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MACROECONOMIA Y POLÍTICAS ECONÓMICAS

EN LA ARGENTINA:

UNA INTRODUCCIÓN

Primera Parte

Mario Damill

CEDES
Buenos Aires, agosto de 2004
Capítulo 1: Una visión panorámica del análisis macroeconómico .................................................................... 2
El enfoque de la macroeconomía.............................................................................................................. 2
Los agregados........................................................................................................................................... 3
Las fluctuaciones económicas .................................................................................................................. 4
El contexto externo................................................................................................................................. 15
Perturbaciones y fluctuaciones ............................................................................................................... 18
Perturbaciones, información y fluctuaciones...................................................................................... 22
Modelos .................................................................................................................................................. 26
Nota periodística:.................................................................................................................................... 28
Capítulo 2. Introducción al marco contable del análisis macroeconómico...................................................... 31
La información macroeconómica ........................................................................................................... 31
A la búsqueda de una medida de cuánto se produce............................................................................... 31
Flujos, “stocks”, períodos................................................................................................................... 31
Precios corrientes y constantes ........................................................................................................... 33
El problema de la múltiple cuenta ...................................................................................................... 34
El producto y los bienes finales.......................................................................................................... 35
El producto y el ingreso...................................................................................................................... 36
El producto "por origen"..................................................................................................................... 36
El producto según "destino" ............................................................................................................... 36
Las importaciones y el concepto de producto interno ........................................................................ 39
Producto bruto y neto ......................................................................................................................... 41
Algunas variantes a partir de la identidad básica.................................................................................... 42
Identidades y causalidad..................................................................................................................... 42
Miscelánea de cuentas nacionales .......................................................................................................... 43
El PIB y el nivel general de precios ....................................................................................................... 44
Nota sobre la medición del producto en la Argentina ........................................................................ 47
Las cuentas nacionales y la descripción de la evolución económica.................................................. 48
Hacia las explicaciones....................................................................................................................... 49
Capítulo 3. Sobre la representación de los comportamientos .......................................................................... 51
Capítulo 4. Un esquema sencillo de determinación del producto. ................................................................... 57
La introducción del sector público ......................................................................................................... 63
No es tan sencillo, sin embargo .......................................................................................................... 65
2

Capítulo 1: Una visión panorámica del análisis macroeconómico

El enfoque de la macroeconomía

¿Qué es la macroeconomía?
No intentaremos aquí comenzar con una definición. Antes que recurrir a
fórmulas sintéticas, procuraremos acercarnos a este campo del conocimiento en
aproximaciones sucesivas, examinando sobre todo qué es lo que hacen o
hacemos los macroeconomistas.
Como primer paso describiremos, a grandes rasgos, lo que puede catalogarse
como el enfoque macroeconómico. Sería quizás conveniente empezar definiendo
a la “economía” en general, antes de considerar qué cualidades caracterizan a un
enfoque particular dentro de ella, pero no es esa una tarea simple y nos llevaría
inmediatamente a un terreno pantanoso. Suele pensarse en la economía como
una disciplina cuyo tema central es la escasez: la cuestión de cómo resuelven las
sociedades humanas el problema de asignar recursos escasos a fines
alternativos. Sucede, sin embargo, que la macroeconomía se ocupa, con bastante
frecuencia, de situaciones en las cuales la escasez no es precisamente lo que nos
quita el sueño: por ejemplo, frente a un cuadro de desocupación masiva, el trabajo
no es un recurso “escaso”; al contrario, la sociedad cuenta con una capacidad de
trabajo superior a la que el sistema productivo parece capaz de emplear. El
problema que hay que resolver no es, en ese caso, exactamente de escasez, sino
de empleo de un recurso que está siendo subutilizado. Es claro que, desde la
perspectiva de los desocupados, habrá “escasez de puestos de trabajo”, pero en
esa situación habrá también, posiblemente, máquinas ociosas; la abundancia de
trabajo suele venir acompañada por subutilización de los recursos productivos
físicos. Estos tampoco “escasean”, en tales circunstancias. Están las máquinas y
están los trabajadores, pero por alguna razón no se juntan: hay un problema de
coordinación. Problemas de ese tipo se hallan en el corazón de la macroeconomía
y son también el objeto de intensas controversias. Dejemos entonces en
suspenso, como anticipamos, la cuestión de definir la disciplina en general, y
tratemos de aproximarnos a ella a través de un atajo: caracterizando el enfoque
“macro”.
Cuando observamos un sistema económico (por lo general una economía
nacional, pero también puede tratarse de una región, de varias ,o de todo el globo)
desde esta perspectiva, procuramos establecer una visión de conjunto de ese
sistema. Esa es la idea básica. Observar el bosque y no los árboles, para decirlo
con un lugar común.
Aunque se trata de una simplificación tal vez excesiva, suele decirse que, en
líneas generales, el enfoque macroeconómico apunta a captar una totalidad, sin
perderse en los detalles de firmas individuales o mercados específicos, por
ejemplo. En otras palabras, intentamos trazar una imagen comprehensiva del
sistema, de sus características más importantes y de sus articulaciones internas (y
también externas, con el resto del mundo). Tratamos de entender su forma de
funcionamiento, sus “leyes”. Hacemos todo esto con la esperanza de comprender
los ejes centrales de su evolución y seguramente con el ánimo de evaluar la
3

calidad de su desempeño global. Ésta última tiene que ver, en lo esencial, con la
capacidad de la organización económica para generar inclusión social y bienestar.
Claro que a algunos observadores esto les interesará menos que la posibilidad de
anticipar algunos hechos de modo que les sea posible ganar dinero, pero aquí
trataremos de plantarnos en una perspectiva científica, si se quiere. Nos interesa
conocer. Y conocer es esencial para pensar qué cursos de acción son preferibles
para mejorar la calidad del desempeño de un sistema económico. Aquí arribamos
al terreno de las políticas y, en nuestro caso, de las políticas macroeconómicas.
Entendido en un sentido amplio, este campo es el de las políticas fiscales,
monetarias, cambiarias, financieras, de ingresos y otras, cuyos significados se irán
desplegando a lo largo del texto. Incluye también las cuestiones relativas al diseño
de las instituciones (fiscales, monetarias, etc.) que están involucradas en el
proceso macroeconómico.

Los agregados

Pero, ¿cómo hacemos para observar el sistema económico “en su conjunto” y


examinarlo? Los hechos económicos que tienen lugar, aún en un segmento
relativamente pequeño de cualquier sociedad y en un período breve, son muy
numerosos. Todos nosotros tomamos cientos de decisiones económicas cada día
o cada semana, muchas veces casi sin notarlo, porque con frecuencia se trata de
la reiteración de conductas habituales como comprar un boleto de tren u optar por
el colectivo. El funcionamiento del sistema global resulta de innumerables
decisiones de ese tipo, aunque algunas son de pequeña importancia relativa y
otras de mayor peso. Esas decisiones generan flujos de información. Cuando
pagamos el boleto del tren, por ejemplo, esa transacción queda registrada en el
sistema que opera el expendedor. Tiempo después y tras varias operaciones, esa
suma aparecerá en algunos registros o estados contables de la compañía
ferroviaria. Y más adelante será incluida en el cómputo del valor de los servicios
generados por el sector “Transporte”, que forma parte del cálculo del producto
total de la economía. De modo que estamos rodeados, en nuestra vida cotidiana,
de múltiples informaciones económicas de detalle; se refieren a transacciones
realizadas por agentes económicos individuales como nosotros mismos o nuestras
familias, la empresa en que trabajamos, el municipio, etc.. Observar el sistema
económico quiere decir, en realidad, examinar flujos de información que se
generan a partir de las decisiones económicas que se toman cotidianamente. Pero
es fácil concluir que no podemos seguirle la pista a las innumerables decisiones y
transacciones que tienen lugar cada día, aunque todas deban reflejarse , de algún
modo, en el resultado global. No podemos materialmente hacerlo y además, si
fuera factible, sería de todos modos inútil, como el mapa de los cartógrafos de
Borges, que “tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él”, según
nos cuenta en “Del rigor en la ciencia”.
En otros términos, para hacer posible una visión panorámica o de conjunto del
sistema se requiere, previamente, construir la información sintética que la haga
factible. Y así se hace: esa información la recibimos ya compilada y “compactada”
a través de instrumentos que llamamos indicadores. Esos indicadores son una
mediación entre el observador y el sistema económico concreto. Por esto, es
4

imprescindible prestar alguna atención a la forma en que se producen y elaboran,


a fin de tener en claro qué naturaleza tienen los objetos informativos de los cuales
nos vamos a ocupar. Avanzaremos en ese camino en el capítulo siguiente, antes
de entrar propiamente en el terreno del análisis.
Muchos de los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico
podemos referirlos a determinados flujos de información. Por ejemplo, si nos
interesa examinar el consumo (sin definirlo precisamente todavía), encontraremos
cifras correspondientes a ese concepto, para la economía argentina, producidas y
publicadas por un organismo oficial con frecuencia trimestral.
Gran parte de los flujos informativos que utilizamos en macroeconomía
corresponden a conceptos que calificamos como "agregados", vocablo que
proviene de "agregar" o simplemente sumar. Así, el producto interno bruto, por
ejemplo, que es una suerte de "suma" de todos los bienes y servicios producidos
en una economía en cierto período,es un ejemplo de la “información compactada”
de la que habláramos más arriba. Hay muchos otros: cuando nos referimos al nivel
general de precios, al nivel de empleo, a la tasa de desempleo, a la tasa de
interés, estamos hablando de agregados. Estos elementos son la materia prima
del análisis macroeconómico y son, también, de primera importancia en el examen
de las políticas macroeconómicas, de sus problemas de diseño y de su eficacia.
Los agregados son extremadamente útiles porque nos suministran información
en forma sintética. Sin ellos sería imposible articular una visión de conjunto del
sistema económico: simplemente nos perderíamos en una densísima jungla de
números e informaciones particulares o detalladas.

Sobre los agregados

Si bien, por constituir información sintética, los agregados son imprescindibles


para el análisis macroeconómico, es recomendable no olvidar que al construirlos
“se pierde” mucha información, la que al agregarse a otra en cierta forma
desaparece de nuestra vista. Ése es un costo que suele valer la pena pagar,
pero frente a él es prudente mantenerse alerta, porque no siempre está claro
que alguna información perdida por agregación no sea relevante para el
problema específico que el analista quiere abordar.
El desacuerdo acerca de cuáles son los agregados apropiados para examinar
determinado problema no es un hecho raro y constituye una de las fuentes de
disenso difíciles de resolver en la disciplina.

Las fluctuaciones económicas

Tomemos el agregado más típico de todos los que solemos emplear: el


producto interno bruto (PIB). Examinaremos brevemente algunos datos de la
Argentina para transmitir de un modo más o menos palpable la noción del campo
del que nos estamos ocupando y para comenzar a reflexionar, además, acerca de
nuestra historia y de algunos de nuestros problemas económicos.
En el capítulo siguiente nos detendremos en la explicación de qué es y cómo
se contruye ese indicador que llamamos “producto”. Aquí tomémoslo
5

provisoriamente, de un modo todavía algo impreciso, como una medida de las


“cantidades” o de los volúmenes totales de bienes y servicios generados en la
economía por unidad de tiempo (es decir, por trimestre o por año, por ejemplo). En
otras palabras, se trata de algo así como una medida de “volumen físico” de lo que
se produce. Si una sociedad sólo produjese una mercancía, como trigo, por
ejemplo, no tendríamos problemas para concebir esta medida. Claro, ese es un
supuesto que bordea lo insensato, pero la economía recurre frecuentemente a
simplificaciones extremas para explorar algunos problemas. Nos imaginamos
cómo resultarían ciertas acciones en el mundo económico de Robinson Crusoe,
por ejemplo, qué caminos seguirían los intercambios comerciales entre dos países
en condiciones de producir los dos mismos bienes (y sólo esos...), como vino y
telas. Si viviéramos en la economía imaginaria que produce sólo trigo podríamos
contabilizar las toneladas producidas en cada período y así sabríamos, sin
ambigüedad, si esas cantidades crecen o declinan a lo largo del tiempo. El
economista británico David Ricardo, por ejemplo, utilizó una simplificación
semejante para razonar acerca de problemas importantes relativos al crecimiento
y a la distribución del ingreso ("Imaginemos una economía que produjese una
única mercancía..."). Pero basta con introducir un bien más (trigo y vino, quizás),
para que ya resulte complicado concebir el producto total de la economía. Hay que
encontrar una forma de "sumar" entidades heterogéneas, como trigo, acero,
manzanas, servicios médicos, servicios de educación, etc.. Pero el esfuerzo vale
la pena.
Sin entrar aún en la forma de resolver ese incómodo problema, pensemos, por
el momento, que la representación gráfica que sigue representa la evolución, a lo
largo de poco más de un siglo, de (algo así como) las cantidades de bienes y
servicios producidas por la Argentina, por año.1 A esa medida de cantidades la
llamamos producto interno bruto. Le hemos asignado al PIB del año 2002 el valor
100. Como se ve, eso indica que el PIB de ese año duplicaba aproximadamente al
de 1964, y equivalía a unas 18 veces el generado en 1900.2, 3

1
Este y los restantes gráficos del producto y de tasas de crecimiento incluidos en este capítulo
deben entenderse como si fuesen series de “cantidades”. El significado de esto será aclarado en el
capítulo siguiente, cuando nos ocupemos de los conceptos básicos del sistema de cuentas
nacionales.
2
Además del problema ya mencionado de "sumar entes heterogéneos", hay otros. Uno muy
importante del que cabe ya alertar es que la composición del producto total cambia a lo largo del
tiempo, aunque al utilizar una medida agregada o única perdemos estos cambios de vista. Esto
hace que esa medida sea de utilidad relativa para comparaciones que abarcan períodos
prolongados. Por otro lado, cuando se examinan lapsos extensos es también corriente que se mire
el producto por habitante. Incluimos gráficos relativos al PIB por habitante un poco más adelante.
3
La fuente de los datos del PIB de la Argentina presentados en este capítulo es:
Elaboración propia a partir de datos de Cuentas Nacionales (Ministerio de Economía de la Nación)
y de: CEPAL, Recopilación de series históricas del producto y del ingreso, Buenos Aires, 1999.
LC\BUE\R.242.2, e INDEC para los datos a partir de 1993.
6

