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MODELIZACIÓN DE LA
TURBULENCIA
10.1 ¿Qué es la turbulencia? 253

10.1 ¿Qué es la turbulencia?

La turbulencia es un estado caótico e irregular del movimiento de un fluido que se


establece a partir de la aparición de irregularidades en las condiciones iniciales o de
contorno de la corriente fluida. Estas inestabilidades se amplifican y se retroalimen­
tan de forma cíclica, creando vórtices (eddies) turbulentos que se crean y se destru­
yen. En sentido físico estricto, la turbulencia se manifiesta con la aparición de
regiones coherentes de vorticidad, aunque en realidad su descripción es mucho más
intuitiva a partir de sus características fundamentales.
Así, aunque no es fácil definir exactamente qué es la turbulencia, todo el mundo
tiene una noción intuitiva de lo que es: un movimiento fluctuante y desordenado.
De hecho, el término turbulento forma parte del lenguaje cotidiano haciendo refe­
rencia al desorden y a la falta de uniformidad. Por lo tanto, parece acertado afirmar
que la turbulencia es un estado caótico y aleatorio del flujo, en el que la velocidad y
la presión oscilan instantáneamente a lo largo del tiempo.
La turbulencia es una característica de los flujos, no de los fluidos como tales. Su
aparición exige de la existencia de un fluido en movimiento, en el que los fenómenos
de convección (inerciales) asociados a la velocidad sean varios órdenes de magnitud
superiores a los efectos difusivos (disipativos) relacionados con la viscosidad del
fluido. Esta relación es el conocido número de Reynolds que establece la frontera
(aproximada) entre las condiciones de flujo laminar y flujo turbulento.

10.1.1. La naturaleza de la turbulencia

Como decíamos, la dificultad para definir la turbulencia conduce a que sea más útil
describir en detalle las características de su naturaleza. Las propiedades más destaca­
bles de los movimientos turbulentos son:
o Aleatoriedad. Es la característica más destacada de los flujos turbulentos. También
definida como irregularidad, se manifiesta por la aparición de fluctuaciones de las
variables fluidodinámicas (velocidad, presión, temperatura, concentración) con
tamaños y tiempos muy dispares (diferentes escalas). Estas fluctuaciones instantá­
neas no estacionarias se desarrollan incluso en flujos estacionarios (promediados
temporalmente), Jo cual da idea de que las propiedades estadísticas de los flujos sí
son invariantes. Por esta razón se utilizan métodos estadísticos para su estudio y
predicción. Además, la existencia de escalas muy dispares hace que, aunque los flu­
jos turbulentos parezcan caóticos e impredecibles, también se puedan encontrar
estructuras coherentes (movimientos organizados) dentro de ese mar de irregulari­
dades aleatorias. En este caso, su aleatoriedad se refiere a la localización exacta y a
cuando se desarrollan.
254 Capítulo 1 O Modelización de la turbulencia

