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"Lo de Podemos fue una de las experiencias más

frustrantes de mi vida profesional"


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entrevista al autor del libro 'econofakes'

A diferencia de la física o la química, Juan Torres argumenta que


la economía no ha sido capaz de descubrir una sola ley que se dé
en la actividad económica de forma irrefutable

Juan Torres.

Pide en su libro Juan Torres, catedrático de Economía Aplicada, algo que dice que los
economistas no suelen tener: modestia. “Si los economistas pudieran lograr que se los
considerara personas humildes y competentes, al mismo nivel que los dentistas, sería
espléndido”. La cita es de Keynes y Torres la incluye al final de su 'Econofakes'
(Deusto, 2021) como corolario de la crítica a la disciplina que lleva casi 40 años
enseñando. E insiste: “La economía no es una ciencia y está plagada de falsedades que se
presentan como leyes y no lo son”.

A diferencia de la física o la química, que descubren y formulan leyes impepinables, como


la de la gravedad o la termodinámica, Torres argumenta que la economía no ha sido
capaz de descubrir una sola ley que se dé en la actividad económica de forma
irrefutable. Reivindica los matices. El catedrático de la Universidad de Sevilla crítica en
su libro 10 postulados que, pese a presentarse en algunos manuales universitarios y no
pocos artículos revestidos con un rigor científico indiscutible, "chocan frontalmente
con la realidad".

Afirma, por ejemplo, que es mentira que bajar los impuestos beneficie a todos o que
el sistema público de pensiones no sea viable. Hace cuatro años ya incluyó estas ideas en
'Economía para no dejarse engañar por los economistas' (Deusto), pero al ser aquel un
libro de más de 400 páginas, pensó que “era necesario algo más fácil de leer” y lo ha

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dejado en la mitad.

Juan Torres dice que huye de las etiquetas, pero no oculta que es un
economista de izquierdas. No se considera una persona de
partido, sino un catedrático independiente. En 2014, participó en el
borrador del programa económico de Podemos, que presentó junto
a Pablo Iglesias, episodio del que no tiene inconveniente en afirmar
que guarda muy mal recuerdo. En esta entrevista explica por qué.

PREGUNTA. Ha escrito un libro contra eso que llama “la economía


dominante de nuestro tiempo”, y con ello se refiere a los postulados
liberales. Sin embargo, muchos economistas liberales suelen defender a su
vez que la ideología dominante es la socialdemocracia y reivindican que son
ellos los que van contracorriente de eso que llaman 'pensamiento único'.
¿Por qué está convencido de que la economía dominante esconde las tesis
liberales?

RESPUESTA. Se ha impuesto un ‘remake’ del liberalismo del siglo XIX más o menos
actualizado con unas ideas que parece que resuelven cualquier problema, como bajar
impuestos o privatizar como respuesta para todo. Es la idea de que el Estado es malo, que
mejor que el Estado no gaste. Y lo que se está logrando con esto es lo contrario de lo que
se promete. Es obvio que frenar la inversión pública es una barbaridad, las empresas
también la necesitan. Fomentar un capitalismo rentista es despilfarrador e inútil y tiene el
poder de corromper.

El liberalismo "es una ideología que solo sirve para justificar lo que interesa justificar, que
es la concentración del poder y el capital"

En realidad, el liberalismo en el sentido doctrinal no se ha aplicado en ningún lugar del


mundo. Es una ideología que solo sirve para justificar lo que interesa justificar, que es la
concentración del poder y el capital en pocas manos. No vale decir que los mercados
tienen que ser flexibles, pero luego no promover la competencia, ni el gasto público
productivo, ni promover un paso atrás del Estado. Los gobiernos de los políticos que se
consideran más liberales luego acaban siendo profundamente intervencionistas. El
liberalismo es imposible que pueda funcionar porque se basa en una idea de mercados de
competencia perfecta.

Si mañana gobernaran los más ultraliberales que hay en España, no podrían llevar a la
práctica lo que proponen. Esa destrucción del Estado que proponen levantaría a las
empresas en armas, porque no va a haber beneficio privado sin colaboración e inversión
pública. Hacen formulaciones ideológicas que no son ciertas ni se pueden aplicar en la
vida real.

