cargar con la responsabilidad de la
derrota. Al final, el Hermano Boris también fue hijo de la casa de los
unicornios.”

Ahora que la casa real había perdido no sólo la cordillera del


Cadáver del Dragón, sino también las tierras agrícolas del Reino
Unido, que eran en gran medida su sustento, necesitaban una hermosa
tragedia para exculparse: que la Legión se cobrara la vida de uno de
los suyos. Una forma de que pasaran por alto la ansiedad y el miedo
causados por la guerra con el odio a la amenaza mecánica.

La Federación, que se fundó hace sólo una década, no podía


hacerlo. Pero el Reino Unido y la casa de los unicornios, que llevaban
un milenio enfrentándose a amenazas extranjeras, no fallarían.

“Puede que hayamos perdido en las fases preliminares… pero


ahora que los nobles imperiales han salido de la nada, veamos qué
pueden hacer.”

Una vez que los miembros de las células de producción terminaron su


importante tarea de fabricar las armas nucleares, aprovecharon
inmediatamente para empezar a celebrarlo. Se emborracharon con
alcohol y, en consecuencia, empezaron a vomitar profusamente, por lo
que se quedaron descansando en un almacén militar abandonado de la
Federación. Por ello, Kiahi tuvo que abandonar la unidad principal de
Noele para recuperar el arma nuclear.

“… Para empezar, nunca confié en ese maldito presidente.” Dijo


amargamente Kiahi mientras conducía el camión con sus amigos de la
infancia Milha y Rilé en el asiento trasero.

Tenía el cabello rubio pálido con un corte bajo y sus ojos amarillo
claro miraban la oscura selva virgen mientras cabalgaban por la noche.

Hace once años, cuando Ernst Zimmerman lideró la revolución,


Kiahi también tenía grandes esperanzas. Sus padres y los líderes del
pueblo hablaban de los méritos de la democracia, de la maravillosa
libertad e igualdad que les traería, y Kiahi se dejó llevar por su
entusiasmo.

¿Y dónde estaban ahora? La revolución triunfó y se formó la


Federación, pero el mundo que rodeaba a Kiahi sólo cambió a peor. La
libertad y la igualdad que le prometieron resultaron estar muy lejos de
ser maravillosas. No eran más que problemas y miseria.

Todas las decisiones que tomaban el caballero regional y los líderes


de la aldea se imponían ahora a los ciudadanos. Esta era su “libertad”.
Se les obligaba a estudiar cosas que no deseaban ni necesitaban, como
escribir, leer y hacer cuentas. Esta era su “igualdad”.

Y al final…

“Solía liderar a todos los chicos del pueblo; era el más fuerte de
todos… pero el ejército no me encuentra un papel adecuado. ¿Cómo
puede ser eso culpa mía? Es culpa del ejército.”

Kiahi se presentó voluntario para la división acorazada, creyendo


que un hombre fuerte como él rendiría bien en un Vánagandr. Pero el
ejército le obligó a hacer exámenes académicos sobre temas que nada
tenían que ver con el manejo del Feldreß y le rechazó.

Incluso cuando solicitó ser soldado de infantería blindada, tuvo que


hacer exámenes académicos innecesarios y acabó relegado a conducir
un camión para el cuerpo de transporte. Conducía viajes de ida y vuelta
dentro del territorio de la Federación como un estúpido pato que se
contonea de un lado a otro.

Ese no era trabajo para un soldado. Era el héroe más fuerte de la


ciudad. Ser camionero no le convenía.

“Por eso mataron a Tsutsuri, Nukaf y Kina.” Respondió Rilé.


“Hisno aprobó el examen académico y se convirtió en oficial al igual
que la princesa, y Ratim también se convirtió en soldado de infantería
blindada de esa manera. No me lo puedo creer.”

Rilé era una chica Agate con un llamativo cabello castaño, bastante
inusual para un ciudadano Marylazuliano.

“Ese enjuto cuatro ojos, un soldado de infantería blindado. ¿Por qué


no ven que enviando escuálidos como él al frente es por lo que están
perdiendo la guerra?”

“Nos han engañado.” Espetó Milha en su habitual tono


enfurruñado. “La revolución, el ejército, todo ello no ha hecho más que
empeorar nuestras vidas.”

De todos los niños de aquí, él era el más pequeño y delicado.

“Nos quitan la central, no nos juzgan con justicia y nos obligan a


tomar cosas que no queremos… Nos explotan. Todo para que los
oficiales y los comandantes se beneficien de nosotros.”

“Sí. Pero ahora vamos a poner fin a todo eso.” Kiahi sonrió,
enseñando los dientes.
Justo al pasar estos árboles, podían ver la casa civil donde estaba
escondida su carta de triunfo, su bomba. Por desgracia, no era una
espada llamativa o un impresionante Feldreß, sino una bomba
antiestética. Aun así…

“Con esto, podemos hacer que las cosas vuelvan a ser cómo eran
antes. Podemos poner las cosas en su sitio.”

Podría volver a ser un héroe. Al estatus que se merecía.

*****

En esta época de finales de otoño, una espesa niebla matinal se cernía


sobre la cuenca que servía de campo de batalla del segundo frente del
norte. La niebla, que tapaba la tenue luz del amanecer, servía de
cobertura conveniente para las unidades atacantes de la Legión. Es
más, hace apenas un mes, esta cuenca servía de base del segundo frente
norte. Los cuarteles y almacenes construidos aquí tuvieron que ser
abandonados cuando la línea retrocedió. Y ellos también se fundieron
en la blanca oscuridad de la niebla, ocultando a la vista las siluetas
mecánicas que avanzaban silenciosamente.

Y lo mismo ocurría con los esqueletos de color blanco puro que


estaban al acecho, con todos sus sensores en modo pasivo.

“—Abran fuego.”

Una vez que la unidad Ameise y la compañía Grauwolf que la


acompañaba entraron en la zona de muerte, atacaron desde todas las
direcciones. Prediciendo el camino del enemigo con la ayuda de la
habilidad de Shin, los Reginleifs emboscados salieron de sus
escondites, impidiéndoles avanzar o retroceder.

En términos de ejército humano, el grupo enemigo equivalía a un


batallón de infantería. Los ligeros Grauwolf iban escoltados por unos
pocos Löwe, y los Ameise se encargaban del reconocimiento y la
vigilancia.

En primer lugar, destruyeron el Ameise para eliminar su capacidad


de sensores. El Löwe y el Grauwolf tenían sensores débiles, y sin el
Ameise, perdieron la mayor parte de su capacidad de reconocimiento,
pero los Reginleif estaban tan impedidos por la niebla como ellos.
Pusieron sus radares en activo y cambiaron sus sensores ópticos al
modo infrarrojo, sondeando sus alrededores mientras atravesaban a
toda velocidad la niebla blanca.

En su holo-pantalla, Shin vio cómo un Löwe detectaba un láser


direccional e instantáneamente desviaba su torreta para disparar.
Cuando la torreta atravesó la niebla, el Undertaker de Shin se abalanzó
sobre ella por detrás, agarrándose a su espalda.

Trabajó en tándem con Raiden, que proyectaba a propósito el láser


direccional de Wehrwolf, sabiendo que sería detectado. Como Shin
podía oír los lamentos de la Legión, no necesitaba el radar para
encontrar el camino a través de la niebla. Y la imprecisión de su radar
significaba que no transmitía ninguna onda de radio que los débiles
sensores del Löwe pudieran detectar; era invisible para su oponente.
Fue un ataque sorpresa perfecto, y el Löwe fue incapaz de
reaccionar. Shin se agarró a la indefensa parte trasera de su torreta y
activó sus martinetes. Los pilotes eléctricos frieron el procesador
central del Löwe, que cayó al suelo con un thud. Shin saltó de él y
cambió el rumbo de Undertaker para perseguir a su siguiente objetivo.

“—Increíble.”

La infantería blindada que acompañaba a la unidad de Shin miraba


atónita.

Al igual que la infantería escoltaba a los tanques, las armas


acorazadas no actuaban solas y normalmente iban acompañadas de
infantería acorazada, que servía de exploradora y eliminaba a la
infantería enemiga. Dado que era la primera vez que el Grupo de
Ataque luchaba en el frente norte y la primera vez que desplegaba
Reginleifs aquí, se les unió una unidad veterana y fiable de infantería
acorazada.

Pero a pesar de llegar, la infantería blindada que escoltaba al Grupo


de Ataque no tuvo oportunidad de contribuir al combate.

Las partes vitales de la infantería acorazada estaban cubiertas por


un blindaje que podía resistir el fuego de las ametralladoras, y sus
exoesqueletos Úlfhéðnar les daban la fuerza necesaria para llevar
ametralladoras pesadas de 12,7 mm. Esto les permitió eliminar a
Ameise, Grauwolf y, ocasionalmente, incluso a Löwe. Pero ante un
combate tan rápido y de alto nivel, se veían impotentes para ayudar.

“Sin embargo.” Susurró el capitán de infantería blindada bajo su


visor. Había oído los rumores sobre las élites del Grupo de Ataque, sus
logros y sus antecedentes. Él, un hombre corriente que creció en una
ciudad de provincias de los territorios con una central nuclear como
único activo, los admiraba como a héroes de cuento de hadas.

Pero los niños soldados del Grupo de Ataque…

“Son increíbles, pero…”

Se recurría a la defensa móvil cuando una unidad enemiga atravesaba


la primera línea de soldados de infantería. Una unidad acorazada
situada en la retaguardia entraba rápidamente, utilizando su movilidad
superior para eliminar rápidamente al enemigo con una potencia de
fuego abrumadora. Si permitían que la Legión retrocediera, había una
posibilidad real de que atacaran a la primera línea de soldados de
infantería por la retaguardia.

Contemplando los restos de la Legión, que había sido literalmente


aniquilada, Shin se permitió relajarse en el interior de Undertaker. La
primera línea estaba formada por infantería, impedimentos antitanque
y cañones antitanque. Incluso ahora, las explosiones intermitentes de
las minas antitanque servían como una especie de alarma, revelando
las posiciones de los desafortunados enemigos a la infantería blindada
y a los cañones antitanque.

Los ingenieros de combate, que se habían retirado durante la batalla


para no estorbar a los Reginleif, avanzaron de nuevo y reanudaron su
tarea de destrozar los barracones y almacenes. En el borde de su holo-
pantalla, Shin pudo ver cómo los ingenieros se asomaban a los restos
y se persignaban. Detuvieron su pesada maquinaria y, permaneciendo
cautelosos ante cualquier trampa enemiga, se acercaron a los
escombros antes de sacar algo de su interior. Eran los cadáveres de un
hombre y una mujer… No, el hombre también acunaba el cuerpo de
un niño.

Los Vargus que una vez vivieron aquí evacuaron la zona hace años,
por lo que estos eran probablemente los cuerpos de los refugiados de
los Países de la Flota. Probablemente se apartaron de la fuerza de
evacuación principal y huyeron hasta aquí, pero sus fuerzas flaquearon
antes de llegar a un lugar seguro.

Shin vio que el cadáver del niño abrazaba un pequeño juguete de


peluche y apartó la mirada. El niño se había negado a soltar su juguete
favorito incluso cuando la familia de tres miembros corría para salvar
la vida. Un niño tan inocente, a una edad tan tierna, fue asesinado sin
que nadie le ayudara o protegiera. La verdad de la situación hizo que
Shin se sintiera miserable.
El Grupo de Ataque, enviado para salvar el segundo frente del norte y
su ejército, estaba afortunadamente bajo el mando de la 37ª División
Blindada, igual que él. Las blancas armas blindadas estaban alineadas
en el hangar, brillando incluso a través del polvo de la guerra.

“—Esa es la lista de comprobación hecha. Tú encárgate del resto,


Guren.”

“Sí, por supuesto.”

Al parecer, estaba hablando con un miembro de la tripulación de


mantenimiento. Mientras el comandante del Grupo de Ataque hablaba
con el hombre alto y con gafas, Vyov Katou, un soldado de infantería
acorazado recién alistado, lo miraba con admiración.

El Reaper sin Cabeza del frente occidental. El As de los Ochenta y


Seis, el Capitán Shinei Nouzen.

Tenía el cabello negro como el carbón de un Onyx, los ojos carmesí


de un Pyrope y los rasgos faciales bellos y hermosos de los nobles. Era
la leyenda viviente que dirigía la unidad de élite que montaba los
modelos más recientes de Feldreß, los Reginleif.

Esa unidad fue enviada a compañías que se tambaleaban al borde


de la derrota y las salvó a todas. Contaba en sus filas con combatientes
de primera clase de la Federación, la Alianza y el Reino Unido. Había
oído los rumores, pero al ver el Grupo de Ataque en persona, su
impresión fue…

“—Son realmente increíbles. Son geniales.”


El frente norte también estaba siendo presionado por el ejército de
chatarra y se tambaleaba al borde del colapso. Pero ahora que el Grupo
de Ataque estaba aquí, seguramente se salvarían. Al fin y al cabo, eran
héroes y lo resolverían todo a la perfección.

“Yo también tengo que hacerlo lo mejor posible.”

La situación se estaba inclinando a favor de la Legión, y para dar la


vuelta a las cosas, necesitarían lanzar una operación en los dominios
del enemigo. Dicho de otro modo, la presión de la Legión les estaba
obligando a actuar, de forma similar a la temeraria carga de hace seis
meses para tomar la Montaña Colmillo de Dragón durante aquel
verano nevado en el Reino Unido.

“No puedo oír ningún Dinosauria. No parece que haya unidades de


blindados pesados en el frente de la Legión.”

Justo cuando se disponía a regresar, Shin se topó con Vika y Lerche


en el pasillo que conducía del bloque de hangares del Reino Unido a
los barracones. Al parecer, volvían a por provisiones y para un cambio
de turno.

Para atravesar las líneas del frente humano, la Legión utilizó


escuadrones de blindados pesados con Dinosauria y Löwe como fuerza
principal. En el Reino Unido, se escondieron entre las unidades de
suministro y transporte de la Legión en la retaguardia de las líneas de
la Legión para colarse, eliminar las fuerzas blindadas del Reino Unido
y aislar el Grupo de Ataque. Por ello, tanto Shin como Vika
desconfiaban de esta táctica. No tenían intención de caer en la misma
trampa por segunda vez.

“Pero hay muy poca Legión con blindaje pesado en el frente. Hay
Vánagandrs encargándose de la defensa móvil en otros sectores, así
que el terreno no es demasiado quebradizo para que los Löwe se
muevan. Tenemos que asumir que los mantienen en la retaguardia para
conservar fuerzas.”

“Si no puedes oírlos, no tenemos otra opción. Haré que envíen


exploradores.”

Lerche obedeció las palabras de Vika sin siquiera mirarla. Shin, sin
embargo, sí la miró, y ella sonrió y se inclinó con elegancia, sus ojos
de cristal parecían decir que ella se encargaría.

“Si son unidades de blindaje pesado, es imposible que se oculten


tan bien…” Dijo Vika. “Además, hemos luchado en un vasto campo
de batalla sin un Esper como tú para explorar al enemigo por nosotros.
Conocemos bien todos los posibles escondites.”

“Gracias… Y hay algo más que quería preguntar.”

Los imperiales ojos violetas de Vika se volvieron para mirar a Shin.


Esto se refería a algo que Shin no tenía forma de saber por sí mismo.

“¿Conoces algún método, algún truco que los Dinosauria puedan


utilizar para llegar al frente sin moverse por su cuenta o sin que los
Tausendfüßler les remolquen? He estado vigilando los movimientos
de sus unidades de transporte, pero tampoco parece que se escondan
allí.”

La habilidad de Shin no le permitía oír los lamentos de la Legión


en modo apagado, pero la Legión tampoco podía moverse mientras
estaba apagada. Aunque los Tausendfüßler pudieran remolcarlos —y
Shin no sabía si era posible que tiraran de un Dinosauria de cien
toneladas—, Shin oiría las voces de los Tausendfüßler. Y si se movían
en grupo, Shin seguramente se daría cuenta.

Vika parpadeó una vez.

“Sí. O mejor dicho, no se puede llamar a esto exactamente un truco.


Depende del terreno, pero hay un medio de transportar cosas en
grandes cantidades que es mucho más antiguo que el avión o la
locomotora.”

Como comandante del frente en su país natal, conocía bien las rutas
de suministro y los medios de transporte, y como príncipe, estaba
familiarizado con la distribución de su país y su historia. Para él, la
respuesta era evidente.

Luego, como si se diera cuenta de algo, se burló.

“… La insensatez del Regimiento Hail Mary reveló a la Legión la


presencia del Grupo de Ataque en la zona, a pesar de nuestra intención
original de mantenerlo en secreto. Fue la Legión quien nos obligó a
esta operación de avance, y como hemos enviado exploradores a
comprobar la ruta, deben haber visto sus objetivos. Así que, ¿por qué
no usamos eso como cebo mientras estamos en ello?”

“Si vale la pena usarlo, no me importa. Pero contesta primero a la


pregunta que te he hecho.” Dijo Shin, entrecerrando los ojos con
cansancio.

“Más tarde te escribiré un informe, así que léelo. Y lo que es más


importante.” Respondió Vika a la mirada de Shin con una sonrisa
burlona. “No estaba segura de cómo actuarías sin Milizé cerca, pero
estás sorprendentemente tranquilo.”

Shin siguió mirándolo, pero no hizo nada más. De todos modos,


esta serpiente no escucharía nada de lo que dijera.

“Estoy tranquilo porque ella no está. Sin ella, tengo que asumir
parte de su papel. No quiero fracasar y que luego eso también le pese
a ella.”

Normalmente, en el Grupo de Ataque, el derecho de mando de la


comandante táctica pasaba a sus oficiales de personal táctico, por lo
que Shin no podía asumir esas funciones. Pero podía encargarse de sus
otras responsabilidades, como interactuar con otras unidades o en
reuniones sociales con otros oficiales. Como Lena no estaba allí para
llamar la atención con su aspecto o sus logros, él podía sustituirla.
Después de todo, su linaje era único en la Federación, ya que era una
mezcla de Onyx y Pyrope, y era el comandante general de operaciones
del Grupo de Ataque.
Estos deberes no podían evitarse, y él quería ser capaz de hacer al
menos eso. Igual que había hecho Lena hasta ahora… Igual que las
últimas palabras que les dejó el general de división Richard.

No te diré que respondas a eso con toda tu forma de vida.


Dondequiera que te afilies, usa tu ingenio y victorias por ellos.

Tenía que aprender. Como miembro del ejército de la Federación,


y a pesar de ser un Ochenta y Seis que nunca pudo encajar del todo ni
compartir sus valores. Aunque no pudiera responder con toda su forma
de vida, tendría que aprender a vivir en el ejército de la Federación y
en este país. Aprender a evitar discordias innecesarias, a soportar los
enfrentamientos que no podía evitar, y a negociar, ajustar y transigir
para evitar rupturas fatales y encontrar un camino de mutuo acuerdo.
Necesitaba aprender cómo funcionaba la política, tanto dentro de una
organización como en la sociedad en general.

Además, no quería que Lena se preocupara cuando se estaba


recuperando, ni quería que su propia conducta afectara a su reputación
y, por si fuera poco, no quería parecer torpe o deficiente.

“No puedo seguir siendo un niño para siempre… así que le usaré
como ejemplo, Alteza.”

“No me importa, pero no pierdas demasiado la inocencia, o Milizé


podría venir a quejarse. Tengo que soportar que intentes abrirme la
cabeza; no necesito que también Milizé me persiga.”
“¿Cómo sabes sobre…? Y no intentaba abrirte la cabeza. Iba a
despacharte con una pala y tirarte al mar.”

“… Así que ese escalofrío que sentí en el Stella Maris fue realmente
por ti…”

“Eso me recuerda. Sobre la Cigarra…”

No fue sólo Lena; Vika hizo que Anju y Kurena también se la


pusieran.

“Supongo que no debería haberlo mencionado… ¡Lerche,


encárgate de esto!” Vika se alejó con pasos rápidos, dejando atrás a
una nerviosa Lerche.
IMAGEN
“¡¿Eh?! Alteza, ¡eso es cruel!” Exclamó, pero luego se volvió para
mirar a Shin, con una expresión trágica y valiente en el rostro. “Muy
bien… Sir Reaper. ¡Reclama mi cabeza y deshazte de mí aquí!”

“La culpa es de Vika, así que no voy a arremeter contra ti…


Además, te suele arrancar la cabeza, así que no contaría como
«despacharte».”

“… Ooh.” Lerche inhaló sorprendida, como si acabara de darse


cuenta de alguna verdad profunda.

“No te hagas la impresionada.”

“Su consejo es bienvenido y comprendido, Coronel Grethe Wenzel.”

Al ver a la jefa de oficiales de personal del frente norte, una mujer


educada y de rasgos suaves, Grethe pensó en lo diferente que era su
propia jefa de oficiales de personal. Sólo en apariencia, claro, pero…

“También hemos detectado que el número de fuerzas con blindaje


pesado del enemigo es menor de lo esperado y hemos enviado a
nuestros exploradores a investigar. Tenemos dispositivos de
reconocimiento autónomos, así como humanos, vigilando, así que no
creo que pasemos nada por alto, pero se agradece tu aportación.”

Los dispositivos de reconocimiento autónomos no tripulados del


ejército de la Federación eran útiles para evitar bajas en peligrosas
misiones de exploración, pero tenían grandes defectos. Como se
desplazaban por tierra, sus cámaras tenían un alcance limitado, y había
algunos tipos de terreno que no podían penetrar. Además, como los
datos se enviaban de forma inalámbrica, las interferencias del
Eintagsfliege a menudo lo impedían. Y como los exploradores
experimentados podían confiar en su propia intuición, los dispositivos
autónomos de reconocimiento no les sustituían.

Pero, por otro lado, las incursiones de los exploradores en zonas


disputadas implicaban grandes pérdidas, y ese era un sacrificio que el
frente norte, que ya había perdido muchas tropas durante la segunda
ofensiva a gran escala, no estaba dispuesto a hacer.

Eso significaba que la mayoría de los exploradores enviados serían


voluntarios de los Países de la Flota, en lugar de soldados de la
Federación.

Grethe se sentía amargada por ello, pero sabía que no debía


expresarlo con palabras. Criticar al jefe de oficiales de personal por
esta decisión no serviría de nada, y los soldados de los Países de la
Flota sabían que era el precio que tenían que pagar a cambio de que
toda su nación quedara bajo el ala de la Federación.

“El Grupo de Ataque también puede enviar su unidad Alkonost si


es necesario. De hacer falta, sólo tiene que dar la orden.”

“Gracias, lo tendré en cuenta. Si no fuera por el Regimiento Hail


Mary, habríamos podido mantener en secreto la presencia del Grupo
de Ataque en la zona hasta la operación de destrucción de las presas…”
Los ojos oscuros del jefe de oficiales de personal brillaron con una luz
cruel y aguda. “Pero resulta que hay gente por ahí que es mejor que no
haga nada… Es curioso cómo, a pesar de no ser capaces de hacer bien
su trabajo cuando estaban de nuestro lado, nos causan tantos problemas
cuando actúan contra nosotros.”

Tras terminar su turno de defensa móvil, Tohru volvió a la base. Pero


a la hora de cenar, no tenía mucho apetito.

“Ah, Rito ha vuelto a tomar una ración extra de carne.” Dijo,


mirando distraídamente a otra mesa.

“Tohru, quizá deberías preocuparte menos por lo que come Rito y


centrarte en terminar lo que tienes en el plato.” Dijo Claude, que se
sentó frente a él.

Shin y Raiden, así como otros capitanes de escuadrón como


Michihi y Rito, fueron invitados a sentarse con la unidad de infantería
que los escoltaba. Por lo que pudieron oír, parecía que estaban
discutiendo planes para futuras operaciones. El capitán de la unidad de
infantería, un joven con gafas, hacía preguntas con entusiasmo a los
Ochenta y Seis: si tenían alguna petición sobre movimientos, o
sugerencias para futuras estrategias, etcétera. Mientras tanto, los
fornidos soldados de infantería blindada cargaban más carne en sus
platos, insistiendo en que los niños en edad de crecimiento necesitaban
muchas proteínas en sus dietas.

En realidad, Shin y los demás les seguían el juego para mejorar las
relaciones con los soldados de infantería, ya que la mayoría de las
veces habían hecho lo que les daba la gana y los habían ignorado en el
campo de batalla. Tohru lo entendía, y sin embargo…

… ¿Algo de esto importa?

Tohru no pudo evitar preguntarse eso. Después de todo, seguían


perdiendo la guerra… Seguían perdiendo contra la Legión. Se había
vuelto dolorosamente claro para él. Después de todo lo que había
pasado, ¿cómo podría no ser así? Este frente norte al que fueron
enviados ya estaba plagado de agujeros. Y ahora mismo, su trabajo
consistía en ir tapando esos agujeros allí donde aparecieran.

Era la primera operación desde que llegaron a la Federación en la


que no ganaban nada. Aquí, luchaban simplemente para mantener una
batalla a punto de desmoronarse. Incluso el Grupo de Ataque, creado
como unidad ofensiva para penetrar en territorio enemigo y atacar
posiciones importantes, era enviado a misiones defensivas. Así de mal
se había puesto la situación, y aquí, Tohru y los Ochenta y Seis se
habían encontrado cara a cara con ese hecho.

Tampoco fue sólo la Federación. El Reino Unido perdió la


cordillera del Cadáver del Dragón, y la Alianza tuvo que retroceder
hasta su última línea defensiva. Las comunicaciones con los países del
sur, los del Lejano Oriente y la Teocracia se habían cortado, y la
República, que esta vez había caído con toda seguridad, estaba en
completo silencio. Los únicos refugiados de los Países de la Flota que
encontraron ahora eran cadáveres.
Daba la sensación de que todas sus batallas hasta ese momento
carecían de sentido. Creían que, tras sobrevivir al Sector Ochenta y
Seis, tenían el poder de labrarse un camino hacia el futuro. Pero eso no
era más que arrogancia: la realidad era más cruel.

“… Tohru, no estás comiendo.” Le volvió a reñir Claude.

“Mm.” Tohru tarareó una vaga respuesta y se llevó una cucharada


de comida a la boca.

Era un plato regional que se hacía envolviendo carne picada en


masa de trigo e hirviéndola en sopa. Lo iba probando poco a poco, pero
en realidad no percibía su sabor. Sabía que tenía un condimento
picante, pero la sopa transparente, espolvoreada con hierbas, no tenía
mucho aroma. ¿De qué tipo de caldo estaba hecha? ¿La carne era de
cerdo, de ave o de cordero? Intentó pensar en lo que estaba comiendo,
pero se sintió como un autómata, limitándose a masticar la comida y
hacerla tragar.

Ni siquiera podía entusiasmarse con la misión de destruir las presas,


que era su tarea original en la zona. Destruir todas las presas a lo largo
del río Kadunan, construido para recuperar la tierra de la cuenca
Womisam, significaba convertir toda la tierra agrícola del área de
nuevo en humedales. Lo que, a su vez, significaba…

Frederica, que estaba sentada a su mesa, susurró como si no pudiera


contenerse más.

“Los soldados de aquí tendrán que tirar sus casas…”


El peso de sus palabras obligó a los demás a guardar silencio.
Shiden, que se sentaba frente a ella, alargó una mano y le dio un
golpecito en la frente con el dedo corazón.

“¡Ay! ¿Por qué hiciste eso, Shiden?”

“Deja de poner esa cara agria, chiquilla. Es como dijo el viejo


Ishmael, ¿no? Que no protejas algo no significa que sea culpa tuya.
Creo que tenía razón.” Dijo Shiden. “Lo primero que tienes que
proteger es a ti mismo. Luego a la gente que te rodea. La gente a la que
no puedes llegar, bueno, eso está fuera de tu control, así que no debes
culparte. Depende de ellos mantenerse a salvo, y si no pueden hacerlo,
es cosa suya, no nuestra.”

Algunas cosas no salieron bien aunque todos se esforzaron al


máximo. Y eso no era culpa de nadie. Así que lo único que se podía
hacer era admitirlo, admitir que no era culpa de nadie y que no se podía
evitar.

“La gente de por aquí también lo intentó con todas sus fuerzas, pero
no pudo salvar su patria. Eso no es culpa suya, y seguro que no es
nuestra ni tuya, chiquilla. Así que deja de fruncir el ceño, ¿quieres?”

Sin embargo, Frederica hizo una mueca.

“… ¿Es tan malo desear salvarlo todo?” Preguntó.

Shiden clavó el tenedor en un envoltorio de carne y se lo llevó a los


labios. Era un tenedor viejo, cubierto de arañazos.
“No está mal, pero no tiene sentido que una persona intente salvar
a todos a su alrededor, incluso a gente que no puede ver. ¿Quién te
crees que eres, Dios o algo así? Y tampoco eres un cerdo blanco de la
República. Ellos son los que nos ordenaron salvar a todos.”

Frederica se calló, pero Tohru habló en su lugar.

“Aun así, como ella dijo, esta es una operación de abandono. Por
eso estamos aquí, ¿verdad?”

Restaurar el río Roginia impediría a la Legión cruzarlo, pero


también impediría a la Federación alcanzar la orilla norte. Esta
operación demostró que, en la práctica, la Federación no tenía
intención de recuperar las tierras al norte del río Roginia. Y aunque era
cierto que el hecho de esforzarse por evitar la contaminación radiactiva
implicaba que sí tenían intención de regresar algún día, seguían
renunciando a ello a corto plazo.

“Es algo así como… el Sector Ochenta y Seis, ¿saben? ¿Recuerdan


esas habitaciones donde el techo seguía goteando, y teníamos que
correr colocando cubos? Luchamos y luchamos, pero la Legión nunca
deja de atacar. Siempre es lo mismo. Igual que en el Sector Ochenta y
Seis, donde teníamos que seguir luchando, sin esperanza de cambio.”

Apenas sobrevivir al día, sin esperanzas para el futuro. Batallas sin


una solución clara y fundamental. Conflictos en los que sólo podían
mantener a raya a la Legión, pero nunca derrotarla decisivamente, en
los que sólo podían esperar el día en que fueran derrotados. Como en
el Sector Ochenta y Seis.
Tohru apretó los labios. Sabía que no debía decirlo, pero de igual
manera las palabras salieron.

“Realmente estamos… perdiendo esta guerra.”

La vida en el Sector Ochenta y Seis debería haberlos acostumbrado


a esta desesperación, y sin embargo…

Para mostrar el poder de sus armas nucleares, tendrían que hacer


estallar la Legión delante de los militares de la Federación. Pero dado
el poder destructivo del armamento atómico, no podían detonarlo
demasiado cerca de la línea defensiva de Roginia. Necesitaban un
lugar relativamente alejado, pero aún disputado, donde las fuerzas de
la Legión estuvieran desplegadas y combatiendo.

Basándose en esos criterios, Noele eligió una intersección en lo más


profundo de la zona en disputa. Era un punto en el que se cruzaban
carreteras asfaltadas, algo bastante inusual en un antiguo territorio de
combate como la cuenca del Womisam. Era un punto clave tanto para
las fuerzas blindadas de la Legión como para los militares de la
Federación, que lo utilizarían como ruta de invasión al lanzar
contraofensivas.

“Empezaremos por recuperar este lugar. Rex, ¿estamos listos?”


Preguntó Noele.

“Sí, Noele.” Su compañero, el Teniente Segundo Rex Soas, asintió


levemente.
Tenía el cabello corto de color chocolate y era el único miembro
del Regimiento Hail Mary descendiente de una línea de caballeros
hereditarios.

A pesar de que su familia era de más alto rango que la de Noele, le


cedió el papel de comandante del regimiento, creyendo que el papel de
un caballero era obedecer a una bella princesa.

Los subordinados de Rex regresaron tras manipular un vehículo


bomba. Cargaron una de las armas nucleares que habían fabricado en
su maleta y luego ajustaron la dirección y el acelerador para que el
vehículo siguiera conduciendo por su cuenta, sin piloto, a través del
bosque. Al confirmar que sus hombres habían regresado al camión de
Rex, Noele subió a su propio vehículo. Los dos comandantes
encendieron sus motores.

“Asegúrate de vigilar el arma.” Dijo Noele. “Pero mantén una


distancia segura de ella. Es extremadamente poderosa.”

“Lo sé, no te preocupes. Pusimos el temporizador para tener tiempo


de sobra para escapar.”

Los dos camiones se alejaron. Frente a ellos, el vehículo bomba se


alejó rodando, dirigiéndose entre los árboles hacia la unidad de la
Legión.

*****

<<Bug 239 a Firefly.>> <<Ataque con vehículo bomba detectado.>>


<<Se presume que está cargado con una bomba sucia.>>
Al escuchar este informe de una de las unidades en la zona en
disputa, la unidad comandante de las fuerzas de la Legión que se
oponen al segundo frente norte, un Dinosauria, por un momento se
quedó en silencio.

<<Firefly, recibido. Propósito del ataque desconocido.>>

Una bomba atómica real habría sido una cosa, pero esto era sólo
una bomba sucia. Tendría poco efecto sobre la blindada y metálica
Legión. Es más, la radiación afectaba a amigos y enemigos por igual,
lo que significa que una bomba sucia sólo serviría para restringir el
radio de acción de la humanidad.

Así que la unidad de mando no sabía qué hacer. No estaba claro


cuál era el propósito detrás del uso de esta bomba sucia. ¿Era una
distracción? ¿Un engaño de algún tipo? ¿Un experimento? ¿Qué
pretendía conseguir el ejército de la Federación?

<<Rastrea la unidad de la bomba sucia y reúne información. Los


ataques contra el ejército de la Federación se detienen hasta que se
pueda averiguar su propósito.>>

*****

El arma nuclear detonó. La explosión sacudió el bosque y las ondas de


choque agitaron las copas de los árboles. Pero eso fue todo. No hubo
una bola de fuego cegadora, ni una columna negra de humo que se
elevara hacia el cielo. Noele miró atónita el bosque, que debería haber
quedado reducido a un cráter devastado.
El estruendo de la explosión fue demasiado débil. La onda
expansiva que debería haber arrancado árboles enteros sólo sacudió las
copas de los árboles.

Esto no puede ser.

Con la cantidad de uranio que uno podría tener en las manos se


podría fabricar un arma nuclear capaz de evaporar bosques enteros y
quemar blindados. Cuando Noele era pequeña, la Princesa Niam le
mostró imágenes de un experimento realizado entre la Casa Mialona y
el ejército imperial. Y como utilizaron explosivos para detonar un
trozo de uranio igual de grande, debería haber producido la misma
potencia de fuego.

“No puede ser… ¡¿Por qué?!”

Rex había oído hablar a Noele del poder de las armas nucleares, pero
la explosión no se parecía en nada a lo que ella había dicho.
Sospechando que algo había fallado, dio la vuelta al camión y regresó
por donde había venido. Una explosión tan débil no haría ni un rasguño
a una unidad de la Legión, pero por alguna razón no había ningún
Ameise en la zona. Incluso cuando llegaron al epicentro de la
explosión, que supuestamente estaba lleno de unidades de la Legión,
no se toparon con ningún enemigo.
No quedaron demasiadas marcas de la explosión. El camión
detonó, pero no causó más daños que los que normalmente habría
provocado el explosivo de gran potencia introducido en el cubo.

“Hmmm… Algo debe haber fallado.” Dijo, ladeando la cabeza con


curiosidad y acercándose a las llamas parpadeantes.

El fuego tenía una extraña y viva coloración. Danzaba sobre los


restos del cubo y las pastillas de combustible nuclear.

Era bonito. Casualmente extendió la mano hacia ella.

El puesto de vigilancia de rayos gamma, creado originalmente para


detectar accidentes nucleares, constató un aumento de la radiación. El
adjunto de la Teniente Coronel Mialona informó entonces de que la
Legión se había retirado de la zona de explosión de la supuesta arma
nuclear. Al oír esto, la Teniente Coronel frunció el ceño. Estaba en su
despacho de la base de la división, instalada en un grupo de módulos
de refugio.

“¿Los rayos gamma potentes realmente tendrían un impacto en


ellos? No, tal vez sólo están siendo cautelosos…”

La cerámica y los metales eran resistentes a la radiación, y el


procesador central de la Legión estaba hecho de Micromáquinas
Líquidas. Tendría menos efectos que sobre los nervios craneales o los
semiconductores, que eran débiles a ella.
“Restringimos el acceso al lugar de la explosión, pero descubrimos
y capturamos a Rex Soas y a tres de sus subordinados en la zona. A
juzgar por lo contaminados que están, es probable que entraran en el
lugar de la explosión y no pudieran moverse en su camino de vuelta.”

“Hiciste bien en cortar el acceso al lugar, Hisno. Descontaminar los


Vánagandrs habría supuesto bastantes problemas. En cuanto al
Teniente Segundo Soas y sus subordinados…” La Teniente Coronel
Mialona miró a su ayudante. “¿Están lo suficientemente bien como
para ser interrogados?”

“Ahora mismo, sufren una grave enfermedad por radiación y no


paran de vomitar… Si mejoran, tal vez.”

“… Ya veo.”

El combustible nuclear gastado expuesto había sido fijado a explosivos


de gran potencia, que lo dispersaron en todas direcciones. El “arma
nuclear” llenó el punto de detonación con grandes cantidades de
materia radiactiva sin ningún tipo de blindaje, convirtiéndolo en una
zona altamente irradiada.

La Legión, sin embargo, no se vio tan afectada por la radiación


como los humanos. Por esa razón, el punto de detonación se convirtió
en un lugar al que el ejército de la Federación no podía acercarse, lo
que permitió a las fuerzas blindadas de la Legión avanzar y ocuparlo.
Esto les permitió establecer una base de avanzada justo en medio de la
zona en disputa.

Al recibir la noticia, los Ochenta y Seis se desanimaron aún más.


No entendían ni les importaba mucho el “arma nuclear”, pero perder
terreno ante la Legión y permitirles construir una base allí, lo podían
entender perfectamente. Estaban siendo desplegados para mantener la
línea defensiva, y las precipitadas acciones de alguien habían puesto
en peligro toda la zona.

Para empezar, la operación de destrucción de presas para la que


habían sido llamados a participar se estaba retrasando a causa del
Regimiento Hail Mary. Y como habían disparado su “arma nuclear”,
ahora era necesario revisar la zona de operaciones y las rutas que
podían tomar, y los ingenieros y la infantería que los acompañarían
tendrían que tomar precauciones contra la radiación. Esto añadía un
montón de nuevos factores que habría que tener en cuenta.

Ya estaban desmoralizados, teniendo que luchar para apuntalar una


defensa que se desmoronaba.

“¿Por qué nuestros compañeros de la Federación tienen que


arrastrarnos así…?” Refunfuñó Rito.

“Lo estás haciendo sorprendentemente bien, Shin.” Observó Anju.

“… Por el momento.”
Shin pensó que lo de “sorprendentemente” era innecesario, pero no
podía negar que tenía un mal historial con cosas así. Anju era
observadora cuando se trataba de otras personas, y se había dado
cuenta y preocupado por el frágil estado mental de Shin durante mucho
tiempo.

“… Intento encontrar alguna forma de aliviar mi estrés antes de que


se ponga demasiado feo. Si yo me deprimo primero, los demás
perderán las ganas de luchar.”

Shin era uno de los comandantes del Grupo de Ataque, y


especialmente ahora, con Lena ausente, su conducta influía en todos
los demás. Así que aunque tuvieran que librar frustrantes batallas
defensivas, o si su operación original acababa retrasándose, no dejaba
traslucir su malestar. Si estaba distraído, no dejaba que nadie lo viera
y se ocupaba de sus tareas con calma y firmeza. Intentaba activamente
mantener esa actitud.

“¿Te molesta que te llamen el As? ¿O lo que dijeron durante la


evacuación de la República?”

“¿Hmm? Oh…”

Murieron por tu culpa. ¿Por qué no los protegiste?

Shin negó con la cabeza. “No, la verdad es que no… No estoy


obligado y no responderé a las expectativas de otras unidades, por no
hablar de las del pueblo de la República. No soy tan arrogante como
para creerme tan importante. Ya tengo las manos ocupadas con
ustedes…”

Y Lena.

“Soy un débil reaper que no puede luchar por sí mismo.”

Shin lo dijo en broma, y Anju sonrió.

“Perfecto. En ese caso, está bien.”

“Dicho esto, tampoco pareces muy afectada por esto, Anju… No te


estás forzando demasiado, ¿verdad?”

Habían dejado atrás a Dustin en su base y habían sido testigos de la


destrucción de la República, y ahora el final de la guerra y el futuro
más allá de ella que habían deseado en secreto parecían más lejanos
que nunca. Esto era cierto para Shin, pero también lo era para Anju.

“Hmm… No puedo decir que estoy totalmente bien. Pero Frederica


parece realmente aplastada por todo esto, así que al igual que tú, siento
que no debería parecer demasiado abatida… Aunque, admito que no
tener a Dustin cerca me hace sentir un poco sola.”

Pronunció el nombre de su novio, aunque Shin lo había omitido. Él


la miró, y ella le devolvió un encogimiento de hombros
despreocupado. Shin realmente no podía igualarla en este aspecto.
Pero entonces arrugó la frente, con preocupación.

“Sí, Frederica… Está actuando un poco extraña. Como si estuviera


dándole vueltas a algo. Tienes que concentrarte en la operación, así
que deja que Kurena, Raiden y yo nos encarguemos de esto… Pero si
pudieras dedicarle un poco de atención, ayudaría.”

*****

Al ver a esta forma de vida desconocida, la Legión comenzó a


perseguir al Leuca. Se sumergió bajo el agua para evitarlos, nadó por
el río Hiyano hacia la vía fluvial artificial y llegó a la entrada de la
inundación de Kadunan.

En algún lugar de las montañas Shihano, que se hacían más bajas


cuanto más al norte iban y finalmente convergían con la zona
montañosa del norte de Yazim, había una zona rodeada en tres
direcciones por laderas escarpadas que eran esencialmente acantilados.
Allí, la Leuca consiguió de alguna manera nadar hasta la cascada
donde las vastas aguas del río Kadunan caían en cascada sobre la
cuenca del río Hiyano.

La irritante Legión no podía perseguirla hasta allí. Un poco más


lejos había una puerta gris de hormigón hacia la que fluían rápidamente
las aguas, y en el bajo acantilado que había sobre ella, algo brillaba
intensamente.

Un fortín gris. Lo que la Leuca había visto eran los ojos brillantes
de la criatura que estaba junto a él. Una criatura bípeda, extrañamente
delgada, que la miraba con los ojos muy abiertos.

La Leuca la miró con sus ojos color de pavo real mientras


continuaba su viaje por la corriente de este campo de batalla fluvial.
*****

Aunque la Legión construyó una base avanzada en la zona disputada,


aún no tenían ni idea de por qué el Regimiento Hail Mary utilizó una
bomba sucia y, en consecuencia, se mostraron cautelosos. Detuvieron
temporalmente su ofensiva sobre la 37ª División Blindada, lo que
facilitó al Regimiento Lady Bluebird la persecución de los renegados.
El regimiento redujo su área de actividad basándose en el punto de
detonación, capturando más prisioneros, obteniendo información de
ellos y rastreando las células del Regimiento Hail Mary que seguían
ocultas.

Mientras tanto, la Legión no daba señales de lanzar ataques, lo que


dejaba tiempo de sobra al Grupo de Ataque, encargado de la defensa
móvil. Aprovecharon ese tiempo para celebrar una reunión informativa
más exhaustiva en sus cuarteles. Shin miró a los capitanes de batallón
y jefes de escuadrón de la 1ª División Blindada y preguntó:

“¿Algún otro asunto que necesiten confirmar?”

Tras ver que no había más preguntas ni informes, Rito levantó la


mano. Probablemente Michihi y los demás no tenían intención de sacar
el tema, ya que no estaba relacionado con la operación, pero como
tenían tiempo libre, Rito pensó en abordar el tema.

“Hmm, Cap, esto no está relacionado con la operación, pero ¿puedo


preguntar algo?”

“Si tiene que ver con todo el mundo aquí presente.”


“Sí… creo que sí.”

De regreso al cuartel, la Teniente Coronel Mialona les había dicho


que esperaran en la base y mantuvieran a sus Reginleif lejos de la zona
contaminada, y Raiden y Shin asintieron en respuesta como si no
cuestionaran en absoluto su lógica. Y debido a esto, el propio Rito
simplemente le siguió la corriente, a pesar de no entender por qué se
había dado esa instrucción y advertencia.

“¿Qué son las armas nucleares? O sea, ¿de qué están hechas y por
qué son tan peligrosas?”

Shin pasó la pregunta a Vika, que también estaba presente. A


continuación, Vika pasó la pregunta a Zashya, cuyos ojos recorrieron
la sala. En ese momento, Shiden abandonó la sala de reuniones.

