La revolución de octubre no sólo produjo una división en la historia del
mundo al establecer el primer estado y la primera sociedad poscapitalistas, sino que también dividió la política marxista y la socialista. Después de la revolución de octubre, las estrategias y perspectivas socialistas empezaron a basarse en el ejemplo político, en vez de en el análisis del capitalismo. GORAN THERBORN (1985, p. 227) Los economistas de hoy entienden mucho mejor que antes el modo de funcionamiento real de la economía, por oposición a su modo de funcionamiento formal. Han oído hablar de la «economía paralela», y puede que incluso de otras economías, y de un montón de prácticas informales, pero muy extendidas, sin las cuales nada funciona. Cuando hubo pasado la polvareda de las batallas de la guerra, primero, y de la guerra civil, después, a principios de los años veinte, y dejó de correr la sangre de los cadáveres y de las heridas, la mayor parte de lo que hasta 1914 había sido el imperio ortodoxo ruso de los zares se mantuvo intacto como imperio, pero bajo la autoridad de los bolcheviques y consagrado a la construcción del socialismo en el mundo. Fue el único de los antiguos imperios dinástico-religiosos que sobrevivió a la primera guerra mundial, que hizo trizas tanto al imperio otomano, cuyo sultán era el califa de todos los fieles musulmanes, como al imperio de los Habsburgo, que mantenía una relación especial con la Iglesia de Roma. Que Rusia sobreviviera como una sola entidad multiétnica que se extendía de la frontera con Polonia, al oeste, hasta la frontera con Japón, al este, se debió muy probablemente a la revolución de octubre, pues las tensiones que habían acabado con los imperios anteriores aparecieron, o reaparecieron, en la Unión Soviética a fines de los ochenta, cuando el sistema comunista que había mantenido la unidad desde 1917 abdicó. Trajera lo que trajese el futuro, lo que nació a principios de los años veinte fue un solo estado, muy pobre y atrasado, mucho más atrasado que la Rusia de los zares, pero de enormes dimensiones —«la sexta parte de la superficie mundial», como gustaban de presumir los comunistas en el período de entreguerras—, dedicado a crear una sociedad diferente y opuesta a la del capitalismo. En 1945 las fronteras de la región que se escindía del mundo capitalista se ampliaron considerablemente. En Europa pasaron a incluir toda la zona comprendida al este de una línea que iba, aproximadamente, del río Elba en Alemania hasta el Adriático, incluyendo toda la península balcánica menos Grecia y la pequeña parte que Turquía conservaba en Europa. Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y Albania pasaron a la zona socialista, así como la parte de Alemania ocupada por el ejército rojo después de la guerra y convertida en la República Democrática Alemana en 1954. La mayoría de las zonas que Rusia perdió como consecuencia de la guerra y la revolución después de 1917, y un par de territorios que antes habían pertenecido al imperio austrohúngaro, los recuperó también o los adquirió la Unión Soviética entre 1939 y 1945. Mientras tanto, se produjo una enorme ampliación de la futura zona socialista en el Extremo Oriente con la llegada al poder de regímenes comunistas en China (1949) y en parte de Corea (1945), y de lo que había sido la Indochina francesa (Vietnam, Laos, Camboya) después de una guerra de treinta años (1945-1975). La zona comunista se amplió todavía un par de veces algo más tarde, en ambas ocasiones en el hemisferio occidental —Cuba (1959) y algunos países africanos en los años setenta—, pero, en lo esencial, el área socialista había quedado configurada al llegar a 1950. Gracias a la enorme población de China, incluía aproximadamente a la tercera parte de la población mundial, aunque el tamaño medio de los países socialistas. Lo primero que hay que decir acerca del área socialista es que durante la mayor parte de su existencia formó un subuniverso autónomo y en gran medida autosuficiente política y económicamente. Sus relaciones con el resto de la economía mundial, capitalista o dominada por el capitalismo de los países desarrollados, eran muy escasas. Incluso en el momento culminante de la expansión del comercio mundial de la edad de oro, sólo alrededor de un 4 por 100 de las