Está en la página 1de 118

Archivo 1

Histórico

boletín
Municipal
de Irapuato

Nueva
época
Boletín del AHMI
Núm. 1
Nueva época

Directora del Archivo Histórico


ma. teresa cruz cuéllar

Encargada del acervo documental


dulce maría guadalupe vázquez mendiola

Presidencial Municipal de Irapuato


Secretaría del H. Ayuntamiento
Palacio Municipal S/N
Zona Centro
C.P. 36500
Irapuato, Gto.

Archivo Histórico Municipal de Irapuato


Allende # 170
Zona Centro
C.P. 36500
Irapuato, Gto.

Número ISSN en trámite.


ÍNDICE

Presentación 7

Don Ramón Barreto de Tábora 9

Reacomodos de la población e interrelación étnica:


la experiencia de los tarascos en el siglo xvi 32
Carlos Paredes Martínez

Hacienda de Jaripitío, un inicio hacia la historia


del poblado de Aldama, siglos xvii y xviii 45
Dulce María Guadalupe Vázquez Mendiola

Ánimas y Molino de Santa Ana: dos haciendas irapuatenses


durante la Revolución Mexicana, 1910-1917 59
Luz Antonia Miranda Félix

Configuración de la cabecera de la Congregación de Irapuato


durante el siglo xviii 67
Juan Leonardo Hernández Lozoya

Circunstancias y características demográficas durante


la Revolución Mexicana en Guanajuato 109
José Andrés Márquez Frías

P R E S E N TA C I Ó N

U
no de los objetivos centrales de la presente administración en materia cultural, es
lograr que cada uno de los habitantes de Irapuato, conozca, valore y disfrute del
invaluable patrimonio cultural irapuatense. Muestra de este legado es el acervo
documental que alberga el Archivo Histórico Municipal, que por sí solo nos da cuenta
de la vida social, económica, política y vida cotidiana. Y que a lo largo de más de
treinta y cuatro años se ha ido organizando y difundiendo por medio de los boletines
que se han publicado desde la administración de Don Martiniano Arredondo (78
boletines) y los diez números del boletín Historiamos. Cada una de estas acciones
realizadas a lo largo de los años para difundir la memoria histórica merece el reconoci-
miento y beneplácito de la sociedad en general. Porque es de todos sabido que del
conocimiento nace el respeto.
Es así que los Boletines Informativos del Archivo Histórico en los Números Uno y
Dos de su Nueva Época, tienen como objetivo seguir difundiendo el acervo docu-
mental del archivo, dar a conocer los estudios que se han realizado y los que se siguen
haciendo en torno a la historia de Irapuato, ya que creemos que es de suma impor­
tancia difundir estas investigaciones que nos ayudaran a entender muchos aspectos
del desarrollo de la sociedad irapuatense a lo largo de más de cuatrocientos años de
vida historia.


DON RAMÓN BARRETO DE TÁBORA

B
achiller, clérigo, presbítero, uno de los más distinguidos benefactores de la ciudad
de Irapuato, de donde fue originario y vecino. Donó todos sus bienes suficientes,
casas de su morada y la de sus padres para la construcción de un Colegio de Niñas,
actualmente Presidencia Municipal de Irapuato, y para un Colegio de Niños en la
Congregación de Irapuato. Muere el 15 de julio de 1760.


10
Primer Codicilio
Archivo Histórico de Irapuato, Protocolos de Cabildo, 2 de enero de
1759, caja 11, fojas 158v-161

Fj. 158 v

Codicilio del Bachiller Don Ramón Barreto de que dí copia el día 22 de


marzo en papel del sello segundo.

En el nombre de Dios todo poderoso Amén. Notorio y manifiesto sea a


los que el presente vieren como yo el bachiller Don Ramón Barreto de Tábo-
ra, clérigo presbítero de este obispado de Michoacán, comisario del santo
oficio de la inquisición de este reino y vecino del partido de Irapuato, juris-
dicción de la ciudad de Guanajuato, digo que por cuanto

11
12
Fj. 159

hice y otorgué mi testamento y última disposición ante Don Manuel Martí-


nez de Lexarzar, actual teniente de alcalde mayor de dicha congregación de
Irapuato, actuando como juez receptor con dos testigos de asistencia por
falta de escribano, el que pasó en esta mi hacienda de San Roque a primero
día del presente mes de enero y año de 1759, en el que tengo hecho la protes-
tación de la fe (que reitero) y todas las demás cláusulas que han sido de mi
voluntad y necesaria en derecho para la entera validación, y porque se me
han ofrecido otras cosas que añadir para el bien de mi alma y descargo de mi
conciencia, en manda y legados poniéndolo en ejecución por vía de codicilio,
o por aquella forma que mejor lugar tenga en derecho, otorgo, mando y or-
deno lo siguiente:
Primeramente declaro porque es mi ánimo beneficiar con la dotación de
las huérfanas de que tengo dispuesto, en la cláusula sexta y cuarenta y ocho
de dicho mi testamento a todas las niñas pobres y nativas de dicha congrega-
ción de Irapuato, y que no recaiga sólo en una el beneficio y muchas carezcan
de él, con este miramiento ordeno y mando que la niña que le cupiere en
suerte es lograr una vez el dote de los 300 pesos no vuelva a entrar en la rifa
hasta que se verifique que no haya otra que no haya sacado dicha dote que en
este caso volverán otra vez a entrar. Mando así se ejecute por esta presente
cláusula.
2. Item. Declaro que Don Juan Barreto de Tábora me debe muchísimos
pesos de el tiempo que corrió con mis negocios y que yo no le doy encargo de
cosa alguna del tiempo que me sirvió mando que mis albaceas se arreglen en
todo tiempo a esta mi declaración.
3. Item. Mando y es mi voluntad que de mi caudal se hagan dos candiles
de plata como los que están en el altar del señor milagroso de la congregación
de Irapuato y que se pongan en el altar mayor de la iglesia de dicha congrega-
ción para ornato del divinísimo señor

13
14
Fj. 159 v

sacramentado, a quien se los dono, y mando así se ejecute.


4. Item. Mando y es mi voluntad que los un mil pesos que me debe Don
Joseph Antonio Zurita Valle y tengo declarado en mi testamento, se impon-
gan con otros 200 pesos más de mi caudal a censo, y con sus réditos se cante
una misa el último viernes de cada mes a mi Señora de los Dolores en su altar
de la iglesia de la congregación de Irapuato la que se aplique por mi alma y
porque la santísima virgen interceda con su santísimo hijo les de una buena
muerte a todos los cristianos, como se la pido para mí. Mando así se ejecute.
5. Item. Mando y es mi voluntad se establezca una escuela en la congre-
gación de Irapuato para que todo género de niños aprendan a leer, escribir y
contar en la que se ponga de maestro un hombre de buenas costumbres,
apto para el ejercicio y que éste tenga la obligación de asistir todos los do-
mingos con sus discípulos a enseñar la doctrina cristiana en el cementerio
de la iglesia parroquial de dicho Irapuato para que participen en la enseñan-
za de los misterios de nuestra santa fe los pobrecitos indios, y demás gente
que concurriere, para cuyo efecto y que se mantenga dicho maestro mando
se carguen e impongan a censo, sobre fincas seguras la cantidad de 3000
pesos y que sus réditos se le den a dicho maestro por mano de el señor cura
más antiguo, que es y fuere de dicha congregación, a cuyo arbitrio queda el
nombramiento del sujeto que ha de obtener dicho cargo y el especial cuida-
do de que, el que fuere nombrado cumpla con su obligación en la enseñanza
y en no llevarles estipendio alguno a los niños que enseñare vecinos de dicha
congregación y sólo lo pueda hacer con los de fuera. Mando así se ejecute.
6. Item. Mando y es mi voluntad que de mis bienes se haga un viso de
plata para

15
1
Fj. 160

poner en la puerta del sagrario del divinísimo señor sacramentado en la iglesia


parroquial de Irapuato en el altar mayor de ella. Mando así se ejecute.
7. Item. Mando que para la ayuda de la fábrica de la iglesia de Nuestra
Señora de la Soledad de la congregación de Irapuato se dé de mi caudal la
cantidad de mil pesos. Mando así se ejecute por ésta presente cláusula.
8. Item. Mando y es mi voluntad que a las dos hijas doncellas de Don Juan
Bravo Laguna, nombradas doña Brígida y doña Gertrudis, se les dé de mi
caudal 300 pesos a cada una que les lego graciosamente. Mando así se ejecute.
9. Item. Mando se les dé a las hijas de Don Francisco Balmaceda y de Doña
María Bravo Laguna 300 pesos a cada una, que les lego graciosamente. Mando
así se ejecute.
10. Item. Declaro que por cuanto en las cláusulas cuarenta y seis y cuaren-
ta y siete de el testamento que tengo otorgado mando que todo lo que quedare
de mis bienes en semillas, ganados, ajuar de casa, reales, plata y demás que so-
brare después de cumplidos todos los legados, píos y graciosos de mi disposición
testamentaria que se reponga toda su importancia réditos para que con ellos se
funden capellanías, y se doten niñas huérfanas, atendiendo yo a que la funda-
ción de dichas capellanías, en este modo se pasara mucho tiempo sin que se
verifiquen, por tanto mando y es mi voluntad que la mitad de todo lo que
produjeran dichos mis bienes relacionados se distribuyan luego en imponer y
fundar capellanías de a 4000 pesos cada una señalando luego capellanes para
ellas con arreglamiento en dicho nombramiento, patronos y demás a ellas
anexo a la citada cláusula cuarenta y siete, las que sólo revoco a cuanto a que
no se ponga como había dispuesto dicha mitad, de lo que produjeren mis bie-
nes a réditos para que de ellos se impusieren las capellanías por querer ahora
que éstas se verifiquen luego, y que la otra mitad asignada a las huertas, es mi
voluntad se ejecute con ella como en la cláusula cuarenta y ocho de mi dicho
testamento, prevengo y lo declaro así para que conste.
11. Item. Mando que a las dos hijas de Don Andrés de Bárcenas y de
Doña

1
18
Fj. 160 v

Nicolasa Bravo Laguna se les den 300 pesos a cada una que les lego graciosa-
mente. Mando así se ejecute por esta presente cláusula.
12. Item. Mando y es mi voluntad que a Doña Petra Barreto y a Doña
María Antonia, su hija, a Doña María Barreto, hija de Don Juan Barreto, a
Doña Josepha, Doña Bárbara, y Doña Francisca Barreto, hijas de Don Joseph
Barreto, y a las hijas de Don Nicolás Barreto, y Doña María, y Doña Josepha
Barreto, hermanas, se les den 200 pesos a cada una, que les lego graciosamen-
te. Mando así se ejecute.
13. Item. Mando que mis albaceas en lo que les pareciere más convenien-
te para el culto y ornato del señor San Antonio de Padua en dicha congrega-
ción de Irapuato, apliquen 500 pesos que le lego y dono al santo glorioso.
Mando así se ejecute.
14. Item. Mando y es mi voluntad que de mi caudal se haga otro candil
de plata mayor que los que tengo dispuestos se hagan en el altar mayor res-
pecto a que quiero que éste se ponga en el medio de los altares de Nuestra
Señora de los Dolores, y de Nuestra Señora de Guadalupe, en dicha iglesia de
Irapuato para que ceda en culto de ambas imágenes. Mando así se ejecute.
15. Item. Declaro y es mi voluntad que si en este codicilio no se expresare
otros legados por faltarme el tiempo para ellos respecto a la confianza que
tengo a mis albaceas con quienes tengo comunicada mi intención, conciencia
y deseo que tengo de servir a Dios con mi caudal en bien del prójimo y sufragio
de mi alma, quiero y es mi voluntad que dichos mis albaceas hagan todas las
mandas, legados, píos y graciosos, que a bien tuvieren a mayor honra, y gloria
de Dios y bien de dicha mi alma pues para ello les confiero el poder y facultad
que en derecho necesario sea, para que hagan lo que yo pudiera hacer si tuvie-
ra lugar para ello, y dejar como dejo en su fuerza y valor el dicho mi relaciona-
do testamento en todo cuanto no incluya oposición alguna a este

1
20
Fj. 161

mi codicilio quiero se guarde y se cumpla y ejecute lo entero y otro dispuesto


por mi última y final voluntad, y por aquella vía y forma que mejor haya lugar
en derecho. Que esta hecho en la hacienda de San Roque, partido de Irapua-
to, jurisdicción de la ciudad de Guanajuato, a 2 de enero de 1759. Y yo don
Manuel Martínez de Lexarzar, teniente de alcalde mayor de dicha congrega-
ción y su partido por el señor don Bernardino Antonio de Nava, alcalde
mayor y teniente de capitán general de dicha ciudad y esta su jurisdicción,
doy fe que el señor bachiller otorgante se halla aunque enfermo en pie y en su
entero acuerdo, juicio y entendimiento natural con que siempre lo he obser-
vado y comunicado sin testación alguna, y que así lo otorgó y firmó conmigo
y los testigos de mi asistencia con quienes actúo como juez receptor por falta
de escribano real y público, siendo testigos de este otorgamiento don Tomás
de Acevedo, Nicolás de Villaseñor y Joseph Raya, vecinos de este partido, y
lo firmaron, doy fe.

Manuel Martínez de Lexarzar Ramón Barreto de Tábora


Rúbrica Rúbrica

Tomás de Acevedo Joseph Raya


Rúbrica Rúbrica

Nicolás de Villaseñor Miguel de Acosta


Rúbrica Rúbrica

Manuel de Morgado
Rúbrica

21
22
Segundo Codicilio
Archivo Histórico de Irapuato, Protocolos de Cabildo, 5 de marzo de
1759, caja 11, fojas 158v-160v.

Fj. 158 v

Codicilio del Bachiller Ramón Barreto de Tábora


de que le doy copia en papel del sello segundo
el día 22 de marzo de 1759.

En el nombre de Dios todo poderoso amén. Notorio y manifiesto sea a los


que el presente vieren como yo el bachiller Don Ramón Barreto de Tábora,
clérigo presbítero domiciliario de este Obispado de Michoacán, comisario
del Santo oficio de la inquisición de este reino y vecino labrador del partido
de Irapuato, jurisdicción de la ciudad de Guanajuato, digo que por cuanto
hice y otorgué mi testamento y última disposición a ante Don Manuel
Martínez de Lexarzar, actual teniente de alcalde mayor de dicho Irapuato,
actuando como juez receptor con dos testigos de asistencia por falta de es-
cribano, el que pasó en esta mi hacienda de San Roque a primero de enero y
año corriente de 1759 en el que hice la protestación de la fe que nuevamen-
te reproduzco y subsecuentemente en el mismo protocolo ante el mismo
teniente a los dos días de dichos mes y año, otorgué codicilio, en el que y en
el dicho testamento otorgué y se pusieron todas las cláusulas que han sido
de mi voluntad y las necesarias

23
24
Fj. 159

en derecho para la entera validación y firmeza de uno y otro. Y porque se me


han ofrecido cosas que añadir, aclarar y quitar de dicho testamento y codici-
lio para el total descargo de mi conciencia y bien de mi alma poniéndolo en
ejecución por vía de segundo codicilio o por aquella forma que mejor lugar
tenga en derecho otorgo y mando y ordeno lo siguiente.
1. Primeramente declaro y es mi voluntad que en todas las capellanías
que dejo mandado se funden con mi caudal no sean patronos de ellas los se-
ñores curas más antiguos de la congregación de Irapuato como había manda-
do en la cláusula 47 y 49 de mi testamento porque en consideración de que a
los mismos capellanes les será más fácil entender en cualesquiera cosas que se
ofrezca en dichas capellanías, y por relevar a dichos señores curas de las
molestias y trabajos que se les puede ocasionar con dicho patronazgo, nom-
bro por patrones de todas las capellanías que se fundaren a los mismos cape-
llanes que fueran de ellas, revocando como revoco sólo en cuanto a este
particular las ya citadas cláusulas y mando se ejecute lo en esta dispuesto.
2. Item. Declaro y es mi voluntad que los capellanes en quienes recayeren
las capellanías que tengo mandado fundar han de ser obligados a renunciarlas
luego que tengan beneficio colativo para que entre otros, en ella que pueda
ordenarse a su título por ser mi ánimo e intención el que con dichas capella-
nías se verifiquen todos los más sacerdotes que se puedan ordenar. Como
también es mi voluntad que aquel que estuviere ordenado a título de capella-
nía no se le adjudique ninguna de las que tengo mandado fundar aunque
sean parientes muy inmediatos míos porque como tengo esto asentado estas
capellanías son para que se ordenen a título de ellas los que no la tuvieren con
la preferencia y demás circunstancias

25
2
Fj. 159 v

que en las cláusulas 47 y 49 de mi testamento tengo declarado. Mando se


ejecute lo en esta dispuesta.
3. Item. Mando y es mi voluntad que a más de las tres misas que tengo
mandado se digan en el beaterio mandado fundar en mi testamento y consta
en el cláusula décima tercia de él, quiero y es mi voluntad que a costa de dicho
beaterio se diga otra misa en la misma conformidad que las otras tres dis-
puestas, la que se aplique por mi alma, las de mi intención y obligación dedi-
cándolas al santo ángel de mi guarda, y lo declaro para que conste.
4. Item. Revoco en el todo la cláusula duodécima del ya citado codicilio
en que había mandado se les dieran a las Barretas a 200 pesos a cada una,
cuyo mando quiero no se verifique, y lo declaro para que conste.
5. Item. Mando y es mi voluntad que si alguno o algunos de los legatarios
a quienes graciosamente les tengo hechas mandas intentaren poner pleito o
demanda alguna a mi caudal o quisiesen más de lo que les tengo legado, en
este caso quiero y ordeno no se les dé cosa alguna de lo que les llevo legado, y
asimismo declaro que los 300 pesos que en la cláusula 25 de mi testamento
tengo mandado se les den a los hijos de María Bravo son para que de ellos se
repartan entre todos los dichos hijos, y no se entienda que a 300 pesos a cada
uno, y de la misma manera se ha de beneficiar el legado de los hijos de doña
Bernarda Manríquez de Lara, el de los hijos de Felipe Gamiño, el de los hijos
de Catarina Manríquez de Lara y de los hijos de Antonio Gamiño. Decláro-
lo para que conste
6. Item. Mando y es mi voluntad que de la cosecha que se hiciere

2
28
Fj. 160

del trigo que tengo sembrado se reparta la cantidad que les pareciere a mis
albaceas entre las personas que a los susodicho les tengo comunicado, lo cual
les lego a personas a quien lo dieren graciosamente por vía de limosna en
beneficio y sufragio de mi alma mando así se ejecute.
Y dejando como dejo en su fuerza y valor todo lo contenido en dicho mi
testamento y primer codicilio en todo cuanto no se oponga en cosa alguna a
este presente codicilio quiero se guarde, cumpla y ejecute lo que en todos tres
instrumentos tengo dispuestos y por mi última y final voluntad y por aquella
vía y forma que mejor haya en derecho, que es fecho en la hacienda de San
Roque, partido de la congregación de Irapuato, jurisdicción de la ciudad de
Guanajuato, a 5 de marzo de 1759. Y yo Don Manuel Martínez de Lexarzar,
teniente de alcalde mayor de dicha congregación y su partido por el señor
don Bernardino Antonio de Nava, alcalde mayor y teniente de capitán gene-
ral de dicha ciudad y esta jurisdicción por su majestad, doy fe que conozco al
señor bachiller otorgante y que se halla (aunque enfermo) en pie y en su en-
tero acuerdo, juicio y memoria y entendimiento natural con que siempre lo
he observado y comunicado, sin mutación, ni perturbación alguna y que así
lo otorgó y firmó conmigo y los testigos de asistencia con quienes actúo como
juez receptor por no haber escribano real ni público en dicha congregación,
ni en el término que previene el derecho, siendo los presentes a este otorga-
miento Nicolás de Villaseñor, Vicente Ferrel de Acosta y Joseph Dimas, ve-
cinos de esta jurisdicción de los cuales los dos [ilegible] lo firman

2
30
Fj. 160 v

que saben escribir, doy fe.

Manuel Martínez de Lexarzar Bachiller Ramón Barreto de Tábora


Rúbrica Rúbrica

Nicolás de Villaseñor Vicente de Acosta


Rúbrica Rúbrica

Manuel Sixto Manuel Morgado


Rúbrica Rúbrica

31
REACOMODOS DE LA POBLACIÓN E INTERRELACIÓN ÉTNICA:
LA EXPERIENCIA DE LOS TARASCOS EN EL SIGLO XVI

carlos paredes martínez

C
ontrariamente a la creencia generalizada de que el grupo de habla tarasca de Mi-
choacán era un grupo aislado y encerrado dentro de sus fronteras del señorío en la
época prehispánica, recientes investigaciones arqueológicas y etnohistóricas, han
mostrado que este grupo mantuvo relaciones culturales y de intercambio no sólo con
otros pueblos de la antigua Mesoamérica, sino también con grupos de Aridoamérica
en el sur de los actuales Estados Unidos. Por otro lado se han planteado igualmente las
relaciones intercontinentales entre el norte de Sudamérica y las costas occidentales de
México, en las cuales los tarascos pudieron tener un papel relevante en el contexto
mesoamericano, si consideramos ciertos elementos materiales destacables, como el
alto nivel de conocimiento y usos prácticos que tuvieron con respecto al cobre y otros
metales. Para épocas más antiguas, se señalan a las llamadas tumbas de tiro como un
elemento funerario compartido por ciertas culturas de Ecuador y Colombia, mientras
que en el occidente se encuentran en Jalisco, Nayarit, Colima y el Opeño en Michoacán.
Este supuesto aislamiento de la cultura tarasca quizá está basado en el hecho de que en
el campo lingüístico, efectivamente se trata de una lengua aislada, sin vínculo troncal
con ninguna otra lengua, sin embargo este no es un argumento válido para plantear


Una primera versión de este trabajo fue presentado como ponencia en la XII Reunión de Historiadores
Mexicanos, Estadounidenses y Canadienses. Vancouver, British Columbia, Canadá, 4-8 octubre de 2006.

Doctor en Historia del ciesas (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social).

Manuel Gamio escribió en 1936: “…en regiones como la tarasca la cultura arcaica existió y se desarrolló
aisladamente hasta el siglo xvi”. José García Payón La zona arqueológica de Tecaxic-Calixtlahuaca y los
matlatzincas, 1º parte, Manuel Gamio prólogo, ed. Facsimilar de 1936, México, Biblioteca del Estado de
México, 1974, p. 8.

Patricia Carot, “Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en Michoacán: el retorno de los que se
fueron” en, Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en el centro de México, Linda Manzanilla
(editora), México, iih-unam, 2005, pp. 103-121; Dorothy Hosler, Los sonidos y colores del poder. La tecnología
metalúrgica sagrada del occidente de México, Eduardo Williams, et al. (traducción), México, El Colegio
Mexiquense, 2005.

32
este aislacionismo y menos aún dejar de considerar a los tarascos como integrantes del
área cultural mesoamericana, con profundos nexos culturales, religiosos y mitológicos
con otros pueblos y con dinámicas relaciones interétnicas al momento de la llegada de
los españoles dentro y fuera del antiguo territorio dominado por el señorío uacusecha.
Sirvan así estas páginas para mostrar a la cultura tarasca en interrelación con otros
grupos lingüísticos mesoamericanos al momento del contacto europeo y abordar estos
temas para las primeras décadas de la época colonial en el siglo xvi, a fin de ilustrar la
experiencia del pueblo tarasco en los procesos de aculturación, adopción y adaptación
de los nuevos patrones religiosos, políticos y sociales impuestos por los españoles.
Me interesa destacar ahora tan sólo tres ideas referentes a la época prehispánica, que
me parecen fundamentales. Es cierto que en la última etapa de la época prehispánica, el
señorío tarasco tenía cerradas sus fronteras y fuertes guarniciones en algunos puntos
fronterizos, en colindancia con el territorio de la Triple Alianza del Valle de México, con
quienes tenían una fuerte rivalidad por las tendencias expansionistas de ambos y por la
posesión, entre otras tierras, por las situadas en las riveras del río Balsas, la tierra caliente
proveedora de cacao, oro, aves de ricos plumajes y frutos tropicales, sin embargo en épocas
muy anteriores este mismo río, así como el Grande o Lerma, constituyeron dos importan-
tes corredores culturales que conectaron el altiplano central con el centro y occidente de
Mesoamérica, transitando por sus causes múltiples pueblos de muy diversos orígenes,
lenguas y rasgos culturales entre los actuales estados de Puebla, Guerrero, el Estado de
México, Michoacán, Jalisco y de ahí al septentrión mesoamericano. En este sentido desta-
caría dos culturas que por su importancia dejaron honda huella en Michoacán y entre los
tarascos, me refiero a la cultura Chupícuaro, situada en las inmediaciones de Acámbaro en
la rivera del río Lerma, foco de una importante cultura de una bella cerámica que irradió a
múltiples pueblos y lugres desde Guanajuato y Michoacán hacia el altiplano central y
hasta Zacatecas, en el preclásico tardío entre el 400 y 200 años a.C., mientras que en
tiempos más recientes, grupos de habla nahuatl procedentes de las costas de Veracruz,
entre otras muchas migraciones, pudieron tener en el río Balsas su medio de comunicación
hacia el occidente, trayendo consigo y dejando en Michoacán uno de los aportes cultura-
les más valiosos en aquellos tiempos: la tradición de la escritura pictográfica, plasmada en
el Lienzo de Jicalán, anteriormente conocido como Lienzo de Jucutacato.


Hans Roskamp, “Historia, mito y legitimación: el lienzo de Jicalán”, en La tierra caliente de Michoacán,
José Eduardo Zárate Hernández (Coordinación editorial), México, El Colegio de Michoacán-Gobierno del
estado de Michoacán, 2001, pp. 119-151.