Como muchos de los Ochenta y Seis, Shiden no sabía mucho sobre


armas nucleares, lo que significaba que tenía motivos de sobra para
quedarse y oír hablar de ellas. Michihi parecía decidida a hacerlo y
salió para llamar a los miembros libres de su escuadrón para que
escucharan.

Pero… la idea de preguntarle a Shin sobre ello la molestaba. Se


habría unido si Lena estuviera allí para explicárselo, pero no estaba.
Grethe y sus oficiales lo sabían, por supuesto, pero era en momentos
como este, entre combate y combate, cuando estaban más ocupados.

Ya se lo explicaría más tarde el Capitán Olivia.


Pero mientras pensaba en eso, vio a la Teniente Coronel Mialona,
que estaba regresando. Ella les había estado dando instrucciones sobre
cómo manejar la situación con el arma nuclear, así que debía saberlo
todo. Shiden podría preguntarle.

“Teniente Coronel, disculpe. ¿Puedo preguntarle algo?”

“Sí, adelante. ¿Qué pasa, Teniente Segundo Iida?”

Los ojos de Shiden se abrieron de par en par, sorprendida. La


Teniente Coronel Mialona sólo se comunicaba con la comandante de
brigada, Grethe, o con los oficiales de personal, o con comandantes de
divisiones blindadas como Shin o Siri. Nunca había hablado con
capitanes de pelotón como Shiden. El hecho de que supiera relacionar
la cara de Shiden con un nombre fue una sorpresa considerable.

“Hmm… Quería preguntar sobre la radiación del combustible


nuclear o armas o lo que sea que se llevó el Regimiento Hail Mary…
Para empezar, ¿cómo funciona la energía nuclear?”

Pero para sorpresa de Shiden, la Teniente Coronel Mialona se giró


rápidamente hacia ella y se acercó con entusiasmo.

“¡¿Q-Q-Quieres oírlo?!”

Shiden se apartó de ella con un sobresalto. Como era alta, que


alguien la mirara desde arriba por una vez era un poco desalentador.

“No, hmm, no estoy exactamente interesada; es sólo que no sé nada


de eso…”
“¡Eso es más que suficiente—maravilloso! No sabes, así que buscas
aprender y entender. Ese es el tipo de pensamiento que deberías tener.”
Dijo la Teniente Coronel Mialona con los puños cerrados. Shiden dio
otro paso atrás, sobresaltada. Después de todo, quizá debería haber
preguntado a Shin. Sin embargo, al ver su reacción, la mujer volvió en
sí.

“Así que, hmm, energía nuclear, sí… Bueno, si te lo explicara,


probablemente iría demasiado lejos y sólo conseguiría intimidarte.”

Lamentablemente, Shiden ya se sentía bastante intimidada por ella.


Sin embargo, a la Teniente Coronel Mialona no pareció importarle; al
parecer, esto le ocurría a menudo.

“Empezaré por conseguirte una sencilla animación que lo explique.


La hicimos en nuestro laboratorio para las visitas de estudio. Que la
vea todo aquel que quiera enterarse. Prepararé material más detallado
durante la operación, para que puedan leerlo si les interesa cuando
volvamos a la base. Ah, y si tienen preguntas sobre la animación,
pueden dirigírselas a él.”

Hizo un gesto hacia el joven oficial que tenía detrás con un susurro
y utilizó el Para-RAID para que alguien le entregara la animación.
Luego enumeró algunos nombres más, probablemente libros sobre el
tema.

Shiden estaba desconcertada por la pasión y la amplitud de la


mujer. Había preguntado sólo por casualidad y no esperaba que la
mujer realmente quisiera enseñarle.
“Gracias.” Shiden inclinó la cabeza apresuradamente.

“No te preocupes, la energía nuclear es el campo de estudio de la


Casa Mialona. Me alegra ver que sientes curiosidad. Verás, la energía
nuclear es algo hermoso. Es peligrosa pero seductora. Espero que
aprendas sobre ella a tu propio ritmo.” La Teniente Coronel Mialona
sonrió. Parecía encantada mientras decía: “Como he dicho antes,
querer aprender sobre cosas que no entiendes es un rasgo
verdaderamente importante. Espero que aproveche esa curiosidad para
sumergirse en otros campos y tecnologías. Estoy segura de que
encontrarás algo que te atraiga de verdad en el proceso. Y…” Sonrió
con el brillo de una rosa fragante. “… si eso resulta ser nuestra
maravillosa energía nuclear, nada me haría más feliz.”

Después de que Shiden se alejara, la Teniente Coronel Mialona seguía


muy animada.

“Qué delicia. Es una chica lista. Estoy segura de que los otros
Ochenta y Seis son iguales. Debería planear un viaje de estudios para
nuestro nuevo reactor de fusión nuclear y quizás tener a una de ellos
como interno en nuestro laboratorio después de la guerra…”

Su subordinado esbozó una sonrisa tensa. Era mayor que ella y


trabajaba como operador de Vánagandr. Descendía de un linaje de
caballeros regionales del dominio de la Casa Mialona en Shemno, y
fue por su intelecto y talento por lo que su hermano se interesó por él.
Los dos se convirtieron en compañeros de escuela y amigos íntimos, y
él acabó sirviendo como ayudante de su hermano.

Cuando ella fue a servir al frente, su hermano lo había enviado para


proteger a su hermana pequeña, y por eso ahora estaba a su lado. Tenía
la misma edad que su querido hermano y, en su juventud, ella también
lo había admirado.

“Pareces feliz, Princesa.”

“Por supuesto que sí. ¿Qué podría darme más alegría que dar la
oportunidad de aprender a quienes buscan ampliar sus horizontes?”

Si no tuvieran esa cualidad, los Ochenta y Seis no habrían


sobrevivido al infierno que era el Sector Ochenta y Seis, pensó
amargamente la Teniente Coronel Mialona. Se esperaba de ellos que
aprendieran y pensaran, que tomaran sus propias decisiones y
asumieran la responsabilidad de sus elecciones. Y sólo porque habían
hecho todo eso habían conseguido sobrevivir… mientras los que no lo
habían hecho morían a su alrededor.

Aquellos que no aprendieron a luchar contra la Legión, que no


idearon nuevas estrategias para cada batalla. Los que no sabían cómo
elegir su armamento, dónde esconderse o qué objetivos derribar. Los
que confiaban sus decisiones a otras personas, que no podían soportar
el peso de la batalla y carecían de la determinación necesaria para
sobrevivir.
Por supuesto, hubo quienes tenían todas esas cosas y murieron de
todos modos. Pero el hecho de que los miembros del Grupo de Ataque
fueran capaces de sobrevivir y salir de semejante campo de batalla
significaba que debían tener esas cualidades.

Aprender, pensar, decidir y asumir responsabilidades. Poseían


cualidades de gobernantes, eran los reyes de sus propios reinos, aunque
no tuvieran a nadie ni nada sobre lo que gobernar o gobernarse.

Sus ojos ahumados de color café se entrecerraron con disgusto.

“… Realmente es una delicia. Sobre todo después de ver a esos


gallos patéticos que no aprendían, ni pensaban, ni decidían, ni se
responsabilizaban de nada.”

Cuando el Regimiento Lady Bluebird asaltó una de las posiciones de


los renegados para arrestarlos, no encontraron resistencia.

Al parecer, el lugar se había utilizado para fabricar un “arma


nuclear” y, como se sospechaba, habían desprecintado las barras de
combustible nuclear, ignorando por completo los riesgos de la
radiación. La zona había sido contaminada por una dosis de radiación
letalmente alta.

Como el Regimiento Lady Bluebird era consciente de esta


posibilidad, sólo hicieron entrar en la zona a los Vánagandrs de grueso
blindaje. Los exoesqueletos Úlfhéðnar y los Reginleif estaban poco
blindados y no podían impedir que los rayos gamma alcanzaran a los
humanos en su interior. La Casa Mialona, que había investigado la
energía nuclear para el Imperio, y los regimientos bajo su mando
conocían bien estos hechos.

En cambio, los soldados del Regimiento Hail Mary sólo veían la


energía nuclear como una energía onírica y milagrosa y habían
expuesto sus cuerpos a grandes cantidades de radiación sin ninguna
protección. Al fin y al cabo, la radiación era invisible a los ojos y no
provocaba calor ni dolor inmediatos. Y así se contaminaron con dosis
mortales, sin darse cuenta de nada.

Todos los renegados yacían boca abajo, indefensos. Uno de los


Vánagandrs giró sus sensores ópticos para mirar a uno de ellos, que
tenía una insignia de rango de oficial. Era una de las comandantes del
Regimiento Hail Mary, Chilm Rewa.

“Ella también está enferma por radiación. Y pensar que incluso uno
de los caballeros regionales de Shemno terminó expuesto.”

A medida que le llegaban informes de más y más células de renegados,


la Teniente Coronel Mialona ya no se atrevía ni a suspirar.

“No sólo no consiguieron quemar a la Legión, sino que también se


mataron ellos mismos por la radiación. Hasta el final, Noele Rohi no
puede aprender una lección ni con su vida dependiendo de ello.”

Noele era la heredera de la Casa Rohi, los vasallos de la Casa


Mialona que habían poseído la Central Eléctrica de Rashi. Debería
haber aprendido e instruido sobre las investigaciones de su familia y el
origen de la fortuna de su tierra, y sin embargo seguía siendo
dolorosamente ignorante.

Como princesa del gran gobernador, la Teniente Coronel Mialona


mantenía desde su infancia lazos de amistad con los hijos e hijas de los
caballeros y defensores regionales. Sólo lo hacía con el propósito
expreso de elegir a los niños más prometedores para que recibieran una
educación preferente, y entre ellos no estaba Noele. Ni siquiera a esa
edad veía a Noele digna de ser defensora regional, por no decir
caballero.

Y fiel a su impresión de la chica, cuando recuperaron el “arma


nuclear” que había desarrollado, no era más que pastillas de
combustible metidas en un cubo metálico y colocadas en la parte
trasera de un camión sin ningún tipo de blindaje o protección.

“… Es cierto que la revolución del presidente no tiene mucho


tiempo, y la educación adecuada no se ha extendido tanto en el país
como debería, pero…”

A pesar de ello, el ejército dio a Noele y a sus subordinados una


oportunidad de educación, y la desaprovecharon. Muchos niños,
siervos del mismo territorio, pudieron obtener la educación mínima
que necesitaban para ascender en el ejército. Algunos fueron capaces
de aplicarse lo suficiente como para convertirse en suboficiales, y unos
pocos incluso llegaron a ser oficiales.
Una de ellos —su subordinada, una teniente segundo— continuó
con su informe. Era de Marylazulia, y la Teniente Coronel Mialona le
había preguntado si quería ser eximida de esta misión, pero ella insistió
en quedarse.

“Con esta, hemos incautado todas las células de producción que


conocemos. La captura de las células operativas sigue en curso. Todos
los soldados han sido eliminados—en lugar de Rex Soas, ahora
estamos interrogando a Chilm Rewa para obtener información.”

Tras ser capturado cerca del lugar de detonación del “arma


nuclear”, Rex parecía haberse recuperado lo suficiente como para ser
interrogado tiempo después. Pero aunque al principio pensó que se
estaba recuperando, Rex no tardó en fallecer, junto con todos sus
subordinados.

Enfermedad por radiación: síndrome de radiación aguda. Sus


síntomas iniciales incluyen malestar, que mejora al cabo de un tiempo,
pero la mejoría no es indicativa de recuperación. La médula ósea y los
órganos digestivos son más susceptibles a la radiación, y la piel, que
recibe la mayor exposición, ya que protege los tejidos de lesiones
externas, también se ve muy afectada. Al poco tiempo, los daños en
estas zonas empiezan a manifestarse.

Dada la cantidad de radiación a la que estaban expuestos los


soldados renegados, era poco probable que sobrevivieran, y no iban a
desperdiciar los valiosos recursos médicos del frente en desertores. Lo
mismo ocurría con los soldados de bajo rango, a los que no valía la
pena interrogar, y con la recién capturada Chilm Rewa.

“Pídeles información sobre el paradero de Noele Rohi y Ninha


Lekaf. Y una vez que lo hagas, podrás disponer de ella.”

El arma nuclear, destinada a destruir toda la Legión de la zona y


despertar a los militares del segundo frente a su causa con su poderío
y gloria, sólo fue capaz de volar un único camión. El informe de Rex
fue suficiente para dejar a Noele desconcertada, pero cuando la
situación empezó a empeorar por momentos, empezó a entrar en
pánico.

Rex, que se había quedado con sus hombres para confirmar la


eficacia del arma nuclear, nunca regresó tras ese último informe. Todos
los miembros de las células de producción de se desplomaron tras
terminar su trabajo, y cada uno de ellos pereció. Y las células
operativas —que habían tomado dichas armas nucleares y se habían
dispersado por la zona en disputa a la espera de las órdenes de Noele—
eran ahora perseguidas y reprimidas sin piedad por el ejército de la
Federación.

“¿Por qué…? Esto no debería haber pasado; ¡se suponía que todo
iba a salir bien…!”

No he hecho nada malo. Tengo razón, ¡así que todo tenía que ir
bien!
Mientras Noele entraba en pánico, otra célula operativa fue
suprimida. Ninha regresó, con el rostro pálido, e informó de que el
último lugar de producción había sido tomado, y Chilm había sido
capturada por sus perseguidores.

Sus súbditos, que escuchaban tensos, y sobre todo Yono, que era
pusilánime desde niña, parecían a punto de echarse a llorar.

“¡¿Princesa, acaba de decir que todos menos nosotros están


muertos…?!”

“Todo va a salir bien, ¿verdad, princesa? Las armas nucleares van


a volar la Legión, y los militares de la Federación nos protegerán, nos
salvarán, ¿verdad?”

“Por…”

Todo debería haber salido bien. Debería haberlo hecho, pero no fue
así. Fracasó.

No, no admitiría que había fracasado. Una noble orgullosa del


Imperio no admitiría la derrota tan fácilmente.

“… ¡Por supuesto! Tan solo esperen, ya verán. ¡Las llamas azules


de Marylazulia los salvarán a todos!”

Los rostros de sus súbditos se llenaron de alivio. Pero entonces un


pelotón de Vánagandrs apareció de entre los árboles, a lo largo de una
carretera que los militares de la Federación habían construido
previamente. Venían de la dirección de las huellas apenas visibles que
dejaban los camiones cuando se alejaban hacia cada uno de sus
puestos. El Regimiento Lady Bluebird las había utilizado para localizar
el escondite del Regimiento Hail Mary.

“—¡Corran! ¡Deprisa!” Gritó Noele tan fuerte como pudo.

Sus súbditos, que se habían quedado demasiado sorprendidos para


moverse, salieron corriendo al instante. Corrieron hacia el bosque
virgen, pisando las hojas caídas y resbalando al intentar escapar.
Huyeron hacia el oscuro follaje oculto por las ramas, dirigiéndose
inconscientemente hacia la luz al otro lado de los árboles.

“Ah…”

Antes de que se dieran cuenta, se enfrentaban a un río. Noele se


quedó congelada en el sitio, con la ruta cortada. Se trataba de la nueva
crecida del Tataswa, un río artificial que discurría al pie de las
montañas Shihano y desembocaba en el río Hiyano. Su corriente
parecía lenta, pero tenía varios cientos de metros de ancho. No parecía
posible cruzarlo a nado. En esta época del otoño, la temperatura del
agua era baja, y el frío del río acabaría con el calor corporal de una
persona en cuestión de segundos.

Formas metálicas emergieron de entre los árboles, acorralando a los


soldados rebeldes. No era sólo el pelotón de cuatro unidades que
habían visto inicialmente. Apareció una compañía completa de
dieciséis unidades, cuyas mochilas propulsoras emitían un chirrido
agudo y amenazador.

“M-Maldición…”
Kiahi empuñó su fusil de asalto, como si se avergonzara de haber
huido. Milha escondió a una temblorosa Yono a sus espaldas. Y
mientras Noele permanecía congelada en su sitio, Mele se colocó
frente a ella, como para escudarla.

Por muy fuera de lugar que estuviera en ese momento, el gesto de


Mele hizo palpitar dulcemente el corazón de Noele.

“Mele, yo… yo en verdad…”

Las ametralladoras del Vánagandr comenzaron a girar. A estas


alturas, ni siquiera iban a pedirles que se rindieran. Y entonces—

—una luz azur barrió el cielo.

Los soldados voluntarios de los Países de la Flota, que fueron


apartados de sus tareas de patrulla debido al riesgo de radiación y
relegados a ayudar a los ingenieros de combate, fueron testigos de la
luz.

No era la luz del sol brillando a través de la niebla, ni un rayo. Era


una luz azul de calor, un haz de fuego concentrado.

La nostálgica —y despreciable— llama del campo de batalla de su


patria.

Ishmael gruñó a su pesar. No podía ser. ¿Esto, en un campo de


batalla interior?
“¿Me estás tomando el pelo…?”

Esa llama era…

Al oír el informe, el jefe de oficiales de personal del segundo frente


norte palideció.

“Los restos del Regimiento Hail Mary, así como sus líderes Noele
Rohi y Ninha Lekaf, escaparon. La 2ª Compañía Blindada del
Regimiento Lady Bluebird fue aniquilada.”

Aunque sólo eran una compañía, las élites del Regimiento Lady
Bluebird no dejarían escapar a un grupo de meros siervos gallo, y
mucho menos perderían contra ellos en batalla. No fue por eso por lo
que la jefa de los oficiales de personal se puso pálida. Como noble,
había sido entrenada para controlar sus emociones desde la infancia, y
eso no habría bastado para que su sonrisa se tambaleara.

Algo la había aterrorizado.

“Fueron aniquilados por el ataque… de un leviatán que apareció en


la riada de Tataswa.”
CAPÍTULO 3:
CONCEDE NUESTROS DESEOS, HAIL
MARY

Al sur del río Roginia fluían antaño una docena de ríos que acabaron
unificándose para formar el nuevo cauce de Tataswa. Su anchura
alcanzaba los trescientos kilómetros en su punto más ancho, y por él
corrían enormes volúmenes de agua.

Esto lo hacía suficiente, aunque un poco estrecho, para esa


criatura.

Cruzó las aguas —llenas de hojas caídas de los árboles de las orillas
occidental y oriental que, junto con sus delicadas ondulaciones,
formaban un bonito dibujo de sarga a lo largo de la superficie— y
levantó la cabeza.

Tenía un cuello largo y una cabeza triangular parecida a la de un


dragón, con un cuerno en forma de corona decorando su pico. El
soberano de los mares del norte, un leviatán.

Contemplaba las orillas del lago, indiferente a los humanos que


pululaban por allí. Giró su cabeza de dragón y sus tres ojos color pavo
real miraron a su alrededor.
La compañía acorazada que perseguía al Regimiento Hail Mary
contempló atónita la inesperada aparición de este soberano. Medía
setenta metros, una estatura pequeña para los leviatanes de su raza.
Pero comparado con los diminutos humanos, era un gigante, y su
aspecto infundía terror y desesperación en los corazones de todos los
que lo veían.

Los restos del Regimiento Hail Mary, que habían sido


arrinconados, se congelaron cuando su desesperación ganó a su miedo.
Varios miembros de la compañía acorazada, que habían reprimido su
justa ira y su sed de sangre gracias a su bien entrenada fuerza de
voluntad y esperaban la orden de disparar, no pudieron ocultar su
pánico al ver a aquella criatura.

Cada uno de ellos apretó el gatillo, y el staccato de disparos de


ametralladoras pesadas llenó la zona. Las balas, tan potentes como para
partir en dos a un ser humano, se clavaron en las escamas transparentes
del leviatán, sólo para ser desviadas sin esfuerzo por la segunda capa
de escamas blindadas que había bajo las primeras. Este soberano de los
mares era capaz de luchar contra superportaaviones y cruceros de alta
velocidad con sus cañones de carga de profundidad de cuarenta
centímetros. Las balas de 12,7 mm eran inútiles contra él.

Pero esto fue suficiente para que la criatura se diera cuenta de que
querían hacerle daño.

El leviatán volvió sus tres ojos hacia la compañía acorazada y


entreabrió su gigantesca boca. Al instante siguiente, un haz de llamas
azules atravesó y quemó a los Vánagandrs. El rayo de calor penetró sin
esfuerzo en sus torretas y fuselaje, su cerámica aglutinante y el pesado
metal que formaba su blindaje compuesto. Detonó los proyectiles del
interior de la torreta, haciendo que cada uno de los Vánagandrs
estallara en llamas uno a uno.

Una compañía de dieciséis unidades, aniquilada en un ataque


arrollador.

El leviatán contempló sin emoción los vehículos metálicos en


llamas durante un instante. Cuando vio que nadie más se movía, se
hundió de nuevo en las aguas brocadas de la nueva avenida de Tataswa.

Los únicos que quedaron atrás fueron los petrificados


supervivientes del Regimiento Hail Mary. Tras una pausa
considerable, por fin soltaron el aliento contenido.

“¿Nos… salvó…?” Susurró Noele para sí misma, estupefacta.

Sus súbditos reaccionaron a sus palabras.

“¿Nos salvó…?”

“Nos protegió. Ese monstruo, ¡nos protegió!”

Era la única forma en que podían interpretar lo que había sucedido.


Aquella criatura grande y aterradora apareció justo cuando estaban
acorralados. Y los salvó castigando únicamente a los soldados del
ejército de la Federación que los perseguían, como si hubiera venido a
rescatarlos.
“Nos salvó. Lo hizo porque no nos equivocamos, porque tenemos
razón, ¡por eso nos protegió!”

Mele contempló estupefacto el agua en la que desapareció el leviatán.


La majestuosidad del dragón tirano del azul profundo dejó en su
corazón una impresión estremecedora, semejante a una revelación
divina. Aquella criatura aterradora, de otro mundo, gigantesca. Ese
monstruo llegó… para salvar a la princesa.

En ese caso, el monstruo no estaba allí simplemente para


protegerlos. Ese dragón era una espada, un arma para la princesa: era
voluntad divina, poder divino.

*****

“—Basándonos en las imágenes que tenemos, el leviatán que apareció


es un Fisara, una raza más pequeña de Musukura.”

Como comandante de los clanes del Mar Abierto, naturalmente


Ishmael fue llamado para explicar la situación. Los oficiales se
encontraban en la gran sala de reuniones del cuartel general integrado
del segundo frente del norte, con Ishmael de pie y tranquilo ante ellos.
Como “hijo” del comandante de la flota, había pasado toda su vida
luchando contra los mares embravecidos y los leviatanes. Para él, los
nobles imperiales no eran intimidantes en lo más mínimo.

“Cada año, los témpanos de hielo llegan a las costas de los Países
de la Flota desde el mar del norte. De vez en cuando, las crías de
leviatán —sobre todo de la especie Monokera, más pequeña, o de la
Leuca, de tamaño mediano— llegan a los témpanos de hielo y van a la
deriva con ellos. Cuando eso ocurre, flotas de leviatanes que
normalmente no se acercarían a nuestras aguas nadan en busca de sus
crías. Probablemente apareció en la Federación a través del puerto de
Zinori y luego remontó el río Hiyano.”

El río Hiyano fluía de oeste a este a lo largo de la parte septentrional


de la cuenca del Womisam, y luego serpenteaba hacia el norte y
conectaba con el único puerto marítimo militar septentrional del
Imperio, Zinori. El puerto lindaba con las aguas territoriales de los
Países de la Flota, por lo que no era imposible que un leviatán entrara
en Zinori y nadara río arriba por el Hiyano.

“Pero esas cosas también tienen sentido del territorio, así que no
atacarían a los humanos en su propio territorio a menos que se les
provoque. Volverá a casa una vez que encuentre a su cría, así que
probablemente podamos vigilarlo a distancia hasta que lo haga.”

“Está buscando a sus crías…” Un oficial de campo se inclinó hacia


adelante. “¿No podemos usar eso a nuestro favor? Si capturamos a la
cría, podríamos hacer que su padre ataque a la Legión. O podríamos
criar a la cría y entrenarla para obedecer órdenes.”

Ishmael guardó silencio durante un largo momento.

“… ¿No crees que ya lo habríamos hecho si fuera posible?”

En los once años de la Guerra de la Legión, e incluso antes.


“Si fuera posible, los habríamos utilizado contra el Imperio o el
Reino Unido… Lo hemos intentado, pero nunca ha funcionado. Por
eso los Países de la Flota fueron vasallos del Imperio y del Reino Unido
durante siglos.”

“… Cierto.” Dijo el oficial de personal y se calló.

“¿Verdad? Además, aunque sea joven, sigue siendo un leviatán.


Incluso las crías de razas más pequeñas como la Monokera son mucho
más grandes y fuertes que los humanos. Tienen órganos en forma de
sierra capaces de cortar placas de metal. Y una cría de Musukura sería
demasiado para manejar. En el momento en que alguien se le acercara,
quedaría calcinado… Y para empezar…”

Ishmael esbozó una sonrisa tensa. Los clanes del Mar Abierto no
consiguieron dar caza a los leviatanes, pero la Montaña del Colmillo
del Dragón del Reino Unido y el sagrado Monte Wyrmnest de la
Alianza sí derivaron su nombre de otra criatura.

“… Los wyrms terrestres del continente fueron llevados a la


extinción, ¿no? Y al igual que ya no podemos usar radares ni aviones
de combate, ni los wyrms ni los leviatanes son tan amenazadores
cuando están fuera de su territorio natural.”

En otras palabras, no estaban adaptados para luchar contra la


Legión, los verdaderos dominadores de la guerra terrestre.
La misma noticia llegó al Grupo de Ataque, que se preparaba para una
operación de avanzada cerca de la nueva vía de inundación de Tataswa.
Durante una de las reuniones programadas entre los comandantes de la
Federación, la Alianza y el Reino Unido para asegurarse de que no
había fricciones entre los soldados de los distintos países, la
representante de Vika, Zashya, dijo esto:

“Si ese es el caso, puede que no haya necesidad de cazarlo


activamente, ya que el leviatán y la Legión podrían acabar atacándose
mutuamente. La Legión no distingue entre personas y animales, y si la
Legión atacara al Fisara, este tomaría represalias.”

Al igual que el rayo de calor del Fisara fue capaz de derretir a los
Vánagandrs, podría destruir con la misma facilidad a Löwe. Y por otro
lado, ni siquiera las gruesas escamas del blindaje de un leviatán
podrían resistir un impacto directo de proyectiles de tanque capaces de
penetrar placas de hierro de sesenta centímetros de grosor.

“No estoy seguro de eso…” Dijo Olivia, frunciendo el ceño.


“¿Realmente la Legión reconocería al Fisara como una amenaza?
Atacan indiscriminadamente a cualquier criatura de sangre caliente
que supere cierto tamaño sin importar si es humano o animal, pero un
leviatán mide cincuenta metros. En realidad podría ser demasiado
grande.”

La Legión fue creada como arma de masacre. Sus objetivos solían


ser soldados enemigos, es decir, humanos. No debían sentirse
impulsados a matar animales. Sin embargo, como eran máquinas
inflexibles, la precisión de sus habilidades de distinción se redujo
deliberadamente para que, cuando no estuvieran seguros de si se
enfrentaban a un humano o a un animal, simplemente mataran al
objetivo. Dicho esto, cuando se enfrentaban a un animal claramente no
humano, con una firma térmica y un tamaño claramente diferentes, era
lógico que no lo reconocieran como objetivo.

“Que yo sepa, la Legión sólo mata lobos y cabras salvajes. Nunca


he oído que maten gatos o conejos. Así que lo contrario también
debería ser cierto. No atacarían a un animal demasiado grande para ser
humano.”

Grethe les pidió que esperaran y encendió su Dispositivo RAID.


Tras un breve intercambio, apagó la Resonancia.

“… Pregunté al Capitán Nouzen y a algunos de los otros, y dijeron


que aunque habían visto a la Legión matar lobos, ovejas y cerdos, no
parecían matar animales grandes como caballos o vacas.”

Al igual que los suministros en las ciudades, el ganado abandonado


permanecía alrededor de los campos de batalla y se veía a menudo
cerca del Sector Ochenta y Seis de la República. Así que los Ochenta
y Seis estaban familiarizados con cómo reaccionaba la Legión ante
ellos.

“Pero… de hecho, cuando luchamos contra ellos en los Países de la


Flota…” Empezó a decir Zashya, pero luego se detuvo. “No. Fue el
leviatán el que inició el ataque en la Torre Espejismo. Y ni el Morpho
ni la Noctiluca entraron en combate. Lo que significa…”
Grethe asintió. Ella había llegado a la misma conclusión. Tal como
esperaba, las cosas no iban a ser tan fáciles.

“El leviatán sólo contraataca cuando se le provoca en tierra, y la


Legión no parece atacar a animales grandes. No podemos esperar que
luchen entre ellos y faciliten la batalla del Grupo de Ataque.”

*****

Tras ordenar a los Ameise y Rabe que investigaran cuidadosamente la


situación en el frente norte, la unidad comandante tomó su decisión.

<<Firefly a todas las unidades. El uso de la bomba sucia se considera


la acción de una unidad enemiga renegada que actúa por su cuenta.>>

No se trataba de una táctica del ejército del frente norte, sino de


una especie de accidente causado por soldados desertores. Y el
combustible nuclear que poseía la unidad renegada podía utilizarse
gracias a los conocimientos de la unidad comandante desde antes de
morir. La unidad comandante consideró quitárselo y ponerlo en uso,
pero su protección les prohibía tanto crear como emplear armas
nucleares, lo que incluía bombas sucias.

Eso significaba que la unidad renegada perdía cualquier valor


potencial que pudiera haber tenido, y como la Legión era resistente a
la radiación, se convertía en nada más que otro objetivo a eliminar. Sin
embargo, para el ejército del frente norte, la unidad renegada era una
amenaza. Como el ejército era humano y susceptible a la radiación,
tuvieron que tomarse la molestia de darles caza, ponerlos bajo custodia
y recuperar el combustible nuclear.

Esto significaba que la unidad renegada efectivamente ganó tiempo


a la Legión para prepararse.

<<Inicio de las operaciones ofensivas. Ejercer presión en el frente


norte, buscar a la unidad poseedora de la bomba sucia e interrumpir
cualquier operación de reconocimiento enemiga en territorio de la
Legión. Advertencia: se ha confirmado la presencia del Grupo de
Ataque en el segundo frente norte.>>

Esa fue la segunda ayuda que la unidad renegada concedió a la


Legión. Sus servicios de inteligencia les habían informado de que el
Grupo de Ataque estaba preparado para participar en una operación de
toma de una planta de producción en el frente occidental, pero la
unidad renegada había puesto al descubierto su presencia en el segundo
frente del norte. Iban a participar en secreto en una operación de
avanzada, pero se vieron obligados a retirarse antes de tiempo, lo que
puso al descubierto el intento de engaño de la Federación.

La unidad de No Face había hecho preparativos para interceptar el


Grupo de Ataque, pero por suerte, lo mismo fue posible aquí en el
segundo frente norte, donde pudieron forzar a la Federación a una
operación de avance y tender una trampa en consecuencia.

<<La unidad bajo el mando de Grilse One debe permanecer en modo


de parada. Intenta capturar el Grupo de Ataque y el objetivo de alta
prioridad Báleygr.>>
*****

Puede que el Regimiento Hail Mary haya destruido la unidad blindada


que les perseguía, pero no podían volver a los almacenes en los que se
habían escondido anteriormente, ya que su posición había quedado al
descubierto. Así que los miembros supervivientes se escabulleron por
el bosque, evitando a los grupos de búsqueda, y llegaron a las ruinas
de un pueblo que aún conservaba algunos edificios de piedra intactos.

SNEENIKEIT—el nombre del pueblo apenas se veía en el


descolorido poste indicador, con las letras erosionadas por la
exposición a los elementos.

Cuando Noele y los miembros de su unidad se detuvieron por fin a


descansar en el salón de actos, la única estructura con el techo intacto,
no pudo contener su emoción. Los únicos supervivientes eran una
única compañía formada por los súbditos de Noele y los subordinados
de Ninha, y la única arma nuclear que les quedaba era la que poseía la
fuerza principal.

Pero el leviatán derrotó a sus enemigos y los salvó. Reconoció su


justicia.

No estaba equivocada. Seguía sin estarlo. No tenía que ceder a la


aterradora idea de que había cometido un error.

Mele regresó tras esconder el camión que transportaba el arma


nuclear en un almacén a las afueras de la ciudad. Cuando se acercó a
ella, incapaz de contener su propia excitación, Noele sintió que se
paralizaba. Habían pasado más de un día luchando contra la
persecución de la Federación, cubiertos de barro y sudor, y ella no tenía
agua caliente con la que lavarse. Ahora era dolorosamente consciente
de este hecho. Pero además, cuando pensó que estaban acabados y
Mele intervino para protegerla, estuvo a punto de confesarle lo que
sentía por él. Él no se daba cuenta, ¿verdad?

Noele era hija de un noble y Mele era un siervo. Había una


diferencia de clase entre ellos. Así que resolvió no decírselo nunca,
guardar para siempre el secreto de su fugaz y dulce primer amor por él
encerrado en su corazón.

“Mele, er…” Balbuceó Noele, con las manos inquietas.

“¡Eres increíble, Princesa!” Dijo Mele, agarrándole las palmas de


las manos, aún ignorante de sus sentimientos. “Nos salvó. Dios nos
salvó, ¡porque todo el tiempo has tenido razón!”

Sus ojos estaban llenos de total confianza y auténtica adoración.


Aquellos ojos azules la miraban directamente, casi a quemarropa, con
algo parecido a la pasión. Noele hizo todo lo que pudo para contener
su incomodidad, sintiéndose en el séptimo cielo.

“—¡Sí!”

Mele me reconoce. ¡Cree en mí! ¡Estoy tan, pero tan, pero tan
feliz…!

Y ella quería responder a su confianza.


“Continuaremos la operación.” Dijo entusiasmada. “También
llevaremos el arma nuclear. La próxima vez, funcionará…”

“¡Bien, el leviatán está de nuestro lado!” Interrumpió Kiahi.


“¡También podemos hacer que nos ayude a matar a la Legión!”

“¿Eh?” Noele se quedó boquiabierta ante sus inesperadas palabras.

Quiero usar el arma nuclear… La llama de nuestra ciudad natal


que me hizo feliz a mí y a todos los que quiero… ¡El leviatán demostró
que tenía razón, así que el arma nuclear también debería funcionar!

Pero Mele asintió con firmeza.

“Tienes razón. Dios eligió a la Princesa. ¡Podemos hacer que el


leviatán venza a la Legión por nosotros!”

“Este dios dragón es más adecuado que un estúpido cubo.” Rilé


asintió varias veces. “Sería más fácil dejar que luche nuestras batallas
por nosotros.”

“Y cuando me acerco a esas cosas nucleares, me entra sabor a metal


en la boca.” Dijo Milha, haciendo una mueca. “Y no es que haya
lamido nada… Es espeluznante.”

“¡¿Qué?! ¡Qué miedo!” Yono se acobardó como siempre.

“No te preocupes, el leviatán no te hará sentir así. ¿Verdad,


Princesa?” Otto se rio con su habitual despreocupación.
Todos dirigieron sonrisas tan brillantes y francas como un cielo
despejado de verano a Noele, que empezó observando en silencio a los
demás y luego, poco a poco, empezó a sentir que tal vez tenían razón.

Sí, tal vez realmente era lo mejor. El leviatán era como una especie
de Dios que se había abalanzado sobre ellos para salvarlos, así que tal
vez confiar en él sería una buena idea.

Mele lo repitió febrilmente, con esa misma mirada de confianza y


adoración.

“¡Así es, la princesa fue elegida por Dios! ¡Ese leviatán es la espada
de la princesa!”

Fui elegido. Sí, todo el tiempo he tenido razón. Así que tengo que
tener confianza. No debo dudar ni preocuparme ni pensar demasiado
en nada.

Noele intentó decírselo a sí misma, pero no pudo librarse de su


ansiedad. Sentía que al final debía elegir las armas nucleares, porque
estaba más familiarizada con ellas. O mejor dicho… no sabía nada del
leviatán, salvo que les había salvado.

¿Realmente podían confiar en algo que no entendían?

*****

Todo—el aplazamiento de la misión por los estúpidos renegados, la


situación de la Federación, la pérdida de parte de la zona de
operaciones a causa de la radiación de la bomba sucia, la aparición de
un leviatán y la huida del Regimiento Hail Mary.
Finalmente todo había llegado a Shin. Estaba al límite.

Se sentó en el despacho compartido que habían apartado en los


barracones, apoyando cansinamente la espalda en un sofá. Al ver que
Shin miraba al techo, completamente inmóvil, Raiden le dijo:

“Bueno, ya sabes, te esforzaste al máximo.”

“… Ya no aguanto más.” Refunfuñó Shin como un niño.

“¿Quieres café? Puedo ir a preparar una cafetera.” Dijo Raiden, con


una sonrisa sardónica en los labios.

“Quiero ver a Lena…” Shin continuó, su voz lánguida.

“Whoa…”

Shin estaba tan desanimado que expresaba sus deseos delante de


otras personas. En verdad lo estaba pasando mal.

“Sufres una grave deficiencia de Lena, ¿verdad, Shin?” Preguntó


Anju con una sonrisa tensa.

“Además de que Lena no está aquí, es una idiotez tras otra. Puedo
ver cómo te quedas sin pilas… No puedo culparte. Se te permite no
estar en la reunión de hoy.”

Shin intentaba mantener las apariencias, ya fuera manteniendo la


moral de la unidad, evitando que Lena se preocupara o simplemente
no dañando su buen nombre. Pero con las cosas tan absurdas, sólo
podía mantener la calma durante un tiempo. Raiden también estaba
harto de la situación.
Pero entonces Kurena preguntó con una curiosa inclinación de
cabeza:

“Entonces, ¿por qué no usas el Para-RAID para Resonar con Lena?


Quizá hablar un poco con ella te anime.”

“Eh, Kurena, deja eso.” La regañó Raiden.

“¿Esta es tu idea de venganza, Kurena?” Preguntó Anju.

“¿Eh?”

“No quiere que Lena lo vea cuando está en su punto más bajo.”
Raiden la fulminó con la mirada. “Hasta ahora su situación ha sido
tranquila. Mantén su dignidad masculina en mente, ¿quieres?”

“… Si tanto te importa mi orgullo, ¿podrías al menos no hablar de


ello delante de mí?” Dijo Shin malhumorado.

“Shin, eso es culpa tuya por enfurruñarte en la sala común.” Señaló


Anju.

“Ya veo, ya veo.” Kurena asintió varias veces en señal de


comprensión. “¡En ese caso resonaré con ella!”

“¿Eh?” Shin saltó del sofá sorprendido.

“¡¿Kurena, qué?!” Anju la miró atónita.

Pero Kurena los ignoró y encendió el Dispositivo RAID.


Sinceramente, lo que estaba haciendo no estaba permitido y, por lo que
sabían, en principio Lena no tenía su Dispositivo RAID encendido.

“—Ah, Lena.”
Pero resultó que Lena sí lo tenía puesto, porque la Resonancia
conectó. Lena respondió, con voz sorprendida como una campana de
plata. Detrás de ella, Kurena pudo oír a TP, a quien Lena había llevado
al centro médico.

“¿Kurena? ¿Pasa algo?”

“De hecho, sí, justo ahora Shin está sufriendo una severa
deficiencia de Lena.”

“¿Eh?”

“¡Hey, Kurena!” Gritó Raiden.

Pero Kurena le ignoró y le lanzó el Dispositivo RAID a Shin con


expresión indiferente. A pesar de haberse quedado helado por la
sorpresa, Shin sujetó el anillo de plata.

“… Te arrepentirás de esto, Kurena.” Dijo sombríamente.

“No es mi problema. Esto es sólo una venganza.”

Sí, venganza. Se permitió una pequeña venganza. El chico que la


rechazó estaba deprimido y pensando en otra chica delante de ella. Así
que se permitió un poco de venganza contra el matón de su hermano
mayor.

No había forma de evitar el hecho de que el Para-RAID estuviera


conectado o que Kurena se lo hubiera contado todo a Lena, así que
Shin se puso el Dispositivo RAID al salir del despacho y se dirigió a
la habitación contigua. Al verle marchar, Kurena hinchó con orgullo
su llamativo pecho.

“Me gustaría que me prestara más atención.”

Puede que ella decidiera retirarse de la carrera, pero él le seguía


gustando.

“Te has vuelto fuerte, Kurena.” Dijo Raiden, con cara de terror.

“¡No puedo seguir siendo su hermanita para siempre, sabes!”

“El hermano mayor estuvo dando un poco de pena, así que tenerte
a ti actuando con más fuerza equilibra las cosas.” Dijo Anju.

“¡¿Verdad que sí?! ¡Daba pena!”

Hablaba alto, a pesar de saber que la pared que habían utilizado


para separar el salón del despacho era delgada y que Shin
probablemente podría oírla. De hecho, Raiden sospechaba que lo decía
pensando en eso. No pudo evitar simpatizar con Shin. Deseó que Theo
volviera ya, porque tenía la sensación de que las chicas se les estaban
yendo de las manos.

Las risitas de Anju y Kurena llenaron la habitación como el tintineo


de unas campanas.

“En realidad, esto me trae recuerdos del Sector Ochenta y Seis.”

“Sí, Lena estaba lejos, y sólo oíamos su voz mientras nos


relajábamos, sin más.”
Pero entonces los ojos celestes de Anju vacilaron en una dulce y
dolorosa reminiscencia. El destino que habían aceptado e incluso, en
cierto modo, deseado, estaba ahora muy lejos. Los camaradas con los
que habían luchado durante tanto tiempo, las personas que siempre
estuvieron a su lado, ya no estaban.

“Hemos cambiado mucho desde entonces… Nunca habría


imaginado que Shin se sentiría cómodo actuando deprimido delante de
nosotros. Y tú también, Kurena. En ese entonces, nunca hubiera
imaginado que Resonarías con Lena.”

Kurena parpadeó varias veces. “Ahora que lo pienso, tienes razón.”

Se rio entre dientes. Sintió una oleada de nostalgia, mezclada con


una pizca de pesar y tristeza, pero también de orgullo.

“Sí. Tampoco puedo seguir siendo una hermanita para siempre.”

No podía dejar que las cicatrices de su infancia la persiguieran para


siempre. No podía seguir teniendo miedo de avanzar hacia un futuro
desconocido.

Entonces oyeron el pomo de la puerta. Se dieron la vuelta,


esperando encontrar a Shin, pero era Frederica.

“Podía oírlos desde fuera. ¿Pasó algo?”

No es que Anju no quisiera contárselo, pero le parecía inapropiado


explicarle a Frederica recuerdos que ella no compartía con ellos.
“Sí, bueno, digamos que Kurena está madurando.” Respondió con
una risita.

“Sí, eso. Y que por una vez Shin muestra su agotamiento.”

Raiden esperaba que Frederica se quejara de sus respuestas, pero


en lugar de eso…

“… Así que Shinei también está cansado.” Susurró con expresión


apesadumbrada.

Raiden respiró hondo y le hizo una pregunta. Su sonrisa se


desvaneció cuando miró directamente a los ojos de la pequeña.

“¿Qué hay de ti? ¿Te pasa algo? Parece que algo te ronda por la
cabeza desde la última operación… ¿Qué ha pasado?”

Frederica temblaba. Intentó contener sus emociones, pero no pudo,


y grandes lágrimas empezaron a correr por sus suaves mejillas. Las
paredes eran finas… así que no podía decir las palabras que quería, por
miedo a que la oyeran los demás.

“Perdónenme. Por no haber podido unirme a ustedes en su última


operación. Fui incapaz de luchar a su lado.”

Había obligado a Raiden y a los demás, y al general tuerto, a hacer


todos los sacrificios. Y mientras tanto, ella simplemente se había
sentado, sana y salva.

Raiden esbozó una sonrisa amarga. “… ¿Por eso te estás


castigando?”
“No, no es el caso. Soy una Mascot, y sin embargo…”

La emperatriz de este país, y sin embargo…

“Debo permanecer a la defensiva. No puedo hacer nada. No he


hecho nada.”

“… Ya veo.”

Raiden no lo negó ni dijo que estaba equivocada. Tampoco Kurena


o Anju, que la escuchaban en silencio. Se daban cuenta de que estaba
dolida, porque ser impotente dolía.

“Sabes que no tienes por qué impacientarte, pero de todas formas


no puedes evitar sentirlo, ¿verdad?” Preguntó Anju.

“… Sí.”

“Pero eso no significa que debas presionarte.” Afirmó Kurena.

“Ugh…”

“Deja de siempre intentar llevar tantas cargas. Ya eres una Mascot.”

Y una emperatriz.

“Si intentaras cargar con más peso, perderíamos nuestro sitio,


¿sabes?”

“… Me están…” Frederica hipó entre lágrimas. “¿Me están


diciendo que los abandone…?”

Raiden frunció el ceño y Frederica continuó sollozando.


