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Santino Cruz.
6 de Junio de 2022.
Alba y yo.
6 de junio de 2022.
El amor jamás se extingue.
(1 Corintios 13:8a)
A PRIMERA VISTA.
Después de tantos años de búsqueda, años de
intentar, de fracasar y no encontrar a nadie que me
hiciera sentir lo que se siente ser amado por
alguien especial. Luego de desistir y sentirme
desilusionado por no ser lo que nadie esperaba.
Después de tantos rechazos y de la frustración de
sentirme tan solo.
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aroma que emanaba de su ser. Por un momento
pensé en seguir sus pasos, pero aparte de que no vi
por dónde se fue, no me creí capaz de hacerlo,
mucho menos de saber qué decir, si acaso ella me
regalaba un poco de su tiempo. Seguramente haría
el ridículo, ¡Igual que siempre!
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Unos días después, cuando ya se desvanecía el
ánimo, cuando comencé a creer que solo estaba
ahí de paso aquel día. Cuando traté de hacerme a
la idea de que no volvería a verla y volví a la
misma rutina, pasar el rato con mis amigos y
fumar como un anciano. Fue entonces cuando
sucedió.
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ella y tratar de hablar un poco. Intenté, pero no
pude. Pues no fui capaz de decir palabra alguna.
Me limité a observarla por el breve instante que
estuvo presente. Probablemente haciéndola sentir
incómoda, tal vez acosada. Por lo que decidió
marcharse al cabo de unos cuantos minutos. Y con
mi mirada sobre ella todo el tiempo. Esperando
que en algún momento se cruzara con la suya.
Ahora estaba seguro; ella era la mujer. Era a quien
yo esperaba. Pero ahora me sentía incapaz de
conseguir conquistarla. Ahora el miedo al rechazo
se volvía mucho mayor. Tenía miedo a intentar y
fallar, a que se alejara y no volviera a saber más de
ella. Sentí tanto miedo a tantas cosas absurdas,
que por momentos creí que sería mejor no decirle
ni una palabra. Nunca había sentido confusión así.
Esto para mí era una buena señal, pues esto
significaba que esta vez era diferente. Pero
también podría ser que si me arriesgaba, podía
quedarme peor que antes y la decepción sería aún
más grande.
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Desechándolas todas al final. Pues no sabía si
acaso sería capaz de acercarme y hablarle. Por
momentos, me creía capaz y me decía a mí
mismo, que la siguiente vez si me atrevería a
hacerlo. Decirle que me gustaba y que me gustaría
conocerla mejor y, ¿Quién sabe?, tal vez llegar a
entablar una relación. Sin embargo, luego me
entristecía de pensar que sin duda me diría que no
había posibilidad de que eso sucediera.
Un día, se lo conté a uno de mis hermanos. Quien
al instante me dijo <<¡Estás enamorado!>>. Yo
dije que no era posible porque no la conocía, que
apenas la había visto y solo sabía su nombre.
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Esperé pacientemente hasta volver a verla, para
averiguar si en verdad era amor lo que yo sentí.
No tuvo que pasar mucho tiempo. Pues al
siguiente día, al llegar al lugar de costumbre, ella
estaba ahí. Y al verla otra vez, lo descubrí. No
podía ni hablar, las rodillas me temblaban, las
manos me sudaban bastante y sentía el corazón
empujando mi garganta, como si quisiera salir de
mi cuerpo, como si quisiera escapar de tan
bochornoso momento.
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Se fue el sol y vino la luna. Y de ella, ni una señal.
Llegaron mis amigos, jugando con un balón,
haciendo alboroto. Yo no les presté mucha
atención. Estaba concentrado en aquella esquina.
No quería que se escapara de mi vista si es que
acaso pasaba por ahí. Pronto, algunos de mis
amigos se fueron y otros se quedaron ahí también
por un rato. El señor de la tienda cerró su local, y
ella no llegaba. Se fueron mis amigos, se hizo
media noche y ella no vino. Se hizo de madrugada
y yo seguía sentado en el mismo lugar, con la
esperanza de verla una vez más. Me fumé media
caja de cigarrillos y ella nunca llegó.
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semanas transcurrieron, semanas en las que no
pasó nada interesante, más que el tedio de tener
que esperar a poder verla de nuevo.
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Era domingo y decidí acompañar a mi amigo
Ángel a la plaza. Llegamos, caminamos,
conocimos algunas chicas, hablamos con ellas,
nos despedimos y quedamos de volver a hablar.
Pero yo no dejaba de pensar en Alba. Quería verla
otra vez.
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—¡Hola! ¿A dónde vas? ¿Puedo decirte algo?
—¿Mañana?
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ME GUSTAS.
Después que pasaron tantos días sin poder verla.
Llegué a pensar muchas veces que tal vez no
volvería, que mi existencia para ella no tenía
ninguna importancia. Pero un día, como aquel en
que no la esperaba. La vi venir de nuevo. Todo mi
ser se estremeció. Me sentí vivo de nuevo y una
gran sonrisa invadió mi rostro. Expectante
acompañé su andar con la mirada mientras se
acercaba, hasta que, por fin estuvo frente a mí.
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Hasta que ella comenzó a hablar de nuevo. Para
preguntar con mucha insistencia si había alguien
especial en mi vida. Si acaso tenía una persona a
la cual dedicarle mi tiempo. Casi tartamudeando le
respondí que sí. Que había una chica que desde
unos días atrás, me había robado un montón de
suspiros, en la que pensaba todos los días y
deseaba ver en todo momento.
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Hasta después de un rato, fue que me decidí y
sacando valor de no sé dónde, simplemente se lo
dije:
—Sí, hay alguien que me gusta mucho.
—¿Yo la conozco?
—Y ¿cómo es?
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—¡Tú!
—¿Yo qué?
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para algunos un ladrón en potencia. Era todo eso
simplemente por mi modo de vestir.
—¡Demuéstramelo!
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manos y entrecerrando los ojos, se acercó
lentamente a mí. Por fin pude respirar su aliento
entrecortado, y luego, sin dudarlo más, la besé.
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Me arrepentí hacia mi interior de lo que acababa
de hacer. Tal vez me había aventurado demasiado.
Ahora estaba seguro de que me había equivocado.
Ella no pensaba en mí de la misma forma que yo y
acababa de cometer un gran error. Por un
momento quise huir, desentenderme de la
situación e intentar olvidar lo sucedido y esperar
que ella también lo olvidara. Pero a la vez quería y
necesitaba una respuesta. Tampoco quería
quedarme con una duda tan grande durante el
resto de mi vida. Consideré que era mejor saberlo
de una vez y resignarme a no ser lo que ella
deseaba, o llenarme de regocijo al obtener la
respuesta que quería escuchar.
—No sé.
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corazón se disiparon, se borró la sonrisa nerviosa
de mi cara para ser remplazada por un semblante
de decepción. Para mí eso era un no tratando de no
ser muy duro. Acabé de arrepentirme por haberme
arriesgado a tanto. ¡Claro! ¿Cómo era posible que
ella se fijara en mí? En un cholo ¿En qué estaba
pensando? El deseo de huir regresó con más
fuerza, quise dejarla con la palabra en la boca,
olvidándome por completo por el respeto que se le
debe a quien está diciendo algo. Estoy seguro de
que mis ojos me delataron, pues casi los sentí
inundarse por el sentimiento que luchaba por
desbordarse de mi ser.
—¡Ah! Y ¿Entonces?
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Solo me miró, sonrió, pero no respondió. Se
disculpó diciendo que ya era tarde, y dando una
suave palmada en mi hombro me dijo «adiós».
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cuando el sueño me venció, me había convencido
de que me diría que no.
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—No me dejan tener novio, pero… —pausa.
Cómo llegué a odiar esas pausas. Mi corazón latía
de prisa, acortando mi respiración, como lo hacía
siempre.
—Bueno. Ni modo.
Ella me miraba fijamente con un ligero gesto que
no sabía si sonreía o era un semblante triste.
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y húmedo que me pareció tan corto. Tanto que
desee besarla un poco más. Pero no quise lucir
desesperado y me conformé y me sentí satisfecho
con seguir abrazado a ella, tomando su cintura,
recargando mi cara en su hombro y sintiendo algo
que jamás había sentido. Todo había salido bien,
mejor de lo esperado. Por lo menos no dijo que
no.
