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pensamiento”
Publicado el 10 de diciembre de 2021
Escribe Alma Bolón en Letras
10 minutos de lectura
INGRESÁ
Las obras de Flaubert que hoy nos atraen, creo yo, se entienden
en el marco de este propósito: contar historias hechas de lugares
comunes, de discursos prefabricados, de ideas recibidas, de
doctrinas ajenas, de mala literatura, de dogmas, de eslóganes, de
mitos, de modas, de mitos a la moda.
Obras en las que, como también expresa Flaubert, “no se
encuentre ni una sola palabra de [su] cosecha”, ni una sola
palabra que pueda ser imputada al autor, presente en todos lados
y en todos lados invisible, de manera absoluta. Queda creada
así, con esta manera absoluta de ver −con estilo− una sociedad
parlanchina, oportunista, supeditada a las conveniencias, a la
corrección, al orden. Pocos personajes son algo más que seres
exclusivamente hablados por los lugares comunes del discurso
recibido: Emma Bovary, claro; Dussardier en La educación
sentimental. Y en “Un corazón simple”, Félicité, sirvienta
analfabeta cuya pasión mística revela la afinidad entre adorar a
Lulú, su loro amado y embalsamado, y adorar al eclesiástico
espíritu santo hecho paloma.