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La maldición de la sinagoga de Ein Guedi

Los restos de más de 150 antiguas sinagogas de las épocas romana (37 A.E.C.
– 324 E.C.) y bizantina (324–638 E.C.) descubiertos en Israel sin duda se
cuentan entre los descubrimientos arqueológicos más importantes del país.
En ellos se encontraron más de doscientas inscripciones originales, en su
mayoría en arameo, el idioma mayoritariamente hablado por los judíos en
ésa época, y en su minoría en hebreo y en griego.
La inmensa mayoría de ellas son expresiones de agradecimiento y
bendiciones a personas que realizaron importantes donaciones a la sinagoga
local.
Una de las inscripciones descubiertas en la antigua sinagoga de Ein Guedi
(‫)ﬠֵין גּ ִֶדי‬, la inscripción de la maldición, es excepcional y única en su género.
Ein Guedi, un oasis en la desértica franja costera occidental del Mar
Muerto, es en sí un sitio excepcional, con presencia arqueológica
ininterrumpida desde la época del Primer Templo (1Samuel 23:29,
Cantares 1:14) hasta el final de la época bizantina.
La situación geográfica y las condiciones climáticas extremas de la localidad
de Ein Guedi hicieron de él y de su gente un lugar especial.
Comentado [MCyM1]: https://deadsea.com/articles-
tips/ein-gedi-nature-reserve/

La franja desértica que bordea el Mar Muerto se encuentra a unos 400 m.


debajo del nivel del mar, recibe apenas unos 70 mm. de precipitaciones
pluviales al año, y las temperaturas en el verano trepan por encima de los
40°.
Por otro lado, los cuatro manantiales que emanan en su cercanía permiten,
con un uso sabio y adecuado, surcar con canales de riego parcelas cultivadas
tanto en la llanura, cómo en terrazas excavadas y moldeadas en las laderas
de las montañas que descienden de oeste a este hacia la orilla del Mar
Muerto.
En las parcelas de la llanura se cultivaban palmeras datileras, cuyos frutos se
ganaron la fama de ser de los mejores de toda Judea.
Pero en las terrazas se cultivaba algo mucho más valioso:
Los arbustos de los cuales se extraía el perfume del bálsamo (bálsamo de
Judea), considerado el más preciado de todo el Imperio Romano.
Acerca del codiciado perfume procedente de Judea se expresaron más de una
docena de historiadores, viajeros y geógrafos romanos y bizantinos, entre
ellos Plinio el Viejo, Estrabón, y Eusebio de Cesarea.
Según el historiador romano Plinio el Viejo (Historia Natural, libro 12,
capítulo 54) sólo aquí y en la zona de Jericó se daban las condiciones
especiales para el cultivo, y sólo en esos dos lugares ése perfume fue
cultivado y elaborado.
Según el médico griego Galeno (De Antidotis, I; 2, 4, 12) el bálsamo de Ein
Guedi es el mejor aún dentro de Judea.
Por todas estas razones en Ein Guedi prosperó en la antigüedad una
comunidad bastante aislada basada económicamente en una agricultura
especial, y sobre todo en la elaboración de perfumes exclusivos con técnicas
pasadas en secreto de generación en generación, siendo éstas esenciales para
la elaboración de los perfumes.
Para obtener el tan preciado perfume del bálsamo no sólo era necesario
cultivar la planta específica, sino que era también indispensable extraerlo y
elaborarlo de una manera determinada.
Todos los gobiernos de turno pusieron sus ojos sobre éste preciado tesoro,
fuente de exportación e ingreso de capitales, y el orden establecido fue por
lo general tal que los pobladores de Ein Guedi cultivaban sus parcelas y
elaboraban el perfume pagando al estado un arrendamiento por la tierra y
vendiendo a éste el perfume, quien a su vez lo comercializaba obteniendo
suculentas ganancias.
Para Herodes ésta fue una de las fuentes de financiación de sus imponentes
proyectos de construcción, Cleopatra intentó arrebatarle los plantíos de la
zona de Jericó (Plutarco, Vida de Antonio 36:3), y Bar Kojba financió con
ellos su rebelión contra el imperio romano (132-135 E.C.).
Algunos contratos de arrendamiento de parcelas entre Bar Kojba y
agricultores de Ein Guedi sobrevivieron y están conservados hoy en día en
el Santuario del Libro en Jerusalém. En el siglo IV E.C. el imperio romano
se escinde y su parte oriental – en la cual se encuentra la Tierra de Israel – se
convierte en el Imperio Bizantino con capital en Constantinopla y el
cristianismo cómo religión oficial. De ésta época data la sinagoga de Ein
Guedi y su peculiar inscripción.
El gobierno bizantino continuó con la tradición romana:
los judíos de Ein Guedi continuaron produciendo el preciado perfume
derivándolo a las autoridades bizantinas.
En general, las relaciones entre el Imperio Bizantino y los judíos de la Tierra
de Israel no fueron buenas.
Los judíos tenían prohibido habitar y hasta visitar la ciudad de Jerusalém,
prohibición dictada por los romanos como castigo por la rebelión de Bar
Kojba y mantenida por el gobierno bizantino.
La legislación bizantina reconocía el derecho a existir de la religión judía,
con restricciones destinadas a fomentar su conversión al cristianismo. En el
marco de ésas restricciones se dictaron prohibiciones de construcción de
nuevas sinagogas.
En ése contexto funcionó la sinagoga de Ein Guedi, construida en el lugar
más prominente y alto de la aldea. Indudablemente era el centro religioso y
social de la comunidad y hoy una atracción de turismo arqueológico.
Todos los pisos de la sinagoga estaban cubiertos por sendos mosaicos.
Pero el ala oeste de la sinagoga deparaba una gran sorpresa para los
arqueólogos que lo excavaron:
El mosaico que cubría el piso del ala contenía una extensa inscripción
dividida en cuatro paneles, y todo indica que la inscripción era leída
solemnemente por la congregación.