“Viktor me dijo algo. Dijo que si me faltaba el poder para
protegerlos, sería mejor renunciar a ustedes que intentar protegerlos en
vano.”

“Ese idiota…”

“¿No se me permite desear ayudarlos si soy incapaz de hacerlo…?”

Raiden se rascó la cabeza, con expresión agria. Aquel estúpido


príncipe tenía que ser tan duro con una niña?

Si pretendía ser una santa y tender la mano para salvar a la gente, a


pesar de que carecía del poder y la determinación para ayudarles, y si
iba a hacerse la víctima tras fracasar en su intento de convertirse en
salvadora y abandonar a los que deseaba ayudar, en realidad habría
sido mejor no haberlo intentado nunca, pero…

“Querer salvar a alguien no es algo malo. Sólo quería decir que no


deberías intentar hacer cosas de las que no eres capaz o
responsabilizarte de cosas que no necesitas cargar. Ese idiota, Vika,
él…”

Con toda probabilidad, no quería decir nada tan admirable, pero.


“Quiero decir, es un príncipe. Tiene que salvar a todo el mundo y
asumir la responsabilidad de todos aquellos a los que no salva. Es un
peso que puede llevar porque es un príncipe y está preparado, pero no
es fácil. Creo que sólo intentaba decirte que no intentaras llevar tal
carga.”

“…”
“Sé que admitir que eres impotente es duro y doloroso a su manera,
pero… no te obligues a hacer cosas que no puedes.”

De lo contrario, su intento de escapar de su propia impotencia sólo


la llevaría a asumir responsabilidades demasiado pesadas para ella.

Frederica finalmente asintió.

“… Sí.”

“Y si lo ha dicho como tú lo has descrito, ha ido demasiado lejos,


así que no tengas miedo de contestarle. ¿Quieres que hable con él por
ti?”

“N-No, ¡no es necesario! ¡No soy una niña!” Frederica sacudió su


cabecita.

Luego reflexionó sobre las palabras de Raiden y volvió a asentir.

“Habló fuera de lugar, pero le responderé con mis propias palabras.


No necesito tu entrometida sobreprotección, Hermano Mayor.”

“Oh-ho.” Raiden tarareó, impresionado y divertido.

“Sin embargo, hmm.” Sus ojos carmesí levantados miraron hacia


él.

Era el gesto inconsciente y natural de una hermana pequeña


adulando a su hermano mayor.

“Se me permitiría vengarme de él poniendo un peluche de oruga en


su bota, ¿no?”

“…”
Raiden no estaba seguro de si era su conciencia la que la llevaba a
sugerir un peluche en lugar de una oruga de verdad, porque los bichos
estaban fuera de temporada o simplemente porque le daba demasiado
miedo tocar uno.

“… Mientras no llores cuando diseccione el peluche, adelante.”

Debido a los delgados tabiques del módulo de barracones, Shin podía


oír la conversación de Frederica con Raiden y los demás desde la
habitación contigua.

No le prestes atención.

Al parecer, ya no era necesario. Mientras escuchaba a Lena contar


todo tipo de cosas interesantes que le habían ocurrido en el centro
médico, Shin respiró hondo, aliviado.

*****

“… Esa chica.”

El centro médico suburbano en el que se encontraba Yuuto también


era utilizado por civiles, lo que significaba que la entrada no estaba tan
restringida como la de un hospital militar. Mientras miraba hacia abajo
a través de la gran ventana de la sala de estar con vistas al patio
delantero, que los civiles que vivían cerca utilizaban en lugar de un
parque, Amari murmuró algo, sus ojos de color marrón oscuro
entrecerrándose sombríamente.
“Es la chica que se llevó al niño que vino a visitarnos.”

Yuuto se acercó y miró en la misma dirección. El patio delantero


estaba rodeado de árboles bien cuidados, y bajo sus ramas sin hojas
había una chica con el cabello largo y suelto de color beige, que parecía
ensimismada.

“El chico dijo que ella también era una Ochenta y Seis. La
adoptaron en la misma casa y ahora era su hermana mayor, así que
vino a recogerlo.”

“… ¿Qué hace ella aquí?”

Los Ochenta y Seis que no se habían alistado fueron reunidos y


reexaminados por los militares. Se suponía que algunos de ellos habían
huido y estaban desaparecidos, así que era probable que aquella chica
fuera uno de ellos… Pero si era así, ¿por qué había venido a este centro
médico, donde el ejército podría atraparla? Ni que decir tiene que ni
Yuuto ni Amari la conocían.

“Dime, Yuuto…” Susurró Amari de repente. “¿Crees que los


militares de la Federación realmente sólo quieren tomarlos bajo
protección?”

“… Sí.”

Sinceramente, Yuuto no creía que los militares fueran de fiar.


Puede que les creyera antes de la ofensiva a gran escala, pero no con
la forma en que se estaban comportando ahora. Para empezar, el Grupo
de Ataque siempre tuvo un aspecto propagandístico, establecido para
comprar la simpatía de civiles y países extranjeros. Muchos militares
veían a los Ochenta y Seis sólo como perros de caza muy hábiles. Pero
ahora ya ni siquiera intentaban ocultarlo, igual que aquel oficial de la
policía militar.

Pronto, el ejército de la Federación ya no se molestaría en ocultar


sus defectos. No estaría en condiciones de mantener ni siquiera una
fachada de compostura o humanitarismo.

“Iré a preguntarle qué quiere…” Dijo Yuuto. “Podemos llamar a la


policía militar más tarde, ¿verdad?”

“¿Quieres que vaya a hablarle?”

“No.”

Amari se había curado hacía poco. Además, Yuuto era comandante


de batallón, y ella era su subordinada. Y sobre todo, era una chica más
joven. Probablemente Amari se enfadaría si se lo dijera a la cara, pero
el hecho seguía ahí. Y él no quería que ella tuviera que enfrentarse a
ningún peligro si podía evitarlo.

“Iré yo.”

Cuando Theo fue al economato a por comida, encontró a Annette


hundida en una de las mesas de aspecto barato. En una esquina del
economato había un patio de comidas con varias cadenas de comida
rápida de la Federación. La vio tumbada boca abajo en una mesa sin
comida y, al verla, no pudo dejarla sola.
“¿Qué pasa, Annette? ¿Tienes demasiada hambre como para
moverte?” Preguntó Theo en broma, pero Annette lo ignoró.

Se limitó a mantener la cara hundida en la mesa y a refunfuñar:

“Puedes llamarme traidora y ya está.”

“¿Eh? ¿Por qué?” Preguntó Theo, sinceramente desconcertado.

Annette apoyó una mejilla en la mesa y contestó, a pesar de que su


postura le dificultaba hablar.

“La República te volvió a traicionar, y yo soy uno de esos traidores


de la República.”

“Nunca creímos en la República, así que no puede traicionarnos, e


incluso si lo que hizo fue traición, eso no te convierte en traidora. Lo
que acabas de hacer—¿cómo se llama? ¿Exposición? ¿Acusación? Sí,
acusación.”

En cualquier caso, era algo legítimo. No conocía las reglas del


ejército de la República, del que Annette formaba parte, pero hizo lo
correcto, lo ético.

“… Es demasiado tarde para una acusación.”

Para los niños convertidos en escuchas, esto llegó diez años tarde.

“Debería haberme dado cuenta antes, mucho antes… La


investigación sobre el Para-RAID acababa de empezar cuando me
alisté en el ejército, pero debía de haber algún documento del ejército,
algo relacionado con el Para-RAID, algún registro antiguo. Si lo
hubiera mirado, me habría dado cuenta…”

Tal vez podría haberlos salvado antes de que las cosas llegaran a
este punto.

“… Ya veo.”

Podría haberlo hecho, pero no lo hizo. No pudo. Y como no pudo…

“Entonces… ¿no lo harás? ¿No me llamarás traidora?”

En lugar de esos niños pequeños a los que no se les permitía culpar


a nadie.

Theo hizo una mueca.

“Y una mierda que lo haré. Sé que digo cosas horribles en el calor


del momento, pero me arrepiento y aprendo de mis errores.”

Por la fuerza de su tono, Annette se dio cuenta de que debía de


haber alguna historia que ella desconocía, pero no creía que preguntar
por ella fuera a hacer ningún bien a ninguno de los dos.

“Cierto… Lo siento.”

“Pero lo entiendo. A veces, ser el culpable es más fácil.”

No iba a culpar a nadie aquí, no quería decir ese tipo de cosas, y


para empezar, no estaban tan cerca como para que ella le pidiera algo
así. Pero, por otra parte, no se sentía cómodo alejándola por completo.
Theo se quedó pensativo y, tras no encontrar la respuesta adecuada,
dijo lo siguiente:
“¿Recuerdas el puesto de pan frito del que me hablaste en el
hospital? Lo probé y estaba realmente bueno. La carne picada, la
cebolla y el pimiento, esa fragancia que le ponen, y esas especias
raras… En serio que todo estaba bueno.”

“… Ajá.”

“Y sabes, la cadena de cafeterías de allí, tienen una deliciosa tarta


de nueces y chocolate.”

Con la cara aún pegada a la mesa, levantó un ojo para mirarle sin
decir palabra a través del flequillo. Un poco intimidado, Theo
continuó.

“¿Quieres un poco? Por ahora, dedica el día a comer algo sabroso.”

“…”

“También puedes tomar un poco de su café. De los que llevan


mucha nata y crema de caramelo. También pueden dibujar algo en el
vaso de papel, como un perro o un gato.”

Por fin Annette sonrió.

“Vamos, que para ayer es tarde.”

La chica se presentó a Yuuto como Citri Oki.

“—Sobre el papel, ahora me llamo Citri Myora. Pero mi padrastro


dice que no tengo que obligarme a usarlo y que puedo llamarme usando
mi antiguo apellido si quiero.”
Era originaria del Reino Unido, una Taaffe de sus territorios. Tenía
el cabello largo, de color lino, y los ojos de un púrpura tenue. Su cara
era bonita, como la de una muñeca, y el elegante vestido largo de una
sola pieza que llevaba le sentaba bien. Llevaba el cabello recogido con
una cinta de color morado claro que hacía juego con sus ojos.

Y eso sólo hacía que resaltaran las botas duras y mugrientas que
llevaba.

El aspecto no era demasiado antinatural, dadas las bajas


temperaturas de finales de otoño, y después de vivir tanto tiempo en el
campo de batalla, a Yuuto no le molestaba demasiado. Tampoco
notaría el dulce aroma a aceite solidificado propio de una chica que
hacía días que no se acicalaba.

Sin embargo, a Citri parecía importarle, porque se sentó al otro lado


del banco. O tal vez se sentía incómoda al lado de Yuuto, un Ochenta
y Seis como ella, que —a diferencia de ella— había luchado en el
campo de batalla.

“No me alisté, y están todos recuperándose en el hospital, así que


pensé que mi visita podría ser sólo una molestia, pero… hay algo que
tenía que preguntarles.”

“Los oficiales de la República que te hicieron reunir información


sobre el ejército de la Federación ya están detenidos. Ya no necesitas
sacarnos información.”
IMAGEN
Citri agarró con fuerza sus manos, que descansaban sobre su
regazo. Sus manos eran diferentes a las de cualquier chica del Grupo
de Ataque. Eran las manos frágiles y delicadas de una chica que nunca
había tenido que empuñar un arma o un bastón de control, que nunca
había tenido que luchar. Para un Ochenta y Seis de la edad de Yuuto,
eso era casi inimaginable.

“Sí, lo sé. Mi hermana pequeña… Kaniha fue arrestada por ello.”

Debía de ser la joven Ochenta y Seis de los escucha que había


mencionado Amari.

“Y creo que es lo mejor. Como yo Kaniha fue adoptada por la


familia Myora, pero es diferente a nosotros… y sabía que la República
también la estaba haciendo ayudar.”

“… ¿Diferente a ti?” Respondió Yuuto con cuidado, a pesar de su


sospecha.

“Me doy cuenta de que esto va a ser una molestia para ti.” Dijo
Citri, interrumpiéndole.

Sus ojos violetas estaban fijos en sus manos, que apretaban la tela
de su falda, mientras intentaba intencionadamente no mirarle.

“Pero no tenemos tiempo… te alistaste, así que seguro que lo sabes.


Por favor, dímelo.”

Yuuto contempló esto en silencio durante un momento. Aunque


Citri no hubiera sido interceptada, no podía filtrarle información sobre
el Grupo de Ataque. Como era un soldado de la Federación, muchas
de las cosas de las que tenía conocimiento se consideraban
clasificadas.

Sin embargo… las palabras que había usado—diferente, nosotros.

“Depende de lo que preguntes.”

Si ella… si eran diferentes de los que habían sido interceptados, si


eran algo que el ejército de la Federación desconocía, tenía que
conseguir que ella se lo dijera. Y para hacerlo, primero tendría que
acceder a su petición.

“Gracias… Verás.” Dijo Citri, con una mirada que parecía aliviada
y, al mismo tiempo, terriblemente acorralada.

No tenemos tiempo. Sus ojos parecían respaldar sus palabras.

“Verás…”

*****

Shiden recibió un dibujo animado que explicaba la energía nuclear,


probablemente enviado por la Teniente Coronel Mialona. La puso al
instante en la sala común del barracón. Otros Procesadores curiosos se
reunieron a su alrededor. Como efectivamente había todo un batallón
de personas que querían verlo, acabaron poniendo la película varias
veces para unos cuantos grupos diferentes.

El dibujo animado estaba bien hecho y pretendía ser comprensible


incluso para los niños que no iban a la escuela, como los Ochenta y
Seis. Les ayudó a entender la mayor parte de lo básico que querían
saber. Sin embargo…

“Lo siento, Cap, pero ver esa película sólo me confundió más.”

Rito dijo esto mientras se acercaba a la mesa con una bandeja de


sabrosa sopa de tomate llena de carne salada y pepinillos. Sentados en
la larga mesa del comedor estaban el Escuadrón Spearhead y
Frederica, junto con Marcel, que se unió a ellos para comer aquel día.

Quitándose el tenedor de la boca, Marcel dijo: “Si no estaba


contemplado en los dibujos animados, es conocimiento que se me
escapa. También asistí a la academia de oficiales especiales, pero,
sinceramente, me parece que apenas me estoy enterando. ¿Sabes algo
más al respecto, Nouzen?”

“Depende de la pregunta… Probablemente deberías acudir a la


Teniente Coronel Mialona para cualquier cosa más en profundidad.”

“Oh, no me refiero a nada de eso. No pregunto por lo que explicaba


la animación.” Dijo Rito, con expresión conflictiva. “Estamos
tomando clases, pero no estamos exactamente al día con nuestros
estudios, ¿verdad? Y aun así, hasta yo me doy cuenta de que las armas
nucleares no son algo que se pueda fabricar tan fácilmente.”

“… Sí.”

“¿Y por qué no lo sabe también el Regimiento Hail Mary? Y la


Teniente Coronel Mialona dijo que explotaron una antes y no
funcionó, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no se dieron cuenta de que lo
hicieron mal y se rindieron?”

Rito tenía razón. Shin, Raiden, Kurena, Anju, Claude y Tohru


intercambiaron miradas.

“Tienes razón, es extraño que no hayan investigado cómo se


fabrican realmente las armas nucleares.” Dijo Claude. “Como,
¿intentarías cocinar un plato que nunca has preparado antes sin
comprobar la receta?”

“Claude.” Dijo Tohru. “Prácticamente me estás pidiendo que saque


a colación cómo hiciste justo eso y pensaste que funcionaría sólo para
estropearlo todo.”

“Cállate.”

“¿Quizás no tenían una receta…? Pero podrían haberle preguntado


a la Teniente Coronel Mialona…”

“En cuanto a por qué no se rindieron, es porque la deserción es un


delito grave, así que incluso si se someten pacíficamente, podrían
recibir el castigo máximo.” Explicó Shin.

“Eso puede ser cierto, Shin, pero ¿no es una razón más para
investigar cómo fabricar un arma nuclear antes de que empezaran?”
Señaló Anju. “Quiero decir, si fallaban, serían absolutamente
condenados a muerte por ello.”

Los desconcertados niños soldado se sumieron en un silencio


contemplativo, incapaces de dar una respuesta.
… A veces, sin proponérselo, los Ochenta y Seis podían ser crueles.

Zashya, que cenaba en una mesa un poco alejada de ellos con el


resto de su regimiento, esbozó una sonrisa amarga. Era natural que los
Ochenta y Seis no lo entendieran, ya que su rey era un líder nato con
madera de verdadero gobernante. Un hombre con la fuerza y la
determinación necesarias para vivir por su cuenta y ejercer como rey
aunque nadie le siguiera.

Y aquel rey solitario no comprendía la debilidad pusilánime de las


ovejas. No necesitaba que las ovejas le obedecieran, y por esa razón,
nunca necesitó entender cómo pensaban, ni darse cuenta de la crueldad
de esa falta de comprensión.

Normalmente, ni siquiera el heredero y la princesa de un gobernador


importante podrían conseguir una audiencia con alguien como él.

La Teniente Coronel Mialona y su hermano, el general de brigada


Mialona, no perdieron la oportunidad de invitar a Viktor Idinarohk,
quinto príncipe del Reino Unido de Roa Gracia, a una cena de
encuentro, a la que respondió que sería un honor asistir.

Una vez que los oficiales que les servían consiguieron volver
nerviosamente a la pared sin tropezar consigo mismos, el general de
brigada Mialona tomó la palabra.

“Los siervos de mis dominios me han avergonzado.”


El príncipe Viktor sonrió con elegancia. Como miembro de la
familia real del Reino Unido, que aún mantenía una monarquía
autocrática, dirigió una fría mirada a los ciudadanos del Imperio que
habían expulsado a su gobernante del trono en la revolución.

“En efecto. El pueblo deseaba esta libertad, y sin embargo…


supongo que este es el resultado de su deseo de algo que ellos mismos
eran demasiado inconscientes para comprender.”

Libertad e igualdad. Palabras que suenan muy bien y que tienen un


peso inimaginable. Responsabilidades que podrían haber dejado en
manos de sus señores y gobernantes, como habían hecho sus
antepasados, si no hubieran deseado la revolución.

“Sí, es bastante vergonzoso… Sin embargo.” El general de brigada


Mialona asintió y continuó.

A cambio de gobernar sobre las ovejas, de darles órdenes y ser


seguido. A cambio de quitar a su pueblo el conocimiento y la libertad
de elegir, él, como gobernante, tenía que aprender todo lo que pudiera
necesitar para tomar todas sus decisiones por ellos.

Para las ovejas, sus gobernantes, que asumían la carga de estudiar


y tomar decisiones, eran también sus protectores. Alguien a quien sólo
tenían que seguir, que les prometía una vida sencilla, sin presiones ni
el duro trabajo de la educación.

El general de brigada Mialona se dirigió, como descendiente de uno


de los antiguos gobernantes del Imperio, a un miembro de la casa de
los unicornios del Reino Unido, que aún se aprovechaba del perezoso
deseo de paz y tranquilidad de las ovejas.

“Creo que quienes impusieron a esas ovejas inconscientes una


carga que no entendían y, por tanto, no estaban preparados para llevar,
tienen un mínimo de culpa en todo esto.”

Después de pensarlo un momento, Marcel tomó la palabra:

“Ah… En realidad, creo que podría saber algo sobre eso.”

Bajó los ojos a su plato de sopa y habló medio pensativo.

“No tener que pensar es fácil. Reflexionar sobre tus actos es un


fastidio. Pensar que todo lo que tienes que hacer es seguir órdenes es
mucho más fácil, y si pasa algo, no tienes que reflexionar sobre lo que
hiciste. Te limitas a seguir órdenes, así que puedes echar toda la culpa
a otro…”

De hecho, incluso podrías echar la culpa de cosas que no te habían


ordenado a otra persona, pensó Marcel con amargura.

Personas que se negaban a cargar con el peso de no haber sabido


proteger a los demás. Gente que no podía soportar los absurdos que les
ocurrían.

… Como yo. Hubo un tiempo en que no pude llevar esa carga, y no


quiero volver a ser así. ¿Me he convertido en el tipo de persona que
esperaba? Aceptó el odio que le lancé sin motivo y sobrevivió a pesar
de ello, sólo para decir que no le molestaba. Aunque no pueda llegar
a ser como él, quería convertirme en alguien que al menos pudiera
cargar con su propio dolor y sus miedos.

“Entonces… ¿cómo decirlo…?”

Shin no dijo nada, sintiendo el pesar en las palabras de Marcel.


Marcel ya sabía que Shin tenía su propia cuota de arrepentimientos y
dudas, momentos de debilidad y error, así que ya no se sentía tan
desdichado al respecto. Shin simplemente los mantenía ocultos y
reprimidos. Nunca lo dejó ver, nunca dijo que sufría o pidió ayuda.
Ahora Marcel lo sabía.

Tras meditarlo un momento, Rito asintió.

“Hmm, ¿así que estás diciendo que el Regimiento Hail Mary


también es así? Su comandante, la Teniente Segundo Rohi, ¿no? ¿La
siguen ciegamente y no piensan por sí mismos? Y por eso no estudian
ni aprenden de sus errores, ni siquiera se dan cuenta de que han hecho
algo mal. ¿Estás diciendo que todos son así?”

“Probablemente.” Dijo Marcel. “Aunque en ese caso, tengo que


preguntarme por qué la Teniente Segunda Rohi no piensa ni aprende
de sus errores, a pesar de ser su comandante.”

Frederica frunció el ceño y refunfuñó desagradablemente.

“Tal vez, esa chica Noele Rohi es de las que tampoco piensan ni
aprenden.”

“¿Eh?”
“¿Qué?”

“Es la única conclusión. No se enfrenta a sus errores y ni siquiera


se da cuenta de su crítica falta de conocimientos. Se comporta como
una gobernante, pero carece de las cualidades para ejercer como tal. Ni
siquiera se da cuenta de que esas cualidades existen.”

No aprendía, no pensaba. Se limitaba a dar órdenes como una


gobernante, sin tener ni la disposición ni la determinación para asumir
las responsabilidades de un líder.

“¡Oh! ¡Ahora lo recuerdo, Princesa!”

Para entonces, el Regimiento Hail Mary se había reducido a menos


de doscientos miembros, ni siquiera suficientes para una compañía de
infantería con dotación completa. Por ello, todos los asuntos, salvo las
tareas de centinela —incluso las comidas y las reuniones
informativas—, se llevaban a cabo en la misma sala.

Utilizaban el salón de actos del pueblo como cuartel. Ahora Noele


estaba allí, intentando mantener cierta apariencia de elegancia mientras
comía una ración de sopa con una cuchara de plástico, cuando de
repente Otto se puso de pie y se acercó a ella.

“¡Princesa, acabo de acordarme! Cuando era pequeño, ¡mi abuela


me contó algo que su abuela le había contado! Cuando una cría de
leviatán remonta a nado el río Roginia, ¡su progenitor abandona el mar
para perseguirla!”
Mientras Noele se sentaba desconcertada por esta historia sin
contexto sobre bebés leviatanes, Ninha Lekaf fruncía el ceño porque
un siervo molestaba la comida de un caballero. Otto estaba demasiado
excitado para darse cuenta.

“¡Así que sólo tenemos que encontrar al bebé!” Continuó. “¡Si lo


hacemos, nos devolverá el favor y volverá a ayudar!”

“Hmm…”

Probablemente fue el intento de explicación de Otto, pero como ya


sabía lo que pensaba, omitió demasiadas palabras para que Noele le
entendiera de inmediato. Así que la leviatán estaba buscando a su cría,
y tenían que ayudarla, o mejor dicho, a su cría. Y en agradecimiento
por su ayuda, a su vez el leviatán madre les ayudaría. En otras
palabras…

Justo cuando Noele había conseguido ordenar todo en su mente,


Otto se inclinó hacia delante con impaciencia.

“¡Entonces lo que digo es que si encontramos al bebé, el leviatán


destruirá a la Legión por nosotros!”

“¿Eh?”

Noelle estaba desconcertada por este salto en la lógica, pero todos


los siervos de alrededor se excitaron a la vez.

“¡Así se hace, Otto!”

“¡Bien por ti por recordarlo!”


“¡Ejeje! Admito que tengo muy buena memoria.”

“¡Así que sólo tenemos que encontrar al bebé leviatán! ¡Princesa!


¡Vamos a buscarlo ahora mismo!”

“Nos faltan manos, pero… si está nadando río arriba, está en el


agua, ¿no? ¡Si nos separamos, lo encontraremos enseguida!”

“¿H-Huh? Pero…” A medida que los siervos se acercaban, Noele


los esquivó retrocediendo.

Si la cría de leviatán estaba en el agua o cerca de ella, tendrían que


buscar en el río Hiyano, que desembocaba en el mar, y en el cauce de
Kadunan y el nuevo cauce de Tataswa, que desembocaban en el
Hiyano. Aunque pudieran reducir la zona a esos dos cauces, por sí
solos abarcaban sesenta kilómetros de norte a sur, incluido el territorio
tomado por la Legión. Y toda la cuenca del río Hiyano estaba tras las
líneas enemigas.

¿Cómo iban a buscar allí?

Pero como ella no era la causante de ese entusiasmo, no tenía ni


idea de cómo acallarlo. Y su pueblo estaba tan lleno de entusiasmo y
esperanza que no quería aplastarlo. Si les decía que no era posible
después de haberla seguido hasta aquí, se desilusionarían de ella. Eso
la asustaba y no se atrevía a decir nada.

Tras mirar a su alrededor, vio a Mele a poca distancia de Kiahi y


los demás. Le sonrió.
“… No te preocupes, Princesa. Sé que estaremos bien mientras
estemos contigo.” Dijo.

Esa sola frase la llenó de valor. Mele y los siervos contaban con
ella. ¿Cómo podía ella, la noble que los lideraba, no creer en su propia
gente?

Noele se puso en pie con decisión. Su rostro estaba lleno de


confianza y convicción mientras hinchaba el pecho.

“¡Sí, por supuesto! ¡Comencemos la búsqueda! ¡Esta vez,


salvaremos el frente norte!”

“¡Sí, salvemos el frente norte! Todos nosotros, ¡juntos!”

“¡Quemaremos a la Legión y a todos los soldados de la Federación


que se interpongan en nuestro camino! ¡Nos vengaremos por nuestros
amigos!”

Ante la declaración de su amada princesa, el salón de actos se llenó


de jolgorio excitado. Lo celebraron como si ya hubieran encontrado al
bebé leviatán y abrieron nuevas raciones y botellas de alcohol.

“Sí. El leviatán se puso de nuestro lado porque tenemos razón. El


ejército de la Federación incurrió en un castigo divino. Estaban
equivocados, ¡así que tenemos que eliminarlos!”

“Y a pesar de todo el tiempo estar equivocados, siguieron


poniéndonos en ridículo. ¡Tenemos que vengarnos de ellos! Los
sargentos gritones y el cabezón comandante de batallón y los nobles
inútiles, ¡todos ellos deberían morir!”

“¡Sí!”

Cuando Otto y Rilé empezaron a hablar de cosas importantes, Kiahi


asintió, con el ánimo por las nubes. Sinceramente, se sentía bien.
Tenían una forma de vencer a la Legión, y conseguirían dar su
merecido al ejército de la Federación, que los trataba como basura.
Ellos, que habían sido injustamente juzgados incapaces y despreciados
por ello, alcanzarían por fin el lugar que les correspondía: serían
héroes.

“No, seremos más que eso.” Dijo Kiahi. “Si esto sale bien, tal vez
podamos salvar no sólo a la Federación, ¡sino a todo el continente!
Después de todo, tenemos a Dios de nuestro lado.”

Si podemos hacer eso, yo…

“Somos los elegidos. Héroes nacionales. Salvadores.”

Los ojos de Mele y Otto se abrieron de par en par, incrédulos, como


si sus pensamientos tardaran un momento en procesar por completo lo
que había dicho.

“¿Salvadores… nosotros…?”

“Increíble…”

Al darse cuenta, se sintieron embargados por la emoción y la


alegría. Los ojos color ámbar y castaño de ambos se abrieron aún más.
“¡Vaya! ¡Vamos a ser salvadores! ¡Increíble!”

“¡Harán estatuas de nosotros! ¡Películas sobre nosotros!”

“Sí. El presidente e incluso el rey de Roa Gracia nos lo


agradecerán.”

Se arrodillarían ante ellos con lágrimas de gratitud. Toda la


humanidad se postraría a sus pies en señal de agradecimiento. Aquella
ensoñación embriagaba a Kiahi mucho más que la bebida que tenía en
las manos.

“¿Pero estás seguro? No sé mucho de leviatanes… Todo da un poco


de miedo.”

Yono estaba acurrucada en un rincón del comedor, asustada por el


entusiasmo de sus amigos.

“Yo tampoco sé mucho de armas nucleares, y parece que esas eran


muy peligrosas. Así que también tengo miedo de los leviatanes…”

La asustadiza hermana pequeña del grupo se acobardaba como


siempre. Pero a Mele le pareció que les estaba estropeando la
diversión. Milha pensó lo mismo y habló, sin intentar disimular su
enfado.

“¿Qué, Yono, quieres detenernos?”

Yono se sobresaltó al instante y se hizo lo más pequeña posible.


Milha la miró con desprecio explícito.
“Nos salvó, así que creo que podemos molestarla. ¿O qué, quieres
interponerte en nuestro camino? ¿Vas a traicionarnos y ser castigada
como esos Vánagandrs?”

“¡No!” Dijo Yono, abriendo mucho los ojos. “¡No soy una
traidora…! La Federación está equivocada, y las cosas no pueden
seguir así. Yo también lo creo. Así que no te detendré. No traicionaré
a todos.”

“Hmm…” Milha se burló de ella, pero parecía que su


temperamento había bajado.

Después de que Yono sacudiera la cabeza, haciendo volar sus


trenzas de un lado a otro, Milha dejó de acosarla.

Mele, mientras tanto, se dio cuenta de algo gracias a las palabras de


Yono.

… Bien. Así que de eso se trataba.

“… No. Yono tiene razón.”

Yono y Milha se volvieron para mirar a Mele, sorprendidos.

“¿De qué estás hablando, Mele?”

“Las cosas que no entendemos nos asustan… Desde el principio de


la Federación, nos hemos enfrentado a cosas así. No podíamos
entender por qué las cosas salían como salían, o por qué nos decían lo
que nos decían.”
Había tantas cosas que no entendían. El peligro de la energía
nuclear que había hecho tan feliz a su pueblo. El colapso de su pueblo
en la pobreza. La Legión, que llegó de la nada. Cursos de estudio,
libros de texto. Libertad, derechos. Todo era terrible.

“No saber da miedo, y lo que da miedo son los errores. Durante los
últimos diez años, la Federación ha estado cometiendo errores. Yono
y nosotros, todos nos dimos cuenta hace diez años… No, incluso
antes.”

Nadie más lo había hecho, ni hace diez años ni probablemente


ahora. Sólo su grupo había sido lo bastante inteligente para darse
cuenta.

“Ustedes dos, todos los demás, y yo siempre hemos tenido razón.


Por eso…”

El rostro de Yono se iluminó con una sonrisa. Milha asintió con


orgullo. Y tras devolverle el asentimiento, Mele dijo con firmeza:

“Por eso todo va a salir bien. Lo sé.”

“Nada de esto tiene sentido…”

Al igual que Noele, Ninha era una caballero regional de la provincia


de Shemno. Cursó el mismo año que ella en la academia de oficiales y
fue igualmente sometida a tener que “saltarse un año” para graduarse.
Noele, en su ingenuidad, creyó la excusa del ejército de que se habían
graduado antes porque tenían “suficiente talento como para no
necesitar el periodo de educación establecido”.

Tras abandonar el salón de actos, las dos oficiales se dirigieron a la


destartalada casa de una sola habitación que habían designado como
puesto de mando y se sentaron una frente a la otra en el interior. Ambas
tenían el cabello y los ojos color chocolate de un Cairn, pero la textura
y el estilo de su cabello eran diferentes. Noele tenía el cabello fino,
suave y recogido en dos coletas, mientras que Ninha lo tenía liso y
áspero, recogido en una coleta.

“¿Cómo se supone que vamos a encontrar al bebé leviatán?”


Comenzó Ninha. “Para empezar, ¿siquiera hay un bebé leviatán por
aquí? ¿Cómo vamos a protegerlo si lo encontramos? ¿Y el leviatán
volverá a ponerse de nuestro lado? ¿Cómo vamos a decirle que luche
contra la Legión? No puedo responder a ninguna de esas preguntas, y
no puedo actuar basándome en especulaciones.”

“Sí, pero…” Murmuró Noele.

Ella también se había planteado esos problemas y, cuando se los


señalaron directamente, sólo pudo responder con un hilo de voz:

“… el arma nuclear no funcionó, así que… necesitamos algo para


reemplazarla.”

“Deberíamos haber retrocedido en el momento en que el arma


nuclear no estalló como dijo. De nuevo, no sabemos si el leviatán
puede sustituirla…”
“…”

“No importa cómo se mire, esto no tiene sentido. No va a


funcionar.”

Ninha… puede tener razón, pero… si admitimos que todo esto fue
en vano, si nos rendimos…

“Los siervos están ahí por el bien de sus gobernadores, así que
dejemos que carguen con la culpa de los crímenes de deserción y
traición; cualquiera servirá. Podemos culpar de todo a uno de los
siervos y decir que nos obligaron a unirnos. Si hacemos eso, aún
podemos volver atrás.”

Los delitos de deserción y conspiración de traición eran los delitos


de Noele. Imputárselos a uno de los suyos…

“—¡No podemos hacer eso!” Dijo Noele, enfureciéndose con ella.

¿Usar a sus propios siervos como chivo expiatorio? Impensable. Y


si se rendía ahora, ninguno de ellos se salvaría. Si se rendía, todos los
demás morirían. Así que no podía rendirse. Si había alguna esperanza
de cambiar esto, por pequeña y distante que fuera, tenían que
alcanzarla y agarrarla. Porque mientras no se rindieran, tenían la
oportunidad de alcanzar esa esperanza.

“Si el leviatán puede derrotar a la Legión, si el leviatán puede


mantenernos a todos a salvo, entonces no podemos rendirnos. Voy…
voy a salvar a todos.”

Ninha sólo pudo lanzar un suave suspiro.


*****

Shin se despertó sobresaltado y se encontró en su oscura habitación del


barracón. Luchando momentáneamente por comprender la situación,
Shin se giró sobre su estrecha cama… No recordaba cuándo había
vuelto a su habitación.

“¿Estaba dormido?”

Era un estado de sueño forzado, inducido para aliviar la tensión de


su habilidad Esper. Se quitó la manta arrugada y se llevó una mano a
la cabeza aturdida. Había tenido casos en los que le invadía una intensa
somnolencia y dormía durante medio día, pero esta era la primera vez
que se despertaba sin recordar haberse cansado ni haberse metido en
la cama.

Se había acostumbrado a los lamentos de la Legión, incluso a los


de los Perros Pastores, pero estar tan cerca del campo de batalla
aumentaba la tensión. Es más, su base de operaciones, Rüstkammer,
pasó de estar lejos del campo de batalla a sólo unas decenas de
kilómetros de los combates. Pensó que había descansado lo suficiente,
pero al parecer, no se había recuperado del todo.

La cama de su compañero Raiden estaba desocupada, así que


aparentemente no era hora de dormir. Había una comida ligera y una
botella de agua en el escritorio de la habitación junto con una nota. La
letra era de Raiden. Al parecer, se había hecho cargo de las tareas de
Shin por ese día. Tras hojear la nota, Shin abrió la botella y bebió un
sorbo de agua.
Mientras lo hacía, concentró su conciencia en las voces de la
Legión, más que nada por costumbre. Su mente estaba entrenada para
el combate, un rasgo fomentado en el Sector Ochenta y Seis y en los
campos de batalla de la Federación, y eso le impulsaba a dar prioridad
a confirmar los movimientos del enemigo.

Fue entonces cuando se dio cuenta de algo.

“… Mm.”

Al otro lado de los familiares lamentos y aullidos de los


fantasmas… apenas pudo distinguir a lo lejos un grito débil y
desconocido. Un gemido…

Un gemido lastimero. Sonaba como el canto de la soberana de los


mares, que ya había oído una vez.

“Oh, Capitán. ¿Ya te sientes mejor?”

Después de mirar la hora y ver que aún era pronto para cenar, Shin
se había comido agradecido la comida ligera que le habían dejado en
la habitación, se había puesto el uniforme y había salido, donde se
encontró con Grethe.

“Sí. Lo siento.”

“No hay ningún problema. Si empiezas a sentirte mal, no dudes en


informar de ello. Como comandante de brigada, mi trabajo es
asegurarme de que mis subordinados no estén bajo tensión innecesaria.
No has podido seguir el entrenamiento para controlar tu habilidad,
¿verdad?”

Con las mareas de la guerra girando en contra de la Federación,


Joschka estaba destinado en el cuartel general del frente occidental, y
los otros parientes de Shin del Clan Maika estaban ocupados en sus
propios puestos. Ya no tenían tiempo para Shin.

Grethe esbozó una sonrisa maliciosa.

“Todavía tenemos algunas Cigarras de repuesto. Quizá puedan


reducir la tensión. ¿Por qué no se lo preguntamos al príncipe?”

“De ninguna manera. Me niego.”

“Estoy bromeando. Además, ya dijo que probablemente no ayudará


con tus poderes.”

“—Para empezar, el mayor obstáculo es cómo vas a conseguir que


Nouzen se ponga la Cigarra.”

Mediante el noble sacrificio del quinto príncipe del Reino Unido,


por supuesto, pensó Grethe.

“Pero la tensión que siente Nouzen no es su habilidad en sí, sino el


hecho de que está constantemente expuesto a las voces de la Legión.
Si tienes una radio estropeada en que no puedes apagar y sigue
transmitiendo a gran volumen, aumentar su recepción no va a
solucionar el problema.”

“… De todos modos, eso es lo que dijo.”

“¡¿Realmente le preguntaste al respecto…?!” Gimió Shin,


estremeciéndose ante la imagen mental.

En momentos como este, la cara de póquer de Grethe era realmente


aterradora.

Shin cambió de tema antes de que ella pudiera decirle algo más que
sería mejor que no supiera. De todas formas iba a informarle de esto,
así que no contaba como huida. Probablemente.

“Más importante aún… puedo oír algo. Creo que es el leviatán. El


joven. Por lo que puedo decir, está más cerca de lo que pensamos.”

De todos los lugares, estaba en la zona de operaciones del Grupo


de Ataque, en la riada de Kadunan. La cría había remontado a nado el
río Hiyano, fuente de las crecidas del Kadunan y del nuevo Tataswa.
Al parecer, había ido a parar al cauce del Kadunan tras salir del Hiyano.

“Capitán… Su habilidad está evolucionando de forma extraña.”


Dijo, dudosa. “Primero, puedes oír las voces de la Legión, ¿y ahora
puedes oír a los leviatanes?”

“No estoy seguro de que esté evolucionando… Los leviatanes son


probablemente iguales a la Legión.”
Un ejército de fantasmas, abandonados por algo que ya no existía.
Aunque, como los leviatanes eran aún más extraños que la Legión,
Shin era incapaz de entenderlos, y no tenía forma de saber exactamente
por qué habían sido abandonados.

“En fin… Estoy segura de que no tengo que decirte esto, pero si ves
al leviatán, no intentes atacarlo. Y ni se te ocurra intentar recuperarlo.
Idealmente, evita involucrarlo en combate por completo. Dicho
esto…”

Shin miró a Grethe.

“Dicho esto…” Repitió. “… Finalmente alguien del Regimiento


Hail Mary se rindió. La situación está cambiando.”

“Soy la Teniente Segundo Ninha Lekaf, vicecomandante del


Regimiento Hail Mary. Estoy segura de que incluso los peones como
tú han leído al menos los memorandos.”

A pesar de ser una traidora, la oficial que se entregó actuó de forma


bastante inapropiada, manteniendo la nariz alta en señal de orgullo.
Los soldados de patrulla se sintieron un poco intimidados por su
comportamiento. Tenía la arrogancia de la clase dirigente y no tenía
reparos en llamar a los demás peones a la cara.

“Llévenme hasta su comandante. Le proporcionaré información


sobre el Regimiento Hail Mary. A cambio, tengo una condición.”
“¿Lady Ninha huyó?”

“… Sí.” Noele agachó la cabeza, con el rostro tan oscuro como el


cielo nocturno al otro lado de la ventana rota.

Mele no podía creerlo. Lady Ninha era compañera de la princesa


Noele en la academia de oficiales e incluso la había llamado mejor
amiga. Pero sobre todo, ¿cómo podía alguien traicionar a la princesa?

“Su arma, su uniforme y todas sus cosas han desaparecido, y


ninguno de sus subordinados sabe dónde está. Yo tampoco lo sé, por
supuesto. Así que… por mucho que me duela decirlo, tengo que asumir
que huyó.”

Noele se mordió los labios secos y agrietados. Tras dos semanas


huyendo, tenía el cabello, la piel y las uñas descuidados. A Mele le
dolía ver aquello.

“Por supuesto, Ninha sabe de este lugar. Si la llevan cautiva y la


torturan, es cuestión de tiempo que divulgue nuestra posición…
Tenemos que movernos antes de que vengan por nosotros.”

Sus ojos color chocolate, con su singular aspecto ahumado, se


nublaron de triste resolución.

“Debemos usar—no, salvar al leviatán. Si encontramos al joven, el


leviatán vendrá a nosotros. Y ya que nos eligió… Sí, esto debe ser una
prueba. Si encontramos al joven, el leviatán seguramente nos ayudará.
Y el segundo frente del norte será salvado… Mele.”
Mientras le contaba su delirante predicción, demasiado irreal como
para llamarla siquiera ilusión, Noele se inclinó hacia delante. Era muy
deshonesto por su parte, teniendo en cuenta que la vida de doscientos
de sus subordinados recaía sobre sus hombros.

Pero Noele no tenía otro recurso que creer. E incluso ahora, Mele
no iba a cuestionarla.

“Mele, te pongo al mando de la unidad de exploración. Quiero que


seas tú quien encuentre al joven.”

Mele abrió los ojos con incredulidad. “¿Yo?”

Después de todo, no era más que el hijo de una familia de siervos.


Un soldado raso. No podía hacer algo tan difícil como enfrentarse al
juicio del leviatán.

“Sir Rex o Lady Chilm—no, incluso Kiahi o Rilé…”

“Rex y Chilm no van a volver. Kiahi tiene las manos ocupadas


transportando el arma nuclear. Mi unidad principal se destacará, y
somos lentos… Tú eres el único que puede hacer esto. Eres el único
con el que puedo contar.”

Al decir esto, la mirada de Noele se fijó en él. Era como si se


aferrara a él en busca de ayuda. Parecía perdida, con los ojos color
chocolate a punto de llorar. Incluso Mele, a pesar de todos sus recelos,
tuvo que armarse de valor. Sí. El trabajo de un siervo era obedecer las
palabras de la princesa. Y había jurado hacerlo.

“Por supuesto, Princesa Noele.”


Por fin cumpliría la promesa que había hecho de pequeño: que
algún día lucharía junto a su princesa.

“Lo encontraré para ti… te seré útil, Princesa.”

Ninha les habló del escondite del Regimiento Hail Mary, de cuántas
“armas nucleares” les quedaban, de con cuánta gente trabajaban, así
como de sus acciones actuales. Tras el fracaso de las bombas sucias,
renunciaron a utilizarlas y en su lugar decidieron que el Fisara
destruyera la Legión.

A partir de la información que Ninha proporcionó, los movimientos


de la unidad de renegados parecían tan azarosos que los generales del
segundo frente del norte estaban desconcertados más allá de toda
creencia. El uso de bombas sucias por parte de los renegados y el Fisara
entraban dentro de las previsiones de los generales, y sin embargo…

“Hemos reunido pruebas para respaldar su información.


Movámonos.”

Cuando el comandante dio esta orden, todos los generales


asintieron. La mayoría de ellos eran nativos de esta tierra y sus ojos
ahumados brillaban.

“Con esto, deberíamos ser capaces de suprimir a esos tontos y


recuperar el combustible nuclear. Da la orden al Grupo de Ataque.
Avanzaremos con la misión original del segundo frente norte de
restaurar el río defensivo destruyendo las presas.”
De repente, la jefa de personal del segundo frente norte tomó la
palabra, como si acabara de recordar algo.

“¿Qué hay de la condición que Ninha Lekaf mencionó?”

Lo hizo como una pregunta, pero ya sabía la respuesta. El


comandante respondió secamente y sin pensárselo mucho.

“Oh… Cúmplansela. Podemos permitirnos concederle eso.”

Eran las primeras horas de la mañana cuando la Teniente Coronel


Mialona comenzó la sesión informativa.

“—El Regimiento Lady Bluebird comenzará la operación para


suprimir los restos del Regimiento Hail Mary.”

