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Handke Peter Insultos Al Público
Handke Peter Insultos Al Público
Peter Handke
Ver, en la misma película, la muerte del mudo, quien, con una bala en el
cuerpo atraviesa tambaleándose el pueblo desierto y lanza un grito desgarrador.
Observar, en el zoo, los monos que imitan a los hombres y las llamas que
escupen como ellos.
Observar el comportamiento de los vagos e inútiles que deambulan por las
calles y juegan en las máquinas tragaperras.
Van a oír todo lo que hasta hoy han podido oír en el teatro.
Van a oír todo lo que hasta hoy no han podido oír en el teatro.
Pero esas concepciones, hay que destruirlas. Ustedes no asisten a una obra
de teatro. Ustedes no son meros receptores. Ustedes están en el centro mismo de
la acción. Ustedes son el fuego mismo. Ustedes están inflamados. Ustedes están a
punto de ignición. No necesitan un modelo. Ustedes son el modelo. Ya han sido
descubiertos. Ustedes son la revelación de la noche. Ustedes nos encienden.
Nuestras palabras se inflaman al contacto con ustedes. La chispa que nos inflama,
brota de ustedes.
Esta sala no pretende representar una sala. El escenario abierto que tienen
ante ustedes no es la cuarta pared de una habitación. Aquí el mundo no tiene
fisuras. Ustedes no verán puertas. Buscarán en vano las dos puertas del drama
clásico. No verán la puerta de salida por donde escapa el que no quiere ser visto.
No verán tampoco la puerta de entrada por donde aparece el que quiere ver al que
no quiere ser visto. No hay salida. No hay siquiera la ausencia de puerta de los
dramas modernos. No busquen un mundo detrás de este mundo. Nosotros no
ponemos cara de ignorar su presencia. Para nosotros ustedes no son aire. Por el
contrario, su presencia es de un interés vital. La causa de nuestro diálogo es
precisamente su presencia. Sin ella, hablaríamos al vacío. Ustedes no son una
abstracción. Ustedes no escuchan detrás de las puertas. Ustedes no miran por el
ojo de la cerradura. Nosotros no aparentamos ignorarlos. No tratamos de
arrancarles declaraciones. No pegamos sus declaraciones por las paredes. No les
acusamos de traidores. No preparamos un golpe de teatro. Estamos aquí, pero no
hemos entrado en escena. Nada de falsas salidas. Nada de apartes. No tenemos
nada que contarles. No hay diálogos. No estamos en situación. No
intercambiamos palabras con ustedes. Ustedes no son cómplices. Ustedes no
asisten a un acontecimiento. No les abrumamos con exabruptos. Abandonen esa
apatía. Despierten. Métanse bien en la cabeza que aquí no va a ocurrir nada. Lo
que les molesta es que se les mire y que se les hable, cuando ustedes venían
dispuestos a espiarnos desde la oscuridad, bien hundidos en sus butacas. Su
presencia se ve recreada a cada instante por nuestras palabras. Se la alimenta, se la
estimula, frase a frase, soplo a soplo. Su concepción del teatro no se tiene ya en
pie. No están condenados a mirarnos, pero no se les da otra opción. Ustedes son el
argumento. Ustedes son los actores. Ustedes son nuestros antagonistas. Se apunta
hacia ustedes. Ustedes son nuestro blanco. Nos sirven de blanco. Es una metáfora.
Ustedes son el blanco de nuestras metáforas.
Pero no dan la talla. No son precisamente una idea luminosa. Son bastante
pesados. No son lo que se dice un filón de oro. Por lo que se ve, el autor no
anduvo, al escogerles, muy inspirado. Eso no es estar vivos. Ustedes no tienen
talento. Ustedes no nos transportan a otro mundo. Ustedes no nos fascinan
realmente. Ustedes no nos deslumhran realmente. Se puede decir que ustedes no
nos divierten. A ustedes no les gusta jugar. No tienen ese don. Ustedes no saben
qué es el teatro. Ustedes no tienen nada que decir. Ustedes no son muy
convincentes. ¿Están ustedes ahí todavía? Ustedes no logran hacernos olvidar el
tiempo. Ustedes no llegan a interesarnos. Ustedes nos aburren.
Esto no es una broma. Esto no es un asunto serio. Ninguno debe poner cara
de muerto. Ninguno debe poner cara de vivo. No se trata de poner caras. El
número de heridos no ha sido predeterminado. El epílogo no ha sido escrito aún.
No hay epílogo. Nadie ha tenido que poner caras. Nosotros representamos lo que
somos, y nada más. No pretendemos representar un estado diferente del que
tenemos, aquí, y ahora. No hemos recurrido a artificios. No interpretamos
nuestros personajes como si estuvieran en una situación diferente. No nos
tomamos las cosas por el lado trágico. No pretendemos representar nuestra propia
muerte. No pretendemos representar nuestra propia vida. No queremos profetizar.