P. ¿No son las tesis del socialismo y el comunismo igualmente inaplicables?

R. No me gusta hablar de etiquetas, sino de propuestas concretas. Marx decía: "De cada
cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". Como formulación
abstracta, nos llevaría a un debate metafísico. La etiqueta ideológica me parece lo de

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menos. Tendríamos más fácil llegar a un acuerdo si hablamos de propuestas. Afirmar que
para crear empleo hay que bajar los salarios es una falsedad. La misma falsedad es
decir que subir los salarios crea empleo.

En los últimos años me ha preocupado mucho la deriva ideológica de la economía,


que en las últimas décadas se ha reforzado. Hay muchas afirmaciones sin fundamento
empírico en el momento en que más necesitada está la sociedad de soluciones prácticas.
Llevamos décadas en las que se comprueba que hay mandamientos de la política
económica que cuando llegan los problemas no los resuelven. La experiencia demuestra
que cuando hay un empecinamiento en la visión ideológica de la economía se agravan los
problemas.

P. En su libro, empieza hablando de la posverdad y las noticias falsas. ¿Hay


mentiras en los manuales de economía que se enseñan en las facultades?

R. Muchas. Hay afirmaciones en los manuales de Samuelson y de Mankiw, algunos de los


más vendidos en todo el mundo, que son falsas. En esos manuales se explica, por ejemplo,
que el precio se obtiene agregando las ofertas y demandas individuales. Eso es
matemáticamente imposible y hace 50 años que se demostró.

P. ¿La ley de la oferta y la demanda es falsa?

R. Es falso que sea una ley. En los manuales se hace la típica tijera de oferta y demanda y
está demostrado matemáticamente que en el mundo real no funciona. Una ley ha de
establecer una verdad universal que se cumple en todo momento. Y las ‘leyes’ de la oferta
y la demanda se cumplen si, y solo si, se mantiene constante cualquier otro factor de los
que inevitablemente influyen en la oferta y la demanda de bienes y servicios (costes de las
empresas, renta de los consumidores, precios de otros bienes…).

Y eso es algo que es imposible que ocurra en la realidad, salvo en algún caso
excepcional y milagroso. Esa curva perfecta de oferta y demanda que aparece en los
manuales no se da en el mundo real porque no se dan las situaciones de
interdependencia.

P. Dice en su libro que la banca cuenta muchas mentiras en los informes que
cala a la opinión pública. ¿Cuáles son esas mentiras?

R. La banca ha estado financiando informes que han fallado constantemente en sus


predicciones. En una empresa dejaría de contratar ingenieros a los que se le caen los
puentes, pero a los economistas que fallan en sus predicciones se les sigue contratando
para que sigan prediciendo el supuesto colapso del sistema público de pensiones. ¿Por
qué? Porque los bancos están interesados en que la gente suscriba planes de ahorro
privado en los bancos.

P. ¿Cree entonces que el sistema público de pensiones sí es viable tal y como


está diseñado?

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R. Digo que es una mentira afirmar que el envejecimiento de la población produce la
insostenibilidad de las pensiones. Quien diga eso está mintiendo. La sostenibilidad del
sistema público de pensiones basado en el reparto depende de otros factores adicionales
como la productividad, el volumen de empleo, la masa salarial, las decisiones políticas…
Otra cosa es que se pueda discutir qué tendría que ocurrir para que se pueda financiar
un sistema público de pensiones.

"Sabemos lo que no hay que hacer: seguir concentrando el 92% de ingresos en el 1% de la


población más rica"

Ninguna predicción de población acierta ni siquiera a cinco años vista. No sabemos ni la


población que va a haber ni mucho menos el PIB en 2040 tal y como está cambiando el
mundo. Así que no me digan que saben lo que va a pasar justo en el caso de las pensiones.
Los investigadores no somos capaces de hacer predicciones económicas acertadas. Lo que
sí sabemos es que si dentro de unos años, si no se dan determinadas condiciones, no
podremos financiar ni las pensiones ni el resto de servicios públicos. O puede también
que tengamos una mayor innovación y productividad gracias a los robots que permitan
multiplicar el PIB.