Los miembros del regimiento que la miraban ni siquiera daban


muestras de su experiencia y nivel de organización. En la esquina de
la holo-pantalla se proyectaba el emblema de la unidad, una mariquita
con caparazón azul.

Perdieron una compañía en el encuentro con el Fisara, pero


soldados curtidos como ellos no iban a dejarse amedrentar por un
lagarto acuático que se había metido en un campo de batalla donde no
debía, aunque fuera un soberano dragón. Y, desde luego, tampoco iban
a dejar que una panda de estúpidos gallos y gallinas del campo que
ponían en peligro a su patria y a sus camaradas les asustaran.
“Nuestra operación tendrá lugar en la zona disputada, la región de
Sneenikeit, situada en la orilla oriental de la nueva crecida de Tataswa.
Actualmente los supervivientes del Regimiento Hail Mary se esconden
en las ruinas de la aldea que allí se encuentra. El enemigo cuenta con
poco menos de doscientos soldados de infantería supervivientes. Como
antes, los suprimiremos usando sólo unidades blindadas. La infantería
blindada acompañante formará un perímetro y cerrará la zona.”

Sus aliados de confianza, los soldados de infantería acorazados, no


pudieron unirse a ellos en esta operación. El combustible nuclear
robado por el Regimiento Hail Mary había irradiado peligrosamente la
zona. No podían arriesgarse a detonarlo.

La Teniente Coronel Mialona continuó, con el emblema de una


hermosa mariquita a sus espaldas. Les habló de la joya azul ultramar
traída en la antigüedad desde el otro lado del mar. Su belleza y rareza
hicieron que se utilizara en las imágenes de la Santa Madre y del cielo.
Era el azul puro, inmaculado y sobrecogedor de un pájaro que surca el
cielo.

Era el azul de la llama que la Casa Mialona utilizaba para iluminar


los oscuros inviernos del norte. La llama azul del fuego nuclear que
había sido deshonrado y ahora amenazaba con quemar y contaminar
su patria. Si su dignidad estaba manchada, ella tenía que restaurar su
honor con sus propias manos.

“Como tal, los ingenieros y el Grupo de Ataque lanzarán


simultáneamente la operación para apoderarse de la vía de inundación
de Kadunan. Todos ustedes deben seguirles el ritmo y no permitir que
esos tontos se interpongan en el camino de nuestros invitados.
Mantengan la zona de combate cerrada como una jaula.”

“El área de operaciones de la 1ª, 2ª y 3ª Divisiones Blindadas es una


franja de sesenta kilómetros a lo largo de las montañas de Shihano y la
vaguada de Kadunan, comenzando en la zona disputada y
adentrándose en los territorios de la Legión. Debemos eliminar a todos
los hostiles dentro de la zona hasta que los ingenieros que nos escoltan
terminen de detonar y desmantelar todas las presas.”

Shin se volvió hacia los demás en la sala de reuniones. El mapa de


la zona de combate proyectado en la holo-pantalla destacaba las
veintidós presas de la vía de inundación de Kadunan. Destruyendo las
presas, convertirían la cuenca de Womisam en una trampa de
humedales y restaurarían el río de la línea Roginia, lo que impediría la
invasión de la Legión. Esta era la misión actual del Grupo de Ataque.

“Además de los ingenieros de combate, cada división acorazada


estará escoltada por tres regimientos de infantería acorazada y tres
batallones de reconocimiento formados por tropas voluntarias de los
Países de la Flota. Además, se estima que en estos momentos hay dos
leviatanes nadando en el cauce de Kadunan. Un joven de raza no
identificada y un Fisara. Si alguno de ellos es descubierto, sólo deben
observarlo y abstenerse de hacer cualquier tipo de contacto con él. No
le disparen, ni le apunten, ni hagan nada que pueda considerarse una
acción ofensiva. Creo que luchar en su área general no será un
problema, pero…”

Shin se interrumpió e hizo una mueca. Las batallas siempre eran un


asunto nebuloso. Ningún ejército, por bien entrenado que estuviera,
podía eliminar por completo toda incertidumbre. Había consultado con
Ishmael antes de la sesión informativa qué acciones podrían provocar
un contraataque de los leviatanes, pero el hombre sólo había hecho una
mueca, igual que Shin estaba haciendo ahora, y dijo:

“«Son animales salvajes. Nunca podemos saber cómo puede


reaccionar uno. Así que si es posible, evita acercarte a ellos».”

“Emprenderemos una operación de barrido de la unidad renegada


mientras la fuerza principal del Grupo de Ataque se despliega para la
operación de destrucción de la presa. Para servir de señuelo a ambas,
la 4ª División Blindada y todas las unidades de Alkonost atacarán los
territorios de la Legión.”

Mientras Shin y las tres primeras divisiones blindadas se


desplegaban para destruir las presas, a la 4ª División Blindada de Suiu
se le encomendó una tarea diferente. Estarían bajo el mando de Vika
durante toda la operación. Para ser más exactos, la 4ª División
Blindada y el batallón de envío militar del Reino Unido se unieron
temporalmente para formar una fuerza de ataque, con Vika como
autoridad suprema.
El mapa de operaciones que aparecía en la pantalla no mostraba ni
las montañas Shihano en el extremo occidental del frente ni la actual
posición defensiva a lo largo de la línea Roginia, al sur. En su lugar,
mostraba la región fluvial que discurre de oeste a este en el norte de la
cuenca del Womisam.

“La zona de operaciones será la antigua línea defensiva, la orilla


sur del río Hiyano. Aunque dividir nuestras fuerzas es desaconsejable,
hay veces que hay que confiar en los esquemas para salir adelante.”

Durante la operación de avance, la fuerza principal del segundo frente


norte mantendría a raya a la Legión en el frente y ofrecería fuego de
cobertura a la unidad de avance, como había hecho en operaciones
anteriores. Ishmael y el Cuerpo Libre de los Países de la Flota también
recibieron órdenes. Se unirían al Grupo de Ataque en la operación de
destrucción de la presa como unidad de reconocimiento. En una zona
boscosa profunda, donde la visibilidad era limitada, servirían como
ojos de la fuerza de avance.

Dado que se adelantaban al resto de la fuerza y eran los primeros


en entrar en contacto con el enemigo, la tasa de mortalidad de esta
función era excesivamente alta, y sin embargo era una tarea que
requería tropas cualificadas.

“Esta fue la promesa que hicimos para convencer a la Federación


de que acogiera a toda nuestra nación… Pero seguro que no se lo
piensan dos veces a la hora de utilizarnos. Supongo que en eso no son
muy diferentes del Imperio.”

Ishmael escupió estas palabras mientras caminaba por los pasillos


vacíos de los barracones, el último en abandonar la sala de reuniones.
Los barracones eran viejos edificios prefabricados, pero no mucho
peores que los de los soldados de la Federación. La comida y el
equipamiento también eran de calidad similar.

Pero cuando se trataba del trato que recibían los Países de la Flota
en momentos como este, la actitud despiadada y fría de los antiguos
generales imperiales era evidente. Se aprovechaban de su posición de
debilidad —habían perdido su país y no tenían a quién recurrir— y
trataban sus vidas como la moneda más barata.

La segunda oleada de soldados de los Países de la Flota,


actualmente en formación, podría ser diferente, pero los voluntarios
que luchaban ahora mismo eran simples soldados de infantería. El mes
transcurrido desde su llegada no había sido suficiente para completar
el entrenamiento de los exoesqueletos blindados, por lo que si iban a
unirse a la Federación por el mérito de su potencia de fuego, no
tendrían más remedio que arriesgar la vida. Además, ser enviados
como unidad de reconocimiento significaba que su tasa de bajas sería
aún mayor.

“—Mierda.”

El pasillo estaba vacío. No tenía que preocuparse de que sus


subordinados le oyeran. Así que se dejó llevar por la ira, escupió
maldiciones y golpeó con el puño la delgada y maltrecha pared
prefabricada.

“¡Whoa!”

El ruido sordo de su puñetazo, que se sintió débil y tonto ante su


ira, fue silenciado por un pequeño chillido. Ishmael se dio la vuelta a
toda prisa.

“¡Lo siento, señorita! ¿Te he asustado?”

De pie, con los ojos aún más abiertos, estaba la Mascot del Grupo
de Ataque. Su nombre era Frederica. A pesar de su pequeño tamaño,
tenía una gran determinación. Él la había visto cuando participó en la
operación a bordo del superportaaviones.

Sacudió la cabeza y se acercó a él con paso ligero. Sus ojos claros


y carmesí lo observaron con atención.

“… ¿Estás bien?”

Su mirada, llena de sabiduría más allá de su edad, mostraba una


sorprendente preocupación por su puño. Ishmael la miró con una
sonrisa culpable.

“Sí, estoy bien… Siento haberte mostrado algo tan lamentable.”

Un adulto, que no puede contenerse y se emociona.

“No das pena en absoluto. Eres un comandante capaz, un capitán y


un hermano mayor respetado por todos.”

“… Gracias.”
Sus palabras fueron francas y sin ninguna pretensión, lo que hizo
que Ishmael se sintiera aún más patético. No se consideraba el tipo de
hombre que merecía tales elogios. Y menos de alguien con una mirada
tan franca y directa. Se le escaparon las palabras que había intentado
reprimir.

“Como ya he hecho el ridículo, ¿le importa que me queje un poco,


señorita?”

“En absoluto.”

“Es duro, tener que vivir con la vergüenza. Quería salvarlos, si


podía… Pero no pude, y ojalá alguien me castigara por ello.”

Habían hundido el Stella Maris. Y cuando evacuaron, tuvieron que


abandonar con ella la maqueta del esqueleto del leviatán. Ahora,
Ishmael era el único que quedaba para transmitir las gloriosas hazañas
de la flota de Mar Abierto.

Era el capitán del superportaaviones y el próximo comandante de


la flota, lo que significaba para la tripulación y sus familias que era el
próximo jefe de los clanes de Mar Abierto. Un candidato político,
agraciado con experiencia en combate y la mejor educación que la flota
y los clanes podían proporcionar. Esto lo convertía en personal valioso
para la Federación, ya que podía dirigir a los refugiados de los países
de la flota y organizar a los soldados voluntarios. El ejército de la
Federación le devolvió el derecho y la responsabilidad de mandar a los
soldados voluntarios, mientras que a Ishmael se le permitió expresar
su opinión y negociar sus órdenes.
No podía permitirse morir: tenía que asegurarse de que la memoria
de la flota de Mar Abierto se transmitiera y de que sus camaradas no
se vieran obligados a aceptar órdenes poco razonables.

No importaba quién muriera en los clanes, cuál de sus subordinados


pereciera, cuántos de sus camaradas pudieran caer, sólo él tenía que
seguir adelante, cargando con la vergüenza de la supervivencia: seguir
viviendo, cargando con ese pecado.

Frederica negó con la cabeza. Por alguna razón, apretó con fuerza
los labios pálidos y rosados.

“No eres patético… Esa también es una forma legítima de luchar.”

“… Tohru.”

Claude se dio la vuelta y sus ojos color luna se contorsionaron con


amargura. Se encontraba en el hangar del primer batallón de la primera
división blindada, en la base de la división. El Bandersnatch de Claude
estaba junto al Jabberwock de Tohru mientras el ruido de las unidades
lanzándose en orden llenaba el espacio.

“Siento que tengas que preocuparte por mí todo el tiempo.”

Habían pasado dos meses desde la segunda ofensiva a gran escala,


y un mes desde la caída de la República. Tras pensarlo un momento,
Tohru sacudió la cabeza.
“Hmm. Bueno, no dejes que te mortifique. Sé que tu hermano era
lo único que tenías en mente.”

El hermano que no había reconocido, al que creía haber dejado


morir. Como resultado, había tenido que cargar con un dolor que era
mejor no llevar con respecto a la caída de la República. De hecho, el
momento elegido por su hermano para revelar su supervivencia no
podía haber sido peor. Era natural que Claude perdiera los estribos.
Con ese pensamiento en mente, Tohru se echó a reír.
IMAGEN
“No fue tan difícil para mí. Ni antes ni ahora.”

No tenía los mismos problemas que Claude, quien, en el Sector


Ochenta y Seis, tuvo que enfrentarse a su despreciable sangre Alba y a
la ira que sentía hacia su hermano y su padre, que les abandonaron a él
y a su madre, pero a los que, no obstante, seguía queriendo. Tohru era
un Aventura, por lo que era fácil reconocerlo como un Ochenta y Seis,
y sus padres y su abuelo fueron asesinados en la República, por lo que
podía odiar incondicionalmente a la República por lo que le hicieron.

“El hecho de que puedas hablar así es la razón por la que digo esto.”
Le dijo Claude, con sus ojos blancos como la luna fijos en Tohru.

“¿Mm?”

“No nos limitamos a tirar cosas. No nos limitamos a poner cubos


para arreglar un tejado con goteras. No lo hacíamos antes y no lo
hacemos ahora.”

No estamos perdiendo. No es que no podamos ganar. No nos


arrastran por el mismo sitio una y otra vez.

Tohru le sonrió. “Déjate de simpatías.”

Claude le gruñó molesto.

“No quise decir eso, imbécil.”

El pelotón de exploradores a cargo de Mele estaba escaso de gente.


Sólo contaban con veinte miembros, bastante menos de lo normal.
“Mucha gente se está poniendo enferma, ¿eh? El invierno está a la
vuelta de la esquina; me pregunto si todos se habrán resfriado.”

El bosque estaba terriblemente silencioso antes del amanecer, con


los pájaros dormidos y los animales nocturnos volviendo a sus
guaridas. Mele oyó a Otto divagar mientras caminaban uno al lado del
otro. Aunque la princesa del Regimiento Hail Mary había dado la
orden de partir, todos estaban enfermos y no podían moverse. Patético.
¿Cómo podían desobedecer a la princesa?

Los miembros del pelotón intervinieron para hacer comentarios.

“¿Estás seguro de que lo que tienen es un resfriado?”

“No tienen fiebre, pero vomitan y tienen hinchazones raras por todo
el cuerpo.”

“Vi al equipo de producción del pueblo de Sul cuando fui a recoger


el arma nuclear, y tenían muy mal aspecto. Se les caía el cabello y
tenían moratones por todas partes. Algunos tosían sangre.”

“Cállense.” Los detuvo Mele, molesto. “Concéntrense en la


búsqueda. Debería estar por aquí, a lo largo del río.”

“Quiero decir, sí, Mele, pero el río es bastante ancho.” Respondió


Otto con el ceño fruncido.

Él fue quien les sugirió que encontraran al bebé leviatán, pero ya


parecía bastante aburrido y estaba usando el cañón de su rifle de asalto
para apartar las hojas caídas a sus pies.
“No tenemos suficiente gente para buscar en un río tan grande.
Sería más rápido empezar a buscar cuando todo el mundo se recupere.”

“Bueno… quiero decir, Lady Ninha…”

En ese momento, uno de los miembros de la fila gritó en voz alta.

“Oh… ¡Eh! ¿No es eso?”

Señaló hacia delante, en la oscuridad azul que precedía al


amanecer, más allá de los árboles del frío y profundo bosque. La bruma
matutina típica de esta estación no se extendía hasta la elevada altitud
de las montañas de Shihano. Envuelto en la oscuridad azul y decorado
por innumerables hojas caídas había un lago inmenso, aterradoramente
claro y sin fondo. Sus aguas reflejaban el débil resplandor del oscuro
cielo estrellado y, sobre su ondulante superficie, vieron lo que
buscaban.

Una criatura de cristal, blanca como la nieve y cubierta por un


delicado velo, nadando con la cabeza erguida.

*****

Patrullando en los cielos a veinte mil metros de altura, el Rabe detectó


múltiples firmas térmicas moviéndose al amparo del amanecer sin luna
y de la bruma matinal. Esas firmas correspondían a Vánagandrs y
soldados de infantería acorazados.

<<Dragonfly One a Firefly.>> <<Se confirma movimiento en el


segundo frente militar del norte.>>
Parecía que estaban rebasando la posición defensiva del segundo
frente norte, la línea Roginia. Al mismo tiempo, innumerables cohetes
y obuses eran disparados desde detrás de las colinas de Neikuwa para
proteger su avance. Fuego de preparación. Los primeros disparos de
artillería lanzados antes del avance de una unidad blindada, destinados
a destruir unidades y fortificaciones enemigas y despejar el camino.

El cuervo metálico también divisó una pequeña unidad moviéndose


por los bosques de las cumbres de las montañas Shihano.

<<En base a la ruta de los exploradores, su objetivo está en las


montañas Shihano, cerca de la zona designada por los humanos como
la vía de inundación Kadunan.>> <<Dragonfly One a Firefly—se
aconseja la expedición del programación de operaciones.>>

*****

De pie dentro de la onírica lluvia de hojas verdes, en el intersticio azul


y reluciente entre la esfera celeste y la superficie del agua, se alzaba la
majestuosa visión del joven leviatán. Mele se quedó helado, mirándola.
Era como la princesa sirena de una leyenda. Una silueta de color blanco
puro, cubierta con un modesto velo y un largo vestido de cola. La suave
luz de las estrellas centelleaba contra sus escamas mientras flotaba en
la superficie del agua como una estatua de cristal meticulosamente
detallada.

“… Es tan bonita…”
Una criatura tan hermosa debe ser algo bueno y correcto. Este
hermoso ser seguramente los salvaría a ellos y a su princesa.
Sintiéndose atraído por ella, Mele se acercó a la criatura y le tendió la
mano, inclinando la cabeza mientras miraba a la princesa sirena. Pero
entonces, muy por debajo de su velo —el lugar que Mele había
confundido con su cabeza—, de repente tres ojos se desviaron para
mirarlo.

“¡¿…?!”

Pupilas en forma de diamante con un brillo metálico, distintas a las


de cualquier ser humano o animal terrestre. Una mirada, más extraña
que cualquier cosa que Mele hubiera sentido jamás, le atravesó,
erizándole todos los pelos y cabellos del cuerpo. La criatura desconfió
de su mano, ahora medio levantada y congelada en el sitio.

La Leuca separó las mandíbulas, mostrando líneas de dientes


afilados y angulosos similares a los de un tiburón o un cocodrilo, y
mostrando las oscuras profundidades de su garganta, que era tan
espeluznante como el cadáver de un pez de aguas profundas.

Tomó una profunda bocanada de aire fresco de otoño, y luego…

“¡Giiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!”
IMAGEN
La sirena devoradora de hombres, nativa de mar abierto, lanzó un
chillido desgarrador para intimidar a los mamíferos que se le
acercaban.

La Leuca soltó su aullido. De haber sido un espécimen maduro, el


pulso burbujeante del aullido habría sido capaz de romper placas
blindadas. Su fuerte chillido resonó en las montañas de Shihano al
amanecer. Sobresaltados por el extraño rugido, los pájaros despegaron
de las copas de los árboles y volaron hacia el cielo. Las desafortunadas
ardillas que habían trepado a los árboles cercanos se desmayaron al
oírlo y cayeron al suelo. El aullido subió por la riada de Kadunan,
llegando hasta el Fisara que ahora nadaba por la corriente de uno de
los ríos embalsados.

El Fisara levantó la cabeza y giró su largo cuello en dirección al


grito de la cría. A partir del sonido, pudo captar la ubicación y la
posición aproximadas de la cría, así como el estado de peligro en el
que se encontraba.

“¡……………………!”

Rugió en respuesta, tratando de advertir a su enemigo aún invisible.


Y entonces el Fisara comenzó a nadar de vuelta a lo largo de la suave
corriente del río en busca de su cría.
La unidad de reconocimiento enviada por delante de la fuerza de
avance escuchó los dos aullidos y los transmitió al cuartel general de
la división, que analizó los sonidos y comunicó sus conclusiones a las
distintas divisiones.

“… Tsk. Entendido.”

Al igual que sus bases estaban formadas por módulos de refugio


estandarizados, el ejército de la Federación utilizaba remolques
específicos acoplados entre sí para sus puestos de mando de primera
línea, a fin de permitir una construcción, desmontaje y desplazamiento
rápidos. Además, para facilitar las operaciones, los tres comandantes
tácticos, aparte de Lena, tenían acceso a sus vehículos blindados de
mando, mientras que Vika y Zashya disponían de sus Barushka
Matushkas de configuración de mando.

En el puesto de mando, rodeado de acero y sombras de color blanco


azulado, se encontraban la comandante de brigada Grethe, así como
los comandantes, oficiales de personal y personal de control del Grupo
de Ataque.

Marcel, que estaba sentado en una parte del mismo, dentro de un


remolque de control con uno de sus paneles de flanco desplegado,
asintió con la cabeza. Mirando a un lado, confirmó que la misma
información había llegado a sus oficiales superiores y cambió su
objetivo Para-RAID.

El puesto de mando del cuartel general de la división disponía de


una red de comunicaciones, por lo que la información se compartía
casi instantáneamente. Sin embargo, las unidades de combate en el
frente fuera del puesto de mando estaban obstruidas por interferencias
de Eintagsfliege, por lo que no recibían la información con la misma
rapidez.

“Cuartel General de Læraðr a Undertaker. Posiciones de Waltraute


Dos (joven leviatán) y Waltraute Uno (Fisara) confirmadas. Waltraute
Dos está a un kilómetro al este de la presa del Karakuna. Waltraute
Uno está río arriba de la presa del Karakuna, en un punto situado a
doce kilómetros. Avanza hacia el este por el río Karakuna para
recuperar a Waltraute Dos.”

Al final del otoño, las copas de los árboles de las cumbres de las
montañas Shihano se coloreaban de un rojo ardiente, e incluso en la
oscuridad previa al amanecer, el lugar era relativamente luminoso. El
Escuadrón Spearhead, liderado por Undertaker, atravesó a toda
velocidad una magnífica arboleda de arces. Mientras corrían bajo sus
copas, la luz de las estrellas brillaba a través del rojo follaje sobre ellos
en un resplandor carmesí, del mismo color que las hojas que
alfombraban el suelo bajo ellas.

Las hojas de arce de esta zona pasaban del rojo y el carmesí y tenían
un tono algo violáceo. La luz de las estrellas sobre las hojas de color
púrpura carmesí parecía sacada de un sueño, ya que proyectaba
patrones irregulares a lo largo de su camino. La ruta que seguían se
asemejaba a la vaguada del Kadunan; estaban atravesando un camino
forestal por el que no había pasado el hombre en mucho tiempo.

El Regimiento Lady Bluebird, que realizaba su operación en


tándem, se separó en la zona boscosa próxima a la base de la montaña
y se dirigió hacia el otro río artificial, la nueva vía de inundación del
Tataswa.

Aunque se sintió aliviado de que la materia radiactiva no les hubiera


afectado, de igual modo Shin entrecerró los ojos.

“¿Tenemos un tiempo estimado para cuando Waltraute Uno llegará


a la presa?”

Marcel guardó silencio un momento.

“Son las 0530. Casi exactamente a la misma hora a la que


llegarás.”

<<Se confirma que el Fisara está en movimiento. Se estima que se


cruzará con la avanzadilla enemiga. Psyche Twelve debe contener y
alejar al Fisara, provocándolo para que ataque a la unidad de avance.>>

Por supuesto, la Legión también era consciente del chirrido de la


Leuca y de los movimientos del Fisara. Tras reajustar el plan de
operaciones de su unidad, el comandante de la unidad habló, y su voz
mecánica recorrió el campo de batalla.
<<Psique One, reconocido.>> <<No obstante, hay un asunto
preocupante.>> <<Termite Five aún no se ha retirado.>>

Una gran unidad que habían desplegado en la zona de operaciones


no había evacuado y permanecía allí. El comandante de la unidad se
detuvo a pensar. La unidad en cuestión era de un tipo con una
velocidad de movimiento extremadamente lenta. Ahora que había
adelantado el calendario de su operación contra el segundo frente del
norte, probablemente no podría retirarse a tiempo.

<<Firefly a Psyche Twelve. Termite Five permanecerá a la espera en


el punto Karakuna. Se pondrá bajo el mando de Psyche Twelve y se
unirá al ataque contra la fuerza de avance enemiga.>>

<<Reconocido.>>

*****

No era el aullido de un lobo ni el grito de un pájaro o un ciervo.


Tampoco era la llamada de la Legión, con sus pasos silenciosos. Era
un grito más intenso que cualquier otro que hubiera oído nunca, pero
de algún modo, el joven soldado fue capaz de mantener la compostura
y asomarse por el ojal de su fortín para inspeccionar lo que estaba
ocurriendo. Oyó el rugido constante de grandes volúmenes de agua
procedentes de la presa cercana, y el eco de los chillidos de antes.

¿Qué demonios ha sido eso? ¿Un dragón de cuento de hadas caído


del cielo? ¿Una estrella ardiente o el corcel azul de los dioses? Miró
alrededor del fortín y, afortunadamente, no había nada fuera de lo
común.

No. Desde la esquina de las aguas en cascada de la compuerta de la


presa, divisó un grupo de formas metálicas que se confundían entre los
árboles. Avanzaban por el sendero utilizado para la construcción de la
presa, ahora casi desvanecido. Sintiendo que algo no iba bien, se volvió
hacia los árboles, y entonces se le pusieron los pelos de punta.

—¡El comandante de la compañía nunca mencionó nada parecido!

Estaba claro de un solo vistazo: esta cosa era peligrosa. A diferencia


del aterrador pero inofensivo aullido lejano, esta era una amenaza
mucho mayor y más inmediata para este fortín y sus habitantes.

Hace algún tiempo, les dieron manuales para manejar a enemigos


como estos, pero sólo recordarlo era doloroso. Los que se criaban en
las aldeas de los territorios nunca aprendían a leer y escribir, y aunque
él había aprendido desde entonces, él y su amigo tenían problemas con
los textos largos; tenían que pedirle al comandante de su compañía que
se los explicara. Su sargento, normalmente severo, se los escribía en
términos más sencillos para que pudieran consultarlos siempre que lo
necesitaran, pero ese sargento ya no estaba. Murió hace un mes, la
noche en que las estrellas ardientes cayeron del cielo.

Antes de que se diera cuenta, un niño pequeño se acercó y le miró.


El soldado se apresuró a secarse las lágrimas. Si él estaba sorprendido,
un niño tan pequeño debía de estar aún más asustado.
“No te preocupes. El monstruo que hizo ese aullido no vendrá aquí.
Vuelve y escóndete dentro con todos los demás.”

Como siempre tenía que prepararse para la batalla. Y tenía que


comprobar con todos los que recordaban cómo manejar a esa unidad
de la Legión que había visto hacía un momento. Sin darse cuenta, su
dedo apretó con fuerza la empuñadura del fusil de asalto que no había
soltado en todo este mes.

Estas son las condiciones de mi rendición, afirmó Ninha, y el


Regimiento Lady Bluebird accedió a que se uniera a ellos sin
demasiado alboroto. Por supuesto, no se le permitió llevar un arma.
Sentada en un rincón del carro de combate de infantería, repleto de
infantería blindada y que apestaba a tierra y sangre, Ninha susurró para
sí.

“Sólo espera, Noele. Me aseguraré de darte lo que realmente


quieres.”

El punto de partida de la inundación del Kadunan, la presa que retenía


el caudal del río Roginia, estaba bajo el control del segundo frente del
norte. Pero apoderarse de todas las presas al norte de la presa Roginia
era la función del Grupo de Ataque. El 4º Batallón, en el que Saki
actuaba como comandante en funciones, el 5º Batallón de Mitsuda, el
2º Batallón de Rito y el 6º Batallón de Kunoe se encargaron de asegurar
el camino de vuelta.

Tomar las siete presas de camino a su destino correspondió al 3º


Batallón de Michihi y al 7º Batallón de Locan. Esto dejó sólo cinco
escuadrones del 1º Batallón, empezando por el Escuadrón Scythe.

La unidad de Shin debía tomar el objetivo final de la 1ª División


Blindada, la presa del Karakuna. Su unidad estaba formada por tres
escuadrones—el Spearhead y el Nordlicht, además del Escuadrón
Brísingamen.

“Cuartel General Læraðr, el equipo uno del 1er Batallón ha llegado


a la presa del Karakuna.”

Probablemente la Legión conocía su destino, pero aun así los


soldados intentaron pasar por lugares con espeso follaje y densas copas
de árboles para evitar la atenta mirada de los Rabe. Con ese follaje
como cobertura, Shin detuvo a Undertaker y a las unidades que le
seguían. Más al norte estaban la 2ª División Blindada de Siri y la 3ª
División Blindada de Canaan, pero tuvieron que quedarse atrás
mientras el grupo de Shin se adentraba en el bosque.

Todas las unidades se ocultaron a la sombra del follaje mientras


atisbaban su objetivo, la presa del Karakuna, al otro lado de los árboles.
El río Karakuna fluía entre dos montañas, pero estaba bloqueado por
una fortificación de hormigón. Desde el lado seco del río, la presa se
alzaba varias decenas de metros, pero la delgada estructura en forma
de arco se había construido de modo que excavaba en las laderas de las
dos montañas, llenando de agua el cañón.

La compuerta de la presa se talló en las crestas de las montañas para


redirigir el flujo del agua hacia el norte de la cuenca y estaba al otro
lado de la presa. Había cinco pasarelas, una al lado de la otra, para la
construcción y el mantenimiento. Al otro lado de esta imponente
estructura, a lo largo de las laderas norte y sur a ambos lados de la
presa, podían verlo.

—Están aquí.

Shin podía oír los lamentos de innumerables unidades de la Legión.


Y como se trataba de bosques, donde era fácil tender emboscadas,
probablemente había más de ellas en modo de parada para poder
engañarle.

“Si el Regimiento Hail Mary no hubiese causado todos esos


problemas inútiles, tal vez la lucha habría sido un poco más fácil.”
Se burló Raiden.

Originalmente, el plan era ocultar la presencia del Grupo de Ataque


en la zona hasta que comenzara la operación. Si eso hubiera tenido
éxito, probablemente la Legión no habría escondido enemigos con el
propósito explícito de engañar la habilidad de Shin. De todos modos
no habrían sido descuidados, pero el hecho era que la Legión había
tomado medidas para reaccionar específicamente a su presencia.
“No tiene sentido decir eso ahora. El enemigo está en movimiento
al otro lado de la presa. Confirmaré de qué tipo son.”

“Eso del otro lado es un lago, ¿no? Parece un tipo bastante


grande…”

Una sombra descendió sobre ellos. Parecía casi surrealista,


asomando por encima de la presa de arco casi vertical, con una tenue
luz brillando sobre ella. Se elevaba desde el interior del embalse, al
otro lado de la presa, y su enorme cuerpo sobrepasaba el punto más
alto de la estructura. De su largo cuello colgaban un gancho, un par de
lo que parecían ser alicates y un par de alas.

Tenía el brillo metálico de la Legión, pero no se parecía a ninguna


unidad de la Legión que hubiera visto antes, como el esqueleto de una
especie de bestia alada. Mientras los gritos agonizantes de los muertos
retumbaban en su interior, se enfrentó a ellos desde el otro lado del
arco de presa.
CAPÍTULO 4:
LA OVEJITA DE MARY Y LOS
ESQUELETOS CAZADORES DE
OVEJAS DE SIEMPRE

En la granja anexa al centro médico había varios perros de raza grande,


amistosos y bien adiestrados. Uno de ellos en particular era el favorito
de Lena. O tal vez el perro estaba muy unido a Lena. Aquel día, Lena
estaba en la granja observando a los corderos, las cabras jóvenes y los
cerditos que jugaban en libertad, cuando el perro corrió hacia ella
pidiendo palmaditas.

“¡Buen chico!”

“¡Guau!”

Lena acarició al animal, en su opinión con demasiada brusquedad,


pero, al parecer, estaba bien para los estándares caninos. Ella cedió a
sus demandas, erizando su pelaje negro, y él movió la cola con visible
regocijo. Empujó la cabeza contra ella, lo que le hizo cosquillas, y Lena
se rio.

Me recuerda un poco a Shin, pensó Lena. El pelaje negro como el


carbón y el bonito pañuelo azul del perro eran claros paralelismos, pero
la forma en que su atmósfera noble contrastaba con su comportamiento
amable y amistoso, junto con el hecho de que estuviera un poco
mimado, también se parecían mucho a él.

Ahora mismo, ¿Shin y los otros estaban luchando?

—Por favor, tengan cuidado. La próxima vez, voy a estar luchando


con ustedes.

Pero cuando miró al cielo del norte—

“¡¿Whoa?!”

—un cerdito cargó y dio un cabezazo en la parte posterior de las


rodillas de Lena, haciéndola caer. El cerdito volcó sobre su lomo, con
las patas moviéndose sin poder hacer nada. Lena intentó frenar la caída
con las manos, pero acabó haciéndose daño en los codos. Mientras
permanecía en el suelo, momentáneamente incapaz de levantarse, el
perro negro daba vueltas a su alrededor, preocupado.

“Coronel, señora, ¿se encuentra bien?” Oyó que un capitán cercano,


que también estaba aquí para terapia, la llamaba.

*****

Ni siquiera Shin, el miembro más veterano del Grupo de Ataque, había


visto jamás una unidad de la Legión semejante. Su largo cuello se
alzaba diagonalmente hacia el cielo, y en su punta había un gancho.
Tenía un par de brazos en forma de pinza y alas con forma de hueso.

Debía de ser absurdamente grande si se encontraba en el fondo del


embalse del otro lado, aunque ese embalse estuviera lleno de
sedimentos de un siglo de antigüedad. Su largo cuello medía unos
treinta metros más que el ya alto arco de la presa, o al menos lo parecía.
De hecho, era una grúa, formada por andamios en una estructura de
celosía. Su enorme gancho, construido con lo que parecían gruesos
alambres metálicos, estaba equipado con un equipo hidráulico que,
obviamente, podía levantar con facilidad varias toneladas de peso.

“Una grúa… No, es más que eso.”

Sus numerosas articulaciones le otorgaban un gran grado de


libertad, y disponía de un par de brazos polivalentes con cizallas en los
extremos que servían de tenazas de alta presión para desmontar. Las
partes que parecían las alas esqueléticas y desplumadas de un pájaro
eran sus sub-alas traseras, y basándose en los pescantes y mástiles de
sus alas y brazos, podía balancearlas fácilmente para golpear y
enfrentarse a sus oponentes en combate cuerpo a cuerpo.

No tenía blindaje ni armas de fuego, lo que significaba que no era


de combate, sino una especie de unidad de ingenieros de combate. Y
estaba presente aquí, en una presa en las zonas disputadas no lejos del
segundo frente norte.

—Justo como Vika predijo.

“Todas las unidades. La unidad enemiga pesada de ingeniería será


designada Aranea. No parece tener armas de fuego, pero traten de
evitar atacarla desde esta posición. Queremos evitar dañar el cuerpo de
la presa tanto como sea posible.”
El objetivo del Grupo de Ataque en esta misión era destruir la presa,
pero lo más importante era restaurar el río y convertir el campo de
batalla en un humedal. Si querían impedir que la Legión reconstruyera
la estructura, tendrían que demolerla desde sus cimientos.

Si disparaban a la presa y la destrozaban parcialmente, podría


derrumbarse de forma que impidiera a sus ingenieros de combate
acercarse a ella y lograr su objetivo. Y con el Fisara cerca, atacar de
forma imprudente podría hacer que se sintiera lo suficientemente
amenazado como para tomar represalias.

Shin miró a los lados de la estructura: era una presa de gravedad y


su gruesa ladera estaba encajonada entre la roca desnuda de dos
montañas. Originalmente habían formado un valle, ahora lleno con el
agua de la presa.

“Despliéguense hacia las montañas de los lados, rodeen la presa


misma y atáquenla desde allí. Los Escuadrones Nordlicht y
Brísingamen—”

Pero justo cuando empezaba a dar instrucciones, Shin se dio cuenta


de algo. En la punta del haz principal del Aranea había un sensor óptico
azul que de repente se volvió para mirarlos. Los experimentados
instintos de combate de Shin le alertaron de que el adversario acababa
de acercarse a ellos, y percibió agudamente su mirada.

Su mirada sedienta de sangre.


Sus subestructuras traseras se desplegaron, como el temible aleteo
de las alas de un pájaro gigante. Elevó las grúas, girando las dos
articulaciones de sus extremos, blandiendo las superpesadas
estructuras como si fueran finas ramas. Estaban formadas, como la
grúa principal, de andamios, y miríadas de plumas se aferraban a cada
una, erizándose en un movimiento ondulante mientras se movían.

Shin oyó un estruendo grave y ominoso en la boca del estómago.


Las alas giraron a izquierda y derecha. El sonido de las mismas
rasgando el aire tenía toda la intensidad del Lobo de Guerra medieval.
Se abrió en abanico y disparó las cuchillas de plumas, que se elevaron
en la trayectoria de las puntas de sus alas. Primero salieron disparadas
hacia el cielo antes de alcanzar el cenit y caer en picado hacia la tierra
en un ángulo agudo.

Sin necesidad de instrucciones de Shin, todas las unidades ocultas


se dispersaron, distanciándose unas de otras, buscando cobertura o
terreno para protegerse del impacto. Si las plumas eran de dispersión
o proyectiles de alto poder explosivo, los árboles servirían para
amortiguar las ondas de choque y bloquear los fragmentos. Las
bombas incendiarias serían más problemáticas, pero la agilidad de los
Reginleif les permitiría escapar antes de que el fuego les alcanzara.

Entonces Shin se dio cuenta de que las plumas proyectiles que


lanzaba el Aranea emitían a su vez el aullido único de los fantasmas
mecánicos. Levantó la vista sorprendido y lo vio extender sus
extremidades, tratando de ajustar la trayectoria de su descenso—
“¡Son minas autopropulsadas! Tengan cuidado incluso después del
impacto; ¡intentarán aferrarse a ustedes!”

Impacto.

Al chocar contra las copas de los árboles o el suelo cubierto de


hojas, varias de las minas autopropulsadas explotaron al instante. Y
con eso sirviendo de cortina de humo, sus compañeros llegaron al
suelo, rodando sobre la maleza seca y arrastrándose, con las
extremidades dobladas y rotas por el aterrizaje.

“Tsk… ¡Esto es molesto!”

“¡Quedan algunas en los árboles! ¡No mantengan la vista en el


suelo!”

Las minas autopropulsadas eran incapaces de atacar de cualquier


forma excepto autodestruyéndose, eran lentas al moverse y carecían de
blindaje. No eran adversarios difíciles para un Reginleif, pero había
demasiadas. Además, se encontraban en un bosque oscuro y cubierto,
lo que dificultaba la detección de las minas autopropulsadas.

Para no perderse ninguna, los Reginleif cambiaron sus radares de


pasivos a activos. Las unidades compartieron las posiciones de las
minas por enlace de datos, utilizando ondas de radio para detectar a los
enemigos en tropel y derribarlos.

“Nouzen, retrocede.” Dijo uno de los miembros del pelotón. Se


trataba de Tachina, que utilizaba una configuración de ametralladora.
“Te necesitamos para comandar toda la operación, y no estás
preparado para una situación como esta.”

“Lo siento, Tachina. Cuento contigo.” Asintió Shin.

Tachina tenía razón: dado que Undertaker estaba equipado con


cuchillas de alta frecuencia en lugar de una configuración de
ametralladora, era poco adecuado para enfrentarse a minas
autopropulsadas.

Dejó que los miembros del pelotón se encargaran de interceptar al


enemigo y miró al Aranea a través de los huecos recién abiertos en las
copas de los árboles. De forma automática el sistema del Reginleif
siguió su mirada, hizo zoom sobre el objetivo y abrió una sub-ventana
que lo mostraba. Con sus alas habiendo arrojado su carga, Shin pudo
ver más formas humanoides que se arrastraban por ella. Por los
aullidos y gemidos que pudo oír, intuyó que tenía preparada abundante
munición extra. Shin chasqueó la lengua.

“Shiden, Bernholdt, ¿cuál es su situación?”

“Todo bien, Pequeño Reaper. Ya casi terminamos de


barrerlos.”

“Lo mismo vale para el Escuadrón Nordlicht, Capitán.


Suponiendo que más de ellos no están a punto de llover sobre
nosotros.”

“La próxima descarga está en camino. ¿Sargento Rachim?”


“Nosotros también estamos casi listos. Los ingenieros también
están bien.”

La respuesta vino del capitán de la unidad de infantería blindada


encargada de vigilar a los ingenieros de combate.

Le informaron de que se había retirado un escuadrón del 2º Batallón


para acordonar la zona y proteger a los vulnerables ingenieros del
próximo ataque con minas autopropulsadas.

“Entendido. A todas las unidades, el Aranea es lento para recargar


sus minas autopropulsadas, pero en cada ocasión puede lanzar un gran
número de ellas. No debemos contar con que se quede sin munición
pronto. Una vez que aterricen, bárranlas antes de la próxima andanada.
No hay cambios en el plan. Ir a lo largo del lado de la presa a través de
las montañas al norte y al sur para acercarse y atacar el objetivo.”

“Entendido.

“Señor, sí, señor.”

“El Escuadrón Spearhead servirá de cebo. El Escuadrón Nordlicht


escalará desde el sur, mientras que el Escuadrón Brísingamen se
dirigirá al norte a través del bosque.”

“El Escuadrón Longbow ha llegado a la presa de Recannac.


Procediendo a tomar la posición.”
La noticia de que el Escuadrón Spearhead había sido interceptado
por la Legión llegó a la 3ª División Blindada de Canaan. Como
esperaba una emboscada, miró con cansancio alrededor de la brumosa
presa de Recannac, en el extremo norte de la vía de inundación del
Kadunan. Debido al terreno, el Escuadrón Spearhead tuvo que
acercarse a su presa desde aguas abajo, pero por suerte, el Escuadrón
Longbow pudo acercarse a la presa de Recannac desde aguas arriba.
De igual modo acabarían destruyendo la presa, pero así podrían luchar
sin tener que temer dañar el cuerpo de la presa antes de que los
ingenieros terminaran de colocar los explosivos.

“Parece que la unidad pesada de ingeniería de la que informaron, el


Aranea, no está aquí.”

Esconder una grúa pesada de treinta metros de altura habría sido


todo un reto incluso en este bosque. Un tanque, tal vez, pero la única
forma de ocultar algo tan grande aquí era que fuera capaz de
permanecer sumergido bajo el agua, lo cual era dudoso, ya que se
trataba de maquinaria pesada.

Por otra parte, la presa de Recannac estaba cerca de la cascada que


marcaba el final de la avenida de Kadunan y el comienzo del río
Hiyano, que producía una espesa niebla matinal. Entre eso y la
abundancia de posibles escondites en el bosque, era un lugar perfecto
para una emboscada de la Legión.

Como el bosque impedía su campo de visión y también interfería


con su radar, la infantería acorazada se desplegó para buscar al
enemigo y servir de ojos de la unidad acorazada. Mientras Canaan
atravesaba la blanca oscuridad de la niebla y escudriñaba las sombras
de los espesos árboles… de repente, su radio emitió una estática
inconfundible.

“¡Tú, el del Úlfheðinn! Eres un aliado del segundo frente norte de


la Federación, ¿verdad?”

La transmisión se refería a los soldados de infantería acorazados,


pero se envió a través de un canal de emergencia utilizado entre las
unidades del ejército de la Federación. Cualquier Reginleif al alcance
lo recibiría y descifraría.

Pero no había más unidades en la presa de Recannac aparte del


Grupo de Ataque, la infantería blindada y los ingenieros de combate.
La infantería blindada se detuvo en seco y se puso a cubierto con
cautela, mientras los sistemas de los Reginleif detectaban
automáticamente el origen de la transmisión. Procedía del lado
opuesto: la orilla norte del embalse, en un edificio lejano situado en lo
alto de un acantilado distante, pasada la compuerta de la presa.

Apareció una sub-ventana que ampliaba la imagen y la comparaba


con los datos del mapa para obtener su nombre: el puesto de
observación de artillería de Kadunan. Originalmente era un fortín
militar de la Federación, supuestamente abandonado durante la
segunda ofensiva a gran escala.

Allí había alguien escondido.


No es que se negara a dar su nombre. Sonaba como si no tuvieran
tiempo.

“¡Manténganse firmes en guardia! ¡La otra orilla está plagada de


unidades invisibles de la Legión!”

Y al momento siguiente, justo cuando la voz les advertía, los


hocicos relampaguearon en el lado opuesto del embalse.

*****

<<Psyche Thirty-Three a Firefly.>> <<Presencia de unidad enemiga


detectada en Point Yosa.>>

<<Psyche Twelve a Firefly.>> <<Fuerza de avance enemiga en Punto


Karakuna confirmada como el Grupo de Ataque.>> <<Objetivo de alta
prioridad Báleygr localizado.>>

<<Firefly, reconocido.>>

Cuando las unidades defensivas estacionadas en el aluvión del


Kadunan empezaron a enviar informes, la unidad del comandante de
la Legión respondió de forma desapasionada. Habían forzado al
segundo frente del norte a una operación de avance y les habían
tendido un corredor de trampas. Al confirmar que la fuerza de avance
enemiga había alcanzado el punto más alejado, Punto Recannac, dio la
orden.

