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EL «SOCIALISMO REAL»

La revolución de octubre no sólo produjo una división en la historia del


mundo al establecer el primer estado y la primera sociedad poscapitalistas,
sino que también dividió la política marxista y la socialista.
Después de la revolución de octubre, las estrategias y perspectivas
socialistas empezaron a basarse en el ejemplo político, en vez de en el
análisis del capitalismo.
GORAN THERBORN (1985, p. 227)
Los economistas de hoy entienden mucho mejor que antes el modo de
funcionamiento real de la economía, por oposición a su modo de
funcionamiento formal.
Han oído hablar de la «economía paralela», y puede que incluso de otras
economías, y de un montón de prácticas informales, pero muy extendidas,
sin las cuales nada funciona.
Cuando hubo pasado la polvareda de las batallas de la guerra, primero, y
de la guerra civil, después, a principios de los años veinte, y dejó de correr
la sangre de los cadáveres y de las heridas, la mayor parte de lo que hasta
1914 había sido el imperio ortodoxo ruso de los zares se mantuvo intacto
como imperio, pero bajo la autoridad de los bolcheviques y consagrado a la
construcción del socialismo en el mundo.
Fue el único de los antiguos imperios dinástico-religiosos que sobrevivió a
la primera guerra mundial, que hizo trizas tanto al imperio otomano, cuyo
sultán era el califa de todos los fieles musulmanes, como al imperio de los
Habsburgo, que mantenía una relación especial con la Iglesia de Roma.
Que Rusia sobreviviera como una sola entidad multiétnica que se extendía
de la frontera con Polonia, al oeste, hasta la frontera con Japón, al este, se
debió muy probablemente a la revolución de octubre, pues las tensiones
que habían acabado con los imperios anteriores aparecieron, o
reaparecieron, en la Unión Soviética a fines de los ochenta, cuando el
sistema comunista que había mantenido la unidad desde 1917 abdicó.
Trajera lo que trajese el futuro, lo que nació a principios de los años veinte
fue un solo estado, muy pobre y atrasado, mucho más atrasado que la
Rusia de los zares, pero de enormes dimensiones
—«la sexta parte de la superficie mundial», como gustaban de presumir los
comunistas en el período de entreguerras—, dedicado a crear una sociedad
diferente y opuesta a la del capitalismo.
En 1945 las fronteras de la región que se escindía del mundo capitalista se
ampliaron considerablemente.
En Europa pasaron a incluir toda la zona comprendida al este de una
línea que iba, aproximadamente, del río Elba en Alemania hasta el
Adriático, incluyendo toda la península balcánica menos Grecia y la
pequeña parte que Turquía conservaba en Europa. Polonia,
Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y Albania
pasaron a la zona socialista, así como la parte de Alemania ocupada por el
ejército rojo después de la guerra y convertida en la República
Democrática Alemana en 1954.
La mayoría de las zonas que Rusia perdió como consecuencia de la guerra
y la revolución después de 1917, y un par de territorios que antes habían
pertenecido al imperio austrohúngaro, los recuperó también o los adquirió
la Unión Soviética entre 1939 y 1945.
Mientras tanto, se produjo una enorme ampliación de la futura zona
socialista en el Extremo Oriente con la llegada al poder de regímenes
comunistas en China (1949) y en parte de Corea (1945), y de lo que había
sido la Indochina francesa (Vietnam, Laos, Camboya) después de una
guerra de treinta años (1945-1975).
La zona comunista se amplió todavía un par de veces algo más tarde, en
ambas ocasiones en el hemisferio occidental —Cuba (1959) y algunos
países africanos en los años setenta—, pero, en lo esencial, el área
socialista había quedado configurada al llegar a 1950.
Gracias a la enorme población de China, incluía aproximadamente a la
tercera parte de la población mundial, aunque el tamaño medio de los
países socialistas.
Lo primero que hay que decir acerca del área socialista es que durante la
mayor parte de su existencia formó un subuniverso autónomo y en gran
medida autosuficiente política y económicamente. Sus relaciones con el
resto de la economía mundial, capitalista o dominada por el capitalismo de
los países desarrollados, eran muy escasas. Incluso en el momento
culminante de la expansión del comercio mundial de la edad de oro, sólo
alrededor de un 4 por 100 de las exportaciones de las economías de
mercado desarrolladas iba a parar a las «economías planificadas», y,
llegados los ochenta, la proporción de las exportaciones del tercer mundo
que les llegaba no era mucho mayor.