o Vorticidad. Es imprescindible que exista vorticidad para que un flujo pueda ser
turbulento. De hecho, todo flujo turbulento es rotacional (V x ¡; >' O), con
importantes niveles de vorticidad que fluctúan en el tiempo y en el espacio de
forma coherente (estructuras o vórtices coherentes), y en los que la deformación
de los vórtices supone la esencia de la dinámica de la turbulencia.
o Difusividad (mixing). Los fenómenos turbulentos intensifican el transporte de
masa, momento y energía, debido a las fluctuaciones en las diversas escalas tur­
bulentas. En particular, las fluctuaciones a escalas macroscópicas producen efec­
tos de mezcla similares a los de carácter molecular (puramente difusivos), si bien
con longitudes de mezcla similares a las de los fenómenos convectivos.
Existen también otras particularidades para el flujo turbulento que conviene des­
tacar, aunque no sean tan fundamentales como las anteriores. Por ejemplo:
o Tridimensionalidad. Las escalas más pequeñas de la turbulencia tienen un
carácter muy isotrópico, lo cual implica la necesidad de tener flujo tridimensio­
nal. Las escalas más grandes, asociadas a las longitudes características del flujo
analizado, pueden presentar un comportamiento bidimensional o plano, pero
éste se va generalizando a tridimensional según se avanza en la cascada de ener­
gía (v. apartado 10.2).
o Disipación. Los flujos turbulentos son siempre disipativos. Necesariamente han
de disipar energía en las escalas más pequeñas, energía que se obtiene del flujo
principal y que se va redistribuyendo en forma de cascada mediante procesos de
deformación. Una vez desarrollado el flujo turbulento, la turbulencia tiende a
mantenerse (se retroalimenta) mediante un aporte continuo de energía. Si no
existe ese suministro de energía, la turbulencia decae rápidamente.
o Altos números de Reynolds. La turbulencia se origina por inestabilidades en el
flujo laminar. A partir de ciertos números de Reynolds, dependientes del tipo de
aplicación, las irregularidades en las capas de cortadura se vuelven inestables,
amplificándose y activando los mecanismos turbulentos. El flujo se desordena y
deja de ser laminar.
Por tanto, la turbulencia es un fenómeno muy complejo y vortical, con escalas
muy dispares que van desde el tamaño característico del flujo (un diámetro, una
longitud típica del problema) hasta escalas disipativas muy pequeñas. Aun siendo
pequeñas, estas escalas disipativas están lejos de las escalas de longitud molecular
por lo que aún se pueden emplear las ecuaciones de la Mecánica de Fluidos para
medio continuo.
La dinámica de la turbulencia es función del flujo y, dada su naturaleza, requiere de
varios niveles de aproximación para describirla. Por esta razón, no existe una "teoría
de la turbulencia" de aplicación general, sino múltiples modelos creados específica­
mente para diferentes problemas, que se discuten a partir del apartado 10.4.
10.1 ¿Qué es la turbulencia? 255

Finalmente, para ilustrar todas estas ideas, en la figura 10.1 se muestra la evolu­
ción característica de la velocidad en un punto P por el que transcurre un flujo tur­
bulento. El lector puede imaginar que dicha velocidad (gráfico de la izquierda)
corresponde a la medida hecha detrás de un objeto en la región de la estela turbu­
lenta, cuando el flujo ya está perfectamente establecido. Las líneas negra y gris
corresponden a dos medidas de idéntica duración, en el mismo sitio y con mismo
flujo incidente totalmente desarrollado.
Efectivamente, a la vista de los resultados de la figura, podemos concluir que la
traza de la velocidad reproduce las características ya descritas:
o La velocidad fluctúa aleatoriamente en el tiempo, con oscilaciones de diferente
amplitud que responden a las diversas escalas de la turbulencia.
o Por tanto, el campo instantáneo (variable u), es impredecible, puesto que cual­
quier mínima perturbación produce cambios en la velocidad en el instante inme­
diato.
Además, cada una de las dos medidas (líneas negra y gris) son diferentes, pero su
valor medio es el mismo. Esto demuestra que las propiedades estadísticas del flujo
turbulento son unívocas y de ahí el interés en resolver el problema de la turbulencia
desde un punto de vista estadístico. Lo mismo ocurre con la fluctuación (gráfico
l O.Ib), elevada al cuadrado para poder calcular su media (la media de la fluctuación
es por definición cero, al estar centrada en la propia media de la velocidad). La fluc­
tuación cuadrática es distinta en ambas medidas, pero si se promedia el tiempo sufi­
ciente, el valor medio también es único, y converge hacia lo que se llama nivel de
turbulencia, que mide la intensidad de las fluctuaciones.

