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Título: "Una guerra en el marco de una triple transición"

Autor: Amílcar Salas Oroño - Dr. en Ciencias Sociales (UBA)


Pertenencia institucional: Carrera de Ciencia Política - Fac. Humanidades/UNMdP
Cargo: Profesor Adjunto de "Política Exterior Argentina"

Una guerra en el marco de una triple transición

Si bien un conflicto como el actual puede ser analizado desde diversos puntos de vista,
y al margen de las situaciones inmediatas que toda guerra expone en su brutalidad y
barbarie (y que merece no sólo una condena sino todos los esfuerzos conscientes para
su inmediato término), hay tres tendencias en desarrollo de mediano y largo plazo
sobre las cuales los hechos actuales se inscriben.

Por un lado, una estructural modificación de la geopolítica mundial, certificada con la


reciente "amistad sin límites" sellada por Rusia y China, que da por concluido aquel
período iniciado con el fin de la guerra fría de 1989/1991. No es tan sólo un nuevo
estadío para dichas potencias, o para países euroasiáticos más cercanos a la alianza,
también será un contexto clave para las formas y las direcciones de la "inserción
internacional" de los países periféricos como el nuestro.

En segundo lugar, las metamorfosis (crisis) del modelo de producción capitalista global,
donde cada vez más se destacan nuevas formas de intercambio, circuitos financieros,
otras modalidades de acumulación; al respecto, el sucesivo desmembramiento de los
G8, G20, etc. mostró claramente las asimetrías rítmicas del desarrollo económico
mundial. En el medio, y precisamente como símbolo de estos cambios, el lugar
anárquico, fragmentado - Brexit mediante- y subalterno que le ha correspondido a
Europa en esta nueva etapa. Un lugar que, dicho sea de paso, se proyecta en cierta
falta de preparación que han mostrado algunos de sus autorizados voceros durante
estas últimas semanas de negociación diplomática pre-invasión.

Finalmente, en tercer lugar, una circunstancia ideológica que viene exaltada desde el
comienzo de la pandemia: una fascistización política de nuevo tipo, fuertemente
estimulada: a) por el quiebre del sentido de comunidad - internacional, regional,
nacional o local- durante el bienio 2020 y 2021, empujado también por las
competencias sanitarias entre los Estados y b) el avance cultural de los
autoproclamados libertarios en todo el mundo, esa negación del ciudadano en
términos de obligaciones para con el conjunto de la sociedad - sin tener que buscar
ninguna validación racional para sus afirmaciones. Un tipo de enfoque sobre los
asuntos comunes de una sociedad que puede llegar a tomar un impulso aún más
peligroso si se combina con aquello que se pone al orden del día en todo conflicto
bélico: el uso de la violencia. Toda confrontación como la actual alimenta los peores
ejemplos y argumentos. De no detenerse prontamente la barbarie de la guerra es
bastante probable que esa fascistización en curso renueve su impulso incorporando el
uso de la violencia como posibilidad.

El sistema internacional, sus principios y la respuesta latinoamericana

Las tres tendencias mencionadas enmarcan lo que está sucediendo ahora en Ucrania y
continuarán como tendencias en el futuro mediato; la dirección definitiva de cada una
y donde se estacionarán se verá más adelante y dependerá también del tiempo que
dure este conflicto; cuanto más dure, más incierto el panorama y mayores chances de
que aparezcan peores desdoblamientos de esas trayectorias. Al mismo tiempo, hay un
corto plazo con sus lógicas, coyunturas puntuales. V. Putin aprovechó la debilidad de la
OTAN post Afganistán, el clima interno de EEUU y la imagen de J. Biden, las distancias
de acción entre EEUU y la Unión Europea, el giro trascendente del acuerdo con China,
entre otros hechos, más sus argumentos de la propia seguridad rusa y la expansión
hacia el este de la OTAN. Del otro lado, para los "globalistas" (sobre todo EEUU)
reforzar el rol de Ucrania como Estado tapón era (es) tarea decisiva en estos tiempos
de reacomodamientos, sobre todo por la importancia que adquiere la región de
frontera entre Asia Central y Europa hoy en día. Y así, lo que en un principio parecía
inaudito que estuviera sucediendo, esto es, que el mundo se pusiera de frente ante
una guerra de derivaciones potenciales muy peligrosas, como no pasaba desde el fin
de la Segunda Guerra Mundial, ha sucedido.

Los países latinoamericanos tienen, en esta coyuntura, quizás un propio rol a cumplir:
al mismo tiempo que insistir en la importancia del cese inmediato de la confrontación,
estimulando la importancia de reestablecer espacios comunes de diálogo y
coordinación (incluso nuevos, si es que los ámbitos autorizados ya no tienen la
convocatoria de antes), deben también reconstruir lo más rápido posible sus propias
instancias de agregación y/o integración entre si. La multipolaridad venidera, esa que
se está diseñando entre el debilitamiento del dólar, la consolidación de China, las
nuevas zonas geopolíticas relevantes y, ahora, el horror de las explosiones en Ucrania,
no va entregarles un protagonismo con voz y voto de forma natural, por simple
existencia; tendrá que buscarlo como parte de un proyecto en cierta medida común. Y
tiene condiciones para hacerlo, y para poder presentar internacionalmente
definiciones sobre los diseños institucionales futuro. Si bien es cierto que viene de
unos últimos años de fuerte dispersión y frustración al respecto, también es verdad
que durante los últimos 35 años ha mostrado capacidad para generar espacios de
entendimiento y creación institucional supranacional. Porque algo está claro: se vuelve
urgente contribuir en la reformulación de un sistema internacional legítimo y
legitimado para actuar en circunstancias como las actuales.

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