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Ávila (2009) indica que una preparación de tierra efectiva es aquella que ofrece a
la semilla una cama óptima para su germinación y un anclaje adecuado de las
raíces para su desarrollo total. La resistencia del cultivo a la sequía se basa en el
desarrollo de un sistema radicular que profundiza y explora un gran volumen de
suelo. Para lograr esto, es necesario romper las capas compactadas producidas
por el tránsito de los implementos de labranza utilizados en la preparación previa
del suelo para la siembra.
En terrenos que se cultivarán por primera vez, después de una limpieza adecuada
de los residuos dejados por la deforestación, se debe dar un pase de arado o big-
rome para fracturar los restos de raíces. Luego, se recomienda dar dos pases de
rastra y finalmente un tercero que corresponde a la pre-siembra o siembra. Es
importante evitar el sobre laboreo del terreno, ya que favorece la pérdida de
materia orgánica.
Marco de plantación
Guzmán (2005) indica que la densidad de la siembra es un factor crucial que
determina el rendimiento del aquenio, la altura de la planta, el diámetro del
capítulo y la densidad de las plantas en la cosecha. Este factor es esencial en la
investigación agrícola, especialmente en lo que respecta al cultivo. La densidad de
la plantación depende de las precipitaciones, la fertilidad del suelo y los híbridos
cultivados. Los híbridos actuales, que son más pequeños que los antiguos,
requieren una mayor densidad para cubrir adecuadamente el suelo durante la
floración. Los beneficios de las densidades de siembra se orientan hacia el
aprovechamiento del espacio del terreno. Dependiendo del tamaño de la cabeza
floral que se quiera producir, se utilizan diferentes densidades de siembra. El
espaciamiento ideal es de 10 x 12 centímetros. Una plantación densa ayuda a
reducir el crecimiento de las ramas laterales y produce una flor de buen tamaño
(12 cm de diámetro).
Riego Según
Infoagro (2014), para lograr un desarrollo normal y una producción rentable, se
necesita un mínimo de 300 a 500 mm de agua. El girasol es una planta que utiliza
el agua de manera muy eficiente en condiciones de escasez, su sistema de raíces
extrae agua del suelo a una profundidad a la que otras especies no pueden llegar.
Necesita poca agua hasta unos diez días después de la aparición del capítulo,
momento en el que se aplicarán 50-60 litros por metro cuadrado. A partir de ese
momento, las necesidades de agua aumentan considerablemente y se mantienen
hasta unos 25-30 días después de la floración, proporcionando un segundo riego
de 60-80 litros por metro cuadrado durante la plena floración.
Fertilización
Infoagro (2014) indica que, gracias a la alta capacidad del sistema radicular del
girasol para extraer nutrientes, este cultivo no es muy demandante en términos de
fertilización. Las dosis de fertilizante se ajustarán en función de los nutrientes
presentes en el suelo y del régimen de precipitaciones y riegos. La absorción de
nutrientes se concentra en las primeras etapas de desarrollo de la planta. El
girasol es un cultivo muy sensible a la toxicidad por aluminio, lo que dificulta su
desarrollo radicular y, como resultado, aparecen síntomas de estrés hídrico o
deficiencia de otros nutrientes como fósforo o magnesio en la parte aérea de la
planta.
N P2O5 K2O B Mo
80 30 100 0.5 0.05
Plagas y enfermedades
Pizano (1999) destaca que el girasol es propenso a varias plagas y enfermedades,
a menudo comunes a otras flores. Estos problemas deben prevenirse y combatirse
de manera efectiva para garantizar una buena calidad. Este autor proporciona
tablas y fotografías a color para ayudar a identificar los principales problemas que
pueden surgir en este cultivo.