exportaciones de las economías de mercado desarrolladas iba a parar a las «economías planificadas», y, llegados los ochenta, la proporción de las exportaciones del tercer mundo que les llegaba no era mucho mayor. Por razones evidentes, había pocos movimientos humanos entre el «primer mundo» y el «segundo», aunque algunos países de la Europa del Este empezaron a fomentar la industria turística a partir de los años sesenta. La emigración y los desplazamientos temporales a países no socialistas estaban estrechamente vigilados, y a veces eran prácticamente imposibles. Los motivos fundamentales de separación de los dos «campos» eran sin duda políticos. Como hemos visto, después de la revolución de octubre la Rusia soviética veía en el capitalismo al enemigo que había que derrocar lo antes posible mediante la revolución universal. Pero la revolución no se produjo, y la Rusia de los soviéticos quedó aislada, rodeada por el mundo capitalista, muchos de cuyos gobiernos más poderosos deseaban impedir la consolidación de este centro mundial de la subversión, y eliminarlo lo antes posible. La política contribuyó una vez más a aislar la economía soviética en los años treinta y todavía más la de la extensa zona soviética de después de 1945. La guerra fría congeló las relaciones tanto políticas como económicas entre ambos bandos El hecho fundamenta de la Rusia soviética era que sus nuevos gobernantes, el Partido Bolchevique, no esperaban que sobreviviese en el aislamiento, y menos aún que se convirtiese en el centro de una economía colectivista autárquica («el socialismo en un solo país»). Los fundadores del marxismo creían que la función de una revolución en Rusia sería tan sólo la de precipitar el estallido revolucionario en los países industrializados más avanzados, donde se daban las condiciones previas para la construcción del socialismo Mientras la economía se mantuvo a un nivel de semisubsistencia y sólo tuvo que poner los cimientos de la industria moderna, este sistema improvisado, que se desarrolló sobre todo en los años treinta, funcionó. Incluso llegó a desarrollar una cierta flexibilidad, de forma igualmente rudimentaria: la fijación de una serie de objetivos no interfería necesariamente en la fijación de otra serie de objetivos, como ocurriría en el complejo laberinto de una economía moderna. En realidad, para un país atrasado y primitivo, carente de toda asistencia exterior, la industrialización dirigida, pese a su despilfarro e ineficacia, funcionó de una forma impresionante. Convirtió a la URSS en una economía industrial en pocos años, capaz, a diferencia de la Rusia de los zares, de sobrevivir y ganar la guerra contra Alemania, pese a la pérdida temporal de zonas que comprendían un tercio de la población y más de la mitad 2. «Si hay que dar instrucciones suficientemente claras a cada sector productivo importante y a cada unidad de producción, y en ausencia de una planificación a varios niveles, entonces es inevitable que el centro cargue con una masa colosal de trabajo» (Dyker, 1985, p. 9). de las fábricas de muchas industrias. Los campesinos —la mayoría de la población— no sólo pertenecían a una categoría legal y política inferior, por lo menos hasta la Constitución de 1936 (totalmente inoperante); no sólo tenían que pagar más impuestos a cambio de menos protección, sino que la política agrícola que sustituyó a la NEP, la colectivización forzosa de la tierra en cooperativas o granjas estatales, fue entonces, y seguiría siéndolo más tarde, un desastre. Sin embargo, la revolución soviética también desarrollo un sistema político muy especial. Los movimientos populares de izquierdas de Europa, incluyendo los movimientos obreros y socialistas marxistas a los que pertenecía el Partido Bolchevique, bebían de dos tradiciones: la democracia electiva y, en ocasiones, directa, y la ejecución de acciones revolucionarias dirigidas de forma centralizada, herencia de la etapa jacobina de la revolución francesa. Los movimientos obreros y socialistas de masas que surgieron casi por doquier en Europa a finales del siglo XIX, ya en forma de partidos, sindicatos y cooperativas, ya como la combinación de todo esto, eran profundamente democráticos tanto en su estructura interna como en sus aspiraciones políticas Los estados comunistas que