33
El segundo punto se refiere al carácter multiétnico y pluricultural de Michoacán
en la época prehispánica, representado por varios grupos de habla distinta, entre los
que destacan los nahuas, otomíes, matlatzincas, mazahuas y otros situados en aquella
época principalmente en los límites con los dominios de la Triple Alianza en los actua-
les estados de Guerrero y México, así como al norte con los varios grupos seminóma-
das y nómadas de lo que se conocería después como la Gran Chichimeca y al
occidente con los señoríos de Colima y Jalisco. Evidentemente al centro de este terri-
torio y ocupando la mayor parte de la población, se encontrarían los tarascos o puré-
pecha, grupo que hacia el siglo xiii, a través del linaje uacuscha, se enseñoreo de un
gran territorio y ejerció un fuerte control, basado en la guerra, el centralismo político
tributario, la imposición de una religión y el culto al dios curicaueri, así como impo-
niendo una política que explica la distribución étnica del territorio michoacano y que
ha sido señalado por Helen Pollard como elemento clave en el éxito del dominio de la
elite gobernante sobre los pueblos conquistados: la asimilación cultural de los pueblos
conquistados preferentemente al interior del territorio y la segregación de otros grupos
no tarascos ubicados justamente en las zonas de frontera del señorío. Interesante hi-
pótesis que nos plantea al elemento étnico y religioso, como eje del dominio sobre los
pueblos conquistados y una forma de legitimar el poder.
Finalmente la tercera idea se refiere al intercambio de productos estratégicos y
suntuarios producidos o elaborados en Michoacán e intercambiados por los merca-
deres tarascos de lejanas tierras y que constituyeron bienes escasos y altamente apre-
ciados en toda Mesoamérica, me refiero a productos como la obsidiana en sitios como
Ucareo, Zinapécuaro y Cruz Negra al norte de Michoacán, las conchas marinas del
pacífico, los plumajes finos y el arte plumario probablemente concentrado y elaborado
en la capital Tzintzuntzan, el cobre en torno a la cuenca del Balsas, la turquesa proce-
dente del sur de los Estados Unidos y los bancos de sal situados a las orillas del lago de
Cuitzeo, las planicies costeras de Colima y en torno a la cuenca del río Cutzamala, en
la confluencia de los actuales estados de Michoacán, Guerrero y México. La búsqueda
de estos productos y la bien conocida experiencia en el trabajo y elaboración de obje-
tos suntuarios como el arte plumario, la metalurgia, la obsidiana procedente de estos
lugares y encontrados en vastas regiones y lugares de Mesoamérica entre otros objetos,


Helen Perlstein Pollard, “El gobierno del estado tarasco prehispánico”, en Autoridad y gobierno indígena
en Michoacán. Ensayos a través de su historia, Carlos Paredes Martínez y Marta Terán (Coordinadores),
Miruna Achim (trad.), vol. 1, México, El Colegio de Michoacán-ciesas-inah-umsnh, 2003, pp. 49-60.

34
son muestras claras de la amplia práctica de intercambio de los tarascos y la vía natu-
ral de intensas relaciones con múltiples pueblos, en distintas épocas del México pre-
hispánico.

la época colonial: los antecedentes

Llama la atención que durante las primeras décadas después de la conquista española,
los tarascos hayan tenido una participación muy activa en las expediciones de explo-
ración y conquista militar y espiritual al lado de los españoles, en Colima, la Nueva
Galicia y Guanajuato. Esto podría pensarse, respondía a razones pragmáticas, en el
sentido de haberse rendido el señorío ante los capitanes de Hernán Cortés, ubicarse
geográfi­camente en los límites justamente de los territorios que se mantenían hostiles
a la conquista y de ahí la necesaria participación como aliados “naturales” en dichas
incursiones, así como el hecho de ser el pueblo más numeroso, organizado estatal y
militarmente, que estaba en condiciones de prestar dicha ayuda en las mejores condi-
ciones. Sin negar estos razonamientos como importantes, habría que preguntarse si
además de todo esto, los tarascos tenían precisamente ese conocimiento del territorio
allende sus fronteras, que les venía de generaciones atrás y que como en épocas pasa-
das, tan sólo estaban de alguna manera regresando a territorios conocidos por sus
movimientos migratorios y vinculados por el intercambio, la caza, los asentamientos
abandonados y mantenidos en la toponimia sobre todo en el sur y centro de Gua-
najuato. Este cono­cimiento antiguo del territorio y de la metalurgia como ya se ha
dicho, pudieron ser elementos clave en el interés de los exploradores españoles por
hacerse acompañar de tarascos en la búsqueda de minas de metales preciosos y des-
pués durante la explotación temprana de los minerales como ya lo ha planteado Ro-
bert C. West.
De esta manera la actividad expedicionaria, militar, laboral y de intercambio de los
tarascos durante la primera mitad del siglo xvi tuvo ahora una dirección e intenciona-
lidad comandada por los nuevos conquistadores, sin embargo bajo nuevas circuns-


Eduardo Williams (editor), Bienes estratégicos del antiguo occidente de México. Producción e intercambio,
México, El Colegio de Michoacán, 2004; Garman Harbottle and Phil C. Weigand “Turquoise in pre-colum-
bian America”, in Scientific American, vol.266, num. 2, February 1992, pp. 78-85; Archivo General de Indias,
Justicia leg. 165, exp. 1.

Robert C. West, “Early silver mining in New Spain, 1531-1555” in, Mines of silver and gold in the Americas,
Peter Bakewell (ed.), Aldershot, Variorum, 1997, pp. 57-73.

35
tancias de coloniaje y de pueblos sometidos, en las que evidentemente se dan nuevas
relaciones con pueblos mesoamericanos de múltiples lugares y regiones en el contex-
to de la configuración del nuevo escenario novohispano. Uno de los fenómenos socia-
les que se presenta en forma muy temprana, es el de la diáspora del pueblo tarasco,
hacia las nuevas áreas de conquista española, como ya se decía por su colaboración
militar, así como también en las expediciones con fines evangelizadores, acompañan-
do a franciscanos y jesuitas a las hostiles tierras de la Gran Chichimeca, como al norte
en Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, Durango y hasta Sinaloa. Esta colaboración y
acompañamiento fue evidente no sólo durante estas primeras décadas de exploración,
sino también durante toda la segunda mitad del siglo XVI, con la llamada guerra Chi-
chimeca y en la cual los combatientes tarascos continuaron prestando sus servicios
guerreros muchas veces sin retorno a sus lugares de origen. En el campo laboral los
tarascos constituyeron la mano de obra que a través de distintos sistemas de trabajo
desde la esclavitud, el servicio personal obligatorio o bien el repartimiento, fue el
contingente básico en la explotación de las minas que desde entonces comenzaron a
explotarse en forma intensa: Comanja, Taxco, Guanajuato, Zacatecas y San Luis Potosí,
así como también, en las múltiples estancias ganaderas y haciendas de españoles que
se fueron instalando en torno a estos centros mineros y lo que se conocería después
como el Bajío, verdadero granero de la Nueva España, durante estos años y posterior-
mente hasta el siglo xviii. Finalmente en el aspecto del comercio e intercambio esta-
blecido a partir de la conquista española, es importante también destacar el papel de
los tarascos como proveedores de múltiples mercancías y requerimientos a los nuevos
asentamientos y reales mineros, desde alimentos, materiales de construcción, cueros
de ganado, ganado mismo, textiles, cera para velas y objetos suntuarios, los cuales se
encargaron de transportar y comerciar desde Michoacán y otros lugares.
Ahora bien, paralelamente a este proceso de expulsión de la población tarasca de
su antiguo territorio, es igualmente importante en Michoacán los reacomodos de la
población indígena durante todo el siglo xvi, desde las llamadas congregaciones
de pueblos de indios, fundaciones y refundaciones de antiguos pueblos en nuevos
asentamientos, hasta la introducción de nuevos pobladores nahuas procedentes de
diversas partes de la Nueva España y que, como en el caso de la Nueva Ciudad


Carlos Paredes Martínez, “El trabajo indígena en las haciendas de españoles en torno a Valladolid y norte
de Michoacán”, en Espacios para la producción. Obispado de Michoacán, Guadalupe Salazar González
(Coordinadora), Morelia, umsnh-uaslp-conacyt, 2006, pp. 91-104.

36
de Michoacán, posteriormente Valladolid hoy Morelia, el virrey Mendoza tenía espe-
cial interés en fundar una ciudad española (1541), para lo cual requería del estableci-
miento de pobladores indios y así los llevó expresamente ahí, procedentes de Tlaxcala,
México, Texcoco, Huexotzinco y Nochistlán. Otros fundadores de la misma ciudad
fueron evidentemente españoles, negros y posteriormente algunos asiáticos. El fenó-
meno es relevante, toda vez que los nuevos asentamientos, ya sea de los propios
pueblos de indios o de las nuevas villas y ciudades españolas, establecieron varias ca-
racterísticas de modelos europeos y fueron a su vez nuevos centros de interrelación
étnica, organizados en barrios étnicos inclusive. Como lo ha dicho Peter Gerhard,
Michoacán fue uno de los primeros lugares donde se llevaron a cabo estas congre­
gaciones, mismas que sirvieron como modelo para realizarlas en otras partes de la
Nueva España.10. Esto fue sin duda un elemento de primer orden en la recomposición
de los asentamientos en poblados concentrados, y un factor determinante en el pro-
ceso de adopción y adaptación de instituciones introducidas por los españoles a cargo
de la sociedad indígena, tanto civiles como religiosas y en la hispanización de la pobla-
ción autóctona.
Por último, pero no lo menos importante, se encuentra el factor evangelizador y el
papel del primer obispo de la diócesis de Michoacán Vasco de Quiroga y de los reli-
giosos franciscanos y agustinos principalmente, quienes a través de la evangelización,
la educación directa de los infantes nobles, el aprendizaje de las lenguas y las indaga-
ciones de la historia y las costumbres del pueblo tarasco, la construcción de iglesias y
conventos convertidos ahora en el centro de los nuevos pueblos y la acción política
decidida del obispo Quiroga en defensa de los indios, dejaron en estos una honda
huella desde muy tempranamente y se constituyeron en portavoces de la nueva reli-
gión y de algunas de las instituciones sociales más importantes que favorecieron la
cohesión entre los pueblos durante mucho tiempo y prepararon el camino a la reli­
giosidad y la liturgia católica que hasta hoy en día existe entre algunas comunidades
tarascas, me refiero a la institución del hospital y a las cofradías en pueblos de indios.
Los estudiosos que se han acercado a estos temas han mostrado la amplia difusión
que tuvieron en Michoacán los hospitales y las probables razones de la aceptación de
esta institución en el modelo del obispo, por la semejanza con las prácticas sociales y
de redistribución de productos que practicaba la elite gobernante en ciertas ceremo-

10
Peter Gerhard, “Congregaciones de indios en la Nueva España antes de 1570”, en Historia Mexicana, No.
103, 1977, p. 366.

37
nias en la época prehispánica, prácticas muy cercanas al modelo de pueblo-hospital,
propugnado por franciscanos, así como por el obispo Quiroga desde 1533 y hasta el
año de su muerte en 1565.

evangelización y cultura migratoria

Con base en estos antecedentes históricos reseñados aquí brevemente y tomando tan
sólo algunos aspectos que nos muestren las diversas formas de interrelacionarse los
distintos grupos étnicos en el Michoacán colonial del siglo xvi, herederos a su vez de
una complejidad étnica, cultural e histórica muy antigua, me centraré ahora en desta-
car algunos de los cambios que se advierten en los procesos de adopción de las insti-
tuciones y la aculturación impuestas por los españoles, a partir de la época colonial,
haciendo un seguimiento a los grupos de migrantes tarascos, en sus diversos asenta-
mientos en el centro y norte de la Nueva España, en el contexto de pueblos advenedi-
zos, pero con una cultura que llevan consigo y que en parte ha sido adquirida o
transformada tan sólo algunas décadas después de la conquista española.
Sin duda la evangelización y la acción llevada a cabo por el sector religioso entre
los tarascos, significó la vía más importante para el cambio más trascendental que
experimentó este grupo al contacto con los españoles. En contraste con los trágicos
acontecimientos realizados por el conquistador y capitán Nuño de Guzmán en su
paso por Michoacán y Jalisco, arrollando y destruyendo a las poblaciones indígenas sin
importar la nobleza y la alta jerarquía del cazonci, a quién mandó a la hoguera, a pesar
de haberse bautizado a la manera cristiana, la evangelización entre los tarascos inició
desde los primeros contactos entre el cazonci y Hernán Cortés en Coyoacán hacia el
año de 1522 por medio de los franciscanos y tuvo su mayor impulso con la obra qui-
roguiana en el terreno no sólo religioso, sino también social, político y económico. La
ambivalencia de la conquista española en Michoacán dejó honda huella entre las po-
blaciones indígenas desde un principio. El hermano adoptivo del cazonci, informante
de la Relación de Michoacán y sucesor en el gobierno de la Provincia, Don Pedro Cui-
niarángari, nos dice al respecto que por iniciativa del propio Cortés, el cazonci envió a
quince jóvenes tarascos a Coyoacán con los franciscanos, para que aprendiesen
la doctrina cristiana, donde estarían un año. Esta práctica evangelizadora se volvería a
repetir después en los conventos construidos en Michoacán, acogiendo a los hijos de
los nobles indígenas, quienes después de ser instruidos en la religión católica, retorna-

38
ban a sus pueblos de origen, en ocasiones para ocupar el puesto de gobernador. Antes
de 1541, los religiosos franciscanos estuvieron a punto de dejar Michoacán, a causa de
lo difícil que resultaba evangelizar a los indios “estaban muy duros” dice la fuente, sin
embargo al quedarse estos y llegar nuevos religiosos, pudieron evangelizarlos y “bauti-
záronse todos” según el informante.11 Este fue tan sólo el inicio de una estrecha relación
religiosa entre franciscanos y la población tarasca en general, que perduró a pesar de
las confrontaciones con el clero secular y de que las autoridades españolas intentaron
retirar a los religiosos de los manejos de las cajas de comunidad y de los dineros de los
pueblos de indios como se ha planteado en otro trabajo.12
Una de las instituciones introducidas por el clero católico, de mayor trascendencia
en la población indígena tarasca, es sin duda el hospital. El modelo de esta institución
tal como lo establecía el obispo Vasco de Quiroga, se refería no sólo a los requeri­
mientos médico asistenciales, ni a las “hospederías” a la manera europea de dar auxilio
al desvalido, a los huérfanos y viudas, sino además, se pretendía todo un modelo de
organización social de las poblaciones indígenas en torno a las familias extensas,
gobernadas de acuerdo a una jerarquía específica y en donde el producto de la agri-
cultura y otras actividades económicas, fuera distribuida entre todos sus miembros en
beneficio de todos ellos. Siguiendo el modelo de la utopía de Tomás Moro, las orde-
nanzas de don Vasco se apartaban de él, obligando a los sacerdotes a que conocieran
las lenguas propias de los pueblos indígenas, así como que el matrimonio de las nuevas
parejas sería a partir de los 14 años entre los hombres y los 12 entre las mujeres, esto al
parecer siguiendo una tradición autóctona.13 Todo esto entre otras muchas reglas y
reglamentos, sin embargo lo importante de este modelo, es que el pueblo tarasco
en particular adoptó e hizo suya esta institución, propagándose ampliamente en
Michoacán como en ninguna otra parte de la Nueva España.
Lo más interesante de esta adopción institucional y religiosa a la vez, ya que estaba
muy relacionada con la cofradía de la Purísima Concepción principalmente, es que los
grupos tarascos que por razones laborales debieron migrar y asentarse en lugares leja-

11
Relación de Michoacán. Armando Mauricio Escobar Olmedo (Coordinador general), et al., Madrid, Pa­
trimonio Nacional – H. Ayuntamiento de Morelia – Testimonio, 2001 (Thesaurus Americae: 3), p. 349;
Archivo Histórico del Ayuntamiento de Pátzcuaro, “ Uruapan 1596-1605”.
12
Carlos Paredes Martínez, “Gobierno y pueblos de indios en Michoacán en el siglo xvi”, en Arquitectura y
espacio social en poblaciones purépechas de la época colonial, Carlos Paredes Martínez (Director general),
Morelia, umsnh-Universidad Keio-ciesas, 1998, pp. 38-39.
13
J.B. Warren, Vasco de Quiroga y sus hospitales pueblo de Santa Fe, Agustín García Alcaraz (traducción.)
Morelia, umsnh, 1977, pp. 33 y ss.

39
nos, llevaron consigo la institución del hospital, estableciéndolo desde el siglo xvi y
haciéndolo perdurar por mucho tiempo más, identificado como hospital de los taras-
cos. En el caso de las inmediaciones a las minas de Taxco los tarascos se establecieron
desde antes de mediar el siglo xvi y hacia 1560 un documento nos refiere al “hospital
que llaman de los tarascos” y a las estancias de dicho hospital. En las minas de Gua-
najuato igualmente para estos años había ya establecido el hospital de los tarascos,
mientras que en el real de minas de Zacatecas, donde comerciantes tarascos llevaban
paños y otras mercancías desde mediados de este siglo y en donde se establecieron
como trabajadores, hacia el año de 1592 la cofradía que conformaba a mexicanos,
tlaxcaltecas, texcocanos, tarascos y otros grupos, responde una solicitud de los propios
tarascos, quienes pedían separarse de esta cofradía para formar la suya, bajo la advo-
cación de Nuestra Señora de la Limpia Concepción. Además son conocidos los hospi-
tales de tarascos en el barrio de San Sebastián, el pueblo de Mezquitic, Tlaxcalilla, San
Miguel y San Cristóbal del Montecillo en San Luis Potosí, el de Acambaro, Irapuato y
Marfil en Guanajuato y probablemente en otros lugares en donde se establecieron
como colonizadores y que tenemos testimonio de su presencia en la época colonial,
pero de donde aún no tenemos datos de la existencia del hospital como en el pueblo
de San Marcos en Aguascalientes, Nombre de Dios Durango, San Martín de Hidalgo
en Jalisco y en Culiacán Sinaloa.14 Estos casos nos muestran el arraigo de esta institu-
ción entre el pueblo tarasco no sólo en Michoacán sino además en sus lugares a los
que migraron, así como también, se constata por estos datos, las amplias relaciones
que tuvo y experimentó este grupo en su relación con otros pueblos, que fueron for-
mando las poblaciones mestizas que conformaron esta nación.
En su papel de pueblos inmigrantes, estos grupos de tarascos establecieron sus
hospitales, enfocando su atención a los aspectos médico asistenciales y dirigidos a las
actividades propias de las cofradías religiosas, en torno a las celebraciones litúrgicas del
calendario eclesiástico, la asistencia de sus miembros en caso de fallecimiento, así
como propiamente a la atención médica y de ayuda a los necesitados. Es interesante
observar que en varios de estos lugares que ahora citaremos, se establecían hospitales
no sólo de tarascos sino también de otomíes y mexicanos, es decir estos últimos de
habla nahua, lo cual nos sugiere asentamientos con una organización por barrios étni-

14
Archivo General de la Nación, Ramo Tierras, vol. 18 primera parte, exp. 3; Archivo Histórico del Estado de
Zacatecas, Libro Primero del Cabildo; Carlos Paredes Martínez, “La diáspora tarasca y sus colonizaciones
en tres reales mineros del siglo xvi” Ms. Inédito.

40
cos en muchos casos, como en Acambaro, el Real de minas de Guanajuato, en Tlaxca-
lilla, San Luis Potosí (tlaxcaltecas y tarascos) y como ya vimos en el caso de Zacatecas
donde los propios tarascos solicitaron separarse y formar su propia cofradía. En el caso
de los tarascos, el vínculo con sus lugares de origen debió mantenerse más o menos
con frecuencia, ya que como se ha dicho antes, el comercio fue una de las actividades
importantes de este grupo desde mediados del siglo xvi, de manera que el flujo de
mercancías procedentes de Michoacán como madera, tejamanil, textiles, cueros de
ganado, vino de coco y muchas mercancías más, mantuvieron un contacto con los
grupos de tarascos asentados en lugares lejanos, sí como lo fue la constante circulación
de trabajadores de este origen a las minas y haciendas de españoles. En este ir y venir,
es de destacar el hecho de que varias de las esculturas de cristos y vírgenes en pasta de
caña de maíz que hoy día se veneran ampliamente en Zapopan, Silao, San Miguel
de Allende, Salamanca, Guanajuato, Zacatecas y muchas más, fueron elaboradas por
escultores tarascos en Michoacán, probablemente Pátzcuaro, una técnica que venía
de la época prehispánica y que durante las primeras décadas de la época colonial se
convirtió en arte escultórico cristiano, al igual que el arte plumario, del cual por su
misma naturaleza es muy efímero y tenemos contados ejemplares de este arte en
museos y galerías.
En su calidad de inmigrantes, los tarascos son reconocidos por su laboriosidad en
diversas especialidades, como en el trabajo minero, que como se había señalado antes,
pudo ser justamente una experiencia muy antigua y que para la época colonial fue
altamente valorada por los españoles, no sólo en Zacatecas, sino también en Gua-
najuato y posterior al siglo xvi, en varios asentamientos en torno a las minas de San
Luis Potosí. En este mismo lugar igualmente fueron expertos en la construcción, desta-
cándose en el levantamiento de los magníficos conventos del Carmen y el santuario
de Guadalupe, así también fueron carpinteros, textileros, alfareros, sombrereros y
proveedores de alimentos a la población.15 En el barrio de San Sebastián tuvieron sin
duda los tarascos una fuerte presencia y un bastión cultural desde su establecimiento
hacia el año de 1603 y durante los siglos xvii y xviii. Sin embargo no todos fueron tra-
bajadores exclusivos, además de su participación propiamente militar y combativa de
los grupos rebeldes de la Chichimeca, los tarascos al parecer migraron en grupos orga-
nizados y jerarquizados de acuerdo a su nivel social, en el caso de Durango y para el

15
Guadalupe Salazar González, “Los purépechas en la construcción del valle de San Luis Potosí”, en Anuario de
Estudios de Arquitectura 2005, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco-Gernika, pp. 93-116.

41
año de 1585, se mencionan a alcaldes, regidores, principales y “vecinos” de Michoacán,
quienes se distribuyen las labores de mantenimiento del templo proporcionalmente
con los mexicanos.16 En cambio en el caso de una migración interna dentro de Mi-
choacán —la ciudad española de Valladolid— los inmigrantes tarascos fueron en un
principio tributarios procedentes de Pátzcuaro, es decir purépechas o gente común,
de manera que durante muchos años, los funcionarios del cabildo indígena de esta
ciudad acudían a cobrar los tributos de dichos indios a la propia ciudad de Valladolid
y sólo hasta entrado el siglo xvii pudieron constituir sus propios cabildos y organizarse
políticamente en torno a estos barrios independientes de la ciudad lacustre.17 Final-
mente en cuanto al barrio de San Sebastián en San Luis Potosí, fue hasta el año de 1708
cuando sus pobladores tarascos consiguieron la categoría de pueblo de San Sebastián,
constituyéndose la República de indios y su cabildo, formado por gobernador, alcalde,
alguacil, decano, escribano, su caja de comunidad, etc.18
Finalmente es interesante observar, que en los inicios del siglo xviii, en la ciudad de
Guanajuato, el gremio de herreros, participara en los festejos por la jura del príncipe
de Asturias, en un majestuoso desfile, en el cual se vestían de gala representando al
antiguo rey cazonci “que lo fue de los pueblos de Michoacán”, seguido de un carro
triunfal ricamente adornado, en el que en lo mas alto se sentaba un niño adecuada-
mente vestido y representando al príncipe español.19 En este festejo, está presente
claramente, no sólo la imagen que el poder colonial quiere resaltar a la población indí-
gena, sino además la lejana idea de un “rey” que siendo de “los pueblos de Michoacán”,
figura en el imaginario de los herreros locales y del pueblo mestizo de Guanajuato. La
presencia de la población tarasca se representaba así no sólo como un hecho histórico
sino también como la reinterpretación de una historia lejana, pero propia del comple-
jo proceso de colonización del Bajío y norte Novohispano. Este tipo de ceremonias
públicas ha sido representada pictográficamente en un bello y representativo cuadro
denominado “El traslado de las monjas dominicas a su nuevo convento”, en el cual se
representa a la mayor parte de los sectores sociales de la ciudad de Valladolid hacia el

16
R.H. Barlow and George T. Smisor, (eds), Nombre de Dios, Durango. Two documents in nahuatl concerning
its foundation, Sacramento, The House of Tlaloc, 1943, pp. 46-48.
17
Carlos Paredes Martínez, “Los barrios indígenas de la ciudad de Valladolid de Michoacán en la época co-
lonial” en, Urbi indiano, la larga marcha a la ciudad diversa, Pablo Yanes, Virginia Molina y Oscar González
(Coordinadores), México, uacm-Gob. CM, 2005, p. 111.
18
Guadalupe Salazar González, “Los purépechas…”, op. cit., p. 99.
19
Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato, Colección Agustín Lanuza Dresdier, Sección
festividades, serie 12.1.4, f. 13r.

42
año de 1738, en una procesión solemne en la que participan los miembros del cabildo
catedralicio, las autoridades civiles, la población española, criolla, mestiza en todas
sus calidades, sin faltar los sirvientes, esclavos negros, los indios chichimecas con sus
arcos y flechas, así como evidentemente el sector eclesiástico desde las monjas domi-
nicas hasta acólitos, sacerdotes, sacristanes, etc. Una magnífica representación de la
sociedad retratada por Carlos y Manuel Saenz en el siglo xviii y que nos ilustra en
forma clara la diversidad étnica, social y compleja de una de las ciudades novohispanas
representativas del centro-occidente de México.20

bibliografía y archivos

Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato, Colección Agustín Lanuza Dresdier,
Sección festividades, serie 12.1.4, f. 13r.
Archivo General de Indias, Justicia leg. 165, exp. 1
Archivo General de la Nación, Ramo Tierras, vol. 18, primera parte, exp. 3
Archivo Histórico del Ayuntamiento de Pátzcuaro, “Uruapan 1596 – 1605”
Archivo Histórico del Estado de Zacatecas, Libro Primero del Cabildo
Barlow R. H. and George T. Smisor, (eds), Nombre de Dios, Durango. Two documents in nahuatl
concerning its foundation, Sacramento, The House of Tlaloc, 1943.
Carot, Patricia, “Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en Michoacán: el retorno
de los que se fueron” en, Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en el centro de
México, Linda Manzanilla (editora), México, iih-unam, 2005, pp. 103-121
Figueroa, Silvia, “Un retrato vallisoletano del siglo xviii” en, A propósito de… Fimax Publicistas,
abril, No. 54, 1997, pp. 12-13.
García Payón, José, La zona arqueológica de Tecaxic-Calixtlahuaca y los matlatzincas, 1º parte,
Manuel Gamio prólogo, ed. Facsimilar de 1936, México, Biblioteca del Estado de México,
1974
Hosler, Dorothy, Los sonidos y colores del poder. La tecnología metalúrgica sagrada del occidente
de México, Eduardo Williams, et al. (traducción), México, El Colegio Mexiquense, 2005.