Por razones evidentes, había pocos movimientos humanos entre el «primer
mundo» y el «segundo», aunque algunos países de la Europa del Este
empezaron a fomentar la industria turística a partir de los años sesenta.
La emigración y los desplazamientos temporales a países no socialistas
estaban estrechamente vigilados, y a veces eran prácticamente imposibles.
Los motivos fundamentales de separación de los dos «campos» eran sin
duda políticos. Como hemos visto, después de la revolución de octubre la
Rusia soviética veía en el capitalismo al enemigo que había que derrocar lo
antes posible mediante la revolución universal. Pero la revolución no se
produjo, y la Rusia de los soviéticos quedó aislada, rodeada por el mundo
capitalista, muchos de cuyos gobiernos más poderosos deseaban impedir
la consolidación de este centro mundial de la subversión, y eliminarlo lo
antes posible.
La política contribuyó una vez más a aislar la economía soviética en los
años treinta y todavía más la de la extensa zona soviética de después de
1945. La guerra fría congeló las relaciones tanto políticas como
económicas entre ambos bandos
El hecho fundamenta de la Rusia soviética era que sus nuevos
gobernantes, el Partido Bolchevique, no esperaban que sobreviviese en el
aislamiento, y menos aún que se convirtiese en el centro de una economía
colectivista autárquica («el socialismo en un solo país»).
Los fundadores del marxismo creían que la función de una revolución en
Rusia sería tan sólo la de precipitar el estallido revolucionario en los países
industrializados más avanzados, donde se daban las condiciones previas
para la construcción del socialismo
Mientras la economía se mantuvo a un nivel de semisubsistencia y sólo
tuvo que poner los cimientos de la industria moderna, este sistema
improvisado, que se desarrolló sobre todo en los años treinta, funcionó.
Incluso llegó a desarrollar una cierta flexibilidad, de forma igualmente
rudimentaria: la fijación de una serie de objetivos no interfería
necesariamente en la fijación de otra serie de objetivos, como ocurriría en
el complejo laberinto de una economía moderna. En realidad, para un país
atrasado y primitivo, carente de toda asistencia exterior, la
industrialización dirigida, pese a su despilfarro e ineficacia, funcionó de
una forma impresionante. Convirtió a la URSS en una economía industrial
en pocos años, capaz, a diferencia de la Rusia de los zares, de sobrevivir y
ganar la guerra contra Alemania, pese a la pérdida temporal de zonas que
comprendían un tercio de la población y más de la mitad 2. «Si hay que
dar instrucciones suficientemente claras a cada sector productivo
importante y a cada unidad de producción, y en ausencia de una
planificación a varios niveles, entonces es inevitable que el centro cargue
con una masa colosal de trabajo» (Dyker, 1985, p. 9). de las fábricas de
muchas industrias.
Los campesinos —la mayoría de la población— no sólo pertenecían a una
categoría legal y política inferior, por lo menos hasta la Constitución de
1936 (totalmente inoperante); no sólo tenían que pagar más impuestos a
cambio de menos protección, sino que la política agrícola que sustituyó a
la NEP, la colectivización forzosa de la tierra en cooperativas o granjas
estatales, fue entonces, y seguiría siéndolo más tarde, un desastre.
Sin embargo, la revolución soviética también desarrollo un sistema político
muy especial. Los movimientos populares de izquierdas de Europa,
incluyendo los movimientos obreros y socialistas marxistas a los que
pertenecía el Partido Bolchevique, bebían de dos tradiciones: la democracia
electiva y, en ocasiones, directa, y la ejecución de acciones revolucionarias
dirigidas de forma centralizada, herencia de la etapa jacobina de la
revolución francesa. Los movimientos obreros y socialistas de masas que
surgieron casi por doquier en Europa a finales del siglo XIX, ya en forma
de partidos, sindicatos y cooperativas, ya como la combinación de todo
esto, eran profundamente democráticos tanto en su estructura interna
como en sus aspiraciones políticas
Los estados comunistas que nacieron después de la segunda guerra
mundial, o sea, todos menos la URSS, estaban dirigidos por partidos
comunistas formados o configurados según el patrón soviético, es decir,
estalinista. Eso es válido hasta cierto punto incluso para el Partido
Comunista chino, que se independizó de Moscú en los años treinta bajo la
dirección de Mao Tse-tung, aunque seguramente lo es menos en el caso de
quienes se adhirieran posteriormente al «campo socialista» procedentes del
tercer mundo: la Cuba de Fidel Castro y diversos regímenes africanos,
asiáticos y latinoamericanos de corta duración surgidos en los años
setenta, y que tendían a amoldarse a los cánones soviéticos. En todos ellos
encontramos sistemas políticos monopartidistas con estructuras de
autoridad muy centralizadas; una verdad cultural e intelectual
promulgada oficialmente y determinada por la autoridad política;
economías de planificación central.