nacieron después de la segunda guerra mundial, o sea, todos menos la URSS, estaban dirigidos por partidos comunistas formados o configurados según el patrón soviético, es decir, estalinista. Eso es válido hasta cierto punto incluso para el Partido Comunista chino, que se independizó de Moscú en los años treinta bajo la dirección de Mao Tse-tung, aunque seguramente lo es menos en el caso de quienes se adhirieran posteriormente al «campo socialista» procedentes del tercer mundo: la Cuba de Fidel Castro y diversos regímenes africanos, asiáticos y latinoamericanos de corta duración surgidos en los años setenta, y que tendían a amoldarse a los cánones soviéticos. En todos ellos encontramos sistemas políticos monopartidistas con estructuras de autoridad muy centralizadas; una verdad cultural e intelectual promulgada oficialmente y determinada por la autoridad política; economías de planificación central. Políticamente, los estados comunistas, autóctonos o impuestos, empezaron a formar un bloque único bajo el liderazgo de la URSS, que, por motivos de solidaridad antioccidental, contó también con el apoyo del régimen comunista que se adueñó por completo de China en 1949, aunque la influencia de Moscú sobre el Partido Comunista chino había sido escasa desde que Mao Tse-tung se había convertido en su líder indiscutible a mediados de los años treinta. Mao iba por su cuenta en medio de profesiones de lealtad a la URSS, y Stalin, realista, tuvo buen cuidado de no perturbar sus relaciones con el gigantesco partido hermano del este, que era independiente en la práctica. Cuando a finales de los cincuenta Nikita Kruschev las perturbó, el resultado fue una agria ruptura, al cuestionar China el liderazgo soviético del movimiento comunista internacional, aunque sin mucho éxito. El desmoronamiento político del bloque soviético empezó con la muerte de Stalin en 1953, pero sobre todo con los ataques oficiales a la era estalinista en general y, con mayor cautela, al propio Stalin, en el XX Congreso del PCUS en 1956. Aunque su público fuese soviético y muy limitado —a los comunistas extranjeros no les dejaron asistir al discurso de Kruschev—, pronto corrió la noticia de que el monolito soviético se había roto. El efecto dentro de la zona europea de dominio soviético fue inmediato. La revolución fue aniquilada por el ejército ruso en noviembre de 1956. se trabajadora, que, sin organizar al principio, acabó configurando un movimiento obrero típico, aliado como de costumbre a los intelectuales, y al final formó un movimiento político, tal como Marx había predicho; sólo que la ideología de este movimiento, como hubieron de observar melancólicamente los marxistas, no era anticapitalista, sino antisocialista. Mientras tanto, y con independencia absoluta de la política, la necesidad de reformar o cambiar el sistema de economía dirigida de tipo soviético se fue haciendo cada vez más urgente. Por un lado, las economías desarrolladas no socialistas crecían y prosperaban como nunca (véase el capítulo 9), aumentando la ya considerable diferencia entre ambos sistemas, algo que resultaba especialmente visible en Alemania, donde los dos convivían en partes distintas del mismo país. Por otro lado, el ritmo de crecimiento de las economías socialistas, que había superado al de las economías occidentales hasta la segunda mitad de los años cincuenta, empezó a flojear a ojos vista. El PNB soviético, que había crecido a un ritmo anual del 5,7 por 100 en los años cincuenta (casi tanto como en los doce primeros años de industrialización, 1928-1940), bajó al 5,2 por 100 en los años sesenta, al 3,7 por 100 en la primera mitad de los setenta, al 2,6 por 100 en la segunda mitad de la década y al 2 por 100 en los cinco años anteriores a Gorbachov (1980-1985) (Ofer, 1987, p. 1.778). La situación de la Europa del Este era parecida. En los EL «SOCIALISMO REAL» 3 9 9 años sesenta se hicieron intentos por flexibilizar el sistema, esencialmente mediante la descentralización, en la práctica totalidad del bloque soviético, y también en la URSS en la época del primer ministro Kosiguin, en los años sesenta. Con excepción de las reformas húngaras, las demás no tuvieron éxito apreciable y, en varios casos, apenas llegaron a arrancar o (como en Checoslovaquia) no fueron autorizadas