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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación


Unidad Educativa Bolivariana Gran Colombia
Fundación Misión Ribas

La guerra fría y su impacto en las relaciones


internacionales

El nuevo orden internacional define el siglo 20 y


principio de 21

Vencedor: Halley G. Sanchez F.

Facilitador: Jesús D. Moleiro Ch.


Índice

Introducción…………………………………………………………………1
La guerra fría y su impacto en las relaciones internacionales ………2, 3
El nuevo orden internacional define el siglo 20 y principio de 21……4, 8
Conclusión ………………………………………………………………...9
Introducción

La guerra fría y su impacto en las relaciones internacionales:


Durante cuarenta y cinco años el constante enfrentamiento de las
superpotencias surgidas de la segunda guerra mundial, Estados Unidos y la
URSS, convirtió al mundo en escenario de potenciales batallas futuras: la
denominada “Guerra Fría”. [HOBSBAWM, 1998, 230] Por estos años, en el
campo de las relaciones internacionales, se produjo el traspaso de un mundo
multipolar a un mundo bipolar, el cual se caracterizó por la permanente
amenaza de los dos polos de poder que constituían este “nuevo orden
mundial”. En este contexto de confrontación ideológica, se era capitalista o
comunista; los diferentes países del denominado “Tercer Mundo” se reconocían
dentro de uno u otro de los bandos en particular, pasando a ser territorios
periféricos en los cuales se desarrollaba verdaderamente esta “guerra”. La
Argentina, como la mayoría de los países del Bloque Occidental, estaba bajo la
influencia del primero de los sistemas. Para el común de los investigadores,
salvo algunas excepciones1 , este enfrentamiento bipolar tuvo lugar hasta la
disolución del bloque soviético, cuando se vivió una época de grandes cambios
en el campo de las Relaciones Internacionales. La “victoria” del capitalismo
sobre el comunismo trajo aparejadas varias consecuencias en el ámbito
mundial. Con la caída de la URSS, Estados Unidos gozó del monopolio que le
confiere ser “la única gran potencia” y se convirtió en el abanderado del
capitalismo y en el promotor de genuinas políticas de dominación global que
son dignas de ser consideradas de una ilimitada ambición. Parafraseando a
Eric Hobsbawm, esta conducta de la política norteamericana puede
denominarse “la megalomanía estadounidense”. [HOBSBAWM, 2007, 37]
El nuevo orden internacional define el siglo 20 y principio de 21:
He realizado este trabajo con el fin de tener conocimiento de la ONU sobre la
nueva orden internacional que define el siglo 20 y principio del 21 ya que la
inconsistencia y disfuncionalidad del actual orden internacional es una
afirmación generalmente admitida. No admitida por todos, pero admitida por
mucha gente, universitarios, intelectuales, movimientos contestatarios,
autoridades religiosas, asociaciones pacifistas y de derechos humanos, la
pobreza del mundo, el dominio de las multinacionales, la nueva crisis del
petróleo, etc. nos hacen comprender, nos llevan a la convicción de que el orden
internacional actualmente establecido tiene debilidades e incoherencias
estructurales. Están ocurriendo cosas que no deberían ocurrir, que se debe
procurar que no ocurran. Esta inquietud es la que provoca que se hable, sobre
todo en los medios intelectuales, de la necesidad de un nuevo orden
internacional.
La guerra fría y su impacto en las relaciones internacionales
Los vaivenes de la Guerra Fría y su impacto en el Tercer Mundo
Se tomará como punto de partida la clasificación que Fred Halliday realiza
sobre la Guerra Fría.
Siguiendo la misma se puede decir que este período se divide en cuatro etapas
centradas en el análisis de la relación Estados Unidos- URSS: 1, la Primera
Guerra Fría (1946- 1953); 2, el período de antagonismo oscilatorio (1953-
1969); 3, distensión (1969- 1979); y por último, 4, la Segunda Guerra Fría,
desde 1979 en adelante.
Las características más significativas de estas etapas son:
Fase 1: “Primera Guerra Fría”: Durante esta etapa ni el este ni el oeste
pudieron predominar uno sobre el otro, de modo que su desenlace quedó
inconcluso debido a la paridad de fuerzas en ambos lados.
Fase 2: “Antagonismo Oscilatorio”: A este período el autor lo sitúa entre la
Primera Guerra Fría, caracterizada por una confrontación estática y el período
de distensión, esencialmente de negociación.
Fase 3: “Distensión”: Durante la misma, las tensiones no revisten mayor