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DIJO QUE SÍ
No podía creer que haya dicho que sí. Y era tanta
la emoción que no me cabía en el pecho. Su
respuesta me había hecho tan feliz, que se me
notaba. No podía disimularlo, la sonrisa de oreja a
oreja me delataba. Por lo que decidí mejor irme a
casa. Pasé el resto de la tarde viendo televisión sin
prestar mucha atención pues no dejaba de pensar
en ella. ¿Qué estaba haciendo? ¿estaba igual de
emocionada?
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Desconsolado y cabizbajo, caminé despacio hacia
mi casa. Pensando mil cosas. Triste porque fuimos
descubiertos demasiado pronto. Suponiendo que
tal vez ya no podría volver a verla. Imposible
saber qué pasó con ella al llegar a su casa. Esperé
a ver qué pasaba el día siguiente.
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era la excepción. Supuse que me encontraba en un
problema que no tendría solución.
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porque siempre pasaba lo mismo. Cuando yo
estaba dispuesto siempre pasaba algo, por muy
simple que fuera y hacía que terminaran las cortas
relaciones que había tenido. Todo indicaba que
esta era una mas para la lista de fracasos que ya se
agrandaba, sin dejar espacio para que alguna vez
me pasara algo bueno y la situación fuese mas
favorable.
Pasaron dos días más sin novedad alguna. Hasta
que un día decidí no ir a buscarla, no tenía ánimos
para ir de nuevo a esperarla como un idiota.
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—¡Hola! Pensé que ya no ibas a venir. —dije.
—¿Deveras?
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Y se fue. Casi corriendo, tratando evitar que la
vieran conmigo.
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cómo te vistes. Pero no voy a obedecer. Porque
también me gustas mucho y me gusta mucho estar
contigo. Aunque casi no hablas. Me gusta cómo
eres. Y Aunque no me gusta tu ropa, me gusta
como se te ve.»
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—Si wey. Me mandó a buscarte. Dijo que me ibas
a dar una carta.
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Sentado, con los codos sobre el borde de la cama.
Empuñé el bolígrafo. Escribí un "hola" y me
quedé casi una hora sin saber cómo continuar.
Hasta que comencé.
«¡Hola!
¿Cómo estás? Espero que estés muy bien. Yo
estoy bien. Bueno, no tan bien, ¡Te extraño! Todos
los días pienso mucho en ti.
A veces creo que eres tú quien no quiere verme y
solo inventas excusas. Pero luego me acuerdo de
lo que pasó y te creo, e intento hacerme a la idea.
Sin embargo también me están derrotando las
ganas de verte.
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juzgaban sin conocerme, porque me querían cortar
las alas justo cuando empezaba a sentir que volaba
por ella. No podía esperar y fui a buscar al niño
para que le diera mi carta y si, ahí estaba.
—Ya se me quitó.
—¡Llévasela wey!
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El sábado tampoco tuve ninguna noticia de ella.
Pero seguí siendo paciente. Ella dijo que habría
días que no podría. El domingo estuve casi todo el
día en mi casa. En ratos escuchaba música y en
otros me ponía a jugar Play Station. Fui a la tienda
que era el punto de encuentro. Esperé un rato a ver
si su respuesta venía. Pero está vez no vino el
niño. ¡Vino ella! Y fui tan feliz de verla de nuevo.
Me abrazó y me besó con tanta ternura que quise
que ese momento no acabara nunca. No dijo nada,
solo me dio un papel y se marchó otra vez. Ahí
mismo abrí el papel que solo decía:
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encuentro. Pues era la primera vez que alguien
expresaba tener el el mismo deseo que yo y las
mismas ganas de verme. Cosa que me entusiasmó
tanto, que no estaba dispuesto a desaprovechar la
oportunidad de estar con ella.
POR ESCRITO.
Entonces tuve que darme a la tarea de averiguar en
qué secundaria estaba Alba. Y tenía que ser
rápido. Me escapé del trabajo a la hora del
almuerzo. No regresé. No me importaba que me
fueran a reprender o a despedirme. Pues
necesitaba estar con ella.
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pasado frente a mí y no pude verla entre tantos
muchachos que desfilaban ante mí. Ya solo
pasaban unos cuantos. Hasta que en cierto
momento ya no pasó ninguno. Pero esperé un
poco más. Ya había notado que la puntualidad no
era su fuerte. Y así fue. Unos minutos después, la
vi salir junto a dos de sus amigas. Y me alegré de
nuevo. Cuando estuvo junto a mí se despidió de
sus amigas, ellas le sonreían pícaramente y le
decían algo al oído.
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Yo caminaba orgulloso, abrazándola y admirando
su linda cara, como siempre. Deseé con todas mis
fuerzas que ese momento no se acabara nunca.
Nos detuvimos en un cruce. Ella iba a decir algo,
pero la interrumpí con un beso. Tomé su cintura y
la acerqué más a mí, ella me abrazó con fuerza y
sentí que su cuerpo también temblaba. Estaba
nerviosa, tal vez igual o más que yo. Terminamos
de besarnos, pero nos quedamos así, abrazados,
miré fijamente sus ojos, y noté que había miedo en
ellos.
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—Sí. Entiendo. No te preocupes. Tú dime a dónde
vamos. Yo tengo todo el día libre.
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—Ahora no tienes que pensar en mí. Aquí estoy
contigo.
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—Sí. Tengo miedo. Y el riesgo es tan grande, que
cada vez que te veo, puede ser la última vez. Y no
quiero eso. Me gusta mucho estar contigo.
«Hola de nuevo.
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La verdad es que no sé hacer muchas cosas que a
ti te parezcan románticas. No sé por qué. Pero
siempre, se me hace tan difícil decirte lo que
siento. Me pongo nervioso y termino olvidando lo
que quería decir. Por eso te lo escribo, porque
cuando estoy contigo me siento muy feliz.»
—¿Qué no trabajas?
—Sí. Pero me salí un ratito.
—Y ¿Ayer?
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—También.
—¿No te regañan?
—¿Tú crees?
—¡Mucho!
—¡Gracias!
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Era un chocolate. La noté apenada, como si le
pareciera que el detalle carecía de valor. Lo que no
sabía era que ese era el mejor regalo que me podía
hacer, pues yo todo el tiempo me la pasaba
comiendo chocolate. Además. Era la primera vez
que alguien me regalaba un detalle de ese tipo. Ya
que hasta ese momento, mi tasa de éxito con el
sexo opuesto, era muy baja. Casi de cero.
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quedé ahí parado por un par de minutos,
calculando el tiempo para que ella ya hubiese
llegado a su casa. Y con todo el valor que lo que
estaba sintiendo por ella me daba. Descolgué el
teléfono de monedas que estaba a mi lado y
marqué el número de su casa. (Si se preguntan,
¿cómo lo conseguí? Me pasé horas consultando la
sección amarilla. Hasta que di con el nombre de su
mamá.) Tembloroso, rogando porque fuera ella
quien contestara la llamada. Luego de un par de
tonos, escuché su voz.
—¿Bueno?
—Soy yo.
—Tú me lo diste.
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—Pues nada. Solo quería escuchar tu voz de
nuevo.
Nos despedimos una vez más y le pedí que leyera
mi carta. Dijo que ya estaba en eso. Que tenía que
colgar el telefono porque alguien se acercaba.
Esta vez la carta era más corta aún.
«¡Hola, linda!
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platicar un poquito con ella. Pasé mil veces por la
esquina de su casa. Me acerqué lo más que pude,
pero no pude verla. Fui a casa, y al llegar, me dijo
mamá.
—¿Qué es?
«Hola.
Hoy no voy a poder verte, todos los viernes mi
mamá y yo vamos a visitar a unos familiares.
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muy lentamente, creí que estaba descompuesto.
Pregunté la hora a mis compañeros y si. El reloj
estaba a la hora correcta. Así sufrí todo el día,
hasta que se llegó la hora de salida del trabajo.