Políticamente, los estados comunistas, autóctonos o impuestos,
empezaron a formar un bloque único bajo el liderazgo de la URSS, que, por
motivos de solidaridad antioccidental, contó también con el apoyo del
régimen comunista que se adueñó por completo de China en 1949, aunque
la influencia de Moscú sobre el Partido Comunista chino había sido escasa
desde que Mao Tse-tung se había convertido en su líder indiscutible a
mediados de los años treinta. Mao iba por su cuenta en medio de
profesiones de lealtad a la URSS, y Stalin, realista, tuvo buen cuidado de
no perturbar sus relaciones con el gigantesco partido hermano del este,
que era independiente en la práctica. Cuando a finales de los cincuenta
Nikita Kruschev las perturbó, el resultado fue una agria ruptura, al
cuestionar China el liderazgo soviético del movimiento comunista
internacional, aunque sin mucho éxito.
El desmoronamiento político del bloque soviético empezó con la muerte de
Stalin en 1953, pero sobre todo con los ataques oficiales a la era
estalinista en general y, con mayor cautela, al propio Stalin, en el XX
Congreso del PCUS en 1956. Aunque su público fuese soviético y muy
limitado —a los comunistas extranjeros no les dejaron asistir al discurso
de Kruschev—, pronto corrió la noticia de que el monolito soviético se
había roto. El efecto dentro de la zona europea de dominio soviético fue
inmediato. La revolución fue aniquilada por el ejército ruso en noviembre
de 1956.
se trabajadora, que, sin organizar al principio, acabó configurando un
movimiento obrero típico, aliado como de costumbre a los intelectuales, y
al final formó un movimiento político, tal como Marx había predicho; sólo
que la ideología de este movimiento, como hubieron de observar
melancólicamente los marxistas, no era anticapitalista, sino antisocialista.
Mientras tanto, y con independencia absoluta de la política, la necesidad
de reformar o cambiar el sistema de economía dirigida de tipo soviético se
fue haciendo cada vez más urgente. Por un lado, las economías
desarrolladas no socialistas crecían y prosperaban como nunca (véase el
capítulo 9), aumentando la ya considerable diferencia entre ambos
sistemas, algo que resultaba especialmente visible en Alemania, donde los
dos convivían en partes distintas del mismo país. Por otro lado, el ritmo de
crecimiento de las economías socialistas, que había superado al de las
economías occidentales hasta la segunda mitad de los años cincuenta,
empezó a flojear a ojos vista. El PNB soviético, que había crecido a un
ritmo anual del 5,7 por 100 en los años cincuenta (casi tanto como en los
doce primeros años de industrialización, 1928-1940), bajó al 5,2 por 100
en los años sesenta, al 3,7 por 100 en la primera mitad de los setenta, al
2,6 por 100 en la segunda mitad de la década y al 2 por 100 en los cinco
años anteriores a Gorbachov (1980-1985) (Ofer, 1987, p. 1.778). La
situación de la Europa del Este era parecida. En los EL «SOCIALISMO
REAL» 3 9 9 años sesenta se hicieron intentos por flexibilizar el sistema,
esencialmente mediante la descentralización, en la práctica totalidad del
bloque soviético, y también en la URSS en la época del primer ministro
Kosiguin, en los años sesenta. Con excepción de las reformas húngaras,
las demás no tuvieron éxito apreciable y, en varios casos, apenas llegaron
a arrancar o (como en Checoslovaquia) no fueron autorizadas por razones
políticas. Un miembro algo excéntrico de la familia de sistemas socialistas,
Yugoslavia, no alcanzó mucho más éxito cuando, por hostilidad hacia el
estalinismo, sustituyó la economía de planificación centralizada por un
sistema de empresas cooperativas autónomas. Con la entrada de la
economía mundial en un nuevo período de incertidumbre, en los años
setenta, nadie en el Este o en Occidente esperaba ya que las economías del
«socialismo real» alcanzaran o adelantaran, ni siquiera que llegasen a
seguir el ritmo, de las no socialistas. Sin embargo, aunque fuera más
problemático que antes, su futuro no parecía causar preocupación
inmediata. Esa situación pronto cambiaría.
