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26 de octubre de 2011

KNOWLTON ROBERTS II (A)

De nuevo se encontraba solo y a sus anchas en la oficina, tal como le gustaba al Dr.
Knowlton Roberts II. Roberts era bioquímico y poseía toda la curiosidad natural que generalmente
se asocia a un científico; hacía tres años se había incorporado a una empresa biofarmacéutica,
BioFind Laboratories R&D, motivado por el deseo de realizar una contribución significativa en la
lucha contra las enfermedades. Roberts creía que la frontera relativamente joven de la
biotecnología era el lugar donde los sueños se podían convertir en realidad. Recordó las palabras
que su jefe, el Dr. Jeffrey Kim, le había dicho tras ser contratado: “Si eres una persona productiva,
en este lugar encontrarás todas las oportunidades con las que hayas soñado”.

Y desde luego que había resultado productivo. Al repetir una prueba de elementos básicos
con un nuevo compuesto potencial, que se estaba desarrollando como un antagonista de receptores
pero que había fallado en las pruebas de afinidad, Roberts había encontrado sin querer algo
distinto. El compuesto se parecía bastante al sustrato natural de la enzima limitante de la velocidad
que intervenía en la biosíntesis de la molécula en cuestión y podría actuar como inhibidor. Roberts
se dejó llevar por el presentimiento y tuvo la impresión de haber ganado el primer premio. Kim no
podía estar más contento y no tardó en nombrar a Roberts director del proyecto encargado de la
supervisión del desarrollo del compuesto. Roberts no se podía creer la suerte que había tenido. Le
parecía casi milagroso el descubrimiento del compuesto, la asignación de un nuevo proyecto y el
nombramiento como su director. En ese momento fue cuando apareció Tim Rankle.

El encuentro con Tim Rankle

Roberts recordaba con claridad la primera vez que vio al Dr. Tim Rankle. Siguiendo su
costumbre, Roberts era la última persona trabajando en el laboratorio, a excepción quizá de Kim,
que solía aparecer de vez en cuando para charlar. Roberts apreciaba aquellos momentos a solas
con Kim, por lo que, al escuchar ruidos en la puerta situada a su espalda, sonrió. Se giró con la
silla, pero no era Kim. En su lugar, vio a un extraño. Con un aspecto algo raro, el “extraño” llevaba
unas gafas pequeñas con montura de alambre, totalmente anticuadas, una camisa arrugada, un

Este caso ha sido preparado por Gerry Yemen, investigador sénior, y Lynn A. Isabella, profesor agregado de Dirección
de Empresas, y se basa en un caso originalmente escrito por los profesores Alex Bavelas, A. H. Rubinstein y H. A.
Shepard de la MIT Sloan School of Management. Se ha elaborado como un documento de base para la discusión en
clase y no para ilustrar el grado de eficacia en la gestión de una situación administrativa. Copyright  2011 de la
University of Virginia Darden School Foundation, Charlottesville, VA. Reservados todos los derechos. Para solicitar
copias, envíe un correo electrónico a sales@dardenbusinesspublishing.com. No se permite reproducir, almacenar en
un sistema de recuperación, utilizar en una hoja de cálculo ni transmitir de ninguna forma o medio (electrónico,
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pantalón al que le sobraba por lo menos una talla y unas deportivas que se habían puesto de moda
hacía veinte años. Roberts se preguntaba quién era aquel tipo y qué estaba haciendo allí.

“Me llamo Tim Rankle”, dijo el extraño extendiendo la mano. “Usted debe ser Knowlton
Roberts”. Continuó diciendo que Kim le había descrito el trabajo que Roberts desarrollaba y que
estaba interesado en que se lo explicara más a fondo. Sin esperar a ser invitado, Rankle se sentó
enfrente y empezó a formular preguntas.