No pretendemos leer el porvenir. No buscamos evadirnos de este mundo. No
pretendemos representar un drama. Nosotros hablamos. Nosotros hablamos, y,
mientras tanto, el tiempo vuela. Hablamos de la escapada del tiempo. Hablamos
de la fuga del tiempo. No pretendemos abolir el tiempo, ni predecir el futuro. Esto
no es juego de apariencias. Esto no es un artificio. Y sin embargo hacemos
muecas. Hacemos como si fuera posible repetir las palabras. Este es el mundo de
las apariencias. Aquí, las apariencias son las apariencias. Las apariencias son aquí
las apariencias.
Ustedes representan algo. Ustedes son alguien. Aquí, ustedes son algo. Aquí
ustedes no son alguien, sino algo. Ustedes son una sociedad que forma un todo.
Ustedes son un público de teatro. Por el aspecto de su indumentaria, por su
actitud, por la manera en que ustedes miran hacia el escenario, ustedes forman un
todo. El color de sus trajes no desentona con el color de sus asientos. Ustedes
mismos forman un todo con Sus asientos. Ustedes están disfrazados, y al
disfrazarse han salido de lo cotidiano. Se han disfrazado para asistir a una
mascarada. Ustedes asisten. Ustedes miran. Ustedes miran fijamente. Y al mirar,
ustedes se inclinan hacia adelante. Sus asientos no les impiden inclinarse hacia
adelante. Ustedes son una cosa que mira. Necesitan espacio delante de ustedes.
Cuando el telón está echado, ustedes se angustian poco a poco. No tienen
perspectiva, se sienten enfermos. Se sienten oprimidos. Pero al levantarse, el telón
se lleva sus angustias. Pueden al fin respirar. Pueden mirar libremente. Su mirada
se libera. Ustedes recuperan su libertad. Ustedes pueden atender. No están ya
prisioneros de la oscuridad. Ya no son alguien. Ahora son algo. No están ya solos
consigo mismo. No están ya abandonados a ustedes. Están solamente presentes.
Se convierten en público. Eso les libera. Pueden al fin «asistir».
Aquí, sobre el escenario, no hay un orden. No hay nada que les muestre un
orden. No les proponemos un mundo virgen. Ni un mundo dislocado. Ningún
mundo. Aquí, los accesorios no tienen lugar fijo. No se les ha designado ningún
lugar. Y es porque no hay un orden establecido en el escenario. No hay marcas
para las cosas. No hay marcas para los personajes. Así como todos ustedes tienen
su sitio, aquí nada tiene su sitio. Las cosas no tienen sitio fijo. El escenario no es
un mundo, como tampoco el mundo es un escenario.
Las cosas no tienen un tiempo preestablecido. Aquí no existe una sola cosa
con tiempo preestablecido. Ni una cosa que sirva de ayuda al tiempo, o que deba
servirle de obstáculo. No tenemos aspecto de servirnos de los objetos. Los objetos
son puramente funcionales.
Antes de venir al teatro ustedes han tomado ciertas medidas. Han venido
aquí con ideas preconcebidas. Se han preparado para venir al teatro. Ustedes se
esperaban ciertas cosas. Su pensamiento se ha anticipado al tiempo. Han
imaginado ciertas cosas. Se han preparado para cualquier cosa. Ustedes se han
preparado. Se han preparado para asistir a cualquier cosa. Ustedes se han
preparado para venir al teatro, para ocupar el lugar que habían reservado, para
asistir Dios a sabe qué. Quizás habían oído hablar de la obra. Ustedes se han
arreglado para venir a verla. Desde ese momento, ya tenían ustedes una cierta idea
del asunto. Ustedes estaban dispuestos a sentarse aquí, y aguardar Dios sabe qué.
Ustedes han cruzado las calles por los pasos de peatones. Han mirado a
derecha e izquierda. Han respetado los semáforos. Han saludado con la cabeza a
los que pasaban. Se han detenido. Se han comunicado dónde iban. Han hablado de
lo que esperaban de esta velada. Han intercambiado sus impresiones. Han dado su
opinión sobre la obra. Han escuchado lo que se decía. Han estrechado las manos.
Se han deseado una velada feliz. Han frotado las suelas de sus zapatos en el
felpudo. Han abierto las puertas. Han sostenido las puertas abiertas para dejar
paso. Han reencontrado el mundo. Se han sentido cómplices. Se han sentido
hombres de mundo. Han sido solícitos con las damas. Les han ayudado a quitarse
el abrigo. Se han vuelto a reunir en pequeños grupos. Han circulado. Han
escuchado las campanillas. Han comenzado a intranquilizarse. Han echado una
mirada al espejo. Se han retocado. Han mirado a derecha e izquierda. Han
advertido que eran observados. Han continuado. Han dado unos pasos. Han
vigilado sus gestos. Han esperado las campanillas. Han mirado la hora. Se han
conjurado. Han tomado asiento. Han mirado a su alrededor. Se han erguido. Han
mirado hacia adelante. Han vuelto la cabeza. Han respirado profundamente. Han
advertido que la luz bajaba. Se han callado. Han oído que se cerraban las puertas.