Gráfico 1
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1900 y 2003
(datos anuales, 2002=100)
140 140

120 120

100 100

80 80

60 60

40 40

20 20

0 0
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
Año

La línea del PIB sigue una trayectoria sinuosa como un río de llanura. Tal
como se vería en cualquier economía, el producto se expande en ocasiones y a
veces se contrae, oscilando entre picos y valles; atraviesa expansiones (o auges)
y recesiones (o contracciones). Esos meandros ilustran lo que llamamos
“fluctuaciones económicas”, aunque a veces se les denomina también “ciclos”,
palabra que parece menos neutra puesto que sugiere una cierta regularidad que
podría no estar garantizada. Buena parte de la tarea de los macroeconomistas
corresponde al análisis de estos problemas. ¿Por qué hay recesiones? ¿Es
posible evitarlas? ¿Es deseable hacerlo?
Examine cuidadosamente la línea de esa ilustración, tratando de asociarla con
lo que sabemos de la historia económica. Es apenas un dato entre muchas
cuestiones relevantes, pero es muy importante. Destaquemos algunos rasgos de
su evolución.
En el primer tercio del siglo XX se observan períodos de fuerte expansión,
cortados por dos notables declinaciones. La primera de ellas se extiende a lo largo
de los años de la guerra mundial iniciada en 1914 (aunque la caída del producto
comienza en 1912 y se extiende hasta 1917: fue la contracción más larga del
siglo). La segunda gran caída del PIB se asocia con la depresión desatada por el
crack de 1929 y dura tres años, hasta 1932.
7

Luego hay una extensa fase de crecimiento bastante estable del PIB, desde
mediados de los años treinta hasta mediados de los setenta, en la que se
observan sin embargo varios episodios recesivos, aunque de menor tamaño y
duración que las contracciones de la etapa anterior. Dentro de este período
sobresale la prolongada fase de crecimento sostenido (y relativamente rápido),
que va desde 1963 hasta 1975.
Posteriormente, desde mediados de los años setenta, sobreviene un período
notable, que se destaca nítidamente, por contraste, de todo lo anterior: la
economía sufre marcadas fluctuaciones sucesivas, pero en torno a una tendencia
estancada, hasta alrededor de 1990. Luego vuelve a crecer, con bastante rapidez,
para declinar violentamente entre 1998 y 2002. Afortunadamente, desde la
primera mitad de ese año la actividad económica interna ha vuelto a repuntar,
aunque en 2004, cuando escribimos esto, todavía no se ha recuperado el valor del
PIB alcanzado en 1998.
Un gráfico como el que acabamos de presentar puede resultar un poco
engañoso, sin embargo, para el ojo no entrenado. Observe que la inclinación de la
curva nos induce a pensar que el ritmo de crecimiento del PIB fue mayor, por
ejemplo, en la primera mitad de los años noventa, o en la fase 1963-75, que a
comienzos del siglo; pero tal vez no sea así. Una pequeña digresión ayudará a
entender por qué. Tomemos cualquier indicador, como el tamaño de una
población, por ejemplo, o cualquier otra variable, y supongamos que se
incrementa año a año al mismo ritmo. Por ejemplo, siguiendo una tasa
(acumulativa) de 4% anual. La gráfica correspondiente resultaría así:

Gráfico 2
Evolución de una población (o de cualquier variable)
hipotética que crece a una tasa constante (1900=100)
6000

5000

4000

3000

2000

1000

0
1900 1920 1940 1960 1980 2000

Esa curva se denomina exponencial. Si bien la población crece año a año al


mismo ritmo, la gráfica tal vez dé la errónea impresión visual de un crecimiento
8

más lento al principio y más rápido al final. Es cierto que los incrementos anuales
en los primeros años son menores a los que se dan en los últimos años, pero se
comparan con niveles de la población también mucho menores. Las tasas anuales
de variación representadas en la ilustración son, como hemos dicho, iguales.
Con las cifras que presentamos en el gráfico 1 sucede algo parecido. Si el
producto creciera a tasas relativamente estables en períodos prolongados,
generaría una curva con forma exponencial. En efecto, si observamos el
comportamiento del PIB desde 1900 hasta 1975, podremos constatar que se
asemeja a una curva exponencial, aunque algo "abollada" aquí y allá. Eso indica
que, efectivamente, en promedio, las tasas de crecimiento fueron bastante
estables en ese lapso, como mostramos más adelante.
La información disponible indica que las tasas de crecimiento del producto
fueron en realidad muy elevadas a comienzos del siglo XX, por ejemplo, pero en el
gráfico parecen palidecer, por este problema visual, frente a las de los tempranos
años noventa. 4
Existe una forma de uso corriente de ajustar el gráfico para corregir este
problema visual, pero requiere la utilización de logaritmos y por eso la dejamos de
lado aquí. Emplearemos un camino más sencillo.
En un primer intento de corregir este problema de percepción podemos
presentar directamente los datos de las tasas anuales de variación del PIB, como
hacemos en el gráfico siguiente.

Gráfico 3
Tasas anuales de variación del PIB de la
Argentina (1900-2003)
25

20

15

10

-5

-10

-15
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00

4
La información de la primera parte del siglo XX es ciertamente bastante menos confiable que
el resto. Los sistemas de cuentas nacionales se desarrollaron en el mundo en el período de
entreguerras, y la Argentina comenzó a realizar estimaciones sistemáticas luego de la creación del
Banco Central, en 1935. Las series del PIB se inician en 1940.
9

Sin embargo, esta ilustración resulta difícil de interpretar, porque las subas y
bajas de esas tasas son muy frecuentes y, más allá de las fuertes oscilaciones del
primer tercio del siglo, que se atenúan después, no es mucho lo que podemos
decir a simple vista. El dibujo luce como un electroencefalograma para un lego.
Para poder lograr un poco más de claridad vamos a someter a los datos del
PIB a algunas transformaciones: dejando por el momento el tema de las
fluctuaciones (al que retornaremos luego), prestaremos ahora un poco más de
atención a las tendencias, es decir, a los comportamientos en períodos largos.
Para hacerlo obtenemos, utilizando un procedimiento habitual, una “línea de
tendencia” que superponemos a la del PIB.5 Presentamos ambas curvas en el
gráfico siguiente.

Gráfico 4
Producto Interno Bruto de la Argentina
y su comportamiento de tendencia
(datos anuales, período 1960-2003,
PIB de 2002=100)
130
120

110

100
90

80

70
60

50

40
60 65 70 75 80 85 90 95 00 05

PIB Tendencia

5
Hay varias formas de obtener una tendencia a partir de una serie fluctuante. Aquí hemos
utilizado un procedimiento denominado "filtro de Hodrick-Prescott". Más allá de las cuestiones
técnicas, puede verse que se trata, en este caso, de una línea que parece trazada a mano alzada,
atravesando a la del PIB "por el medio".
10

Representamos en el gráfico sólo el período 1960-2003, a título ilustrativo.6 La


llamada línea de tendencia atraviesa los meandros del PIB, revelando el
comportamiento del producto en períodos largos o, en otros términos, abstrayendo
expansiones y recesiones.
Así, entre 1960 y mediados de los años setenta la tendencia del producto (la
línea continua) es creciente, y las fluctuaciones del PIB (indicadas por las
oscilaciones de la línea de puntos en torno a esa tendencia) son relativamente
pequeñas. Luego, en la fase 1975-90, el producto fluctúa marcadamente alrededor
de una tendencia estancada. La pendiente de la línea continua se torna
nuevamente positiva a comienzos de los años noventa, para achatarse otra vez
hacia el final del período considerado. Si bien el PIB ha repuntado desde el primer
semestre de 2002, el procedimiento de cálculo de la tendencia no refleja todavía la
recuperación del sendero positivo, lo que requerirá de la persistencia de este
comportamiento por algún tiempo.
Ya introducido el concepto de tendencia del PIB y trazada la línea
correspondiente, podemos ahora examinar lo que sucede con las tasas de
crecimiento de esa línea (es decir, de las tasas de crecimiento del “PIB
tendencial”) en todo el lapso 1900-2003.
El gráfico del crecimiento tendencial del producto de la Argentina en el siglo
XX (y lo que va de éste) que incluimos a continuación nos muestra, entonces, un
comportamiento suavizado de las tasas de crecimiento, abstrayendo las
fluctuaciones de corto plazo.7
Situándonos en un mirador muy distante, podemos identificar, a grandes
rasgos, tres etapas en la centuria contemplada en la gráfica. En el primer tercio del
siglo XX se observan oscilaciones muy marcadas en las tasas de crecimiento
tendencial. Se registran, por una parte, las tasas positivas más elevadas del
período, pero también son muy fuertes las declinaciones.
Luego, a partir del punto bajo al que llevaron los años de la Gran Depresión,
comienza una prolongada etapa con variaciones mucho menores en el ritmo de
crecimiento tendencial, en general en el intervalo que va de 3 a 4,5% anual. El fin
de este período puede ubicarse en 1975. Desde entonces comienza una nueva
fase, signada también por tasas de crecimiento tendencial muy fluctuantes a lo
largo del último cuarto del siglo XX.
El primer tercio de ese siglo corresponde todavía a la economía con eje en la
integración de la Argentina al comercio mundial como país agroexportador, con
una relativamente baja protección de las actividades productivas internas y un
grado elevado de apertura a los movimientos de capitales, como orientaciones
generales. Con excepción de algunos períodos críticos en que la convertibilidad de
la moneda nacional fue suspendida, el pilar central del andamiaje
macroeconómico en esa fase es el patrón oro. La intervención del sector público
en la economía es menor.
6
Lo hacemos por razones de claridad. Si se grafica todo el lapso 1900-2003, ambas líneas
aparecen prácticamente superpuestas en buena parte del trayecto, dificultando la lectura.
7
Compare los gráficos 3 y 5. El primero presenta las tasas anuales de variación del PIB. El
segundo, las tasas anuales de variación del “PIB de tendencia". Como esta última línea ignora las
fluctuaciones de corto plazo, resulta mucho más suave.
11

Gráfico 5
Tasas anuales de variación del PIB tendencial
de la Argentina (1900-2003)
14

12

10

8
porcentajes

-2
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00

El largo período siguiente, extendido entre la depresión de 1930-32 y la crisis


de 1975 es muy diferente en sus lineamientos centrales. El crecimiento del
producto se articula en torno al proceso de industrialización orientada a la
sustitución de importaciones (un crecimiento "hacia adentro"), bajo elevadas
barreras de protección de la producción industrial local frente al comercio
internacional. El sector público interviene activamente de diversas maneras en la
economía, y ésta permanece esencialmente aislada del resto del mundo en el
plano financiero, por mecanismos de regulación de las operaciones con divisas
(controles de las operaciones de cambio de monedas) que bloquean la movilidad
de capitales.
Como puede verse en la tabla que incluimos más abajo, las tasas medias de
crecimiento (estimadas) del PIB son muy similares en esas dos grandes etapas
históricas (aunque las variaciones en torno a esas medias fueron mucho más
elevadas en el primer tercio del siglo que en el período subsiguiente).8
Luego, el último cuarto del siglo XX marca un nuevo cambio de rumbo. Los
ejes centrales de la evolución macroeconómica se modifican sustancialmente: es
la etapa de apertura financiera y endeudamiento. En esta fase las fluctuaciones
económicas internas están también conectadas en gran medida con los vaivenes
en las condiciones internacionales, pero ahora los cambios en el contexto

8
En realidad el corte en 1900 no corresponde al inicio de la etapa de crecimiento orientado
hacia fuera, que había comenzado mucho antes. Las tasas de crecimiento del último cuarto del
siglo XIX, que no incluimos aquí, fueron muy altas, y elevarían considerablemente el ritmo medio
de incremento del PIB de esta larga etapa.
12

financiero externo dominan largamente a los asociados a modificaciones en los


flujos comerciales, que habían tenido un impacto más determinante a comienzos
de la centuria.
Los dos hitos que nos permiten dividir el siglo XX en tres grandes fases son
muy nítidos: la Gran Depresión, en primer lugar, y la crisis económica y política de
1975, con el shock devaluatorio conocido como “el rodrigazo”, en segundo
término. Por cierto, cada una de las etapas que hemos identificado contiene
además subperíodos bastante nítidamente diferenciados que vale la pena
examinar con cuidado. Más adelante analizaremos algunos aspectos de estas
fases históricas con algún detenimiento, en particular las posteriores a 1930.