Sin ser capaz de adivinar si el tipo era un científico, un cliente, un cliente potencial o
simplemente un visitante, Roberts sonrió y empezó a describir su proyecto. “Actualmente estamos
desarrollando un nuevo compuesto que creemos que puede ser viable, pero todavía se encuentra
en la fase de pruebas”, explicó Roberts. “Le puedo mostrar la ‘placa de Petri’, por así decirlo”. En
lugar de responder, Rankle se inclinó hacia la mesa, seleccionó algunos gráficos de pruebas del
proyecto y empezó a examinarlos.

“Parecen representaciones de una superficie de Jennings”, comentó con una extraña sonrisa
enseñando los dientes. “Algo a lo que me he dedicado durante algún tiempo, como probablemente
usted bien sabe”. Roberts no tenía idea de lo que el hombre estaba hablando y empezaba a sentirse
incómodo. Quizá podría evitar la conversación invitándole a conocer el laboratorio.
Aparentemente satisfecho, Rankle se fue después de la visita y Roberts regresó a la oficina.
Desconcertado por la inesperada visita, Roberts se dio cuenta de que, por alguna razón, no podía
quitarse al extraño de la cabeza. Camino de la salida, pasó por el despacho de Kim para quedarse
más tranquilo. La puerta del despacho de Kim estaba cerrada. ¿Era posible que se hubiera
marchado con Rankle?

La presentación formal

A la mañana siguiente, camino del laboratorio, Roberts pasó por el despacho de Kim.
Afortunadamente, Kim se encontraba dentro. Antes de que Roberts pudiera decir nada, Kim se le
adelantó: “Me alegro de verte. Quiero hablarte de Rankle”. Cuando Kim le preguntó qué pensaba
de Rankle, prefirió no arriesgarse y contestar algo obvio: parecía un hombre inteligente y disponía
de las credenciales de un científico competente.

“Perfecto”, contestó Kim, “porque creo que Rankle se debería incorporar a tu equipo. Tim
ha manifestado su interés en tu proyecto y, si no hay ningún problema, podría formar parte de tu
equipo”. Al parecer, Kim había decidido contratar a Rankle. “Mientras le buscamos un sitio
adecuado, he pensado que podrías enseñarle los aspectos básicos para que se vaya familiarizando
con lo que hacemos”, sugirió Kim.

Roberts respondió rápidamente: “Siempre es útil contar con una mente brillante y me
halaga que desee integrarse en mi equipo”.

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Mientras se dirigía a su despacho, notó que se le formaba un nudo en la boca del estómago.
Roberts no era tonto. ¿Qué daño podía ocasionar la presencia de un científico prominente en su
equipo? Lo cierto es que podría ser útil. Si eres una persona productiva, en este lugar encontrarás
todas las oportunidades con las que hayas soñado. De repente, las palabras pronunciadas por Kim
cuando le contrató, y que repitió cuando le promocionó, adquirieron un nuevo sentido.

El trabajo con Rankle

Rankle no se presentó a trabajar por la mañana, sino por la tarde. Le explicó que Kim le
había invitado a un “almuerzo demasiado largo” y que habían hablado de su función en el equipo
de Roberts. “Exactamente”, Roberts respondió antes de que Rankle pudiera añadir nada más.
“Ayer, Kim y yo mantuvimos una reunión y acordamos que deberías, en primer lugar,
familiarizarte con los aspectos básicos del laboratorio”.

Con una mirada que parecía ocultar algo, Rankle esbozó una de sus extrañas sonrisas y
respondió: “Nada me gustaría más”.

Tratando de proyectar tanta profesionalidad como le era posible, Roberts comenzó


presentando a Rankle al resto de los miembros del laboratorio. A continuación, Rankle y Alvin
Purvis, uno de los diseñadores de modelos matemáticos, iniciaron una intensa discusión que duró
el resto de la tarde sobre los problemas del análisis de modelos de Purvis. Rankle le transmitía a
Roberts la impresión de que disponía de recursos y que podría solucionar todos los problemas si
se le diera la oportunidad. Roberts esperaba con impaciencia el momento en que el laboratorio se
quedase vacío, al final de la jornada, para poder reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo.