36

4
Tiempo, [ms]

Figura 10.1 (a) Traza de velocidad en flujo turbulento. (b). Nivel de turbulencia instantánea.
256 Capítulo 1 O Modelización de la turbulencia

10.1.2. La ubicuidad de la turbulencia'!'


El movimiento turbulento es el estado natural de la mayoría de los fluidos: el aire
que respiramos al pasar por nuestra laringe, la convección natural del aire que nos
rodea en una sala de cine, la hojarasca que se arremolina bajo un árbol del parque en
una tarde otoñal o el humo que asciende por la chimenea cuando nos acurrucamos
junto al fuego de la hoguera.
También en el ámbito tecnológico prácticamente la totalidad de los flujos son turbu­
lentos. Por ejemplo, el flujo que se establece en el interior de conductos, el flujo interno
que intercambia energía con las turbomáquinas, la transmisión de calor en calderas y en
cámaras de combustión o la aerodinámica externa en vehículos y aviones que los inge­
nieros necesitan conocer para realizar sus diseños. La turbulencia modifica significativa­
mente parámetros como la resistencia a la fricción, la transmisión de calor o la capacidad
de mezcla, por lo que su comprensión y caracterización es imprescindible.
La turbulencia también se manifiesta a gran escala, en el patrón de corrientes de los
océanos o en las condiciones atmosféricas de nuestro cielo. En la geofísica está involu­
crada en las corrientes convectivas que se establecen en el núcleo terrestre, responsa­
bles del mantenimiento del campo magnético de la tierra, y en la astrofísica permite
entender los ciclos de las erupciones solares o cómo se arremolinan las galaxias en el
corazón del universo. Es la naturaleza ubicua de la turbulencia, que la hace tan intri­
gante como imprescindible en nuestra concepción de la naturaleza y de la ciencia.

10.1.3. El origen de la turbulencia: inestabilidades


Se dice que un fenómeno físico es estable cuando, ante pequeñas perturbaciones,
éste permanece invariante, imperturbable en el tiempo. Una modificación razona­
blemente pequeña de las condiciones iniciales no altera significativamente la situa­
ción de equilibrio.
Un flujo laminar es estable ante pequeñas perturbaciones cuando se satisfacen
ciertas condiciones. Cuando esto no sucede, perturbaciones infinitesimales crecen
espontáneamente y se amplifican modificando completamente el estado inicial.
Estas perturbaciones generan nuevas perturbaciones, que a su vez producen nuevas
perturbaciones en un proceso degenerativo que destruye la estructura original del
flujo hasta establecer un flujo turbulento con multitud de escalas diferentes. Esta
dinámica de la inestabilidad es el origen de la turbulencia y ocurre cuando el núme­
ro de Reynolds es suficientemente grande.

Una visión clásica: el experimento de Reynolds


La diferencia entre flujo laminar y turbulento fue establecida en 1883 por el cientí­
fico y matemático británico Osborne Reynolds mediante un sencillo dispositivo

l. Adaptado de Davidson, P:t\., 'fi,rlm/ence: A11 íntrodsutionJor Scimlis/s 1111d E11gi11eers, 2004, Oxford Univcrsity Prcss.
10.1 ¿Qué es la turbulencia? 257

que le permitió visualizar los dos tipos de flujo. En su experimento, inyectó un


colorante en el seno de un líquido que circulaba por un largo tubo de sección cir­
cular constante. Reynolds observó que, para caudales "suficientemente pequeños",
la estela del colorante permanecía como una línea bien definida a medida que éste
fluía. Para caudales "intermedios", la estela del colorante fluctuaba en el tiempo, e
incluso se observaban destellos intermitentes de comportamiento irregular. Por
último, la estela del colorante se volvía borrosa casi de inmediato para caudales
"suficientemente grandes" y se dispersaba por la tubería de forma aleatoria. Estas
tres características son las que se denominan flujo laminar, flujo de transición y
flujo turbulento.
A partir de esta observación, Reynolds constató que la existencia de uno u otro
tipo de flujo dependía del valor que tomase la agrupación adimensional de variables
vD/v, función del diámetro del conducto, de la velocidad media del flujo y de la
viscosidad cinemática del fluido. Este parámetro fue bautizado en su honor como
número de Reynolds y en él se establece el balance entre las fuerzas inerciales y las
fuerzas viscosas que actúan en el flujo. En todos los flujos existe un valor de este
parámetro para el cual se produce la transición de flujo laminar a turbulento, deno­
minado habitualmente como Reynolds crítico.