Tasa media de crecimiento en


Período el quinquenio la década cada gran etapa histórica
1901-1905 9,71
8,34
1906-1910 6,97
1911-1915 -3,30
0,22
1916-1920 3,73 (1) 3,89
1921-1925 6,74
5,57
1926-1930 4,40
1931-1935 0,23
1,50
1936-1940 2,76
1941-1945 2,74
3,92
1946-1950 5,09
1951-1955 3,07
3,08 (2) 3,72
1956-1960 3,10
1961-1965 4,52
4,41
1966-1970 4,30
1971-1975 2,88
2,60
1976-1980 2,32
1981-1985 -1,88
-1,04
1986-1990 -0,19
(3) 1,04
1991-1995 5,78
4,22
1996-2000 2,66
2001-2002 -7,67

(1) 1900-1932
(2) 1933-1975
(3) 1976-2002

Para complementar lo que hemos planteado hasta aquí, agregamos ahora las
ilustraciones correspondientes a la evolución del PIB por habitante (Gráfico 6) y a
la evolución del producto y de la población tomadas por separado, en cada una de
las grandes fases históricas mencionadas.
13

Gráfico 6
Evolución del Producto Interno Bruto por habitante
de la Argentina entre 1900 y 2003
(datos anuales, 2002=100)
140

120

100

80

60

40

20
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00

Gráfico 7a
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
en el primer tercio del siglo XX
(1901=100)
400

350

300

250

200

150

100

50
00 05 10 15 20 25 30

PIB Población
14

Gráfico 7b
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
entre 1932 y 1975
(1932=100)
500

400

300

200

100

0
35 40 45 50 55 60 65 70 75

PIB Población

Gráfico 7c
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
entre 1975 y 2003
(1975=100)
160

150

140

130

120

110

100

90
1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005

PIB Población
15

El producto por habitante aumentó a un ritmo medio de 0,82% al año entre


1900 y 1932. En la fase siguiente, entre 1932 y 1975, creció bastante más rápido:
un 1,75% anual. Sin embargo, las tasas medias de aumento del PIB no fueron
muy diferentes en esos lapsos, como ya se vio. La diferencia resulta de que las
tasas de crecimiento de la población declinaron significativamente. Interpolando a
partir de los datos censales puede estimarse el crecimiento poblacional entre 1900
y 1932 en un 2,74% anual. Pero esa tasa declina a 1,86% en la fase subsiguiente.
Como puede verse en el gráfico 7c, la tercera etapa ha sido la más
desfavorable en materia de PIB por habitante, pese a que el crecimiento
poblacional siguió declinando. A comienzos del tercer milenio, el producto per
capita se encontraba por debajo de su nivel de 1975. Entre 1900 y 2003 la
población aumentó a un ritmo medio de 2% anual, mientras que nuestra serie de
producto estimado arrojaría un crecimiento de casi 3% por año.

El contexto externo

Para completar esta periodización histórica planteada a vuelo de pájaro,


introductoria, haremos ahora una breve mención a ciertos rasgos del contexto
internacional que tuvieron gran relevancia en el curso de los acontecimientos
internos. Estos aspectos también serán abordados con mayor detenimiento más
adelante.
Lo primero que cabe señalar es que las tres grandes fases de la historia
económica argentina que hemos mencionado tienen contrapartida en etapas
también nítidamente marcadas de la evolución del contexto mundial. El primer
tercio del siglo XX estuvo caracterizado, entre otros rasgos, por una intensa
movilidad internacional de capitales y por la expansión del comercio mundial. El
sistema monetario de patrón oro era el eje del mecanismo de regulación de los
pagos internacionales. Los movimientos de capitales, intensos en buena parte del
período (desde aproximadamente 1870 en adelante), mostraron sin embargo un
comportamiento cíclico, con períodos de marcada retracción, como el de la
Primera Guerra, ya referido. La Argentina se integró al comercio mundial, desde el
último cuarto del siglo XIX, como país receptor de fuertes flujos de capital,
exportador de productos agropecuarios e importador de manufacturas.
La depresión de 1930 dio lugar a un cambio muy drástico en el panorama
externo. A diferencia de lo que había sucedido luego de la Primera Guerra,
superada la cuál el dinamismo económico mundial se recompuso, las
consecuencias de la depresión serían mucho más perdurables. En efecto, se inició
entonces un largo período que, en algunos de sus rasgos principales, se
extendería hasta comienzos de los años setenta, aunque es posible identificar
varias fases diferenciadas en su desarrollo.
Inicialmente se pasó, con el derrumbe del patrón oro, a una etapa de
"devaluaciones competitivas" y de cierto desorden en el sistema de pagos
internacionales. Los flujos de capitales se retrajeron sustancialmente, dando lugar
a una prolongada fase de baja movilidad. Las economías nacionales se tornaron
más cerradas comercialmente (correlato bastante natural de la retracción de los
flujos de capitales, puesto que, como veremos más adelante, el acceso limitado a
fondos externos limita también las posibilidades de una economía de tener déficit
16

en su comercio exterior, a menos que su moneda sea una moneda de reserva,


mantenida por ejemplo por los bancos centrales de otras naciones como respaldo
de su propia emisión monetaria).
Esta fase tiene un hito intermedio en 1944, cuando los acuerdos de Bretton
Woods, que dieron lugar, entre otros aspectos, a la creación del Fondo Monetario
Internacional y del Banco Mundial, establecieron un nuevo orden en el sistema de
pagos internacionales. Este se basó en la determinación de paridades cambiarias
fijas (pero ajustables) entre las distintas monedas nacionales, con el FMI como
institución destinada a velar por la salud de ese sistema de pagos y a apoyar a los
países miembros (del Fondo) que enfrentaran eventuales déficits en sus balances
de divisas. La mayor parte de las naciones mantuvo, ya bajo este nuevo esquema,
controles (limitaciones, restricciones) a los movimientos de capitales, por lo que
los flujos internacionales de fondos continuaron siendo relativamente limitados por
largo tiempo.
Este es un punto muy importante para el análisis de las políticas
macroeconómicas, puesto que el grado de movilidad de capitales hacia y desde
una economía nacional modifica en gran medida la forma de operación de las
políticas internas y afecta también su eficacia, como examinaremos
detenidamente en capítulos posteriores.
Hacia fines de los años cincuenta, sin embargo, el panorama que acabamos
de trazar comenzó a cambiar con cierta rapidez. Un factor importante en este
sentido fue el desarrollo del llamado "euromercado". Esta innovación comienza en
la plaza bancaria londinense. Los bancos británicos empiezan a operar en dólares
de los Estados Unidos, en cantidades significativas. Estas operaciones, de
captación y de préstamo, no afectan a la oferta monetaria británica (es decir, a la
oferta de libras esterlinas), por lo que permanecen sujetas a bajas regulaciones
por parte de las autoridades monetarias locales. Resultan así muy atractivas para
los bancos, ya que su rentabilidad aventaja a la que generan las operaciones en
moneda local, sometidas, por ejemplo, en el caso de los depósitos, a requisitos de
encaje.9 Ese mercado, que opera en dólares estadounidenses pero fuera de los
EE.UU., se expande de un modo bastante rápido canalizando, entre otras
transacciones financieras, las que realizan empresas estadounidenses que
extienden por entonces su esfera de negocios hacia Europa. Más tarde este
mercado atraería flujos importantes de fondos provenientes de la Unión Soviética,
resultado de excedentes comerciales en dólares que son canalizados hacia allí, en
plena guerra fría, con la intención de mantenerlos a distancia de posibles acciones
(como un potencial embargo) del gobierno de los Estados Unidos.
Con la expansión del euromercado los flujos internacionales de capitales
comienzan a adquirir mayor volumen. Este proceso actúa en cierta forma como un
ariete favorable a la liberalización de los flujos financieros entre naciones, y al
interior de las mismas. Esto es promovido en buena medida por las instituciones
bancarias: la mayor rentabilidad de las operaciones en eurodólares desata

9
El encaje o “efectivo mínimo” es una fracción de los fondos que los bancos captan como
depósitos, que deben mantener en forma líquida, es decir, que no pueden prestar. Veremos, en un
capítulo posterior, qué papel tiene el encaje en el proceso monetario y en el funcionamiento
macroeconómico.
17

presiones competitivas muy fuertes y hace que los bancos presionen procurando
desarticular las regulaciones financieras aún vigentes en distintas economías
nacionales. Se van creando también así condiciones favorables para un
progresivo desmantelamiento de los controles a las salidas y entradas de
capitales, aunque este proceso se limitaría, en un principio, a las naciones
industrializadas.
Las economías de la periferia tienen inicialmente, y por bastante tiempo, muy
limitada presencia en las transacciones en eurodólares, aunque hay algunos
casos relativamente aislados de toma de fondos en ese mercado durante los años
sesenta. Pero puede decirse que, en líneas generales, hasta comienzos de la
década siguiente, las economías de América Latina, entre otras, tienen un muy
limitado acceso al crédito externo (de fuentes privadas). El financiamiento que
podían obtener provenía primordialmente de los organismos multilaterales (FMI,
Banco Mundial, BID) y de gobiernos, con algún lugar también para cierto volumen
de crédito comercial de origen privado. Eran, en síntesis, economías relativamente
"aisladas" del resto del mundo en el plano financiero.
El contexto financiero externo cambiaría nuevamente de modo muy profundo a
comienzos de los años setenta. Dos eventos deben destacarse: en primer lugar, el
final del esquema basado en "paridades cambiarias fijas pero ajustables" que se
había acordado en Bretton Woods. A comienzos de los setenta, los Estados
Unidos, seguidos luego por el conjunto de las naciones industrializadas, ingresan
en una fase de tipos de cambio fluctuantes. Esta transformación abre un espacio
sustancial para la expansión de las transacciones financieras internacionales, al
crear las condiciones para el desarrollo de un extenso mercado donde se compra
y vende el riesgo cambiario.
En segundo lugar, en 1973 se produjo el primer shock de los precios del
petróleo. La suba sustancial de los precios del crudo tuvo un amplio conjunto de
efectos. El que queremos destacar aquí es financiero: enormes excedentes de
fondos obtenidos por las naciones exportadoras de petróleo se canalizaron hacia
el euromercado. Apareció una masa de recursos prestables gigantesca y, con ello,
el acceso al financiamiento externo, principalmente bancario, para economías
como las de Latinoamérica, que hasta entonces habían estado financieramente
aisladas, se hizo mucho más fluido. Es el comienzo de la tercera “gran etapa” de
la centuria que estamos enfocando. Concide con la llamada “nueva globalización”
financiera, y se extiende hasta nuestros días.
Esta etapa tiene, a su vez, observada desde la perspectiva de la Argentina,
tres subperíodos. Una etapa inicial de grandes ingresos de capitales y expansión
económica que concluyó en la crisis de la deuda de 1981-82, seguida por una fase
de racionamiento del crédito hasta comienzos de los años noventa. Y luego, desde
allí en adelante, una nueva fase de ingresos de capitales que culminaría con la
crisis de 2001-2002. Estos rasgos son en parte compartidos con otros países, en
especial de América Latina, aunque hay divergencias importantes, particularmente
en los años recientes.
Según se verá más adelante, los cambios en el contexto financiero externo
producidos desde mediados de los años setenta modificaron significativamente la
forma de funcionamiento de las economías de la región, de algunas más que
otras, y afectaron tanto la viabilidad cuanto la eficacia de distintas políticas o
18

conjuntos de políticas macroeconómicas. El aumento inicial de la disponibilidad de


crédito internacional de fuentes privadas fue una condición necesaria, por ejemplo,
para los procesos de endeudamiento que desembocarían, a comienzos de los
años ochenta, en la crisis de la deuda. Antes de esta fase, cuando la movilidad de
los capitales era todavía baja y el acceso al crédito externo muy limitado, las
deudas externas de economías como la nuestra se mantenían, por lógica, en
niveles relativamente pequeños.
Como ya se señaló, la crisis de la deuda de comienzos de los años ochenta
fue seguida por una nueva fase de relativo "aislamiento" de América Latina (en el
sentido de que por casi una década se perdió el acceso al crédito privado
voluntario), que se extendió hasta comienzos de la década de los noventa.
Posteriormente, en el último decenio del siglo XX, hemos atravesado
nuevamente una época de liberalización financiera y alta movilidad de capitales. Al
igual que en otras etapas históricas, como la extendida entre 1870 y 1930, estos
movimientos presentaron un comportamiento fluctuante, y la fuerte expansión de
la primera mitad de la década dio después lugar a una etapa de mayor volatilidad
y a una sucesión de crisis, incluyendo la experimentada recientemente por la
Argentina. Nos ocuparemos más adelante sobre estos temas, puesto que la
intención principal de los desarrollos conceptuales y de teoría que plantearemos
en los capítulos siguientes es precisamente la de procurar comprender estos
procesos que nos envuelven todavía.

Perturbaciones y fluctuaciones

Luego de esbozar una visión a vuelo de pájaro, de muy largo plazo, de la


evolución macroeconómica argentina y de algunos rasgos del contexto externo,
queremos retornar ahora, para completar esta introducción, al tema de las
fluctuaciones del PIB. Con ese propósito, enfocaremos con un detalle algo mayor
que anteriormente, aunque de todos modos en forma sintética, las últimas dos
décadas.
Para hacerlo, podemos recurrir a cifras de mayor frecuencia que las que
empleáramos hasta aquí. Hemos venido examinando datos anuales, pero las
estimaciones del PIB se publican trimestralmente. Siempre considerándolas como
una suerte de medida de cantidades, las presentamos a continuación. Son en
verdad los mismos datos utilizados en el Gráfico 1, pero aquí en secuencia
trimestral en lugar de anual. La ilustración que sigue corresponde únicamente al
período 1980-2004.10
La línea del PIB presenta una trayectoria muy quebrada. Sin embargo, pueden
fácilmente constatarse ciertas regularidades. Lo que más resalta es el hecho de
que siempre, en todos los años el primer trimestre presenta un punto
relativamente bajo en la serie.
Si al observar el dato del PIB correspondiente al primer trimestre de cualquier
año, y constatar que esa cifra es inferior a la del último cuarto del año precedente,
concluyéramos, sin más, que la economía se está moviendo hacia una recesión,

10
De 2004 se incluye sólo el trimestre inicial, único dato disponible al momento de escribir este
texto.
19

estaríamos en grave riesgo de cometer una insensatez. En el primer trimestre del


año mucha gente se toma vacaciones en esta región del globo. Y si bien eso
incrementa la actividad económica en algunas áreas y actividades, como las
ligadas al turismo, el nivel general declina sistemáticamente. Se trata de un
fenómeno propio del verano en casi cualquier parte. En otros términos, es un
fenómeno estacional.