Corrí a casa. La rutina de siempre, comer,
descansar un rato, tomar un baño y luego a la
calle. Ella, tan impuntual como siempre. Había
dicho que a las nueve y llegó a las nueve cuarenta.
Pero esto no me molestaba. Luego de saludarnos
calurosamente y de besarnos como aquellos que se
extrañaron tanto. Pregunté:
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y casi deshojada que robé del jardín de una vecina.
La coloqué en su mano, sonrió y me besó. Nos
despedimos de nuevo. Fue una cita demasiado
corta. Y esta vez no sabíamos qué día volveríamos
a vernos. Pero yo ya era feliz. Los breves
momentos que pasaba a su lado eran tan
gratificantes que no necesitaba pedirle nada más a
la vida. Tan solo un poco más de tiempo, tal vez.
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cuando. Eso porque mi mamá me llamaba para
saber dónde andaba. A excepción de eso, mi
teléfono era puro adorno. Entonces vi que el
remitente del mensaje no era ninguno de los cinco
contactos que tenía guardados. Era de un número
desconocido. Al abrirlo mi sorpresa se volvió
felicidad.
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VOLVEREMOS A VERNOS.
Fue más sencillo para mí charlar con ella por
medio de los mensajes de texto. Aunque no era lo
mismo. Día y noche, nos pasábamos
mandándonos breves textos, muchas veces sin
saber qué más decir. Solo nos decíamos cuanto
nos queríamos. Era como si estuviéremos juntos
todo el día, pero sin estarlo.
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Cuando ella salió, se quedó petrificada. Me
observó y luego a su madre. Evidentemente, no
supo cómo reaccionar. Y como era de esperarse, se
apresuró hacia sitio en el que se encontraba su
madre, quien caminó a su encuentro. Ella con la
mirada baja. No se atrevió a mirarme, menos a
decir algo. Su madre le dijo algo al oído y se
marchó con ella.
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Me regresé al trabajo. Y no dejé de pensar en ella
todo el día. Me sentía culpable. Le envié unos 30
mensajes. A ninguno respondió. Quise llamar a su
casa y saber qué era lo que iba a pasar, si acaso
estaba bien. Pero no tuve el valor. Supuse que tal
vez la tenían bien vigilada, de no ser así ya me
habría enviado un mensaje, pero nada, ni una
señal y el día ya casi terminaba.
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pregunté ¿Por qué para mí no podía ser así de
sencillo acercarme y pedirle que saliera? ¿Qué
tenía yo de malo? Ella me miró a la distancia y me
dedicó una sonrisa. Y nada más con eso me alegró
el día. La chica le entregó mi carta y ella me hizo
una señal para que esperara un momento. Mi carta
decía lo siguiente:
«¡Hola!
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Estuve unos minutos esperando, y luego su amiga
vino con un pequeño recado.
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Le entregué una carta y le pedí que no volviera sin
una respuesta. Esta vez, obedientemente, corrió a
cumplir con la encomienda.
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«¿Cómo pueden suponer eso? Ni siquiera me
conocen. Pregúntale a tu mamá ¿Qué es lo que
necesito para ser de su agrado? He visto a unas
personas peores que yo rondándote. Y a ellos sí les
permite acercarse a tu casa. ¿Qué he hecho yo?
¿Dime si alguna vez te he faltado al respeto como
para que opinen así? No sé qué hacer. ¿Cómo
puede cambiar la situación? Si no puedo ni
acercarme.»
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hacerte muy feliz. Y si hay algo que pueda hacer
para ya no tener que vernos a escondidas, lo haré.
Nada más dime qué es.»
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—Te prometo que no pasará mucho tiempo. Te
prometo que volveremos a vernos.
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—Simón. De repente vamos, o ¿Qué?
—Sí. Tú me dices.
—¡Fuga! —contestó
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siguiente íbamos al billar. Al fin y al cabo no iba a
poder ver a Alba. Quedamos en irnos a las ocho,
para jugar unas dos horas mientras nos echabamos
una caguama.
«¡Volveremos a vernos!»
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SEPARADOS.
Fue tan difícil concentrarme en lo que estaba
haciendo. No podía pensar en el juego de billar, en
las tonterías que decía Pablo, en la gente y en
todo. Tanto así, que perdí casi todas las partidas.
No hice mucho caso a la caguama, pues con la
incertidumbre que traía conmigo, creí no poder
controlarme, pues era muy probable que terminara
por emborracharme otra vez. Entonces, acabe por
tratar de aislarme del mundo.
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alguien mejor, alguien con un futuro prometedor,
alguien que tuviera algo bueno que ofrecerle.
Y Desafortunadamente ese no era yo. Yo no tenía
nada para ofrecer, más que el sentimiento que ella
misma provocaba en mí. A los ojos de las personas
que no me conocían yo era un rufián, un patán,
que solo quería usarla para aprovecharme de su
inocencia.
«Hola.
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como dudo que eso suceda pronto, te lo voy a
decir; He estado pensando mucho en vestirme
diferente, y espero con esto conseguir más
posibilidades de estar contigo. Había pensado en
no hacerlo y dejarlo todo por la paz, pero no pude.
La verdad es que odio esta distancia. No te sales
de mis pensamientos, me la paso esperando el día
en que volveré a verte. Añoro los momentos que
hemos pasado juntos y espero con ansias que
llegue el momento en que nos encontremos de
nuevo. Ese en el que estaremos juntos sin ningún
remordimiento. Cuando por fin podré besar tus
labios sin tener que escondernos más.
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fuerzas. Pero no pude acercarme ni siquiera un
poco. Le di la carta y dejé que se fuera. Cuando lo
que deseaba era llevármela conmigo. Robármela y
llevarla a vivir en mi mundo, aunque fuera solo
por un momento. Pero no podía hacer eso, pues
seguramente empeoraría la situación.
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decidí a dejar de luchar, estaba seguro de que
ninguno de mis esfuerzos daría resultado.
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Cuando estaba a punto de tomar la decisión de no
volver a buscarla, de rendirme y alejarme para
siempre. Sonó el celular. Era un texto suyo, texto
que al abrirlo y leerlo de prisa, disipó por
completo todo mi dramatismo.
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rápidamente. Tratando de no hacer ningún ruido,
tratando de no despertar a mi hermano. Que aún
dormía profundamente y roncaba con todas las
fuerzas de sus pulmones. Tomé mis cosas y las
puse en mi bolsillo. Abrí la puerta despacio, eche
un vistazo a la cocina y a la sala. En la cocina
estaba mamá y papá aún no salía de su habitación.
No podría salir por la puerta porque
inevitablemente sería visto y descubierto por
mamá. Caminé de puntitas a la puerta trasera, salí
al patio y con una facilidad increíble escalé el
muro, con un par de saltos ya estaba en la azotea,
bajé por la ventana de los vecinos de atrás.
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que decir y se fuera a clases. Así que me quedé
parado en la esquina esperando a ver qué iba a
suceder. Ella, con una hermosa sonrisa, caminó
despacio hacia mí.
Lo observó y sonrió.
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—Así de maltratado está mi corazón por tanto
tiempo de incertidumbre.
—¡Mucho!
—¿Cuánto es mucho?
—Dime.
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—Lo que sea.
—¡Promételo!
—Lo prometo.
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—Está bien. Te prometo que un día me casaré
contigo.
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despedimos y esta vez me sentí feliz, pues aunque
por un tiempo no podría verla más, por lo menos
ya había un atisbo de luz en medio de tanta
oscuridad. La esperanza de que alguna vez sería
mía ahora revivía, así que respeté el trato y acepté
tomar mi distancia.
«Hola.
Anoche estaba muy triste, creí que lo nuestro se
terminaría. Pensé que no te vería de nuevo y lloré,
lloré mucho por ti. Porque te amo, si tú me amas,
encontraremos la forma de lograrlo.
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que serías mía para siempre y me enamoré más de
ti. Decidí nunca más volver a dudar de lo real que
es nuestro amor.
Hasta pronto. Te amo chulita.»
—¿Para qué?
93
—Ya me aburrí de estar batallando contigo. ¡Estás
despedido!
—Ya me voy.
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POSIBILIDADES.
Perdí la cuenta de los días que habían transcurrido.