importancia y puede observarse un aflojamiento de la puja Este- Oeste. Esta se
reflejó en una marcada reducción de la carrera armamentista y en una
tendencia a la tolerancia del “otro” 2 orden social.
Fase 4: “Segunda Guerra Fría”: Esta etapa estuvo signada nuevamente por
una fuerte tendencia ideológica que giraba en torno de considerar al enemigo
como una amenaza para toda la humanidad. [HALLIDAY, 1984,23].
Una clara diferencia entre la Primera y la Segunda Guerra Fría radica en que
esta última careció completamente de todo tipo de negociación y no hubo
discusión acerca del control de armamentos.
A su vez no se puede dejar de resaltar que Estados Unidos, específicamente
en la etapa de la Segunda Guerra Fría, redujo su política exterior y la de sus
aliados a la confrontación más de tipo pragmático y no tanto ideológico contra
la URSS. La amenaza ya no era el comunismo en sí, sino la Unión Soviética
como tal.
Sin embargo, uno de los contrastes más notorios entre las dos Guerras Frías
lo constituyó la nueva perspectiva que Europa tomaba en el escenario mundial:
ahora el Tercer Mundo se perfilaba como el nuevo lugar en disputa.
Paul Kennedy explica esta diferencia de la siguiente manera: “la segunda
característica importante de la Guerra Fría fue su continua escalada lateral
desde Europa hacia el resto del mundo.
Por consiguiente, era sumamente improbable que las disputas de Rusia con
Occidente sobre problemas europeos quedasen geográficamente limitados a
este continente, especialmente porque los principios que se discutían eran de
universal aplicación: autogobierno contra seguridad nacional, liberalismo
económico contra planificación socialista, etc. Más importante aún, la propia
guerra había causado un enorme grado de turbulencia por la situación mundial
de 1945”. [KENNEDY, 1994,594].2 Utilizamos el concepto de “otro” en el
sentido antropológico del término, es decir, el contrario es visto como ajeno,
extranjero, distinto tanto a nivel cultural como histórico y por eso miso en
ciertos aspectos temido. Esto se ve claramente en el recelo de una
“propagación del comunismo” hacia el orden occidental.
El papel atribuido al Tercer Mundo durante la Segunda Guerra Fría, no
constituye un hecho aislado, sino más bien algo planificado de manera tácita
por ambas superpotencias. No estaba todo dicho, ambos bloques iban por
más: el tercer mundo. Nada podía quedar librado al azar.
Buchrucker, Dawbarn, Saborido y Ferraris, consideran apropiado para el
estudio de la Guerra Fría una dimensión que puede situarse en torno a dos
ejes: a) horizontal, definido por el orden bipolar que se manifestó en el desafío
competitivo de Estados Unidos y la Unión Soviética y el control de las mismas
sobre sus respectivas áreas de influencia; b) perpendicular, definido por el
proceso de descolonización y la reubicación en el orden mundial de las nuevas
naciones emergentes. Aportan un elemento novedoso al indicar que el
entrecruzamiento entre ambos ejes da origen al conflicto norte- sur en el cual
se desarrollarán los escenarios “calientes” de la Guerra Fría.
[BUCHRUCKER, DAWBARN, SABORIDO, FERRARIS, 2001,521]. En cuanto
al Tercer Mundo (África, Asia y América Latina), según los autores, no pueden
considerarlo como una estructura coherente debido a su heterogeneidad, sino
que lo suponen como una categoría analítica con algunos rasgos compartidos
como su conflictividad interna y las pretensiones de algunas elites oligárquicas
o mil más amplio en el cual se basaba su política exterior. A través del
continente podría llegar a instaurar “líneas de acción” que le sirviesen para
reafirmar su poderío dentro de su esfera de influencia.
En los años ochenta se dan dos cuestiones de suma importancia, por un lado
comienza la paulatina integración del mundo soviético a la economía mundial, y
por otro, las propias necesidades de esa integración hacían que en la URSS se
produjeran cambios dentro de su estructura. Como lo indica Simonoff, la URSS
se beneficia con la crisis petrolera la cual le permite tener muchas ganancias
por la exportación de petróleo hacia occidente, a su vez se plantea un cambio
en su forma de producción, la economía planificada soviética era un modelo
extensivo, es decir un sistema que despilfarra recursos humanos y naturales.
Esta forma de producción hizo que se llegara a un techo, en cuanto a un límite
de crecimiento, que no podía traspasar. [SIMONOFF,2000,102]. En esta
situación la economía soviética se encontraba entre la espada y la pared y fue