Gráfico 8
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1980 y 2004:1
(datos trimestrales, promedio de 2002=100)
130

120

110

100

90

80

70
1980 1985 1990 1995 2000

Si queremos saber, sobre bases más firmes, si el producto del primer trimestre
de un año resulta "realmente" inferior al cuarto del año anterior, tenemos que
corregir de algún modo las cifras crudas, depurarlas del “efecto vacaciones”:
corregirlas por estacionalidad. Por cierto, el ejemplo del primer trimestre es muy
claro, pero cada trimestre tiene su estacionalidad característica, positiva o
negativa. Existen métodos estadísticos para depurar una serie de la estacionalidad
(es decir, para “desestacionalizarla”). Lo que esos métodos hacen, en esencia, es
“levantar” las cifras correspondientes a los períodos que tienen estacionalidad
negativa (como es el caso del primer trimestre) y “bajar” un tanto las de los
períodos con estacionalidad positiva (como, por ejemplo, el tercer trimestre). En el
gráfico que sigue presentamos de nuevo la misma serie quebrada anterior, de los
datos crudos del producto (la que aparece ahora en línea punteada),
superponiéndole la serie de trazo continuo, del PIB desestacionalizado. A los
efectos de que pueda verse con más claridad la línea del PIB corregido por
estacionalidad la presentamos nuevamente, en soledad, en el Gráfico 9b.
20

Gráfico 9a
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1
(datos trimestrales con y sin estacionalidad,
promedio de 2002=100)
130

120

110

100

90

80

70
1980 1985 1990 1995 2000

PIB desestacionalizado PIB

Gráfico 9b
Evolución del Producto Interno Bruto desestacionalizado
de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1
(promedio de 2002=100)
130

120

110

100

90

80

70
1980 1985 1990 1995 2000
21

En la ilustración 9a puede verse, por ejemplo, que en el primer trimestre de


1996 el producto estaba aumentando (contra el trimestre inmediato anterior) según
las cifras desestacionalizadas, mientras que los datos con estacionalidad
mostraban, como es habitual, una declinación.11
La serie corregida nos permite observar mejor la historia de recesiones y
expansiones del período, sin el “ruido” que introducen las vacaciones y otros
factores estacionales. Por eso, en adelante trabajaremos sobre la línea continua
únicamente, para examinar los procesos que nos interesa comprender.
El Gráfico 9b nos muestra otra vez una secuencia de marcadas fluctuaciones,
tanto en los años ochenta como en los noventa. Observe estas curvas con
detenimiento. Ellas nos cuentan, en verdad, aspectos de nuestra propia historia de
vida y la de nuestros padres, parientes y vecinos. Muchas veces las fluctuaciones
están asociadas con episodios históricos muy fácilmente identificables. Por
ejemplo, la recesión de comienzos de los años ochenta se vincula con la crisis de
la deuda (y con el fracaso de la política de estabilización de la "tablita" cambiaria
iniciada a fines de 1978, de la que nos ocuparemos más adelante). Los fuertes
"valles" de recesión de fines de aquella década se asocian con los episodios de
hiperinflación de 1989 y 1990; la recesión de 1995 con el efecto tequila y la
iniciada a mediados de 1998 con el impacto de la crisis rusa de agosto de ese
año.
También algunas expansiones pueden vincularse con episodios bien
definidos, como las experimentadas al inicio del plan Austral, en 1985-86, y del
plan de convertibilidad, a partir de 1991.
En realidad, parece posible "contar la historia" de la economía (de la que por
cierto estamos mirando aquí apenas uno entre múltiples aspectos importantes)
como una sucesión de shocks o perturbaciones, seguidos por procesos de
adaptación o respuesta del sistema económico a esos impulsos. Estos procesos
son, justamente, las fluctuaciones.
Si estuviesemos escribiendo una introducción a la macroeconomía de un país
desarrollado, sin embargo, difícilmente adoptaríamos esta perspectiva. Esto es así
porque, sobre todo en economías de grandes dimensiones, como la de los
Estados Unidos, es más habitual pensar en las fluctuaciones como resultado de
fuerzas endógenas, internas, que como la adaptación o respuesta a shocks.
Por ejemplo, durante un auge, las ventas de las firmas están aumentando y
las expectativas de rentabilidad mejoran; en consecuencia, se hacen más

11
Las cifras del PIB trimestral se publican multiplicadas por 4, es decir, “anualizadas”. De modo
que el producto de un año no lo calculamos como la suma de lo producido en cada período
intraanual, sino como el promedio de cuatro trimestres. Así, cuando decimos que el PIB de un año
varió en tanto por ciento en relación con el año anterior, estamos comparando los promedios de las
cifras publicadas del producto en ambos períodos anuales. La tasa de crecimiento del PIB de un
año no se mide “entre puntas” (diciembre contra diciembre, por ejemplo), sino entre promedios.
Esto tiene algunas consecuencias interesantes relativas a la forma de leer la información que se
publica corrientemente. Para presentar un ejemplo al respecto, vinculado con una cuestión
relevante como es el impacto de la depreciación cambiaria de 2002 en la Argentina, incluimos una
nota periodística publicada por el diario Clarín en abril de 2003, al final de este capítulo.
22

atractivas nuevas inversiones; las inversiones contribuyen a su vez a un mayor


crecimiento de las ventas y consolidan las expectativas favorables. En tales
circunstancias, es posible que el optimismo no sea un consejero del todo bueno:
algunas firmas, llevadas por el entusiasmo inversor, tal vez encaren proyectos que
son relativamente riesgosos, o que dependen para ser rentables de que la
expansión continúe a un ritmo elevado. Así, el proceso expansivo se hace más
frágil. En algún punto, comienzan a surgir dudas, o algunas inversiones acaban
resultando menos rentables de lo que se esperaba o incluso dan pérdidas. El
optimismo decae y los más cautos adoptan conductas más austeras para
precaverse de un eventual freno. Con esto, la expansión puede efectivamente
tender a detenerse o incluso a revertirse. El giro desfavorable de las expectativas
se alimenta a sí mismo, porque menos optimismo resulta en menos ventas, y
menos ventas en todavía menos optimismo. Con el tiempo, la recesión destruye
las inversiones excesivas que se habían llevado a cabo en el clima optimista del
auge. Pero también genera desempleo y un aumento en el número de quiebras.
Esto que estamos describiendo es un proceso endógeno, en el que cada etapa va
creando las condiciones de la fase subsiguiente. La expansión crea condiciones
que preparan el terreno de la recesión subsiguiente, y así sigue la historia.
Sin embargo, en economías relativamente pequeñas como las de Argentina o
países de grado de desarrollo similar, es frecuente que las fluctuaciones no se
originen en procesos de ese tipo, sino en cambios de contexto, y
predominantemente, en modificaciones en el contexto externo, aunque muchas
veces también, por ejemplo, en reformulaciones importantes de la política
económica. Abundan los ejemplos de ambos tipos. De allí que tendamos a pensar
en las oscilaciones del PIB a partir de secuencia “shock-fluctuación”, más que
como un proceso movido por sus propias fuerzas.

Perturbaciones, información y fluctuaciones

Varias de las perturbaciones que acabamos de mencionar al mirar la evolución


del PIB de la Argentina desde 1980 tomaron la forma de cambios muy
significativos en algunas de las condiciones del contexto externo. En las series
más largas que comentamos previamente se destacaban, por ejemplo, las
recesiones vinculadas a la Primera Guerra Mundial o la depresión del treinta.
Fuertes variaciones en las tasas de interés internacionales o en los precios de los
bienes que comerciamos con el resto del mundo, una devaluación en un país
vecino, o el "derrame" de una crisis en otra economía que provoque cierto
contagio (por ejemplo, en la forma de un mayor riesgo percibido por los
prestamistas internacionales y menores ingresos de fondos) son ejemplos posibles
de perturbaciones de origen externo. Entre las de origen interno pueden
destacarse: el lanzamiento (o el derrumbe) de un plan de estabilización, como en
los casos del plan de la "tablita", el Austral o el de convertibilidad. Además de
“shocks externos” o “de política económica”, también puede haber, entre otros, de
origen político, tecnológico, o provocados por circunstancias climáticas. Y
naturalmente, pueden ser positivos (favorables) o negativos, aunque muchas
veces veremos que un shock positivo puede tener también algunos efectos
negativos, y viceversa.
23

Para ilustrar, aunque de un modo todavía bastante abstracto, los efectos de un


shock, permítasenos imaginar un estado de equilibrio, lo que entenderemos aquí
como una situación en la que los planes de los agentes que operan en la
economía de que se trate (o con ella, si no son residentes) resultan mutuamente
compatibles y en consecuencia pueden, todos ellos, hacerse efectivos (pueden
realizarse, diremos frecuentemente) de manera simultánea.12 Si un milonguero
planea bailar con una señorita, y ella estuviera planeando lo mismo, los dos
podrán eventualmente realizar sus planes. Se trata de algo semejante, aunque
aquí nos interesan sobre todo los planes de naturaleza económica, es decir, las
transacciones económicas que se piensa realizar. En economía se utiliza la noción
de equilibrio para referirse a una situación (ideal) en la que esa correspondencia (o
“consistencia”) entre magnitudes planeadas se da de manera generalizada (es
decir, en todos los mercados). Es concebible que, en esas circunstancias, las
transacciones que se realicen sean, grosso modo, las que se planeaba ejecutar.
Podemos además suponer que, en tanto los planes se realizan, no hay incentivos
para cambiarlos. En ausencia de algún nuevo impulso la economía seguirá,
probablemente, en el curso en el que viene desenvolviéndose.
¿Cómo pensar un shock? Imaginemos una suba de las tasas de interés
internacionales, por ejemplo. Este cambio modifica el conjunto relevante de
informaciones a partir de las cuales muchos de nosotros tomamos decisiones
económicas y elaboramos planes. Ésa es una manera productiva de pensar una
perturbación: es una alteración importante del conjunto de informaciones a partir
de las cuáles los individuos toman decisiones.
Podemos imaginar que muchas personas reaccionarán al shock calculadora
en mano, rehaciendo cuentas, revisando decisiones y redefiniendo planes, porque
es posible que, con los nuevos datos, algunos cursos de acción que se pensaba
seguir ya no resulten apropiados (debido a que algunas inversiones, para citar un
ejemplo, quizás no sean rentables en la nueva configuración).
Trate de concebir esta nueva escena: muchos agentes económicos
(individuos, firmas) reaccionan simultáneamente, revisando planes y estrategias.
Podría decirse, de un modo meramente descriptivo o "impresionista", si se quiere,
que el sistema económico, que estaba "ordenado" o en equilibrio, según lo
imaginamos, sufrirá muy probablemente un cierto desorden luego del shock. Tome
en cuenta que este proceso de revisión se da, en las economías de mercado, de
manera individual, descentralizada.
Una acentuada división del trabajo, y la descentralización de las decisiones
son, en efecto, dos características muy importantes de las modernas economías
de mercado. Son la matriz que da pie a la existencia potencial de problemas de
coordinación entre las distintas actividades económicas individuales. Luego del
shock, es natural que la revisión de algunos planes individuales lleve a cambios de
conductas que no resulten compatibles con los cambios que se producirán,
simultáneamente, en las conductas y planes de otros individuos. Podría
configurarse así un estado de desequilibrio. Lo que sugerimos es que es muy
posible que en diversos puntos del sistema económico los planes individuales ya

12
En términos tal vez más familiares, esa compatibilidad de planes simplemente significa que
los distintos mercados muestran ofertas y demandas que aproximadamente se igualan.
24

no sean compatibles entre sí, y por lo tanto no podrán realizarse todos de manera
simultánea. En ese caso, algunos planes (y algunos agentes) se verán frustrados.
Un estado de desequilibrio puede suponer la aparición de "racionamiento".13
Quizás en el mercado laboral se presente un exceso de oferta: hay más
trabajadores que quieren trabajar al salario vigente que puestos vacantes. En ese
caso decimos que algunos trabajadores están racionados porque no pueden
vender todo el trabajo que querrían a esos salarios. Situaciones similares pueden
presentarse en algunos mercados de bienes y de servicios.
¿Cómo se restablecerá el "orden"? En términos más concretos, la pregunta
es: ¿de qué mecanismos dispone una economía de mercado para recuperar una
situación de adecuada coordinación entre las actividades económicas individuales,
luego de un shock?¿Cuán eficaces son los mecanismos que promueven la
recuperación espontánea o automática del equilibrio?¿Cuánto podemos confiar en
ellos?
Esas preguntas han estado siempre en el corazón de los debates
macroeconómicos, aunque a veces detrás del telón. No pretendemos abordarlas
ni mucho menos intentaremos responderlas aquí. Pero seguramente vale la pena
enunciarlas desde ya, y también decir algo acerca de cuáles son los principales
caminos que se han seguido para buscar las correspondientes respuestas, con la
intención de seguir configurando una imagen inicial del campo de problemas de
los que nos ocuparemos.
Los mecanismos autorreguladores de que disponen las economías de
mercado son básicamente los mecanismos de precio. Los precios de mercado, en
efecto, tienen varias funciones, y una de ellas es la de coordinar las decisiones y
planes individuales. Volviendo a nuestro shock, esto simplemente quiere decir que
en la situación de relativo "desorden" que sigue a la perturbación, cuando
aparecen excesos de oferta en algunos mercados y posiblemente excesos de
demanda en otros, se espera que los precios se muevan en el sentido requerido
para reequilibrarlos. Es decir, para restablecer la compatibilidad entre los planes
de los agentes que operan en ambos lados (oferta y demanda) de los distintos
mercados. Sencillamente, se espera que los precios suban allí donde aparezcan
excesos de demanda, y que bajen donde la demanda sea insuficiente para
absorber la oferta.
Los economistas a los que, en los debates macroeconómicos, suele asociarse
con el calificativo de clásicos, se caracterizan porque tienden en general a suponer
que los mecanismos autorreguladores que operan vía precio son muy potentes en
las economías de mercado (al menos en ausencia de "interferencias" como
regulaciones estatales u otras trabas político-institucionales), de manera que,
cuanto mayor es el shock, mayor la consiguiente reacción espontánea en el
sentido de restablecer el equilibrio. Quienes adoptan esta perspectiva suelen
confiar, así, en la capacidad de la economía para reencontrar de manera
automática un estado ordenado si un shock las ha desplazado de esa posición. En
13
Decimos que los agentes están racionados cuando no pueden realizar sus planes, es decir,
no son capaces de concretar las transacciones que estarían dispuestos a hacer a los precios
vigentes, porque a esos precios no hallan compradores (o vendedores), es decir, no encuentran
contraparte. Este problema constituye la manifestación de un estado de desequilibrio tal como lo
entendemos aquí.
25

