Martin Heidegger es probablemente el filósofo más original e influyente del
siglo XX. A pesar de la oscuridad de sus textos y de lo escapadizo y ambiguo de
muchas de sus posiciones intelectuales, sus ideas han dado forma a numerosas posturas del pensamiento contemporáneo. Heidegger desea construir una antropología ontológica, en la que el hombre es presentado como la puerta de acceso al ser, el espacio luminoso donde el ser se revela como Dasein o ser-ahí. Nuestro filósofo aplica al hombre el método fenomenológico, es decir, parte del hombre tal como lo percibe y deja que se manifieste, a fin de comprenderlo en su realidad. El hombre es para Heidegger un ser-en-el-mundo, que debe realizarse a sí mismo en un tipo de existencia, cuyo rasgo más saliente es la temporalidad. El ser humano de Heidegger es facticidad y posibilidad. Facticidad significa que ha sido «arrojado» a la existencia, pero esa limitación radical contiene las semillas de un proyecto vital que el hombre debe llevar a cabo para lograr la autenticidad a que le obliga su condición. El pensamiento heideggeriano desestima cualquier dimensión religiosa o creyente, y se mueve siempre dentro de un horizonte «ateo». La muerte ocupa un lugar esencial en todo el sistema. En ella conquista el hombre la totalidad de su vida. Sólo mediante la muerte deviene un todo la vida humana, porque la muerte la limita, la informa y la preserva de desfigurarse. Es evidente que a pesar de las intuiciones válidas que reposan en la base de la filosofía de Heidegger, éste ha dejado sin resolver asuntos cruciales que afectan de modo inevitable a la existencia humana. «Lo que le falta a Heidegger es una lectura metafísica tanto del ser como del hombre mismo»8. En el siglo XX, las propuestas filosóficas acerca del hombre se han multiplicado de manera exponencial. Casi todos los pensadores de alguna importancia han ofrecido su propia visión antropológica. Así lo han hecho Ernest Bloch (el hombre utópico), Sigmund Freud (el hombre instintivo dominado por el inconsciente), Ernst Cassirer (el hombre simbólico), Jean-Paul Sartre (el hombre aburrido presa de la náusea vital), Paul Ricoeur (el hombre falible), Gabriel Marcel (el hombre problemático abierto a la esperanza), Martin Buber (el hombre dialógico), Arnold Gehlen (el hombre carencial y de la cultura), Michel Foucault (el hombre arqueológico, producto de la civilización)… Esta variedad de concepciones es una muestra de creatividad y también de la desorientación que contamina y hiere un asunto tan crucial como la idea del hombre. Esta idea necesita una construcción que tenga en cuenta lo mejor y más sólido que haya producido la reflexión humana a lo largo de los siglos.
El Existencialismo Surgió en El Periodo Que Discurrió Entre Las Dos Guerras Mundiales y Se Desarrolló Con Fuerza en Los Años Cuarenta y Cincuenta Del Siglo XX