20
Este enorme cuadro de 8.56 x 4 m. Se localiza en el Museo Regional Michoacano (inah) en Morelia, Mi-
choacán. Cfr. Silvia Figueroa, “Un retrato vallisoletano del siglo xviii”, en A propósito de… Fimax Publicistas,
abril, No. 54, 1997, pp. 12-13 ; Moisés Guzmán Pérez, “El templo de las monjas y el palacio federal”, en
Morelia patrimonio cultural de la humanidad, Silvia Figueroa Zamudio (editora), Morelia, umsnh-Gobierno
del Estado de Michoacán-Ayuntamiento de Morelia, 1995, pp. 217-229.

43
Gerhard, Peter, “Congregaciones de indios en la Nueva España antes de 1570”, en Historia Me­
xicana, No. 103, 1977.
Guzmán Pérez, Moisés, “El templo de las monjas y el palacio federal” en, Morelia patrimonio
cultural de la humanidad, Silvia Figueroa Zamudio (editora), Morelia, umsnh-Gobierno del
Estado de Michoacán-Ayuntamiento de Morelia, 1995, pp. 217-229.
Harbottle Garman and Phil C. Weigand “Turquoise in pre-columbian America”, in Scientific
American, vol. 266, núm. 2, February 1992, pp. 78-85
Paredes Martínez, Carlos, “Gobierno y pueblos de indios en Michoacán en el siglo xvi” en, Arqui-
tectura y espacio social en poblaciones purépechas de la época colonial, Carlos Paredes Mar-
tínez (Director general), Morelia, umsnh-Universidad Keio-ciesas, 1998, pp. 38-39.
Paredes Martínez, Carlos, “Los barrios indígenas de la ciudad de Valladolid de Michoacán en la
época colonial” en, Urbi indiano, la larga marcha a la ciudad diversa, Pablo Yanes, Virginia
Molina y Oscar González (Coordinadores), México, uacm-Gob. CM, 2005, pp. 103-127.
Paredes Martínez, Carlos, “El trabajo indígena en las haciendas de españoles en torno a Valladolid
y norte de Michoacán” en, Espacios para la producción. Obispado de Michoacán, Guadalupe
Salazar González (Coordinadora), Morelia, umsnh-uaslp-conacyt, 2006, pp. 91-104.
Paredes Martínez, Carlos, “La diáspora tarasca y sus colonizaciones en tres reales mineros del
siglo xvi” Ms. Inédito.
Pollard, Perlstein, Helen, “El gobierno del estado tarasco prehispánico” en, Autoridad y gobierno
indígena en Michoacán. Ensayos a través de su historia, Carlos Paredes Martínez y Marta
Terán (Coordinadores), Miruna Achim (trad.), vol. 1, México, El Colegio de Michoacán-
ciesas-inah-umsnh, 2003, pp. 49-60.
Relación de Michoacán. Armando Mauricio Escobar Olmedo (Coordinador general), et al.,
Madrid, Patrimonio Nacional-H. Ayuntamiento de Morelia-Testimonio, 2001 (Thesaurus
Americae: 3).
Roskamp, Hans, “Historia, mito y legitimación: el lienzo de Jicalán” en, La tierra caliente de Mi-
choacán, José Eduardo Zárate Hernández (Coordinación editorial), México, El Colegio de
Michoacán – Gobierno del estado de Michoacán, 2001, pp. 119-151.
Salazar González, Guadalupe, “Los purépechas en la construcción del valle de San Luís Potosí”
en, Anuario de Estudios de Arquitectura 2005, Universidad Autónoma Metropolitana-Azca-
potzalco-Gernika, pp. 93-116.
Warren, J. B., Vasco de Quiroga y sus hospitales pueblo de Santa Fe, Agustín García Alcaraz (tra-
ducción.) Morelia, umsnh, 1977.
West, Robert C. “Early silver mining in New Spain, 1531-1555”, in Mines of silver and gold in the
Americas, Peter Bakewell (ed.), Aldershot, Variorum, 1997, p. 57 – 73.
Williams, Eduardo (editor), Bienes estratégicos del antiguo occidente de México. Producción e in-
tercambio, México, El Colegio de Michoacán, 2004.

44
HACIENDA DE JARIPITÍO, UN INICIO HACIA LA HISTORIA
DEL POBLADO DE ALDAMA, SIGLOS XVII Y XVIII

dulce maría guadalupe vázquez mendiola

primera parte

El presente trabajo de investigación sobre Origen y formación de la Hacienda de Jari-


pitío se inició como una necesidad local, pero también como un interés por conocer
su florecimiento, el desarrollo de la tecnología, la relación social de las familias que
habitaron el lugar entre los siglos xvii y xviii. El objetivo principal radica en conocer y
reconstruir una etapa de la historia de un poblado que ahora conocemos como Alda-
ma, por ello es importante aludir entonces a su contexto geográfico para ubicar y
entender el espacio en donde hace bastante tiempo existió el desarrollo de una estan-
cia y luego de una hacienda.

jaripitio aldama

Actualmente Jaripitío se conoce como Aldama y es políticamente considerado como


un rancho aunque a él pertenecen otros asentamientos humanos (también ranchos)
como Lo de Juarez, La Calera, Comedero, que fueron al igual que el mismo Jaripitío
primero estancias luego haciendas.
Aldama se encuentra en el estado de Guanajuato, dentro del municipio de Irapuato,
a 2 kilómetros de distancia de este lugar. Está ubicada en la carretera federal conocida
como Panamericana México-León, a 1770 metros sobre el nivel del mar, a 20º 49´ de
latitud norte y a 101º 19´ de longitud oeste del meridiano de la ciudad de México y


Encargada del Acervo Documental del Archivo Histórico de Irapuato.

inegi. Carta Topográfica, 1:50 000.

Idem.

45
corresponde según datos fisiográficos al eje neovolcánico llamado Bajío Guanajua­
tense, que está constituido de lomeríos, mesetas, lomeríos con mesetas y viceversa así
como de llanuras.
La localidad concretamente se caracteriza por poseer un terreno plano a ligera-
mente ondulado que no es lomerío ni montañoso, que es de tipo luvico, de textura
media, la cual en sus terrenos que aún no están habitados y usados para la agricultura
refleja una cierta semiaridez, siendo algunos otros constituidos de pastos y malezas.
Sus rocas son sedimentarias, de arenisca conglomerado.
El Sauz-Zarco es una corriente de agua, afluente del río Guanajuato que actual-
mente pasa por los márgenes de esta localidad de Aldama, la cual después de pasar
por la comunidad de Taretán desemboca en la Presa del Conejo Segundo.
Su población corresponde, según el Censo de Población y Vivienda del año 2000 a
3 842 habitantes. Sus límites son: al norte con el rancho San José de Burras, al sur con
la Calera, al este con la Cañada de la Muerte y al oeste con San Vicente.

Mapa


inegi. Conjunto de Datos Geográficos de la Carta Fisiográfica, 1:1 000 000.

Archivo del Estado de Guanajuato, F-14-C-53 CA-046, Carta Edafológica, Aldama, cetn, 1973.

Archivo del Estado de Guanajuato, F-14-C-53 CA-093, Carta Geológica, Aldama, cetn, 1975.

inegi. Conjunto de Datos Geográficos de la Carta Hidrológica de Aguas Superficiales, 1:250 000.

inegi. Estados Unidos Mexicanos, XII Censo General de Población y Vivienda 2000; Principales Resultados por
Localidad (Versión Disco Compacto).

Mapa del inegi que forma parte del acervo documental de la Doctora en Historia Ileana Schmidt, del
Centro de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad de Guanajuato, 2006.

46
contexto histórico

El tema de la tenencia de la tierra (estructura agraria, ocupación y utilización del suelo,


poblamiento, formas de trabajo) durante la época virreinal, despertó y ha despertado
un interés por la realización de trabajos que intentan reconstruir un contexto histórico
del surgimiento estancias y haciendas, consideradas ambas como formas determinadas
de organización de la tierra, así como de organización económica y social. A través de
ellos se ha podido dar cuenta del origen de algunas congregaciones, asentamientos
de indios y de españoles, que hasta ahora se mantienen como pueblos, ranchos,
ciudades, etc.
El poblamiento en el Bajío, la ocupación del suelo durante los siglos xvii y xviii se-
gún algunos autores como Ariane Baroni Boissonas, estuvieron planeados para abaste-
cer los centros urbanos y mineros10 a través del otorgamiento de mercedes de tierra y
la creación de asentamientos de españoles, de indígenas, de mestizos y de las castas,
consolidándose de esta manera poblaciones y fomentándose el desarrollo de la agri-
cultura y ganadería, primeramente con el surgimiento de las estancias y luego con el
de las haciendas, las cuales tuvieron un notable desarrolló entre los años de 1590 y
1660, constituyéndose a través de otorgamientos legales de tierras, composiciones,
expansiones, compras (Jarquín Ortega, 1990:10).
Grosso modo, se manifiesta a la estancia como un antecedente de la hacienda,
como una unidad productiva en sus diferentes manifestaciones: agrícola y ganadera.
Aparece desde mediados y fines del siglo xvi a través del otorgamiento de mercedes
reales11 dando origen a la formación de pueblos, ciudades o villas durante el periodo
virreinal, o bien, en otras situaciones dando lugar a apéndices o complementos de
grandes centros de población.

10
Baroni Boissonas, Ariane, La formación de la estructura agraria en el bajío colonial, siglos xvi y xvii, p. 65.
11
Las mercedes funcionaron para la corona española como una forma de controlar la repartición y utiliza-
ción del suelo, aunque el proceso de otorgamiento resultó ser muy impreciso en cuanto a la falta de un
conocimiento sobre los terrenos y la ausencia de levantamientos topográficos, véase a Von Wobeser, Gi-
sela, La formación de la hacienda en la época colonial, p. 23. Las mercedes presentaron la ventaja de favo-
recer la ocupación del suelo, su explotación y fijar congregaciones nuevas, recién fundadas, consideradas
de esta manera como una política de la colonización. El concepto de merced refiere a una concesión hecha
por el rey de España, a las personas que habían participado en la conquista y en la colonización, aunque
más tarde se hacen también a comerciantes o mineros quienes se comprometieron a fomentar la agricul-
tura y la ganadería, véase a Baroni Boissonas, Ariane, La formación de la estructura agraria en el bajío colonial,
Siglos XVI y XVII, pp. 2 y 100.

47
En cuanto al concepto de hacienda éste debe considerarse de manera cuidadosa
ya que las acepciones que se han presentado, algunas, se refieren a las extensiones te-
rritoriales y estructuras organizacionales hechas para las haciendas no creadas en el
periodo virreinal sino para las formadas durante el siglo xix. La hacienda “colonial”,
comúnmente referida de esta manera independiente de la discusión que gira en torno
al concepto que califica el espacio y tiempo, se refirió al conjunto de bienes materiales,
o bien, a la acumulación de estancias y labores que se habían creado durante el siglo
xvi. Esta acumulación de tierras dio origen a una nueva organización y explotación de
la tierra, y aunque no se otorgaron mercedes reales para ella sí existió una forma legal
de poseer tierras dedicadas tanto para la agricultura como para la ganadería.
Se ha llegado a asociar a la hacienda en la época virreinal con vastas extensiones
de tierra, la cual estuvo destinada a la producción de cereales y cría de ganado; su
núcleo lo formó el casco o casa grande rodeado de un conjunto de edificios”.12

hacienda de jaripitío

Dentro de este contexto del poblamiento y ocupación del suelo en el Bajío durante la
época virreinal podemos explicar la existencia, origen y formación de la Hacienda de
Jaripitío, de la cual no conocemos la merced original, pero consideramos por diversas
evidencias, que se formó a partir de tierras de una estancia mixta, es decir, de tierras
para labor y para ganado mayor y menor, mercedadas a Diego Muñoz, según una es-
critura de venta otorgada a Diego de Burgos de un sitio nombrado Burras13 dentro del
periodo comprendido entre 1550 y 1564, tiempo en el cual tuvo su gestión como virrey
el señor Don Luis de Velasco I, entendiendo que la mayoría de las haciendas contaban,
entre sus tierras, con sitios de ganado que originalmente habían sido estancias (Von
Wobeser, 1989:32).
Una vez que se hubo hecho el otorgamiento de la merced para la Estancia de Jari-
pitío, su desarrollo fue evidente, en cuanto a la producción agrícola y de ganado mayor
y menor que logró obtener anualmente, así como en cuanto al número de personas
que habitaron el lugar por ser una opción para vivir y porque trabajaban en ella. De

12
Jiménez Pelayo, Águeda, “La hacienda zacatecana colonial, su origen y desarrollo” en Jarquín Ortega, María
Teresa, Leal y Fernández, Juan Felipe et al. (coordinadores), Origen y evolución de la hacienda en México:
siglos xvi al xx, Memorias del Simposio realizado del 27 al 30 de septiembre de 1989, p. 54.
13
Martínez de la Rosa, Apuntes para la historia de Irapuato, p. 70.

48
esto se puede entender que con el paso del tiempo se halla ido originado el avecinda-
miento de familias que a su vez fueron algunas de ellas las que participaron en la suce-
sión o arrendamiento de tierras de la Hacienda de Jaripitío.
Los datos arrojados por los diezmos del siglo xvii (en el Archivo del Obispado de
Michoacán, Casa Morelos) sugieren que Jaripitío contó con tierras de labor para la
siembra de maíz y tierras para ganado: de potros, becerros, cabras, lechones. Diego
Muñoz a quien se le había mercedado tierras para la Estancia de Jaripitío aparece
como diezmatario de la hacienda en el año de 1674, hecho que también sugiere que
la formación de la hacienda se dio a partir de las tierras que se mercedaron para la
estancia (y que por lo menos la hacienda ya existía en el siglo xvii). Ramón López de
Lara en su obra El Obispado de Michoacán en el siglo xvii, menciona para este siglo a
Sebastián Muñoz y a Gonzalo Gil como administradores de la Labor de Jaripitío.
La Hacienda de Jaripitío, al igual que otras haciendas del Bajío, se encontraron in-
sertas dentro de un ramal de caminos llamado Camino Real de Tierra Adentro, me-
diante el cual se comunicaban los centros mineros con los lugares que propulsaron el
comercio, llegándosele a considerar a la minería como el principal factor de la conso-
lidación, desarrollo y florecimiento de estas haciendas y de sus poblaciones.
Un documento del Archivo Histórico de Irapuato del protocolo LXII, con fecha de
3 de agosto de 1797, (fs. 118-118v) cita en la venta que se hace a Don José Bartolo
Solórzano de un solar situado en Jaripitío de cincuenta varas de frente y cien de fondo
que dentro los lindes de tal sitio por el por el poniente se encuentra de por medio con
el camino real y con casas de José Flores.
Los datos arrojados por documentos históricos describen para el año de 1700 que
la Hacienda de Jaripitío estuvo compuesta por medio sitio de ganado mayor, una sala
principal, dos aposentos con su trojes de fábrica, de adobe cubierto de terrado y dos
corrales y un teril, cuatro bueyes mansos de arados y diez yuntas, y tierras cultivadas
de maíz y trigo, veinte fanegas de sembradura. Para el año de 1745 fue una hacienda
de campo y temporal, compuesta de medio sitio de ganado mayor. Y para el año de
1760-1761 estuvo compuesta de doce caballerías de tierra, dos trojes deslavadas, una
salita, un cuarto, una presa de cal y canto rota y enzolvada.
El siguiente mapa14 muestra a Jaripitío dentro del ramal de caminos novohispanos,
con ello podemos analizar su ubicación y sus sitios colindantes.

14
Archivo Capitular del Cabildo Catedral de Morelia, Diezmatorio, 1796, Fs. 97-98v.

49
Para el Año de 1700 la Hacienda de Jaripitío lindó con la Hacienda de la Calera, con la
Estancia de Burras, la Estancia Lope de Silva y la Estancia de Francisco Ramos y para
año de 1760 a 1761 con Hacienda de San Antonio al oriente, al poniente con la Ha-
cienda del Mesquitillo, al sur con la Hacienda de la Calera y al norte con tierras de los
Torres y Vázquez
El territorio donde se formó la Hacienda de Jaripitío fue propicio e idóneo para su
conformación económica y social que se manifestó sobre todo a partir del siglo XVII,
en tanto que existieron corrientes de agua subterráneas (y que existen actualmente
pero no con la misma abundancia) que le permitieron abastecerse de agua para la
agricultura y la ganadería, así como para el consumo de los que habitaron el lugar a
través de la formación de varios pozos. (En las ruinas que quedaron de la hacienda se
encuentran aún tres pozos en el mismo sitio aunque su uso es casi nulo, sin embargo
no queda algún rastro del uso de infraestructura hidráulica).
Los mapas contemporáneos que se han consultado sobre Jaripitío “Aldama” nos
permiten explicar que el suelo fue y sigue siendo fértil para la agricultura aunque esta
actividad actualmente ha pasado a ser poco práctica y usual sobre todo por la urba-
nización de la comunidad. En el siglo XVII y XVIII las caballerías de tierra de las que
estuvo constituida la hacienda se llegaron a denominar como tierras pan llevar o tierras
de temporal pues al no atravesarla un río como sí lo fue para el caso de las haciendas

50
de Guadalupe y del Mesquitillo, el riego no pudo usarse de manera usual, siendo pues
el aprovechamiento y uso del agua de manera distinta en cada una de ellas, sobre todo
en relación al uso de infraestructura, porque mientras éstas últimas haciendas se pre-
ocuparon por cómo hacer agricultura a partir de las aguas que el río les ofrecía la Ha-
cienda de Jaripitío se preocupó por cómo extraer el agua de los pozos y cómo usarla
para cosechar.
Véase el siguiente mapa15.

arrendamiento de la hacienda

El arrendamiento de haciendas en la época virreinal llegó a ser una nueva medida de


sus dueños para mantenerse seguros económicamente así como para seguir mante-
niendo sus bienes y sus propiedades sin ser ellos los que directamente los trabajaran.
Sin embargo, al menos para el caso de la Hacienda de Jaripítío, los arrendamientos no

15
Archivo del Estado de Guanajuato, F-14-C.53 CA-255, Carta Topográfica, Aldama, cetn, 1973.

51
fueron positivos ni para su dueños, ni para la misma hacienda ya que es posible que
debido a los tiempos de sequía o de alguna crisis agrícola y económica los arrendata-
rios no lograron mantenerlas y dar en aumento las tierras de labor y las tierras para
ganado que se les había dado en renta. Los endeudamientos económicos llevaron a la
quiebra tanto a los dueños como a los mismos arrendatarios.
Para el 19 de septiembre de 1761 doce caballerías de tierra de labor de la Hacienda
de Jaripitío y cuatro caballerías de tierra de la Hacienda de la Calera se ofrecen en
arrendamiento por el bachiller José Labrador Cortés y Navarro a otro bachiller llamado
Don Manuel Antonio Cuartero, clérigo de menores órdenes y la jurisdicción de Santa
Fe Real y Minas de Guanajuato. Además entra en arrendamiento junto con estas dos
haciendas una labor nombrada de Don Pedro y Troja Blanca, siendo en conjunto los
bienes y propiedades arrendadas:

“Veinte y dos yuntas de bueyes a quin-


ce pesos cada yunta que montan 330 pesos
item recibí veinte y cinco arados nuevos a peso cada
arado que montan 25 pesos
item recibí catorce arados inservibles a real cada uno
que montan 1 peso 6 reales
item recibí veinte y dos yugos chicos a dos reales cada uno
que montan 5 pesos 4 reales
item recibí trece pares de coyundas por dos reales cada
un par que montan 3 pesos 2 reales
Item recibí cuatro yugos de segunda por cuatro reales
cada uno que montan 2 pesos
item recibí nueve barzones por un real cada uno que
montan 1 peso 1 real
item recibí diez y seis gatas, los seis calzados y los diez
gastados a tres pesos cada gato que montan 48 pesos
item recibí dos hachas una grande y la otra mediana la
una por cuatro pesos y la otra por dos que montan 6 pesos
item recibí una sierra chica por cuatro reales
item recibí un escoplo y un espontón por siete reales los dos
item recibí tres barrenas por cuatro reales cada una
que montan 1 peso 1 real

52
item recibí cinco caballos tres a siete pesos cada uno
y dos a diez pesos cada uno que montan 41 pesos
item recibí un azadón por dos pesos
item recibí dos barras una mayor por cinco pesos y la
otra menor por tres pesos que montan 8 pesos
item recibí dos carretas las que me doy por re-
cibido, la nueva por quince pesos y la chica vieja
por nueve pesos que montan 24 pesos.16

El importe de todos estos bienes referidos para su arrendamiento fue de quinientos


pesos, cuatro reales, mismo que fue aceptado por el bachiller Don Manuel Antonio
Cuartero para su cuidado y fortalecimiento durante el periodo que se le determinó de
renta. El dicho bachiller también se comprometió a pagar el interés anual correspon-
diente de ese capital principal en un lapso de nueve años que inició el primero de
enero de 1762, reconocido en la escritura de arrendamiento del día 12 de octubre de
1761 y presentada ante el escribano público y de cabildo Alonso Calderón. En ésta se
acordó que el pago de la renta anual sería de doscientos veinte y cinco pesos.
Todo arrendatario debía comprometerse a entregar al tiempo acordado con el
dueño de las haciendas el capital principal en que se habían valuado las propiedades
de ellas, así como el interés anual que le correspondía pagar según el acuerdo y el valor
total de las propiedades arrendadas. Esto incidió en la protección de las haciendas que
eran rentadas a terceras personas para su uso y aprovechamiento y sobre todo para su
conservación a perpetuidad.
Y dentro de las cláusulas que la escritura de arrendamiento a favor del bachiller
Don Manuel Antonio Cuartero poseía encontramos que:

“Que durante este arrendamiento no se ha de poder pedir


descuento, baja, ni moderación del precio de él por
ningún caso que suceda de esterilidad por pocas o mu-
chas aguas piedra, niebla, fuego, peste
ni por otro ninguno que suceda pensado o no pensado
porque este arrendamiento lo hago, a todo riesgo, peligro
y aventura y con todos los casos que expresa la ley

16
ahg, Protocolo de Cabildo, Libro 63, Doc., 141, 1761, Fj. 419.

53
de la recopilación y por lo que en contrario se pretendie-
re (...)
(...) que los frutos que produjeren las tierras de
este arrendamiento quedan hipotecados expresamente a la pa-
ga del precio de él, sin perjuicio de la obligación general
ni por el contrario y aunque esté en poder de terreno
y o más poseedores se han de poder ejecutar y va-
carlos y venderlos y de su valor se haga el pago y si
de hecho intentare el no pagarle pueda quitarle la dicha
hacienda y arrendarla por el tiempo que le faltare y
ejecutarle por la quiebra que tuviere diferido en mi
juramento (…)”17.

Este tipo de peticiones dictadas por los dueños de las haciendas, no eran otra cosa
que cláusulas de las escrituras de arrendamiento y llegaron a ser medidas de pro­
tección y aseguramiento de las propiedades de las dichas haciendas. Si el arrenda-
miento de una hacienda cualquiera no fuera cumplido satisfactoriamente entonces
el dueño de ella podía arrendarla por sí mismo o sucederla a nuevos arrendatarios
pero con la disposición de poder mandar a juicio a quien hubiera llevado a quiebra
su propiedad.
Para el año de 1798 se conoce que Pablo Vázquez, vecino de la Hacienda de Burras
había estado arrendando años atrás unas tierras pertenecientes a la Hacienda de Jari-
pitío que habían sido de sus padres, las cuales había heredado al igual que su hermana
Efigenia siendo él el único que tomó posesión de ellas.

“Desde la muerte de mis pa-


dres he tenido al cuidado de esas tierras y he
percibido las rentas que han producido y me han
entregado los arrendatarios hasta que en estos
días pasados me enjuiciaron los hijos y herederos
de mi hermana doña Efigenia ante el alcalde ordinario
de la congregación de Irapuato demandándome
tanto la entrega de las tierras que les pertenecen

17
ahg, Protocolo de Cabildo, Libro 63, Doc., 141, 1761, Fj. 428 v.

54
como las cuentas de los arrendamientos que he per-
cibido”18.

Este caso de arrendamiento de la Hacienda de Jaripitío presenta un enfrentamiento


legal. Doña María Manuela, Doña María Micaela y Don José Justo Ruiz y Vázquez hijos
de Doña Efigencia Vázquez piden legalmente a su tío Pablo Vázquez entregue las tie-
rras que le correspondieron a su mamá así como la parte de los intereses que recibió
al haberlas rentado por varios años, sin embargo, éste sólo les entrega algunas de ellas
en tanto que argumenta que durante el tiempo que las administró vendió varios pe-
dazos a distintos sujetos.
Pablo Vázquez al verse imposibilitado de entregar las tierras completas y las cuen-
tas de arrendamiento a sus sobrinos les hace sentir que la cesión que les estaba hacien-
do de las tierras era por la armonía y buena paz que debía conservarse entre la familia,
siendo en realidad que estas tierras se habían encontrado hipotecadas al Marqués de
San Juan de Rayas por la cantidad de mil pesos19. Sin embargo los hijos de Efigenia
aceptaron las pocas tierras que les entregó su tío Pablo Vázquez y también la paga de
la hipoteca que estaba gravada sobre ellas. Es María Manuela Ruiz y Vázquez la que en
nombre y poder de sus otros hermanos se presenta ante el Marqués de San Juan de
Rayas el día 15 de diciembre de 1798 para hacerle saber sobre la nueva cesión de las
tierras siendo que ellos serían los nuevos propietarios y los que le cubrirían el principal
de la hipoteca.
El Marqués “Dijo: Que lo renuncia (el decreto de cesión de tierras a los hijos de
Efigenia Vázquez) respecto que hace muchos años le deben a su

casa los causantes de Don Pablo Vazquez sobre las tierras que se
refieren en el escrito que antecede, los cuales por un efecto
de equidad y conmiseración no les ha exigido por su notoria in-
solvencia y aunque por esta misma debería haber pedido y no
se le hubiera negado por ser de justicia la adjudicación de las
indicadas tierras, considerando que su valor no puede llegar
a contraer su deuda y en ello perjudicaba los interesados

18
AHG, Protocolo de Cabildo, Libro 100, Doc., 176, Fj. 350.
19
La cesión de tierras se dio el 14 de diciembre de 1798 ante el regidor, alcalde ordinario Fernando Pérez
Marañón y ante el escribano público José Ignacio Rocha. Véase AHG, Protocolo de Cabildo, Libro 100,
Doc., 176, 1798, Fs. 350-351.