una visión extrema, en realidad, se suele interpretar a las fluctuaciones como


manifestación de procesos en equilibrio continuo. No creemos que sea una
interpretación atractiva en general, aunque pueda tener sentido en alguna
situación concreta, pero tiene prestigio en ciertos círculos académicos. Las
fluctuaciones del PIB podrían simplemente reflejar, por ejemplo, la absorción de
cambios tecnológicos, determinados por la evolución del conocimiento, que hasta
cierto punto podemos considerar “exógena” (lo que en este contexto quiere decir,
no explicada por la argumentación económica), con los precios moviéndose de
modo de mantener todo el tiempo el equilibrio de los mercados . Sin embargo, en
tal caso las recesiones deberían explicarse como resultado de “regresiones
tecnológicas” y la evidencia no parece favorable a una hipótesis de ese tipo.
De cualquier manera, hay muchos macroeconomistas que son más escépticos
en relación a la capacidad del sistema de mercado de restablecer
espontáneamente el equilibrio. Como señaláramos ya en la introducción, es
frecuente que se los reúna (seguramente para incomodidad de muchos de ellos)
bajo la etiqueta común de keynesianos.14 Los hay de diversas vertientes, pero
creemos que los unifica la creencia en que, al menos a veces, hay circunstancias
en las que los mecanismos autorreguladores están "trabados", no funcionan con
rapidez y eficacia para restablecer el equilibrio luego de una perturbación, lo que
puede dar lugar a la configuración de fallas masivas de coordinación.
Una falla de coordinación se produce cuando un desequilibrio no tiende a
autocorregirse. En realidad, en los enfoques keynesianos es habitual que
aparezcan también mecanismos amplificadores de las perturbaciones. El
multiplicador keynesiano, por ejemplo, que abordaremos algo más adelante, es
uno de los más populares. Estos mecanismos no sólo dificultan el tránsito de
retorno hacia el equilibrio sino que pueden hacer que la economía, librada a su
propia dinámica, se aleje, espontáneamente, todavía más de un estado
coordinado.
Así, por ejemplo, una suba de las tasas de interés internacionales podría, al
aumentar el costo del crédito, desalentar la inversión interna, algunos proyectos se
dejarían de lado o se postergarían para más adelante, esto podría afectar el nivel
de ventas de las firmas, lo que a su vez generaría una reducción de las horas de
trabajo y eventualmente cierto desempleo. Como los ingresos de algunos
trabajadores declinarían, se reduciría un tanto la demanda de bienes, por lo que la
declinación de ventas se extendería a otras firmas, no alcanzadas por la primera
oleada contractiva. De este modo, en sucesivas ondas, el impacto negativo inicial
podría amplificarse y observaríamos una recesión. Naturalmente, estamos
hablando aquí de un fenómeno de desequilibrio.
Del enfoque clásico emana, más o menos naturalmente, una mayor
proclividad hacia las políticas económicas pasivas (es decir, a no recurrir a la
acción estatal, dejando en cambio que el sistema se autorregule, o bien a atar al
gobierno a reglas de conducta en materia de política monetaria, cambiaria y fiscal,
por ejemplo, para reducir el grado de interferencia estatal en el curso de las
actividades económicas privadas).

14
Aunque hay, por cierto, otras corrientes "no clásicas" de pensamiento, como la marxista, la
poskeynesiana, la llamada estructuralista, etc..
26

Por el contrario, el enfoque keynesiano conlleva una mayor propensión a las


políticas activas. En efecto, si se considera que, al menos a veces, hay fallas
masivas de coordinación, ya no se puede descansar en una capacidad automática
del sistema para reordenarse y se abre al menos un espacio para discutir las
políticas activas o el tipo de intervención que podría resultar adecuado para
mejorar su funcionamiento.
La historia de la macroeconomía moderna tiene, como eje de su desarrollo, a
la controversia en torno a estas cuestiones; el contenido dramático de esa historia
está sostenido principalmente por la tensión entre las dos visiones básicas que
hemos esquematizado aquí muy sucintamente.

Sobre la noción de equilibrio

La noción de equilibrio juega un papel tan central en el análisis económico que


frecuentemente se convierte en un totem al que debe reverenciarse y perdemos de
vista que dice relativamente poco acerca de, por ejemplo, el bienestar. Que el
sistema se encuentre en un estado bien coordinado como el que hemos
mencionado más arriba no implica que se trate necesariamente de un óptimo
(entendido, en el sentido de Pareto, como una configuración tal que no puede
mejorarse la situación de alguien sin empeorar la de alguien más). Por otro lado,
como se sabe, los planes económicos individuales de los que nos ocupamos están
trazados a partir de las restricciones (de dotación de recursos, de presupuesto)
que cada uno enfrenta, y está claro que nunca, o casi nunca, estamos cómodos
dentro de nuestras restricciones. Por ende, la idea de equilibrio macroeconómico
no es la de una "edad de oro". Puede también ser concebida, en algún caso, como
una situación con mucha gente muy descontenta. Pero no estamos sugiriendo que
se trate de una noción equívoca o engañosa. El concepto de equilibrio es un
instrumento útil, si no lo llevamos más allá de su campo.

Modelos

¿Cómo se desarrolla esta discusión acerca de la capacidad de autorregulación


de las economías de mercado, y a las políticas macroeconómicas, su papel y su
eficacia? ¿En qué lenguaje se argumenta?
Como sabemos, el debate económico suele desarrollarse en un lenguaje
formal particular, que plasma en modelos, frecuentemente matemáticos. Nosotros
vamos a utilizar también ese lenguaje como complemento de la argumentación
verbal, pero manteniendo un grado de complejidad matemática bajo, utilizando
bastante apoyo de gráficos, diagramas y ejemplos numéricos, y poniendo el
énfasis en las cuestiones conceptuales más importantes, antes que en los
problemas formales de la construcción de argumentos. Pero queremos dejar
establecida esta idea: un modelo es simplemente una argumentación, más allá del
lenguaje particular en el que la elaboremos, y por lo tanto traducible, en lo
sustancial, a un lenguaje diferente.
27

Como cualquier modelo, los económicos están estructurados a partir de


conceptos, los ladrillos básicos del razonamiento, a los que normalmente
llamamos también variables, porque en general podemos medirlos (o concebirlos
como mensurables), lo que hace factible tratarlos como una variable matemática.
Es el caso, por ejemplo, de los agregados que mencionamos más arriba.
Los modelos económicos son sistemas de interrelaciones entre conceptos o
variables. Las relaciones entre variables (las proposiciones) que aparecen en ellos
son básicamente de tres tipos.
En primer lugar, están las relaciones contables (o de definición), que suelen
constituir el punto de partida de la argumentación, en parte porque suministran el
marco en el que solemos reunir y sistematizar buena parte de los datos que
empleamos. Se trata, en este caso, de identidades, es decir, de relaciones que se
cumplen siempre (como la que nos dice que el patrimonio neto de una firma es
igual a su activo menos su pasivo). Esto es interesante porque tales relaciones
establecen una suerte de "límite contra el error". Pero esta cualidad también
constituye una limitación, puesto que si bien sirven como primer paso, para
ordenar la información disponible y para avanzar en la descripción, no nos
permiten desarrollar verdaderas explicaciones.
Para esto es necesario ir más allá de la contabilidad e introducir vínculos de
otro tipo entre los conceptos que utilizamos: se trata de relaciones de
comportamiento, que constituyen en principio hipótesis acerca de regularidades
que es posible esperar que se cumplan entre determinadas variables. Estas
regularidades suelen expresar justamente "comportamientos", y deben estar
sujetas, como es lógico, a escrutinio y evaluación empírica. Son imprescindibles
para construir explicaciones, porque introducen elementos de causalidad. Así, nos
permiten entender que cierto fenómeno es el origen de algún otro. Decimos, por
ejemplo, que "la inversión en maquinaria y equipos depende del nivel de las tasas
de interés...", con lo que establecemos una relación de determinación y una
secuencia. Si anticipamos un cambio en las tasas de interés, por ejemplo,
preveremos que tendrá algún efecto sobre las decisiones de inversión, etc..
Finalmente, en los modelos aparecen también relaciones que llamamos reglas
de cierre o condiciones de equilibrio. Sobre éstas últimas volveremos más
adelante, al comenzar a construir nuestras primeras argumentaciones relativas al
funcionamiento global de la economía.
28

Nota periodística:

La reactivación cumple un año

Mario Damill
Economista del CEDES.

Publicado en el Suplemento Económico del diario Clarín, 6 de abril de 2003.

Tengo una buena noticia para darle (no es una primicia, pero es muy
probable que no la haya leído de este modo): comenzó el otoño y la reactivación
continúa.
El veranito se extendió al verano y ya lleva, en verdad, cuatro estaciones.
Proponer un festejo sería una frivolidad frente a los rasgos abrumadores de la
crisis social y económica que todavía nos envuelve. Pero vale la pena al menos
tomar nota del hecho. Reconocerlo. Un año.
¿Qué quiere decir eso? Ateniéndonos estrictamente a los datos disponibles,
significa que a partir del primer trimestre del año pasado, el producto bruto interno
de la Argentina comenzó a ascender sostenidamente. Las golondrinas se fueron,
volvieron, pronto partirán de nuevo, y todo indica que ese proceso, hasta aquí,
sigue adelante.
El producto bruto interno es, simplificadamente, una medida de las
cantidades de bienes y servicios que se generan dentro de nuestras fronteras, por
período. Para que la “noticia” que comentamos adquiera mayor nitidez, le
propongo que la contraste con lo que venía pasando anteriormente: el producto
empezó a contraerse a mediados de 1998 y lo hizo (casi) ininterrumpidamente
hasta comienzos de 2002. Faltaba apenas un trimestre (los datos del producto
total de la economía tienen frecuencia trimestral) para que esa depresión
completara cuatro años. Ahí, ya no estamos.
El nivel actual del PIB es, sin embargo, todavía bastante más bajo que el
máximo alcanzado a mediados de 1998 (un 15% menor, aproximadamente), lo
que dificulta, sin dudas, que percibamos el cambio de tendencia.
Segunda buena noticia: todas las cifras disponibles (de carácter sectorial,
como la producción industrial, la del sector de la construcción, y de servicios
públicos) coinciden en señalar que el ritmo de la reactivación ha sido más intenso
en el primer trimestre de 2003 (los datos agregados se publican naturalmente con
demora, marzo acaba de terminar). A lo largo del año pasado el PIB se expandió a
un ritmo (anualizado) de 3%. Ahora lo está haciendo, aparentemente, algo más
rápido, pese a la falta de crédito y a la incertidumbre política, entre otras
amenazas.
Tercera buena noticia (y prometo que será la última): en el cuarto trimestre
de 2002 aumentó a una tasa muy alta la inversión (claro, lo hizo desde niveles
extremadamente bajos, a los que había caído en la larga contracción de fin de
siglo).
Detengámonos brevemente en este punto. La reactivación comenzó
impulsada por el comportamiento del comercio exterior. En los primeros dos
29

trimestres de vida de este repunte (digamos, otoño-invierno de 2002), la expansión


se sustentó en un moderado aumento de las exportaciones, pero sobre todo en la
caída de las importaciones. Para mantener la argumentación en términos simples,
digamos que la sustitución de bienes importados por bienes producidos
internamente tuvo un papel destacado. Por el contrario, todos los componentes de
la demanda interna (el consumo privado, el consumo del sector público, y la
inversión), siguieron declinando en esa fase inicial, como lo habían hecho a lo
largo de la depresión, aunque a un ritmo considerablemente atenuado.
Ese panorama cambió en el último trimestre de 2002. El comercio exterior
no fue entonces un factor expansivo, no tanto por el comportamiento de las
exportaciones (que siguieron creciendo moderadamente), sino porque las
importaciones se incrementaron mucho (en términos porcentuales). En cambio, en
contraste con lo que venía sucediendo hasta entonces, todos los componentes de
la demanda interna aumentaron. Muy levemente en el caso del consumo (público
y privado), pero visiblemente más en el de la inversión.
Esta última tiene, a su vez, dos grandes componentes. Uno de ellos es la
inversión en construcciones, que aumentó casi 6% en el trimestre, contra el
trimestre anterior. Es una tasa muy elevada. Considere que, anualizada, daría
alrededor de 25%. Pero la inversión en maquinaria y equipo, el otro componente,
dio un paso (para no hablar de un salto, tomando nota del débil punto de partida)
hacia arriba de alrededor de 22% entre trimestres contiguos. En conjunto,
considerando ambos elementos, la inversión aumentó más de 10% en ese último
cuarto del año pasado. Por supuesto que, además de que se parte de un nivel
extremadamente deprimido, los datos de un solo trimestre no alcanzan para hacer
una historia. Pero registremos lo que pasa.
Lo decimos, en especial, algo abrumados por la forma extraña en que, con
demasiada frecuencia, estos que llamamos quizás exageradamente “hechos”
(cuando son “datos”), son presentados al público mientras desayuna.
El ejemplo que daremos al respecto se refiere estrictamente a esta
reactivación. Muchos lectores se habrán informado recientemente de que, poco
más o menos, “el producto bruto interno de la Argentina cayó un 10,9% en 2002,
el año posterior a la devaluación”, contra 2001. Dos hechos se dan por
sobreentendidos: que esa caída se dio a lo largo de 2002, y que la devaluación fue
su causa mater. Pero este es el tema del que hemos venido hablando hasta aquí
(en un tono muy diferente): el comportamiento reciente del producto. ¿Cómo es
posible presentar la noticia de un modo tan distinto? Confieso que me cuesta
entenderlo, pero procuraremos explicar qué sustenta esta segunda visión
(llamémosla la visión “ready made”) de los hechos, o de los datos, apoyándonos
en el gráfico adjunto.
Allí puede verse una línea continua, que corresponde a las cifras del
producto bruto interno publicadas. No se preocupe por las unidades en que se
mide. Observemos su comportamiento en el tiempo, tomándola como una medida
de las "cantidades" producidas de bienes y servicios. Queremos destacar, en
primer lugar, la caída vertical que se produce desde mediados de 2001 (es decir,
desde un semestre antes de la devaluación). Y nuevamente el hecho de que la
línea continua, el producto, comienza a ascender a partir del primer trimestre de
2002. Hasta aquí, estamos en nuestro terreno.
30