Gorbachov quien tuvo que solucionar este dilema. Tenía dos opciones, seguir
con la ejecución de la economía planificada bajo un sistema extensivo lo que
implicaría un descenso considerable del crecimiento o se pasaba a un sistema
intensivo incorporando tecnología y capital, a fin de seguir siendo una
economía competitiva para el resto del mundo. Optó por la segunda opción y
en esto consistió básicamente la Perestroika.
Del otro lado, en el Bloque Occidental la economía norteamericana tuvo mayor
capacidad de adaptación ante los distintos sucesos del acontecer mundial. A
partir de la crisis del petróleo flexibiliza su modelo de desarrollo y empieza a
tener una gran cooperación con el capital internacional. Esta situación funciona
como el principal agente para la adecuación a las exigencias del nuevo
mercado mundial. A esto hay que sumarle el cambio de política estratégica
hacia el bloque soviético que con la asunción de Reagan toma una naturaleza
más agresiva que se representa en lo que se conoce como “la guerra de las
galaxias”. Esta última consistía en crear un escudo en el espacio con satélites
para impedir que los misiles soviéticos llegaran a Estados Unidos.
En este contexto se conformaba una competencia de una naturaleza cada vez
mas desigual en la que los Estados Unidos iban aumentando su poderío a nivel
mundial mientras que la URSS por el contrario cada vez se iba hundiendo más,
perdiendo a sus satélites, disolviendo el Pacto de Varsovia en 1989 con la
unificación alemana y finalmente disolviéndose como Estado en 1991.
Mientras tanto los países del Tercer Mundo trataban de integrarse en el
mercado mundial, pidiendo créditos para su modernización que les fueron muy
difíciles debido a las altas tasas de interés que impuestas por los organismos
financieros internacionales. Para el otorgamiento de estos préstamos, estos
últimos van a exigir la estabilidad monetaria, un ajuste estructural en la
economía y el crecimiento de las exportaciones como eje por el cual los
Estados de los países tercermundistas debían “encarrilar” sus políticas.
En opinión de Alejandro Simonoff, en los países subdesarrollados estas
exigencias trajeron aparejado un debilitamiento del Estado- Nación, fuertes
presiones regionales y una fuerte polaridad social donde la brecha entre ricos y
pobres se incrementaba día a día. Por un lado, se puede observar un
fenómeno de fragmentación de los espacios nacionales; por el otro, comienza
una etapa en la cual se van a crear diversas organizaciones que marcan un
camino hacia la integración regional [SIMONOFF, 2002,107].
Hay un consenso entre los analistas internacionales cuando señalan como
sucesos indiscutidos de las postrimerías del siglo XX a la caída del Muro de
Berlín, la desaparición del sistema socialista en la Europa Central y Oriental y
la desintegración de la Unión Soviética. Estos acontecimientos constituyeron el
basamento para poner fin a cuatro décadas de competencia intersistémica.
Pero en lo que no concuerdan es en los agentes que propiciaron el cambio ni
en los dispositivos sobre los cuales se está gestando esta reconfiguración
planetaria.
Hobsbawm y Halliday reparan en la necesidad de poner un freno a las
ambiciones hegemónicas ilimitadas que en la actualidad tiene Estados Unidos.
Hasta la caída del bloque soviético el “comunismo” era ese freno. En
concordancia con estos autores se considera que el fin de la Guerra Fría tiende
a fragmentar el proceso de toma de decisiones debido a la desaparición de lo
que fue el eje en el cual se estructuró la política exterior norteamericana: la
contención del comunismo. Para Alejandro Simonoff, “el mundo que heredamos
de la Guerra Fría es un mundo singular y caótico” debido a la gran cantidad de
conflictos que se suscitaron en tan corto tiempo. Entre ellos, la incierta
situación de los países que se descolonizaron al finalizar la Segunda Guerra
Mundial. [SIMONOFF,2000,97]. Siguiendo esta cuestión que plantea Simonoff,
a principal línea de investigación que enmarcará este proyecto de Beca de
iniciación, será dilucidar cual es el papel del Tercer Mundo en el nuevo orden
internacional que comenzó en 1991.
El nuevo orden internacional define el siglo 20 y principio de 21
Los grandes cambios ocurridos a nivel internacional, principalmente aquellos
relacionados con el mundo socialista, como son la Perestroika soviética y la
desintegración del bloque socialista han conducido a muchos analistas a
