Está en la página 1de 2

Día Internacional de la Mujer: ¿Qué pasó el 8 de

marzo de 1857?
El incendio de una fábrica de camisas de Nueva York donde murieron
146 personas marcó la lucha por los derechos de la mujer.

La explicación más verosímil se remonta a mediados del siglo XIX, en


plena revolución industrial. El 8 de marzo de 1857, miles de trabajadoras
textiles decidieron salir a las calles de Nueva York con el lema 'Pan y
rosas' para protestar por las míseras condiciones laborales y reivindicar
un recorte del horario y el fin del trabajo infantil.

Fue una de las primeras manifestaciones para luchar por sus derechos, y
distintos movimientos, sucesos y movilizaciones (como la huelga de las
camiseras de 1909) se sucedieron a partir de entonces. El episodio
también sirvió de referencia para fijar la fecha del Día Internacional de la
Mujer en el 8 de marzo.

El capítulo más cruento de la lucha por los derechos de la mujer se


produjo, sin embargo, el 25 de marzo de 1911, cuando se incendió la
fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York. Un total de 123
mujeres y 23 hombres murieron. La mayoría eran jóvenes inmigrantes de
entre 14 y 23 años.

El feminismo marcha en México contra las


desapariciones y los feminicidios: “Se lo debemos a todas
las que ya no están”
Decenas de miles de mujeres se manifiestan en un país que seguramente en
unos meses tenga una presidenta pero que en promedio asesina a 10 de ellas al
día
El punto de reunión de centenares de manifestantes fue la que han llamado la glorieta de Las Mujeres que Luchan, en Ciudad de
México. Desde el mediodía del 8 de marzo comenzaron a congregarse allí para manifestar su indignación, con la bandera contra los
feminicidios y por las desaparecidas. El sitio es simbólico, porque ha sido un lugar de disputa entre las autoridades de la capital y las
feministas, que lo reivindican como un espacio de protesta por la causa. Y ha sido allí donde se ha podido escuchar con fuerza ese
hartazgo en la voz de mujeres de todas las edades que han exigido que se ponga fin a una brutalidad que, en promedio, acaba con la
vida de 10 de ellas al día.
Muchas avanzaban con pancartas en las que se leía el nombre de mujeres asesinadas y cuyos crímenes siguen impunes, en un país
donde, además, el 48% de las mujeres dice haber sido víctima de acoso o agresión sexual. “¡Verga violadora, a la licuadora!”, gritaban
unas. “¡El que no brinque es macho, el que no brinque es macho!”, entonaba un grupo de jóvenes que iban sujetas con una cuerda que
las mantenía unidas y que saltaban al unísono. “Hermana, aquí está tu manada”, decían otras. “Se va a caer, se va a caer, el patriarcado
va a caer”, cantaban mientras marchaban hacia el Zócalo de la ciudad que las esperaba, como ya es costumbre en esta fecha, con vallas
que impedían su avance hasta el Palacio Nacional.

Las feministas mexicanas han demostrado otra vez su capacidad de movilización, no solo en la capital, sino a lo largo del país, desde
Tijuana hasta Veracruz. Fue, sin embargo, en Ciudad de México donde se ha registrado la mayor concentración, sobre el Zócalo que
desde la noche anterior se convirtió en un enorme lugar de homenaje por las víctimas de la violencia machista. Allí se colocaron
centenares de velas y papeles con los nombres de mujeres asesinadas y desaparecidas; fotos de las que ya no están, cuyas voces fueron
acalladas por una brutalidad que en México está lejos de ceder y que 24 horas antes había acabado con la vida de dos trabajadoras de la
Universidad Tecnológica de Guadalajara (UTEG), asesinadas a hachazos por un hombre de 20 años. “No, que te dije que no; pendejo, no.
Mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía”, entonaba un grupo de mujeres en la vigilia, al son de unos tambores cuya
lúgubre percusión resonaba en la enorme plaza.

Las autoridades de la ciudad habían desplegado un gran dispositivo de seguridad en torno al Palacio Nacional, vivienda oficial del
presidente Andrés Manuel López Obrador, y protegido con vallas los monumentos y otros recintos localizados al paso de la marcha.
Como también es habitual, decenas de mujeres policías fueron las encargadas de custodiar el muro de hierro que rodea el palacio,
oficiales a las que el jefe del Gobierno capitalino, Martí Batres, llamó “guardianas de la paz”. Batres se había reunido desde primeras
horas de la jornada con funcionarios de la Secretaría de Seguridad Ciudadana para supervisar el dispositivo, que incluía decomisar
objetos considerados una amenaza por las autoridades, entre ellos latas de pintura. “Quienes se manifiestan tienen todo el derecho de
hacerlo. Por eso rechazamos la violencia, porque inhibe el ejercicio de las libertades y pone en riesgo a las personas”, dijo Batres. El
presidente López Obrador también había pedido en su conferencia matutina de este viernes que la protesta se desarrollara “de forma
pacífica”.

El grito de indignación de las mujeres se escuchó durante el día a lo largo de la capital. Viajó a través del metro de la ciudad —desde
cuyos vagones, abarrotados, salían consignas como la de “un agresor no será mi profesor”— y se confundía con la brisa primaveral en
las calles y avenidas donde ellas corrían para unirse a la manifestación principal. “Vamos, más de prisa”, jalaba una niña a su madre,
quien había hecho un alto para descansar. La niña temía quedar rezagada del grupo de mujeres del que formaban parte y que marchaba
en una de las calles cercanas al Paseo de la Reforma, paliacates verde al cuello, banderas violetas en las manos. “Viejas gritonas”, se
quejaba a lo bajo un hombre, pequeño y barrigón, que grababa con su teléfono móvil la manifestación, recostado en una de las
jacarandas que este 8 de marzo alfombra el suelo de flores lilas.

También podría gustarte