Ahora bien, el valor “promedio” del producto de 2002 es mucho más bajo
(alrededor de 11% menor) que el del año precedente (como muestra la
comparación de las líneas punteadas). Esa es la comparación que usted quizás
leyó hace algunos días. Una comparación interanual entre promedios. Los
promedios son buenos para muchas cosas, pero es aconsejable tratarlos con
delicadeza.
Contemplando el gráfico, cualquiera puede constatar que la parte sustancial
de esa caída “entre promedios” se gestó en el segundo semestre de 2001, cuando
todavía vivíamos bajo el 1 a 1. En otros términos, esa declinación de casi 11% no
pertenece plenamente a 2002. En su mayor parte refleja hechos anteriores (esto
se conoce como arrastre estadístico, y en este caso "explica" alrededor de 60% de
la caída de la que hablamos). Lo sorprendente en relación con la depreciación
cambiaria es en realidad lo contrario de lo que sugiere el tratamiento “ready
made”: la contracción del PIB se frenó rápidamente y enseguida comenzó a
revertirse. No estamos ofreciendo aquí otra respuesta "ready made" de signo
contrario a la anterior. Menos ambiciosamente, nos remitimos a un conjunto de
datos y a una pregunta: ¿cómo es posible que, considerando la forma traumática
que adquirió la salida del régimen macroeconómico de los años noventa, y todo el
daño que ese proceso (que tuvo a la depreciación cambiaria entre uno de sus
ingredientes centrales) trajo sobre los contratos y sobre la distribución del ingreso,
la caída del producto haya cesado apenas al trimestre siguiente? No le pedimos
una respuesta (ni el FMI la tiene), pero ojalá que nos acompañe en el
reconocimiento de los hechos y en el interés por comprenderlos.

Producto Interno Bruto de la Argentina,


datos trimestrales (a precios de 1993)
del período 2001-2002

280000

270000
Millones de pesos de 1993

Promedio de 2001
260000

250000

240000

Promedio
230000 de 2002
01:1 01:2 01:3 01:4 02:1 02:2 02:3 02:4 03:1 03:2

Trimestres
51

Capítulo 3. Sobre la representación de los comportamientos

Antes de sumergirnos propiamente en el análisis macroeconómico


introducimos, en este capítulo, algunos recursos analíticos y elementos del
lenguaje y de la forma de razonar de la economía, con el fin de facilitar la
comprensión de lo que se planteará más adelante.
No es extraño, aunque casi seguramente inapropiado, que se arribe a un
primer curso de macroeconomía sin haber pasado por uno de microeconomía con
anterioridad. Es por eso que incluimos esta sección, que resulta innecesaria, y por
ende puede pasarse por alto, si se ha dado ese paso previo. Si es así, puede
saltar directamente al capítulo 4.
Articularemos la exposición que sigue en torno a la explicación de lo que es un
“mercado”. La noción de mercado es muy antigua y, como se sabe, designa a un
lugar donde se realizan intercambios de bienes, o de bienes por dinero. Para cada
bien particular que se negocia en un mercado, hay un conjunto de oferentes y un
conjunto de demandantes. En consecuencia, hay cantidades ofrecidas y
cantidades demandadas, y en la interacción de oferentes con demandantes se
establecen precios, a los que se realizan las transacciones.
Sin embargo, con el tiempo, la asociación del “mercado” con un lugar físico fue
desdibujándose. Muchos bienes, zapatos, por ejemplo, se ofrecen en diversas
bocas de venta, en muchos comercios, diseminados por la ciudad y por todo el
país. Sin embargo, seguimos hablando de un “mercado de zapatos”, y lo
entendemos como una suerte de lugar abstracto en el que de algún modo se
encuentran oferentes y demandantes y hacen transacciones a ciertos precios. Si
bien esas transacciones se han desconcentrado físicamente, sigue siendo posible
pensar en cantidades demandadas, cantidades ofrecidas, y precios. Podemos
seguir razonando acerca de cómo se comportan, de cómo evolucionan
determinados “mercados” así entendidos.
¿Cómo representamos el funcionamiento de un mercado, como el de zapatos?
Estamos ahora en el terreno de la microeconomía, pero tomaremos de aquí
algunos elementos que luego utilizaremos en el análisis macro.
En primer lugar, asumiremos que hay dos conjuntos de agentes. Los
demandantes de un bien y los oferentes del mismo. La siguiente cuestión es
caracterizar el comportamiento de ambos. Es decir, ¿de qué dependen las
decisiones de unos y otros en relación con este mercado? ¿Qué factores
determinan la demanda de zapatos y cuáles la oferta?
Comencemos por la demanda. Lo primero que tenemos que decir es que los
demandantes de zapatos tomarán decisiones sujetos a una restricción, que es la
disponibilidad de recursos. En otros términos, tienen una “restricción de
presupuesto”. Esta restricción se plantea como una identidad, que es el punto de
partida del análisis (los recursos disponibles de cada uno son necesariamente
iguales a los usos que se da a esos recursos). Dada la restricción presupuestaria,
¿de qué dependerá la demanda de zapatos (y de cualquier otro bien, ya que el
razonamiento es generalizable)? Presumiblemente, nos dice el texto de
microeconomía, del precio del par, en primer lugar. Por cierto, hay muchos tipos
de zapatos diferentes y muchas calidades y precios distintos. Para no
complicarnos más, supongamos que estamos hablando de un bien “homogéneo”.
52

Esto puede significar que decidimos ignorar esas diferencias, o que nos
restringimos, en nuestro análisis, a un subconjunto específico de zapatos (los
mocasines con suela de cuero, quizás), en el que las diferencias tal vez sean
menores o despreciables. Si nos concentramos entonces en un solo bien, diremos
simplemente que “la demanda depende del precio”, con “precio” en singular.
Seguramente, en el texto de micro se incluirá, en esta sección, un gráfico
como el siguiente:

Pz

Dz

Qz

Allí medimos las cantidades de zapatos (Qz) en el eje de abscisas (medidas en


“pares”), y el precio del par en el eje de ordenadas.15 La línea Dz es una
representación del comportamiento de los demandantes de zapatos. Decimos que
la curva de demanda tiene “pendiente negativa” cuando baja hacia la derecha.
¿Qué señala esa inclinación de la línea? Que ante un menor precio, habrá una
mayor demanda de zapatos. Para verlo con más claridad, vayamos al gráfico
siguiente.

Pz

Pz1

Pz2
Dz

Qz1 Qz2 Qz

Si la cantidad demandada de zapatos, al precio Pz1, es Qz1, con un precio


más bajo, como Pz2, habría una demanda Qz2, mayor. ¿Por qué, dada la

15
Atención: en el capítulo anterior utilizamos la “Q” para designar a las importaciones. Aquí, Qz
significa algo completamente distinto: “cantidades de (pares de) zapatos”.
53

restricción presupuestaria de los demandantes, se espera que haya una demanda


mayor de un bien ante un precio más bajo? La razón más importante es el llamado
“efecto sustitución”. Si el precio de un bien baja, los demandantes posiblemente
sustituirán otros bienes por ese que se abarató. Así, si cae el precio de la
manzana, posiblemente comeremos más manzanas y algo menos de peras. En el
caso de los zapatos, tal vez habrá más demanda de zapatos y menos de
zapatillas, que son un “sustituto” de ese bien.
¿Cuánto responde la demanda de zapatos al cambio en el precio? Eso
depende de cómo sean las preferencias de la gente. Si los zapatos son un bien
muy valorado y con pocos sustitutos próximos, posiblemente una suba del precio
desalentará poco a los demandantes. Distintas inclinaciones de la curva de
demanda reflejarán diferentes configuraciones posibles.

Pz Pz Pz

Dz Dz

Dz

Qz Qz Qz

Estas curvas representan comportamientos diferentes de la demanda de


zapatos. La de la izquierda indicaría una escasa respuesta de los demandantes
ante cambios en Pz. La del centro una respuesta mayor, y la de la derecha una
respuesta muy alta: basta una pequeña reducción del precio para provocar un
gran aumento de la demanda, por ejemplo.
Estos razonamientos nos conducen al concepto de elasticidad. La elasticidad
de una variable en relación con otra es la medida de cuánto responde la primera
ante cambios en la segunda. Si decimos que la elasticidad de la demanda de
zapatos en relación con el precio Pz es nula o muy baja, estamos diciendo que
frente a modificaciones en Pz habrá poco cambio en las cantidades demandadas.
Eso se corresponde con una situación como la ilustrada por el gráfico de la
izquierda. El de la derecha, en cambio, muestra una “elasticidad-precio” de la
demanda de zapatos muy elevada.
Pasemos ahora a examinar la oferta de zapatos. ¿Cómo se comporta? En
general, esperaremos que la oferta de un bien aumente con el precio. Aquí las
razones son un poco menos evidentes. En primer lugar, recordamos que también
los oferentes actúan sujetos a restricciones semejantes a las presupuestarias. En
este caso, podemos pensarlas como restricciones de recursos productivos. El
productor de zapatos requiere de ciertos instrumentos, de alguna maquinaria,
54

instalaciones, etc. Su disponibilidad de recursos limita la cantidad de zapatos que


puede hacer.
Por otra parte, normalmente, a medida que usa sus recursos con mayor
intensidad, le resultará cada vez más costoso aumentar su producción: los
instrumentos se desgastan más, a partir de cierto ritmo de trabajo los rendimientos
que pueden obtenerse de un uso más intenso comienzan a declinar, y entonces
sólo será rentable producir más zapatos si los precios son más elevados. La curva
de oferta de zapatos (Oz) tendrá, en consecuencia, al revés que la línea Dz,
pendiente positiva, lo que significa que sube hacia la derecha. La incluimos a
continuación, junto con la curva de demanda.

Pz

Oz

Dz

Qz

Por supuesto, también con la oferta podríamos presentar casos de diferentes


elasticidades. Dejando de lado esa cuestión, representamos en el gráfico los
elementos principales de nuestro mercado de zapatos. ¿Cómo funciona?
Para explicarlo supongamos que el precio de los zapatos hoy es Pz1, como se
muestra en la ilustración siguiente.
Con esos precios, la demanda de zapatos sería Dz1, y la oferta Oz1. Es decir,
hay un exceso de oferta. Se supone que, en tales circunstancias, los precios
tenderán a bajar.
A medida que Pz desciende, los comportamientos se modifican tal como las
curvas indican: la demanda de zapatos se incrementará, y la oferta declinará. De
modo que el exceso de oferta se atenúa con el tiempo, hasta desaparecer cuando
se alcanza el precio Pz*. Con ese precio de los zapatos, las cantidades ofrecidas y
demandadas son iguales, es decir, los planes son “consistentes”, como dijéramos
en nuestro capítulo introductorio, y pueden realizarse, todos ellos,
simultáneamente. Las cantidades vendidas y compradas de zapatos serán, en tal
situación, iguales a Qz*. El par (Pz*,Qz*) describe entonces la situación de
equilibrio del mercado de zapatos, a la que se supone que normalmente el
mercado tendería. Si hubiésemos partido de un precio inferior a Pz*, el
razonamiento hubiese sido semejante pero invertido: a tales precios habría exceso
de demanda, y Pz subiría, también hasta alcanzar su nivel de equilibrio.
55

Pz

Oz
Pz1

Pz*

Dz

Dz1 Qz* Oz1


Qz

Pz y Qz de equilibrio son variables endógenas. Dependen de las


características de las curvas Oz y Dz, y nuestra argumentación, nuestro modelo,
indica cómo se determinan. Una variable endógena es, en definitiva, una cuya
determinación es “explicada” por el modelo.
Pero hemos dejado muchos elementos detrás del telón. Por ejemplo, apenas
dijimos algo del precio de las zapatillas. La demanda de zapatos varía con Pz,
como hemos señalado, pero ese razonamiento vale si suponemos que el precio de
las zapatillas (y de otros bienes sustitutos de los zapatos, e incluso de otros que
no lo son)16 permanece constante mientras tanto.
Volvamos a nuestra última representación del mercado de zapatos. ¿Dónde
está, allí, el precio de las zapatillas? En realidad no está explícito. Pero la
demanda de zapatos seguramente dependerá de él. Esa curva Dz esconde en su
seno la información sobre este otro precio. Para verlo, supongamos que, ceteris
paribus, es decir, sin que nada más cambie, se reduce el precio de las zapatillas.
¿Qué sucederá en el mercado de zapatos? Parece sensato esperar que, para
cualquier precio Pz, haya una menor demanda de zapatos luego de este cambio
que antes, puesto que habrá algo de sustitución entre estos bienes.
Representamos eso como un desplazamiento de la curva de demanda de zapatos,
que se mueve hacia la izquierda, desde Dz hacia Dz’, como ilustra el gráfico
siguiente.
Movimientos sobre una curva y movimientos de la curva son dos cosas muy
diferentes y es importante que logremos distinguirlas con claridad. Cuando nos
movemos sobre la línea Dz, estamos observando únicamente cómo influye el
precio Pz en las cantidades demandadas de zapatos. Es decir, estamos
representando la respuesta de los demandantes de zapatos ante cambios en ese
precio y en nada más. Cuando cualquier otro de los diversos determinantes de la
demanda de zapatos que están tras el telón se modifique (como el precio de las
zapatillas, o el de la pomada para zapatos, o el ingreso de los demandantes de
zapatos que contribuye a definir su restricción presupuestaria, etc.), tendremos
que representar esos cambios como movimientos de la curva. (Note que en los
16
Son también muy importantes los precios de algunos bienes que pueden considerarse
complementarios, en lugar de sustitutos. Por ejemplo: si sube mucho el precio de la pomada para
zapatos, con lo que se encarece su uso, tal vez algunos nos veamos más inclinados a las
zapatillas.
56

ejes del gráfico se miden únicamente Qz y Pz, por lo tanto, las curvas expresan
relaciones entre esas variables, dados los valores de todas las demás).