La extrañaba tanto que poco a poco me fui
hundiendo en una muy fuerte depresión. Al punto
que perdí el ánimo por todas las cosas que tenía
que hacer. No me interesaba para nada salir a la
calle a buscar trabajo. Todos los días me quedaba
hasta tarde durmiendo en casa. Pues solo dormir
me alejaba un poco de mis pensamientos.
«Hola.
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Quisiera poder saber algo de ti. Necesito saber si
todavía piensas en mí, si me necesitas tanto como
yo a ti.
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«No había podido contestar. Siempre me están
vigilando. Es muy difícil convencerlos de que me
dejen ser tu novia. Pero no pienses así. Aquí sigo y
sigo intentando.»
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camino tomaban caminos diferentes. Pues al
sentirla segura de mí, la dejaba ir a la papelería, o
a comprar cosas que ella necesitaba.
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aquello como el peor de los desprecios. Quise en
ese justo momento tener el valor de olvidarme de
todo y seguir con mi vida sin tanto sufrimiento y
tanta incertidumbre. Pero no, yo era demasiado
terco para quedarme otra vez sin hacer nada. Volví
a levantar la mirada, y entonces la escuché hablar.
—¿Quién?
—Bueno, adiós.
«Hola.
100
No estoy seguro de recibir una respuesta tuya
alguna vez. Pero aun así te seguiré escribiendo. Yo
sé que tal vez no sé como escribirte cosas bonitas,
pero siento que al menos de esta forma puedo
mantener vivo este sentimiento que muchas veces
flaquea, pues necesita de ti para mantenerse fuerte.
101
Pero no podía hacerlo, por más profundo que
intentaba ponerlos, volvían a salir a la luz y las
personas que notaban mi tristeza, preguntaban por
qué seguía así. Tan sencillo que era olvidarla y
buscar a alguien más. Alguien que se entregara a
mí sin reservas y sin temor a intentar volverse
parte de mí. Seguro era fácil encontrar quién la
reemplazara por completo, ¡Qué tontos! ¿Cómo
iba a olvidarla si yo estaba seguro de que ella era
mi complemento? No podía lanzarla al olvido así
como así. Ella no era un objeto, ni una cosa que
cuando ya no funciona basta con comprar otra
nueva, no podía hacer eso con el amor de mi vida.
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ese aparato, quise romperlo contra la pared. Y
justo cuando iba a lanzarlo sentí que empezaba a
vibrar, estaba entrando una llamada y al volverlo
hacía mi pude ver su nombre en la pantalla. Y una
vez más, el cambio de humor drástico que ya se
volvía una constante en mi vida, volvió a suceder.
—Soy yo.
—¿Por qué?
103
—Por ti. Porque te extraño. Por todo.
—¿Es en serio?
—Sí. Bueno, más o menos. Pero ya algo es algo.
Dijo que iba a pensarlo si te vistes de forma más
decente.
—Bueno pues.
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Agarré la pluma y un papel para escribirle algo
más. Eché un vistazo al cajón y vi todas las cartas
de despedida que había escrito. Y me avergonzó el
darme cuenta del tamaño de mi dramatismo. Y le
escribí esto:
«Hola.
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<<Ve por mí a la escuela mañana, te veo en la
puerta a las diez>>
—¿De veras?
—¿A dónde?
—A mi casa.
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—Tienes razón. Antes de llegar, te vas por otro
lado.
—¿Qué pasa?
107
Sonriendo, dio la vuelta y emprendió su camino.
La acompañé con la vista, admirando su gracioso
andar. Viéndola con ternura. Ya no había duda,
ella logró enamorarme. Y sí. Su recuerdo me duró
como tres días. Fue tan fuerte la mordida, que me
dolía cada vez que comía algo y la recordaba con
una sonrisa.
—¡Pinche Alba!
108
CAMBIOS.
Ya tenía varios días sin ver a Pablo. Lo noté algo
raro. Como si estuviera celoso de que lo haya
abandonado por una chica. Era algo que nunca
habíamos hecho. Como mejores amigos habíamos
pasado por todas las etapas de nuestras cortas
vidas juntos. Pero esta vez había algo que me
hacía cambiar con todo el mundo. No solo con él.
110
están destinadas a cambiarte la vida, siempre van a
estar ahí, aun cuando se vayan, seguirán siendo
parte de tu historia.
Me quedé sin palabras, nunca lo había escuchado
hablar así, pero no quise preguntar. Además, me
gustó mucho lo que dijo, pues tenía razón. No
había manera de cambiar lo que tenía que suceder
y si ella iba a ser para mí, no habría quien pudiera
evitarlo.
111
buenos tiempos. Respondió que no había
problema, que lo entendía perfectamente.
112
<<Si, pero. ¿Puedo verte antes en la esquina?
Cinco minutos.>>
—¡Hola chico!
—Nada.
113
—Ya sabes. Le he rogado tanto, que por fin me
dijo que iba a considerarlo, si tenías los pantalones
de pedirle a ella que me dé permiso de andar
contigo.
—Y ¿Qué le digo?
114
—¿Eh?… Este, pues, me dice Alba que es posible
que nos dé su permiso para ser novios.
—Está bien.
—Gracias, señora.
115
desmayando de los nervios, mis manos
hormigueando y un sudor frio recorriendo mi
espalda. Solo le sonreí. Miré a mi alrededor, la vi
de nuevo y me sentí tan feliz. Y justo cuando iba a
abrazarla, llegó su papá. Los nervios fueron más
intensos y no supe cómo reaccionar, ella dijo
bajito "él todavía no sabe" tuve miedo de que me
corriera o me reclamara. Pero no dijo nada, siguió
de paso, abrió la puerta y entró como si no notara
mi presencia. Respiré aliviado. Aunque pensé que
en cualquier momento tenía que hablar con él. Por
fin la abracé y le dije "te amo" sonriendo, dijo que
también me amaba.
—¡Siempre juntos!
116
Y por fin pude besarla sin temor a que alguien
estuviera viéndonos. Ahora tenía la certeza de
saber que eso ya no le iba a causar ningún
problema.
«Hola.
117
quedarse junto a mí. Por todo eso te prometo que
siempre voy a ser para ti.»
118
Me sentía algo extraño, ese momento era algo por
lo que nunca había pasado y se sentía bien. Ahora
era más feliz y corrí a contarle al mundo que por
fin ella era mi novia y no lo tenía que ocultar más.
Fui hasta donde Pablo y le compartí mi felicidad.
119
inmediato y dijo también estar muy contenta y que
ese día también podíamos vernos.
120
TRAGEDIA.
Me daba mucha vergüenza tener que salir a la
calle vestido de una forma diferente. Sentí que ya
no era el mismo, que estaba perdiendo mi
identidad, mi personalidad. Por momentos quise
arrepentirme, pero tenía que dejar atrás todo lo
que me impedía estar con ella. Al fin, me atreví a
salir y esquivando las miradas curiosas de los
vecinos, me apresuré a llegar hasta su casa.
121
Charlamos un rato, dijo que le gustaba mi nuevo
look, hasta me dio algunos consejos de cómo
combinar la ropa y todas esas cosas. No entendí
nada. Pero si a ella le agradaba el nuevo estilo que
estaba intentando adoptar. Lo que dijeran los
demás no me importaba.
122
—Está bien, entonces ahora sí, me gustaría saber
todos tus gustos, y lo que te divierte, quiero saber
todo de ti para saber cómo puedo complacerte.
—Siento que ya me conoces lo suficiente. Pues
me gusta todo lo que haces por mí.
«Hola linda.
123
olvidan. Sin embargo, no quiero pensar en esas
cosas. Quiero invitarte a una fiesta que iré el fin de
semana, la próxima vez que nos veamos nos
pondremos de acuerdo.»
De regreso a casa tuve que soportar otra vez las
burlas de quienes no aprobaron el que yo estaba
intentando cambiar por una mujer. Preguntaban
qué iba a pasar si ella me abandonaba, ¿Cómo
pensaba recuperar todo lo que había dejado atrás?
124
<<No puedo ir a fiestas contigo, solo podemos
vernos aquí en mi casa, perdón>>
125
El día siguiente no nos vimos, pero la espera era
menos tediosa, pues existía la seguridad de que al
día siguiente podría estar con ella. Y así pasamos
algunas semanas, viviendo en un mundo de sueños
que se volvían realidad.