<<Todas las unidades Psyche deben salir del modo de parada. Corten
la vía de escape de la avanzada enemiga y manténganla en su lugar.>>
*****

Shiden y Bernholdt sabían por experiencias pasadas que la habilidad


de Shin era incapaz de detectar unidades de la Legión en modo
apagado. Por ello, se mantuvieron en guardia a pesar del silencio. De
hecho, como esperaban una emboscada de la Legión, prestaron
atención a cualquier terreno que pudiera servirles de escondite e
hicieron planes para utilizarlos contra la Legión.

A pesar de ello, ambas unidades fueron tomadas por sorpresa.

Las voces de los fantasmas mecánicos bramaron a la vez. Mientras


una lluvia de hojas secas de color carmesí obstruía su campo de visión,
la Legión se alzó por todo el bosque otoñal.

Sin embargo—

“Tsk… ¡¿Otra vez con el camuflaje óptico?!”

—podían oírlos pero no verlos. Incluso después de cambiar su radar


a activo, no detectó nada. Camuflaje óptico: un tipo de camuflaje
exclusivo de los Phönix. Las unidades se cubrían con Eintagsfliege,
capaz de refractar tanto las ondas electromagnéticas como la luz, para
hacerse invisibles tanto a simple vista como al radar.

Dado que el Phönix debía mantener una gran movilidad, no llevaba


armas de fuego pesadas. No utilizaba armas de proyectiles, salvo
blindaje líquido y, aunque aún sin confirmar, rifles sin retroceso. A
pesar de ello, la luz cegadora de un fogonazo surgió de donde parecía
no haber nada. El estruendo que siguió fue el sonido único de placas
de acero golpeándose unas contra otras: el rugido de la torreta de un
tanque.

“¡¿Una torreta de tanque?! ¡Así que estos no son Phönix!”

“¿Son Stier? ¡No…!”

Cyclops y Freki One se alejaron del ataque, disparando sus propias


torretas de tanques en represalia. Pero el enemigo invisible desvió
fácilmente sus proyectiles. No se trataba del escasamente blindado
Stier, especializado en emboscadas.

Los Eintagsfliege que desplegaban el camuflaje óptico eran tan


frágiles como mariposas. Así que allí donde los proyectiles hacían
contacto, se desprendían como nieve en polvo, obligados a batir sus
alas plateadas al ser arrancados por la onda expansiva. Esto reveló a la
unidad de la Legión oculta bajo ellas en toda su majestuosidad
metálica.

Ocho patas como picos de hierro. Un imponente cañón de ánima


lisa de 120 mm. Con un peso en combate de cincuenta toneladas y un
fuselaje protegido por un blindaje compuesto que igualaba en
resistencia a las placas de acero de 650 mm de grosor. Y ahora, además
de todo eso, estaba cubierto por incontables mariposas plateadas.

“¡Löwe…!”

¡De todos los posibles, los Tipo Tanque, aparecieron en un campo


de batalla forestal con un alcance de tiro limitado…!
Esquivando el fuego del enemigo ópticamente camuflado, Siri gimió.
Estuvo cerca.

“¡Si no fuera por usted, Capitán Olivia, ese primer disparo me


habría dado…!”

Olivia tenía la capacidad de ver tres segundos en el futuro. Si no


hubiera mantenido los “ojos” abiertos en este bosque, con su escasa
visibilidad, y les hubiera avisado a tiempo, esto podría haber acabado
de forma muy distinta.

El Escuadrón Razor Edge de Siri y la unidad de instrucción de


Olivia tuvieron que acercarse a su presa por el lado seco, al igual que
el Escuadrón Spearhead. Tuvieron suerte de tener con ellos a la unidad
de instrucción de la Alianza, ya que estos últimos estaban
acostumbrados al combate vertical debido al terreno escarpado de su
país.

Mientras los Löwe se situaban a decenas de metros en el arco sobre


ellos, probablemente fijando sus cañones en ellos mientras eran
invisibles —el camuflaje óptico se restablecía instantáneamente entre
disparo y disparo, haciendo que sus formas mecánicas se fundieran con
el cielo—, Olivia los miró desde su Stollenwurm. Habló, con el sensor
óptico de Anna Maria fijo en su sitio.

“Saltamos directamente a su emboscada.”

“Sí, lo hicimos. Parece que sabían que veníamos.”


“Con el río defensivo perdido, el segundo frente del norte lucha por
mantenerse. La Legión sabía que se verían obligados a salir en una
operación de avance.”

Bajo el despiadado ataque de los Löwe camuflados, la unidad de


Canaan, junto con la infantería blindada, se vieron obligados a
agacharse, incapaces de avanzar. Las metálicas siluetas humanas
consiguieron de algún modo arrastrarse de nuevo bajo la línea de
fuego, haciendo señas a los Carroñeros que les seguían para que
sacaran armamento antitanque.

Las fuerzas amigas que se suponía estaban escondidas en el fortín


de la otra orilla informaron de los números de la unidad enemiga, y
Canaan introdujo manualmente sus posiciones en lugar del inútil radar.
Al parecer, los Löwe formaban un batallón. Los Reginleif y la
infantería acorazada los superaban en número, lo que significaba que,
al menos, no eran una amenaza seria.

Entrecerró los ojos añiles con severidad tras sus finas gafas de
montura plateada.

“El número de Löwe que tenían en reserva coincide con nuestras


predicciones, pero… camuflaje óptico, ¿eh?”

El cañón de disparo disperso de 88 mm de Cyclops no estaba hecho


para un tiroteo con Löwe. Shiden esquivó el asalto enemigo confiando
en sus reflejos, mientras que la unidad de Mika, Bluebell, devolvió el
fuego en su lugar. Pero el disparo fue fácilmente desviado.

“¡Argh! ¡He vuelto a golpear su blindaje frontal!”

Tanto si usaban camuflaje óptico como si no, un solo disparo de


dispersión o una salva de ametralladoras bastarían para derrotar a los
Phönix siempre que dieran en el blanco. Que los Löwe tuvieran ese
camuflaje era mucho más problemático, especialmente en este campo
de batalla forestal. Su velocidad y movilidad eran inferiores a las de
los Phönix, pero los superaban en todos los demás parámetros.

Sus torretas de tanques de 120 mm presumían de un alcance


efectivo de siete kilómetros, así como de una gran potencia capaz de
penetrar un Reginleif e incluso un Vánagandr, suponiendo que
impactara en cualquier parte excepto en su blindaje frontal. Y en
términos de velocidad, sus proyectiles APFSDS de 120 mm podían
desplazarse a ciento cincuenta metros por segundo, lo que superaba
ligeramente la velocidad máxima del Phönix.

Pero lo más importante de todo era su armadura extremadamente


resistente.

Ni siquiera los proyectiles de 120 mm de un Vánagandr podían


penetrar su blindaje frontal, por lo que la torreta de 88 mm del
Reginleif no podía esperar abatir a un Löwe de frente. Tendría que
utilizar su agilidad para atacar las partes más delgadas de su blindaje
en los flancos, la parte trasera o la parte superior. Pero con el camuflaje
óptico que ocultaba al Löwe, era imposible apuntar a sus zonas
vulnerables.

Por los destellos de las torretas y el estruendo de los disparos,


podían seguir las posiciones generales de los Löwe, pero no podían
distinguir sus inexpugnables frentes del flanco o la retaguardia, más
frágiles. Cada disparo que devolvían era inútil, sólo servía para volar
las mariposas plateadas y revelar momentáneamente el blindaje frontal
que había debajo antes de que volvieran a confundirse con su entorno.

Con las espesas copas de los árboles, todavía frondosas incluso


durante la estación caducifolia, no podían utilizar obuses para
desgarrar el camuflaje, ni proyectiles incendiarios en un bosque lleno
de follaje inflamable. Los añosos árboles sirvieron de espesa cobertura
para defender los puntos vulnerables del Löwe de la línea de fuego de
los Reginleif.

Shiden chasqueó la lengua. Esto era un fastidio. Si se tratara sólo


de Löwe, o sólo de camuflaje óptico, o sólo de combate en un bosque…
tenían experiencia en cada una de esas situaciones por separado y no
lo estarían pasando tan mal.

“Mika, estoy por disparar. Si es desde el lado, incluso un tiro de


dispersión debería funcionar.”

A diferencia de un obús, que volaba en arco, Cyclops utilizaba


proyectiles de dispersión, que se desplazaban a baja altura
perpendicularmente al suelo. Estos no se verían obstaculizados por las
ramas.
“Si puedes conectar un disparo, destrúyelo, y si no, al menos
confirma hacia dónde están mirando esos malditos. Primero tenemos
que exponer sus flancos. Nunca ganaremos disparándoles de frente.”

El Aranea lanzó sus minas autopropulsadas desde arriba, rompiendo la


capa de líneas de advertencia establecidas alrededor de la presa del
Karakuna. El Escuadrón Spearhead no podía permitir que estos
enemigos salidos de la nada se acercaran a los Escuadrones Nordlicht
y Brísingamen que se enfrentaban al Löwe, ni a los vulnerables
ingenieros de combate escondidos en el bosque.

Así que para llamar la atención del Aranea, el Escuadrón Spearhead


se lanzó a la zona bajo la presa, al lecho seco del río donde había poca
cobertura, y luchó continuamente contra las minas autopropulsadas
que les lanzaba.

Estaba claro que el Aranea no era un tipo de combate, pero pronto


aprendió a utilizar un ala a la vez en lugar de las dos, para reducir el
tiempo de recarga. Sus alas de andamio, lo bastante largas como para
que las minas autopropulsadas tuvieran espacio suficiente para
agarrarse, se balanceaban entonces hacia arriba y hacia abajo, haciendo
que las figuras humanoides cayeran en picado hacia ellos desde una
altura incluso superior a la del arco de la presa.

“—¡No dejen que aterricen más! ¡Disparen!”


En respuesta, el 4º Pelotón de Claude, un pelotón de supresión de
fuego con unidades configuradas como ametralladoras, giraron sus
cañones en diagonal hacia arriba y abrieron fuego. Dejaron que los
otros pelotones se ocuparan de las ya incontables minas
autopropulsadas que pululaban a su alrededor y abatieron las que caían
hacia el 3º Pelotón de Tohru.

Como las minas autopropulsadas carecían de cualquier medio de


propulsión aérea, no podían cambiar sus trayectorias a mitad de la
caída. Por ello, durante su descenso, eran esencialmente prácticas de
tiro, pero los ángulos en los que el 4º Pelotón podía disparar sus
ametralladoras eran limitados, ya que no querían arriesgarse a dañar la
presa.

Y así, su lucha fue en vano, y algunas de las minas autopropulsadas


pudieron deslizarse a través de la barrera. Extendiendo sus
extremidades como animales, aterrizaron sobre la grava del lecho seco
del río.

Y además de eso…

“¡Claude!”

Al oír la aguda advertencia de Shin, el 4º Pelotón se apartó de un


salto para evadir, y al momento siguiente, una sombra metálica pasó
por donde ellos estuvieron hace un segundo, cortando el cauce como
la hoja de una guillotina. Al enrollar al máximo el cable que colgaba
del extremo de su grúa principal, el Aranea balanceó el gancho como
si fuera un arma. Hizo girar en semicírculo el mecanismo giratorio
cargado en la grúa principal para impulsar el gancho hacia el otro lado,
y luego hizo el mismo movimiento a la inversa para volver a estrellarlo
contra el lecho del río. Al atravesar el aire, la masa metálica, que debía
de pesar varias toneladas por sí sola, cayó hacia ellos con un ominoso
aullido mientras cambiaba ligeramente su trayectoria.

“Tsk.”

Mientras el Bandersnatch de Claude retrocedía, intentó apuntar al


cable del garfio, pero en cuanto rozó el lecho del río, alcanzó su
velocidad máxima. Se movía demasiado deprisa para que pudiera darle
con precisión. En lugar de eso, Aranea aprovechó el momento en que
él devolvía el fuego para utilizar el mecanismo telescópico
originalmente destinado a extender su brazo multiusos hacia arriba
para lanzarlo contra el suelo, intentando clavar sus tenazas hidráulicas
en Claude.

Gruñendo un “¡Mierda!” esta vez Bandersnatch dio un gran salto


hacia atrás. En su lugar, el Gunslinger de Kurena apuntó sus miras
hacia el Aranea. Pero la Legión sabía que ellos no podían arriesgarse a
dañar la presa. De alguna manera retrocedió hacia el embalse,
utilizando la propia presa como escudo.

“¡Aaah, maldita sea! ¡Si no fuera por la estúpida presa, esa cosa
sería un gran blanco!”

“Kurena, el próximo ataque se acerca, ¡retrocede!”


Los cañones automáticos disparaban a gran velocidad y hacían que
su estructura se sobrecalentara, lo que significaba que no podían
utilizarse durante largos periodos de tiempo. Mientras el Aranea
desplegaba sus alas sobre el arco de la presa y lanzaba más minas
autopropulsadas contra ellos, el 2º Pelotón de Raiden avanzó para
ocupar el lugar del 4º Pelotón e interceptarlos.

“Aquí hay demasiadas minas autopropulsadas. Las


barreremos. ¡Todas las unidades, evadan!”

Snow Witch de Anju apuntó su lanzamisiles hacia el cielo,


disparando munición antiblindaje que estalló en el aire, acabando con
la mayoría de las minas autopropulsadas.

“Las minas autopropulsadas son molestas por sí solas, pero el


propio Aranea también es bastante peligroso.” Gruñó Raiden.

Su gancho, capaz de levantar cientos de toneladas, colgaba de su


grúa, y sus tenazas hidráulicas rebosaban poder destructivo. Eso, unido
a la absurda potencia y al gran peso de su maquinaria pesada, convertía
su cuerpo en un arma peligrosa. Sólo el gancho y las tenazas eran
capaces de asestar golpes de varias toneladas, y un impacto directo
aplastaría la armadura de un Reginleif.

“Sí… Y si subimos al arco de la presa y nos derriba, la


amortiguación y los amortiguadores del Reginleif no serían capaces de
soportarlo. Pero antes de plantearnos eso, de algún modo tenemos que
evitar que lance minas autopropulsadas.”
Río arriba de la presa del Karakuna, en el embalse donde se
almacenaba la enorme cantidad de agua retenida por la presa, había un
lago artificial largo, estrecho y profundo formado por el barranco
natural. La superficie del agua, embalsada de modo que su nivel era
mucho más alto, fluía hacia el aliviadero del Kadunan por la compuerta
tallada en la cresta septentrional en contraposición a la cresta de la
presa. Aunque estrecha, tenía una anchura máxima de quinientos
metros, por lo que sus dos orillas estaban unidas por un puente
atirantado y una línea de redes que discurría paralela a él.

La presa estaba construida en un arco que miraba río arriba, y los


innumerables cables del puente se extendían desde la torre principal
hasta la viga del puente en una estructura parecida a una lira. Entre
esos dos elegantes edificios se alzaba la forma grande y tosca del
Aranea.

Mientras Bernholdt luchaba contra el Löwe en la orilla sur del


embalse, su enorme figura destacaba llamativamente ante sus ojos.
Tenía que estar alerta en todo momento por si decidía lanzarles más
minas autopropulsadas. Pero incluso antes de eso, el Aranea era
simplemente demasiado grande para pasar desapercibido.

Su grúa principal con el gancho que no dejaba de girar. Las pinzas


hidráulicas a ambos lados. Las subestructuras que le servían de alas.
También había visto todo eso cuando estaban debajo de la presa, pero
ahora veía el cuerpo grande y grueso que las sostenía, y las ocho patas
largas que se extendían desde sus flancos y se sumergían en el agua.
Su aspecto recordaba al de una ominosa y encantadora araña avispa
sentada en su trono en el centro de una telaraña plateada.

Caminó por el fondo del embalse, a pesar de que era demasiado


profundo para ver el fondo. Se desplazó hacia atrás, retrocediendo ante
la posibilidad de que alguien del Escuadrón Spearhead fijara su vista
en él, utilizando el cuerpo de hormigón de la presa como cobertura.
Parecía tener en cuenta que no querían dañar la presa, un truco
realmente desagradable.

“Capitán, por lo que veo, las únicas armas del Aranea son la grúa,
las pinzas hidráulicas y sus alas. Aparte del que está en la punta de su
grúa, tiene algunos otros sensores ópticos en su parte delantera,
mirando hacia abajo justo por encima del arco. También hay un sensor
óptico en la base de cada pata.”

Como el Escuadrón Spearhead estaba al otro lado, en el fondo de


la presa, no podían ver el cuerpo completo del Aranea ni cómo se
movía. A esta distancia, Bernholdt habría podido enviar imágenes
utilizando el enlace de datos, pero tenía las manos ocupadas luchando.
Intentar concentrarse en grabar mientras controlaba a un Reginleif
sería imposible.

Shin, que también estaba en medio de la batalla, mantuvo sus


respuestas al mínimo mientras Bernholdt continuaba.

“Cada vez que inclina la grúa principal y las pinzas hacia abajo,
tiene que bajar mucho las alas para mantener el equilibrio.
Probablemente funcionan como contrapesos. Hay un puente justo
detrás del bastardo, lo que limita su movimiento, pero hay minas
autopropulsadas pululando por todo el puente. Supongo que está
aprovechando esta oportunidad para…”

Al retroceder, el Aranea extendió sus alas hacia el puente, donde


las minas autopropulsadas treparon por los cables y la torre principal
para cargarse en él. Sólo una vez que las minas autopropulsadas se
hubieron arrastrado hasta las alas y se aferraron a toda su anchura,
volvió a avanzar. Sus patas multi-articuladas chapoteaban en el agua
mientras se movían con pasos pesados.

Pero mientras Bernholdt consideraba toda la secuencia de


acontecimientos, algo no encajaba.

“… ¿No son demasiado cortas?”

Sólo estaba mirando, pero tenía la sensación de que las patas de la


unidad eran demasiado cortas para mantenerse erguida en el agua.
¿Había algún pueblo o algo sumergido bajo el agua, alguna estructura
sobre la que pudiera sostenerse?

“¿Sargento Mayor?”

“Aah, lo siento… La longitud de sus patas no coincide con la


profundidad del agua. Debe haber algún tipo de base debajo de ella.”

“¿Podrías enviarlas?”

Shin se refería a las imágenes de la zona alrededor de las piernas.


Bernholdt adivinó rápidamente a qué se refería, pero, de nuevo, estaba
en medio del combate. No respondió, pero un soldado de infantería que
le acompañaba, que probablemente había oído el intercambio a través
del Para-RAID, hizo una señal con la mano que significaba: Yo me
encargo.

Como la infantería acorazada era sólo ligeramente más grande que


los combatientes humanos, resultaba más difícil detectarla. El soldado
de infantería acorazado se arrastró hasta la orilla del embalse y utilizó
la cámara situada en la parte inferior de su visor para enviar las
imágenes a Undertaker. Shin se quedó en silencio.

“… Sargento Mayor, ¿sería posible dejar caer el puente?”

Probablemente quería ahogar las molestas minas autopropulsadas


antes de que pudieran ser lanzadas. Bernholdt entendió lo que Shin
quería decir, pero…

“Primero, tengo un informe de seguimiento… Hay un leviatán justo


detrás del puente. El más grande.”

Nadando en círculos de clara irritación dentro del embalse y del río


Karakuna que conducía a él, ambos claramente demasiado pequeños
para albergar su tamaño, había un monstruo marino, mucho más
grande e imponente que cualquier criatura terrestre.

“Parece que quiere cruzar a este lado, pero con nosotros y el Aranea
luchando, lo estamos bloqueando, así que se mantiene alejado… Al
parecer, lo que dijeron de que sólo contraataca a los enemigos en tierra
es cierto.”
Shin contuvo las ganas de chasquear la lengua.

“Así que sí apareció… Lo que significa que tampoco podemos


disparar a las articulaciones del Aranea, ¿no?”

El leviatán no iniciaría un ataque por su cuenta, pero si hacían algo


para que se sintiera apuntado, contraatacaría a su vez. Esto significaba
que si intentaban disparar con el mayor ángulo de elevación para así
enviar proyectiles en parábola para sobrevolar la presa, el Fisara los
bloquearía.

“Eso realmente limita nuestro rango de disparo… Imagino que el


leviatán tampoco era algo que la Legión tenía previsto, pero que nos
impida detener su camuflaje óptico no hace más que dificultar las
cosas.”

*****

<<Unidad de intercepción, hostilidades abiertas.>> <<Uso de bombas


incendiarias para contrarrestar el camuflaje óptico sin ser
detectados.>>

La Legión aprendió. Estudiaron ávidamente las armas de sus


enemigos y sus tácticas, desarrollando contramedidas para detenerlos.
Así que cuando el Grupo de Ataque desarrolló contramedidas contra
los Phönix, la Legión también desarrolló contramedidas para
contrarrestarlas. Si luchaban en un bosque lleno de materia inflamable,
el Grupo de Ataque no podría usar bombas incendiarias, y las copas de
los árboles y el follaje que colgaban sobre ellos bloquearían los
disparos de dispersión antipersonal.

En otras palabras, en un entorno forestal, podrían utilizar


eficazmente el camuflaje óptico del Eintagsfliege.

<<Objetivo de frenar la unidad de avance enemiga conseguido. Firefly


a Grilse One. Desactivar el modo de parada en la fuerza primaria, las
unidades de blindados pesados, y comenzar el ataque.>>

Habían capturado a su presa y puesto el broche a su jaula. Todo lo


que quedaba era…

<<Rompan la antigua línea defensiva del río Roginia del segundo


frente norte.>>

… era invadir y quemar el nido de sus presas, para asegurarse de


que no tuvieran un hogar al que regresar.

*****

La grabación óptica mostraba la zona de abajo, o mejor dicho, la zona


bajo el Chaika de Lerche, que yacía oculta mientras contemplaba la
costa sur del río Hiyano. El vídeo granulado y de baja calidad estaba
siendo compartido por una red de comunicación improvisada.

“—Así que están tratando de volver a atraparnos en su trampa,


tontos.”
Cuando los Dinosauria que habían permanecido tumbados como
estatuas extendieron de repente sus ocho patas y se levantaron —
probablemente tras recibir la orden de que la fuerza primaria, formada
por las unidades de armadura pesada, deshiciera su modo de parada—
, Vika se mofó.

El grupo de Löwe y Dinosauria se levantó del modo de parada con


la precisión ordenada de las losas de ladrillo, sin un solo hueco. Se
reunieron, llenando la orilla sur del río Hiyano, que atravesaba el
campo de batalla de oeste a este. Todos estos Dinosauria —cada uno
de los cuales pesaba cien toneladas— habían sido traídos hasta aquí en
el mes transcurrido desde la segunda ofensiva a gran escala, eludiendo
al mismo tiempo la capacidad del Reaper para captar sus voces. Y en
cuanto a cómo lo hicieron…

“Fueron transportados por vía fluvial. Haberse apoderado de un río


con tanta agua les permitió construir una vía fluvial para
transportarlos.”

Al otro lado del río Hiyano —la orilla norte—, un nuevo canal que
no figuraba en el mapa de la Federación atravesaba la ribera y se
adentraba en el gran río. Se adentraba en el humedal septentrional e iba
más allá de la espesa niebla. Probablemente extraía agua del río
Hiyano, pasaba por un Weisel en algún lugar lejano y volvía río abajo
hasta este punto. Y se utilizó para transportar a los Dinosauria desde
ese Weisel río arriba.
En un campo de batalla, los ríos eran un obstáculo, pero, por otro
lado, podían utilizarse para el transporte a gran escala. Incluso los
tanques, que serían difíciles de transportar por tierra, podían
trasladarse en unidades enteras a bordo de un gran barco.

Mirando hacia abajo, Lerche dijo:

“Al parecer, el Escuadrón Spearhead se encontró con una


unidad de maquinaria pesada de la Legión. Parece que
desplegaron unidades de maquinaria pesada más débiles en las
zonas disputadas por la guerra para mantener el flujo en caso de
que se destruyera la compuerta del aliviadero. Si se modificaba el
caudal río arriba, su plan de transporte se vería retrasado. Como
predijeron que los militares de la Federación intentarían destruir
la presa, la Legión tuvo que tomar sus propias contramedidas.”

La presa artificial se hizo para recoger el agua de múltiples ríos, lo


que estableció el Hiyano como línea de defensa nacional y recuperó
tierras para la agricultura. Si se destruyera la presa aguas arriba, el
caudal de agua disminuiría enormemente. La Legión también tuvo que
considerar la posibilidad de que el puente resultara dañado, y tuvo que
desplegar fuerzas e ingenieros para rechazar a la fuerza de avance que
se acercaba a la presa.

“En primer lugar, la Legión obligó a la Federación a embarcarse en


esta misión de avance, ¿y ahora están estableciendo contramedidas?
Son las contramedidas que la Legión estableció para hacer retroceder
la operación de avance en la que obligaron a la Federación a
embarcarse. Qué ironía. Intencionadamente nos hicieron dividir
nuestro ejército, sólo para tener que dividir también sus propias
fuerzas.”

Presionaron las líneas defensivas de los humanos, obligándoles a


enviar a sus élites para romper el estancamiento y atrayéndoles al
territorio de la Legión, donde podrían inmovilizarlos. Al mismo
tiempo, planeaban utilizar sus unidades de blindaje pesado para atacar
y derribar la línea defensiva.

En efecto, se trataba de la misma operación que Merciless Queen,


Zelene, intentó utilizar con ellos durante el helado verano en el Reino
Unido.

Hicieron la misma jugada.

“Y esta vez no hay posibilidad de que nos tomen por sorpresa.


Comparada con Zelene, esta unidad de comandante es de tercera
categoría.”

Los Dinosauria parecían activarse uno a uno, pero salvo las


unidades situadas en los extremos de la línea, la mayoría no se levantó.
Ni siquiera se movieron. Esta era la principal fuerza de blindados
pesados de la Legión, destinada a permanecer oculta hasta que atacaran
el segundo frente del norte. No podían arriesgarse a que las unidades
de reconocimiento de la Federación los descubrieran, así que no se
habían dispersado. En aras de la eficiencia del transporte,
permanecieron en una línea ordenada, unos contra otros, por lo que los
Dinosauria carecía de espacio para ponerse de pie.
Normalmente, tras ser transportados por el canal, se dividían en
pequeños grupos y buscaban un lugar para tender emboscadas, pero
desde que se enteraron de la presencia de Shin en el segundo frente del
norte, se mantuvieron en modo de parada y permanecieron allí apilados
como carga.

Suiu habló. Su voz tenía una cualidad andrógina única, con la


dulzura de una chica y la fastidiosidad de un chico. Y en ese momento,
también tenía el atisbo de una sonrisa feroz: la inocencia cruel de un
felino listo para atacar.

“Su Alteza, la 4ª División Blindada ha terminado de montar el


cerco. ¿Podemos comérnoslos ya?”

“Sí.”

De hecho, esto ahorró mucho tiempo en comparación con tener a


los Dinosauria marchando a través del pantano. Pero, por otro lado, la
cantidad de esfuerzo que la Legión malgastó en establecer esta ruta de
transporte fue grande. Tuvieron que cavar un canal lo bastante ancho
y profundo para que un barco pudiera hacer viajes de ida y vuelta al
Weisel, a decenas de kilómetros de distancia. Y necesitaban reparar el
embarcadero del río Hiyano, destruido por los misiles de satélite de
hace un mes como parte de la línea defensiva de los humanos.

Probablemente nada de esto era una terrible molestia para la


Legión, pero tampoco era una carga insignificante. Ahora, tomarían
todo el esfuerzo que la Legión había invertido para romper el segundo
frente del norte, y la unidad de blindados pesados que habían reforzado
y mantenido en reserva, y…

“¡Adelante! ¡Conviértanlo todo en nada, aniquílenlos!”

Las unidades de la Legión enmascarada por el camuflaje óptico se


dispusieron no sólo alrededor de la presa, sino a lo largo de toda la ruta
de la fuerza de avance. Se alzaron para cortarles el camino de vuelta,
aislando a cada unidad y no permitiéndoles el paso.

A pesar de que los bosques otoñales estaban llenos de hojas caídas,


los fantasmas invisibles viajaban en silencio, moviéndose con
transparencia entre los árboles para bloquear el camino de la fuerza de
avance y la primera línea de alerta establecida por la infantería
blindada.

“—Ahí están. Idiotas de un solo truco.”

Bajo sus pies, sintieron la presión, las vibraciones y los sonidos de


un cable al que tiraban. Cuando lo detectaron, la mecha ya había
saltado.

Las minas de dispersión direccional detonaron. La trampa, formada


por innumerables trozos de metralla, se dispersó y se abrió en abanico
en un radio de cincuenta metros, estallando una y otra vez. La
infantería blindada formaba la primera fila de la línea de alerta. Las
minas colocadas frente a ellos estallaron y dispararon metralla,
formando una onda expansiva que hizo volar por los aires las hojas
caídas. El objetivo no era eliminar al enemigo, sino servir de alarma,
con otros tipos de minas colocadas junto a las de dispersión.

No estaban destinados a deshacer el camuflaje óptico de los


Eintagsfliege, que refractaba tanto la luz visible como las ondas
electromagnéticas, ni a destruir las formas corpulentas de la Legión.
Pero la presión de sus pasos y las vibraciones de un arma móvil, que
no podían ser anuladas del todo por sus avanzados sistemas de
amortiguación, hicieron saltar los cables repartidos entre los árboles,
activando las minas y advirtiendo de su aproximación. Las explosiones
y las llamas de las minas revelaron la ubicación de las unidades
insensatas que las activaron.

Los disparos dispersos viajaron rápidamente como una tormenta,


volando y desgarrando el frágil Eintagsfliege y dejando al descubierto
las grandes sombras de la Legión. Su ataque furtivo había fracasado, y
la infantería blindada estaba preparada para abatirlos.

“—Este es el tipo de táctica tosca que sólo la Federación podría llevar


a cabo.”

Como la unidad de exploradores había terminado su marcha y él


había terminado de establecer la línea de advertencia, Ishmael no tenía
nada que hacer en el campo de batalla sin ninguna protección. La
infantería blindada le dijo que debía retroceder, ya que simplemente
les estorbaba, por lo que acabó siendo empujado hacia atrás, detrás de
la línea de advertencia.
Mientras los fusiles de asalto de 12,7 mm rugían con fuerza y
estallaba otra capa de minas de dispersión, Ishmael sólo pudo
refunfuñar cansado. Los países grandes y poderosos se permitían el
lujo de utilizar tácticas imprudentes como esta. Las minas de
dispersión direccional tenían fuerza suficiente para hacer picadillo a
los oponentes humanos, y sólo podían utilizarlas porque la mayoría de
las fuerzas de infantería de la Federación eran infantería blindada,
enviada en oleadas. En un campo de batalla lleno de infantería normal,
podían acabar matando a sus propias tropas.

De repente, oyó los voluminosos pasos del jefe de escuadrón de


infantería blindada corriendo hacia él, gritándole a través del Para-
RAID.

“¡Agáchense, marineros, estamos revisando el lado interior!”

La infantería blindada del escuadrón se cernió sobre el grupo de


exploradores para protegerlos, y luego lanzaron grandes granadas de
mano en todas direcciones, que detonaron en el aire. La explosión
esparció pintura fluorescente azul y llamativa.

Se trataba claramente de armas no letales utilizadas en


consideración de los exploradores. Mientras Ishmael y sus hombres
miraban con los ojos muy abiertos, la infantería blindada parecía
sonreír bajo sus viseras.

“Son prototipos de granadas anti-camuflaje óptico


desarrolladas para defender nuestras rutas de transporte. Hicimos
bien en traerlas, ¡habiendo soldados sin armadura como ustedes!”
Cuando Ishmael volvió a mirar los visores inexpresivos de la
infantería blindada, cubiertos por la niebla pintada y protegiéndoles de
los fragmentos, empezó a sentirse terriblemente estúpido.

Por mucho que los nobles que tomaron el mando de la batalla


general se presentaran como despiadados, los soldados que estaban ahí
fuera luchando seguían viendo a la unidad de exploradores como sus
importantes “ojos” y como sus camaradas. No dormirían bien por la
noche si Ishmael y sus hombres murieran en acto de servicio, por no
hablar de abandonarlos. Aunque fueran refugiados de otro país o gente
de los Países de la Flota.

“No tienes ninguna confianza en nosotros, ¿verdad? No se nos


escaparía algo tan grande.”

“No lo sé. Comparados con los leviatanes que ustedes cazan,


estas cosas son como cucarachas.”

“Admito que la Legión es más pequeña, ¿pero cucarachas?”

Ishmael parecía olvidar que, como hermano mayor del


superportaaviones, había bautizado al Noctiluca con el nombre de un
tipo de plancton.

“No, estos malditos trozos de chatarra son cucarachas. Si no son


cucarachas, son saltamontes o langostas.” Dijo con rudeza un miembro
del equipo de exploradores de Ishmael.

Sin embargo, se trataba de un soldado de la Federación y no de uno


de los compañeros de Ishmael. Mientras hablaba, recargó un cargador
y amartilló el arma con fuerza: se había quedado sin munición mientras
patrullaba.

“A diferencia de los leviatanes o la madre mar, esas cosas no


merecen ningún respeto. Sabandijas, eso es lo que son. Así que
démosles con esos disparos de dispersión, cubrámoslos de pintura y
adhesivo, y aplastémoslos.”

El soldado era un Amber, un grupo étnico poco común en los Países


de la Flota, aunque muchos de ellos vivían en tierras adyacentes. Miró
a Ishmael con ojos color trigo, del mismo color que los productos de
esta tierra que la Legión les arrebató.

“Y una vez que terminemos de exterminar a las alimañas, vamos a


buscar a ese bebé leviatán perdido. Aunque no sé mucho de eso, así
que tendremos que confiar en tu experiencia.”

Sin embargo, el explorador continuó diciendo que podía encontrar


vacas y cabras, aludiendo a sus antecedentes como granjero. Ishmael
sonrió satisfecho. Nunca imaginó que se encontraría con gente así en
esta tierra tan alejada del mar.

“Sí, los leviatanes son para que los cacemos los marineros.
Déjanoslo a nosotros.”

La mayor parte de la operación tuvo lugar en la zona disputada, un


campo de batalla en el que el Ochenta y Seis no luchaba a menudo.
Estaba dentro del alcance de los cañones antiaéreos aliados. Al
enterarse de que las unidades de vanguardia se enfrentaban al enemigo,
los cañones antiaéreos situados detrás de la línea Roginia se
desplegaron y abrieron fuego. Hicieron estallar el Eintagsfliege que
revoloteaba en el aire e interrumpieron sus intentos de volver a aplicar
el camuflaje óptico de la Legión. A medida que la Eintagsfliege caía
al suelo, incapaz de volver a desplegarse, los Löwe se fueron haciendo
visibles.

El segundo frente del norte era capaz de hacer frente a la Legión


incluso sin el Reaper del Paquete de Golpe, que podía oír las voces de
los fantasmas. Después de todo, hasta ahora habían luchado sin su
ayuda.

“Saber que existen unidades de camuflaje óptico y cómo funciona


su camuflaje nos basta.”

La infantería acorazada y los soldados de artillería habían ideado y


preparado hacía tiempo sus propias contramedidas. El hecho de que
los Eintagsfliege, extremadamente problemáticos como grupo pero
débiles individualmente, fueran el núcleo del camuflaje óptico fue, de
hecho, un golpe de suerte. Simplemente aplicando un poco de
originalidad al construir su línea defensiva, podrían exponer
fácilmente a la Legión bajo las frágiles mariposas.

Haciendo gala de una flexibilidad que un Feldreß difícilmente


podría imitar, la infantería acorazada luchó no sólo sobre el terreno,
sino incluso subiéndose a robustos árboles y disparando a los Löwe en
sus puntos vulnerables, en la parte superior de sus torretas. Cuando
Grauwolf y Ameise aparecieron para ayudar a los Löwe, la infantería
también los abatió.

Como el bosque estaba lleno de obstáculos, los misiles antitanque,


que eran armamento de ataque de primer nivel, no servían de mucho.
En su lugar, utilizaron rifles antitanque pesados de 30 mm, así como
lanzacohetes, que eran poco precisos pero compensaban con su gran
número. Ambos eran bastante fáciles de manejar incluso en las copas
de los árboles con la fuerza superior del exoesqueleto blindado.

“No nos subestimen, pedazos de chatarra.”

¿Héroes? ¿Elites? ¿Valientes y trágicos niños soldados? Al diablo


con eso. No estaban tan perdidos como para necesitar confiar en los
niños.

“¿Ven eso, pequeños Ochenta y Seis?”

El batallón de Reginleif encargado de mantener el camino de retirada


se unió a la línea defensiva de la infantería blindada. Dejaron a los
ligeros Ameise y Grauwolf en manos de la infantería acorazada y
utilizaron sus torretas de tanque, de las que carecía la infantería, para
apuntar a los Löwe expuestos. Algunos de ellos detectaron el punto de
reunión del enemigo y se apresuraron a atacar a los refuerzos de la
Legión por el flanco y destrozarlos.
La infantería blindada y el contraataque de Reginleifs derrotaron a
la Legión antes de que pudieran llegar refuerzos. Con esto, la fuerza
de la Legión en torno a la avenida de Kadunan quedó muy mermada.

El cañón de dispersión del Cyclops y las ametralladoras pesadas


dobles de los Reginleifs fueron eficaces contra el Eintagsfliege.
Además, el fuego de cobertura de la infantería blindada fue de gran
ayuda. Sus minas antipersona de dispersión eran relativamente
inofensivas contra los Reginleifs y los Úlfhéðnar, y dado que
igualmente este terreno sería abandonado, no tuvieron reparos en
dispersar las minas. Los grandes Löwe fueron incapaces de
esquivarlas, provocando fuertes explosiones y haciendo que las minas
despojaran su camuflaje.

Al oír estallar las minas, la infantería blindada abrió fuego contra


los Löwe, lo que permitió a los Reginleif deslizarse por sus flancos
expuestos y acabar con ellos. Así fue como cooperaron. Un soldado de
infantería blindada que regresó con cargadores de fusil de asalto
pesado de los Carroñeros dijo lo siguiente:

“Esas cosas, los Carroñeros, son bastante convenientes;


recogen mucha munición y minas por sí solos.”

Si hubiera sido Fido, habría actuado de una forma más entrañable,


pero por desgracia, esos Carroñeros eran todos unos antipáticos
recolectores de basura.
“¿Y qué, no somos lo suficientemente útiles para ti?” Dijo Shiden
bromeando.

Quien respondió fue el soldado de infantería acorazado—a pesar de


tener un tono rudo y el físico viril de un caballo salvaje, era una mujer.
Soltó una carcajada aguda y clara.

“Van demasiado rápido. Sinceramente, nos estorban un poco.


Además, parecen arañas; es bastante espeluznante.”

“Eso es mezquino.”

Mientras hablaba, Shiden movió su cañón y apretó el gatillo,


derribando a un Ameise que se acercaba. La infantería blindada se
agachó al oír el disparo —una torreta de 88 mm era extremadamente
ruidosa y producía intensas ondas de choque— y luego volvió a hablar
con una carcajada.

“Retiro lo dicho. Son muy ruidosos.”

“Ahora estas siendo mala.”

“Nouzen, el príncipe y Suiu interceptaron la ofensiva principal de


la Legión. Por ahora es una lucha unilateral a nuestro favor, así
que no hay que preocuparse por ser atacados por la espalda.”

“Entendido. Pero—”

Al oír a Marcel informar de que la 4ª División Blindada había


tenido éxito en su ataque sorpresa, Shin suspiró aliviado. El hecho de
no tener que preocuparse de que le atacaran por la espalda —o de que
la principal fuerza ofensiva de la Legión, la unidad de blindados
pesados, intentara atravesar la línea de Roginia— le quitaba un peso
de encima, pero aun así, no podían tardar demasiado en tomar la presa.
Los ingenieros también necesitaban tiempo para trabajar, y si dejaban
que los combates se prolongaran y provocaban el ataque del Fisara,
tendrían problemas.

Además de tener que defender el cuerpo de la presa, tampoco


podían disparar desde el frente de la presa debido al Fisara que había
detrás. Los Escuadrones Nordlicht y Brísingamen seguían luchando
para ocuparse de los Löwe camuflados ópticamente. Mientras tanto,
ambos escuadrones y la infantería blindada habían reunido mucha
información sobre el Aranea. Su velocidad. Su alcance y la libertad
con la que podía mover sus armas polivalentes. Lo lejos que podía
retroceder de la presa.

Y cómo se movían las subestructuras traseras cuando giraba su grúa


y sus brazos multiusos… que podían usarse para impedir que lanzara
más munición o atacara a la retaguardia.

“A todas las unidades del Escuadrón Spearhead, cambio de planes.


Disparen al Aranea desde las laderas a ambos lados y desde debajo de
la presa en un ataque en pinza. 2º Pelotón, reagrúpense con el
Escuadrón Nordlicht; 3º y 4º Pelotones, reagrúpense con el Escuadrón
Brísingamen y trabajen para detener al Aranea.”
“¿De verdad estás pensando en atacarlo por el frente?” Dijo
Raiden, sonando como si ya no estuviera sorprendido.

“Esa es nuestra opción más segura con el Fisara alrededor. Kurena,


una vez que el 2º Pelotón llegue al acantilado, el 6º Pelotón se
desplegará en la posición designada. Marcel—”

“Análisis de la pisada del Aranea, ¿no? Ya estoy en ello.”


Respondió Marcel inmediatamente.

Como oficial de control bajo el mando directo de Lena, ayudó al


Grupo de Ataque en combate y tenía mucha experiencia como personal
de apoyo.

“Como supuso el Sargento Mayor, hay un pueblo hundido en


la presa, por lo que he pedido un mapa del mismo. Estamos
calculando el rango de movimiento de ese gran bastardo.”

“Gracias. Hemos establecido una red de comunicación hasta el


puesto de mando. Cuando termines, transfiere los datos a todas las
unidades.”

“Entendido.” Respondió Marcel con una sonrisa y una pizca de


orgullo, como si aquello fuera justo lo que esperaba.

De repente, Mele oyó el estruendo de los cañonazos sobre su cabeza,


y entonces vio un borrón blanco pasar junto a la presa, que apenas era
visible por encima de las densas copas de los árboles. ¿Qué era
aquello? Otto, que estaba utilizando unos binoculares para observar el
combate y lo vio claramente, frunció el ceño.

“¿Qué es ese Feldreß? Nunca he visto nada igual. Es todo blanco y


tiene cuatro patas… Parece un esqueleto.”

Al oír esas palabras, Kiahi comprendió lo que quería decir.


Pronunció el nombre del vanguardista Feldreß con envidia.

“Es un Reginleif. De los Ochenta y Seis. Se rumorea que son la


unidad de élite del ejército del frente occidental.”

Otto jadeó al darse cuenta.

“¡El Grupo de Ataque! Sí, yo también he oído hablar de ellos.


Aparentemente, ¡son unos héroes increíbles o algo así! ¡Wow!”

Otto hablaba con ojos brillantes, pero Mele no se atrevía a asentir.


Por encima de ellos, los esqueletos sin cabeza corrían.

¿Qué era esto? No eran héroes; no eran increíbles. Más bien…

“Dan miedo… No, a esos tipos… los…”

… odio.

Mele no sabía por qué, pero por alguna razón, así era como se
sentía.

Los Dinosauria alcanzaban los cuatro metros de altura y las cien


toneladas de peso. Eran, sin duda, los depredadores por excelencia en
lo que a combate terrestre se refiere.
Pero ahora, incapaces de levantarse o moverse, no eran más que
chatarra.

Al amanecer, sobre la espesa niebla de la ribera del Hiyano, una


lluvia de fuego cayó sobre la Legión. Con el río a sus espaldas,
impidiendo su movimiento, y con ellos hacinados demasiado
densamente para moverse, las unidades de la Legión de blindados
pesados no tuvieron más remedio que soportar todo el asalto del
batallón de artillería de la 4ª División Blindada.

Dado que los obuses del batallón estaban montados sobre un


Reginleif, eran de 88 mm en lugar de los habituales de 155 mm, pero
eran más que suficientes para destruir la parte superior de las torretas
de los Dinosauria, que estaban mal fortificadas. Allí apilados como
losas, los tanques metálicos sólo podían permanecer expuestos
mientras la lluvia de proyectiles los penetraba sin piedad, haciéndolos
estallar en llamas y explotar.

En medio de este bombardeo, los Alkonosts corrían como borrones


azulados. Se dirigían al frente de la manada de unidades de blindaje
pesado. Sólo allí pudieron ponerse en pie los Dinosauria. Allí, donde
el espacio ante ellos estaba despejado, empezaron a esprintar con el
suave sonido de los huesos rozándose entre sí. Se movían fila a fila,
como una tela que se desenreda al tirar de su cuerda.