adelantar conclusiones que con el tiempo pueden resultar juicios prematuros o
apresurados. Por ejemplo, hoy día se dice con frecuencia que tanto la
bipolaridad como la guerra fría han terminado. Algunos han ido tan lejos como
para aseverar que estamos asistiendo al fin de la historia, queriendo significar
con ello que las confrontaciones político-ideológicas ya no habrán de existir en
el futuro. Habría que empezar por aclarar que guerra fría y bipolaridad son
cosas distintas y que, si bien la primera ha terminado, la segunda tiene su
fundamento en tres tipos de factores: económico, político y militar y que
independientemente de lo que haya sucedido con relación a los dos primeros,
el mundo sigue siendo bipolar para efectos militares de tipo nuclear. Otra
conclusión que parece apresurada -fundamentalmente para el corto plazo- es
la de que terminadas la bipolaridad y la guerra fría, el mundo transitará
alegremente hacia un concierto multipolar en el que cada país podrá actuar
conforme a su libre albedrío. A juzgar por lo que se ha visto con ¡¡i guerra del
Golfo Pérsico, la bipolaridad ha cedido el paso más bien, al menos para el corto
plazo, a una hegemonía norteamericana. A la luz de los sucesos contradictorios
de hoy día, sería más prudente arribar a una conclusión provisional: el mundo
político en el que actualmente nos movemos es un mundo en transición hacia
un nuevo tipo de estructura que no sabemos todavía con seguridad cómo será.
Por ejemplo, si bien la bipolaridad económica ha terminado, cabe preguntar
qué es lo que habrá de sustituirla: ¿una verdadera globalización de la
economía o el surgimiento de bloques regionales? Lo que parece cierto y
seguro es que una multipolaridad económica basada en países aislados ya no
es realista. También es cierto que las tendencias del momento apuntan hacia la
creación de bloques comerciales, en detrimento del libre comercio a nivel
mundial, como lo predica el Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles
(GATT). Sin embargo, habrá que aguardar a la Ronda Uruguay para ver si esas
tendencias se confirman. •••• 17 Por otra parte tampoco se puede tener
seguridad plena acerca de lo que va a ocurrir a mediano plazo en el terreno
político. La Unión Soviética parece haber perdido voluntad de mantenerse en la
competencia política a escala global a pesar de su poderío militar. El Japón es
hoy día el líder mundial en materia económica, pero no está preparado aún, ni
mental ni moralmente, para asumir un liderazgo político a nivel global. La
Comunidad Europea empieza apenas, a pesar de su fuerza económica, a
desarrollar un mínimo consenso en materia política a nivel comunitario. De aquí
que su fuerza como comunidad integrada, o en otras palabras, su peso
específico real en materia de política internacional, esté todavía por verse. En
virtud de lo anterior, parece que solamente queda Estados Unidos como único
candidato viable al liderazgo mundial de hoy día. Esto es aún más realista a la
luz de dos fenómenos recientes: la retirada de la Unión Soviética de la
competencia política a nivel mundial y la contundente y rápida victoria de los
Estados Unidos en la guerra del Golfo Pérsico. Estos hechos han llevado a
concluir a ciertos observadores que asistimos hoy día a una nueva y más
contundente hegemonía mundial de los Estados Unidos, algo que algunos
observadores han dado en llamar "unipolaridad". ••• Esto parece ser totalmente
cierto por ahora. No obstante, es probable que esta sea una situación que no
logre perdurar por mucho tiempo. Estados Unidos no cuenta con el respaldo
económico suficiente que le permita mantener en el futuro el mismo grado de
liderazgo que pudo ejercer durante la mayor parte de la posguerra. Sin
embargo, es posible concluir que estamos entrando hoy día a un periodo en
que la política internacional se habrá de guiar, no exclusivamente, pero sí
principalmente por los criterios norteamericanos, o sea una especie de "Pax
americana" ampliada y renovada. Lo que es difícil discernir por ahora, es cuán
largo será este nuevo periodo de "Pax americana" ampliada. Pero lo que
fundamentalmente está en juego hoy día desde el punto de vista de la
conformación de un nuevo orden internacional, es quién va a definir la agenda
del futuro. Al ganar la guerra fría, Estados Unidos liberó una gran fuerza: fuerza
de carácter material e ideológico. Esta fuerza está intacta y lista para
emprender nuevas cruzadas. En otras palabras, gran parte del esfuerzo que