Como podía haberse imaginado, Rankle no se encontraba entre los miembros del equipo
que dejaba de trabajar a las cinco de la tarde. Por el contrario, con la espalda recta en el asiento y
sin perder de vista a Rankle, Roberts se sentía cada vez más molesto por la pérdida de su tiempo
“a solas”. Alcanzaba a ver que Rankle disponía de todos los informes de progreso del proyecto y
parecía estudiarlos detenidamente. Roberts tuvo que contenerse para no decirle que había llegado
la hora de irse a casa.

En su condición de recién contratado, debería haber sido el primero en salir del trabajo.
¿Qué había en los informes que atraía de ese modo la atención de Rankle? ¿No sabía que Roberts
y su equipo ya habían analizado los resultados de una manera completa y exhaustiva? No había
nada que se les hubiera pasado por alto, nada nuevo que detectar. ¿O había algo? Roberts se quedó
atascado en este pensamiento.

Finalmente se rindió y se dispuso a salir. Como si se tratase de una señal, Rankle cerró los
informes con rapidez, metió algunos en la mochila para revisarlos en casa y preguntó a Roberts si
le importaba que salieran juntos. “¿Te ha servido el material para hacerte una idea de nuestro
trabajo hasta el momento?”, le preguntó Roberts. Para su sorpresa, Rankle elogió los informes y
el trabajo del laboratorio. Su entonación y sus palabras dieron un giro instantáneo a la perspectiva

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de Roberts, que se sintió profundamente aliviado y se despidió alegremente del nuevo miembro
del equipo.

Tras la reflexión de la tarde

El trayecto de vuelta a casa se le hizo a Roberts más corto que de costumbre pensando en
la incorporación de Rankle al equipo. Tal vez, pudiera aportarles conocimientos de los que carecían
actualmente. Después de todo, Roberts no era ningún experto en modelos matemáticos y había
dado por hecho que Purvis seguía el camino correcto. Extrañamente contento, empezó a considerar
que si Purvis tuviera algún problema ¡Rankle no tendría inconveniente en desplegar sus
conocimientos y encaminarle al instante por el camino correcto!

Esa noche, Roberts conversó con Helen, su mujer, sobre los acontecimientos del día.
“¡Entró en la oficina y se puso de inmediato a analizar mi proyecto! Tuve la sensación de que
estaba buscando posibles errores. Me extraña que pueda detectar alguno con esas gafas que lleva,
que apenas son más grandes que sus ojos y la mayor parte es montura”.

Helen sonrió y comentó: “Vaya, otra vez con las gafas… ¿por qué no te compras unas?”.

Con más vehemencia de lo que pretendía, Roberts respondió: “No me preocupan sus gafas,
ni las mías, para el caso. Sé que es inteligente, pero me preocupa que tenga un ego tan grande
como el río Mississippi, lo que sería bastante problemático para el trabajo en equipo que
necesitamos para sacar adelante este proyecto. ¡Todo el mundo tiene una función y no hay sitio
para las estrellas!”.

Ya entrada la noche, Roberts se despertó por el sonido del timbre del teléfono. Sorprendido
y molesto, alargó la mano hacia el teléfono, dándose cuenta de que el reloj marcaba las dos de la
madrugada. ¡Era Rankle! Antes de que Roberts pudiera decir ni hola, Rankle se lanzó a explicar
la manera en que había resuelto el problema de los modelos de Purvis. Mientras Rankle hablaba
tan entusiasmado como si hubiera descubierto el electrón, la mujer de Roberts le preguntó quién
llamaba. “¿Quién crees que puede llamar después de las doce de la noche? ¡Einstein!”.

A medida que escuchaba la descripción de Rankle acerca de su inesperado descubrimiento,


Roberts se preguntaba: ¿Estaba soñando o Rankle estaba cuestionando en serio las conclusiones
del equipo y sugería una ruta alternativa? ¿No era su propio descubrimiento tan sólido como había
previsto? Finalmente, la llamada finalizó y Roberts se sentó en el borde de la cama dando vueltas
a la conversación durante un buen rato.

“¿Qué era lo que quería Einstein llamando a esas horas?”, le preguntó Helen mientras
desayunaban a la mañana siguiente.