Pz

Oz

Dz
Dz'

Qz
Demos un ejemplo más de lo mismo. Si aumenta el ingreso de los
demandantes de zapatos, seguramente estos podrán demandar más pares a
cualquier precio Pz. En tal caso la curva Dz se desplazaría hacia la derecha.
Esas variables de las que decimos que están tras el telón, como el precio de
las zapatillas, son, en nuestra argumentación, variables exógenas. Una variable es
exógena en una argumentación cuando es un dato para la misma. En otros
términos, esa variable no es “explicada” en la argumentación.
Esta distinción entre variables exógenas y endógenas es muy importante y la
utilizaremos abundantemente en el futuro. Note además que un cambio en una
exógena, como la baja del precio de las zapatillas, produce luego una modificación
en los valores de equilibrio de las endógenas. Como puede verse en el gráfico
anterior, el precio de los zapatos declinará, y también bajarán las cantidades de
zapatos vendidas y compradas en equilibrio, ante una baja en el precio de las
zapatillas.
También en el análisis macroeconómico dedicaremos mucho tiempo al examen
de cómo los cambios en ciertas variables que consideramos exógenas modifican
el valor de las endógenas. Cambios en las exógenas son, por ejemplo, una vía
común para representar un shock o perturbación, retomando un tema del que
tratáramos en nuestro capítulo introductorio. Y el consecuente cambio en las
endógenas refleja el proceso de adaptación o de respuesta de la economía ante el
shock.
Con los elementos aquí expuestos, ya estamos en condiciones de
introducirnos en el análisis macroeconómico, a partir del capítulo siguiente.
57

Capítulo 4. Un esquema sencillo de determinación del producto.

En este capítulo avanzaremos más allá de la contabilidad, introduciendo


algunas relaciones de comportamiento, que nos permitan avanzar en el terreno de
la interpretación y la explicación del funcionamiento de la economía.
Vamos a presentar una argumentación muy sencilla del proceso de
determinación del PIB en una economía de mercado. Se conoce como "el Modelo
Keynesiano Simple”. Lo haremos partiendo de una drástica simplificación de las
interacciones que se dan en la práctica en cualquier economía de este tipo. Pero
luego iremos introduciendo, paso a paso, en los capítulos siguientes, los
elementos más importantes de los que hacemos abstracción inicialmente.
En este primer argumento dejaremos fuera de la escena a las relaciones con
el resto del mundo e incluso al sector público. Tampoco haremos foco aún en las
relaciones monetarias y financieras. Nuestro punto de partida será la identidad
básica de cuentas nacionales, pero para una economía cerrada y "sin gobierno".
Tendremos entonces:

Y = C + I.

En otros términos, en las cuentas nacionales de esta economía hipotética sólo


encontraremos información sobre dos componentes del gasto agregado: el
consumo y la inversión. Allí no aparecen G, ni X ni Q. El supuesto de "economía
cerrada" podríamos entenderlo simplemente como reflejo del hecho de que las
transacciones con el resto del mundo son de pequeño monto y poco relevantes en
este caso. La ausencia de G podría suponer que esa variable de gasto está
agregada en C y no nos interesa observarla en particular. Como ya dijimos, un
poco más tarde incluiremos estos elementos que ahora permanecerán ausentes.
Otro supuesto importante es el de "precios constantes", o precios “dados”,
fijos. Utilizaremos el símbolo P para designar al nivel general de precios.
Supondremos que los mismos están, por ahora, estables en esta economía. Las
variables Y, C e I están medidas "a precios constantes", pero como P no cambia,
no necesitamos prestar especial atención a las variables medidas en términos
nominales.
Asumiremos, asimismo, que el producto que esta economía genera puede
aumentar (o contraerse, por supuesto) más o menos rápidamente ("en el corto
plazo"). Que pueda aumentar rápidamente indica que no se están utilizando en
forma plena los recursos productivos con que esta economía cuenta. Por cierto,
esto hace que el razonamiento que vamos a desarrollar resulte más plausible en
un contexto recesivo que en otro en que la economía esté operando con muy bajo
desempleo, por ejemplo.
Entrando en asunto: ¿Cómo se determina Y?
Bien, en esta primera argumentación sostendremos que las decisiones de
gasto de los consumidores y de las firmas son el determinante fundamental. Suele
decirse que es el gasto planeado (en el sentido de “decidido”) por parte de quienes
toman decisiones de consumo y de inversión (las dos variables de gasto que
58

aparecen en la ecuación que incluimos más arriba) lo que determina el nivel en


que se ubicará Y. Trataremos, en lo que sigue, de explicar por qué y cómo.
¿Qué es el "gasto planeado"? Lo entenderemos como el gasto que desean (y
pueden) llevar a cabo consumidores y firmas (asumimos que las firmas
productivas son los "agentes" que toman decisiones de inversión). Decimos que
"pueden" para tener presente que los planes de gasto a los que nos referimos
están condicionados por las restricciones que la gente y las firmas tienen para
decidir. Todos querríamos posiblemente tener acceso a más o mejores consumos,
pero el consumo planeado lo entendemos aquí como el gasto en consumo que el
sector privado en su conjunto desea llevar a cabo bajo las circunstancias en que la
economía se encuentra, y respetando las restricciones que ese gasto enfrenta
(que son restricciones "de presupuesto").
Las cifras de gasto (en consumo y en inversión) de las que nos informan las
cuentas nacionales no se refieren a magnitudes "planeadas". Los registros o
estimaciones de gastos que hace ese sistema de cuentas nada saben de "planes".
Solo observan lo que efectivamente sucede, más allá de qué ideas pasen por la
cabeza de quienes toman decisiones. Por eso, al consumo y a la inversión
medidos u observados los consideramos magnitudes "realizadas". Y estas pueden
diferir de las planeadas, como veremos enseguida.
Nuestra primera argumentación se basa en una idea muy simple, que consiste
en la distinción de dos tipos distintos de gastos planeados: aquellos que no vamos
a explicar (es decir, que asumimos como un dato en nuestro razonamiento), y que
solemos llamar "componentes exógenos" (o también autónomos) del gasto, y otros
componentes que sí se "explican" en la argumentación. A estos los calificamos
como componentes endógenos del gasto (también conocidos, en el contexto de
esta argumentación, como "gasto inducido"). En síntesis, tenemos gastos
planeados exógenos y endógenos. Los primeros los consideramos dados, los
segundos se determinan según establezca nuestra argumentación.
Concretemos un poco más esto: diremos que el consumo planeado (al que
llamaremos C*) tiene en realidad dos componentes o partes. Un "consumo
autónomo" o exógeno al que designaremos Ca, y otro inducido, al que llamaremos
Cy.
¿Cómo se determina el consumo inducido? Supondremos que guarda
proporción con el ingreso. Asumamos, para comenzar, que el sector privado
consume, además de Ca, un 60 por ciento de su ingreso total (es decir, un 60% de
Y; recuerde que el producto y el ingreso son sinónimos para nosotros).
En síntesis, el consumo total planeado C* será igual a Ca (cuya determinación
no explicamos) más un valor equivalente a 60% del ingreso total generado en la
economía.
Nos falta decir cómo se determina la inversión planeada, a la que
designaremos como I*. Aquí seremos muy "económicos": la consideraremos por
completo exógena. Se determina tal vez como resultado de los estados de ánimo
de los empresarios, de sus creencias acerca de cómo va a ser el futuro de nuestra
economía, creencias que a su vez no explicamos. I* será entonces, por ahora, un
dato.
59

Nuestro razonamiento es, muy sucintamente y como primera aproximación, el


siguiente: el gasto planeado total (en consumo e inversión) constituye la demanda
agregada (DA) en esta economía sencilla, y la demanda agregada determina el
nivel del producto que se genera (enseguida veremos qué sucede si ambos son
distintos).
Tendremos entonces lo siguiente:

Diagrama 4.1

I*
DA Y
C*

Se comprenderá inmediatamente que ese diagrama es incompleto, porque el


consumo planeado C* tiene a su vez, como hemos dicho, un componente, Cy, que
depende de Y, de manera que tiene que haber un "loop" en la ilustración. Es más
correcto plantearla así:

Diagrama 4.2

I*
DA Y
Ca

Cy

Tenemos entonces que tres componentes del gasto sumados constituyen la


demanda agregada (la inversión autónoma o exógena, el consumo autónomo y el
consumo inducido). La demanda agregada determina el valor de Y, pero este a su
vez afecta a la decisión de gasto de consumo (incidiendo en Cy).
Un ejemplo numérico tal vez nos ayude a comprender los procesos
involucrados.
Consideremos una situación en la que el valor del producto o del ingreso
generado en la economía es $100. Eso significa que las firmas están elaborando
productos por ese monto. En otros términos, ese es el valor de los bienes que
están siendo producidos por período (puede ser un año o un trimestre, eso no nos
importa mucho aquí).
Asumamos que ese producto se vende en su totalidad: la demanda agregada
(el gasto planeado) es también $100. Tenemos que decir algo acerca de los
valores que asumen los distintos componentes de esa demanda. Con uno de ellos
60

no tenemos dudas. Si mantenemos el supuesto de que la gente gasta en bienes


de consumo un 60% de su ingreso (además del gasto "autónomo" de consumo),
entonces Cy será $60. Asumiremos que Ca es igual a $10, mientras que I*
asciende a $30. De manera que la suma (Ca + Cy + I*), que constituye la
demanda agregada, es, efectivamente, igual a $100.
Esa situación es reflejada por la primera línea de la tabla siguiente. Es la
situación inicial. Cada variable tiene el valor mencionado.
Ahora, para hacer que nuestro ejemplo numérico resulte más comprensible,
vamos a asumir que Cy depende de Y, como hasta ahora, pero con una pequeña
corrección: no depende del Y contemporáneo sino del valor de Y del período
anterior. Es decir, el consumo inducido depende del ingreso obtenido por el sector
privado en el período precedente. Eso facilitará el análisis que sigue.

Tabla 4.1

Gasto Gasto
Producto = Consumo Consumo Inversión Variación de
Planeado Realizado
Período Ingreso Autónomo Inducido Planeada Existencias
(2) = (7) =
(1) (3) (4) (5) (6)
(3) + (4) + (5) (2) + (6)
0 100 100 10 60 30 0 100
1 100 110 10 60 40 -10 100
2 110 110 10 60 40 0 110
3 110 116 10 66 40 -6 110
4 116 116 10 66 40 0 116
5 116 119,6 10 69,6 40 -3,6 116
6 119,6 119,6 10 69,6 40 0 119,6
7 119,6 121,76 10 71,76 40 -2,16 119,6
8 121,76 121,76 10 71,76 40 0 121,76
9 121,76 123,056 10 73,056 40 -1,296 121,76
10 123,056 123,056 10 73,056 40 0 123,056
Variación total
+23,056 +23,056 +13,056 +10 +23,056
(de 0 a 10)

Asumiremos que la situación inicial es "de equilibrio". Eso quiere decir que la
DA, el gasto planeado, y el producto Y son iguales. En otros términos, que el gasto
planeado es igual al valor del producto, al que también podemos llamar "gasto
realizado". Este último es el que miden las cuentas nacionales.
Si las magnitudes planeadas y las realizadas son iguales, los planes son
"realizables", todos ellos, simultáneamente. Esta es una forma más precisa de
entender un equilibrio. Pero enseguida veremos una situación de "desequilibrio" y
tal vez eso nos ayude a perfilar mejor este concepto.
Para eso vamos ahora a complicarnos un poquito. Sigamos con cuidado el
razonamiento. En el período siguiente al inicial, el "1", indicamos un aumento en la
inversión planeada. Esta pasa de $30 a $40. Por alguna razón las firmas han
modificado sus planes de inversión. Esto es, en este contexto, una perturbación
61

exógena. Es decir, un cambio en uno de los datos de nuestro problema. La


perturbación también es un dato para nosotros. Nuestra argumentación no explica
qué la determina, pero nos ayuda a explorar sus consecuencias.
Hemos escrito $40 en la casilla correspondiente a la Inversión Planeada (I*) en
la fila 1. Ahora, al sumar todos los componentes del gasto planeado, tenemos que
esa cuenta da un total de $110, en la misma fila. En otros términos, la demanda
agregada aumentó.
Sin embargo, inicialmente la economía sigue produciendo por un valor de
$100, como puede ver en la primera columna. El producto todavía no reaccionó,
no cambió. Fíjese que, entonces, la DA supera al producto que miden las cuentas
nacionales: el gasto planeado es mayor al "realizado". Esto indica que no todos los
planes (de gasto) están teniendo el resultado esperado. Estamos frente a una
inconsistencia de planes. Tal como están las cosas, no todos ellos pueden
realizarse simultáneamente. Eso define una situación de desequilibrio.
¿Cuáles se verán frustrados? Bien, comenzaremos a explorarlo a partir de
otra pregunta: si la DA suma $110, pero las firmas sólo están produciendo por un
valor de $100, ¿puede esa DA ser satisfecha?
Asumimos que sí, como la tabla en realidad indica: esos $10 "faltantes" se
satisfacen con bienes que se encontraban antes en los depósitos de las
empresas, almacenados. Luego, hemos anotado allí una cifra negativa de $10 en
la columna "Variación de existencias". Dicha columna se refiere, más
precisamente, a la variación no planeada de existencias (porque la variación
"planeada" de los inventarios debería estar ya dentro de las cifras de la columna 5;
las existencias son, como sabemos, parte de la inversión).
Conclusión: la inversión total que registran las cuentas nacionales en el
período 1 no es igual a $40. A eso hay que sumarle la variación no planeada de
existencias, que conceptualmente integra la inversión. Como esta es negativa, la
inversión realizada será de sólo $30. Enfaticemos este hecho: la inversión
planeada es $40 pero la realizada es $30. Las firmas están desagotando
inventarios en cantidades que no planeaban. Son los planes de inversión, en
consecuencia, los que no se están cumpliendo acabadamente.
¿Qué sucederá luego? Algo que parece claro es que esta situación no puede
perdurar indefinidamente, período tras período. Esto es así porque las existencias
de bienes tenderán a agotarse. Las firmas no podrán estar por mucho tiempo
cubriendo una demanda de $110 si siguen produciendo $100. Como asumimos
que no están trabajando al máximo de su capacidad, ni empleando en su totalidad
alguno de los recursos necesarios para producir, concluimos que van a reaccionar
a esta situación, a este aumento de la demanda, aumentando el ritmo de
producción. Reflejamos eso en la fila (o el período) 2. Allí las firmas han
incrementado el valor de lo que producen a $110 y dejan de desacumular
existencias.
Pero nuestra historia no ha terminado aún. Ahora el ingreso es también de
$110, y entonces el consumo inducido tendrá que aumentar en el período
siguiente. Recuerde que asumimos que el sector privado consume un 60% de su
ingreso (además del consumo autónomo). Con el nuevo nivel de Y, Cy debe
pasar a $66, tal como indicamos en la fila 3. Ahora el gasto planeado sube a $116.
62