Estados Unidos empleaba en confrontar a la Unión Soviética en términos
económicos, militares, ideológicos y políticos, ha quedado sin enemigo al frente
después de la retirada soviética. No tiene ya razón de ser. Casi
repentinamente, todo un aparato militar, de espionaje, de propaganda, de
cooperación económica, o sea un gran andamiaje diseñado para una política
exterior de confrontación con otra gran potencia ha quedado obsoleto. Es
natural que ante esta situación aquellos responsables de todo este aparato no
quieran resignarse fácilmente a admitir su inutilidad y por lo tanto seguramente
estarán dispuestos a ap9yar nuevas cruzadas. Ahora bien, muchos de los
problemas de la nueva agenda ya existían. Lo que sucede es que, ante un
mundo preocupado fundamentalmente por la seguridad internacional, definida
ésta en términos casi estrictamente económicos y militares, estos otros asuntos
habían quedado relegados a un segundo plano. Preocupadas las grandes
potencias, principalmente Estados Unidos, por los problemas derivados de la
confrontación Este-Oeste, de su propia seguridad y de la subversión de los
países periféricos, los otros asuntos habían quedado relegados a un segundo
plano. Hoy día la situación es distinta. La agenda internacional se está
revisando y cambia de los problemas estratégicos de la guerra fría hacia los
llamados asuntos globales. Entre los nuevos puntos de la agenda se cuentan
los problemas del medio ambiente, como son el calentamiento del globo
terráqueo, la conservación de selvas y bosques, la protección de especies de
flora y fauna; los de salud pública, como son las drogas y el Sida; los de
derechos humanos y políticos, como son la protección a minorías, reos y
disidentes y la limpieza de los procesos electorales. Dada la actual estructura
política internacional, basada en la afirmación del poder de un solo
contendiente, el problema principal para los países en desarrollo, y en nuestro
caso para los de América Latina, es la de cómo influir en la conformación de la
nueva agenda. Por ejemplo, hay una tendencia a culpar a los países pobres
por el calentamiento del globo terráqueo. La asociación entre pobreza y daños
a la ecología es casi automática. Se dice con frecuencia que la economía de
subsistencia emplea estrategias de producción que crean problemas en el
ambiente y que, a más de generar mayor pobreza, producen daños a nivel
global tales como el efecto invernadero. No cabe duda que esto es verdad,
pero también lo es el hecho de que son los países industriales con su enorme
planta vehicular y sus grandes fábricas quienes mayores daños han causado al
medio ambiente. Por otra parte, la guerra del Golfo Pérsico y el incendio de los
pozos petroleros que causó, produjeron en unas cuantas semanas más daños
ecológicos de los que todos los países en desarrollo pudieron producir
conjuntamente en años. Un verdadero orden internacional requiere del principio
de la corresponsabilidad para obtener la legitimidad que da el consenso. De
otra suerte debemos hablar más bien de un sistema internacional hegemónico
más que de un nuevo orden internacional. Se ha generado un consenso, con
relación a los problemas ecológicos, en el sentido de que el futuro de la
humanidad depende de la posibilidad de encontrar una fórmula práctica para
aplicar el nuevo concepto de desarrollo sustentable. En otras palabras,
encontrar la fórmula para una estrategia de crecimiento económico que, al
tiempo que dé satisfacción a las necesidades de los habitantes del presente, no
hipoteque para las futuras generaciones los recursos naturales y la calidad del
medio ambiente. Sin embargo, la aplicación de un proyecto de tal naturaleza, a
escala mundial, sólo sería posible con base en la cooperación de todos los
países industrializados. Si Estados Unidos cuenta con los requisitos para el
liderazgo político y el Japón, por su lado, para el liderazgo económico y si por
otra parte no existe ninguna rivalidad profunda que los separe, lo lógico sería
que unieran sus fuerzas para la ejecución de este proyecto. Esta asociación
entre el poder político y el poder económico daría formalidad a una realidad
presente y sin duda sentaría las bases para un nuevo y verdadero orden
internacional.
La inconsistencia y disfuncionalidad del actual orden internacional es una
afirmación generalmente admitida. No admitida por todos, pero admitida por
mucha gente, universitarios, intelectuales, movimientos contestatarios,
autoridades religiosas, asociaciones pacifistas y de derechos humanos.