P. ¿Entonces como no se puede predecir lo que va a pasar hay que esperar a


ver qué pasa con las pensiones? ¿No es eso lo que dice que espera el
liberalismo del mercado, que lo arregle todo?

R. Sabemos lo que no hay que hacer: seguir concentrando el 92% de ingresos en el 1% de


la población más rica. Para que en el futuro haya posibilidad de que se mantenga el
sistema público de pensiones necesitamos inversión pública, necesitamos políticas que
incrementen la innovación, generen empleo y generen incentivo para que se genere
riqueza…

P. Dice que hay mentiras en los manuales de economía, en los medios, en los
informes de los bancos… ¿Y en los programas electorales no hay muchas
mentiras? ¿No es prometer cosas imposibles de cumplir otra forma de
mentir a los ciudadanos?

R. La mentira es no respetar la verdad. Otra cosa es hacer promesas que no se pueden


cumplir. Te puedo decir que te voy a regalar un Porsche y si no lo hago habré incumplido
mi palabra. Mentir es otra cosa, es decirte que te he hecho una transferencia para que te
compres un Porsche y no haberla hecho. Ninguna de las dos cosas está bien, pero son
distintas. Tienen un mismo remedio: la rendición de cuentas. Y en este país hay poca
rendición de cuentas. Debería haber sanción tanto a las mentiras como a las promesas
irresponsables. No se sanciona la falta de coherencia.

Creo que una sociedad moderna debería tener más anticuerpos ante la mentira. Se
puede comprobar si un medio de comunicación ha mentido y se debería sancionar. Y
también en el caso de los representantes políticos. Igual que un médico no puede mentir y

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se puede sancionar a quien no respeta un código deontológico, igual debería ocurrir en la
política. La sociedad debe reaccionar más ante la mentira, que es un mal
desgraciadamente cada vez más extendido.

"El problema que tiene la economía es que la mayoría de las posiciones no se pueden
contrastar y por su naturaleza no son científicas"

P. Usted fue el autor del primer programa económico de Podemos en


noviembre de 2014. ¿Cree que se ha logrado cumplir alguno de los objetivos
planteados en aquel programa hace siete años o eran promesas imposibles?
En él se prometía pleno empleo estimulando el mercado y contratando más
funcionarios; subir salarios y reducir la jornada a 35 horas semanales;
aumentar los impuestos a los ricos; bajar la jubilación a los 65; una banca
pública; una renta básica…

R. Yo no hice el programa económico de Podemos. Hice una reflexión. Y si ya no se


tomaron en cuenta mis propuestas a los 15 días de haberlas escrito difícilmente se van a
tener en cuenta siete años después. Lo de Podemos fue una de las experiencias más
frustrantes que he tenido en mi vida profesional. Ni antes ni después de enviarles el
documento tuve ocasión de discutirlo con ellos. No tuve ni un solo encuentro con la
dirección de Podemos. Solo me llamaron para la rueda de prensa. Yo había pedido a Pablo
Iglesias que nos reuniéramos. Pero únicamente una semana antes me pidieron dos o
tres propuestas concretas. Por no hablar del hecho de que después de que se
presentara aquello me cayó una buena y nadie del partido levantó un solo teléfono
para mostrarme su apoyo. Yo mismo me pagué el billete de tren a Madrid con mi dinero
para aquella rueda de prensa y por supuesto no cobré nada.

P. También ha sido asesor económico del PSOE y de IU…

R. Yo ya estoy acostumbrado que la gente de Podemos diga que soy del PSOE y los del
PSOE digan que soy de Podemos y cuando he dicho que me parece que el PP ha hecho
algo bien, y cuando Luis de Guindos era ministro de Economía lo dije en alguna ocasión,
me dicen que soy de derechas. Si un ministro del PP hace algo que parece sensato hay que
decirlo. La izquierda viene reclamando medidas desde hace 30 años y si las toma la
derecha se enfadan. No, hombre, si intentan aplicarlas hay que alegrarse.