Pasándose una mano por el cabello, Roberts respondió entre dientes: “Forma parte de mi
trabajo sacar lo mejor de mi equipo, de todos los miembros, y voy a intentar trabajar con él”.

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Esa misma mañana, tras repasar su agenda, Roberts propuso a Purvis y Rankle que
mantuvieran una reunión para analizar las cuestiones e ideas que Rankle había planteado. Tuvo la
impresión de que Rankle no se podía sentir más satisfecho consigo mismo. Finalmente, acordaron
que Rankle seguiría analizando las notas del proyecto con el fin de detectar otras discrepancias.
Rankle se encerró en un despacho al fondo del laboratorio para estudiar y examinar detenidamente
los trabajos y las conclusiones del grupo.

En un primer momento, Roberts trató de considerar positivamente las discrepancias de


Rankle, pero cada vez se le hacía más difícil. Su descubrimiento y el trabajo de su equipo sobre el
inhibidor metabólico representaban un gran logro para Roberts. La sugerencia de Rankle de que
existían lagunas en el trabajo empezaba a preocuparle. ¿Qué ocurriría si fuera capaz de demostrar
que el compuesto no funcionaba como un inhibidor? De repente, la frase preferida de Kim sobre
“la persona productiva” resonaba en sus oídos.

La reunión del grupo

Al final de la semana llegó el momento de la reunión del grupo que, en general, era la parte
práctica del liderazgo que a Roberts más le gustaba. Cuando fue nombrado director del proyecto,
Roberts estableció la rutina de mantener una reunión todos los viernes por la mañana. Se
consideraba obligatoria para todo el personal, desde los ratones de laboratorio (un término
afectuoso que utilizaba para describirse a sí mismo y al resto de los científicos) a los empleados
administrativos. Su razonamiento se basaba en el deseo de mantener la unión entre los integrantes
del grupo y de que pudieran aprovechar el intercambio de ideas mutuas, además de invitar a las
personas que tenían una visión diferente a que interviniesen en la investigación que el equipo
realizaba. Las hipótesis que los científicos asumían en ocasiones como un hecho se cuestionaban
cuando los empleados no científicos solicitaban aclaraciones o explicaciones adicionales. Más de
una vez, Roberts había tenido que realizar la reevaluación minuciosa de una idea o práctica porque
alguien había preguntado acerca de la manera exacta en que funcionaba.

Había otra razón principal para la reunión del grupo que Roberts no estaba dispuesto a
compartir con nadie: una de las maneras en que se sentía más seguro como líder del proyecto
consistía en que cada científico explicase al grupo su razonamiento, de manera que se propusiesen
reajustes y se modificasen procesos sin que Roberts tuviera que intervenir personalmente y, quizá,
cometer algún error. Por no mencionar el hecho de que se podían producir algunos desvaríos que
se justificarían como “aprendizaje en grupo”.

En la reunión de aquel viernes, Roberts observó que Rankle se sentaba junto a Purvis (era
evidente que seguían hablando del problema de los modelos) y, a su lado, se encontraban Simon
King y Martha Sander, asistentes de investigación. En el otro lado de la mesa se sentaban Sarah
Davenport, Frank Xue y Newt Prusac, investigadores de laboratorio, y Joy Bender y Ken Lucy,
empleados de administración. Todo el mundo parecía estar esperando a que Purvis y Rankle se
callasen para que Roberts pudiera hablar.

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Para empezar, Roberts se sorprendió invitando al grupo a reabrir un debate sobre un


problema que ya habían discutido sin éxito unas semanas antes. Tan pronto como terminó de
hablar, Davenport expresó su inconformidad por tener que discutirlo de nuevo: “¡Vaya pérdida de
tiempo!”. Volvió a exponer su conclusión anterior: que su laboratorio no tenía la capacidad de
abordar el problema.

Sin dejar que Davenport acabara, Rankle intervino en el debate. “¡Necesito los datos
exactos!”, solicitó impaciente mientras caminaba hacia la pizarra. “¿Cómo empezó todo?”.