«Hola.
126
terminábamos por olvidar lo que acabábamos de
decir. Yo estaba fascinado con todo lo que
habíamos logrado, pero seguía siendo imposible
salir juntos a ningún lado. Igual que los días
anteriores, solo podía verla por una hora para
luego retirarme.
Pero lo que se avecinaba cambiaría un poco toda
esa situación. Porque en cierto momento, sucedió
algo que haría que la necesitara a mi lado más que
nunca.
—Si…
127
Cuando llegamos me encontré con la imagen más
triste que vi en todo lo que llevaba de vida. Una
ambulancia con las torretas encendidas estaba
estacionada en la entrada de la casa. Al llegar,
entramos y nos topamos tan duro con la peor
noticia que yo había escuchado nunca.
128
derrumbaba. Vi a mi hermano romperse en mil
pedazos con tal noticia. Yo no podía más con esta
situación, el llanto no cesaba y así me fui a
decírselo a papá.
129
de un momento volví a la realidad de lo que estaba
pasando y vino a mi mente Alba. No había
hablado con ella, tendría que avisarle que
probablemente no iría a su casa ese día, tomé el
celular e intenté llamarla, pero no tenía saldo,
levanté la bocina del teléfono de casa y no había
línea, ¡Perra mala suerte! Tuve que ir a buscarla,
antes de llegar a su casa, la encontré, al verme y
ver mi semblante triste me abrazó, y al sentir su
abrazo lloré de nuevo. Descargué en su hombro
todas las lágrimas que se habían atorado en mis
ojos durante un buen rato.
130
doloroso momento. Algunos amigos vinieron,
pero pronto se fueron, al cabo de un rato solo
estaba la familia acompañando aquel pequeño
hombrecito que se había adelantado a nosotros.
Luego de un rato fui vencido por el sueño y decidí
ir a casa a dormir, tal parece que cuando estoy
triste me da por dormir mucho.
131
impotencia de no estar seguro de que ella fuera
mía. Todos los días de espera, todos aquellos
cigarros que se consumían junto conmigo cada vez
que me quedaba esperando poder verla de nuevo.
Pero ahora ahí estaba conmigo, apoyándome,
prestándome su hombro para derramar mi llanto.
Me demostraba que era ella la indicada, que
siempre iba a estar conmigo.
132
Así lo hice. Acepte todo su apoyo y con su ayuda
pude, poco a poco, ir aceptando lo que había
pasado, a resignarme y seguir viviendo mi
felicidad junto a ella.
133
PRIMER ERROR.
Alba y yo no podíamos estar mejor. Estábamos en
el mejor momento de nuestra aún temprana
relación. Podíamos vernos casi todos los días. Nos
llevábamos muy bien y no teníamos problemas.
Más que novios, ahora éramos como mejores
amigos. Se podría decir que todo estaba en calma
y el amor parecía crecer día con día.
135
me fui. Mientras caminaba me esforcé en recordar
esa promesa que había hecho y había olvidado,
entonces vino a mi cabeza el recuerdo de una
charla que tuvimos cuando nos estábamos
conociendo.
136
—Bueno pues, te creo.
137
supe la gravedad de lo que había hecho, ella ya no
tenía interés alguno de estar conmigo.
«Hola.
138
No sé si tendré contestación a esta carta. Aun así
te escribo esto, pues me ha sido imposible siquiera
dirigirte la palabra.
139
palabra. Entonces estaba solo. Pues el mensajero
ya no estaba tampoco.
—Ahí anda.
—¿Cómo está?
140
—¿Puedes darle esto? —dije dándole la carta.
—Claro. Yo le digo.
—Gracias.
—¿Qué quieres?
—¿Leíste la carta?
141
—Sí. Pero dice puras mamadas. Todavía te haces
el ofendido.
142
—Ella te quiere un chingo. Pero la neta, si la
cagaste bien gacho. Pero, si de verdad la quieres,
tienes que recuperarla.
143
—¿Qué traes cabrón? —me dijo mi hermano
César.
144
—No lo sé. Yo te digo cuando vengas.
145
146
RECONQUISTA.
Otra vez esos agobiantes días de interminable
espera por una respuesta que parecía no llegaría
nunca. Esta vez, me parecía más largo y tedioso el
tiempo sin respuesta. Ella seguía sin responder
mis mensajes y mis llamadas. Por momentos,
pensé en obedecer su deseo de no buscarla más, al
fin ya había alguien más que se interesara en mí,
(al menos eso creía yo) pero justo cuando estaba
por decidirme a dejarlo todo por la paz, llegó la
respuesta en forma de mensaje de texto. Dijo que
seguía muy decepcionada, que no me había
perdonado aún, pero estaba dispuesta a intentar
otra vez. Iba a darme otra oportunidad.
147
—Estaba dormida. No me habían dicho que
estabas aquí.
—Ya sabías que iba a venir.
148
haciéndole notar la miseria en la que me
encontraba iba a hacerle cambiar de opinión:
«Hola.
¿Cómo va todo? Me imagino que debes estar muy
bien, olvidándome. Parece que no te importa lo
que yo siento ni lo triste que pueda estar sin ti. Ya
no quisiera llorar más, pero me parece algo
imposible, porque te amo y estoy seguro de que
nunca voy a dejar de hacerlo. Yo te he entregado
lo mejor que hay en mí como para que a la
primera equivocación me dejes abandonado sin
importarte nada. No sé qué deba hacer para
convencerte de que mi amor es solo para ti y para
nadie más. Pues estás empeñada en no creer nada
de lo que yo diga ni lo que haga y así no puedo
hacer más. Es tu decisión lo que pase de ahora en
adelante.»
149
Cuando, por fin dijo que podía ir a verla de nuevo,
paso lo mismo que la vez anterior, nada más salió
para decirme que era mejor que ya me fuera, que
estaba cansada y no estaba de humor para
recibirme.
—Sí.
—Entonces no me va a invitar.
150
—Ve de todas formas. Yo voy a convencerla de
que pase la tarde contigo.
151
—Bien. —dijo desdeñosa.
—Sí.
152
tocó esa canción, se me bajó la sangre de la
emoción y sin pensarlo le dije:
153
—¿Puedes perdonarme?
154
Extrajo el contenido y solo se quedó mirando un
momento, levantó la mirada.
—¿Para mí?
155
Nos despedimos con un beso y yo me fui del
lugar. Esta vez suspirando y siendo más feliz que
nunca, ansioso por saber qué era eso que ella me
iba a regalar.
156
157
DE LOS SUEÑOS A LA
REALIDAD.
Me había pasado casi toda la noche imaginando
qué sería ese regalo que ella me daría. Pensé en
muchas posibilidades ¿Tal vez un reloj? Nunca
había acostumbrado a usarlo, pero si así fuera lo
usaría. ¿Una cartera? Tampoco utilizaba porque
nunca acostumbraba a tener dinero en los
bolsillos, más ahora que no trabajaba, menos
ningún tipo de tarjetas o credenciales, ¿Un
encendedor? Ese si me sería útil, pero no me hice
ninguna idea de lo que podría ser y ya de
madrugada me quedé dormido, como siempre
pensando tanto en ella.
158
personas sin rostro y al ignorarlas, comenzaron a
gritar y a amontonarse frente a mí. Entre el mar de
cabezas, veía aquella bella silueta alejarse
despacio, poco a poco se fue haciendo más
pequeña, hasta que se perdió en la oscuridad que
había traído el ocaso.
A empujones, pude librarme de aquellas personas
que me cerraban el camino. Corrí a buscarla,
anduve por toda la orilla de ese lago. Intenté
seguir sus huellas, pero no las había. Grité su
nombre con toda la fuerza de mis pulmones, no sé
si me escuchaba, pero no contestaba.
159
—¡Hola! —dijo al verme. —¿Dónde estabas? Te
he estado esperando.
—Esto.
—Es…
160
En el justo momento en que lo decía. Sonó la
alarma y me desperté. Estaba soñando, pero me
estaba pareciendo muy real.
—Bueno.
161
—¿Qué pasó
—¿Ahorita?