Soy catedrático desde que tenía 32 años y el Estado me paga para que estudie y piense con
independencia. Eso es incómodo para muchos porque no trabajo para ningún partido.
Eso significa que tengo que hacer el camino en solitario. He preferido ser independiente a
tener poder, con independencia de a quién le guste y a quién no.

"Una sociedad moderna debería tener más anticuerpos ante la mentira. Se puede
comprobar si un medio ha mentido y se debería sancionar"

P. ¿Cuáles son las principales diferencias en el programa económico entre


los dos partidos del Gobierno de coalición? ¿Cree que tienen planteamientos
muy diferentes en la reforma laboral o es una cuestión más metodológica y
de reparto de poder?

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R. Hay cuestiones de fondo y de forma. El PSOE no engaña a nadie porque tiene tres
almas distintas. Tiene un ala más liberal y otra más de izquierdas y esas almas están
siempre en tensión dentro del propio seno del partido. Podemos es una fuerza política
improvisada y sin experiencia, dirigida por personas que no tienen experiencia ni como
presidentes de su comunidad de vecinos.

Han venido con posiciones muy radicales que chocan con el pragmatismo del PSOE. El
caso de IU es distinto, porque ha tenido experiencia de gobierno, aunque sea municipal. Y
este Gobierno de coalición ha estado sometido a tanto fuego de artillería que ha
predominado un enfrentamiento que no ha sido bueno. Los trapos sucios se deberían
lavar en casa. Creo que ha dado la sensación de que se tienen más diferencias internas
que las que se tienen, pero es muy difícil gobernar con una derecha que sobrepasa
cualquier límite y no es nada patriota ni siquiera en una situación de pandemia.

P. En su libro explica que el Premio Nobel de Economía no es tal, sino que es


un invento del Banco Central Sueco y lo que considera una especie de
cruzada contra la socialdemocracia. Sin embargo, Paul Krugman (2008) y
Josef Stiglitz (2001) no son de derechas precisamente. Y este año el premio
se lo ha llevado David Card, por probar que se puede subir el salario mínimo
sin necesidad de destruir empleo y, en ocasiones, ese incremento incluso
puede incentivar su creación. No parece esto un ataque a la
socialdemocracia.

R. Una cosa no quita la otra. La mentira es hablar de Premio Nobel de Economía cuando
tal cosa no existe. Es el premio del Banco de Suecia y, que surgiera en unos años en que la
socialdemocracia estaba muy fuerte y estorbaba, no quiere decir que siempre se lo hayan
dado a economistas conservadores. Hay excepciones y también se ha premiado a una
minoría de economistas de izquierdas. Pero no diría que David Card es un economista de
izquierdas, aunque sus estudios levantaron ampollas ante dogmas falsos como que la
subida del SMI destruye empleo, otra de esas mentiras que explico en ‘Econofakes’.

Así demostró el premio Nobel de Economía que el salario mínimo no destruye empleo
Marcos Lema

P. ¿Y eso que llama mentiras no son diferencias ideológicas?

R. Una mentira es la falta de respeto a la realidad. Otra cosa es la diferente posición


con respecto a un fenómeno. Uno puede preferir que el Estado intervenga menos. Eso es
una posición ideológica que uno es libre de tener. Otra cosa es decir que cuando el Estado
invierte es negativo para la inversión privada. Eso es falso. Una cosa son los hechos y otra
las opiniones. Y se están dando por hecho preceptos ideológicos que no responden a la
realidad.

Es falso afirmar que si sube el precio de los pisos de alquiler baja automáticamente la
oferta. Eso puede ocurrir o no. Puede ocurrir si se dan una serie de circunstancias. El
problema que tiene la economía es que la mayoría de las posiciones no se pueden
contrastar y por su naturaleza no son científicas. El cloro con potasio en determinada

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proporción da cloruro potásico. Pero afirmar que si se sube el salario mínimo se van a
contratar menos trabajadores no se puede comprobar. Depende de muchas
circunstancias. Faltan muchos matices porque interesa presentar versiones de los hechos
simplificadas que ratifiquen unas proposiciones ideológicas.

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