Transición a la turbulencia
La transición a la turbulencia puede seguir diferentes mecanismos. En todos ellos, sin
embargo, comienza en un punto de inestabilidad que inicia el proceso de amplifica­
ción de inestabilidades que desemboca en la estructura caótica final. Además, dicha
inestabilidad suele estar relacionada con la presencia de un punto de inflexión en el
perfil de velocidades que desencadena el proceso de formación de vórtices.
En general, la transición queda asociada a la existencia de inestabilidades en la
capa de cortadura del flujo (shear flow). Una capa de cortadura es una región de
flujo en la que existen altos gradientes de velocidad. Las velocidades a ambos lados
de la superficie de separación son muy diferentes, lo que da lugar a una interfaz muy
fina donde la velocidad varía bruscamente. Estas capas aparecen tanto en flujos
externos como internos; claros ejemplos son el flujo en una estela, un chorro o las
capas límites sobre superficies (v. figura 10.2).
La forma de la transición y el momento en que acontece dependen, por tanto, del
tipo de flujo. En la tabla JO.! se muestra el valor típico para el cual se inicia la transi­
ción en diversas situaciones. En el caso de estelas y chorros, se generan inestabilida­
des que producen enrollamiento de vórtices (v. figura 10.2) y estructuras vorticales
muy tridimensionales. En el caso de capas límites sobre superficies o en el interior
de tuberías, la transición se asocia a brotes de turbulencia que rápidamente se
expanden y cubren todo el dominio.
258 Capítulo 1 O Modelización de la turbulencia

Tabla 10.1 Valores típicos para inicio de transición turbulentaª.

Flujo externo
Flujo externo (alrededor Convección
(a lo largo de una Flujo interno
de un obstáculo) natural
superficie)

Re, = pUx 2: 5 · 105 Re0 = pUD 2: 2 · 104 Re0, = pUD, 2: 2300


Ra � 109 Pr
/l /l /l

a. El número de Rayleigh (Ra) es el número adimensional asociado con la transferencia de calor en el interior del
fluido y que permite discriminar cuándo la transferencia de calor se produce principalmente por conducción o
cuándo se produce principalmente por convección. Así mismo, el número de Prandtl (Pr) es el numero adimen­
sional que compara la transferencia de calor producida por los efectos de arrastre del flujo (viscosidad) frente a
los que se producen por la propia conductividad del fluido y que permite discernir cuál de ellos es dominante.

Flujos de cortadura: estelas, chorros, capas de mezcla y capas límite

Existen dos grandes grupos de flujos de cortadura: los libres, que ocurren lejos de la
influencia de contornos sólidos y los de pared, desarrollados por efecto de paredes
colindantes. Los tres ejemplos típicos de flujos de cortadura libres son las estelas, los
chorros y las capas de mezcla (mixing layers).
Las estelas se producen aguas abajo de un obstáculo inmerso en la corriente
fluida, de forma que coexisten una región de fluido lenta rodeada de una región de
fluido rápida (v. ejemplo en figura 10.1).
En el caso de los chorros, típicamente se tiene un flujo a alta velocidad rodeado
por un flujo prácticamente estacionario. De esta forma, es habitual que, por conve­

Enrolla miento (roll-up) de vórtices


Escalas
pequeñas Escalas

Figura 10.2 Transición en un chorro turbulento. (a) Inestabilidades en la capa de cortadura. (b) Visuali­
zación de un chorro turbulento (imagen cortesía de Fukushima y Westerweel): identificación de escalas.
10.2 Escalas de la turbulencia: la cascada de energía 259

niencia, en la bibliografía se analice las estelas como chorros negativos. La figura