A medida que los miembros del equipo facilitaban los pormenores, Rankle anotaba cada
razón con el fin de finalizar la exposición con una lista. No cabía duda de que Rankle trataba de
explorar el problema con o sin ellos, por lo que cada colaborador expuso la manera en que había
llegado a su conclusión anterior. A continuación, Rankle resumió magistralmente sus propias
reflexiones y las presentó de una manera tan lógica y convincente que consiguió que desapareciese
la resistencia del grupo a abordar el problema.

Mientras Roberts escuchaba atentamente, no podía evitar sentirse impresionado por una
persona que era capaz de articular sus pensamientos de una manera tan coherente en tan solo unos
segundos. Sin embargo, se le ocurrió que Rankle podía haber desarrollado su argumento la noche
anterior, algo que era completamente imposible pero que no quería descartar.

Rankle continuó con su monólogo, cuestionando cómo un equipo de personas brillantes se


podía permitir abandonar una idea y determinar que era un problema insoluble. Concluyó con un
ataque a los equipos y los síntomas del pensamiento en grupo, en lugar de tratar de alcanzar un
consenso razonado. “Pensar de esta manera únicamente conduce a la mediocridad”, aseguró.
“Dedicaré un tiempo a estudiar este problema, porque estoy seguro de que se puede abordar”.

Roberts advirtió que Purvis se había mantenido todo el tiempo con la cabeza baja,
mirándose las manos, mientras Davenport y Xue se lanzaban miradas a medida que Rankle
discrepaba con sus conclusiones anteriores. Se suponía que las reuniones fomentaban el
intercambio de ideas pero, ¿estaba Rankle haciendo algo más que compartir ideas? Roberts decidió
que había llegado el momento de finalizar la reunión, por lo que hizo un resumen en torno al valor
de las reuniones de grupo, utilizando como prueba la “reevaluación” realizada de un problema que
se había considerado anteriormente insoluble. Sin embargo, Rankle no se quedó callado. Se
aseguró de que todo el mundo supiera que consideraba que aquel tipo de reuniones servía más para
recabar información o intercambiar los progresos realizados que para generar avances científicos
creativos.

“Los avances en biotecnología se producen cuando lo primero en que piensas al levantarte


y lo último que tienes en la mente antes de quedarte dormido es el problema”, afirmó Rankle. “Uno
tiene que comer, dormir y beber en torno a un problema, dejar que consuma toda su vida para
lograr el éxito, en lugar de depender de los grupos”. Daba la impresión de que Rankle no entendía
verdaderamente el concepto de equipo.

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“Gracias por exponer estos puntos. El esfuerzo individual es, con frecuencia, la semilla de
los avances”, apuntó Roberts. “Sin embargo, las reuniones de grupo son herramientas importantes
para desarrollar coherencia y poner al día con rapidez a los miembros menos informados sobre los
análisis y los problemas”. A continuación, se levantó, agradeció su presencia a todos los asistentes
y abandonó la sala.

El trabajo continuado con Rankle

Al margen de la opinión de Rankle, Roberts continuó manteniendo las reuniones semanales


del proyecto. No obstante, en lugar de mantenerse al margen o no acudir a las reuniones que
consideraba de tan poca importancia, daba la impresión de que Rankle disfrutaba en las reuniones
de los viernes y, de hecho, aportaba un cambio de ritmo. Rankle indagaba en los hechos y
supuestos, demostrando que era más rápido que nadie en organizar las cuestiones para detectar
posibles errores o problemas. Roberts, por otro lado, tenía la impresión creciente de que Rankle
había asumido el liderazgo del grupo. Parecía más inteligente, mejor preparado y, sin duda, más
capaz. Sin embargo, cada semana eran menos los miembros del equipo que acudían regularmente
a la reunión.