Han clavado su mirada en el telón. Han esperado. Se han tensionado. Ni siquiera
han pestañeado. El telón se ha puesto en movimiento. Han oído deslizarse el
telón. El escenario ha aparecido ante ustedes. Todo ha ocurrido como de
costumbre. No han esperado en vano. Se han preparado. Se han apoyado en el
respaldo de sus asientos. La representación podía comenzar.
Esta noche hemos jugado. Hemos dado un sentido a nuestro juego. Hemos
dado intencionadamente el sinsentido. Nuestras palabras tenían un segundo
sentido y un sentido oculto. Ustedes eran dobles. No eran en realidad lo que eran.
No eran lo que aparentaban ser. Bajo su apariencia, se ocultaba otra cosa. Los
objetos y los actos parecían ser, pero no eran. Parecían ser lo que parecían ser,
pero en realidad eran diferentes. No parecían ser por parecerlo, pero parecían ser.
Parecían ser la realidad. La obra no era un pasatiempos, o, por lo menos, no era
solamente un pasatiempos. Tenía un significado. No estaba fuera del tiempo como
las obras donde el tiempo es irreal. La gratuidad aparente de ciertos pasajes
constituía precisamente todo su sentido oculto. Incluso las bromas tenían aquí un
sentido profundo. Había siempre una trampa. Detrás de cada palabra, detrás de
cada gesto, detrás de cada accesorio, algo, al acecho, buscaba su atención. Algo
que tenía un doble sentido, o incluso varios. Siempre ocurría algo. Algo que
ustedes debían considerar como real. Ocurrían historias. El tiempo que se
escapaba, era un tiempo fingido e irreal. Lo que ustedes han visto y oído no debía
ser únicamente lo que ustedes han visto y oído. Debía ser lo que ustedes no han
visto y lo que ustedes no han oído. Todo estaba previsto. Todo tenía un sentido.
Incluso lo que parecía desprovisto de sentido, lo tenía, porque en el teatro todo
tiene un sentido. Todo lo que hemos hecho aquí, tenía, realmente, un sentido. No
hemos actuado por actuar, sino por afán de realidad. Detrás de la actuación, era
preciso descubrir una realidad actuada. El Teatro era el tribunal. El Teatro era el
circo. El Teatro era el templo de la moralidad. El Teatro era el sueño. El Teatro era
liturgia. El Teatro era un espejo. El juego no iba más allá del juego. Arañaba la
realidad. Se volvía impuro. Cobraba un significado. En lugar de apartar el tiempo
del juego, se jugaba, aquí, un juego ficticio y sin consecuencias. Con el tiempo
ficticio se actuaba una realidad ficticia. Aquí no había ni realidad ni juego. Si
hubiéramos jugado por jugar, el tiempo no habría tenido que intervenir. En el
juego por el juego, el tiempo no interviene jamás. Pero como hemos fingido una
realidad, el tiempo que le pertenecía fue, asimismo, fingido. Si hubiéramos jugado
por jugar, no habría habido otro tiempo que el de los espectadores. Pero como
hemos fingido una realidad, han habido siempre dos tiempos, el suyo, el tiempo
de los espectadores, y el tiempo fingido que era, en apariencia, real. Pero no se
puede jugar con el tiempo. No se deja atrapar en ningún juego. El tiempo escapa a
nuestro control. El tiempo no puede ser fingido. El tiempo es real. Así como el
tiempo no puede ser actuado, la realidad tampoco puede ser actuada. Sin embargo
si se actúa, sin actuar el tiempo, se actúa. Si se actúa, actuando el tiempo, no se
actúa. Por el contrario, si se actúa fuera del tiempo, no es preciso actuar el tiempo.
Sin embargo, si se actúa fuera del tiempo, el tiempo no tiene significado. Todos
los otros juegos, son juegos de niños. Sólo son verdaderos juegos, aquellos en los
que el tiempo no interviene, o aquellos que están inscritos en un tiempo real,
como los noventa minutos de un partido de fútbol que se desarrolla en un tiempo
único: el tiempo de los jugadores, que es también el tiempo de los espectadores.
Todos los otros juegos son falsos. Todos los otros juegos, deforman la realidad de
los hechos. Fuera del tiempo, no existen hechos reales.
Hemos caído sobre ustedes. Derribamos los obstáculos que nos separan.
Derribamos la cuarta pared. Vamos hacia ustedes.
Habéis permitido que lo imposible se vuelva posible. Habéis sido los héroes
de la obra. Vuestros gestos eran sobrios.. Vuestros rostros expresivos. Habéis
logrado momentos inolvidables. No habéis actuado las situaciones. Erais en
realidad los figurantes. Erais el acontecimiento. Habéis sido la revelación de la
noche. Vuestra ha sido la parte más hermosa del éxito. Habéis salvado la obra.
Merecía la pena veros, ¡pequeños mocosos!
Oh, vosotros los que tenéis un tumor, los que escupís sangre, los que os
desplomáis en ruinas, los que os pudrís, los que os asfixiáis, los que os consumís,
los que os hincháis, los que rozáis la apoplejía, los mensajeros de la muerte, los
candidatos al suicidio. Vosotros, los muertos en potencia, por accidente, por la
guerra, por la paz. Vosotros, los muertos.
Texto de contraportada