10.2 muestra la estructura de un flujo turbulento de forma esquemática, comparada
con una visualización experimental, en la que además se describen los mecanismos
de inestabilidad que ponen en marcha la transición. Se observa claramente cómo el
flujo turbulento contiene un gran espectro de escalas vorticales: escalas grandes,
comparables con el diámetro característico del chorro, coexisten junto con vórtices
pequeños. Es importante observar las irregularidades de la zona de cortadura que, al
enrollarse, arrastran fluido de los alrededores y permiten al chorro expandirse en la
dirección del movimiento.
Las capas de mezcla, en un mecanismo análogo al de los chorros, forman una
interfaz con dos regiones, una rápida y una lenta, que progresivamente se enrolla y
se degenera según la inestabilidad de Kevin­Helmholtz, formando vórtices en la
dirección del movimiento que aumentan cada vez más el espesor de la capa.
Finalmente, los flujos cercanos a la pared están caracterizados por la capa límite.
Los casos más simples son los de un flujo sobre una placa plana, el flujo en un con­
ducto circular o el flujo en canal entre placas planas. Todos ellos presentan caracte­
rísticas similares en la estructura de la capa límite. Los detalles de la misma se han
discutido con detalle en el capítulo 8, apartado 8.3.3.

Capa límite turbulenta Chorro turbulento Estela turbulenta

Figura 10.3 Flujos de cortadura.

10.2 Escalas de la turbulencia: la cascada de energía

Ya sabemos que la turbulencia contiene un amplio espectro de escalas espaciales y


temporales. Típicamente, los vórtices de mayor tamaño interaccionan con el flujo prin­
cipal, extrayendo energía de él. Físicamente, esto es posible gracias a que el propio flujo
convectivo deforma esos vórtices más grandes, confiriéndoles energía en el proceso.
También se ha visto que existen escalas más pequeñas de la turbulencia, clara­
mente disipativas, y que constituyen el punto final del fenómeno de disipación de
energía. Ahora bien, ¿cómo se produce la transferencia de energía desde esas escalas
grandes a las pequeñas?
260 Capítulo 1 O Modelización de la turbulencia

Richardson (1922) fue el primero en introducir el concepto de cascada de ener­


gía para describir el proceso por el cual estos vórtices más grandes se dividen en
estructuras más pequeñas a las cuales pasan energía, así sucesivamente hasta llegar a
las escalas puramente disipativas. Este proceso de ruptura se produce en cascada,
por lo que en un movimiento turbulento coexisten una gran variedad de escalas,
correspondientes a los distintos tamaños de vórtices, los cuales son arrastrados y
estirados por la acción de los gradientes del flujo promedio dominante y por su inte­
racción con los demás vórtices. Este proceso de división continúa hasta que la escala
de los vórtices es tan pequeña que su número de Reynolds no es lo suficientemente
grande como para que la inestabilidad persista. En esos vórtices pequeños, la energía
cinética contenida en los vórtices se transforma en calor por disipación viscosa
(v. figura J0.4a).
En cierto modo, hablar de vórtices para describir las escalas de la turbulencia no
deja de ser una convención, inspirada en la observación de la realidad (tal y como
constató Leonardo da Vinci en sus diferentes escalas de movimiento, figura I0.4b).
En realidad, la estructura de la turbulencia es mucho más compleja y puede adoptar
formas diversas como láminas, toroides, filamentos alargados, tubos alabeados, etc.
Así mismo, es lógico hablar de la cascada de energía en términos de vórtices que se
rompen o subdividen en otros más pequeños, aunque realmente lo que ocurre es
que la energía se redistribuye como consecuencia de la distorsión en la forma de esas
estructuras vorticales.

Escalas de turbulencia Torbellinos en el agua

:::@ 8\0[.) é
(Richardson, 1922) (Leonardo, 1500 aprox.)
Generación de Disipación de
energía turbulenta energía turbulenta

(?4

grandest­ c_s_
a a_d_a
c _d__e n_e_
e g_í
r _­­+pequeñas
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RANS�L- - - _ !_ _ �'!!.- - -- _ _!I�
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,lte�s-
a �---�
(a) (b)

Figura 10.4 Escalas de la turbulencia y proceso de cascada de energía. (a) Esquema conceptual de
Richadson (adaptado de Fluent v6.3 ­ User's guide, 2006). (b) Idea intuitiva de Leonardo.

