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Estos son los malentendidos más


frecuentes del «portuñol»
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palabras que provocan que nos liemos en la
el desaparecido de Teo
conversación. Son juegos que pueden dar lugar a XURXO MELCHOR
confusiones curiosas, como ese diplomático español que
esperaba con ansia una «francesinha»...
18 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

    Comentar · 1

I
magínense que llegan a Portugal y oyen la frase «vou pegar o
presunto». No causa buena impresión. Lo primero, uno piensa
que, como mínimo, habría que demostrar la culpabilidad del
«presunto», pero recapacitando un poco más también cabe
objetar que lo de «pegarle» es un castigo un poco medieval, y que
bastaría con una multa o enviarlo a prisión. Es uno de los juegos
de palabras más estúpidos que se pueden producir en el país
vecino. Una confusión muy esquisita… ¿o espantosa?

Pegar es ‘coger' y presunto es ‘jamón'. Queda un poco forzado,


porque no se oye por las buenas «voy a coger el jamón», pero sí
ocurre con más frecuencia que azotar a un sospechoso (o
debería). Cuando dos idiomas se parecen, uno tiende a confiarse
y a ver la equivocación en el ojo ajeno. Las primeras interacciones
con la cultura local suelen ser breves y estar encaminadas a
satisfacer necesidades básicas, con poca información contextual.
Las frases o palabras sueltas son las más peligrosas. Que se lo
digan al turista que, en la entrada de un edificio junto al ascensor,
lee: «Pensión Lusitania, 3.º andar» y se pregunta: «¿Por qué he
de ir andando precisamente al tercero?» Tranquilo, que andar no
es un infinitivo en calidad de imperativo, sino un sustantivo que
significa planta.

Agotado de subir y bajar escaleras innecesariamente, el visitante,


orgulloso de su portuñol, se sienta en la Ribeira para tomarse un
arroz de marisco (aquí, sí, no ha lugar a la confusión, aunque
parezca una sopa). Al terminar, condescendiente con el cocinero
nativo, le dice que estaba «esquisito», sin sospechar que está
calificando la comida de ‘rara, excéntrica'. La palabra que
buscaba era, en realidad, «espantoso», que quiere decir
‘alucinante, asombroso, genial'.

De hecho, otra confusión esquisita se puede producir en el


médico al decirle que, después de tanto arroz de marisco en las
terrazas, te quedaste constipado. Si la moquera y la voz tomada
no son evidentes, quizá nos dé un laxante para aliviar la
constipação, que además de ‘resfriado' también es
‘estreñimiento'.

Estos falsos amigos llevan minando durante siglos la relación entre


lusos e hispanohablantes. Un claro ejemplo se produjo cuando un
destacamento de la Armada Española atracó por primeva vez en
Madeira y los portugueses salieron a recibirlos: «Bem-vindos,
marujos», un apelativo que hirió a los recién llegados en lo más
profundo de su hasta entonces invencible virilidad. Estos, que no
entendieron que solo les estaban llamando marineros,
respondieron que ese tipo de bienvenidas eran una «mala idea» y
los locales, asombrados, se dieron la vuelta ante tan poca
coherencia, pues para ellos, mala significa ‘maleta'. Ahí quedó la
cosa. Cada loco con su tema. Lo que para los españoles fue un
suceso que olvidar, para los madeirenses solo fue un atraque com
sucesso; es decir, realizado con ‘éxito'. Días más tarde, la partida
fue muy protocolaria, sin ningún tipo de partidas (bromas) por
parte local.

Ojo con la «francesiha»

Sin mucho más rigor histórico, encontramos la anécdota del


diplomático español que llegó hambriento a Oporto y al que
ofrecieron una francesinha. «Sí, sí, pero después de comer»,
respondió él, con la libido ya por las nubes. No le trajeron más que
un mazacote de carne y queso bañado en salsa picante. Cuando
terminó y preguntó por la joven gala, volvieron a servirle lo mismo y
así durante horas… Satisfecha su hambre, recomendó a los
cocineros que retiraran la salsa picante, a lo que estos reiteraban
que en ningún momento habían usado salsa (‘perejil'). La cosa
hubiera quedado ahí, pero casi se lía una buena cuando llegó la
señora embajadora. Los anfitriones la calificaron de «muito
engraçada» y le dijeron que ligarían con ella por la mañana para
el desayuno. Cuando la llamaron por teléfono para que acordara y
acudiera al comedor, ella preguntaba: «¿Qué olvidé, qué olvidé?»
Unas horas de confusión que desataron a un tiempo la ira y los
celos del diplomático, y por poco no derivaron en un duelo de
honor, que hubiera tenido mucha menos graça o gracia que la
esposa del embajador.