Los dos paneles superiores nombran en idioma hebreo, a suerte de testigos


de la maldición, a los padres fundadores de la humanidad desde Adán hasta
los hijos de Noé, a los doce signos del horóscopo, a los doce meses de año
judío, a los tres patriarcas, y a los tres acompañantes del bíblico Daniel.
En el tercer panel reza la maldición en idioma arameo (con explicaciones
entre paréntesis):
“Todo aquel que cause disputa entre un hombre (miembro de la comunidad)
y su prójimo, o diga algo malo (=delate) de su prójimo a los gentiles (=las
autoridades bizantinas), o robe un objeto (de extracción de savia) de su
prójimo, o revele el secreto de la aldea a los gentiles, aquel cuyos ojos
recorren toda la tierra y ve todo lo oculto, él dará su rostro sobre ese hombre
y sobre su descendencia y lo extirpará de debajo de los cielos. Y dirán todos
(los feligreses de la sinagoga) ‘¡Amén, amén selah!’”.
No es difícil imaginar las causas y circunstancias que llevaron a la
elaboración de la inscripción, y al parecer a la ceremonia de su lectura
solemne y la aprobación de toda la comunidad con su “Amén”.
Todo el sostén económico de ésa comunidad tan especial estaba basado en el
cultivo especializado de una planta y la elaboración de un perfume siguiendo
directrices transmitidas de generación en generación.
Si a causa de una disputa interna en la comunidad, los secretos de esas
actividades fuesen revelados a las autoridades bizantinas o a cualquier
persona ajena a la comunidad, las consecuencias podrían ser catastróficas.
La aldea de Ein Guedi fue destruida total y ferozmente a finales del siglo VI
E.C.
Claras señales de destrucción violenta e incendio se pueden ver tanto en los
restos arqueológicos de las casas de la aldea cómo en los de la sinagoga. Los
últimos miembros de la comunidad, masacrados o exiliados, se llevaron
consigo el secreto guardado por siglos.
Ein Guedi quedó desolada por más de 1.300 años hasta la creación del nuevo
poblado con el mismo nombre.
Varios científicos intentan febrilmente volver a reconocer el arbusto del cual
se obtenía el perfume más preciado en todo el imperio romano, y reconstruir
el proceso de obtención guardado en secreto. Hasta ahora sin resultados
convincentes.
Hace no mucho tiempo, en el año 2016, recibimos un último mensaje de la
antigua comunidad de Ein Guedi:
Un pequeñísimo trozo de pergamino totalmente quemado encontrado años
atrás por los arqueólogos a los pies del arca de los libros de la Torá en la
sinagoga fue examinado con tecnología micro-CT.
Gracias a ésta tecnología de punta, y a pesar del estado carbonizado del
pergamino, volvieron a aparecer las letras originales del libro de la Torá
original quemado durante la destrucción de la aldea, conteniendo palabras
del libro Levítico.

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