Para números de Reynolds altos, la viscosidad no influye en la cascada de ener­


gía; únicamente tiene importancia en las escalas más pequeñas. Por esta razón, es
una buena idea dividir toda la cascada de energía en tres subdominios:
10.2 Escalas de la turbulencia: la cascada de energía 261

o MacroescaJa. Asociada a los vórtices más grandes; con velocidades, longitudes y


tiempos característicos U, L y T, donde normalmente a L se le denomina longi­
tud de escala integral. Si se define el número de Reynolds del flujo como
Re¡ = uof/v, donde C es una longitud característica y u0 es la velocidad pro­
medio del flujo, el número de Reynolds correspondiente a estas escalas resulta
ser del orden al del flujo principal: Re1 � ReL = UL/v. Estos grandes torbelli­
nos dependen de las condiciones de contorno y son claramente anisotrópicos
(dependientes de la dirección).
Los vórtices de la macroescala interaccionan con un tiempo característico que se
puede expresar lógicamente como L/U, de modo que la tasa por unidad de
tiempo a la que transfieren energía (cinética: U2) será del orden de:

(10.ll

Es interesante comprobar que la energía específica disipada en estas escalas se


puede estimar como

resultando ser despreciable cuando se compara con la energía transferida a esca­


las inferiores, ya que: nL/<PL = ReL » l.
o Subrango inercial. Es la zona de escalas intermedias en las que se produce bási­
camente una progresiva transferencia de energía hacia las escalas disipativas. De
forma genérica se definen unas escalas típicas de longitud, 1, velocidad, u1, y
tiempo, t, comprendidas entre las macroescalas y las microescalas. Este rango
intermedio es más ancho cuanto mayor es el número de Reynolds, correspon­
diendo con la observación de que las escalas disipativas son más pequeñas a
mayores números de Reynolds.
Para discutir la importancia del subrango inercial es necesario introducir la idea
de espectro de energía turbulento. Este tipo de representación se obtiene cuando
se pasa al dominio de la frecuencia una traza de velocidad instantánea como la de
la figura 10.1 (a). De esta forma, es posible representar la distribución de la ener­
gía turbulenta en función del rango de longitud de onda (o tamaño de oscilación)
de las fluctuaciones, donde el número de onda, K, se puede relacionar con el
tamaño característico de vórtice según ,e � 211: U/ 1 , o en el caso de un espectro
temporal (que es lo habitual), ,e � 211:/l. Puesto que el espectro de energía tur­
bulenta, E(,c), es más o menos la representación matemática de la cascada de
energía, parece evidente que su distribución frente a ,e pueda dividirse en las tres
mismas zonas en que estamos separando la cascada (v. figura 10.5). Además, la
262 Capítulo 1 O Modelización de la turbulencia

zona intermedia, denominada de subrango inercial, queda caracterizada por una


evolución lineal (de pendiente ­5/3) en escala logarítmica, según la ley universal
conocida como ley de Kolmogorov (1941):

(10.2]

donde a es una constante, normalmente sobre 1,5, y E es la tasa de disipación vis­


cosa que se estima en la microescala (v. ecuación 10.5).
Téngase en cuenta que en el subrango inercial toda la energía que contienen las
escalas intermedias ha sido transferida de las escalas grandes, por lo que se cumple,
aproximadamente, que: n,""' nL => U3C1 = u¡l­1• Con esta expresión, se
obtiene una relación entre los números de Reynolds de ambas escalas como:

(10.3]

Como el cociente de longitudes todavía no es muy pequeño, el número de Rey­


nolds asociado a la escala es grande y la disipación de energía todavía es despre­
ciable.
o Microescala. Es la escala más pequeña, en la que el número de Reynolds local es
aproximadamente la unidad. Las escalas características se denotan como r¡ para
la longitud, u,1 para la velocidad y r para el tiempo. Aplicando razonamientos