“Socialismo Real”, se utiliza para describir los sistemas y regímenes
políticos y económicos que se autodenominaban socialistas y que se
aplicaron en algunos países durante el siglo XX, especialmente en la Unión
Soviética y otros países de Europa del Este.
El socialismo real se caracterizó por tener un control estatal absoluto
sobre los medios de producción y la economía en general, así como un
fuerte énfasis en la planificación centralizada y la igualdad social. Se
implementaron políticas como la nacionalización de la industria, la
colectivización de la agricultura, la ausencia de propiedad privada y un
sistema de partido único.
Sin embargo, el socialismo real también estuvo asociado con la falta de
democracia, la represión política, la violación de los derechos humanos, la
restricción de las libertades individuales y una economía ineficiente. Estos
regímenes se caracterizaron por la existencia de una élite gobernante y
una falta de participación política real por parte de la ciudadanía.
Aunque el socialismo real fue promovido como un sistema socialista en
teoría, en la práctica se desvió significativamente de los ideales de
igualdad, democracia y libertad que muchos defensores del socialismo
originalmente esperaban lograr. Tras la caída del bloque socialista en la
década de 1990, el término “socialismo real” se ha utilizado para referirse
a los aspectos negativos y problemáticos de estos regímenes socialistas
autoritarios.
“El Socialismo en el siglo XX”
Tuvo un impacto significativo en la política, la economía y la sociedad en
muchas partes del mundo. Durante este período, surgieron varias
corrientes y enfoques del socialismo, desde el socialismo democrático
hasta el socialismo autoritario.
Una de las principales influencias en el socialismo del siglo XX fue la
Revolución Rusa de 1917, que llevó al establecimiento de la Unión
Soviética y al surgimiento del marxismo-leninismo como ideología
dominante. Bajo el liderazgo de Vladimir Lenin y, más tarde, de Joseph
Stalin, la Unión Soviética implementó un modelo de socialismo conocido
como socialismo soviético o socialismo real, que se centraba en la
propiedad estatal de los medios de producción y una planificación
centralizada de la economía.
Paralelamente, se desarrollaron otras corrientes de socialismo en
diferentes partes del mundo. En Europa Occidental, surgieron
movimientos socialistas democráticos que abogaban por la implementación
de políticas socialistas a través de procesos democráticos y la participación
ciudadana.
En América Latina, el socialismo del siglo XX se caracterizó por
movimientos de liberación nacional y lucha contra la opresión imperialista
y el neocolonialismo. Figuras como Salvador Allende en Chile y Hugo
Chávez en Venezuela promovieron un modelo de socialismo denominado
“Socialismo del Siglo XXI”, que buscaba una combinación de justicia
social, participación ciudadana y desarrollo económico.
Es importante destacar que el socialismo del siglo XX también enfrentó
desafíos y críticas. Se produjeron tensiones entre los ideales socialistas y
la realidad política y económica, y en algunos casos, se observaron
violaciones de los derechos humanos y dificultades económicas.
En general, el socialismo del siglo XX dejó un legado complejo y diverso en
términos de sus éxitos, fallas y el legado que aún perdura en muchos
países y movimientos sociales.
10 DÍAS QUE ESTREMECIERON AL MUNDO DE AUTOR JOHN READ
Capítulo 1: La situación política y social
En este capítulo, Reed describe la situación política y social de Rusia en
octubre de 1917. El país estaba en una profunda crisis, agravada por la
guerra mundial, la escasez de alimentos y la agitación social.
La guerra mundial estaba provocando una grave escasez de alimentos en
Rusia, lo que estaba provocando el descontento de la población. Además,
la guerra había provocado una profunda crisis económica, que se agravó
por la mala gestión del gobierno provisional.