—Ya vine.
—¿Quieres pasar?
162
—¿Qué tienes? —preguntó con una sonrisa pícara
en su cara.
—No sé.
163
Volvió a tomar mi mano y comenzó a hacerla
recorrer su piel desde el cuello hasta el pecho. La
llevó más abajo y la detuvo en su vientre, sus ojos
fijos en los míos, pegó su cuerpo al mío e hizo que
mis manos rodearan su cintura y yo me aventuré a
llevarlas más abajo. Por primera ocasión estaba
tocando su cuerpo, aún seguía tan nervioso que de
inmediato deje de hacerlo.
—No te detengas.
—Acaban de irse.
Y mis manos volvieron a recorrer su piel. Ahora,
por debajo de sus ropas, yo estaba sudando, los
nervios, la adrenalina y el deseo alborotaban los
pensamientos en mi cabeza y desembocaban en mi
entrepierna. Por primera vez mis manos
comprobaron su deseo convertido en humedad,
todo mi cuerpo comenzó a temblar pues el temor
era tan grande que me obligaba a tratar de evitar
aquello que tanto deseaba desde algún tiempo
atrás. Ella lo notaba y me invitaba a continuar, yo
seguía luchando por contenerme, por no cometer
un error y menos en aquel lugar.
164
—Si me gusta, pero no sé ¿Estás segura?
—¿No te gusta?
165
—No sé. Más bien es por el lugar, mejor otro día.
—Como quieras.
—¿Entonces? ¿Mañana?
—Te aviso.
—A las doce.
—¿Qué hacemos?
166
No respondí. Simplemente, la besé como tanto me
gustaba hacerlo, ahora yo tomé su mano y la lleve
conmigo, juntos caminamos a un lugar secreto.
Cuando llegamos allá, le dije que si estaba
dispuesta, esta vez sí tendría el valor de hacer lo
que me pedía.
167
el tiempo sin esperar nada más. Solo teniendo la
certeza de que yo era suyo y ella de mí.
—Te acompaño.
—Muy bien.
168
Desperté cuando ya el sol se ocultaba y
rápidamente tomé un baño, para luego correr hasta
su casa. Al llegar, ella ya estaba afuera esperando.
La saludé muy emocionado y me senté a su lado y
así pasamos el rato, charlando, abrazados,
sentados juntitos, sin mencionar en ningún
momento lo que había sucedido. Hasta que era la
hora de despedirme e irme a casa a soñar de nuevo
con lo maravilloso y sensacional que era todo lo
que estaba viviendo a su lado.
169
ha llegado a depender de ti, de lo que pasa entre tú
y yo.
COMPROMISO.
Doblé el papel con cuidado y lo guardé en mi
bolsillo, como de costumbre. Salí al patio de mi
casa para fumar un cigarro. Y mientras fumaba,
170
comencé a soñar despierto. A imaginar un futuro a
su lado. En el que, tal vez un día no muy lejano, la
llevaría al altar. ¡Un futuro a su lado! Nunca había
visualizado tal cosa con ninguna persona. Nadie
había logrado despertar en mí ese tipo de
emociones. Nadie me había hecho despegar los
pies del suelo, mucho menos, habían logrado antes
meterse en mis sueños. Sí. Estaba seguro, ¡Era
ella! Era la mujer para mí.
171
corriendo por la calle. Hasta los perros de la calle
hacían parte de aquel bello paisaje que miraban
mis ojos.
172
mucho que la quería y de camino a su casa me
robé una rosa del jardín. Escogí la más hermosa
para que hiciera juego con la belleza de ella.
—¿A dónde?
173
Que no la iban a dejar ir conmigo a ningún lado,
que si quería verla, iba a ser siempre en la puerta
de su casa. Al parecer, ellos esperaban que lo
nuestro fuera únicamente un capricho de Alba que
no tardaba en acabar. Y que tal vez con ese tipo de
impedimentos, acabaría por rendirme y darme por
vencido.
174
un par de horas. Luego fuimos a la esquina con los
muchachos. Estaban jugando a los trompos, nos
preguntaron si queríamos jugar. Pablo rápido se
unió a la diversión, yo fui a comprar un trompo
para jugar, pero como era malísimo para ese
juego. En la primera ronda me lo ganaron y me fui
bien enojado a mi casa. Además, ya era tarde y era
mejor irme a descansar un rato. Esperé la noche
viendo la televisión y luego de un rato, me fui a
dormir.
175
bajada, al bajar caminé unos cien metros y vi el
escaparate de una joyería en la que entré con la
intención de ver si encontraba algo lindo para ella.
Observé una gran cantidad de joyas sin preguntar
por los precios. Solo estaba ahí viendo. El
encargado preguntó si buscaba algo en especial,
dije que no y seguí observando, escudriñando
entre tantos diseños y ninguno llamaba mi
atención. El encargado de la joyería parecía
nervioso, tal vez mi apariencia aún conservaba
algo de lo lacra que me miraba antes y podía ser
que se imaginara que yo era algún drogadicto con
la intención de asaltarlo o algo así.
176
Por suerte, traía el dinero suficiente en la bolsa, de
no ser así habría tenido que darle la razón, y
decirle «¡Gracias! Ahorita a la vuelta» Pero, con lo
que me gustaba ser sarcástico con la gente que
trataba de verme hacia abajo, la situación se me
ajustó perfectamente. Lo pagué y lo deposité en el
bolsillo y al salir del lugar casualmente iba
pasando el autobús, ¡Que suerte tuve, era el último
del día! De no haberlo tomado me habría tocado
caminar hasta casa de Alba, pues me había
terminado casi todo mi presupuesto en la compra
hecha recién. Era seguro que no ajustaba para
pagar un taxi.
177
—Sí. Ya vi ¿Por qué?
—¡Ah! ¿Y eso?
—¿Qué cosa?
—¿Recuerdas lo que te prometí?
178
—No sé. Yo creo que el mismo tiempo nos dirá
cuando sea el momento. ¿No crees?
179
entró. La vi triste y comprendí que la noticia no
fue agradable para ellos.
—¿Qué pasó?
180
día en que todo iba a estar de nuestro lado.
Reafirmamos nuestra promesa y nos dimos un
beso, beso que interrumpió su mamá:
—Ya métete.
181
182
MENTIRAS.
El domingo fui a buscarla temprano, pero no
estaba en casa. Estuve un rato con Pablo y los
demás. Estuvimos platicando un rato, luego llegó
el "Chore" y nos invitó a ir a ver el fut en su casa.
Todos estuvieron de acuerdo y todos juntos
peregrinamos hasta allá. Cuando entramos, vi que
ya estaba preparado con una tina llena de cerveza.
A mí me aburría ver el futbol, pues me gustaba
más jugarlo, que verlo en la tele. Pero esa tina de
cerveza me invitó a quedarme, pronto todos
tuvimos una en la mano. Y al calor de los gritos y
las alegatas entre mis amigos por las jugadas, me
dejé llevar y al poco rato, ya comenzaba a sentir
los estragos del alcohol en mi cuerpo. Quise irme,
pero ya entrado en calor acabé decidiendo seguir
la parranda. Al poco rato, se acabó el juego y
salimos a la calle con el cargamento de cerveza,
nos emborrachamos tanto, que acabamos haciendo
un sinnúmero de payasadas a media calle. Pablo y
yo cantábamos a grito abierto y los demás gritaban
y hacían escándalo.
—Mañana vengo.
184
Yo decidí esforzarme en demostrar que era el
hombre para ella, le puse más seriedad al asunto y
hablé con mi papá para que me diera otra vez el
trabajo. Además de que ya me había acabado mi
dinero, necesitaba demostrar que era un buen
hombre, no solo cualquier vago.
Ahora, ya no me escapaba durante el día para ir a
buscarla, aunque las ganas no fueran menos.
Intenté mejorar mi apariencia y aparentar ser una
persona mejor.
185
casa. Los días que era tanta mi inasistencia, ella
cedía y aceptaba vernos por un rato. Pero de
pronto ya no accedía a besarme, intentaba
abrazarla y me rechazaba y cuando caminábamos
juntos ya no lo hacíamos como días atrás. Ya no
me dejaba abrazarla ni tomar su mano.