Generación
de energía

K, <n/; f(Re) K, - ,r/17


Vórtices según L y u Vórtices según v

Figura 10.5 Espectro de energía turbulenta (escala logarítmica, adap­


tado de Davidson, 2004).
10.2 Escalas de la turbulencia: la cascada de energía 263

similares a los anteriores, se concluye que la energía transferida a la microescala


es n n = n 1 = n L "" U3 e 1 = u�,¡­1, expresión matemática que resume la idea
de la cascada de energía. Además, puesto que la energía transportada es del
mismo orden que la disipada (Re,1 = 1), la/;presión análoga a la ecuación 10.3
para esta escala resulta ser Re,1 = ReL ( n] L) I = l. O lo que es igual:

(10.4]

expresión que relaciona las longitudes características de la macroescala y la


microescala. Nótese que la tasa de disipación viscosa, e, en la microescala es del
orden de e = vu�r¡-2 (se deduce análogamente a cómo se hizo en la macroes­
cala) y que puede relacionarse con la ecuación 10.1 gracias a la cascada de ener­
gía:

(10.5]

Combinando 10.S con el número de Reynolds (u,1r¡/v = 1), se obtienen expre­


siones muy útiles de todas las escalas disipativas (longitud, velocidad y tiempo)
en función, precisamente, de la disipación de energía:

(10.6]

Estas escalas se conocen como escalas de Kolmogorov. Finalmente, haciendo uso


de la relación 10.5, E - U3 / L, es inmediato deducir la relación entre las escalas
de Kolmogorov y las escalas integrales o macroescalas:

(10.7]

La importancia de estas expresiones se analizará en el apartado 10.4. En particu­


lar, ya se adivina que para números de Reynolds altos (los flujos industriales se
sitúan normalmente entre 105 y 108), las escalas de Kolmogorov son extremada­
mente pequeñas, resultando computacionalmente prohibitivo resolverlas directa­
mente y haciendo imprescindible la utilización de modelos de turbulencia en las
simulaciones.
264 Capítulo 1 O Modelización de la turbulencia

10.3 El problema del cierre de la turbulenciac21

En la figura 10.1 se ha ilustrado una idea fundamental sobre la turbulencia: a pesar


de la naturaleza completamente aleatoria de la velocidad instantánea u, las propie­
dades estadísticas del campo de velocidades, corno su media u o la media de la fluc­
tuación cuadrática ;;;,, sí son reproducibles y esperables. Por lo tanto, esto sugiere
que cualquier teoría que se quiera formular sobre la turbulencia debe basarse en
cantidades estadísticas. Sin embargo, el problema surge cuando se trata de obtener
las ecuaciones de gobierno para las variables estadísticas a partir de las ecuaciones de
Navier­Stokes,

Para obtener las ecuaciones de gobierno de las variables estadísticas se debe apli­
car el operador estadístico que corresponda (promedio temporal, filtro espacial,
etc.) sobre las ecuaciones generales de gobierno. Al ejecutar esta operación matemá­
tica, siempre ocurre que el sistema de ecuaciones resultante no está cerrado, puesto
que aparecen más incógnitas estadísticas que relaciones disponibles. Este hecho es el
que se conoce corno problema de cierre en la turbulencia, y que aparece como con­
secuencia del término no lineal difusivo en la ecuación de gobierno.

