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DOCTRINA MONROE.

La Doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos»,


fue elaborada en 1823 en Estados Unidos por John Q. Adams y atribuida al
presidente James Monroe. Establecía que cualquier intervención de los
europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la
intervención de Estados Unidos de América.
La Doctrina reafirma la oposición de Estados Unidos contra el colonialismo
europeo, inspirándose en la política aislacionista de George Washington,
según la cual «Europa tenía un conjunto de intereses elementales sin
relación con los nuestros o, si no, muy remotamente» (discurso de
despedida del presidente George Washington, el 17 de septiembre de 1796), y
desarrollaba el pensamiento de Thomas Jefferson, según el cual «América
tiene un
Hemisferio para sí misma», que tanto podría significar el continente
americano como su propio país.

DOCTRINA MANIFIESTO.
La doctrina del destino manifiesto (en inglés, Manifest Destiny) es una frase e
idea que expresa la creencia de que los Estados Unidos de América es una
nación elegida y destinada a expandirse desde las costas del Atlántico
hasta el Pacífico; forma parte del llamado mito de la frontera de Dios.
Esta mentalidad generó una actitud que llevó, por ejemplo, a una guerra contra
México (1846) para anexar sus territorios del norte (Texas, California, Nuevo
México, Arizona, Nevada, Utah y Colorado) y otra contra España (1898)
para apoderarse de Puerto Rico e intervenir en Cuba y las Filipinas con
esperanza de colonizarlas. Se usa también para justificar otras adquisiciones
territoriales. Los partidarios de esta ideología creen que la expansión no solo
es buena, sino también obvia (manifiesta) y certera de la predestinación
calvinista. Esta ideología podría resumirse en la frase «Por la Autoridad
Divina o de Dios».
La descripción del presidente Abraham Lincoln de los Estados Unidos como
«la última y mejor esperanza sobre la faz de la Tierra» es una expresión
muy conocida de esta idea. Lincoln era un puritano y gran conocedor de los
preceptos bíblicos, sus discursos eran casi salmos de un carácter muy
convincente para los congresistas de la naciente república unificada.

A partir de este supuesto, los Estados Unidos anexan los territorios de Texas
(1845), California (1848) e invaden México (1846), en lo que sería la guerra
México-Estados Unidos. Como consecuencia, los Estados Unidos se
apropian de Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de
Wyoming, Kansas y Oklahoma, en total 2 millones 100 mil kilómetros
cuadrados —el 55 % del territorio mexicano de entonces—, lo que se dio en
llamar «LA CESIÓN MEXICANA». A cambio, los Estados Unidos se
comprometieron a pagar 15 millones de dólares.

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