55
no ha querido causarles esta ruina y continuando este bene-
ficio se allana a que entren en posesión los hijos de Doña
Efigenia Vazquez con tal que estos reconozcan a la casa
del Señor que responde por su acreedora y proporcionen la
paga paulatinamente sin dar lugar a escrito judicial alguno
esto dio por su respuesta que la fimo de que doy fe
El marqués de San Juan”20.

propietarios de la hacienda de jaripitío

1. Años antes de 1688: Juan Gil de Hinojosa y Julián de Tapia con poder de Antonio
Gil de Hinojosa (hermano de Juan Gil)
2. Años 1688 a 1700: Don Pedro Flores y Buitrón y Doña María de Teresa y Liñán.
3. Años antes de 1723: Francisco Cardiel, luego Catarina Cardiel
 4. Año de 1723: Roque y Nicolás Vázquez
5. Años antes de 1732: Lorenzo Cardiel, luego Juana Cardiel y Ana Alcaina
6. Año de 1732: Francisco Vázquez
7. Años de 1741 a 1745: Domingo Fonseca Montenegro
8. Año de 1757: Aparicio y Francisco Vázquez
9. Años de 1760 a 1767: José Labrador y Cortés
10. Año de 1798 y otros atrás: Pablo Vázquez
11. Año de 1799. María Manuela, María Micaela y José Justo Ruiz y Vázquez.

conclusión

La Hacienda de Jaripitío para esta investigación ha llegado a ser un personaje y lugar


histórico olvidado del amplio campo del historiador local (del Bajío) ya que si bien tuvo
relación con el desarrollo minero de Guanajuato, y se comunicó fácilmente con hacien-
das aledañas como la de Burras, Calera, el Mesquitillo, con las de Santa Fe de Guanajua-
to como la de San Roque, Pardo, Durán, San Gabriel de Barrera, así como con los centros
mineros de este mismo lugar como el de Valenciana, Mellado, Cata, por haberse man-

20
ahg, Protocolo de Cabildo, Libro 100, Doc., 176, 1798, Fj. 353-353v.

56
tenido como un punto estratégico importante dentro de la red de caminos novohispa-
nos (uniéndose hasta el siglo xix a poblados como Guanajuato, México, Querétaro y
Guadalajara), no llegó a ser una hacienda con gran empuje comercial con los centros
mineros y haciendas de la ciudad de México, Zacatecas, San Luis de la Paz.
El trabajo se convierte entonces en relevante y pertinente para el trabajo histórico,
y aunque la investigación documental y bibliográfica continúa, ya es un intento de expli­
cación descriptiva de un conjunto de bienes pertenecientes a una comunidad (que se
encuentran enmarcados en una extensión territorial determinada), la de Jaripitío.

bibliografía

Baroni Boissonas, Ariane, La formación de la estructura agraria en el Bajío colonial, Siglos


xvi y xvii, México, ciesas, 1990, 230 p.
Chevalier, François, La formación de los latifundios en México, Haciendas y Sociedad en
los siglos xv, xvii y xviii, México, fce, 1976, 643 p.
Escriche, Joaquín, Diccionario razonado de Legislación y Jurisprudencia, México, Librería
de Ch. Bouret, 1888 pp. 403, 474-476, 745 y 1133.
González Sánchez, Isabel, El Obispado de Michoacán en 1765, México, 1985, pp. 3-179.
Jiménez Pelayo, Águeda, “La hacienda zacatecana colonial, su origen y desarrollo” en
Jarquín Ortega, Maria Teresa, Leal y Fernández, Juan Felipe et al. (coordinadores),
Origen y evolución de la hacienda en México: siglos xvi al xx, Memorias del Simposio
realizado del 27 al 30 de septiembre de 1989, México, El Colegio Mexiquense, Uni-
versidad Iberoamericana, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1990, pp.
53-59.
Martínez de la Rosa, P., Apuntes para la historia de Irapuato, México, Editorial Castalia,
1965, 188 p.
Montes de Oca Navas, Elvia, “Bibliografía sobre la hacienda en el estado de México” en
Jarquín Ortega, Maria Teresa, Leal y Fernández, Juan Felipe et al (coordinadores), Origen
y evolución de la hacienda en México: siglos xvi al xx, Memorias del Simposio realizado
del 27 al 30 de septiembre de 1989, México, El Colegio Mexiquense, Universidad Ibero-
americana, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1990, pp. 7-18.
López de Lara, Ramón (compilador), El Obispado de Michoacán en el siglo xvii, Informe
inédito de beneficios, pueblos y lenguas, México, Fimax Publicistas, 1973, Colección
Estudios Michoacanos, 243 p.

57
Von Wobeser, Gisela, La formación de la hacienda en la época colonial, México: el uso
de la tierra y el agua, 2ª ed., México, unam, 1989, 92 p.
Von Wobeser, Gisela, “Los concursos de acreedores y los remates de las haciendas
durante los siglos xvii y xviii” en Jarquín Ortega, Maria Teresa, Leal y Fernández,
Juan Felipe et al. (coordinadores), Origen y evolución de la hacienda en México: siglos xvi
al xx, Memorias del Simposio realizado del 27 al 30 de septiembre de 1989, México,
El Colegio Mexiquense, Universidad Iberoamericana, Instituto Nacional de Antro-
pología e Historia, 1990, pp. 86-91.

fuentes documentales

Archivo Histórico de Irapuato.


Archivo Histórico de Guanajuato.
Archivo del Estado de Guanajuato.
Archivo del Obispado de Michoacán, Casa Morelos.
Archivo Capitular del Cabildo Catedral de Morelia.
Archivo General de la Nación.

58
ÁNIMAS Y MOLINO DE SANTA ANA: DOS HACIENDAS IRAPUATENSES
DURANTE LA REVOLUCIÓN MEXICANA, 1910-1917

luz antonia miranda félix

R
ecordando un poco la historia de Irapuato, es de todos conocido que nuestra
ciudad fue escenario y punto clave de algunas batallas revolucionarias allá por los
años de 1914 y 1915. Pero más allá de la explicación de batallas y del recuento de
generales y estrategias militares que sucedieron y pasaron por aquí, es conveniente
detenerse a estudiar el impacto que la revolución mexicana generó en la localidad, en
específico en las cuestiones agrícolas. Una pregunta interesante sería el determinar de
qué manera la revolución afectó las actividades económicas de las haciendas y ranchos
de la localidad. El presente artículo no pretende responder esta pregunta, pero sí in-
tenta aproximarse a ella mediante la ejemplificación de dos casos en los que los mismos
hacendados reseñaron cómo fue que la revolución, o mejor dicho, el contexto y las
circunstancias propias de un país en lucha armada, perjudicaron y estropearon las ac-
tividades agrícolas de sus propiedades.
Los casos son los de las haciendas de “Ánimas” y “Molino de Santa Ana”. La prime-
ra se encontraba ubicada en la cercanía de la zona urbana de Irapuato. Tenía una ex-
tensión de 2, 325 hectáreas, que para 1912 se estimaban en un valor de $231,000.  La
hacienda producía principalmente trigo y maíz y sus terrenos eran irrigados con las
aguas de los ríos Silao y Guanajuato. Mientras que la segunda estaba ubicada al nores-
te del Municipio Irapuato, muy cercana a las jurisdicciones de Silao y Guanajuato. Tenía
una extensión de 954 hectáreas estimadas en $325, 540.70 pesos. En ella se producía
especialmente maíz, trigo, papa y alfalfa, cultivos que eran regados con el agua del río
Guanajuato.


Lic. en Historia, egresada de la Universidad de Guanajuato.

agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 127, Expediente 306, s/foja, 20 de marzo de 1912.

agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 127, Expediente 306, s/foja, 7 de abril de 1912.

agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 94, Expediente 345, s/foja, 28 de junio de 1912.

59
Antes de 1897, la hacienda Molino de Santa Ana formaba parte de la Hacienda de
San Antonio el Rico, propiedad de Ignacio Alcocer, pero en escritura otorgada en la
ciudad de Guanajuato el 21 de julio de 1897 ante el Escribano Ignacio Ruperto Hernán-
dez, el lote # 2 de la mencionada hacienda, el cual tenía el nombre de “Santa Ana”, le fue
vendido a Franco Parkman, quien mantuvo la propiedad hasta 1926. Por su cuenta, la
hacienda de “Ánimas” fue propiedad de los hermanos Antonio e Ignacio del Collado,
pero ellos la traspasaron el 26 de noviembre de 1912 a las señoras Eduarda Mazorra
Viuda de Gastelum, Guadalupe V. de Vives Arnella y Encarnación del Collado, las cuales
fueron dueñas de la propiedad por tres años, ya que el 29 de abril de 1916, la vendieron
a Román Rivera Nieto, quien fue propietario de la finca hasta 1929. Así pues, fueron
justamente estos propietarios los que de una u otra forma llegaron a escribir su incon-
formidad con lo que ocurría a nivel nacional y alteraba sus actividades agrícolas.
La historia había comenzado en 1911, cuando en la región, como sabemos, empe-
zaron a surgir grupos o “gavillas” de bandoleros que asaltaban y robaban las haciendas
y ranchos de localidad. Aún cuando éste no era un fenómeno nuevo en la zona, la
revolución había favorecido el desarrollo de este bandidaje, “que en nombre de una u
otra facción actuaban, unas veces aliados a uno de los bandos en pugna y otras veces
en forma independiente” En el caso de la hacienda de “Ánimas”, los estragos de estos
asaltos los relató Ignacio de Collado, dueño de la hacienda, quien en 1914 escribió:

Al mediar el mes de marzo de 1913 fue asaltada la finca por una partida de malhechores de
poca importancia en cuanto al número de que se componía, pero no así por lo que respec-
ta a los perjuicios que ocasionaron. Además de haberse extraido [sic] cierta cantidad de
bueyes de trabajo, de los cuales por mera casualidad pudieron recobrarse algunos, y de
haber robado el poco armamento que existía, dinero en efectivo, caballos, sillas de montar
y algo de semilla de maíz, no satisfechos con eso, quemaron un banco de paja con cerca de
3000@ otro con 2000 @ ya vendidas y destruyeron todo cuanto había en el despacho, inuti-
lizando hasta el moviliario [sic] que estaba casi inservible. En vista de este acontecimiento,
que se repitió en Diciembre último, se decidió suspender desde aquel entonces las obras


agn, Fondo Caja de Préstamos Caja 127, Expediente 306, s/foja, 18 de marzo de 1912, 10 de
septiembre de 1913, 3 de julio de 1917.

Arias, 1994: p. 51.

Blanco, 1998: p. 84.

60
emprendidas en la reparacion [sic] de la casa de la finca [sic], por estimarse la época nada
adecuada a esta clase de mejoras por lo expuestas que estan [sic] a ser destruidas.

En ese mismo año, Franco Parkman, dueño de Molino de Santa Ana, no se quejaba por
algún asalto a su propiedad, pero sí de la imposibilidad de comerciar sus productos:

[...] debido a que por los grandes transtornos políticos, me ha sido imposible hacer embar-
ques de semillas de ninguna clase porque es imposible conseguir furgones del F.C.

Y en efecto, una de las consecuencias de la lucha armada revolucionaria en la localidad,


fue la suspensión del tráfico ferrocarrilero, el cual desde abril de 1912, se había suspen-
dido, logrando reactivarse en 1913, pero volviendo a interrumpirse a mediados de
1914, lo que provocó en todo el Estado una escasez de artículos de primera necesi-
dad.10 La dificultad para comerciar los productos agrícolas y la necesidad de suspen-
derse venta, también se resintió en la hacienda de “Ánimas”, en 1914 el apoderado
jurídico de las dueñas relataba:

La venta de trigo fue necesario suspenderla por la situación política que por allá domina; hace
bastante tiempo que no tengo noticia alguna directa de la Hacienda de Animas como algu-
nas otras inmeditas [sic] están desde hace días tomadas por tropas, de la de Animas ha
tomado posesión de ella una columna de mas de trescientos hombres, que desde que están
allá son los dueños absolutos de cuanto hay en ella.11

Pero más allá de los asaltos de las gavillas y la obstrucción de las vías de ferrocarril, la
hacienda de Ánimas como se observó en la cita anterior, también fue intervenida y
administrada directamente por los revolucionarios, en una carta posterior escrita por
el nuevo dueño, el señor Román Rivera Nieto informaba:


agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 127, Expediente 306, s/ foja, Carta de Ignacio del Collado a Caja de
Préstamos, 20 de junio de 1914.

agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 94, Expediente 345, s/foja, Carta de Franco Parkman a Caja de Présta-
mos, 29 de diciembre de 1914.
10
Arias, 1994: p.53-56.
11
agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 127, Expediente 306, s/foja, Carta de Pedro de Orbe a Caja de Présta-
mos, 27 julio 1914. N. El subrayado es mío.

61
…todo, absolutamente todo, ha quedado reducido a la nada, porque si algún rancho ha
sido azotado por la revolución, es la Hacienda de “ANIMAS”, porque si público y notorio es
que todas las propiedades RUSTICAS de la Nación han sufrido, claro es que las que están
pegado a las Ciudades como Irapuato, que ha sido el teatro de combates más sangrientos y
DONDE HAN ACAMPADO MILLARES DE COMBATIENTES POR ESPACIO DE MAS DE
UN AÑO, se vendrá a la conclusión de que “ANIMAS” ha sufrido más que ninguna; CON
UNA CIRCUNSTANCIA ESPECIALISIMA: que como tiene su buen establo para dar de co-
mer a la caballada y es LA UNICA HACIENDA QUE ESTA MAS CERCA DE LA ESTACION
DE LOS F.C. , ya se comprenderá que ha sido EL CUARTEL IDEAL para los jefes con mando
de fuerzas de caballería. Tanto es así, que desde las primeras batallas de los Federales y las
últimas libradas en “TEMASCATIO”, Hacienda limítrofe de “ANIMAS”, donde combatieron
SEIS MIL Federales de Caballería con MIL CABALLOS del General Sosa, y en donde tanto
como en “ANIMAS” UNOS y OTROS, tomaron todo el ganado que quisieron para comer.
Posteriormente el paso de las fuerzas del General Obregón para México, hicieron Cuartel
por varias semanas en la Hacienda de “ANIMAS”; y para concluir la obra, los VILLISTAS, que
hicieron Cuartel General en Irapuato por muchos meses, les era MUY COMODO tener su
cuartel general en “ANIMAS”, porque VILLA tenía su avanzada a la vista y bien acondiciona-
da. Por último, al venir las fuerzas del actual Gobierno en persecución de los VILLISTAS,
todavía como último ramalazo, estuvieron por varias semanas, cuando los combates de
TRINIDAD, algunas fuerzas de la reserva, alojados en la Hacienda de “ANIMAS”, para de allí
salir al primer llamado.
CON TODO LO EXPUESTO, que es rigurosamente cierto, a la consideración de Ud.
dejo el estado en que quedaría la Hacienda, es decir el Casco, y que animales dejarían. Por
no dejar, un ganado de cabras que también había, corrió la misma suerte que el ganado
Vacuno y el Ganado de Tiro; porque en cuanto a MULADA, esto ni se pregunta, pues sabi-
do es que todas las bestias de uso para la tropa, se consideraban BIENES NACIONALES y no
dejaban una.12

Las primeras batallas a las que hace referencia este hacendado, ocurridas en la hacien-
da de Temascatío, fueron las realizadas en julio de 1914, cuando la facción obregonista,
al mando del General Ramón V. Sosa y el Coronel Miguel Acosta, tomaron la ciudad
de Irapuato para luchar contra los huertistas que en ese momento dirigían el gobierno
federal y estatal. La situación había comenzado el 29 de julio, cuando en Irapuato los

12
agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 127, Expediente 306, s/foja, 24 de junio de 1917.

62
obregonistas “se enteraron de que el gobernador huertista, el General Romualdo
Cuéllar había abandonado la ciudad de Guanajuato con 1,600 hombres de infantería
para abordar en Silao los trenes hacia la capital del país. Sosa y Acosta entonces man-
daron cortar la vía para obligarlo a desembarcar. Desde la Estación Villalobos, Cuéllar
intentó la huida a pie hacia Celaya. Pero Sosa y Acosta al frente de 1,400 hombres sali-
dos de Irapuato, los alcanzaron en la hacienda de Temascatío donde, después de un
fuerte y prolongado combate, ganaron las fuerzas obregonistas “habiendo 200 muer-
tos y 800 prisioneros…”13 Si se compara esta información con la de la versión del ha-
cendado, se observa que, en efecto, las batallas se realizaron en Temascatío, aunque
con menor número de combatientes, no obstante es probable que por ser esta ha-
cienda limítrofe con Ánimas, los grupos en lucha hubieran pasado por Ánimas y to-
mado cuanto ocuparan. Las siguientes batallas entre obregonistas y villistas a las que
hace mención, ocurrieron entre los meses de abril y julio de 1915 en el Estado. El día 4
de abril de 1915, el Ejército Constitucionalista ocupó Celaya, mientras que Francisco
Villa por su parte llegó a Irapuato con su Estado Mayor y unos 20,000 hombres, que
situó entre Irapuato y Salamanca. Estaban a punto de comenzar las batallas en el Bajío,
que fueron definitivas para el posterior desarrollo de la revolución. La ocupación villis-
ta en la ciudad duró poco, el 15 de abril dos Brigadas del ejército obregonista salieron
de Celaya rumbo a Irapuato. El 21 de abril de 1915 llegó a Irapuato el General Álvaro
Obregón con el grueso del Ejército de Operaciones en plena acometida contra Villa.
Entre el 21 y el 27 de abril, día en que el General Obregón abandonó la ciudad rumbo
a Silao, hubo un intenso movimiento de ferrocarriles y gente: en Irapuato se concen-
traron 57 municiones, víveres y tropas, en preparación de lo que fue la prolongada
“Batalla de Trinidad”. Después de ésta, la ciudad y la estación siguieron siendo un lugar
importante de desplazamiento de fuerzas constitucionalistas por el Bajío y hacia el
Estado de Jalisco. El 2 y 7 de julio de 1915. Irapuato y poblaciones aledañas fueron
nuevamente ocupadas por las tropas villistas. Villa mandó al Bajío a los Generales
Rodolfo Fierro y Canuto Reyes para cortar las vías férreas de Lagos de Moreno a Ira-
puato. 15 de julio de 1915, Obregón dio la orden al General Joaquín Amaro de trasla-
darse al Bajío y dejar una guarnición en Irapuato, desde donde siguió el movimiento
de tropas en campaña contra el General Rodolfo Fierro. Tanto las tropas obregonistas,
como las villistas causaron según Patricia Arias “desmanes, saqueos y robos “ en la

13
Arias, 1994: pp. 55-56.

63
ciudad,14 por lo que no es de dudar que las quejas del dueño de la hacienda de Ánimas,
hayan tenido fundamento.
Por su cuenta, Franco Parkman, propietario de la hacienda “Molino de Santa Ana”,
no se quejó específicamente de algún saqueo o intervención de alguna facción revo-
lucionaria sobre su finca, pero sí hizo alusión a las críticas circunstancias, tanto sociales
como climatológicas, que le impedían pagar el pago de una hipoteca que mantenía
con la Caja de Préstamos para Obras de Irrigación y Fomento a la Agricultura. En un
intento desesperado por encontrar algún apoyo para su problema, escribió en 1917 al
entonces presidente de la república, el General Venustiano Carranza, las siguientes
palabras:

[...] En mi finca hipotecada, lomismo que en general todos los agricultores, he sufrido mu-
cho por las circunstancias, especialmente en el semoviente y semillas.
He seguido trabajando mi finca, habiendo hecho grandisimos sacrificios para reponer
lo mas preciso, como son: bueyes mulas y demás útiles indispensables; así, como, hacer
obras urgentes de reparacion.
Esta causa, y las pésimascosechas que ha habido en éstos años pasados, debido por un
lado á las poquisimas lluvias, y por el otro, á las tempranas heladas que casi termináron con
las siembras, formáron dificultades pecuniarias, que me han impedido cubrir los interéses á
la Caja, en los tres últimos años. (…) Por lo mismo acudo á la bondad del SEÑOR PRESIDEN-
TE DE LA REPÚBLICA , de la manera mas atenta y eficaz, suplicandole que órdene al Señor
Gerente, se me conceda un plazo de un año á contar de esta fecha, para pagar el saldo de
los intereses que adeude, que no se me haga efectiva la hipoteca, por el capital y que se me
dispence de dár firma de fianza, pues la finca hipotecada responde suficientemente.
Ademas, SEÑOR PRESIDENTE , hago á Ud. saber que mi finca está en el Estado de
Guanajuato, entre las poblaciones de Irapuato y Silao, no es un latifundo, es una finca de
extensión ménos de un sitio.
SEÑOR PRESIDENTE, seria mi ruina que se me exijiera el capital; sirvase Ud. fijarse en
que no solicito de su respetable persona, sino una espera para saldar los réditos...15

14
Arias, 1994: p. 57-58.
15
AGN, Fondo Caja de Préstamos, Caja 94, Expediente 345, s/foja, Carta de Franco Parkman a Venustiano
Carranza, 1917. N. Las faltas de ortografía y las palabras unidas son del documento original.

64
Ciertamente, aunado al descontrol social y económico de la época, durante el periodo
revolucionario existió además una fuerte crisis producción agrícola en la región, deri-
vada entre otras cosas, por las malas condiciones climáticas. En el caso particular de
Irapuato, fueron hechos ocurrentes o bien, las sequías, o por el contrario las inundacio-
nes y granizadas que destrozaron las cosechas. Al respecto Pedro de Orbe, represen-
tante de las dueñas de “Ánimas” exponía en una carta fechada en 1914: “Debido á las
continuadas lluvias que han caido [sic] sobre Irapuato, se han dificultado muchísimo,
tanto la siega como la trilla de la cosecha de trigo de la hacienda Las Animas.”16 De
igual manera, el posterior dueño, Román Rivera Nieto manifestó en 1917:

la revolución destruyó todo absolutamente todo, y en la parte del campo las inundaciones
del año ppdo, se encargaron de concluir con la obra de destrucción; tanto que las obras del
río me han costado este año una cantidad muy considerable, tan sólo para reparar los
desperfectos que originaron las inundaciones, con varias roturas que hizo en sus bordes y
que ha sido preciso reparar desde sus cimientos, para evitar que se desborde nuevamente y
se inunde todo el plan que está sembrado de maíz.17

Finalmente como comentario final, cabe mencionar que si bien lo anteriormente ex-
puesto es sólo la versión y el discurso de los hacendados, el cual ciertamente podemos
poner en discusión, no implica que sus discursos no puedan ser una fuente básica para
explicar los efectos que la lucha armada de 1910-1917 produjo en las propiedades
agrícolas de Irapuato. Es un hecho que, como en toda conmoción social los efectos
económicos y, en este caso los efectos agrícolas, fueron desfavorables para los hacen-
dados y rancheros que sufrieron bloqueos comerciales y saqueos y robos por parte de
los revolucionario y bandoleros. No obstante, es preciso también mencionar que éstos
hechos no fueron los determinantes que causaron la crisis de estos propietarios. Estos
hacendados en particular se enfrentaron a otros problemas ajenos al movimiento re-
volucionario, tales como las pésimas condiciones climáticas no propias para la agricul-
tura, y, sobre todo, el alto grado de endeudamiento económico y el rezago hipotecario
que mantenían sus propiedades.

16
agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 127, Expediente 306, s/foja, Carta de Pedro de Orbe a Caja de Présta-
mos, 9 de junio de 1914.
17
agn, Fondo Caja de Préstamos, Caja 127, Expediente 306, s/foja, 24 de junio de 1917.

65
biliografía

Arias, Patricia, Irapuato: El Bajío Profundo, Guanajuato, Archivo General del Gobierno
del Estado de Guanajuato, 1994.
Blanco, Mónica, El movimiento revolucionario en Guanajuato, Ediciones la Rana, 1998.

archivo general de la nación:

Fondo Caja de Préstamos. Caja 94, Expediente 345.


Fondo Caja de Préstamos, Caja 127, Expediente 306.

66
CONFIGURACIÓN DE LA CABECERA DE LA CONGREGACIÓN
DE IRAPUATO DURANTE EL SIGLO XVIII

juan leonardo hernández lozoya

P
ara la conformación de una nueva historia de la arquitectura es necesario entender
a esta última como un hecho histórico, producido por una sociedad específica en
un momento determinado; por lo anterior que la arquitectura no se considera
como un fenómeno aislado de los hechos sociales, sino que es el producto de estos.
Esto obliga a que el estudio de la arquitectura esté vinculado directamente con su
contexto urbano; de manera recíproca el estudio de los asentamientos humanos
tampoco puede ser desvinculado del análisis de su arquitectura. Si bien es cierto que
el estudio y selección de la información de la arquitectura está sujeta a la formación
teórica e ideológica del investigador, la postura y metodología de análisis empleada en
este trabajo adopta una serie de postulados encaminados a demostrar que el fenóme-
no urbano-arquitectónico no está desvinculado del hecho histórico, ya que no sola-
mente forma parte de él, sino que actúa él mismo como documento histórico.
Es importante señalar que la configuración espacial de los asentamientos humanos
se construye en una totalidad, en la cual todos y cada uno de los componentes de la
estructura del asentamiento humano participan de manera activa en la configuración
de los hechos urbanos. Para Rémy Allain, los elementos que componen el sistema de
la forma urbana son seis: le plan o maillage, le parcellaire, le báti o le tissú constructif,
l’utilisation du sol y le site (el plano o malla, el parcelario, el construido o tejido construi-
do, la utilización del suelo y el sitio).