“Esta es la primera operación desde que las Sirin recibimos un mes


de entrenamiento de Lady Héroe Princesa. Nos sentimos muy honradas
de tener tantas presas que cazar.”
Lerche sonrió y se relamió dentro de Chaika, que dirigía la carga
de los Sirin. Era una sonrisa que sólo mostraría dentro de la cabina; sus
instintos de máquina de combate la impulsaban a ensanchar los ojos y
a sonreír ferozmente como un animal famélico y salvaje.

Un Dinosauria giró su sensor óptico azul hacia ella y su unidad. Su


torreta y las ocho patas que sostenían su cuerpo se desplazaron hacia
ellos, utilizando sus absurdas especificaciones de movilidad para
moverse a toda velocidad sin desperdiciar ningún movimiento. En un
abrir y cerrar de ojos, se acercó a Chaika. Al final, los Alkonosts no
eran más que armas desechables, y su armamento no era rival para la
superior potencia de fuego y el resistente blindaje de la carta de triunfo
de la Legión.

Sin embargo—

“Esta es una buena oportunidad para poner a prueba mi


entrenamiento. ¡No te concederé la cortesía de unas palabras de
respeto!”

—mientras Chaika distraía al Dinosauria, tres unidades de su


pelotón se desplegaron tras ella sin una sola orden. Cada una de ellas
se abalanzó sobre el Dinosauria, con un extraño retardo entre cada
ataque. Al no contener pilotos humanos, los Alkonosts estaban
construidos para el combate de alta velocidad y eran capaces de
moverse más rápido que incluso el Grupo de Ataque, y las Sirin que
los pilotaban tenían velocidades de reacción más rápidas que cualquier
humano.
Con esa velocidad sobrehumana, los Alkonosts pudieron distraer y
esquivar las dos ametralladoras giratorias del Dinosauria y el sub-
armamento coaxial, que se movía con su torreta principal. Su táctica
principal era aferrarse al enemigo aun a costa de los compañeros que
lo sujetaban e inmovilizaban, aunque sin refuerzos de su patria, no
podían permitirse hacerlo ahora.

Pero la verdadera fuerza de las aves mecánicas de la muerte no se


reducía sólo a esto. Con dos ametralladoras giratorias y una torreta
secundaria, que sólo podía apuntar en la misma dirección que su torreta
principal, el Dinosauria no podía disparar a cuatro enemigos a la vez,
por lo que sólo apuntaba a tres de las unidades mientras la cuarta se
acercaba. Las cien toneladas de peso del Dinosauria eran un arma letal
por derecho propio; intentó apartar al Alkonost de una patada, pero la
unidad más pequeña lo esquivó en el último segundo.

El intento de contraataque obligó a la enorme monstruosidad de


acero a detenerse en seco, momento en el que otro Alkonost se coló
por detrás y lo alcanzó con sus miras láser. Las ametralladoras se
desviaron para reaccionar, mientras un misil lo alcanzaba desde otra
dirección.

Cada vez que el Dinosauria mostraba una abertura, uno de los


Alkonosts apuntaba a ella, y una vez que su presa se giraba para
reaccionar, otro la atacaba desde una dirección diferente. Como una
manada de lobos, repetían esto hasta que el oponente quedaba
demasiado exhausto para moverse, y lo hacían con una precisión y
coordinación sistemáticas que ningún lobo o incluso un humano que
pilotara estos mismos Feldreß habría sido capaz de imitar.

Las Sirin no eran más que componentes de Alkonost. Productos


industriales fabricados en serie y, por tanto, estandarizados e idénticos.
Incluso la memoria de combate que circulaba y era referenciada por
sus cerebros artificiales era idéntica entre todas las Sirin. Los datos de
combate de todas las Sirin anteriores se reunían en su planta de
producción, donde se analizaban para producir tácticas optimizadas y
se guardaban regularmente para poder actualizarlas en todas las
unidades Sirin actuales.

A la hora de combatir, las Sirin no eran individuos, sino un solo ser


idéntico. No necesitaban palabras ni señales para luchar en tándem.

Este asalto de gran precisión se produjo en oleadas, en las que todas


las unidades atacantes eran idénticas en su aspecto y movimientos, lo
que las hacía indistinguibles unas de otras y confundía poco a poco al
Dinosauria. Además, sus débiles sensores eran incapaces de distinguir
a qué unidad se enfrentaba, qué unidad tenía delante y qué unidades
tenía detrás o en los flancos.

“Entonces—jaque mate.”

Una unidad apareció justo delante, bajo su torreta: un Alkonost con


una Marca Personal. Chaika, pilotada por la única unidad Sirin con la
apariencia, el nombre y los recuerdos de Lerche. Empujó un
lanzamisiles contra el anillo de su torreta como si estuviera clavando
una espada entre placas de blindaje. Este era uno de los pocos puntos
vulnerables de un tanque, que no podía blindarse para garantizar que
la torreta pudiera moverse.

Sin dudarlo un instante, apretó el gatillo.

El proyectil salió disparado por la boca del cañón, dio casi


instantáneamente en el blanco y se rompió. Las llamas se propagaron
por el interior de la torreta, provocando explosiones en la munición del
Dinosauria y detonándolo aún más. La torreta voló por los aires en
medio del brumoso amanecer.

En la presa de Recannac, la lucha para despojar a los Löwe de su


camuflaje óptico seguía su curso. La Legión no hacía ruido al pisar
gracias a sus potentes amortiguadores, pero al caminar por el suelo a
cuatro patas seguía levantando barro. Cada vez que sus cuerpos de
cincuenta toneladas, con sus largas torretas de 120 mm, cortaban el
aire, la niebla se desplazaba visiblemente, y las innumerables hojas que
empujaban también dejaban al descubierto su trayectoria.

“¡Son bastante fáciles de detectar si prestas atención!”

Canaan habló mientras su unidad, Catoblepas, atravesaba a toda


velocidad las hojas caídas de la maleza y saltaba entre el follaje
caducifolio para abalanzarse sobre un punto en el que la niebla
vacilaba. Basándose en la forma en que se movía la niebla y en el
dibujo de las hojas aferradas, aterrizó en lo que creía que era la parte
superior de su torreta y disparó a corta distancia. Salió humo negro y
la silueta del Löwe carbonizado emergió mientras innumerables
mariposas plateadas huían de las lenguas de fuego que las envolvían.

Los colores plateado y rojo surgieron de la niebla blanca mientras


Canaan se alejaba rápidamente. Al parecer, una unidad camuflada
había girado su torreta para devolverle el fuego, pero sus movimientos
dejaron al descubierto su posición, tras lo cual fue atacada por una
torreta de 88 mm.

“El barro, la niebla, las ramas y las hojas. Olvídense del fuego
y de los disparos dispersos—¡estas cosas están llenas de
debilidades, Canaan!”

“Sí. Si nada más, este camuflaje es inútil aquí en el segundo frente


norte.”

Y una vez que devolvieran los registros de esta batalla para ser
analizados, eso no sería cierto sólo para el campo de batalla del
segundo frente norte, cubierto como estaba de niebla, hojas caídas y
barro. Ahora mismo, tenían que confiar en los movimientos del aire,
las ramas, las hojas, el barro y la arena, pero con suficientes datos, sus
sistemas serían capaces de detectar a la Legión oculta por sí mismos.

Se escondieron en el bosque para anular las contramedidas de la


Federación contra el camuflaje óptico, pero los monstruos chatarra les
dieron la pista que necesitaban para idear más contramedidas. Aquel
pensamiento hizo que Canaan sonriera cruelmente en la oscuridad de
su cabina.
“Análisis completo. ¡Lo estoy enviado!”

La red temporal de comunicaciones establecida para esta operación


empleaba múltiples comunicadores alámbricos y dispositivos de
retransmisión, que ahora enviaban a Shin la imagen que Marcel había
analizado. Era el rango de movimiento estimado de la araña de agua
metálica que caminaba a lo largo de los edificios hundidos en la presa.

Al momento siguiente, el Escuadrón Spearhead se dividió en tres


grupos y se puso en marcha a la vez.

“¡Muy bien, vamos!”

Habiendo permanecido bajo la presa con el 1er Pelotón, dos


unidades del 5º Pelotón bajo el mando de Anju apuntaron sus
lanzamisiles hacia arriba y abrieron fuego. Tras sobrevolar el pico de
la presa, los misiles antiblindaje cayeron en picado y estallaron sobre
el lecho del río, liberando innumerables perdigones. De un solo golpe,
esto acabó con las minas autopropulsadas que el Aranea intentaba
lanzarles.

El humo negro de la explosión formó una cortina de humo, que el


Undertaker de Shin utilizó para lanzarse hacia delante. Se dirigía más
allá del imponente muro de hormigón de varias decenas de metros de
altura de la presa, tras el que se ocultaba el Aranea.

Si no podían bombardearlo desde el frente, y su capacidad para


dispararle desde los flancos también era limitada, entonces su única
opción era reducirlo con armamento cuerpo a cuerpo o acercarse a él
y dispararle a bocajarro.

Las llamas se disiparon y los múltiples sensores ópticos del Aranea


enfocaron a Undertaker, la única unidad lo bastante temeraria como
para cargar directamente contra él. Pero entonces volaron proyectiles
de tanque, enfocando cada una de las lentes azules que asomaban por
encima del arco, como si trataran de obstruir su campo de visión.

Las espoletas temporizadas se activaron, haciendo que los


proyectiles se autodestruyeran en el acto. Los fragmentos y las ondas
de choque de la explosión perforaron los objetivos, y donde no lo
hicieron, las llamas lo cegaron. Al amparo de la cortina de humo de los
misiles antiblindaje, tres unidades del 1er Pelotón dispararon
proyectiles HEAT por delante de Undertaker para cubrir su avance.

En ese momento, Undertaker estaba justo debajo del arco de la


presa. A esa distancia, las minas autopropulsadas no podían alcanzarle,
pero aún estaba dentro del alcance en el que el gancho y el brazo
multiusos de la grúa principal podrían barrerle. Las vigas auxiliares,
cargadas con minas autopropulsadas, apenas rozaron el agua cuando el
Aranea inclinó su grúa principal hacia delante, con el gancho aun
colgando, para interceptar a Undertaker. El mecanismo giratorio se
puso en marcha y el gancho giró hacia un lado.

En ese mismo momento…

“¡Realmente lo bajaste, idiota! ¡Fuego!”


Las plumas de las sub-alas del Aranea, con forma de alas
esqueléticas, estaban lo suficientemente bajas como para rozar el agua.
Los proyectiles de los tanques y los escombros caían directamente al
mar, por lo que no había riesgo de impactar contra nada que no fuera
el Aranea. Los soldados apuntaron con cuidado, aprovechando esta
rara oportunidad de alcanzar al Aranea sin tener que preocuparse de
que el Fisara les contraatacaran. El 3º Pelotón de Tohru y el 4º Pelotón
de Claude habían seguido al Escuadrón Brísingamen cuando este
terminó de barrer la orilla norte del embalse y abrieron fuego.

Para evitar que la gran grúa principal volcase, las vigas auxiliares
traseras tenían contrapesos fijados a ellas. El Aranea, que dependía de
estos contrapesos para mantener el equilibrio, apareció por encima de
la presa y se inclinó profundamente hacia delante para barrer y empujar
a Undertaker. Al hacerlo, tuvo que doblar las subestructuras hasta el
tope, inclinándolas hacia el agua para mantener el equilibrio. Durante
este tiempo, no pudo lanzar ninguna mina autopropulsada, y expuso
sus sub-rayos a los ataques de las unidades enemigas a ambos lados
del embalse.

Una combinación de proyectiles de tanque de 88 mm y balas de


cañón automático de 40 mm desató fuego concentrado sobre el
andamiaje no blindado, desgarrándolo. Las juntas del centro y los
pescantes de ambos lados se soltaron. Las minas autopropulsadas se
agitaron, agarrándose a las subestructuras para no caer al agua del
embalse. Por muy ligeras que fueran, las minas autopropulsadas
seguían siendo de metal. Si se hundían en el agua, no podrían salir a
flote.

Sin los dos contrapesos que lo equilibraban, el Aranea tuvo que


detener su ataque por miedo a volcarse y caer. Reequilibró su postura,
retrocediendo a lo largo de su base subacuática para prepararse para
atacar cuando Undertaker saltó a la parte superior de la presa.

Utilizaba como base los edificios del pueblo hundido, que el Grupo
de Ataque ya había analizado.

Dos pelotones continuaron su bombardeo. Los proyectiles se


hundieron en el agua, golpeando en diagonal los puntos hacia los que
las patas de Aranea intentaban avanzar, así como la zona circundante.

Cuando los proyectiles penetraron en el agua, perdieron velocidad


y sus trayectorias se desviaron, sin lograr destruir las patas, que se
encontraban en las profundidades del embalse. Sin embargo, en la base
de cada par de patas del Aranea había sensores ópticos. Estos sensores
estaban destinados a cubrir el punto ciego de la maquinaria pesada, y
al tenerlos como objetivo obligaron al Aranea a detenerse en seco.

“¡Se detuvo, Shin! ¡Golpéalo fuerte!”

“Sí, acabo de llegar a la cima.”

Undertaker corrió por la pendiente de la presa de gravedad de


hormigón curvado, que soportaba la presión del agua con nada más
que su propio peso, y finalmente llegó a la cima. El Aranea balanceó
su gancho para barrerlo. Shin hizo como si estuviera a punto de
lanzarse hacia delante, pero luego lo amagó retrocediendo y lanzando
su ancla a lo alto de la presa, colgando por el aire para esquivar el
gigantesco gancho. Tras esquivar el golpe de varias toneladas,
Undertaker saltó hacia delante de verdad.

Por encima de él, el fuego antiaéreo acribillaba las nubes de


Eintagsfliege. Debajo de él, la infantería blindada utilizaba sus armas
para deshacer el camuflaje óptico y dar caza a los Löwe.

Al ver esto, Shin se dio cuenta de otra cosa.

El hecho de que la Federación haya elegido la democracia


significaba que los civiles eran dueños de su destino. La conducta de
los soldados era prueba suficiente de ello. Estos soldados no alzaron la
voz en señal de queja, exigiendo saber por qué no se les protegía. El
ejército de la Federación no necesitaba héroes que alardearan y juraran
proteger a nadie más que a sí mismos.

Tras alcanzar el punto álgido de su oscilación, el gancho se detuvo


momentáneamente y fue lanzado de vuelta por donde había venido. El
gancho metálico, de varias toneladas de peso, aceleró y cambió de
ángulo gracias al mecanismo giratorio del Aranea, e intentó golpear a
Undertaker.

Pero antes de que eso sucediera—

“—Intentar moverte después de haber parado te hace ir más


despacio, y eso te hace fácil de apuntar.”
Tras fingir que se escondía en la orilla del embalse con el 2º
Pelotón, Gunslinger trepó hasta la ladera sur y disparó desde allí. El
disparo cortó el alambre del gancho, que se soltó y fue arrastrado en
una dirección aleatoria por su propio impulso; se estrelló con un thud
y levantó una nube de polvo. Undertaker pasó por debajo del alambre
desgarrado.

Suponiendo que Shin estaba a punto de atraparlo, el Aranea intentó


retroceder más, aunque eso significara dañar sus sensores ópticos.
Sacó una de sus patas traseras del agua, pero en cuanto se vio la
articulación, Kurena cambió instantáneamente de objetivo y también
le disparó. Al perder una de las patas que soportaba su peso, el Aranea
cayó con un fuerte chapoteo. Su intento de alejarse hizo que se
detuviera por completo.

Lanzando un ancla a la presa para mantener su velocidad de salto,


Undertaker se aferró a la grúa principal. El Aranea trató de clavarle sus
tenazas hidráulicas desde ambas direcciones, con la esperanza de
derribarlo aunque eso supusiera dañarse a sí mismo, pero ya era
demasiado tarde.

El Aranea no estaba destinado a ser una unidad de combate, por lo


que era extremadamente lento. Todos sus movimientos eran tan lentos
como los de una mina autopropulsada, y su velocidad de reacción era
aún peor. Recuperando su ancla, Undertaker saltó de la grúa, sólo para
que la tenaza hidráulica penetrara en ella y dejara de moverse.
Utilizando este auto ataque como distracción, el Aranea giró sus
subestructuras hacia delante, muy consciente de que dañaría sus
cimientos, y purgó sus subestructuras junto con las minas
autopropulsadas aún aferradas a ellas.

“—Tsk. Me imaginé que haría eso…”

Habiendo permanecido a la espera por si el Aranea desataba algún


tipo de arma oculta, el 2º Pelotón de Raiden abrió fuego, abatiendo
todas las minas autopropulsadas. Sin embargo, utilizaron sus
ametralladoras pesadas duales de 40 mm para no dañar a Undertaker,
que estaba escasamente blindado. Sin embargo, las balas ligeras de las
ametralladoras pesadas no serían capaces de pasar a través de los
pesados materiales del andamiaje; ellos, al igual que Shin, supusieron
que el Aranea tenían algo más preparado.

Undertaker giró en el aire y accionó sus cuatro martinetes al mismo


tiempo. Los pilotes purgados volaron por los aires, y la explosión
impulsó a Undertaker hacia abajo con una fuerza intensa.
IMAGEN
Los proyectiles volaron en vano por el aire, incapaces por
naturaleza de rastrear objetivo alguno, y la inesperada acción de
Undertaker fue demasiado rápida para que los sensores ópticos del
Aranea pudieran seguirla con sus lentas velocidades de reacción.
Volteando de nuevo a media caída, Shin aterrizó en la parte trasera del
Aranea y cambió su selección de armamento. Lo puso en el cañón de
ánima lisa de 88 mm y seleccionó munición APFSDS.

El grito anodino de alguien ya muerto retumbó en sus oídos. Era la


voz de un humano, pero su lamento carecía de personalidad o voluntad
propias. Era una de las tropas de la Legión a las que se les había
destruido la memoria, un Perro Pastor. No era ninguna sorpresa, pero
la Legión no iba a convertir a una unidad de ingeniería de retaguardia
en un Pastor.

Su núcleo de control estaba justo delante de Shin. Debajo de un


simple panel sin blindaje. Shin apretó el gatillo. Cuando el APFSDS,
un proyectil capaz de silenciar incluso a un Löwe, penetró en su núcleo
de control, la voz de aquel fantasma desconocido se apagó.

Aunque claramente disgustado por la batalla que se libraba tan cerca


de él, el Fisara parecía consciente de que se había adentrado en el
territorio de los combatientes y no atacó a nadie. Sintiéndose todavía
incómodo bajo su mirada de tres ojos, Shin retrocedió a lo largo de la
grúa principal derrumbada y se acercó a la cabeza de la presa. El agua
se derramaba ruidosamente por la destrozada compuerta de la presa: al
parecer, el Aranea y el Fisara que la cruzaban habían acabado por
romperla. Una vez se hubo alejado lo suficiente del Fisara, sintió que
su inquietud se calmaba. Poco después, el Escuadrón Nordlicht
terminó de barrer con los Löwe contra los que luchaban, seguidos por
el Escuadrón Brísingamen. Cuando se unieron, los dos capitanes
empezaron a quejarse.

“¿Qué demonios, Pequeño Reaper? ¡Pensé que cazar la araña


era nuestro trabajo!”

“Entiendo que teníamos las manos llenas luchando, pero


vamos, Capitán. A veces usted también debe dar a sus mayores la
oportunidad de brillar.”

Ambos le abuchearon, pero Shin les dio más órdenes. Se sentía mal
por robarles la presa, por así decirlo, pero si les sobraba tanta energía…

“Todavía hay minas autopropulsadas en el puente, así que vayan a


barrerlas. Pero tengan cuidado de no provocar un contraataque del
Fisara.”

Se refería a las minas autopropulsadas sobrantes que el Aranea no


les lanzó. Sin dejar de quejarse, los dos escuadrones se desplazaron a
ambos lados del puente atirantado. Apuntaron sus disparos para no
darse mutuamente y esperaron a que llegara el momento en que el
Fisara se alejara nadando del puente para abrir fuego, y entonces
retrocedieron rápidamente. Afortunadamente, el Fisara se sumergió
cautelosamente, y cuando volvió a sacar la cabeza y miró a su
alrededor, tanto el Escuadrón Brísingamen como el Nordlicht se
habían retirado hacia los árboles.

“Whoa, eso estuvo cerca… Esa cosa en serio da miedo.”

“Está en medio, así que me gustaría que recogiera a su hijo y se


fuera de una vez.”

Cuando confirmaron que no contraatacaría, volvieron a salir de los


árboles para disparar contra las minas autopropulsadas. Al notar las
detonaciones, el Fisara pareció molestarse con ellos y se alejó nadando
durante un tiempo, permitiéndoles disparar sin ser molestados.

“Allá vamos… Todo despejado, Pequeño Reaper.”

“Entendido, zona objetivo ocupada. Unidad de ingenieros, salgan.


Pasaremos a asegurar el perímetro.”

“¡Sí, déjanoslo a nosotros! No es frecuente tener la oportunidad


de ver cómo bombardean una presa, así que espero que tengan las
cámaras preparadas.”

Después de que el capitán de ingenieros respondiera de forma


extrañamente alegre, él y su unidad de ingenieros se apresuraron hacia
la pasarela y se pusieron a trabajar en la presa. Confirmaron el número
de explosivos y los puntos en los que debían colocarse basándose en
los esquemas existentes de la presa y, aparentemente, no había
necesidad de hacer ninguna modificación, lo que implicaba que los
esquemas eran exactos o que simplemente habían rehecho las
mediciones mientras se libraba el combate.
Dicho esto, necesitaban que el Fisara saliera del embalse antes de
activar las cargas.

“Capitán Ishmael, usted dijo que el Fisara se iría una vez que
encuentre al joven, ¿verdad?”

“Debería. Parece dirigirse en la dirección del rugido de socorro,


pero…” Respondió Ishmael, con el sonido de gente caminando por
una espesura de fondo.

Pero, de repente, Kurena, que esperaba a mayor altura, tomó la


palabra.

“Shin, Capitán, lo encontré. Setecientos metros al este de la


presa, en un estanque cerca del punto 980.”

Gunslinger envió las imágenes de su sensor óptico por enlace de


datos, que aparecieron en una holo-ventana. En un claro entre las copas
de los árboles otoñales, una sirena blanca como la nieve nadaba por un
estanque teñido de rojo.

“… La cría de leviatán es una criatura acuática, por lo que debería


haber pasado por el aliviadero del Kadunan o por el nuevo aliviadero
del Tataswa. ¿Qué hace ahí en medio de la nada?”

“Los mapas dicen que hay un brazo del río al este de la


inundación del Kadunan. Probablemente se acumuló para formar
este lago. Como es un arroyo pequeño, la joven pudo nadar a
través de él, pero el Fisara no pudo pasarlo o no se dio cuenta de
que estaba allí, así que probablemente por eso se pasaron por
alto.”

Como Ishmael no llevaba un exoesqueleto blindado, no pudo ver la


grabación, pero un soldado de comunicaciones que le acompañaba se
la mostró a través de una terminal de comunicaciones. Shin sintió que
asentía por encima del Para-RAID.

“Es una cría de Leuca. Una raza con una sonoboya biológica.
Con este tamaño, si deja salir sus ondas supersónicas, sólo será
muy ruidoso. No debería ser peligroso por sí mismo, así que no hay
necesidad de ser tan cauteloso.”

“Háganos saber si hace contacto con el joven. Sobre el Fisara…”

Shin estaba a punto de preguntar cómo iban a incitarlo a moverse,


pero entonces pareció darse cuenta de algo y se calló, dejando que
Ishmael continuara.

“La Leuca volverá a gritar en algún momento. O eso, o la Leuca


se dará cuenta de que alguien ha venido a recogerla y se dirigirá
hacia aquí. Si es posible, ¿podrías hacer que el Fisara se acerque
un poco a la presa?”

“Eso sería lo más rápido. Una vez que los ingenieros terminen,
haremos que la división blindada se retire del área. Parece que quiere
venir aquí, así que si nos vamos, debería acercarse…”
O más bien, llevaba un rato sintiendo la mirada de los tres ojos del
Fisara sobre él, básicamente diciéndoles que se dieran prisa y se
quitaran de en medio de una vez. Era francamente desconcertante.

Ver a los Reginleif luchar contra una unidad de la Legión


monstruosamente grande y abatirla rápidamente hizo que Mele se
estremeciera ante su fuerza.

Por fin se dio cuenta de lo que tanto odiaba de ellos. No eran como
él. Eran como los nobles engreídos y los oficiales superiores. Eran de
los que se burlaban de él. De los que podían hacer cualquier cosa pero
no hacían nada por la gente como él.

“Ellos—”

El Fisara parecía querer volver al cauce del Kadunan a través de la


compuerta de la presa, pero con los Reginleifs correteando a su
alrededor, no podía acercarse más y cada vez estaba visiblemente más
molesto. Su enorme figura daba vueltas junto a la costa del embalse,
arrojando agua a los Reginleif, probablemente como una especie de
amenaza. Cuando una gran cantidad de agua salpicó los pies de
Bandersnatch, se retiró. Al ver esto, Shin dijo:

“Kurena, baja de ahí, por si acaso. Ya no es necesario vigilar a la


joven.”

“E-Entendido.” Respondió Kurena, con la voz un poco aguda.


Como Gunslinger se destacó, ya que estaba estacionado en un lugar
alto, parecía haber dado al Fisara la idea de que ella era el comandante
del grupo, sobre la base de la forma en que la estaba mirando. Con lo
molesto que estaba, parecía que en cualquier momento iba a disparar
un tiro de advertencia.

Gunslinger se bajó de su puesto de francotirador y se unió al 2º


Pelotón, que acababa de terminar de luchar contra las unidades
blindadas, ya que debían ayudar a asegurar la zona alrededor de la
inundación.

Suiu Resonó directamente con los otros tres comandantes de


operaciones.

“A todas las unidades—la 4ª División Blindada ha terminado


de eliminar las unidades blindadas pesadas enemigas. Como
conocemos su ruta de suministro, la destruiremos con bombardeos
adicionales, tras lo cual nos retiraremos.”

Siri siguió con su propio informe.

“2ª División Blindada, hemos terminado de incautar todas las


presas. Lo único que queda es detonarlas.”

“3ª División Blindada, igualmente… y entonces—”

Mientras hablaba, Canaan giró el foco de su sensor óptico en una


dirección determinada. Las aguas de la presa del Kadunan caían en
cascada por una empinada ladera, formando el río Hiyano más abajo.
Al final de esa presa se alzaba un edificio gris: un fortín de aspecto
rústico llamado puesto de observación de artillería del Kadunan. Y en
su interior…

“Descubrimos un grupo de soldados de la Federación y civiles que


creemos que se quedaron atrás. Iremos a recuperarlos ahora.”

Canaan sintió que los ojos de Shin se abrían de par en par,


sorprendido por la Resonancia; incluso el Reaper de rostro pétreo se
sorprendió por aquel informe.

“¿Civiles? Espera, ¿quieres decir que son supervivientes de los


Países de la Flota?”

“Probablemente.”

Allí había veinte niños, el mayor de diez años, y un anciano que


presumía de ser profesor. Algunos de los mayores llevaban de la mano
a los más pequeños, que claramente no eran sus hermanos. Como todos
eran niños que evacuaban juntos, los mayores probablemente se
sentían responsables de los pequeños.

Miraron a los Reginleif con ojos redondos, probablemente


viéndolos por primera vez. Uno de los soldados se acercó a Catoblepas,
tambaleándose un poco sobre sus pies. Escrutó al Reginleif con ojos
desconfiados y tomó su dispositivo inalámbrico.

“Sólo lo compruebo para estar doblemente seguro, pero son


unidades militares de la Federación, ¿verdad?”
“Sí. Teniente Primero Canaan Nyuud, del Grupo de Ataque
Ochenta y Seis.”

“¡M-Mis disculpas, Teniente Primero, señor!” El soldado enderezó


inmediatamente la espalda. “Yo solo, hmm, no reconocí su unidad…”

“¿Fueron un grupo que no logró escapar durante la segunda


ofensiva a gran escala?”

Debió serlo, si no sabía de la operación de destrucción de la presa,


la razón por la que los Reginleif fueron enviados aquí.

“¿Te refieres al bombardeo de monstruos de chatarra y el ataque


que siguió? Sí. Recibimos la orden de retirarnos, pero nuestra unidad
no consiguió huir, así que no tuvimos más remedio que escondernos
aquí, en este fortín… Esos niños son refugiados de los Países de la
Flota. Aparentemente, se separaron del grupo principal de evacuación.
Toda la Legión se fue al sur después de que terminara el bombardeo,
así que vinieron aquí cuando la situación se calmó.”

“… Hiciste algo bueno, protegiéndolos.”

Debían de tener comida o reservas de emergencia almacenadas en


el lugar de observación de la artillería. Una compañía de doscientos
soldados tuvo que permanecer encerrada allí y esperar una ayuda que
no sabían si llegaría. Por eso, era sorprendente que hubieran
compartido comida con niños pequeños que no podían luchar.

Especialmente niños no emparentados con ellos, refugiados de otro


país. Habían sido aislados y separados de su grupo; nadie les
reprocharía haberlos abandonado en esas condiciones. Se habría visto
como algo inevitable.

El soldado apretó ligeramente los dientes. Era un gesto que


demostraba que la idea se le había pasado por la cabeza, aunque se
arrepintió de siquiera haberla considerado.

“… Nuestro difunto comandante de compañía nos dijo que los


protegiéramos.”

Habían dudado, pero su comandante había borrado esa vacilación.

“Nos dijo cómo atrincherarnos. Nos dijo cómo luchar y nos dio
instrucciones detalladas sobre cómo hacerlo. Sabía que si alguien
resultaba herido, probablemente no lo lograría. No, es porque sabía
eso, que no seríamos capaces de escapar por nosotros mismos, por lo
que nos dijo que nos atrincheráramos.”

Tras perder al suboficial que les mandaba e incluso al comandante


de su compañía, un grupo de soldados rasos recibió todas las
herramientas que necesitaba para sobrevivir. Y encima…

“Dijo que la ayuda llegaría sin duda, que no debíamos rendirnos.


Que debíamos mantener la fe hasta el final. Que no debíamos pensar
en nada más que en salvar a esos niños… Dijo: «Son orgullosos
soldados de la Federación. Para estos niños, son héroes. Pueden
convertirse en los héroes que los salvaron».”
Podían salvarse. Este fortín que los mantenía a salvo. Esos niños
débiles e indefensos a los que estaban obligados a proteger. Sus
propios corazones débiles, tan cerca de ceder.

Y su orgullo.

“El comandante de la compañía puede estar muerto… pero incluso


muerto, nos protegió.”

En ese momento, las emociones del soldado estallaron como un


dique. El soldado, un adulto a pesar de su juventud, lloró abiertamente.
Se limpió las mejillas manchadas con el puño una y otra vez.

“Gracias a Dios… Gracias a Dios que no nos rendimos. Usted vino.


La ayuda realmente vino. El comandante tenía razón. Gracias a Dios
que no le traicionamos… Menos mal que… tuvimos fe…”

Fe en el comandante de su compañía. Fe en que los militares de la


Federación vendrían a por ellos. Fe en el bien de la humanidad, en la
creencia de que había virtud en este mundo. En su conciencia, que les
impulsaba, a pesar de lo débiles que eran, a seguir creyendo en los
demás, a seguir deseando proteger a los demás.

“…”

“Esto me enseñó que incluso gente como nosotros puede proteger


a alguien, puede salvar a alguien. Que incluso antiguos siervos gallos
como nosotros pueden hacer algo bueno, pueden hacer algo
verdaderamente especial.”

Ante la mirada de Canaan, embargado por una viva emoción, el


soldado esbozó una sonrisa lacrimógena, con el rostro contraído por
un sollozo.

“Dios, muchas gracias…”

Tohru escuchó la confesión del soldado a través del Para-RAID.

“—Oh, vamos.”

Y escucharlo le hizo sentir como si se quitara un peso de encima.


Vamos.

“Podemos hacerlo después de todo, ¿no?”

Incluso nosotros, los Ochenta y Seis, y la gente de los otros frentes,


de otras unidades. La operación que se les había encomendado iba
bien, y los soldados de las otras unidades tampoco se habían rendido.
Seguían trabajando duro, ideando planes, para poder seguir luchando,
para poder protegerse a sí mismos y a los demás, para poder ganar. Y
sus esfuerzos dieron fruto.

Los soldados de la Federación que también esperaban el rescate


pudieron salvar a esos niños, que no habían logrado huir a un lugar
seguro. Pudieron encontrar a ese molesto joven leviatán sin que nadie
muriera en el proceso.
Realmente podrían hacer algo.

El vacío que se aferraba a él desde la noche de la segunda ofensiva


a gran escala, cuando las estrellas cayeron de los cielos, había arrojado
una oscura cortina ante sus ojos que le nublaba el camino hacia
delante… pero ahora había desaparecido. Sintió como si por fin
pudiera exhalar el aliento que había estado conteniendo durante tanto
tiempo.

“Ves, te lo dije, Tohru. No lo dije sólo por simpatía.”

“Tienes razón, Claude. Perdona. Nosotros…”

Yo, mis camaradas, el ejército de la Federación…

Puede que les hayan robado cosas. Puede que hayan perdido alguna
vez. Pero aun así, poco a poco, uno a uno, pudieron recuperar lo que
era suyo.

“… no somos impotentes.”

La llama brillaba en los ojos verdes teñidos de oro de Tohru.

El Para-RAID enlazaba las conciencias de las personas, transmitiendo


el mismo grado de emociones que uno sentiría al hablar con alguien
cara a cara. Así que cuando Shin se puso en contacto con Frederica,
que estaba en el puesto de mando, a través del Para-RAID, no pudo
evitar enarcar una ceja ante el aire de curiosidad que desprendía.

“¿Qué pasa, Frederica?”


“Shinei. ¿Podrías, hmm, acercarte un poco más, quizás? Al
Leuca.”

Aparentemente Frederica estaba dentro de Gadyuka, echando un


vistazo a las imágenes compartidas en su sub-ventana. Shin podía oír
la voz de Vika desde detrás de ella, diciendo cosas como: “Rosenfort,
míralo si es necesario, pero quítate de mi regazo. No te sientes ahí.”

Al imaginar la escena en su mente, Anju se atragantó, intentando


contener la risa, mientras Marcel y los demás oficiales de control
soltaban toses secas, intentando igualmente contener la risa.

Shin dijo entonces, con la mayor seriedad, una frase que pinchó
todos sus esfuerzos como una aguja en un globo.

“Es una hija muy grande para tener a tu edad, papá.”

Marcel y los demás escupieron, y Anju se rio a carcajadas.

“¿A quién crees que estás llamando padre, Nouzen…?” Gruñó


Vika. “Zashya, espera, ¿para qué es ese cuaderno? ¿Por qué estás
dibujando? Déjalo ya. No me ignores, sé que puedes oírme. ¡Para,
deja de dibujar!”

Parecía que Zashya había iniciado su propia rebelión.

“Envíe el boceto cuando haya terminado, Mayor Zashya.” Dijo


Raiden.
“Como he dicho, por favor llámame Roshya, Teniente Primero
Shuga… pero por supuesto. Se lo enviaré a todos en el Grupo de
Ataque.”

“Deja eso, Ya—” Vika estaba a punto de gritar el largo nombre


completo de Zashya, pero entonces—

“¡Cap!”

—Rito interrumpió su charla.

“¡Cap, quiero ver al leviatán! ¡Tomen todas las fotos que


puedan con la cámara, por favor!”

Grethe respondió, pero al hacerlo, Frederica chilló por la


Resonancia. Al parecer, Grethe había sacado a la chica de Gadyuka
por el cuello y había rescatado al príncipe.

“Todos ustedes. Y tú también, ayudante de control del príncipe.


No me importa que se diviertan, pero no en medio de una misión.
Déjenlo para más tarde.”

“Lo siento.”

“Mis disculpas…”

“Perdón.”

“Espera, ¡¿yo también tengo que disculparme?!”

El capitán de ingenieros de combate informó de que estaban


terminando de colocar los explosivos.
“Entendido. Una vez que las otras presas estén preparadas,
entraremos en la fase de retirada.” Shin asintió y escuchó atentamente
los movimientos del resto de la Legión.

Toda la Legión alrededor de la inundación del Kadunan había sido


eliminada, y no había señales de que llegaran refuerzos. El grupo que
se enfrentaba a la fuerza principal en la línea de Roginia también
parecía estar deteniendo su ofensiva y retrocediendo hacia los
territorios. Con su principal fuerza ofensiva, las unidades de blindados
pesados, eliminadas, consideraban imposible que la línea del frente
fuese atravesada.

La 4ª División Blindada, una vez finalizado su barrido del enemigo,


comenzó a replegarse y retirarse, y todas las presas de la 1ª División
Blindada tenían sus cargas explosivas colocadas y listas. Los soldados
y niños descubiertos cerca de la presa del Recannac fueron colocados
en contenedores vacíos de Carroñero y enviados de vuelta a lo largo
de la ruta de retirada, y la 2ª y 3ª Divisiones Blindadas progresaban
firmemente en sus preparativos.

Una vez confirmado todo esto, Shin se dirigió a la última unidad


que quedaba, encargada de una tarea que debía completarse antes de
poder alcanzar su objetivo principal de volar la presa: recuperar el
combustible nuclear.

“Teniente Coronel Mialona, ¿cuál es la situación de la misión del


Regimiento Lady Bluebird?”
La Teniente Coronel Niam Mialona respondió en voz baja desde su
montura metálica, el Vánagandr. Allí estaba sentada en el asiento del
artillero, que también hacía las veces de asiento del capitán del tanque.

“Va de maravilla.”
CAPÍTULO 5:
BLOODY MARY ESTÁ EN LA NIEBLA

La radiación emitida por el combustible nuclear gastado podía


bloquearse mediante un grueso blindaje metálico. Aunque no era una
protección perfecta, contribuía en gran medida a minimizar el riesgo
de exposición a la radiación. Por eso, cuando perseguían al débil y
desarmado Regimiento Hail Mary, los militares desplegaban
continuamente Vánagandrs envueltos en blindajes compuestos hechos
de una mezcla de cerámica y metales pesados. Estas piedras angulares
de la fuerza terrestre de la Federación, construidas con armas blindadas
similares a las de sus objetivos previstos, contaban cada una con un
cañón de ánima lisa de 120 mm y una ametralladora pesada de 12,7
mm, y con cincuenta toneladas, podían desplazarse a una velocidad de
hasta cien kilómetros por hora.

Esta manada de lobos metálicos corría bajo la espesa y densa niebla


típica de finales de otoño en el segundo frente septentrional.

El fuego de sus dos ametralladoras giratorias acribilló a los


soldados que huían en una nube de salpicaduras de sangre. Los que
intentaron ocultarse tras los muros de piedra derruidos fueron
alcanzados por proyectiles de tanque que los convirtieron en una
mezcla de roca triturada y carne. Algunos intentaron ocultarse en las
sombras, sólo para ser despedazados cuando los proyectiles de los
tanques polivalentes estallaron en el aire, soltando disparos dispersos
que los arrasaron. Otros entraron en tal estado de pánico por la
persecución que cargaron contra los Vánagandrs con las manos vacías,
sólo para ser pateados casualmente por sus patas metálicas.

Los soldados del Regimiento Hail Mary llevaban fusiles de asalto


de 7,62 mm—que, en la Federación, donde la infantería blindada era
la fuerza principal, se consideraban sobre todo armas de autodefensa,
llevadas por unidades de transporte o ingenieros de combate. Incluso
el Juggernaut de la República, la más débil y peor blindada de todas
las armas acorazadas, podía desviar las balas de 7,62 mm, por lo que,
naturalmente, ni siquiera arañarían el robusto blindaje de un
Vánagandr.

Y así, el Regimiento Hail Mary no sólo no pudo vengarse, sino que


fue asesinado por todos los problemas que habían causado. Fueron
masacrados rápidamente y sin piedad.

Todos los campos de batalla estaban envueltos en una especie de


niebla. Por muy cuidadosa, exhaustiva y meticulosamente que se
recopilara información, no había forma de eliminar toda
incertidumbre. Acechaba por todas partes: en el ejército enemigo, la
política, el clima y el terreno, e incluso en las acciones de soldados
individuales como los del Regimiento Hail Mary. Con tales factores
influyendo en su curso, una operación nunca podía desarrollarse
exactamente según lo previsto.
Por eso, para la Teniente Coronel Mialona, esta batalla era tan
extraña y horrible.

“… ¿Qué esperaban conseguir, idiotas?”

Para asegurarse de que ninguno de los soldados pudiera huir con el


“arma nuclear”, había formado un cuidadoso y minucioso perímetro a
su alrededor. Mantuvieron silencio por radio y utilizaron el terreno
para ocultarse y evitar que se advirtiera su aproximación y su cerco.

Además, para asegurarse de que los renegados no pensaban detonar


el arma nuclear en un momento “Hail Mary”, lo primero que hicieron
fue asaltar y apoderarse del almacén donde se guardaban las “armas
nucleares”. Examinaron minuciosamente toda su información de
inteligencia y luego enviaron exploradores que confirmaron rápida
pero cuidadosamente el terreno y la posición del objetivo antes de
lanzar el asalto.

Sin embargo, el hecho de que la aproximación, el cerco, la


exploración y el combate se desarrollaran exactamente según lo
previsto hizo de esta una batalla poco habitual.

Era como si sus oponentes no tuvieran ni la planificación, ni la


preparación, ni siquiera la voluntad de resistir. Con su último rayo de
esperanza, el “arma nuclear”, perdida, la situación se vino abajo y
todos huyeron despavoridos.

… Sí, todo lo que hicieron fue correr.


Al principio, sólo huían, como los gallos y gallinas estúpidos y
cobardes que eran. No actuaban por lealtad a su país. Tal vez pensaron
que actuaban por amor a su ciudad natal o a sus camaradas, pero al
final no fue así. Y ciertamente no fue por un sentido de justa
indignación, verdadero sentimiento o deseo de justicia.

El terror les espoleaba. No podían soportar la situación, así que


corrían a donde les llevaban las piernas. Esa era la absurda y estúpida
verdad que se escondía detrás de todo este alboroto. Estaban tan
aturdidos por el miedo que acabaron exponiendo al frente, a sus
propios camaradas y, de hecho, a todo el país al peligro, y todo en
nombre de un simple y antiestético escapismo.

Ni siquiera habían intentado verse a sí mismos como lo que eran:


unos tontos lamentables que no podían contener ni una de sus propias
emociones. Y con esa actitud tonta, impotente y perezosa…

“¿Cómo esperaban salvar a alguien cuando ni siquiera podían


disciplinarse a ustedes mismos? ¿Qué esperaban que pasara,
imbéciles?”

“¡Princesa, sálvame! ¡Sálvame!”

“¡Princesa, no quiero morir!”

“¡Protégenos, Princesa! ¡Princesa!”

Con el sonido de sus soldados moribundos retumbando en sus


oídos, Noele lloró y gritó en un intento de acallarlos.
“¡No es culpa mía, no es culpa mía! No, es de todos los demás, no
mía, sino de todos los demás…”

Ninguno de ellos pensaba, y simplemente se aferraban a mí,


suplicando ser salvados, así que me esforcé al máximo, lo intenté, lo
intenté con todas mis fuerzas, y por eso tuve que hacer esto… Pero
realmente… ¡no quería hacerlo!

Sus ojos se volvieron hacia Rilé, que huía de un Vánagandr. Al


verla, Rilé le tendió la mano con expresión desesperada.

“Princ—”

Pero antes de que Rilé pudiera terminar su frase, un pie de


Vánagandr la aplastó hasta hacerla pedazos. Noele no debería haber
vuelto a oír su voz, ni a ver su rostro. Y, sin embargo, podía oír aquella
voz maldiciéndola, ver aquel rostro culpándola.

“Usted nos dijo que lo hiciéramos, Princesa. Usted nos lo ordenó.


Usted decidió hacerlo y nos metió en su problema.”

“… ¡No!”

Teníamos que corregir el error. Sólo actué para proteger y salvar


a los demás. Así que no puede ser culpa mía. ¡No es culpa mía!

“¡Es sólo porque todos ustedes no pudieron hacerlo correctamente!


¡No es culpa mía!”

El hecho de que no pudiéramos fabricar el arma nuclear, de que


todo el mundo acabara muriendo… No me equivoqué. ¡Tenía razón!
¡Tenía que haber una solución perfecta preparada para mí! El mundo
no puede ser tan cruel… Así que no es culpa mía no haber encontrado
esa solución. ¡No es mi culpa que no pudiéramos hacerlo!

“—Así es.”

