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Con los créditos iniciales se mezcla una sucesión de escenas breves de una mujer que
está tocando el piano sin parar. La ventana muestra como pasa el tiempo, como
cambian las estaciones, mientras la mujer sigue tocando. Existe una relación especial
entre el piano y ella. Vive sola en una casa enorme. Sus manos presentan un aspecto
cada vez más enfermo y cada vez le cuesta más trabajo moverlas para tocar. Y ocurre:
Al borde del dolor y rozando el delirio, el piano y ella generan una música endiablada
que no termina nunca, es sexual. La mujer llega al orgasmo en una especie de
paroxismo. A partir de entonces, ella toca con una dulzura extrema mientras sus manos
se quedan cada vez más atrofiadas y su tripa crece sutilmente. Da a luz a un niño
recostada contra el piano mientras surgen de éste las notas más vibrantes que jamás se
hayan oído. Cuando el niño va a llorar, se produce un silencio brutal. El piano
enmudece y la madre aprieta al niño contra su pecho.
La mujer, algo envejecida por la enfermedad, toca el piano con lentitud, pero no
sale ningún sonido. Ella lo toca una y otra vez, desesperada, pero el piano sigue mudo.
La mujer acaba llorando sobre el teclado.
ÁNGEL
Cuando nací, mi garganta se secó. No pude gritar. No supe llorar. Mi madre no dijo
nada. Me cogió en su regazo y me dio calor. Justo lo que yo necesitaba. No hacía ni un
minuto que estaba fuera de ella y ya echaba de menos el sonido de su corazón.
ÁNGEL
Mi infancia fue solitaria. Pasaba los días sentado al piano. Sentía que hablaba con él y
pronto aprendí a comunicarme a través de él. Descubrí muy pronto mi don y desde el
primer día, supe que no lo podía compartir más que con él. Fue nuestro secreto.
La madre entra en la habitación y ve al niño tocando el piano con los ojos cerrados. Se
acerca en silencio para abrazarle porque lo que toca es tan hermoso que le llega
directo al corazón. Al dar la vuelta al piano, se da cuenta de que la tapa está cerrada.
El niño toca sólo con los dedos. La madre grita:
MADRE
¡Ángel!
La música cae. El niño se avergüenza y se marcha corriendo. La madre se queda sola
mirando el piano, llorando. Se sienta y se pone a tocar una nana, pero no sale ningún
sonido. Al tiempo, la música empieza a sonar: es ÁNGEL. Se acerca despacio, con los
brazos caídos y moviendo los dedos casi imperceptiblemente: está tocando el nombre
de su madre.
ÁNGEL
Mi madre lo descubrió. No dijo nada. Sólo reía. Creo que fue el día más feliz de mi
vida. Ella supo lo que tenía que hacer.
ÁNGEL está dando un concierto. Tiene 10 años. Al finalizar su actuación tiene 33. Se
levanta y en medio de una ovación, recoge un premio. El auditorio está rendido a sus
pies. Su madre sube a llevarle flores pero cae desplomada. Está muerta.
ÁNGEL
Cuando murió toqué para ella aquella nana. Ese fue mi primer error.
La gente empieza a darse cuenta de lo que sucede. El féretro pasa a un segundo plano.
Todo el mundo mira atónito las manos de ÁNGEL que desmenuzan la pieza que están
tocando.
ÁNGEL
La gente se volvió loca. Me llamaban de todas partes..
Ángel toca ante un público entusiasmado. Mientras suenan las notas, el teatro va
cambiando y, con cada teatro nuevo, un instrumento diferente se suma a la melodía al
mismo tiempo que desaparece del escenario.
ÁNGEL
Mi don crecía conmigo...
Al final, Ángel está solo sobre el escenario y de su cuerpo manan los sonidos de todos
los instrumentos.
ÁNGEL
Mis conciertos se solapaban unos con otros. Siempre viajando. Siempre tocando. De
teatro en teatro. De público en público. Sin descanso.
Una multitud de estudiantes, de concertistas, con un instrumento en la mano, esperan a
Ángel a la puerta de un teatro. Con su salida, se produce la locura. Gritos, vítores,
movimientos histéricos. La muchedumbre la persigue por las calles. Le piden que
bendiga su instrumento. Le intentan tocar. Rodean su casa. Una orquesta infantil toca
una sinfonía bajo la ventana de su casa.
ÁNGEL
Se me fue de las manos.
Continúa la música, pero ahora es Ángel quien hace sonar una orquesta fantasma en
un teatro abarrotado de gente que se apiña de pie en los pasillos, en los palcos, en el
paraíso... La pieza acaba. Ángel, agotado, con la cara descompuesta y un marcado
gesto tristeza y agotamiento, saluda al respetable con una reverencia larga, profunda.
ÁNGEL
No pude asimilarlo. Por eso lo hice.
ÁNGEL está sentado al piano. Está llorando. Intenta abrir la tapa pero el piano no se
lo permite. Al final, el piano cede y abre su tapa. ÁNGEL coloca las manos sobre el
teclado, empieza a tocar lo más triste que se ha escuchado nunca. Las teclas dejan de
sonar. Una pausa interminable precede a la tragedia. El piano cierra bruscamente la
tapa y las manos de ÁNGEL quedan atrapadas.
ÁNGEL
Sólo él podía ayudarme. Yo no era como él. Ese día me di cuenta. Yo no estaba
preparado. Nadie lo estaba.
PERIODISTA
¿Cree usted que sigue teniendo el don?
ÁNGEL
No he vuelto a tocar. Me resulta físicamente imposible. La música me sigue naciendo,
pero ya no la transmito. Ahora la escribo, como debe ser.
PERIODISTA
¿Lo echa de menos?
ÁNGEL
Ahora tengo mi mujer, mis hijos. ¿Cree que necesito algo más?
PERIODISTA
(Avisan por el pinganillo al presentador para que despida el programa)
Muchas gracias, maestro. Ha sido un honor y un placer tenerle hoy aquí con nosotros.
ÁNGEL se levanta, se despide del locutor y de los técnicos con la mano y abre la
puerta; se detiene un instante, gira la cabeza y observa al periodista que le despide
inclinando la cabeza y con las manos juntas, a modo de reverencia.
PERIODISTA
Bien, con esta más que esperada entrevista en exclusiva nos despedimos. Hasta aquí a
llegado nuestro programa de hoy...
Por fin, todos los pianos a la vez, abren las tapas y todos los instrumentos de arco
quedan con el arco preparado, las flautas, saxofones y clarinetes están erguidos, las
baquetas del bombo, listas para percutir, los tibales tensos. Un silencio indescriptible.
Y sucede: la luna del escaparate revienta. Y la cámara retrocede más deprisa aún que
los cristales. La cámara sobrepasa a ÁNGEL dejándolo en plano corto. Los cristales
llegan a la altura del cuerpo de ÁNGEL y lo rodean.
Silencio.
Ángel cierra los ojos. Inspira y relaja su cuerpo. Un cristal cae al suelo.
Sonido de cristal.
Ángel abre los ojos. Están llenos de vida y de emoción. Anhelantes. Cae otro cristal.
Ángel deja caer sus brazos. Todos los cristales caen al suelo. La cámara sigue su
caída. Cuando van a impactar en el adoquinado, se funde a negro.
FIN