Una primera versión de este trabajo fue presentado como parte del trabajo de la tesis: Juan Leonardo
Hernández Lozoya, Configuración Espacial de la Congregación de Irapuato durante el siglo xviii, Tesis de
Maestría, Facultad de Arquitectura, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2006.

Maestro en arquitectura, investigación y restauración de sitios y monumentos.

José Antonio Terán Bonilla, “Hacia una nueva historia de la arquitectura”, en Ars Longa, Valencia, Universi-
dad de Valencia, 1991, pp. 21-28.

Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, España, 1971, pp. 83-87.

Rémy Allain, Morphologie urbaine. Géographie, aménagement et architecture de la ville. Armand Colin,
Paris, 2004, pp. 14-17.

67
A decir de Allain, la articulación de los seis componentes mencionados conforma
“la estructura” del asentamiento humano, por ello se convierte en un elemento más de
la forma urbana. Al modo de articularse de esta estructura urbana lo define como las
“lógicas” y los “medios”, convirtiéndose por ello en otros dos elementos importantes
de la forma urbana. El uso de los primeros seis componentes en esta investigación
como categorías de lectura de la forma urbana atañe a que son los elementos que
permiten un primer acercamiento a la comprensión del proceso de configuración es-
pacial de la Cabecera de la Congregación de Irapuato durante el siglo xviii.
La estructura, las lógicas y los medios, son categorías de análisis retomadas sólo
conceptualmente para presentar una interpretación sobre el modo de articulación
entre los elementos que concertaron la estructura espacial del asentamiento humano
de Irapuato reconstruida hipotéticamente en dos momentos distintos, a inicios del
siglo xviii y al finalizar la primera década del siglo xix.
Para la realización de este trabajo se delimitó temporalmente con base en dos
hechos históricos coyunturales que trascienden a la historia local. Por la trascendencia
que tuvieron en toda la estructura social y económica de la Nueva España, el cambio
de dinastía de los Habsburgo por los Borbones en la corona del reino español en el año
de 1700, y el inicio de la guerra de independencia en 1810 son los acontecimientos
históricos que definen la periodicidad de este trabajo.
Es importante recordar que entendemos como Congregación de Irapuato a toda
el área geográfica circunscrita a esta jurisdicción, conformada por todas sus unidades
productivas y su cabecera. De esta manera la Cabecera de la Congregación remite
solamente al núcleo o asentamiento humano principal de la Congregación.
Con base en lo anterior, la estructura de este artículo contiene una revisión progre-
siva de los principales cambios y transformaciones que acontecieron en el asenta-
miento durante el siglo xviii a través de los seis componentes que integran el sistema
de la forma urbana identificando en cada uno de ellos los elementos que por sus
propias características fueron capaces de acelerar o disminuir el proceso de configura-
ción de la cabecera de la Congregación. De esta manera se obtiene una lectura sobre
el eje temporal que permite obtener de manera secuencial y cronológica una imagen
del proceso de configuración que aconteció durante el siglo xviii y principios del xix
en el asentamiento humano de Irapuato.


Íbidem.

68
Finalmente, se presenta una lectura morfológica de la reconstrucción hipotética
del asentamiento en las postrimerías del periodo virreinal en cada uno de los elemen-
tos de análisis ya citados. Estas reconstrucciones hipotéticas se fundamentaron en una
lectura histórica basada en trabajo de archivo y revisión de bibliografía además de una
extensa recopilación, revisión y análisis de material cartográfico histórico, pero sobre
todo en una lectura del asentamiento humano como documento a través del cual se
pudieron identificar las permanencias existentes en su configuración espacial actual.

1. el sitio

Entre las principales características que definen el sitio donde se emplaza un asenta-
miento humano están las cualidades topográficas, sin embargo el aspecto hidrográfico
es también un componente importante a considerar en esta lectura. La pujanza eco-
nómica que alcanzó la Región del Bajío Guanajuatense durante el siglo xviii, se debió
en gran parte a las medidas puestas en marcha para lograr un mejor aprovechamiento
del agua.
No obstante las continuas modificaciones al entorno natural de la Congregación
de Irapuato para el control y aprovechamiento del agua, de manera paralela también
fue constante la lucha contra las inundaciones que ocasionaban graves daños a la
población. Es en el año de 1756 cuando en palabras propias del escribano se relata lo
siguiente:

(…) se agolpo una furiosa avenida de aguas por el río que pasa a orillas de esta congregación,
que no siendo bastante su buque o caja a superarla derramó o reventó el baIlado, o albarra-
dón que tenía adelante del paraje que llaman de Las Raíces; y asimismo el que le contenía
en el paso del Sabino que hace tras de la casería que llaman de Delgado y en donde nom-
bran el Cal y Canto, con tal ímpetu que su torrente se ha hecho inespugnable a vencerles o
taparles (…).

Este documento de 1756 prosigue describiendo los graves destrozos que originó
esta inundación a su paso por la Congregación. Dos años antes (1754) otra inundación
había propiciado la toma de disposiciones por orden del Conde Revillagigedo para
evitar más perjuicios para la población.


Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 18, Mayo-Junio, 1978, pp. 4-5.

69
Estos hechos ocasionaron que en el año de 1757 empezaran las diligencias para
poner en marcha la división de la caja vieja del río Silao, se eligió para dicha separación
el paso de Oñate, distante un cuarto de legua de la cabecera. El nuevo brazo se exten-
dería por aproximadamente ,190 m hasta descargar en el río Grande, a la altura de la
hacienda de Yostiro, la caja vieja se ampliaría de 3.36 m a 10.06 m.
Un costo de 8,000 pesos oro fue el monto total de la obra, no estuvo a cargo de los
habitantes de la Congregación. El financiamiento de la fábrica provino de los dueños
de las haciendas que ante la creación de un nuevo brazo de río Silao resultarían siendo
sus propiedades las principales beneficiadas con esta obra que se concluyó en 1760.8
Tanto impactaban las inundaciones que dos décadas más tarde, en el año de 1782
se publicó un bando para que los vecinos de los barrios acudieran personalmente a las
faenas de mantenimiento de la caja vieja del río donde por su flaqueza e impulso del
agua pudiera salirse. So pena de inobediencia castigaba los indios con un mes de cárcel,
los mulatos y otros colores bajos con dos meses y los españoles con tres, se les sumi-
nistraría sustento y materiales a los hombres que trabajaran en la obra, todo lo anterior
con la finalidad de evitar nuevamente los estragos ocasionados principalmente en las
casas de los barrios de indígenas.9

Ilustración 1 y 2. Partición de la caja del Río Silao a la altura de la Hacienda de San Diego

No obstante las continuas obras de mantenimiento a la caja y pasos del cauce del
río Silao, una nueva inundación afectó a la cabecera de la Congregación a finales
del periodo virreinal en el año de 1805. Muchos fueron los puntos donde se derramó

8
Ma. Teresa Cruz Cuéllar, Aguas superficiales de Irapuato, 1754-1805 (descripción), Ayuntamiento de Irapuato,
2000-2003, japami, Irapuato, Gto., 2003, pp. 1-15.
9
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 10, noviembre-diciembre, 1976, pp. -5.

0
el agua pero el mayor desborde vino a la altura del paso de Delgado en el extremo
noreste de la Congregación.

Sitio los Rincones


Río Silao

Paso de Delgado
Apertura de nueva
caja para el río Silao
Casas
derribadas

Barrio de San
Francisco

Plaza de
la Tanda

Fuente: Superposición de esquemas con base en: Mapa de 1805, Museo de la Ciudad de
Irapuato. Cuadrante 1-A, anexo lámina 1.

El lugar donde aconteció el principal desbordamiento del río Silao se localiza actual-
mente sobre el Boulevard Díaz Ordaz a la altura del monumento a los Niños Héroes.
Es en este punto donde comenzaron las obras para la apertura del nuevo cauce del río
Silao (ilustración 3). Como hecho urbano de gran relevancia que a la postre mucho
trascendería en el proceso de configuración de la cabecera de la Congregación, sus
particularidades serán revisadas mas adelante en el apartado correspondiente a la
lectura de los cambios y transformaciones del tejido construido.

1
2. tejido parcelario

Para presentar una lectura cronológica de los cambios y transformaciones que acon-
tecieron en el tejido parcelario de la Congregación de Irapuato durante el siglo xviii se
retoma nuevamente el documento que se ha venido mencionando sobre la inunda-
ción de 1756 destacándose otro fragmento de la descripción de los hechos narrados
por el escribano, en esta parte se hace el señalamiento a la existencia de nuevos barrios
en la Congregación de Irapuato:

(…) con tal ímpetu que su torrente se ha hecho inespugnable a vencerles o taparles, inun-
dando la aperción de dicho paraje de Las Raíces y Cal y Canto, muchísima parte de este
vecindario, desde las plazas del Señor San Joseph y la Mayor, quedando aislada la Santa
Iglesia Parroquial y toda la mayor parte del barrio de Santiago; y con el agua que sale por el
paso del Sabino, se han inundando todos los barrios de San Miguel, el de San Nicolás y
Santa Ana, introduciéndose en muchas casas, especialmente a los miserables y pobres de
dichos barrios, subiendo en ellas el agua media vara (…)10

Según lo anterior, para la segunda mitad del siglo xviii, el tejido parcelario presentaba
una expansión por los costados poniente y sur de la Congregación, los barrios de
Santiago, de San Miguel, de San Nicolás y de Santa Ana habían hecho su aparición. La
creación de nuevas manzanas en el tejido parcelario en los asentamientos humanos
virreinales ocurrió mediante un proceso de ocupación y expansión gradual.
En el caso particular del Barrio de Santiago, una referencia histórica indica posible-
mente los orígenes del Templo de Santiago en el año de 1716, fecha a partir de la cual
se pudiera hablar de una nueva etapa en la evolución del tejido parcelario de la Con-
gregación de Irapuato.11 Mediante la revisión y análisis del material de archivo se
identificó que los nombres de los barrios se utilizaban en ocasiones de manera diversa,
es decir que para referir a un mismo lugar de la congregación se encontraron nombres
distintos. Tenemos de esta manera que el barrio de San José se le menciona en otros
documentos como barrio de San Miguel y el de San Cayetano probablemente se le
conocía también como San Nicolás.
En al año de 1744 se tiene la noticia de la compra de una casa ubicada en la calle de
la Estación esquina con la Piedra Lisa (actual calle Allende esquina con 5 de Febrero),

10
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 18, Mayo-Junio, 1978, pp. 4-5.
11
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 24, Mayo-Junio, 1979, p. 7.

72
en estas fechas es probablemente cuando inicia otra etapa de expansión del tejido
parcelario de la Congregación. La ubicación de este inmueble en 17, que actualmen-
te ocupa el Museo de la Ciudad, índica un aproximado sobre la creación del Barrio
conocido como de la Piedra Lisa. En dirección poniente y colindando por el lado
norte del Barrio del Surumbe, otra una nueva etapa de crecimiento para la Congrega-
ción de Irapuato estaba en proceso.
Años más tarde la ocupación de estas nuevas manzanas era un hecho real, en la
década de 1770 un documento histórico hace referencia al arrendamiento y donación
de cerca de 50 solares por parte de Don Ramón Barreto. Los solares estaban repartidos
en los barrios de Santa Ana, Santiago y de la Salud. Este último Barrio (de la Salud) fue
una expansión del tejido parcelario por el costado noreste más allá del Barrio de la
Piedra Lisa.
Otra ampliación del tejido parcelario fue la aparición del Barrio de San Francisco.
Después de la donación y construcción del Convento del mismo nombre donde a
inicios del siglo xviii fueran tierras propiedad de Don Ramón Barreto, se destinó inicial-
mente un espacio para huertas del Convento. Posteriormente la población se apropió
de manera secuencial ilegalmente de estas manzanas.
Población indígena, mulata y española ocupó inicialmente estas manzanas, resul-
tando así en un barrio de todas las castas que generó a su vez una zona definida como
peligrosa y llena de tugurios.12 La Ilustración 19 presenta las aproximadamente 15
manzanas que se destinaron para huertas del Convento de San Francisco.

Templo del
Barrio
Convento de
de San
San Francisco
Francisco

Ilustración . Huertas y casillas del barrio de San Francisco que casi todas se inundan.
fuente: Superposición de esquemas con base en: Mapa de 1805, Museo de la ciudad de Irapuato. Cuadrante
1-A, anexo lámina 1.

12
A. H. M. I., Protocolos, 1773, Caja 116, Documento 19.

3
Este suceso de apropiación de los solares lo refiere un documento en el que se
narra cómo la población se adueñó de los solares; un contrato de renta que no fue
pagada por más de ocho meses obligó al albacea de Barreto de Tabora a exigir su
desalojo inmediato. Fueron quemados los jacales de zacate y embargados sus bienes
para pagar la deuda, pero aún así los moradores no se retiraron.
Ya para finalizar el periodo virreinal, en 1806 con la apertura del nuevo tajo del río
Silao a la altura del Paso de Delgado se dispusieron los medios para una nueva expan-
sión del tejido parcelario por el lado oriente de la Congregación en el sentido y direc-
ción de las manzanas originales pero siempre adaptándose a las características físicas
que el río permitía.
No se conoce si este aumento en el número de manzanas del Barrio de San José
aconteció aún durante el periodo virreinal, lo cierto es que la apertura del nuevo
cause de río Silao en 1806 constituyó un hecho urbano importante que marcó la
pauta para un nuevo crecimiento del tejido parcelario.
Algunos documentos históricos mencionan un sitio llamado “Los Rincones”, no se
menciona de manera clara el año de ocupación de este sitio ni tampoco arrojan datos
que expresen el número de manzanas, su ubicación o disposición dentro del tejido
parcelario de la Congregación.
La lectura del material cartográfico histórico ilustra y da testimonio de un creci-
miento del tejido parcelario por el costado nororiente (ilustración 5). Este hecho
acontecido en las postrimerías del periodo virreinal representa el primer desarrollo del
tejido parcelario que sobrepasa el límite natural que desde sus inicios representó el río
Silao para la Congregación de Irapuato.
Hasta este momento no se ha encontrado información que exprese la creación de
manzanas mas allá del cauce del arroyo ubicado en lo que actualmente es la Avenida
Torres Landa, esto es en el costado oeste de la Congregación, más allá del Barrio de
Santa Ana. Sin embargo, un testamento fechado del 29 de marzo de 1792 menciona
entre sus clausulas la donación de un terreno y bienes para la construcción de la Capi-
lla de San Antonio.13 A favor de la misma devoción, es en 1807 que se presenta una
nueva donación de un solar (…) frente a donde se esta construyendo su capilla…14.
A pesar de estar en proceso la edificación de la capilla, la descripción que presen-
tan los documentos de donación de los solares señalan la presencia solamente de

13
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 8, Julio-agosto, 1976, p. 6.
14
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 20, Septiembre-octubre, 1978, p. 2.

74
huertas en las colindancias norte y poniente, en el sur (el Camino Real de por medio)
los terrenos seguían perteneciendo a la Hacienda de San Juan. Si bien es cierto que el
tejido parcelario no se vio modificado por este hecho, es claro que en lo sucesivo este
inmueble marcaría un eje importante de crecimiento y expansión del tejido parcelario
en esa dirección.
El tejido parcelario no sólo se transformó y evolucionó expandiéndose hacia el
exterior de las manzanas conformadas a inicios del siglo xviii, sino que en menor grado
también sufrió modificaciones hacia el interior; a raíz de la donación de los terrenos
para las edificaciones del Templo y Convento de San Francisco y posteriormente para
el Colegio de la Enseñanza las disposición de las manzanas se alteró para finales del
siglo xviii.
La siguiente imagen (ilustración 5) señala cómo se modificó este sector del tejido
parcelario. La adhesión de la construcción del Colegio de la Enseñanza al Templo de la
Soledad suprimió la manzana donde se supone existía el inmueble perteneciente a
Don Barreto de Tabora, quien donó su propiedad y dinero para este fin.

Sitio Los
Rincones
Barrio de
San Miguel

Templo
Parroquial
Plaza
Mayor

Templo
de San José
Plaza de
la Tanda

Ilustración 5. Nuevas manzanas y lotes para la construcción en el sitio conocido como los Rincones en el
extremo oriente del bordo del río Silao.
fuente: Superposición de esquemas con base en: Mapa de 1805, Museo de la Ciudad de Irapuato. Cuadrante
1-B y 2-B, anexo lámina 1.

Al suprimir esta manzana se generó una mayor que daba cabida al Templo de la Sole-
dad y al Colegio de la Enseñanza, pero también dio lugar al espacio donde actualmen-

5
te se encuentra el Jardín Hidalgo. El conjunto de edificios formado por el Templo de la
Tercera Orden, el de San Francisco y su Convento también coadyuvaron en la confor-
mación de una gran manzana que sirvió para delimitar por el costado oriente al espa-
cio público señalado.
La manzana conformada por el conjunto conventual de San Francisco geométri-
camente presentó una figura rectangular, misma que imprimió su dirección y forma
en las manzanas ubicadas en su alrededor. De igual manera sucedió con las huertas del
Convento, con sus dimensiones y figuras originales que a la postre conformarían el
llamado Barrio de San Francisco.

Ilustración 6. Cambios del tejido parcelario a raíz de la edificación del Colegio de la Enseñanza.

3. tejido vial

Una característica común de los asentamientos humanos es la posición inherente entre el


tejido vial y el tejido parcelario. Una relación de complementariedad es señalada entre
estos componentes de la forma urbana, de manera que las manzanas de un tejido parce-
lario se ubican como resultado de cada una de las calles que forman el tejido vial.
El proceso de evolución del tejido vial durante el siglo xviii en la congregación de
Irapuato no es la excepción, son componentes del tejido vial con preexistencia en las
acequias y en los caminos reales, quienes permiten la ubicación en forma y dimensión
de las nuevas manzanas que se van integrando al tejido parcelario.
Ejemplo de lo anterior lo podemos observar en el caso referido a las edificaciones
del Colegio de la Enseñanza y Convento de San Francisco (ilustración 7). Se observa
una sobreposición del tejido parcelario con el tejido vial, en el cual la definición de las
manzanas que albergaran estos edificios paralelamente conlleva a la creación de las
vialidades que las delimitaran.


Un caso particular de la apertura de una vialidad fue la creación de un callejón
ocasionado por el derrumbe de unas casas ubicadas en la manzana oriente de la Plaza
de la Tanda. El cauce tomado por las aguas desbordadas del río Silao en la inundación
de 180 provocó entre sus cuantiosos destrozos la generación de un callejón que años
mas tarde se convertiría en un nuevo componente del tejido vial (ilustración 8).

Ilustración 7. Cambios del tejido vial a raíz de la edificación del Convento de la Enseñanza.

Salvo el caso anterior, se desconocen referencias con relación a la creación de nuevas calles
o modificaciones de las ya existentes. El proceso de evolución y transformación del tejido
vial en el resto de la Congregación estuvo determinado por el tejido parcelario.

Portal de la
Cárcel

Cárcel
Municipal

Callejón que
Antiguo surgió con la
mesón de inundación
San José de 1804

Ilustración 8. Callejón generado por el derrumbe de casas a raíz de la inundación de 180.


fuente: Superoposición de esquemas con base en Plano de la Plaza de la Tanda o del Zacate a fines del siglo
de 1700. En: Mónica Solórzano Gil, Catálogo del Patrimonio Arquitectónico de Irapuato, H. Ayuntamiento
2000-2003, Instituto Estatal de la Cultura-conacta, Irapuato, Septiembre, 2001, p. 16. Cuadrante 1-B y 2-B,
anexo lámina 2.


Con base en lo anterior se puede establecer que los cambios y transformaciones y
sobre todo el crecimiento del tejido vial es consecuencia de la creación de nuevas
manzanas. Por lo tanto, en razón de su interdependencia y complementariedad, pre-
tender identificar y definir las expansiones que sufrió el tejido vial implicaría efectuar
la referencia al tejido parcelario nuevamente.
Por esta razón los señalamientos relativos a la evolución del acoplamiento del tejido
parcelario con el vial se presentan en el capítulo siguiente. A través de una lectura sobre
estos dos componentes de la forma urbana de la Cabecera de la congregación de Ira-
puato a finales del siglo xviii se revela la estructura de ocupación del tejido urbano.

4. tejido construido. elementos primarios

El presente apartado muestra la evolución y transformaciones que acontecieron en


el tejido construido durante el siglo xviii. De manera particular, la lectura de este
componente de la forma urbana que hasta ahora se ha mostrado, se efectúo median-
te la identificación de los elementos primarios coincidentes todos ellos con edificios
religiosos.
El género religioso en los edificios no es el único que desempeña el papel de hechos
urbanos. Si bien es cierto que este tipo de inmuebles caracterizan ciertos procesos de
transformación espacial de un lugar determinado y actúan a menudo como cataliza-
dores en el crecimiento urbano, no son los únicos.
En los párrafos siguientes se presentan de forma cronológica aquellos elementos
urbanos de la Congregación de Irapuato que surgieron o se modificaron durante el
siglo xviii, es decir, todos aquellos hechos urbanos que de una u otra manera fueron
capaces de influir en el proceso de transformación del tejido construido.
No se tienen documentos fehacientes que expresen las fechas exactas de la cons-
trucción de ciertos edificios religiosos, se afirma que en el lapso de la primera mitad
del siglo xviii coexisten nuevos Barrios en la Congregación. De esta manera se hace la
relación sobre la aparición de edificios religiosos como el Templo de Santiago, Santa
Ana, San Miguel y San Nicolás.
Esta inferencia resulta del expediente sobre la inundación de 1756 antes señalado.15
La descripción de los daños ocurridos menciona cuatro barrios diferentes. En el caso

15
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 18, Mayo-Junio, 1978, pp. 4-5.

78
del Templo de Santiago una referencia histórica ya antes citada, corrobora posible-
mente sus orígenes en el año de 1716.16 El edificio actual ha sido producto de nume-
rosas intervenciones, entre ellas quizás la más notoria fue durante el siglo xix, en la que
prácticamente se reconstruyó todo el inmueble.
Los edificios actuales de los templos de San Miguel y de Santa Ana datan del siglo
xix y xx. El señalamiento de estos inmuebles es referido solamente por la permanencia
de la ubicación en sus barrios correspondientes y por el papel importante que desem-
peñaron las anteriores capillas en la conformación del tejido construido durante la
primera mitad del siglo xviii.
Otro de los barrios señalados en el expediente de 1756 de la inundación es el de
San Nicolás. De este barrio no se tiene la certeza de su presencia o ubicación, más bien
suponemos que la referencia señala al actual Barrio de San Cayetano. Sobre el Templo
de San Cayetano no se tienen referencias históricas escritas que indiquen su fecha de
construcción, sin embargo de la lectura del monumento como documento se obtiene
que por sus características arquitectónicas, esta obra data del siglo xviii.
Posteriormente, entre los años de 1750 y 1770 otro documento histórico indica la
existencia del Barrio de la Salud. Aunque también el Templo de la Salud ha sido pro-
ducto de numerosas modificaciones, su aspecto general sigue conservando su papel
de capilla de barrio. Para esta época de 1750 cabe señalar también el Barrio de la Piedra
Lisa, de manera distinta a los barrios anteriores se desconoce la presencia durante el
siglo xviii de algún edificio religioso que haya existido en este sector del tejido cons-
truido de la Congregación de Irapuato.
No todas las transformaciones que se dieron en la forma urbana de la Congrega-
ción de Irapuato fueron producto de la religiosidad de la población Irapuatense del
siglo xviii. Cuestiones sobre higienización, belleza y funcionalidad estaban permeando
la ideología de algunos habitantes, que motivados iniciaron las diligencias correspon-
dientes en el año de 1763 para la construcción de los portales de las Plazas Mayor y de
la Tanda contiguas una de otra.

16
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 24, Mayo-Junio, 1979, p. 7.

79
Ilustración 9. Mapa de 1806 donde se re-
presentan la presencia de portales en el
costado poniente de la Plaza de la Tanda y
en los ostados sur y poniente de la Plaza
Mayor.

fuente: Superposición de esquemas con base en: Mapa de 1805, Museo de la Ciudad de Irapuato. Extremo
inferior derecho, cuadrante 1-B, anexo lámina 1.

En este proceso intervienen de manera central los dueños de casas ubicadas al margen
de las plazas, exponen razones tales como hermosear la plaza, dar abrigo a los tratantes
y comerciantes y crear además un aposento para librarse del sol y el agua. Al parecer
las razones fueron positivas y convincentes, no existió aparente oposición a las obras y
así dieron inicio.17 Aunque se desconoce exactamente la duración del proceso de
edificación, la cartografía de 1792 y 1805 expresan claramente la consolidación de este
hecho urbano (Ilustración 26).
El plano de la plaza de la Tanda o del Zacate de finales del siglo xviii revela la exis-
tencia de otros portales en el costado oriente de la Plaza a la altura de la Cárcel.18 (Ver
ilustración 8.) Lo mismo sucede en el mapa de 1805 (ilustración 26) que dibuja un
portal al frente de la manzana poniente de la Plaza Mayor. Sobre la edificación de estos
hechos urbanos no se ha podido verificar por una lectura histórica basada en docu-
mentos de la época.

17
A. H. M. I., Diligencias para fábrica de portales en la Plaza Pública de esta Congregación, Año de 1763, Pro-
tocolos, Caja 110.
18
Plano de la Plaza de la Tanda o del Zacate a fines del siglo de 1700. En: Mónica Solórzano Gil, Catálogo
del Patrimonio Arquitectónico de Irapuato, H. Ayuntamiento 2000-2003, Instituto Estatal de la Cultura-
conaculta, Irapuato, Septiembre, 2001, p. 16.