La agitación social también estaba aumentando en Rusia. Los trabajadores
estaban organizando huelgas y manifestaciones para exigir mejores
condiciones de vida. Además, los campesinos estaban exigiendo la reforma
agraria.
Capítulo 2: La huelga general
En este capítulo, Reed narra la huelga general que tuvo lugar en Rusia el
20 de octubre de 1917. La huelga fue convocada por los bolcheviques y
contó con el apoyo de los trabajadores de toda Rusia.
La huelga provocó el colapso de la administración del gobierno provisional
en muchas ciudades. Los bolcheviques aprovecharon la situación para
tomar el control de los centros urbanos.
Capítulo 3: El Comité Militar Revolucionario
En este capítulo, Reed describe el papel del Comité Militar Revolucionario
(CMR) en la Revolución de Octubre. El CMR era un grupo de bolcheviques
que se habían infiltrado en el ejército y la policía.
El CMR fue el encargado de organizar la toma del poder por los
bolcheviques. El 24 de octubre, el CMR emitió un decreto que ordenaba la
disolución del gobierno provisional y la transferencia del poder a los
soviets.
Capítulo 4: El Palacio de Invierno
En este capítulo, Reed narra la toma del Palacio de Invierno, sede del
gobierno provisional. La toma tuvo lugar el 25 de octubre de 1917.
Los bolcheviques, apoyados por las milicias obreras y campesinas,
rodearon el Palacio de Invierno y exigieron la rendición del gobierno
provisional. El gobierno provisional se negó a rendirse y se produjo un
breve enfrentamiento armado. Finalmente, el gobierno provisional se rindió
y huyó del Palacio de Invierno.
Capítulo 5: El Comité Ejecutivo Central
En este capítulo, Reed describe la reunión del Comité Ejecutivo Central de
los Soviets (CEC) que tuvo lugar el 25 de octubre de 1917.
El CEC era el órgano supremo de los soviets. En la reunión del 25 de
octubre, el CEC aprobó el decreto del CMR que ordenaba la disolución del
gobierno provisional y la transferencia del poder a los soviets.
Capítulo 6: La segunda sesión del Segundo Congreso de los Soviets
En este capítulo, Reed narra la segunda sesión del Segundo Congreso de
los Soviets que tuvo lugar el 26 de octubre de 1917.
En la segunda sesión del congreso, los bolcheviques lograron una mayoría.
El congreso aprobó el decreto del CMR que ordenaba la disolución del
gobierno provisional y la transferencia del poder a los soviets.
Capítulo 7: Los primeros días del gobierno bolchevique
En este capítulo, Reed describe los primeros días del gobierno bolchevique.
El gobierno bolchevique decretó la paz con Alemania y se propuso llevar a
cabo las reformas radicales que había prometido.
El gobierno bolchevique se enfrentó a una fuerte oposición, tanto interna
como externa. Los opositores al gobierno bolchevique intentaron derrocarlo
en una serie de revueltas y levantamientos.
Capítulo 8: La conclusión
En este capítulo, Reed concluye su relato de la Revolución de Octubre.
Reed señala que la revolución fue un acontecimiento histórico que cambió
el curso de la historia mundial.
Reed también señala que la revolución fue un proceso complejo y lleno de
contradicciones. La revolución no fue un triunfo fácil para los
bolcheviques, sino que se enfrentó a una fuerte oposición.
Conclusiones
"10 días que estremecieron al mundo" es una crónica periodística del
periodista estadounidense John Reed que relata los acontecimientos de la
Revolución Rusa de octubre de 1917. El libro, publicado en 1919, es
considerado una obra maestra de la literatura periodística y una fuente
fundamental para el estudio de la revolución.
El libro ofrece un relato vívido y detallado de uno de los acontecimientos
más importantes de la historia moderna. El libro es una lectura
apasionante que sigue siendo relevante hoy en día.

"LA REVOLUCIÓN RUSA DE 1917" DEL AUTOR TROTSKY


La revolución rusa de 1917 es un libro del revolucionario ruso León
Trotsky, publicado en 1930. El libro narra los acontecimientos de la
Revolución Rusa de 1917, desde la Revolución de Febrero hasta la toma
del poder por los bolcheviques en octubre.