Alguien la tomó en brazos. Se dio la vuelta y encontró a Ninha


sonriéndole.

“Así es, esto no es culpa tuya. Ahora todo está bien. Protegeré a
todos.”

Noele sintió que se le cortaba la respiración. En ese momento,


olvidó por completo toda la tristeza, el miedo y las lágrimas que había
derramado hacía un momento.

Ninha no había dicho sálvame o ayúdame o protégeme.

Había dicho que protegería… ¿Se refería a proteger a Noele?

“Ya no tienes que pensar en nada. No necesitas tomar decisiones.


Yo te protegeré de todo eso. Quiero decir, soy la única que lo
entendería, ¿verdad? Debe haber sido una carga, ser una princesa. Pero
ahora estarás bien.”

Yo…

En el fondo, Noele pensaba que era una carga. Ser la hija de un


caballero regional, tener las responsabilidades de ser una noble
imperial. Todo eso le había sido impuesto. Si pudiera renunciar al
título de princesa, a todas las cosas que le habían impuesto, sería…
Sería tan hermoso…

Y entonces el fuego giratorio de la ametralladora de un Vánagandr


pulverizó a ambas muchachas en una niebla sangrienta.

La mayoría de las armas nucleares estaban dentro del almacén


incautado al principio de la batalla. Kiahi sostenía la última en un cubo.
Tuvo que contener las náuseas que le subían desde la boca del
estómago y la debilidad que se instalaba en sus miembros mientras
caminaba entre los restos de la masacre con pasos inseguros.

El cubo del arma nuclear era extrañamente pesado y, aunque no


estaba herido, su cuerpo se sentía terriblemente lento. Pero la rabia que
le quemaba por dentro le daba fuerzas para seguir arrastrando los pies.

No encontrarían a ese maldito leviatán. Y todos sus amigos estaban


muertos.

Y todo fue culpa de la Federación. Culpa de los nobles.

Culpa de la princesa.

Kiahi apretó los dientes. Era porque la princesa estaba equivocada.


La princesa les había engañado.

“Todo el tiempo pensé que algo andaba mal.”


La Federación, los nobles, la princesa. Todos nos mentían… Me
mentían a mí.

“Así que me vengaré.”

Como una rata patética, se arrastró y se escabulló, evitando los ojos


de los Vánagandrs, para llegar a un lugar donde pudiera permanecer
fuera de la vista de esas grandes máquinas. Al darse cuenta de que no
podrían perseguirle en un espacio reducido, se refugió en un pequeño
edificio de piedra.

Por supuesto, desencadenar el arma nuclear en un espacio cerrado


por muros de piedra sería un gesto inútil, ya que la materia radiactiva
no se dispersaría por ninguna parte, pero Kiahi no se daba cuenta de
eso. Simplemente creía que esa arma nuclear era su carta de triunfo, y
por eso pretendía detonar el viejo cubo y así borrar las piezas del
tablero, en lugar de dejar que su enemigo ganara.

Ni siquiera pensó en el hecho de que la última vez que habían


utilizado una de estas armas en las mismas condiciones, sólo fue lo
suficientemente fuerte como para hacer explotar a un único vehículo.

Todo lo que tenía que hacer era detonarlo y destruirlo todo.

Esto es venganza. Porque es venganza, mi ira está justificada, lo


que significa que no hay forma de que esto salga mal.

Arrancó la cinta adhesiva que sujetaba firmemente la tapa del cubo


e introdujo todos los explosivos plásticos que pudo sobre las
innumerables y espeluznantes bolitas metálicas que lo llenaban.
Colocó la mecha y se puso en pie mientras tiraba hacia atrás del cordón
de detonación. Las náuseas le invadieron y, esta vez, no pudo
soportarlo y vomitó.

… También vomitaron así al principio.

Ocurrió después de que abrieran las barras de combustible, y


después de que detonaran la primera arma nuclear y esta no funcionara.
Sus amigos se debilitaron visiblemente, su aspecto cambió y acabaron
muriendo.

Es como una especie de maldición.

No les habían disparado ni quemado con fuego, pero sus cuerpos


empezaron a hincharse, se les cayó el cabello y la piel empezó a
escamarse. Vomitaron sus propios órganos y murieron. Todos los que
manipularon el combustible nuclear murieron después de tocarlo.

Probablemente fue una maldición. Nada en el combustible parecía


mal. No hacía ningún ruido ni olía raro. Pero cualquiera que lo tocara
moría, así que debía estar maldito. Nunca debieron tocar esta cosa.

Y la princesa lo sabía y se quedó callada. El Imperio lo supo cuando


pusieron la central eléctrica en su ciudad.

Luego lo esparciré por todas partes.

Se limpió la boca y se puso en pie. Fue entonces cuando se dio


cuenta de que estaba en una capilla. Al otro lado del altar, la luz del sol
matutino se elevaba entre la niebla, proyectando un pálido resplandor
a través de las vidrieras, como la mismísima luz del cielo. En la vidriera
se veía la imagen de una mujer con una sonrisa compasiva.

Su hermoso traje era de un azul brillante y transparente.

La esposa del gobernador, Mary Lazulia. La misma persona que


introdujo la energía nuclear en su pueblo.

Cosechas lo que siembras. Sólo mírame, hermosa santa madre en


tu vestido azul.

Kiahi se dio la vuelta…

… y se encontró mirando fijamente el cañón de un rifle de asalto


pesado sostenido por una mujer con una armadura de cuerpo entero
color acero.

“… Hah.”

En algún lugar, sonó un fuerte y agudo disparo.

El ensordecedor rugido de los cañones de Vánagandr y el agudo


chirrido de los paquetes de energía se habían apagado lo suficiente
como para ser audibles. Milha se arrastró a través del inquietante
silencio en la tenue niebla de la mañana. Una de sus piernas había
volado por los aires, por lo que no podía mantenerse en pie, y mientras
su mano derecha se arrastraba contra el barro, su palma casi amputada
no era más que un impedimento.
Su mano izquierda seguía bien, pero el cuerpo de Yono pesaba y se
le escapaba de las manos a causa de la sangre. Tener que ajustar
constantemente su agarre sobre ella era irritante y molesto.

Era molesta, débil y cobarde, pero seguía siendo como una hermana
pequeña para él. A pesar de lo molesta que era, tenía que protegerla, y
su naturaleza débil y cobarde le hacía querer mantenerla a salvo del
mundo.

Entonces, ¿por qué había dejado de llorar y encogerse como


siempre?

El barro le salpicó la cara sucia.

Levantando la cabeza, vio la sombra de una pata metálica y


puntiaguda caer al suelo. Los monstruos mecánicos de los nobles
imperiales. Un Vánagandr. La voz de una mujer lo condenó fríamente
desde el altavoz externo de la máquina, con la misma entonación de la
provincia del norte que Noele.

“Eres el último de tu grupo de gallos descerebrados. ¿Esa


harapienta es una de tus amigos? Es porque ustedes, tontos buenos para
nada, no supieron cuál era su lugar e hicieron cosas que no debían, que
sus amigos tuvieron que morir.”

Milha sintió hervir su rabia. Harapienta. Se refería a Yono.

… Sí. Lo sé.
Hacía tiempo que no lloraba ni se acobardaba. Tuvo que levantarla
una y otra vez, pero ella no se movía por sí misma. Lo que tenía
sentido…

… dado que le faltaba la cabeza.

Y sin ella, le faltaban la boca y los ojos, por lo que no podía


derramar lágrimas ni gritar. Y lo que la hizo así, lo que redujo a Yono
a esta forma…

Fueron ustedes. Ustedes, oficiales. Oficiales superiores. La


Federación.

“¡Es porque nos dijeron que pensáramos por nosotros mismos!”

Y luego no nos perdonaron cuando no podíamos.

“Nunca quise… ¡Nunca quisimos eso, pero de todos modos ustedes


nos dijeron que lo hiciéramos! Intentamos pensar y actuar por nuestra
cuenta, tal y como dijeron, ¡¿y ahora nos dices que conozcamos
nuestro lugar y no actuemos?! Si es así, ¡¿por qué no nos dijeron que
éramos unos inútiles y que no debíamos hacer nada?!”

Mientras hablaba, Milha conocía la respuesta. Sabía que decirles a


los gallos que conocieran su lugar, llamarles inútiles, eran cosas que la
gente no podía decir en la Federación, palabras prohibidas en un país
de libertad e igualdad.
… No. No era eso.

“… Simplemente no querían decirlo.”

Porque decir eso en un país de libertad e igualdad no era lo más


justo. No querían ser injustos. Todos sabían en el fondo que no había
ni una pizca de justicia en ellos, pero no querían que los demás
pensaran que eran injustos.

“¡No lo dijeron porque no querían ser los malos! ¡Es injusto!”

“… Tienes razón.”

Mientras hablaba, la Teniente Coronel Mialona apretó el gatillo.


Las ráfagas de ametralladora volaron en pedazos al último de los
renegados. Mirando a través de las salpicaduras de sangre, la Teniente
Coronel murmuró para sí misma, sentada en el estrecho asiento del
artillero. Debido al fuerte ruido de la unidad de potencia, el operador
de su Vánagandr no la oiría, a pesar de estar en la misma cabina, a
menos que encendiera la radio interna.

“Tienes razón. Un país justo es injusto.”

Decirle a alguien que piense por sí mismo no significa que todo lo


que tenga que hacer sea pensar. Decirle a alguien que actúe no significa
que no se le culpará independientemente de lo que haga. A las personas
que no podían hacer esas distinciones, todo debía parecerles
terriblemente injusto.
A Noele Rohi, que no sabía que no había escapatoria a las
consecuencias de sus propios actos y se limitó a correr de un lado a
otro, llorando. A Ninha Lekaf, que se rindió demasiado tarde y, a pesar
de ello, se lanzó a la línea de fuego. A ese soldado que, hasta el amargo
final, nunca aprendió ni pensó nada e intentó detonar una bomba sucia
en un espacio cerrado.

Para ellos, la libertad y la igualdad eran más de lo que podían


soportar. Y la Federación, que les imponía esas cosas en nombre de la
justicia…

“Esto es lo que conseguimos por forzar derechos en personas que


no quieren educación ni buscan aprender, que no piensan ni planifican
cuando se les da tiempo, en ovejas que no intentan tomar decisiones
incluso cuando se les da libertad. Algunas personas quieren ser ovejas
que no tienen que pensar ni tomar decisiones, que simplemente siguen
a su líder, y esto es lo que se consigue por forzarles la libertad y la
igualdad.”

No habían tenido en cuenta las dificultades que conllevaban la


libertad y la igualdad, o bien habían creído irresponsablemente que
simplemente porque podían con ello todo saldría bien…

De hecho, para quienes tenían las cualidades de un gobernante —


la capacidad de ser su propio amo—, la libertad y la igualdad eran
cosas maravillosas. Con la libertad de decidir cómo vivir sus propias
vidas, no aceptarían órdenes, ni se les obligaría a hacer nada… y en
nombre de la igualdad, no cargarían con la responsabilidad de las vidas
de los demás.

Tendrían la fuerza de un gobernante, pero no tendrían que usarla


para proteger a las ovejas demasiado débiles para soportar esa carga
por sí mismas.

Mintieron diciendo que, bajo la libertad y la igualdad de la


democracia, cada civil sería su propio rey. Y los que no pudieran ser
dueños de su destino seguirían siendo responsables de sí mismos.
Aunque aceptaran de buen grado sus propias libertades, no
concederían a sus conciudadanos la paz que deseaban.

Y a los ojos de la Teniente Coronel Mialona, esto era irresponsable.

Esos eran sus pensamientos como antigua noble imperial del


Imperio Giadiano, que había sido responsable de gobernar a su pueblo
y, como tal, había estado directamente encargada de los deberes y
preocupaciones que conlleva el derecho de dominio. Como alguien que
supervisaba los destinos y las vidas de la gente.

Era arrogante que los ciudadanos disfrutaran de su propia fuerza


mientras hacían la vista gorda ante la debilidad de las ovejas.

“Libertad e igualdad… Para quienes simplemente desean ser ovejas


en un rebaño, esas ideas son poco menos que crueldad.”

Tanto los interruptores del altavoz externo como los de la radio


interna estaban apagados, por lo que el lamento de esta gobernante,
que se había visto obligada a matar a la oveja que amaba, no se
escuchó.

“—Debe haber sido una gran carga, ser una princesa. Pero ahora
estarás bien.”

No oyó cómo Noele respondía a esas palabras de Ninha. Los fuertes


disparos que siguieron desgarraron a Noele, Ninha y, de hecho, incluso
el propio radiotransmisor de la unidad principal.

“¿Eh…?”

Cuando la radio dejó de crepitar y enmudeció, Mele se detuvo en


seco.

Cuando por fin se calmó el combate del grupo de asalto, por fin
había recordado su papel. Había intentado informar a la princesa sobre
el leviatán.

Pero cuando llamó, lo que le recibió fue el sonido de todos sus


amigos, de su princesa, siendo masacrados.

“No… ¡No!”

Intentó volver a conectar la radio, pero no hubo respuesta. Kiahi,


Milha, Rilé y Yono no contestaron.

“¿Han sido aniquilados…?” Dijo Otto, estupefacto. “¿Todos…


todos menos nosotros fueron asesinados…?”
Mele cayó de rodillas en estado de shock. Kiahi. Milha. Rilé. Yono.
Tantos de sus camaradas… y la princesa.

La ira y la tristeza se acumulan en su interior: hacia los enemigos


que mataron a la princesa, hacia el leviatán que no la salvó y hacia sí
mismo.

Sinceramente, sabía lo que la princesa sentía por él. Pero era una
princesa, alguien de otra clase. Un antiguo siervo, un plebeyo como él
que no podía hacer nada, no era digno de una princesa tan hermosa, así
que había fingido no darse cuenta.

Si las cosas tenían que acabar así, quizá hubiera sido mejor
responder a sus sentimientos. Tal vez la noche anterior, cuando la vio
por última vez, debería haberla besado.

Los brillantes rayos del sol relucían irritantes a través de los


árboles. Un Reginleif blanco descendió de la presa y la luz se reflejó
en su armadura. Su sensor óptico carmesí se volvió hacia ellos. Y sin
darse cuenta de que Mele y Otto, los últimos supervivientes del
Regimiento Hail Mary, estaban allí de pie apesadumbrados entre los
árboles, pasaron de largo y se marcharon.

Mele no sabía que el control del sensor óptico estaba configurado


para seguir la mirada del Procesador dentro de la cabina. Lo vio como
una muestra de indiferencia del Operador. Supuso que, puesto que él
podía verlos, el Operador también debía haberlos notado y había
optado por apartar la mirada con indiferencia.
En ese momento, Mele sintió que se le erizaban todos los pelos del
cuerpo de humillación y rabia.

Estoy muy afligido. La princesa que amaba murió. ¿Por qué no te


entristeces por mí? ¿Por qué no te afliges? ¿Por qué no te enfadas por
mí? ¿Por qué nunca entiendes nuestro dolor, nuestra pena, nuestra
agonía?

Nosotros… Tú… Tú…

“Eres fuerte, y sin embargo…”

Eres fuerte, no como nosotros. Puedes hacerlo todo, elegir cualquier


cosa y actuar según tus decisiones. Entonces, ¿por qué no nos
protegiste, nos ayudaste, nos guiaste? ¿Por qué no salvaste a la
princesa?

Eres fuerte. Si eres lo bastante fuerte para hacerlo, no hay razón


para que no lo hagas.

Tener que tomar decisiones y pensar es algo tan difícil, complicado


y aterrador. No podemos hacerlo, así que debes protegernos,
guiarnos, salvarnos. A nosotros, a la princesa, a todo.

Y aun así abandonasteis a la princesa… Ustedes, inútiles,


perezosos, arrogantes, crueles…

“La abandonaste… ¡Todo esto es culpa tuya!”


Una figura surgió de entre las hojas rojas caídas, aullando como un
animal herido. Kurena fue la primera en darse cuenta.

—¡¿Una mina autopropulsada…?! ¡Espera, no!

Al centrar su mirada en ella, una holo-ventana se abrió y amplió,


mostrando que la figura vestía el uniforme negro metalizado de la
Federación. Tenía el rostro de un hombre joven, a diferencia de una
mina autopropulsada, y hasta donde la habilidad de Shin podía
distinguir, los gritos de la Legión eran lejanos. Así que este chico no
era una mina autopropulsada.

Era humano: un soldado de la Federación. Los ojos de Kurena,


acostumbrados al campo de batalla, lo reconocieron al instante como
un soldado de su bando. Pero entonces, ¿por qué mostraba tanta
hostilidad? ¿Tanta… sed de sangre? ¿Por qué se acercaba con tanta
hostilidad y sed de sangre a la cría de leviatán, que pasaba por allí
intentando evitar el ataque?

Y el rifle de asalto que sostenía, con el dedo en el gatillo…

“… ¡Hail Mary! ¡Shin!” Gritó Kurena, sintiendo que se le erizaban


todos los pelos del cuerpo. Kurena estaba demasiado lejos de él; no
llegaría a tiempo desde donde estaba. “¡Hay un superviviente! ¡Está
intentando disparar al joven!”
Cuando Mele salió disparado, bramando, Otto y sus amigos se
inclinaron a seguirlo, encendidos por el grito y la ira de Mele. Así es.
Todo es culpa de ellos. Tenemos que vengarnos por nuestros amigos.
Todo es culpa de ellos. Así que si podemos matar al leviatán, si
logramos matarlo, el otro leviatán matará a todos los demás. La
terrible Legión, la Federación, los oficiales, los nobles, y estos tipos
que abandonaron a nuestros amigos.

Destruirá a todos los que odiamos y todo lo que nos hizo daño.

¡Que los destruyan a todos!

“¡Todo es culpa suya!”

¿Fue Mele quien gritó esto? ¿Fue Otto? ¿Uno de sus camaradas, tal
vez? Ya no podían distinguirse los unos de los otros. Todos estaban
teñidos del mismo tono de indignación, avivando su ira mutua.

“¡Todo es su culpa! ¡Todo esto es por su culpa!”

“¡No podemos hacerlo, así que no es culpa nuestra! Pero si son unos
vagos, unos inútiles, unos idiotas arrogantes que nos han abandonado.
Nos han pisoteado una y otra vez.”

“¡Dolió, fue terrible, y aun así lo hicieron! Fue frustrante y


miserable, y nunca lo entendieron, ¡ni siquiera intentaron entenderlo!
¡Así que esto es su culpa!”

“¡Ustedes nunca intentaron protegernos, ni una sola vez!”


Gritaron. Corrieron. Aullaron y gritaron al unísono, dando a
conocer su indignación. Todos juntos.

Sintieron la euforia de pensar lo mismo, de sentir las mismas


emociones, de gritar las mismas palabras, de correr en la misma
dirección. La alegría de un grupo que comparte los mismos
sentimientos y elecciones y acciones, de convertirse en una criatura
singular.

La paz de convertirse en uno con todo el mundo. Era tan agradable,


tan relajante.

Mele y los supervivientes del Regimiento Hail Mary con los que se
había hecho uno estaban embriagados por este placer.

La libertad, la justicia, el libre albedrío, la individualidad…


ninguno de ellos podía igualar la euforia de este sentimiento de unidad.

Aaah… Así es como siempre quise ser. Esto es en lo que siempre


quise convertirme. Alcanzar este maravilloso reino, este vasto,
grandioso, ilimitado rebaño.

Y el símbolo de esta grandeza, la encarnación de su grandeza, esta


fuerza de violencia que destruiría todo estaba justo delante de ellos.
Sólo tenía que apuntarle con su arma.

En su punto de mira estaba esa hermosa y fugaz sirena de cristal. Y


ellos iban a romperla: esa criatura impresionante, rara y valiosa. Gente
tan débil, tonta e incompetente como ellos la rompería.

Toda nuestra fuerza, todos juntos. Qué maravilla.


Te lo mereces.

Pero justo entonces…

Undertaker descendía desde el arco de la presa hasta el lecho del río,


espoleando al Fisara. Llegó con un fuerte thud, utilizando los frenos
que permitían al Reginleif pasar de su velocidad máxima de combate
a cero. En un golpe de suerte, aterrizó en una posición entre el
Regimiento Hail Mary y la Leuca, protegiéndola.

Una lluvia de hojas carmesí, rojas y bermellón llovió


silenciosamente sobre él. Acababa de amanecer en el bosque, y con la
suave luz del sol brillando a través de las hojas caídas, Shin se enfrentó
al último de los renegados.

Los disparos de un fusil de asalto no podían penetrar el blindaje de


un Reginleif, y si tenían explosivos, debían de ser una cantidad lo
bastante pequeña como para poder ocultarlos en su persona. A menos
que los adhirieran al propio Reginleif, no causarían ningún daño.

Pero no dejaron de correr. Y si se acercaban más, Shin tendría que


dispararles.

Los Reginleif no estaban equipados con armamento no letal.


Disponían de cañones de ánima lisa de 88 mm para penetrar el blindaje
de los tanques, cuchillas de alta frecuencia y martillos de pilón
antiblindaje, así como ametralladoras pesadas de 12,7 mm, que sólo
eran eficaces contra unidades ligeramente blindadas, pero eran
demasiado potentes para usarlas contra humanos.

Y para empezar, las diez toneladas de peso de la unidad por sí solas


eran un arma letal contra oponentes humanos. Esto hacía que incluso
los anclajes de alambre, a pesar de no ser armas, o una simple patada
de las patas de la unidad fueran fatales.

Si no iban a parar, tendría que matarlos.

Colocó las manos sobre el gatillo. El sistema desplegó su mira láser


y la torreta del tanque se estremeció automáticamente. El calor
invisible del láser y el cañón de la imponente torreta hicieron
estremecerse a los soldados. Shin rezó para sus adentros, deseando que
esto les hiciera detenerse en seco… pero, por desgracia, cada pizca de
su miedo se transformó en rabia con extraña rapidez.

Sus rostros eran diferentes y, sin embargo, todos le parecían


iguales. Eran personas diferentes, pero por alguna razón, él no podía
distinguir sus rostros. Shin se estremeció. No sabía por qué, pero estaba
asustado desde el fondo de su corazón.

Al mismo tiempo, se dio cuenta de que las amenazas no los


detendrían. Tenía que disparar.

Shin se armó de valor y obligó a sus rígidos dedos a moverse.

Se dispuso a apretar el gatillo. Y entonces—


—un segundo antes de que pudiera hacerlo, la infantería blindada y la
unidad de exploradores se abalanzaron sobre la turba y dispararon sus
armas sin pensárselo dos veces.

Los fusiles de asalto pesados de 12,7 mm de los soldados de infantería


acorazados apenas eran utilizables gracias al apoyo de los
exoesqueletos reforzados, ya que originalmente eran armamento
destinado a ser embarcado en un vehículo o una aeronave. No era el
tipo de potencia de fuego que un soldado de infantería podía blandir
normalmente.

Estas ametralladoras pesadas desataron una andanada a toda


potencia, acompañada de disparos de fusiles antiblindaje de tamaño
completo de 7,62 mm, que desgarraron a los soldados por el flanco. El
joven que lideraba la carga, así como los soldados que le seguían,
desaparecieron de la holo-pantalla de Shin. Sus rostros, contorsionados
por una furia infernal, fueron barridos al instante. Sólo sus miradas,
llenas de odio que ondeaba como fuego y sangre, se grabaron a fuego
en los ojos de Shin, pero no quedó nada más de ellos. Volaron por los
aires, se hicieron pedazos y desaparecieron.

Shin se quedó mudo por un momento. Fue demasiado repentino.


Incluso para los ojos de Shin, que estaban acostumbrados a lo abrupta
y despiadada que podía ser la muerte en el campo de batalla, aquello
era una absoluta exhibición de muerte. Incluso el odio, un odio tan
intenso que se apoderó de ellos hasta sus últimos momentos, había
desaparecido sin dejar rastro.

Mientras miraba a su alrededor, aturdido, Ishmael habló, de pie,


mientras se echaba al hombro su fusil de asalto de 7,62 mm, que aún
humeaba por el calor de su fuego a toda máquina.

“Se lo dije, Capitán. La gente que no puedes salvar no es tu


responsabilidad.”

“… Capitán.”

“Y eso es especialmente cierto con los idiotas que no tenían nada


que ver contigo hasta hoy, causaron problemas a todo el mundo por su
estupidez ignorante y luego tuvieron el descaro de preguntar por qué
no les salvaste. Que te exijan que les ayudes no significa que tengas
que hacerlo. No eres ningún santo, ¿sabes?”

Al ver que Frederica se estremecía junto al toldo abierto de Gadyuka,


Vika entrecerró los ojos. Era un gesto destinado a ocultar la forma en
que temblaba la boca de su estómago. Basándose en el brillo de sus
ojos rojos como la sangre, su habilidad estaba activa, y lo que veía era
evidente.

“—Te dije que los abandonaras, Mascot.”

Un símbolo impotente como ella debería haber abandonado a los


que no podía salvar. Mejor eso que dejarlos morir estrangulados por
sus deseos farisaicos. Y no había necesidad de ahorrarles simpatía u
obligarse a sí misma a ver la muerte de semejantes tontos.

Frederica lo miró de reojo.

“No. Para empezar, no tienes por qué darme órdenes, Serpiente de


los Grilletes.”

Frederica se volvió hacia él y fulminó con la mirada al príncipe


serpiente.

“En efecto, lo único que no traicionaría es mi propia conciencia. Y


mi propia conciencia es también lo único que realmente puedo proteger
en este momento. Es cierto que, tal y como soy, no puedo proteger ni
salvar a nadie. Pero si elijo abandonar a la gente, en ese momento, no
protegería ni siquiera mi propia conciencia. Y en ese caso, ahora
mismo…”

Sus ojos, del color de las llamas ardientes, brillaban con el carmesí
de la sangre recién derramada.

“… no mirar hacia otro lado es lo que debo hacer. Lucharé en esta


guerra observando cómo cae la gente y cómo llega la destrucción, sin
apartar nunca la mirada. Para que un día, cuando sea lo suficientemente
fuerte para proteger a otros como tú y Shinei, no deje que las vidas se
me escapen de las manos. Y por eso, no tienes derecho a comentar.”

“Así que conciencia.” Vika entrecerró ligeramente los ojos con una
fina y desagradable aversión. “Albergar ese sentimiento sólo te
estorbará.”
No era más que una contención hueca, que sólo tenía belleza
idealista pero carecía de cualquier poder o realidad.

“No me importa.” Espetó Frederica, con sus ojos carmesí ardiendo.


“Una vez me dijiste algo. Aunque no puedas convertirte en rey, puedes
comportarte como un noble. Que así es como deseas ser. Que incluso
sin el título de rey, puedes aferrarte a tu nobleza. Así que sí, lo haré.
Actuaré y me comportaré no sobre una corona que me concedan otros,
sino como dueña de mi propio destino.”

Vika sintió que algo no encajaba con lo que acababa de decir.


Dueña de mi propio destino. Eso no era diferente de los Ochenta y
Seis: estaba bien. Pero…

… ¿no sobre una corona que le han concedido otros?

Un momento después, Vika se dio cuenta. Incluso el príncipe


serpiente no pudo evitar sorprenderse por un momento. Esta chica ante
él. Ella no recurrió a la sangre de un noble imperial…

Mirándolo, Frederica habló en voz baja.

“Ya veo. Verdaderamente, la sorpresa no se nota ni en tu conducta


ni en tu expresión. Yo también debería tomarlo así.”

“Tú…”

“Creía que no te interesaban mis asuntos.” Ella le interrumpió.

“… Bueno, supongo que es verdad, pero…”


IMAGEN
Dar cobijo a una antigua emperatriz que no era más que una
marioneta y carecía de tierras propias no suponía más que problemas
sin ningún beneficio. Ni siquiera un gran país como el Reino Unido
quería oponerse a la mayor superpotencia del continente, e
involucrarse en las rivalidades milenarias de los antiguos nobles
imperiales parecía una idea terriblemente poco atractiva.

Sin embargo.

“Ahora mismo, puede que ya no sienta lo mismo.”

La línea de sangre de las águilas del Imperio, las que son capaces
de apagar todas las unidades de la Legión… ahora mismo, este
miembro de la realeza del Reino Unido estaba ante una posible clave
para acabar con las penurias a las que se enfrentaban todas las naciones
humanas.

No obstante, Frederica no se movió.

“Seguramente, la joya más preciada de Idinarohk sabría qué no hay


que actuar precipitadamente antes de que se den todas las
condiciones.”

Vika se burló de ella. Al menos eso lo entendía.

“¿Quién más lo sabe? Milizé… probablemente no. ¿Lo sabe


Nouzen?”

“… En efecto.”
Vika consideró la posibilidad de deslizar una oruga por la espalda
de Shin. No era información que Shin pudiera difundir
imprudentemente, y no le correspondía a él compartir las
circunstancias personales de otras personas con los demás. Su
sinceridad era digna de elogio en ese sentido, pero… seguía
molestando a Vika.

“Entonces sólo tengo que seguir cooperando con ellos. Es cierto


que no tengo muchas cartas que jugar.”

No bastaba con tener a Frederica, capaz de dar la orden. También


necesitaban encontrar la ubicación de la base de mando capaz de
transmitir la orden y apoderarse de ella. Ahora que estaba atrapado en
la Federación y no podía regresar a su patria, con sólo un regimiento
bajo su mando, Vika carecía de los medios para ayudar a encontrar o
apoderarse de ese lugar. Tuvo que cooperar con Shin, el Grupo de
Ataque y el ejército de la Federación.

Y también con el tutor legal de Shin, el presidente interino de la


Federación, Ernst.

Frederica asintió. Los ojos color fuego de la Casa Adel-Adler


miraron a los violetas imperiales de la casa de los unicornios. Por muy
expulsados que estuvieran de sus tronos, no desecharían el orgullo de
la realeza.

“Cuídate más que nunca.” Dijo. “Así podremos proteger a los


demás.”
Como había dicho Ishmael, cuando el Fisara se asomó por encima del
arco de la presa, la Leuca lanzó un grito agudo y nadó de vuelta por el
canal hacia la vía de inundación del Kadunan. El Fisara le siguió,
abandonó la presa y se dirigió hacia el canal de inundación —su
enorme figura pasó por encima de la compuerta de la presa destrozada
y, sin darse cuenta, esta vez la rompió por completo— y, por fin, los
dos leviatanes se unieron en los colores otoñales del canal de
inundación del Kadunan.

Después de todo lo que costó que ocurriera, Shin no se sintió muy


conmovido por su reencuentro. Los demás Procesadores y la infantería
blindada reaccionaron igual de cansados, deseando sinceramente que
las dos criaturas se dieran prisa y se marcharan en paz. Solo Fido se
acercó suavemente a los dos en la orilla del río y emitió unos pitidos
amistosos. Los leviatanes ni siquiera notaron su acercamiento.

“Pi…” Sonó ligeramente dolido.

Al ver a Fido dejar caer los hombros (la parte trasera de su armazón)
abatido, Shin no pudo evitar sentir que esa indiferencia tenía su razón
de ser. Si se hubiera formado una conexión entre estas dos especies
diferentes en tan poco tiempo, habría herido el orgullo de los clanes
del Mar Abierto de Ishmael, que habían pasado un milenio luchando
contra esas criaturas.

Y efectivamente, mientras Ishmael miraba con ojos exasperados el


comportamiento entristecido de Fido, el Fisara pareció notarlo por el
rabillo del ojo y, esta vez, se dio la vuelta. Bajó su largo cuello todo lo
que pudo y miró fijamente a Ishmael. Estaba terriblemente claro que
si aquello no hubiera sido tierra —si no fuera territorio humano—
habría disparado su rayo de calor sin dudarlo.

“… ¿Qué? ¿Te acuerdas de mí, cabrón?”

Tal vez reconoció el tatuaje distintivo de los clanes del Mar


Abierto. Su cabello claro, descolorido por el mar y el sol. La
permanente fragancia salada que se aferraba a él mezclada con el
aroma de su némesis.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Ishmael, una mueca salvaje y


en cierto modo íntima.

“¿Qué? No me mires así, cabrón. Te voy a terminar rompiendo


algo, chico.”

Shin no podía decir si estaba contento o enfadado con la criatura.


Quizá fueran ambas cosas. La Leuca siguió viajando hacia el norte por
el cauce del Kadunan, indiferente a ellos. El Fisara le siguió, con su
largo cuello doblado mientras seguía mirando a Ishmael.

Una vez que los dos leviatanes atravesaron la vía de inundación,


todos los oficiales de mando gritaron al instante órdenes a las unidades
circundantes, prohibiéndoles tocar a las criaturas.

*****

Ernst recibió la noticia de que los desertores del segundo frente


septentrional habían sido eliminados y el combustible nuclear restante
recuperado. Exhaló aliviado: se había evitado la crisis en el segundo
frente norte.

A pesar de ello, en algún lugar de su corazón, Ernst sintió una


punzada de arrepentimiento.

—Señor, usted habla de proteger los ideales de la gente, pero en


realidad eso no le importa lo más mínimo, ¿verdad?

“… Cierto.” Susurró para sí en el despacho vacío de la residencia


presidencial. “No me importa nada; después de todo, ya no tengo nada
que temer.”

Ya no tenía nada que fuera realmente valioso para él. Todas las
cosas que temía perder, que se sentía impulsado a proteger, ya habían
desaparecido. Ni siquiera los ideales en los que creía pero que no se
habían hecho realidad: la forma en que debía actuar la humanidad.

Pero siguió protegiendo esos ideales porque era en lo que ella había
creído. Un mundo de bondad y justicia, donde nadie tuviera que ser
abandonado y todos pudieran salvarse. Y si ese ideal se empañaba,
deseaba, desde el fondo de su corazón, que todo ardiera: las personas,
los países, el mundo entero.

Pero ni siquiera eso ya le importaba.

“Porque ella ya se ha ido.”

*****
La 4ª División Blindada se retiró del río Hiyano y se reagrupó con la
unidad de Rito, que protegía su camino de regreso. En consecuencia,
la 3ª División Blindada, que había invadido los territorios del extremo
norte, también inició su retirada. Una vez que la retaguardia evacuó lo
suficiente, se detonaron las cargas de la presa del Recannac.

Con un estruendo, el delgado arco de hormigón de la presa se


derrumbó, liberando las aguas bloqueadas del río Recannac a su caudal
original. A continuación, las presas adyacentes del Niioka y Niusei
hicieron detonar sus cargas al paso de los escuadrones y se confirmó
la retirada de las unidades que mantenían el control de la zona.

A medida que esas unidades se retiraban, como un hilo que se


enrolla hacia atrás, las veintidós presas que encabezaban la crecida del
Kadunan fueron destruidas. Por último, la presa del Roginia, que
retenía el agua en la parte superior de la corriente del río Roginia, fue
volada y, al mismo tiempo, se cerraron las compuertas del antiguo
aliviadero del Tataswa y del nuevo aliviadero.

Con ello, todas las aguas del Hiyano se desbordaron hacia el


empapado cauce de la línea defensiva del Roginia, inundando la
cuenca del Womisam. El lodazal del gran río Roginia, que impedía el
avance de la Legión, se restablecía ahora ante el segundo frente del
norte por primera vez en más de un siglo.

Con la cría a cuestas, el Fisara atravesó la desembocadura del río


situada en lo que los humanos llamaban el puerto marítimo de Zinori
para llegar a los mares del norte. Presencias metálicas hostiles les
observaban desde lejos, pero como no atacaban, no les prestó atención.
Su atención estaba fija frente a la costa, donde cantaba el resto del
grupo de leviatanes.

La joven Leuca hundió su cuerpo en el agua fría, succionando el


líquido entre su larga membrana en forma de abrigo y las escamas de
su armadura antes de rociarlo en un chorro para acercarse rápidamente
al banco. La Fisara la siguió, hundiéndose bajo el agua y nadando de
vuelta al grupo, a su hogar en las familiares y heladas aguas del claro
mar del norte.

En las profundidades de las aguas lapislázuli, un recuerdo cruzó la


mente del Fisara. Pensó en el grupo de criaturas bípedas que había visto
en el estanque donde recogió a la cría. Mientras se asesinaban unos a
otros, había oído algo desconocido, apenas audible: el grito de un
individuo que el leviatán pudo captar. ¿Qué podía ser?

*****

En una de las muchas bases de entrenamiento de la Federación, un


teniente primero de cabello y ojos plateados, Henry Knot, llegó para
convertirse en soldado voluntario. Era un antiguo soldado de la
República, es decir, un ciudadano de la República.

Fue elogiado por su abnegado servicio —algo poco habitual en un


soldado de la República— y se le permitió mantener su rango de oficial
de compañía. Cuando fue llamado a la primera reserva, los otros
soldados de la Federación que se entrenaban con él lo mantuvieron a
distancia, pero dado lo que la República hizo a los Ochenta y Seis, era
natural, así que no dejó que le molestara demasiado.

A veces la gente hablaba a sus espaldas, pero él no sufría ningún


acoso, lo que le daba la impresión de que el ejército de la Federación
era ordenado y disciplinado.

Así que cuando uno de sus compañeros le hizo señas para que se
acercara a la cabina telefónica de su sala común, Henry se limitó a
señalarse a sí mismo, desconcertado. Los soldados estaban autorizados
a hacer llamadas privadas desde la cabina, pero Henry nunca la
utilizaba. Cuando se presentó voluntario para convertirse en soldado,
se había despedido de su padre largamente, así que Henry no vio la
necesidad de hablar con él después de sólo un mes.

Pero a pesar de ello, su colega habló con claridad.

“Sí, Teniente Primero. Teniente Primero Henry Knot. Hay una


llamada para usted de su hermano.”

“¡¿Eh?!”

Cuando Henry se apresuró a acercarse, vio que la expresión del


soldado era distinta de la habitual. El hombre parecía incómodo, como
si sintiera que le estaba haciendo algo malo a Henry.

“¿Tu hermano es un Ochenta y Seis?”

Henry se crispó y se puso rígido. ¿Le estaban acusando de


abandonar a su familia? A su madrastra y a su hermano pequeño. Era
cierto, había abandonado a Claude.
“… Sí.”

“Ya veo. Eso… debe haber sido duro para ti.”

Aquellas palabras no eran lo que él esperaba. Henry miró


sorprendido al alto soldado. Era un joven soldado de reserva, quizá uno
o dos años mayor que Henry.

“Los campos de internamiento debieron empezar cuando tenías


diecisiete años, ¿no? A esa edad, crees que puedes hacer cualquier
cosa, cuando en realidad hay tantas cosas que no puedes. Así que…
debió ser duro.”

“…”

“Así que no evites a tu hermano pequeño porque no puedas mirarle


a los ojos. Si te ha llamado, significa que quiere hablar. No le quites
esa oportunidad.”

“… Gracias.”

De hecho, Henry ya le había negado una vez esa oportunidad, así


que Claude debía de estar molesto. Y a pesar de estar enfadado con él,
Claude le estaba dando otra oportunidad para hablar. En ese caso…

“… ¿Henry?”

“¿Claude?”

La voz de Claude sonaba como si intentara medir la distancia entre


ellos, pero cuando pensaba que Henry era sólo el Handler de su unidad,
solía hablarle en un tono muy poco reservado. El hecho de que
empezara a comportarse así en cuanto supo que estaba hablando con
su hermano fue un duro recordatorio del tiempo que pasaron separados
y de la ruptura de su relación.

—Hermano mayor.

Probablemente Claude no volvería a llamarlo así nunca más.

“He oído que casi has terminado tu fase de entrenamiento, así


que… pensé en acercarme antes de que termine…”

“Oh… Gracias.”

Una vez destinado en el frente, probablemente no podría atender


llamadas telefónicas con tanta facilidad como ahora.

“¿Qué te traes entre manos?” Preguntó Henry, intentando mantener


la calma.

El hecho de que Claude le llamara significaba que estaba de vuelta


en su base.

“Mm… Estoy en un visionado de la luna.”

“¿Visionado de la lunar?”

“Hay un festival así en alguna parte. Shin… Bueno, mi comandante


de operaciones hizo algo así hace dos años en el Sector Ochenta y Seis,
y decidió celebrar uno de nuevo. Se ponen decoraciones raras de hierba
y se comen dulces raros.”

Henry miró por la ventana que había al otro lado de la cabina y


contempló la luna. La misma luna que Claude miraba ahora.
“¿En serio…? Suena divertido.”

Como al parecer era esencial para ver la luna, sacaron largas hojas de
los alrededores del campo de maniobras de la base Rüstkammer.
Sentado en el comedor, donde muchas de esas hojas estaban atadas y
colgadas como decoración, Shin conectó con Lena a través del Para-
RAID. Ella seguía en el centro médico, pero también miraba a la luna.

Hicieron algo parecido a los pasteles de luna siguiendo las


instrucciones de Michihi. Shin mencionó hacer albóndigas, y ella
respondió que se hacían amasando harina e hirviéndola. Los miembros
Orienta también mencionaron algo sobre papas al vapor, pero no
pudieron decidir si se refería a patatas o boniatos, así que hicieron
ambas cosas.

Probablemente se equivocaron en algunas… si no en todas las


tradiciones, pero improvisaron basándose en sus sentimientos.

Hace dos años, en el Sector Ochenta y Seis, Kujo sugirió que


hicieran un visionado de la luna y mencionó algo sobre un conejo en
la luna. Recordándolo, Raiden cortó manzanas en forma de conejo, lo
que, por alguna razón, convirtió una de las mesas en una clase de cortar
manzanas en forma de conejo.

El equipo de aprovisionamiento se quejó de que no bastaba con


hervir las papas, así que les pusieron mantequilla y las convirtieron en
tartas. Al recibir una frita con mantequilla, Shin le clavó el tenedor, se
dio cuenta de que estaba cortada en media luna y miró a la luna, que
tenía la misma forma en el cielo.

De lo que estaban hablando, por desgracia, no era tan poético: los


sucesos de la agitación en el segundo frente del norte. No era un tema
divertido, desde luego, pero Lena quería oír hablar de lo sucedido en
la operación. Estaba desconcertada por la temeridad de fabricar armas
nucleares, hizo una mueca al oír hablar de las precipitadas acciones del
Regimiento Hail Mary y se quedó muda cuando oyó que habían
utilizado una bomba sucia. Cuando le dijo que los renegados habían
intentado involucrar a un leviatán en la batalla, ella bajó la cabeza antes
de conseguir finalmente decir esto:

“Hmm… Suena como si lo hubieras pasado mal…”

“La operación en sí no fue tan mala.”

Sin embargo, todo lo que rodeó a la operación acabó siendo un


enorme desastre. Tras morder una patata con mantequilla y tragarse un
trozo, Shin continuó.

“Hubo algunas cosas buenas… Pudimos confirmar en esta


operación que los Tausendfüßler están configurados para
descontaminar zonas además de recoger unidades derribadas y
fragmentos de proyectiles. Los efectos de la bomba sucia que
detonaron deberían ser mínimos.”

“Eso es… Bueno, al menos es un alivio.”

“Sí… Y, hmm, hay algo de lo que me he dado cuenta.”


“¿Hmm? ¿Qué?”

“La cabecilla del Regimiento Hail Mary fue quien desencadenó el


incidente, pero cuando las exigencias de sus tropas aumentaron, y ella
intentó satisfacer sus expectativas, la situación se descontroló.”

Shin había oído el testimonio de Ninha. La cabecilla procedía de


una estirpe de caballeros que ejercían como gobernadores de una sola
ciudad, y los soldados de esa ciudad la veían como su señor y princesa.
Probablemente ella misma se enorgullecía de ser una líder digna para
su pueblo, de ser una princesa de corazón justo, y sus intentos de
comportarse como tal fueron los que la llevaron a una situación tan
terrible.

“Las personas que sirven a las órdenes de alguien no pueden


limitarse a obedecer. Tienen que apoyar a los que están por encima de
ellos. Porque si no lo hacen, aquellos bajo los que sirven se verán
empujados a esforzarse más y más hasta que sean aplastados por la
presión. Así que me hizo pensar si nosotros…”

Si nosotros los Ochenta y Seis, sirviendo bajo nuestra reina—

“… podríamos ser una carga para ti, Lena.”

El supervisor del comedor, tras enterarse del visionado de la luna,


enseñó a Lena a hacer boniatos. Eran circulares como una luna llena,
en contraste con la luna que ella estaba viendo ahora. Mientras comía
uno como postre después de la cena con el resto de los soldados que se
recuperaban, Lena quedó desconcertada por las palabras de Shin.

Shin, ¿tú, de entre todos, dirías eso? ¿El Reaper sin Cabeza del
frente oriental? No eres sólo un rey, eres como un dios de la salvación.

“No tienes de qué preocuparte. No sólo me sigues; también me


apoyas. No es como si simplemente esperases cosas de mí; también
crees en mí.”

Majestad. Ese título inspiraba respeto y confianza, pero no


adoración ni coacción.

“Además, que no cuentes conmigo para nada duele. Eso ya lo sabes.