Si las firmas están produciendo por un valor de $110, entonces caerán


nuevamente las existencias. Ahora esa caída (no planeada) es de $6, como se
indica en la misma fila, en la casilla correspondiente de la columna 6.
Y a empezar de nuevo: esa situación no perdurará, porque los inventarios
tienden a agotarse, y las empresas productivas seguramente responderán
incrementando el valor del producto. Así, en el período 4 éste sube a $116. Como
se comprenderá, de nuevo el consumo inducido aumentará en el período 5, y así
sucesivamente.
No tema, que si bien podríamos continuar de manera indefinida con estas
rondas de sucesivas variaciones, ello no es, por suerte, necesario. Como puede
verse, los cambios son cada vez menores. El proceso converge a un resultado
definido, que puede obtenerse fácilmente aunque no hace falta que nos ocupemos
aquí de eso. Los incrementos inducidos del gasto planeado serán cada vez más
reducidos y al final cesarán. En ese momento el gasto planeado y el realizado
serán iguales.17
Lo que sí vale la pena mostrar es que si bien la perturbación inicial fue de sólo
$10 (el aumento original de la inversión planeada), al cabo de 10 rondas (o
períodos), el producto (o el ingreso) aumentó más que eso: a los $10 que subió la
inversión se agrega el incremento "inducido" del consumo, que aumentó más de
13 pesos. Y que subiría todavía un poco más si siguiéramos con las iteraciones,
como indicamos en la nota de pie de página. Esta reacción inducida del consumo
amplifica el impacto del cambio inicial. Este mecanismo de amplificación se
conoce como "el multiplicador (keynesiano simple)".
Naturalmente, el razonamiento también vale en principio para una
perturbación negativa. Si hubiésemos partido de una contracción de la inversión,
hubiésemos tenido acumulación involuntaria de existencias, en lugar de
desacumulación. Como las firmas no desearían seguramente acumular
mercancías sin vender indefinidamente, suponemos que ajustarían el nivel del
producto, en este caso hacia abajo. El ingreso declinaría y con él descendería
luego el consumo inducido. Como ya hemos visto, ese proceso convergería a un
valor de equilibrio del producto, pero menor que el inicial. Nuevamente, la caída
del PIB total sería mayor que la declinación de la inversión, porque la misma
induce una contracción (endógena) del consumo.
Como sugiere una somera inspección de la tabla anterior, el valor del
multiplicador depende de cuál sea la sensibilidad del consumo inducido en
relación al Y. A mayor respuesta de Cy ante cambios en Y, mayor amplificación.

17
En este ejemplo los cambios cesarán cuando Y alcance el valor de 125 pesos. El consumo
inducido será entonces de $75, Ca se mantendrá en $10 y la inversión planeada en $40. La
situación se asemejará a la inicial, en el sentido de que la demanda agregada (el gasto planeado)
y el producto (es decir, el ingreso, o el gasto realizado) serán iguales, cumpliéndose además que
Cy=0,6.Y. Es de nuevo, por ende, una situación de equilibrio. En este ejemplo el valor del
multiplicador es 2,5: un aumento de $10 generó un incremento de $25 en el producto agregado.
63

La introducción del sector público

Una vez presentado el mecanismo básico de determinación de Y y la idea del


multiplicador, podemos dar un paso más reintroduciendo al sector público en la
argumentación. En primer lugar, tenemos que reformular la identidad contable
básica. Ahora tendremos:

Y = C + I + G.

Seguirán todavía ausentes, a la espera de un próximo capítulo, las


exportaciones e importaciones.
No son esas las únicas variantes que introduciremos en relación con la
argumentación anterior. La inversión planeada seguirá siendo exógena, y
supondremos lo mismo en relación con el gasto de consumo del gobierno (G*).
Pero definiremos una nueva variable adicional, el "ingreso disponible del sector
privado" (YD), que es igual al ingreso total pero después de pagar los impuestos T:

YD = Y − T .

Asumiremos, a diferencia de lo que hiciéramos más arriba, que el consumo


inducido depende de YD, es decir del ingreso disponible, en lugar de hacerlo
directamente de Y. Parece razonable suponer que los impuestos, a su vez,
dependen de Y. Es decir, cuando el producto sube, aumenta la recaudación. La
recaudación T depende también de las tasas impositivas. Las representaremos
como “t”: tasa promedio de impuestos sobre el ingreso.
Nuestro diagrama de determinación de Y se hace, entonces, un poco más
complicado. De aquí en adelante, cuando una flecha implica una relación causal
negativa (en el sentido de que cuando una variable crece la que de ella depende
declina) la dibujamos con una línea de puntos:

Diagrama 4.3
I*

G*
DA Y
Ca

Cy
YD T t

Suponemos que el gobierno puede actuar directamente sobre G y sobre las


tasas impositivas, representadas aquí por “t”. G y las tasas impositivas son
entonces viariables que entenderemos como instrumentos de política fiscal.
La forma de determinación de Y y el mecanismo del multiplicador son
semejantes a lo que explicáramos más arriba, aunque con algunas interacciones
adicionales que antes no estaban presentes o no aparecían explicitadas.
64

Una suba de $10 en la inversión planeada podría analizarse como hiciéramos


en la Tabla 4.1, aunque podríamos o deberíamos incluir algunas columnas más:
una para G y otra para T, y eventualmente también una para YD. Sin embargo, la
descripción cambiaría poco. La suba de I* aumentaría la demanda agregada,
llevando luego a un aumento de Y y posteriormente a varias rondas de incremento
del gasto inducido, Cy, tal como sucediera en aquella explicación.
Pero los sucesivos aumentos de Y darán lugar, ahora, a incrementos de YD
un poco menores, dado que una parte del ingreso adicional se destinará al pago
de impuestos; es decir, alimentará a la variable T. Se comprende que esto
atenuará un poco el tamaño del multiplicador, al debilitar el impacto de variaciones
de Y sobre el consumo. La recaudación impositiva actúa como una suerte de
“filtración” hacia afuera de la corriente de gasto.
Tal vez usted esté pensando que no será así si el gobierno decide a su vez
gastar esos ingresos adicionales, y tiene razón, pero nosotros estamos
considerando a las decisiones acerca de G como independientes, en principio, de
lo que suceda con la recaudación. G* es, hasta aquí, exógena. Si T sube, mientras
que G* no varía, estará reduciéndose el déficit fiscal (o aumentando el superávit;
depende de cuál sea el punto de partida), pero en esta argumentación eso no
tiene ninguna consecuencia (aunque podrá tenerla en capítulos más avanzados,
cuando los temas financieros, por ejemplo, entren en escena). El déficit fiscal en
este contexto sería la cuenta (G-T), y el superávit fiscal es la misma cuenta, pero
con signo cambiado (es decir, es T-G).
Supongamos ahora que la inversión planeada se contrae en $10, en lugar de
aumentar. Preferimos este ejemplo porque nos lleva al “clima” del origen de la
macroeconomía moderna, como veremos enseguida.
Como ya sabemos, esta perturbación llevará, vía multiplicador, a una
reducción del producto mayor a $10. Aparece ahora como posibilidad la utilización,
por parte del gobierno, de los instrumentos de política macroeconómica de que
dispone, con el fin de evitar esa contracción. Más en general, el gobierno puede
actuar para estabilizar el valor de Y (evitando en este caso una recesión), o para
alcanzar cierta meta de producto.
En el ejemplo que estamos dando, si I* está declinando, el gobierno podría
recurrir a una política fiscal compensatoria, por ejemplo aumentando G*. En este
tratamiento sencillo, una suba de G* de $10 bastaría para dejar las cosas como
estaban, en lo que se refiere al nivel de Y.
La alternativa sería operar por la vía de los impuestos. Como muestra el
Diagrama 4.3, la tasa impositiva “t” es la otra variable que el gobierno puede
manipular. En este caso, si quiere compensar una declinación de la inversión,
debería bajar los impuestos. Si “t” es reducida, por cada peso de Y quedará una
fracción mayor en manos de los consumidores (es decir, YD será mayor que
antes, para todo Y, si t es menor). Luego, es de esperar que el consumo inducido
aumente. El gobierno debería estimar qué reducción de las tasas impositivas
habría que adoptar, en función de cuán fuerte sea la contracción que espera en la
inversión privada.
De cualquier modo, podríamos argumentar que este canal es menos seguro
que el que opera por vía de G. Mientras que una suba del gasto público se
65

traducirá rápidamente en un aumento de la demanda agregada, una baja de las


tasas impositivas podría dar lugar a un aumento del consumo o no. Eso depende
de cuál sea la reacción de los consumidores, y esta no siempre es fácil de prever.
La política fiscal compensatoria así planteada es una versión un tanto primitiva
e introductoria de lo que se entiende por “políticas fiscales keynesianas de
estabilización”. En el origen de la macroeconomía moderna, los keynesianos de
primera generación solían enfatizar el carácter problemático de la variabilidad de
la inversión. Como esta se hace “mirando hacia el futuro”, puesto que los
empresarios invierten para obtener ganancias en períodos venideros, y lo hacen
en función de lo que esperan que suceda por entonces, la inversión es una
variable propensa a marcadas fluctuaciones. Esto debido a que las expectativas
acerca del futuro pueden ser, a su vez, muy variables. Cambios en los estados de
opinión suelen ser frecuentes, muchas veces se originan en información pero
también con frecuencia en rumores o versiones que pueden o no tener
fundamentos sólidos. Estos cambios se reflejan en volatilidad de I* y, vía
multiplicador, se traducen en oscilaciones todavía mayores de Y (y, seguramente,
del empleo). De manera que la política fiscal compensatoria aparece como una vía
central para enfrentar el problema de la estabilización, que en esa época, en los
años treinta y cuarenta, se refería generalmente a la estabilización del empleo y
del producto, más que a la del nivel de precios.

No es tan sencillo, sin embargo

Esta primera visión de la política fiscal, planteada en el marco de un modelo o


argumentación muy simple, puede también parecer un tanto "primitiva" y en cierta
medida lo es. Se trata apenas de un primer paso. A pesar de ello, es bastante
corriente que se identifique al keynesianismo con el fiscalismo elemental que
trasunta nuestro análisis anterior. Desde esa perspectiva, una guía para la política
fiscal podría ser por ejemplo la de actuar en en forma simétrica al sector privado,
en materia de gasto, si el objetivo es estabilizar el nivel de actividad. Si nos
concentramos en el manejo del gasto público más que en los impuestos, y si
pensamos en la inversión como la variable de gasto privado probablemente más
volátil, razonaríamos del siguiente modo: si la inversión cae en $10, el gasto
público debería aumentar en $10, ocupando su lugar, para evitar una contracción
del producto. Sin embargo, y si bien el Modelo Keynesiano Simple permite una
primera y muy útil aproximación al tema, es por cierto posible y recomendable
pensar a la política fiscal de estabilización de un modo más complejo. Considere,
por ejemplo, el párrafo incluido en el siguiente cuadro.18

18
Extraído de: Damill, M. (1999), “Convertibilidad, capitales volátiles y estabilización. El papel
de las finanzas del gobierno”, Revista de Economía Política, volumen 19, número 1(73), San
Pablo, Brasil, enero-marzo.
66

Sobre la política fiscal keynesiana

"En los albores de la macroeconomía moderna, el problema típico que se


planteaba a la política económica derivaba de la volatilidad de las decisiones
privadas de inversión. La inestabilidad de esta variable era percibida como la
causa principal de la eventual existencia de fallas masivas de coordinación. La
inversión se hace ‘mirando al futuro’ y la información con la que se cuenta es,
de manera irreductible, incompleta. Cambios en los estados de opinión acerca
del futuro, que gravitan en los ‘animal spirits’ de los empresarios, son fuente de
alteraciones en las conductas del presente, a veces significativas y de grandes
consecuencias. Estas reacciones pueden incluso ser inconsistentes con el
estado de las variables fundamentales de la economía. En efecto, la
configuración de un estado de expectativas deprimidas, en principio ‘erróneas’
pero que tienden a autorrealizarse en vez de autocorregirse, constituye quizás
el problema keynesiano por excelencia. Y la consiguiente prescripción de
política fiscal anticíclica, basada en la idea de "cebar la bomba", debe
entenderse en ese marco: se trata de ir en contra de las expectativas
pesimistas, que en la medida en que no se vean confirmadas serán
probablemente modificadas, permitiendo a la economía moverse hacia otro
punto de equilibrio, con un nivel de gasto privado más elevado. Es decir, esa
interpretación presupone la existencia de equilibrios múltiples, asociados a
diferentes estados de las expectativas".

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