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En segundo lugar, la visión objetiva del valor que tenían los economistas clásicos, basada en la
dificultad de producción, contrasta con la visión subjetiva del enfoque marginalista, basada en la
valoración de la utilidad de las mercancías por parte de los consumidores.
La distribución de la renta no era más que un caso específico de la teoría de los precios en el
contexto del enfoque marginalista (en el que se refería a los precios de los «factores de
producción»), mientras que para el enfoque clásico era un problema con características
autónomas, que se refería al papel de las diferentes clases sociales y sus relaciones de poder.
Podríamos decir, de hecho, que, mientras aplicó la noción de equilibrio a las elecciones de los
agentes económicos individuales, el ámbito en el que tenía lugar la actividad económica
(conocimiento limitado, aprendizaje) hacía de la coordinación de tales elecciones un proceso
ciertamente muy complejo, de manera que la noción de equilibrio se mostraba difícil de aplicar
al sistema económico en su conjunto.
Keynes
El «punto de demanda efectiva» es definido por Keynes como el punto de encuentro de dos
curvas: una función de oferta agregada y una función de demanda agregada. Un punto a
destacar aquí es que estas dos curvas son conceptualmente diferentes de las curvas de oferta y
demanda tradicionales. A primera vista, todavía son dos funciones que relacionan precio y
cantidad; de hecho, sin embargo, estas dos funciones relacionan el número de trabajadores
empleados con las valoraciones de los empresarios con respecto a los costes, por una parte, y a
los ingresos, por otra. Dicho con más precisión, la función de oferta agregada relaciona N, el
número de trabajadores empleados, representado en el eje horizontal, con una variable Z,
representada en el eje vertical, y definida como «el precio de oferta agregada del output que
procede de emplear N hombres», mientras que la función de oferta agregada relaciona N con
una variable D (representada como Z en el eje vertical), y definida como «los ingresos que los
empresarios esperan obtener por el empleo de N hombres».
En otros términos, Z indica los ingresos mínimos esperados necesarios para convencer a los
empresarios de que empleen N trabajadores. Para cada valor dado de N, Z es, pues, igual al
coste total que los empresarios esperan tener que soportar si emplean a N trabajadores.
Evidentemente, el coste total no incluye sólo los salarios, sino también los costes de las
materias primas, y los gastos generales que comprenden la amortización del capital fijo, más un
beneficio suficiente para inducir a los empresarios a proseguir su actividad. A la inversa, D indica
cuánto esperan ganar los empresarios por la venta en el mercado del producto que esperan
obtener empleando a N trabajadores. Por lo tanto, ambas curvas expresan el punto de vista —
las valoraciones— de la misma categoría de agentes, los empresarios, no el de dos grupos
diferentes y opuestos de compradores y vendedores (consumidores y productores
El «punto de demanda efectiva» es aquel en el que D=Z. Así pues, nos dice cuál es el nivel de
ocupación esperado, y, por lo tanto, de producción, dadas las expectativas a corto plazo de los
empresarios respecto a costes e ingresos.
Multiplicador
Entre aquellos que muestran fe en los poderes equilibradores del mercado y hostilidad ante la
intervención del Estado en la economía, destaca la escuela de Chicago. Milton Friedman (n.
1912, premio Nobel en 1976) es el líder reconocido de dicha escuela. Este autor desarrolló una
teoría del dinero distinta de la de Keynes, adoptando y desarrollando las tesis de la vieja teoría
cuantitativa. En particular, a largo plazo, si no a corto, el nivel de equilibrio de la renta depende
de factores «reales» como la dotación de recursos, la tecnología y las preferencias de los
agentes económicos; la velocidad de circulación del dinero se considera una función estable de
las tasas de rendimiento de las diversas clases de activos (dinero, bonos, bienes, capital
humano). Por lo tanto, Friedman sostenía que los acontecimientos monetarios, en particular la
oferta de dinero (que se supone exógena, esto es, suficientemente independiente de la
demanda de dinero), sólo pueden influir en la renta y el empleo a corto plazo; a largo plazo las
variaciones de la oferta de dinero influyen en el nivel general de precios. En otras palabras, la
curva de Phillips adopta una pendiente negativa sólo a corto plazo, pero se convierte en vertical
a largo plazo.