El libro se divide en seis partes, que se corresponden con las diferentes
fases de la revolución:
Parte I: La Revolución de Febrero
En esta parte, Trotsky describe la Revolución de Febrero, que derrocó al
zar Nicolás II. Trotsky analiza las causas de la revolución, que incluían la
guerra mundial, la crisis económica y la agitación social.
Trotsky destaca la importancia de la guerra mundial en el estallido de la
revolución. La guerra había provocado una grave escasez de alimentos y
una crisis económica, que habían exacerbado las tensiones sociales.
Trotsky también señala el papel de los soviets, que habían surgido como
órganos de poder popular durante la guerra.
Parte II: La crisis del gobierno provisional
En esta parte, Trotsky analiza la crisis del gobierno provisional, que se
formó tras la Revolución de Febrero. Trotsky señala que el gobierno
provisional era un gobierno débil y dividido, que no pudo satisfacer las
demandas del pueblo.
Trotsky analiza las debilidades del gobierno provisional, que incluía su
falta de apoyo popular, su incapacidad para resolver los problemas
económicos y su rechazo a las reformas radicales. Trotsky también señala
la creciente popularidad de los bolcheviques, que ofrecían un programa
radical que podía satisfacer las demandas del pueblo.
Parte III: El ascenso de los bolcheviques
En esta parte, Trotsky analiza el ascenso de los bolcheviques, que se
convirtieron en el partido político más importante de Rusia. Trotsky señala
que los bolcheviques eran el único partido que ofrecía un programa radical
que podía satisfacer las demandas del pueblo.
Trotsky analiza el programa de los bolcheviques, que incluía la paz con
Alemania, la reforma agraria y la socialización de la economía. Trotsky
señala que este programa era atractivo para el pueblo ruso, que estaba
cansado de la guerra, la miseria y la opresión.
Parte IV: La toma del poder
En esta parte, Trotsky narra la toma del poder por los bolcheviques en
octubre. Trotsky describe los acontecimientos que llevaron al asalto al
Palacio de Invierno, la sede del gobierno provisional.
Trotsky describe la toma del poder por los bolcheviques, que se llevó a
cabo en dos fases. En la primera fase, los bolcheviques tomaron el control
de la mayoría de las ciudades rusas. En la segunda fase, los bolcheviques
asaltaron el Palacio de Invierno, la sede del gobierno provisional.
Parte V: La guerra civil
En esta parte, Trotsky analiza la guerra civil rusa, que enfrentó a los
bolcheviques contra los ejércitos blancos. Trotsky señala que la guerra civil
fue una prueba crucial para el gobierno bolchevique, que logró salir
victorioso.
Trotsky analiza la guerra civil rusa, que enfrentó a los bolcheviques contra
los ejércitos blancos. Trotsky señala que la guerra civil fue una prueba
crucial para el gobierno bolchevique, que logró salir victorioso gracias al
apoyo del pueblo ruso y a la ayuda de la República Soviética de Alemania.
Parte VI: La construcción del socialismo
En esta parte, Trotsky analiza los primeros años del gobierno bolchevique,
que se dedicó a la construcción del socialismo. Trotsky señala que los
bolcheviques tuvieron que enfrentar numerosos desafíos, como la guerra
civil, la escasez de alimentos y la oposición de las clases dominantes.
Trotsky analiza los primeros años del gobierno bolchevique, que se
dedicaron a la construcción del socialismo. Trotsky señala que los
bolcheviques tuvieron que enfrentar numerosos desafíos, como la guerra
civil, la escasez de alimentos y la oposición de las clases dominantes. Sin
embargo, Trotsky también señala los logros del gobierno bolchevique,
como la paz con Alemania, la reforma agraria y la socialización de la
economía.
Conclusión
La revolución rusa de 1917 es un libro fundamental para el estudio de la
Revolución Rusa. El libro ofrece un relato detallado y análisis perspicaz de
uno de los acontecimientos más importantes de la historia moderna.
BIBLIOGRAFIA
Libro10 días que estremecieron al mundo de autor John Read
Libro "la revolución rusa de 1917" del Autor Trotsky
1.” Historia de la Revolución Rusa” – Leon Trotsky
2. “La Revolución Traicionada” – Leon Trotsky
3.”1984” – George Orwell
Libro de Hobsbawn, Eric, Historia del Siglo XX

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