¿O quieres que empiece a llorar otra vez?”

Sintió que Shin esbozaba una sonrisa sardónica, recordando su


disputa en el Reino Unido.

“… Sí, tienes razón.”

“¿Verdad que sí?” Dijo Lena, sin darse cuenta de la sonrisa


orgullosa y satisfecha que se dibujaba en sus labios. “No te preocupes,
ya me apoyas bastante. En todo caso, preferiría que te portaras más
mimado conmigo, Shin. Como antes, cuando tenías una grave
«deficiencia de mí».”

“Oh. ¿Puedo tomar eso como una promesa verbal?” Shin


respondió bromeando.
Sonaba como un niño travieso, como si preguntara a Lena si estaba
segura de querer hacer esa promesa.

Pero entonces cambió de tono y habló con seriedad y honestidad,


con un calor sincero aunque ligeramente impaciente en la voz.

“No tengo suficiente de ti, Lena. Quiero verte pronto. Tenerte


a mi lado.”

Lena soltó una risita. Ya había descansado bastante, pues le habían


dado el tiempo que necesitaba para superar los sentimientos de vacío
y culpa que llenaban su mente. Se había liberado de aquel laberinto
ineludible de preocupación y ansiedad. Había despejado suficiente
espacio en su corazón como para querer hablar con su novio, al otro
lado de la Resonancia, sobre sus sueños para el futuro o sus divertidos
planes para el día siguiente.
IMAGEN
“Sí. Yo tampoco tengo suficiente de ti.”

Cuando Anju vio a Claude a cierta distancia, volviendo de su llamada


telefónica, preguntó bruscamente a Dustin:

“¿Llamas a tu madre regularmente? Seguro que está preocupada


por ti.”

“Bueno, probablemente lo este, pero…”

Un chico de su edad no se sentía cómodo teniendo a su madre


demasiado pendiente de él. Excepto…

“Dijiste que se me permitía engañar un poco… y eso nos salvó.”

Si no hubiera dicho eso, la madre de Dustin —una mujer que había


emigrado del Imperio y no tenía ninguna influencia en la República—
podría no haber evacuado a tiempo… y podría no haber sobrevivido.

“No es para tanto.” Anju sonrió, pero luego apartó la mirada de


Dustin, pensativa. “Aunque… tú también podrías engañar un poco
cuando se trata de mí.”

Dustin la miró, perplejo, pero sus ojos color cielo no se encontraron


con los suyos.

“Eres demasiado puro, Dustin, por eso no te gusta hacer trampas o


urdir engaños. Así que me gustaría que engañaras un poco y te dijeras
a ti mismo que lo haces por mí. Antes de que pase algo y pases el punto
de no retorno, quiero que pares y vuelvas.”
Bajó la mirada vacilante, recordando a alguien que nunca volvió.
Alguien precioso que ella deseaba que volviera a ella, pero nunca lo
hizo. Y Dustin no tenía intención de volver a hacerle daño.

“… Si eso evita que me odies.”

No quería convertirse en un cobarde total, pero si eso evitaba que


le hicieran daño, podía intentarlo.

“Y tú también, Anju. Puedes engañar un poco y decir que lo haces


por mi bien. Tampoco puedes renunciar a volver.”

“Oh, creo que ya soy toda una experta del engaño, ¿sabes? Te estoy
adulando porque tú dijiste que podía.”

“Adularme no tiene nada que ver con engañarme.”

Ella esbozó una sonrisa pícara y apoyó la cabeza en su hombro


mientras él la rodeaba con un brazo. Su risita le hizo cosquillas en el
oído y, al oírla por primera vez en un mes, Dustin sonrió felizmente
sin darse cuenta.

Frederica lo había decidido: sería su propia soberana, dueña de su


destino. Y a una soberana así no se le permitía poner mala cara. Si
estaba demasiado ocupada con sus propios problemas, no podría salvar
a los demás.

Y entonces…
“Primero, debo esforzarme por resolver mis propios asuntos.”
Susurró con firmeza.

“¡Les hemos hecho esperar, chicos! ¡Una tarta de calabaza recién


horneada, bien caliente y recién salida del horno!”

“Mm-hmm, ¡vaya que me han hecho esperar! ¡Yo también quiero


un trozo!”

El capitán del escuadrón de suministros, un teniente primero, entró


con un gran plato de tarta de calabaza y al instante los Procesadores se
le echaron encima. Frederica cargó alegremente contra el grupo de
chicos y chicas hambrientos por su trozo de tarta.

Cuando se separaron, la Teniente Coronel Mialona trajo todo tipo de


libros sobre energía nuclear y armas nucleares, mientras su ayudante
miraba a su comandante con una sonrisa tensa.

“Todo esto me supera.”

Shiden podía entender el contenido de los libros, pero no le veía


ninguna belleza. La Teniente Coronel Mialona le había pedido que
probara todo tipo de temas, pero, por desgracia, este no se ajustaba al
paladar de Shiden. Sin embargo, tenía la sensación de que si descubría
algo que le divirtiera investigar, la Teniente Coronel estaría igual de
satisfecha.

Había colocado los libros en su sala de estudio de la base, lo que


dio lugar a que algunos de los demás los leyeran y a que uno o dos de
ellos lo leyeran todo antes de pedir más al personal docente, así que
quizás los esfuerzos de la Teniente Coronel Mialona sí dieron sus
frutos.

“¿Belleza, eh…?”

Shiden sintió que tal vez, sólo tal vez, comprendía las palabras de
la Teniente Coronel. Mirando hacia las tenues nubes que ocultaban la
luna, que brillaba más que el resto de las nubes que las rodeaban,
Shiden se encontró extendiendo la mano hacia el cielo.

Como príncipe de un gran país, Vika se ocupaba él solo de la mayoría


de sus necesidades personales. Y aunque Raiden lo sabía, nunca habría
esperado que supiera cortar cáscaras de manzana en cintas uniformes
o tallar manzanas en forma de conejo. Raiden pensó esto mientras
observaba a Vika cortar cuidadosamente una manzana en forma de
orejas de conejo.

Y a pesar de que muchos tenían algo parecido en el frente, no


esperaba que el príncipe llevara su propia navaja multiusos.

“¿No vas a hacer tú también manzanas con forma de conejo,


Lerche?” Preguntó Rito.

“Hmm, bueno, Sir Milan, me temo que el tallado de fruta está en


un orden de habilidad muy superior a mí…”

“No la hice para que fuera tan diestra. Igual que no le pedirías a tu
Carroñero que pelara manzanas.”
Fido, que había estado contemplando la luna con elegancia en el
exterior, se acercó a la ventana abierta. Michihi le tendió un cuchillo
de fruta con divertida curiosidad, pero… parecía que incluso el por lo
demás talentoso Fido, que era bueno remolcando Juggernauts y arando
nieve, tenía tareas que no podía realizar. Varias veces intentó sujetar
el cuchillo, pero se le caía.

Raiden observó cómo Fido dejaba caer los hombros con decepción
y Lerche colocaba una mano compasiva sobre su sensor óptico.

“Vika, lo entendemos, sabes cómo hacerlo, así que deja de pelar ya.
Nadie se va a comer todo eso.”

Los ojos violetas imperiales de Vika se volvieron hacia Raiden con


sorpresa.

“¿Qué?” Preguntó Raiden.

“Nada. Te dije que me llamaras así, pero… me pareció raro


viniendo de ti.”

“Bueno, ya sabes.” Dijo Raiden mientras pelaba otra manzana. “Me


imaginé que llamarte «príncipe» es un poco pesado.”

Un príncipe era el encargado de salvar a todo el mundo y debía


asumir la responsabilidad si no podía hacerlo. Era una carga
infinitamente pesada que uno debía estar dispuesto a asumir si quería
hacerse con el título.

Vika recordó lo que le dijo a Frederica, y las palabras que gritaron


los ciudadanos de la República y los supervivientes del Regimiento
Hail Mary. Ayúdennos. Protéjannos. Sálvennos. Se aferraron,
exigieron y siguieron ciegamente —como un rebaño de ovejas—,
despeñándose tanto ellos como la gobernadora que los guiaba por el
borde de un precipicio.

Así que ser rey —no el propio rey, sino el rey de muchos, de
incontables ovejas, que le seguían y le empujaban— significaba…

“Yo no soy uno de tus súbditos… así que no necesitas que gente
como yo, gente que no te sigue, también te llame príncipe.” Dijo
Raiden. “Al menos, eso es lo que pienso.”

Aunque fuera un apodo sin lealtad ni culto.

“Nunca pensé que fuera pesado…” Vika ladeó la cabeza.

La posición social era algo con lo que se nacía, y formaba parte


natural de la persona tanto como sus miembros, ojos y oídos. Nadie
sentía que sus miembros pesaran, y del mismo modo, Vika no creía
que su posición real fuera una carga.

No lo hizo, y sin embargo…

“… Pero sí.” Dijo Vika con una sonrisa divertida. “No eres uno de
mis súbditos. Y si de todas formas no vas a hablarme con respeto,
preferiría que me llamaras por mi nombre.”

Todos los presentes intercambiaron miradas, y Kurena fue la


primera en asentir.

“¡Entonces te llamaremos Vika a partir de ahora!”


“Sí, gracias, Vika.”

“Y honestamente, también podrías ser más relajado con nosotros,


Vika. Llámanos por nuestros nombres, por una vez.”

“¡Sí! Además, Vika es un poco largo, así que ¿qué tal si te llamamos
Vi?” Tohru levantó la mano, dejándose llevar.

“¿Quieres que te pongan literalmente en la guillotina, tonto?”

“… Basta, niña de siete años. Era una broma.”

“Sí, yo también estaba bromeando, Su Alteza. De verdad, Sir


Jabberwock, así que por favor no se asuste tanto.”

Al visitar la cripta de Zelene por primera vez en un mes, Yatrai enarcó


una ceja.

“Estás en un estado lamentable, Zelene Birkenbaum.”

Como Legión, Zelene disponía de mecanismos que le prohibían


filtrar información de inteligencia a pesar de su voluntad. Tanto los
militares de la Federación como Yatrai eran conscientes de ello. Y
también sabían que no había forma de confirmar si solo fingía estar
limitada por esas restricciones.

Y por eso Yatrai ordenó al personal de inteligencia que ella les


contara todo. Le preguntaron todo lo que quisiera decir, y todas las
preguntas para las que la Federación quería respuestas.
Si decía que no podía responder a una pregunta, eso también era un
tipo de información. Les decía lo que la Legión no podía compartir, lo
que la amenaza mecánica trataba de ocultar. Todas esas cosas,
apiladas, servían como pistas.

Por supuesto, la Legión nunca estuvo hecha para hablar en lenguaje


humano, por lo que hacerlo durante demasiado tiempo la tensaba. Y
estar sometida a interrogatorios durante días era una gran carga.
Encerrada en su contenedor de contención, Zelene ya no era capaz de
emplear el sarcasmo.

<<¿Qué quieres?>> Preguntó cansada su voz electrónica.

“Sólo he venido a darte una pequeña recompensa. No puedo entrar


en detalles, pero hemos descubierto pruebas que corroboran lo rígidas
que son sus prohibiciones. Valió la pena el esfuerzo de comprobarlo,
porque hemos recuperado una pizca de confianza en ti.”

La agitación en el segundo frente norte les permitió formular una


hipótesis. La Legión no intentó recuperar el combustible nuclear. Eso
significaba que, por lo menos, la prohibición que les impedía utilizar
armamento nuclear era increíblemente estricta y firme.

Esta prohibición incluía las bombas sucias. Tal vez el uso de


reactores nucleares y uranio empobrecido, así como placas de blindaje
con uranio empobrecido incluido en ellas, fueran las únicas
excepciones. Se parecía mucho a la divertida historia de cómo la
restricción del uso de armamento biológico llegó a ser tan estricta que
ya no podían trabajar junto a los soldados regulares.
La Legión se creó para sustituir a soldados rasos, suboficiales u
oficiales de bajo rango en el campo de batalla. A esos roles ordinarios
no se les permitía el armamento táctico. En ese caso, tal vez, al igual
que las armas nucleares, la prohibición se extendía también al uso de
misiles balísticos.

“Una cosa más, y esto es estrictamente por curiosidad. Si no quieres


responder a esta pregunta, no tienes que hacerlo.”

Sintió que su mirada se fijaba en él desde la bolsa de papel colocada


encima de su contenedor, que tenía una cara dibujada. Yatrai habló sin
dejar de mirar a la única cámara barata que permitía a Zelene asomarse
al mundo fuera de su contenedor.

“Tu «trono» tenía un pasadizo que conducía a un lago de lava.”

En las profundidades de la Montaña Colmillo de Dragón, en el


Reino Unido, en el trono de la unidad comandante de la Legión
llamada Merciless Queen, había un pasadizo que conducía a un lago
de lava. Era un lugar antinatural para tener en la residencia de una
unidad comandante.

“Cavaste un camino bajo tierra que no servía como túnel de escape.


¿Lo hiciste para tener un medio de acabar contigo misma? ¿En caso de
que nadie derrotara al Phönix y fuese por ti?”

En caso de que la derrota de la humanidad fuera inamovible y nunca


obtuvieran la llave para detener a la Legión. Yatrai, miembro de una
estirpe guerrera que había defendido el Imperio durante mil años, ladeó
ligeramente la cabeza ante el fantasma imperecedero de otra casa
guerrera.

“No tiene que ser ahora. Pero si ya no puedes soportar la vergüenza


de seguir viva, estamos dispuestos a deshacernos de ti, la última
descendiente de la casa guerrera imperial de Birkenbaum.”

Era una modesta misericordia que le concedía como miembro de


otra casa guerrera en decadencia, que tenía que sentir la vergüenza de
aferrarse a la vida.

La respuesta de Zelene fue firme.

<<—No.>>

Yatrai enarcó una ceja. Era la primera vez que oía el tono humano
de Zelene. Al ver su reacción, Zelene continuó. Sí, consideró la muerte
en el momento en que se perdió toda esperanza. De hecho, la muerte
era el final apropiado para un fantasma mecánico como ella. Sin
embargo—

<<No. No moriré. Todavía no puedo elegir la muerte. Porque esos


chicos —Shinei Nouzen y Viktor Idinarohk— aún no se han
rendido.>>

Incluso ahora, seguían ahí fuera, luchando. Así que mientras


hubiera una posibilidad de que cualquier información que pudiera
darles contribuyera a sus operaciones, a su victoria, tenía el deber de
observar sus batallas hasta el final.

<<Aun no puedo permitirme morir.>>


Aunque se les dio permiso para abandonar la base, tuvieron que
hacerlo de paisano y con la policía militar siguiéndoles.

Supongo que soy un soldado de la República…, pensó Annette.

Mientras caminaba por las calles de Sankt Jeder, vio las noticias
que emitía la televisión de la calle.

“… Están informando sobre ello.”

La información sobre los “escuchas” finalmente había sido


revelada a la prensa. Los escuchas eran la fuente de la filtración de
información a la Legión. Dado que la Legión aún podía estar
escuchando sus transmisiones, el ejército no podía permitirse
compartir esa información poco después de la detención. Ya había
pasado bastante tiempo desde la redada, y las fechas exactas de cuándo
ocurrió se dejaron hábilmente sin mencionar, pero no había mentiras
en el informe.

La República utilizó a niños Ochenta y Seis en un acto que


quebrantó la fe de la Federación.

“Sí, eso lo explica.”

Annette sintió duras miradas sobre ella por parte de los transeúntes,
probablemente debido al reportaje. Había muchos ciudadanos Alba en
un país multiétnico como la Federación, y cuando vestía uniforme
civil, no había forma inmediata de identificar a Annette como soldado
de la República. Esto implicaba una caída general de la popularidad de
los Alba en todo el país, no sólo entre los ciudadanos de la República.

Oyó comentarios de la multitud como “Eh, Weißhaare”, un término


despectivo para los Alba, de cabello plateado. La policía militar
intervino rápidamente para bloquear las miradas y los insultos.

“Lo sentimos, Mayor. Está cooperando con nosotros, pero nuestra


gente dice cosas como esa…”

“¿Es sólo en la ciudad o también miran así a los soldados Alba?”

Un soldado que pasaba la mayor parte del tiempo dentro de la base


probablemente sabía cómo se veía allí a los Alba. El oficial de la
policía militar hizo una expresión amarga.

“Me avergüenza decir que sí.”

“Los Alba nativos también son tratados así, y los soldados


voluntarios de la República son vistos como traidores…”

Las noticias estaban llenas de debates que criticaban a la República,


lo que no hizo sino enfurecer aún más a las voces de la multitud. “Por
eso no te puedes fiar de esos weißhaare”, decían. “Alba cobarde. Les
salvamos la vida, y así es como los traidores pagan nuestra
amabilidad.”

“Por eso esos pobres niños Ochenta y Seis se vengaron así de ellos.”

Incluso comentarios como ese no fueron silenciados. “Los


bastardos de la República trataron tan mal a los niños que decidieron
confabularse con la Legión para vengarse de ellos.” Dijo una voz
indignada entre la multitud.

Estoy de acuerdo, la República son unos cabrones, pero…, pensó


Annette con un suspiro.

Sentía un extraño anhelo por otro de esos vasos de papel de café


con caramelo con un lindo gato dibujado.

“¿Qué, Theo, tú también eres uno de esos escuchas? ¿Te han puesto un
cristal cuasi nervioso?” Preguntó un colega en un pobre intento de
broma.

“Ya no, la Federación nos lo quitó cuando nos detuvo. ¿Quieres ver
la cicatriz?” Respondió Theo con indiferencia.

“Eh… lo siento. No creí que te hubieran puesto uno de verdad…”


Se disculpó su colega.

No era gracioso, pero tampoco valía la pena enfadarse por ello. Su


colega se disculpó profusamente, pero Theo negó con la cabeza, dijo
que no pasaba nada y volvió a poner la oreja en el teléfono que había
mantenido alejado de la boca mientras conversaba con el hombre.

Durante las horas de servicio, el uso del teléfono para llamadas


personales estaba mal visto desde el punto de vista de la seguridad de
la información, pero Theo estaba de descanso y en ese momento se
encontraba en la base de una unidad de instrucción. Tenía que vigilar
lo que decía, pero podía hacer la llamada.
“… ¿Señor?”

“Oh, lo siento, ignora eso… ¿Cómo estás, Miel? ¿Cómo te trata la


vida por ahí?”

Hablaba desde Sankt Jeder con un chico que vivía en un territorio


de la frontera occidental, uno de los lugares de evacuación de los
refugiados de la República: Miel Renard, el desconsolado hijo del
antiguo capitán de Theo.

Así es, Renard—“zorro”.

Sólo ahora, años después, Theo se dio cuenta de que esa era la razón
por la que aquel hombre había utilizado un zorro como Marca
Personal. Por cierto, el capitán se llamaba Sylvain, por lo que su
nombre significaba “zorro del bosque”. El nombre de su hijo, Miel,
bueno, significaba justo eso—“zorro color miel”. Al parecer, toda la
familia tenía algún tipo de afinidad con los zorros.

“Pasaron algunas cosas en una ciudad donde vive toda la gente


importante, pero mi pueblo está bien. El director de las instalaciones y
los demás soldados de la Federación son todos amables. Ah, y…”

“¿Mm?”

“La comida es realmente buena.” El joven Miel suspiró


profundamente. “La carne y el pescado de verdad saben tan bien. Y los
huevos y la leche y la mermelada y los pasteles…”
Theo no pudo evitar sonreír. Era bueno oírlo. “Cuando todo se
calme, te llevaré a pescar. Y también podemos hacer pasteles y
mermelada.”

“¡Sí!” Casi podía sentir cómo el chico asentía emocionado y se


inclinaba sobre el teléfono.

Pero entonces Miel calló.

“Dígame, hmm… ¿Está todo bien por su lado, señor?”

“¿De mi lado? ¿Por qué?”

“Hay más gente que da miedo por ahí, ¿verdad? ¿Cómo los
llaman…? Tienen esos nombres tan largos.”

¿De qué hablaba?

“Cuando la República perdió en la última ofensiva a gran escala,


dijeron que todo era culpa tuya… de los Ochenta y Seis. Se reunieron
y protestaron porque no luchaste lo suficiente.”

“… Oh.”

Se refería a los Blanqueadores. Theo tampoco recordaba su nombre


completo, pero como su lema era reclamar el blanco puro, Shin lo
tomó y empezó a llamarlos “blanqueadores”, lo que caló entre el resto
del grupo.

“Esos tipos sólo están… donde esté la gente de la República, así


que no están en la capital.”

“¿En serio?”
“¿Pero qué quieres decir con «más» gente que da miedo?”

Theo se enteró de que, tras la segunda ofensiva a gran escala, los


Blanqueadores perdieron el apoyo de los civiles y sufrieron un acusado
descenso de su poder político.

“Bueno, la gente importante que diría cosas así no ha vuelto, pero


hay más gente que habla mal de ti. Dicen que la República no habría
caído si los Ochenta y Seis hubieran luchado bien, y que ahora deberían
luchar ellos en su lugar.”

Todos los líderes que fracasaron a la hora de reclamar los Ochenta


y Seis y no salvaron la República habían sido expulsados por su
incompetencia, pero el pueblo seguía heredando su retórica de culpar
de la derrota y el deber militar a los Ochenta y Seis. Sin nadie que los
dirigiera o controlara, estas ideas siguieron creciendo por sí solas entre
el pueblo.

“Después de llegar a la Federación, mucha gente tuvo que alistarse


en el ejército. Y ahora sus familias y la gente que no quiso alistarse
están descontentos con eso… Se amotinan por todas partes todos los
días.”

Los ciudadanos de la República que habían huido a la Federación


estaban dispersos por varias ciudades evacuadas en el territorio de
producción fronterizo occidental de Monitozoto, y sus funciones
gubernamentales estaban estacionadas en el invernal balneario de Laka
Mifaka.

Un gran hotel en el centro de la ciudad estaba dedicado al edificio


gubernamental, mientras que el resto de los hoteles y las villas de sus
suburbios estaban asignados a altos funcionarios y antiguos nobles
Celena. A pesar de ser refugiados que habían evacuado aquí, vivían en
residencias de clase alta. Sin embargo, desde que se detuvo a las
personas relacionadas con los escuchas, una extraña tensión se cernía
sobre la zona. La Federación no detuvo sólo a los militares de bajo
rango que operaban los escuchas, sino también a los altos cargos que
les habían dado la orden de hacerlo. Cada vez que se descubría a
alguien más relacionado con el asunto, la policía militar de la
Federación se presentaba para detenerlo, por lo que las clases altas no
podían disfrutar de sus lujosas vidas.

La líder de los Blanqueadores, Primevére, era una persona que


estaba muy muy en vilo ante la posibilidad de que la policía militar
fuese por ella. No estaba implicada en los escuchas, pero el Teniente
Coronel detenido era camarada suyo. Como había perdido gran parte
de su influencia, le dieron una villa relativamente pequeña, y con el
tiempo, la policía militar probablemente también iría a interrogarla.

“… ¿Qué?”

Pero ese día, Primevére palideció por una razón totalmente ajena a
la policía militar. Los informativos de la Federación también llegaron
a Laka Mifaka. Uno de sus colegas vio el programa y le llamó la
atención: la foto policial de una Ochenta y Seis fugitiva.

“¿El Acteón sobrevivió… y escapó…?”

En el ejército de la Federación, muchos soldados sólo recibieron una


educación mínima y no tenían información detallada sobre la
naturaleza de las armas nucleares. La vaga noticia de la conmoción en
la 37ª División Blindada del segundo frente norte fue recibida por el
resto del frente norte y los demás frentes también con cierta
incomprensión.

Una peligrosa arma nuclear estuvo a punto de destruir el segundo


frente del norte, y fue el Grupo de Ataque el que impidió que ocurriera.
O la gente de los Países de la Flota invocó a un monstruo llamado
leviatán que protegió el segundo frente norte del arma nuclear. O las
armas nucleares podían destruir la Legión, pero los traidores intentaron
ocultarlo. O la Federación debía ganar usando esa poderosa superarma
llamada arma nuclear, pero los leviatanes se interpusieron. O los
traidores intentaron cooperar con la Legión con las armas nucleares,
sólo para ser detenidos por el Grupo de Ataque.

Sus historias ya no dejaban claro qué era el Grupo de Ataque, pero


sabían que se trataba de una unidad de élite de increíbles Ochenta y
Seis héroes. Y así, los soldados siguieron adornando y exagerando sus
historias hasta que lo que contaban no se parecía en nada a la verdad.
“—y se supone que son héroes.”

Mirando el fango que se extendía al otro lado de las corrientes de


la línea del Roginia, Vyov Katou, un soldado de infantería acorazado,
susurró sorprendido. A pesar de haber retrocedido, el campo de batalla
del segundo frente norte seguía dentro de los confines de los territorios
de combate. Aunque muchos de sus soldados y oficiales de campo eran
antiguos ciudadanos de esos territorios, no eran de aquí
específicamente. Aun así, el resultado que el Grupo de Ataque trajo a
este lugar supuso una terrible conmoción para los soldados.

No había harina que cultivar en este mar de lodo. No había ovejas


ni vacas ni cerdos que pastorear aquí.

Muchos de los habitantes de los territorios eran agricultores. Para


ellos, ver cómo el agua y el barro destruían estas tierras agrícolas y las
dejaban en un estado que tardaría mucho tiempo en repararse les
parecía terriblemente cruel.

Vyov apretó los dientes. Esto no era una solución. No era un éxito
ni una victoria. No era el futuro ni la salvación que esperaba.

“¿Qué demonios está haciendo el Grupo de Ataque…?”

Eran héroes. Elites. ¡¿No se suponía que salvarían a Vyov y al


segundo frente del norte?!

“¡Pero si no hicieron nada! ¡¿No se supone que los héroes salvan a


todo el mundo?! ¡Buenos para nada!”
Fue repentino.

Los rostros de los chicos que murieron ante sus ojos, jóvenes
apenas un poco mayores que él, sus expresiones enfurecidas y el
sonido de los gritos flotaban en su mente como pompas de jabón. Shin
se quedó sin aliento.

El recuerdo resurgió, aún fresco en su mente. Un grito escandaloso


y, sin embargo, terriblemente sentido.

Era el recuerdo del momento en que aquellos jóvenes fueron


despedazados por los disparos.

Todos tenían las mismas caras. Aunque todos debían parecer


diferentes entre sí, cuando se deshacían por completo de su
individualidad y se movían en perfecto tándem, cuando pronunciaban
las mismas palabras, tenían los mismos pensamientos y estaban teñidos
de las mismas emociones… sus rostros se volvían todos iguales para
él.

Era un momento aterrador. Gente que no podía ser dueña de su


propio destino, gente que no albergaba miedo alguno. Incluso gente
tan impotente podía culpar a otros.

No puedo. No lo decidiré. Dirían eso y aun así tratarían de culpar a


alguien. Todavía podrían pisar a otra persona.
Eran diferentes de los Ochenta y Seis que se habían convertido en
Pastores. Personas que, incluso a través del odio, no podían lograr
nada. Y por alguna razón, eso aterrorizaba a Shin.

Al ver que Shin se sumía en sus pensamientos, Lena parpadeó una vez.

“¿Shin? ¿Pasa algo?”

“¿Eh?”

“Algo te molestó hace un momento.”

“Oh…” Después de pensarlo un momento, Shin sacudió la cabeza.


“No, no te preocupes. De momento yo tampoco lo entiendo.”

“Bueno, si tú lo dices…”

¿Qué le ocurre? Mientras ese pensamiento rondaba su mente, Lena


volvió al tema que los ocupaba. Sentía curiosidad por aquel silencio
ansioso, casi temeroso, pero si el propio Shin no lo entendía del todo,
no tenía mucho sentido presionarle al respecto. Sabía que, tal y como
estaba ahora, Shin no se limitaría a apartar la vista de un problema o a
intentar reprimirlo y cargar con él.

“Halloween. Me decepciona no poder estar allí este año, pero el año


que viene, definitivamente participaré. Y quiero que participes
conmigo.”
“Bueno… no me importa, pero este año la mayoría de la gente
lleva sábanas para jugar a ser fantasmas, así que mucha gente
quiere ir a con todo el año que viene.”

En lugar de una fiesta de despedida, el segundo frente del norte


organizó una fiesta de Halloween un poco retrasada, pero como era
difícil que la línea de suministros proporcionara disfraces para toda una
brigada dada la situación de guerra, todos tuvieron que improvisar
utilizando su ropa personal y cualquier material que tuvieran a mano.
En la mayoría de los casos, eso significaba hacer «disfraces» de
fantasmas con sabanas, dibujarse puntos en la cara, usar pañuelos para
hacer orejas de hombre lobo o maquillarse para parecer brujas.

Lena se detuvo a pensar. Los fantasmas de sábana eran fáciles de


hacer, pero no podían hacer agujeros en las sábanas.

“¿Podían ver lo que tenían delante con esas sábanas puestas?”

“Parece que no. La mayoría decidió cambiar y ser brujas,


hombres lobo o monstruos.”

Un ejemplo que llamó la atención por lo sencillo que era: algunos


de los miembros de Orienta, Michihi incluida, se pusieron talismanes
de papel en la frente para hacerse pasar por fantasmas del Lejano
Oriente, una idea bastante acertada. Marcel también obtuvo mucho
crédito por escribirse la palabra fantasma en la frente y pasearse con
ella con cara seria.

“¿De qué te disfrazaste, Shin?”


“… Me puse un parche en un ojo y me hicieron sujetar una
fregona, diciendo que era una lanza.”

Como una deidad principal y dios de la muerte de cierta mitología,


aparentemente.

“¡Qué genial!”

“Rito, a quien se le ocurrió, se rio, y Raiden, Anju y Kurena


también se rieron de mí… A Rito le dibujaron una calabaza en la
cara, y Raiden se puso pintura de camuflaje de grasa para parecer
un zombi. Anju se maquilló de azul para parecer una reina de las
nieves, y Kurena se pintó los labios de rojo para parecer una
princesa vampiro. Me parecía injusto que se rieran de mí.”

Shin refunfuñó cansado. Al parecer, no lo apreciaba.

“Sí, pero puedo entender que quisieran aprovechar esa oportunidad


para verse guapos.”

“¿Qué te pondrías, Lena? Para el año que viene.”

Lena hizo una pausa y se lo pensó. Ser un fantasma de sábana no


parecía demasiado atractivo.

“… ¿Qué tal esa chica mágica que le gusta a Frederica?”

“¿Eso cuenta? Eso no es realmente un monstruo, es sólo un


disfraz.”

“Creo que cuenta como bruja.”

“¿No es más un hada…?”


Lena pensó que en realidad no importaba. Lo que era más crucial…

“¿Qué tal si el año que viene te disfrazas de hombre lobo? Con


orejas bien hechas, no con pañuelos.”

“¿No debería ser Raiden? Es el que pilota Wehrwolf.”

“Pero quiero verte con orejas de cachorro, para poder frotarte las
orejas. Y también con rabo.”

Entonces llegó a la conclusión de que unas orejas negras de gato


con una cola como la de TP también servirían, y si se decidía que
Raiden fuera un hombre lobo, podrían ponerle orejas de zorro y una
cola a Theo. De ese modo, podría acariciar a todo el mundo.

La excitada sugerencia de Lena, sin embargo, sólo dio lugar a una


voz muy contrariada de Shin.

“Ugh…”

Al oír a Shin soltar un gemido exasperado, distinto a todo lo que le


había oído en el Sector Ochenta y Seis, Lena estalló en carcajadas.
EPÍLOGO:
BIENVENIDO A LA PESADILLA DE
MARY JANE, QUERIDO CAZADOR DE
CIERVOS

Según la información obtenida escuchando a las fuerzas supervivientes


de la Federación, los servicios de inteligencia indicaban que el Grupo
de Ataque estaba de nuevo estacionado en el frente occidental. Pero en
lugar de eso, aparecieron lejos, en el segundo frente del norte, lo que
alertó a No Face del hecho de que habían recibido información falsa.
No sabía cuándo la Federación se había apoderado de los objetivos de
la República que habían estado escuchando y los había sustituido.
Tuvo que elogiar el elegante manejo de la situación por parte del
enemigo.

Sin embargo.

… Eso sólo causará un nuevo trastorno a la Federación, pensó


fríamente No Face.

La red de comunicaciones no había sido simplemente aplastada;


había sido tomada por la Federación. Y en ese caso, la Federación
reconoció la traición de la República. Y eso, por sí solo, sería una
fuente de problemas. Como la Legión carecía de vida y emociones,
nunca se cansaban, sentían odio o experimentaban miedo. Ni ante la
batalla, ni ante la muerte, ni ante nada.

Pero eso no valía para los humanos y sus emociones incontrolables.

*****

Las botas y el cuerpo de Citri estaban tan sucios porque, al parecer,


había recorrido casi todo el camino a pie hasta la capital desde su casa
en los territorios. A pesar de haber recibido una buena paga de su
padrastro y de que había autobuses y trenes de larga distancia hasta la
capital, había ido a pie, salvo cuando se coló en un tren de mercancías
para salir de su pueblo.

No podía utilizar el transporte público. De hecho, evitaba acercarse


a él siempre que podía. Intentaba mantenerse alejada de cualquier lugar
donde se reuniera gente.

Yuuto le preguntó por qué.

Había faltado a su deber como soldado al no denunciarla a los


militares de la Federación. Pero no había forma de que pudiera
informar de esto. Sabía que informar a los militares sobre ella era lo
correcto, pero si lo hacía, esta chica sería capturada por los militares
de la Federación y probablemente nunca volvería a ver la luz del día.

No tenía mucho tiempo, así que se armó de valor y se volvió hacia


sus hermanos Ochenta y Seis. Aunque nunca hubieran luchado juntos,
sabía que les resultaría difícil no simpatizar con ella, y si se vieran
obligados a elegir entre ella y la Federación, traicionarían a los
militares a favor de ella, aunque no se sintieran cómodos haciéndolo.

Y la escoltarían en su viaje y el de sus camaradas.

“¿Estás seguro, Yuuto? Nosotros, el Acteón, nosotros…”

“Sí. Tratas de evitar a la gente tanto como sea posible. Pero eso
significa que necesitarás a alguien que te procure comida hasta que
salgas de la Federación. Y luego necesitas a alguien que te guíe por los
territorios de la Legión.”

Sólo le contó los detalles a Amari. Ella quería acompañarle, pero él


consiguió disuadirla. Necesitaban a alguien que informara al ejército
de la Federación. Después de todo, era la mínima muestra de respeto y
gratitud que debían al ejército de la Federación, así que le pidió que les
informara cuando salieran de Sankt Jeder.

Se escabulló del ala hospitalaria con la excusa de salir a dar un


paseo, compró un abrigo grueso y zapatos adecuados para largas
caminatas, así como los artículos mínimos que necesitarían, y se
dirigió hacia donde se escondían Citri y sus camaradas. Su abrigo
militar era cálido, pero demasiado llamativo. No podía utilizar la
tarjeta de crédito que le habían proporcionado al alistarse después de
este viaje de compras, ya que era rastreable. Pero tenía mucho dinero
en efectivo a mano, además de lo que Amari le había dado.

Estaba acostumbrado a acampar en invierno y a largas caminatas a


pie desde su época en el Sector Ochenta y Seis. Mientras Citri
caminaba a su lado, acurrucó los hombros, intentando parecer lo más
pequeña y discreta posible.

“Lo siento. Por involucrarte.” Dijo.

“No te preocupes por eso… Ya he oído a la gente pedir el mismo


deseo muchas veces, pero nunca tuve la oportunidad de concedérselo.”

Lo oyó muchas veces cuando estaba atrapado en el Sector Ochenta


y Seis con muchos otros. En ese campo de batalla infernal, donde todo
el mundo estaba destinado a morir después de cinco años, pero terminó
muerto antes de que esos cinco años hubieran transcurrido.

Lo que tantos desearon a las puertas de la muerte. El modesto deseo


que tantos pidieron y que siempre quedó sin cumplir.

Yuuto recordó aquel deseo. El deseo que Citri y los otros cervatillos
—Acteón— hicieron.

Quiero que nos enseñes cómo volver a casa. A la República, a la


ciudad en la que nacimos.

Y pensó en lo otro que había dicho Citri: el nombre por el que le había
preguntado.

Además, no estoy segura de que lo conozcas, pero… entre los


supervivientes de la República…
… ¿has oído hablar de un hombre cuyo nombre es Dustin Jaeger?
PALABRAS DEL AUTOR

Como siempre gracias a todos por su apoyo, y hola, soy Asato Asato.

¡Les agradezco su paciencia! Y estoy orgullosa de presentarles


86—Ochenta y Seis, Vol. 12: ¡Bala Azul Sagrada!

Después del volumen 11, mis editores, Kiyose y Tsuchiya, tuvieron


que dimitir. En los cinco años transcurridos desde el primer volumen
de 86, me han enseñado mucho. Espero poder hacer una obra realmente
grande, una que lamenten haber dejado atrás, una en la que desearían
haber trabajado conmigo. ¡Sólo hay que ver cómo lo consigo!

Muchas gracias por toda su ayuda hasta ahora.

He aquí, como es usual, algunos comentarios.

—Hail Mary:

Se refiere a un pase largo a todo o nada en el fútbol americano. El


fútbol americano es genial; todo el mundo debería verlo.

—El retorno de los leviatanes:


Sé que escribí que no volverían a aparecer, pero los leviatanes
encontraron alguna forma de volver a aparecer en la historia. De hecho,
cuando terminé el volumen 8, Tsuchiya me dijo que I-IV había leído
mi sección y se había sentido decepcionado cuando dije que no
volverían a aparecer. Pues bien, ¡aquí están, para volver a ser
admirados! Los añadí a la trama del volumen 12 con esa intención
desenfadada (que me provocó muchos quebraderos de cabeza cuando
realmente tuve que escribir el manuscrito).

Esta vez he hablado más de sus antecedentes, pero no creo que


vuelva a escribir sobre ellos. Y esta vez lo digo de verdad.

Es decir, acabaría cambiando la historia en algo totalmente distinto.

Por último, algunos agradecimientos.

A mi editor, Tabata. El primer borrador acabó siendo el volumen


con mayor número de páginas hasta la fecha. No es agradable recordar
los días que pasamos estresados y preocupados por ello. (¡Lo siento!)
Mirándolo ahora me da escalofríos: el capítulo 2 acabó teniendo el
doble de páginas de lo previsto originalmente…

A mi nuevo editor a partir de este volumen, Nishimura. Siento


haberte metido de buenas a primeras en un concurso de: ¿Cuántas
páginas podemos recortar? Pero estoy segura de que la próxima vez
te haré gritar.
A Shirabii. La ilustración de Halloween que dibujaste de Shin,
Raiden y Theo era tan bonita que acabé incluyendo Halloween en la
historia principal.

A I-IV. Tal y como se solicitó, en el volumen 12 aparece un nuevo


leviatán (esta vez, uno de tres metros de altura estilo sirena). Estoy
segura de que se convertirá en un buen sashimi.

A Yoshihara y Yamasaki. Gracias por la versión manga. Por favor,


cuídense.

A Somemiya. Siempre que miro la portada de la historia extra del


anime, Magical Girl Regina ★ Lena, me hace sonreír con cariño.
¡Sobre todo cuando pienso en los dientes nacarados de Rei y la
expresión abatida de Shin…!

A Shinjou. Gracias por ver Neotenia Fragmentaria hasta su


conclusión. ¡Me alegró ver el capítulo extra de Isuka!

Al Director Ishii. Gracias por el anime. Dirigir la adaptación al


anime ha sido una experiencia realmente maravillosa. Además, basé
una ciudad en su nombre. Gracias por permitirme hacerlo, aunque fue
hace mucho tiempo.

Y como siempre, muchas gracias a todos los lectores que han


seguido con la serie hasta ahora. Ya he decidido el título del volumen
13, y para ello me he decidido por el nombre de Dustin. Por fin ha
llegado la hora de su historia. Así que esperen con impaciencia el
Volumen 13: ¡Cazador de Ciervos!
Ah, también he dicho en el pasado que 86 terminaría en el volumen
13, ¡pero lo siento! ¡Todavía no ha terminado! Vamos a seguir
adelante.

En cualquier caso, espero que, aunque sólo sea por un instante, haya
podido llevarte a un campo de batalla bañado por las hojas del otoño,
a una batalla por el bello y temible azul.

Música que suena mientras escribo estas palabras:


“Kamigami no Uta” de Himekami.
PALABAS DEL TRADUCTOR

Hola, es Ferindrad. Antes de expresar mi opinión hagamos lo


acostumbrado, primero déjenme agradecer a Jorge, Luis y a la jefa de
la Secta de 86: Manu, es gracias a ellos que esta novela se tradujo
particularmente rápido (dejar lo demás de lado y priorizar un solo
proyecto ayuda, además de mantener un ritmo constante), y también a
quienes continuamente leen esta y mis otras traducciones, a todos
ustedes: Gracias. Espero seguir contando con su presencia.

Aunque como tal la operación que ocurre en el volumen se puede


resumir en una frase ocurrieron bastante cosas, sobre todo por el
Regimiento Hail Mary, esos cuya presencia y acciones a varios, al
menos donde he leído, no gusto nada y dijeron que además de
estúpidos sobraban. Estoy de acuerdo con lo de la estupidez, fueron
hechos para eso, pero no con que sobran.

No me voy a extender y dármelas de catedrático diciendo porque


fueron necesarios para la trama, pero sí daré mi opinión de porque
aparecen en la obra.

Desde el principio esta obra ha tocado varios temas sensibles:


discriminación, la guerra y sus consecuencias, entre esto último esta lo
absurda e inmoral que puede ser la humanidad cuando dice estar en lo
correcto. Así como también temas relacionados con la psique humana.
Justo en ese aspecto recién mencionado cae el Regimiento Hail
Mary. ¿Cómo sería la mentalidad de alguien en plena transición de una
monarquía a una república, encima en medio de una guerra contra un
enemigo como la Legión? Cierto es que en la realidad el “despertar de
las máquinas”, si bien se “puede vislumbrar”, está lejos de ocurrir (a
no ser que alguien meta la pata bien fuerte, si algo puede hacer la
humanidad es superarse a sí misma), pero escenarios de guerras civiles
luego de cambios de gobiernos abundan en la historia. Estoy bastante
seguro de que en medio de la Revolución Francesa (o cualquier
revolución histórica a la fecha) hubo gente bajo el yugo de la
monarquía que habría preferido que las cosas siguiesen como estaban.

El énfasis con las armas nucleares lo veo obvio. A estas alturas más
de uno habrá preguntado porque no las habrán usado para acabar con
la Legión (lo que me hace recordar a todas las películas Made in USA
donde la solución es: saquen las bombas atómicas). Otra razón por la
que creo que se habló del tema es (y esto ya es conjetura personal)
porque la autora es del país que es: Japón. Digamos que, a veces,
queramos o no, nuestro bagaje histórico influye en quien somos y
como contamos las cosas.

Y, una vez más, el Regimiento Hail Mary son una reunión de gente
llevada por la mentalidad de grupo cayendo en el absurdo máximo de
quien cree que siempre tiene la razón. Incluso hoy día hay gente así.

Sí, los despacharon fácilmente, pero en principio la idea era


detenerlos sin más. En guerra no hay manos que desperdiciar. Y sí, su
presencia hizo las cosas algo más complicadas e hizo que los
personajes se planteasen la responsabilidad de sus actos y lo que son
capaces de hacer. Dejemos el tema el ahí.

Entre el conflicto y la operación en el volumen también hubo su


parte de espionaje, pero por sobre todo momentos de romance.

Theo bastante se burló de Shin, pero ahora el chico se presenta


como el rescatador de amigas de la infancia.

Anju y Dustin avanzan en su relación poco a poco.

Lena y Shin siguen siendo tan adorables como siempre. Que Shin
admitiese que necesitaba a Lena cerca y que Lena quiera que Shin se
ponga orejas y cola, ya sea de perro o gato, para darle mimos… Son el
uno para el otro.

La buena de Asato dio a muchas, ¿y por qué no?, también a muchos,


la imagen de Shin vistiendo una Cigarra. Y me reí cuando llamaron
papá a Vika, el tiempo de la broma fue muy bueno.

En fin, lo que resta es allanar el terreno para que Frederica pueda


apagar a la Legión.

Con nuestros chicos habiendo superado un bache metal bastante feo


y sabiendo que lo que se viene va a ser peor, pero con un una sonrisa
por lo lindos que son Lena y Shin, sin más nos leemos (?) en otra
ocasión.
Música que suena mientras escribo estas palabras:
“Don’t Stop Me Now” de Queen.

Para todos de Ferindrad.


Frase Final

La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad


la sigue arrastrándose, de modo que
cuando la gente se da cuenta del engaño ya
es demasiado tarde.

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

Escritor español.

(1547-1616)

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