Asuntos como la guerra de Irak, el conflicto israelí-palestino, la pobreza del
Tercer Mundo, el dominio de las multinacionales, la nueva crisis del petróleo,
etc. nos hacen comprender, nos llevan a la convicción de que el orden
internacional actualmente establecido tiene debilidades e incoherencias
estructurales. Están ocurriendo cosas que no deberían ocurrir, que se debe
procurar que no ocurran.
Esta inquietud es la que provoca que se hable, sobre todo en los medios
intelectuales, de la necesidad de un nuevo orden internacional. El problema
está en que la instauración de un nuevo orden internacional requiere liquidar,
eliminar el orden internacional actualmente existente. Y aquí entramos en la
polémica históricamente vieja entre conservadores y progresistas. Los
conservadores son partidarios de mejorar lo existente, pero no sustituirlo por
algo nuevo, que es desconocido. Los progresistas piensan que lo existente
carece de consistencia, y que hay que sustituirlo por otra nueva estructura.
Un breve retroceso al desarrollo del orden internacional durante la segunda
mitad del siglo XX creo que puede ayudar a comprender lo que está ocurriendo
en estos inicios del siglo XXI. Hay una década, creo que muy clarificadora; los
años de 1965 a 1975. En estos diez años ocurrieron cosas importantes: se
consolida en proceso de descolonización en Asia y en África, dando lugar con
ello a la aparición de los países llamados Tercer Mundo. Las potencias
colonizadoras se retiraron sin dejar en esos territorios estructura alguna social,
económica ni política que pudiera asumir eficazmente la autonomía
conseguida.
En esos años el Papa Juan XXIII publica un documento provocativo (1963), la
encíclica "Paz en la tierra", el Concilio Vaticano emite la constitución sobre la
Iglesia en el mundo actual que hace una redefinición de las relaciones de la
Iglesia Católica con el mundo (1965), el Papa Pablo VI publica otro documento
con el título de "El progreso de los pueblos" ocupándose desde el Vaticano por
la pobreza y el subdesarrollo mundial (1975).
Estos tres documentos avivaron el interés y el compromiso de los católicos en
todo el mundo, por lo problemas socio-económicos del planeta e impulsaron la
lucha por encontrar soluciones a los mismos.
En los textos se encuentra una fuerte crítica a la visión economicista de los
planteamientos de la época: "la economía, abandonada a sí misma, lejos de
atenuar, agranda la disparidad de los niveles de vida de los pueblos"
(Populorum progresio, nº 8).
En estos años la Asamblea General de la ONU aprueba la Declaración sobre el
establecimiento de un nuevo orden internacional (Resolución 3201 de 1 de
mayo 1974). La resolución proclama la urgencia de un orden internacional
basado en la equidad, la igualdad soberana, la interdependencia, el interés
común y la cooperación de todos los Estados.
En estos años se producen las dos primeras crisis del precio del petróleo, que
pone en peligro la economía de los países desarrollados. En 1970 el barril de
petróleo se cotizaba a 2 dólares. En 1974 su precio se multiplicó por 6,
subiendo a 12 dólares. En 1979 se multiplicó por 3 subiendo a 36 dólares. En la
actualidad está alrededor de 49 a 50 dólares. La crisis del petróleo ha puesto
de manifiesto la interdependencia de las economías de cada Estado. Ya no hay
economías nacionales, hay una sola economía, la economía mundial.
A finales de la década de los ochenta se produce la disolución del imperio de la
Unión Soviética. Desaparece el sistema de bloques. A partir de 1990 ya no hay
dos mundos, el socialista y el capitalista, hay un solo mundo. El Consenso de
Washington (1989) pretendió implantar a nivel mundial una doctrina económica
basada en el neoliberalismo, la desregulación financiera y económica, y el
arbitraje del mercado para la asignación de los recursos escasos. En estos días
(septiembre 2004), en el Foro de Barcelona se debatió el tema "Del consenso
de Washington a una nueva gobernanza global". El premio Nobel de
economía Joseph Stiglitz manifestaba que "el Consenso de Washington, que
ha regido el discurso de la Instituciones Financieras Internacionales en los
últimos años, no ha aportado prosperidad".
Este nuevo mundo que está ante nuestros ojos, que comenzó con la
descolonización y que ha desembocado en la globalización, está necesitado de
una regulación internacional que sea elaborada y exigida por una Autoridad
Mundial supraestatal.
Conclusión