80
Un incendio ocurrido a principios del siglo XX causó la destrucción de gran parte
de los portales Libertad y De la Flores construidos en la segunda mitad del siglo XVIII
(ilustración 9). En la reconstrucción de estos elementos, la estructura original en forma
y dimensión se trató de rescatar, siendo lo que hoy en día permanece como portales
de las plazas principales.

Ilustración 10. Efectos de incen-


dio a inicios del siglo xx que
destruyó los portales construi-
dos a finales del siglo xviii.

fuente: María García Acosta y Benjamín Valdivia, Imágenes y vida de Irapuato, Ayuntamiento de Irapuato,
1993, p. 263.

A tres años de que empezaran las diligencias para la construcción de los portales, el 17
de febrero de 1766 el Convento de San Francisco presentaba su cédula de fundación.19
La obra y diligencias tomaron un curso rápido debido a que no había otro monasterio
en la circunferencia de la enunciada región de alguna mendicante 20 según mandaba la
ley primera, título tercero, libro primero de las Leyes de Indias sobre la ubicación de
nuevos edificios de este tipo.
El apego a la normatividad que prevalecía en la época se expresa continuamente
en las diligencias llevadas a cabo para su edificación. Por otro lado, la intención de
mejorar la educación de la juventud manifestada en la cédula de fundación, refleja un
aspecto ideológico importante del pensamiento social prevaleciente en la Congrega-
ción de Irapuato durante la segunda mitad del siglo xviii.
Los terrenos donados para la inclusión del Convento de San Francisco en el tejido
construido fueron los ubicados en la parte sur de la congregación. Perteneciente a la

19
A. H. M. I., Protocolos, Caja 112, exp. 98.
20
Ibídem.

81
Hacienda de San Juan propiedad de Don Barreto, el proyecto del Convento aparente-
mente no representaba una extensión considerable de terreno. ( Ver ilustración 11).

Clase 2
Clase 3
Corralito
Segundo
patio Clase 1

Refectorio Sala de Templo de


profundidad San Francisco
Carbonera Cocina Sacristia

Panadería
Huerta

Ilustración 11. Proyecto para la edificación del Convento de San Francisco elaborado en 1762.
fuente: Superoposición de esquemas con base en Plano del Convento de San Francisco en el año de 1762. En:
Mónica Solórzano Gil, Catálogo del Patrimonio Arquitectónico de Irapuato, H. Ayuntamiento 2000-2003, Insti-
tuto Estatal de la Cultura-conaculta, Irapuato, Septiembre, 2001, p. 16.

En comparación, el plano elaborado en 1805 (anexo lámina 1) señala más de 12 man-


zanas que se destinaron para huertas propiedad del Convento de San Francisco. Pos-
teriormente estas manzanas serían ocupadas por indígenas, mulatos y españoles
conformándose así el Barrio de San Francisco.
El aspecto del proyecto arquitectónico cuatro años antes de la Cédula de Funda-
ción (1762), corrió a cargo de Juan Villagomez, mismo que años antes fungiera como
perito en arquitectura en las diligencias para la construcción de los Portales de las
Plazas Mayor y de la Tanda. Con un valor estimado en dieciocho mil pesos, la disposi-
ción arquitectónica del inmueble fue de la siguiente manera:

82
Haciendo de dos alas paredes del convento que muestra el diseño presente tres cuartas de
grueso y a las de la iglesia dos varas y regulando cada una enquadro de precio y costo de un
peso cada vara, importaría el todo de la fabrica /según lo demostrado con mas doce celdas
que ocuparan en ello) la cantidad de diesyochomil pesos, y para que conste que assí lo
juzgo según mi leal saber y entender, doy fe en esta congregación de Irapuato en 13 de oc-
tubre de 1762. Juan Manuel Villagomez.
Las piezas que demuestran las letras B C D E constan de 9 varas en su pizo y sobre ellas
han de fabricarse quatro celdas que ocupan dicho viento. Las letras F G I J demuestran otras
quatro piezas de 5 vs. Cuio viento ocupan otras quatro celdas. El viento de la N ocupa el
ante choro. Las letras O P Q constan de 8 vs y el viento ocupan quatro celdas. La M consta
10 vs y su viento ocupa una celda para huéspedes.21

Ilustración 12. Corredor perimetral del claustro bajo del desaparecido convento de San
Francisco. A inicios del siglo xx.
fuente: María García Acosta y Benjamín Valdivia, Imágenes y vida de Irapuato, Ayuntamien-
to de Irapuato, 1993, p. 133.

Si bien ya existía desde mediados del siglo xvii el templo de San José, durante la segun-
da mitad del siglo xviii según expresa Manuel José Valenzuela en carta dirigida al señor
obispo Don Pedro Anselmo Sánchez de Tagle en el año de 1769, a fuerza de fatigar los
naturales de la cofradía del señor San José han reconstruido el Templo:

21
Plano del Convento de San Francisco, en el año de 1762. En: Mónica Solórzano Gil… op. cit., p. 16.

83
…la tienen ya fenecida, con su sacristía, coro, órgano, pulpito y una torre de tres cuerpos
muy hermosa, y todo con grandísimo aseo y lucimiento; a que se agrega el colateral mayor
que han hecho a todo costo y aunque este se haya en blanco, en breve tiempo podría ree-
dificarse su dorado; y hallándose animados a celebrar como corresponde la colocación de
dicha iglesia, me han visto para que (por conforme con evidencia todo lo referido) informe
a V.S.I. como lo hago de hallarse todo como llevo expresado, con el pasar como pasan, a
postrarse rendidos a las soberanas plantas de V.S.I. E impetrar de sus benignidad, la licencia
que se requiere para dicha colocación, bendición y que en ella se pueda celebrar el santo
sacrificio de la misa: lo que yo de mi parte suplico a V.S.I. Se digne concederles poder como
es la enunciada iglesia ayuda de la parroquia…22

Este suceso indica una preocupación por la cuestión material de los edificios religiosos
presentes en el tejido construido de la Congregación. De la misma forma sucedió con
el templo de Nuestra Señora de la Misericordia (Templo del Hospital), a inicios del siglo
entre los años de 1713 y 1733, fue sujeto de una intervención; así lo señalan las fechas
inscritas en la clave del arco formero y en la fachada sur del edificio.
Regresando a la década de 1760, de ideas ilustradas y con la firme consigna de
dotar de espacios para la educación a la población de la Congregación, Don Ramón
Barreto hombre rico e influyente en el Obispado de Michoacán, falleció el 15 de julio
de 1760. Entre sus numerosas donaciones dejó establecido lo necesario para fundar
una escuela para niñas.

Ilustración 13. Supuesta ubicación de las


construcciones propiedad de Don Ramón
Barreto de Tabora que fueron demolidas
para dar lugar a la edificación del Convento
de la Enseñanza.

fuente: Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 32 y 33, septiembre a diciembre, 1980, p. .

22
A. H. C. M., Diocesano, Gobierno, Correspondencia, Asientos, Siglo xviii. Caja 5.

84
Después de haberse puesto en marcha las diligencias necesarias para llevar a cabo
esta empresa en el año de 1773, el gobierno y el obispado otorgaron la autorización.
Sin embargo, años mas tarde entre 179 y 1799 surgió un pleito testamentario que
entorpeció el progreso de la obra.23
Dentro de los elementos que conformaron el tejido construido de la Congregación
de Irapuato a finales del siglo XVIII, la construcción del Convento de la Enseñanza
(actual Presidencia Municipal) cambia y redefine la manzana donde será implantado
demoliendo a su vez casas propiedad del Bachiller Barreto de Tabora (ilustración 13).
Es hasta el año de 1800 cuando físicamente se inicia la colocación de la primera piedra.
Respecto al autor del proyecto mucho se ha dicho, no obstante una extensa investiga-
ción realizada por Pilar Foz y Foz2 esclarece sobre la idea errónea que se tenía de haber
sido el arquitecto celayence Eduardo Tres Guerras el autor del proyecto.

Ilustración 1. Colegio de la Enseñanza en las primeras décadas del siglo xx.
fuente: A.H.M.I.

Con la eficacia al mando de las obras por parte de Diego Salvago, las labores de ense-
ñanza dieron inicio mediante la aprobación del Consejo de Indias el 27 de enero de
180. De esta forma se autorizó a las “Monjas de la Enseñanza de México” comenzar
con las actividades educativas y hacer uso del llamado Colegio de la Enseñanza.25

23
Martiniano Arredondo Farfán, El Colegio de la Enseñanza de Irapuato. En: José Arturo Salazar y García
(coord.), Guanajuato: Evolución Social y Política, El Colegio del Bajío, León, Guanajuato, 1988, pp. 9-61.
2
Pilar Foz y Foz, La revolución pedagógica en Nueva España (1754-1820) María ignacia de Azlor y Echeverz y
los Colegios de la enseñanza, Tomo I, Madrid, 1981.
25
Ibídem.

85
De igual forma, en las postrimerías del siglo xviii dieron inicio las obras para la
construcción del Templo de la Tercera Orden dedicado inicialmente a San Buenaven-
tura. Aunque se dice que los terrenos habían sido donados por Doña Inés de Oropeza
viuda de Don José López Gutiérrez desde 1733, la obra de edificación se llevó a cabo
hasta el año de 1793.26
Seis años después, don Antonio de Oñate y Zepeda donó dinero para la reedifica-
ción del Templo de San Francisco de Paula en el año de 1799. Aunque la capilla original
data de mediados del siglo xviii se menciona que para la década de 1790 el principal
constructor y donador del templo fue el señor Don José Alcántara.

Ilustración 15. Segundo claustro


del Convento de la Enseñanza.

fuente: Pilar Foz y Foz, La revolución pedagógica en Nueva España (175-1820) María Ignacia de Azlar y
Echeverz y los Colegios de la enseñanza, Tomo I, Madrid, 1981.

Para estas fechas, el plano de la Plaza de la Tanda o del Zacate señala la existencia de
una Capilla llamada de los Dolores frente al Templo de la Tercera Orden. A parte de la
representación hecha en este documento gráfico no se conoce otra fuente histórica
que corrobore dicha observación.

26
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 3, marzo-abril, 1978, pp. 1-3.

8
Templo de
San Franciso

Templo de la
Tercera Orden

Capilla de
los Dolores Ilustración 16. Detalle del Plano de 1792
de Plaza de la Tanda o del Zacate a finales
del siglo xviii.

Fuente: Superposición de esquemas con base en: Plano de la Plaza de la Tanda o del Zacate a fines del siglo de
1700. En: Mónica Solórzano Gil, Catálogo del Patrimonio Arquitectónico de Irapuato, H. Ayuntamiento 2000-2003,
Instituto Estatal de la Cultura-conaculta, Irapuato, Septiembre, 2001, p. 16. Cuadrante 3-A, anexo lámina 2.

Ubicada en el Camino Real a Valladolid, probablemente en el año de 1792 en terrenos


pertenecientes a la Hacienda de San Juan dio inicio la edificación de la Capilla de San
tonio. Entorno a esta antigua capilla, la presencia del tejido construido era nulo, los
terrenos colindantes estaban ocupados únicamente por grandes huertas.27 Una déca-
da más tarde se dona para este fin un solar ubicado (…) frente a donde se esta constru-
yendo su capilla…28 El acelerado crecimiento de la población que aconteció en la
segunda mitad del siglo XVIII fue acompañado de nuevas necesidades de espacios
arquitectónicos y urbanos, a pesar de que se llevaron a cabo la edificación de muchos
de ellos, otros tantos no pudieron ser construidos.
La continua necesidad y falta de granos especialmente de maíz por parte de la
población, originó la petición para la construcción de una Alhóndiga por parte de
vecinos comerciantes y dueños de haciendas y labores: (…) para que no se extraiga
porción alguna de granos, ni de los demás que puedan subrogar por ellos la necesidad,
fuera del recinto de este territorio, ni aún para la subsistencia de la ciudad de Guanajua-
to.29 Este proyecto como muchos otros más solo quedó en nivel de petición.

27
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 8, julio-agosto, 1976, p. 6.
28
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 20, septiembre-octubre, 1978, p. 2.
29
A. H. M. I, Protocolos, 1785, fj. 28-250.

8
La carencia de cárcel orilló a Don Bartolomé de la Calle en el año de 1787 a la do-
nación de cuatro casas en el Barrio de San Miguel (confundido posiblemente con el de
San José) en las calles que salen precisamente del templo hacia el río, donó además 1,
350 pesos para las obras a efectuar debido en razón de lo siguiente:

(…) compadecido de las muchas ofensas, por carecer este lugar de carcel o casa de castigo
para castigar los excesos y desordenes que continuamente se observan en las mujeres ra-
meras y de la vida libertina, delibero cooperar para el remedio…30

Se desconoce si se llevó a cabo este proyecto y en qué términos, lo cierto es que para
finales del siglo xviii, el tejido construido de la Congregación de Irapuato contaba entre
sus elementos con un espacio destinado para cárcel. Este inmueble se observa en la
ilustración 8, en el costado oriente de la Plaza de la Tanda.
El tejido construido conformado por muchos elementos, no sólo los primarios,
se puede decir que se vio transformado de manera general. Estos elementos prima­
rios desarrollaron su función al ejercer cierta tensión con los barrios o mejor dicho
el área residencial, numerosas casas que aún se conservan dan testimonio de este
fenómeno.
Si se observa la tipología arquitectónica y constructiva en los espacios destinados
principalmente para vivienda que aún existen, se puede constatar cierta ocupación
diferenciada por los diferentes estratos que componían la sociedad de Irapuato duran-
te el siglo xviii.
De manera general se distinguen en el núcleo central construcciones de grandes
espacios, cimientos de cal y canto, techos de viga y tejamanil, etc. En el caso de la
vivienda de los barrios del siglo xviii, documentos de archivo describen cuartos de
terrado, techos de viga y paja, suelos sin ladrillos, etc. La lámina 18 presenta una serie
de imágenes de construcciones que aún se conservan y estuvieron destinadas para
uso habitacional, datan de finales del siglo xviii y principios del xix.
Finalmente, un aspecto también importante dentro del proceso de la configura-
ción de la forma urbana de la Congregación, se integra en este último apartado las
obras de infraestructura urbana que por su trascendencia desempeñaron el papel de
hechos urbanos importantes en la transformación de la configuración espacial.

30
A. H. M. I., Protocolos, 1787.

88
Debido al emplazamiento geográfico de la cabecera dentro de una zona inunda-
ble, las obras de infraestructura no se hicieron esperar; sin menospreciar alguna, pode-
mos señalar que la más importante por la trascendencia que pretendía lograr y que al
final no obtuvo resultados en el sentido esperado, fue la creación de un nuevo canal
que condujera la carga de agua del río Silao en tiempo de lluvias.
Este proyecto señalado de manera general involucraba grandes conocimientos y
un amplio análisis de las características topográficas del sitio circundante a la cabecera
de la Congregación y aunque no afecta directamente al área del asentamiento, si lo
hace de manera indirecta al implicar la construcción de puentes, presas y/o partidores
de agua para el nuevo cauce involucrando con ello recursos económicos y humanos
de la congregación. (Ver anexo lámina 3).
A raíz de esta obra se edificaron puentes de madera o de calicanto, necesarios para
sortear la caja nueva del río que afectó principalmente los caminos reales que prove-
nían de la ciudad de Valladolid y del pueblo de Pénjamo. Además, la construcción de
presas para la retención del agua y su mayor aprovechamiento.
Se observó a nivel urbano, con la revisión del material cartográfico histórico y algu-
nos documentos de archivo, la presencia de tres puentes que debieron ser de gran
importancia, el de San José en el camino Real hacia la ciudad de Guanajuato, el de
Delgado en el camino hacia la Villa de San Miguel el Grande, y el de Quintana que
pasa por el camino Real hacia la hacienda de Arandas y un cuarto más que no se
menciona por nombre, pero que por su gran relevancia si se representó gráficamente.
Este puente existió en donde un siglo más tarde se construyera el actual puente de
Guadalupe, otro más era conocido como paso del Sabino muy cercano al de Delgado
y finalmente los de Oñate, de la Tanda y del Pueblito por el rumbo del de Quintana.31
Donde ahora está el Puente de Guadalupe fue el antiguo cruce del camino hacia la
Villa de Salamanca. Más adelante por este trayecto también se encontraba un puente
que se utilizaba para sortear las aguas del río Guanajuato, además de las compuertas
necesarias para retener el agua de la presa de las Ánimas; a este elemento se le conocía
como las “Once Compuertas”.
La presencia de estos elementos de infraestructura era realmente importante de-
bido a que sin ellos la cabecera de la congregación quedaba prácticamente incomuni-
cada con el exterior en caso de alguna inundación o desbordamiento de algún río o
presa como sucedió en el año de 1756 y 1804, antes de la creación de la nueva caja del

31
Plano de 1792, Archivo General de la Nación.

89
río Silao.32 Un ejemplo de lo anterior que aún pervive lo representan los puentes de
Guadalupe y de San José que a pesar de que no refieren a la época en cuestión, su
emplazamiento exacto ya se indica en el plano de 1792. (Ver anexo lámina 3).
La inundación de 1804 expresada gráficamente un año después, refleja el grave
deterioro que sufrió el tejido construido con el desbordamiento de la caja del río Silao
a la altura del Paso de Salgado. Posterior a ello, la población y las autoridades iniciaron
las obras para la construcción de un nuevo brazo del río con el objetivo de alejar en
cierta manera el peligro inminente de las inundaciones. Las obras que estuvieron a
cargo del agrimensor Ramón Cabo consistieron en colocar una cortina de cal y canto
de 150 varas de longitud y 6 varas de altura causando en total 900 varas cuadradas. A
la altura del paso del Pueblito se colocó otra cortina de 55 varas de longitud por 6,
desde el punto donde termina el paso de Delgado se midió por rumbo del sur con 60
grados de inclinación oriente, 1,050 varas hasta donde empieza la cortina en el Puebli-
to Nuevo, formando de igual manera la línea noreste paralela con 30 varas para así
generar la caja que daría recogimiento a las aguas con 2.5 varas de profundidad.33
El nuevo brazo del río Silao se construyó a partir del llamado Paso de Delgado
(actual monumento a los Niños Héroes, ver ilustración 3), hasta donde comienza el
Barrio de San Francisco o Pueblito Nuevo, es decir sobre el actual Boulevard Díaz Ordaz
a la altura del paso a desnivel, este hecho definió gran parte de la forma urbana de la
Congregación en los años siguientes.
Otros daños ocasionados por la inundación de 1804 fueron la muerte de innume-
rables personas, además de obligar el desalojo de las presas de la cárcel, la suspensión
del comercio, la destrucción de sembradíos, casas, plazas, cementerios y sobre todo, la
escasez de víveres por varios días. Todo ello fue consecuencia de este lamentable su-
ceso, pero fue el tejido construido quien sufrió mayores destrucciones, una cuadra
completa de casas ubicadas a un costado del templo de San José fue derribada. (Ver
ilustración 3). 34

32
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 18, Mayo-Junio, 1978, pp. 4-5.
33 Ma. Teresa Cruz Cuellar… op. cit., pp. 14-15.
34 Museo de la Ciudad de Irapuato, Expediente y mapa sobre la inundación de 1805. Paleografía inédita de
Jesús Martín Martínez Hidalgo, Irapuato, 1996.

90
5. espacios públicos. plazas

Hablar de una transformación de los espacios públicos durante el siglo xviii no es del
todo adecuado, el proceso que se observó en este componente de la forma urbana es
su aumento en número durante el siglo xviii. Aunque los nuevos espacios no precisa-
mente fueron destinados para plazas, algunas actividades similares se desarrollaron de
manera pública en alguna calle.
Un ejemplo de ello se identificó en el año de 1731, en la Prolongación de la calle
5 de febrero se celebraban tandas cada seis meses con duración de ocho días, en
ellas se intercambiaban mercancías de diferentes especies con la llamada Región de
Tierra Caliente. Accedían a la Congregación por la falda del cerro de Arandas por
el camino proveniente de Michoacán cruzando el desaparecido puente de la piedra
de Españita.35
Quince años después, en una escritura de 1747 sobre la propiedad de un solar,
menciona entre sus colindancias a la Plaza de la Soledad, y está según el documento
entre la Capilla de la Señora de la Soledad y la Capilla de Nuestra Señora de la Miseri-
cordia, conocida como el Hospital de los Indios Tarascos.36
Para inicios del siglo xviii se mencionó la existencia de la Plaza de Nuestra Señora
de la Misericordia, según el documento señalado en el párrafo anterior, la Plaza de la
Soledad es colindante con la Plaza de la Misericordia. Recordando que la utilización de
los nombres de los lugares anteriormente no tenía un sentido estricto de aplicación
más que la denominación popular, es posible que se refieran ambas plazas al mismo
espacio público o simplemente a la extensión del primero.
Entre los destrozos que narra el escribano por el curso, que siguió el agua por la
Congregación al desbordarse el paso de Salgado en la inundación de 1756, señala dos
espacios públicos en particular, la Plaza Mayor y la Plaza de San José. De esta última es
la primera vez que se hace mención de este espacio, aunque posiblemente ya existía
desde la construcción del Templo de San José a finales del siglo xvii, es con la recons-
trucción del Templo Parroquial durante el siglo xviii que se delimita y da forma a este
espacio público.

35
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 62-63, Septiembre a Diciembre, 1985, p. 4.
36
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 39, Noviembre-Diciembre, p. 1 y 6.

91
Templo de
San Francisco

Plaza de
San Francisco Templo de la
Tercera Orden

Ilustración 17. Plaza de la Tanda o del Zacate


de fines del siglo de 1700

fuente: Superposición de esquemas con base en: Plano de la Plaza de la Tanda o del Zacate a fines del siglo de
1700. En: Mónica Solórzano Gil, Catálogo del Patrimonio Arquitectónico de Irapuato, H. Ayuntamiento 2000-
2003, Instituto Estatal de la Cultura-conaculta, Irapuato, Septiembre, 2001, p. 16. Cuadrantes 2 y 3-A y 2 y
3-B, anexo lámina 2.

A inicios del siglo xix, a raíz de la construcción del Templo y Convento de San Francisco
y del Colegio de la Enseñanza una plazuela más se generó. En el espacio que actualmen-
te ocupa el Jardín Hidalgo, a decir de algunos autores, existió el atrio perteneciente al
conjunto conventual de San Francisco, de enormes dimensiones; algunos incluso,
señalan la existencia de capillas pozas a la usanza de algunos conjuntos conventuales
del siglo xvi.
Esta aseveración creemos es por demás errada, el mapa de 1805 sobre la inunda-
ción de 180, ofrece una idea de las dimensiones y emplazamiento que debió tener el
recién edificado convento y sobre todo el espacio público que se generó con la deli-
mitación impuesta por el Colegio de la Enseñanza y el Convento de San Francisco. El
plano de la Plaza de la Tanda de finales del siglo xviii, cercano a los Templos de San
Francisco y Tercera Orden muestra una leyenda sobre una llamada Plaza de San Fran-
cisco (ilustración 17, esquina superior derecha).

2
Ilustración 18. Espacios Pú-
blicos de la Congregación de
Irapuato en 180.

fuente: Elaboración propia con base en: Mapa de 1805, Museo de la Ciudad de Irapuato. Cuadrante 1 y 2-B,
y 1 y 2-C, anexo lámina 1.

Posterior al movimiento de Independencia, la actual Plazuela Juan Álvarez se distingue


como Plazuela de Guadalupe,37 lo anterior sólo para hacer referencia que para inicios
del siglo xix ya se contemplaba este espacio público como plazuela de la Congrega-
ción. La Plaza Mayor cambia de nombre a de las Festividades o Hidalgo pero el espacio
sigue siendo el mismo.

6. utilización del suelo

Como se ha venido revisando, el proceso de configuración de la Cabecera de la Con-


gregación de Irapuato durante el siglo xviii estuvo correlacionado principalmente con
el aumento de población. La Congregación alojó un gran número de personas que
arribaron a ella ante la constante demanda de mano de obra agudizada en la segunda
mitad del siglo xviii.
De lo anterior la principal necesidad de espacios en la Cabecera fuera uso habita-
cional, el crecimiento de áreas residenciales pasó de tener tres o cuatro barrios a inicios

37
Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 15, Septiembre-Octubre 1977, p. 6.

3
a inicios del siglo xviii a contar con más de diez barrios al finalizar el periodo virreinal.
De manera paralela la creación de los barrios implicaba la edificación de inmuebles de
carácter religioso, sin embargo algunos de ellos siguieron patrones de emplazamiento
tendientes hacia el núcleo central, como los casos de los Templos de la Tercera Orden
y de San Francisco con su respectivo Convento.
Con relación a este núcleo central se puede decir que dio cabida al equipamiento
urbano de mayor relevancia y trascendencia para la población. Con la creación de los
portales se consolidó este espacio para un uso de intercambio comercial. La cárcel
también se asentó entorno a la Plaza de la Tanda. La Aduana que probablemente no
requirió la construcción de un edificio sino su adaptación se localizaba en las inmedia-
ciones del Templo de San José.
En general se observa un cambio de suelo de uso agrícola por el uso habitacional,
ejemplo de ello es lo sucedido con las tierras de la Hacienda de San Juan ocupadas
posteriormente por los Barrios de Santa Ana, Santiago y San Francisco. El núcleo cen-
tral consolidó su función al acaparar la mayoría de los inmuebles de uso comercial y
de servicios.

7. irapuato a inicios del siglo xix

Para finales del periodo virreinal el núcleo urbano de la Congregación de Irapuato


había sufrido transformaciones en todos sus aspectos, se crearon una serie de elemen-
tos de infraestructura regional y urbana para dar servicio a la creciente población. Los
templos existentes a inicios del siglo xvii mejoraron sus condiciones materiales a través
de intervenciones sencillas como el embellecimiento hasta la completa reconstrucción
como el caso del Templo Parroquial, se crearon siete edificios religiosos durante el siglo
xviii siendo este género el de mayor crecimiento. Con base en los elementos que
conforman la estructura urbana de los asentamientos humanos, se presenta a conti-
nuación una lectura morfológica de la Cabecera de la Congregación de Irapuato a
inicios del siglo xix con la finalidad de comprender el proceso de configuración espa-
cial de la Cabecera de la Congregación de Irapuato que se vivió durante el siglo xviii.
Respecto al sitio se puede mencionar que el sistema de entarquinamiento de agua
utilizado para lograr mejores cosechas y un buen aprovechamiento de los recursos
hídricos, se identificó como uno de los principales factores que impulsaron la transfor-
mación del paisaje natural de la Congregación de Irapuato durante el siglo xviii.