por razones políticas. Un miembro algo excéntrico de la familia de sistemas socialistas, Yugoslavia, no alcanzó mucho más éxito cuando, por hostilidad hacia el estalinismo, sustituyó la economía de planificación centralizada por un sistema de empresas cooperativas autónomas. Con la entrada de la economía mundial en un nuevo período de incertidumbre, en los años setenta, nadie en el Este o en Occidente esperaba ya que las economías del «socialismo real» alcanzaran o adelantaran, ni siquiera que llegasen a seguir el ritmo, de las no socialistas. Sin embargo, aunque fuera más problemático que antes, su futuro no parecía causar preocupación inmediata. Esa situación pronto cambiaría. “Socialismo Real”, se utiliza para describir los sistemas y regímenes políticos y económicos que se autodenominaban socialistas y que se aplicaron en algunos países durante el siglo XX, especialmente en la Unión Soviética y otros países de Europa del Este. El socialismo real se caracterizó por tener un control estatal absoluto sobre los medios de producción y la economía en general, así como un fuerte énfasis en la planificación centralizada y la igualdad social. Se implementaron políticas como la nacionalización de la industria, la colectivización de la agricultura, la ausencia de propiedad privada y un sistema de partido único. Sin embargo, el socialismo real también estuvo asociado con la falta de democracia, la represión política, la violación de los derechos humanos, la restricción de las libertades individuales y una economía ineficiente. Estos regímenes se caracterizaron por la existencia de una élite gobernante y una falta de participación política real por parte de la ciudadanía. Aunque el socialismo real fue promovido como un sistema socialista en teoría, en la práctica se desvió significativamente de los ideales de igualdad, democracia y libertad que muchos defensores del socialismo originalmente esperaban lograr. Tras la caída del bloque socialista en la década de 1990, el término “socialismo real” se ha utilizado para referirse a los aspectos negativos y problemáticos de estos regímenes socialistas autoritarios. “El Socialismo en el siglo XX” Tuvo un impacto significativo en la política, la economía y la sociedad en muchas partes del mundo. Durante este período, surgieron varias corrientes y enfoques del socialismo, desde el socialismo democrático hasta el socialismo autoritario. Una de las principales influencias en el socialismo del siglo XX fue la Revolución Rusa de 1917, que llevó al establecimiento de la Unión Soviética y al surgimiento del marxismo-leninismo como ideología dominante. Bajo el liderazgo de Vladimir Lenin y, más tarde, de Joseph Stalin, la Unión Soviética implementó un modelo de socialismo conocido como socialismo soviético o socialismo real, que se centraba en la propiedad estatal de los medios de producción y una planificación centralizada de la economía. Paralelamente, se desarrollaron otras corrientes de socialismo en diferentes partes del mundo. En Europa Occidental, surgieron movimientos socialistas democráticos que abogaban por la implementación de políticas socialistas a través de procesos democráticos y la participación ciudadana. En América Latina, el socialismo del siglo XX se caracterizó por movimientos de liberación nacional y lucha contra la opresión imperialista y el neocolonialismo. Figuras como Salvador Allende en Chile y Hugo Chávez en Venezuela promovieron un modelo de socialismo denominado “Socialismo del Siglo XXI”, que buscaba una combinación de justicia social, participación ciudadana y desarrollo económico. Es importante destacar que el socialismo del siglo XX también enfrentó desafíos y críticas. Se produjeron tensiones entre los ideales socialistas y la realidad política y económica, y en algunos casos, se observaron violaciones de los derechos humanos y dificultades económicas. En general, el socialismo del siglo XX dejó un legado complejo y diverso en términos de sus éxitos, fallas y el legado que aún perdura en muchos países y movimientos sociales. 