Para ilustrar brevemente esta idea, se procede ahora a considerar la sencilla ecua­
ción unidimensional du/dt =­u', corno en ocasiones precedentes. En el instante
inicial t = O, se fija que el valor de la velocidad adopte un valor aleatorio compren­
dido entre 1 y 2, de modo que u presentará posteriormente una traza cambiante en
cada realización del experimento, y se repite la experiencia 1000 veces para esa
misma condición inicial cambiante. Corno decíamos, lo que realmente interesa es el
valor esperable de la variable, algo que está asociado al valor estadístico de la misma,
no a su valor instantáneo. Por tanto, se introduce un operador estadístico genéri­
co en la ecuación, ( ), que nos permita encontrar la solución para (u). Supo­
niendo un operador lineal (corno, por ejemplo, el promedio de esas 1000
repeticiones), este nuevo operador y el operador derivada son intercambiables,
resultando: d(u)/dt = ­(u'). Desafortunadamente, nos encontrarnos con que
aparece una nueva variable desconocida: (u'). Por supuesto, podernos encontrar
una ecuación para resolver esta nueva incógnita si multiplicarnos por u la ecua­
ción original y luego aplicarnos el operador estadístico, llegando a:
d(u')/dt = ­2(u3), pero a costa de que en esta ecuación aparezca ahora la
incógnita (u
3 ).
Está claro entonces que si se trata de establecer una jerarquía para las
ecuaciones que describen la evolución de las sucesivas variables (u"), siempre se ter­
mina por tener más incógnitas que ecuaciones. Esta idea fundamental es lo que sub­
yace en el problema de cierre para la turbulencia en las ecuaciones de Navier­Stokes,

2. Adaptado de Davidson, P.A., 'forlm/e,,re: A11 lmroduaiou for Sdenlislr and E11gi11eerr, 2004, Oxford
10.4 Aproximaciones numéricas para el tratamiento de la turbulencia 265

Es realmente sorprendente observar cómo por un lado se tienen las variables fun­
damentales del flujo, como la velocidad u que se comporta aleatoriamente, y por otro
lado se tienen las ecuaciones de gobierno, cuya defmición es completamente determi­
nista para u. Inversamente, las propiedades estadísticas de u se comportan de forma
esperable, reproducible, pero lamentablemente no es posible disponer de un sistema
cerrado de ecuaciones que describa su evolución. Así, el problema del cierre de la tur­
bulencia implica que no pueden existir teorías estadísticas rigurosas para el análisis de
la turbulencia, siendo necesaria la introducción de modelos basados en hipótesis sim­
plificativas, razón por la cual la turbulencia permanece como el último problema sin
resolver por la física clásica.

10.4 Aproximaciones numéricas para el tratamiento


de la turbulencia

La solución numérica para flujos turbulentos puede abordarse desde distintos nive­
les de aproximación, proporcionando así descripciones del flujo con mayor o menor
detalle. Esto se consigue en función del número de escalas de la turbulencia que se
quieran resolver en la simulación, o lo que es igual, en función de la cantidad de
energía cinética turbulenta que se vaya a transportar en las ecuaciones constitutivas.
En general, se distinguen tres aproximaciones diferentes: la simulación numérica
directa (DNS), en la que usa una malla extremadamente fina para poder resolver
todas las escalas de la turbulencia (desde las integrales hasta las disipativas); la simula­
ción de vórtices grandes (LES), con mallas menos densas que permiten resolver sólo
los torbellinos grandes que transportan entre el 50 y el 80% de toda la energía cinética
turbulenta; y finalmente la simulación RANS (ecuaciones de Navier­Stokes prome­
diadas por Reynolds) en la que todas las escalas se modelizan mediante el uso de
modelos de turbulencia.
Aunque algunos flujos sencillos se han resuelto utilizando simulación directa (DNS),
no es posible emplearla de forma sistemática para resolver problemas industriales de
interés práctico (I­CFD) debido a su coste computacional prohibitivo. Por esta razón, se
emplean habitualmente los métodos RANS y en ciertas ocasiones las técnicas LES, que se
analizan más en detalle en apartados posteriores. Pero antes, veamos las serias limitacio­
nes de las simulaciones directas que se derivan de la misma cascada de energía.

10.4.1. Simulaciones directas (DNS)


En las simulaciones directas todas las escalas turbulentas, incluidas las escalas disipativas
de Kolmogorov, r¡, deben ser resueltas. Evidentemente, de la ecuación 10.4 se deduce que

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