Ella estaba distante, la sentía triste, tal vez
decepcionada. De pronto ya no hablaba tanto
como antes, ahora siempre estaba callada y a duras
penas contestaba a lo que yo le platicaba. Varias
veces quise saber qué le pasaba, pero no me decía
una razón clara sobre su actitud. Simplemente,
decía que no se sentía bien y que necesitaba unos
días para pensar, que no fuera por su casa, al
menos por una semana.
186
mano y dudé si debía entregársela, sentí que
estaba siendo reemplazado. Releí la carta:
«Hola.
<<¿Podemos hablar?>>
187
<<¿De qué?>>
<<No>>
<<¿Entonces?>>
188
—¿No sabes? Pues ella sí sabe muy bien quien
eres tú.
189
existían las capturas de pantalla, ni ese tipo de
cosas, y no me imaginé que podría ser.
—Traía un bebé.
—¿Un bebé?
190
—Pues me dijo que iba a venir cuando estuvieras
aquí para que yo viera que dice la verdad.
191
—Ya veremos... Y ¿Entonces que? ¿Nos
reconciliamos?
—¿Qué?
—¿Eras qué?
192
—¿Qué? ¿Te crees mucho perra?
—Mañana hablamos.
193
194
INFIEL.
El día siguiente, cuando llegué a su casa, ella
estaba afuera, platicando con una de sus amigas. Y
ya me esperaba con una pregunta:
196
que ella esperaba. Pues había una chica que
"Buscaba novio" Pero, de manera poco
inteligente, me ofrecí como pretendiente. Yendo
en contra de mi deseo de estar con Alba, me fui en
busca de una aventura.
197
preocupado por lo que estuviese haciendo Alba.
En lo que ella podría estar pensando de mí, en el
pésimo novio que me había convertido.
—¿Si te preguntara si quieres ser mi novia, que
dirías? —pregunté espontáneamente, sin que
tuviese nada que ver con lo que ella estaba
hablando.
198
Decidí no volver a hacer esas cosas más.
Entregarle mi tiempo por completo a ella y a nadie
más, como en los primeros días.
199
me llené tanto de emoción, intenté besarla, pero
no me lo permitió, intenté tomar sus manos entre
las mías y también me rechazó.
200
Simplemente, me presentaba a su casa los días
marcados para vernos, ella salía un momento y se
sentaba junto a mí, sin dirigirme la mirada y aún
menos la palabra. Pasaba una hora y decía que
tenía que irse ya. Ya no había beso de despedida,
ni un abrazo, ni siquiera un roce de sus manos, tan
solo un "Ya me voy".
201
—¿Qué sentido tiene? Siento que ya no es lo
mismo que antes. No te culpo, algún día ibas a
darte cuenta como soy. En lo que me he
convertido. No sé qué me pasó, para atreverme a
hacer tantas pendejadas.
—¿Quién es Rosa?
202
de encima, mirada que me decía estar tan
decepcionada. Y sin tratar de dar una explicación,
me quedé ahí parado como tonto. Solo viendo
como el poco brillo que quedaba de su amor por
mí, se apagaba en sus ojos que se mantuvieron
fuertes y no lloraron.
—Perdón.
203
acciones de un patán que decía amarla más que a
nada en la vida.
204
otros, como si todos me hablarán al mismo
tiempo.
—Aquí, pensando.
205
—¡Ahí está! Todavía se puede, dile la verdad.
206
REGRESO.
Nuevamente días y noches eternas sin tener
ninguna señal suya. Sin la más mínima posibilidad
de verla. No tuvimos ningún contacto durante casi
una semana. No le envié mi lluvia de mensajes, no
llame ni una sola vez, no me pase por su casa, ni
hice el intento de encontrarla por la calle. Total,
todo eso no serviría de nada. Pues me di cuenta de
que durante todo ese tiempo, poco a poco, vi
desaparecer la alegría de su rostro y no me daba
cuenta.
207
Accedió sin tener que insistir demasiado, pero no
podía verla en su casa porque para sus padres, yo
ya había sido borrado de su vida por ser el patán
que había sido durante todo ese tiempo.
—¿Qué quieres?
—¿Para qué?
208
lograba ponerme tan nervioso como la primera
vez.
—¿Para qué?
209
me observara. Sin embargo, al no ser así,
simplemente me sentí lleno de satisfacción hacia
mis adentros.
No había nada más que me importase en aquel
momento y le hice una invitación que estaba
seguro de que iba a rechazar.
—¿cuándo?
210
verla. Agotado simplemente me duché y me fui a
la cama.
211
Cuando llegué, ella ya estaba lista. Estaba
esperando mi llegada, se veía contenta, tanto como
yo, así lo sentí. Caminamos de la mano a tomar el
bus y durante todo el trayecto nos llenamos de
besos y caricias, tanto como no lo habíamos hecho
durante todos esos días que estuvimos alejados.
Cuando llegamos al cine, fuimos de la mano a ver
la cartelera.
212
—¿A dónde vamos ahora?
—Si, ya verás.
213
contemplamos así por primera vez, sin prisas y sin
miedo a ser vistos, sucumbimos al calor del
momento, nuestros cuerpos se unieron una vez
más. Aun inexpertos, nos entregamos plenamente
y nos llenamos de amor hasta quedar exhaustos.
Empapados de sudor, nos quedamos abrazados por
un buen rato, contemplándonos, satisfechos y más
enamorados. Nos besamos apasionadamente y el
calor del momento nos invitaba a hacerlo otra vez.
Pero el reloj nos recordó que ella tenía que ir a
casa, pues ya era tarde y ella debería haber llegado
a las nueve en punto. Ya eran las diez con treinta y
nos apresuramos a vestirnos. Para,
inmediatamente, emprendimos el camino a su
casa, pues pronto tenía que llegar y yo marcharme
a la mía.
214
Cuando llegamos a su casa, su mamá la esperaba
furiosa. Diciendo que no podían confiar en ella,
pues a la primera oportunidad había desobedecido
la hora que habían fijado para que regresara a
casa. Quise intervenir, pero ella repuso que se nos
había hecho tarde porque el camión se había
tardado mucho en pasar. (al fin eso no es nada raro
en mi pueblo, el servicio de transporte público es
peor que pésimo, pero ese es tema para otra
historia.) Y ella hizo como que lo creyó. No pude
despedirme como me gustaría porque ahí seguía
su mamá viendo. Solo besé su mano y le dije:
—¡Gracias! ¡Te amo!
215
Me fui a la casa pensativo, pues no me gustaba
mucho que Pablo se fuera con esos sujetos, ya que
con ellos era otro tipo de ambiente, más pesado
del que nos gustaba a nosotros.
216
217
OTRA VEZ.
Todavía no podía entender por qué me había
perdonado. Me parecía increíble que haya
cambiado de opinión sin siquiera haber escuchado
todo lo que hubiera podido decir en mi defensa.
Estaba feliz, pero no podía creerlo aún.
219
algunas muchachas, era obvio que ya las estaban
esperando. Todas llegaban y se acomodaban con
alguien, hasta que cada quien tenía una pareja y
comenzaron a abrazarse, a acariciarse y besarse
como si todos fueran novios. Yo aún era algo
inocente en ese aspecto por aquellos días, así que
no vi nada fuera de lo normal. Seguí bebiendo y
veía a Pablo feliz en los brazos de una mujer que
yo no conocía. ¿Dónde la había conocido? ¡Vaya
que si me había alejado bastante de él! No lo había
visto antes en una situación igual. Estuve sumido
en mis pensamientos por un breve momento, hasta
que alguien dijo:
—¿La mía?
220
cosas que no recuerdo. Y ya que había bebido un
par de cervezas, se empezó a acercar mucho a mí,
se me repegaba mucho, e intentaba besarme. A lo
que rápidamente cedí, correspondí a esos besos
con sabor a cerveza y a cigarro. Vi que todos
hacían lo mismo, las besaban y las tocaban sin
pudor de ser vistos por todos los presentes,
algunos casi les quitaban ya las prendas de
encima. No sabía si este ambiente me gustaba, o
me disgustaba, pero me hacía sentir extraño,
nerviosismo, adrenalina y temor. De pronto mi
mente regresó al sillón en el que estaba sentado y
me vi con aquella chica casi encima de mí. Por un
momento quise resistirme, pero ella insistía y me
besaba con unas ansias, que realmente parecían
deseos.