94
El nivel de desarrollo económico alcanzado en la Región del Bajío guanajuatense se
debió en gran medida a la interconexión de diversas actividades de producción. Por
sus características naturales del entorno natural, el lugar ocupado por la Congregación
de Irapuato dentro de este esquema de producción y consumo era específicamente la
producción agrícola.
Los productos resultados de la agricultura debían atender la demanda que exigía
cada vez más el Real de Minas de Santa Fe de Guanajuato, aparte de satisfacer el
consumo de la población propia. Irapuato y Silao como muchos otros asentamientos
humanos del Bajío lograban su cometido gracias a la puesta en marcha de técnicas
para un mejor aprovechamiento del agua. Dicha situación imprimió una imagen al
medio físico-natural distintiva de la Región. En ocasiones el recurso hídrico del que
tanto se beneficiaban resultó para la población de Irapuato su peor pesadilla, las nu-
merables inundaciones también dejaron su huella en el proceso de configuración de
la forma urbana de la Cabecera de la Congregación de Irapuato.
En el territorio de la Congregación tal vez el hecho más importante fue la conclu-
sión en 1760 de la división de la caja vieja del río Silao a la altura del Paso de Oñate y la
creación de un nuevo brazo a lo largo de poco más de cuatro kilómetros. A nivel ur-
bano, tal vez la mayor intervención ejecutada al medio natural fue la desviación de la
caja del río Silao por el costado oriente en la primera década del siglo xix. Aunque la
magnitud de las obras no permite comparación entre ellas, lo cierto es que para su
ejecución implicaron una serie de medios que denotan la importancia y utilidad que
resultaron tener para la población de la época.
Estos hechos urbanos no solo afectaron el sitio del emplazamiento de la Congre-
gación de Irapuato, durante muchos años el río Silao fungió como límite natural en el
crecimiento y expansión de la forma urbana. Las modificaciones realizadas en el río
también dejaron su huella en el proceso de configuración del espacio urbano de Ira-
puato, sirviendo como eje importante en el desarrollo del mismo.
En relación al tejido parcelario la lámina 4 ilustra las características formales de
cómo se encontraba para finalizar el periodo virreinal. En el transcurso del siglo xviii se
habían establecido por el lado sur del tejido parcelario los barrios de Santa Ana, San-
tiago y San Francisco, por el poniente superando el sitio del Surumbe se emplazó el
barrio de San Cayetano.
En el lado noroeste de la parte central del tejido parcelario, en el costado norte
del Surumbe, el barrio de la Piedra Lisa hizo su aparición. A juzgar por la tipología de
los materiales utilizados en las construcciones de este barrio, es posible que haya sido

95
una expansión por ese costado del núcleo ocupado por los españoles. Más allá del
barrio de la Piedra Lisa también por el noroeste, se ubicó el barrio de la Salud. Final-
mente por la parte norte, fue el barrio de San Miguel quien ocupó este extremo del
tejido parcelario.
A inicios del siglo xix tenemos que el tejido parcelario había aumentado de aproxima­
damente 225,000 m2 a 1, 500,000 m2, es decir, casi seis veces más, en conjunto limitaba
por el lado sur con lo que ahora es la Calzada Insurgentes; por el costado poniente y
norte se extendía hasta la calle del Arroyo (actual avenida Juan José Torres Landa).
Ya para finalizar el periodo virreinal, la ilustración 3 indica cómo a través de la
apertura del nuevo tajo del río Silao a la altura del Paso de Delgado, las manzanas del
Barrio de San José crecieron en número con el sentido y la dimensión que las primeras
manzanas les imponían, pero también al margen de las características físicas que el río
Silao permitía.
En general las líneas formadas por las manzanas surgidas durante el silgo xviii
atienden a las previamente establecidas y coinciden propiamente con las vialidades que
dividen cada uno de los diferentes barrios. Dicho de otra manera, la dirección que pre-
sentan las manzanas atiende de manera clara a su ubicación dentro de cada barrio. Esta
situación en la dirección de las manzanas y la continuidad de las líneas que forman,
permite distinguir diferentes grupos de parcelas que se fueron conformando en distin-
tos momentos a través de todo el siglo xviii. La continuidad que presenta la dirección
de algunas manzanas se ve interrumpida por subdivisiones hechas posteriormente.
Un ejemplo de lo anterior lo podemos verificar de manera clara en las manzanas
que conformaron el barrio de San Francisco. La dirección que presentan es en sentido
norte-sur y aunque las dimensiones no son iguales, todas reflejan una forma geomé-
trica que tiende hacia la figura rectangular. Esta última cualidad solo la exceptúan las
dos manzanas ubicadas al extremo sureste del barrio en las que la figura está definida
por río Silao en el lado oriente.
El tejido parcelario conformado en el Barrio de San Cayetano muestra seis manzanas
ubicadas al sureste del barrio como producto de sucesivas divisiones en el tejido. Esta
situación originó una interrupción en la continuidad de las manzanas así como también
una diferenciación extrema en sus dimensiones; mientras que la manzana más pequeña
de este barrio ocupa un área de 4,000 m2, la mayor rebasa los 60, 000 m2.
De tal forma, esta desproporción en medidas diferencia las manzanas dentro de
los diferentes sectores que integran todo el tejido parcelario, permiten entender el
tejido parcelario como producto de sucesivas intervenciones. Cabe señalar también el

96
factor de la presencia de acequias utilizadas para trasladar agua del río Silao a diferentes
puntos de la Congregación.
El caso de las manzanas que integraron el barrio de la Salud reflejan mayores dife-
rencias dimensionales y geométricas entre si. Aquí se puede observar como las acequias
intervinieron de manera clara en la definición de las formas y dimensiones que las
manzanas desarrollaron en su proceso de configuración.
Es difícil establecer una jerarquía en las manzanas que fueron integrando el tejido
parcelario de la Congregación de Irapuato durante el siglo xviii. Las características
formales que presentan atienden en gran medida a diferentes épocas de constitución
de cada uno de sus Barrios.
Al observar la lámina 20 es posible establecer que la conformación del tejido par-
celario está orientada y definida por las vialidades constituidas desde finales del siglo
xvii. Estas calles principales impusieron su forma y dirección a las manzanas generadas
durante el siglo xviii, así como también delimitaron de manera clara cada uno de los
diferentes sectores del tejido parcelario.
Este considerable crecimiento del tejido parcelario ocasionado por la creación de
nuevos barrios estuvo con relación directa al incremento poblacional ocurrido entre
1760 y 1790. Como señalamos en el capítulo anterior, la población de la Congregación
de Irapuato prácticamente se duplicó en tres décadas. Aunque gran parte de la mano
de obra que arribó lo hizo a las haciendas de la Congregación, este aumento poblacio-
nal implicó la necesidad de nuevos espacios en la cabecera que albergaran a los habi-
tantes recién llegados.
Resultaría un tanto pretencioso establecer los factores que hayan estructurado el
proceso de configuración del tejido parcelario durante el siglo xviii, más aún enlistarlos
jerárquicamente. De manera general podemos señalar que este proceso estuvo defini-
do por las diferentes etapas de conformación de cada uno de los barrios.
El río Silao por el oriente impuso su condición de límite natural, por el sur de la
Congregación se practicó una subdivisión a los terrenos pertenecientes a la Hacienda
de San Juan propiedad del Bachiller Don Ramón Barreto de Tabora. En el costado
poniente la Hacienda de San Miguel sufrió el mismo proceso. En este último sector, el
tejido parcelario se vio fuertemente impactado en sus características formales por la
presencia de elementos naturales, en este caso las acequias.
Como se ha venido explicitando, el tejido vial mantiene una relación inherente
con el tejido parcelario, de manera que así como vimos que el número de parcelas
aumentó considerablemente durante el siglo xviii, lo mismo sucedió con las vialidades

97
de la Congregación, para finales del periodo virreinal el número de calles era cuatro
veces mayor a las existentes a inicios del siglo xviii.
La lámina 5 muestra de forma hipotética la situación que debió guardar el tejido
vial de la Congregación de Irapuato en la primera década del siglo xix. La actual aveni-
da Torres Landa conocida anteriormente como Calle del Arroyo precisamente por ser
afluente del río Silao, delimitó y dio forma al tejido vial por todo el costado poniente.
La calzada Insurgentes antes de Guadalupe se manifestó como el límite por el lado sur
del tejido vial, separando de esta forma los terrenos propiedad de la Hacienda de San
Juan de la cabecera de la Congregación. Estas arterías, Torres Landa e Insurgentes cir-
cundaron el tejido vial a lo largo de los costados oriente y sur recordando que en el
oriente se ubicaba el río Silao. Este medio cinturón vial permitía la comunicación por
la periferia entre las diferentes entradas y salidas a la Congregación.
De las cuatro salidas hacia los distintos puntos cardinales, la única vialidad que
surgió durante el siglo xviii fue la que se dirigía por el oriente hacia la Ciudad de
México vía Villa de Salamanca. Esta calzada de los Insurgentes comunicaba por todo
el lado sur del tejido vial en el sentido oriente-poniente las salidas hacia Salamanca y
Michoacán respectivamente.
A inicios del siglo xviii la salida a Pénjamo se efectuaba por la actual calle Pípila, modi-
ficándose probablemente con la inserción del Colegio de la Enseñanza en la calle Hidalgo
quien dirigía por el sur con los asentamientos humanos próximos. Por el norte la vialidad
que comunicaba hacia el Real de Minas de Guanajuato continuó siendo la avenida Gue-
rrero, anterior Camino Real. Por su comunicación fuera del tejido vial estas vialidades
(actualmente Torreslanda, Insurgentes, Guerrero e Hidalgo) funcionaron como ejes de
desarrollo para las demás secciones del tejido. A su vez se destacan de forma jerárquica
por la preeminencia que adquirieron ante las demás vialidades de la Congregación.
Las calles Terán, Sóstenes Rocha, Ramón Corona y Santos Degollado a finales del
siglo xvii fungieron como límites del tejido vial. Para inicios del siglo xix fueron sobre-
pasadas, pero no dejaron de ser elementos importantes en la estructuración y comu-
nicación interior del asentamiento humano.
Cada grupo de vialidades que se fue integrando progresivamente en los distintos
barrios de la Cabecera se destaca en cuanto a sus particularidades formales. El barrio
de San Francisco es la única porción del tejido vial que atiende a una ortogonalidad en
el trazo de sus calles. Fue en las últimas décadas del siglo xviii cuando la forma de las
manzanas destinadas para huertas del Convento de San Francisco conformó una es-
tructura vial en forma de rejilla.

98
Estas cualidades de dirección, amplitud y longitud distinguen los distintos grupos
de vialidades de cada uno de los barrios como diferentes etapas de configuración de
la Congregación de Irapuato durante el siglo xviii. Salvo los casos de las calles ubicadas
entorno al Colegio de la Enseñanza y Convento de San Francisco fueron muy pocas las
vialidades que se vieron transformadas en sí mismas por algún tipo de intervención.
De la lectura del tejido vial a inicios del siglo xix resulta que, la aparente carencia
de orden no es otra cosa que la expresión particular de cada una de las épocas de
constitución del tejido. Se observa un crecimiento que expande hacia la periferia por
los lados poniente y sur, fueron pocas las modificaciones que se efectuaron en las
vialidades originales. Este crecimiento tiene como ejes de desarrollo las principales vías
de comunicación hacia el exterior de la Congregación. En general son la conformación
de las manzanas quienes estampan las cualidades formales a las vialidades. El caso del
sitio llamado de los Rincones es distinto debido a que primero se generaron las viali-
dades y posteriormente las manzanas adquirieron sus características morfológicas.
A inicios del siglo xviii el poseedor de la mayoría de las haciendas colindantes a la
cabecera de la congregación era el Bachiller Domingo Bravo de Laguna quien por he-
rencia las había adquirido de su padre, el cual siguiendo sus lazos de parentesco en
sentido vertical ascendente es posible tengan relación directa con los primeros estan-
cieros de la Congregación.38
Por medio de una transacción que se desconoce, estas tierras llegaron a manos del
Bachiller Don Ramón Barreto de Tabora en la segunda década del siglo xviii. En este
lapso de tiempo cuando se tiene conocimiento de la existencia de una pequeña capi-
lla dedicada al Señor Santiago (1715), factible es suponer que aparece desde entonces
esta nueva porción de la Congregación de Irapuato en el costado sur.
A partir de entonces el personaje Barreto de Tabora se convierte para la Congrega-
ción de Irapuato en pieza clave para el desarrollo del tejido construido durante la se-
gunda mitad del siglo xviii. De modo particular intervino constantemente como actor
importante en los sucesos que propiciaron cambios y transformaciones en el tejido
construido.
Como lo expresa la lámina 5, el número de edificios religiosos que se construyeron
durante el siglo xviii se presenta como un reflejo de la situación y progreso económico
que imperaba en la Región del Bajío guanajuatense. Un alza en la producción agrícola

38
Expediente para la recomposición de los límites de las haciendas y tierras de labor ubicadas en la Congrega-
ción de Irapuato en el año de 1710. A. H. M. G., Poblaciones guanajuatenses, Irapuato, exp. A.

99
también devino en el incremento de la población que residía en la Congregación de
Irapuato. Durante este siglo, en el proceso de configuración del espacio urbano de la
Congregación de Irapuato se conjugan muchos de los acontecimientos que reinaban
en la Nueva España. Una ideología de higienización y belleza permeaba en la sociedad
novohispana que reclama en Irapuato la edificación de portales entorno a la Plaza de
la Tanda, debido al gran intercambio comercial que en ella se desarrollaba.
El fruto de los diezmos se plasma en las reedificaciones de los Templos Parroquial
y de Nuestra Señora de la Soledad. Las restauraciones de los Templos de San José y del
Hospital también son sufragadas por las contribuciones al clero por parte de una po-
blación en constante aumento. Aunque moderadas, ocho capillas para los barrios re-
cién creados también fueron edificadas.
La inquietud por la educación de la población de Irapuato orienta a Barreto de Ta-
bora plasmar en su testamento la donación de terrenos y dinero suficiente para la
construcción de una escuela para mujeres y otra para varones. Esta disposición se cris-
talizó en la edificación del Colegio de la Enseñanza y en el Convento de San Francisco.
Si bien es cierto que existe una preocupación por la educación, las condiciones de
la misma restringen el acceso sólo a algunos cuantos. Esta divergencia acentuada por
la diferenciación de clases se ve reflejada también en la segregación espacial de la so-
ciedad a las periferias. Mientras que la vivienda de los españoles estaba ejecutada con
materiales resistentes en los barrios generalmente se construía con materiales perece-
deros. Cuando los sucesos trágicos de las inundaciones atacaban a la Congregación, las
mayores pérdidas resultaban para la población indígena llegando a perder todos sus
bienes por la debilidad de sus viviendas. En el caso de las manzanas que integraban los
barrios no toda su extensión estaba ocupada por masa construida.
Un plano de finales del siglo xix muestra como todavía las construcciones de la
Congregación no abarcaban todo el tejido parcelario. La lámina 6 permite observar
como en la mayoría de las construcciones ubicadas en las manzanas del barrio de
Santa Ana y Santiago estaban alineadas solamente en una cara de la manzana. Algunas
de estas manzanas estaban destinadas en su interior para el uso de huertas, de allí la
necesidad de trasladar agua hasta esos puntos a través de acequias. En algunos casos
estas afluencias sirvieron para delimitar las masas construidas, dichas interrupciones
posteriormente resultaron en ciertas vialidades que actualmente conocemos como la
calle Manuel Acuña.
Los casos mencionados sobre las principales edificaciones llevadas a cabo durante
el siglo xviii en la Congregación de Irapuato resultan importantes por las particulari-

100
dades que cada uno de ellos guarda, más aún por el hecho de haber servido como
catalizadores urbanos muchos de ellos en la detonación del crecimiento y desarrollo
de la Congregación. No obstante, si regresamos la mirada a la lámina 24, se puede
constatar que la lectura de esta cartografía permite inferir ciertos aspectos sobre el
proceso de configuración del tejido construido. La manzana señalada con el óvalo
naranja, muestra algunas construcciones del tipo puntual. Los edificios están separa-
dos unos de otros por una distancia más o menos grande ocasionando un tipo de
construcción discontinua.
En color rojo las manzanas del Barrio de Santiago y de San Francisco desarrollan
por la unión de varias construcciones puntuales una masa construida lineal en una
sola dirección, es decir solamente al margen de uno de los costados de la manzana. En
estas manzanas los edificios están yuxtapuestos los unos a los otros a manera de for-
mar una línea continua, misma que se da, pero sólo en una dirección del espacio.
Conforme la ocupación de las construcciones aumenta y se aproximan entre sí en
una manzana, el enlace por casi todos los costados permite la formación de una masa
construida únicamente interrumpida por las calles. Se observan perforaciones en las
construcciones formadas por los corazones de manzana (lámina 24, óvalo verde) que
aunque no son definidas por un sólo inmueble no se compromete su continuidad.
La creación de muchas manzanas no implicó necesariamente la ocupación de
toda su superficie, el crecimiento de la masa construida se da de manera gradual y
progresiva a través del tiempo. De tal modo, la densidad de las construcciones por la
ocupación de las manzanas se observa decreciente conforme a la periferia o a las
manzanas de nueva creación.
Finalmente, se puede señalar que el proceso de configuración del tejido construido
de la Congregación de Irapuato durante el siglo xviii presenta una articulación de va-
rios sistemas. Existe un proceso de desarrollo interno del tejido construido, se llega de
estructuras lineales a sistemas lineales ramificados y así concluir en sistemas planos. El
tejido construido de la Congregación es el resultado de una evolución del tejido urba-
no y no de una creación deliberada de partida.
A inicios del siglo xix, en el espacio urbano de la Congregación de Irapuato se
contaba con más de siete espacios públicos grandes y pequeños. La Plaza Mayor por
el mismo nombre era la de mayor jerarquía, aunque la de mayores dimensiones era
la Plaza de la Tanda o del Zacate. Entre otras plazas estaban la de Nuestra Señora de la
Soledad, de Nuestra Señora de la Misericordia, Plazuela Juan Álvarez, Plaza de San
Francisco y de San José.

101
Otro tipo de espacio público se encontraba en un lugar que se desconoce sobre la
prolongación de la Piedra Lisa (actual 5 de Febrero), destinado al intercambio comer-
cial en los llamados días de tanda. Los espacios abiertos que exhibían los templos en
sus atrios durante el siglo xviii, no pueden ser considerados como espacios públicos
por la condición que los muros atriales imponían al delimitar claramente el espacio
como privativo del templo.
Los espacios conformados en los atrios de los templos se mencionan sólo por el
hecho de que a mediados del siglo xx todos los muros atriales fueron derribados, pa-
sando a formar parte de los espacios públicos y plazas públicas. Por otro lado, es posi-
ble que en el caso del Templo de Santiago una excepción haya ocurrido. Posterior a la
inundación de 1756 se menciona la necesidad de que el gran número de muertos
ocasionado por este suceso sean sepultados, se decide ocupar para ello el panteón del
Templo de Santiago. Muy probablemente toda la manzana que contenía este edificio
religioso estaba destinado solamente para el Templo lo que indicaría la apertura de un
gran espacio en la masa construida formado sin aparentes límites por el panteón de
Santiago.
Otro aspecto se puede observar en la conformación de este gran número de pla-
zas; de manera casi contigua con alguna interrupción hecha por las calles, en conjunto
estos espacios conformaban grandes espacios públicos comunicados entre sí. La Plaza
de Nuestra Señora de la Soledad, la Plaza de Nuestra Señora de la Misericordia y la
Plazuela Juan Álvarez fueron un ejemplo de ello.
El proceso de configuración de los espacios libres de la Congregación de Irapuato
durante el siglo xviii les otorgó cierta continuidad y enlace entre ellos por algunos de
sus lados constituyendo así ciertas pausas a la continuidad de la masa construida. La
geometría de cada una de ellas resultó diversa por las circunstancias particulares en la
génesis de cada una de ellas. Se observó que algunas como la Plaza de San Francisco
(actual Jardín Hidalgo) fue producto de la actividad de la masa construida sobre la
pasividad del vacío. Fue generada de esta manera una plaza del tipo residual perfecta-
mente definida geométricamente ocasionada por la imposición de las formas a este
espacio público por parte del Colegio de la Enseñanza y el Convento de San Francisco.
Cabe señalar por último la imposibilidad de desligar el papel que jugó el tejido vial
en la configuración de los espacios libres. Generalmente la geometría y dimensión de
una plaza está determinada por la relación activa/pasiva entre los vacíos y los macizos,
sin embargo, las características particulares que presentó el tejido vial de la Congrega-
ción por su posición de enlace con los espacios públicos dotó a estos últimos de

102
cierta irregularidad en su geometría por algunos de sus lados, como el caso de la Pla-
zuela Juan Álvarez o la misma Plaza Mayor en su lado poniente.
España experimentó una manera distinta de administrar territorial y económica-
mente a raíz la ascensión de la dinastía borbónica al trono, aunque desde el inicio se
dejaron sentir las ideas ilustradas de sus gobernantes, la mayoría de las disposiciones
tomadas para la Nueva España se cristalizaron hasta la segunda mitad del siglo xviii.
Durante este siglo, el crecimiento económico alcanzado por el Bajío guanajuatense
mostró señas claras dentro del proceso de configuración de los asentamientos huma-
nos ubicados en esta porción del territorio guanajuatense. En este panorama, la Con-
gregación de Irapuato tuvo una serie de hechos urbano-arquitectónicos que dejaron
su impronta formal en el espacio urbano y regional.
La lectura final de la utilización del suelo resulta por demás importante. Es posible
la obtención de los elementos necesarios para la interpretación del modo operacional
de la estructura espacial conformada en la Congregación de Irapuato durante el último
siglo de la ocupación española.
La conformación de más de nueve barrios durante el siglo xviii con un uso genera-
lizado de vivienda estuvo condicionada por el incremento poblacional ocurrido entre
1760 y 1790. Se incrementó considerablemente el tejido parcelario particularmente en
todo el costado sur y poniente de la Congregación, por ende el crecimiento del tejido
construido también se vio afectado. Se percibe una estructura del asentamiento a través
de diferentes sectores destinados cada uno de ellos a funciones diversas. Existió una
concentración del equipamiento urbano y regional en el núcleo central principalmente
para las actividades comerciales y de servicios. En las periferias se observa la conforma-
ción de barrios que principalmente se destinarán para el uso habitacional.
El crecimiento económico de la región del Bajío también aceleró el crecimiento del
asentamiento de Irapuato. Las transformaciones acontecidas en el tejido parcelario se
vieron reflejadas en el tejido vial, y por ende fue ejercida una fuerte influencia en el
tejido construido de la Cabecera. Se observó una tensión entre los elementos prima-
rios del tejido construido con el área habitacional, la gran cantidad de edificios reli­
giosos a la par de la conformación de barrios expresan esta relación directa en el
crecimiento y ocupación del espacio urbano de la Congregación de Irapuato.
Este crecimiento de la Cabecera de la Congregación tiende obviamente hacia un
cambio en la utilización del suelo. Los terrenos de las periferias pasan de ser eminente-
mente agrícolas a un uso habitacional. A pesar de ello, la ocupación del suelo es dife-
renciada por los diversos grupos sociales presentes en el asentamiento. Esta tendencia

103
del crecimiento de la Cabecera estuvo regida en gran medida por cuestiones de segre-
gación social. Cada uno de los barrios expresan esta diferenciación entre los grupos
sociales. Desde inicios del siglo xviii, dos etnias distintas ocupaban los extremos de la
Congregación, en el oriente los otomíes y en el poniente los tarascos, el centro lo
ocupaban los españoles. Los barrios ocupados por indígenas continuaron su confor-
mación en las periferias mas allá de los originales.
En el caso de los españoles que también debieron aumentar en número, el barrio
de la Piedra Lisa dio cabida a su población. Por el costado noroeste sobre el costado
poniente del Camino Real se yuxtapone este nuevo sector de la Congregación, que
mayormente sería ocupado por españoles, se visualiza entonces como una extensión
de su núcleo central. La excepción a lo anterior lo representa el barrio de San Francisco,
originalmente estas manzanas estuvieron destinadas para uso de las huertas del Con-
vento de San Francisco. El proceso de ocupación refiere a una renta inicial de solares a
personas de diferentes grupos sociales. Posteriormente, a finales del siglo xviii se con-
jugan y concretan las condiciones sociales de polarización que imperaban en el Bajío
guanajuatense.
El barrio de San Francisco fue ocupado por personas de escasos ingresos econó-
micos pero todos ellos de diferentes grupos sociales, originando problemas legales
sobre los derechos de propiedad de los solares. Por otro lado, esta porción de la Con-
gregación se distinguió en la época como un barrio inseguro y de alta peligrosidad por
ser llamado un “barrio de todas las castas”, numerosos tugurios ocupaban este espacio
para desenvolverse.
En el ámbito regional inmediato al asentamiento humano de Irapuato se mostró
que no se descuida la creación de infraestructura necesaria principalmente para el
mejor aprovechamiento de los recursos hidrológicos, así como tampoco lo necesario
para fomentar las ligas de comunicación hacia el exterior del asentamiento, base por
la cual consolidó su desarrollo económico.
A pesar de que los elementos naturales impactan notoriamente en la evolución de
las formas urbanas, son las vialidades originales como ejes rectores de desarrollo
quienes organizan y estructuran las futuras ocupaciones de los terrenos agrícolas co-
lindantes a la Congregación.
En el aspecto administrativo durante el siglo xviii los nombres de los barrios o lu-
gares estaban a cargo de la denominación popular, atendían muchas veces a cierto
suceso trascendental que permaneció en la memoria colectiva de la población; en
otras el nombre de un personaje importante se utilizaba para la denominación de

104
lugar, o como usualmente se hacía, el nombre indicaba el edificio religioso ubicado en
el sitio. Ante esta incertidumbre que ofrecía para el control, organización y administra-
ción de las diferentes áreas que integraban el espacio urbano de los asentamientos
humanos virreinales, las autoridades organizaron el espacio a través de la numeración
de las manzanas por medio de sectores llamados Cuarteles en la forma general que se
aplicó en toda la Nueva España. En Irapuato se desconoce la época en que este hecho
se llevó a cabo, pero aún existen algunas placas que indican la presencia de este tipo
de administración y control de las manzanas que conformaban el tejido parcelario de
la Congregación.
Según Martínez de la Rosa, esta división de cuarteles también fue llevada a nivel
territorial para una mejor administración de los ranchos y haciendas que conformaban
el partido de Irapuato.39 No se tienen referencias documentales que comprueben esta
manera de administrar la Congregación de Irapuato en la escala espacial citada, lo
cierto es que durante el siglo xviii se dio consistencia a una administración virreinal
que trascendía los niveles locales.

conclusiones

A manera de reflexiones finales podemos señalar que a nivel del asentamiento huma-
no, la Cabecera de la Congregación experimentó numerosas transformaciones en su
estructura espacial, desde finales del siglo xvii se observó en el uso de suelo cierta se-
gregación a las periferias de los barrios de indígenas, similar a lo sucedido en la mayoría
de los asentamientos humanos virreinales. Aunque estos barrios se caracterizaron por
tener un uso de suelo diversificado, el uso habitacional fue el más destacando.
De tal forma que para inicios del siglo xviii el área residencial estaba organizada y
definida por los edificios de carácter religioso sirviendo como ejes de estructuración
para la ocupación del asentamiento en razón de la pertenencia a determinados grupos
o etnias sociales. Para finales del periodo virreinal, el modo operacional de la estructu-
ra espacial de la Congregación de Irapuato continuó; la conformación de numerosos
barrios fue ocasionada por el incremento poblacional ocurrido entre 1760 y 1790. El
tejido parcelario se expandió considerablemente en todo el costado sur y poniente de la
Cabecera y por ende el crecimiento del tejido construido también se vio modificado.