10 DÍAS QUE ESTREMECIERON AL MUNDO DE AUTOR JOHN READ Capítulo 1: La situación política y social En este capítulo, Reed describe la situación política y social de Rusia en octubre de 1917. El país estaba en una profunda crisis, agravada por la guerra mundial, la escasez de alimentos y la agitación social. La guerra mundial estaba provocando una grave escasez de alimentos en Rusia, lo que estaba provocando el descontento de la población. Además, la guerra había provocado una profunda crisis económica, que se agravó por la mala gestión del gobierno provisional. La agitación social también estaba aumentando en Rusia. Los trabajadores estaban organizando huelgas y manifestaciones para exigir mejores condiciones de vida. Además, los campesinos estaban exigiendo la reforma agraria. Capítulo 2: La huelga general En este capítulo, Reed narra la huelga general que tuvo lugar en Rusia el 20 de octubre de 1917. La huelga fue convocada por los bolcheviques y contó con el apoyo de los trabajadores de toda Rusia. La huelga provocó el colapso de la administración del gobierno provisional en muchas ciudades. Los bolcheviques aprovecharon la situación para tomar el control de los centros urbanos. Capítulo 3: El Comité Militar Revolucionario En este capítulo, Reed describe el papel del Comité Militar Revolucionario (CMR) en la Revolución de Octubre. El CMR era un grupo de bolcheviques que se habían infiltrado en el ejército y la policía. El CMR fue el encargado de organizar la toma del poder por los bolcheviques. El 24 de octubre, el CMR emitió un decreto que ordenaba la disolución del gobierno provisional y la transferencia del poder a los soviets. Capítulo 4: El Palacio de Invierno En este capítulo, Reed narra la toma del Palacio de Invierno, sede del gobierno provisional. La toma tuvo lugar el 25 de octubre de 1917. Los bolcheviques, apoyados por las milicias obreras y campesinas, rodearon el Palacio de Invierno y exigieron la rendición del gobierno provisional. El gobierno provisional se negó a rendirse y se produjo un breve enfrentamiento armado. Finalmente, el gobierno provisional se rindió y huyó del Palacio de Invierno. Capítulo 5: El Comité Ejecutivo Central En este capítulo, Reed describe la reunión del Comité Ejecutivo Central de los Soviets (CEC) que tuvo lugar el 25 de octubre de 1917. El CEC era el órgano supremo de los soviets. En la reunión del 25 de octubre, el CEC aprobó el decreto del CMR que ordenaba la disolución del gobierno provisional y la transferencia del poder a los soviets. Capítulo 6: La segunda sesión del Segundo Congreso de los Soviets En este capítulo, Reed narra la segunda sesión del Segundo Congreso de los Soviets que tuvo lugar el 26 de octubre de 1917. En la segunda sesión del congreso, los bolcheviques lograron una mayoría. El congreso aprobó el decreto del CMR que ordenaba la disolución del gobierno provisional y la transferencia del poder a los soviets. Capítulo 7: Los primeros días del gobierno bolchevique En este capítulo, Reed describe los primeros días del gobierno bolchevique. El gobierno bolchevique decretó la paz con Alemania y se propuso llevar a cabo las reformas radicales que había prometido. El gobierno bolchevique se enfrentó a una fuerte oposición, tanto interna como externa. Los opositores al gobierno bolchevique intentaron derrocarlo en una serie de revueltas y levantamientos. Capítulo 8: La conclusión En este capítulo, Reed concluye su relato de la Revolución de Octubre. Reed señala que la revolución fue un acontecimiento histórico que cambió el curso de la historia mundial. Reed también señala que la revolución fue un proceso complejo y lleno de contradicciones. La revolución no fue un triunfo fácil para los bolcheviques, sino que se enfrentó a una fuerte oposición. Conclusiones "10 días que estremecieron al mundo" es una crónica periodística del periodista estadounidense John Reed que relata los acontecimientos de la Revolución Rusa de octubre de 1917. El libro, publicado en 1919, es considerado una obra maestra de la literatura periodística y una fuente fundamental para el estudio de la revolución. El libro ofrece un relato vívido y detallado de uno de los acontecimientos más importantes de la historia moderna. El libro es una lectura apasionante que sigue siendo relevante hoy en día.
"LA REVOLUCIÓN RUSA DE 1917" DEL AUTOR TROTSKY