Aunque estas tensiones se hayan superado, no quita que algunos


enigmas persistan a ambos lados de la frontera. Por ejemplo, los
gallegos estamos hartos de que los portugueses nos regalen
ropa y ellos no entienden por qué nosotros somos tan frioleros:
cuando en Navidades les pedimos un agasalho, siempre
recibimos, naturalmente, una chaqueta. Sin entender que ellos la
denominan agasalho, les recriminamos su poca fantasía para
sorprender y los lusos contestan que no, que no, que la fantasía
(‘disfraz') tiene que esperar a Carnaval. Hai que querelos.

Es también habitual el problema de las escalas: a no ser que


tengan muchísima sed, pidan un copo de agua y no un vaso, que
es una maceta; como máximo, cómprense una garrafa o una
botella. La compra se mete en sacos en vez de bolsas y los
coches, como de otra época, se denominan carros. Si les ofrecen
abrir el caixão, santígüense y hagan sitio, pues es un ataúd, y ni
se planteen meter una estufa en la habitación, pues es un
‘invernadero'. Quien quiera pavo, se acabará comiendo un
país (perú ) y, por viejos que sean, los cachorros se sirven con la
salchicha y el pan calientes. Si un fino (‘caña') les sabe a poco,
pídanse un príncipe, pero no un grueso. Las mujeres podrán
beber sin miedo a estar borrachas, que no significa más que
‘gomas'.

Estos malentendidos transfronterizos pueden superarse si todo el


mundo se exprime o expresa de corazón y hace por perceberse;
es decir, por entenderse. Pero prueben a ir a una ferretería a
buscar pilas y a ver qué pasa. Dada la cortesía portuguesa, es
posible que los vendedores, como mínimo, se ruboricen. Una
pista: les habrán pedido el órgano que los hombres españoles
usan para echar una meada...

La «MEADA» NO EN EL BAÑO

Por cierto, si lo que quieren es una meada, no los mandarán al


baño, sino a una mercería o a Twitter: meada es ‘madeja de
hilos' o ‘hilo de conversación'. Y contra cualquier lógica
lingüística, una entremeada es ‘un trozo de panceta'. Lo que no
van a encontrar en la mercería, paradójicamente, son telas, mucho
más propias de los teléfonos, del cine o la televisión, pues son
‘pantallas' en Brasil.

Y cuidado con Brasil, porque aumenta las posibilidades de


confusión: allí, las balas solo son peligrosas para los diabéticos, ya
que son ‘caramelos'. Y la basura no se tira, sino que se joga,
como las setas o flechas.

En conclusión, tiende más armadilhas (‘trampas') un idioma


parecido que uno completamente desconocido. Nunca creeremos
entender las palabras de un ruso o un japonés, pero podemos
menospreciar los divergentes caprichos etimológicos de lenguas
hermanas como el gallego, el portugués y el castellano. Así,
conviene estar siempre dispuesto al doble sentido, que en algunos
casos vierte una hermosa visión del mundo: en Portugal, a los
pensionistas se les denomina reformados o aposentados, dos
palabras menos prosaicas que nuestra «retirados». O a saber qué
hacían los lusos con los cordones para acabar llamándoles
atacadores. O por qué en el gimnasio, los monitores se dirigen a
los grupos llamándoles malta, algo tan inexplicable como «peña»
o «vasca», sus equivalentes en castellano.

Hasta aquí los consejos para un fin de semana sin malentendidos


en Portugal. Excúsense de escribir obrigado en los comentarios,
pues un servidor hace esto porque quiere, sin más compromiso
que el de ayudar a los ciudadanos de ambos lados de la frontera a
combinar con facilidad.

Para que no se queden con la duda, volvemos al juicio del


presunto. Convicto de su inocencia, convenció también al jurado
de que no había de qué sospechar. Lo libraron de una buena
paliza y, a pesar de que ya era tarde, lo dejaron pronto para
comer.

    Comentar · 1

Comentarios

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pulo702568624
desde Portugal

hace 8 horas.

Eu tenho frequentemente esse problema na Galiza. Ninguém sabe o que é segunda-feira, estrada, pescada, olhos, joelhos,
lua, ilha, etc., etc...Tudo palavras em que conhecem vagamente o seu significado, mas que lhe parecem desconhecidas. Bem
pior que os "falsos amigos"....

 Me gusta · 3  No me gusta · 2

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