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En una pequeña ciudad al borde de las montañas, vivía una chica llamada Elena. Tenía
el cabello castaño ondulado que caía en cascada sobre sus hombros y unos ojos color
avellana que brillaban con determinación. Elena siempre había sentido una conexión
especial con la música, pero nunca había tenido la oportunidad de explorar su pasión
por completo. Todo eso cambió cuando cumplió diecisiete años y su novia, Sofía, le
regaló una guitarra.
Elena quedó sorprendida por el regalo. Nunca había mencionado su deseo de aprender a
tocar la guitarra, pero Sofía había estado atenta y sabía exactamente lo que necesitaba.
Con una sonrisa radiante, Elena tomó la guitarra en sus manos y prometió aprender a
tocarla como un regalo de amor hacia Sofía.
Los primeros días fueron difíciles. Elena se sentaba con la guitarra en su regazo,
intentando recordar las notas que Sofía le había enseñado. Sus dedos se sentían torpes y
el sonido que producía era más parecido a un gato arañando una pizarra que a una
melodía suave. Sin embargo, Elena se negó a rendirse. Practicaba durante horas cada
día, determinada a dominar el arte de la guitarra.
Con el tiempo, sus esfuerzos dieron frutos. Sus dedos se volvieron más ágiles y
comenzaron a deslizarse con gracia sobre las cuerdas. La música fluía de la guitarra con
una dulzura que llenaba el aire a su alrededor. Elena se sentía viva cada vez que tocaba,
como si la música fuera una extensión de su ser.
Una tarde soleada, Elena decidió sorprender a Sofía con una serenata. Se sentó en el
jardín trasero de su casa, con la guitarra en sus manos y el corazón latiendo con
emoción. Comenzó a tocar una melodía suave y, lentamente, comenzó a cantar. Su voz
era suave y melodiosa, flotando en el aire como una brisa cálida de verano.
"He estado practicando mucho", admitió. "Quería hacer algo especial para ti".
"Lo aprecio más de lo que puedes imaginar", dijo con sinceridad. "Tu música siempre
ha sido una parte especial de ti, y ahora puedo compartir eso contigo".
Desde ese día en adelante, Elena y Sofía compartieron muchas tardes juntas, rodeadas
por la música que Elena creaba con su guitarra y su voz. Juntas, exploraron canciones
nuevas y viejas, creando recuerdos que atesorarían por el resto de sus vidas.
Y así, entre acordes y letras, Elena y Sofía escribieron su propia historia de amor, una
canción que resonaría en los corazones de quienes la escucharan, recordándoles el poder
del amor y la música para transformar nuestras vidas.