La guerra fría y su impacto en las relaciones internacionales


A mediados del Siglo XX se configuró un nuevo orden mundial que reformuló el
campo de las Relaciones Internacionales, produciéndose el paso de un mundo
multipolar a un mundo bipolar. Los protagonistas de este nuevo escenario eran
dos superpotencias que se definían por oposición: Estados Unidos y la Unión
Soviética. Durante un lapso de aproximadamente cuarenta y cinco años ambas
potencias mantuvieron un enfrentamiento a tal punto que tanto ellos como el
resto del mundo debían definirse como capitalistas o comunistas. Mientras
existió el conflicto, la Guerra Fría delineó el rumbo de la política internacional.
El presente trabajo tiene por objeto realizar un breve esbozo sobre el desarrollo
del proyecto de investigación que se está comenzando a analizar. Este
proyecto tiene dos dimensiones: una general, que comprende la Guerra Fría en
el marco de las Relaciones Internacionales, y otra particular, que concierne al
papel que el Tercer Mundo ocupó durante el conflicto y al lugar que éste tuvo
luego de su finalización, con la caída del bloque soviético.

El nuevo orden internacional define el siglo 20 y principio de 21


He concluido que no tenemos la seguridad plena de saber lo que puede ocurrir
en el ámbito político en los países afectados por la bipolaridad económica,
militar y la guerra fría sin embargo se cree que una nueva orden internacional
sería el cambio del futuro y unos de los puntos que estudian es mejorar
inseguridad, salud pública, educación, calentamiento global entre otros como
derechos humanos y la pobreza. El futuro de la humanidad depende de un
buen desarrollo político.

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