Cuando Roberts se reunió con Kim y se mencionó el nombre de Rankle, Roberts


únicamente expresó elogios hacia su persona. Había captado que Kim y otras personas en la
dirección consideraban a Rankle una persona brillante y con contactos en la industria de la
biotecnología, por lo que se abstuvo de expresar lo que opinaba de él. Además, en un par de
ocasiones, Kim le había preguntado si consideraba que Davenport y Xue habían agotado su
contribución al proyecto. Dado que Kim no había mencionado a Purvis, Roberts pensó que Rankle
no había hablado bien de Davenport y Xue.

Roberts estaba cada vez más convencido de que Rankle había creado una fisura en el
equipo del proyecto, lo que en su opinión representaba un inconveniente mayor que cualquier
beneficio que el equipo hubiera ganado con la genialidad de Rankle. Con el fin de asegurarse de
que no estaba proyectando su propio rechazo de Rankle en otras personas, Roberts habló de forma
privada con Xue y Davenport, que le transmitieron sus quejas por lo que describían como grosería
y acusaciones de ignorancia de datos, por lo que se mantenían en silencio cuando se debatía la
mayoría de los problemas. “Ni siquiera sé de lo que habla la mitad del tiempo”, dijo Xue. “Y no
me atrevo a preguntarle por la información básica para poder entenderle”.

La reunión con los promotores

Aproximadamente seis meses después de la incorporación de Rankle, Roberts se estaba


preparando para la reunión que mantendría con los directivos de BioFind Laboratories y los
promotores de las investigaciones. Estas reuniones solían ser muy sencillas, limitándose a
presentar la investigación propia y estrechar algunas manos, para volver a los asuntos del
laboratorio. Asistían todos los líderes de equipos de proyectos, pero en general no asistían los

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integrantes, si bien unas horas más tarde se invitaba a todos los equipos a una reunión menos
formal con las mismas personas.

En esta ocasión, Roberts se enfrentaba a un problema importante. ¿Cómo iba a presentar


el progreso de su grupo y responder a las preguntas difíciles cuando no disponía de unos
conocimientos tan sólidos del compuesto como los de Rankle? Si ignoraba mencionar la nueva
orientación en el trabajo desde la incorporación de Rankle, perdería una oportunidad de presentar
el trabajo de su equipo. Decidió consultar a Kim su dilema:

“Tengo un pequeño problema con la reunión de los promotores. Si bien Rankle no


se encuentra en el nivel directivo, creo que sería complicado excluirle de la reunión.
Después de todo, su interés, su comprensión y su contribución en el trabajo han
sido considerables y le agradaría asistir. Sin embargo, podría causar resentimiento
entre los demás miembros del equipo que se verían excluidos”.

Sin pensárselo dos veces, Kim respondió que la preocupación sobre el resto de los miembros del
equipo era una tontería y que Rankle debería asistir. “Estoy de acuerdo y, además, debería
presentar el trabajo como un reconocimiento y una recompensa por su gran contribución”, fueron
las palabras exactas que pronunció Roberts.

No le sorprendió en absoluto que la presentación de Rankle fuera informativa, vanguardista


e interesante tanto para los promotores como para los directivos. Durante el cóctel, todos los
asistentes, incluido Kim, le rodearon para plantearle preguntas sobre sus conclusiones, a las que
Rankle respondía y se extendía con facilidad. En lugar de abandonar la sala disimuladamente o
iniciar una conversación propia, Roberts se unió al círculo e incluso realizó comentarios sobre la
genialidad de las ideas expuestas por Rankle.

Tras la reunión de los promotores

Tres semanas no habían sido tiempo suficiente como para que Roberts superase la
incómoda posición en la que se había visto en la reunión de los promotores. Sin embargo, cuando
una cazatalentos le dejó un mensaje solicitando que Roberts le devolviese la llamada, no tardó en
hacerlo. Otro laboratorio situado relativamente cerca de BioFind había sido adquirido por una gran
empresa farmacéutica y estaba buscando bioquímicos. Sin apenas esfuerzo, podría pasar a ocupar
un puesto de dirección equivalente o incluso ligeramente superior con un salario mayor. Sin
consultar a nadie en BioFind, Roberts decidió conocer mejor las condiciones de la oferta.

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