39
Pedro Martínez de la Rosa, Apuntes para la Historia de Irapuato, CASTALIA, México, 1965, pp. 99-101.

105
La estructura espacial que se percibió en la Cabecera, reflejó una concentración
del equipamiento urbano y regional en el núcleo central, principalmente para las acti-
vidades comerciales y de servicios. Las periferias se destinaron para la conformación de
los barrios principalmente para el uso habitacional. Una tensión entre los elementos
primarios del tejido construido con el área habitacional, ocasionó una gran producción
de edificios religiosos a la par de la conformación de los barrios. Este crecimiento espa-
cial fue acompañado de un cambio en la utilización del suelo agrícola por el habitacio-
nal en terrenos pertenecientes a las haciendas ubicadas en las inmediaciones de la
Cabecera.
La ocupación de los barrios fue diferenciada por los diversos grupos sociales exis-
tentes en el asentamiento, mostrando patrones de crecimiento regidos por cuestiones
de segregación social. El barrio de San Francisco representó la excepción a la anterior
aseveración, sus solares fueron ocupados por personas de muy diferentes etnias o
grupos sociales como lo demostraron los documentos de archivo revisados.
En el ámbito regional inmediato al asentamiento humano de Irapuato no se des-
cuidó la creación de infraestructura necesaria para el aprovechamiento de los recursos
hidrológicos, y también se fomentaron las ligas de comunicación hacia el exterior del
asentamiento, razón por la cual se explica gran parte de su desarrollo económico du-
rante el siglo xviii. Los elementos naturales impactaron notoriamente en la evolución
de la estructura espacial de la Cabecera de la Congregación, pero fueron las vialidades
como ejes rectores de desarrollo quienes organizan y estructuran la ocupación de los
terrenos agrícolas colindantes a la Congregación.

bibliografía

Allain, Rémy, Morphologie urbaine. Géographie, aménagement et architecture de la ville. Armand


Colin, Paris, 2004.
Cruz Cuellar, Ma. Teresa, Aguas superficiales de Irapuato, 1754-1805 (descripción), Ayuntamiento
de Irapuato, 2000-2003, japami, Irapuato, Gto., 2003.
Foz y Foz, Pilar. La revolución pedagógica en Nueva España (1754-1820) María ignacia de Azlor y
Echeverz y los Colegios de la enseñanza, Tomo I, Madrid, 1981.
Hernández Lozoya, Juan Leonardo, Configuración Espacial de la Congregación de Irapuato du-
rante el siglo xviii, Tesis de Maestría, Facultad de Arquitectura, Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, 2006.

106
Martínez de la Rosa, Pedro, Apuntes para la Historia de Irapuato, castalia, México, 1965.
Rossi, Aldo, La arquitectura de la ciudad, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, España, 1971.
Salazar y García, José Arturo (coord.), Guanajuato: Evolución social y política, El Colegio del Bajío,
León, Guanajuato, 1988.
Solórzano Gil, Mónica, Catálogo del Patrimonio Arquitectónico de Irapuato, H. Ayuntamiento
2000-2003, Instituto Estatal de la Cultura-conaculta, Irapuato, Septiembre, 2001.
Terán Bonilla, José Antonio, “Hacia una nueva historia de la arquitectura” en: Ars Longa, Valencia,
universidad de Valencia, 1991.

documentales

Archivo Histórico de Irapuato, Boletín No. 3, septiembre-octubre, 1975.


————, Boletín No. 8, julio-agosto, 1976.
————, Boletín No. 10, noviembre-diciembre, 1976.
————, Boletín No. 13, mayo-junio, 1977.
————, Boletín No. 14, julio-agosto, 1977.
————, Boletín No. 15, septiembre-octubre 1977.
————, Boletín No. 18, mayo-Junio, 1978.
————, Boletín No. 20, septiembre-octubre, 1978.
————, Boletín No. 21, noviembre-diciembre, 1978.
————, Boletín No. 24, mayo-junio, 1979.
————, Boletín No. 39, noviembre-diciembre.
————, Boletín No. 62-63, septiembre a diciembre, 1985.
————, Boletín No. 70, enero-febrero-marzo, 1987.
Museo de la Ciudad de Irapuato, Expediente y mapa sobre la inundación de 1805. Paleografía
inédita de Jesús Martín Martínez Hidalgo, Irapuato, 1996.
A. G. N. Audiencia de México, 1686. s/f. Fiscal Ambrosio Sagazurrieta al virrey, México, 30 de
mayo de 1805.
A. H. M. I., Protocolos, 1785.
————, Protocolos, 1787.
————, Protocolos, caja 112.
————, Protocolos, caja 110. 1763.
————, Protocolos, caja 116. 1773
————, Juzgados, caja 149, 1801.
————, Juzgados, caja 171, 1804.

107
————, Juzgados, 1790, 1809 y 1825.
A. H. C. M., Diocesano, Gobierno, Correspondencia, Asientos, Siglo. xviii. Caja 54.
————, Diocesano, Gobierno, Correspondencia, Sacerdotes, 44, 1702-1731.
————, Parroquial / Disciplinar / Padrones / Asientos / Siglo xviii / 0364 / C 1299.
————, Gobierno / Visitas / Informes / Siglo xviii / 0215 / C 510.
A. H. M. G., Poblaciones guanajuatenses, Irapuato, exp. A y B.

108
CIRCUNSTANCIAS Y CARACTERÍSTICAS DEMOGRAFICOS
DURANTE LA REVOLUCIÓN MEXICANA EN GUANAJUATO

josé andrés márquez frías

U
bicado en la zona centro de México, el estado de Guanajuato limita al norte con
San Luis Potosí, al oeste con Jalisco, al este con Querétaro, y al sur y al sureste con
Michoacán. Su extensión territorial, para fines del siglo xix y principios xx, no ha
sido conocida con exactitud. Hubo quienes le adjudicaron una área de 28 mil a 32 500
Km²; otros advirtieron que sólo contaban con poco más de 20 mil. Su altura sobre el
nivel del mar, en el Bajío, va de los 1 700 a 1 900 metros; y, en la sierra, de los 2 mil a los
2 900. De las cabeceras municipales, Ciudad Porfirio Díaz fue considerada la más alta,
con 2 383 msnm, mientras que la más baja pudo haber sido Xichú, localizada cerca del
monte más pequeño de la entidad, El Platanar, con 800 msnm. De las montañas, Cal-
zones, en San Felipe, fue reconocida como la de mayor altura, con 2 980 msnm, y el
más bajo, El Platanar.
Esta breve descripción no es con el objetivo de presentar un trabajo abocado a la
geografía del estado de Guanajuato. Más bien se pretende mostrar un análisis sobre las
circunstancias y las características demográficas que en vísperas y al final de la Revolu-
ción mexicana registró dicha entidad, según los censos de 1910 y 1921. Asimismo, tal


El siguiente trabajo, con algunas variaciones, fue presentado en el XX Congreso Nacional de Historia Regio-
nal. Historia Socio-cultural y Estudios de género en Culiacán, Sinaloa, en diciembre de 2004.

Maestro en Historia, del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Ni-
colás de Hidalgo. Correo-e: cortazar@mexico.com.

División territorial de los Estados Unidos Mexicanos, formado por la Dirección General de Estadística a cargo
del ingeniero Salvador Echegaray. Estado de Guanajuato. México, Imprenta y fototipo de la Secretaría de
Industria y Comercio, 1914, pp 3 y 5; Censo general de habitantes. 30 de noviembre de 1921. Estado de
Guanajuato. Estados Unidos Mexicanos. México, Departamento de la Estadística Nacional. Talleres Gráficos
de la Nación, Diario Oficial, 1927, p. 5, Cuadro 19, p. 223; Pedro González. Geografía local del estado de
Guanajuato. México, La Rana, 2000, pp 29 y 30.

Pedro González. Geografía local del estado de Guanajuato…, pp. 30-37.

División territorial de los Estados Unidos Mexicanos…, 1914.

Censo general de habitantes… de 1921.

109
análisis no se dirige a un estudio de historia regional, pues ésta implica investigar las
relaciones humanas dadas en un tiempo y un espacio determinado. El rumbo, para
mejor entendimiento, es esclarecer la situación que el estado de Guanajuato, como
demarcación jurídica-administrativa, presentó en términos poblacionales, de alfabetis-
mo, política y economía.
Sobre los censo consultados, debe subrayarse que no resultaron del todo confia-
bles, pues la información, para 1910, se caracteriza porque: 1) el gobierno nacional
deseaba aparentar un progreso del país a través del número de habitantes habido en
ese año; y 2) múltiples políticos regionales incrementaron las cifras de las localidades
con el objetivo de tener una mayor representación ciudadana en los poderes legislati-
vos del estado y del país. En 1921, por su parte, el censo no fue correctamente levan-
tado, pues: 1) no existía suficiente personal para hacerlo y el que había no contaba con
la preparación debida; 2) muchos de los gobernadores, en esas fechas, no colaboraban
a cabalidad con las autoridades federales; y 3) México no estaba todavía pacificado ni
los medios de comunicación se encontraban reconstruidos.
Entonces, ¿para qué elaborar un estudio demográfico en base a los censos si éstos
no son muy confiables? La respuesta es sencilla: a pesar de las alteraciones de dichas
fuentes, éstas contrastan de manera sorpresiva con lo vivido por los guanajuatenses en
la primera década de la Revolución mexicana. Dicho en otros términos, los censos
pueden ayudarnos a comprender la disminución numérica que con el trastorno social
sufrieron los lugareños en el periodo de nuestro interés. Claro, tal planteamiento no
quiere decir que las cifras aquí anotadas sean ciegamente creíbles, pero si nos ilustran,
aunque de modo parcial, lo sucedido con el descenso poblacional en Guanajuato.
Después de tales aclaraciones, es conveniente presentar en primer lugar la distri-
bución poblacional habida en el estado de Guanajuato, existiendo, hacia 1921, un total
de 3 848 localidades, las cuales iban desde los 53 639 habitantes para la ciudad de
León, la más poblada de la entidad, hasta lugares que sólo contaban con dos indivi-
duos. En otras palabras, el estado de Guanajuato se integraba por 20 ciudades, 11 villas,


Sergio Camposortega Cruz. Análisis demográfico de la mortalidad en México. 1940-1980. Méxi-
co, El Colegio de México, 1992, p 60.

Los cien primeros años de la Dirección General de Estadística. México, inegi, 1994, p. 54.

Sergio Camposortega Cruz. Análisis demográfico…, p. 60. Todas estas razones se encuentran
citadas en mi trabajo “Facetas de la sociedad guanajuatense durante la Revolución mexicana”
(2001), mecanografiado, pp. 3-7, integrado al Proyecto de Historia General de Guanajuato, del
Centro de Investigaciones Humanísticas de la Universidad de Guanajuato.

110
40 pueblos, 17 barrios, 70 congregaciones, 458 haciendas, 3 168 ranchos, 40 centros
mineros, 2 fábricas, 15 estaciones y 3 campamentos de ferrocarril, 1 molino y 3 quin-
tas10, todas ellas pertenecientes a los 45 municipios de la entidad.
En cuanto al número de habitantes, dicho estado, en vísperas de la Revolución
mexicana, era una de las 5 entidades más pobladas de México, por arriba del millón de
habitantes; y en 1921, de manera asombrosa, ocupaba el 8º lugar, por abajo de la
misma cantidad (ver gráfica 1). El descenso fue de 20.45%, es decir, de 220 mil habitan-
tes. Las razones de la disminución son: muerte por hambre (existía una fuerte carestía
de alimentos, ya por acaparamiento de los comerciantes, ya por los robos de los grupos
armados), finamiento por epidemias (el tifo y la influenza española por ejemplo) y
emigración (se buscaba seguridad y subsistencia en las ciudades más importantes del
país y en Estados Unidos). También el asesinato, el fusilamiento y las muertes en
combate fueron otras de las causas de semejante descenso, aunque las anteriores
fueron más alarmantes que estas últimas. Asimismo, el estado de Guanajuato, en tér-
minos absolutos, fue el más afectado en el país, contrario a lo que se pudiera pensar,
aun cuando porcentualmente lo fueron las entidades de Morelos, Durango y San Luis
Potosí, con el 40%, 30% y 29% respectivamente11.

Gráfica 1. Los nueve estados más poblados del país, 1910-1921


100000

1200000

1000000

800000

600000
1910
1921
00000

200000

0
Hidalgo
Guanajuato

Oaxaca
Veracruz

Edo. Méx.

D.F.
Puebla

Mich.
Jalisco

Fuente: Los cien primeros años de la Dirección General de Estadística. México, inegi, 1994, pp. 91, 103.

10
Censo general de habitantes… de 1921, p. 18.
11
Los cien primeros años…, pp. 21, 68, 91 y 103.

111
Continuando con el cuadro 1, las 4 jurisdicciones siguientes que en 1910 registraron
menos habitantes que Guanajuato, en 1921 la superaron entre los 24 mil y los 115 mil
residentes. Tales entidades federativas, sin embargo, no alcanzaron la cifra por ellas
registrada en la primera fecha, excepto el DF, que logró sobrepasarla considerablemen-
te. De la población habida en 1910 y en cada uno de los 9 estados más habitados del
país, sólo el de Veracruz y el DF registraron un ascenso en 1921: Veracruz sumó 27 076
más personas; y el DF, 185 310. Las razones del incremento y del decrecimiento en los
estados de México nos son desconocidas hasta el momento, aun cuando en casi todas
partes se sufrieron los mismos estragos.
Con respecto al estado de Guanajuato, la población por sexo manifestó una míni-
ma diferencia, siendo las mujeres las que registraron una ligera mayoría: en 1910 había
1.94% más personas del sexo femenino que del masculino; y en 1921 lo era de 2.82%
(ver gráfica 2). En términos relativos, ellas descendieron 19.78% en relación al total de
mujeres habidas en 1910; y los hombres lo hicieron en 21.15% en comparación al
censo anterior. Como se ve, tanto en términos absolutos como porcentuales, el des-
censo afectó más a la parte masculina que a la femenina, quizá porque ellos sufrieron,
además de los estragos ya mencionados, el reclutamiento militar forzoso, característico
desde el siglo xix.

Gráfica 2. Población por sexo en el estado de Guanajuato, 1910-1921

600000 50.97%
9.03%

500000
51.1%
8.59%

00000

300000 HOMBRES
MUJERES

200000

100000

0
1910 1921

Como paréntesis y con respecto a los males sufridos por las mujeres, apúntese que
hasta el momento no se tienen registros de mujeres asesinadas o fusiladas en Gua-
najuato, ya fuera por asuntos delictivos, políticos o revolucionarios, lo que sí sucedió
con múltiples varones.

112
Los estragos de la Revolución no sólo se proyectaron en términos poblacionales.
En la educación y en la economía también se dieron perjuicios considerables, tal y
como se verá a continuación. En referencia al primer ramo, las mujeres que sabían leer
y escribir representaban el 6.06% hacia 1910; y el 7.92% a principios de la década de
1920. Los hombres alcanzaron el 8.39% y el 9.42% respectivamente (ver gráfica 3). Sin
embargo, según las cifras dadas para 1921, se desconoce si el 24.56% de la población
era alfabeta o analfabeta. De igual forma, en oposición a este número de apariencia
favorable, puede apuntarse que los centros educativos descendieron considerable-
mente durante la Revolución mexicana. De 259 escuelas primarias públicas habidas en
1913, por ejemplo, sólo 170 existían en 1917. No obstante, los gobiernos en turnos,
según sus discursos, decían impulsar la educación pública, la cual, en realidad, no podía
existir bajo los precarios presupuestos estatales, destinados principalmente a combatir
a los subversivos12. Señálese, como paréntesis, que los alfabetas asistieron a las escuelas
primarías, regionales, las normales para hombres y mujeres, al Colegio del Estado, a las
preparatorias (también llamadas secundarias) y a la Secundaria de León.

Gráfica 3. Escolaridad por sexo en el estado de Guanajuato, 1910-1921

5 0 00 0 0
 5 00 0 0
 0 00 0 0
3 5 00 0 0
3 0 00 0 0
2 5 00 0 0
2 0 00 0 0
1 91 0
1 5 00 0 0
1 92 1
1 0 00 0 0
5 00 0 0
0
MUJERES

HOMBRES
ANALFABETAS

ANALFABETAS
HOMBRES

MUJERES
ALFABETAS

ALFABETAS

12
Ver José Andrés Márquez Frías, “Facetas de la sociedad…”, pp. 10-19.

113
En cuanto a las actividades económicas, la agricultura y los trabajos domésticos
fueron los más desempeñados por hombres y mujeres respectivamente: el 22.56% de
la población se dedicaba a la primera actividad y el 32.28% a la segunda. Por sorpren-
dente que parezca, hubo hombres dedicados a las actividades domésticas y mujeres a
las del campo, como las 250 del distrito de Celaya, quienes ganaban 37 centavos dia-
rios13. Estas 2 ramas económicas no fueron las únicas en practicarse en el estado de
Guanajuato. Hubo un reducido porcentaje de personas laborando en la industria del
toilette, en la de alimentos, la textil, la minería, la de la construcción, en el comercio,
etcétera. Tal información económica corresponde al año de 1910. Para los años poste-
riores se dio un desempleo casi generalizado, principalmente después de 1914, periodo
en el cual se intensificó la lucha armada en el centro del país, a la vez que la confiscación
y el robo de mercancías de primera necesidad se volvieron frecuentes por parte de los
grupos armados que llegaban y actuaban en la región14.
Con respecto a los habitantes con derecho a votar y ser votados, el 23.66% y el
22.6%, hacia 1910 y 1921, eran varones mayores de 21 años15. Esta cifra se incrementó
ligeramente en 1917, cuando las mujeres profesionistas de la entidad y aquellas que
vivieran de sus rentas o propiedades inmuebles; o tuvieran establecimientos mercan-
tiles o industriales abiertos; y supieran leer y escribir, podían votar en los comicios
municipales16, pero no ser electas. Con tal apertura electoral, diversas mujeres gua-
najuatenses manifestaron su apoyo por algún candidato a determinado cargo de go-
bierno (a Antonio Madrazo, candidato a la gubernatura de la entidad en 1920, por

13
Archivo Histórico de Celaya, libro 282, Censo Agrícola del Estado de Guanajuato. [...], Celaya, 17 de diciem-
bre de 1917; Estado de Guanajuato, Celaya, diciembre 14 de 1917. No se olvide que la jornada de trabajo
era de sol a sol.
14
José Andrés Márquez Frías. “Impacto social de la Revolución Mexicana en el Bajío guanajuatense, 1914-
1918”. Tesis de Licenciatura de la Universidad de Guanajuato/Programas de Becas 1999-2000 del Instituto
Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 2000, pp. 129-132,114-149, 223-239; José An-
drés Márquez Frías. La Revolución mexicana y sus efectos sociales y económicos en Guanajuato, 191-1918.
Proyecto de Historia General de Guanajuato del Centro de Investigaciones Humanísticas de la Universidad
de Guanajuato, mecanografiado, pp. 46-59, 70-74.
15
Cabe aclarar que la edad para votar y ser votados era de 18 años para los casados; y de 21 para los solteros.
16
Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guanajuato, firmada el 3 de septiembre de 1917 por
la XXIV H. Legislatura del mismo, erigida en Congreso Constituyente, y promulgada el día 16 de dicho mes”
en Compilación de leyes del estado de Guanajuato. Guanajuato, Gto., LI Legislatura del Estado de Guanajua-
to, tomo I, 1981, p. 152 (artículo 21); El Eco, Guanajuato 12 de agosto de 1917, núm. 48. Para 1924, no era
obligatorio que todas aquellas mujeres que vivieran de sus rentas o propiedades inmuebles; o que tuvieran
establecimientos mercantiles o industriales abiertos supieran leer y escribir (Ver Archivo Histórico de
Guanajuato, Ramo Partidos Políticos, documentos sin clasificar, sección 6, demarcación 15).

114
ejemplo)17, lo que no al cese de las circunstancias deplorables de la revolución (al
menos no se tienen estudios al respecto. Tampoco se tienen noticias de hombres
políticos que hayan manifestado igual rechazo).
Ulterior a todos los planteamientos hechos hasta el momento, debe sintetizarse
que según los censos de población consultados, el panorama demográfico del estado
de Guanajuato, dentro del contexto nacional, llama fuertemente la atención, pues
después de ser una de las jurisdicciones más habitadas del país, pasó a ser la más
afectada por la revolución. Por ello fue conveniente abordar el análisis histórico de
Guanajuato, dentro del contexto nacional, con el objetivo de comprender las razones
por las cuáles se dio el acentuado decrecimiento poblacional en esta parte de México;
y no señalar que nada pasó en dicha entidad. Debe proyectarse, en andanzas posterio-
res, un estudio más amplio para examinar la situación política, económica y de comu-
nicación existentes en dicho periodo en Guanajuato, para saber con mayor precisión
qué tanto se alteraron las cifras de los censos de la entidad y del país; y no aceptar la
idea de que nada pasó en la jurisdicción de nuestra incumbencia.

fuentes

Archivos

ahc Archivo Histórico de Celaya, libro 282.


ahg Archivo Histórico de Guanajuato, Ramo Partidos Políticos, documentos sin clasificar

Hemerografía

El Eco, Guanajuato, 1917


El Popular, León, Gto., 1918

Bibliografía

Camposortega Cruz, Sergio. Análisis demográfico de la mortalidad en México. 1940-1980. México,


El Colegio de México, 1992.

17
Ver El Popular, León, Gto., martes 17 de junio de 1918, núm. 433, pp. 1-2.

115
Censo general de habitantes. 30 de noviembre de 1921. Estado de Guanajuato. Estados
Unidos Mexicanos. México, Departamento de la Estadística Nacional. Talleres
Gráficos de la Nación, Diario Oficial, 1927.
“Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Guanajuato, firmada el 3 de
septiembre de 1917 por la XXIV H. Legislatura del mismo, erigida en Congreso
Constituyente, y promulgada el día 16 de dicho mes” en Compilación de leyes del
estado de Guanajuato. Guanajuato, Gto., LI Legislatura del Estado de Guanajuato,
tomo I, 1981.
División territorial de los Estados Unidos Mexicanos, formado por la Dirección General
de Estadística a cargo del ingeniero Salvador Echegaray. Estado de Guanajuato.
México, Imprenta y fototipo de la Secretaría de Industria y Comercio, 1914.
González, Pedro. Geografía local del estado de Guanajuato. México, La Rana, 2000.
Los cien primeros años de la Dirección General de Estadística. México, inegi, 1994.
Márquez Frías, José Andrés. “Impacto social de la Revolución Mexicana en el Bajío
guanajuatense, 1914-1918”. Tesis de Licenciatura de la Universidad de Guanajuato/
Programas de Becas 1999-2000 del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la
Revolución Mexicana, 2000.
————, “Facetas de la sociedad guanajuatense durante la Revolución mexicana”.
Proyecto de Historia General de Guanajuato, Centro de Investigaciones Humanís-
ticas de la Universidad de Guanajuato, mecanografiado, 2001.
————, “La Revolución mexicana y sus efectos sociales y económicos en Guanajuato,
191-1918”. Proyecto de Historia General de Guanajuato del Centro de Investigacio-
nes Humanísticas de la Universidad de Guanajuato, mecanografiado, 2001.

116
In memoriam de Don Martiniano Arredondo Farfán persona reco-
nocida y distinguida por su dedicación y trabajo en el rescate y orga-
nización del Archivo Histórico Municipal de Irapuato del cual fue
también director a partir del 9 de mayo de 1974 hasta su muerte en
el año de 1995. Su presencia humanística le hizo sobresalir como
investigador y cronista del municipio de Irapuato; bajo su dirección
se realizaron 77 ediciones del Boletín del Archivo Histórico de
Irapuato, hizo además otras publicaciones de artículos, trabajos y
folletos como el de “Irapuato 1976”.

11
Archivo Histórico Municipal de Irapuato.
Boletín núm. 1 se terminó de imprimir
en diciembre de 2007 en los talleres
de Offset Libra, S.A. de C.V.
El tiro fue de 1 000 ejemplares.

También podría gustarte