221
Llegó Jacobo, que también se juntaba con
nosotros en la esquina y era vecino de Alba y más
que amigo mío, era amigo de ella. Y estaba seguro
de que se lo diría.
222
Me sentí fatal de saber que acababa de hacer una
vez más lo que tanto prometí que no haría otra
vez. La mirada de Jacobo me decía que estaba
perdido. Que está vez iba a perder a mi amor,
gracias a mis aventuras. Era un hecho, que más iba
a tardar yo en llegar a casa, que ella en enterarse
de lo que acababa de suceder. No supe qué más
hacer, más que escaparme de aquel lugar y
nervioso irme a casa a pensar en lo que había
hecho.
223
Me miró fijamente y estirando su mano, bajó el
cuello de mi camisa.
— ¿Y esto?
224
¡Maldita sea! Por esa calle me los encontré, ya no
pude ocultar mis lágrimas y todos ellos me vieron
llorar.
—Nada we.
—dijo Edgar.
225
—No sé, we, a lo mejor de rato caen a la esquina.
—Vámonos, wey.
—¡ESOS SON!
226
—¿Este wey es?
—¿Con quién?
227
—Ya déjenlo. —dijo alguien de ellos.
—Si, we.
—Perdón por irme wey. Fui por estos, pero
andaban bien lejos. Si me quedo nos chingan a los
dos.
228
lo que había pasado con Alba, que los golpes que
acababa de recibir.
229
230
UN MES.
El lunes, adolorido y todo, con los ojos morados,
el derecho casi cerrado completamente, fui al
trabajo. Dónde papá se compadeció de mí y me
dio el día. Pensé en irme a buscar a mis amigos,
pero mejor me fui a mi casa. Me dolía todo el
cuerpo, caminé con gran dificultad, hasta que por
fin llegué a casa.
231
Sonó el teléfono, era el tono de SMS, lo ignoré, ya
no esperaba que fuera ella. Debía ser algo sin
importancia, fui a tomar un poco de agua. Luego
me acosté otra vez, ya no puse atención a la tele.
Estaba más desganado y los dolores no disminuían
ni un poco.
232
De inmediato respondí que estaba bien, que no era
gran cosa. Que en un par de días iba a estar mejor.
Y aproveché para preguntarle si podíamos vernos.
Pero no respondió más. Tomé su mensaje como
excusa para llenar su bandeja de entrada con mis
súplicas. Pero no hubo respuesta, iba a llamarla,
pero ya no lo hice. Y me eché a dormir otra vez.
233
Anduve espiando por su casa un buen rato, hasta
que la vi salir, la seguí a la distancia, tratando de
evitar que me viera. Iba a la papelería, llegó, entró
y duro un par de minutos ahí. Yo me paré junto a
la puerta y cuando salió, me paré frente a ella, la
tomé de los hombros y mirándola a los ojos le
dije:
—¿Podemos hablar?
—Por favor.
—No.
—¿Cuánto?
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mía. Pensativo, caminé, esta vez sin rumbo,
nuevamente sin lágrimas, sin saber qué sentir,
aparte de una gran decepción de mi mismo. Pues
en el fondo ya me esperaba esa respuesta.
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extrañaba y la seguía amando demasiado. Pero
tenía que hacer el intento de olvidarla, tal vez ella
ya estaba haciendo su parte. No lo sabía, pues
respeté su decisión, y creí que era lo más
conveniente no molestarla durante ese mes.
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—Hola.
—¿Qué haces?
237
—¡TE VEO MAÑANA! —me gritó a lo lejos.
238
sucedía después. Llegué y me senté en la banca de
siempre, estuve ahí sentado un par de horas y ella
no apareció. No recordaba los rostros de sus
amigos, y no quise preguntar por ella. Y emprendí
el regreso. Pasó la noche y por la mañana recordé,
como todos los días, mi cuenta regresiva. ¡Tres
días! Trabajé tranquilamente, sin novedad alguna,
para luego irme a descansar. Esta vez decidí que
iba a ver a los muchachos, pues ya tenía mucho si
saber en qué habían parado las peleas con los
cholos del otro barrio.
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sentada en la entrada, con toda su hermosura que
iluminaba aquella noche. Voltee a verla, bajé un
poco la velocidad de mis pasos y al cruzar la
mirada con la de ella, solo le levanté la ceja, e hice
como que iba a seguir caminando. Entonces ella se
puso de pie, acción que me hizo frenar en seco y
quedarme parado esperando a ver qué iba a hacer.
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—Eso mismo te iba a preguntar. Pues yo digo que
sí. ¿Qué dices tú?
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RUTINA.
—Aún te quedan algunas cosas por explicar. —
comenzó ella.
—Mañana hablamos.
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—Sí. Pero todo estaba muy reciente. Todavía
estaba muy enojada contigo. Pero también estaba
preocupada, dijeron que casi te mataban.
—¡Ya voy!
243
Me dio un beso y con la manga de su sudadera me
limpió las huellas que habían dejado las lágrimas
en mi cara.
—Claro.
244
Aun así, hubo muchas ocasiones en las que ella
parecía aburrirse y después de darle muchas
vueltas, por fin le dije aquella inquietud que
llevaba varios años guardando.
—¿Los extrañas?
—Mucho.
—¿En qué?
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—Creo saber qué es. Tal vez todo cambió en el
momento en el que yo cambié.
—¿Segura?
246
—Pues sí. Parece que así fue todas las veces.
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aquellos volando y el resto de nosotros, platicando
envueltos en el humo de los cigarros.
248
arrancarla, pero el dolor no me dejó hacerlo.
Doblé la rodilla para poder ver mejor y vi como a
través de la suela de mi zapato, brotaba la sangre.
Instintivamente, al ver la sangre, sentí más dolor y
los que ya regresaban de la persecución, me vieron
ahí sentado. Algunos fueron a ver a los que
estaban noqueados y Pablo se quedó conmigo.
—¡No mames! Te está saliendo un chingo de
sangre.
—Deja te la quito.
249
soportar el dolor que sentía, para disimular y que
no fueran a notar lo que traía. Y en el transcurso
del día me fui habituando a caminar así y que cada
vez se notara menos.
250
Ya en su casa, nos sentamos en la banqueta y
estuvimos abrazados un rato, nos besamos y
hablamos de algunas cosas vagas. Y de pronto
dijo.
251
Yo seguía en silencio, sin querer decir nada. Sin
saber qué decir, mejor dicho. Pues era tan grande
la cantidad de mentiras que le había dicho sobre
mí, que no sabría por cuál empezar a dar mis
explicaciones. Tenía historias de días que yo ya
hasta había olvidado lo que andaba haciendo. Era
imposible enumerarle las cosas que había hecho
en cada ocasión, porque ya las había olvidado. Lo
que si era seguro, era que todas esas veces no
estuve con nadie más.
—¿Qué? —preguntó.
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—Está bien. Vamos a seguir intentando. Pero a la
primera falla, se acabó. Yo entiendo que me digas
que lo estas intentando. Pero si hay rumores debe
ser por algo.
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—En media hora paso por ti. —le dije antes de
colgar el teléfono.
—¿Cuándo? —pregunté.
—Cuando tú quieras.
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de la catedral, lanzando sus rayos de hermosos
colores por todo el horizonte.
—¡Si!
—Cuando llegues a tu casa, te pones el anillo.
Porque esta vez no pude comprar uno.
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como me declaraba. Y cuando todos esos curiosos
aplaudieron, fue cuando nos dimos cuenta de que
estábamos siendo observados. Nos apenamos, y
corrimos de la mano, escapando de aquella gente.
Tomamos un taxi, para regresar rápido. Me vino a
la mente ir a nuestro lugar secreto. Pero en lugar
de eso, la llevé a mi casa y por fin, se la presenté a
mis papás.
—Yo también.
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—¿Sabes que? Sí, me voy a quedar contigo. Eres
mi sueño y quiero estar siempre contigo.
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