La revolución rusa de 1917 es un libro del revolucionario ruso León Trotsky, publicado en 1930. El libro narra los acontecimientos de la Revolución Rusa de 1917, desde la Revolución de Febrero hasta la toma del poder por los bolcheviques en octubre. El libro se divide en seis partes, que se corresponden con las diferentes fases de la revolución: Parte I: La Revolución de Febrero En esta parte, Trotsky describe la Revolución de Febrero, que derrocó al zar Nicolás II. Trotsky analiza las causas de la revolución, que incluían la guerra mundial, la crisis económica y la agitación social. Trotsky destaca la importancia de la guerra mundial en el estallido de la revolución. La guerra había provocado una grave escasez de alimentos y una crisis económica, que habían exacerbado las tensiones sociales. Trotsky también señala el papel de los soviets, que habían surgido como órganos de poder popular durante la guerra. Parte II: La crisis del gobierno provisional En esta parte, Trotsky analiza la crisis del gobierno provisional, que se formó tras la Revolución de Febrero. Trotsky señala que el gobierno provisional era un gobierno débil y dividido, que no pudo satisfacer las demandas del pueblo. Trotsky analiza las debilidades del gobierno provisional, que incluía su falta de apoyo popular, su incapacidad para resolver los problemas económicos y su rechazo a las reformas radicales. Trotsky también señala la creciente popularidad de los bolcheviques, que ofrecían un programa radical que podía satisfacer las demandas del pueblo. Parte III: El ascenso de los bolcheviques En esta parte, Trotsky analiza el ascenso de los bolcheviques, que se convirtieron en el partido político más importante de Rusia. Trotsky señala que los bolcheviques eran el único partido que ofrecía un programa radical que podía satisfacer las demandas del pueblo. Trotsky analiza el programa de los bolcheviques, que incluía la paz con Alemania, la reforma agraria y la socialización de la economía. Trotsky señala que este programa era atractivo para el pueblo ruso, que estaba cansado de la guerra, la miseria y la opresión. Parte IV: La toma del poder En esta parte, Trotsky narra la toma del poder por los bolcheviques en octubre. Trotsky describe los acontecimientos que llevaron al asalto al Palacio de Invierno, la sede del gobierno provisional. Trotsky describe la toma del poder por los bolcheviques, que se llevó a cabo en dos fases. En la primera fase, los bolcheviques tomaron el control de la mayoría de las ciudades rusas. En la segunda fase, los bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno, la sede del gobierno provisional. Parte V: La guerra civil En esta parte, Trotsky analiza la guerra civil rusa, que enfrentó a los bolcheviques contra los ejércitos blancos. Trotsky señala que la guerra civil fue una prueba crucial para el gobierno bolchevique, que logró salir victorioso. Trotsky analiza la guerra civil rusa, que enfrentó a los bolcheviques contra los ejércitos blancos. Trotsky señala que la guerra civil fue una prueba crucial para el gobierno bolchevique, que logró salir victorioso gracias al apoyo del pueblo ruso y a la ayuda de la República Soviética de Alemania. Parte VI: La construcción del socialismo En esta parte, Trotsky analiza los primeros años del gobierno bolchevique, que se dedicó a la construcción del socialismo. Trotsky señala que los bolcheviques tuvieron que enfrentar numerosos desafíos, como la guerra civil, la escasez de alimentos y la oposición de las clases dominantes. Trotsky analiza los primeros años del gobierno bolchevique, que se dedicaron a la construcción del socialismo. Trotsky señala que los bolcheviques tuvieron que enfrentar numerosos desafíos, como la guerra civil, la escasez de alimentos y la oposición de las clases dominantes. Sin embargo, Trotsky también señala los logros del gobierno bolchevique, como la paz con Alemania, la reforma agraria y la socialización de la economía. Conclusión La revolución rusa de 1917 es un libro fundamental para el estudio de la Revolución Rusa. El libro ofrece un relato detallado y análisis perspicaz de uno de los acontecimientos más importantes de la historia moderna. BIBLIOGRAFIA Libro10 días que estremecieron al mundo de autor John Read Libro "la revolución rusa de 1917" del Autor Trotsky 1.” Historia de la Revolución Rusa” – Leon Trotsky 2. “La Revolución Traicionada” – Leon Trotsky 3.”1984” – George Orwell Libro de Hobsbawn, Eric, Historia del Siglo XX